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Dreamspinner Press
382 NE 191st Street #88329
Miami, FL 33179-3899, USA
http://www.dreamspinnerpress.com/

Esta historia es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la
imaginación del autor o usados para la ficción y cualquier semejanza con personas vivas o muertas,
negocios, eventos o escenarios, es una coincidencia.

Donde termina él y empiezo yo


Copyright © 2011 de Cardeno C.

Portada: Paul Richmond http://www.paulrichmondstudio.com


Traducido por: Georgette Asi

La licencia de este libro pertenece exclusivamente al comprador original. Duplicarlo o reproducirlo


por cualquier medio es ilegal y una violación a la ley de Derechos de Autor Internacional. Este
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Publicado en los Estados Unidos de América


Junio 2011

Edición eBook en Español ISBN: 978-1-61372-808-6


DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 1

JAKE

Miré el cuerpo que estaba a mi lado –piernas largas, estómago plano,


pecho suave- y cerré los ojos, preguntándome cómo diablos había llegado
ahí. Por supuesto que no de forma literal, ya que “ahí” es la cama de mi
habitación del hotel y sé muy bien cómo llegué. Pero no el “ahí” que
significa estar donde quiero, donde necesito tocar a otro hombre, sentir su
cuerpo bajo mis dedos y sus piernas rodeándome. Y no cualquier hombre,
Nate, mi mejor amigo desde que nací, literalmente.
Nuestras madres crecieron juntas en una pequeña ciudad sureña,
puerta con puerta. Mi madre era la menor de cinco hijos, cuatro eran
varones mayores que ella. La madre de Nate era la tercera hija de ocho
hermanos y también la única mujer. Para huir de tanta testosterona se
hicieron inseparables, compartieron todo: clases, grupos de exploradoras,
de iglesia. A nadie le sorprendió cuando mi madre se comprometió con su
novio del instituto y que pocos meses después la siguiera la de Nate.
Ambas se casaron el verano siguiente a la graduación, con una diferencia
de dos semanas; compraron casas colindantes y años más tarde juntas
decidieron que ya era hora de comenzar una familia y así se lo comentaron
a sus maridos. Digo “una familia” porque crecimos así, como una sola
familia.
Por suerte, mi padre era muy tranquilo y el de Nate solo quería
complacer a su mujer. Desde el principio supieron dónde se metían. No se
podía tener a la una sin la otra. Tampoco extrañó a nadie que en cuanto
una se puso de parto, a la otra le empezaran las contracciones. Horas más
tarde, Nate y yo estábamos acostados en cunas pegadas, en medio de las
camas de nuestras madres.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Cuando el médico informó a la madre de Nate de las complicaciones


habidas durante el parto y de la imposibilidad de tener más hijos, mi
madre decidió que ella tampoco tendría más. Un día le pregunté si se
arrepentía de la decisión tomada o si le hubiera gustado tener una familia
más grande, ella se rió y contestó que ya éramos una familia de seis
miembros y no necesitaba más.
Como pueden ver, No tuve ninguna elección, Nate y yo estábamos
destinados a ser mejores amigos, pero tampoco me importó. ¿Cómo podía
importarle a alguien ser amigo de Nate? Siempre fue tan extremadamente
agradable. Desde que tengo uso de razón, lo recuerdo con una palabra
amable para todos. Es una de esas personas que atrae a los demás; cuando
le hablas, sientes que no hay nadie más alrededor, que su atención te
pertenece. Bueno, casi siempre, porque cuando estoy yo hay que compartir
esa atención conmigo. Mala suerte, yo lo conocí antes.

De todos modos, siempre parece saber el momento en que yo entro


en una habitación, aunque no diga nada ni él esté mirando. De alguna
forma se da cuenta y deja todo lo que está haciendo (coloreando en la
guardería, aprendiendo a escribir en preescolar, al frente de la clase
resolviendo algún problema de cálculo en noveno grado), gira, me lanza la
sonrisa Nate y vuelve a su trabajo.
Claro que eso es mutuo. Siempre pude sentir su presencia. Es como
si hasta ese momento todo estuviera vacío y en ese instante dejara de
estarlo. De repente todo está bien. Cuando lo veo entrar y esbozar esa
sonrisa, dejo todo lo que estoy haciendo (ya sea rompiendo algún juguete
en la guardería, aprendiendo a deletrear “joder” en preescolar, haciendo el
amor con alguna animadora en la esquina de un sótano lleno de
adolescentes borrachos en noveno curso). Puede parecer raro, pero todos
en la ciudad lo consideran normal, incluso esa animadora a la que dejé a
medias para mirarlo, devolverle la sonrisa y luego seguir concentrándome
en ella y terminar el acto. Después de todo, éramos hijos de nuestras
madres, todos sabían que ellas eran inseparables y entre nosotros, las cosas
siempre habían sido así.
Aparte de esa profunda conexión a la que soy incapaz de poner
nombre, en lo demás somos diametralmente opuestos. Nate es pálido, de

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pelo rubio y penetrantes ojos azules, yo soy de tez olivácea, cabello negro
y ojos verdes. El siempre fue muy delgado, con cuerpo de nadador,
mientras que yo soy más musculoso, de grandes bíceps y abdomen tipo
tabla de lavar, incluso fuera de la temporada deportiva. En estatura no
somos tan diferentes (él 1,80 y yo casi 1,90), pero peso casi 25 kilos más.
Las diferencias no solo radican en la apariencia física. Como dije, él
siempre fue el “Señor Amable” y encantador con todos, si hasta creo que
una vez salvó a un gato que estaba atrapado en la rama de un árbol. ¡Por
Dios, rescató a un gato! Yo no soy tan bueno. De hecho, puedo llegar a ser
un verdadero cretino. Tengo un carácter violento y a veces me gustaría
sentir fluir la adrenalina por mi cuerpo y liarme a golpes con algo o
alguien.
Tras varias peleas en el Colegio, la gente empezó a creer que estaba
un poco loco; joder, muy loco. No me importa. Ni siquiera pienso en ellos;
siempre me importó un comino lo que la gente pensara de mí, salvo que
fuera un buen amigo y en esa categoría solo está Nate. Siempre estuve
muy ocupado entrenando (en el Instituto, fútbol americano en otoño,
baloncesto en invierno y baseball en primavera), tratando de ligar con
alguna chica y, por supuesto, pasando los ratos libres con Nate. El resto
nunca existió.
Otra cosa acerca de Nate es que es un maldito genio. De verdad,
desde niño fue muy inteligente. No había nadie como él en nuestra ciudad
y en la escuela no sabían qué hacer ni cómo enseñarle. Por eso siempre
estaba en el tablón resolviendo algún problema de cálculo que ni los
profesores sabían cómo hacer y en cambio él sí. Un día me comentó que
podía ver los números en su cabeza y cómo iban combinándose entre
ellos. Nunca entendí su significado. Me sorprende que no lo hayan
graduado antes, especialmente tras el test de Aptitud Escolar en segundo
curso. Su nota fue perfecta, no falló ni una maldita pregunta. Como cabe
suponer, consiguió ofertas de becas completas de muchas universidades.
Bueno, no es que yo sea estúpido, pero tampoco soy Nate. Por
fortuna, no soy muy malo en los deportes y mi lado brusco resulta una
garantía dentro del campo del fútbol americano. Así que yo también pude
elegir entre varias universidades. El último año, comparamos la lista de
facultades y elegimos una que tuviera un buen equipo de fútbol americano
y un excelente programa en ciencias. Terminamos mudándonos a New
York, a los dieciocho años.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Estaba rememorando nuestro primer día en New York, diez años


atrás, pero volví al presente al sentir que Nate suspiraba y se movía un
poco, lo suficiente para que la sábana se le resbalara sobre la pierna. Lo
suficiente para que la luz de la luna brillara sobre su cintura, sus caderas,
su pene. Es perfecto –rosado, suave, largo y grueso cuando está duro-.
Hasta la noche anterior, nunca lo había visto en ese estado.
A pesar de todos esos años de amistad, las noches durmiendo uno en
la casa del otro, compartiendo habitación, jamás lo vi en ese estado ni
pensé que alguna vez pudiera hacerlo. Anoche… ¡Joder! Siempre fuimos
como una sola persona, sin saber dónde terminaba él y empezaba yo; pero
nunca fue tan cierto como anoche, cuando lo lamí, lo chupé, lo oí gemir.
Al mirar a Nate, mi cuerpo se estremeció tan fuerte por el recuerdo
que temí despertarlo, pero estaba profundamente dormido. Me tapé los
ojos con el brazo y evoqué lo sucedido.
Su estómago plano y su pecho suave se agitaron cuando los acaricié
al tiempo que caía de rodillas, le abría el botón del vaquero y se lo bajaba.
Pude comprobar su excitación mientras intentaba frenético desprenderse
de su bóxer. Froté mi cara contra ese bulto creciente y lo sentí a través de
la tela, que se humedecía más y más a causa del excitado pene que yo
quería saborear.
Mis manos temblaban con lujuria mientras le bajaba lentamente el
calzoncillo y lo veía en carne y hueso. Dios, lo deseaba tanto que no podía
dejar de temblar. Mi cuerpo entero se estremecía con anticipación,
necesidad y deseo. Traté de calmarme, miré hacia abajo y cerré los ojos
con la esperanza de poder acompasar mi respiración, pero él estaba tan
cerca que podía olerlo, sentir su calor en mi cara. ¡Tenía que
tranquilizarme!
Abrí los ojos, tomé su pene en mi boca y me lo tragué entero. No sé
cómo lo hice, era la primera vez que tocaba el pene de otro hombre y ni
que decir succionarlo. Pero era Nate, mi Nate. Mi deseo de consumirlo era
tan desesperado, mi necesidad de hacerlo parte de mí tan arrolladora que
ni siquiera tuve arcadas o pensé en ellas. Moví la cabeza arriba y abajo y
acaricié su piel con mi lengua. Y él gimió.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Era la primera vez que lo oía emitir ese sonido, nunca lo vi


experimentar esa clase de placer y casi eyaculé en mis pantalones. Para
calmarme pensé que a los veintiocho años era muy viejo para esas cosas.
Me resistí al orgasmo y seguí. Rodeé la cabeza de su pene con mi
boca y succioné fuerte. El gimió otra vez, me agarró la cabeza, cerró los
dedos en mi pelo y empezó a gritar mi nombre una y otra vez mientras
empujaba las caderas y se pegaba a mí. Lento al principio, pero cada vez
más rápido, seguía recitando mi nombre y tirando de mi pelo hasta
enterrarse completamente en mi boca y eyacular.
Sentí un calor líquido correr por mi garganta y tragué con furia. No
quería desperdiciar ni una gota. Era una parte de Nate y yo la quería toda.
Dejó de bombear mi boca y lo miré sin soltarle el pene. No quería
moverme, quería tenerlo dentro para siempre. Pero se le doblaron las
rodillas y con los ojos cerrados se desplomó.
Petrificado, lo tomé en mis brazos y comprobé que su respiración era
regular. Estaba fuera de combate por el exceso de bebida y el orgasmo. Lo
llevé a la cama y me quedé hasta asegurarme de que su respiración era
normal y estaba bien. Solo era cansancio.
En ese momento noté la humedad de mi pantalón. ¡Joder! Me corrí
solo por tenerlo en mi boca y masturbarlo. Ya sé que soy
desesperadamente patético, pero es Nate, mi Nate. Solo él logra eso de mí,
nadie lo hizo antes ni nadie lo hará.
Sólo espero que cuando se despierte, me perdone por haberle hecho
eso mientras estaba borracho y lo entienda. Joder, ¡qué lío!

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CAPÍTULO 2

NATE

Recosté la cabeza en mi asiento y escuché los ruidos del avión


preparándose para despegar. Una semana lejos del laboratorio, tirado en la
playa, relajado y disfrutando. Eso dijo Jake mientras hacía la maleta y me
explicaba que ya había hablado con mi jefe, que era ridículo que no
hubiera tenido vacaciones en más de un año, habiendo pasado más de
catorce horas al día en el laboratorio. A mi vuelta sería peor, pero no pude
negarme. Nadie puede decirle no a Jake Owens, es una increíble y
poderosa fuerza de la naturaleza y gracias a esa fortaleza, pude salir
indemne de la escuela y del Instituto.

En aquella época, yo era bajo y delgado, tuve un florecimiento tardío


y pegué el estirón a los diecisiete años. Era de los más bajos de la clase y
en aquellos años vivíamos en una ciudad pequeña. Yo solía pasar el
tiempo con la nariz pegada a los libros, tratando de entender los misterios
de la ciencia. Y si esa estampa de empollón que estoy pintando no atrajo la
atención de unos cuantos chicos duros, el hecho de haber salido del
armario en octavo curso, seguro que sí lo hizo.
Jake fue el primero en saberlo. Me parecía justo, ya que fue la razón
de que yo supiera que era gay; por supuesto no le dije eso. En la pubertad,
cuando otros chicos hablaban de chicas, yo solo podía pensar en Jake.
Ellos miraban fotos de alguna actriz o cantante y comentaban cómo se
veían o lo que les encantaría hacer con ellas, pero yo solo veía a Jake y por

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las noches ocupaba todas mis fantasías. Mientras me masturbaba, antes de


eyacular, mi mente siempre volvía a él.
Así me di cuenta que era gay y el hecho me aterrorizó, no sabía qué
hacer. Tenía que hablar con Jake. Decirlo en voz alta lo haría real y sabría
qué hacer al respecto. Las matemáticas y las ciencias eran cosas que podía
entender por mi cuenta, pero la vida, la gente y mis malditos sentimientos
requerían todo mi ser y yo no estaba completo sin él.
Aquella noche traté de encontrar el coraje para decírselo. Estábamos
con un grupo de chicos del colegio y todos estaban bebiendo y ligando.
Jake estaba en el sofá con alguna chica; era difícil recordar el nombre
porque él se pasaba mucho tiempo en sofás, camas o esquinas, con todas
las chicas guapas de la escuela y del vecindario. Ella enredaba sus dedos
en el pelo de Jake y le reía todas las gracias, enviándole señales de “quiero
que me lleves a la cama ya”. Entonces él levantó la vista y al verme
sentado al otro lado de la habitación, se despidió de ella, dejándola
aturdida. Mientras caminaba se ajustó el pantalón -obviamente el flirteo
había dado resultados-, luego acercó a mí y se agachó hasta quedar frente
a frente.
-Salgamos de aquí, parece que necesitas hablar.
Esa semana tocaba pasar la noche en mi casa. Durante el trayecto
estuve callado, tratando de encontrar las palabras y el coraje. Fuimos
directos a mi habitación y él empezó a desvestirse.
- Jake, creo que soy gay – le solté justo cuando estaba totalmente
desnudo buscando ropa en el cajón.
Normalmente, si uno hacía ese tipo de confesiones a un chico de
trece años y en una ciudad pequeña, se arriesgaba a recibir una paliza.
Pero no con Jake. El dejó de rebuscar en los cajones, vino hacia mí y se
sentó a mi lado, con una sonrisa como única vestimenta.
- ¿Gay? Estupendo. Eh, ¿Tienes una camiseta o algo que me pueda
servir? La última vez que estuve aquí me puse el último pijama limpio y
hace demasiado frío para dormir desnudo.
Mis miedos desaparecieron. Si a Jake no le importaba y no pensaba
que había algo equivocado en mí, entonces no lo había.

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Al día siguiente se lo dije a mis padres (los de Jake y los míos). Se


sorprendieron pero no se enfadaron, solo expresaron miedo ante posibles
problemas en el colegio. Mis madres pensaban que tenía que callármelo.
Jake estaba a mi lado leyendo una revista y no prestó atención a la
conversación hasta ese momento, que dejó de leer y levantó la vista.
- Nadie se burlará de Nate ni le hará daño. Él es increíble, los eclipsa
a todos y no tiene motivos para estar avergonzado- volvió a bajar la revista
y siguió leyendo. Eso fue todo.
En el colegio dejé de pretender que me interesaban las chicas y
pronto todos se dieron cuenta de que era gay; no lo negué y, tal como Jake
había comentado, nunca se burlaron de mí ni me hicieron daño. Gracias a
él, pues era el chico más popular, el mejor atleta y tenía una izquierda
dura. La gente no intentaba meterse con él y como yo era su amigo, estaba
a salvo por asociación.

El avión aterrizó agitándose un poco y despertándome.


-Ya estamos aquí, dormilón. Prepárate para una estupenda semana.
Nathaniel, despiértate - me dio una palmada en el muslo y su voz profunda
me recorrió de arriba a abajo.
No quería que supiera que ya estaba despierto. Quería sentir su mano
en mi muslo un poco más. Al final, levanté la vista y lo vi sonreír.
-Buscaré tu maleta. Te ves rendido.
Recogió las de ambos y se dirigió entre la multitud a la salida,
girando cada tanto para ver si yo lo seguía. Paró un taxi y me abrió la
puerta antes de colocar las maletas en el maletero.
-He visto en Internet que cerca de nuestro hotel hay un excelente
restaurante de sushi. Si te apetece, deberíamos comprobarlo esta noche.
Joder Nate, te ves muy cansado.
¿Cómo no iba a amarlo? Quiero decir, al hombre ni siquiera le gusta
el pescado y ahí estaba, buscando un restaurante de sushi porque era mi
favorito. Me abría la puerta, cargaba con mi maleta, se preocupaba por mi
bienestar. ¿A alguien le sorprende que a los veintiocho años no haya sido
capaz de mantener ninguna relación más que unas pocas semanas?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Nadie puede hacer sombra a Jake, los hombres lo perciben enseguida


y yo no lo niego. Siempre preferiré estar con él sentado en el sofá mirando
una película, que en un bar con alguien chupándomela en algún cuarto
oscuro. Incluso en esos momentos cierro los ojos y veo su cara. Es la única
forma de eyacular. Cuando termino quiero volver a casa, esperando que él
esté despierto para poder hablar de nuestras respectivas jornadas.
Creo que en algún momento de la vida, la mayoría de los gays siente
algo por un hombre que no lo es. Es un enamoramiento imposible que
suele terminar con un corazón roto o una frustración extrema. Imaginen si
encima ese amor viene de muy lejos, si ese hombre heterosexual es el
único a quien uno siempre amó, cuidó y deseó.
No tenía ninguna esperanza y siempre lo supe. A Jake le gustan las
chicas y durmió con suficientes como para llenar un estadio. Bueno,
dormir no es la palabra adecuada, se acostaba con ellas y luego venía a
dormir a nuestro apartamento. El caso es que le gustan las chicas y yo
tengo pene. No hay esperanza.
Ya estaba resignado, tenía asumido que podía ser suficiente vivir con
él en calidad de amigo. Pero algo que no puedo explicar pasó en el taxi,
que me puso de muy mal humor.
Durante la cena se dio cuenta que algo sucedía, no solo por mi
malhumor o las miradas aviesas que le dirigía, sino por la cantidad de sake
que ingerí.
-Eh, no bebas tanto. No quiero que te siente mal. ¿Qué pasa, Nate?
Habla conmigo. Me tocaba el brazo mientras me miraba preocupado y me
hablaba con voz suave.
Como siempre que me tocaba, mi piel ardía. Sus dedos me excitaban
más que nada en el mundo, ni siquiera un trasero envolviendo mi pene.
Nada.
-¡No me toques, Jake!- retiré mi brazo con brusquedad y me levanté
derribando la silla- ¡Nunca más vuelvas a tocarme!
Salí disparado del restaurante y volví a la habitación del hotel. Cerré
con fuerza, tiré los zapatos contra la pared y abrí el armario. Él había
desempacado las cosas de ambos mientras yo descansaba. Enfurecido,
empecé a llenar la maleta.

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Así era él, siempre cuidándome y protegiéndome. Me quería, pero no


de la forma que yo necesitaba. Me quería lo suficiente para no permitirme
querer a nadie más. Estaba terminando de empacar cuando lo oí entrar y
sentarse en la otra cama.
-¿Qué he hecho, Nate? Lo siento, te ruego que me perdones- su voz
era suave, casi temblorosa. Nunca lo vi tan vulnerable, pero estaba
demasiado enfadado y borracho como para calmarme.
-Por tu culpa siempre estaré solo- Le dije gritando, mirándolo con
rabia.
Su cara expresaba dolor y confusión.
-No lo estás, Nate. Yo estoy aquí, siempre estaré a tu lado y lo sabes.
Nunca te dejaré.
-Sí, pero no es suficiente, Jake. Necesito más –para ese entonces yo
estaba llorando.
Supe que era cierto, necesitaba más, una relación completa.
Necesitaba a alguien que me abrazara, me tocara y me amara y poder
corresponderle. El problema era… que yo solo podía amarlo a él.
-¿Qué quieres decir con más? Te daré todo lo que necesites, pero por
favor habla conmigo.
-Lo que necesito es una felación. ¿Sigues pensando que puedes
darme todo lo que necesito?
De haber estado sobrio y tranquilo, quizá hubiera sido capaz de
explicarle lo que me pasaba, que siempre estuve enamorado de él. Pero no
estaba sobrio y desde luego no me encontraba calmado.
Me iba a dar la vuelta cuando se levantó de la cama y cayó de
rodillas delante de mí. De la sorpresa no me di cuenta de sus intenciones,
hasta que sentí su mano debajo de la camisa acariciándome el estómago y
el pecho, dejando un rastro de fuego tan poderoso que empecé a transpirar.
Me arranqué la camisa para enfriarme un poco. Con la otra mano él
ya me había desabrochado y bajado el vaquero. Jadeé cuando lo sentí
acariciarme el pene y frotar la cara contra los calzoncillos antes de
bajarlos. Casi exploté al sentirlo sobre mi miembro desnudo. Cuando se
detuvo y cerró los ojos, pensé “le disgustó, no es capaz de hacerlo. ¿En
qué diablos estaba pensando?”

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me miró de nuevo y de un solo movimiento se trago mi pene. Mis


sentidos volvieron a la vida y sentí su boca y su lengua por todo el cuerpo.
Gemí. Cuando se detuvo fui consciente de que él no podía estar
disfrutando, que solo estaba ocupándose de mí, como siempre.
Debería haberlo detenido y dicho que una felación estaba fuera de
los límites de cualquier amistad, incluida la nuestra. Pero no pude, lo
necesitaba con tanta desesperación que no podía soportar la idea de que se
detuviera. Así que cuando continuó lamiendo y chupando, decidí aceptar
su muestra de amistad.
Sabiendo que no volvería a tener otra oportunidad como esa, me dejé
llevar completamente. Le acaricié el pelo y atraje su cabeza hacia mí
mientras empujaba contra su boca y gemía.
Acabé con fuerza. Fue el orgasmo más poderoso de mi vida y sentí
que me hundía en una oscuridad cálida y segura.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 3

NATE

Me desperté y miré alrededor, intentando recordar dónde me


encontraba y por qué mi cabeza estaba tan pesada. Me froté los ojos y todo
lo sucedido me vino a la mente como una bofetada. Había sido tan brusco,
tan infantil y egoísta. Dios mío, ¿qué le había obligado a hacer? ¿Cómo
pude empujarlo a practicarme una felación cuando todo lo que él quería
era hablar conmigo, ayudarme y ser mi amigo?
Me levanté totalmente despejado y vi que Jake había recogido la
ropa que yo dejé tirada la noche anterior, desempacado la maleta y
colgado mis cosas. Por un momento me pregunté si no había sido una
pesadilla. Pero no estuve tan borracho y no fue una pesadilla. ¿O debería
decir un sueño? Lo que fuese, había sucedido.
Me metí en la ducha y mientras me enjabonaba rocé la cicatriz cerca
de mi estómago.
Después del accidente, vivimos la peor época de nuestra vida. Jake y
yo no sufrimos heridas muy graves, él unos moretones y chichones y yo
unos puntos en el estómago. Pero los padres de Jake no fueron tan
afortunados y murieron a causa del impacto. Fue muy triste, como si
hubiera perdido a mis propios padres, pero mi mayor preocupación era
Jake.
Durante mucho tiempo no pudo dormir bien y lo oía llorar por las
noches. Corría a su habitación y lo veía retorcerse preso de una pesadilla.
Me subía a la cama con él, lo abrazaba y le susurraba al oído.
-Está bien, Jake. Estoy aquí, todo irá bien.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Entonces él se calmaba, apoyaba la cabeza en mi pecho y dormía


tranquilo. Ninguno decía nada cuando al día siguiente nos despertábamos
en la misma cama, abrazados. Solo nos levantábamos, nos arreglábamos e
íbamos al colegio.
Pero a mí me costaba concentrarme. Dormir con él me hacía
desearlo aún más y cada vez que me masturbaba con sus pantalones me
enfadaba conmigo mismo. Él necesitaba un amigo, no alguien incapaz de
cuidarlo sin tener una erección dolorosa todo el tiempo. La situación me
tenía muy nervioso.
Intenté que me hablara de las pesadillas y el accidente –yo no
recordaba nada, estuve inconsciente desde el impacto hasta después de la
operación- pero él parecía incómodo y no quería hablar del tema, así que
no lo presioné y lo dejé estar. Después de todo, ¿qué había que contar? El
conductor del camión se quedó dormido al volante, chocó contra nuestro
coche y el impacto mató a sus padres. Cualquiera podía tener pesadillas.
Cerré el grifo y me sequé. Terminaba de vestirme mientras me
preguntaba dónde podría estar Jake, cuando se abrió la puerta y él entró
con una bolsa de papel y una enorme taza de café.
-No te ves tan mal, considerando lo que bebiste anoche. Creo que
una aspirina, el café y la comida te ayudarán- me la alcanzó con un vaso
de agua mientras dejaba la bolsa sobre la mesa.
Lo miré a los ojos, tratando de leer sus emociones. Parecía nervioso,
culpable. Bueno, eso lograbas cuando obligabas a un heterosexual a
practicarte una felación.
-Jake, acerca de anoche…
Iba a disculparme y echar la culpa al alcohol y a las eternas horas de
trabajo. No estaba preparado para decir la verdad: que mis sentimientos
habían crecido hasta el punto de no ser capaz de concentrarme en nada
más que en él. Que la desesperación me consumía tanto que ya no podía
funcionar sin un pequeño alivio físico, una forma de que mi cuerpo
expresara lo que mi corazón sentía. Pero me interrumpió.
-Lo siento mucho, Nate, de verdad. Me siento fatal. Déjame tomar
una ducha y luego hablamos. Estoy asqueroso y necesito lavarme.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Entró en el baño y cerró la puerta. Sus palabras me atravesaron como


un cuchillo. Lo hacía sentirse asqueroso. Se me llenaron los ojos de
lágrimas.

JAKE

Debo haber dormido algunas horas, porque cuando desperté, el sol


entraba a través de las cortinas. Nate seguía durmiendo a mi lado,
desnudo.
Recordé la noche anterior y lo bien que su piel se sentía bajo mi
mano. Deseé con desesperación extender la mano y volver a sentirla, pero
no quise despertarlo. Me levanté, recogí su ropa y vacié la maleta. Luego
me puse algo encima y salí de la habitación, con la esperanza de arreglar
las cosas cuando se despertara.
La mañana seguía fresca y la brisa me acarició la cara. Recordé
haber visto una cafetería cerca del hotel y decidí comprar algo para
desayunar y toneladas de café. Debido a los entrenamientos, nunca abusé
de esa bebida, pero Nate era un adicto, hasta tal punto que organicé las
vacaciones cuando vi que durante las últimas semanas solo vivió a base de
café. Necesitaba relajarse y alejarse un poco del laboratorio.
Nunca lo había visto tan tenso y nervioso, ni siquiera cuando
murieron nuestros padres, técnicamente los míos, pero éramos todos una
familia.
Sucedió el verano siguiente a nuestro segundo año de Universidad y
fuimos a casa a pasar unas semanas.
Una noche, el padre de Nate tuvo una cena de negocios y su mujer lo
acompañó. Mis padres pensaron que sería divertido ir a cenar a un nuevo
restaurante que acababan de abrir cerca de nuestra ciudad. Crecimos en
una zona muy rural y la apertura de un nuevo restaurante era un gran
acontecimiento.
Nos divertimos mucho, riendo y poniéndonos al día. Contamos cosas
de la Universidad, de New York, del apartamento. Cuando volvíamos, era
bastante tarde y la carretera estaba casi desierta. De repente una luz nos

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

cegó y salimos despedidos. Sentí golpes de metal y los crujidos eran tan
fuertes que no podía imaginar lo que estaba sucediendo; luego sobrevino
el silencio. Miré a mi alrededor y vi que el coche había sido desplazado al
costado de la carretera. Y sangre, mucha sangre. Mis padres se
encontraban en la parte delantera, encerrados entre puertas retorcidas, sin
posibilidad de salir. Mi madre estaba inconsciente, con cortes graves; mi
padre gemía desde el asiento del conductor y allí estaba Nate, tirado cerca
de mí con un trozo de metal enterrado en su estómago y la sangre
manando a borbotones.
Me quité el cinturón de seguridad y le tapé la herida, tratando de
detener la sangre. Sabía que no estábamos muy lejos de la ciudad, podría
ir corriendo y tratar de conseguir ayuda. Le dije a mi padre que lo haría
una vez que detuviera la hemorragia y lograra que Nate sobreviviera. Él
giró la cabeza y evaluó la situación.
-Jake, no tenemos nada en el coche que te ayude a cerrar la herida, es
demasiado grande y sin la presión de tus manos, la ambulancia no llegaría
a tiempo para salvarlo. No tendrán tiempo de salvarlo- su voz era cansada
y débil.
Lo mire y entendí. Mi madre seguía inconsciente y aún respiraba,
pero con dificultad. Mi padre se cubría el estómago con la mano y yo
sabía que sufría. Estaban malheridos y si iba a pedir ayuda, ésta podría
llegar a tiempo para salvarlos a ellos, pero no a Nate.
Supe lo que tenía que hacer. Le dije a mi padre que lo quería, pero él
se había desmayado. Después, tomé a Nate en brazos y como pude salí del
coche, manteniendo en todo momento mi mano sobre la herida.
Aunque siempre fui veloz, no estoy acostumbrado a correr llevando
a alguien a cuestas. Me retrasé, pero no paré hasta llegar al hospital y
gritar pidiendo ayuda. Vinieron corriendo y pusieron a Nate en una
camilla mientras yo les decía su tipo de sangre y retiraba la mano de la
herida. Les expliqué que mis padres necesitaban ayuda urgente y dónde
encontrarlos, aunque en el fondo sabía que era tarde. Dadas las
circunstancias, no pude ser muy rápido y cuando la ambulancia llegó, ya
estaban muertos. Pero supe que Nate, mi Nate, saldría adelante.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Seguía con la misma ropa del día anterior y se notaba. No podía


disculparme con Nate mientras siguiera pegajoso con semen como
recuerdo de lo patético que era –aprovechándome de mi mejor amigo
mientras él atravesaba un mal momento y había bebido demasiado.
Tras dejarle la comida y el café, me fui a dar una ducha rápida. Al
terminar, me puse una toalla alrededor de las caderas y abrí la puerta.
-¿Podemos hablar?
Nate estaba sentado en una silla bebiendo el café y comiendo el
bagel. Como ya no gritaba ni me lanzaba dardos con los ojos, pensé que
las cosas podrían ir bien. Incluso tuve la esperanza de que le hubiera
gustado lo sucedido y quisiera repetirlo, que me deseaba. Pero cuando
levantó la vista y me recorrió con la mirada, volví a ver enojo.
-Maldita sea, Jake, ponte algo de ropa. ¿Cómo puedo hablar contigo
si te veo así?
Se me hundió el corazón.
-Lo comprendo, Nate. No te sientes atraído hacia mí, nunca lo
estuviste. Pero tampoco soy tan monstruo como para repelerte hasta el
punto de perder el habla- me volví hasta el armario, temblando.
-¿Que no me siento atraído hacia ti? ¿De qué estás hablando, Jake?
¿Cómo podría alguien no sentirse atraído hacia ti? Eres perfecto- preguntó
con la voz más calmada.
¿Era sarcasmo lo que oía, se estaba burlando de mí? No lo creía,
pero parecía sincero.
-Está bien, Nate, no podemos elegir quién nos atrae. Estoy
enamorado de ti desde que éramos niños y tú lo sabes, pero nunca me
miraste dos veces. Diablos, me puse tan feliz cuando me dijiste que eras
gay. Pensé que sentías lo mismo que yo, pero cuando me senté a tu lado,
por cierto completamente desnudo, no me tocaste, ni siquiera me miraste.
Entendí el mensaje alto y claro. Éramos solo amigos. Viví con ello los
últimos quince años, nunca me crucé en tu camino, ni siquiera cuando te
ibas de los bares con todos los Tony, Bill y Tom que entraran por la
puerta. Pero anoche…
-¿Cómo sabes lo de Tony? Te hable de Bill y con Tom estuve
algunas semanas pero, ¿cómo te enteraste de Tony?- me interrumpió.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Mierda, mierda y mierda. Nunca me habló de Tony. Me había


pillado. Ya que estaba mostrándole lo patético que era, era mejor hacerlo
del todo.
-Sé lo de Tony porque te vi con él en el bar. Te estaba siguiendo,
asegurándome de que estabas bien. Fue poco después del accidente y
aquel bar estaba en una zona poco recomendable. A decir verdad, deberías
estar agradecido, porque si no hubiera estado allí, podías haber recibido
una bienvenida poco amigable de una panda de homófobos que andaban
merodeando por allí.
No era mi intención comentarle ese detalle, pero estaba a la
defensiva y hablé demasiado. Necesitaba calmarme. Me senté en la cama
con la cabeza entre las manos. El permaneció quieto un momento, luego se
sentó a mi lado y me puso la mano en el hombro.
-¿Cómo puedes pensar que no me atraes?
Estábamos en la cama, sentados uno al lado del otro y yo seguía
llevando solo una toalla. Podía oler su pelo y sentir su calor en mi piel. Y
esos ojos, esa mirada. No pude controlar la reacción de mi cuerpo y dejé
muy claro el efecto que tenía sobre mí, mi pene estaba duro como una roca
y levantaba la toalla.
Nate miró mi regazo y pensé que se reiría o gritaría de nuevo que me
vistiera, pero en cambio estiró la mano, desató el nudo de la toalla y
expuso mi erección. Luego volvió levantar la vista, me acarició la cara y
me besó.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 4

NATE

Podía oír correr el agua de la ducha y traté de contener las lágrimas.


¿Por qué lloraba? ¿Cómo podía pensar que le había gustado chupármela?
Yo nunca había besado a una chica y si alguien me forzara a tomar parte
en alguna actividad que fuera de cintura para abajo, créanme, podría
vomitar.
Tragué varias aspirinas con el café y empecé a comer el bagel. Me
sentí más calmado, casi en paz con todo lo sucedido la noche anterior.
Había sido un completo estúpido, pero intuía que Jake aceptaría mis
disculpas y seguiríamos adelante. Nuestra amistad era demasiado fuerte y
larga como para que pudiera verse afectada por un acto fruto de una
borrachera.
La puerta del baño se abrió y oí que Jake me preguntaba si podíamos
hablar. Levanté la vista dispuesto a disculparme y lo vi. Tenía el pelo
empapado y revuelto, una toalla alrededor de las caderas y algunas gotas
de agua le caían por el delgado y musculoso pecho. Era un sueño erótico
andante.
Se me secó la boca y le grité que se vistiera. ¿Cómo podíamos
mantener una conversación si en lo único que podía pensar era en doblarlo
sobre la primera superficie que estuviera a mi alcance?
- Lo comprendo, Nate. No te sientes atraído hacia mí, nunca lo
estuviste. Pero tampoco soy tan monstruoso como para repelerte hasta el
punto de perder el habla – gritaba.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Mi enfado me ofuscaba y tampoco podía entender que creyera que


no me atraía. Me gusta desde hace tanto tiempo que ya ni recuerdo. Por
eso le pedí que se vistiera.
-¿Que no me siento atraído hacia ti, de que estás hablando, Jake?
¿Cómo podría alguien no sentirse atraído hacia ti? Eres perfecto.
-Está bien, Nate, no podemos elegir quién nos atrae. Estoy
enamorado de ti desde que éramos niños y tú lo sabes, pero nunca me
miraste dos veces. Diablos, me puse tan feliz cuando me dijiste que eras
gay. Pensé que sentías lo mismo que yo, pero cuando me senté a tu lado,
por cierto completamente desnudo, no me tocaste, ni siquiera me miraste.
Entendí el mensaje alto y claro. Éramos solo amigos. Viví con ello los
últimos quince años, nunca me crucé en tu camino, ni siquiera cuando te
ibas de los bares con todos los Tony, Bill y Tom que entraran por la
puerta. Pero anoche…
La cabeza me daba vueltas. ¿Me acababa de confesar que estaba
enamorado de mí? ¿Que era yo el que no estaba interesado en él? Tenía
demasiadas preguntas. ¿Cómo podía estarlo si era heterosexual? ¿Cómo
era posible que pensara que yo no le correspondía? Dios, si necesitaba que
alguien me sujetara para no abalanzarme sobre él. Tantos pensamientos y
emociones me mareaban. No sabía cómo formular correctamente las
preguntas y me decidí por una fácil.
-¿Cómo sabes lo de Tony? Te hablé de Bill y con Tom estuve
algunas semanas pero, ¿cómo te enteraste de Tony?
Tony fue el primer hombre que dejé que me penetrara. La idea no
me atraía, pero fue después del accidente, cuando Jake tenía muchas
pesadillas y yo pasaba las noches en su cama y el día con una erección
constante. Estaba tan caliente que no podía ver derecho y Tony estaba allí.
Ya sé que no es una buena razón para tener sexo con alguien, pero supuse
que esperar al verdadero amor significaría morir virgen y yo sabía que no
podría amar a nadie más que a Jake.
-Sé lo de Tony porque te vi con él en el bar. Te estaba siguiendo,
asegurándome de que estabas bien. Fue poco después del accidente y
aquel bar estaba en una zona poco recomendable. A decir verdad, deberías
estar agradecido, porque si no hubiera estado allí, podías haber recibido
una bienvenida poco amigable de una panda de homófobos que andaban
merodeando por allí.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me quedé helado mientras recordaba esa noche. Conocí a Tony en el


bar y estuvimos bebiendo y flirteando; me preguntó si quería ir a su casa y
yo acepté. Normalmente no me voy con un hombre a su casa, no soy un
completo promiscuo, pero como dije, hubo circunstancias atenuantes,
llámense mi tremenda e incontrolable calentura.
Cuando salimos del bar, noté que tres tipos andaban merodeando en
la otra acera y empecé a ponerme nervioso al verlos cruzar; cuando doblé
la esquina ya habían desaparecido. Esa noche, al llegar a casa fui a ver si
Jake estaba y lo encontré en su habitación, recostado en la cama, despierto
y con los nudillos enrojecidos y lastimados, el labio cortado y parte de la
cara amoratada. Por cómo se movía, parecía haber recibido golpes también
en el cuerpo; esperé que no tuviera ninguna costilla rota.
-Ponte esto. ¿Acaso el increíble Hulk te pilló con su novia? Creo que
es la primera vez que pierdes una pelea- le dije tras traer de la cocina una
bolsa de guisantes congelados
-¿Qué te hace pensar que perdí? Deberías haber visto a los otros.
¿Quieres ver una película? Todavía no tengo ganas de irme a dormir.
Así que me estuvo siguiendo, me vio abandonar el bar con Tony, se
dio cuenta que esos tipos grandes y malintencionados nos seguían y los
paró.
No me extrañó que hubiera recibido una paliza por defenderme. Él
era así. A lo mejor era cierto que estaba enamorado de mí. ¿Podía ser
posible que lo único que se interponía entre nosotros fuera la idea errónea
de mi falta de interés por él?
Estaba sentado en la cama, con la cabeza entre las manos. Me senté a
su lado y lo toque en el hombro para que me mirara.
-¿Cómo puedes pensar que no me siento atraído hacia ti?
Sus ojos expresaban amor y anhelo. Cuando bajé la vista vi que su
pene empujaba la toalla. Quería verlo, probarme a mí mismo que su
cuerpo reaccionaba a mi cercanía como el mío siempre lo hizo a la suya.
Así que extendí la mano, desaté el nudo de la toalla y lo dejé
completamente desnudo.
Dios, era tan hermoso, tan increíblemente hermoso. Volví a mirarlo a
los ojos, le acaricié la cara donde aquellos brutos lo habían golpeado años

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

atrás, me incliné y apenas lo rocé con los labios. Casi esperaba que se
apartara, pero el gimió y se acercó. Al principio, le pase la lengua por los
labios con suavidad hasta que abrió la boca y me dejó entrar. Sabía tan
bien, a menta y a hombre. Lo recosté en la cama con las piernas por fuera,
me subí y me puse a horcajadas sobre su cuerpo.
Había fantaseado tantas veces con estar así con Jake, pero ninguna
fantasía se aproximaba a la realidad. Él estaba siendo delicado y suave,
algo extraño en alguien tan pendenciero y cuya labor en el campo era
derribar jugadores. Este Jake no tenía nada de rudo, me tenía abrazado y
acariciaba mi pelo mientras gemía, besándome con suavidad y buscando
mi lengua con la suya.
Tras un largo rato besándonos, me aparté y lo miré a los ojos. Sentía
tantas emociones que mi cuerpo temblaba.
-¿Qué sucede, Nate, estás bien? Estás temblando.
Seguía teniendo muchas preguntas que de momento tenían que
esperar. No podía entender que mi heterosexual mejor amigo estuviera
desnudo a mi lado y con una enorme erección presionando contra mi
cuerpo.
-Estoy bien, no, mejor que bien. Tiemblo porque soy muy feliz.
Me incliné de nuevo y lo besé, lamiéndole con suavidad los labios, la
nariz, la frente, los párpados, el lóbulo de la oreja. Envalentonado empecé
a bajar por su cuello y mis manos empezaron a recorrer y explorar su
cuerpo.
Los jadeos se tornaron en gemidos cuando metí sus pezones en mi
boca y succioné. Arqueó el cuerpo y empezó a respirar con dificultad.
Seguí bajando, trazando un camino descendente por su estómago hasta
llegar al pene, donde restregué mi cara y mi mejilla.
Bajé de la cama, me arrodillé entre sus piernas y lo lamí de arriba
abajo. Era largo y grueso, como todo Jake. Quizá el pene más grande que
había visto en la vida real, fuera de las películas pornográficas. Sus
gemidos eran constantes y empujaba las caderas hacia arriba.
Le coloqué las piernas en mis hombros y me alcé un poco, dejándole
el trasero fuera de la cama. Volví a inclinarme y le pasé la lengua por la
hendidura. Sabía a limpio, a jabón. Por la manera en que estrujaba las

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

sábanas, juraría que estaba disfrutando con mi lengua. Continué


lamiéndolo y de repente le empecé a meter la lengua dentro, al principio
despacio y cada vez más rápido hasta que ya la tenía toda dentro.
Los jadeos y gemidos de Jake eran altos e irregulares, como si le
faltara el aire.
-Nate, Dios, Nate, se siente tan bien. ¡Oh Dios, no me puedo
contener!
Disparó largos chorros de semen sobre su estómago y pecho. Le bajé
las piernas y empecé a lamerlos. Mientras lo limpiaba con la lengua, me
miraba con una mezcla de asombro y excitación, la respiración
entrecortada. Al terminar, alcé la vista y sonreí.
-Déjame quitarme la ropa, ya no está limpia –lo sucedido fue tan
excitante que en algún momento me vine en los pantalones –además,
quiero sentir mi cuerpo contra el tuyo.
Me desvestí y nos metimos debajo de las mantas, de costado,
mirándonos y acariciando espaldas y brazos. Permanecimos así durante
un rato largo.
-Jake, estoy muy confundido- empecé a decir –siempre te interesaron
las mujeres. En serio, ¿has contado la cantidad con las que saliste a lo
largo de los años? ¿Cuándo te empezaron a gustar los hombres?
No dudó ni un segundo antes de contestarme.
-Nunca salí con ninguno, Nathaniel, pero perdí la cuenta de la
cantidad de mujeres con las que estuve. Aparte de ti, no me gustan los
hombres.
Su respuesta me confundió aún más.
-No entiendo qué quieres decir. Nunca pensé que me quisieras,
siempre estabas con alguna chica guapa. Tampoco entiendo cómo te
atraigo si los hombres no te gustan. Necesito que me lo expliques.
-Ven aquí- se recostó sobre la almohada y me miró sonriendo.
Apoyé la cabeza sobre su estómago mientras me acariciaba el pelo.
-Me gustaste desde que éramos niños. Siendo adolescentes, dormir el
uno en la casa del otro adquirió otro significado para mí, era excitante. No
sabía si sentías lo mismo y no tenía ni idea de cómo averiguarlo. Luego

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

me dijiste que te gustaban los chicos pero no yo, así que pensé que no me
querías. Antes no había besado a ninguna mujer, pero mi deseo sexual era
demasiado fuerte y tras tu confesión, supuse que ya no tenía porqué
aguantarme y esperar por ti. Fuiste muy claro, así que decidí buscar alivio
en otra parte. Y por qué elegí chicas en vez de chicos… no sé, otros chicos
no me decían nada, me recordaban demasiado lo que no podía tener.
-¿Y qué es? ¿Acaso es una especie de competición? Ya vi lo que
tienes y dudo bastante que haya muchos hombres que se aproximen a lo
tuyo- intentaba concentrarme en sus palabras. Dejé que mi mano le rozara
el pene, que se endureció con el contacto, provocándome la misma
reacción. Jake se rió.
-No me refiero al aspecto físico. Tener sexo con otro hombre me
recordaría demasiado a ti. Tú eras lo único que yo no tenía. Mi mente
nunca se relajaría como para permitirme hacer algo. Tú eras todo lo que
había querido, Nate y si no podía tenerte, no tenía sentido estar con otro
hombre. Las mujeres eran diferentes, no me recordaban a ti, así que me
acosté con ellas, solo era sexo. Nunca quise a ninguna. Lo sabes, ¿verdad?
Era cierto. Ninguna le interesó de verdad, no lo recuerdo conociendo
a los padres de nadie, cocinando o teniendo algún gesto romántico. De
hecho, creo que nunca las dejó meterse en su cama.
Años atrás, celebramos en casa una gran fiesta para Nochevieja. En
esa época yo salía con Tony y él estuvo toda la noche conmigo. La casa
estaba llena y todos bastante borrachos. Antes de medianoche perdí a Jake
de vista y cuando el reloj señaló las doce, Tony se inclinó y me dio un
beso. Noté la mirada de Jake desde el otro lado de la habitación y
comenzó a caminar hacia mí. Al llegar me susurró al oído.
-Feliz Año Nuevo, viejo amigo, hemos pasado otro año juntos. Por
muchos más- me besó con suavidad en la mejilla y se fue.
La mañana siguiente Tony y yo nos levantamos con resaca. Olía a
café y a comida. Salimos trastabillando de la habitación y encontramos a
Jake en la cocina, preparando tortitas.
-Buenos días, pensé que estarían hambrientos después de toda esa
energía consumida durante la noche.
Al parecer, Tony y yo habíamos hecho demasiado ruido. Ese hombre
gritaba demasiado en la cama.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Lo siento, Jake. ¿Te despertamos?- pregunté ruborizado.


-Estoy seguro de que Jake estaba teniendo su propia fiesta - intervino
Tony -esa rubita no se separó de él en toda la noche. ¿Dónde está, sigue
dormida en tu cama?
-Nadie duerme en mi cama, a la única persona que me gusta ver por
las mañanas es a Nate- dijo enfadado y mirando a Tony con cara de pocos
amigos. Puso las tortitas sobre la mesa y se fue a su habitación –. Luego
nos vemos.
De repente, ese momento cobró un nuevo significado en mi mente.
¿Había estado celoso? ¿Siempre le había gustado, incluso cuando no lo
dejaba dormir porque me oía con otros hombres y me veía darles de
desayunar? ¿Cómo pude perderme eso durante tantos años?
-¿Por qué nunca me dijiste nada?
Parecía genuinamente sorprendido, incluso un poco herido. Me tomó
de la barbilla y me miró a los ojos.
-¿Nunca supiste lo que sentía? Traté de demostrártelo cada día.
¿Cómo no lo notaste?
Recordé sus cuidados y su apoyo. Siempre estuvo a mi lado, en todo
momento supe que le importaba, pero supongo que nunca me percaté de la
profundidad de sus sentimientos. Pensé que era una gran amistad, un amor
fraternal. No imaginé que estuviera enamorado de mí.
-Creí que solo era amistad. ¿Por qué nunca me confesaste tu amor?
-No puedo creer que no lo supieras. Te lo dije más de una vez.
¿Quieres que te las enumere?
Al ver que no le respondía, continuó hablando.
-Cuando rompiste con ese tonto de Tom, que por cierto nunca
entendí qué viste en él, llegaste a casa y parecías muy enfadado, diciendo
que habías jodido otra relación, que eras incapaz de mantener una más de
unas semanas y preguntándome en qué habías fallado. Te contesté que no
te pasaba nada, que eras perfecto y estupendo en las relaciones, habida
cuenta de cómo habías aguantado mi patético trasero durante tantos años.
Te dije que te quería y que siempre lo haría- se acostó y me colocó sobre
su pecho, mirándome a los ojos mientras me hablaba.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Recuerdo esa noche, pero no entendí lo que quisiste decir. Lo siento


mucho, Jake.
Y lo sentía. Lamentaba haberlo lastimado a él y de paso a mí durante
tantos años. Pero por encima de todo, lamentaba haber perdido tanto
tiempo. Se me empañaron los ojos y las lágrimas corrieron por mis
mejillas. Jake las fue secando con su lengua.
-Tranquilo, Nathaniel. Dicen que la amistad es la mejor base de una
relación. Nosotros estamos abocados a tener la mejor relación del mundo.
Eso, si quieres mantener una relación conmigo. ¿Qué dices?
-Digo que sí, Jake- me lo estaba preguntando como si hubiera alguna
duda.
Me acurruqué contra su pecho, cerré los ojos y me quedé
profundamente dormido, con sus brazos rodeándome.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 5

JAKE

Preocupado por todos los acontecimientos de la noche anterior, no


pude dormir mucho, así que después de la conversación, me quedé
profundamente dormido con Nate en mis brazos.
Cuando Nate empezó a besarme y a lamerme fue el momento más
feliz de mi vida. Aunque pueda parecer raro, dado mi historial sexual, por
fin pude entender lo grandioso que era el sexo. Antes solo fue un alivio
físico, nunca memorable o gratificante y al final solo quería irme. Esa
mañana eso era lo último que deseaba, quería fundirme en Nate y fundirlo
a él en mí, así nunca más nos podíamos separar.
A pesar de lo inteligente, guapo y divertido que es, es inseguro. En
parte, se debe a que de adolescente no era muy alto y siempre estuvo
enterrado en los libros. Vivíamos en una ciudad machista, los chicos se
dedicaban a los deportes, los coches y al trabajo físico. Nate nunca encajó
en esa descripción y sospecho que eso lo hizo sentir un poco inferior a los
demás. La verdad es que era sexy.
Resultaba excitante cuando intentaba explicarme los detalles de un
libro o de alguna teoría científica, porque su inteligencia lo hacía
resplandecer. Yo me sentía sobrecogido. Sus ojos eran muy profundos,
como lagunas azules donde quería sumergirme.
Siempre pensé que él conocía mis sentimientos, nunca los oculté.
Pero esa mañana en el hotel dejé que todo fluyera y confesé lo que llevaba
dentro. Aunque él no contestó con palabras, si lo hizo con actos y
miradas. O eso creo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

No sé, puede que todo se deba a sus inseguridades o a mis fantasías,


pero la forma en que me hizo el amor fue tan apasionada que por primera
vez experimenté algo grande y profundo y pensé que él me correspondía.
Esperé toda mi vida a que me deseara y ahora que ya íbamos por ese
camino, no iba a callarme nunca más. A lo mejor, si le demostraba
constantemente lo que significaba para mí, él terminaría queriéndome.
Abrí los ojos y lo encontré sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas
y sujetando la sábana sobre los hombros. Mi mente voló a Halloween,
cuando teníamos seis años.

Yo había insistido en que ya éramos demasiado mayores para


ponernos los disfraces que elegían nuestras madres –algún animal
gracioso- y que debería ser algo que provocara miedo, tipo zombi, duende
o fantasma. Así que me vestí como un zombi, con una máscara pintada y
la ropa toda rota y sangrante. Nate se puso una sábana, con agujeros para
poder ver y me dijo que era Casper, el fantasma amistoso. Incluso en
Halloween tenía que ser alguien amigable y amable.
Nos divertimos mucho yendo por todo el vecindario, de casa en casa,
con nuestros padres detrás charlando con los vecinos. Nate casi no podía
comer los caramelos debido a la sábana, así que cuando llegamos a casa se
la puso alrededor de los hombros, se sentó en el salón con las piernas
cruzadas y empezó a comer a gusto, no como lo haría un fantasma.

Como veintidós años atrás, estaba sentado frente a mí de la misma


forma, la única diferencia era que yo sabía que debajo no llevaba nada y
eso me excitó.
-Buenos días, Casper. ¿O debería decir buenas tardes? ¿Qué hora
es?-mientras hablaba, deslicé la mano debajo de la sábana y le acaricié la
pierna. Nate sonrió y se estremeció.
-Son las dos y media, hemos dormido casi todo el día. Mmm, qué
gusto me da tu mano, Jake. Dios, sigo sin poder creer que quieras tocarme
así.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Entonces tendré que seguir haciéndolo hasta que te lo creas- me


senté si dejar de acariciarlo.
Lo atraje hasta quedar frente a frente, rodeándonos con las piernas.
Tuvo que soltar la sábana y quedó desnudo. Siempre me encantó su
cuerpo, su piel perfecta, resplandeciente. Recorrí con la mano el pecho, el
estómago y la garganta hasta colocarla detrás de su cabeza y atraerlo para
besarlo. Estuvimos besándonos y acariciándonos largo rato, mientras las
manos encontraban los penes y los acariciaban con suavidad.
Mi necesidad se tornó urgente cuando sentí en mi mano la humedad
de su pene y con el pulgar lo froté y le acaricié la punta mientras aceleraba
el ritmo de las caricias. Movíamos las manos a un ritmo febril sin dejar de
besarnos y acariciarnos.
De repente Nate dejó de besarme, apoyó su frente contra la mía y
gruñó mientras se vaciaba. El sonido y el olor a semen en mi cuerpo me
lanzaron al vacío y me dejé ir, mezclando mis fluidos con los suyos.
Jadeamos apoyados el uno en el otro.
-Siempre me gustó verte al despertar, pero esto mejora la
experiencia.
Sonrió de oreja a oreja y soltó una risa ahogada.
-A no ser que me hayas arrastrado hasta aquí para seducirme y
mantenerme en la cama todo el día, deberíamos intentar salir un rato de
esta habitación. ¿Qué tal un poco de playa?
-Eres un aguafiestas- gruñí poniendo los ojos en blanco –de acuerdo,
salgamos, pero si te pones en traje de baño no puedo prometerte mantener
las manos quietas. Y deberíamos lavarnos antes. Ambos cabemos en esa
enorme ducha- dije batiendo las pestañas.
Riendo, nos levantamos y compartimos la ducha, lavándonos el uno
al otro sin hablar. Era maravilloso estar con Nate en silencio, con el agua
cayendo y las manos moviéndose sobre nuestros cuerpos. De nuevo tuve
esa feliz sensación de no saber dónde terminaba él y empezaba yo, como
si fuéramos un solo cuerpo.
Después de la ducha de la mañana, solo quedaba una toalla seca.
Mientras lo secaba, él permanecía quieto, observándome.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Nos pusimos los trajes de baño y camisetas, recogimos un par de


toallas, agua, crema solar y nos fuimos a la playa, que estaba al lado del
hotel. Poco después yo ya estaba metido en el agua. No me quemo con
facilidad, así que no me importó que fueran las cuatro de la tarde, pero
Nate es de tez muy clara y tiene que usar mucha crema. Cuando volví, me
puse un poco en las manos y Nate se giró de forma automática para que se
la pusiera en la espalda.

He hecho esto desde que teníamos ocho años y nuestras madres,


cuando consideraban que el agua tenía la temperatura adecuada para
nadar, nos llevaban a la piscina de la ciudad. Ya estábamos en esa edad de
no querer ser besados y mimados delante de la gente. A Nate no le
molestaba tanto, pero a mí sí.
Llegamos y enseguida ellas intentaron ponernos protección. Yo me
negué aduciendo que éramos lo suficientemente grandes como para
ocuparnos solos del tema. Nate estuvo de acuerdo y así empezamos.
Yo era capaz de llegar a todas las partes de mi cuerpo, incluida la
espalda, pero Nate no era tan flexible. Como no queríamos que ellas
pensaran que no éramos capaces de hacerlo solos, yo me puse un poco de
crema en las manos y la esparcí por la espalda de Nate. Lo repetimos
varias veces hasta que se convirtió en una costumbre. Él se ponía
protección en todo el cuerpo, pero su espalda era mi responsabilidad. Y la
verdad es que me encantaba tener esa excusa para tocarlo.

Sonreí ante ese recuerdo mientras terminaba de pasarle la crema.


Recordé los gemidos de la noche anterior, cuando su pene estaba enterrado
en mi boca, mis manos acariciándole el pecho y me endurecí.
¿Dios mío, qué me pasa? Parezco un adolescente sin control. Me
ajusté el traje de baño con la intención de ocultar lo obvio, levanté la vista
y encontré a Nate mirándome con una sonrisa cómplice y cejas alzadas.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-No puedo evitarlo, esto es lo que me provocas- me apoyé sobre su


hombro con la boca cerca del oído. Luego miré su regazo, satisfecho de
ver el bulto en su traje de baño. Al parecer, el sentimiento era mutuo.
Me levanté y le tendí la mano.
-¿Te vas a meter en el agua o te quedas descansando?
-Creo que me quedaré aquí y disfrutaré de la brisa.
Eso significaba que se pondría a pensar en el trabajo y alguna nueva
fórmula científica, en el último libro que acababa de leer, o cualquier otra
cosa. Ese hombre era increíble, no paraba ni siquiera estando en la playa.
Estuve nadando una hora, ejercitándome y disfrutando.
Habitualmente no nadaba, pero hacerlo en el mar y en medio de las olas,
no era lo mismo que hacer largos en una piscina. El ruido de mi estómago
me recordó que no había comido nada desde la noche anterior, me había
saltado el desayuno y el almuerzo. No era normal en mí, pero otras cosas
infinitamente mejores me mantuvieron distraído. Volví donde estaba Nate
y me arrodillé a su lado. El estaba de espaldas, apoyado en los codos y
mirándome.
-Ya sé que es un poco temprano pero, ¿no tienes hambre?
-Depende. ¿Qué me ofreces?- se rió con picardía, mirándome de
arriba abajo y lamiéndose los labios.
-Cena en un restaurante, con más gente alrededor, pervertido- estiré
la mano y le froté el pene por encima del traje de baño, sorprendido de
encontrarlo duro –pero si realmente no puedes esperar, Nathaniel, seguro
que podremos hacer algo al respecto.
-Está bien, la anticipación es la mitad de la diversión; bueno, quizá
no tanto, pero puedo esperar.
Sonrió y me sentí resplandecer. Flirteaba conmigo y hacía veladas
insinuaciones sexuales. Seguía siendo mi Nate de siempre, pero las cosas
habían cambiado entre nosotros y yo estaba viendo una nueva faceta suya.
No me sorprendió amarla también.
Recogimos nuestras cosas y empezamos a caminar cerca de los
restaurantes y tiendas hasta que encontramos uno con patio y un menú
decente. La camarera estuvo horriblemente charlatana antes de tomar nota.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Pedí hamburguesa y Nate pasta, recalcando que no quería


champiñones. A él no le molestan, pero yo los detesto. Tiendo a comer de
su plato y Nate se asegura de no ordenar nada que contenga algo que a mí
no me guste. Nunca Dice nada al respecto, pero siempre lo hace. Amable y
considerado Nate. El corazón no me cabía en el pecho.
-Hoy has estado muy tranquilo- comenté mientras ponía un codo
sobre la mesa y lo miraba.
-Estoy muy feliz de estar aquí contigo, Jake- parecía que iba a
tocarme, pero se detuvo en el último minuto.
-Yo también soy feliz, Nate, increíblemente feliz- tomé sus manos
entre las mías y le besé las palmas y los nudillos.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 6

NATE

Me desperté desnudo en brazos de Jake. Apenas podía creer que no


se tratara de un sueño. Me senté y lo miré para asegurarme. Su pecho
subía y bajaba y me quedé aturdido ante su belleza.
Esa mañana, cuando lo besé, no tenía ni idea de cuál iba a ser su
reacción. Recordé cómo le había lamido el trasero empujando mi lengua
dentro. Supongo que tampoco yo tenía idea de cuál sería mi reacción ante
ese beso, ya que nunca hice algo semejante con ningún hombre. Siempre
pensé que era asqueroso y poco higiénico.
Pero hoy no pensé, me perdí en Jake, en la sensación de estar con él,
de lamerlo, saborearlo y escuchar sus gemidos. De alguna forma, mi boca
y lengua parecían tener ideas propias y besar y saborear el trasero de Jake
no me resultó nada asqueroso. Fue sensual, maravilloso y el evidente
placer que le proporcioné, la forma tan rápida de acabar sin siquiera
tocarle el pene, fue la experiencia sexual más gratificante de mi vida.
Estaba pensando en lo diferente que resultada todo con el hombre al
que amas, cuando Jake se despertó.
-Buenos días, Casper. ¿O debería decir buenas tardes? ¿Qué hora es?
Su voz rasposa por el sueño sonaba endemoniadamente sexy; apenas
empezó a acariciarme la pierna me puse duro y su comentario me remontó
a Halloween, tantos años atrás, recordándome nuestra niñez, nuestras
historias y memorias compartidas. Era una combinación de sentimientos
muy poderosa.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Son las dos y media, hemos dormido casi todo el día. Mmm, me
encanta sentir tu mano, Jake. Dios, sigo sin poder creer que quieras
tocarme así.
Me pregunté cuánto tiempo duraría su deseo de tocarme. ¿Solo ese
día, esa semana de vacaciones? Sabía que no podía durar. Él volvería a la
normalidad, recordaría que le gustan las chicas y esperaría que las cosas
entre nosotros volvieran a ser como antes. ¿Pero cómo podría yo volver
atrás? Su voz frenó mi ataque de pánico.
-Entonces tendré que seguir haciéndolo hasta que te lo creas.
Se sentó, me rodeó con las piernas y yo empecé a relajarme. Solté la
sábana y sus ojos se pasearon con ardor por mi cuerpo desnudo. Su
cercanía y su calor me excitaron e intenté recuperar el aliento ante las
caricias, los besos y el sexo.
-Siempre me gustó verte al despertar, Nathaniel, pero esto mejora la
experiencia.
El comentario me hizo reír, pero también pensar en la nueva
relación. Me pregunté si estaba limitada a la habitación del hotel y si a
plena luz las cosas volverían a ser como antes. Era lo último que yo
quería. Aunque, para poder recobrarme al volver a New York y a la
normalidad, probablemente necesitaba recordar que para Jake era un
amigo. Así que sugerí salir.
-A no ser que me hayas arrastrado hasta aquí para seducirme y
mantenerme en la cama todo el día, deberíamos intentar salir un rato de
esta habitación. ¿Qué tal un poco de playa?
-Eres un aguafiestas. De acuerdo, salgamos, pero si te pones en traje
de baño no puedo prometerte mantener las manos quietas. Y deberíamos
lavarnos antes. Ambos cabemos en esa enorme ducha.
Cómo quería que esas palabras fueran ciertas.
Nos duchamos juntos, otra primera vez para mí. De adulto nunca
había compartido la ducha con ningún hombre, me parecía algo muy
íntimo; tampoco había durado lo suficiente con alguien como para hacerlo.
Por otro lado, pocas veces me quedaba a dormir con alguno de los novios
que tuve, odiaba pasar la noche fuera de casa - lejos de Jake- y, salvo raras

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

excepciones, no los invitaba a quedarse en la nuestra, porque mis


mañanas las quería pasar con Jake.
Cuando éramos niños, siempre nos bañábamos juntos. Nos metíamos
en la bañera y jugábamos con la espuma y los juguetes mientras nuestras
madres charlaban. Era tan divertido que no salíamos hasta que el agua se
quedaba fría y los dedos arrugados. Creo que en algún sitio aún conservo
una foto de ambos dentro de la bañera, llenos de espuma y rodeándonos
los hombros con los brazos. Suspiré recordando esos días mientras sentía a
Jake lavándome la espalda con ternura.
Quedaba una sola toalla seca y la usó en mí. Ese gesto no me
sorprendió, siempre me había cuidado, pero sí el hecho de que, en lugar de
alargármela, me secó despacio, con suavidad.
Las gotas de agua de su cuerpo se iban secando solas y me enfadé
conmigo mismo por haber sugerido que saliéramos. Lo quise toda mi vida
y cuando por fin lo tenía desnudo en la habitación de un hotel, yo forzaba
una salida. ¿Qué intentaba hacer, ponerlo a prueba? Debería estar
agradecido por cualquier tiempo que tuviéramos juntos.
Quería darle las gracias y decirle lo importante que era para mí, que
lo amaba y deseaba con desesperación, pero no encontraba las palabras
adecuadas.
Salimos del hotel y fuimos a la playa. Jake fue al agua de inmediato
y yo me puse protección. A los pocos minutos volvió, se puso crema en las
manos y de forma instintiva, me giré para que me la pusiera en la espalda.
Aunque era una costumbre que había disfrutado más de lo que quería
admitir, esta vez lo sentía diferente. Me estaba tocando de la forma que
siempre deseé y sus dedos me excitaban hasta el paroxismo. Quería darme
la vuelta y besarlo ahí mismo, en la playa, delante de todos.
Desde que supe que era gay, nunca lo oculté, pero con Jake era
diferente. Él nunca había salido con un hombre, era Mr. Macho. Sabía que
le incomodarían las demostraciones afectivas en público. Me deprimí al
darme cuenta que una relación con él significaría no poder ser abierto.
Me giré para mirarlo y recordarme que aceptaría lo que pudiera
darme, aunque no colmara mis expectativas, cuando lo vi ajustarse el traje
de baño para ocultar una notable erección y mi pene cobró vida de
inmediato. Por lo menos físicamente lo atraía. A pesar de todas las

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

sesiones de sexo que llevábamos desde la noche anterior, seguía


encontrando difícil de creer que pudiera desearme. Apoyó la barbilla en mi
hombro y pude sentir su cálido aliento en mi oído.
-No puedo evitarlo, esto es lo que me provocas y al parecer, el
sentimiento es mutuo- comentó mirando mi regazo.
Se puso de pie y me ofreció la mano; decliné la oferta y le comenté
que quería quedarme a disfrutar de la brisa, cosa que era cierta, pero más
que nada quería pensar.
Se metió en el agua y se alejó bastante de la orilla. Yo me recosté en
la toalla, tratando de averiguar qué podía pasar entre nosotros y cómo
sobrellevaría un noviazgo oculto. Jake nunca podría reconocer nuestra
relación ni presentarme a sus amigos y colaboradores como algo más que
un amigo. En su mundo no existía la gente gay, aparte de mí, por supuesto.
Sopesé los pros y los contras. Pero al verlo salir del mar, con los
músculos marcados, el agua resbalando por su cuerpo y el contorno de su
gran pene resaltando a través del traje de baño, supe que aceptaría
cualquier intimidad, aunque fuera dentro de los confines de una habitación
de hotel. Era más de lo que había creído posible. Me apoyé en los codos y
lo observé caminar hacia mí, parecía un sueño erótico hecho realidad. Se
tiró en la toalla y me sonrió.
-Sé que es temprano pero, ¿no tienes hambre?
Miré su maravilloso cuerpo y me pateé por dentro por haber sugerido
salir. Solo tenía hambre de él. Quería probar su piel, lamer su pene,
saborear su semen. Me pregunté si sería posible volver.
-Depende. ¿Qué me ofreces?- le miré el pecho cincelado y me
pregunté cómo podía ser tan definido sin llegar a ser corpulento.
-Cena, en un restaurante, con más gente alrededor, pervertido- estiró
la mano y me frotó por encima del traje de baño –pero si realmente no
puedes esperar, Nathaniel, seguro que podremos hacer algo al respecto.
No quería esperar, quería volver al hotel, tocarlo y que él me tocara a
mí. Quería pasar los próximos seis días conectado a él, no sabía cuánto
podía durar esto. Pero ambos estábamos hambrientos.
-Está bien, la anticipación es la mitad de la diversión. Bueno, quizá
no tanto, pero puedo esperar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Recogimos nuestras cosas y nos fuimos en busca de un restaurante.


Quería tomarlo de la mano, pero Jake no era partidario de demostraciones
públicas, ni siquiera con una mujer, así que no iba a empezar ahora con un
hombre. Me contuve y desfruté de su compañía.
Nos sentamos en un restaurante y la camarera se acercó a nosotros
sin apartar la vista de él. Ocurría con frecuencia y no me molestaba
demasiado. Le preguntó si vivía cerca, cuánto tiempo estaría en la ciudad,
si conocía el club que estaba a unas manzanas de allí -no fue muy discreta
al insinuar que ella estaría allí- y otras cosas.
Odiaba que se sintiera con derecho a flirtear y odiaba que él no la
detuviera y le dijera que no estaba interesado, que estábamos juntos. No lo
esperaba, aunque me hubiera gustado, en especial después de lo sucedido
entre nosotros. La pesada por fin tomó nota y se alejó de Jake.
-Hoy has estado muy tranquilo.
Estaba inclinado sobre la mesa, con las manos cerca. Quise tocarlo,
pero resistí el impulso, sabiendo que no le haría gracia. Me dije que
bastaba con estar juntos, disfrutar la tarde y saborear la ilusión que me
hacía pensar en lo que podría hacer cuando volviéramos a la habitación.
Era más de lo que nunca imaginé.
-Estoy muy feliz de estar aquí, contigo, Jake.
El hizo algo inesperado. Me tomó las manos entre las suyas y las
besó, aparentemente sin importarle que alguien lo viera.
-Yo también soy feliz, Nate, increíblemente feliz.
Por el tono en que lo dijo, mirándome a los ojos y sosteniéndome las
manos, no pude evitar creerle y dejar de lado mis inseguridades.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 7

JAKE

Volvimos al hotel caminando por la playa. No quería ser muy


lanzado, pero su cercanía era irresistible y no pude evitar tomarlo de la
mano y acariciarle el brazo. Entramos en una tienda a comprar bebidas y
aperitivos, yo quería algo más y Nate se percató.
-¿Vas a comprar todo lo necesario para que no tengamos que salir de
la habitación en lo que queda de vacaciones?- susurró.
Era cierto. Solo de pensar en estar a solas con él me excitaba. Lo
solté, abarqué su rostro con las manos y nos dimos un beso largo y lleno
de pasión y deseo.
-Entremos a comprar, quiero estar a solas contigo, desnudos.
Para ganar tiempo nos dividimos y cuando volvimos a la caja, pagué
con mi tarjeta de crédito y me giré hacia Nate.
-Me vuelves loco. ¿Lo sabes, verdad? Te deseo mucho, muchísimo.
Los ojos le brillaban más de lo habitual y me besó con fuerza,
oprimiendo su pene contra el mío. Tuvimos que separarnos cuando la
cajera se aclaró la garganta, pero seguí abrazándolo mientras firmaba y
recogía las compras. Ninguno de los dos quería perder el contacto.
Una vez en la habitación y tras dejar las bolsas, me di la vuelta y lo
besé de nuevo, mientras ambas erecciones presionaban contra la ropa.
Nate metió las manos debajo de mi camisa y me la quitó, luego tiró del
traje de baño y mi pene saltó de su prisión golpeándome el estómago. Yo
hice lo mismo y sentí su respiración agitada y la humedad de su pene. Se

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

apretó contra mí, me metió la lengua en la boca y chupó la mía casi con
desesperación, mientras seguíamos acariciándonos y yo luchaba por
contener el orgasmo.
Sugirió una ducha para quitarnos la arena y la crema y me llevó al
baño. Mientras el agua caliente nos corría por el cuerpo, siguió besándome
y buscando mi lengua con la suya. Se enjabonó las manos y me lavó los
brazos, el pecho, las piernas y finalmente se concentró en mi pene y frotó
toda su longitud, masajeó los testículos y luego el trasero. Estuvimos así
un rato, acariciándonos y tocándonos antes de enjuagarnos. No sé cómo
me contuve, pero a esas alturas mi erección era dolorosa, estaba al límite y
no podría controlarme mucho más. Salimos del baño y trastabillando
llegamos a la cama.
Estaba fuera de control y loco de deseo, totalmente enfocado en
Nate. Necesitaba acabar, pero aún más necesitaba saborearlo a él y sentir
su clímax.
Bajé la cabeza y maniobré mi cuerpo hasta quedar con los pies en la
cabecera de la cama. Sentí que me agarraba de las nalgas, me empujaba
hacia él y se tragaba todo mi pene. Con un profundo gemido, yo hice lo
mismo.
Ambos gruñíamos y chupábamos, moviendo la cabeza arriba y
abajo, cuando noté que los testículos de Nate se tensaban y su cuerpo se
ponía rígido. Reaccioné de inmediato y ambos explotamos el uno en la
boca del otro, sintiendo las sacudidas en lo más profundo de la garganta.
Aparté la cabeza un poco para saborear mejor su semen. El gimió más
fuerte, sin soltarme.
Nos separamos con reticencia, yo me giré y apoyé la cabeza cerca de
la suya. Aún sin aire, me besó con pasión, entrelazando su lengua con la
mía, pude probarme a mí mismo en el beso, mientras yo lo acariciaba con
suavidad tratando de recobrar el aliento.
-Dios mío, Nate, qué me haces. Estoy loco por ti. Te siento tan bien
y sabes tan bien. No puedo tener suficiente de ti- lo tocaba y besaba por
todas partes, perdido en el momento, delirantemente feliz.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

NATE

Jake seguía sosteniéndome la mano cuando la camarera volvió con la


comida. Se había retocado el pelo y los labios con la intención de
impresionarlo. Llevaba una falda vaquera corta y una camiseta blanca que
se ajustaba a su generoso busto. Para quien gustara de ese tipo de belleza,
era guapa. Miró a Jake seductora, lista para decir algo, cuando notó
nuestras manos unidas.
Pareció confusa, diría que trataba de comprender y asimilar la
situación. Le di las gracias con sequedad y dudó un segundo antes de girar
y marcharse. Jake nunca dejó de mirarme.
Nos separamos para comer y estuvimos hablando del laboratorio y
de mis largas jornadas. Le conté los proyectos y los problemas que
teníamos para encontrar fondos. No debería hablar de mi trabajo, firmé un
acuerdo de confidencialidad, prometiéndoles mi primogénito o algo
similar si contaba algún secreto. Pero a Jake siempre se lo dije todo -
bueno, casi todo- e incluso con ese acuerdo, no estaba dispuesto a
ocultarle nada. Le expliqué que no podía decir más y él lo aceptó.
Volvimos caminando. En el restaurante, su mano había calmado mis
inseguridades y lo hacía ahora que de nuevo volvía a estar ansioso, con la
sensación de “no ser suficiente para él”. Tenía un toque mágico y me hacía
sentir seguro y deseado.
Me excitaba anticipar lo que sucedería al volver a la habitación.
Después de las largas miradas y las caricias a lo largo del día, yo ya no
quería ponerlo a prueba. Solo lo necesitaba a solas y desnudo durante el
resto de las vacaciones.
Me encantó que ambos tuviéramos la misma idea de parar en una
tienda y comprar bebidas y aperitivos.
-¿Vas a comprar todo lo necesario para que no tengamos que salir de
la habitación en lo que nos queda de vacaciones? No es que me queje…
No me contestó, pero me atrajo hacia sí y me besó con pasión
delante de todo el mundo. No podía creer que ese hombre guapo y
perfecto, a quien yo había deseado toda mi vida, fuese mío y no intentara
ocultarlo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Compremos las cosas. Te quiero a solas y desnudo, ya- su voz


estaba ronca por la lujuria.
Elegí algo de fruta y galletas y fui hasta la caja. Diría que la cajera
miraba a Jake de pies a cabeza. No podía culparla, después de todo yo
tampoco podía quitarle los ojos de encima. Jake llegó, dejó las cosas y
extendió su tarjeta de crédito, luego se volvió hacia mí.
-Me vuelves loco. Lo sabes, ¿verdad? Te deseo mucho, Nathaniel,
muchísimo.
No entendí por qué lo decía ni me importó. Jake me deseaba, pensé
con calidez. Lo agarré y le metí la lengua en la boca mientras le acariciaba
el pelo y apretaba mi erección contra su pierna. No sé cuánto tiempo
estuvimos así antes de escuchar a la cajera aclararse la garganta. Nos
separamos, pero Jake no me soltó mientras terminaba de pagar.
Cuando por fin llegamos a la habitación, yo estaba mareado por la
excitación. Nos besamos y manoseamos, luego nos desvestimos y
tambaleando nos metimos en la ducha. Lo enjaboné. Adoraba poder tocar
todo su cuerpo, sentir sus músculos bajo mis dedos. Le lavé el pene y los
testículos, incluso me atreví a tocarle el trasero, sorprendido de que no se
apartara. Pensé que esa parte de su anatomía estaba fuera de mis límites.
Aunque después de dejarme lamerlo y chuparlo esa mañana, ya no parecía
preocuparle donde colocara mi mano.
Le acaricié las nalgas y deslicé un dedo entre ellas, masajeándolo.
Me pregunté qué sentiría si pudiera introducirle un dedo y luego mi pene.
No quería tentar a la suerte. Una cosa era que estuviera dispuesto a
mantener una relación con un hombre y otra muy distinta que me dejara
penetrarlo. Si existía una persona que fuera verdaderamente “Top”, que
estuviera siempre al mando, ese era Jake. Controlaba cada situación, era
increíblemente agresivo, un completo Macho Alfa.
Sexualmente siempre fui versátil. Me encantaba sentir mi pene
empujar dentro de un bonito y apretado trasero, pero también me gustaba
ser poseído. Creo que mucha gente asume ciertos roles cuando entra en
una relación. He conocido a bastantes que disfrutaban de una gran vida
sexual y eran solo pasivos. Me dije que yo también podría serlo por el
resto de mi vida si ello implicaba estar con Jake.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Estaba tan perdido en mi pasión por él, en el sabor de su piel y en su


lengua que no recuerdo haber salido de la ducha y vuelto a la cama. Salí
de la bruma cuando el separó su boca de la mía y vi su pene rígido frente a
mi cara. Por la mañana había probado su semen y lo había lamido, pero no
le había hecho una felación.
Necesitaba sentirlo en mi boca y saborearlo, nunca había tenido algo
tan grueso y largo; debería ir despacio, pero estaba tan perdido en el
momento que lo atraje hacia mí y lo oí gemir. Él acercó la boca a mi pene
y yo vibré. Traté de contener lo incontenible y seguir sintiendo, pero no
pude y acabé en su boca, empujando hasta su garganta. Lo sentí retroceder
un poco y pensé que no quería tener mi semen en la boca, pero él solo
intentaba dejar la punta dentro. Oh, Dios, me iba a saborear. Ese gesto y su
orgasmo me quitaron el aliento.
Al separarnos me puse boca arriba, tratando de procesar lo sucedido.
Siempre fui reservado, dentro y fuera de la cama. Cuando tenía sexo con
alguien, a menudo me encontraba con la cabeza pensando en otra cosa,
hacia dónde podría llegar la relación -a ninguna parte-, si la otra persona
estaba limpia -aunque siempre utilicé preservativo-, a veces hasta en el
trabajo, en política o en el libro que estaba leyendo. Eso y el hecho de que
no pudiera alcanzar el orgasmo sin pensar en Jake, me convertían en un
hombre sin problemas para aguantar mucho tiempo. Un día, uno me
comentó que mi resistencia casi suplía mi falta de pasión.
Hacer el amor con Jake era muy diferente. Estaba concentrado en él,
en su cuerpo, en nuestros cuerpos unidos. Podía olerlo, probarlo, oírlo.
Perdía el control, no me reconocía, solo podía sentir.
Me hizo mejor amante. No se me escapó la ironía de que mi
heterosexual amigo me había convertido en mejor amante y yo le estaba
muy agradecido. Seguía ocupándose de mí, pero desde un nivel muy
distinto.
Jake se giró y me miró a los ojos. Quise confesarle mis sentimientos,
lo mucho que lo quería, pero no encontraba las palabras. Lo que hice fue
atraerlo hacia mí y besarlo profundamente.
-Dios mío, Nate, qué me haces. Estoy loco por ti. Te siento tan bien,
sabes tan bien que no puedo tener suficiente de ti.
Exactamente mis pensamientos.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 8

JAKE

Mientras subíamos al avión de vuelta a New York, me sentí triste por


abandonar la playa, donde habían pasado tantas cosas entre nosotros,
donde nuestra amistad había evolucionado hacia algo más profundo; pero
también estaba feliz por volver y empezar una vida juntos. Bueno, desde
que nacimos estamos juntos, pero no de la forma que yo siempre anhelé.
Me ilusionaba saber que ahora sí. Una vez sentados miré a Nate, le tomé la
mano y lo besé.
-Eres todo para mí- le susurré al oído. Luego apoyé la cabeza en su
hombro y cerré los ojos.
No recordaba las veces que había eyaculado a lo largo de esa
semana, pero fue un récord. Nunca creí que mi cuerpo fuera capaz de tener
sexo con tanta frecuencia. Apenas Nate me tocaba el pene, me endurecía,
sin importar las veces que habíamos hecho el amor. Nos besamos y
tocamos mucho a lo largo de esa semana. Mientras me quedaba dormido
recordé un día en especial.
Habíamos salido a cenar para tomar un poco el aire y dejar que la
camarera pudiera cambiar las sábanas. Cuando volvimos, nos duchamos
juntos y nos metimos de nuevo en la cama. Estábamos besándonos y
tocándonos cuando Nate se separó un poco, respirando con dificultad y me
dijo que quería que le hiciera el amor.
-Creí que eso era lo que estuvimos haciendo desde que llegamos.
-Sí, pero quiero que tú… quiero que tú…-parecía ansioso

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Sé lo que quieres decir- le pasé el pulgar por el labio y lo besé –solo
estaba bromeando. Yo también quiero hacer el amor contigo.
Me levanté, saqué de la bolsa que habíamos traído de la tienda una
caja de preservativos y un tubo de lubricante y se los tendí.
-Nunca he hecho esto. ¿Me puedes mostrar lo que tengo que hacer?
-No me di cuenta de que habías comprado todo esto. Y me extraña
que haya algo que desconozcas en la cama. Imagino que será distinto con
una mujer- me miró con sorpresa y se colocó de espaldas, con el lubricante
en la mano.
-Puedo prepararme solo. Luego ya no debería ser muy diferente a lo
que estás acostumbrado. No es que lo sepa, ya que nunca estuve con una
mujer, pero presumo que no tiene que haber tanta diferencia.
Seguía pareciendo nervioso, algo confuso y ansioso. Gateé hasta él,
coloqué las manos a ambos lados de su cabeza y lo besé en la frente, la
nariz, las mejillas y los labios.
-Estar contigo es nada que yo esté acostumbrado a hacer, de ninguna
manera. Estar contigo es especial, maravilloso y logra que mi cuerpo
reviva. Además, quiero que seas tú quien me muestre lo que tengo que
hacer.
Su cara demostraba que seguía sin entender, así que abrí un
preservativo y lo enrollé en su pene. Nate estaba atónito.
-¿Qué haces? Espera. ¿Quieres que yo… que… de verdad? ¿Estás
seguro?
-Sí, lo estoy, quiero hacerlo todo contigo. He fantaseado con tenerte
dentro de mí desde que estábamos en el instituto- contesté sonriendo ante
su cara de sorpresa.

Estábamos a comienzos de séptimo curso y ese día el instituto estaba


cerrado por el Día del Trabajo. Nuestros padres tenían cosas que hacer y
Nate y yo nos quedamos solos en casa, jugando con la consola; él no
dejaba de golpearme el hombro con el suyo. Ese año por fin había
empezado a crecer y se sentía más confortable con su cuerpo. Después de

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

un rato empezamos a luchar. Yo me contenía porque sabía que era


bastante más fuerte, pero era divertido reír y rodar por el suelo. En un
momento dado, me tenía debajo de su cuerpo, con el estómago apoyado en
el suelo y las muñecas prisioneras.
-Ríndete y te dejo ir. Dilo- me decía con voz entrecortada por el
esfuerzo.
Si quisiera, me hubiera podido soltar en cualquier momento. Nate no
era tan fuerte ni pesaba tanto como para mantenerme inmóvil, pero sabía
cuánto significaba eso para él. Además, desde esa época ya me gustaba
sentir su cuerpo. Pretendí hacerle creer que intentaba soltarme y meneé el
trasero.
El tenía que empujar con todas sus fuerzas para mantenerme quieto y
yo adoraba sentirlo moverse encima de mí, respirando con dificultad.
Estaba disfrutando cuando noté que la presión en mi trasero cambiaba.
Sentí algo duro y estaba a punto de preguntarle qué era, decirle que usar
armas era trampa cuando me percaté que sus manos me seguían agarrando
las muñecas. Ahí supe qué era lo que me presionaba.
Creo que pasé el resto de la tarde medio erecto, recordando la
sensación de tener a Nate pegado a mi trasero. Esa tarde me masturbé en
la ducha y de nuevo en la cama pensando en lo sucedido. Soñé con ello,
pero en el sueño seguíamos en el salón luchando, solo que cuando sentí su
erección, estábamos desnudos y no solo me presionaba, también me
penetraba. Me desperté con el pijama y la cama pegajosos. Durante meses
recordé ese sueño mientras me masturbaba.

Cuando Nate superó el shock, se excitó muchísimo. Me colocó de


espaldas y se subió encima de mí. Me acarició el pelo, la cara, luego se
inclinó y me lamió los labios con mucha suavidad, derritiéndome. Cuando
me metió la lengua en la boca, yo se la succioné y le acaricié la espalda.
Nate me recorrió el cuello y al llegar al hombro chupó con fuerza. Mi pene
estaba duro como el acero y, a punto de perder el control, empecé a gemir
y a empujar hacia arriba. El fue bajando por mi estómago y empezó a
lamer las gotas que brotaban de mi pene.
-Estoy tan cerca que si me tocas explotaré- lo detuve.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Gimió y se colocó entre mis piernas, puso una almohada bajo mis
nalgas y me besó profundamente mientras me acariciaba los muslos,
pasaba las manos por debajo y me levantaba las piernas. Me lubricó y
empujó con suavidad un dedo dentro de mi cuerpo.
-Nate, por favor- dije con voz entrecortada.
Su respiración era agitada mientras dejaba que mi cuerpo se ajustara
a su dedo. Añadió otro y presionó más fuerte, haciendo que mi cabeza se
moviera de un lado a otro con las sensaciones. Durante todo ese tiempo, su
cara permanecía cerca y me besaba con suavidad, sin apartar los ojos de
los míos, asegurándose de que yo disfrutara con la experiencia.
-Oh, Nate, necesito algo…Te necesito… Por favor, Nate, por favor-
el placer era indescriptible.
Sentí que la cabeza de su pene protegido y lubricado presionaba
contra mi entrada. Retiró los dedos y comenzó a penetrarme. Mi cuerpo se
estiraba mucho para acomodarlo y dolía, pero también era bueno,
malditamente bueno. Cuando terminó de meter la cabeza, se paró, me miró
a los ojos y me besó dándome tiempo para acostumbrarme.
-¿Estás bien, Jake, va todo bien?
-Es maravilloso. Oh, Nate, te siento tan cerca que haces que roce la
locura. He querido esto durante tanto tiempo, te he querido desde hace
tantos años, no te detengas, por favor, nunca pares.
Me sonrió con lágrimas en los ojos y siguió empujando,
sosteniéndome la cabeza con las manos y acariciándome las mejillas sin
dejarme apartar la vista. Me dolía un poco el cuerpo y me sentía lleno,
muy lleno, pero era increíble y no paraba de gemir.
-Estoy totalmente dentro de ti. Eres tan estrecho, Jake y te siento tan
bien- decía y me besaba.
Cuando mi cuerpo se acostumbró a tenerlo dentro, alcé las caderas
para indicarle que se podía mover. Se retiró unos centímetros y volvió a
empujar. Yo gruñí y le clavé los dedos en la espalda. Poco a poco fue
incrementando el ritmo y la velocidad, salió casi por completo y embistió
desde un ángulo diferente.
-Oh, ¡Dios mío, Nate! ¿Qué me estás haciendo? ¡Oh!

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Te estoy masajeando la próstata. Me vuelve loco estar dentro de ti,


Jake y no sé cuánto tiempo más podré aguantar, necesito que acabes.
¿Puedes hacerlo?- respiraba con dificultad, pero su voz era suave, sus
manos acariciaban mi cara y sus ojos seguían clavados en los míos.
Mientras hablaba, martilleaba mi próstata con golpes cortos y yo
percibía el aroma de su aliento y su piel. Olía a seguridad, a niñez, a casa.
Podía hacer cualquier cosa por él. No es que me diera otra opción, yo
tampoco aguantaba más. Gemí en voz alta, empujé mis caderas hacia
arriba y, mientras le clavaba los dedos en la espalda, exploté. Nate gemía
conmigo, bombeando con fuerza mientras eyaculaba. Nos mantuvimos
entrelazados durante mucho tiempo, acariciándonos y mirándonos a los
ojos, llorando.
-Estoy muy enamorado de ti, Nate, locamente enamorado- le susurré.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 9

JAKE

Llevé las maletas a casa mientras Nate recogía el correo. Nunca


pensé que se pudieran recibir tantas cartas en una sola semana.
-Yo abriré la puerta. ¿Estás seguro de que vas bien con las maletas,
Jake?
-Estoy bien, Nate. Gracias- solo eran dos.
Cuando entré, me fui directo al lavadero y separé la ropa por colores.
Es una miniatura de apartamento, pero para New York, es increíble. No
está en el mejor vecindario de la ciudad, pero tampoco en uno donde
hubiera que preocuparse por ser asaltado al llegar a casa -nunca dejaría
que Nate viviera en un sitio así. El edificio es decente, no es lujoso ni tiene
portero. Ni siquiera ascensor, pero lo prefiero. No hay nada malo en
caminar, ¿no?
El apartamento es genial. Una cocina minúscula que da a un salón
muy decente, dos dormitorios pequeños pero funcionales, con baños
incorporados y el lavadero, que es del tamaño de un armario. El lugar no
es grande, pero me gusta, significa que puedo oír a Nate, incluso desde la
otra habitación. Fue un problema las pocas veces que trajo a alguien a
dormir. Esas noches tuve que ponerme mis auriculares y escuchar la
música a todo volumen.
Mientras ponía la primera lavadora, sonreí pensando que esos días
quedaban atrás. A partir de ahora, solo yo dormiría en la cama de Nate. ¿O
él en la mía? No necesitábamos las dos, así que a lo mejor podíamos

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

convertir una de las habitaciones en un estudio o alguna otra cosa. Mmm,


ninguno de los dos tenía un trabajo que tuviera que hacer en casa…
-Gracias por poner la lavadora. ¿Tienes hambre?
Estaba apoyado contra la puerta, con la camisa un poco levantada y
el pantalón suelto hasta la cadera, mostrando un poco de su estómago
plano. Enseguida me endurecí.
-Depende. ¿Qué ofreces?- repetí las mismas palabras que él usó en
las vacaciones.
-Estoy ofreciendo mi pene en la ducha. ¿Estás interesado?
Era una mejor oferta que la mía de la playa. Lo seguí desnudándome
por el camino, asombrado de la gran atracción que sentía por él y lo
afortunado que era de poder tocarlo, saborearlo y hacer toda clase de cosas
maravillosas con él.
Después, nos vestimos y fuimos al salón a ver una película. Las
noches de cine eran siempre bonitas, porque nos sentábamos uno al lado
del otro y compartíamos la manta. Durante años, yo aproveché esas
ocasiones para rozarle “accidentalmente” la pierna y el brazo. Pero ya no
necesitaba excusas para tocarlo y no me tenía que conformar con un brazo
o una pierna. Me recosté en el sofá y me tapé con la manta mientras Nate
ponía una película.
-Ven aquí- le dije y levanté la manta.
Esbozó esa sonrisa y mi corazón dio un salto, luego se metió bajo la
manta, se acurrucó contra mi cuerpo, apoyó la cabeza en mi pecho y nos
pusimos a mirar. Me resultaba imposible concentrarme en la televisión
con Nate pegado a mí. Solo podía pensar en él, en el calor que irradiaba su
cuerpo y en el olor freso de su pelo.
Siempre supe que no era el hombre más inteligente del mundo.
¿Cómo podía serlo si tenía a un genio como mejor amigo? Pero era bueno
descifrando a la gente, aunque malinterpretara los sentimientos de Nate.
Estaba claro. Me pasé la vida pensando erróneamente que no le gustaba y
que no quería mantener una relación romántica conmigo.
La inseguridad no es una faceta notoria de mi personalidad, más bien
soy un tipo arrogante. En parte, porque me importa muy poco lo que la
gente piensa de mí y porque esta no me interesa. Es fácil ser arrogante

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

cuando no se tiene nada que perder. Con Nate eso no es cierto. No es que
haya pensado que lo podía perder, siempre supe que lo nuestro era estar
juntos de por vida, hasta que la muerte nos separe, pero sin el matrimonio.
Pero sí me importa lo que piense de mí.
Cuando lo veo ser atento, generoso –él mismo, en realidad- me
pregunto qué gen me falta para ser como soy y no importarme los demás.
Podría tratar de echar la culpa a la muerte de mis padres y aducir que me
volví frío y enfadado, pero ya era un cretino antes. Nate solo buscaba la
felicidad de sus amigos y hacer del mundo un lugar mejor y no estoy
mofándome ni siendo sarcástico. Por eso pasa tanto tiempo en el
laboratorio, trabajando en la cura de alguna enfermedad o tratando de
solucionar el problema. No gana ni la mitad de lo que lo haría trabajando
para una gran corporación y sé que ha recibido ofertas. Pero no se trata de
dinero, sino de ayudar a los demás.
Hay una sola razón que me ha impedido terminar en la cárcel o
matando a alguien en mis momentos más oscuros, y es que llevo a Nate en
el corazón y en la mente. Siempre traté de hacer lo que él quería y ser el
hombre que él quería que fuera. Construí toda mi vida alrededor de eso,
alrededor suyo. Así que, a lo mejor, soy un poco ciego cuando se trata de
leer a Nate.
Ya no más. Aunque no me haya hablado de sus sentimientos, creo
que me quiere. Quizá no tanto como yo a él, pero eso es imposible. Lo
quiero más que a nada y moriría por él, sin exagerar.
Pero lo conozco y sé que no se hubiera metido en una relación física
conmigo si no me quisiera. No conocí a las pocas parejas que tuvo a lo
largo de los años, creo que cinco o diez y sé que no se acostó con todas.
Luego está su mirada. Nunca lo vi mirar a nadie como me mira a mí.
No sé si es algo nuevo o no me di cuenta antes. Como sea, me quiere pero
está asustado de confesarlo, puede que por mi pasado. Es gracioso, decidí
acostarme con mujeres porque pensé que no significaría nada, pero al
parecer me equivoqué.
Le acaricié el pelo y lo apreté contra mí, como una manera de
disculparme por las dudas que le ocasioné. Él movió la mano en círculos
sobre mi estómago, luego me agarró los testículos y de vez en cuando los
acariciaba mientras continuaba mirando la película.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-No tienes ni idea de lo apropiado que es esto, Nate.


-¿Qué?- dejó de mirar la pantalla.
-Siempre me tuviste agarrado por ellos. Es bueno saber que por fin lo
aceptas.
Se tendió encima de mí y empezó a mordisquearme el cuello y a
tocarme los testículos. Yo le acaricié con suavidad el cuello y le bajé la
cabeza para besarlo con fuerza e invadir su boca con mi lengua. Metí la
otra mano dentro de la camisa, mis dedos recorrieron su espalda y me
adentré en el chándal para tocarle el trasero y acariciar la entrada de su
cuerpo. Lo sentí estremecerse y gemir al tiempo que se apretaba contra mi
dedo. Madre mía, esto se estaba calentando muy rápido.
-¿Tu habitación o la mía, Nate?- mi voz era rasposa y caliente.
-Mm… ¿qué?
Estaba demasiado excitado como para responder, así que le rodeé el
trasero con las dos manos y apoyé los pies en el suelo, dejándolo sentado a
horcajadas en mi regazo.
-Sujétate, cariño.
Me rodeó el cuerpo con brazos y piernas. Lo llevé a su habitación,
me arrodillé en la cama y lo tendí con suavidad. El se frotaba contra mi
cuerpo y gemía mientras nos besábamos. Le acaricié la mejilla y lo
desvestí, dejándolo desnudo sobre el colchón, duro y mirándome.
-Adoro tu cuerpo, Nate- su belleza me deja atónito, tiene la mejor
piel que he visto, firme y suave.
Casi me arranqué la ropa. Él me rodeó el pene con los dedos y lo
acarició con suavidad mientras me ayudaba a bajar los pantalones con el
pie. Gruñí y lo besé, con mi mano de nuevo en su trasero y rozando su
entrada con suavidad. Busqué en la mesilla, me lubriqué el dedo y empujé.
-¡Oh, Jake, Oh, sí!
Movía las caderas contra mi mano, metiéndose todo el dedo. Añadí
un segundo, aunque él ya estaba listo.
-Oh, Jake, Jake. Te necesito.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

A pesar de haberlo penetrado casi una docena de veces durante el


viaje y aunque estaba extremadamente caliente y solo quería entrar en él
una vez más, no quería lastimarlo y no me apresuré. Continué moviendo
mi dedo mientras él se retorcía y alcanzaba un preservativo.
Al final, sus gemidos pudieron conmigo y ya no pude esperar.
Además, Nate prácticamente me suplicaba que lo penetrara. Me recosté
encima de él, me sostuve con los brazos y empujé. Quería ir despacio y
darle tiempo a ajustarse a mi tamaño, pero él tenía otras ideas y apenas me
sintió, enroscó los tobillos detrás de mi espalda, se impulsó y se empaló.
-¡Joder, Nate, joder!
Estaba enterrado en él y Nate gemía y empujaba, sin permitirme ir
despacio, así que empecé a responder a sus embistes con dureza y rapidez,
desplazando su cuerpo por el colchón. No sabía cuánto tiempo podría
aguantar, necesitaba que eyaculara. Lo rodeé con la mano y solo necesité
dos caricias para hacerlo explotar, apretar sus músculos internos y
llevarme al abismo. Solté un gruñido y me vacié en el preservativo.
Cuando logré recuperarme, lo besé y fui al baño a tirar el condón y
buscar una toalla húmeda. Me arrodillé a su lado y lo limpié.
-Tienes el pene más bonito del mundo, Nate, de verdad. Es grueso,
suave y largo- mis palabras y atenciones lograron endurecerlo otra vez.
-Joder, te deseo.
Dejé la toalla y lo tomé en mi boca. Aún no se había recobrado del
anterior orgasmo y su pene no estaba muy duro, pero con la boca y la
lengua logré que a los pocos minutos gritara mi nombre y me llenara otra
vez. Estaba sin aire y yo me acurruqué contra su hombro y lo besé en el
cuello mientras nos quedábamos dormidos.
-Te amo, Nate- me prometí que a partir de ese momento, escucharía
esas palabras todas las noches y me pregunté cuánto tardaría en creérselas
y devolvérmelas.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 10

NATE

Después de una semana de ausencia, ambos tuvimos que ponernos al


día en el trabajo. Yo volví a salir de madrugada y regresar tarde. La parte
positiva era volver a casa por las noches con Jake. Me encantaban esas
noches. Aunque no pudiéramos tener sexo con tanta frecuencia como en
las vacaciones -todos los días y a todas horas-, nos arreglábamos para
tener un par de orgasmos cada noche, dormir uno en brazos del otro y
hacer el amor de nuevo por la mañana.
Ninguno de mis sueños eróticos con Jake se aproximaba a la
realidad. Siempre pensé que en la cama sería duro, agresivo, controlado y
poco emocional, como en la época que se acostaba con mujeres. Pero no
era nada de eso, bueno, agresivo sí, pero siempre preocupado por mi
bienestar y por mis sentimientos. Era una agresividad que expresaba deseo
y yo sentía que realmente me deseaba.
Cuando hacemos el amor es muy emocional, gime, se agita, suspira
y a veces llora. Suele abrazarme fuerte y me acaricia y me besa con tanta
profundidad que se me doblan los dedos de los pies. Aunque intenta
mantener el control, al menos de su cuerpo, no puede porque no lo dejo.
Nuestros cuerpos parecen estar programados para saber dónde y cómo
tocarse y una vez que empezamos, el resto del mundo desaparece y ya
ninguno controla nada. Flotamos en un estado de euforia, aferrándonos el
uno al otro y deseando permanecer allí para siempre.
Intentaba enfocarme en eso y recordar que él me quería -me lo repite
a diario-, pero estaba seguro de que se le pasaría. ¿Cómo no? ¿Qué iba a
hacer, dejar de ver a otras personas y no volver a tener sexo con mujeres

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

durante el resto de su vida? Además, no es una persona de tener relaciones


y siempre evitó a quien las quisiera.

La primera vez que demostró esa aversión fue en el último curso,


con Sylvia Caster. Al parecer, ella no había comprendido lo que otras sí,
que Jake solo tonteaba y se acostaba con ellas, pero no era novio de nadie.
Sylvia lo persiguió a lo largo de todo el año y logró que accediera a
llevarla al baile de graduación. Trajo a su mejor amiga para que fuéramos
los cuatro juntos.
No fue de extrañar que resultaran elegidos reyes del baile, ya que él
era el capitán del equipo de fútbol americano y ella la jefa de animadoras.
Julie tomó fotos de ese momento y del baile de honor. Cuando volvieron,
la bombardeó a preguntas sobre cuán cerca habían sido tomadas las fotos,
si se les veía bien la cara, el vestido, esto o aquello.
Jake había reservado una habitación en un hotel y me lo estaba
diciendo cuando escuchó que Sylvia hablaba de las fotos con su novio. Se
quedó helado y su rostro se transfiguró por la rabia. Aunque sabía que
nunca haría daño a ninguna mujer, me preocupé. Él estaba sentado entre
los dos y ella no le vio la cara cuando hizo el comentario, así que la tomó
por sorpresa cuando se giró y rugió. No escuché todo, pero estoy seguro
que le dijo que no era su jodido novio ni su cita. Luego se levantó,
depositó dinero sobre la mesa y les dijo que nos íbamos, que ellas podían
tomar un taxi o buscar a alguien que las acompañara. La moraleja es que
tratar de empujar a Jake a una relación desemboca en un abandono,
aunque lleves un vestido rosa y una corona barata.

Mi relación no podía durar, pero haría todo lo que estuviera a mi


alcance para alargarla durante mucho tiempo. Tal y como lo veía, se
parecía a mi trabajo. Era bueno analizando problemas y encontrando
soluciones, así logré descubrir nuevos medicamentos y otras cosas.
Primero debía estudiar los datos disponibles. Una vez que conociera
todo acerca de la enfermedad -llámese problema- podría determinar la

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

forma de obtener una cura -léase solución. Pasé la noche pensando en


Jake, en lo que le gustaba y lo que no, las cosas que lo hacían sentirse
cómodo y cuáles no… Por la mañana ya tenía formulado un plan para
lograr que nuestra relación fuera fácil y cómoda. Quizá así lograra que se
quedara conmigo… por lo menos un poco más.
Había adelantado bastante el trabajo y Jake estaba libre el siguiente
fin de semana, así que pudimos pasarlo juntos. Lo primero que hicimos
fue masturbarnos el uno al otro.
Durante todo el tiempo estuvimos viviendo a base de platos
preparados, tabletas de proteína y semen y no teníamos nada de comida,
así que decidimos ir al supermercado. Mientras caminábamos con el carro,
sentí calidez en mi interior por estar compartiendo ese momento
doméstico con Jake. No es que no hayamos salido de compras antes, pero
ahora tenía otro significado.
Fui a tomarlo de la mano cuando noté la mirada del dueño, que
estaba cerca de la caja. Desde que vivimos en el barrio vamos a comprar
ahí y el hombre siempre está, como si nunca se tomara un día libre. Nos
sonreímos y saludamos con un movimiento de cabeza, mientras yo seguía
pensando en mi estrategia y en la forma de hacer que Jake estuviera
cómodo. Nunca nos tomamos de la mano, así que baje la mía. Lo oí
suspirar y cuando miré, ya se dirigía a otro pasillo.
Me pregunté si se alejaba porque le avergonzaba que el dueño nos
viera. Me reprendí, no podía volver a cometer ese error, debería tener más
cuidado y seguir con mi plan.
Dejé el móvil en casa y al volver tenía varias llamadas perdidas de
mi amigo Patrick y un mensaje. Ya me había dejado varios a lo largo de
las últimas semanas y no tuve tiempo de contestar, ni siquiera cuando
escuché el último.
-Nate, soy Patrick de nuevo. ¿Por qué no me has devuelto las
llamadas? Has regresado hace tres semanas y aún no te he visto. Más te
vale aparecer esta noche. Ken, Scott y yo nos reuniremos en el Club 57 a
las ocho de la tarde. Me preocupa que una semana a solas con el oficial
Fútbol pueda haberte vuelto heterosexual. ¿Te acuerdas de cómo se hace
una felación? Club 57, a las ocho de la tarde.
Si él supiera…

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Mensaje divertido?- Jake había terminado de guardar las compras.


Vino hacia mí, me abrazo por la espalda y apoyó la barbilla en mi hombro.
-¿Por qué lo dices?
-Te estabas riendo. ¿Por qué estás nervioso, quién era?- mientras
hablaba me lamía el cuello y mordisqueaba el lóbulo.
-Mmm. Solo era Patrick. ¡Ah, qué gusto!
-Sí. ¿Qué quiere Patrick?
Tenía la voz ronca. Seguía besando y lamiendo mientras bajaba la
mano hasta mi entrepierna y me acariciaba.
-¡Ah! Esta noche va a ir al Club 57 con Scott y Ken. Mmm… quiere
introducirme de nuevo en el mundo gay. Uhh, le preocupa que no recuerde
como chupar penes.
-Pues no lo olvidaste y Patrick no necesita introducirte en nada. ¿A
qué hora los vamos a encontrar?- ya no me besaba y su voz era tensa.
¡Oh, no! ¿Es que creía que yo esperaba que viniera a un club gay,
con mis amigos gays? Definitivamente, ese no era un territorio confortable
para Jake. No frecuentaba esos bares ni se sentía cómodo con mis amigos.
Tenía que salir de ese lío, no quería que creyera que intentaba alejarlo de
su antigua vida para abrazar la mía.
-No necesito salir con ellos, Jake. De verdad, no hay problema.
Quitó la mano. ¡Oh, no, había arruinado las cosas! ¿Por qué no seguí
con el plan trazado?
-Quiero ir. ¿A qué hora es?- hablaba con los dientes apretados.
-Se van a encontrar a las ocho. ¿Qué podríamos hacer mientras
tanto?
-Tengo algunas ideas- su cara se relajó y volvió a colocar la mano en
mi entrepierna.
Se inclinó y me besó con ternura y desesperación. Olvidé a mis
amigos, el plan y todo lo que no fuera nosotros dos, lo bien que estábamos
juntos y lo correcta que era nuestra unión.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 11

JAKE

Estábamos jugando al póquer, sentados en la cama con las piernas


cruzadas, desnudos. Jugamos durante años, pero muy recientemente sin
ropa. Claro que eso añadía un grado de distracción al juego, pero las
últimas horas las habíamos pasado el uno sobre el otro, tocando y
penetrando todos los rincones de nuestros cuerpos y ya estábamos lo
suficientemente satisfechos como para concentrarnos en el juego.
Jugar con Nate era muy interesante, porque ambos destacábamos en
cosas distintas y eso equilibraba la balanza. Yo soy bueno leyendo a la
gente, así que me centraba en sus expresiones y gestos antes de efectuar
algún movimiento. El contaba las cartas, se acordaba de todas las que
habían salido y de las que quedaban en el mazo. Si pudiéramos combinar
nuestras habilidades en una sola persona, en Las Vegas seríamos
invencibles.
Yo perdía por un juego cuando miré el reloj y vi que era hora de
vestirnos y encontrarnos con los amigos de Nate. Estaba deseando pasar
más tiempo con ellos. Siempre me resultaron agradables, pero no
soportaba la idea de estar presente cuando la conversación se desviaba
hacia el hombre que estaba con Nate en ese momento o comenzaban a
aconsejarle sobre alguno que podía ser bueno para él. Cualquier
conversación relacionada con Nate y otros hombres me provocaba ardor
de estómago, así que me mantuve alejado. Ahora que él tenía pareja,
imaginaba que el tema no surgiría y yo podría pasar un rato divertido con
ellos y conocerlos mejor.
-Nate, has ganado. Tenemos que ducharnos y salir.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Empecé a recoger las cartas, contento. Las últimas veces había


ganado yo o terminamos en empate. Es gracioso, pero hay algo en Nate
que atempera mi habitual competitividad. Por lo general no acepto la
derrota, pero con él es distinto, me gusta que gane, incluso más que
hacerlo yo.
-Sí, supongo que sí. Jake, escucha…
Presentí que me iba a decir que no deberíamos ir con sus amigos, no
parecía muy entusiasmado con la idea, pero ahora las cosas serían
diferentes. Después de todo, eran sus amigos y tenían que interesarme.
Todo lo que era importante para él, también lo era para mí.
-Estoy deseando ir, Nate. ¿Qué ibas a decir?- atacar primero era una
buena estrategia.
-Nada. Vamos.
En la ducha permaneció callado, parecía ansioso y solo comenzó a
calmarse cuando me sintió enjabonarle el cuerpo.
-Date la vuelta, cariño, quiero lavarte la espalda.
Obedeció y yo seguí lavándolo con mimo. Cuando me dediqué a la
cabeza, lo oí suspirar y relajarse. Después de enjuagarlo, apoyé la barbilla
en su hombro y le susurré,
-Te quiero muchísimo, Nate- le lamí hombro y cuello, lo besé y le
acaricié los brazos. Suspiró con suavidad mientras yo continuaba
descendiendo por su cuerpo hasta arrodillarme detrás de él. Puso los
brazos contra la pared y apoyó la cabeza.
En esa postura, su trasero quedaba levantado y me daba mejor
acceso. Le separé las nalgas y lo recorrí con la lengua. Nate gimió y
empujó contra mi cara. Continué lamiéndolo durante unos minutos y
cuando sus gemidos eran altos y continuos, lo penetré con la lengua
mientras con la otra mano le frotaba el pene.
-Oh, ¡Jake! Ah…
Movía las caderas, empujando el cuerpo hacia adelante y hacia atrás,
disfrutando de la doble sensación, luego se quedo sin aire y explotó en mi
mano, salpicando la pared de la ducha. Me estaba chupando los dedos
cuando me miró. ¡Madre mía! Todo él era delicioso, su piel, su trasero, su
semen, todo me sabía bien.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Hacer el amor con Nate cambió por completo mi manera de pensar


con relación a tocar y probar a otra persona. Cuando me acostaba con
mujeres, las besaba lo imprescindible y nunca, jamás, las lamí. Fui egoísta,
lo sé, pero no me importaban mucho y nunca me pregunté si querrían
repetir o no. Incluso me llegué a cuestionar mis motivos para acostarme
con ellas – quizá mi mano hubiera sido mejor. No sé cuándo se produjo el
cambio, pero ahora, además de estar enamorado de Nate, solo pensar en
saborearlo me ponía duro.
Cuando logró recuperarse, se arrodilló en el suelo de la ducha, apoyó
su frente contra la mía y nos quedamos así, acariciándonos la cabeza y
dejando fluir el amor que sentíamos el uno por el otro. Comprendí mi
cobardía a lo largo de todos esos años, al cometer el gran error de
acostarme con innumerables y anónimas mujeres y no luchar por Nate y
hacerle comprender mis sentimientos. No podía cambiar el pasado y no
sabía cómo reparar el daño infligido.
Mi ropa continuaba en mi antigua habitación y mientras me vestía
pensé en mis horarios de la semana siguiente, para ver si podría llegar a
casa a una hora decente y trasladar mis cosas al cuarto de Nate, que
compartíamos desde nuestro regreso.
Me puse unos Levi´s, botas negras y una camiseta gris que compré
años atrás en un Diner, cuando íbamos a casa de visita. Me pasé los dedos
por el pelo y fui en busca de Nate.
Se había puesto unos vaqueros negros de cintura baja, que le
marcaban el trasero de forma maravillosa y una camisa azul ajustada, que
le definía el pecho y realzaba el azul de sus ojos. Llevaba el pelo con
fijador y despuntado.
-Estás estupendo. Déjame ayudarte con los botones de la camisa.
Vestirte es un cambio bienvenido, dado que normalmente mi intención es
quitarte la ropa, cosa que volveré a hacer apenas volvamos- le dije con
mirada traviesa y moví las cejas. Nate sonrió y cuando vio la camiseta,
pasó los dedos por ella.
-Recuerdo ese lugar, hacían unos tacos de queso frito y chili divinos.
Creo que a las camareras se les cortó la respiración cuando te quitaste la
camisa y compraste esta. Tuvimos suerte de salir antes de que empezaran
a pelearse entre ellas para ver quién se iba contigo a casa.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Lo besé y le acaricié la cara, queriendo transmitirle lo que sentía.


Hubiera querido hacerle olvidar los errores del pasado y que comprendiera
mi amor por él, asegurarle que este no cambiaría nunca, por nada ni por
nadie. Sabía que teníamos que hablar, necesitaba hallar la forma de
entender sus sentimientos, pero no era el momento adecuado y la
conversación tendría que esperar.
-Hubiera sido una pelea sin sentido. De cualquier forma, yo me iba a
ir a casa contigo. ¿Recuerdas? ¿Estás listo para salir?

Llegamos al club y encontramos a los amigos de Nate sentados cerca


de la pista de baile. Sonrieron cuando lo vieron, pero se sorprendieron
cuando aparecí. Me pregunté por qué. ¿Es que esperaban que Nate saliera
sin su novio? Ya sé que los hombres heterosexuales salen solos a menudo,
sin sus parejas. Pero imaginé que al ser todos hombres, podíamos estar
juntos.
Nate los abrazó antes de sentarse. Patrick me tendió la mano, parecía
incómodo.
-¿Qué tal estás, Patrick?- pregunté estrechándosela y luego saludé a
unos tensos Ken y Scott. Hombre, la cosa iba a ser más dura de lo que
pensé. ¿Había sido tan desagradable con ellos en el pasado?
-Voy a la barra. ¿Quieres vodka con zumo de arándanos, Nate?- él
asintió -¿Alguien quiere algo de beber?
Los otros negaron con la cabeza y sonrieron débilmente. Me alejé
aliviado. Reconocí que las anteriores veces no había sido muy amigable,
pero tampoco les pegué. Lo único que hice fue mantenerme alejado de
ellos. Aunque la barra estaba llena de gente, el camarero se acercó a mí.
-Hola, nunca te había visto por aquí, no te pareces a nuestra clientela
habitual.
Me pregunté qué diablos significaba ese comentario y me debió
notar el enfado porque levantó las manos y retrocedió.
-No quise molestarte, hombre. Es que en este lugar no solemos tener
gente vestida como tú. ¿Qué te pongo?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Pedí la bebida de Nate y una cerveza, preguntándome si la ropa era


un problema. Debo confesar que por primera vez en mi vida pensaba en la
maldita ropa que llevaba puesta.
Cuando volví, Nate y Patrick estaban sentados juntos y Ken y Scott
enfrente, todos inclinados hacia adelante y mantenían lo que parecía ser
una conversación animada. Me acerqué y Patrick casi gritaba.
-¿Entonces qué significa, Nate? ¿Por qué lo has traído aquí, cuando
en su momento dijiste que ya no ibas a babear detrás de él como un
cachorro, porque te deja que se la chupes o algo por el estilo? Eso no lo
convierte en gay, sólo confirma que es un cretino egoísta que no quiere
perder a su fan número uno.
Ken me vio y agarró a Patrick del brazo. Todos se giraron
aterrorizados y Patrick palideció. Vale, reconozco que soy un cretino
egoísta, pero no cuando se trata de Nate, con él nunca fui así. ¿Acaso él
pensaba eso?
Sentía como si me hubieran clavado algo en el pecho y me faltaba el
aire. Dejé las bebidas sobre la mesa y me agaché para no intimidarlos, lo
último que necesitaba era asustar a los amigos de Nate.
-¿Eso fue lo que les dijiste, Nate, que yo te dejé chuparme durante
las vacaciones?
Él estaba helado y no contestó, parecía aterrorizado. Me froté los
ojos con las manos para contener las lágrimas, luego le agarré las suyas y
hablé con suavidad.
-No debería haber venido, ahora lo veo claro. No sé qué les has
dicho ni por qué, pero son tus amigos y es tu reunión. Supongo que
esperaba… algo más.
Quería decirle que esperaba ser incluido en esa parte de su vida, que
me hubiera tomado de la mano esa mañana en el supermercado en lugar de
alejarse cuando el dueño nos miró, que dijera a sus amigos que era su
novio, su amante, su pareja, cualquier palabra que pudiera indicarlo
“todo”, que no era una especie de ligue de una noche. Pero un bar no era el
sitio adecuado para exponer el corazón, así que me levanté y miré a los
amigos de Nate.
-Fue un placer verlos, que se diviertan.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me estaba yendo cuando oí que Nate me llamaba, pero no me pude


girar. Sabía que si lo miraba, me desmoronaría y lo avergonzaría frente a
sus amigos.
-Te veré luego en casa. Lo siento, Nate.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 12

NATE

Estaba sentado en el suelo de la ducha con la frente pegada a la de


Jake, acariciándole el pelo. Eran tantas las emociones y el amor que el
corazón parecía que se me iba salir del pecho. Siempre estuve enamorado
de este hombre. ¿Cómo era posible que lo estuviera aún más?
Creí que lo que sentía por él era lo máximo que alguien puede sentir
por otra persona pero de repente me replanteaba la cuestión. Lo de antes
parecía nada en comparación con lo de ahora. Pensé que tocarlo y decirle
que lo amaba podría bastar, pero ahora mis sentimientos eran más fuertes
y complejos.
Era demasiado para asimilarlo. Traté en vano de enfocar la relación
como si fuera un desafío científico; no era cuestión de números y
fórmulas. Mi corazón y cabeza albergaban muchas más cosas, imposibles
de procesar sin Jake. Cuando se trataba de sentimientos y emociones,
necesitaba hablar con él. Pero, ¿cómo confesarle que me aterraba la idea
de perderlo, que nunca podría volver atrás? No controlaba la situación y
podía espantarlo.
No teníamos tiempo para hablar, íbamos a salir con mis amigos y
teníamos que arreglarnos. Mientras me vestía me preguntaba cuál sería la
reacción de Jake en un club como ese y qué diría a mis amigos sobre su
presencia allí. No es que pudiera contarles que éramos… diablos, ni
siquiera yo sabía lo que éramos.
Me estaba abotonando la camisa cuando entró. Llevaba esos Levi´s
gastados, con la bragueta suave y desteñida de tantos años aguantando la
presión de su enorme pene y sus testículos. Estaba de frente pero sabía

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

cómo le sentaban por detrás, era una imagen grabada en mi cerebro. No


eran ajustados, pero la forma en que se ajustaban a su trasero y se metían
un poco en el centro, te permitía imaginar perfectamente sus perfectas y
musculosas nalgas.
Me ayudaba con los botones de la camisa cuando vi su camiseta. La
habíamos comprado en uno de los viajes a casa. Estaba suave por el uso y
en él quedaba sexy. Sonreí ante su elección de ropa para ir a un club gay.
El no prestaba atención a la ropa y eso lo hacía aún más sexy y masculino.
Le acaricié el pecho y sentí sus músculos a través del tejido.
-Recuerdo ese lugar, hacían unos tacos de queso frito y chili divinos.
Creo que a las camareras se les cortó la respiración cuando te quitaste la
camisa y compraste esta. Tuvimos suerte de salir antes de que empezaran
a pelearse entre ellas para ver quién se iba contigo a casa.
Jake me besó y gimió en mi boca mientras me acariciaba el pecho.
Lo amaba muchísimo.
-Hubiera sido una pelea sin sentido. De cualquier forma, yo me iba a
ir a casa contigo. ¿Recuerdas?
Recordaba. Disfrutamos mucho en ese viaje, con la radio a todo
volumen y cantando las canciones que sonaban, a veces poniendo nuestras
propias letras. Hablamos del colegio, de los sueños de futuro. Yo me
gradué pronto y ya había empezado Medicina. A Jake le encantaba
llamarme Dr. Richardson y cuando parábamos en los moteles, él ponía las
habitaciones a mi nombre, recalcando el título. Yo le pedía que parara,
pero en realidad me encantaba, estaba tan orgulloso de mí que me hacía
también sentirme orgulloso.
-¿Estás listo para salir?
Llegamos al club y enseguida ubicamos a mis amigos. Me senté y
Jake fue a buscar las bebidas. Apenas se alejó, Patrick se volvió hacia mí.
-¿Por qué está Jake aquí?
No supe qué contestar. Sabía que él no quería que los demás
supieran lo que habíamos estado haciendo y no sabía explicar cómo,
después de tantos años, venía conmigo a pasar un rato con ellos. La verdad
es que yo tampoco lo sabía.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Mira, Nate- dijo Scott –no es que tengamos algún problema con él,
lo sabes, solo que…- se detuvo, nervioso.
-Solo nos preocupamos por ti- continuó Ken –eres una gran persona,
pero nadie lo notará si sigues escondiéndote en ese apartamento con Jake.
Todos sabemos lo que sientes por él y tú sabes que no va a pasar nada, así
que debes continuar con tu vida. Te pedimos que vinieras porque
queremos ayudarte a encontrar a alguien, cosa que no va a pasar si él está
aquí. No prestarás atención a nadie y la verdad es que necesitas
distanciarte de Jake. Ya sé que no quieres oírlo, pero es la verdad.
Mi mente continuaba confusa con la relación y el plan trazado. Traté
de explicárselo a mis amigos.
-Ustedes no lo entienden. Las cosas ya no son así. Sé lo que me
quieren decir y yo dije lo mismo referente a la distancia durante el viaje,
pero todo ha cambiado. Nosotros, mmm, quiero decir, hicimos cosas y ya
no estoy seguro de que sea tan heterosexual. Creo que podemos tener una
oportunidad.
Ken y Scott se inclinaron hacia adelante y miraron a Patrick.
-¿Qué estás diciendo, Nate, que ahora es tu novio?
¡Oh, no! Si Jake oía esa palabra saldría corriendo.
-No, no, no. No estoy diciendo eso, sólo que las cosas cambiaron, se
han vuelto… físicas.
No sabía qué decirles para que entendieran y dejaran el tema, así no
tendría que contarles cosas que Jake no querría que se supieran. De
repente Patrick levantó el tono de voz.
-¿Entonces qué significa, Nate? ¿Por qué lo has traído aquí, cuando
en su momento dijiste que ya no ibas a babear detrás de él como un
cachorro, porque te deja que se la chupes o algo por el estilo? Eso no lo
convierte en gay, sólo confirma que es un cretino egoísta que no quiere
perder a su fan número uno.
Mi cuerpo se puso tenso por el enfado. ¿Cómo podía Patrick decir
esas cosas? Jake era la persona más generosa y protectora que conocía.
Abrí la boca para pedirle que se callara cuando observé que Ken se ponía
pálido y agarraba a Patrick del brazo. Seguí su mirada y vi a Jake allí, de
pie. ¡Oh, no! ¿Había oído? ¿Pensaba que yo les había contado que él había

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estado con otro hombre? No supe qué decir ni cómo reaccionar para
arreglar ese desastre.
Jake dejó las bebidas sobre la mesa y se agachó hasta mirarme a los
ojos.
-¿Eso es lo que les has dicho, Nate, que yo te dejé chupármela
durante las vacaciones?- Tomó mi mano entre las suyas –No debería haber
venido, ahora lo veo. No sé qué les has dicho o por qué, pero son tus
amigos y es tu reunión. Supongo que esperé algo… otra cosa… Ha sido un
placer verlos, chicos, que se diviertan.
Pensé que estaría lívido y enfadado, pero no lo parecía. Se lo veía
triste, verdaderamente triste. Incluso creí ver asomar lágrimas a sus ojos.
Sentí que le habíamos hecho daño. No entendía exactamente el motivo,
pero lo sentía con toda claridad.
-Jake, Jake, espera- al verlo marcharse por fin encontré la voz. Se
detuvo pero no se giró.
-Te veré en casa. Lo siento, Nate.
Y se fue. Los cuatro nos quedamos asombrados y en silencio hasta
que Scott habló.
-¿Qué diablos fue eso? Te juro, Patrick, que casi me hago pis en los
pantalones cuando me di cuenta de que te había oído, creí que nos iba a
matar. Pero nunca esperé esta reacción. Nate, de verdad, ¿qué pasa?
Cuéntanos.
El daño ya estaba hecho.
-Dijo que me amaba, que siempre lo había hecho. Por supuesto, fue
antes de… esta desastrosa noche. Tengo que ir a casa y salvar lo que
pueda. No puedo perderlo, no después de lo que compartimos. No puedo
perderlo- lloraba y temblaba cuando me levanté.
-Mierda, no entendí lo que nos estabas diciendo, nunca pensé que
él… te llevaremos a casa, no puedes ir solo.
Cuando salimos, el suelo estaba mojado, como si hubiera llovido. De
hecho, aún lloviznaba. Durante el trayecto no hablé, estaba obsesionado
con la mirada de dolor de Jake y en la forma que me sostuvo la mano
mientras me hablaba con suavidad.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Mis amigos me acompañaron hasta la puerta y permanecieron allí


hasta que abrí. Supe que no estaba, la casa se sentía vacía.
-No está aquí, no sé qué hacer.
Me pasé la mano por el pelo y entré, con ellos detrás. Nos sentamos
en el sofá sin hablar. Al rato, Ken rompió el silencio.
-Nunca había visto a Jake así. No lo conozco bien, pero nos hemos
visto lo suficiente desde que tú y yo nos conocimos hace cinco años.
Siempre pensé que era guapísimo pero rudo y, con honestidad, un poco
cretino. Esta noche parecía diferente. Te sostuvo la mano y te miró de
forma especial. Estaba triste, pero había algo más. No sé lo que estoy
diciendo.
Patrick y Scott asintieron.
-Sé lo que quieres decir, Ken. Nunca nadie me miró así y nunca vi a
nadie mirar de esa forma a otra persona. Lo hacía como si fueras un
tesoro, como si tú fueras lo único que él viera y los demás ni existiéramos.
¿Por qué no nos dijiste nada, Nate?
-No sé… pensé que él no querría. Estoy confundido, tengo tantas
cosas en la cabeza. Me da pánico perderlo- gruñí y me froté los ojos con
las manos –ni sé lo que estoy haciendo.
Me levanté y fui a lavarme la cara. Miraba correr el agua, con las
manos apretadas en el lavabo, cuando aparecieron los tres y se
despidieron.
-Nos vamos, Nate. No deberíamos estar aquí cuando regrese. Seguro
que no quiere vernos, por lo menos a mí.
-No es tu culpa, Patrick. Yo monté este lío y necesito arreglarlo.
Tengo que hablar con él y contarle lo que siento- De repente supe que
había llegado –ya está aquí.
-¿Cómo lo sabes? Yo no oí nada.
Yo tampoco, pero sabía que estaba en casa, podía sentirlo. Cerré el
grifo, pasé entre mis amigos y fui hasta la puerta. Allí estaba Jake,
empapado, de pie en la puerta, con las zapatillas y la camiseta tiradas en el
suelo y quitándose los pantalones de jogging, quedándose en suspensores.
Había salido a correr. Cuando necesita aclararse, hace ejercicio. Nos

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

miramos y pude sentir su amor por mí. Ahí estábamos, parados y


mirándonos el uno al otro cuando mis amigos entraron.
-¡Joder!...
Se quedaron con la boca abierta ante la estampa de Jake. Sus
músculos parecían más firmes y definidos que nunca y tenía el pelo negro
empapado y los ojos verdes brillantes. Vestido era el hombre más sexy del
mundo, pero ¿casi desnudo? Bueno, eso lograba que un hombre se
atragantara.
-¿Podrían dejar de comerse con los ojos a mi novio y largarse?- no
estaba enfadado, pero quería que se fueran.
La cara de Jake se iluminó, feliz. Vino hacia mí, se arrodillo y apoyó
la cabeza en mi estómago. Le acaricié la mejilla y enredé los dedos en su
pelo. Finalmente mis amigos se marcharon y Jake me miró y sonrió.
-¿Novio?
Mierda. ¿Lo llamé novio? Bueno, ya estaba cansado de negarlo.
Tenía que decírselo todo, confesarle mis sentimientos.
-Sí, novio- le contesté, tomando aire.
No salió corriendo ni me dejó. De hecho, parecía feliz y eso me dio
coraje. Me agaché y lo besé, primero con suavidad y cada vez con más
pasión, presionando la lengua contra su boca y dejando que me la
succionara.
-Te quiero más de lo que puedo decir, Jake. Más de lo que nunca creí
posible. Siempre te amé y siempre lo haré. Te amo, te amo, te amo- no se
separó ni se rió de mí. Solo me acarició la mejilla y susurró.
-Ya era hora, Nate.

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CAPÍTULO 13

JAKE

Después de dejar a Nate y sus amigos en el bar, fui a casa, me


cambié de ropa y salí a correr. Tenía que aclararme y consumir un poco de
energía y frustración. Estaba seguro de que Nate me amaba y no pensaba
dejar que una estúpida inseguridad lo convenciera de lo contrario. No, él
me amaba, solo le daba miedo decirlo.
Lo que más me dolía era su temor a confesármelo. Siempre fuimos
capaces de hablar de todo, pero al parecer no era así. ¿Cómo podía
tenerme miedo? Nunca, jamás, por nada del mundo podría hacerle daño.
Me hubiera gustado sentarme y gritarle “Me amas, Nate, me amas.
Eso es lo que sientes”. Parecía la única forma de metérselo en esa cabeza
dura. Pero ese era un sentimiento que no se podía explicar, tenía que
averiguarlo solo. Él tendría que encontrar las palabras y yo esperar. Estuve
haciéndolo toda mi vida, podía aguantar un poco más, mucho más, toda la
vida si fuera preciso. Después de todo, ¿qué opción tenía?
Llovía y los coches me salpicaron de barro y agua. Volví a casa
empapado y me quité la ropa a la entrada para no mojar el apartamento.
Estaba bajándome los pantalones cuando Nate salió del dormitorio. Lo
miré y el amor que vi en sus ojos me hizo entrar en calor y no sé cuánto
tiempo permanecimos de pie, mirándonos.
-¡Joder!
Sus amigos acababan de entrar y me miraban con la boca abierta. No
estaban encantadores, pero tampoco me llamaban imbécil, lo cual era una
mejoría.

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-¿Podrían dejar de comerse con los ojos a mi novio y largarse?


¡Acababa de decirle a sus amigos que yo era su novio! No alguien a
quien se la chupó en la habitación de un hotel. Estaba tan feliz que fui
hacia él y colapsé, con la cabeza apoyada en su estómago. Luego lo miré.
-¿Novio?
-Sí, novio- su rostro expresó ansiedad y luego resignación.
Se agachó y me dio un beso. ¡Cómo me gusta besarlo! Mi cuerpo
vibra, me duele el pecho y el pene se me endurece al instante.
-Te quiero más de lo que puedo decir, Jake. Más de lo que nunca
creí posible. Siempre te amé y siempre lo haré. Te amo, te amo, te amo-
susurró y me acarició la mejilla.
Al parecer, no tengo que esperar toda la vida. Sonreí de oreja a oreja.
-Ya era hora, Nate.
-¿No estás enfadado?
-¿Enfadado? ¿Por qué me iba a enfadar oír que me quieres? No
tienes ni idea del tiempo que hace que espero que digas esas palabras.
Estaba mirando el suelo con los ojos empañados.
-Nate, puedes decirme lo que quieras. Por favor, háblame.
Se inclinó hacia atrás y apoyó la cabeza en el sofá. Me miró con tal
fuerza y lujuria que casi tengo un orgasmo. Luego volvió a bajar la vista.
Me senté a su lado y le acaricié el brazo mientras esperaba que empezara a
hablar. Cuando por fin lo hizo, la voz le salió ahogada por la emoción.
-Tenía mucho miedo que cambiaras de idea, que me dejaras y
huyeras.
Me maldije por enésima vez por el daño que le había hecho a lo
largo de los años con mi estúpido e irresponsable comportamiento. ¿Cómo
no me había percatado de su sufrimiento las veces que me acostaba con
todas esas mujeres? Le alcé la barbilla y lo miré a los ojos.
-Nathaniel, hay una cosa, una maldita sola cosa de la que puedes
estar seguro en la vida y es que siempre estaré aquí, queriéndote con todo
mi ser. Eso no cambiará. No puedes asustarme ni alejarme, no te dejaré.
¿Me oyes, Nate? No te dejaré. Soy ese deportista tonto con quien te

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

emparejaron en la cuna del hospital y babearé detrás de ti y te perseguiré


hasta la tumba. Así es como va a ser, pase lo que pase.
-Tú no eres un tonto- murmuró contra mi hombro y me besó. Sonreí.
De tantas veces que me repitió eso a lo largo de los años, a estas
alturas ya debería tener una pegatina. Estábamos sentados en el suelo, con
los hombros pegados y los dedos entrelazados y podría jurar que Nate
estaba procesando mis palabras.
-¿Recuerdas nuestra graduación, Jake?
-Sí- me giré hacia él.
-Dejaste plantada a tu cita porque dijo que eras su novio.
Así que era eso. Por esa razón me relegó delante de sus amigos a un
mero ligue de una noche, en lugar de afirmar nuestra relación. Suspiré.
-¿Eso es lo que recuerdas?
-Es lo que pasó- me miró confundido.
-Ven aquí, Nate.
Me levanté y lo ayudé a ponerse de pie. Luego lo empujé con
suavidad hasta mi dormitorio y lo senté sobre la cama. Fui hasta el armario
y saqué un marco.
-Esta es mi foto de graduación, con mi cita.
Era una fotografía de los dos vestidos de esmoquin, sonrientes y
rodeándonos los hombros. Al verla, Nate sonrió y la acarició con el
pulgar. Luego me miró, confuso.
-¿Tu cita de la graduación? ¿Qué quieres decir?
-Nate, te pedí que fueras a la graduación conmigo. Dime que te
acuerdas de ello.
Me siguió mirando confundido y me arrodillé a sus pies.
-De acuerdo, te refrescaré la memoria. Se estaba acercando la fecha
y todo el mundo hablaba de ello. Te pregunté si ibas a ir y te reíste,
diciendo que no tenías pareja. Pensé que yo no tenía que gustarte para ir
conmigo, después de todo, solo era un baile. Así que te pedí que fueras mi
pareja. ¿Recuerdas lo que me contestaste?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Sabía que sí, pero continuaba quieto, mirándome, sin decir nada.
-Dijiste que no querías ser un anuncio gay, yendo con otro chico-
continué-. No te entendí, pero supe que no te sentías cómodo y pedí a un
par de chicas que fueran con nosotros, así no estaríamos haciendo una
declaración. Solo nos divertiríamos. Como Sylvia y Julie no tenían pareja,
pudieron venir con nosotros. No le pedí a Sylvia que fuera mi pareja y
estoy muy seguro de que no era su novio.
Miró unos instantes la foto y por fin habló.
-¿Lo decías en serio? ¿Me pediste en serio que fuera tu pareja?
Sabía que era sensible y crecer en Bryerville fue duro para él, porque
se sintió fuera de lugar, pero creo que nunca calibré el alcance de sus
inseguridades ni la profundidad del daño causado.
-Por supuesto que lo decía en serio. ¿Sabes que nunca bailaste
conmigo? Cuando te lo pedí esa noche te reíste. Creo que aún me debes
un baile.
-Sí, creo que sí- dijo con ojos llorosos.
Nos levantamos, encendimos la radio y bailamos allí mismo. Nate
seguía con sus vaqueros bonitos y la camisa azul. Yo estaba solo con los
suspensores y lleno de barro. Salvo Nate, nada importaba. Todo se
desvanecía cuando estábamos el uno en brazos del otro.
Aquella noche me quedé dormido soñando con el baile de
graduación y con una cosa en especial. Nate estaba muy guapo de
esmoquin y estábamos bailando juntos cuando de repente se arrodillaba,
me bajaba el cierre del pantalón y empezaba a lamerme el pene, pasaba la
lengua alrededor de la cabeza y se tragaba las gotas que brotaban. Se lo
metió entero en la boca y yo gemí mientras empujaba las caderas y mi
cuerpo temblaba por las sensaciones que me provocaba con su boca. Me
estaba acercando al orgasmo y cuando empecé a caer en el abismo
gritando su nombre, escuché sus gemidos ahogados y me di cuenta que no
era un sueño. Contuve el aliento, abrí los ojos y lo vi limpiándome el pene
con la lengua. Gemí con fuerza cuando la sentí presionar la raja y
ordeñarme las últimas gotas de semen.
-Todavía está oscuro. ¿Qué hora es?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Nate me cubrió con su cuerpo y comenzó a pasar la lengua por el


cuello y a chuparme el lóbulo de la oreja.
-Solo son las cinco. Hoy no tienes ningún caso pendiente, así que
puedes dormir hasta la hora que quieras. En este momento te necesito.
Sus besos eran suaves y me lamía los labios con toques rápidos hasta
atrapar mi lengua y succionar. Temblé al sentir su pasión y desesperación,
se restregaba contra mi cuerpo y nuestros penes se acariciaban.
-Te siento tan bien, Nate.
-Yo también a ti. Apuesto que puedo lograr que te sientas aún mejor.
Siguió descendiendo por mi cuerpo, evitando tocar mi renovada
erección y se metió primero un testículo y luego el otro en la boca,
haciéndome gemir de placer. Después de un rato, me levantó las rodillas
hasta el pecho, bajó la lengua hasta mi trasero y me besó, lamió y penetró.
Para cuando metió un dedo lubricado, mi pene estaba durísimo y
desesperado.
Lo busqué con la mano, pero Nate me la retiró. Me quejé, pero
obedecí. Añadió otro dedo y yo me retorcía, pidiéndole que me ayudara a
encontrar alivio. Gimió con fuerza, se arrodilló entre mis piernas y las
colocó sobre sus hombros. Luego sentí que me colocaba su pene protegido
y lubricado en la entrada. Intenté empujar, pero él me tenía sujeto por las
piernas, dejando claro que era quien controlaba la situación.
Me penetró despacio, parando cada tanto para empezar de nuevo.
Era una tortura, una maravillosa y deliciosa tortura. Traté de esperar, pero
no podía, necesitaba acabar y e intenté volver a poner mi mano en el pene,
pero Nate me miró y gruñó.
-No te toques. Yo te dejaré acabar, pero todavía no. No te preocupes,
sabré cuando estés preparado.
¡Oh, Dios! No sabía cuánto tiempo podría aguantar. Me estaba
presionando la próstata con su largo y grueso pene, pero sin querer
embestir. Me mantenía duro, pero sin poder encontrar alivio. Necesitaba
eyacular, pero él llevaba un ritmo enloquecedoramente lento y me sostenía
las caderas para no dejarme mover o acariciar. Mi cuerpo era un puro
estremecimiento y mis gemidos cada vez más fuertes, hasta que no pude
resistir más ni pensar con coherencia y empecé a rogar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Por favor, Nate, por favor. Necesito acabar. Déjame hacerlo, Nate…
Por favor… Por favor.
Cuando creí que me iba a desmayar de placer y frustración, él se
retiró casi por completo y luego empezó a bombear fuerte y rápido. Yo
empecé a soltar chorros de semen sobre mi estómago, pecho y barbilla y a
decir su nombre. Me contraje a su alrededor y el lanzó un grito ahogado
explotando en mi interior.
Me limpió con la lengua, luego me acarició el pelo, me besó en la
mejilla y apoyó la cabeza en mi cuello.
-Me debes una, Nate, me la debes- susurré en su oído con la poca
energía que me quedaba.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 14

NATE

Jake dormía a mi lado y sentía su cálido aliento en mi cuello y su


brazo alrededor del pecho, apretándome con fuerza. Podía olerle el pelo, la
piel, todo.
Nunca dormí mucho, mi mente siempre está activa y no me deja
descansar, pero estoy acostumbrado y casi me gusta, porque me permite
hacer más cosas. De niño, estudiar más y leer. En el instituto, aprobar más
asignaturas y graduarme antes. En la Facultad de Medicina, no había
mucho tiempo para dormir, así que hacía cosas en el laboratorio y
estudiaba mientras los demás dormían. Desde que trabajo en el
laboratorio, aprovecho esas horas para adelantar proyectos pendientes.
Pero últimamente he pasado las noches pensando en Jake, mejor
dicho, en la relación. Semanas atrás, reuní el coraje para confesarle lo que
sentía y decirle que quería que fuésemos una pareja. Esperaba enfado y
una huida, pero en lugar de eso, bailó conmigo, me sostuvo entre sus
brazos en nuestro pequeño apartamento y bailamos una canción que en ese
momento sonaba en la radio.

Lo rodeé con los brazos y recordé su sabor. Me gustaba dormir


sintiéndome un poco dolorido después de haberlo tenido dentro. Jake
dormía con la cabeza apoyada en mi hombro y su mano en la mía. Bajé la
cabeza y aspiré el aroma de su pelo. Olía tan bien, a hombre. Su presencia

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

es fuerte y sólida y cuando escucho su voz o huelo su piel, me siento a


salvo, como si nada malo me fuera a pasar.
Pensé en la reacción que provocaba en la gente. Podía inspirar dos
cosas, miedo o una gran atracción no exenta de temor. Casi todas las
mujeres del planeta entraban en la segunda categoría y si eran guapas, lo
más probable es que ya se hubieran acostado con Jake. En la primera
categoría entraban casi todos los hombres que no lo conocían lo suficiente,
incluidos sus compañeros de trabajo y colegas. Pero también lo admiraban
e intentaban emularlo y se acercaban a él para ver si se les pegaba algo.
Cuando lo veía dormir acurrucado contra mi pecho y recordaba sus
gemidos, me divertía pensar que alguien pudiera tenerle miedo. Es duro,
eso siempre lo supe y tuve ocasión de comprobarlo cuando estábamos en
el instituto.
A pesar de ser más joven que los demás, fue Defensa del equipo
desde sexto curso. Supongo que eso lo alteraba e intentó demostrar que era
tan duro como el resto de sus compañeros y poco a poco, fue incorporando
ese comportamiento a su vida cotidiana.
Siempre estaba en guardia, como si esperara a que alguien dijera o
hiciera algo y pronto empezó a pelearse con otros chicos. Ese
comportamiento continuó más allá del instituto y en ocasiones lo vi llegar
a casa con signos de pelea.
Conocía su faceta violenta, pero jamás conmigo. A mi lado siempre
fue muy dulce y protector y eso influyó en nuestra nueva relación física.
¡Dios mío, nuestra relación física! Lo quería a todas horas, pasaba
los días en estado de semi erección, pensando en su cuerpo y en la forma
que nos tocamos la noche anterior.
Al día siguiente del incidente con mis amigos, lo desperté con mi
boca e hicimos el amor con tanta lentitud que al final me rogaba que lo
dejara terminar, gritó mi nombre y me dijo que yo era su dueño.
Eso era lo que quería oír. Quería saber que me necesitaba, que me
pertenecía como yo a él. El que ese hombre tan fuerte y rudo, tipo Rambo,
pudiera convertirse en un cachorro suave conmigo, me excitaba hasta lo
indecible y me hacía sentir especial porque él me lo consideraba.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Después trasladó sus pocas cosas a mi dormitorio. Su guardarropa,


que era el más minimalista que yo había conocido. Una caja con papeles,
otra con las armas y algunas fotos. Nada más.
Miré las fotografías. Una nuestra del baile de graduación, una de sus
padres el día de su boda y otra de toda la familia el día de la graduación
oficial. En ella, ambos llevábamos la correspondiente toga, sosteníamos el
diploma en la mano y nuestros padres nos rodeaban sonrientes y
orgullosos. Fue un gran día y sigo agradecido de haber podido compartirlo
con Jake.
Mis padres y yo siempre nos llevamos bien, nunca fui una persona
difícil, no me rebelé ni fanfarroneé. De hecho, hice lo que me pedían hasta
que intentaron alejarme de Jake. Eso no lo podía hacer.
En segundo curso hice el Test de Aptitud Escolar por diversión, sin
preocuparme por estudiar. Salió muy bien, obtuve un resultado perfecto y
logré que muchas universidades, algunas de las mejores del país, me
enviaran cartas ofreciéndome educación gratuita.
La directora del instituto estaba entre entusiasmada y aliviada. Le
encantaba que uno de sus estudiantes tuviera la oportunidad de aprender
con los alumnos más brillantes del país y agradecida de no tener que
buscar a nadie más que me enseñara algo que ya no supiera. Me dijo que
me podía graduar pronto, sin siquiera tener que terminar los dos años que
me faltaban.
Mis padres nunca habían tenido la oportunidad de salir de la ciudad
y ya no digamos del estado. Fueron a la Universidad de Bryerville y
estaban felices con su vida, pero yo sabía que querían algo más para mí y
esos programas especiales lo ofrecían. A pesar de lo excitante que me
resultaba poder estudiar con las mentes más prodigiosas y ampliar mis
conocimientos, la idea de ir a alguna parte si Jake me paralizaba. No podía
respirar sin él y ya no digamos pensar sin él.
Él también me necesitaba. Desde la primaria lo ayudé con sus tareas,
estudié con él todos los exámenes. Es muy inteligente, pero por alguna
razón los deberes se le atragantaban. No encontraba sentido a la forma en
que estaban escritos los libros, pero cuando yo se lo explicaba enseguida
lo entendía. Teníamos nuestro propio lenguaje y compartíamos una
comunicación especial.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Sabía que si me iba, le costaría terminar el colegio. Si tuviera que


intentar comprender las cosas, no tendría tiempo de concentrarse en el
fútbol, deporte que amaba. Yo no estaba dispuesto a permitir eso ni a vivir
sin él.
Le dije a la directora que quería terminar los estudios y a mis padres
que no me iría. Se enfadaron, me gritaron y lloraron, pero al final
cedieron. Les hice prometer que nunca le contarían a Jake que había
recibido ofertas, no quería que pensara que era un impedimento en mi
vida, no lo era. No había programa, universidad, nada, que me pudiera
importar más que él. Era mi prioridad.
Así que me quedé en Bryerville, ayudé a Jake a terminar el instituto
con buenas notas para que pudiera ir a una buena universidad y nos
marchamos juntos. No era de las más prestigiosas del país ni tenía un
programa especial para gente muy inteligente, pero estábamos juntos y era
lo único que me importaba. En realidad, fue lo único que siempre me
importó.

Muchos años después, mientras estaba en la cama con Jake, me sentí


muy agradecido de compartir mi vida con él. Me conocía de verdad, sabía
mis defectos y fallos. También podría decir que conocía mis virtudes, pero
no se trataba de eso, es muy fácil amar y desear lo bueno. Pero Jake no
solo ama lo que yo intento proyectar, sino todo el conjunto.
Pude comprobarlo cuando compartí con él mis inseguridades y
miedos. No le cambió la mirada, siguió siendo la misma de amor y
aceptación de siempre, incluso en los peores momentos. Amor que lo
convirtió en el mejor amigo del mundo, aquel que toda persona sueña con
tener.
Me dijo que estaba enamorado de mí y que nunca dejaría de
quererme. Yo nunca creí en mí mismo, pero en él sí. Es la persona más
fuerte y confiable, siempre pude contar con él, nunca me falló. Aún
cuando no logro entender cómo alguien como él puede quererme y
desearme, sé que nunca me mentiría, ni me haría daño o traicionaría.
Así que aquí estoy, acostado al lado del hombre al que siempre amé,
con lágrimas de felicidad mientras mis dudas se desvanecían y entreveía la

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

felicidad que tenía por delante y la vida que compartiríamos. Cerré los
ojos y por fin me quedé dormido con una gran sensación de confort y
seguridad en los días venideros.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 15

JAKE

Fueron pasando las semanas y los meses y Nate parecía cada día más
feliz. Cuando salíamos, me tomaba de la mano, apoyaba la cabeza en mi
hombro viendo alguna película y hasta me besaba en los restaurantes o la
calle. Creo que por fin creía en mis sentimientos. En cuanto a mí, nunca lo
fui tanto y resultaba obvio, porque una noche, jugando al billar con mis
amigos, ellos hicieron el comentario.
-¿Quién es ella, Jake? ¿Quién es el bombón que te provoca esa
sonrisa tan estúpida? ¿Puedo compartirla contigo o me la pasas cuando
termines con ella?
Me incliné y alineé el taco.
-Piérdete, Jason. Yo no comparto y nunca estaré cansado de él. Bola
nueve, a tronera.
Metí la bola y alcé la vista. Dos me miraban sorprendidos y el
tercero con una sonrisa.
-Así que al final, tú y Nate estáis juntos. Me preguntaba qué te
detenía. Felicidades, hombre.
Mientras Anton sonreía, Jason y Todd seguían de pie, estupefactos.
Finalmente, Todd habló.
-Espera. ¿En serio? ¿Qué diablos estás diciendo, Jake? Y tú, Anton,
¿cómo diablos lo supiste?
Tomó un trago de cerveza antes de jugar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Cómo diablos tú no lo sabías, Todd? ¿Nunca te fijaste en la forma


que Jake miraba a Nate? Como si sostuviera la luna con su pene- farfulló
mientras daba otro trago a la cerveza.
Todd se movía de un pie a otro, asimilando las cosas. Jason ocultó la
risa mientras le daba a la bola, luego se rascó los testículos y soltó una
risotada.
-Bueno, estoy más que seguro que yo no quiero esa clase de acción.
Todd, cuando dejes de imaginarte a nuestro amigo con un pene clavado en
el cuerpo, ¿crees que serás capaz de sostener el taco? Es tu turno, idiota.
-No me estoy imaginando… oh, piérdete, Jason- ruborizado, tomó
un sorbo de cerveza y se volvió hacia mí con la vista baja –parece un buen
chico, Jake y me alegra que hayas encontrado a alguien. Ahora Abby
dejará de acosarme para que te busque una buena chica.
Reanudamos el juego y, aunque Todd parecía distraído al principio,
ya lo había asimilado antes de marcharse a casa con su mujer e hijos y se
despidió con palmadas en el hombro. En el fondo, siempre supe que eran
buenos chicos o no habría pasado tanto tiempo con ellos, pero me gustó
que se alegraran por mí y que no hubiera tenido que pelearme con ninguno
de ellos.
Decidimos jugar otra partida y Anton fue a buscar más cervezas.
Había dos tipos que estaban más bebidos de lo que podían soportar y uno
tropezó con Anton, tirándolo al suelo. Supe que no presagiaba nada bueno
porque, aunque habitualmente Anton no se metía en peleas si las podía
evitar, aquella noche estaba un poco borracho. Empecé a ir hacia ellos
justo cuando le dio al hombre un puñetazo que lo derribó contra la barra.
-¿Qué diablos te pasa, hombre, quieres pelea?
Me metí en medio de los dos y saqué la placa.
-De acuerdo, chicos, se terminó. Necesitan marcharse y despejarse.
Los desconocidos estaban a punto de decir algo, pero al ver la placa
decidieron que no merecía la pena meterse con un policía para defender su
orgullo, giraron y se marcharon.
-¿Cuál es tu maldito problema, Jake, creíste que no iba a poder con
esos dos? Eran dos nenazas y no juegues a policías conmigo. Fuera de mi

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

camino- me empujó e intentó pasar, pero le puse la mano en el hombro y


lo detuve.
-¿De verdad quieres meterte en una pelea ahora, Anton? A mí me
importa una mierda, pero estás con la condicional, imbécil. ¿Quieres
volver a la cárcel dos años más? No podré evitar que te arresten si alguien
llama a la policía. Vete a casa y duerme la borrachera, hombre- sabía que
yo tenía razón.
-De acuerdo, me voy, necesito acostarme con alguien. Idiotas de
mierda- se marchó refunfuñando.
Pensé con ironía que mi trabajo consistía en arrestar criminales y la
mayoría de mis amigos tenían antecedentes. Los entendía, yo no fui muy
diferente, la mayoría de las veces me mantuve a raya por Nate.
-¿Tienes tiempo de tomar otra cerveza, Jake? Te invito.
-Por supuesto, Jason.
Nos sentamos en la barra. Yo sabía de qué me iba a hablar y quería
detenerlo. Tras pedir las cervezas me miró, parecía nervioso.
-Yo… quiero agradecerte…
Le puse la mano en el hombro para silenciarlo. Era un buen hombre,
pero muy burro y no sabía cuando debía callarse.
-No necesitas agradecerme nada, no hice nada y aunque lo hubiera
hecho, no hubiese sido por ti.
Asintió y bebimos en silencio. Esperé que no volviera a sacar el tema
y tuviera el suficiente sentido común como para no hablarlo con nadie
más.
Su hermana había pillado al entrenador de baloncesto con los
pantalones por las rodillas, manoseando a su hija de doce años y le
disparó. Luego se supo que ese bastardo, durante años había embaucado a
otras chicas del equipo. Pero ella fue arrestada porque al parecer, no se
acepta que se vigile a alguien, no había más testigos que la niña y esta
permanecía callada. La única evidencia era el arma encontrada en la casa y
que culpaba a la hermana de Jason. Una noche, tomé la llave de la sala de
pruebas y me deshice de la evidencia. La verdad es que nadie quería
acusar a la madre de la niña, pero no tenían alternativa. Sin una prueba
real tuvieron la excusa para dejarlo pasar.

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Jason no tenía que agradecérmelo porque no lo hice por él, ni


siquiera por la hermana, a la que no admiro por sus actos. Como todo lo
demás en mi vida, lo hice por Nate. Sentí dolor de estómago y al terminar
la cerveza, me marché.

Era el primer día de sexto y yo tenía que quedarme en la escuela


después de clase para entrenar.
En nuestra ciudad, el fútbol americano era algo grande y muchos los
que querían jugarlo, así que nuestro colegio pudo tener dos equipos. El
mejor estaba completo, en su mayoría por alumnos de noveno curso y un
par de octavo. El entrenador pensó que los de sexto y séptimo podrían ser
buenos para el equipo y a veces jugar en Juveniles. El resto quedaba fuera.
A finales de verano hubo pruebas para los equipos y el primer día, el
entrenador me llamó aparte y me dijo que si seguía jugando así, sería el
jugador más joven del equipo principal. Cumplió con su palabra y allí
jugué como Defensa, lo que significaba entrenamiento diario después de
clase.
Nate y yo volvíamos juntos a casa, así que él también decidió
quedarse. Cuando terminamos la clase, le pregunté dónde estaría para
recogerlo al finalizar. Estaba muy entusiasmado porque el profesor de
ciencias le había ofrecido enseñarle un experimento. Me reí por lo feliz
que estaba ante la posibilidad de hacer trabajo extra. Al terminar, fui a la
clase del Sr. Smith y vi que todas las persianas estaban cerradas. Era raro,
porque siempre permanecían abiertas. Entré, Nate se volvió hacia mí y
sonrió. Estaba parado en ropa interior, mirando por el microscopio.
Se me erizaron los pelos de la nuca y tuve un mal presentimiento.
Corrí hacia él y lo cubrí con mi chaqueta. Nate aún no había crecido, era
muy pequeño para su edad y yo era más grande que la mayoría de los
chicos de noveno curso e incluso que algunos profesores. Mi chaqueta le
quedaba enorme y le llegaba a las rodillas.
-¿Qué pasa, por qué estás aquí, de pie y en ropa interior? ¿Dónde
está tu ropa, Nate?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me miró confundido, como si hubiera olvidado que estaba en la


clase, casi desnudo.
-Oh, el Sr. Smith abrió un refresco y me salpicó toda la ropa, así que
me la tuve que quitar y la puso a secar en su despacho- señaló distraído
una puerta al final del aula –dado que la escuela está cerrada y no hay
nadie, me dijo que, mientras él se la llevaba para secarla, yo podía usar su
microscopio para mirar estas diapositivas. Mira esta, Jake, es realmente
genial.
Me explicaba lo que veía detrás del microscopio, pero yo solo podía
concentrarme en lo que tenía delante. ¿Cómo podía alguien abrir de forma
“accidental” una lata de refresco y salpicar a otra persona hasta el punto de
empaparle la ropa? ¿Desde cuándo los profesores les dicen a sus alumnos
que se quiten la ropa en una clase? ¿Cuándo cerró la persiana el Sr. Smith
y cómo exactamente iba a secar la ropa de Nate en su despacho?
-¿Te dijo que usaras su microscopio particular?- lo interrumpí.
-¿Qué? Oh, sí, éste. Incluso puso la primera diapositiva y me acercó
las otras. Son alucinantes.
Continuó hablando y yo miré alrededor. Había varios microscopios
en las mesas, así que, ¿por qué ese en particular? Observé con más
atención y noté que para usarlo, Nate tenía que estar paralelo a la puerta
del despacho.
Fui hacia allí y justo encima advertí una sombra extraña. Coloqué los
dedos y me impulsé, encontrando una pieza de metal negro. Tiré y estaba
enganchada a un cable. Miré hacia atrás, Nate seguía entretenido con el
microscopio. Seguí tirando del cable hasta llegar a algo pequeño que
parecía una cámara de bolsillo.
-Oye, amigo, voy a ver si tu ropa está seca y vuelvo enseguida. ¿De
acuerdo?
Entré en el despacho del profesor sin golpear y cerré la puerta. El
escritorio estaba apoyado en la misma pared que la puerta.
Trató de mostrarse normal, pero tartamudeaba cuando me preguntó
qué hacía allí. No le di opción de terminar la frase y le apreté el cuello. El
Sr. Smith era bajo y gordinflón e incluso a los doce años, yo era más
fuerte que él.

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-¿Dónde está la cinta?- me costaba mucho no alzar la voz, lo último


que quería era que Nate me oyera gritar y se diera cuenta de lo que pasaba.
Miró de forma instintiva su maletín, que estaba en el suelo. Lo
empujé con el pie y se lo acerqué, mientras le seguía apretando la
garganta.
-Sáquela de ahí.
Estaba temblando cuando colocó el maletín sobre su regazo, metió la
mano dentro y sacó una cinta de vídeo.
-Póngala sobre la mesa.
Así lo hizo y trató de decir algo, pero no le di oportunidad. Hasta ese
momento, no le había pegado a nadie, pero al pensar en lo que le había
hecho a Nate, lo que supe que podía haberle hecho, le apreté la garganta
para que no hiciera ruido y le golpeé la cara con todas las fuerzas y la
rabia acumuladas. El primer golpe fue en el ojo, el segundo en la nariz y el
tercero en la mandíbula. Quería seguir, pero me preocupó que Nate notara
mi tardanza y quisiera averiguar qué pasaba. Además, el maldito
pervertido estaba inconsciente.
Lo solté y la cabeza golpeó la mesa. Metí la cinta en la parte de atrás
de los pantalones y la tapé con la camisa, luego recogí la ropa mojada de
Nate y volví al aula, donde mi amigo seguía ensimismado mirando por el
microscopio.
-Aquí tienes, Nate, no están tan mojadas. Puedes quedarte con mi
chaqueta para mantenerte abrigado. El Sr. Smith dijo que deberíamos
irnos.
Al día siguiente había otro profesor en la clase de ciencias y luego
contrataron a un sustituto. Ese bastardo nunca volvió a la escuela, pero yo
seguía enfadado. Éramos niños y Nate era muy dulce e inocente, amaba la
escuela y los estudios. El pensar que un profesor, alguien con autoridad y
a quien él creía, pudiera abusar de Nate de ese modo, cambió mi
percepción del mundo que me rodeaba.
Estaba muy enfadado y después de eso, ya no pude volver a creer en
nadie más, excepto Nate, por supuesto. A él le creo todo, al fin y al cabo,
es mi Nate.

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Odiaba pensar en ese día, porque me seguía aterrorizando. Y no me


asustaba con facilidad, de hecho nada lo lograba. Por eso era bueno en mi
trabajo y esa era la causa de haber sido asignado a trabajos de paisano, con
la peor ralea de la tierra. Tenía la habilidad de mantener la frialdad en
momentos de crisis. Otros agentes se asustaban o se ponían nerviosos y
eso los delataba. Yo no, no me importaba lo que me pudieran hacer, no
mientras Nate estuviera a salvo y feliz.
Ese día en la escuela estuvo muy cerca de perder su felicidad, su
dulzura y paz. Yo quería que siguiera siendo así el resto de su vida.
Cuando llegué a nuestro edificio y subí las escaleras tenía los ojos llenos
de lágrimas. Las enjugué recordándome que él estaba seguro y que nada le
había sucedido. Había destruido el vídeo sin que nadie lo pudiera ver y él
nunca supo lo cerca que había estado de… ni siquiera podía pensar en ello.
El apartamento estaba silencioso y a oscuras y supe que Nate
dormía. Había estado trabajando muy duro con una nueva vacuna. Su
brillantez nunca dejaba de sorprenderme.
Tomé una ducha rápida y sin hacer ruido me deslicé a su lado.
Estaba de lado, con el pelo rubio cayéndole sobre la cara y la almohada.
Era tan guapo y era todo mío. Su cuerpo reaccionó inmediatamente a mi
presencia, murmuró, se giró con los ojos cerrados y se acurrucó contra mi
pecho. Lo besé en la cabeza y le acaricié la espalda mientras me deshacía
de los malos recuerdos de aquel día con el Sr. Smith, del accidente, de los
matones de aquel bar, de todo. Él estaba a salvo, siempre lo estuvo y
siempre lo estaría porque yo me aseguraría de ello.
-Te amo, Nate- le susurré antes de cerrar los ojos.

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CAPÍTULO 16

NATE

-Te juro, Jake, que si no te conociera, te acusaría de rellenar los


dados. ¿Cómo es posible que hayas acertado todos los tiros?
Era domingo por la mañana y estábamos sentados en el salón,
alrededor de la mesa de café, comiendo tostadas con jamón y jugando al
Monopoly. Jake estaba que se salía con los dados y a mí no me quedaba
más dinero para pagar el alquiler de otro circuito.
-¿Qué puedo decir? Tengo un talento excepcional con las muñecas y
las manos y las maniobro de tal modo que sacan lo que quiero- sonrió
como un depredador y bajó la mirada hacia mi pene, que respondió de
inmediato levantando la tela del pantalón de chándal.
-¿Sigues hablando de los dados o te refieres a otras habilidades?
Se alzó de hombros y sonrió.
-Si después de seis meses no lo sabes, entonces me estoy refiriendo a
los dados. Tu turno.
Mientras hablaba, se movió ligeramente y levantó la rodilla,
dejándome una vista excelente. No llevaba ropa interior y a través del
short podía verle el grueso, largo y ligeramente curvado pene apoyado
sobre la pierna. Quise pasar la lengua por la vena que recorría toda su
longitud y ni siquiera recuerdo haber tirado los dados, solo existía su pene.
-Oh, mira, parece que has aterrizado sobre otra de mis vías férreas,
colega. ¿Tienes suficiente dinero para pagar el recorrido o necesitas
negociar? Podría estar dispuesto a dejarte usarlas gratis si tú estás

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

dispuesto a llevarme a dar, mmm, ¿a dar una vuelta?- me miró con las
cejas alzadas -¿qué dices?
¿Cómo era posible que pudiera convertir un juego de mesa en algo
sexual? Fui a gatas hasta él, le levanté la camisa y comencé a
mordisquearle pecho y estómago. Cuando llegué al cuello levantó los
brazos para ayudarme a sacarle la camisa y continuar besándolo y
mordisqueándolo.
-Digo que sí- murmuré en su oído mientras le chupaba el lóbulo.
Jake estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá,
los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Me rodeó la cabeza con
las manos, enredó los dedos en mi pelo y me besó, entrelazando su lengua
con la mía. Yo bajé la mano hasta su short y él se alzó un poco para
permitirme quitárselo.
No importa las veces que veo su cuerpo, siempre me quita el aliento.
Es una obra de arte, cada músculo perfectamente esculpido. La piel con un
eterno tono deliciosamente oscuro. Respiraba pesadamente, tenía los ojos
oscurecidos por la lujuria y me miraba con intensidad.
Tracé con la lengua sus pezones y pasé la mano con suavidad por su
pene. El temblaba y gemía, inmerso en un estado total de necesidad y
deseo, preparado.
-Ponte a cuatro patas- le dije con voz ronca y baja.
Gruñó y me besó con desesperación, empujando el pene hacia arriba
y frotándose contra mis pantalones. Luego se giró y se colocó. Yo me puse
detrás de él, aún vestido y le pasé las manos por el pecho, el cuello y la
espalda, provocándole un reguero de estremecimientos. Estiré la mano,
recogí algunas gotas que caían de su pene y lo lubriqué. Luego me bajé los
pantalones y me apoyé en su entrada.
Meses atrás, nos hicimos todas las pruebas de enfermedades de
transmisión sexual. Era la primera vez que ambos hacíamos el amor sin
ningún tipo de protección y formaba parte de las ventajas de la
monogamia, además de permitirle a uno conocer de verdad el cuerpo de
su pareja, la forma de hacerla sentirse bien y de tener seguridad para
dejarse ir sin reservas.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Empujé lentamente dentro de su cuerpo y él dio un grito ahogado.


Habitualmente utilizábamos más lubricación. Me retiré, tratando de
decidir si continuar, usar saliva o ir al dormitorio a buscar lubricante. De
repente vi el bote de mermelada, me puse una cucharada en el pene y en su
entrada. El jadeó.
-Mira que eres creativo- dijo en voz muy baja.
Le puse los dedos en la boca y los chupó mientras yo iba metiendo la
cabeza de mi pene dentro de su cuerpo. Cuando logré traspasar el primer
anillo, él gimió y relajó el cuerpo, dejándome entrar hasta tocar su vello
púbico con mis testículos. Estaba en casa.
Localicé su próstata e hice una serie de embistes cortos, tipo conejo,
mientras lo mordía en el cuello y los hombros. Quería incitarlo, hacer que
aquello durara, pero mi necesidad era demasiado grande y no pude
aguantar mucho. Después de bombearlo durante unos minutos, mis
testículos se tensaron y tras un último embiste pronuncié su nombre y me
vacié en su interior.
Cuando recuperé el aliento, le di la vuelta y me tragué su pene hasta
el fondo de la garganta. Jake gemía, me agarraba del pelo y su cuerpo iba
al encuentro de mi boca. Chupé fuerte, le pasé la lengua alrededor y moví
la cabeza arriba y abajo hasta que, después de unos segundos, gritó y me
llenó la boca con su descarga.
-Oh, Dios, Nate. Eres increíblemente bueno en esto. Uh… uh… ¡Oh,
sí!
Succioné hasta sacarle todo el semen, luego fui subiendo, lamiéndolo
y cuando llegué hasta su boca, lo besé y comencé a restregarme contra su
cuerpo, esparciendo la mermelada sobre ambos.
-¿Este paseo me cualifica para pasar gratis por tu vía?- murmuré.
Se rió y abrió la boca para contestar cuando su móvil comenzó a
sonar.
-Maldita sea.
Se sentó y me arrastró con él, luego alcanzó el teléfono y cuando
leyó el mensaje, su cara se ensombreció.
-Lo siento, cariño, pero tengo que ir al trabajo, ha pasado algo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me levanté y me acomodé los pantalones, incómodo por la


mermelada. Necesitaba lavarme. Jake me besó en la cabeza y se metió en
la ducha. Me sentí desilusionado.
Esperaba que pasáramos el día juntos, solos, sin hacer nada… y de
todo, pero juntos. Intenté que no notara mi desilusión cuando terminó la
ducha más corta de la historia y salió del dormitorio vistiendo unos
vaqueros gastados, un jersey negro y sus viejas botas negras. Al ir a
ponerse la cazadora, noté que no llevaba la pistolera. Se acercó a mí y me
acarició la mejilla.
-Te prometo que te compensaré. No creo que tarde mucho. Te
quiero, cariño.
-Yo también a ti.
Cuando se marchó, suspiré. Apenas nos vimos durante la última
semana. Se iba temprano y volvía tarde e incluso en casa nos interrumpían
constantemente con mensajes de texto o llamadas que lo hacían irse de
repente. Nunca me dijo quién era, pero pude oír la voz de una mujer a
través del teléfono.
Algunas noches me quedaba despierto esperando su regreso. Cuando
llegaba, se iba al cuarto de baño y tomaba duchas largas. A mí me gustaba
el olor de su cuerpo, hasta cuando estaba sudado y una noche le pedí que
no se duchara y viniera a la cama, pero se negó. Cuando volvió, tenía la
piel enrojecida de tanto frotar.
Guardé el juego y sonreí. Era el mismo Monopoly de siempre. La
parte de atrás estaba toda garabateada del día que, cuando apenas teníamos
tres o cuatro años, decidimos que le faltaba colorido y se lo añadimos. Con
el tiempo fuimos perdiendo piezas y las reemplazamos con monedas, y en
lugar de tener moviéndose por el tablero guardacabos de metal, hierro,
zapato, perro, sombrero y carretilla, eran monedas de 1, 5 y 10 centavos,
un cuarto y un dólar de plata. Cuando vivíamos en casa y jugábamos los
seis, añadimos objetos al azar, para que cada uno pudiera tener sus propias
piezas.
Esas noches en familia eran divertidas, nos sentábamos alrededor de
la mesa de comedor de la casa de Jake, su madre hacía galletas y el padre
batidos y pasábamos horas riendo, jugando y charlando. No volvimos a

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

disfrutar de otra noche así desde la muerte de sus padres. Las echaba de
menos y sabía que él también.
Tuve una idea y llamé a mi madre para pedirle la receta de las
galletas. Cuando murió Mamá Bev -así llamábamos a la madre de Jake-,
ella se quedó con todas sus recetas. En cuanto Jake volviera, podríamos
comer galletas, beber batido y jugar.
Limpié el apartamento, lavé ropa y fui al supermercado. ¡Qué
doméstico! Me reí de mí mismo, pero en realidad, me gustaba hacer las
cosas de la casa, como también quedarme en ella jugando con Jake. Esas
eran las cosas propias de la convivencia, las que hacía una familia. Y
nosotros lo éramos. Crecimos de esa manera, vivimos así toda la vida y
nunca cambiará. Los dos juntos, completamente juntos.
Volví a casa y mezclé los ingredientes y, una vez colocada la
primera fuente en el horno, tomé una ducha para quitarme la mermelada
seca y me vestí. Al volver a la cocina, vi que tenía un mensaje en mi
teléfono.
-Hola, Nate. Lo siento, ha pasado algo y no podré ir a casa de
momento.
¿Qué quería decir con eso? Lo llamé, pero saltó el buzón de voz.
Suspiré, saqué la fuente del horno, puse otra y llamé a Patrick. Necesitaba
salir y distraerme, tenía un mal presentimiento.
-Eh, Pat, ¿qué tienes pensado hacer?
-Hola, extranjero. No mucho, necesito recoger unas películas para
enviárselas a mi madre.
-Suena genial. ¿Quieres compañía?
-Seguro, Nate- se rió –pasaré a recogerte dentro de un rato.
Estaba a punto de poner las últimas galletas en un plato cuando
llamaron a la puerta. Recogí la chaqueta y primero fuimos a almorzar a un
café y charlar. Supuse que Jake me llamaría cuando terminara, pero el
teléfono no sonó. Miré por si no lo hubiera escuchado y vi que estaba
apagado.
-Maldición. Otra vez se terminó la batería, tengo que reemplazarla,
ya no aguanta más de dos horas. Es ridículo- golpeé el teléfono contra la
mesa y Patrick me alcanzó el suyo, riendo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-No te enfades con el pobre teléfono, Nate, no tiene la culpa de que


eches de menos a tu novio. Aquí tienes, puedes usar el mío para ver si hay
algún mensaje.
-Lo siento, pero últimamente trabaja demasiado- le sonreí con
timidez mientras averiguaba si tenía alguno. Ninguno. Se lo devolví
tratando de no fruncir el ceño.
-¿Estás listo para ir a buscar las películas de tu madre?
Íbamos charlando mientras llegamos al extraño vecindario donde
Patrick compró las películas a un chico que, o las pirateaba o las robaba, o
ambas cosas. Yo estaba de mal humor y empecé a poner pegas.
-Pat, ¿sabes que esto no es legal? Creo que te puedes permitir
comprar películas en tiendas, como todos nosotros.
Patrick miraba hacia otro lado y no contestó.
-Eh, Nate. ¿No es Jake el que va por ahí? Vamos a alcanzarlo, así le
puedes decir que tu teléfono no funciona- y siguió en voz apenas audible-
a ver si dejas de estar malhumorado y obsesionado con la posibilidad de
perder su llamada.
Señalaba hacia el otro lado de la calle y yo creí que intentaba
distraerme para que dejara de quejarme, pero cuando miré vi que Jake
entraba en un bar con varios hombres y una mujer. Esperamos que
cambiara la luz para cruzar la calle y entrar en el bar.
Estaba oscuro y me costó adaptarme. Cuando lo hice, no pude creer
lo que estaba viendo. Jake estaba al fondo, de espaldas y abrazaba a una
mujer. La besó y le apretó el trasero con la mano.
Me sentí enfermo y tenía el pecho tan apretado que apenas podía
respirar. Teníamos que salir de ahí. Agarré a Patrick del brazo y lo saqué
del bar justo cuando iba a decir algo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 17

JAKE

Estaba sentado frente a mi escritorio trabajando y pensando en lo que


íbamos a cenar Nate y yo, cuando frente a mí aparecieron un par de
piernas larguísimas enfundadas en medias y una falda muy corta.
-Hola, Detective Owens.
Alcé la vista y vi una camisa muy ajustada, un estómago descubierto,
grandes pechos y una cara muy guapa, pero con ojos hinchados y
cansados.
-Hola, Suzie Q. mucho tiempo sin verte- la abracé con calor, que le
venía muy bien dada la poca ropa que llevaba –pensé que habíamos
acordado que dejarías la calle, querida. ¿Volver al colegio, quizá? Ven, te
daré un café, un donut y me cuentas.
La había conocido un año antes, haciendo la calle y embarazada.
Tenía diecisiete años y había huido de casa. Intenté llevarla a un albergue
que se ocupaba de madres adolescentes y que podría ayudarla a ella y al
bebé a encontrar una vida mejor. Al parecer, las cosas no habían
funcionado. Fuimos a la sala de descanso, le serví un café y le alcancé la
caja de donuts, se veía hambrienta y ansiosa.
-¿Qué puedo hacer por ti, cielo?
Se removió un poco en el asiento y se echó a llorar. Me sorprendió,
porque era una chica dura que vivía sola desde los catorce años, había
vivido muchas pesadillas y jamás la había visto llorar o expresar emoción
alguna. Me senté a su lado y permanecí callado esperando que se calmara
y me dijera qué necesitaba.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Esta vez la fastidié, Detective Owens, mucho. Me han quitado a


Alexis y no me la devolverán hasta que no los ayude. No sé qué hacer.
-Está bien, querida, todo irá bien. Empecemos por el principio.
¿Quién es Alexis, quiénes son ellos y qué tipo de ayuda quieren?
Resultó que Alexis era su hija de dos meses. Se quedó en el albergue
y tuvo su hija, pero cuando cumplió dieciocho años, madre e hija
volvieron a la calle. Mientras vivía en el albergue trabajaba en una
cafetería, pero al irse, eso no pagaba tan bien como su anterior “carrera” y,
una vez que ella se tuvo que hacer cargo de todos los gastos de la casa y
de la niña, resultó más fácil volver a la antigua vida. Pero poco después las
cosas comenzaron a desmoronarse.
-Pensé que esta vez iba a ser diferente, no tenía que responder ante
nadie, todo el dinero era para mí y nadie podría decirme lo que tenía que
hacer. Todo iba genial hasta que conocí a ese hombre, parecía bastante
agradable, limpio y siempre pagaba sin causar problemas. Después de una
semana, me dijo que conocía una forma de ganar más dinero, lo único que
tendría que hacer era presentarle chicas nuevas, tan jóvenes como yo
cuando empecé.
-Al principio, supuse que le gustaban jovencitas y conocía a algunas
chicas a las que no les venía mal el dinero. Pensé que estarían agradecidas.
Pero después de presentarlas, algunas empezaron a desaparecer. Fuimos a
buscarlas a sus casas, sus cosas seguían allí pero nadie las había visto ni
sabía nada de ellas. Tuve un presentimiento muy malo y dejé de
devolverle las llamadas.
-A partir de ese momento, todo cambió. Una noche, me pilló a la
salida de casa. Había sido lo suficientemente estúpida como para llevarlo
allí algunas veces. Al principio, solo me preguntó por qué había dejado de
contestar a sus llamadas y presentarle más chicas.
-Cuando le dije la causa, me pegó diciendo que eso no me incumbía
y que de lo único que me tenía que preocupar era de mí y de mi hija, lo
que significaba que tenía que seguir presentándole chicas. Nadie me dice
lo que tengo que hacer, así que lo mandé al diablo y cuando se marchó,
entré en casa. No pude trabajar durante tres días por culpa de los
moretones, pero seguí sin atender sus llamadas. No necesitaba esa mierda
y ese tipo no era nada bueno.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Mi cara volvió a la normalidad y salí de nuevo, pero cuando volví,


Alexis había desaparecido. Ella es muy dormilona, yo solo salgo unas
horas por la noche y la dejo en el apartamento. Me asusté, casi llamé a la
policía cuando sonó mi teléfono y era él. Me dijo que tenía a Alexis y que
si no le presentaba a más chicas, se quedaría con la mía. También me dijo
que si llamaba a la policía, ellos me la quitarían porque la dejaba sola a
causa de mi… trabajo.
-Traté de hacer lo que pedía pero pasaron dos días y no pude
encontrar a nadie. No me devuelve a Alexis y yo no sé dónde encontrarlo
ni qué hacer. Por favor, ¿me podría ayudar, Detective Owens?- me pidió
con una sonrisa muy seductora y me acarició el brazo –ya no soy una niña,
detective. He cumplido dieciocho años hace unos meses, lo que significa
que ya podemos divertirnos un poco.
Me rompió el corazón y con suavidad le quité la mano de mi brazo.
-Me siento halagado, pero sigues siendo muy joven para mí, Suzie y
lo más importante, yo estoy conquistado, muy conquistado. Pero te
ayudaré, es mi trabajo, ¿recuerdas? Veremos qué se puede hacer. Dame un
minuto para que haga una llamada y volveremos a empezar de nuevo, así
me quedo con los detalles y partimos desde ahí.
Llamé a Nate y le dije que no llegaría a casa para cenar, luego pasé
varias horas conversando con Suzie, revisando los números de su teléfono
y hablé con varias mujeres de antivicio. A medianoche ya tenía bastante
idea de lo que estaba ocurriendo.
Gary Higgins, el hombre al que conoció Suzie, trabajaba en una
especie de organización de tráfico humano y operaban en un par de
estados, recogiendo chicas y haciéndolas desaparecer antes de ser pillados.
Se centraban en prostitutas y chicas que estaban solas, para que nadie
pudiera echar en falta su ausencia.
Hasta ese momento, nunca habían raptado a un bebé y eso era un
cambio. No estaba seguro de si Gary se estaba volviendo descuidado o
habían encontrado un nuevo mercado. Ninguna opción era buena para
Alexis, teníamos que encontrarla, y rápido. Y si teníamos suerte, a lo
mejor también lográbamos encontrar a alguna de las chicas desaparecidas
y encerrar a unos cuantos implicados.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

La única opción era introducirnos en la organización. Arrestar a


Gary o algún otro no era una buena solución, porque cuando hubiéramos
logrado hacerlos hablar, los demás habrían desaparecido con las chicas. Lo
mejor era que Suzie me presentara y yo intentara introducirme dentro de la
trama. Nunca había tenido muchos reparos a la hora de saltarme alguna
regla. Hablé con el capitán y me autorizó.
Al día siguiente, Suzie llamó a Gary y lo citó. Cuando llegó a su
apartamento -utilizo la palabra “apartamento” muy ligeramente. Tugurio
sería la palabra más acertada- yo lo estaba esperando. Me aseguré de oler a
cerveza y dirigirle una mirada extremadamente airada, para que creyera
que realmente estaba muy enfadado. El tipo era bastante fuerte, pero yo lo
soy más y le pegué hasta que gritó.
-¿Así que eres el desgraciado que cree que puede venir a meterse con
mi mercancía? Suzie es mi chica, ¿entiendes? ¿De dónde sacaste que
podías pegarle? Nadie querrá acostarse con una chica que tenga la cara
marcada. ¿Y dónde están mis otras chicas, qué les estás ofreciendo, más
dinero? ¿Crees que voy a dejarlo pasar? Este es mi barrio y ellas son mis
chicas.
Lo tenía en el suelo y sangraba. Le quité la pistola y cuando me vio
sacar la navaja, se vino abajo.
-No lo sabía, hombre. Creí que trabajaba sola, no conocía tu interés
en ella y las otras. Pero creo que puedo compensarte, especialmente si nos
consigues más.
Supe que lo habíamos logrado. Le permití llamar a un par de
hombres y concertarme una cita para el día siguiente. Llevé a otro
detective conmigo, Kathy DeVito, una mujer que trabajó de incógnito en
antivicio y sabía tratar con ellos. La presenté como mi novia y dije que era
muy buena a la hora de reclutar chicas, porque lograba hacer que creyeran
en ella.
En los dos días siguientes, tuvimos varias reuniones con Gary y
algunos involucrados en la operación. Pusimos gente para que los
siguieran, con la esperanza de que nos condujeran al lugar donde estaban
las chicas. Me dijeron cuánto pagaban y me mostraron fotografías de
algunas, para darme una idea del tipo que buscaban. Eran muy jóvenes y
estaban golpeadas, sucias y aterrorizadas. Se me erizó la piel.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Les aseguré que podríamos conseguir algunas, mientras intentaba oír


lo que se decían entre ellos. Así logré averiguar que estaban cerca y la
buena noticia era que aún no las habían vendido. La mala era que no
estaba seguro de la suerte que había corrido el bebé.
Cuando esa noche llegué a casa, después de haber visto las fotos y de
oír tantas cosas, me metí en la ducha y, para quitarme el olor del día, me
restregué tanto que casi me dejé la piel en carne viva. Lo último que
quería era traer a casa y a nuestra cama parte de ese mundo. No podía
exponer a Nate a esa clase de vida enfermiza y depravada.
Lo único que necesitábamos era que Gary y los otros trajeran el
dinero. El domingo, Kathy me envió un mensaje para decirme que ya
estábamos dentro. Odiaba tener que dejar a Nate y él parecía
desilusionado. Había logrado tener un día libre y planeábamos pasarlo
juntos; la semana anterior apenas nos habíamos visto. Lo besé y le pedí
disculpas, pensando que terminaríamos pronto. Pero no fue así.
Hubo un problema en el lugar donde mantenían prisioneras a las
chicas, y Gary y los otros se retrasaron. Por fortuna, cuando llegaron
seguían enfadados y hablaron abiertamente de la nueva localización.
Mientras íbamos juntos hacia el bar donde estaba programada la reunión,
ya tenía una idea bastante clara de dónde encontrarlas.
Allí, Gary llamó y alguien nos abrió la puerta. Una vez dentro, sonó
el teléfono de la oficina y alguien salió deprisa a contestar, mientras los
demás nos dirigíamos a la parte trasera del bar. Kathy y yo estábamos
parados con los demás charlando sobre el nuevo lugar donde meteríamos a
las nuevas incorporaciones.
Estaba de espaldas a la puerta cuando sentí entrar a Nate. Me
devanaba los sesos intentando averiguar lo que hacía allí. Logró entrar
porque el otro seguía al teléfono y no había cerrado la puerta. ¿Por qué
estaba allí?
Por primera vez en mi vida sentí pánico. Llevaba una pistola dentro
de la bota, pero estaba rodeado por cinco tipos armados. Si Nate
pronunciaba mi nombre o se acercaba, mi tapadera se fastidiaría y con
ella, su seguridad. Nos sacarían a todos a la calle y yo no podría
cargármelos a todos antes de que lograran dispararle. Eran muchos y su
única opción era retroceder antes de ser visto. Tenía una sola forma de
lograrlo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Tomé a Kathy de la mano y la atraje hacia mí. Me miró extrañada


pero siguió la farsa. La besé, le apreté el trasero con la mano y sentí que la
sala se quedaba sin aire. Nate se había ido. Probablemente le había roto el
corazón, pero salvado la vida. Quería llorar, correr detrás de él, pero no
podía.
Pasaron otros quince minutos antes de poder irnos, con la promesa
de acudir con chicas al lugar indicado en una hora. Inmediatamente
llamamos al equipo, contamos lo que habíamos oído y comenzamos la
búsqueda.
Traté de llamar a Nate, pero salía su buzón de voz. No quería hablar
conmigo. Por primera vez, me estaba echando fuera de su vida y sentí que
me faltaba el aire. No sé cómo pude continuar, pero era la única
alternativa, había que encontrar a las chicas y al bebé.
Lo logramos al cabo de cuarenta minutos. Estaban cansadas,
enfermas y asustadas, pero vivas. Teníamos agentes vigilando el bar y a
quienes entraban y salían. Apenas recuperamos a las chicas, dimos la
orden de arresto. En la refriega, un oficial resultó herido y una escoria
muerta, buen resultado, dada la situación.
Debería haberme sentido feliz, habíamos salvado a mucha gente y
era probablemente el mayor éxito de mi carrera, pero solo podía pensar en
Nate. Su mayor temor era que lo traicionara, que volviera con mujeres y
me pilló haciendo precisamente eso.
Sabía que podría explicárselo, racionalmente él lo entendería y me
perdonaría. Pero lo había herido muy profundamente y ya habíamos
llegado tan lejos en nuestra relación que la herida no desaparecería. Me
pregunté si alguna vez volvería a confiar en mí a nivel emocional. Me
dolía el corazón cuando por fin me fui a casa.
Nate debió oír la puerta porque salió corriendo del dormitorio. Me
sorprendió que estuviera en casa, que no hubiera hecho las maletas y me
hubiera abandonado. Pero lo que más me sorprendió fue su mirada, no
parecía ofendido o herido, sino aliviado.
-¡Gracias a Dios! Me alegro de que estés bien.
Me rodeó con sus brazos y se puso a llorar contra mi cuello.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Lo siento, Jake, sabía que estabas trabajando y no pensaba cuando


entré allí. Solo quería verte- me apretaba con fuerza y musitaba en mi
cuello –me tenía tan preocupado y asustado pensar que había descubierto
tu tapadera. Gracias a Dios que estás bien.
No estaba herido, supo porqué besé a Kathy y en todo momento lo
entendió. Le aparté el rostro de mi cuello y lo miré.
-¿Lo sabías? ¿Cómo?
Sonrió y se sorbió.
-Te conozco, Jake y confío en ti. Además, ¿por qué otra razón
podrías besar a una mujer?- seguía sonriendo y los ojos le centelleaban –
ambos sabemos que te gusta demasiado un pene como para ser
heterosexual.
Al parecer, habíamos llegado más lejos de lo que yo creía. Le sequé
las lágrimas y susurré.
-Gracias por creer en mí. Necesito una ducha. Acompáñame y te
mostraré lo que me gusta un pene- lo besé con suavidad, lo tomé de la
mano y fuimos al baño.
Cuando nos quedamos desnudos, el temblaba. Había tenido miedo de
verdad. Le acaricié la nuca y lo miré a los ojos.
-Está bien, cariño. No pasó nada, no tienes que asustarte.
No parecía convencido, pero asintió. Nos metimos debajo del agua
caliente y yo me restregué con fuerza el cuerpo. Habitualmente me ocupo
de él antes, pero necesitaba quitarme los restos del día antes de tocarlo.
Me sentía sucio. Nate puso su mano sobre la mía.
-Déjame lavarte, Jake. Prometo que te dejaré limpio… sin quitarte
mucha piel.
Cuando me habla, sus ojos están llenos de amor y me resulta
imposible negarme. Cuando lo miro, me siento obligado a complacerlo y a
hacer cualquier cosa por él.
-Gracias, Nate.
Me lavó despacio y con suavidad. Me enjuagó y volvió a empezar de
nuevo. Pensé que los acontecimientos habían apagado mi apetito sexual,
estuve casi todo el día enfermo a causa de lo que Gary y su banda les

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

habían hecho a esas chicas, la forma en que las habían tratado, el maltrato
físico y emocional al que las habían sometido.
Pero apenas Nate empezó a lavarme, mi mente se centró en él, en su
piel suave y resplandeciente, en su pelo rubio y empapado, en la forma
que mi piel hormigueaba con su tacto. Lo quería muchísimo y para cuando
terminó de quitarme el jabón, tenía el pene tan duro que dudo que me
quedara otra gota de sangre en alguna otra parte del cuerpo. Nate estaba en
las mismas condiciones.
Le rodeé el cuello con las manos y le acaricié las mejillas con los
pulgares. Nos acercamos el uno al otro y compartimos un beso largo y
profundo. Me enjaboné las manos y las pasé por todo su cuerpo mientras
seguíamos besándonos y entrelazando las lenguas.
Después, busqué entre las nalgas con la mano enjabonada y la pasé
por su hendidura. Él tembló, dio un quejido y fue todo el acicate que
necesité.
Lo penetré con el dedo enjabonado hasta la primera falange y lo
moví en círculos, haciéndolo empujar contra mi dedo. Añadí otro y
encontré su punto más sensible. Nate estaba con los ojos cerrados y gemía
con suavidad. Me arrodillé y chupé la punta de su pene mientras seguía
trabajándolo por detrás.
Nate se inclinó, apoyó las manos en mis hombros y comenzó a
mover las caderas, mientras entraba y salía de mi boca. Lo succioné con
fuerza y moví la cabeza hacia adelante y atrás al mismo ritmo. Me clavó
los dedos y sus gemidos se convirtieron en gritos ahogados. A los pocos
minutos me llenó la boca con semen.
Lo miré mientras su pene se ablandaba en mi boca. Tenía los ojos
cerrados y en la cara una expresión de exquisito placer. Me seguía
maravillando que fuera capaz de provocar esas reacciones e inspirar esos
sentimientos en él.
Solo hicieron falta un par de caricias para que yo eyaculara allí, de
rodillas, mirándole la cara y con su pene en mi boca. Me levanté, Nate me
abrazó y enterró la cara en mi cuello. Nos quedamos así hasta que el agua
se enfrió.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Mientras nos secábamos él permanecía callado. Seguía pensando en


esa tarde, en el bar. No en el beso, eso no lo había molestado. Seguía
asustado por lo que pudo haber sucedido, le preocupaba mi seguridad.
No sabía qué decir para que se sintiera mejor. Lo primero que me
vino a la mente fue comentarle que ese no había sido el caso más
peligroso, que había vivido situaciones más graves, pero decir eso era
peor.
Nunca me preocupó demasiado resultar herido en mi trabajo.
Siempre fui cuidadoso, pero hice lo que debía para terminar lo asignado y
eso implicaba correr riesgos con mi vida, no con la de otros. Mi falta de
miedo era lo que me hacía tan bueno en mi trabajo.
Miré el rostro preocupado de Nate y fui consciente de que mi vida ya
no me pertenecía solo a mí. Si me pasara algo, a él le haría daño. Nunca
consideré la posibilidad de estar arriesgando su felicidad al correr riesgos.
La cuestión era… ¿Qué podía hacer al respecto?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 18

NATE

Me desperté y pasé la mano sobre la sábana fría. Jake no estaba. El


sol se filtraba a través de las cortinas.
-¿Qué hora será?- me pregunté. Había dormido muy bien
Últimamente, dormía toda la noche y muy profundamente. Lo más
probable es que influyera tener a Jake a mi lado. Lo podía sentir y oler
cerca de mí, sabía que estaba a salvo. Era el único momento que me podía
relajar. También consumía muchas energías por la noche con él en la
cama… o en la ducha… y a veces en el salón o la cocina. Bueno, ya se
pueden imaginar.
Balbuceé de forma incoherente mientras iba al cuarto de baño a
vaciar la vejiga y cepillarme los dientes. Luego fui al salón a trompicones,
desnudo y vi a Jake en la cocina, hablando por teléfono en voz baja.
Jake sonrió y me recorrió el cuerpo con la mirada, se detuvo en mi
entrepierna y se lamió los labios. Mis cejas y otras partes de mi anatomía
se alzaron en respuesta. Me pregunté si llegaría el día en que mi cuerpo
dejara de reaccionar tan fuertemente a Jake. Después de estos meses,
incluso parecía haberse intensificado. Además de la atracción, ya no me
preguntaba cómo sería su olor, su tacto o su sabor. Conocía la respuesta y
la realidad era mucho más intensa y erótica que mi imaginación.
Con él, también aprendí cosas acerca de mi sexualidad. Siempre fui
un poco tímido y mis relaciones nunca duraron tanto tiempo como para
confiar en nadie y dejar caer todas mis inhibiciones. Tampoco creía que

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

fuera posible con otra persona. Con él, la seguridad y la confianza se


daban por entendidas.
Jake siempre supo todo de mí, conoció mis defectos y errores y me
aceptó tal cual era. Así que, abandonarme físicamente fue algo muy
natural. Y al hacerlo supe qué cosas me hacían gozar a nivel sexual, lo que
realmente me hacía sentir bien y no lo que suponía que era bueno, normal
o seguro. Lo que descubrí me sorprendió y debía encontrar tiempo para
analizar esos nuevos deseos y sentimientos.
-Parece que la Bella Durmiente se ha levantado por fin, mamá C.
Nate, es tu madre- me alcanzó el teléfono.
Fui hasta la cocina y cuando me alcanzó el teléfono, sus dedos se
demoraron en los míos.
-Hola, mamá.
Traté de alejarme, pero Jake me rodeó la cintura y comenzó a
succionarme el cuello. Moví la cabeza y le puse la mano en el pecho para
empujarlo, rechazándolo.
-Vas a dejarme una marca-dije, con voz apenas audible y tapando el
auricular. El puso los ojos en blanco y bajó la boca a mis pezones.
-¿Qué? Oh, sí, te estaba escuchando. El aniversario de los tíos Polly
y Mark… parece divertido.
Mi madre me hablaba de la fiesta de aniversario, de una reunión
familiar o de alguna guerra. Me resultaba imposible concentrarme con
Jake presionándome contra el fregadero, con la boca pegada a mi pezón y
su mano abarcando ambos penes y frotándolos.
-No ha sido tanto tiempo. ¿Nueve meses? No me di cuenta que… sí,
tienes razón, mamá… hablaré con Jake al respecto… esta mañana, de
hecho, ahora mismo. Te llamaremos esta tarde, dile a papá que lo quiero…
adiós, mamá- colgué para que no notara que me faltaba el aliento.
-Ugh… Jake. Estaba hablando con mamá por teléfono. No es justo.
Tampoco me separaba. Si acaso, lo animaba a que continuara,
frotando mi pene contra el suyo y saliendo al encuentro de sus embistes.
Jake me tenía agarrado por la cintura con una mano y con la otra envolvía
ambos penes. Le sostuve la cabeza por detrás, metí los dedos en su cabello

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

negro y espeso y acerqué su boca a la mía. Intercambiamos besos duros y


hondos mientras empujábamos el uno contra el otro, gimiendo y jadeando.
Yo acabé primero y salpiqué ambos estómagos, pechos y la mano de
Jake con mi semen. Él lo restregó contra su pene y terminó de
masturbarse, mezclando sus jugos con los míos.
-¿Te he dicho buenos días, Nathaniel?
Me reí y lo besé.
-No, de hecho no lo hiciste. Vamos, calentorro, tomemos una ducha
y me cuentas tu charla con mi madre. Si se parece a la mía, sabrás que
quiere que vayamos a visitarlos.
Busqué su mano y enseguida me la envolvió con sus dedos mientras
me seguía. Me solté para abrir el agua y él me abrazó, acarició mis
pezones y me mordisqueó el cuello.
-Siempre quise hacerlo contigo en tu antigua habitación, realizar
todas mis fantasías de la adolescencia. Un viaje a casa suena perfecto.
Nos metimos en la ducha.
-Llevamos casi un año sin ir a casa. Vamos a ver a la familia, los
amigos y todo ese tipo de cosas. ¿Y en todo lo que tú piensas es en tener
sexo en mi antiguo dormitorio?- no me quejaba y él lo sabía.
-¿Qué puedo decir? Cuando se trata de ti, colega, estoy obsesionado
con el sexo. ¿Es un problema, Nate?- hablaba mientras me enjabonaba.
Su voz era ronca y baja, produciéndome calor en el corazón y
estremecimientos en la espina. Me miraba a los ojos, sonriente.
-De problema, nada. De hecho, es una de tus mejores cualidades.
Se rió fuerte, sacudiendo el cuerpo.
-Perfecto. Llevo toda la vida esperando que te fijes en mí y al final
del día, solo me quieres por mi pene.
-No, no solo por tu pene. No olvides el trasero, tienes un gran
trasero- para corroborarlo, le metí el dedo enjabonado y él gruñó.
-¿Hoy trabajas hasta tarde?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Asentí. Tuve que trabajar muy duro para llegar donde estoy en mi
carrera, me hallaba en la cúspide del mundo de la investigación médica.
Cada día representaba un desafío intelectual mayor y era el más joven en
mi campo. En otras palabras, estaba en lo más alto. Pero últimamente,
cada vez me molestaban más las largas jornadas, quería pasar más tiempo
con Jake.
Terminamos de ducharnos, cerré el agua y Jake alcanzó las toallas.
Me dio la mía antes de secarse. Siempre era increíblemente considerado,
anteponiendo mis necesidades a las suyas y yo, algunas veces, daba las
cosas por sentadas.
-Gracias por la toalla. ¿Qué tienes que hacer hoy?- le pregunté
sonriente, mientras me secaba.
-Además de trabajar, quisiera ir a ver a Suzie y a su bebé. No parece
estar muy bien y podría jurar que trama algo. Intenté incorporarla a un
programa especial, pero no quiere. Sé que sigue trabajando en la calle y
espero que el bebé se encuentre bien. En el fondo, es una buena chica,
pero tan joven y… no sé, tan herida.
Nunca lo había visto traer un caso a casa, como ahora hacía con
Suzie. Desde que rescató a Alexis, la visitaba casi a diario. No me contó
los pormenores del caso, raramente me habla en detalle de su trabajo y lo
entiendo, no quiere que yo conozca la sordidez de las cosas que vio y la
verdad, se lo agradezco. Si lo necesitara, lo escucharía feliz, pero no me
puedo imaginar haciendo su trabajo y viendo de primera mano lo peor de
la humanidad.
Aún no me había recuperado del todo del día que casi arruino su
tapadera. Creo que por primera vez, fui realmente consciente del peligro
que entrañaba su trabajo y me asombraba que luego fuera capaz de llegar a
casa con una sonrisa, otra demostración de su increíble fuerza. Era
inspirador. Me tragué las quejas y temores, le acaricié la mejilla y le besé
con ternura el cuello.
-Eres increíble, por la forma que ayudas a esa chica y a su bebé, por
todo lo que haces. Eres increíble, Jake.
Me miró de forma rara.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Solo soy un bruto, Nate. Tú eres el increíble. Lo que tú haces


realmente ayuda a la gente y eso marca la diferencia- me acariciaba el
brazo el brazo y su mirada era tierna –. Estoy muy orgulloso de ti.
-No eres un bruto- respondí instintivamente.
Creía en serio lo que decía de mí, cuando la mayoría de la gente
pensaba que mi trabajo era el más aburrido del mundo. Me pasaba el día
en un despacho pequeño, sin ventanas, mezclando productos y mirando a
través del microscopio. Podían pasar semanas enteras sin que pasara nada,
solo veía crecer o no las cosas.
Los hombres con los que salí nunca se interesaron por mi trabajo.
Jake sí, no solo desde que entré en el laboratorio, ya desde que éramos
niños le encantaba oír mis teorías e ideas.

El primer año de Instituto, pasé mucho tiempo leyendo sobre


energías alternativas y quería tratar de generar gas metano utilizando el
fertilizante de una granja. Esperaba crear el suficiente como para calentar
una olla de agua. El proceso y el diseño fueron interesantes y divertidos,
pero manipular el abono y construir el equipo, digamos que no era lo mío.
Durante meses, Jake había estado escuchando mi teoría y un sábado,
se levantó muy temprano y me despertó diciendo que había que ponerla en
práctica. Recogió el diseño y reunió todos los materiales. Los siguientes
dos meses se pasó los fines de semana haciendo el trabajo físico mientras
yo le iba explicando lo que había que hacer y probar. Cuando por fin
terminamos, él se ocupó del fertilizante y yo medía el gas que generaba.
El éxito llegó casi al final del semestre. Ese fue el primer proyecto
que diseñé y llevé a cabo. De hecho, a partir de ese y otros proyectos con
los que disfruté mucho, decidí dedicarme a la investigación. Pero ya no
disfruto tanto en el laboratorio.
Mirando hacia atrás, creo que además del desafío intelectual,
también contaba mucho la presencia de Jake y su ayuda. Él no solo
construyó la mayoría, sino que también fue la caja de resonancia. Y
aunque yo sabía que no comprendía la mayoría de las cosas, el simple
hecho de decírselas me ayudaba a cristalizar mis pensamientos.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

El laboratorio es diferente. Allí desarrollamos las cosas en equipo y


hablamos entre nosotros de nuestras ideas, todo debe permanecer dentro.
Así que, aunque sigue constituyendo un desafío intelectual que me
satisface y el trabajo es impactante, ya no puedo compartir mis ideas con
Jake como antes y el trabajo se ha vuelto menos divertido. A veces me
pregunto si no debo cambiar el rumbo y comenzar a ejercer la Medicina
tradicional, donde podría estar en contacto con gente a quien cuidar de
forma individual.

La profunda voz de Jake interrumpió mis pensamientos.


-Si quieres ir a casa, quizá deberíamos hacerlo el próximo mes. He
recibido un email de Dwayne, dice que un grupo de nuestro curso está
planeando una reunión y a algunos no los hemos visto en casi diez años.
Podría estar bien.
Sonaba bien. Cuando nos mudamos a New York, yo deseaba dejar
nuestra ciudad. Quería aventuras, nuevas experiencias y vivir en una gran
urbe. Conocer gente nueva y no estar en un lugar donde todos me
conocieran y yo a ellos, quería tener sexo. Pero ahora, pensar en volver a
estar con la familia, vivir bajo un cielo abierto donde pudiera apreciar las
nubes y las estrellas sin que me lo impidieran los rascacielos y los humos,
sonaba absolutamente mágico. Y en cuanto al sexo, me gustaba la idea de
dar vida a las fantasías de la adolescencia con Jake.
-Me gustaría, Jake. Ciertamente ha pasado mucho tiempo. Dime el
día de la reunión y yo diré en el laboratorio que necesito días libres.
Terminamos de vestirnos y salimos del apartamento. Le retoqué el
cuello, que en realidad estaba bien, pero me gustaba tocarlo. Me tomó la
mano y la besó, sin dejar de mirarme.
-Tienes los ojos más bonitos que he visto, Nathaniel- el sonido de su
voz me hizo sentir amado.
Me acarició el pelo, me tomó entre sus brazos y me besó largamente,
luego me lamió la oreja y me metió la lengua dentro. Mi pene comenzó a
hincharse y a apretarse contra él.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Cielos, Jake, me tienes en perpetuo estado de excitación, apenas


puedo concentrarme en el trabajo. ¿Tienes idea de lo que me haces?
Me mordisqueó la oreja y presionó su erección contra la mía.
Necesité todo el control para no arrodillarme ahí mismo, en el vestíbulo y
metérmela en la boca. Salivaba solo de pensarlo.
-Mmm, mmm, lo sé. Mi trabajo es mantenerte caliente y me alegra
saber que lo consigo- bajó la mano y acarició mi dureza por encima de los
pantalones –no te preocupes, cuando volvamos a casa esta noche me
ocuparé de esto. Confía en mí, cariño.
Me encantaba que me llamara “cariño”, me hacía sentir protegido y
seguro. Sabía que podía confiar en él, en eso y en todo lo demás.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 19

JAKE

Cuando decidimos la fecha del viaje, desde el despacho envié un


email a primos y amigos avisándoles, luego puse los papeles al día, asistí a
una reunión relacionada con un nuevo caso y estuve con mi capitán, que
me dijo que los altos mandos estaban impresionados con mi último trabajo
y otros anteriores y que me iban a ascender a detective de Segundo Grado.
No esperaba la promoción, porque por lo general, para alcanzar ese
rango, había que esperar años y acumular más experiencia. Me sentía feliz,
pero no tanto como debería. Me preocupaba que mi trabajo y los riesgos
que implicaba pudieran hacer daño a Nate. Me pasé días tratando de hallar
una solución.
Nate estaba trabajando mucho de nuevo y esa noche, cuando llegó a
casa, se veía exhausto. Cuando lo recibí en la puerta se tiró a mis brazos.
-Estoy muy cansado. Es como si nunca alcanzara el tiempo para
terminar las cosas. Necesitaríamos tres personas más para ayudarnos en
los proyectos actuales, pero no hay presupuesto.
Siempre trabajaba duro y me hubiera encantado encontrar una
manera de ayudarlo. Bueno, no podía hacerlo en su trabajo, pero si podía
hacerle la vida más fácil y relajada en casa. Le retiré el pelo de la frente.
-¿Has cenado? ¿Tienes hambre, cariño?
Me miró y enterró la cara en mi cuello. Me encantaba cuando hacía
eso. Apoyé la cara en su pelo e inhalé profundamente, gozando con su
olor.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Sí, compré algo en la máquina expendedora.


Me dije que empezaría a empaquetarle comida para llevarse al
trabajo, no podía sobrevivir a base de golosinas y patatas fritas.
-De acuerdo, entonces vamos a lavarte y meterte en la cama.
Lo llevé al cuarto de baño, le quité la ropa y yo también me desnudé.
Ya me había duchado, pero quería hacerlo de nuevo con Nate.
El permanecía quieto, con los ojos vidriosos. Le enjaboné el cuerpo,
disfrutando de la suave y cálida textura de su piel, de sus brazos y piernas
largas y delgadas, de la suavidad de su pene y testículos. Lo enjuagué y
me dediqué al pelo, masajeándole el cuero cabelludo hasta que suspiró y
relajó el cuerpo. Luego, cerré el grifo, nos secamos, nos lavamos los
dientes, hicimos pis y lo metí en la cama.
Apenas apoyó la cabeza en la almohada, se le cerraron los ojos. Me
acosté detrás, le pasé el brazo alrededor del cuerpo y lo apreté contra mí.
Apoyé la cara contra su espalda y el pene contra su trasero.
-Te amo, cariño.
Lo dije en voz baja, pensando que estaba dormido, pero sentí que se
presionaba contra mí y mi pene respondió buscándolo.
-Mmm, amo tu pene, Jake, pensé en él todo el día- su voz estaba
adormilada.
Movió el trasero hasta tocarlo. Yo estaba demasiado caliente y me
costaba aguantar, pero Nate estaba muy cansado y me obligué a
controlarme.
-¿Sí? ¿En qué pensabas?
Tenía la respiración acompasada y yo no estaba seguro de que fuera
consciente de lo que decía, parecía estar hablando dormido.
-Pensaba en lo bien que me siento cuando estás dentro de mí,
estirándome, llenándome y completándome.
Seguía restregándose contra mi cada vez más dura erección y,
cuando tuvo la cabeza en la entrada de su cuerpo, empujó. Su cuerpo se
tragaba mi pene, parecía tener vida propia. Me estaba calentando tanto con
sus palabras y movimientos que no quería más que empujar y empujar
hasta que él explotara encima de ambos y yo lo llenara con mi semilla.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Pero dejó de hablar y su respiración se volvió cada vez más lenta, estaba
casi dormido y me quedé quieto.
Nate continuó con sus movimientos hasta lograr pegarse contra mis
testículos y mi vello púbico. Había logrado empalarse y cuando lo sentí
ponerse tenso, miré por encima de su hombro y vi que su pene vibraba y
pulsaba.
Su postura no había variado, seguía con los ojos cerrados y la
respiración pausada, había eyaculado sin que ninguno de los dos lo tocara.
Yo no estaba seguro de lo que sucedía, pero estaba muy duro y sentir que
se contraía a mi alrededor y oler su semen fue demasiado. Me dolía todo,
necesitaba alivio, pero Nate parecía estar dormido.
-Iré a buscar algo para limpiarte-le susurré el oído, con la cabeza ida
por el acoplamiento que acabábamos de compartir. El estiró la mano hacia
atrás y me detuvo por la cadera.
-No, quédate dentro. Necesito sentirte dentro de mí mientras duermo.
Lo abracé más fuerte y me aseguré de seguir profundamente
enterrado. En esa posición, no había manera de salirme, aunque se me
ablandara, cosa bastante improbable, teniendo en cuenta el estado de
excitación en el que me hallaba. Logré quedarme dormido a pesar de mi
calentura.
El sonido de sus gemidos me despertó. Abrí los ojos y vi que eran las
dos de la madrugada, apenas habíamos dormido un par de horas y él, aún
con los ojos cerrados, volvía a moverse hacia adelante y atrás, forzando a
mi todavía duro pene a embestirlo.
-¿Estás despierto, Nate? ¿Qué pasa?
-Te necesito… te necesito, Jake.
Su voz era espesa, debido al sueño y a la excitación. Continuaba
moviéndose y gimiendo. La sola idea de que me necesitara hasta el punto
de empalarse mientras dormía, era tremendamente caliente. Estaba muy
excitado y confuso, no quería hacerle daño y me contuve hasta lo
indecible para no empezar a embestirlo; lo dejé marcar el ritmo. Después
de unos minutos de movimientos suaves y lentos, empezó a rogar.
-Por favor, Jake, por favor. Te necesito.
-Estoy aquí, cariño- lo apreté más y le besé el cuello.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Más. Necesito más, Jake. ¡Necesito que te muevas!


Yo también necesitaba moverme, pero no quería lastimarlo.
-Nate, no sé qué está pasando, ni si estás despierto o dormido. Si
empiezo a moverme, no estoy seguro de poder contenerme y no quiero
hacerte daño.
-¡Oh, Dios, por favor!- gruñó con frustración y se empaló aún más –
te necesito ahora. ¡Dámelo, Jake, duro y rápido! Empuja muy hondo. Por
favor, por favor, oh, por favor.
Nunca me había hablado así, no eran solo palabras crudas, sonaba
desesperado. Se me aceleró el corazón y bajé la mano hasta la cadera para
mantenerlo quieto mientras comenzaba a retirar mi pene. Casi se puso a
llorar cuando salió casi todo.
-No, no- empujaba hacia atrás buscándolo, pero yo lo detuve.
-No te preocupes, te lo daré de nuevo.
Suspiró aliviado pero el cuerpo seguía tenso por la necesidad y la
anticipación y el pene chorreante pegado al estómago.
Lo coloqué sobre su estómago, con la cabeza apoyada en la
almohada y me puse detrás. Levantó las hermosas nalgas. Le puse la mano
sobre la cabeza y empecé a bajarla con suavidad a lo largo del cuerpo
hasta llegar a su firme trasero, lo sostuve por las caderas, coloqué el pene a
la entrada y entré en él con un embiste duro y fuerte.
-Ahh- gritó mientras explotaba. ¡Cielo santo! Era la segunda vez esa
noche que lo hacía eyacular con un solo embiste y sin tocarlo. Pero seguía
caliente, con el trasero en el aire y yo enterrado en él.
-¡Más, Jake, dame más! ¡Necesito más!- empezó a gritar.
Llegados a ese punto, yo ya no tenía control, había perdido toda
lógica y entré en una especie de estupor. Le coloqué una mano en el
hombro y la otra en la cadera, para mantenerlo quieto, salí de él casi del
todo y volví a embestirlo. Me movía a un ritmo febril y mis gruñidos y
rugidos se mezclaban con los de Nate.
-¡Sí, sí, sí! ¡Oh, Dios, sí! Así, Jake, dámelo así.
Salía y entraba de su cuerpo como un pistón, con todas mis fuerzas.
El sudor me caía por la cara, no sabía si por el esfuerzo o por el dolor que

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

me causaba aguantar el orgasmo. Quería, necesitaba acabar, pero aguanté


porque Nate no parecía estar aún satisfecho.
El estaba con la frente pegada a la almohada y tenía las sábanas
estrujadas entre los dedos mientras recibía mis embistes. Le rodeé el
cuerpo con la mano y le agarré el pene, quería masturbarlo, para que
eyaculara y yo podría por fin hacerlo también.
-No, Jake, no, no me toques. Hazme explotar de nuevo, pero sin
tocarme.
Casi eyaculo solo de oírlo, era tal mi excitación que me dolían los
testículos. Lo tomé de las caderas, tiré de él hasta casi sacarlo de la cama y
lo volví a penetrar. Al estar de pie mantenía mejor el equilibrio y podía
clavársela por completo. Me aseguré de hacerlo en un ángulo que mi pene
le masajeara la próstata.
Gemíamos tan fuerte que debió oírnos todo el vecindario. No me
importaba, lo único que me interesaba en ese momento era satisfacer a
Nate, quien estrujaba las sábanas con tanta fuerza que las tiró al suelo. Sus
gemidos y gritos eran indescifrables, parecían ruidos guturales y solo de
vez en cuando añadía palabras como “más fuerte, más profundo, más
rápido, más.”
Se me caían lágrimas de agonía de tanto contenerme, pero no cejé y
le di lo que me pedía y quería. Lo embestí hondo, con fuerza y tan rápido
como pude, una y otra vez, hasta que por fin levantó la cabeza de la
almohada y gritó.
-¡Me corro! ¡Ahh! Oh, Jake, sí, sí, sí. ¡Me corro!
Me uní a él en el éxtasis y mientras me vaciaba en su interior, el
dolor por la contención fue reemplazado por el más puro placer.
Me quedé quieto, con el sudor corriéndome por la cara y aún dentro
de Nate, mientras intentaba recobrar el aliento. La cama era un desastre,
con las sábanas revueltas y semen por todas partes. Necesitábamos
cambiarlas y yo quería buscar una toalla húmeda, limpiar a Nate y ponerle
crema, tenía que estar dolorido. El debió notar mi intención.
-No, no vayas a ninguna parte. Quédate conmigo, en mí.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Estás seguro, cariño? No quiero que sufras, quiero limpiarte y


dejarte descansar- le acaricié con suavidad el trasero para que
comprendiera.
-No estoy lastimado, Jake. No tienes idea de lo que necesitaba esto y
lo bien que me siento ahora. Por favor, solo quédate en mí.
Retrocedimos en la cama, con mi pelvis pegada a su trasero para no
separarnos. El cayó sobre el estómago llevándome con él. Maniobré para
ponernos de costado y no molestarlo con mi peso.
Se quedó dormido al instante, pero yo estuve despierto un rato
abrazándolo y pensando en lo ocurrido. Me di cuenta de que Nate, aunque
disfrutaba con los momentos tiernos, necesitaba momentos que la relación
física no fuera suave y delicada. Esperaba poder darle ambas cosas, que
pudiera tener todo lo que necesitaba y quería. Pensé en las palabras e
indicaciones, en aquello que lo hacía endurecer con mayor rapidez, gemir
más alto y tener el clímax más explosivo. Y en cómo podría hacer para
darle todo eso y que a la vez se sintiera amado, respetado, atesorado y
protegido. Finalmente me quedé dormido.
La siguiente vez que me desperté, el reloj marcaba las seis de la
mañana y Nate volvía a empotrarse y moverse contra mí, con mi pene aún
enterrado en su interior. En las últimas horas había eyaculado tres veces.
Le besé el cuello y le acaricié con suavidad el pecho.
-Nate. ¿Qué te pasa?
-¿Te estoy agotando?- frotó el brazo contra el mío antes de tomarme
la mano y besarla.
-¿Se siente como si estuviera agotado?- moví unos centímetros mi
rígido pene –Es que nunca te había visto así. Quiero estar seguro de que te
encuentras bien.
Suspiró feliz y acompasó sus movimientos a los míos.
-Me siento muy seguro contigo, Jake. Muy protegido. Siento que
puedo hacer y decir cualquier cosa, que puedo abandonarme por completo.
-Por supuesto que puedes, cariño- lo apreté con los ojos húmedos. El
suspiró de nuevo y se relajó en mis brazos.
-He estado trabajando demasiado y odio estar lejos de ti- dudó un
momento y continuó con voz suave –. Y tengo miedo cuando estás en el

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

trabajo. No estoy completo sin ti. Ya sé que suena manido, pero tú me


completas. No soy nada sin ti. No puedo existir sin ti.
Los ojos se me llenaron de lágrimas. Odiaba que se sintiera asustado
a causa de mi trabajo, sabía que tenía que hacer algunos cambios, no podía
permitir que se pasara los días ansioso y temeroso. Y no podía correr el
riesgo que algo me sucediera, no lo podía dejar.
-Sé lo que quieres decir. Todos estos años siendo dos mitades de un
todo. Es hermoso que podamos por fin unir las dos piezas.
Lo atraje y lo apreté contra mi cuerpo mientras me movía en su
interior. Entendí que quisiera y necesitara sentir esa conexión física, una
conexión que por fin acabó con cualquier espacio que hubiera entre
nosotros, que ya no hubiera que saber realmente donde terminaba él y
empezaba yo.
-Esto es exactamente lo que yo siento.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 20

JAKE

El sábado me desperté y miré el cálido cuerpo que reposaba a mi


lado. Nate tenía los ojos cerrados, el pelo revuelto y la mejilla marcada
con la huella de la almohada. Con suavidad le retiré un mechón de la cara
mientras su cara angelical me volvía a la mente.
Mi primer recuerdo real, no contado por mis padres, fue la cara de
Nate el día de nuestro tercer cumpleaños y ambos estábamos de pie, frente
a una tarta compartida, listos para soplar las velas. Nate había estado
jugando y corriendo toda la tarde con sus primos y tenía las mejillas
sonrosadas, el pelo aún más claro que ahora pegado a la cabeza, los ojos
cerrados y los labios un poco fruncidos. Lo miré y sentí calidez en mi
interior, aguanté la respiración para poder ayudarlo a apagar todas las
velas y que sus deseos se cumplieran. Cuando terminó, abrió los ojos y me
sonrió.
Justo en ese momento, el Nate de ahora abrió sus ojos azules
cristalinos y yo le acaricié la mejilla.
-Buenos días, guapo.
-Buenos días- tenía la voz ronca por el sueño. Cerró el poco espacio
que nos separaba, se arrimó a mí y enterró su cara en mi cuello -¿en qué
piensas? Tenías la mirada perdida.
-Estaba recordando.- le acaricié el pelo -¿Cuál es tu primer recuerdo?
Se quedó quieto un minuto, pensando, luego se apartó un poco y me
miró.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Tú. Mi primer recuerdo eres tú- me dijo besándome con suavidad. -


¿Te acuerdas del día que cumplimos tres años y vino toda la familia, los
tíos con sus mujeres e hijos? Acabábamos de soplar las velas de nuestra
tarta de Bert y Ernie y yo pedí un deseo, que siempre fuéramos amigos.
Luego abrí los ojos y te vi frente a mí. Recuerdo que te miré a los ojos y
decidí que el verde era mi color favorito. Ese es mi primer recuerdo, tus
ojos verdes, tu cara sonriente desde el otro lado. ¿Cuál es tu primer
recuerdo, Jake?- murmuró y se inclinó para besarme.
Me rozó el pecho con los labios y el corazón se me desbocó. Debió
notarlo porque alzó la cabeza y me miró preocupado.
-¿Qué te pasa, Jake? Tu corazón…
Yo no podía hablar. Nuestro primer recuerdo era idéntico: tres años
de nuestro nacimiento, ambos parados frente a una tarta de cumpleaños y
mirándonos a los ojos. Todo lo que pude hacer fue mirarlo fijamente y él
se quedó helado, luego apoyó su frente contra la mía. Nos buscamos y
acariciamos el pelo, Nate tenía los ojos anegados cuando me susurró.
-¿El tuyo también?
Era en momentos como ese cuando más agradecía nuestra relación,
momentos en los que no había nada más que decir, ni forma de articular la
profundidad y fuerza de nuestra conexión. Pero podía demostrarlo.
Lo coloqué de espaldas y me puse encima, le acaricié las mejillas sin
dejar de mirarlo, luego me incliné, pasé la lengua por su cuello, lo besé y
mordisqueé por todas partes. Mis manos se paseaban por su pecho,
apretándole suavemente los pezones con los dedos. Gruñó y se apretó más
contra mí, mientras yo seguía bajando, sin dejar de morder y besar hasta
que le apreté las nalgas con las manos.
Nate respiraba con dificultad y enroscaba los dedos en mi pelo. Me
dediqué a besarle todo el cuerpo, sin detenerme donde más me necesitaba
y fui bajando el cuerpo hasta quedar al pie de la cama. Me arrodillé y
empecé a lamerle y masajearle los pies y los tobillos, haciéndolo temblar.
Nate no paraba de gemir mientras yo trepaba por la cama y subía de
nuevo las manos por sus piernas y el interior de sus muslos, hasta llegar a
la ingle. De rodillas, me incliné y le pasé la lengua por el pene y los
testículos, metiendo primero uno y luego el otro en la boca.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Date… la vuelta…-dijo entre gemidos –quiero… lamerte.


Así lo hice y cuando volví a tomarlo en mi boca, soltó un grito
apagado con mi pene metido hasta la garganta. A partir de ese momento,
los únicos sonidos que se escuchaban eran los que hacíamos al chuparnos
el uno al otro, con los cuerpos perfectamente sincronizados y, en el
momento que uno sentía que el otro estaba a punto de explotar, bajaba el
ritmo y la dureza para prolongar el placer.
Podría haber seguido así para siempre, chupándolo y tocándolo, pero
llegó un momento que la necesidad de alivio era muy fuerte. Cuando los
testículos de Nate se tensaron, incrementé el ritmo de succión y moví más
deprisa la cabeza de arriba a abajo. Cuando sintió que su clímax se
aproximaba, emitió un sonido y gimió, haciéndome vibrar.
Acabamos casi a la vez. Con el primer chorro de semen, me aparté
un poco para poder tragarlo todo y saborearlo con la lengua. Cuando
terminó, enterré la cara en su entrepierna. Olía jodidamente bien.
-Mmm, ven aquí, Jake.
Cuando me coloqué a su lado, se acurrucó contra mí y enterró la cara
en mi cuello, yo trazaba pequeños círculos por su espalda.
-Te amo muchísimo, Nate, muchísimo- le susurré.

El sábado Nate tuvo que ir a trabajar, para adelantar trabajo y poder


marcharnos el viernes y tener un fin de semana largo en casa. Fui a la casa
de Suzie y Alexis para ver qué tal estaban y llevarles comida. Llamé y oí
ruidos dentro. Después de unos minutos, la puerta se abrió y apareció
Suzie totalmente desnuda.
-Buenos días, Detective. Me alegro de verlo de nuevo, pase.
Su sonrisa era seductora mientras me acariciaba el brazo. Cuando se
inclinó para abrazarme, mi cuerpo no reaccionó y me pregunté cómo pude
alguna vez considerar eso tan atractivo como para excitarme. Le di una
palmada en la espalda, me separé y eché una ojeada alrededor del sucio
apartamento. Alexis se hallaba en un rincón, durmiendo sobre una manta.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

No tenía ningún interés en acostarme con Suzie. Supongo que una


vez que uno conoce lo que de verdad se siente, no se conforma con menos.
Pero ella no estaba dispuesta a rendirse.
-Podemos hablar, Detective y no me importa que me vea así. Y a
usted tampoco debería importarle. Los hombres pagan mucho dinero para
eso y a usted se lo ofrezco gratis- se acercó mucho –y, mmm, si lo
prefiere, podemos no hablar. No le cobraré, Detective.
Me di la vuelta y fui hacia el rincón que hacía las funciones de
cocina. Había platos sucios apilados y recipientes vacíos. Guardé en el
frigorífico la leche, el yogurt, el queso, la fruta que compré y la fórmula
para el bebé, el arroz y los cereales en la alacena. Después, empecé a
llenar bolsas de basura.
-¿Cómo te va, cielo? Por lo que dices, veo que no has cambiado de
carrera. Por favor, por lo menos dime que has encontrado a alguien que
cuide de Alexis mientras tú… trabajas.
No contestó. Seguía parada al lado de la puerta, mirándome de forma
extraña, tratando de ver a qué atenerse.
-Sé que le gusto, Detective. ¿Por qué si no continuaría viniendo a
verme? No parece ser el tipo de hombre tímido, así que, ¿por qué no me
deja mostrarle que a mí también me gusta?
Suspiré, me di la vuelta y la miré a los ojos.
-Me gustas, Suzie Q. Eres una gran chica, pero no estoy interesado
en tener sexo contigo. Como ya te dije, estoy con alguien- terminé de tirar
las cosas y empecé a lavar los platos.
-A lo mejor te vendría bien compartir el apartamento con alguien.
¿Pensaste en la posibilidad de hacerlo con una chica? Podrías ahorrar algo
de dinero e incluso lograr que te ayuden con Alexis.
Ella refunfuñó y se sentó, aún desnuda, en el borde de la cama, el
único mueble de la casa.
-Conozco a muchas chicas que comparten casa, pero yo no puedo, no
sería bueno para Alexis.
Aunque me hiciera feliz saber que se preocupaba por su hija, no
podía entender que prefiriera dejar a la niña sola por las noches a tener a

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

alguien que la pudiera cuidar. Y dada su respuesta, o a falta de ella, estoy


seguro que seguía haciéndolo. Cuando terminé, me senté a su lado.
-¿Por qué no sería bueno para Alexis? Hasta podrías encontrar a otra
chica que tuviera niños, sería positivo para ambas.
Resopló y me miró con esos ojos que expresaban una pena
demasiado profunda para alguien tan joven.
-Sí, bueno para nosotras o cualquier imbécil que trajera a casa- se
cruzó de brazos –todas las que conozco traerían hombres a casa,
Detective. Quieren encontrar novio, alguien que se ocupe de ellas. Y las
que tienen hijos son las peores, están desesperadas por encontrar un viejo
con dinero que las salve. No puedo exponer a Alexis a algo así, usted sabe
cómo pueden ser los hombres.
Supe que no se refería a querer proteger a su hija para que no viera a
alguien teniendo sexo. Basándome en lo que dijo, estoy seguro que ella
misma había traído a hombres a la casa. Lo que le preocupaba era que esos
hombres pudieran hacerle daño a su hija cuando ella no estuviera.
Sentí pena por ella, la vida miserable que le tocó vivir y que seguía
viviendo. Me pregunté si su hija tendría alguna oportunidad de un futuro
mejor y si Suzie sería capaz de proporcionársela.
-No todos los hombres irán detrás de Alexis, hay muchos decentes.
-¿Es eso cierto?- se burló –hágame saber cómo encontrarlos y se lo
diré a mi madre. Ha estado con una docena desde que yo era pequeña y
todos eran unos cabrones, créame… sé de primera mano todo sobre
ellos… y sus pitos. Finalmente me largué a los catorce años porque pensé
que si iba a terminar taladrada por viejos imbéciles y gordos, más me valía
cobrar por ello. No piense que me importó mucho, eso ayudó a mi madre a
pagar el alquiler. Pero no quiero eso para Alexis. Usted es el único que no
ha intentado acostarse conmigo a los cinco minutos de entrar por esa
puerta.
Su situación me sobrepasaba. ¿Cómo podía explicarle que el mundo
no era tan terrible, cuando el suyo solo había sido así? Mi teléfono vibró y
vi que era el número de Nate.
-Lo siento, Suzie, tengo que contestar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me levanté, pero me di cuenta que no había ningún lugar dónde


hablar en privado, así que me volví a sentar y contesté, mientras Suzie se
acercaba y se apretaba contra mi costado.
-Hola, cariño... Sí, puedo quedar para comer… sin problemas, estaré
allí en quince minutos… yo también te quiero, Nate. Te veo pronto.
Colgué y me volví hacia ella, que me miraba con los ojos
desorbitados y la boca abierta.
-Es gay, por eso no está interesado en mí, porque es gay- no
preguntaba, parecía más una aseveración.
Me imaginé que no tenía sentido mencionarle las otras razones por
las que nunca la hubiera tocado, incluso en la época que me acostaba con
mujeres. Ella no quería inspirar lástima.
-Sí, soy gay y como te dije antes, tengo pareja y no me interesa nadie
más que él- me levanté –tengo que irme, Suzie, he quedado para comer
con Nate y no quiero llegar tarde. Volveré en un par de días. ¿De acuerdo?
No me respondió.
-¿Y tu novio o lo que sea, también es gay?
Levanté las cejas y me eché a reír.
-Esto no funciona si solo uno de los dos es gay, Suzie, solo se
interpondría en la relación.
-Ahórreselo, Detective, no es lo que quise decir- no notó el humor en
mis palabras - . Lo que quiero saber es si su novio ha sido siempre gay o
ha estado con mujeres.
Para ser alguien con tanta experiencia en la vida, hacía preguntas
extrañas. Pensé que no pasaría nada por contestarle.
-Nate ha sido gay desde pequeño, Suzie, nunca le gustaron las
mujeres.
Fui hasta la puerta y la abrí un poco, para salir. Suzie seguía desnuda
y no quería que quedara expuesta a la mirada de alguien que pudiera pasar
por el vestíbulo. Pero a ella no parecía importarle, porque vino detrás de
mí y me agarró del brazo.
-¿Así que nunca se acostó con una chica?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

No cejaba y admiré su tenacidad. Pensé que era triste que la utilizara


para atraer a los hombres a su cama, en lugar de labrarse una vida mejor
para ella y su hija.
-No, nunca lo hizo, ni siquiera besó a ninguna y no está interesado,
Suzie, créeme. Nate no va ser un futuro cliente tuyo- le palmeé la mejilla.
-No era eso lo que yo… no importa. Lo veré más tarde, Detective.
Gracias por venir.
Al salir del edificio, tropecé con la basura y me sentí feliz por
alejarme de ahí y de ese hedor. Traté de pensar en alguien que me
informara de programas de ayuda para Suzie y Alexis. Tenía que ser
cuidadoso con mis indagaciones para no involucrar al Servicio de Menores
y que le pudieran quitar a su hija. No creía que fuera una buena idea. Sabía
que Suzie amaba a la niña, pero me preocupaba su seguridad.
Seguía pensando en ellas y en la manera de ayudarlas, cuando llegué
al restaurante y busqué a Nate con la mirada. Estaba en un reservado, con
la espalda pegada a la pared y había un hombre cerca de él, al lado,
demasiado cerca. No me gustó, pero traté de mantenerme tranquilo
mientras me acercaba. Cuando vi la cara del otro hombre, se me tensó la
mandíbula.
Bill.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 21

JAKE

La última vez que lo vi fue hace diez años. Era nuestro primer año de
facultad y él estaba haciendo el Doctorado en Filosofía. Era profesor
adjunto en una de las clases de Nate y apenas terminó el semestre,
empezaron a salir. Bill era casi ocho años mayor que nosotros y tenía
mucha más experiencia que Nate. Siempre creí que había sido el primer
hombre con quien tuvo sexo, pero esa no era la razón de mi odio hacia él,
bueno, no la única.
Nate estuvo interesado en Bill durante todo el semestre y no me
extrañó que empezaran a salir. Pero sí cuando me lo encontré dos semanas
después, llorando sentado en su cama. Yo acababa de volver de una cita
cuando lo vi con los ojos enrojecidos y las lágrimas cayéndole por las
mejillas. Cerré la puerta, corrí hacia él y lo abracé.
-Nate. ¿Qué pasa, te ha… hecho daño? ¿Te ha obligado a hacer algo
que tú no querías?- empecé a planear la forma de matarlo lentamente si la
respuesta era afirmativa.
-No, no, nada de eso.
La voz le salía quebrada, como si hubiera estado llorando durante
mucho tiempo. No sucedía eso desde que éramos niños y él se torció un
tobillo tratando de trepar a un árbol. Cuando lo vi llorar ese día, se me
rompió el corazón y seguía siendo así.
-¿Qué ha pasado, Nate? Cuéntamelo, déjame ayudarte y ocuparme
de ello.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

No sabía lo que Bill había hecho, pero era el causante de las


lágrimas. Sabía que Nate había salido con él esa noche e ignoraba de qué
me tenía que ocupar, pero estaba seguro de que tendría que ver con sangre,
la de Bill. Como Nate me conocía bien, supo lo que estaba pensando y
sacudió la cabeza.
-En serio, no me ha hecho nada que yo no hubiera querido y no
tienes que ocuparte de nada. Lo único que pasa es que ya no está
interesado en mí.
Se levantó y se secó las lágrimas con el borde de la camiseta,
dejando el estómago al aire. Mi pene se agitó y yo maldije mi incapacidad
para mantenerlo a raya incluso en momentos como ese.
-¿Que ya no está interesado?- asintió mientras se dirigía al baño.
-Voy a tomar una ducha y luego me meteré en la cama. Mañana ya
estaré bien- se volvió hacia mí –gracias.
Ya no estaba interesado, repetía las palabras de Nate en mi cabeza.
Hijo de puta. ¿Así que ese era su juego? Dar cuerda a un estudiante a lo
largo de todo el semestre para largarlo una vez que había tenido sexo. Me
pasé la noche echando chispas. Al día siguiente, encontré su dirección y
salí disparado hacia su casa. Golpeé la puerta y apenas me abrió, me metí
como un vendaval.
-¿Qué consigues utilizando a Nate de esa forma? Eres un cabrón de
primera categoría, Bill. ¿Cómo piensas que reaccionaría tu Jefe de
Departamento si supiera que uno de sus ayudantes tienes sexo con un
estudiante de primer curso?
Pareció confundido y un poco asustado, pero no se acobardó.
-Tú debes ser su heterosexual compañero de piso. Bueno, puedo ver
por qué…- me miraba de arriba a abajo y la voz se le entrecortó, pero
luego continuó enfadado –no sé qué estás haciendo aquí. Es evidente que
no estás interesado en Nate, así que sus relaciones no son de tu
incumbencia y yo no voy a dar explicaciones a un estúpido-deportista-
novato-no homosexual. Y ahora, lárgate de mi casa.
El comentario no me molestó, porque era casi cierto, pero la sangre
me hirvió cuando dijo que yo no estaba interesado en Nate.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Me iré, Bill, pero déjame dejarte algo claro, sin ofender. Estoy
interesado en Nate desde que nacimos y si vuelves a acercarte a él…-le
agarré los genitales con rudeza y los apreté –no me importará con quién te
quieras acostar, porque te cortaré el pene y te lo clavaré en ese culo de
mariquita que tienes.
Soltó un grito ahogado y la cara se le puso roja. Lo solté y salí de la
casa como una flecha, diciéndome que tendría que empezar a vigilar a los
chicos que salían con Nate. No lo hice con Bill porque estaba celoso. Si no
hubiera sido tan débil y egoísta, le hubiera pedido que me lo presentara y
quizá habría visto lo que pasaba para poder avisar o detener a Nate.
Tras ese incidente, me aseguré de conocer a todos los chicos que
salieron con Nate. A veces los traía a casa y otras yo los seguía
discretamente. Supe que estuvo realmente interesado por Bill, porque
nunca más lo volví a ver con el corazón roto, sí enfadado, pero ya no
lloraba.

Así que, cuando lo vi pegado a mi Nate, los celos de antaño


volvieron con fuerza. Por un momento temía que quisiera volver a
conquistarlo y que Nate le diera otra oportunidad, pero deseché la idea.
Bill era un hombre del pasado y yo no tenía ninguna intención de soltar a
Nate ni de dejarlo marchar.
Me acerqué, pero no me senté. Nate me miró y sonrió, tenía el pelo
alborotado y quise estirar la mano y sentir su suavidad. Me miraba con el
mismo amor de siempre, calentándome el corazón y el cuerpo. Me quería
y yo me sentí tan aliviado que solté el aliento que no sabía estaba
conteniendo.
-Hola, llegué un poco temprano y me encontré con, umm, un viejo
amigo. No creo que se conozcan…
Bill giró la cabeza y cuando me vio, puso mala cara y lo interrumpió.
-Oh, sí, nos conocimos. Es tu antiguo compañero de piso, Jake, ¿no?
Soy el Dr. William Hanson.
No hizo intención de levantarse y Nate parecía confundido y
preocupado.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Me sorprende que sepas mi nombre, Bill. La última vez que nos
vimos me estabas llamando estúpido-deportista-novato-no homosexual.
Ahora estás en mi sitio y me gustaría sentarme, así que levántate.
Sabía que lo miraba con cara de pocos amigos y le hablaba entre
dientes, pero supuse que fui gracioso, ya que aún… no le había puesto la
mano encima.
-¿Lo has llamado estúpido?
Nate hablaba enfadado y el cuello se le puso rojo. Siempre fue muy
protector conmigo cuando alguien me llamaba estúpido. Esos comentarios
nunca me molestaron, los oí innumerables veces y creía que no estaban tan
lejos de la verdad, no soy una lumbrera. Además, salvo Nate, nunca me
importó lo que la gente pensaba de mí, estúpido, inteligente, lo que sea…
¿A quién diablos le importaba?
Bill se volvió y miró a Nate.
-Oh, vamos, Nate. Ya sé que te gustaba cuando tenías dieciocho años
y obviamente es muy guapo, pero ambos sabemos que solo llegó a la
Universidad porque sabía tirar un balón. ¿Cuán lejos te lleva eso en la
vida? Estoy seguro de que a ese novio que mencionaste no le gusta esta…-
me miró y movió la mano de arriba abajo –“anatomía”. Ya sacrificaste
salir conmigo cuando te negaste a cortar con él. La verdad es que pensaba
que ya lo habías dejado atrás.
Así que esa fue la razón de su separación. Bill lo hizo elegir entre él
y yo, y cuando Nate se negó a dejarme, lo abandonó. ¿Era malo sentirme
muy aliviado?
Nate intentó levantarse, pero estaba demasiado encajonado contra la
pared, entre la mesa y Bill. Temblaba visiblemente. Por lo general, es una
persona tranquila, pero posee una fuerza interior que la gente no conoce y
ni siquiera estoy seguro de que él lo sepa. Yo sí lo sé, porque esa fuerza
me había ayudado a lo largo de mi vida.

Nate usó esa fuerza para obligarme a estudiar a pesar de mis quejas.
Para convencer al Director de que me permitiera entrar a pesar de mis
bajas notas. Me lo confesó el entrenador de fútbol, que me quería en su
equipo e hizo todo lo posible por lograr mi entrada y fracasó.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Utilizó esa fuerza para hacerme continuar viviendo y superar la


muerte de mis padres; sin él, nunca lo hubiera logrado. Se aseguraba de
que me acostara por las noches y me levantara por las mañanas.
¿Cuántos chicos conoce uno que confiesen su orientación sexual en
octavo curso? No se lo dijo solo a sus familiares y amigos, todo el mundo
lo supo. No conozco a nadie más que haya hecho algo así y pueda
mantener la cabeza alta durante esos cinco años en que era el único gay, o
mejor dicho, el único abiertamente gay de la ciudad.

Nate era una roca, lo único que lo movía era oír a alguien llamarme
estúpido y Bill estaba a punto de comprobarlo de primera mano. Tenía la
cara roja, estaba furioso. Decidí tomar asiento enfrente para ver el
espectáculo en primera fila.
-¿Quién te crees que eres para hablar así de mi novio? No lo conoces
para nada. La inteligencia se demuestra de muchas formas diferentes, Bill
y si coincides conmigo en eso, entonces sabrás que Jake es más inteligente
que tú y yo juntos. Y mucha mejor persona. Pero en una cosa sí tienes
razón, a lo largo de estos diez años dejé atrás algunas cosas y una de ellas
es que no estoy interesado en un pseudo intelectual fanfarrón con un pene
pequeño. Tampoco entonces consideré un sacrificio romper contigo.
-¿Tu novio? ¿Ese es el novio que estás esperando para comer? Yo,
uhh, no me di cuenta de que era gay- estaba asombrado y tartamudeaba,
parecía que las palabras de Nate empezaban a encajar en su mente, porque
luego miró a su alrededor, hundió los hombros y susurró alto –y mi pene
no es pequeño. Además, no es el tamaño lo que importa, es el modo de
usarlo.
Nate puso los ojos en blanco y se rió entre dientes.
-Yo no sabría decir cómo usas tu pene, Bill, pero si es de la misma
forma que tu boca, entonces tu técnica deja mucho que desear, no es para
escribir sobre ella. En serio, hombre, cúbrete los dientes, a nadie le gusta
que lo raspen- hizo una pausa para darle tiempo a Bill de asimilar sus
palabras y continuó –ahora me gustaría comer con mi novio, así que, por
favor vete.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

La cara de Bill estaba ruborizada y tenía la boca abierta, pero no


habló. Después de unos segundos, se levantó y salió del restaurante, sin
decir nada.
Nate seguía rojo por el enfado. Me miró y se disculpó con la mirada.
Yo le tendí un vaso de agua y sonreí.
-Aparte de eso, señor Lincoln. ¿Qué tal fue la obra?
-Lo siento, Jake- contestó riendo –ese tipo es un verdadero pesado y
siempre tuvo celos de ti.
Apoyé las manos sobre la mesa, con las palmas hacia arriba. Nate
puso las suyas encima y las envolví con los dedos.
-No tienes que disculparte. Me importa un bledo lo que ese tipo
piense de mí- dudé antes de hacerle la pregunta que me rondaba la cabeza
desde que Bill insinuó que dejó a Nate porque se negó a alejarse de mí -
¿recuerdas la noche que rompiste con él? Yo llegué a casa, tú estabas
sentado en la cama y habías llorado mucho.
Asintió.
-Pensé que te había roto el corazón, que estabas enamorado de él y te
había dejado. Pero acaba de dar a entender que podían haber
continuado…
-No estaba enamorado de él- me miró a los ojos y me apretó las
manos –lloraba porque tenía mucho miedo de que me dejaras. Bill me
había dado un ultimátum, tú o él. No era una decisión difícil y cuando le
dije que no podía vivir sin ti, me contestó que era mejor que empezara a
aprender, porque tú conocerías a una chica y te irías, te casarías y
continuarías con tu vida. Sabía que intentaba herirme o a lo mejor hacerme
cambiar de idea. El caso es que parecía tener sentido, eso es lo que hace
un hombre heterosexual, casarse y formar una familia, ¿verdad? Tú te irías
y yo no podría tenerte. Por eso lloraba, Jake, eres la única persona que
amé, el único a quien siempre quise amar y no quería perderte.
Lo solté para beber un sorbo de agua y deshacer el nudo que tenía en
la garganta. Cuando hablé, tenía la voz rota por la emoción.
-Nunca me vas a perder, tú eres mi familia, siempre lo has sido y
siempre lo serás. Nada podrá cambiar eso.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Entonces no lo sabía, pero ahora sí, lo puedo sentir- alzó la cabeza,


me miró con ojos chispeantes y una sonrisa diabólica en su cara angelical
–y no me refiero solo a mi trasero.
Estaba tomando agua y casi me atraganté. Cuando por fin dejé de
toser, Nate seguía riéndose.
-Te la estás buscando, Nate. Espera que lleguemos a casa esta noche.
Cuando termine contigo, tu trasero me estará sintiendo durante días y será
un milagro si logras caminar.
-Por mí está bien- metió la mano debajo del mantel y me apretó la
rodilla –caminar está sobrevalorado.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 22

NATE

Después de comer con Jake, volví al laboratorio caminando y pensé


que éramos muy afortunados de tenernos el uno al otro desde el día que
nacimos.
La gente habla de temperamento versus educación. Como hombre de
ciencias, tengo mis ideas al respecto, nacemos con una serie de rasgos,
pero también creo que el entorno, la familia y los amigos ayudan a
desarrollar la personalidad. Esto es lo que Jake y yo hemos sido el uno
para el otro, lo que siempre fuimos: el entorno, la familia y los amigos que
ayudaron a dos niños a convertirse en hombres. En muchos aspectos, el
uno ayudó a crear al otro.
Sé que suena extraño e interdependiente, pero la realidad es que soy
quien soy por Jake. Dependo de él y siempre lo hice. Para mí, es tan
importante como el aire y sé que él siente lo mismo, por eso nunca fuimos
capaces de prescindir el uno del otro, nunca intentamos dejarnos y esa es
la causa de que las cosas no salieran bien con Bill o cualquier otro chico.
La vibración en los pantalones interrumpió mis pensamientos. Saqué
el teléfono y miré la pantalla.
-¡Hola, Patrick! ¿Qué tal estás?
-Estoy bien. Te echamos de menos. Esta noche Ken y yo vamos a ir
a bailar y no será lo mismo sin ti.
-Parece divertido, pero últimamente he estado trabajando muchísimo
y quiero pasar la noche con Jake- apenas lo dije, me di cuenta de que
sonaba como un disco rayado.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Oh, bueno.- lo oí tomar aire -¿Porqué no vienes con él? Ya sé que la


última vez que nos vimos las cosas no salieron muy bien y la siguiente vez
fue el día del incidente del bar, pero…
-¿A la tercera va la vencida?
Patrick rió y pareció aliviado.
-¿Qué dices, vendrás a bailar esta noche? ¿Nos darás la oportunidad
de conocer mejor a Jake y arreglar las cosas con él?
-Genial, Pat, hablaré con Jake. ¿Irán a Vida?
-Sí, estaremos allí alrededor de las nueve. ¿Nos vemos esta noche,
entonces?
-Cuenta con ello. Si hubiera algún problema te llamo.
Llamé a Jake y pensé que dudaría, teniendo en cuenta lo sucedido la
última vez y las cosas que le había oído decir a Patrick, pero pareció
contento.
-Me gustan tus amigos, Nate. Además, aquello pasó hace seis meses
y la verdad es que nunca me preocupó lo que dijo Patrick, solo me
importaba lo que tú pensaras.
Típico de Jake. Es una de esas raras personas que no se preocupa ni
nunca se preocupó de lo que pensaran los demás, ni siquiera siendo
adolescente cuando muchos éramos inseguros y deseábamos impresionar
a los amigos. Él solo se dedicaba a sus cosas, con una confianza en sí
mismo que atraía a la gente y provocaba admiración.
Llegué a casa a las seis de la tarde. Pensé que había tiempo
suficiente para cenar, charlar y arreglarnos. Olía delicioso.
Jake salió de la cocina con un vaquero desgastado que le colgaba por
las caderas y con agujeros en las rodillas. Tenía un paño alrededor de la
cintura y no llevaba camisa, mostrando todos y cada uno de sus músculos.
Luego lo miré a la cara, donde reparé en los ojos verdes, el pelo, que
llevaba un tiempo sin cortarse y la sombra ligera de su barba.
Mi cuerpo reaccionó de inmediato. Para mí, Jake era el epítome de la
fuerza y la masculinidad y me resultaba muy excitante. Fui hacia él, lo
abracé, le rodeé el cuello y lo lamí.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-He preparado atún- dijo riendo –y probablemente sepa mejor que mi


cara.
-Lo dudo- murmuré –lo único que sabe mejor que tu cara es tu pene.
Soltó una carcajada mientras yo le quitaba el paño de la cintura e
intentaba desabrocharle el pantalón.
-¡Cena, Nathaniel, cena!
Tenía hambre y el olor era delicioso, así que lo dejé y saqué los
platos del armario.
-Gracias por cocinar, Jake. Huele de vicio.
Nos sentamos y mientras comíamos el atún y la ensalada César,
charlamos.
-¿Cuál es el plan para esta noche, Nate, vamos a tomar una copa con
Patrick y Ken al mismo bar?
-No- dije cuando terminé de masticar y beber agua –vamos a ir a
bailar a un lugar llamado Vida.
-¿Bailar?- preguntó sorprendido.

Déjenme que les explique el tema del baile. Donde crecimos, la


gente bailaba Country, algunos Folk y aún seguían existiendo los salones
de baile tradicionales. Pero no había ningún sitio donde la gente bailara
como en los clubs gays de New York.
Cuando nos mudamos, la idea de conocer a otros homosexuales me
excitaba tanto como mi programa de ciencias. Sé que suena patético, pero
tenía dieciocho años y no quería ser el único. Dado que por cuestión de
edad no podía entrar en los clubes y aún no había descubierto el tema de
los documentos falsos, empecé a ir a bailar.
Había clubes que eran para gente de dieciocho años o mayor y otros
que, si eras menor de veintiún años, te ponían pulseras identificativas. Allí
conocí a otros chicos de mi edad e inclinación sexual y fue genial, porque
no tenía que estar rodeado de gente que de lo único que hablaba era de la
chica que acababa de entrar por la puerta.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Nunca fui deportista y asumí que la fuerza no la sacaría de nada que


implicara coordinación. Pero, para bailar en aquellos clubes, no
necesitabas ser grande o atlético. Allí, los que más llamaban la atención
eran los que se movían provocativamente, resultó que yo podía hacerlo
como el mejor, y lo hice.
Antes de sentirme cómodo llevando chicos a casa, disfrutaba con la
proximidad física en la seguridad de una pista de baile. Era pública,
anónima y no tenía que hacer nada con ellos… a no ser que quisiera. Y me
encantaba la atención que me dispensaban, así que puse todo mi esfuerzo
en esos bailes y puedo decir con orgullo que todos mis compañeros de
baile salieron de la pista con una erección.
Por supuesto, Jake no sabía nada de esto. Pasábamos mucho tiempo
juntos, pero él tenía sus amigos y yo los míos. Las noches que salía a
bailar, él lo hacía con sus compañeros de equipo o se iba a la cama con
alguna chica. Pero siempre terminábamos juntos en casa y, aunque le
contaba cosas de mis amigos, no le mencionaba el tipo de baile casi
orgásmico que ocupaba mis noches. Hay algunas cosas que uno no le
cuenta a su amigo heterosexual.

Después de limpiar los platos y la cocina, nos dimos una ducha


larga, donde nos besamos y acariciamos con suavidad, disfrutando de
nuestra mutua compañía. Él, como siempre que nos bañábamos juntos, me
enjabonó el cuerpo y la cabeza. A mí me gustaba y me asombraba
comprobar lo tierno que podía llegar a ser.
Al terminar, Jake se puso unos pantalones marrones y una camiseta
blanca.
-Voy a ver el final del partido. Cuando termine, nos vamos.
Las mangas cortas de la camiseta le marcaban los bíceps a la
perfección. La llevaba metida dentro de los pantalones y no pude dejar de
admirar la forma de sus hombros anchos y su cadera estrecha, así como
notar con claridad el contorno de su espalda musculosa. Se pasó los dedos
por el pelo y se fue al salón. Creo que solo tardó dos minutos en
arreglarse. No podía entender cómo era posible que alguien pudiera verse
siempre tan guapo sin preocuparse por su aspecto ni mirarse al espejo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Llevaba sin ir a bailar desde que empezamos a salir, o quizá un par


de meses antes, por las largas jornadas laborales antes de nuestras
vacaciones. Abrí el armario y elegí unos pantalones estrechos de cintura
baja y una camisa negra aún más estrecha. Me puse un poco de fijador,
despunté el pelo y salí del dormitorio. Jake estaba pegado a la televisión y
cuando me escuchó carraspear, me miró de arriba a abajo con la boca
abierta y tragó saliva cuando vio la entrepierna bien marcada. Mi
estómago dio un salto de alegría, le había gustado.
-Tú, ejem- dijo con voz ahogada y carraspeó -¿vas a salir así?
Mientras hablaba, iba poniéndose pálido y decidí mantenerlo en
ascuas. Me acerqué y me paré frente a su cara, con el pene en línea directa
a sus ojos.
-Ah, ah. ¿Listo para salir?- asintió y tragó saliva.
Se levantó, caminó detrás de mí hasta la puerta y la sostuvo para
dejarme pasar. Al hacerlo, me pareció oír algo parecido a un sollozo
ahogado y cuando me giré, lo pillé mirándome el trasero, agitando la
cabeza y murmurando para sí mismo.
-Menos mal que llevo una pistola.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 23

JAKE

Estaba Deseando pasar esa noche con Patrick y Ken. No era culpa
suya que las cosas no hubieran salido bien la última vez, ellos solo se
preocupaban por Nate e intentaban recordarle que perdía el tiempo
conmigo. Se equivocaban, por supuesto, pero lo que hicieron fue por el
bien de Nate. ¿Cómo me podía enfadar con ellos?
Llegamos al club y como no los encontramos, nos dirigimos al bar a
buscar bebidas. Patrick llegó cuando Nate iba por el segundo Vodka con
jugo de arándanos y estaba un poco achispado. Lo miró de arriba abajo y
le dio un abrazo largo y apretado. Trató de hablar en voz baja, sin éxito
debido a su estado de embriaguez.
-Estás muy sexy esta noche, Nate.
Se me encogió el estómago y cerré los puños. Celos. Nate estaba
sexy, pero totalmente fuera de los límites de Patrick o cualquier otro
hombre que lo mirara, pero sí, era endemoniadamente sexy. Patrick se
separó y me tendió la mano. Yo traté de sonreír.
-Es, umm, un placer volver a verte, Jake. Me alegra que hayan
podido venir esta noche- mientras le estrechaba la mano, lo noté nervioso.
Se volvió a Nate y le dijo –Ken sigue bailando, vamos a acompañarlo.
Lo tomó de la mano y empezó a llevarlo entre el gentío. Yo iba
detrás de Nate sin soltarle la cintura. Era difícil caminar así entre tanta
gente, pero no lo solté.
Cuando llegamos a la pista, Ken estaba bailando con un chico muy
joven y ambos estaban sin camisa.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Vamos hacia allí- Patrick tuvo que gritar para hacerse oír.
Miré a mi alrededor. En la pista había hombres en diferentes grados
de desnudez. Algunos estaban emparejados, otros en grupos de tres o más
y se tocaban a sí mismos y a los otros. Era muy excitante, pero yo nunca
había bailado así con nadie, salvo Nate y ni siquiera teniendo sexo me
había movido como ellos bailaban. Nate se giró.
-¿Estás listo para bailar, Jake?
-Ve tú- sacudí la cabeza –yo me quedaré aquí a mirar.
Nate me rodeó el cuello con los brazos y me miró a los ojos,
preocupado.
-¿Estás seguro? ¿Va todo bien?
No quería impedirle que se divirtiera. Además, si alguno se le
acercaba demasiado, le volaría la cabeza. Vale, esa es la razón por la cual
la gente no debe llevar armas a los bares. Me calmé y lo miré sonriente.
-Estoy bien, cariño, solo quiero verte bailar.
Me besó la mejilla y se lanzó a la pista con sus amigos. Apenas la
pisó, la música pareció absorberlo y empezó a mover el cuerpo al ritmo de
la canción, colocando las manos detrás de la cabeza y balanceando las
caderas de lado a lado mientras bajaba el cuerpo y deslizaba las manos por
el pecho y el estómago. Cuando subía, moviendo las caderas al ritmo de la
música, se acariciaba las piernas y con el pulgar se rozaba el pene. Siguió
ascendiendo, empujando un poco la camisa y revelando un estómago
plano mientras con las caderas imitaba el acto sexual. Me tenía
hipnotizado.
Volvió a mi lado después de cuarenta y cinco minutos bailando con
Patrick, Ken y su nuevo amigo, que se rozaba accidentalmente contra él
más veces de las que pude contar. Estaba sin aliento, tenía la camisa
empapada y el pelo todo desarreglado. Estaba hermoso. El pulso se me
aceleró tanto que parecía que se me iba a salir el corazón. Le rodeé la
cintura y lo apreté contra mi cuerpo.
-¿Te lo has pasado bien bailando?
-Sí. ¿Y tú te divertiste mirando?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

No sabía por qué me lo preguntaba, pero mi erección debió ser


suficiente respuesta.
-Ha sido lo más sexy que he visto. Hubiera eyaculado dentro de los
pantalones, si no hubiera estado tan ocupado intentando contenerme para
no pegar a todos los que babeaban por ti, que eran muchos, créeme.
-¡Aw, Jake! Dices cosas tan bonitas. Si esto te gustó, entonces
disfrutarás con la versión X. Invítame a una copa y te la mostraré cuando
lleguemos a casa.
Alcé las cejas en señal de interrogación. Nate me tomó de la mano y
caminó delante hacia el bar, dejándome ver el mejor trasero del mundo.
-En la versión X no hay ropa- sentí que mi pene pulsaba y se me
cortó la respiración ante esa imagen.
-Oh, mierda.
Cuando llegamos, Nate se colocó delante de mí y se apoyó contra la
barra, dejando su trasero levantado. Lo imaginé en esa misma posición,
desnudo y yo deslizándome en su interior. Contuve el aliento, nunca nada
ni nadie había logrado excitarme del modo que lo hacía Nate. Me
provocaba una reacción física tan fuerte que me abrumaba.
Fuimos hasta la mesa a sentarnos con las bebidas en la mano. Los
pantalones me apretaban en la entrepierna y no tenía forma de ocultar la
erección que reposaba en mi muslo. Nate miró mi regazo y sonrió.
-¿Es por mí?- estiró la mano y la acarició.
-Jesús, Nate, me estás matando- con manos temblorosas tomé la jarra
de cerveza y di un buen trago. Nate se paró y me tendió la mano.
-Vamos.
-¿Adónde?
-Confía en mí.
Lo tomé de la mano y, como siempre, disfruté del tacto suave y
cálido de su piel. Fuimos a los servicios y me empujó a uno de los
cubículos, cerrando la puerta. Luego se apretó contra mi cuerpo mientras
me besaba y aplastaba ambos penes. Emití un quejido en su boca y le
chupé la lengua. El comenzó a desabrochar el cinturón y abrirme los
pantalones

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Nate. ¿Qué estás haciendo?


-Tomando lo que es mío- dijo con la boca pegada a mi oído,
mientras me seguía bajando los pantalones y la ropa interior de un tirón.
Antes de poder responder o reaccionar, ya estaba de rodillas con mi
pene enterrado en su garganta. Me apoyé contra la puerta y gemí mientras
Nate movía la cabeza arriba y abajo, chupando con suavidad. Luego se
retiró un poco hasta rodear solo la cabeza, me apretó los testículos y tiró
de ellos mientras los lamía.
-¡Joder, Nate! Eres demasiado bueno haciendo esto.
Bajé la cabeza y lo encontré mirándome mientras me lamía toda la
longitud y movía la lengua en todas direcciones. Por fin volvió a meterse
el pene en la boca y se quedó quieto, mirándome provocativo. Supe lo que
quería. Le puse la mano detrás de la cabeza y empecé a moverme. A Nate
le encantaba que le embistiera la boca y reaccionó emitiendo un profundo
gemido que hizo vibrar mi pene.
Con la otra mano, me tapé la boca para ahogar los sonidos que sabía
iba a emitir. Solo necesité dos embistes para agarrarlo fuerte de la cabeza
y explotar mientras él gemía.
-¡Joder, joder, joder!
A lo largo de los años, muchas mujeres me había hecho incontables
felaciones, pero ninguna había logrado hacerme experimentar lo que ahora
experimentaba con Nate. El modo de usar su boca, su lengua y garganta,
los sonidos que hacía, la forma en que me sentía con él… Si añadía la
tremendamente erótica y sensual experiencia… Esperaba ser capaz de
hacerle sentir algo similar y me pregunté si mi falta de experiencia con los
hombres lo desilusionaría.
Estaba con la cabeza apoyada contra la pared y los ojos cerrados,
podía sentir como Nate me subía la ropa, metía mis genitales dentro de los
calzoncillos y volvía a abrochar los vaqueros y a colocar el cinturón.
Luego se acurrucó contra mi cuello.
-Gracias, eres delicioso. ¿Listo para volver a salir? Patrick y Ken
estarán locos preguntándose dónde estamos.
-Joder, Nate, no estoy seguro de poder caminar. ¿Cómo logras
hacerme eso?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Bajé la mano y lo toqué, pero él entrelazó los dedos con los míos y
me los besó.
-Ahora no. Esto era solo para ti. Vamos.
Abrió la puerta y cuando salimos, encontramos a Patrick que
entraba.
-Oh, ahí están. Yo, umm, estaba preguntándome adónde se habían
ido- miraba el suelo mientras hablaba y movía el pie nervioso. Nate me
besó en la mejilla y lo miró.
-Lo siento Pat. ¿Quieres seguir bailando?
-Sí, te veré fuera. Necesito utilizar el baño.
Cuando salimos, le solté la mano y lo miré.
-Adelántate tú, yo esperaré a Patrick y luego iremos a buscarte.
Pareció sorprendido, pero contento de comprobar que empezaba a
llevarme bien con sus amigos y volvió a la pista. Yo entré de nuevo en los
servicios y vi a Patrick apoyado en el lavabo.
-¿Desde cuándo estás enamorado de él?- se quedó helado y me miró
a través del espejo. Sabía que era muy bueno haciendo hablar a la gente,
incluso si era lo último que querían hacer o consideraran que era mala idea
abrir la boca. Utilicé toda mi paciencia y entrenamiento para hablar con
calma y no demostrar ninguna emoción –está bien, si alguien sabe lo
maravilloso que es Nate, ese soy yo.
Él dudó y luego se volvió hacia mí.
-Sí, es genial, pero no estoy enamorado de él. Siempre pensé que era
alguien a quien podría amar. Pero siempre ha estado rodeado por un muro
que nadie pudo derribar y Dios sabe que lo he intentado. Él es diferente
cuando tú estás, incluso antes de que empezaran a salir. Contigo era más
abierto, más conversador, más físico… no había barreras.
-¿Conoce Nate tus sentimientos?
Patrick rió entre dientes.
-Oh, no lo sé. Hace años, intenté seducirlo y él me preguntó si estaba
interesado en un polvo o en una relación. Te diré que con alguien como
Nate, pensé que la respuesta correcta sería “relación” y en aquella época ni

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

siquiera lo decía en serio. Solo quería acostarme con él, pero…-se detuvo
y me miró de repente, dándose cuenta con quién hablaba. Me tragué la
bilis, sonreí y asentí, así que continuó –él me dijo que las cosas no
funcionarían, que podría compartir su pene, pero no sus sentimientos,
porque su corazón no le pertenecía y nunca lo hizo. ¿Sabes? Pensé que
estaba siendo dramático, hasta la noche que te trajo al bar. La forma en
que te miró cuando te fuiste… por primera vez me di cuenta de que lo que
sentía por ti no era un encaprichamiento ni un enamoramiento. Y por
cómo tú lo mirabas, supe que el sentimiento era mutuo.
Suspiré. No se puede poner en palabras lo que Nate y yo siempre
compartimos, pero desde luego no era un capricho o un enamoramiento.
Ya antes de pasar a una relación física, esos sentimientos eran los que nos
motivaban. El poder compartir también nuestros cuerpos, bueno, era el
regalo más grandioso, pero no la base de nuestra relación.
La voz de Patrick interrumpió mis pensamientos.
-¿Así que, umm, realmente eres gay? ¿En serio? –no entendía por
qué le resultaba difícil a la gente creérselo.
-Parece que sí.
Vino hacia mí y me pasó los dedos por el pecho.
-A lo mejor los tres podríamos…
-No hay ninguna posibilidad, Patrick.
-Lo que pensé- empezó a ir hacia la puerta –agradece haberlo visto
tú primero.
-Estoy agradecido- lo agarré con fuerza por el hombro, seguro de
que le quedaría marca –cada maldito minuto de cada maldito día. Y sé que
eres su amigo y me parece muy bien, pero para que las cosas queden
claras, cualquier cosa que te dijera en el pasado sobre compartir su pene,
ya no vale. Lo mismo que cualquier otra parte de su cuerpo, recuérdalo a
partir de ahora y guárdate las manos.
Tragó saliva y asintió, lo miré a los ojos y con satisfacción, vi que
había miedo. Ya sé, no soy un tipo muy agradable, así que, ¿qué
importancia tiene? Le pasé el brazo por los hombros y salimos.
-Me alegra que nos entendamos, Patrick.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 24

NATE

Cuando Jake y Patrick vinieron hasta la pista, la cara de éste estaba


pálida, parecía nervioso y asustado. Miré a Jake, fui hasta ellos, puse la
mano sobre el brazo de Patrick y, como me temía, se echó hacia atrás y
tartamudeó.
-Yo… yo... um, voy a bailar con Ken- sonrió débilmente y se fue.
-Me imagino que en el cuarto de baño has reclamado lo que es tuyo-
lo miré intentando ocultar la sonrisa.
-Mierda- dijo mirando al suelo –lo lamento, Nate, no debería haberlo
hecho. Le… le pediré disculpas. Sé que es tu amigo y no quiero
interponerme entre ustedes como un idiota territorial.
Parecía avergonzado y triste. No le podía hacer eso, tenía que
tranquilizarlo. Le acaricié la mejilla con suavidad hasta que me miró.
-Jake, yo… está bien, no me importa. Cuando se trata de ti,
encuentro muy excitante la cuestión de la territorialidad.
Alzó la ceja con sorpresa y me miró con las pupilas dilatadas,
mientras yo iba bajando la mano por su pecho y la dejaba en su ingle.
-Vamos a casa- dijo con voz ronca y baja.
Solo de pensar en él deseándome lo suficiente como para apartar a
otros hombres de mi lado, me ponía caliente y duro. Los pantalones
comenzaban a apretarme y mi trasero se contraía con necesidad.
Logramos llegar a casa con la ropa puesta, todo un logro, teniendo
en cuenta que apenas entramos en el taxi, ya estaba casi en su regazo y

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

solo paré de besarlo para que diera la dirección. Cuando llegamos a la


puerta de casa, ya le había aflojado el cinturón y desabrochado los
pantalones. Él se las arregló para abrir la puerta y meternos dentro sin
dejar de enroscar su lengua en la mía.
-Vamos al dormitorio- susurró.
-No hay tiempo –respondí quitándome la camisa y los zapatos. Jake
emitió un sonido parecido a un rugido, me desabrochó el pantalón y tiró de
él y de la ropa interior hasta las rodillas. Antes de terminar de quitármelos,
Jake se abalanzó sobre mi pene y se lo tragó hasta la raíz. Tuve que
apoyarme contra la pared con un gemido.
-Ahh, Jake, es maravilloso, pero necesito sentirte dentro de mí –se
separó un poco, sin dejar de chupar –Jake, si sigues así no voy a durar. Por
favor, ven aquí, te necesito.
Cuando se levantó, le quité la ropa y su pene saltó contra su
estómago. Tenía una mirada casi salvaje cuando me besó profundamente y
me alzó sosteniéndome por las nalgas. Lo rodeé con brazos y piernas,
haciendo que su pene me rozara el trasero. Hizo movimientos lentos
buscando mi entrada y cuando se frotó contra ella, gemí en sus labios.
Se apartó y me miró mientras me alzaba y dejaba caer mi cuerpo con
un movimiento duro y rápido, haciéndome gritar por la sensación de ardor
y estiramiento. Era increíble y mi pene reaccionó endureciéndose y
chorreando.
-Agh.
Perdí la habilidad de hablar, solo era capaz de gruñir y gemir. Jake
me tenía contra la pared, con las manos debajo de mis piernas,
sosteniéndome con fuerza y flexionando los bíceps, el sudor le corría por
la frente mientras seguía empujando arriba y abajo.
Mi pene se frotaba contra su estómago y podía oler su piel y su
sudor. Nuestros sonidos llenaban la habitación y toda la experiencia
resultaba primaria y erótica.
La falta de lubricación me causaba una increíble combinación de
placer extremo y un poco de dolor, estaba excitado hasta lo indecible. Jake
me besaba y empujaba dentro de mí cuando lo sentí ponerse tenso, echar
la cabeza hacia atrás y mirarme. Yo estaba muy cerca y necesitaba volar,

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

estaba sin aire y golpeaba la cabeza contra la pared con frustración. El


pareció comprender y me clavó los dientes entre el cuello y el hombro.
-¡Ahhhh!- grité mientras me vaciaba entre ambos cuerpos y Jake lo
hacía en mi interior.
Tras unos momentos, giró conmigo en brazos y se fue echando al
suelo hasta quedar sentado conmigo en su regazo. Me miró.
Era maravillosa la sensación de confort y seguridad que tenía con él,
su mirada contenía la certeza de cada esperanza, fallo, logro, sueño,
desilusión, triunfo, humillación y alegría que yo haya experimentado.
-¿Estuvo… estuvo bien? ¿Te di lo que necesitabas, cariño?- me
miraba con intensidad.
Asentí y me acurruqué contra su cuello, lamiéndole la piel y
mordiéndolo con suavidad. Cuando pude recuperar la capacidad de pensar,
me di cuenta de que su voz no era la de siempre. Sonaba… insegura.
-Jake, ¿está todo bien?- busqué su mirada y él enredó los dedos en
mi pelo.
Suspiró y me apretó un poco más.
-Es solo… quiero hacerte sentir tan bien como tú me haces sentir a
mí. Quiero dártelo todo- vaciló –pero no tengo la experiencia de los
hombres de esta noche. Nunca podré moverme como ellos.
Apoyó su frente en la mía y continuó.
-¡Y cómo te miraban y deseaban, Nate! Esta noche estabas increíble,
siempre lo estás. Eres tan hermoso y tan buen amante, las cosas que haces
con tu cuerpo… las que haces con el mío, logras que sienta algo que nunca
imaginé. Y eres taaan inteligente. Quiero decir, ese Bill es un imbécil,
pero tiene razón. Podrías estar con alguien más inteligente que yo- abrí la
boca para interrumpirlo, pero acabó con un susurro tan bajo que, si hubiera
algún otro sonido o yo no hubiera estado compartiendo el mismo aire, no
hubiera oído -¿soy suficiente para ti? ¡Quiero tanto serlo!
No podía creer lo que estaba oyendo. Nunca supe que Jake fuera
inseguro y lo consideraba tan fuera de mi liga. ¿Cómo no podía verlo?
-Oh, Jake. ¿Suficiente para mí? Eres todo para mí, me falta el aliento
cuando te miro. ¿Te das cuenta de que podrías ser portada de cualquier

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

revista? Eres guapo sin proponértelo. ¡Y no digas que no eres inteligente!


Sabes que no es cierto. ¿Qué pasa si a mí se me dan bien los números y los
libros? Apenas puedo comprenderme a mí mismo. Pero tú sí, siempre lo
has hecho. Entras en una habitación y enseguida captas lo que la gente
piensa o siente. ¿Tienes idea de lo mucho que te admiro?
Cuando terminé de hablar, supe que estaba llorando al notar que Jake
me secaba las lágrimas con la mano.
-Créeme, Nate, no soy tan bueno, pregúntaselo a cualquiera que haya
estado conmigo. Ninguno te contará alabanzas sobre mis proezas en la
cama. Contigo soy… diferente, gracias a ti, a las cosas que me haces sentir
y al amor que sentimos el uno por el otro.
Sorbí, con la cara empapada por las lágrimas. Jake, que conservaba
la camisa pegajosa con mi semen, se la quitó y me secó la cara con las
mangas, haciéndome reír.
-¿Qué? ¿Por qué te ríes?
-Tú… acabas de hacerme el amor con todas las fibras de tu ser, aún
te puedo sentir. Tienes el cuerpo más maravilloso que he conocido- recorrí
con la mano el pecho perfectamente esculpido y cincelado –y vas y me
limpias la nariz con tu camisa. Sí, Jake, puedo asegurar que eres suficiente
para mí.

Tras la muerte de sus padres, cada vez que íbamos a Bryerville, Jake
se quedaba en nuestra casa, pero nunca vendió la suya. Mis padres se
ocupaban de alquilarla y mantenerla en condiciones, algo nada difícil, ya
que vivían en la puerta de al lado.
-¿Arriba o abajo, Jake?
Estábamos en casa para una visita de varios días y Jake acababa de
dejar las maletas en mi antigua habitación. Me atrajo hacia sí y me besó.
-¿Estás hablando de las literas o…?
Mis padres compraron las literas cuando empezamos el Instituto,
supongo que se imaginaron que ya éramos demasiado grandes para seguir
compartiendo la cama los fines de semana que Jake se quedaba en casa.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Estábamos parados frente a las literas y fruncí el ceño cuando me di


cuenta de que no podría sentirlo a mi lado durante la noche. Me había
acostumbrado a su cuerpo y no estaba seguro de poder resistir dormir
separados, aunque fuera por unos metros. Jake pareció leerme la mente.
-Seguro que se pueden separar y usar como camas individuales. Solo
necesitaré juntarlas y tendremos suficiente espacio- caminó hasta las
literas y levantó la de arriba –échame una mano y ya las dejamos
preparadas antes de ir a cenar. Huele como si Mama C. estuviera haciendo
su famosa Jambalaya.
Fui hasta el otro lado de la cama y después de diez minutos,
teníamos las camas puestas una al lado de la otra en el rincón. No quedaba
mucho espacio para caminar, pero no estaríamos allí mucho tiempo.
-Chicos, si están listos para…- mi madre estaba parada en la puerta,
secándose las manos en el delantal y mirando la nueva disposición de las
camas. Luego alzó la vista y nos sonrió mientras terminaba de hablar-
disfrutar de la cena. Está casi lista. Nathaniel, creo que tu padre podría
agradecer que lo ayudes con la ensalada. Ya sabes lo inútil que es en la
cocina.
Asentí y empezamos a caminar hasta la puerta, cuando mi madre
tomó a Jake del brazo con suavidad.
-Veo que todavía tienen que desempacar. Jacob, yo te puedo ayudar
mientras Nathaniel hace la ensalada.
Fui a la cocina, donde mi padre estaba masacrando un tomate. Saqué
otro cuchillo con sierra y se lo alargué.
-Prueba con éste, papá. Los de sierra son mejores para el tomate.
-Oh, cierto. Gracias, Nathaniel.
Saqué del frigorífico lechuga y pepino, los lavé y empecé a cortarlos
mientras charlaba con mi padre. Me habló de su trabajo, de lo que hacía
cada miembro de la familia y de los últimos chismes de la ciudad.
-Bien, hijo. Parece que hemos terminado. ¿Qué tal si agarramos una
cervezas y te sientas con tu viejo padre en el porche? Apuesto que desde
New York no puedes ver estas estrellas.
No soy un gran bebedor, pero no iba a arruinar el momento padre-
hijo, así que saqué las cervezas de la nevera y lo seguí. Miré el cielo, era

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

verdaderamente bonito. Suspiré con nostalgia mientras le alargaba la


cerveza a mi padre y yo daba un largo trago a la mía. Nos sentamos en las
mecedoras que llevaban años en ese porche y disfrutamos del cielo
estrellado y de la mutua compañía.
-Lamento que haya pasado tanto tiempo desde nuestra última visita,
papá. El trabajo nos mantiene tan ocupados que resulta difícil irse. Allí, el
tiempo realmente vuela, todo va muy deprisa.
Él me palmeó la mano, dejó la suya allí y me la apretó. Me pregunté
si podía sentir mi creciente frustración con el trabajo y la vida en la gran
ciudad.
-No lo sientas, Nathaniel, lo entendemos. Solo que los echamos de
menos a ambos. Tu madre sigue teniendo la esperanza de que un día
decidan volver a casa- dio otro trago y comenzó a arrancar la etiqueta de la
botella –y también yo.
Si me hubiera dicho esto en otro momento de mi vida,
probablemente no le hubiera prestado atención. Nunca quise estar en
Bryerville. Pero en ese momento, sentado a su lado en el porche, mirando
las estrellas y escuchando a los grillos, no podía pensar en otro lugar
donde me gustaría estar. Pero no era tan fácil.
-Yo también los echo de menos, papá y tú lo sabes. Pero no creo que
podamos tener una vida aquí, quiero decir, sigue siendo el sur y yo sigo
siendo gay.
Mi padre sacudió la cabeza. Juraría que estaba frustrado, pero
mantuvo el mismo tono de voz.
-Si no quieres vivir aquí, Nathaniel, es que no quieres. Pero no
utilices tu condición sexual como excusa. Ya sé que esto no es New York,
pero es tu casa. Tanto tu madre como los padres de Jake y yo nacimos aquí
y todos los primos, tíos y el resto de la familia están aquí. Ambos son
parte de esta ciudad y serán queridos y aceptados. Claro que sería
diferente para alguien de fuera y no estoy diciendo que la gente no sea
estrecha de mente. Podría haber sido diferente si hubieras intentado traer a
otro hombre aquí, pero no lo hiciste. Se trata de ti y de Jacob, son parte de
esta ciudad y nunca fueron maltratados, Nathaniel, la gente los considera
familia y no creo que sea justo que asumas lo peor de personas que
siempre se preocuparon por ti, por los dos.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Sabía que tenía razón. A lo largo de los años había oído un montón
de historias horribles de mis amigos homosexuales. Historias de padres
enfadados, amigos que los abandonaban por su condición sexual, algunos
incluso fueron amenazados y hasta golpeados por sus compañeros de
clase. Pero nada de eso me pasó a mí, nunca.
Me imagino que es parte de una ciudad pequeña, sobre todo si las
familias estaban tan arraigadas como las nuestras. Es fácil odiar a personas
desconocidas y sin rostro, pero en Bryerville nos conocían desde que
nacimos, lo mismo que a nuestros padres y a los suyos. Posiblemente no
saldrían a luchar a favor de los derechos de los homosexuales, pero si Jake
y yo volviéramos a vivir allí, nos recibirían con los brazos abiertos.
-Lo siento, papá, tienes razón. Todo el mundo siempre fue muy
bueno conmigo. Creo que nunca me planteé la posibilidad de volver,
ninguno de los dos lo hizo. Hablaré con Jake para ver qué piensa. Extraño
este lugar y sería bonito estar cerca de ti y de mamá.
Él asintió y permanecimos en silencio unos minutos mientras
terminábamos la cerveza. En un momento dado, mi padre me palmeó la
rodilla y se levantó.
-Voy a poner la mesa, Nathaniel. Por favor, ve a decir a tu madre y a
Jacob que ya soy muy viejo para cenar tan tarde.
Me levanté riendo e iba hacia el dormitorio, cuando se abrió la
puerta y vi a mi madre salir con los ojos rojos e hinchados. Parecía haber
llorado, lo que significaba una cosa, que estuvieron hablando de los padres
de Jake.
Entré rápidamente en el dormitorio para ver a Jake y lo encontré
sentado en la cama, parecía triste y cansado. Deseaba a toda costa hacer
que se sintiera mejor, pero no podía devolverle a sus padres. Lo envolví en
mis brazos y lo apreté fuerte mientras él farfullaba contra mi pecho.
-Los extraño mucho, Nate.
-Lo sé.
Lo sostuve y le dije lo mucho que lo quería, que no estaba solo.
Cuando se calmó, alzó la cara y me miró.
-Lamento esto, Nate. Volver aquí me trae muchos recuerdos, ¿sabes?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Entendía lo duro que debía ser para él volver a Bryerville y no


encontrar a sus padres allí. ¿Cómo iba a pedirle que volviéramos si cada
día le recordaría la pérdida?
-No necesitas disculparte, lo entiendo. Vamos a cenar, necesito
asegurarme que tengas energías para esta noche. Creo recordar la promesa
de cumplir mis viejas fantasías.
Se rió.
-Y tengo la intención de hacer honor a esa promesa después de
cenar. Venga, salgamos de aquí- me besó con ternura y me tomó de la
mano mientras salíamos del dormitorio.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 25

JAKE

Nate y yo volvimos a Bryerville después de mucho tiempo.


Acabábamos de juntar las camas de su antiguo dormitorio, cuando entró su
madre.
-Chicos, ¿están listos para cenar? Está casi lista.
Sonreía mientras miraba el arreglo de las camas.
-Nathaniel, creo que tu padre podría agradecer tu ayuda con la
ensalada. Ya sabes lo inútil que es en la cocina.
Hum, parecía que intentaba sacarlo de la habitación. Nate se
encaminó hacia la puerta y yo lo seguí, sabiendo que ella me pediría que
me quedara.
- Veo que todavía tienen que desempacar. Jacob, yo te puedo ayudar
mientras Nathaniel hace la ensalada.
Me reí para mis adentros y volví a entrar.
-Así que quieres algún tiempo a solas conmigo, Mama C.- la abracé.
-¿Tan transparente soy, querido?
Puse las maletas sobre la cama y empecé a desempacar.
-Desde luego, no te caracterizas por tu discreción. ¿Va todo bien?
Abrió el armario, sacó algunas perchas y me ayudó a colgar la ropa.
-Todo está bien, Jacob, mejor que bien. Solo quería decirte que Ted
y yo estamos muy contentos con lo que, ejem… pasa entre ustedes dos-

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

dejó de colgar ropa y se giró hacia mí, pude ver que tenía los ojos llenos
de lágrimas –no te puedo decir lo que significa para mí saber que se tienen
el uno al otro.
Me sentía desconcertado y confuso con esa demostración de
emoción y no sabía hacia dónde iba. Me tomó del brazo.
-He estado con el padre de Nathaniel desde los dieciséis años, es el
único hombre al que amé y tu madre ha sido mi mejor amiga toda la vida.
Hasta el día que murió, éramos inseparables. Nunca tuve hermanas, pero sí
hermanos y siempre fuimos muy cercanos, me imagino que se debe a que
crecimos en la misma casa y compartimos la misma educación. Siempre
supe que ustedes se amaban, pero no sabía qué tipo de amor era, si el que
yo sentía por mis hermanos, por tu madre o por Ted.
Me miraba con los ojos anegados en lágrimas y seguía
sosteniéndome del brazo. Sabía que me estaba ocultando algo. ¿Qué
quería, que le explicara mis sentimientos por Nate? ¿Quería estar segura
de que nunca le haría daño?
-No sé qué responder a eso, Mama C. porque no tengo más
referencias. Para mí, Nate es la única persona que encaja en ese rol-
ordené mis ideas y traté de poner palabras a mis sentimientos –creo que lo
que estoy diciendo es que lo amo como el pariente más cercano que nunca
tuve, como el mejor amigo de toda la vida y como la única persona de la
que siempre estuve enamorado. Así que sí, es todas estas cosas, pero
también ninguna.
-De todas formas, la intensidad de todo ese amor, sentimientos y
deseo enfocados en una sola persona… no hay palabras para expresar lo
que siento por él, lo que significa para mí. Pero te puedo prometer que
nunca le haré daño. Es todo mi mundo y siempre lo cuidaré, no tienes que
preocuparte.
Mientras hablaba, las lágrimas se deslizaban por su cara, pero al oír
eso último, soltó una pequeña carcajada.
-¿Eso es lo que piensas, Jacob, que me preocupa que tú le hagas
daño?
No estaba seguro de cómo responder, así que le sostuve la mano y
esperé.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Sé que nunca lo lastimarás, Jacob. Quizá no comprenda lo que


comparten, pero no dudo que cuidarás de él, como siempre lo hiciste.
Se levantó y colgó más ropa en el armario. Después de unos
minutos, de espaldas a mí, se aclaró la garganta.
-Sé lo del accidente. Tenía un amigo que trabajaba en el hospital y
vio el informe de tus padres. Lo repasamos una y otra vez y sé que el
impacto no los mató. También sé que no fue una ambulancia la que trajo a
Nate al hospital, lo hiciste tú, a cuestas.
Salté de la cama y cerré la puerta, no quería que Nate oyera nada de
eso.
-Sé que no me incumbe, pero cuando insististe en aceptar un arreglo
inmediato de la aseguradora del camión, aunque los abogados te habían
dicho que conseguirías mucho más yendo a juicio, o al menos forzando las
cosas un poco más… En ese momento pensé que estabas ocultando algo.
Yo… um, me da vergüenza admitirlo, pero llegué a pensar que tu padre
había estado bebiendo y tu intentabas protegerlo, manteniendo ese detalle
oculto.
Se sentó en la cama, temblando. Mierda. Me pasé los dedos por el
pelo y pensé en la respuesta.
-Mi padre no había bebido, Mama C, no fue su culpa. El conductor
del camión se quedó dormido al volante de verdad y se cruzó de carril,
apareciendo de la nada- vacilé un poco, no quería mentirle, pero no tenía
opción –y mis padres murieron a causa del impacto. Esto es todo lo que
diré y es todo lo que Nate debe oír, no debe ver nunca esos informes ni
escuchar tus sospechas.
Al principio hablaba en voz baja y suave, pero poco a poco fui
subiendo el tono y terminé con mucha firmeza, para que entendiera que
hablaba muy en serio.
-Nate no podría soportar ese tipo de culpa y yo no dejaré que cargue
con ella.
-¿Y tú si puedes, Jacob?- retorcía las manos en el regazo -¿puedes
soportar esa culpa tú solo?
-Puedo y lo hago- dije con voz firme, dura y fría –lo hice los últimos
nueve años y continuaré haciéndolo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

De repente me sentí muy cansado, pensé en aquella noche, en la


muerte de mis padres, en lo cerca que estuve de perder a Nate. Todo
seguía siendo muy doloroso. Cuando me senté al lado de la mujer que
siempre había sido una segunda madre para mí, sentí que las defensas me
abandonaban. Le pasé el brazo por los hombros.
-Te pido un favor, ya no quiero volver a hablar de este tema, ni ahora
ni nunca. Nate estuvo inconsciente en todo momento, fue mi elección,
Mama C y nunca me arrepentí de ella- le dije mirándola a los ojos.
Se secó la cara con el delantal y me puso la mano en la mejilla.
-De acuerdo, querido, lo entiendo. Nunca le diré nada a Nathaniel, te
doy mi palabra. Te estoy agradecida por lo que hiciste por mi hijo, Jacob,
esa noche y todas las demás que sé que lo has protegido –se puso de pie
sin dejar de mirarme –tienes los ojos y la fuerza de tu madre. Habría
estado muy orgullosa del hombre en el que te has convertido.
Abrió la puerta justo cuando Nate entraba. Miró los ojos rojos de su
madre y mi cara y vino corriendo a mi lado. Me envolvió en sus brazos, yo
me incliné y apoyé la cabeza en su pecho y dejé que las lágrimas
corrieran.
-Los echo de menos, Nate
-Lo sé.
Me sostuvo, me acarició la cabeza y el cuello susurrando palabras de
consuelo. Me sentí muy afortunado de tenerlo en mi vida. Después de
unos minutos, me recuperé y me enderecé.
-Lamento esto, Nate. Volver aquí me trae muchos recuerdos, ¿sabes?
Su cara expresó desilusión, comprensión o quizá ambas.
-No necesitas disculparte, lo entiendo. Vamos a cenar, necesito
asegurarme de que tengas energías para esta noche. Creo recordar una
promesa de cumplir mis viejas fantasías.
Me reí y mi pene se alzó.
-Y tengo la intención de hacer honor a esa promesa después de
cenar. Venga, salgamos de aquí.
Bajamos y nos reunimos con sus padres, que ya estaban sentados a la
mesa. Fue una cena deliciosa, no sé si debido a la cena, la compañía o que

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

he comido tantas veces Jambalaya a lo largo de mi vida que era


reconfortante. Fuera lo que fuera, me sentí contento de estar en casa.
Cuando terminamos, la madre de Nate empezó a recoger la mesa.
-Ustedes hicieron la comida, yo me ocuparé de los platos. Mama C,
siéntate y descansa.
-Te lo agradezco mucho, Jacob.
Me llevé los platos a la cocina y empecé a lavarlos. Estaba parado
frente a la ventana y podía ver la claridad del cielo y las luces de las casas
vecinas. En algún momento de mi vida, había estado en todas esas casas,
para una barbacoa, una fiesta de cumpleaños, una cena familiar, algo. En
New York, era diferente, no conocíamos a nuestros vecinos. Teníamos
amigos y compañeros de trabajo, pero no era lo mismo.
-Te ayudaré a secar- Nate había entrado y me rodeó la cintura con
los brazos. Me recosté sobre su pecho y rocé su mejilla con la mía. Suspiró
y me besó el cuello antes de separar los brazos y coger un paño del cajón,
al cabo de unos minutos, teníamos los platos, lavados, secos y guardados.
Fui hacia él, lo tomé de la cintura y lo atraje hasta que se quedó entre mis
piernas separadas, pegado a mí.
-Bien, ahí va mi propuesta. Compartamos nuestras fantasías, luego
subimos y las ponemos en práctica. Empieza tú.
Pude sentir que se ponía duro contra mi pierna, mientras me
acariciaba la espalda y empezaba a hablar.
-Creo que mi primera fantasía data de cuando era bastante inocente.
Empecé a imaginar que una de esas noches que te quedabas a dormir aquí,
yo salía del cuarto de baño y, al entrar en la habitación, te pillaba
masturbándote.
Estábamos pegados el uno contra el otro, de pie en la cocina, cuando
entró el padre de Nate.
-Gracias por, ejem- miró hacia el suelo –limpiar los platos y la
cocina, chicos.
Besé a Nate en la mejilla y me aparté.
-No ha sido nada, Ted. Estoy cansado del viaje, así que si no les
importa, voy a ducharme y meterme en la cama.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Abracé a Ted y él me apretó con fuerza.


-Por supuesto, hijo, por supuesto. Mañana nos ponemos al día.
Quiero que me cuentes tus últimos casos y tu promoción.
El abuelo de Nate había sido Sheriff de la ciudad, así que Ted había
crecido rodeado de agentes de la ley y le encantaba oírme hablar de mi
trabajo.
-Parece un buen plan. Buenas noches, Ted.
Cuando salí de la cocina, le guiñé el ojo a Nate. Luego di las buenas
noches a Mama C, me duché, me metí entre las sábanas y pensé en todos
los momentos divertidos que viví en esa habitación.
Cuando éramos niños, solíamos quedarnos despiertos toda la noche
escondidos debajo de las sábanas, con linternas y contando historias.
Teníamos un juego, uno empezaba con la historia y el otro tenía que
continuarla y así hasta que nos quedábamos dormidos.
Mirando hacia atrás, supe que ya entonces lo amaba. De hecho, no
recuerdo un tiempo en el que no lo hiciera, ni siquiera recuerdo un
momento de mi vida en el que él no fuera el centro. No exageré cuando le
dije a mama C que Nate era todo mi mundo.
Cuando oí correr el agua de la ducha del vestíbulo, supe que Nate
entraría pronto. Las luces estaban apagadas, pero por las cortinas abiertas
entraba la claridad de la luna llena y se me vería. Empecé a acariciarme el
pene y para cuando el agua se cerró y la mano de Nate estaba en el pomo
de la puerta, yo estaba duro y caliente.
Cerré los ojos, apoyé la cabeza en el cabecero y seguí tocándome.
-Mmm, ahh- gemí cuando entró. Nate soltó un grito y oí que cerraba
la puerta, pero continué con los ojos cerrados, acariciándome, pasando el
pulgar sobre la punta mojada y esparciendo el líquido a lo largo del pene
para lubricarlo.
Después de un par de minutos, lo sentí sentarse a mi lado. Abrí los
ojos y lo miré, estaba desnudo y húmedo por la ducha. Tenía las pupilas
dilatadas, la boca abierta y estaba duro como una roca.
-Dios, es tan sexy. Te ves tan sexy haciendo eso, Jake.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me senté y nos quedamos uno frente al otro. Abrí las piernas y lo


rodeé. Él hizo lo mismo y apoyó sus piernas sobre las mías. No nos
tocábamos el pecho, pero estábamos muy cerca, podía oír su respiración
agitada y sentir la calidez de su piel mientras continuaba tocándome.
-¿Quieres unirte a mí, Nate, o es un show individual?
Mientras hablaba, busqué debajo de la almohada el tubo de
lubricante que coloqué antes, me puse un poco en las manos y seguí
tocándome con una, mientras que con la otra fui hasta el regazo de Nate y
le acaricié el pene. El gimió y echó la cabeza hacia atrás. Estaba
tremendamente duro, chorreaba y gemía.
Ver su cara de placer casi me hace explotar y bajé el ritmo de las
caricias en mi pene, pero mantuve el ritmo duro y rápido en el de Nate,
que se agarraba a mi espalda y me clavaba las uñas, gimiendo con fuerza y
repitiendo mi nombre una y otra vez. Menos mal que sus padres tenían una
casa grande y dormían al otro lado.
-Oh, Jake, estoy tan cerca. Jake, Jake, oh, Jake.
Aceleré el ritmo de mis caricias, sabiendo que no faltaría mucho para
ninguno de los dos. Ambos observábamos el pene del otro cuando
explotamos. No sé quien lo hizo primero, pero de repente pulsamos y
comenzamos a disparar chorros. Teníamos el pecho cubierto de semen y
algo en el mentón de Nate, suyo o mío, no me importaba. Alargué la
lengua y la pasé desde la base del cuello hasta el mentón, recogiéndolo y
seguí subiendo hasta presionar mi lengua contra la suya. El gruñó y abrió
la boca, compartiendo nuestros fluidos. Seguimos besándonos hasta que lo
sentí temblar.
-Espera, cariño, déjame secarte y luego te metes en la cama.
Levanté la toalla que Nate había tirado al suelo, le sequé el estómago
y el pecho. Luego me sequé yo y volví a tirarla al suelo. Rodeé a Nate con
mis brazos y me recosté, con él encima. Nos cubrió a ambos con la manta
y me besó el cuello.
-Fue increíble, Jake- suspiró –te amo muchísimo. ¿Lo sabes, no?
Sí, lo sabía y lo podía sentir en todo mi ser.
-Mm, mm, lo sé. Yo también te amo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Nos acurrucamos juntos y me estaba quedando dormido cuando lo


sentí levantar la cabeza de mi pecho.
-¿Jake?
Abrí los ojos y lo encontré mirándome con intensidad.
-¿Si?
-¿Alguna vez, um, alguna vez has hecho esto en casa?
-¿Hacer qué? Quieres decir, ¿Masturbarme?- asintió.
-Me imagino que sí. No mucho, porque tú me dejas seco, pero a
veces, cuando trabajas hasta tarde o te vas temprano. ¿Por qué? ¿Quieres
que instale una cámara para el show?- reí –por lo general, lo hago en la
ducha, así que no creo que funcione.
Nate parecía un poco incómodo. Se estaba mordiendo el labio y
aseguraría que quería preguntarme algo, pero dudaba. Al final, empezó a
hablar despacio, con la cabeza agachada y mirándome.
-Quiero que dejes de hacerlo. Quiero decir, cuando yo no esté- debió
ver mi confusión, porque continuó –quiero ser el responsable de tus
orgasmos, Jake. Quiero que asocies esas sensaciones conmigo, solo
conmigo. Y quiero lo mismo para ti, así que prometo que tampoco me
tocaré sin ti.
No sé por qué eso me resultó muy excitante. El corazón parecía que
se me iba a salir del pecho y de golpe me puse duro y me faltó el aliento.
-Mierda, Nate. Eso es tan… tan… perverso y posesivo.
Sacudí el cuerpo para que notara mi erección y comprender que esas
palabras eran dichas como cumplido. Le bajé la cara y le di un beso
hondo, penetrante y lleno de necesidad.
-Te prometo, Nate, que a no ser que tenga a hacer pis, ni me acercaré
a mi pene sin tu permiso. Te pertenezco.
De hecho, siempre le pertenecí y él a mí. Pero en ese momento,
acostados en su antigua cama, finalmente ambos abrazamos la idea.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 26

JAKE

Me desperté con los ojos azules de Nate a escasos centímetros de mi


cara.
-Buenos días- susurré roncamente.
Estábamos de lado, mirándonos, con las piernas entrelazadas, mi
brazo alrededor de su cintura y el suyo en mi espalda. Una gran manera de
comenzar el día.
-Buenos días- susurró mientras me retiraba el pelo de la cara -¿qué
tal has dormido?
Me coloqué de espaldas, con su brazo en mi pecho y lo acaricié.
-No muy mal, considerando el espacio entre los dos colchones.
Pensé que echaría de menos el ruido del tráfico y las conversaciones
nocturnas que se escuchan desde nuestra casa, pero todo lo que necesité
para quedarme dormido fue la serenata de los grillos.
Se rió y apoyó la cara en mi cuello.
-Sí, es bonito. Nunca pensé que extrañaría la quietud- vaciló y luego
dijo –pero lo hago.
-Yo también.- le besé la cabeza -¿Qué tenemos en agenda hoy? Sé
que hay una barbacoa con todos los tíos y sus clanes, pero tenía la
esperanza de ir a visitar al entrenador Westenbrook. ¿Crees que a Mama C
y a Ted les importará si desaparezco un rato?
-No creo que sea un problema. Anoche he visto en el frigorífico
grandes fuentes de ensalada de huevo, patata, tomate y ambrosía, así que

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

no creo que tengamos mucho que hacer hoy, salvo preparar la parrilla.
Además, mi madre está tan excitada de tener a todos en casa que seguro
lleva horas preparándolo. Si aparecemos ahora, la molestaríamos.
Nos levantamos y fuimos a la ducha. Después salí a encontrarme
para almorzar con mi antiguo entrenador. Entré en el bar grasiento y me
sentí cómodo, no había cambiado nada. El lugar se mantenía igual que
siempre. Vi al entrenador Westenbrook sentado en un reservado con otro
hombre que estaba de espaldas. Me encaminé hacia ellos y el entrenador
esbozó una gran sonrisa cuando me vio.
-¡Jacob! Es genial verte, hijo. ¿Cómo está Nathaniel Richardson?
Le estreché la mano y apreté su hombro mientras me reía para mis
adentros. En realidad, él no conocía a Nate. Claro que es una ciudad
pequeña, conoce a su familia y Nate vino a todos mis partidos, pero el
entrenador no era un tipo conversador y no acostumbraba charlar con los
alumnos que no estuvieran en el equipo. No, él no conocía a Nate, pero
desde que lo visité por primera vez, cuando cursaba el último año de
facultad, empezó a preguntarme por Nate.

Habíamos ido a casa para las vacaciones de invierno y el entrenador


Westenbrook llamó y me dijo que pasara por la escuela a saludar. Yo
estaba feliz de pasar, aunque no me hubiera llamado. Me gustaba el
entrenador, había sido bueno conmigo a lo largo de los años, incluso se
mantuvo en contacto cuando me fui a la Universidad y llamó varias veces
para interesarse por mí después de la muerte de mis padres.
Llegué al gimnasio y fui a su despacho. Creo que me dijo hola, me
dio una palmada en el hombro y acto seguido se lanzó.
-He recibido una llamada de tu entrenador, Jake. ¿Qué es esa tontería
de que te negaste a entrar en la preselección?
Directo al grano. Siempre fue así y es una de las cosas que más
admiré en él.
-¿Una llamada de mi entrenador? ¿Ya está senil, viejo? Usted es mi
entrenador.
Ni siquiera sonrió.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Corta el rollo, Jacob, soy demasiado viejo para encontrarle la gracia.


Hace años que no soy tu entrenador. Estoy hablando del entrenador Fields.
Claro, sabía perfectamente de qué me hablaba. Así que mi
entrenador de la Universidad llamó al del instituto cuando no logró
convencerme para entrar en la preselección del fútbol profesional.
-No hay nada que decir, entrenador. He tenido una buena carrera,
pero después de este año, he terminado con ese deporte.
Casi me gruñó mientras golpeaba la mesa con el puño.
-¿Qué diablos quieres decir con eso? Jacob, ¡tienes la oportunidad de
jugar en el fútbol profesional! ¿Tienes idea de cuántos chicos saltarían
ante esta ocasión? ¿Por qué te alejas de esto?
Me senté en la silla que había al otro lado del escritorio y hablé
despacio, con la esperanza de calmarlo. Parecía a punto de tener un ataque
al corazón.
-Mire, no pueden garantizarme el equipo que me elegiría y la verdad
es que yo no puedo irme lejos de New York.
-¿Qué pasa si no estás en New York? ¿Qué diablos importa el equipo
en el que juegues? Viajarías, podrías visitar parte del país y jugarías al
fútbol, ganando más dinero que el que puedas imaginar.
-Entrenador, es importante estar en New York porque a Nate le
quedan dos años de Medicina y él no se puede marchar. Luego tiene que
hacer la residencia y tendremos que ir donde sea. No estoy en posición de
marcharme ahora y para cuando él termine, yo estaré demasiado
desentrenado para jugar.
Hice una pausa para asegurarme de que entendiera y traté de cambiar
de tema.
-¿Qué tal está la señora Westenbrook? He oído que su hija pequeña
ha tenido otro hijo, así que me imagino que estará todo el día cuidando…
No terminé.
-¿Me estás diciendo que no puedes jugar al fútbol profesional porque
no puedes separarte de tu amigo que está en la Universidad de New York?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Asentí, aliviado de que por fin hubiera entendido y deseoso de dejar


el tema. Él se aclaró la garganta y pareció incómodo. Pude ver la
maquinaria de su cerebro funcionando.
-Ejem, así que tu amigo, Nathaniel Richardson, ¿verdad? Lo
recuerdo, por supuesto, y… creo, cuando estabais en la escuela, la gente
decía que era, ejem, gay.
De inmediato me puse en guardia. ¿Intentaría menospreciar a Nate?
Me caía muy bien y era demasiado mayor para pegarle; traté de controlar
mi enfado.
-Sí, lo era y lo sigue siendo. ¿Qué es lo que quiere decir,
entrenador?- hablé entre dientes.
-Creo que lo que te estoy preguntando, Jacob, es… es decir, no tiene
ningún sentido que dejes esta vida para permanecer en la misma ciudad
como amigo, entonces… joder, Jacob. ¿Te estás acostando con ese chico?
Tenía la cara roja, estaba claramente avergonzado de mantener esa
conversación. De repente todo me pareció divertido y empecé a reír hasta
que me dolió el estómago y me empezaron a caer las lágrimas.
-No, entrenador, por desgracia no me acuesto con él, pero más le
vale creer que me gustaría. No el hecho de dormir, que podría estar bien,
pero me imagino que usted no está hablando de dormir- seguía riéndome
para mis adentros y le guiñé el ojo.
-Jacob Owens, estoy hablando en serio. Estamos hablando de tu
vida. No puedes abandonar solo porque tu amigo, o lo que sea, resulta que
está en la Universidad de New York.
Era evidente que no estábamos yendo a ninguna parte, él no iba a
entender y yo estaba aburrido de intentar explicárselo.
-Mire, entrenador, es ahí donde se equivoca. El fútbol no es mi vida,
Nate es mi vida y no pienso abandonarlo ni siquiera un par de años por
jugar al fútbol. Lamento desilusionarlo, de verdad. Pero, como usted dice,
es mi vida y es mi elección. Solo me quedan unos minutos antes de irme,
así que dejemos el tema.
Creo que siguió sin entender, pero no pudo decir nada más. Estaba
quieto y solo respondía asintiendo a preguntas sobre su familia y la
temporada pasada. Me despedí y me marché.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Con los años, cada vez que volvíamos a casa, iba a visitarlo y creo
que a él lo hacía feliz verme. Nunca más volvió a mencionar el tema del
fútbol, pero tuvo el detalle de preguntar por Nate cada vez que me veía y
me di cuenta de que, después de todo, sí había entendido.

-Nate está muy bien, entrenador, realmente bien. Ha estado


trabajando en Investigación médica y es increíble lo que puede lograr- me
volví hacia el otro hombre y le tendí la mano –soy Jake Owens, no creo
que nos hayamos conocido.
Se levantó y me estrechó la mano. Era unos centímetros más bajo
que yo y tenía entre cuarenta y cinco y cincuenta años, todo su aspecto
gritaba “agente de la ley”.
-Hola, Jake, soy Martin. Espero que no te importe que Harold
también me haya invitado a la comida.
No dijo apellido. Interesante. Me senté al lado del entrenador,
aunque apenas había lugar. Era un hombre grande y cada vez lo parecía
más.
-No me importa nada, Martin. Siempre es agradable conocer a un
compañero oficial. ¿Cuánto tiempo lleva en el trabajo?
Martin soltó una risa alta y profunda mientras sacudía la cabeza y
tomaba asiento.
-Bien, o eres tan bueno como dicen, hijo o yo he sido policía
demasiado tiempo. ¿Cómo lo has averiguado? No llevo uniforme y ni
siquiera el arma reglamentaria.
Parecía buena persona. Cuando sonreía, era sincero y se le formaban
arrugas alrededor de los ojos.
-Soy tan bueno como dicen, Martin y estoy muy orgulloso de ello-
nunca se dijo que fuera modesto. De hecho, “imbécil arrogante” era la
descripción más frecuente –y por la forma en que se apoyaba sobre el pie
derecho, me dio la impresión de que lleva una 22 en el tobillo, arma
reglamentaria o no. Debería considerar una Beretta. Es más fácil de
disimular, si es lo que buscas.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Martin tenía la boca abierta y las cejas alzadas. Me reí, se notaba que
llevaba mucho tiempo enganchado a un escritorio, era imposible que
alguien tan abiertamente expresivo pudiera interrogar a un sospechoso o
trabajar en la calle. Le debía una explicación.
-He trabajado de incógnito los últimos cinco años. Créame cuando le
digo que saber localizar un arma es una cuestión de supervivencia, tan
importante como saber ocultarla.
Decidí no compartir mis pensamientos sobre lo que él creía había
sido su labor los últimos cinco años. Detrás de un escritorio o no, era un
policía y ninguno quería oír que había perdido su olfato, o que quizá nunca
lo tuvo.
En ese momento llegó la camarera y tomó nota. Cuando terminamos,
Martin parecía recuperado y el entrenador Westenbrook sonreía como el
gato que se comió al canario.
-Jacob, conozco a Martin desde hace veinte años. Nicole, su mujer,
fue a la escuela con Gloria y se mantuvieron en contacto todos esos años.
Nos han visitado a lo largo de ese tiempo y se enamoraron de Bryerville.
Así que, cuando el Sheriff Johnson estaba a punto de jubilarse, llamé a
Martin. Tenía los suficientes años trabajados en la Policía de
Massachusetts como para un retiro parcial y tanto él como Nicole hicieron
las maletas y se mudaron aquí.
Entonces, ese era el Sheriff Walls. No es que hubiera muchos
crímenes en la zona y tener a alguien con una personalidad tan abierta y
amigable era bueno para la gente. Podría ser importante, dado que no era
local. No recuerdo un Sheriff que no hubiera nacido y se hubiera criado en
la zona.
-Debe ser un gran policía, Martin. La gente de por aquí no suele
tener mucho cariño a los extranjeros- tomé un sorbo y le sonreí –o a los
yanquis.
Otra vez me miró sorprendido y meneó la cabeza.
-No, no lo son, Jake. De hecho, es una de las razones por las que he
venido a comer contigo y con Harold.
Eso era inesperado. E interesante.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Es cierto eso? Y yo que creí que era para comer el mejor pollo frito
en el radio de varias ciudades. Eso y mi encantadora personalidad, por
supuesto.
El entrenador intervino con su habitual estilo directo.
-Dejémonos de acertijos, Jake. Martin necesita un Sheriff suplente.
¿Estás interesado?
Ahora fue mi turno de reír. Miré al entrenador.
-¿Por qué las personas que conozco no pueden ser como usted,
entrenador? Harían las cosas mucho más sencillas.
Martin habló desde el otro lado de la mesa.
-Oh, no sé qué decirte, Jake. Por lo que leí acerca de ti y lo que he
visto hoy, no te resulta difícil conocer a la gente, incluso cuando no es tan,
ejem, directa. Déjame explicarte lo que necesito y por qué creo que eres el
hombre indicado para el puesto.
Me habló de su equipo, un par de chicos jóvenes, algún personal de
ayuda y otro oficial que llevaba años y a quien no le hizo gracia que no
contaran con él para el puesto vacante de Sheriff. Eran hombres buenos y
honestos, pero todos entrenados allí y carecían de la experiencia que da la
calle o, como dijo Martin, la sabiduría de la calle.
-Nuestra jurisdicción y las responsabilidades se han expandido. Ya
no nos ocupamos solo de Bryerville, lo que significa más trabajo y mayor
tasa de criminalidad, aunque nada tan serio como a lo que tú estás
acostumbrado, por supuesto. Pero nos vendría bien un hombre con
mejores habilidades. La verdad es que los últimos quince años estuve en
Dirección y estoy un poco oxidado.
Asentí, apreciando su honestidad y autoconocimiento. No muchos
policías podrían admitir que están oxidados y lo más probable es que
disfrutara trabajando con él. Teníamos personalidades y habilidades
diferentes y ambas se complementaban. La camarera trajo el pedido y
comenzamos a comer mientras Martin seguía hablando.
-Estoy seguro de que podría encontrar a alguien con buena
experiencia y tentarlo con venir…
Lo ayudé a terminar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Pero quiere a alguien de aquí. Traer a otro forastero no haría felices


a los habitantes.
Mientras hablaba, lo estaba mirando y él asintió con una sonrisa
honesta.
-Y si trae a otro yanqui, está totalmente jodido, Martin- se rió.
-Muy cierto. Encontrar a alguien con tu experiencia y a quien la
gente conozca y crea, no hay muchos que cumplan con los requisitos,
salvo tú.
Removió la comida con el tenedor. Increíble, el entrenador ya había
terminado la suya. ¡Vaya estómago! Empujó el plato y me miró.
-¿Qué dices, Jacob? A decir verdad, yo necesito un entrenador que
me ayude en la escuela. Me estoy volviendo demasiado viejo para correr
en los entrenamientos con esos chicos. Además, me jubilaré en unos años
y alguien tiene que seguir con el programa. Si Martin te convence para
venir, estaría encantado de que te unieras a mí.
Sonaba estupendo. Volver a casa, estar cerca de la familia, alejarse
del ruido y la velocidad de la ciudad, lejos del peligro de mi trabajo. Aún
no había encontrado un medio de trabajar sin poner en peligro la felicidad
de Nate y tenerlo en constante estado de ansiedad. Trabajar para el Sheriff
de Bryerville podría ser muy seguro, comparado con lo que hago.
-Suena muy bien, entrenador. Me encantaría volver a casa y, Martin,
me gustaría trabajar con usted, pero tengo que hablarlo con Nate antes de
dar una respuesta.
A Martin pareció gustarle mi respuesta.
-Perfecto, Jake, me encantaría contar contigo. ¿Quién es ese Nate?
¿De verdad no había oído lo que le dije al entrenador sobre Nate al
llegar? Se me erizaron los pelos de la nuca.
-Nate es mi compañero, Martin.
-Oh, por supuesto. He tenido grandes compañeros a lo largo de los
años, gente que te cubre las espaldas. Tienes que confiar en ellos como si
fueran de tu familia.
No sabía a qué jugaba, pero no me gustó y lo miré con cara de pocos
amigos.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-No es esa clase de compañero, Martin. Nate no es policía, es médico


y no podría hacer el tipo de trabajo que realiza en New York si viniera
aquí. Además, fue él quien quiso dejar la ciudad apenas terminamos el
instituto y no estoy seguro de que desee volver. ¿De verdad quiere que me
crea que el entrenador Westenbrook lo trajo aquí para ofrecerme volver a
la ciudad sin mencionar a Nate?
Para nada, considerando la última vez que este intentó convencerme
de marcharme y dejar a Nate. Estoy seguro que supo apreciar la tensión de
mi cuerpo porque saltó.
-Escucha, Jacob, la última vez que hablamos de Nathaniel
Richardson dijiste que era un amigo. No es que yo realmente supiera…
Martin lo interrumpió con voz calmada.
-Está bien, Harold, no necesitas ayudarme. Sí, sé de Nate. De hecho,
pasé mucho tiempo hablando con su padre. Ted Richardson es muy
respetado y tiene un gran conocimiento de la comisaría, debido a los años
que su padre fue Sheriff. Ted me contó tu relación con su hijo y está muy
orgulloso de los dos. Solo quería conocer tu reacción. Busco una persona
honesta. Un policía con grandes secretos en su vida personal estaría
expuesto a situaciones comprometidas.
No me gustó que asumiera que podría ocultar mi relación con Nate,
pero me di cuenta que meses atrás Nate también creía lo mismo. Intenté
relajarme y no sé si lo logré, a pesar de mis esfuerzos.
-No tengo ningún interés en mantener a Nate o nuestra relación en
secreto, si es lo que quiere decir. Estamos juntos desde que nacimos y aquí
todos lo saben. Y el que nuestra relación se haya vuelto más profunda,
fuerte y mucho más física, no es causa de secreto. Tal y como yo lo veo, es
para celebrarlo.
Martin asintió y sacó una tarjeta de visita.
-Eres justo lo que necesito, lo que la oficina y la ciudad necesitan.
Aquí tienes mi número y el móvil está detrás. Llámame después de hablar
con tu compañero. Me encantaría que esto funcionara.
Nos despedimos y me fui a casa. Pensé en lo mucho que Nate había
querido irse de aquí al terminar el instituto. En aquella época, dijo que no
quería vivir en una ciudad pequeña. Yo siempre amé Bryerville y me dio

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tristeza irme, pero a él lo amaba más, por supuesto, y eso fue todo. Tenía
la esperanza de que las cosas hubieran cambiado. Nate parecía feliz de
estar en casa.
Pensé en la forma de preguntárselo sin presionarlo. Cuando ya estaba
en casa, decidí que lo hablaría directamente. Ocultarnos sentimientos nos
había causado el suficiente daño durante años y no quería volver a cometer
el mismo error. No, cuando volviéramos a New York lo hablaríamos y
sopesaríamos el mejor lugar para vivir. Lo importante era que, aunque me
hiciera muy feliz volver a Bryerville, solo podría serlo si Nate estuviera
conmigo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 27

NATE

Jake había salido con su antiguo entrenador, mis padres tuvieron que
hacer unas compras de última hora y estaba solo cuando oí que llamaban a
la puerta. Esa tarde vendrían los once tíos con sus mujeres, hijos, nueras y
niños, pero no esperaba a nadie hasta entonces.
Abrí y ahí estaba mi primo Aaron, con una sonrisa enorme y ojos
cansados. Le di un gran abrazo y lo besé en la mejilla.
-¡Eh, Air Bear! ¿Qué tal está mi primo favorito? No esperaba verte,
creí que estabas en la Universidad.
Me apretó fuerte y apoyó la cabeza en mi hombro.
-Me alegro de verte, Nate. Te he echado de menos, los correos
electrónicos y las llamadas no son tan cálidos.
Le froté la espalda y lo llevé dentro.
-Te traeré algo de beber. ¿Quieres té o limonada?
-Té sería genial. Pero no tienes que servirme, voy contigo a la
cocina.
Cuando puse las bebidas, me senté frente a él.
-Te ves cansado, Aaron. Dime la verdad, ¿qué tal estás?
-Estoy bien, de verdad,- me sonrió con debilidad – cansado porque
no he podido dormir mucho. Ayer fue el aniversario de la muerte de
Michael y supe que su madre querría que yo estuviera aquí, y como tuve

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

exámenes toda la semana, conduje por la noche y tengo que volver a


preparar los otros exámenes.
Tomó un sorbo de té.
-Por eso no puedo venir esta tarde y lo lamento. Tenía la esperanza
de verte a ti y a Jake mientras estoy en la ciudad durante…- miró su reloj y
terminó de decir, riendo -quince minutos más. ¿Dónde está el grandullón?
Me hizo gracia, porque Aaron era casi tan grande como Jake.
-A Jake le dará pena no haberte visto. Fue a visitar al entrenador
Westenbrook.
La sonrisa de Aaron fue genuina.
-¿Ah, si? Estupendo, el entrenador debe estar encantado, nunca deja
de hablar del gran Jake Owens- hizo una pausa y me miró con una sonrisa
melancólica –estoy muy feliz por los dos, es maravilloso que se tengan el
uno al otro. Os envidio, a veces me siento cansado de estar tan solo-
susurró con voz queda, tras dar otro sorbo al té.
Me dolía el corazón por él. Es una gran persona y muy generoso. Era
unos años más joven que nosotros, pero siempre fuimos muy cercanos.
Cuando tenía trece años, me llamó para decirme que era gay. Lo soltó sin
vacilación y sin que se lo preguntara. Solo me lo comunicó y me pidió que
le aconsejara la mejor manera de decírselo a sus padres. En esa época yo
estaba en la facultad y no sentía que tuviera las respuestas, pero hablamos
varias horas por teléfono y parece que todo salió bien, porque nunca hubo
drama familiar. Eso es típico de Aaron, siempre ha sido una persona
calmada, de buen carácter y muy maduro para su edad.
Jake y yo vivíamos en New York y no tuve oportunidad de verlo con
frecuencia, pero nos mantuvimos en contacto. En el instituto, empezó a
salir con un chico y yo admiré su valentía. Luego, cuando supe más cosas
de su novio, mi admiración creció.
Se llamaba Michael, el pobre tenía leucemia y estaba soportando
toda clase de tratamientos. En un momento, pensaron que la enfermedad
remitía, pero seguía sin poder alejarse de su casa. Así que Aaron rechazó
ofertas de grandes Universidades para estudiar en una local y permanecer
cerca de Michael. Al final, la enfermedad volvió y él perdió la batalla.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Aaron se graduó con honores y ahora estaba estudiando Veterinaria.


Mi esperanza era que, estar lejos y conocer gente nueva lo ayudaría a salir
adelante, pero por lo que sabía, no había salido con nadie después de
Michael. Le apreté la mano.
-No tienes por qué estar solo, es correcto que trates de conocer a
alguien. Eres un gran chico, Aaron. Inteligente, amable, sexy como el
demonio- dije esto último con una sonrisa –en serio, estoy seguro de que
hay un montón de chicos que tratan de atraer tu atención.
Me miró a los ojos y me apretó la mano.
-Sí, hay un montón, pero estoy esperando la persona indicada.
Necesito poner el corazón en ello. No creo que un revolcón me haga sentir
menos solo, lo más probable es que empeore las cosas.
Y con una profundidad que muchos hombres mayores que él no
tienen, terminó el té, puso el vaso en el fregadero, me dio un último abrazo
y se marchó.

Estaba en la parte trasera del jardín, jugando a los caballitos con los
hijos de mi primo Brad cuando vino Jake. Sonrió ampliamente cuando me
vio a cuatro patas, con dos niños sobre la espalda gritando “Móntalo,
cowboy”. Venía hacia nosotros cuando sus tíos lo vieron y fueron a
abrazarlo y palmearle la espalda. Me miró y se encogió de hombros. Yo
asentí, comprensivo.
Sabía que no podríamos pasar mucho tiempo juntos, con todos
intentando saber cosas de nuestra vida. No me importaba, había echado de
menos a la familia y quería oír cosas de su vida y pasar tiempo con ellos.
Sin embargo, me pregunté cómo deberíamos interactuar frente a la familia.
Cuando por fin había logrado desenterrar la cabeza y comprobar que
los sentimientos de Jake por mí eran tan profundos como los míos, nuestra
relación se volvió muy afectuosa y no me refería solo al sexo, aunque la
atracción estaba siempre presente. Me refiero a que cuando estamos
juntos, solemos tomarnos de la mano, compartir algún beso breve, una
caricia en la espalda, esa clase de cosas. Aunque leve, siempre
manteníamos un contacto físico.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Pero eso solo pasaba en New York. A lo largo de nuestra vida, los
roles en casa estaban establecidos; éramos amigos cercanos, casi familia
pero, aparte de alguna lucha que otra, una palmada en la espalda o un
abrazo muy casual, no nos tocábamos. Me pregunté si al volver a
Bryerville, retomaríamos los antiguos roles.
Estaba cavilando sobre la idea de establecer nuevas pautas, cuando
oí el ruido de algo cayéndose y llanto. Me giré y vi a la hija de seis años
de mi prima Linda parada en la cocina, rodeada de cristales rotos y con
sangre en la cara.
-Chicos, vamos a descansar un rato, ¿de acuerdo? Tengo que ir a ver
a Emily- quité a los descontentos niños de mi espalda y fui corriendo a la
cocina.
-Hola, dulzura. Parece que has hecho un ruido enorme. Déjame
verte. Ven aquí, Emily.
Utilicé un tono calmado mientras me dirigía a ella y me agachaba
para quedar a su misma altura y mirarla a los ojos. Emily vino hacia mí
con la sangre cayéndole por la barbilla.
-¡Oh, Dios mío, Emily! Querida, ¿estás bien, qué ha pasado?- Linda
vino corriendo, aterrorizada.
-Oye Linda. ¿Me puedes traer una caja de pañuelos y algunas
toallitas?
Temblaba, pero asintió y trajo lo que le pedí. Le retiré el pelo de la
cara a Emily y empecé a limpiar la sangre, asegurándome de poner los
pañuelos utilizados detrás de mi espalda para que ella no viera la sangre.
Después de usar una docena, ya tenía la cara limpia y pude ver que la
sangre caía de la nariz.
-Eso está mejor. ¿Te diste un golpe en la nariz, dulzura?
Asintió.
-¿Te sigue doliendo?
-Solo un poco, tío Nate. Yo… siento haber roto la fuente. Corrí hasta
la encimera y se me cayó de las manos. Estaba siendo cuidadosa, de
verdad.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Está bien, preciosa. De todos modos, la tía Catherine tiene muchas


fuentes. Ven, vamos a ponerte un poco de hielo y te leeré un cuento.
Linda se sintió aliviada cuando supo que solo era la nariz.
-Gracias, Nate. Es maravilloso tener un médico en la familia. Me
hubiera gustado que hubieras estado cuando Cole se rompió el brazo o
Kyle la pierna. Esos chicos van a matarme.
-No hay problema, Linda. Vete a descansar, que yo le leeré un
cuento a Emily durante un rato.
Tres libros después, pude oír que todos los primos varones se
reunían fuera para el Wiffle, juego de bate y pelota. Llevábamos
jugándolo desde la escuela secundaria. Nuestros tíos siguieron una
tradición similar, pero ellos jugaban al fútbol americano. Cuando ya
tuvimos edad, Jake dijo que él ya jugaba bastante fútbol en el colegio y
quería que hiciéramos algo diferente. Yo sabía la verdad, era demasiado
bajo para jugar al fútbol con los primos, que ya eran más grandes que yo.
Cambiando de juego, Jake se aseguró de que yo pudiera participar.
Se estaban dividiendo en equipos. A mí, como siempre, me tocaría el
de Jake y me quedaban unos minutos antes de tener que salir.
-De acuerdo, Emily, déjame verte la nariz.
Ya no sangraba ni estaba hinchada.
-Te ves estupenda, dulzura. Lista para ir a jugar –la tomé de la mano
y salimos.
-Gracias, tío Nate- me dio un abrazo y salió corriendo a jugar con los
otros niños.
Sonreí y fui hacia los primos, que reían mientras formaban los
equipos. Por supuesto, Jake era el capitán del nuestro. Llevaba unos
pantalones cortos viejos, con agujeros y una camiseta de sus días de
jugador. El pelo estaba bastante largo y ese día no se había afeitado.
Típico aspecto Jake –fuerte, ligeramente rudo e increíblemente guapo.
Mientras iba hacia él, sentí la urgencia casi incontrolable de tocarlo.
Parecía que una fuerza magnética me atraía hacia él. Pero no sabía cómo
nuestros primos, o Jake, podrían reaccionar.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Sospechaba que todos conocían la naturaleza de nuestra relación.


Quiero decir, mis padres lo sabían y mi madre no es de las que oculta esa
clase de información al resto de la familia. Ninguno era homófobo,
siempre fueron estupendos conmigo. Pero mi sexualidad siempre fue algo
teórico, nunca salí con nadie mientras vivía en Bryerville y estoy muy
seguro de que cuando me mudé, no tuve algo serio con nadie como para
llevarlo a casa.
Entender la teoría y verla ante tus ojos… bueno, eran dos cosas muy
distintas. Y ni que decir que la familia de Jake nunca tuvo indicios de algo
más que una total heterosexualidad. Quiero decir, si ni siquiera yo supe
que era gay, ¿cómo podían saberlo ellos?
No tuve que tomar ninguna decisión, porque apenas Jake me tuvo a
su alcance, me rodeó la cintura y me apretó contra su cuerpo.
-De acuerdo, Steve. Chicos, ustedes vayan primero a la parte más
lejana del campo y nosotros batearemos.
Su primo Steve salió corriendo al campo y nosotros permanecimos
allí, en el orden que nos correspondía batear.
-¿Te divertiste jugando a los caballitos con los niños? Te adoran. Te
siguen como si fueras el Flautista de Hamelin.
Me miraba a los ojos y acariciaba el brazo. El mismo Jake amoroso
de los últimos siete meses. El hecho de estar alrededor de los primos no lo
perturbaba.
-Sí, fue divertido. Me encanta pasar tiempo con ellos- bajé la vista y
añadí en un susurro -¿sabes? Lo único de lo que siempre me arrepentí de
ser gay es de no poder tener niños.
Jake estaba sorprendido.
-¿Qué quieres decir? Nate, si quieres tener niños, tendremos niños,
encontraremos la forma de hacerlo funcionar.
Sonreí ante el “nosotros”. No me sorprendía, siempre habíamos sido
un equipo. Pero tener hijos juntos, llevaba las cosas a un nuevo nivel.
Nos divertimos jugando y tres golpes más tarde, fue nuestro turno de
ir al campo. Mi primo Brad era el lanzador del otro bando y mientras
corría fuera del campo, le tiró el balón a Jake. Llevábamos tanto tiempo
jugando juntos que conocíamos las posiciones favoritas de los otros.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Hoy vas a lanzar, Jake?


Jake empezó a hablar, cuando su primo Steve le dio un golpe a Brad
en el hombro.
-Joder, Brad, la vida sexual de Jake no te incumbe. ¿Dónde están tus
modales, hombre?
¿El heterosexual primo de Jake acababa de hacer un chiste sobre
homosexuales… frente a todo el mundo? Empecé a sentir calor en el
cuello y miré a Jake, preocupado por su reacción. Sonreía.
-Sí, hoy lanzo. Anoche estaba recibiendo y aún estoy un poco
dolorido. El aire de esta zona ha convertido a Nate en un animal.
Formó un “oww” silencioso con la boca mientras se dirigía al puesto
de bateador, frotándose el trasero.
Steve y Brad se rieron y yo tenía la cara roja. Fui a mi lugar en el
campo tratando de procesar como era posible que Jake hubiera pasado del
mayor mujeriego de la zona a decir a sus primos que recibía en el trasero
sin pasar por la fase intermedia.
La tarde pasó muy rápido y disfrutamos con la familia. Por primera
vez me di cuenta de lo que perdíamos al vivir lejos. Todas esas pequeñas
cosas de la vida: menos trabajo, cocinas remodeladas… pequeñas cosas
que conformaban la vida diaria. Desconocíamos todo de la gente que había
estado cerca toda la vida, solo nos conocíamos el uno al otro, por
supuesto. Casi todos seguían viviendo allí. Aaron y otros primos habían
salido fuera para estudiar, pero casi todos habían vuelto a Bryerville. Y
luego estaban los niños, parecía que cada vez que volvíamos a casa había
uno nuevo o alguna estaba embarazada. Eran tantos que resultaba difícil
acordarse de todos desde lejos. Los más jóvenes ni siquiera nos
recordaban y sentí que estaba perdiendo muchas cosas.
No había niños en nuestra vida en New York. No era de sorprender,
dado que la gente que conocía o era rata de laboratorio u homosexuales
entre veinte y treinta años. A los dieciocho años, irse a una gran ciudad y
vivir aventuras fue excitante, pero ahora era solitario y aislado.
Mientras nos despedíamos de la familia, me pregunté cuántas cosas
nos perderíamos en los próximos meses. Juro que si no fuera por los
recuerdos dolorosos de Jake por la muerte de sus padres, renunciaría a mi

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

trabajo por teléfono y no volvería nunca a la ciudad. Por suerte, no tuve


tiempo de sumirme en ello porque teníamos que ducharnos e ir a reunirnos
con los compañeros del instituto.

Jake tenía el brazo a mi alrededor cuando entramos al Bulk and Bull,


nuestro Pub favorito. Ni siquiera habíamos entrado, cuando nos rodearon y
separaron. Casi todos los que conocíamos, o no habían salido de la ciudad
o habían vuelto después de la Universidad. Nosotros éramos los únicos
que seguíamos fuera.
Casi enseguida, Jake estaba al otro lado de la barra charlando con sus
antiguos compañeros de equipo. Sonreí ante su cara de felicidad mientras
escuchaba a sus amigos y bebía cerveza. Vestía sus viejos levi´s y las
botas negras y yo estaba admirando su trasero cuando oí que alguien
pronunciaba mi nombre.
-¡Nate, aquí! Bienvenido a casa, querido.
Me di la vuelta y vi a mi amiga Amanda venir corriendo con una
gran sonrisa. Estaba igual que en la época del colegio, solo un poco más
gorda. Llevaba el pelo rubio por los hombros y tenía el rostro redondo,
acentuando sus bonitos ojos marrones.
-Hola, Amanda- sonreí y la abracé –oí que tenías tres hijos. ¿Es
cierto?
-Sí, tres maravillosos varones- hurgó en su bolso y me extendió un
pequeño álbum –aquí tienes, esto es con lo que puedo alardear.
Miré las fotos y le sonreí.
-Son muy guapos, Mandy. Parecen una combinación perfecta tuya y
de Walt. ¿Qué tal la maternidad?
-Genial. Estoy cansada… bueno, estamos cansados, pero quiero
intentar tener otro. La verdad es que quiero la niña.
Me reí y la rodeé con el brazo.
-¿Sí? ¿Y qué dice Walt al respecto?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Creo que aprendió hace mucho tiempo a asentir con la cabeza y


aceptar cualquier cosa que el jefe quiera.
Me giré y vi a Walt detrás de mí, sonriendo. Me dio un par de
palmadas en la espalda.
-¿Qué tal estás, Nate? Cuánto tiempo.
Estuve charlando un rato con ellos. Él trabajaba en la ferretería de su
padre y ella pasaba la mayor parte del tiempo en casa con los chicos, pero
en ocasiones hacía labores domésticas para ganar dinero extra. La gente
iba y venía por nuestro rincón y de vez en cuando alzaba la vista y
encontraba a Jake mirándome. Me sonreía y levantaba la jarra de cerveza
en un brindis.
Después de casi cuarenta y cinco minutos, comprobé que no era el
único que miraba a Jake. Mary Pat estaba cerca de mí con una mujer que
desconocía y ambas hablaban con las cabezas muy juntas y cada tanto lo
miraban. Había visto ese gesto muchas veces en el pasado, estaban
trazando un plan para tratar de ligar con Jake.
A lo largo de los años, esos planes terminaban con alguna chica en la
cama de Jake. Estar rodeado por nuestros compañeros de colegio me
devolvió al pasado. Empecé a ir hacia Jake sin estar seguro de lo que
haría o diría. Cuando pasé cerca de Mary Pat, me llamó y se acercó.
-¡Hola, Nate! ¿Qué tal estás, querido?- me dio un abrazo apretado.
Nunca fuimos muy amigos, así que lo que intentaba era llegar hasta Jake a
través de mí.
-Hola, Mary Pat. Estoy bien, ¿y tú?
Ni siquiera se molestó en contestar, me acercó hasta ellas sin
presentarme a su amiga.
-Dime, Nate. ¿Está Jake saliendo con alguien o sigue soltero?
Pensé en la mejor forma de contestar sin tener que descubrir a Jake.
Elegí una aproximación honesta.
-No está soltero, Mary Pat.
Hizo pucheros y un sonido de desilusión, luego se cruzó de brazos y
se volvió a su amiga.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-No veo anillo en su dedo y tampoco la veo a ella, así que es obvio
que las cosas no son tan serias como para traerla a casa. Yo diría que eso
lo hace estar disponible.
La amiga asintió. Debería haberme ido, no creía que Jake le hiciera
caso y tampoco me importaba si se avergonzaba a sí misma tirándose
encima de él. Pero no me gustó la idea de que se sintiera tan cómoda como
para perseguirlo y que hubiera desechado con tanta facilidad la posibilidad
de la existencia de alguien importante. Me volví hacia ella.
-No está disponible, créeme. Y es lo suficientemente serio acerca de
él como para traerlo a casa. O para ser más preciso, hemos venido juntos.
Enseguida me di cuenta de lo que acababa de decir y me arrepentí
cuando Mary Pat empezó a reírse.
-Ya, bueno, Nate. Buen intento.
Pasé de arrepentido a frustrado en un segundo.
-No estoy bromeando, Mary Pat. Estamos juntos.
-Lo que tú digas, Nate. Un hombre puede soñar, lo comprendo- se
volvió hacia su amiga –voy hacia allí. ¿Qué tal tengo el pelo?
A esas alturas, ya estaba más enfadado de lo que debería. ¿Qué
importaba que Mary Pat quisiera flirtear con Jake? Debería estar
acostumbrado a eso, nunca me molestó mucho. Claro que antes no
pensaba que podía tener alguna oportunidad con él. Ahora las cosas eran
diferentes y odiaba que alguien pensara que estaba disponible, que no
estábamos juntos. Probablemente no ayudó haber permanecido en casa
todo el día y que yo había bebido algunas copas. La cuestión es que perdí
el control y hablé más alto de lo debido.
-Maldita sea, Mary Pat. No estoy soñando ni bromeando. ¡Jake es
mío! ¿Qué tengo que hacer para probártelo?
Jake y sus amigos dejaron de hablar y nos miraron. Me di cuenta que
acababa de descubrir a Jake ante los compañeros de clase y en el Pub
donde todos estábamos bebiendo.
Me sentí mortificado y los ojos se me llenaron de lágrimas. Alcé la
vista y vi a Jake acercarse. Yo estaba de pie, helado, mirándolo hasta que
se paró frente a mí.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Cómo planeas probárselo, Nathaniel? Tengo algunas ideas, pero


creo que si las pusiéramos en práctica aquí, violaríamos algunas leyes de
decencia.
Me tomó del cuello y me acercó para darme un beso. Cuando
nuestros labios se encontraron, sentí su lengua entrar en mi boca y me
olvidé de que estábamos de pie en una sala llena de viejos amigos, solo era
consciente de Jake, de su olor, su sabor y el tacto de su piel.
Cuando el beso terminó, tenía las rodillas flojas y a nadie le cupo
ninguna duda de la naturaleza de nuestra relación. Jake se separó y me
mordió con suavidad el labio antes de alejarse. Los ojos le brillaban y
sonreía. Yo lo miraba impactado cuando sentí una mano en mi hombro,
era Dwayne, el amigo de Jake.
-No sabes lo que te agradezco que hayas sacado del mercado a este
hombre. Cada vez que venía, nuestras mujeres se le tiraban encima.
¿Tienes idea de lo embarazoso que resulta que tu mujer se lance a los
brazos de otro delante de ti? Diablos, creo que Tanya estaba embarazada
de seis meses la última vez que vinieron y ni eso la frenó. Es reconfortante
que lo ates en corto.
No respondí, aún no había recuperado el habla, pero Jake lo hizo
bien.
-Créeme, Dwayne, la correa de Nate no es corta- se lo dijo moviendo
las cejas y Dwayne se rió mientras volvía a la barra. Yo me sentía en la
Dimensión Desconocida.
Jake me tomó del brazo y me llevó a una silla. Nos sentamos uno
frente al otro, nuestras rodillas se rozaban. Se inclinó hacia mí, creo que a
la espera de que dijera algo.
-Umm, ¿qué acaba de pasar, Jake? Yo… no debería haber dicho eso
a Mary Pat, pero… ¿por qué todo el mundo se comporta tan… normal? Es
como si no les sorprendiera.
-Bueno, me imagino que es porque no están sorprendidos. Durante
semanas intercambié correos electrónicos con varios de los chicos y les
hablé de nosotros cuando volvimos del viaje y ellos se lo habrán contado a
sus mujeres. Se ven muy a menudo y se habrá corrido la voz. Creo que
Mary Pat no lo supo porque nadie habla con ella desde que engañó a Rod
con un tipo mayor, casado.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Cuándo volvimos del viaje? No creo que te haya dicho que te


quería hasta pasado un mes. ¿Y tú ya habías comentado a tus amigos que
estábamos saliendo?
Me puso la mano sobre la rodilla y apretó con suavidad.
-No eres uno más y no salíamos simplemente. Les dije que estaba
enamorado de ti- bajó la voz y los ojos -. ¿Cuándo te vas a dar cuenta que
nunca voy a tratar de esconder lo que hay entre nosotros?
La conversación fue interrumpida por el vozarrón de Dwayne.
-¡Oye, Jake! Puedes hablar con tu amante todo el tiempo. Ahora ven
aquí y déjame ganarte a los dardos.
Jake se rió y se levantó. Se inclinó y me dijo suavemente al oído
antes de marcharse.
-Y yo sabía que tú me querías, Nate, incluso cuando estabas
demasiado asustado como para decirlo. Pero ciertamente, es bueno oírlo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 28

NATE

Jake y yo embarcamos hacia New York. Me movía con lentitud,


habían sido tres días muy ocupados. La noche anterior estuvimos hasta la
una con los amigos y esa mañana tuvimos que levantarnos a las cuatro de
la mañana para tomar el primer vuelo.
Cuando ya estábamos sentados, hubiera querido apoyar la cabeza en
el hombro de Jake y cerrar los ojos, pero teníamos desconocidos a mi lado
y en la siguiente fila que nos podían ver.
Repasé el fin de semana, la actitud abierta y afectuosa de Jake
conmigo, frente a la familia y amigos, y me vino a la mente el comentario
que me hizo anoche.
-¿Cuándo te vas a dar cuenta que nunca voy a intentar esconder
nuestra relación?
Ahora lo hago. De acuerdo, ya sé que soy un poco lento, muy lento,
pero finalmente me di cuenta. Suspiré y le rocé el cuello con los labios,
luego apoyé la cabeza en su pecho y me relajé. El me besó la cabeza y me
tomó de la mano.
-Trata de dormir un poco, cariño.
Mientras lo intentaba, seguí repasando la noche. Cuando Mary Pat
intentó flirtear con Jake, tuve una reacción excesiva. Racionalmente sabía
que no estaba interesado en ella ni en ninguna mujer y en cuanto a los
hombres, nunca representaron un problema. Si alguno intentaba ligar con
él, podía llegar a ser muy intimidante y querer matarlos con sus propias
manos, actitud muy disuasoria para cualquiera. Pero ahora que éramos tan

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

abiertos en nuestra relación, esos hombres se darían cuenta de que Jake es


gay. Es tan guapo y carismático que, una vez superado el temor a alguna
reacción agresiva, ellos también podían empezar a ir tras él.
Lo apreté con más fuerza mientras recordaba la otra frase que me
dijo en el bar.
- Nate, sabía que me amabas incluso cuando estabas demasiado
asustado para decirlo. Pero ciertamente, es bueno oírlo.
Cuando llegamos a casa por la tarde, estaba a punto de ebullición.
Quería demostrarle cuánto lo necesitaba y amaba, dejarle un recordatorio
tangible y físico de que yo era el único para él, ni Mary Pat ni nadie más.
Jake estaba en el baño, guardando las cosas de aseo, me miró a través del
espejo y se echó a reír.
-Estás saltando como un niño pequeño que necesita ir al baño.
Se dio la vuelta y se apoyó contra la encimera, con los brazos y pies
cruzados. Yo seguía ahí, intentando procesar mis emociones y esperando
poder controlar mis desbocadas hormonas.
-El baño está ahí, colega. ¿Vas a usarlo o de repente te da
vergüenza?
Me ruboricé y traté de tranquilizarme. No necesitaba el baño y
estaba tan duro que dudo que hubiera podido usarlo si así fuera. Jake vino
hacia mí, me tomó de los brazos y empezó a llevarme hacia atrás mientras
me susurraba al oído.
-¿Sabes que no hemos tenido tiempo de tontear desde ayer por la
mañana?- me besó el cuello.
-Estuvimos todo el día ocupados, trasnochamos y esta mañana
tuvimos que madrugar- me lamió detrás de la oreja –pensé meterte en el
baño del avión, pero era demasiado pequeño.
Me chupó con suavidad el labio inferior y luego me besó con tal
profundidad que empecé a gemir.
-Joder, Nate. Esos sonidos me ponen a mil.
Llegamos a la cama y caí sentado. Jake me quitó la camisa y yo lo
ayudé a bajarme los pantalones y calzoncillos hasta las rodillas. Luego se
arrodilló, me quitó los zapatos, las medias, el resto de la ropa y me miró.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Dime lo que quieres, Nate- dijo con una voz profunda teñida de
lujuria, y los ojos llenos de deseo.
Sabía lo que quería y, aunque pudiera parecer tonto o sacado de una
mala película, tenía que pedírselo.
-Quiero que me hagas tuyo. Demuéstrame que soy tuyo, Jake.
Con ojos brillantes se inclinó y me besó la punta del pene, dio unos
ligeros lengüetazos antes de tomarlo con la mano, apretar la lengua en la
raja y chupar alrededor. Dejé caer la cabeza hacia atrás y casi sollocé
cuando empezó a chupármela y sentía cómo la saliva resbalaba.
Después de unos minutos se separó, me apoyó las piernas en sus
hombros y se puso recto, forzándome a quedar recostado en la cama. Me
apoyé sobre los codos para verlo enterrar la nariz en mi escroto. Le
gustaba olerme, igual que yo a él y pude sentir su lengua lamiéndome los
testículos mientras me masturbaba con la mano.
Le acaricié el pelo oscuro mientras gemía. Cuando ya estaba a punto
de explotar, quitó la mano y me subió más las piernas, dejándome
totalmente expuesto frente a él con las nalgas en el aire. Acercó los dedos
hacia el centro, me las separó y las sujetó con ambas manos, haciéndome
sentir el aire en esa zona y temblar.
Y Jake comenzó su ataque, empezó en el perineo y siguió pasando la
lengua a lo largo de toda la hendidura. Después de un rato de lamerme y
dejarme empapado, empezó a chuparme la entrada con fuerza y firmeza.
Me dejé caer en la cama y relajé los músculos para permitirle la
entrada. Rotó las manos para seguir manteniéndome sujeto por las nalgas,
pero colocó los pulgares cerca de la lengua, empujando hasta que ambos
estuvieron dentro de mi cuerpo, moviéndose despacio y presionando hasta
tenerme abierto por dentro y por fuera, sin dejar de lamer y sorber
alrededor y dentro de la zona.
Parecía querer probar el sabor de las paredes de mi cavidad. Una
cosa es practicarte el beso negro y otra, comerte el trasero. Lo que estaba
haciendo Jake entraba en la segunda categoría y era alucinante, pero
pronto necesitaría más.
-Jake- jadeé, intentando recuperar la respiración.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Me entendió y supo lo que quería. Se apartó y me lamió los


testículos antes de ponerse de pie, asirme por debajo de los brazos y
subirme a la cama, hasta quedar completamente de espaldas con él
encima.
Yo estaba con el cuerpo relajado y los ojos vidriosos cuando
comenzó a quitarse la ropa y se apoyó sobre un brazo para hacer lo mismo
con los zapatos. Con una rodilla y el pie lo ayudé a deshacerse de los
pantalones y la ropa interior.
Cuando terminamos, le rodeé la cintura con los brazos y lo miré
expectante. Aún seguía muy mojado cuando lo sentí presionar mi entrada.
Se movió despacio alrededor, luego se inclinó y mientras me penetraba,
me susurró al oído.
-Eres mío, Nate.
Gemí y sentí cómo movía su pene dentro de mi pasaje. Cuando ya
estaba totalmente dentro, volvió a decirme:
-Eres mío, Nate. ¿Lo puedes sentir, cariño? ¿Puedes sentir que me
perteneces, como yo te pertenezco a ti?
Salió y volvió a entrar una y otra vez, a ritmo lento, mientras no
dejaba de susurrarme cosas al oído.
-Nadie más puede tenerte, nunca más. Solo yo tendré esto, Nate.
Solo yo te tocaré y saborearé. Solo mi pene entrará en ti.
-Sí, sí, sí, puedo sentirlo. Soy tuyo- lloraba de la emoción.
Salí a su encuentro y me perdí en las sensaciones. Sabía que no
podía aguantar mucho más el orgasmo y le clavé los dedos en la espalda
para urgirlo. Aceleró el ritmo y entró aún más hondo y duro, gruñendo
mientras seguía repitiéndome al oído, como una letanía.
-Eres mío. Eres mío. Eres mío.
Cuando llegué al límite, le enterré los dedos en el pelo y le eché la
cabeza hacia atrás para mirarlo.
-Necesito… saborearte…
No me entendió, porque se inclinó y me dio un beso en los labios.
Yo no podía dejar de empujar y salir al encuentro de todos sus embistes,

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

mi cuerpo actuaba por voluntad propia. Pero en ese momento quería otra
cosa y se lo dije dentro de la boca.
-Jake, uhh, Jake, necesito tragarme tu semen.
Sus ojos eran de un verde intenso y profundo cuando bajó la cabeza
y me chupó con fuerza el cuello y empezó a bombear tan fuerte y rápido
que la cama comenzó a moverse y a crujir, acompañando mis quejidos. De
repente se retiró, se arrodilló y me apuntó el pene a la cara.
-Oh, sí- grité y abrí la boca.
Jake, sin apartar la vista de mí, se acarició un par de veces y explotó.
Saqué la lengua e intenté tragar todo.
Cuando terminó, tenía la cara, el cuello y el estómago llenos de la
descarga de ambos. Estábamos aferrados el uno al otro, respirando con
dificultad y Jake me acariciaba con dulzura la cabeza y enredaba sus dedos
en mi pelo.
Solo con él yo podía ser así, con nadie más. Nunca podría
exponerme de esa manera y ser tan vulnerable y salvaje. Pero con él me
sentía seguro, sabía que siempre me respetaría y querría, sin importar
nada. Cuando estuviéramos en la cama, con la pasión a tope, podría
dejarme llevar por completo y actuar movido por los instintos, dejando
asomar todos mis deseos, sabiendo que Jake siempre satisfaría todos y
cada uno de ellos.
No soy muy bueno verbalizando mis estados de ánimo y emociones.
Jake constantemente me decía que me quería, al levantarme, al ir a
trabajar, antes de dormir y en cualquier otro momento. Y a mí me
encantaba oírlo.
Mientras estábamos en la cama y yo disfrutaba del calor de su
cuerpo contra el mío y conservaba en mi boca su sabor, supe lo que
tendría que hacer para asegurarme de que siempre recordara lo que sentía
por él, lo mucho que lo amaba y lograr que todos esos hombres y mujeres
que lo desearan supieran que estaba fuera de su alcance.
Al día siguiente fui a trabajar un poco antes de lo habitual, quería
salir a mediodía y ver a mi amigo Edward. Pasé toda la mañana excitado e
incapaz de concentrarme. Por fin, casi a mediodía entré en su tienda y

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

miré alrededor mientras él terminaba de atender a un cliente. Luego vino


hacia mí y me abrazó.
-Nate Richardson, debo reconocer que me sorprendió tu llamada,
pero me siento muy feliz por ti. Así que dime qué tienes en mente y lo
haremos.
Edward era diseñador de joyas y mientras esperaba que llegara su
gran triunfo, hacía buenas ventas a través de Internet. Me senté y le mostré
el dibujo.
-No quiero nada extravagante. Solo una banda ancha y lisa de platino
y que pongas esto alrededor.
-No hay problema- miró el papel –Lo puedo tener terminado en un
par de días. ¿El número 8 tiene algún significado especial?
-No es el número 8- me reí –es el símbolo del infinito.

Cuando estábamos en el instituto, pasé horas ayudando a Jake con


sus deberes y era divertido estar con él, incluso cuando se quejaba. Pero
un sábado por la tarde se me quedó grabado en la memoria.
Estábamos en la cocina, estudiando álgebra. Yo empecé a explicarle
el concepto de infinito y dibujaba el símbolo mientras resolvíamos un
problema. Estuve hablando de los detalles, queriendo asegurarme de que
entendiera. Él permanecía muy quieto y pensé que ya no me prestaba
atención, entonces lo miré, dispuesto a hacerle pasar un mal rato, pero me
quedé helado cuando me encontré con su mirada. Parecía penetrar dentro
de mí y me hizo perder el aliento. Permanecimos un rato con los ojos fijos
el uno en el otro, hasta que él habló con voz muy suave.
-Lo entiendo, Nate. Capto el concepto de infinito, es como nosotros
dos, como nuestra amistad, sin final, sin límites. Somos para siempre. Eso
es el infinito, ¿verdad?
Yo tenía el corazón desbocado y no podía hablar, solo asentí y, tras
unos minutos de silencio, volvimos a las tareas.
Al pensar en ese día, no sé cómo no me di cuenta de que Jake estaba
tan enamorado de mí como yo de él. Pero a posteriori, todo se ve diferente
y en ese momento de mi vida ni me podía imaginar que pudiera estar

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interesado en mí o en cualquier otro chico. Supongo que siempre fui lento


para darme cuenta de las cosas.

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CAPÍTULO 29

JAKE

El lunes fue un día duro, no tuve ni un momento para sentarme a


pensar. Estuvimos lidiando con un caso de tráfico de drogas. De ahí volví
a la comisaría para redactar el informe y pensé cómo sería trabajar en casa,
en Bryerville. Sabía que no tendría los mismos retos o excitación, pero lo
disfrutaría de todos modos, porque estaría ayudando a gente que conocía
de toda la vida y tanto Nate como yo podríamos estar más cerca de la
familia y los amigos.
Acababa de sentarme frente al escritorio para lidiar con los papeles,
cuando oí una voz familiar.
-Detective Owens, estaba esperándolo.
Levanté la vista y sonreí cuando vi al joven guapo que tenía delante.
Bueno, guapo no es la palabra correcta, realmente era impresionante. No
era alto, alrededor de uno setenta y cinco, cuerpo delgado pero musculoso.
Tenía la línea de la mandíbula bien marcada, cabello negro y espeso y ojos
inocentes, algo notable considerando lo que hacía cuando lo conocí.
-¡Jonathan! ¿Qué tal estás, hombre? ¿Y cómo está Sam?
Me levanté y abrí los brazos mientras me acercaba a él. Jonathan me
devolvió el abrazo y me apretó fuerte. Podía sentir su erección presionar
contra mí y recordé que tenía un equipamiento de muy buen tamaño.
-Estoy bien, Detective Owens. Y Sam también. Solo vine a darle las
gracias y a despedirme. Nos mudamos.
Le acerqué una silla para que se sentara y volví a mi sitio.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-¿Es cierto eso? Pensé que os gustaba estar aquí. ¿Qué os hizo
cambiar de idea?

La primera vez que conocía a Jonathan fue hace unos años.


Trabajaba con unos hombres que hacían y distribuían porno gay. Eso no
era ilegal, pero nuestra unidad se vio envuelta cuando nos llegó la noticia
de que se distribuían drogas ilegales y resultaron ser un par de chicos
contratados quienes las vendían.
Entramos en el set sin hacer ruido, teníamos que ver cuánta gente
había allí y estar seguros de que teníamos todo controlado antes de que
notaran nuestra presencia. Mientras andábamos por allí, presenciamos la
filmación y vi a Jonathan.
Estaba colocado sobre una base con uno dándole por detrás y el otro
metiéndosela en la boca mientras le decían obscenidades.
-Tómala, guarrito. Eso es. Te gusta mi gran pene en tu culo, ¿no es
cierto?
Había otros dos hombres parados alrededor y, por la cantidad de
condones usados y semen en la cara, pelo y espalda de Jonathan, estaba
claro que ya habían tenido su turno y esperaban una segunda vuelta.
-¡Oh, sí, joder! Perfora ese agujero. Dásela y déjamelo bien abierto-
animaban los otros.
Hice una mueca de dolor y se me encogió el estómago. No podía
comprender cómo alguien podía tomar parte en una orgía como esa.
Cuando nos hicimos notar y Jonathan se liberó, me quedé asombrado al
ver que tenía una erección. Eso debería haber marcado el final de mi
interacción con él, salvo que uno de los policías jóvenes decidió jugar a
Mr. Macho y empezó a hacer comentarios rudos y llamarlo cosas
desagradables.
Cuando iba a intervenir, miré a Jonathan de cerca y pude ver lo
joven que era. Lo aparté y lo llevé al cuarto de baño.
-Ve a asearte.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Fui a la sala donde se habían cambiado de ropa, recogí la de


Jonathan y se la llevé. Estaba parado frente al lavabo, con la cara, el pelo y
el cuerpo mojados y libres de semen. Le puse la ropa en el suelo.
-Vístete, así podremos hablar. ¿Cómo te llamas, colega?
-¿Will Dragon?- me miraba con miedo en los ojos.
-Déjate de chorradas. Quiero tu verdadero nombre.
Suspiró y hundió los hombros.
-Jonathan, me llamo Jonathan Doyle.
-Mucho gusto, Jonathan- le pasé un brazo por los hombros –soy el
Detective Owens. Vístete, voy a comprarte algo para comer como una
disculpa por el comportamiento del imbécil ese.
Él parecía sorprendido.
-Los policías no son los malos, chico. Te espero fuera.
Cuando salí de la sala, miré con fiereza al novato que acosó a
Jonathan. Luego pedí a un oficial más experimentado que se ocupara del
papeleo.
Cuando Jonathan y yo entramos en el Diner que había más abajo, le
pedí su identificación, parecía tan joven que quise averiguar si estábamos
ante un caso de porno con menores. Pero era legal, apenas.
Había algo en él que me llegó y terminamos hablando durante largo
rato. Una vez que me empezó a contar su historia, no paró. Tenía mucho
en la cabeza y apreciaba el poder hablar con alguien que lo escuchara.
También estaba a punto de ser padre, no me pregunten cómo, ya que era
muy gay y no lo ocultaba. De todos modos, no importaba el cómo, sino lo
que iba a hacer al respecto.
Lo volví a ver unos meses más tarde. Vino a visitarme al trabajo,
sosteniendo un bebé.
-Detective Owens. ¿Se acuerda de mí? Soy Jonathan. Nos
conocimos…
Le sonreí y le palmeé el hombro.
-Por supuesto que te recuerdo, Jonathan. Parece que aceptaste el
desafío de la paternidad. Me alegro, amigo.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Al parecer, había decidido criar él solo al niño, se tragó el orgullo y


vino a pedirme ayuda. Cuando nos conocimos, le hice la promesa de hacer
lo que pudiera para ayudarlo y me alegré de que no lo olvidara.
Hice algunas llamadas y logré encontrarle un lugar barato para vivir,
a cambio de algunos trabajos en el edificio. Y también supe que había
encontrado trabajo de camarero. Creía firmemente que había terminado
con el mundo porno. Por lo que me dijo, no había estado mucho tiempo
metido.

Eso había sido hacía algunos años. Ahora parecía que Jonathan había
terminado con New York y se iba con su niño. Le dije que me sentía feliz
por él y le deseaba lo mejor. Me sorprendió que se me tirara a los brazos y
me abrazara con fuerza.
-Es usted un buen hombre, Detective. Un gran hombre. Nos salvó la
vida a Sam y a mí. Espero que lo sepa, nunca lo olvidaré.
Me apretó aún más y pude sentir que algo duro también se apretaba
contra mí. ¿Qué le pasaba a este chico que siempre tenía una erección?
-Maldición, me gustaría que fuera gay, podría hacerlo un hombre
muy feliz, Detective. Y usted a mí, aunque no fuera él…-se le quebró un
poco la voz.
Tenía la norma de no hablar de mi vida privada en el trabajo. Ya
había roto la regla con Suzie, porque pasaba mucho tiempo con ella y su
bebé. Había oído historias de otros policías que habían recibido amenazas
contra sus familias, así que no hice nada para corregirlo. Además, no
hubiera importado, estaba completamente comprometido con Nate y daba
lo mismo lo guapo que este chico fuera.
-Buena suerte con todo, Jonathan. Estoy muy orgulloso de ti y aquel
que termine quedándose contigo será un hombre muy afortunado.
Sonrió y asintió, con una mirada melancólica en sus brillantes ojos
grises.
-Me aseguraré de ello, si lo encuentro algún día.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Mientras iba a casa esa noche, sentí tristeza porque nunca pude
compartir nada de mi vida privada con nadie para proteger a Nate. Eso no
pasaría en Bryerville. Allí todo el mundo me conocía y eso añadiría una
mayor efectividad a mi trabajo. Diablos, fue una de las razones por las que
el Sheriff Wells me ofreciera el trabajo. Sabía que tenía que discutirlo con
Nate y ver si estaba dispuesto a volver.
Cuando llegó de su trabajo, hablamos durante largo rato y decidimos
volver a casa. Estaba encantado. Teníamos que terminar unos asuntos en
New York, Nate debía valorar las opciones de trabajo en Bryerville y, una
vez que todo estuviera arreglado, nos iríamos.
Una de mis prioridades era conseguir que Suzie y Alexis estuvieran
en mejor posición. Me preocupaba que una vez yo no estuviera, ellas no
pudieran salir adelante. No creo que Suzie haya comprado comida en
alguna ocasión. Después de pasar unas horas mirando programas para ella,
fui a su apartamento con una bolsa de comida y un puñado de papeles en
la mano. Sentía que había encontrado suficientes cosas para las que estaba
cualificada, que le permitirían dejar la calle y encontrar una vida mejor
para ambas. Necesitaría trabajar duro, comprometerse a dejar las drogas y
las mentiras, pero si realmente quería una vida limpia, yo la ayudaría.
Apenas había tocado la puerta cuando esta se abrió.
-Hola, Detective. Me dio mucha alegría recibir su llamada, quería
hablar con usted.
Se apartó para dejarme pasar. Alexis estaba recostada en el suelo
jugando con un vaso de plástico. Por lo menos parecía limpia, pero le
vendrían bien algunos juguetes. Tomé nota mental de comprarle algunos
mientras iba hacia la cocina a guardar las compras.
Me preocupaba que Suzie no se interesara por ningún programa y
que no quisiera cambiar su estilo de vida, pero la encontré vestida y no
intentaba seducirme, lo que me dio esperanzas. Decidí hablar de lo que
ella quería y luego hacerle los comentarios relacionados con los cambios
que creía necesitaba hacer en su vida, si no por ella, por el bienestar de su
hija.
-¿De qué quieres hablar, Suzie Q.?

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

-Hace un par de semanas usted dijo que era gay.


No lo vi venir, cosa rara.
-Sí, lo dije.
-Y también dijo que tenía pareja.
La norma de no hablar de mi vida privada resonaba en mi cabeza.
¿Habría puesto a Nate en peligro? ¿Por qué me hacía esa pregunta? Su
tono no era amenazador, pero parecía nerviosa, algo inusual en ella.
-Corta el rollo, Suzie. ¿Qué quieres?
El tono seco de mi voz pareció romper su vacilación, porque me
contestó con aspereza.
-Quiero que usted y su novio se queden con Alexis. Sé que con
ustedes estaría a salvo. Quiero decir, no le van las mujeres y me comentó
que su novio nunca besó a ninguna y por eso sé que estaría a salvo.
-¿Qué quieres decir con quedarme con Alexis?- no tenía ni idea de lo
que me estaba hablando -¿vas a pasar la noche fuera y necesitas que te la
cuide? Imagino que podemos hacerlo, tengo que hablar con Nate. ¿Cuándo
te vas?
-No, que me la cuide, no- se sentó sobre la cama- y no me voy.
Me senté a su lado y miré su expresión determinada.
-Suzie, no tiene sentido. Empieza otra vez.
Suspiró y se frotó los ojos con la palma de la mano.
-Mire, detective, ambos sabemos que no voy a ganar el premio a la
madre del año, yo no quería un hijo. Quiero vivir mi vida y es imposible si
tengo que hacerme cargo de Alexis. Pero no puedo dejarla porque no
tendría forma de protegerla de cualquier cabrón que se la quisiera llevar.
Con usted es diferente. Es gay, así que ella está a salvo y si se la lleva, ya
no tendré que hacer eso.
Mientras hablaba, movía el brazo en dirección a Alexis. Yo estaba en
estado de shock. Suzie me estaba pidiendo que me llevara a su hija y mi
instinto me decía que aceptara. La niña me importaba y sabía que con su
madre no tendría ninguna oportunidad de tener una vida decente. Pero no

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

quería separar a una madre de su hija, no si existía alguna forma de ayudar


a Suzie.
-Suzie, lo entiendo, tú misma eres una niña y debe ser duro. Pero he
estado mirando esto y encontré unos programas a los que podrías acceder.
Es decir, tendrías que hacer algunos cambios en tu… trabajo y tu… estilo
de vida, pero te podría ayudar a encontrar otro tipo de trabajo y meterte en
un programa de desintoxicación. Podrías quedarte con Alexis.
Le di los papeles y ella los miró en silencio. Después de unos
minutos, los dejó sobre la cama y me miró.
-No quiero quedarme con Alexis. Ya sé que suena como si fuera una
persona horrible. ¿Qué clase de chica no quiere quedarse con su hija? Mi
madre se quedó conmigo y créame, Detective, yo hubiera dado lo que
fuera por haber crecido con un padre como usted, alguien que se ocupara
de mí, que trajera comida a casa como usted lo estuvo haciendo…- su voz
se apagó un poco, pero luego continuó –ella será feliz con usted, tendrá la
oportunidad de una vida mejor, algo que yo nunca tuve. Y a lo mejor yo
podría empezar de nuevo. ¿Qué dice, Detective, nos puede ayudar?
¿Adoptará a Alexis?

Llegué a casa y encontré a Nate en la cocina. Me coloqué detrás de


él, le rodeé la cintura y lo besé en el cuello.
-Me sorprende que estés en casa a las seis de la tarde. Y huele como
si hubieras preparado berenjenas a la parmigiana.
El se giró en mis brazos y me besó con suavidad.
-Correcto, sé que es tu comida favorita. Y volvemos a Bryerville, así
que como me voy de todos modos, ya puedo salir a una hora decente. Hoy
hablé con el Doctor Hamilton, le dije que queríamos volver a casa y me
dijo que podría trabajar con él. Lleva tiempo queriendo reducir su jornada,
pasar algún tiempo viajando y retirarse en unos años. Así que, en su
momento yo me podré quedar con su consulta.
Sonreía mientras hablaba y su voz sonaba excitada. Me miró más de
cerca, dejó de hablar y me acarició la mejilla.
-¿Qué pasa? Tienes una mirada rara.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

Lo tomé de la mano y lo llevé al sofá, luego me agaché frente a él sin


soltarle la mano.
-Nate, ¿dijiste en serio que querías tener niños?- asintió con suavidad
sin dejar de mirarme –hoy he visto a Suzie. No quiere ser madre, quiere
que nos quedemos con Alexis, quiere que la adoptemos.
Lo miré a los ojos, tratando de leer su reacción. Durante unos
minutos no dijo nada, luego se puso de pie y fue hacia la puerta.
-Vamos, Jake, vayamos a recoger a nuestra hija.

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

CAPÍTULO 30

NATE

Cuando esa noche volví a casa, Jake estaba echado en la cama, con
los brazos estirados. Gateé y me coloqué encima de él, con la cabeza en su
cuello.
-¿Cómo te fue el día?
Me acarició la nuca con su suave mano y sentí una gran calidez.
-Tuve un día normal, como siempre. Dime, Nate, ¿disfrutaste del
viaje a casa?
Quería decirle lo bien que me lo había pasado en Bryerville y que me
gustaría que volviéramos a vivir allí, donde podríamos estar con la familia
y los amigos, donde yo podría tener un trabajo con horario normal y él uno
que no me aterrorizara. Pero no podía hacerle eso, no con la memoria de
sus padres sobrevolando. Le lamí el cuello y le contesté, tratando de
mantener un tono de voz tranquilo.
-Sí, fue bonito volver a ver a todos –suspiré sin darme cuenta y
rogué que no lo hubiera notado -¿Y tú, te has divertido?
Me enterró los dedos en el pelo y se quedó quieto durante unos
minutos. Creí que estaba pensando en sus padres, pero de repente levantó
el cuerpo y me llevó con él. Me eché hacia atrás y lo miré.
-Nate, yo, ejem, sé que cuando nos fuimos tu dijiste que no querías
vivir en una ciudad pequeña. Pero en aquella época éramos unos niños y
me pregunto si sigues pensando igual. Quiero decir, parecías feliz y sé que

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DONDE TERMINA ÉL Y EMPIEZO YO | Cardeno C.

gustó volver a ver a los niños y al resto de la familia. ¿Crees que… crees
que podrías ser feliz viviendo allí?
Me miraba con intensidad, tratando de leer mi expresión. Yo no
sabía qué hacer o qué decir. Por supuesto que sería feliz viviendo allí.
Pero, ¿y él? Sabía que si yo quisiera volver, él podría hacerlo sin pensar,
aunque le resultara doloroso. No había manera de que yo lo pusiera en esa
posición. Estaba helado, tratando de pensar en la respuesta cuando Jake
me acarició la mejilla.
-¿Nate?
-¿Si?
-Solo dime lo que piensas, ¿de acuerdo? Puedo ver que algo te
preocupa. Habla conmigo. Siempre resulta mejor cuando lo haces, ¿no?
Yo siempre estaba mejor cuando hablaba con él. Me separé y me
senté en la cama con las piernas cruzadas, mirándolo.
-Sí, fui feliz allí y sí, podría ser feliz viviendo en Bryerville. Pero sé
lo duro que es para ti y nunca te pediría que lo hicieras.
-¿De qué estás hablando?- parecía muy confundido –No es duro
estar en Bryerville, adoro estar allí, el tiempo, la gente. El ritmo, todo.
¿Qué te hace pensar que me resulta duro?
Su voz sonaba sincera. Me sentía confundido.
-Pero lloraste cuando mi madre estuvo hablando contigo en mi
dormitorio. Lloraste y dijiste que estar allí te traía recuerdos de tus padres.
El asintió y me tomó las manos entre las suyas.
-Me trae recuerdos, pero no es malo. A veces sí, es duro,
especialmente cuando pienso en la noche que murieron. Pero, Nate,
también tengo recuerdos de cuando estaban vivos.
-¿Te acuerdas cómo mi madre solía pararse afuera y quejarse de la
forma en que mi padre había colocado las luces de Navidad? Él solía
subirse en aquella escalera enclenque y vieja y ella lo volvía loco diciendo
que necesitaba comprar una nueva. ¿O los desfiles del Cuatro de Julio,
cuando mi padre conducía el camión de bomberos y los chicos iban arriba
y comenzaban a mojar a todo el mundo con las mangueras? ¿O cuando

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salíamos todos en bicicleta por el vecindario? Hay muchos recuerdos


felices.
Recordaba todas esas y muchas más cosas. El tenía razón: los buenos
recuerdos eran más numerosos que los malos y cuando pensé en ello, me
di cuenta de que allí se sentía más próximo a sus padres, porque su
presencia estaba por todas partes. Eso era bueno. Le apreté las manos.
-Jake, aquí soy feliz. Me refiero a que tenemos buenos amigos y
trabajo; pero estoy cansado, cansado del ruido y el bullicio. No sé cuánto
tiempo más podré soportar las ochenta y cuatro horas semanales de trabajo
y no veo que vaya a mejorar. Y tu trabajo… estoy orgulloso de ti y lo
sabes. Sé que es egoísta por mi parte, pero no puedo dejar de preocuparme
y desear que hagas otra cosa.
Como no sabía muy bien qué decir, balbuceaba nervioso. Él entendió
y se hizo cargo de todo.
-Quiero volver, Nate- me besó con suavidad –vamos a casa.
Nos apoyamos el uno contra el otro largo rato. Yo gocé con los
latidos de su corazón, el calor de su cuerpo y el sonido de su respiración.
Al final, nos desvestimos el uno al otro y nos metimos debajo de las
mantas.
Esa noche hicimos el amor con lentitud, nuestros cuerpos se
conectaron largo rato con más suavidad que nunca, no corríamos en pos de
una meta, simplemente disfrutábamos del viaje. Piel contra piel, labios
unidos, manos acariciando espaldas y Jake profundamente enterrado en mi
cuerpo.
En lugar de compartir gemidos, lo que hicimos fue intercambiar
palabras dichas con suavidad: “Mi amante, mi amigo. Te amo, te necesito.
Eres hermoso. Eres mío”. Pero llegó un momento en que la fricción y el
movimiento, el amor y las sensaciones se diluyeron en un poderoso
orgasmo.
Nos limpiamos y abrazamos, ninguno tenía ganas de dormir.
Hablamos de la mudanza, él me habló de la oferta del Sheriff Wells y yo
me sentí aliviado. No recuerdo grandes crímenes en la época que vivimos
allí. Eso significaba que podía seguir siendo oficial de policía, pero sin
estar en constante peligro. Lo mejor de ambos mundos.

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Solo quedaba mi trabajo. Era obvio que no podía continuar en el


campo de la Investigación, pero tampoco me desilusionaba, estaba
cansado de esa vía y la idea de tratar con pacientes de carne y hueso
sonaba bien. Decidí que esa semana llamaría al viejo doctor de la familia
para pedirle consejo. Una vez que solucionara el tema laboral, podríamos
comunicar a nuestras familias los planes y comenzar los preparativos para
dejar New York y volver a casa.
Una vez tomada la decisión, sentí que me quitaba un gran peso de
encima, muchos pesos. Por fin tenía la motivación para encontrar un
nuevo trabajo que realmente me gustara y que tuviera un horario
razonable. Estaríamos cerca de la familia, cosa que ellos deseaban desde
nuestra partida. Nos alejaríamos del ruido, la suciedad y la vorágine de la
ciudad y Jake podría tener un trabajo más seguro. Lo único malo era dejar
a los amigos que fuimos haciendo a lo largo de esos diez años. Pero al
volver, retomaríamos el contacto con los que dejamos en Bryerville,
aquellos con los que crecimos.
Entre el trabajo y mis intentos por contactar con gente que me podía
ayudar a decidir qué hacer a mi vuelta a casa, tuve un par de días muy
ocupados, tanto que casi no tuve tiempo de pensar en el anillo. De repente,
el jueves llegó todo junto.
Doc Hamilton, el médico de la familia, me devolvió la llamada y ni
siquiera tuve oportunidad de preguntarle lo que podría hacer ya que,
apenas le mencioné mi regreso, me ofreció un trabajo, mejor dicho, casi
ser su socio.
El llevaba años queriendo bajar el ritmo, pero sus pacientes lo
necesitaban y estaba pillado. Con la jubilación próxima, intentaba ver de
qué forma hacía la transición, lo que me vino perfecto. Podría trabajar a su
lado durante los pocos años que le quedaban de vida activa y luego
quedarme con la consulta. Eso podría darle a él la posibilidad de trabajar
menos, pero continuar atendiendo a algunos pacientes y hacer que el
cambio fuera gradual. Era perfecto, yo podría conocer a mis pacientes,
verlos a lo largo de los años y ayudarlos realmente.
Al rato de terminar de hablar con Doc, me llamó Edward para
decirme que el anillo estaba terminado. Yo temblaba de emoción por
empezar nuestra nueva vida. Decidí irme del trabajo pronto, recoger el
anillo y preparar una cena romántica para Jake. Planeaba hablarle de la

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oferta de Doc, para que supiera que la última pieza del rompecabezas
estaba encajada y lo más importante, darle el anillo.
Después de recogerlo y comprar los ingredientes para la comida
favorita de Jake, llegué al apartamento y limpié un poco. Ambos éramos
ordenados y la casa no se ensuciaba mucho, pero quería que esa noche,
todo estuviera perfecto. Apenas había retirado las berenjenas del horno y
comenzado a preparar la ensalada cuando entró Jake. Se paró detrás, me
abrazó y me apoyó contra su cuerpo mientras me besaba el cuello.
-Me sorprende que estés en casa. Solo son las seis y huele como si
hubieras preparado berenjenas a la parmigiana.
Su voz profunda hacía que mi piel vibrara y el pene se endureciera.
Me giré en sus brazos y lo besé. Me asombraba lo suave y tierno que a
veces podía ser conmigo y otras, cuando estábamos en la cama y él se
daba cuenta de que yo necesitaba que fuera más agresivo, incluso rudo,
también pudiera serlo.
Le conté las buenas noticias, pero él parecía tener algo rondándole.
Le brillaban los ojos, pero no sonreía. Parecía feliz, pero ansioso y le
acaricié la cara para calmarlo.
-¿Qué te pasa? Tienes una mirada extraña.
Suspiró y me llevó al sofá.
-Nate, cuando estábamos en casa, ¿hablabas en serio acerca de
querer tener hijos?
Se me aceleró el corazón. De repente sentí que nuestra vida estaba a
punto de cambiar para siempre. No sé cómo logré asentir con la cabeza.
-Hoy he estado con Suzie. No quiere ser madre y quiere que nos
quedemos con Alexis. Nate, quiere que la adoptemos.
Un hijo. Se nos acababa de brindar la oportunidad de tener un hijo.
Normalmente, soy yo quien planea y organiza, el estratega, el que piensa
las cosas y hace listas con los pros y los contras. Pero nunca tuve que
tomar una decisión tan importante como esa y no era el momento de hacer
listas. Era nuestro futuro y podía sentir que era correcto. Íbamos a tener
una familia.
Me levanté del sofá y fui hacia la puerta.

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-Vamos, Jake. Vamos a buscar a nuestra hija.


Fuimos al apartamento de Suzie y recogimos a Alexis. Yo estaba
horrorizado por las condiciones en las que vivía, pero no dije nada, solo le
agradecí que nos confiara a su hija. Jake le dijo que hablaría con un
abogado para todo el papeleo de la adopción y le avisaría. Alexis tenía
poca ropa y ningún juguete, pusimos todo en una bolsa de plástico y nos
fuimos. No teníamos tiempo esa noche de comprar todo lo que necesitaba,
pero paramos en el supermercado de abajo para comprar shampoo para
bebés y leche maternizada.
A la mañana siguiente, Jake llamó a su capitán y le dijo que se
tomaba unos días libres. Después de eso, todo pasó volando, contratamos a
un abogado, que sugirió que permaneciéramos en New York hasta
finalizar el proceso de adopción. Eso nos retrasaba la vuelta a casa, pero
nos permitía adoptar a Alexis, algo que no podríamos hacer en Bryerville.
El proceso duró menos tiempo, gracias a los contactos que tenía Jake.
Compramos juguetes, ropa y cosas infantiles, asistimos a clases para
padres, fuimos a gimnasios para bebés y encontramos los parques y
restaurantes que aceptaban niños. En un abrir y cerrar de ojos, nuestra vida
había cambiado y aunque parecía imposible, amé a Jake aún más cuando
lo vi ocuparse de nuestra niña.
Jake aceptó el trabajo con el Sheriff Wells y le dijo que empezaría
en tres meses. Yo hice lo mismo con Doc Hamilton. Ambos avisamos en
nuestros respectivos trabajos de que nos iríamos en unos meses. Ese
tiempo, además de ser necesario para completar la adopción, le dio tiempo
a mi madre para remodelar la casa de los padres de Jake, modernizarla y
dejarla lista para nuestra nueva familia. Mis padres estaban encantados, no
solo porque volvíamos a casa, sino también porque tendrían una nieta.
Con todo ese trajín, nunca encontré el tiempo para la romántica
proposición que tenía planeada. El anillo lo escondí en una caja con
apuntes de la carrera y antes de darme cuenta, se nos acabó el tiempo. La
adopción estaba finalizada, las cosas de la casa y de Alexis guardadas y la
mayoría de la ropa empaquetada. Esa noche volvía de una fiesta de
despedida de mis compañeros de laboratorio.
Entré en el apartamento y encontré a Jake dormido en el sofá con
Alexis apoyada sobre su estómago. La sostenía apretada y ella parecía tan
feliz y en paz en brazos de su padre que mi corazón me dolió de amor por

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ambos. Fui hacia ellos y besé a Jake en la frente. Entreabrió los ojos y
sonrió.
-Hola, guapo. ¿Te lo has pasado bien?
Le sonreí, levanté a la niña y la sostuve contra mi pecho.
-Sí, me divertí. Iré a poner a Lexi en su cuna y te veo en la cama.
Me metí en el antiguo dormitorio de Jake, que ahora usábamos para
Lexi y la metí en su cuna. Luego encontré la caja donde tenía escondido el
anillo y salí. No tenía una cena con velas, pero eso tenía que bastar. Ya no
podíamos esperar más. Aguardé unos minutos para calmarme y me dirigí a
nuestra habitación con las manos detrás de la espalda, apretando el estuche
con el anillo.
Apenas abrí la puerta, me rodeó un resplandor cálido y un aroma
calmante. Todas las superficies de la habitación, incluidas las cajas,
estaban llenas de velas y jarrones con flores. Y en uno de los pocos
espacios vacíos en el suelo, estaba Jake sobre una rodilla. Esperó que
mirara y comenzó a hablar con voz emocionada.
-Nate, te he querido desde que tengo uso de razón. Admiro tu
gentileza, tu integridad, tu inteligencia. Me haces sonreír, pensar, me
desafías, me inspiras para ser mejor persona. Te quiero y siempre estaré
aquí, contigo. Reiremos juntos y también lloraremos, seguiremos
creciendo y cambiando, Nate. Y como todo lo que hemos hecho en la vida,
lo haremos juntos.
Tragó saliva, contuvo el aliento y continuó.
-Cuando murieron mis padres, no guardé muchas cosas, más que
nada fotos y cartas. Pero insistí en guardar esto.
Extendió la mano y me mostró un anillo de oro.
-Era el anillo de bodas de mi padre. Él lo heredó de su abuelo y no sé
de cuán lejos viene la tradición. Cuando pedí el anillo, uno de mis tíos dijo
que lo hacía feliz que lo guardara para usarlo el día de mi boda. Ya
entonces sabía que no guardaba ese anillo para mí. Lo hice con la
esperanza de que un día tú me quisieras de la misma forma que yo te había
querido siempre y entonces te podría dar el anillo y tú siempre sabrías lo
que significabas para mí. Y eso es todo, Nate. Tú eres todo para mí.

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Yo estaba llorando cuando caí de rodillas frente a Jake. Saqué las


manos temblorosas de detrás de la espalda, abrí la caja y le mostré el
anillo que Edward había hecho. Jake miró el símbolo del infinito y luego a
mí con los ojos húmedos. Supe que estaba recordando ese día, tantos años
atrás, cuando estábamos en la cocina haciendo los deberes.
Tomó mi mano izquierda y me puso el anillo de su padre en el dedo.
-Sin fin, sin límites.
Nos besamos profundamente y cuando nos separamos un poco, yo
miré esos ojos verdes, los primeros que recuerdo haber visto. Los que miré
y lograron calmarme el primer día de guardería, los que encontré al otro
lado del escenario el día que tuvimos la primera obra en la escuela
elemental, los ojos que miré antes de caer dormido a lo largo de tantas
noches mientras crecimos para luego soñar con ellos.
Los ojos que habían estado llenos de angustia cuando me desperté en
el hospital tras el accidente que costó la vida a sus padres, los que miré
cuando necesitaba fuerzas para hablar sobre cualquier preocupación que
tenía –colegio, trabajo, chico, cualquier cosa- y los ojos que supe que
estaría viendo durante el resto de mi vida. Allí, en esos ojos verdes que me
llevaron durante el pasado, estaba nuestro futuro.
Le tomé la mano izquierda y la alcé hasta los labios, le besé la palma
y el dorso antes de deslizar el anillo en su dedo.
-Tú también eres todo, Jake. Somos para siempre.

FIN

200
Author

CARDENO C es un romántico incorregible que quiere añadir un poco de


felicidad y algunos “AWWWS” a la vida de los lectores. Escribir es una
hermosa pausa de la vida real como miembro del mundo corporativo y
trabajador voluntario con Organizaciones para los Derechos de los
Homosexuales.
Cardeno siente a menudo que los personajes escriben sus propias historias
y solo espera tener suficiente tiempo para poder plasmar esas historias. A
Cardeno le gusta saber cosas de los lectores, así que por favor, escriba
unas líneas para compartir sus pensamientos.

Visítelo en http://www.cardenoc.com y en Facebook como Cardeno C

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