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Esta historia es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la
imaginación del autor o usados para la ficción y cualquier semejanza con personas vivas o muertas,
negocios, eventos o escenarios, es una coincidencia.
CAPÍTULO 1
JAKE
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pelo rubio y penetrantes ojos azules, yo soy de tez olivácea, cabello negro
y ojos verdes. El siempre fue muy delgado, con cuerpo de nadador,
mientras que yo soy más musculoso, de grandes bíceps y abdomen tipo
tabla de lavar, incluso fuera de la temporada deportiva. En estatura no
somos tan diferentes (él 1,80 y yo casi 1,90), pero peso casi 25 kilos más.
Las diferencias no solo radican en la apariencia física. Como dije, él
siempre fue el “Señor Amable” y encantador con todos, si hasta creo que
una vez salvó a un gato que estaba atrapado en la rama de un árbol. ¡Por
Dios, rescató a un gato! Yo no soy tan bueno. De hecho, puedo llegar a ser
un verdadero cretino. Tengo un carácter violento y a veces me gustaría
sentir fluir la adrenalina por mi cuerpo y liarme a golpes con algo o
alguien.
Tras varias peleas en el Colegio, la gente empezó a creer que estaba
un poco loco; joder, muy loco. No me importa. Ni siquiera pienso en ellos;
siempre me importó un comino lo que la gente pensara de mí, salvo que
fuera un buen amigo y en esa categoría solo está Nate. Siempre estuve
muy ocupado entrenando (en el Instituto, fútbol americano en otoño,
baloncesto en invierno y baseball en primavera), tratando de ligar con
alguna chica y, por supuesto, pasando los ratos libres con Nate. El resto
nunca existió.
Otra cosa acerca de Nate es que es un maldito genio. De verdad,
desde niño fue muy inteligente. No había nadie como él en nuestra ciudad
y en la escuela no sabían qué hacer ni cómo enseñarle. Por eso siempre
estaba en el tablón resolviendo algún problema de cálculo que ni los
profesores sabían cómo hacer y en cambio él sí. Un día me comentó que
podía ver los números en su cabeza y cómo iban combinándose entre
ellos. Nunca entendí su significado. Me sorprende que no lo hayan
graduado antes, especialmente tras el test de Aptitud Escolar en segundo
curso. Su nota fue perfecta, no falló ni una maldita pregunta. Como cabe
suponer, consiguió ofertas de becas completas de muchas universidades.
Bueno, no es que yo sea estúpido, pero tampoco soy Nate. Por
fortuna, no soy muy malo en los deportes y mi lado brusco resulta una
garantía dentro del campo del fútbol americano. Así que yo también pude
elegir entre varias universidades. El último año, comparamos la lista de
facultades y elegimos una que tuviera un buen equipo de fútbol americano
y un excelente programa en ciencias. Terminamos mudándonos a New
York, a los dieciocho años.
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CAPÍTULO 2
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CAPÍTULO 3
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cegó y salimos despedidos. Sentí golpes de metal y los crujidos eran tan
fuertes que no podía imaginar lo que estaba sucediendo; luego sobrevino
el silencio. Miré a mi alrededor y vi que el coche había sido desplazado al
costado de la carretera. Y sangre, mucha sangre. Mis padres se
encontraban en la parte delantera, encerrados entre puertas retorcidas, sin
posibilidad de salir. Mi madre estaba inconsciente, con cortes graves; mi
padre gemía desde el asiento del conductor y allí estaba Nate, tirado cerca
de mí con un trozo de metal enterrado en su estómago y la sangre
manando a borbotones.
Me quité el cinturón de seguridad y le tapé la herida, tratando de
detener la sangre. Sabía que no estábamos muy lejos de la ciudad, podría
ir corriendo y tratar de conseguir ayuda. Le dije a mi padre que lo haría
una vez que detuviera la hemorragia y lograra que Nate sobreviviera. Él
giró la cabeza y evaluó la situación.
-Jake, no tenemos nada en el coche que te ayude a cerrar la herida, es
demasiado grande y sin la presión de tus manos, la ambulancia no llegaría
a tiempo para salvarlo. No tendrán tiempo de salvarlo- su voz era cansada
y débil.
Lo mire y entendí. Mi madre seguía inconsciente y aún respiraba,
pero con dificultad. Mi padre se cubría el estómago con la mano y yo
sabía que sufría. Estaban malheridos y si iba a pedir ayuda, ésta podría
llegar a tiempo para salvarlos a ellos, pero no a Nate.
Supe lo que tenía que hacer. Le dije a mi padre que lo quería, pero él
se había desmayado. Después, tomé a Nate en brazos y como pude salí del
coche, manteniendo en todo momento mi mano sobre la herida.
Aunque siempre fui veloz, no estoy acostumbrado a correr llevando
a alguien a cuestas. Me retrasé, pero no paré hasta llegar al hospital y
gritar pidiendo ayuda. Vinieron corriendo y pusieron a Nate en una
camilla mientras yo les decía su tipo de sangre y retiraba la mano de la
herida. Les expliqué que mis padres necesitaban ayuda urgente y dónde
encontrarlos, aunque en el fondo sabía que era tarde. Dadas las
circunstancias, no pude ser muy rápido y cuando la ambulancia llegó, ya
estaban muertos. Pero supe que Nate, mi Nate, saldría adelante.
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CAPÍTULO 4
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atrás, me incliné y apenas lo rocé con los labios. Casi esperaba que se
apartara, pero el gimió y se acercó. Al principio, le pase la lengua por los
labios con suavidad hasta que abrió la boca y me dejó entrar. Sabía tan
bien, a menta y a hombre. Lo recosté en la cama con las piernas por fuera,
me subí y me puse a horcajadas sobre su cuerpo.
Había fantaseado tantas veces con estar así con Jake, pero ninguna
fantasía se aproximaba a la realidad. Él estaba siendo delicado y suave,
algo extraño en alguien tan pendenciero y cuya labor en el campo era
derribar jugadores. Este Jake no tenía nada de rudo, me tenía abrazado y
acariciaba mi pelo mientras gemía, besándome con suavidad y buscando
mi lengua con la suya.
Tras un largo rato besándonos, me aparté y lo miré a los ojos. Sentía
tantas emociones que mi cuerpo temblaba.
-¿Qué sucede, Nate, estás bien? Estás temblando.
Seguía teniendo muchas preguntas que de momento tenían que
esperar. No podía entender que mi heterosexual mejor amigo estuviera
desnudo a mi lado y con una enorme erección presionando contra mi
cuerpo.
-Estoy bien, no, mejor que bien. Tiemblo porque soy muy feliz.
Me incliné de nuevo y lo besé, lamiéndole con suavidad los labios, la
nariz, la frente, los párpados, el lóbulo de la oreja. Envalentonado empecé
a bajar por su cuello y mis manos empezaron a recorrer y explorar su
cuerpo.
Los jadeos se tornaron en gemidos cuando metí sus pezones en mi
boca y succioné. Arqueó el cuerpo y empezó a respirar con dificultad.
Seguí bajando, trazando un camino descendente por su estómago hasta
llegar al pene, donde restregué mi cara y mi mejilla.
Bajé de la cama, me arrodillé entre sus piernas y lo lamí de arriba
abajo. Era largo y grueso, como todo Jake. Quizá el pene más grande que
había visto en la vida real, fuera de las películas pornográficas. Sus
gemidos eran constantes y empujaba las caderas hacia arriba.
Le coloqué las piernas en mis hombros y me alcé un poco, dejándole
el trasero fuera de la cama. Volví a inclinarme y le pasé la lengua por la
hendidura. Sabía a limpio, a jabón. Por la manera en que estrujaba las
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me dijiste que te gustaban los chicos pero no yo, así que pensé que no me
querías. Antes no había besado a ninguna mujer, pero mi deseo sexual era
demasiado fuerte y tras tu confesión, supuse que ya no tenía porqué
aguantarme y esperar por ti. Fuiste muy claro, así que decidí buscar alivio
en otra parte. Y por qué elegí chicas en vez de chicos… no sé, otros chicos
no me decían nada, me recordaban demasiado lo que no podía tener.
-¿Y qué es? ¿Acaso es una especie de competición? Ya vi lo que
tienes y dudo bastante que haya muchos hombres que se aproximen a lo
tuyo- intentaba concentrarme en sus palabras. Dejé que mi mano le rozara
el pene, que se endureció con el contacto, provocándome la misma
reacción. Jake se rió.
-No me refiero al aspecto físico. Tener sexo con otro hombre me
recordaría demasiado a ti. Tú eras lo único que yo no tenía. Mi mente
nunca se relajaría como para permitirme hacer algo. Tú eras todo lo que
había querido, Nate y si no podía tenerte, no tenía sentido estar con otro
hombre. Las mujeres eran diferentes, no me recordaban a ti, así que me
acosté con ellas, solo era sexo. Nunca quise a ninguna. Lo sabes, ¿verdad?
Era cierto. Ninguna le interesó de verdad, no lo recuerdo conociendo
a los padres de nadie, cocinando o teniendo algún gesto romántico. De
hecho, creo que nunca las dejó meterse en su cama.
Años atrás, celebramos en casa una gran fiesta para Nochevieja. En
esa época yo salía con Tony y él estuvo toda la noche conmigo. La casa
estaba llena y todos bastante borrachos. Antes de medianoche perdí a Jake
de vista y cuando el reloj señaló las doce, Tony se inclinó y me dio un
beso. Noté la mirada de Jake desde el otro lado de la habitación y
comenzó a caminar hacia mí. Al llegar me susurró al oído.
-Feliz Año Nuevo, viejo amigo, hemos pasado otro año juntos. Por
muchos más- me besó con suavidad en la mejilla y se fue.
La mañana siguiente Tony y yo nos levantamos con resaca. Olía a
café y a comida. Salimos trastabillando de la habitación y encontramos a
Jake en la cocina, preparando tortitas.
-Buenos días, pensé que estarían hambrientos después de toda esa
energía consumida durante la noche.
Al parecer, Tony y yo habíamos hecho demasiado ruido. Ese hombre
gritaba demasiado en la cama.
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CAPÍTULO 5
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CAPÍTULO 6
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-Son las dos y media, hemos dormido casi todo el día. Mmm, me
encanta sentir tu mano, Jake. Dios, sigo sin poder creer que quieras
tocarme así.
Me pregunté cuánto tiempo duraría su deseo de tocarme. ¿Solo ese
día, esa semana de vacaciones? Sabía que no podía durar. Él volvería a la
normalidad, recordaría que le gustan las chicas y esperaría que las cosas
entre nosotros volvieran a ser como antes. ¿Pero cómo podría yo volver
atrás? Su voz frenó mi ataque de pánico.
-Entonces tendré que seguir haciéndolo hasta que te lo creas.
Se sentó, me rodeó con las piernas y yo empecé a relajarme. Solté la
sábana y sus ojos se pasearon con ardor por mi cuerpo desnudo. Su
cercanía y su calor me excitaron e intenté recuperar el aliento ante las
caricias, los besos y el sexo.
-Siempre me gustó verte al despertar, Nathaniel, pero esto mejora la
experiencia.
El comentario me hizo reír, pero también pensar en la nueva
relación. Me pregunté si estaba limitada a la habitación del hotel y si a
plena luz las cosas volverían a ser como antes. Era lo último que yo
quería. Aunque, para poder recobrarme al volver a New York y a la
normalidad, probablemente necesitaba recordar que para Jake era un
amigo. Así que sugerí salir.
-A no ser que me hayas arrastrado hasta aquí para seducirme y
mantenerme en la cama todo el día, deberíamos intentar salir un rato de
esta habitación. ¿Qué tal un poco de playa?
-Eres un aguafiestas. De acuerdo, salgamos, pero si te pones en traje
de baño no puedo prometerte mantener las manos quietas. Y deberíamos
lavarnos antes. Ambos cabemos en esa enorme ducha.
Cómo quería que esas palabras fueran ciertas.
Nos duchamos juntos, otra primera vez para mí. De adulto nunca
había compartido la ducha con ningún hombre, me parecía algo muy
íntimo; tampoco había durado lo suficiente con alguien como para hacerlo.
Por otro lado, pocas veces me quedaba a dormir con alguno de los novios
que tuve, odiaba pasar la noche fuera de casa - lejos de Jake- y, salvo raras
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CAPÍTULO 7
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apretó contra mí, me metió la lengua en la boca y chupó la mía casi con
desesperación, mientras seguíamos acariciándonos y yo luchaba por
contener el orgasmo.
Sugirió una ducha para quitarnos la arena y la crema y me llevó al
baño. Mientras el agua caliente nos corría por el cuerpo, siguió besándome
y buscando mi lengua con la suya. Se enjabonó las manos y me lavó los
brazos, el pecho, las piernas y finalmente se concentró en mi pene y frotó
toda su longitud, masajeó los testículos y luego el trasero. Estuvimos así
un rato, acariciándonos y tocándonos antes de enjuagarnos. No sé cómo
me contuve, pero a esas alturas mi erección era dolorosa, estaba al límite y
no podría controlarme mucho más. Salimos del baño y trastabillando
llegamos a la cama.
Estaba fuera de control y loco de deseo, totalmente enfocado en
Nate. Necesitaba acabar, pero aún más necesitaba saborearlo a él y sentir
su clímax.
Bajé la cabeza y maniobré mi cuerpo hasta quedar con los pies en la
cabecera de la cama. Sentí que me agarraba de las nalgas, me empujaba
hacia él y se tragaba todo mi pene. Con un profundo gemido, yo hice lo
mismo.
Ambos gruñíamos y chupábamos, moviendo la cabeza arriba y
abajo, cuando noté que los testículos de Nate se tensaban y su cuerpo se
ponía rígido. Reaccioné de inmediato y ambos explotamos el uno en la
boca del otro, sintiendo las sacudidas en lo más profundo de la garganta.
Aparté la cabeza un poco para saborear mejor su semen. El gimió más
fuerte, sin soltarme.
Nos separamos con reticencia, yo me giré y apoyé la cabeza cerca de
la suya. Aún sin aire, me besó con pasión, entrelazando su lengua con la
mía, pude probarme a mí mismo en el beso, mientras yo lo acariciaba con
suavidad tratando de recobrar el aliento.
-Dios mío, Nate, qué me haces. Estoy loco por ti. Te siento tan bien
y sabes tan bien. No puedo tener suficiente de ti- lo tocaba y besaba por
todas partes, perdido en el momento, delirantemente feliz.
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CAPÍTULO 8
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-Sé lo que quieres decir- le pasé el pulgar por el labio y lo besé –solo
estaba bromeando. Yo también quiero hacer el amor contigo.
Me levanté, saqué de la bolsa que habíamos traído de la tienda una
caja de preservativos y un tubo de lubricante y se los tendí.
-Nunca he hecho esto. ¿Me puedes mostrar lo que tengo que hacer?
-No me di cuenta de que habías comprado todo esto. Y me extraña
que haya algo que desconozcas en la cama. Imagino que será distinto con
una mujer- me miró con sorpresa y se colocó de espaldas, con el lubricante
en la mano.
-Puedo prepararme solo. Luego ya no debería ser muy diferente a lo
que estás acostumbrado. No es que lo sepa, ya que nunca estuve con una
mujer, pero presumo que no tiene que haber tanta diferencia.
Seguía pareciendo nervioso, algo confuso y ansioso. Gateé hasta él,
coloqué las manos a ambos lados de su cabeza y lo besé en la frente, la
nariz, las mejillas y los labios.
-Estar contigo es nada que yo esté acostumbrado a hacer, de ninguna
manera. Estar contigo es especial, maravilloso y logra que mi cuerpo
reviva. Además, quiero que seas tú quien me muestre lo que tengo que
hacer.
Su cara demostraba que seguía sin entender, así que abrí un
preservativo y lo enrollé en su pene. Nate estaba atónito.
-¿Qué haces? Espera. ¿Quieres que yo… que… de verdad? ¿Estás
seguro?
-Sí, lo estoy, quiero hacerlo todo contigo. He fantaseado con tenerte
dentro de mí desde que estábamos en el instituto- contesté sonriendo ante
su cara de sorpresa.
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Gimió y se colocó entre mis piernas, puso una almohada bajo mis
nalgas y me besó profundamente mientras me acariciaba los muslos,
pasaba las manos por debajo y me levantaba las piernas. Me lubricó y
empujó con suavidad un dedo dentro de mi cuerpo.
-Nate, por favor- dije con voz entrecortada.
Su respiración era agitada mientras dejaba que mi cuerpo se ajustara
a su dedo. Añadió otro y presionó más fuerte, haciendo que mi cabeza se
moviera de un lado a otro con las sensaciones. Durante todo ese tiempo, su
cara permanecía cerca y me besaba con suavidad, sin apartar los ojos de
los míos, asegurándose de que yo disfrutara con la experiencia.
-Oh, Nate, necesito algo…Te necesito… Por favor, Nate, por favor-
el placer era indescriptible.
Sentí que la cabeza de su pene protegido y lubricado presionaba
contra mi entrada. Retiró los dedos y comenzó a penetrarme. Mi cuerpo se
estiraba mucho para acomodarlo y dolía, pero también era bueno,
malditamente bueno. Cuando terminó de meter la cabeza, se paró, me miró
a los ojos y me besó dándome tiempo para acostumbrarme.
-¿Estás bien, Jake, va todo bien?
-Es maravilloso. Oh, Nate, te siento tan cerca que haces que roce la
locura. He querido esto durante tanto tiempo, te he querido desde hace
tantos años, no te detengas, por favor, nunca pares.
Me sonrió con lágrimas en los ojos y siguió empujando,
sosteniéndome la cabeza con las manos y acariciándome las mejillas sin
dejarme apartar la vista. Me dolía un poco el cuerpo y me sentía lleno,
muy lleno, pero era increíble y no paraba de gemir.
-Estoy totalmente dentro de ti. Eres tan estrecho, Jake y te siento tan
bien- decía y me besaba.
Cuando mi cuerpo se acostumbró a tenerlo dentro, alcé las caderas
para indicarle que se podía mover. Se retiró unos centímetros y volvió a
empujar. Yo gruñí y le clavé los dedos en la espalda. Poco a poco fue
incrementando el ritmo y la velocidad, salió casi por completo y embistió
desde un ángulo diferente.
-Oh, ¡Dios mío, Nate! ¿Qué me estás haciendo? ¡Oh!
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CAPÍTULO 9
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cuando no se tiene nada que perder. Con Nate eso no es cierto. No es que
haya pensado que lo podía perder, siempre supe que lo nuestro era estar
juntos de por vida, hasta que la muerte nos separe, pero sin el matrimonio.
Pero sí me importa lo que piense de mí.
Cuando lo veo ser atento, generoso –él mismo, en realidad- me
pregunto qué gen me falta para ser como soy y no importarme los demás.
Podría tratar de echar la culpa a la muerte de mis padres y aducir que me
volví frío y enfadado, pero ya era un cretino antes. Nate solo buscaba la
felicidad de sus amigos y hacer del mundo un lugar mejor y no estoy
mofándome ni siendo sarcástico. Por eso pasa tanto tiempo en el
laboratorio, trabajando en la cura de alguna enfermedad o tratando de
solucionar el problema. No gana ni la mitad de lo que lo haría trabajando
para una gran corporación y sé que ha recibido ofertas. Pero no se trata de
dinero, sino de ayudar a los demás.
Hay una sola razón que me ha impedido terminar en la cárcel o
matando a alguien en mis momentos más oscuros, y es que llevo a Nate en
el corazón y en la mente. Siempre traté de hacer lo que él quería y ser el
hombre que él quería que fuera. Construí toda mi vida alrededor de eso,
alrededor suyo. Así que, a lo mejor, soy un poco ciego cuando se trata de
leer a Nate.
Ya no más. Aunque no me haya hablado de sus sentimientos, creo
que me quiere. Quizá no tanto como yo a él, pero eso es imposible. Lo
quiero más que a nada y moriría por él, sin exagerar.
Pero lo conozco y sé que no se hubiera metido en una relación física
conmigo si no me quisiera. No conocí a las pocas parejas que tuvo a lo
largo de los años, creo que cinco o diez y sé que no se acostó con todas.
Luego está su mirada. Nunca lo vi mirar a nadie como me mira a mí.
No sé si es algo nuevo o no me di cuenta antes. Como sea, me quiere pero
está asustado de confesarlo, puede que por mi pasado. Es gracioso, decidí
acostarme con mujeres porque pensé que no significaría nada, pero al
parecer me equivoqué.
Le acaricié el pelo y lo apreté contra mí, como una manera de
disculparme por las dudas que le ocasioné. Él movió la mano en círculos
sobre mi estómago, luego me agarró los testículos y de vez en cuando los
acariciaba mientras continuaba mirando la película.
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CAPÍTULO 11
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CAPÍTULO 12
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-Mira, Nate- dijo Scott –no es que tengamos algún problema con él,
lo sabes, solo que…- se detuvo, nervioso.
-Solo nos preocupamos por ti- continuó Ken –eres una gran persona,
pero nadie lo notará si sigues escondiéndote en ese apartamento con Jake.
Todos sabemos lo que sientes por él y tú sabes que no va a pasar nada, así
que debes continuar con tu vida. Te pedimos que vinieras porque
queremos ayudarte a encontrar a alguien, cosa que no va a pasar si él está
aquí. No prestarás atención a nadie y la verdad es que necesitas
distanciarte de Jake. Ya sé que no quieres oírlo, pero es la verdad.
Mi mente continuaba confusa con la relación y el plan trazado. Traté
de explicárselo a mis amigos.
-Ustedes no lo entienden. Las cosas ya no son así. Sé lo que me
quieren decir y yo dije lo mismo referente a la distancia durante el viaje,
pero todo ha cambiado. Nosotros, mmm, quiero decir, hicimos cosas y ya
no estoy seguro de que sea tan heterosexual. Creo que podemos tener una
oportunidad.
Ken y Scott se inclinaron hacia adelante y miraron a Patrick.
-¿Qué estás diciendo, Nate, que ahora es tu novio?
¡Oh, no! Si Jake oía esa palabra saldría corriendo.
-No, no, no. No estoy diciendo eso, sólo que las cosas cambiaron, se
han vuelto… físicas.
No sabía qué decirles para que entendieran y dejaran el tema, así no
tendría que contarles cosas que Jake no querría que se supieran. De
repente Patrick levantó el tono de voz.
-¿Entonces qué significa, Nate? ¿Por qué lo has traído aquí, cuando
en su momento dijiste que ya no ibas a babear detrás de él como un
cachorro, porque te deja que se la chupes o algo por el estilo? Eso no lo
convierte en gay, sólo confirma que es un cretino egoísta que no quiere
perder a su fan número uno.
Mi cuerpo se puso tenso por el enfado. ¿Cómo podía Patrick decir
esas cosas? Jake era la persona más generosa y protectora que conocía.
Abrí la boca para pedirle que se callara cuando observé que Ken se ponía
pálido y agarraba a Patrick del brazo. Seguí su mirada y vi a Jake allí, de
pie. ¡Oh, no! ¿Había oído? ¿Pensaba que yo les había contado que él había
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estado con otro hombre? No supe qué decir ni cómo reaccionar para
arreglar ese desastre.
Jake dejó las bebidas sobre la mesa y se agachó hasta mirarme a los
ojos.
-¿Eso es lo que les has dicho, Nate, que yo te dejé chupármela
durante las vacaciones?- Tomó mi mano entre las suyas –No debería haber
venido, ahora lo veo. No sé qué les has dicho o por qué, pero son tus
amigos y es tu reunión. Supongo que esperé algo… otra cosa… Ha sido un
placer verlos, chicos, que se diviertan.
Pensé que estaría lívido y enfadado, pero no lo parecía. Se lo veía
triste, verdaderamente triste. Incluso creí ver asomar lágrimas a sus ojos.
Sentí que le habíamos hecho daño. No entendía exactamente el motivo,
pero lo sentía con toda claridad.
-Jake, Jake, espera- al verlo marcharse por fin encontré la voz. Se
detuvo pero no se giró.
-Te veré en casa. Lo siento, Nate.
Y se fue. Los cuatro nos quedamos asombrados y en silencio hasta
que Scott habló.
-¿Qué diablos fue eso? Te juro, Patrick, que casi me hago pis en los
pantalones cuando me di cuenta de que te había oído, creí que nos iba a
matar. Pero nunca esperé esta reacción. Nate, de verdad, ¿qué pasa?
Cuéntanos.
El daño ya estaba hecho.
-Dijo que me amaba, que siempre lo había hecho. Por supuesto, fue
antes de… esta desastrosa noche. Tengo que ir a casa y salvar lo que
pueda. No puedo perderlo, no después de lo que compartimos. No puedo
perderlo- lloraba y temblaba cuando me levanté.
-Mierda, no entendí lo que nos estabas diciendo, nunca pensé que
él… te llevaremos a casa, no puedes ir solo.
Cuando salimos, el suelo estaba mojado, como si hubiera llovido. De
hecho, aún lloviznaba. Durante el trayecto no hablé, estaba obsesionado
con la mirada de dolor de Jake y en la forma que me sostuvo la mano
mientras me hablaba con suavidad.
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Sabía que sí, pero continuaba quieto, mirándome, sin decir nada.
-Dijiste que no querías ser un anuncio gay, yendo con otro chico-
continué-. No te entendí, pero supe que no te sentías cómodo y pedí a un
par de chicas que fueran con nosotros, así no estaríamos haciendo una
declaración. Solo nos divertiríamos. Como Sylvia y Julie no tenían pareja,
pudieron venir con nosotros. No le pedí a Sylvia que fuera mi pareja y
estoy muy seguro de que no era su novio.
Miró unos instantes la foto y por fin habló.
-¿Lo decías en serio? ¿Me pediste en serio que fuera tu pareja?
Sabía que era sensible y crecer en Bryerville fue duro para él, porque
se sintió fuera de lugar, pero creo que nunca calibré el alcance de sus
inseguridades ni la profundidad del daño causado.
-Por supuesto que lo decía en serio. ¿Sabes que nunca bailaste
conmigo? Cuando te lo pedí esa noche te reíste. Creo que aún me debes
un baile.
-Sí, creo que sí- dijo con ojos llorosos.
Nos levantamos, encendimos la radio y bailamos allí mismo. Nate
seguía con sus vaqueros bonitos y la camisa azul. Yo estaba solo con los
suspensores y lleno de barro. Salvo Nate, nada importaba. Todo se
desvanecía cuando estábamos el uno en brazos del otro.
Aquella noche me quedé dormido soñando con el baile de
graduación y con una cosa en especial. Nate estaba muy guapo de
esmoquin y estábamos bailando juntos cuando de repente se arrodillaba,
me bajaba el cierre del pantalón y empezaba a lamerme el pene, pasaba la
lengua alrededor de la cabeza y se tragaba las gotas que brotaban. Se lo
metió entero en la boca y yo gemí mientras empujaba las caderas y mi
cuerpo temblaba por las sensaciones que me provocaba con su boca. Me
estaba acercando al orgasmo y cuando empecé a caer en el abismo
gritando su nombre, escuché sus gemidos ahogados y me di cuenta que no
era un sueño. Contuve el aliento, abrí los ojos y lo vi limpiándome el pene
con la lengua. Gemí con fuerza cuando la sentí presionar la raja y
ordeñarme las últimas gotas de semen.
-Todavía está oscuro. ¿Qué hora es?
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-Por favor, Nate, por favor. Necesito acabar. Déjame hacerlo, Nate…
Por favor… Por favor.
Cuando creí que me iba a desmayar de placer y frustración, él se
retiró casi por completo y luego empezó a bombear fuerte y rápido. Yo
empecé a soltar chorros de semen sobre mi estómago, pecho y barbilla y a
decir su nombre. Me contraje a su alrededor y el lanzó un grito ahogado
explotando en mi interior.
Me limpió con la lengua, luego me acarició el pelo, me besó en la
mejilla y apoyó la cabeza en mi cuello.
-Me debes una, Nate, me la debes- susurré en su oído con la poca
energía que me quedaba.
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CAPÍTULO 14
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felicidad que tenía por delante y la vida que compartiríamos. Cerré los
ojos y por fin me quedé dormido con una gran sensación de confort y
seguridad en los días venideros.
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CAPÍTULO 15
JAKE
Fueron pasando las semanas y los meses y Nate parecía cada día más
feliz. Cuando salíamos, me tomaba de la mano, apoyaba la cabeza en mi
hombro viendo alguna película y hasta me besaba en los restaurantes o la
calle. Creo que por fin creía en mis sentimientos. En cuanto a mí, nunca lo
fui tanto y resultaba obvio, porque una noche, jugando al billar con mis
amigos, ellos hicieron el comentario.
-¿Quién es ella, Jake? ¿Quién es el bombón que te provoca esa
sonrisa tan estúpida? ¿Puedo compartirla contigo o me la pasas cuando
termines con ella?
Me incliné y alineé el taco.
-Piérdete, Jason. Yo no comparto y nunca estaré cansado de él. Bola
nueve, a tronera.
Metí la bola y alcé la vista. Dos me miraban sorprendidos y el
tercero con una sonrisa.
-Así que al final, tú y Nate estáis juntos. Me preguntaba qué te
detenía. Felicidades, hombre.
Mientras Anton sonreía, Jason y Todd seguían de pie, estupefactos.
Finalmente, Todd habló.
-Espera. ¿En serio? ¿Qué diablos estás diciendo, Jake? Y tú, Anton,
¿cómo diablos lo supiste?
Tomó un trago de cerveza antes de jugar.
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CAPÍTULO 16
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dispuesto a llevarme a dar, mmm, ¿a dar una vuelta?- me miró con las
cejas alzadas -¿qué dices?
¿Cómo era posible que pudiera convertir un juego de mesa en algo
sexual? Fui a gatas hasta él, le levanté la camisa y comencé a
mordisquearle pecho y estómago. Cuando llegué al cuello levantó los
brazos para ayudarme a sacarle la camisa y continuar besándolo y
mordisqueándolo.
-Digo que sí- murmuré en su oído mientras le chupaba el lóbulo.
Jake estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá,
los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Me rodeó la cabeza con
las manos, enredó los dedos en mi pelo y me besó, entrelazando su lengua
con la mía. Yo bajé la mano hasta su short y él se alzó un poco para
permitirme quitárselo.
No importa las veces que veo su cuerpo, siempre me quita el aliento.
Es una obra de arte, cada músculo perfectamente esculpido. La piel con un
eterno tono deliciosamente oscuro. Respiraba pesadamente, tenía los ojos
oscurecidos por la lujuria y me miraba con intensidad.
Tracé con la lengua sus pezones y pasé la mano con suavidad por su
pene. El temblaba y gemía, inmerso en un estado total de necesidad y
deseo, preparado.
-Ponte a cuatro patas- le dije con voz ronca y baja.
Gruñó y me besó con desesperación, empujando el pene hacia arriba
y frotándose contra mis pantalones. Luego se giró y se colocó. Yo me puse
detrás de él, aún vestido y le pasé las manos por el pecho, el cuello y la
espalda, provocándole un reguero de estremecimientos. Estiré la mano,
recogí algunas gotas que caían de su pene y lo lubriqué. Luego me bajé los
pantalones y me apoyé en su entrada.
Meses atrás, nos hicimos todas las pruebas de enfermedades de
transmisión sexual. Era la primera vez que ambos hacíamos el amor sin
ningún tipo de protección y formaba parte de las ventajas de la
monogamia, además de permitirle a uno conocer de verdad el cuerpo de
su pareja, la forma de hacerla sentirse bien y de tener seguridad para
dejarse ir sin reservas.
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disfrutar de otra noche así desde la muerte de sus padres. Las echaba de
menos y sabía que él también.
Tuve una idea y llamé a mi madre para pedirle la receta de las
galletas. Cuando murió Mamá Bev -así llamábamos a la madre de Jake-,
ella se quedó con todas sus recetas. En cuanto Jake volviera, podríamos
comer galletas, beber batido y jugar.
Limpié el apartamento, lavé ropa y fui al supermercado. ¡Qué
doméstico! Me reí de mí mismo, pero en realidad, me gustaba hacer las
cosas de la casa, como también quedarme en ella jugando con Jake. Esas
eran las cosas propias de la convivencia, las que hacía una familia. Y
nosotros lo éramos. Crecimos de esa manera, vivimos así toda la vida y
nunca cambiará. Los dos juntos, completamente juntos.
Volví a casa y mezclé los ingredientes y, una vez colocada la
primera fuente en el horno, tomé una ducha para quitarme la mermelada
seca y me vestí. Al volver a la cocina, vi que tenía un mensaje en mi
teléfono.
-Hola, Nate. Lo siento, ha pasado algo y no podré ir a casa de
momento.
¿Qué quería decir con eso? Lo llamé, pero saltó el buzón de voz.
Suspiré, saqué la fuente del horno, puse otra y llamé a Patrick. Necesitaba
salir y distraerme, tenía un mal presentimiento.
-Eh, Pat, ¿qué tienes pensado hacer?
-Hola, extranjero. No mucho, necesito recoger unas películas para
enviárselas a mi madre.
-Suena genial. ¿Quieres compañía?
-Seguro, Nate- se rió –pasaré a recogerte dentro de un rato.
Estaba a punto de poner las últimas galletas en un plato cuando
llamaron a la puerta. Recogí la chaqueta y primero fuimos a almorzar a un
café y charlar. Supuse que Jake me llamaría cuando terminara, pero el
teléfono no sonó. Miré por si no lo hubiera escuchado y vi que estaba
apagado.
-Maldición. Otra vez se terminó la batería, tengo que reemplazarla,
ya no aguanta más de dos horas. Es ridículo- golpeé el teléfono contra la
mesa y Patrick me alcanzó el suyo, riendo.
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CAPÍTULO 17
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habían hecho a esas chicas, la forma en que las habían tratado, el maltrato
físico y emocional al que las habían sometido.
Pero apenas Nate empezó a lavarme, mi mente se centró en él, en su
piel suave y resplandeciente, en su pelo rubio y empapado, en la forma
que mi piel hormigueaba con su tacto. Lo quería muchísimo y para cuando
terminó de quitarme el jabón, tenía el pene tan duro que dudo que me
quedara otra gota de sangre en alguna otra parte del cuerpo. Nate estaba en
las mismas condiciones.
Le rodeé el cuello con las manos y le acaricié las mejillas con los
pulgares. Nos acercamos el uno al otro y compartimos un beso largo y
profundo. Me enjaboné las manos y las pasé por todo su cuerpo mientras
seguíamos besándonos y entrelazando las lenguas.
Después, busqué entre las nalgas con la mano enjabonada y la pasé
por su hendidura. Él tembló, dio un quejido y fue todo el acicate que
necesité.
Lo penetré con el dedo enjabonado hasta la primera falange y lo
moví en círculos, haciéndolo empujar contra mi dedo. Añadí otro y
encontré su punto más sensible. Nate estaba con los ojos cerrados y gemía
con suavidad. Me arrodillé y chupé la punta de su pene mientras seguía
trabajándolo por detrás.
Nate se inclinó, apoyó las manos en mis hombros y comenzó a
mover las caderas, mientras entraba y salía de mi boca. Lo succioné con
fuerza y moví la cabeza hacia adelante y atrás al mismo ritmo. Me clavó
los dedos y sus gemidos se convirtieron en gritos ahogados. A los pocos
minutos me llenó la boca con semen.
Lo miré mientras su pene se ablandaba en mi boca. Tenía los ojos
cerrados y en la cara una expresión de exquisito placer. Me seguía
maravillando que fuera capaz de provocar esas reacciones e inspirar esos
sentimientos en él.
Solo hicieron falta un par de caricias para que yo eyaculara allí, de
rodillas, mirándole la cara y con su pene en mi boca. Me levanté, Nate me
abrazó y enterró la cara en mi cuello. Nos quedamos así hasta que el agua
se enfrió.
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CAPÍTULO 18
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Asentí. Tuve que trabajar muy duro para llegar donde estoy en mi
carrera, me hallaba en la cúspide del mundo de la investigación médica.
Cada día representaba un desafío intelectual mayor y era el más joven en
mi campo. En otras palabras, estaba en lo más alto. Pero últimamente,
cada vez me molestaban más las largas jornadas, quería pasar más tiempo
con Jake.
Terminamos de ducharnos, cerré el agua y Jake alcanzó las toallas.
Me dio la mía antes de secarse. Siempre era increíblemente considerado,
anteponiendo mis necesidades a las suyas y yo, algunas veces, daba las
cosas por sentadas.
-Gracias por la toalla. ¿Qué tienes que hacer hoy?- le pregunté
sonriente, mientras me secaba.
-Además de trabajar, quisiera ir a ver a Suzie y a su bebé. No parece
estar muy bien y podría jurar que trama algo. Intenté incorporarla a un
programa especial, pero no quiere. Sé que sigue trabajando en la calle y
espero que el bebé se encuentre bien. En el fondo, es una buena chica,
pero tan joven y… no sé, tan herida.
Nunca lo había visto traer un caso a casa, como ahora hacía con
Suzie. Desde que rescató a Alexis, la visitaba casi a diario. No me contó
los pormenores del caso, raramente me habla en detalle de su trabajo y lo
entiendo, no quiere que yo conozca la sordidez de las cosas que vio y la
verdad, se lo agradezco. Si lo necesitara, lo escucharía feliz, pero no me
puedo imaginar haciendo su trabajo y viendo de primera mano lo peor de
la humanidad.
Aún no me había recuperado del todo del día que casi arruino su
tapadera. Creo que por primera vez, fui realmente consciente del peligro
que entrañaba su trabajo y me asombraba que luego fuera capaz de llegar a
casa con una sonrisa, otra demostración de su increíble fuerza. Era
inspirador. Me tragué las quejas y temores, le acaricié la mejilla y le besé
con ternura el cuello.
-Eres increíble, por la forma que ayudas a esa chica y a su bebé, por
todo lo que haces. Eres increíble, Jake.
Me miró de forma rara.
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CAPÍTULO 19
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Pero dejó de hablar y su respiración se volvió cada vez más lenta, estaba
casi dormido y me quedé quieto.
Nate continuó con sus movimientos hasta lograr pegarse contra mis
testículos y mi vello púbico. Había logrado empalarse y cuando lo sentí
ponerse tenso, miré por encima de su hombro y vi que su pene vibraba y
pulsaba.
Su postura no había variado, seguía con los ojos cerrados y la
respiración pausada, había eyaculado sin que ninguno de los dos lo tocara.
Yo no estaba seguro de lo que sucedía, pero estaba muy duro y sentir que
se contraía a mi alrededor y oler su semen fue demasiado. Me dolía todo,
necesitaba alivio, pero Nate parecía estar dormido.
-Iré a buscar algo para limpiarte-le susurré el oído, con la cabeza ida
por el acoplamiento que acabábamos de compartir. El estiró la mano hacia
atrás y me detuvo por la cadera.
-No, quédate dentro. Necesito sentirte dentro de mí mientras duermo.
Lo abracé más fuerte y me aseguré de seguir profundamente
enterrado. En esa posición, no había manera de salirme, aunque se me
ablandara, cosa bastante improbable, teniendo en cuenta el estado de
excitación en el que me hallaba. Logré quedarme dormido a pesar de mi
calentura.
El sonido de sus gemidos me despertó. Abrí los ojos y vi que eran las
dos de la madrugada, apenas habíamos dormido un par de horas y él, aún
con los ojos cerrados, volvía a moverse hacia adelante y atrás, forzando a
mi todavía duro pene a embestirlo.
-¿Estás despierto, Nate? ¿Qué pasa?
-Te necesito… te necesito, Jake.
Su voz era espesa, debido al sueño y a la excitación. Continuaba
moviéndose y gimiendo. La sola idea de que me necesitara hasta el punto
de empalarse mientras dormía, era tremendamente caliente. Estaba muy
excitado y confuso, no quería hacerle daño y me contuve hasta lo
indecible para no empezar a embestirlo; lo dejé marcar el ritmo. Después
de unos minutos de movimientos suaves y lentos, empezó a rogar.
-Por favor, Jake, por favor. Te necesito.
-Estoy aquí, cariño- lo apreté más y le besé el cuello.
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CAPÍTULO 20
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CAPÍTULO 21
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La última vez que lo vi fue hace diez años. Era nuestro primer año de
facultad y él estaba haciendo el Doctorado en Filosofía. Era profesor
adjunto en una de las clases de Nate y apenas terminó el semestre,
empezaron a salir. Bill era casi ocho años mayor que nosotros y tenía
mucha más experiencia que Nate. Siempre creí que había sido el primer
hombre con quien tuvo sexo, pero esa no era la razón de mi odio hacia él,
bueno, no la única.
Nate estuvo interesado en Bill durante todo el semestre y no me
extrañó que empezaran a salir. Pero sí cuando me lo encontré dos semanas
después, llorando sentado en su cama. Yo acababa de volver de una cita
cuando lo vi con los ojos enrojecidos y las lágrimas cayéndole por las
mejillas. Cerré la puerta, corrí hacia él y lo abracé.
-Nate. ¿Qué pasa, te ha… hecho daño? ¿Te ha obligado a hacer algo
que tú no querías?- empecé a planear la forma de matarlo lentamente si la
respuesta era afirmativa.
-No, no, nada de eso.
La voz le salía quebrada, como si hubiera estado llorando durante
mucho tiempo. No sucedía eso desde que éramos niños y él se torció un
tobillo tratando de trepar a un árbol. Cuando lo vi llorar ese día, se me
rompió el corazón y seguía siendo así.
-¿Qué ha pasado, Nate? Cuéntamelo, déjame ayudarte y ocuparme
de ello.
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-Me iré, Bill, pero déjame dejarte algo claro, sin ofender. Estoy
interesado en Nate desde que nacimos y si vuelves a acercarte a él…-le
agarré los genitales con rudeza y los apreté –no me importará con quién te
quieras acostar, porque te cortaré el pene y te lo clavaré en ese culo de
mariquita que tienes.
Soltó un grito ahogado y la cara se le puso roja. Lo solté y salí de la
casa como una flecha, diciéndome que tendría que empezar a vigilar a los
chicos que salían con Nate. No lo hice con Bill porque estaba celoso. Si no
hubiera sido tan débil y egoísta, le hubiera pedido que me lo presentara y
quizá habría visto lo que pasaba para poder avisar o detener a Nate.
Tras ese incidente, me aseguré de conocer a todos los chicos que
salieron con Nate. A veces los traía a casa y otras yo los seguía
discretamente. Supe que estuvo realmente interesado por Bill, porque
nunca más lo volví a ver con el corazón roto, sí enfadado, pero ya no
lloraba.
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-Me sorprende que sepas mi nombre, Bill. La última vez que nos
vimos me estabas llamando estúpido-deportista-novato-no homosexual.
Ahora estás en mi sitio y me gustaría sentarme, así que levántate.
Sabía que lo miraba con cara de pocos amigos y le hablaba entre
dientes, pero supuse que fui gracioso, ya que aún… no le había puesto la
mano encima.
-¿Lo has llamado estúpido?
Nate hablaba enfadado y el cuello se le puso rojo. Siempre fue muy
protector conmigo cuando alguien me llamaba estúpido. Esos comentarios
nunca me molestaron, los oí innumerables veces y creía que no estaban tan
lejos de la verdad, no soy una lumbrera. Además, salvo Nate, nunca me
importó lo que la gente pensaba de mí, estúpido, inteligente, lo que sea…
¿A quién diablos le importaba?
Bill se volvió y miró a Nate.
-Oh, vamos, Nate. Ya sé que te gustaba cuando tenías dieciocho años
y obviamente es muy guapo, pero ambos sabemos que solo llegó a la
Universidad porque sabía tirar un balón. ¿Cuán lejos te lleva eso en la
vida? Estoy seguro de que a ese novio que mencionaste no le gusta esta…-
me miró y movió la mano de arriba abajo –“anatomía”. Ya sacrificaste
salir conmigo cuando te negaste a cortar con él. La verdad es que pensaba
que ya lo habías dejado atrás.
Así que esa fue la razón de su separación. Bill lo hizo elegir entre él
y yo, y cuando Nate se negó a dejarme, lo abandonó. ¿Era malo sentirme
muy aliviado?
Nate intentó levantarse, pero estaba demasiado encajonado contra la
pared, entre la mesa y Bill. Temblaba visiblemente. Por lo general, es una
persona tranquila, pero posee una fuerza interior que la gente no conoce y
ni siquiera estoy seguro de que él lo sepa. Yo sí lo sé, porque esa fuerza
me había ayudado a lo largo de mi vida.
Nate usó esa fuerza para obligarme a estudiar a pesar de mis quejas.
Para convencer al Director de que me permitiera entrar a pesar de mis
bajas notas. Me lo confesó el entrenador de fútbol, que me quería en su
equipo e hizo todo lo posible por lograr mi entrada y fracasó.
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Nate era una roca, lo único que lo movía era oír a alguien llamarme
estúpido y Bill estaba a punto de comprobarlo de primera mano. Tenía la
cara roja, estaba furioso. Decidí tomar asiento enfrente para ver el
espectáculo en primera fila.
-¿Quién te crees que eres para hablar así de mi novio? No lo conoces
para nada. La inteligencia se demuestra de muchas formas diferentes, Bill
y si coincides conmigo en eso, entonces sabrás que Jake es más inteligente
que tú y yo juntos. Y mucha mejor persona. Pero en una cosa sí tienes
razón, a lo largo de estos diez años dejé atrás algunas cosas y una de ellas
es que no estoy interesado en un pseudo intelectual fanfarrón con un pene
pequeño. Tampoco entonces consideré un sacrificio romper contigo.
-¿Tu novio? ¿Ese es el novio que estás esperando para comer? Yo,
uhh, no me di cuenta de que era gay- estaba asombrado y tartamudeaba,
parecía que las palabras de Nate empezaban a encajar en su mente, porque
luego miró a su alrededor, hundió los hombros y susurró alto –y mi pene
no es pequeño. Además, no es el tamaño lo que importa, es el modo de
usarlo.
Nate puso los ojos en blanco y se rió entre dientes.
-Yo no sabría decir cómo usas tu pene, Bill, pero si es de la misma
forma que tu boca, entonces tu técnica deja mucho que desear, no es para
escribir sobre ella. En serio, hombre, cúbrete los dientes, a nadie le gusta
que lo raspen- hizo una pausa para darle tiempo a Bill de asimilar sus
palabras y continuó –ahora me gustaría comer con mi novio, así que, por
favor vete.
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CAPÍTULO 22
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CAPÍTULO 23
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Estaba Deseando pasar esa noche con Patrick y Ken. No era culpa
suya que las cosas no hubieran salido bien la última vez, ellos solo se
preocupaban por Nate e intentaban recordarle que perdía el tiempo
conmigo. Se equivocaban, por supuesto, pero lo que hicieron fue por el
bien de Nate. ¿Cómo me podía enfadar con ellos?
Llegamos al club y como no los encontramos, nos dirigimos al bar a
buscar bebidas. Patrick llegó cuando Nate iba por el segundo Vodka con
jugo de arándanos y estaba un poco achispado. Lo miró de arriba abajo y
le dio un abrazo largo y apretado. Trató de hablar en voz baja, sin éxito
debido a su estado de embriaguez.
-Estás muy sexy esta noche, Nate.
Se me encogió el estómago y cerré los puños. Celos. Nate estaba
sexy, pero totalmente fuera de los límites de Patrick o cualquier otro
hombre que lo mirara, pero sí, era endemoniadamente sexy. Patrick se
separó y me tendió la mano. Yo traté de sonreír.
-Es, umm, un placer volver a verte, Jake. Me alegra que hayan
podido venir esta noche- mientras le estrechaba la mano, lo noté nervioso.
Se volvió a Nate y le dijo –Ken sigue bailando, vamos a acompañarlo.
Lo tomó de la mano y empezó a llevarlo entre el gentío. Yo iba
detrás de Nate sin soltarle la cintura. Era difícil caminar así entre tanta
gente, pero no lo solté.
Cuando llegamos a la pista, Ken estaba bailando con un chico muy
joven y ambos estaban sin camisa.
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-Vamos hacia allí- Patrick tuvo que gritar para hacerse oír.
Miré a mi alrededor. En la pista había hombres en diferentes grados
de desnudez. Algunos estaban emparejados, otros en grupos de tres o más
y se tocaban a sí mismos y a los otros. Era muy excitante, pero yo nunca
había bailado así con nadie, salvo Nate y ni siquiera teniendo sexo me
había movido como ellos bailaban. Nate se giró.
-¿Estás listo para bailar, Jake?
-Ve tú- sacudí la cabeza –yo me quedaré aquí a mirar.
Nate me rodeó el cuello con los brazos y me miró a los ojos,
preocupado.
-¿Estás seguro? ¿Va todo bien?
No quería impedirle que se divirtiera. Además, si alguno se le
acercaba demasiado, le volaría la cabeza. Vale, esa es la razón por la cual
la gente no debe llevar armas a los bares. Me calmé y lo miré sonriente.
-Estoy bien, cariño, solo quiero verte bailar.
Me besó la mejilla y se lanzó a la pista con sus amigos. Apenas la
pisó, la música pareció absorberlo y empezó a mover el cuerpo al ritmo de
la canción, colocando las manos detrás de la cabeza y balanceando las
caderas de lado a lado mientras bajaba el cuerpo y deslizaba las manos por
el pecho y el estómago. Cuando subía, moviendo las caderas al ritmo de la
música, se acariciaba las piernas y con el pulgar se rozaba el pene. Siguió
ascendiendo, empujando un poco la camisa y revelando un estómago
plano mientras con las caderas imitaba el acto sexual. Me tenía
hipnotizado.
Volvió a mi lado después de cuarenta y cinco minutos bailando con
Patrick, Ken y su nuevo amigo, que se rozaba accidentalmente contra él
más veces de las que pude contar. Estaba sin aliento, tenía la camisa
empapada y el pelo todo desarreglado. Estaba hermoso. El pulso se me
aceleró tanto que parecía que se me iba a salir el corazón. Le rodeé la
cintura y lo apreté contra mi cuerpo.
-¿Te lo has pasado bien bailando?
-Sí. ¿Y tú te divertiste mirando?
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Bajé la mano y lo toqué, pero él entrelazó los dedos con los míos y
me los besó.
-Ahora no. Esto era solo para ti. Vamos.
Abrió la puerta y cuando salimos, encontramos a Patrick que
entraba.
-Oh, ahí están. Yo, umm, estaba preguntándome adónde se habían
ido- miraba el suelo mientras hablaba y movía el pie nervioso. Nate me
besó en la mejilla y lo miró.
-Lo siento Pat. ¿Quieres seguir bailando?
-Sí, te veré fuera. Necesito utilizar el baño.
Cuando salimos, le solté la mano y lo miré.
-Adelántate tú, yo esperaré a Patrick y luego iremos a buscarte.
Pareció sorprendido, pero contento de comprobar que empezaba a
llevarme bien con sus amigos y volvió a la pista. Yo entré de nuevo en los
servicios y vi a Patrick apoyado en el lavabo.
-¿Desde cuándo estás enamorado de él?- se quedó helado y me miró
a través del espejo. Sabía que era muy bueno haciendo hablar a la gente,
incluso si era lo último que querían hacer o consideraran que era mala idea
abrir la boca. Utilicé toda mi paciencia y entrenamiento para hablar con
calma y no demostrar ninguna emoción –está bien, si alguien sabe lo
maravilloso que es Nate, ese soy yo.
Él dudó y luego se volvió hacia mí.
-Sí, es genial, pero no estoy enamorado de él. Siempre pensé que era
alguien a quien podría amar. Pero siempre ha estado rodeado por un muro
que nadie pudo derribar y Dios sabe que lo he intentado. Él es diferente
cuando tú estás, incluso antes de que empezaran a salir. Contigo era más
abierto, más conversador, más físico… no había barreras.
-¿Conoce Nate tus sentimientos?
Patrick rió entre dientes.
-Oh, no lo sé. Hace años, intenté seducirlo y él me preguntó si estaba
interesado en un polvo o en una relación. Te diré que con alguien como
Nate, pensé que la respuesta correcta sería “relación” y en aquella época ni
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siquiera lo decía en serio. Solo quería acostarme con él, pero…-se detuvo
y me miró de repente, dándose cuenta con quién hablaba. Me tragué la
bilis, sonreí y asentí, así que continuó –él me dijo que las cosas no
funcionarían, que podría compartir su pene, pero no sus sentimientos,
porque su corazón no le pertenecía y nunca lo hizo. ¿Sabes? Pensé que
estaba siendo dramático, hasta la noche que te trajo al bar. La forma en
que te miró cuando te fuiste… por primera vez me di cuenta de que lo que
sentía por ti no era un encaprichamiento ni un enamoramiento. Y por
cómo tú lo mirabas, supe que el sentimiento era mutuo.
Suspiré. No se puede poner en palabras lo que Nate y yo siempre
compartimos, pero desde luego no era un capricho o un enamoramiento.
Ya antes de pasar a una relación física, esos sentimientos eran los que nos
motivaban. El poder compartir también nuestros cuerpos, bueno, era el
regalo más grandioso, pero no la base de nuestra relación.
La voz de Patrick interrumpió mis pensamientos.
-¿Así que, umm, realmente eres gay? ¿En serio? –no entendía por
qué le resultaba difícil a la gente creérselo.
-Parece que sí.
Vino hacia mí y me pasó los dedos por el pecho.
-A lo mejor los tres podríamos…
-No hay ninguna posibilidad, Patrick.
-Lo que pensé- empezó a ir hacia la puerta –agradece haberlo visto
tú primero.
-Estoy agradecido- lo agarré con fuerza por el hombro, seguro de
que le quedaría marca –cada maldito minuto de cada maldito día. Y sé que
eres su amigo y me parece muy bien, pero para que las cosas queden
claras, cualquier cosa que te dijera en el pasado sobre compartir su pene,
ya no vale. Lo mismo que cualquier otra parte de su cuerpo, recuérdalo a
partir de ahora y guárdate las manos.
Tragó saliva y asintió, lo miré a los ojos y con satisfacción, vi que
había miedo. Ya sé, no soy un tipo muy agradable, así que, ¿qué
importancia tiene? Le pasé el brazo por los hombros y salimos.
-Me alegra que nos entendamos, Patrick.
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CAPÍTULO 24
NATE
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Tras la muerte de sus padres, cada vez que íbamos a Bryerville, Jake
se quedaba en nuestra casa, pero nunca vendió la suya. Mis padres se
ocupaban de alquilarla y mantenerla en condiciones, algo nada difícil, ya
que vivían en la puerta de al lado.
-¿Arriba o abajo, Jake?
Estábamos en casa para una visita de varios días y Jake acababa de
dejar las maletas en mi antigua habitación. Me atrajo hacia sí y me besó.
-¿Estás hablando de las literas o…?
Mis padres compraron las literas cuando empezamos el Instituto,
supongo que se imaginaron que ya éramos demasiado grandes para seguir
compartiendo la cama los fines de semana que Jake se quedaba en casa.
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Sabía que tenía razón. A lo largo de los años había oído un montón
de historias horribles de mis amigos homosexuales. Historias de padres
enfadados, amigos que los abandonaban por su condición sexual, algunos
incluso fueron amenazados y hasta golpeados por sus compañeros de
clase. Pero nada de eso me pasó a mí, nunca.
Me imagino que es parte de una ciudad pequeña, sobre todo si las
familias estaban tan arraigadas como las nuestras. Es fácil odiar a personas
desconocidas y sin rostro, pero en Bryerville nos conocían desde que
nacimos, lo mismo que a nuestros padres y a los suyos. Posiblemente no
saldrían a luchar a favor de los derechos de los homosexuales, pero si Jake
y yo volviéramos a vivir allí, nos recibirían con los brazos abiertos.
-Lo siento, papá, tienes razón. Todo el mundo siempre fue muy
bueno conmigo. Creo que nunca me planteé la posibilidad de volver,
ninguno de los dos lo hizo. Hablaré con Jake para ver qué piensa. Extraño
este lugar y sería bonito estar cerca de ti y de mamá.
Él asintió y permanecimos en silencio unos minutos mientras
terminábamos la cerveza. En un momento dado, mi padre me palmeó la
rodilla y se levantó.
-Voy a poner la mesa, Nathaniel. Por favor, ve a decir a tu madre y a
Jacob que ya soy muy viejo para cenar tan tarde.
Me levanté riendo e iba hacia el dormitorio, cuando se abrió la
puerta y vi a mi madre salir con los ojos rojos e hinchados. Parecía haber
llorado, lo que significaba una cosa, que estuvieron hablando de los padres
de Jake.
Entré rápidamente en el dormitorio para ver a Jake y lo encontré
sentado en la cama, parecía triste y cansado. Deseaba a toda costa hacer
que se sintiera mejor, pero no podía devolverle a sus padres. Lo envolví en
mis brazos y lo apreté fuerte mientras él farfullaba contra mi pecho.
-Los extraño mucho, Nate.
-Lo sé.
Lo sostuve y le dije lo mucho que lo quería, que no estaba solo.
Cuando se calmó, alzó la cara y me miró.
-Lamento esto, Nate. Volver aquí me trae muchos recuerdos, ¿sabes?
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CAPÍTULO 25
JAKE
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dejó de colgar ropa y se giró hacia mí, pude ver que tenía los ojos llenos
de lágrimas –no te puedo decir lo que significa para mí saber que se tienen
el uno al otro.
Me sentía desconcertado y confuso con esa demostración de
emoción y no sabía hacia dónde iba. Me tomó del brazo.
-He estado con el padre de Nathaniel desde los dieciséis años, es el
único hombre al que amé y tu madre ha sido mi mejor amiga toda la vida.
Hasta el día que murió, éramos inseparables. Nunca tuve hermanas, pero sí
hermanos y siempre fuimos muy cercanos, me imagino que se debe a que
crecimos en la misma casa y compartimos la misma educación. Siempre
supe que ustedes se amaban, pero no sabía qué tipo de amor era, si el que
yo sentía por mis hermanos, por tu madre o por Ted.
Me miraba con los ojos anegados en lágrimas y seguía
sosteniéndome del brazo. Sabía que me estaba ocultando algo. ¿Qué
quería, que le explicara mis sentimientos por Nate? ¿Quería estar segura
de que nunca le haría daño?
-No sé qué responder a eso, Mama C. porque no tengo más
referencias. Para mí, Nate es la única persona que encaja en ese rol-
ordené mis ideas y traté de poner palabras a mis sentimientos –creo que lo
que estoy diciendo es que lo amo como el pariente más cercano que nunca
tuve, como el mejor amigo de toda la vida y como la única persona de la
que siempre estuve enamorado. Así que sí, es todas estas cosas, pero
también ninguna.
-De todas formas, la intensidad de todo ese amor, sentimientos y
deseo enfocados en una sola persona… no hay palabras para expresar lo
que siento por él, lo que significa para mí. Pero te puedo prometer que
nunca le haré daño. Es todo mi mundo y siempre lo cuidaré, no tienes que
preocuparte.
Mientras hablaba, las lágrimas se deslizaban por su cara, pero al oír
eso último, soltó una pequeña carcajada.
-¿Eso es lo que piensas, Jacob, que me preocupa que tú le hagas
daño?
No estaba seguro de cómo responder, así que le sostuve la mano y
esperé.
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CAPÍTULO 26
JAKE
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no creo que tengamos mucho que hacer hoy, salvo preparar la parrilla.
Además, mi madre está tan excitada de tener a todos en casa que seguro
lleva horas preparándolo. Si aparecemos ahora, la molestaríamos.
Nos levantamos y fuimos a la ducha. Después salí a encontrarme
para almorzar con mi antiguo entrenador. Entré en el bar grasiento y me
sentí cómodo, no había cambiado nada. El lugar se mantenía igual que
siempre. Vi al entrenador Westenbrook sentado en un reservado con otro
hombre que estaba de espaldas. Me encaminé hacia ellos y el entrenador
esbozó una gran sonrisa cuando me vio.
-¡Jacob! Es genial verte, hijo. ¿Cómo está Nathaniel Richardson?
Le estreché la mano y apreté su hombro mientras me reía para mis
adentros. En realidad, él no conocía a Nate. Claro que es una ciudad
pequeña, conoce a su familia y Nate vino a todos mis partidos, pero el
entrenador no era un tipo conversador y no acostumbraba charlar con los
alumnos que no estuvieran en el equipo. No, él no conocía a Nate, pero
desde que lo visité por primera vez, cuando cursaba el último año de
facultad, empezó a preguntarme por Nate.
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Con los años, cada vez que volvíamos a casa, iba a visitarlo y creo
que a él lo hacía feliz verme. Nunca más volvió a mencionar el tema del
fútbol, pero tuvo el detalle de preguntar por Nate cada vez que me veía y
me di cuenta de que, después de todo, sí había entendido.
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Martin tenía la boca abierta y las cejas alzadas. Me reí, se notaba que
llevaba mucho tiempo enganchado a un escritorio, era imposible que
alguien tan abiertamente expresivo pudiera interrogar a un sospechoso o
trabajar en la calle. Le debía una explicación.
-He trabajado de incógnito los últimos cinco años. Créame cuando le
digo que saber localizar un arma es una cuestión de supervivencia, tan
importante como saber ocultarla.
Decidí no compartir mis pensamientos sobre lo que él creía había
sido su labor los últimos cinco años. Detrás de un escritorio o no, era un
policía y ninguno quería oír que había perdido su olfato, o que quizá nunca
lo tuvo.
En ese momento llegó la camarera y tomó nota. Cuando terminamos,
Martin parecía recuperado y el entrenador Westenbrook sonreía como el
gato que se comió al canario.
-Jacob, conozco a Martin desde hace veinte años. Nicole, su mujer,
fue a la escuela con Gloria y se mantuvieron en contacto todos esos años.
Nos han visitado a lo largo de ese tiempo y se enamoraron de Bryerville.
Así que, cuando el Sheriff Johnson estaba a punto de jubilarse, llamé a
Martin. Tenía los suficientes años trabajados en la Policía de
Massachusetts como para un retiro parcial y tanto él como Nicole hicieron
las maletas y se mudaron aquí.
Entonces, ese era el Sheriff Walls. No es que hubiera muchos
crímenes en la zona y tener a alguien con una personalidad tan abierta y
amigable era bueno para la gente. Podría ser importante, dado que no era
local. No recuerdo un Sheriff que no hubiera nacido y se hubiera criado en
la zona.
-Debe ser un gran policía, Martin. La gente de por aquí no suele
tener mucho cariño a los extranjeros- tomé un sorbo y le sonreí –o a los
yanquis.
Otra vez me miró sorprendido y meneó la cabeza.
-No, no lo son, Jake. De hecho, es una de las razones por las que he
venido a comer contigo y con Harold.
Eso era inesperado. E interesante.
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-¿Es cierto eso? Y yo que creí que era para comer el mejor pollo frito
en el radio de varias ciudades. Eso y mi encantadora personalidad, por
supuesto.
El entrenador intervino con su habitual estilo directo.
-Dejémonos de acertijos, Jake. Martin necesita un Sheriff suplente.
¿Estás interesado?
Ahora fue mi turno de reír. Miré al entrenador.
-¿Por qué las personas que conozco no pueden ser como usted,
entrenador? Harían las cosas mucho más sencillas.
Martin habló desde el otro lado de la mesa.
-Oh, no sé qué decirte, Jake. Por lo que leí acerca de ti y lo que he
visto hoy, no te resulta difícil conocer a la gente, incluso cuando no es tan,
ejem, directa. Déjame explicarte lo que necesito y por qué creo que eres el
hombre indicado para el puesto.
Me habló de su equipo, un par de chicos jóvenes, algún personal de
ayuda y otro oficial que llevaba años y a quien no le hizo gracia que no
contaran con él para el puesto vacante de Sheriff. Eran hombres buenos y
honestos, pero todos entrenados allí y carecían de la experiencia que da la
calle o, como dijo Martin, la sabiduría de la calle.
-Nuestra jurisdicción y las responsabilidades se han expandido. Ya
no nos ocupamos solo de Bryerville, lo que significa más trabajo y mayor
tasa de criminalidad, aunque nada tan serio como a lo que tú estás
acostumbrado, por supuesto. Pero nos vendría bien un hombre con
mejores habilidades. La verdad es que los últimos quince años estuve en
Dirección y estoy un poco oxidado.
Asentí, apreciando su honestidad y autoconocimiento. No muchos
policías podrían admitir que están oxidados y lo más probable es que
disfrutara trabajando con él. Teníamos personalidades y habilidades
diferentes y ambas se complementaban. La camarera trajo el pedido y
comenzamos a comer mientras Martin seguía hablando.
-Estoy seguro de que podría encontrar a alguien con buena
experiencia y tentarlo con venir…
Lo ayudé a terminar.
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tristeza irme, pero a él lo amaba más, por supuesto, y eso fue todo. Tenía
la esperanza de que las cosas hubieran cambiado. Nate parecía feliz de
estar en casa.
Pensé en la forma de preguntárselo sin presionarlo. Cuando ya estaba
en casa, decidí que lo hablaría directamente. Ocultarnos sentimientos nos
había causado el suficiente daño durante años y no quería volver a cometer
el mismo error. No, cuando volviéramos a New York lo hablaríamos y
sopesaríamos el mejor lugar para vivir. Lo importante era que, aunque me
hiciera muy feliz volver a Bryerville, solo podría serlo si Nate estuviera
conmigo.
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CAPÍTULO 27
NATE
Jake había salido con su antiguo entrenador, mis padres tuvieron que
hacer unas compras de última hora y estaba solo cuando oí que llamaban a
la puerta. Esa tarde vendrían los once tíos con sus mujeres, hijos, nueras y
niños, pero no esperaba a nadie hasta entonces.
Abrí y ahí estaba mi primo Aaron, con una sonrisa enorme y ojos
cansados. Le di un gran abrazo y lo besé en la mejilla.
-¡Eh, Air Bear! ¿Qué tal está mi primo favorito? No esperaba verte,
creí que estabas en la Universidad.
Me apretó fuerte y apoyó la cabeza en mi hombro.
-Me alegro de verte, Nate. Te he echado de menos, los correos
electrónicos y las llamadas no son tan cálidos.
Le froté la espalda y lo llevé dentro.
-Te traeré algo de beber. ¿Quieres té o limonada?
-Té sería genial. Pero no tienes que servirme, voy contigo a la
cocina.
Cuando puse las bebidas, me senté frente a él.
-Te ves cansado, Aaron. Dime la verdad, ¿qué tal estás?
-Estoy bien, de verdad,- me sonrió con debilidad – cansado porque
no he podido dormir mucho. Ayer fue el aniversario de la muerte de
Michael y supe que su madre querría que yo estuviera aquí, y como tuve
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Estaba en la parte trasera del jardín, jugando a los caballitos con los
hijos de mi primo Brad cuando vino Jake. Sonrió ampliamente cuando me
vio a cuatro patas, con dos niños sobre la espalda gritando “Móntalo,
cowboy”. Venía hacia nosotros cuando sus tíos lo vieron y fueron a
abrazarlo y palmearle la espalda. Me miró y se encogió de hombros. Yo
asentí, comprensivo.
Sabía que no podríamos pasar mucho tiempo juntos, con todos
intentando saber cosas de nuestra vida. No me importaba, había echado de
menos a la familia y quería oír cosas de su vida y pasar tiempo con ellos.
Sin embargo, me pregunté cómo deberíamos interactuar frente a la familia.
Cuando por fin había logrado desenterrar la cabeza y comprobar que
los sentimientos de Jake por mí eran tan profundos como los míos, nuestra
relación se volvió muy afectuosa y no me refería solo al sexo, aunque la
atracción estaba siempre presente. Me refiero a que cuando estamos
juntos, solemos tomarnos de la mano, compartir algún beso breve, una
caricia en la espalda, esa clase de cosas. Aunque leve, siempre
manteníamos un contacto físico.
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Pero eso solo pasaba en New York. A lo largo de nuestra vida, los
roles en casa estaban establecidos; éramos amigos cercanos, casi familia
pero, aparte de alguna lucha que otra, una palmada en la espalda o un
abrazo muy casual, no nos tocábamos. Me pregunté si al volver a
Bryerville, retomaríamos los antiguos roles.
Estaba cavilando sobre la idea de establecer nuevas pautas, cuando
oí el ruido de algo cayéndose y llanto. Me giré y vi a la hija de seis años
de mi prima Linda parada en la cocina, rodeada de cristales rotos y con
sangre en la cara.
-Chicos, vamos a descansar un rato, ¿de acuerdo? Tengo que ir a ver
a Emily- quité a los descontentos niños de mi espalda y fui corriendo a la
cocina.
-Hola, dulzura. Parece que has hecho un ruido enorme. Déjame
verte. Ven aquí, Emily.
Utilicé un tono calmado mientras me dirigía a ella y me agachaba
para quedar a su misma altura y mirarla a los ojos. Emily vino hacia mí
con la sangre cayéndole por la barbilla.
-¡Oh, Dios mío, Emily! Querida, ¿estás bien, qué ha pasado?- Linda
vino corriendo, aterrorizada.
-Oye Linda. ¿Me puedes traer una caja de pañuelos y algunas
toallitas?
Temblaba, pero asintió y trajo lo que le pedí. Le retiré el pelo de la
cara a Emily y empecé a limpiar la sangre, asegurándome de poner los
pañuelos utilizados detrás de mi espalda para que ella no viera la sangre.
Después de usar una docena, ya tenía la cara limpia y pude ver que la
sangre caía de la nariz.
-Eso está mejor. ¿Te diste un golpe en la nariz, dulzura?
Asintió.
-¿Te sigue doliendo?
-Solo un poco, tío Nate. Yo… siento haber roto la fuente. Corrí hasta
la encimera y se me cayó de las manos. Estaba siendo cuidadosa, de
verdad.
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-No veo anillo en su dedo y tampoco la veo a ella, así que es obvio
que las cosas no son tan serias como para traerla a casa. Yo diría que eso
lo hace estar disponible.
La amiga asintió. Debería haberme ido, no creía que Jake le hiciera
caso y tampoco me importaba si se avergonzaba a sí misma tirándose
encima de él. Pero no me gustó la idea de que se sintiera tan cómoda como
para perseguirlo y que hubiera desechado con tanta facilidad la posibilidad
de la existencia de alguien importante. Me volví hacia ella.
-No está disponible, créeme. Y es lo suficientemente serio acerca de
él como para traerlo a casa. O para ser más preciso, hemos venido juntos.
Enseguida me di cuenta de lo que acababa de decir y me arrepentí
cuando Mary Pat empezó a reírse.
-Ya, bueno, Nate. Buen intento.
Pasé de arrepentido a frustrado en un segundo.
-No estoy bromeando, Mary Pat. Estamos juntos.
-Lo que tú digas, Nate. Un hombre puede soñar, lo comprendo- se
volvió hacia su amiga –voy hacia allí. ¿Qué tal tengo el pelo?
A esas alturas, ya estaba más enfadado de lo que debería. ¿Qué
importaba que Mary Pat quisiera flirtear con Jake? Debería estar
acostumbrado a eso, nunca me molestó mucho. Claro que antes no
pensaba que podía tener alguna oportunidad con él. Ahora las cosas eran
diferentes y odiaba que alguien pensara que estaba disponible, que no
estábamos juntos. Probablemente no ayudó haber permanecido en casa
todo el día y que yo había bebido algunas copas. La cuestión es que perdí
el control y hablé más alto de lo debido.
-Maldita sea, Mary Pat. No estoy soñando ni bromeando. ¡Jake es
mío! ¿Qué tengo que hacer para probártelo?
Jake y sus amigos dejaron de hablar y nos miraron. Me di cuenta que
acababa de descubrir a Jake ante los compañeros de clase y en el Pub
donde todos estábamos bebiendo.
Me sentí mortificado y los ojos se me llenaron de lágrimas. Alcé la
vista y vi a Jake acercarse. Yo estaba de pie, helado, mirándolo hasta que
se paró frente a mí.
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CAPÍTULO 28
NATE
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-Dime lo que quieres, Nate- dijo con una voz profunda teñida de
lujuria, y los ojos llenos de deseo.
Sabía lo que quería y, aunque pudiera parecer tonto o sacado de una
mala película, tenía que pedírselo.
-Quiero que me hagas tuyo. Demuéstrame que soy tuyo, Jake.
Con ojos brillantes se inclinó y me besó la punta del pene, dio unos
ligeros lengüetazos antes de tomarlo con la mano, apretar la lengua en la
raja y chupar alrededor. Dejé caer la cabeza hacia atrás y casi sollocé
cuando empezó a chupármela y sentía cómo la saliva resbalaba.
Después de unos minutos se separó, me apoyó las piernas en sus
hombros y se puso recto, forzándome a quedar recostado en la cama. Me
apoyé sobre los codos para verlo enterrar la nariz en mi escroto. Le
gustaba olerme, igual que yo a él y pude sentir su lengua lamiéndome los
testículos mientras me masturbaba con la mano.
Le acaricié el pelo oscuro mientras gemía. Cuando ya estaba a punto
de explotar, quitó la mano y me subió más las piernas, dejándome
totalmente expuesto frente a él con las nalgas en el aire. Acercó los dedos
hacia el centro, me las separó y las sujetó con ambas manos, haciéndome
sentir el aire en esa zona y temblar.
Y Jake comenzó su ataque, empezó en el perineo y siguió pasando la
lengua a lo largo de toda la hendidura. Después de un rato de lamerme y
dejarme empapado, empezó a chuparme la entrada con fuerza y firmeza.
Me dejé caer en la cama y relajé los músculos para permitirle la
entrada. Rotó las manos para seguir manteniéndome sujeto por las nalgas,
pero colocó los pulgares cerca de la lengua, empujando hasta que ambos
estuvieron dentro de mi cuerpo, moviéndose despacio y presionando hasta
tenerme abierto por dentro y por fuera, sin dejar de lamer y sorber
alrededor y dentro de la zona.
Parecía querer probar el sabor de las paredes de mi cavidad. Una
cosa es practicarte el beso negro y otra, comerte el trasero. Lo que estaba
haciendo Jake entraba en la segunda categoría y era alucinante, pero
pronto necesitaría más.
-Jake- jadeé, intentando recuperar la respiración.
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mi cuerpo actuaba por voluntad propia. Pero en ese momento quería otra
cosa y se lo dije dentro de la boca.
-Jake, uhh, Jake, necesito tragarme tu semen.
Sus ojos eran de un verde intenso y profundo cuando bajó la cabeza
y me chupó con fuerza el cuello y empezó a bombear tan fuerte y rápido
que la cama comenzó a moverse y a crujir, acompañando mis quejidos. De
repente se retiró, se arrodilló y me apuntó el pene a la cara.
-Oh, sí- grité y abrí la boca.
Jake, sin apartar la vista de mí, se acarició un par de veces y explotó.
Saqué la lengua e intenté tragar todo.
Cuando terminó, tenía la cara, el cuello y el estómago llenos de la
descarga de ambos. Estábamos aferrados el uno al otro, respirando con
dificultad y Jake me acariciaba con dulzura la cabeza y enredaba sus dedos
en mi pelo.
Solo con él yo podía ser así, con nadie más. Nunca podría
exponerme de esa manera y ser tan vulnerable y salvaje. Pero con él me
sentía seguro, sabía que siempre me respetaría y querría, sin importar
nada. Cuando estuviéramos en la cama, con la pasión a tope, podría
dejarme llevar por completo y actuar movido por los instintos, dejando
asomar todos mis deseos, sabiendo que Jake siempre satisfaría todos y
cada uno de ellos.
No soy muy bueno verbalizando mis estados de ánimo y emociones.
Jake constantemente me decía que me quería, al levantarme, al ir a
trabajar, antes de dormir y en cualquier otro momento. Y a mí me
encantaba oírlo.
Mientras estábamos en la cama y yo disfrutaba del calor de su
cuerpo contra el mío y conservaba en mi boca su sabor, supe lo que
tendría que hacer para asegurarme de que siempre recordara lo que sentía
por él, lo mucho que lo amaba y lograr que todos esos hombres y mujeres
que lo desearan supieran que estaba fuera de su alcance.
Al día siguiente fui a trabajar un poco antes de lo habitual, quería
salir a mediodía y ver a mi amigo Edward. Pasé toda la mañana excitado e
incapaz de concentrarme. Por fin, casi a mediodía entré en su tienda y
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CAPÍTULO 29
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-¿Es cierto eso? Pensé que os gustaba estar aquí. ¿Qué os hizo
cambiar de idea?
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Eso había sido hacía algunos años. Ahora parecía que Jonathan había
terminado con New York y se iba con su niño. Le dije que me sentía feliz
por él y le deseaba lo mejor. Me sorprendió que se me tirara a los brazos y
me abrazara con fuerza.
-Es usted un buen hombre, Detective. Un gran hombre. Nos salvó la
vida a Sam y a mí. Espero que lo sepa, nunca lo olvidaré.
Me apretó aún más y pude sentir que algo duro también se apretaba
contra mí. ¿Qué le pasaba a este chico que siempre tenía una erección?
-Maldición, me gustaría que fuera gay, podría hacerlo un hombre
muy feliz, Detective. Y usted a mí, aunque no fuera él…-se le quebró un
poco la voz.
Tenía la norma de no hablar de mi vida privada en el trabajo. Ya
había roto la regla con Suzie, porque pasaba mucho tiempo con ella y su
bebé. Había oído historias de otros policías que habían recibido amenazas
contra sus familias, así que no hice nada para corregirlo. Además, no
hubiera importado, estaba completamente comprometido con Nate y daba
lo mismo lo guapo que este chico fuera.
-Buena suerte con todo, Jonathan. Estoy muy orgulloso de ti y aquel
que termine quedándose contigo será un hombre muy afortunado.
Sonrió y asintió, con una mirada melancólica en sus brillantes ojos
grises.
-Me aseguraré de ello, si lo encuentro algún día.
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Mientras iba a casa esa noche, sentí tristeza porque nunca pude
compartir nada de mi vida privada con nadie para proteger a Nate. Eso no
pasaría en Bryerville. Allí todo el mundo me conocía y eso añadiría una
mayor efectividad a mi trabajo. Diablos, fue una de las razones por las que
el Sheriff Wells me ofreciera el trabajo. Sabía que tenía que discutirlo con
Nate y ver si estaba dispuesto a volver.
Cuando llegó de su trabajo, hablamos durante largo rato y decidimos
volver a casa. Estaba encantado. Teníamos que terminar unos asuntos en
New York, Nate debía valorar las opciones de trabajo en Bryerville y, una
vez que todo estuviera arreglado, nos iríamos.
Una de mis prioridades era conseguir que Suzie y Alexis estuvieran
en mejor posición. Me preocupaba que una vez yo no estuviera, ellas no
pudieran salir adelante. No creo que Suzie haya comprado comida en
alguna ocasión. Después de pasar unas horas mirando programas para ella,
fui a su apartamento con una bolsa de comida y un puñado de papeles en
la mano. Sentía que había encontrado suficientes cosas para las que estaba
cualificada, que le permitirían dejar la calle y encontrar una vida mejor
para ambas. Necesitaría trabajar duro, comprometerse a dejar las drogas y
las mentiras, pero si realmente quería una vida limpia, yo la ayudaría.
Apenas había tocado la puerta cuando esta se abrió.
-Hola, Detective. Me dio mucha alegría recibir su llamada, quería
hablar con usted.
Se apartó para dejarme pasar. Alexis estaba recostada en el suelo
jugando con un vaso de plástico. Por lo menos parecía limpia, pero le
vendrían bien algunos juguetes. Tomé nota mental de comprarle algunos
mientras iba hacia la cocina a guardar las compras.
Me preocupaba que Suzie no se interesara por ningún programa y
que no quisiera cambiar su estilo de vida, pero la encontré vestida y no
intentaba seducirme, lo que me dio esperanzas. Decidí hablar de lo que
ella quería y luego hacerle los comentarios relacionados con los cambios
que creía necesitaba hacer en su vida, si no por ella, por el bienestar de su
hija.
-¿De qué quieres hablar, Suzie Q.?
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CAPÍTULO 30
NATE
Cuando esa noche volví a casa, Jake estaba echado en la cama, con
los brazos estirados. Gateé y me coloqué encima de él, con la cabeza en su
cuello.
-¿Cómo te fue el día?
Me acarició la nuca con su suave mano y sentí una gran calidez.
-Tuve un día normal, como siempre. Dime, Nate, ¿disfrutaste del
viaje a casa?
Quería decirle lo bien que me lo había pasado en Bryerville y que me
gustaría que volviéramos a vivir allí, donde podríamos estar con la familia
y los amigos, donde yo podría tener un trabajo con horario normal y él uno
que no me aterrorizara. Pero no podía hacerle eso, no con la memoria de
sus padres sobrevolando. Le lamí el cuello y le contesté, tratando de
mantener un tono de voz tranquilo.
-Sí, fue bonito volver a ver a todos –suspiré sin darme cuenta y
rogué que no lo hubiera notado -¿Y tú, te has divertido?
Me enterró los dedos en el pelo y se quedó quieto durante unos
minutos. Creí que estaba pensando en sus padres, pero de repente levantó
el cuerpo y me llevó con él. Me eché hacia atrás y lo miré.
-Nate, yo, ejem, sé que cuando nos fuimos tu dijiste que no querías
vivir en una ciudad pequeña. Pero en aquella época éramos unos niños y
me pregunto si sigues pensando igual. Quiero decir, parecías feliz y sé que
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gustó volver a ver a los niños y al resto de la familia. ¿Crees que… crees
que podrías ser feliz viviendo allí?
Me miraba con intensidad, tratando de leer mi expresión. Yo no
sabía qué hacer o qué decir. Por supuesto que sería feliz viviendo allí.
Pero, ¿y él? Sabía que si yo quisiera volver, él podría hacerlo sin pensar,
aunque le resultara doloroso. No había manera de que yo lo pusiera en esa
posición. Estaba helado, tratando de pensar en la respuesta cuando Jake
me acarició la mejilla.
-¿Nate?
-¿Si?
-Solo dime lo que piensas, ¿de acuerdo? Puedo ver que algo te
preocupa. Habla conmigo. Siempre resulta mejor cuando lo haces, ¿no?
Yo siempre estaba mejor cuando hablaba con él. Me separé y me
senté en la cama con las piernas cruzadas, mirándolo.
-Sí, fui feliz allí y sí, podría ser feliz viviendo en Bryerville. Pero sé
lo duro que es para ti y nunca te pediría que lo hicieras.
-¿De qué estás hablando?- parecía muy confundido –No es duro
estar en Bryerville, adoro estar allí, el tiempo, la gente. El ritmo, todo.
¿Qué te hace pensar que me resulta duro?
Su voz sonaba sincera. Me sentía confundido.
-Pero lloraste cuando mi madre estuvo hablando contigo en mi
dormitorio. Lloraste y dijiste que estar allí te traía recuerdos de tus padres.
El asintió y me tomó las manos entre las suyas.
-Me trae recuerdos, pero no es malo. A veces sí, es duro,
especialmente cuando pienso en la noche que murieron. Pero, Nate,
también tengo recuerdos de cuando estaban vivos.
-¿Te acuerdas cómo mi madre solía pararse afuera y quejarse de la
forma en que mi padre había colocado las luces de Navidad? Él solía
subirse en aquella escalera enclenque y vieja y ella lo volvía loco diciendo
que necesitaba comprar una nueva. ¿O los desfiles del Cuatro de Julio,
cuando mi padre conducía el camión de bomberos y los chicos iban arriba
y comenzaban a mojar a todo el mundo con las mangueras? ¿O cuando
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oferta de Doc, para que supiera que la última pieza del rompecabezas
estaba encajada y lo más importante, darle el anillo.
Después de recogerlo y comprar los ingredientes para la comida
favorita de Jake, llegué al apartamento y limpié un poco. Ambos éramos
ordenados y la casa no se ensuciaba mucho, pero quería que esa noche,
todo estuviera perfecto. Apenas había retirado las berenjenas del horno y
comenzado a preparar la ensalada cuando entró Jake. Se paró detrás, me
abrazó y me apoyó contra su cuerpo mientras me besaba el cuello.
-Me sorprende que estés en casa. Solo son las seis y huele como si
hubieras preparado berenjenas a la parmigiana.
Su voz profunda hacía que mi piel vibrara y el pene se endureciera.
Me giré en sus brazos y lo besé. Me asombraba lo suave y tierno que a
veces podía ser conmigo y otras, cuando estábamos en la cama y él se
daba cuenta de que yo necesitaba que fuera más agresivo, incluso rudo,
también pudiera serlo.
Le conté las buenas noticias, pero él parecía tener algo rondándole.
Le brillaban los ojos, pero no sonreía. Parecía feliz, pero ansioso y le
acaricié la cara para calmarlo.
-¿Qué te pasa? Tienes una mirada extraña.
Suspiró y me llevó al sofá.
-Nate, cuando estábamos en casa, ¿hablabas en serio acerca de
querer tener hijos?
Se me aceleró el corazón. De repente sentí que nuestra vida estaba a
punto de cambiar para siempre. No sé cómo logré asentir con la cabeza.
-Hoy he estado con Suzie. No quiere ser madre y quiere que nos
quedemos con Alexis. Nate, quiere que la adoptemos.
Un hijo. Se nos acababa de brindar la oportunidad de tener un hijo.
Normalmente, soy yo quien planea y organiza, el estratega, el que piensa
las cosas y hace listas con los pros y los contras. Pero nunca tuve que
tomar una decisión tan importante como esa y no era el momento de hacer
listas. Era nuestro futuro y podía sentir que era correcto. Íbamos a tener
una familia.
Me levanté del sofá y fui hacia la puerta.
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ambos. Fui hacia ellos y besé a Jake en la frente. Entreabrió los ojos y
sonrió.
-Hola, guapo. ¿Te lo has pasado bien?
Le sonreí, levanté a la niña y la sostuve contra mi pecho.
-Sí, me divertí. Iré a poner a Lexi en su cuna y te veo en la cama.
Me metí en el antiguo dormitorio de Jake, que ahora usábamos para
Lexi y la metí en su cuna. Luego encontré la caja donde tenía escondido el
anillo y salí. No tenía una cena con velas, pero eso tenía que bastar. Ya no
podíamos esperar más. Aguardé unos minutos para calmarme y me dirigí a
nuestra habitación con las manos detrás de la espalda, apretando el estuche
con el anillo.
Apenas abrí la puerta, me rodeó un resplandor cálido y un aroma
calmante. Todas las superficies de la habitación, incluidas las cajas,
estaban llenas de velas y jarrones con flores. Y en uno de los pocos
espacios vacíos en el suelo, estaba Jake sobre una rodilla. Esperó que
mirara y comenzó a hablar con voz emocionada.
-Nate, te he querido desde que tengo uso de razón. Admiro tu
gentileza, tu integridad, tu inteligencia. Me haces sonreír, pensar, me
desafías, me inspiras para ser mejor persona. Te quiero y siempre estaré
aquí, contigo. Reiremos juntos y también lloraremos, seguiremos
creciendo y cambiando, Nate. Y como todo lo que hemos hecho en la vida,
lo haremos juntos.
Tragó saliva, contuvo el aliento y continuó.
-Cuando murieron mis padres, no guardé muchas cosas, más que
nada fotos y cartas. Pero insistí en guardar esto.
Extendió la mano y me mostró un anillo de oro.
-Era el anillo de bodas de mi padre. Él lo heredó de su abuelo y no sé
de cuán lejos viene la tradición. Cuando pedí el anillo, uno de mis tíos dijo
que lo hacía feliz que lo guardara para usarlo el día de mi boda. Ya
entonces sabía que no guardaba ese anillo para mí. Lo hice con la
esperanza de que un día tú me quisieras de la misma forma que yo te había
querido siempre y entonces te podría dar el anillo y tú siempre sabrías lo
que significabas para mí. Y eso es todo, Nate. Tú eres todo para mí.
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FIN
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