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Dale la vuelta

¡No te creas lo primero que leas!

Por desgracia no existe ningún aviso ni alerta en los productos ultraprocesados que nos


permita reconocerlos fácilmente.

Al contrario, muchas veces incluso se encuentran camuflados bajo llamativos eslóganes y


falsos reclamos de salud… (Habitualmente en letra grande y llamativa)

¿Te suenan algunos?

 Bueno para tu corazón

 Refuerza tus defensas

 Cuida tu línea

 Controla tu colesterol

 Fortalece tus huesos

 Mejora tus digestiones

 Etc.

Por eso lo primero que tenemos que hacer es ignorar lo que pone en la parte delantera del
producto y darle la vuelta. Con este sencillo gesto ya tenemos recorrido la mitad del camino.
Tú dale la vuelta y verás…

Busca la lista de ingredientes

Lo interesante está detrás.

La parte trasera de los productos está llena de letras, números y tablas (habitualmente en letra
pequeña y poco legible).

No te asustes. Para interpretar lo que significa todo eso casi hace falta hacer un doctorado.

Lo bueno es que para saber si se trata de un ultraprocesado sólo necesitamos mirar una cosa:
¡la lista de ingredientes!
La verdad se esconde
detrás… Pero ve buscando una lupa

Ingredientes clave

La presencia de algunos ingredientes como el azúcar, las harinas y las grasas refinadas son
indicativos de que el producto va a ser un ultraprocesado casi seguro. ¡Sobre todo si aparecen
de los primeros en la lista! Y más aún si lleva dos o más de ellos.

¡Ojo! El azúcar puede aparecer con muchos otros nombres:

 Todo lo que acabe en -osa: dextrosa, glucosa, fructosa, maltosa, lactosa…

 Las mieles y melazas

 El caramelo

 Panela, azúcar moreno, de caña  o integral

 Los jarabes: jarabe de maíz alto en fructosa, jarabe de arce, etc.

 Los siropes: sirope de ágave, etc.


 Los néctares, jugos, pulpas, pures o concentrados de zumos de fruta

 Las dextrinas, como la maltodextrina

En cuanto a las grasas, aunque la que se ha llevado la mala fama es la grasa de palma,
también son típicos de los productos ultraprocesados otros aceites vegetales
refinados como:

 Aceite de semillas

 Aceite de girasol

 Aceite alto oleico

 Aceite de colza

 Aceite de canola

 Aceite de maíz

 Aceite de oliva (no virgen)

 Grasas vegetales

 Otros: de semillas de uva, de algodón, de linaza…

Finalmente, aunque en este otro artículo trato el tema de las harinas más en profundidad, la


verdad es que la mayoría de los productos que llevan harina son ultraprocesados.

¡Es que lo tienen todo!

El orden importa

La lista de ingredientes es como la receta del producto. En ella aparece todo lo que se ha
utilizado para su fabricación.
Y lo más interesante que debes saber es que los ingredientes aparecen ordenados de mayor a
menor cantidad. Es decir, si lo primero que lees es azúcar, es que ese es el ingrediente
mayoritario del producto.

Y en primera posición…

Y el número también

Por lo general, cuantos menos ingredientes tenga un producto, mejor.

Si a primera vista la lista de ingredientes ocupa varias líneas y parece interminable, casi seguro
que es un ultraprocesado.
Me cansé de leer cuando
sólo iba por la quinta línea…

Los ingredientes deberían ser los mínimos necesarios para elaborar ese producto. Por ejemplo,
para hacer un yogurt lo único que se necesita es leche y fermentos lácticos. Cualquier otro
ingrediente sobra.

¡Si yo sólo quería un yogur!


¿Y si no se lo que significa algún ingrediente?

Malo.

¿Y si no lo sé ni pronunciar?

Peor aún.

Se me traba la lengua

Con esto no quiero decir que los aditivos no sean seguros o que todos sean perjudiciales sólo
por llevar un número E.

Pero cuantos más aditivos lleve un producto mayor es la probabilidad de que se trate de un


ultraprocesado. Aunque de los aditivos hablaremos otro día en profundidad…

¿Y la tabla de nutrientes?

Durante mucho tiempo ha sido lo único que ha centrado nuestra atención.

Las calorías, las grasas, los carbohidratos, el azúcar, o la fibra de un producto eran lo único que
se tenía en cuenta para determinar si un producto era mejor o peor.

Sin embargo, ese enfoque es muy limitado y puede llevarnos fácilmente a confusión. Por


ejemplo: puede hacernos pensar que unos cereales de desayuno con 0 gramos de grasa, bajos
en calorías y con mucha fibra son mejores que un puñado de nueces con mucha grasa y
calorías.

Por ese motivo, la tabla de nutrientes por sí sola no es un buen indicador para saber si un
producto es un buen alimento, o se trata de un ultraprocesado perjudicial.
Y aunque es verdad que esta tabla de valores nutricionales puede aportarnos cierta
información adicional interesante; no es lo primero que tenemos que mirar, ni tampoco lo
más importante.

Muchos datos, poca


información

En resumen:

Dale la vuelta al producto y céntrate en la lista de ingredientes.

Si hay varios que no sabes lo que son, desconfía.

Si tiene más de cinco, duda.

Si alguno de ellos es azúcar, harina o grasa refinada y además está de los primeros en la
lista, sospecha.

Y si tiene los 3, huye.

Como ves, leer la etiqueta de un producto es mucho más sencillo de lo que parecía.
Son pocas las cosas que aportan información relevante y en las que merece la pena fijarse para
saber si se trata de un alimento saludable o de un producto ultraprocesado perjudicial.

Sólo tienes que saber dónde mirar, lo que es importante y lo que se puede ignorar.

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