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CARTA A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE TACNA Y MOQUEGUA

Tacna, domingo 22 de Marzo de 2020

AMADOS HERMANOS Y HERMANAS

He celebrado la santa Eucaristía y he pedido por cada uno de ustedes que


conforman el pueblo santo de Dios que peregrina en Tacna y Moquegua. También
he suplicado al Señor Jesús que aleje de la humanidad la terrible amenaza del
covid-19 que en la actualidad causa contagios y muertes. En la acción de gracias
me vino la idea de escribirles como si estuviéramos conversando, hablando y
manifestarles mi cercanía, mi cariño y oración. Me viene al recuerdo la escena de
la tormenta desatada en el lago, era tan fuerte que las olas cubrían la barca. Los
discípulos muy asustados y desesperados fueron a despertar al Maestro que
dormía y le dijeron: “Maestro ¿no te importa que nos estemos hundiendo? Jesús se
levantó y dio una orden al viento y dijo al mar: “silencio, quédate quieto”, el
viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo; después dijo a sus
discípulos: ¿por qué están asustados? ¿todavía no tienen fe? (Mc 4,35-41)

Que duda cabe que la escena de la borrasca en el lago podemos recrearla – la


tormenta que nos amenaza actualmente- con la situación del covid-19: el virus es
la tormenta que quiere hundir la barca de la vida humana y nosotros, que nos
sentíamos muy seguros apoyados en los progresos y adelantos científicos, hemos
vuelto a mirar a Jesús… a despertarle con la queja en los labios: ¿no te importa que
muramos? Sí, que duda cabe, que la pandemia del covid-19 está poniendo en
evidencia que es muy conveniente y necesario tener a Dios en nuestra barca; hay
que reconocer con humildad que este virus diminuto nos está removiendo y
metiendo mucho miedo, es hora de escuchar la voz del Maestro: ¿Por qué están
asustados? No tienen fe? El Señor Jesús nos dice: “Yo estoy con ustedes… yo estoy
contigo… Sí, el Señor de la vida que es Luz, Camino y Vida, está en medio de una
humanidad atenazada por el miedo y las gigantescas olas nos pueden impedir que
veamos al Señor.

Atrevámonos a mirar al Señor y decirle como Pedro “Señor ¿a quién vamos a ir? Si
tu tienes Palabras de Vida Eterna”. Ahora que estamos bajo un estado de
aislamiento social que nos hace estar en nuestros hogares y al mismo tiempo
pendientes de las noticias del País y del Mundo , de que si la curva del contagio
está controlada o no, de que si aumentan los casos de infectados y un largo etc.,
corremos el riesgo de que nuestro sistema nervioso se resienta y lentamente caer
en una histeria colectiva, volvernos malgeniados, irritables, aún más, si dejamos
que la imaginación -Santa Teresa de Jesús la llamaba la loca de la casa- nos
domine, y creamos en todas las noticias falsas que aparecen en las redes sociales,
todo esto nos hará perder la paz. Una cosa es ser muy obedientes, rigurosos y
observantes con las indicaciones de prevención para no contraer el virus y otra
cosa muy distinta es perder la serenidad; imaginando que todas las personas son
portadoras del virus y que me van a infectar… entonces caemos en pánico y en
una psicosis colectiva.

Todos deseamos ardientemente que el covid-19 se aleje de nosotros. Y así será,


ciertamente, pero me pregunto: ¿qué secuelas nos dejará? No permitamos que nos
inocule el veneno de la desesperación, que nos paralice. Alguien me decía: “ahora
ya nada será igual, la pandemia nos ha cambiado la vida”. Seguramente que hay
algo de cierto en esta frase, pero tratemos de mirar hacia el lado positivo, para
bien. Que la lección sea ser más generosos con nuestros hermanos que sufren, para
estar más dispuestos a ayudar a los demás, para querer sin medida, para olvidar
los odios y resentimientos; entonces el covid-19 ha supuesto un gran desafío: nos
ha retado a ser mejores personas, más comprensivos con los demás… yo me
atrevería a afirmar que “la pandemia se ha convertido en un tiempo de
transformación y de gracia para mirar a Dios y a los demás, olvidándonos de
nosotros mismos”.

En estos días que nos encontramos en casa confinados en medio de los nuestros,
evitemos agrandar los defectos de los demás, miremos también las virtudes de
nuestros hermanos, padres y abuelos. ¡Qué ocasión tan extraordinaria tenemos
para hacer la vida agradable a los demás!: tengamos un horario, la casa no es un
hospedaje para personas extrañas, un horario para levantarnos y acostarnos, el
tiempo a lo largo del día programado… ¿qué voy a hacer? voy a trabajar en esto,
en lo otro… ayudar en las tareas domésticas. Por ello me permito decirte a ti niño,
a ti joven: ¡ayuda a tus padres! No esperes que te lo repitan cien veces, no esperes
que te lo hagan todo… A ti papá, a ti mamá confía una vez más en tus hijos, vuelve
a escribirles un “cheque en blanco”, da confianza y apertura, tal vez ahora
cambien, tal vez ahora te escuchen, a lo mejor ahora recapacitan y se rectifican.
Mientras tanto, no nos cansemos de rezar, ayudémonos unos a otros con la oración
y la acción, con una caridad solícita y activa. Quedémonos en casa, no salgamos,
seamos respetuosos y acatemos las indicaciones que nos dan de las autoridades.

A todos les digo: recemos y confiemos en el Señor de la barca, Él claramente


dominará las tormentas porque Él es el Señor de la historia, de nuestra personal
historia. Que el Señor nos libre de todo mal y que la Virgen del santo rosario nos
cubra con su manto.
Con mi especial bendición, su padre y Pastor,

Marco Antonio Cortez Lara


Obispo de Tacna y Moquegua.

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