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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA II JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS


MAYORES

(24 de julio de 2022)

"En la vejez seguirán dando fruto" (Sal 92,15)

Querida hermana, querido hermano:

El versículo del salmo 92 «en la vejez seguirán dando frutos» (v. 15) es una
buena noticia, un verdadero “evangelio”, que podemos anunciar al mundo
con ocasión de la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.
Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de
la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de noso-
tros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya
nada del futuro.

La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfer-


medad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos con-
ciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos
entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que ha-
cernos cargo de sus preocupaciones. Es la “cultura del descarte”, esa menta-
lidad que, mientras nos hace sentir diferentes de los más débiles y ajenos a
sus fragilidades, autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y
“ellos”. Pero, en realidad, una larga vida —así enseña la Escritura— es una
bendición, y los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia,
sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia.
¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus
abuelos!

La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco


para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de
un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece
que nos tomara por sorpresa. Las sociedades más desarrolladas invierten
mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen pla-
nes de asistencia, pero no proyectos de existencia [1]. Por eso es difícil mi-
rar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte,
estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo
que somos siempre jóvenes, por otra, parece que no nos quedaría más que
vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”.

El final de la actividad laboral y los hijos ya autónomos hacen disminuir los


motivos por los que hemos gastado muchas de nuestras energías. La cons-
ciencia de que las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden
poner en crisis nuestras certezas. El mundo —con sus tiempos acelerados,
ante los cuales nos cuesta mantener el paso— parece que no nos deja alter-
nativa y nos lleva a interiorizar la idea del descarte. Esto es lo que lleva al
orante del salmo a exclamar: «No me rechaces en mi ancianidad; no me
abandones cuando me falten las fuerzas» (71,9).

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Pero el mismo salmo —que descubre la presencia del Señor en las diferentes
estaciones de la existencia— nos invita a seguir esperando. Al llegar la vejez
y las canas, Él seguirá dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por
el mal. Confiando en Él, encontraremos la fuerza para alabarlo cada vez más
(cf. vv. 14-20) y descubriremos que envejecer no implica solamente el dete-
rioro natural del cuerpo o el ineludible pasar del tiempo, sino el don de una
larga vida. ¡Envejecer no es una condena, es una bendición!

Por ello, debemos vigilar sobre nosotros mismos y aprender a llevar una an-
cianidad activa también desde el punto de vista espiritual, cultivando nuestra
vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración
cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia. Y,
junto a la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la
familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno
de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que
podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración. Todo esto nos
ayudará a no sentirnos meros espectadores en el teatro del mundo, a no li-
mitarnos a “balconear”, a mirar desde la ventana. Afinando, en cambio, nues-
tros sentidos para reconocer la presencia del Señor [2], seremos como
“verdes olivos en la casa de Dios” (cf. Sal 52,10), y podremos ser una bendi-
ción para quienes viven a nuestro lado.

La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, aban-


donando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando
frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada
hacia el futuro. «La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad
anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen
más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una
elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones» [3]. Es
nuestro aporte a la revolución de la ternura [4], una revolución espiritual y
pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a
ser protagonistas.
El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad
inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz
y el desarrollo a escala mundial. No es casual que la guerra haya vuelto en
Europa en el momento en que la generación que la vivió en el siglo pasado
está desapareciendo. Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al
hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia
que amenazan a la familia humana y a nuestra casa común.

Frente a todo esto, necesitamos un cambio profundo, una conversión que


desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a
un hermano. Y nosotros, abuelos y mayores, tenemos una gran responsabili-
dad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los
demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros
nietos. Hemos afinado nuestra humanidad haciéndonos cargo de los demás,
y hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los
más débiles. Nuestra actitud tal vez pueda ser confundida con debilidad o
sumisión, pero serán los mansos, no los agresivos ni los prevaricadores, los
que heredarán la tierra (cf. Mt 5,5).

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Uno de los frutos que estamos llamados a dar es el de proteger el mundo.
«Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado
en brazos» [5]; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas —
con la ayuda concreta o al menos con la oración—, junto con los nuestros,
a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que
quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro cora-
zón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de
Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur.

Muchos de nosotros hemos madurado una sabia y humilde conciencia, que


el mundo tanto necesita. No nos salvamos solos, la felicidad es un pan que
se come juntos. Testimoniémoslo a aquellos que se engañan pensando en-
contrar realización personal y éxito en el enfrentamiento. Todos, también
los más débiles, pueden hacerlo. Incluso dejar que nos cuiden —a menudo
personas que provienen de otros países— es un modo para decir que vivir
juntos no sólo es posible, sino necesario.

Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancia-


nos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de
la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más
y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropia-
do para nuestra edad: el de la oración. «Convirtámonos también nosotros
un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras
nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de
Dios» [6]. Nuestra invocación confiada puede hacer mucho, puede acom-
pañar el grito de dolor del que sufre y puede contribuir a cambiar los cora-
zones. Podemos ser «el “coro” permanente de un gran santuario espiritual,
donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comuni-
dad que trabaja y lucha en el campo de la vida» [7].

Es por eso que la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una
ocasión para decir una vez más, con alegría, que la Iglesia quiere festejar
con aquellos a los que el Señor —como dice la Biblia— les ha concedido
“una edad avanzada”. ¡Celebrémosla juntos! Los invito a anunciar esta Jor-
nada en sus parroquias y comunidades, a ir a visitar a los ancianos que
están más solos, en sus casas o en las residencias donde viven. Tratemos
que nadie viva este día en soledad. Tener alguien a quien esperar puede
cambiar el sentido de los días de quien ya no aguarda nada bueno del futu-
ro; y de un primer encuentro puede nacer una nueva amistad. La visita a
los ancianos que están solos es una obra de misericordia de nuestro tiem-
po.

Pidamos a la Virgen, Madre de la Ternura, que nos haga a todos artífices


de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de
la soledad y del demonio de la guerra.

Que mi Bendición, con la seguridad de mi cercanía afectuosa, llegue a to-


dos ustedes y a sus seres queridos. Y ustedes, por favor, no se olviden de
rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 3 de mayo de 2022, fiesta de los santos


apóstoles Felipe y Santiago. FRANCISCO

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Sin el diálogo entre los jóvenes y los abuelos,
la historia no sigue.
Papa Francisco

El Papa Francisco, que no pudo asistir personalmente a la


liturgia en San Pedro, quiso saludar personalmente a los
abuelos y ancianos que acababan de participar en la celebra-
ción de la primera Jornada dedicada a ellos y que aún tenían
en sus manos las flores y el mensaje que les entregaron los
jóvenes al final de la celebración. Invitó a que se aplaudiera
a ellos -y a todos los abuelos del mundo.
El Papa, hablando después del Ángelus, exhortó a seguir vi-
viendo la Jornada en cada comunidad eclesial, visitando a
los ancianos más solitarios y dándoles el mensaje “Yo estoy
contigo todos los días”.
Tras expresar la esperanza de que “esta fiesta ayudará a los
que somos mayores a responder a su llamada en esta época
de la vida”, reiteró el valor -para el bien de toda la sociedad-
de que abuelos y jóvenes encuentren cada vez más oportuni-
dades de encontrarse. Se trata de un reto central para nues-
tra cultura, hasta el punto de que el Papa llegó a afirmar que:
“¡Sin diálogo entre jóvenes y abuelos, la historia no sigue, la
vida no sigue”.

25 de Julio 2021

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ESQUEMA PARA TODOS LOS DIAS
oración por las personas mayores

Señor nuestro, Jesucristo, que nos has donado la vida


haciéndola resplandecer de tu reflejo divino,
tú reservas un don especial a las personas mayores
que se benefician de una larga vida.
Te las entregamos para consagrarlas a ti:
hazlas testigos de los valores evangélicos
y devotos custodios de las tradiciones cristianas.
Protégelas y preserva su espíritu
con tu mirada amorosa y con tu misericordia.
Dales la certeza de tu fidelidad
y hazlas mensajeras de tu amor,
humildes apóstoles de tu perdón,
brazos acogedores y generativos
para los niños y los jóvenes
que buscan en la mirada de los abuelos,
una guía segura en la peregrinación hacia la vida eterna.
Danos la capacidad de donarles el amor,
el cuidado y el respeto
que merecen en nuestras familias y en nuestras comunidades.
Y concede a cada uno de nosotros la bendición de una larga vida,
para podernos unir un día a ti, en el cielo,
tú que vives y reinas en el amor, por los siglos de los siglos. Amén.

Después de escuchar al Papa en el mensaje de cada una de las cate-


quesis haz un discernimiento personal o comunitario con la siguien-
tes preguntas: ¿A qué me compromete? ¿Cómo comunidad parroquial
a que nos comprometemos para valorar la presencia de los ancianos
y darles protagonismo en la familia y en la comunidad?

Para profundizar en cada catequesis puede visitar el sitio y ver el video


del Papa Francisco.
https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2022-07/papafrancisco-
catequesis-vejez.html#:~:text=En%20esta%20l%C3%ADnea%2C%20el%
20Papa,suele%20proponer%20la%20cultura%20dominante

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Primera catequesis
Del ciclo sobre la vejez - síntesis

Las personas mayores, "nunca tan numerosas como ahora", suelen conside-
rarse "una carga", sobre todo cuando prevalece la cultura del descarte y la
productividad. En la dramática primera fase de la pandemia pagaron "el pre-
cio más alto". En los totalitarismos del siglo XX "el icono dominante" era la
exaltación de la juventud, combinada con el desprecio por los ancianos. La
vejez, en realidad, es un regalo "para todas las edades de la vida". En esta
línea, el Papa Francisco abre un itinerario catequético el 23 de febrero de
2022 sobre el significado y el valor de la vejez. Un itinerario marcado por el
ejemplo de las figuras bíblicas, como Moisés, Eleazar y Judit, que dibuja un
perfil de la persona mayor diferente al que suele proponer la cultura domi-
nante. No solo de una persona frágil, a causa de duras pruebas como la de la
enfermedad, sino de un testigo insustituible capaz de transmitir sabiduría,
valores, fe a las nuevas generaciones.

Es importante y hermoso ser anciano


Junto con la migración, la vejez, explicó el Pontífice en su catequesis
del 23 de febrero, se encuentra entre "las cuestiones más urgentes
que la familia humana está llamada a afrontar en este tiempo.". La
eterna juventud “es una alucinación muy peligrosa” y “ser ancianos es
tan importante —y hermoso— es tan importante como ser jóvenes”.

Segunda catequesis

Los ritmos de la vejez


Las oportunidades asociadas a la longevidad son el tema central de
la audiencia general del 2 de marzo de 2022.

"La vejez, ciertamente, impone ritmos más lentos: pero no son solo
tiempos de inercia. La medida de estos ritmos", explica Francisco,
"abre, para todos, espacios de sentido de la vida desconocidos para la
obsesión de la velocidad”.

El Papa también recuerda que la alianza de generaciones es indispen-


sable. Es una sociedad "estéril" y "sin futuro" en la que "los ancianos
no hablan con los jóvenes" y "los jóvenes no hablan con los ancianos".
"Perder tiempo" con los hijos, los abuelos y los ancianos "fortalece la
familia humana".
Tercera catequesis
La voz profética de los ancianos
Las personas mayores son un recurso para los jóvenes. En la audiencia
general del 16 de marzo de 2022, el Papa subrayó, en particular, que
la sabiduría de los ancianos es una palabra profética "para ir contra la
corrupción".
El mundo necesita "jóvenes fuertes" y "ancianos sabios". Y los ancia-
nos, recuerda el Pontífice, deben "ser profetas contra la corrupción,
como Noé fue el profeta contra la corrupción de su tiempo, porque era
7 el único del que Dios se fio”.
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Cuarta catequesis

Memoria y testimonio

El eje de la Audiencia General del 23 de marzo de 2022 es el


ejemplo de Moisés que, al final de sus días, proclama el nombre
del Señor, transmitiendo a las nuevas generaciones el legado de
su historia vivida con Dios. "Moisés ve la historia y transmite la
historia". Los ancianos, añade Francisco, "ven la historia y trans-
miten la historia". "Una vejez a la que se le concede esta lucidez
es un precioso regalo para la generación que le sigue".

Quinta catequesis

La fidelidad a la visita de Dios

El “tierno cuadro pintado por el evangelista san Lucas, que llama


a escena a dos figuras de ancianos, Simeón y Ana” es el eje de
la audiencia general del 30 de marzo de 2022.
De estas dos figuras de ancianos llenos de vitalidad espiritual
"aprendemos que la fidelidad de la expectativa agudiza los senti-
dos". "La vejez debilita, de un modo u otro, la sensibilidad del
cuerpo". "Sin embargo, una vejez que se ha ejercitado en la es-
pera de la visita de Dios -afirma Francisco- no perderá su paso:
al contrario, estará también más dispuesta a captarlo, tendrá
más sensibilidad para acoger al Señor cuando pase.
Sexta catequesis

El amor por la vida vivida

En la audiencia general del 20 de abril de 2022, el Papa Francis-


co subrayó que no siempre hay atención en las sociedades para
devolver a nuestros ancianos el amor que han recibido. El honor
por la vida vivida, "no es cosa de ancianos". Más bien "es una
ambición que hará brillar a los jóvenes que hereden sus mejores
cualidades".

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Séptima catequesis

La alianza entre generaciones abre el futuro

En la catequesis de la audiencia general del 27 de abril de 2022,


Francisco relee el vínculo bíblico entre la joven viuda Rut y su
anciana suegra Noemí. Es “una valiosa enseñanza sobre la alian-
za de las generaciones”, con la juventud -dice el Papa- "capaz
de dar de nuevo entusiasmo a la edad madura" y la vejez de
“reabrir el futuro para la juventud herida”.

Octava catequesis

La fe “no es una cosa de ancianos”

Se trata de un personaje bíblico llamado Eleazar, referido en el


segundo libro de los Macabeos, que es el protagonista de
la reflexión propuesta el 4 de mayo de 2022 por el Papa Francis-
co. El de Eleazar es un testimonio de la relación especial que
existe entre la fidelidad del honor de la fe y la vejez: “El honor
de la fe se encuentra periódicamente bajo la presión, incluso
violenta, de la cultura de los dominadores, que intenta envilecer-
la tratándola como un hallazgo arqueológico, o vieja supersti-
ción, terquedad anacrónica”, dijo el Pontífice. “Creer no es algo
‘de ancianos’, sino que es algo de vida”, señaló el Pontífice.

Novena catequesis

Una vejez generosa


El personaje bíblico de Judit es un ejemplo de la contribución
que las personas mayores pueden hacer a las familias y a la so-
ciedad. El Papa Francisco lo recuerda en su catequesis del 11 de
mayo de 2022. “El heroísmo no es solamente el de los grandes
eventos que caen bajo los focos, sino que a menudo el heroísmo
se encuentra en la tenacidad del amor vertido en una familia di-
fícil y a favor de una comunidad amenazada”, sostuvo el Papa.

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Decima catequesis

La prueba de la fe

En la audiencia general del 18 de mayo de 2022, el Papa presentó


la figura de Job que, tras perderlo todo y protestar contra Dios,
comprende que el Señor no es un perseguidor sino un Padre
tierno. “Los ancianos, recuerda Francisco, han aprendido mucho
en la vida, han pasado muchas, pero al final tienen esta paz, una
paz —yo diría— casi mística, es decir la paz del encuentro con
Dios”.

Decima primera catequesis


El sentido de las cosas de la vida
Una razón desafectiva e irresponsable resta hoy sentido y energía
al conocimiento de la verdad, el peligro es dar espacio a la indife-
rencia. El Papa Francisco, recordando las páginas bíblicas de
Cohélet, nos lo recuerda en la Audiencia General del 25 de mayo
de 2022. La tercera edad puede abrir un nuevo camino: “Si los an-
cianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por
la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para
la fe”.
Decima segunda catequesis

Hacerse cargo de los ancianos

De los ancianos aprendemos el don de "abandonarnos al cuidado


de los demás y de Dios". El Papa Francisco lo subrayó en
su audiencia general del 1º de junio de 2022, señalando también
la necesidad de reformar una civilización y una política que margi-
nan la vejez y la enfermedad: “Toda la sociedad debe apresurarse
a atender a sus ancianos —¡son el tesoro!— cada vez más nume-
rosos, y a menudo también más abandonados”, dijo el Santo Pa-
dre.

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Decima tercera catequesis
Los ancianos caminan hacia lo Eterno
En la catequesis de la audiencia general del 8 de junio de 2022,
el Pontífice, rememorando la figura de Nicodemo, recuerda que la
misión de los ancianos es disipar "la ilusión tecnocrática de una
supervivencia biológica y robótica y abrirse "a la ternura del vien-
tre creador y generador de Dios”. “El anciano camina hacia ade-
lante, el anciano camina hacia el destino, hacia el cielo de Dios, el
anciano camina con su sabiduría vivida durante la vida”.

Decima cuarta catequesis

Los ancianos y la enfermedad


El relato de la versión evangélica de Marcos sobre la curación de
la suegra de Simón, que aún no se llama Pedro, es el tema cen-
tral de la catequesis del 15 de junio de 2022. "La enfermedad pe-
sa sobre los ancianos de una manera diferente y nueva que cuan-
do uno es joven o adulto", aseveró el Sucesor de Pedro. Jesús,
recuerda el Papa, no visita solo a esa anciana enferma. Pero va
allí junto con los discípulos: "Es precisamente la comunidad cris-
tiana que debe cuidar de los ancianos: parientes y amigos, pero
la comunidad”.

Decima quinta catequesis


Seguir siempre a Jesús
En la catequesis sobre la vejez, la meditación del 22 de junio de
2022 se centra en el diálogo entre Jesús resucitado y Pedro al final del
Evangelio de Juan. El Pontífice aborda el tema de la debilidad senil que
lleva a la dependencia de los demás. "El seguimiento de Jesús sigue
adelante, con buena salud, con no buena salud, con autosuficiencia y
con no autosuficiencia física, pero el seguimiento de Jesús es importan-
te: seguir a Jesús siempre, a pie, corriendo, lentamente, en silla de rue-
das, pero seguirle siempre”, manifestó Francisco.

“La vida del anciano es una despedida, lenta, lenta, pero una despedida
alegre: he vivido la vida, he conservado mi fe. Esto es hermoso, cuando
un anciano puede decir esto: “He vivido la vida, esta es mi familia; he
vivido la vida, he sido un pecador, pero también he hecho el bien”. Y
esta paz que viene, esta es la despedida del anciano”.

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Catequesis sobre la vejez 15. Pedro y Juan

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos y buenos días!

En nuestro recorrido de catequesis sobre la vejez, hoy meditamos sobre el diá-


logo entre Jesús resucitado y Pedro al final del Evangelio de Juan (21,15-23).
Es un diálogo conmovedor, en el que se refleja todo el amor de Jesús por sus
discípulos, y también la sublime humanidad de su relación con ellos, en parti-
cular con Pedro: una relación tierna, pero no empalagosa, directa, fuerte, libre,
abierta. Una relación de hombres y en la verdad. Así, el Evangelio de Juan, tan
espiritual, tan elevado, se cierra con una vehemente petición y ofrenda de
amor entre Jesús y Pedro, que se entrelaza, con toda naturalidad, con una
discusión entre ambos. El evangelista nos advierte: da testimonio de la verdad
de los hechos (cf. Jn 21, 24). Y es en ellos donde hay que buscar la verdad.

Podemos preguntarnos: ¿somos capaces nosotros de custodiar el tenor de esta


relación de Jesús con los discípulos, según su estilo tan abierto, tan franco, tan
directo, tan humanamente real? ¿Cómo es nuestra relación con Jesús? ¿Es así,
como la de los apóstoles con Él? ¿No estamos, sin embargo, muy a menudo
tentados a encerrar el testimonio del Evangelio en la crisálida de una revela-
ción “azucarada”, a la que añadimos nuestra veneración de circunstancia? Esta
actitud, que parece de respeto, en realidad nos aleja del verdadero Jesús, e
incluso se convierte en ocasión para un camino de fe muy abstracto, muy au-
torreferencial, muy mundano, que no es el camino de Jesús. Jesús es el Verbo
de Dios hecho hombre, y Él se comporta como hombre, Él nos habla como
hombre, Dios-hombre. Con esta ternura, con esta amistad, con esta cercanía.
Jesús no es como esa imagen azucarada de las estampitas, no: Jesús está a la
mano, está cerca de nosotros.
En el transcurso de la discusión de Jesús con Pedro, encontramos dos pasajes
que se refieren precisamente a la vejez y a la duración del tiempo: el tiempo
del testimonio, el tiempo de la vida. El primer paso es la advertencia de Jesús
a Pedro: cuando eras joven eras autosuficiente, cuando seas viejo ya no serás
tan dueño de ti y de tu vida. Dímelo a mí que tengo que ir en silla de ruedas,
¡eh! Pero es así, la vida es así: con la vejez te vienen todas estas enfermeda-
des y debemos aceptarlas como vienen, ¿no? ¡No tenemos la fuerza de los
jóvenes! Y también tu testimonio —dice Jesús— irá acompañado de esta debi-
lidad. Tú debes ser testigo de Jesús también en la debilidad, en la enfermedad
y en la muerte. Hay un pasaje hermoso de san Ignacio de Loyola que dice:
“Así como en la vida, también en la muerte debemos dar testimonio de discí-
pulos de Jesús”. El final de la vida debe ser un final de vida de discípulos: de
discípulos de Jesús, porque el Señor nos habla siempre según la edad que te-
nemos. El Evangelista añade su comentario, explicando que Jesús aludía al
testimonio extremo, el del martirio y de la muerte. Pero podemos comprender
bien el sentido de esta advertencia de forma más general:
tu seguimiento deberá aprender a dejarse instruir y plasmar por tu fragilidad,
tu impotencia, tu dependencia de los demás, incluso en el vestirse, en el cami-
nar. Pero tú «sígueme» (v. 19). El seguimiento de Jesús sigue adelante, con
buena salud, con no buena salud, con autosuficiencia y con no autosuficiencia
física, pero el seguimiento de Jesús es importante: seguir a Jesús siempre, a
pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, pero seguirle siempre.

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La sabiduría del seguimiento debe encontrar el camino para permanecer en su
profesión de fe —así responde Pedro: «Señor, tú sabes que te quiero» (vv.
15.16.17)—, también en las condiciones limitadas de la debilidad y de la ve-
jez. A mí me gusta hablar con los ancianos mirándolos a los ojos: tienen esos
ojos brillantes, esos ojos que te hablan más que las palabras, el testimonio de
una vida. Y esto es hermoso, debemos conservarlo hasta el final. Seguir a Je-
sús así, llenos de vida.

Este coloquio entre Jesús y Pedro contiene una enseñanza valiosa para todos
los discípulos, para todos nosotros creyentes. Y también para todos los ancia-
nos. Aprender de nuestra fragilidad y expresar la coherencia de nuestro testi-
monio de vida en las condiciones de una vida ampliamente confiada a otros,
ampliamente dependiente de la iniciativa de otros. Con la enfermedad, con la
vejez la dependencia crece y ya no somos autosuficientes como antes; crece la
dependencia de los otros y también ahí madura la fe, también ahí está Jesús
con nosotros, también ahí brota esa riqueza de la fe bien vivida durante el ca-
mino de la vida.
Pero de nuevo debemos preguntarnos: ¿disponemos de
una espiritualidad realmente capaz de interpretar el período—ahora largo y
extendido—de este tiempo de nuestra debilidad confiada a los demás, más que
al poder de nuestra autonomía? ¿Cómo permanecer fieles al seguimiento vivi-
do, al amor prometido, a la justicia buscada cuando éramos capaces de tomar
iniciativas, en el tiempo de la fragilidad, en el tiempo de la dependencia, de la
despedida, en el tiempo de alejarse del protagonismo de nuestra vida? No es
fácil alejarse del ser protagonista, no es fácil. Este nuevo tiempo es también un
tiempo de prueba, ciertamente. Empezando por la tentación —muy humana,
sin duda, pero también muy insidiosa— de conservar nuestro protagonismo. Y
a veces el protagonismo debe disminuir, debe abajarse, aceptar que la vejez te
disminuye como protagonista. Pero tendrás otra forma de expresarte, otra for-
ma de participar en la familia, en la sociedad, en el grupo de los amigos. Y es
la curiosidad que le viene a Pedro: “¿Y él?”, dice Pedro, viendo al discípulo
amado que los seguía (cf. vv. 20-21). Meter la nariz en la vida de los otros.
Pues, no. Jesús le dice: “¡Cállate!”. ¿Realmente tiene que estar en “mi” segui-
miento? ¿Acaso debe ocupar “mi” espacio? ¿Será mi sucesor? Son preguntas
que no sirven, que no ayudan. ¿Debe durar más que yo y tomar mi lugar? Y la
respuesta de Jesús es franca e incluso áspera: «¿Qué te importa? Tú, sígue-
me» (v. 22). Como diciendo: cuida de tu vida, de tu situación actual y no me-
tas la nariz en la vida de los otros. Tú sígueme. Esto sí, es importante: el se-
guimiento de Jesús, seguir a Jesús en la vida y en la muerte, en la salud y en
la enfermedad, en la vida cuando es próspera con muchos éxitos y también en
la vida difícil con tantos momentos duros de caída. Y cuando queremos meter-
nos en la vida de los otros, Jesús responde: “¿A ti qué te importa? Tú sígue-
me”. Hermoso. Nosotros ancianos no deberíamos tener envidia de los jóvenes
que toman su camino, que ocupan nuestro lugar, que duran más que nosotros.
El honor de nuestra fidelidad al amor jurado, la fidelidad al seguimiento de la
fe que hemos creído, incluso en las condiciones que nos acercan a la despedi-
da de la vida, son nuestro título de admiración para las generaciones venideras
y de reconocimiento agradecido por parte del Señor. Aprender a despedirse:
esta es la sabiduría de los ancianos. Pero despedirse bien, con la sonrisa;
aprender a despedirse en sociedad, a despedirse con los otros. La vida del an-
ciano es una despedida, lenta, lenta, pero una despedida alegre: he vivido la
vida, he conservado mi fe. Esto es hermoso, cuando un anciano puede decir
esto: “He vivido la vida, esta es mi familia; he vivido la vida, he sido un peca-
dor, pero también he hecho el bien”. Y esta paz que viene, esta es la despedi-
16
13 da del anciano.
13
Incluso el seguimiento forzosamente inactivo, hecho de contemplación
emocionada y de escucha extasiada de la palabra del Señor —como la
de María, hermana de Lázaro— se convertirá en la mejor parte de su
vida, de la vida de nosotros los ancianos. Que nunca esta parte nos se-
rá quitada, nunca (cf. Lc 10,42). Miremos a los ancianos, mirémoslos, y
ayudémosles para que puedan vivir y expresar su sabiduría de vida,
que puedan darnos lo que tienen de hermoso y de bueno. Mirémoslos,
escuchémoslos. Y nosotros ancianos, miremos a los jóvenes siempre
con una sonrisa: ellos seguirán el camino, ellos llevarán adelante lo que
hemos sembrado, también lo que nosotros no hemos sembrado porque
no hemos tenido la valentía o la oportunidad: ellos lo llevarán adelante.
Pero siempre con esta relación de reciprocidad: un anciano no puede
ser feliz sin mirar a los jóvenes y los jóvenes no pueden ir adelante en
la vida sin mirar a los ancianos. Gracias.

Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al


Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María que ase-
mejen nuestros corazones a los suyos, y que, palpitando al mismo rit-
mo, sepamos vivir con fe y serena alegría cada etapa de nuestra vida.
Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

LLAMAMIENTO

En las últimas horas, un terremoto ha causado muertes y enormes da-


ños en Afganistán. Expreso mi cercanía a los heridos y a los afectados
por el terremoto y rezo en particular por los que han perdido la vida y
por sus familias. Espero que con la ayuda de todos se puedan aliviar los
sufrimientos de la querida población afgana.

Expreso también mi dolor y consternación por el asesinato en México,


anteayer, de dos religiosos jesuitas, mis hermanos, y de un laico.
¡Cuántos asesinatos en México! Estoy cercano con el afecto y la oración
a la comunidad católica afectada por esta tragedia. Una vez más, repito
que la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta los sufri-
mientos innecesarios.

Los niños que estaban conmigo en el papamóvil eran niños ucranianos:


no nos olvidemos de Ucrania. No perdamos la memoria del sufrimiento
de ese pueblo martirizado.

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 22 de junio de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, con el deseo más sincero de
lograr que tomemos conciencia de del don de los abuelos,
los adultos mayores, hemos querido poner a ustedes estas
homilías y catequesis del Papa que son una verdadera herra-
mienta para hacer eco en nuestros corazones y comunidades
del interés y desafío del Papa para impulsar una pastoral
que acompañe y le de su protagonismo al adulto mayor que
en el futuro próximo serán la mayoría de la población por
las políticas de control de natalidad en el mundo. Pero más
allá, la historia de la salvación está enlazada con grandes
ejemplos de abuelos y adultos mayores que fueron hilo con-
ductor de ella.

Hemos de tener presentes algunas líneas de acción para ir


implementando en nuestras parroquias:

 Empeñarse en la tarea de dar más valor a los adultos


mayores en la familia y la comunidad dándoles recur-
sos educativos para que sean escuchados y que la eta-
pa de la vida que viven sea una oportunidad para que
ellos , la familia y la sociedad sean beneficiados por su
sabiduría.
 Por su honda vivencia de la fe y la vida capaciten con
su conocimiento a las nuevas generaciones niños y jó-
venes.
 Que su espiritualidad y riqueza de tradiciones sea fuen-
te de crecimiento de las familias y comunidades.
 Reconocer y apoyar a los que acompañan a los adultos
mayores.
 Desde la Pastoral familiar y la pastoral de la salud
(UEM) se hagan esfuerzos de comunión para la aten-
ción de los adultos mayores.
 El acompañamiento de los sacerdotes para los sacra-
mentos y los últimos momentos de su vida.
Será una tarea de todos ir dando aportes para hacer realidad
la pastoral del adulto mayor.
Pbro. Ricardo Enrique Cuestas Dueñas

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