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Introducción

A lo largo de la historia de la Iglesia, han ocurrido un sin número de defensas a la fe

que la han hecho cada vez más fuerte. Las herejías han ocasionado en la Iglesia ya no tan

naciente, siglos II, III y IV, un crecimiento y profundización filosóficos de la doctrina

cristiana. Para poder conocer más acerca de la lucha contra las herejías, que es nuestro trabajo

como tal, daremos un pequeño paseo de contextualización, posteriormente entraremos a

conocer algunos conceptos válidos para entender esta empresa y luego nos adentraremos en

cada una de las herejías, sus principales exponentes y también sus principales detractores, o

apologistas cristianos.

Contexto

Luego de varias persecuciones la Iglesia goza de breves momentos de paz. (Llorca

1976. p.212) es aquí donde el crecimiento del cristianismo se acentúa y con él la lucha contra

los paganos que se volvía cada vez más intensa. Con el fenómeno de Pentecostés comienza

oficialmente nuestra Iglesia. Cuando esta es proclamada ante el mundo como el nuevo reino

mesianico, regido por el Espíritu Santo (Hernández M. 1984, p.40).

Nos damos cuenta aquí que bajo esta premisa se funda realmente la Iglesia y se llega

hasta el punto de afirmarse, como lo hace Hernández, que prescindir de estos hechos sería

como desconocer la historia misma de la Iglesia, que descansa en el doble principio de su

fundación divina y de su realización en el tiempo y en la historia. (1984, p.41)

Desde la fundación hasta el edicto de Milán en el 313, la Iglesia se va consolidando y

marcará, luego del edicto, un cambio radical en la vida misma de la Iglesia. A partir de este

periodo la Iglesia encuentra estabilización, triunfo y el inicio de un apogeo filosófico-

cristiano que dará paso a los grandes concilios ecumenicos que sentaran de una vez por todas

la doctrina.
Este florecimiento trae consigo el nacimiento de grandes escritores eclesiásticos y

Santos Padres, así como la consolidación del Papado y de las instituciones eclesiásticas

(Llorca 1976. p.40). Antes de que esto se hiciera palpable la Iglesia debe mantener una lucha

multiple y despiadada en dos y hasta en tres frentes, primero tuvo que vencer las dificultades

de los judíos, en cuyo ambiente había nacido y en los cuales tuvo su primer desarrollo (1976.

p.40).

Es importante entender esto último para adentrarnos en la lucha contra las herejías, y

es que debemos colocar a la comunidad primitiva, como la encontramos en Hechos de los

apóstoles, en el contexto general del judaísmo de la época, cuya complejidad es bien

conocida (Daniélou J. 1982. p. 47) y con los muchos inconvenientes hostiles de los grupos

políticos-religiosos de la era como lo podemos evidenciar con los saduceos (4, 1-3). Luego

debió mantener una batalla contra el imperio romano y sus poderes guiados, según Llorca,

por el odio y los prejuicios populares y de Estado que intentaron de mil y una maneras ahogar

a la naciente comunidad (1976. p.43).

Filosofía Pagana

Dejando de lado las controversias sociales que acabamos de ver, nos adentramos un

poco en la filosofía pagana que tenía como propósito destruir al cristianismo y a su doctrina.

Hay que recordar que en este periodo de tiempo el cristianismo buscaba con su enseñanza

ética y teológica frenar el creciente apogeo de la filosofía pagana. Para el siglo II, ocurre un

fenómeno de resurgimiento del mundo helenista y de las escuelas filosóficas, por esto es

considerado el siglo de la retórica. Los retóricos ofrecen en las salas de conferencias del

mundo entero sus brillantes improvisaciones(Daniélou J. 1982. p. 50), es este florecimiento

nacen dos escuelas que darán lucha a los cristianos: los neopitagóricos y neoplatónicos.

Estas escuelas, o las filosofías paganas, al ver que los cristianos tomaban mucho

campo de acción en la filosofía, buscaban atraer a las gentes mezclando elementos religiosos
y filosóficos. Un ejemplo claro de esto es el neopitagórico Filostrato (Siglo III), quien era

considerado un nuevo Cristo, un sustituto del mesías, siendo el ideal del sabio y filósofo que

atrae con su carisma y virtud natural a todos los corazones. (Llorca 1976. p.213), más

complicado lo tenían los cristianos con los neoplatónicos, pues sus grandes exponentes

Porfirio, Hierocles, Plotino y Jámblico, habían experimentado el cristianismo, haciéndose

catecúmenos, conociendo de fondo a la Iglesia.

Herejía

Todo esto ocurre gracias a un cristianismo que se presenta, como menciona

Hernandez, de forma sencilla y como opción libre de fe (1984, p.113), no es sino hasta

mediados del siglo II (siglo de la retórica) que el cristianismo se pone en contacto con la

razón y busca, como mencioné arriba, una profundización filosófica en sus doctrinas. Es aquí

donde nace la herejía1 como tal.

La falta de consolidación de las doctrinas base de la Iglesia, permite que en conjunto

con la libertad pregonada por esta, haya una diversidad de espíritus, de caracteres y en

definitiva del hecho mismo de la libertad humana (p.113) que promueve una reflexión sin

reglas sobre la verdad revelada, permitiendo el nacimiento de teorías e interpretaciones

heréticas.

Sobre el concepto de Herejía se ha hablado mucho, para unos es simplemente todo lo

que el Papado condenó (Lambert, M. 1986) para otros como Hubeñák Florencio describe que

bajo el perfil jurídico-eclesiástico, el hereje es definido como aquel que, después del

bautismo, y conservando el nombre de cristiano, obstinadamente se niega o pone en duda una

de las verdades que se deben creer en la fe divina y católica (2007. P. 645 ).

1 Voz Herejía: Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de
creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana;
cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él
sometidos. Codigo de Derecho Canónico. (s. f.).
Nos quedaremos con la concepción de Florencio, pues se ajusta más a la investigación

y se adapta a la que define el derecho canónico. Con esto presente los cristianos se

encuentran, tal vez, con el enemigo más peligroso y con el tercer frente de lucha, éste no es

externo como los perseguidores y paganos, sino interno, están en las propias filas cristianas.

Citando a Llorca “(...)Estos enemigos interiores, varios de ellos, eran hombres de grandes

cualidades naturales y se presentaban con todo el ropaje de la ciencia y del prestigio de un

ascetismo, sumamente apto para sorprender a muchos incautos” (1976. p.213).

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