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Clase 50 – Cristianismo, Parte 1

El cristianismo es una religión monoteísta que se desprende del judaísmo y que sigue las
enseñanzas de Jesús de Nazaret, un predicador del siglo I. Según la Biblia, el texto
sagrado del cristianismo, Jesús nació de la Virgen María anunciado por el Espíritu Santo
y llevó a cabo numerosos milagros; proclamó el “reino de Dios en la Tierra” y se ganó
la oposición del sacerdocio judío, quien lo acusó y condenó frente a los romanos: por
esto fue crucificado, resucitando luego de tres días.

Sus seguidores, llamados “apóstoles”, esparcieron su palabra por todo el Imperio


Romano y más allá, comenzando así la propagación del cristianismo; esta palabra deriva
de “Cristo” (christos), traducción griega del hebreo masiah (“Mesías”), que quiere decir
“ungido”. Los cristianos creen que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios, enviado por este
último para redimir a la humanidad de sus pecados.

Los cristianos poseen tres símbolos importantes: el más conocido es la cruz, símbolo del
martirio de Jesús; el primero fue un pez, palabra que en griego es ichtys, lo que a su vez
fue utilizado como acrónimo para la frase Iesous Christos, Theos Hyios, Soter, es decir,
“Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador”. Finamente, el tercer símbolo es el Crismón,
utilizado principalmente en la época bizantina, que se compone de las dos primeras
letras de Cristo en el alfabeto griego.

El cristianismo no es una única línea ideológica uniforme y homogénea, sino que desde
casi su surgimiento se ha dividido en numerosas confesiones y tendencias, algunas de
las cuales fueron calificadas como “herejías” y reprimidas, mientras que otras han
sobrevivido con mayor o menor éxito. Hoy en día, según datos del 2020, casi dos mil
cuatrocientos millones de personas se reconocen cristianas en el mundo: de estos, 1.329
millones son católicos, 900 millones de las diferentes ramas protestantes, 220 millones
son ortodoxos y 28.430.000 pertenecen a otras confesiones cristianas.

La mayoría de las Iglesias tienen como doctrina central la llamada “Trinidad”. En ella,
Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo a la vez; al mismo tiempo, Dios no es ni el Hijo ni
el Espíritu Santo, el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo y el Espíritu Santo no es
ni el Padre ni el Hijo.
Jesús predicaba una concepción de Dios renovada, con la pronta llegada de Dios y el fin
de los tiempos, que traía la salvación y la restauración de Israel. Una vez muerto él, la
Iglesia cambió esa perspectiva apocalíptica cercana por una más lejana, lo que permitió
integrar la religión al Imperio Romano y evangelizar como paso necesario antes del
final; esto se profundiza cuando los cristianos avanzan con el bautismo de los gentiles
(personas laicas) y rechazan la circuncisión de estos como un requisito para ingresar a la
Iglesia. Las diferencias con la ortodoxia judía, mucho más severa y que no reconocía a
Jesús, llevaron a la separación definitiva entre ambas partes alrededor de la Primera
Guerra Judía (66-74) luego de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén. A partir
de este evento se iniciaba una época en la que el cuerpo resucitado de Jesús sustituía al
templo, y su vida marcaba un nuevo modelo de culto y sacerdocio; la muerte de Jesús
era el nuevo sacrificio que anulaba a los otros, siendo Jesús el nuevo sacerdote, que con
su vida inauguraba una nueva forma de relación con Dios.

El cristianismo surgió como una religión sin templos, siendo las casas particulares los
lugares de reunión y culto hasta bien entrado el siglo II. Los cristianos veían a Jesús
como el nuevo hombre, caracterizado por su solidaridad y semejanza con los hombres,
en contraste con la distancia y los privilegios que exigía y poseía el clero judío; el
sacerdocio, por tanto, se transformó en una forma de ser y de vivir que afectaba a todos,
dejando de ser una dignidad. Si bien originalmente fue una religión horizontal, con el
paso del tiempo y a medida que se integró al Imperio Romano el cristianismo fue
institucionalizándose, dado el peligro de fragmentación adjunto a la expansión; por lo
tanto, podemos señalar que la Iglesia se forma a mediados del siglo II y principios del
siglo III mediante la convergencia o asimilación de corrientes diversas en una
comunidad universal caracterizada por su unidad doctrinal y disciplinaria (aunque no
exenta de desprendimientos).

Debido a los numerosos textos escatológicos que anunciaban la derrota de las fuerzas
satánicas y la instauración del reino milenario de Cristo (ya sea este terrenal o celestial),
habrá numerosas expresiones de milenarismo, es decir, la creencia de la inminente
segunda llegada de Jesús, el juicio final, la destrucción del mundo y el comienzo de la
vida en el paraíso. A mediados del siglo II apareció una de las primeras “herejías”
cuando un judío convertido al cristianismo, llamado Montano, comenzó a predicar sobre
el próximo fin del mundo y el inicio de un reinado milenario del que participarían los
fieles que se hubiesen purificado mediante ayunos, continencia sexual y, de ser
necesario, la aceptación voluntaria del martirio; se organizaron en comunidades de
carácter rigorista y carismático, dirigidas por patriarcas, sacerdotes y profetas de ambos
sexos. El montanismo, como se llamó a esta secta, fue condenado por la Iglesia, pero no
fue perseguido intensamente, sino que se lo integró y domesticó disciplinaria y
doctrinalmente, desapareciendo alrededor del siglo VI.

Los gnósticos hunden sus raíces en tradiciones precristianas, iranias, judías y griegas;
según ellos, el cuerpo, el mundo y el tiempo son creaciones de un dios o demiurgo
maligno, que atemoriza al hombre con catástrofes y sufrimientos o lo ilusiona con el
señuelo de placeres efímeros. El mal radica en el mero hecho de vivir, y de vivir en
nuestro cuerpo; la liberación espiritual no está al alcance de todos, sino de unos pocos
elegidos por la divinidad que pueden aconsejar al resto pero no hacerlos comprender o
repetir sus experiencias. El gnóstico más importante del siglo I fue Marción, donde
señalaba que el Dios del Antiguo Testamento (Yahvé) y el del Nuevo (Dios Padre) son
diferentes, siendo el primero creador, justiciero y vengativo, mientras que el segundo es
compasivo, misericordioso y redentor; la resurrección es solamente espiritual, no de la
carne, por lo que se exige un ascetismo riguroso, la renuncia al matrimonio y la
procreación; finalmente, los gnósticos rebajaban muchísimo la jerarquía eclesiástica, o
directamente no la reconocían.

El siglo IV fue uno de grandes cambios para el cristianismo. Mientras que muchas
religiones conquistadas por los romanos aceptaban integrarse al panteón de sus
conquistadores, los cristianos se negaban a ello, aferrándose al monoteísmo. Por este
motivo, y por ser considerados un peligro para el Imperio, fueron perseguidos y
martirizados durante unos 300 años. En el 311 el emperador Galerio promulgó el Edicto
de Sérdica, que permitía a los cristianos ejercer libremente su religión (se transformaba
en religio licita) y se les devolvían sus bienes confiscados; sin embargo, la persecución
continuó luego de la muerte del emperador. Sin embargo, en el 312, Constantino tuvo
una visión que le llevó a adoptar el cristianismo para vencer a su enemigo en la disputa
al trono; un año después, en el 313, promulgó junto a Licino el Edicto de Milán, que
reafirmaba el contenido del Edicto de Sérdica y daba protecciones a los fieles cristianos
contra la persecución.

En el 325 se llevó a cabo el Concilio de Nicea, una reunión de más de 250 obispos de la
Iglesia convocada por el emperador Constantino. Se trataron tres cuestiones principales:
el arrianismo (que fue condenado como herejía), la elaboración de una fórmula de fe
(elaboración del credo niceno) y la aprobación de un código de conducta para las
iglesias (código de 20 disposiciones o “cánones” respecto a la organización territorial de
la Iglesia, el poder de los obispos y la entrada de nuevas personas al clero). Finalmente,
en el 380, el emperador Teodosio sancionó el Edicto de Tesalónica, que se componía de
dos partes: en la primera se expresaba el deseo de que los ciudadanos romanos fuesen
cristianos, junto a la explicación resumida de la doctrina; en la segunda se nombraba a
dichos fieles como “católicos cristianos” y se amenazaba con la pérdida de los empleos
públicos a todos aquellos que siguieran alguna herejía, junto a la confiscación de las
Iglesias heréticas. Este edicto elevó al cristianismo a la categoría de religión oficial del
Estado y abrió la puerta a las persecuciones a las religiones politeístas. Durante este
siglo también surgieron cuatro corrientes que fueron declaradas heréticas por la Iglesia:
el donatismo, el arrianismo, el pelagianismo y el priscilianismo; todas ellas fueron
perseguidas y suprimidas en el transcurso de los siglos IV y V

El donatismo surgió en el 312 en el África Romana, tomando su nombre de Donato,


obispo de Numidia; esta corriente propugnaba la exclusión absoluta de aquellos
cristianos que, en las persecuciones romanas, habían abjurado de la religión, participado
en los sacrificios paganos y entregado sus libros sagrados, un crimen que llamaban
traditio: este era contaminante y dejaba fuera de la Iglesia a los culpables y a quienes
hayan sido ordenados por un sacerdote contaminado.

El arrianismo, surgido alrededor del 318 en Alejandría, tomó su nombre de Arrio,


sacerdote de esa ciudad. Él afirmaba que Dios, al ser único e indivisible y principio
ingenerado de todo lo que existe, no puede compartir con otro su propia esencia ( ousía).
En consecuencia, el Hijo no puede ser de la misma substancia que el Padre, parte
consubstancial de él (homooúsion), sino sólo su criatura, generada de la nada: en tanto
generado, el Hijo no comparte ni la eternidad ni la esencia del Padre. El Espíritu Santo,
al mismo tiempo, es considerado la primera criatura creada por el Hijo; de esta manera,
las tres partes de la Trinidad eran distintas entre sí y de naturaleza diversa

El pelagianismo, llamado así por el monje britano Pelagio, surge en Roma en el 385.
Para este, el hombre, en tanto criatura divina a imagen de Dios, está dotado de libre
arbitrio, lo que le permite elegir entre el bien y el mal; esto es incompatible con la idea
de pecado desde el nacimiento, por lo que los recién nacidos eran inocentes. Sostenía
que el hombre podía vivir sin pecado y alcanzar por sí mismo la santidad, para lo cual
era necesario un modo de vida ascético presidido por las nociones de renuncia y
abstinencia (pobreza, ayuno, plegaria, castidad, meditación sobre la lectura sagrada).

El priscilianismo, que recibe su nombre por Prisciliano, aparece en la segunda mitad del
siglo IV. Esta corriente tomaba en consideración los libros extracanónicos (es decir,
aquellos que fueron excluidos del canon de la Biblia), puesto que todos procedían de la
revelación divina, mientras que la fijación canónica era obra humana. Propugnaba
también que los laicos elegidos por Dios tenían la capacidad de interpretar las Escrituras
a título individual y que pudieran impartir enseñanzas sagradas al margen del oficio
episcopal; esto era una confrontación directa con la Iglesia, que poseía un canon
cerrado, sancionado y custodiado por una autoridad, que debía ser leído en espacios y
tiempos sagrados por sacerdotes consagrados.

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