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La Escuela de Chicago

En la segunda mitad del siglo XIX fue la gran época de la urbanismo, pero no hubo una gran
experimentación técnico-constructiva, que se elevó el nivel de la edificación, especialmente la
británica, pero no en la arquitectura, por lo tanto, no surgieron obras paradigmáticas. Para encontrar
un lugar donde hubo un salto hacía adelante en la arquitectura hay que irse hasta Estados Unidos en
los años 80, a la Escuela de Chicago.

Se entiende por la Escuela de Chicago a un conjunto de obras que constituyeron a este centro
administrativo de la ciudad, fundada en 1830 con un planta reticular de extensión ilimitada y
convertida pronto en la mayor centro de intercambio y en mayor nudo ferroviario de Estados
Unidos. Destruida por un incendio en 1831, fue reconstruida en poco menos de una veintena de
años y ampliada hasta el punto de contener 1 millón 700 mil habitantes a finales del siglo. La
reconstrucción se confió inicialmente a un grupo de técnicos que provenían del ejército, formado
durante la guerra de secesión.

Entre 1880 y 1900 nace precisamente el centro de negocios de la ciudad, el Loop, caracterizado por
grandes edificios de oficinas, residenciales, grandes almacenes, locales públicos, etc., a veces
reunidos en la construcción. En el alto precio de los solares edificables, tanto, en Chicago como en
Nueva York, fue la causa que determinó el nacimiento de los rascacielos, tipo edificatorio realizado
en la primera época como “torre de piedra” y posteriormente con esqueleto metálico. El edificio
permitió la minimiza ocupación de la planta de la estructura, la máxima utilización de los espacios
interiores, su pulifuncionalidad, la mayor luminosidad y la abertura y, sobre todo, el mejor
aprovechamiento del suelo edificable, con la estructura de múltiples pisos.

Técnicamente el rascacielo se valía de las innovaciones estructurales derivadas del uso racional de
las construcciones de hierro, de los sistemas verticales de transporte (ascensor, hidráulico primero,
eléctrico, después), además de las instalaciones de teléfono y de correo neumático.

La Escuela de Chicago constituyo un acervo de conquistas técnicas indiscutible, que marcaron la


unión entre arquitectos e ingenieros, entre quiénes pretendían conciliar el arte con es mundo ágil y
resuelto de los negocios. En la realidad de Chicago la cultura arquitectónica desempeñaba un papal
decididamente secundario e instrumental, siendo la competencia el verdadero protagonista. Los
edificios de esta Escuela dan testimonio de las implicaciones del liberalismo aplicada al sector de la
construcción y del urbanismo. La realidad comercial de un grupo de empresarios, libre de toda
posibilidad de expresar y realizar lo que en Europa habría sido impedido con trabas de todo tipo,
desde las preexistencias ambientales a los conflictos entre clases. Las diferencias culturales
económicas es lo que va a permitir que América se pueda diferenciar de los estilos europeos.

La Escuela de Chicago tuvo iniciador al ingeniero-arquitecto William Le Barron Jenney (1832-


1907), que había estudiado en Francia arquitectura y había formado parte como ingeniero en un
ejército, pero el que mayor influencia tuvo fue Henry Hobson Richardson (1838-86), quién
construyó el Marshall Field Wholesale Store & Warehouse en 1885, estudio en la Escuela de Bellas
Artes de París y con Labrouste.

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