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Introducción.
Existen dos coordenadas que se entrecruzan para tejer la evolución y el desarrollo de la Historia de la
humanidad.
La primera es la Creación, una línea que despliega su acción fundamental mediante las leyes de la
naturaleza; disposición divina de perfección sorprendente para los ojos humanos, que con admiración
y contemplación se embelesan al descubrir el funcionamiento del macro y micro universo.
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1.1 El camino espiritual de todo bautizado, miembro de la Iglesia.
A pesar que el ser humano considera que Dios debiera intervenir de manera sobrenatural y milagrosa,
saltando las leyes naturales para corregir los daños que hace la humanidad a la Creación, por su parte
Dios ha elegido realizar la intervención salvífica, habitualmente a través del mismo ser humano, el cual
debe descubrir la invitación divina para hacer o reconocer un camino, una actividad, una misión
concreta con la conciencia de colaborar en un proyecto de Dios.
La Biblia y la Tradición de la Iglesia testifican que Dios ha intervenido en la Historia con la colaboración
del ser humano.
A María se le pide la aceptación y ella responde “Fiat” hágase. Jesús mismo se presenta ante Juan
Bautista para aceptar su misión de ser el Cordero de Dios, y así también acepta la muerte en el huerto
de Getsemaní “Hágase tu voluntad y no la mía”.
Dios entonces, envía su Espíritu: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” le dice el Ángel Gabriel a María.
En tanto que Jesús lee a Isaías “El Espíritu del Señor esta sobre mí…” y afirma: “Hoy se ha cumplido
ante ustedes esta profecía”.
Por eso, Dios ha decidido intervenir para ayudar y rescatar a la humanidad, pero exige la colaboración
libre y responsable del ser humano, tanto en lo individual como en lo comunitario.
Es importante subrayar que la acción de Dios a través del Espíritu Santo se da cuando el creyente se
abre a dicha acción, la asume como propia, y la realiza con la conciencia que mediante esa acción
Dios actuará.
Cuando la persona avanza en la experiencia de Dios, en la experiencia de ser conducido por el Espíritu
Santo va creciendo su capacidad de decidir lo que Dios quiere y de detectar cómo, con lo que hace,
el Espíritu Santo desborda los efectos positivos de la acción. Esta es la experiencia de María y de los
Santos: “El Señor ha hecho en mí maravillas”.
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toma de decisiones y para la construcción de acuerdos y programas, que de manera sorprendente
alcanzan los logros contemplados y otros que no habían sido considerados.
Teniendo en cuenta este marco, que explica el camino a la Santidad y la evolución de la experiencia
de Dios, es más fácil entender la importancia de interpretar los Signos de los Tiempos a la luz del
Espíritu Santo.
¿Qué son los signos de los Tiempos? Acontecimientos cuya causa y efecto ofrecen elementos para
descubrir a la luz de la Palabra de Dios, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, tanto los rumbos
equivocados como las pistas seguras y certeras que garantizan la extensión del Reino de Dios sobre
la tierra.
Una lectura de los Signos de los Tiempos manifiesta la vocación y el quehacer de los cristianos, de la
Iglesia en beneficio de la Sociedad. Dicha lectura debe hacerse tanto de manera personal como
comunitaria, ambas se complementan, se enriquecen, y auxilian a la persona a no poner su confianza
y seguridad en una determinada ideología, sino en el Espíritu Santo; lo que le proporcionará flexibilidad
y apertura a las interpretaciones de la realidad, y capacidad de escucha y comprensión a las diferentes
propuestas.
La Iglesia en América Latina ha seguido ese rumbo en las Conferencias Episcopales de Medellín,
Puebla, Santo Domingo, y Aparecida. Sin embargo, queda un largo y desafiante camino para llevar a
la vida diaria la interpretación y las propuestas en cada sociedad en sus distintos niveles.
A partir del Concilio Vaticano II la Iglesia cobró conciencia de la indispensable tarea eclesial, y
especialmente de indispensable participación laical en orden a transformar la sociedad, para hacerla
reflejo del Reino de Dios.
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2.1 Etapa de cambios generacionales.
Conviene tener en cuenta como primera aclaración que no es lo mismo una época de cambios que un
cambio de época.
Una época de cambios es habitual, se da con la llegada de las nuevas generaciones que se incorporan
a los puestos de responsabilidad de las Instituciones. Consiste en una etapa en la que se introducen
varios o muchos cambios en el estilo de vida social, debido a la creatividad de las nuevas
generaciones, a los adelantos científicos y tecnológicos que aportan su contribución propia, pero sin
cuestionar ni cambiar los valores que sustenta el modelo cultural vigente.
Esto es parte del proceso ordinario del desarrollo histórico de la humanidad. Es el contributo habitual
del cambio generacional en la sociedad, que no obstante el influjo de la herencia cultural en la que se
nace, crece y desarrolla cada persona trae consigo sus propias potencialidades, que conjugan con las
de otros contemporáneos y propician cambios socio-culturales.
Por tanto, debemos distinguir la crisis propia de adaptación de las generaciones nuevas al modelo
cultural vigente y la crisis del Cambio de Época. Para tener idea de lo que estamos describiendo, es
oportuno recordar que el último Cambio de Época reconocido como tal, fue en el siglo XVI cuando
surgió la época moderna.
Cada etapa de la historia de la humanidad se distingue no sólo por una calendarización periódica
arbitraria, sino principalmente por el conjunto de certezas que en el nivel cultural definen la vida de las
personas y de los pueblos.
De este modo, no es difícil observar en la cosmovisión colectiva diferencias sustantivas entre el mundo
precolombino, el periodo colonial, la época de las independencias nacionales y el actual momento
latinoamericano influido fuertemente por la dinámica de la globalización.
Cada una de estas épocas posee un conjunto de valores no cuestionados, que configuran la base
sobre la que se desenvuelve la vida de las personas, de la sociedad y de las instituciones. Es el
conjunto de valores aceptados y no cuestionados lo que asienta una cultura, un modelo cultural
asumido por todos.
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La cultura no es solamente la exposición de arte o el concierto musical, o la erudición académica, o la
construcción de una gran civilización. Cultura principalmente es el modo particular en el cual los
hombres y los pueblos cultivan a través de sus decisiones, valores, lenguajes y símbolos su relación
con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia
plenamente humana.
La cultura abarca toda la actividad del ser humano, su inteligencia y vida afectiva, su búsqueda de
sentido, sus costumbres y sus recursos éticos. Y es precisamente en ese nivel en el que hoy se
encuentra un escenario de cambio sin precedentes, que modifica nuestras certezas más queridas y
nuestras valoraciones más profundas.
La principal característica del Cambio de Época es el resquebrajamiento del modelo cultural vigente.
Los valores que sustentan el modelo son cuestionados con diferentes argumentos y comienzan a
presentar valores y antivalores como opciones indistintas, no contrapuestas, para ser elegidas por el
ciudadano con plena libertad.
La libertad es la bandera, promovida con intensidad, para poder ejercer la influencia social en la opinión
pública según la corriente propia. Comienza así, una lucha social y política con la finalidad de
prevalecer los valores según las distintas ideologías, que van desarrollándose ante el deterioro
generalizado de las Instituciones de Gobierno, públicas y privadas.
Resultado de la lucha ideológica, cada vez más intensa, se genera poco a poco, y de manera incierta,
los elementos de un nuevo modelo cultural, que probablemente será vigente para los próximos tres o
cuatro siglos.
Afirmar que nos encontramos en un Cambio de Época significa que vivimos una etapa de transición,
donde la transmisión generacional de valores, vía el modelo cultural vigente, se debilita a medida que
avanza el proceso de cambio.
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Es muy importante asumir, con plena conciencia, nuestra condición de una generación que todavía
alcanzamos a valorar el modelo cultural que se está desmoronando, y no pedirle peras al olmo: es
decir, no se debe confiar que vía el modelo cultural vigente se transmitan los valores y la fe, sino buscar
y reforzar esa debilidad mediante otras estrategias de formación y educación.
Somos una generación de la que dependerá el estilo socio-cultural que dejaremos a las nuevas
generaciones de los próximos 3 o 4 siglos. Debemos tomar conciencia de esta enorme
responsabilidad.
Por mi parte considero que dicha responsabilidad de la actual generación de cristianos es lograr que
los valores del Reino de Dios sean levadura en el proceso de gestión del nuevo modelo cultural.
Por ello, es importante advertir las consecuencias negativas del momento actual y potenciar las
consecuencias positivas.
En aras de la libertad y los derechos humanos se consagra la libertad personal de decisión como el
gran baluarte de la postmodernidad. La verdad se individualiza lo que conduce al libertinaje, al
subjetivismo, y al relativismo moral.
Con la polarización de posiciones se deteriora la identidad social y cultural, ante ello unos se distancian
de su compromiso social dejando la arena libre, otros optan por posiciones extremas, y se propicia la
polarización entre los grupos y lucha en base a posturas ideológicas y no al diálogo para el consenso
hacia el bien común.
Las instituciones se van debilitando por el embate de la opinión pública, que exige justicia y
cumplimiento cabal en el ejercicio de las instituciones, especialmente del poder público (cuestión
justificada), pero en ese afán exhiben las fallas con gran escándalo, y sin cuidar la salvaguarda de las
mismas instituciones, como instancias indispensables para la protección de la persona y de la célula
básica de la sociedad, que es la familia.
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La globalización y la internacionalización de la política condicionan los esfuerzos locales, y muchas
veces, los gobiernos no son capaces de oponerse a las presiones legislativas y decisiones
gubernamentales que vienen por consigna.
El sistema democrático pierde su autoridad y para sostenerse parcializa sus políticas públicas con
algunos sectores y concede acuerdos ilegales, propiciando el lastre de la corrupción. Así la democracia
se debilita y se desvía hacia la tolerancia absoluta o al retorno de las dictaduras.
Surge el desencanto por la democracia que ha hecho añorar y en varios casos regresar la llegada de
políticos que encarnan las superadas figuras de caudillos y que ponen en práctica las dañinas medidas
populistas, que a largo plazo no solo no resuelven los problemas sino que los complican aún más
El proceso de formación y educación afecta fuertemente a los niños y jóvenes, quienes afrontan la
ordinaria crisis de adaptación al modelo cultural vigente (proceso que todos hemos vivido), pero unido
a la crisis propia del Cambio de Época. Se diluye el modelo que debería guiar a las nuevas
generaciones, y éstas quedan a merced de las inercias y de las influencias ideológicas de su entorno;
el modelo cultural queda desintegrado, confrontado y cuestionado, generando un profundo
rompimiento intergeneracional, y llevando a la juventud a una confusión, dispersión y desprecio de la
conducta social.
Así, la sociedad se hace cada vez más ineficiente para la indispensable transmisión de sus valores
tradicionales, ocasionando la ya reconocida crisis de valores.
La persona se siente atraída por el anhelo y búsqueda de la verdad. A la par, aparece con frecuencia
el deseo de la paz, no violencia, igualdad y justicia, así como la necesidad de alcanzar condiciones de
vida digna y de felicidad. De aquí se deriva con frecuencia un despertar ecológico y un amor por la
naturaleza.
Lo anterior se ve afianzado por la lucha para que sean vigentes los derechos humanos en todos los
países y al interior de ellos.
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Considero que el debilitamiento generalizado de las instituciones genera una oportunidad de replantear
los objetivos y procesos para una transformación cultural acorde a los valores.
Para justificar mi señalamiento conviene recordar la vocación cristiana laical, y luego la específica del
líder político.
La vocación Laical es el llamado, desde el ámbito de la profesión o empleo, para transformar las
realidades temporales y generar el estilo de vida, que exprese los principios y valores de la enseñanza
de Jesucristo.
La vocación Laical es la llamada de Dios para desarrollar una misión concreta, que es hacer presente
el Reino de Dios en el mundo en que me toca vivir; es decir, dar a conocer, promover y vivir los
principios y valores de la enseñanza de Jesucristo.
La Iglesia por su parte reconoce estos 18 Derechos Humanos Universales, pero además propone los
principios y valores que podrán garantizar que la sociedad pueda vivirlos.
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Los principios son:
-el respeto a la común Dignidad Humana del varón y la mujer,
-la búsqueda del Bien Común,
-el cuidado de la Creación de nuestra casa común,
-la administración que cuide el Destino Universal de los Bienes,
-la promoción y aplicación de la Subsidiaridad y de la Solidaridad.
Indudablemente ustedes, los líderes políticos, tienen la oportunidad no solamente de promover los
principios de la Doctrina Social de la Iglesia y los valores cristianos, y convertirlos en leyes, su
responsabilidad se prolonga para cuidar que se apliquen en las políticas públicas en favor de la
sociedad.
Para poder llevar a cabo esta difícil tarea es indispensable el desarrollo humano-espiritual de la
persona, y es necesario llevar a cabo la misión, independientemente de la militancia partidista, de
forma organizada en comunidad, porque nadie puede hacerlo aisladamente; además solamente será
posible responder a la vocación laical en comunión con Dios, para contar con la sabiduría y fortaleza
que él nos ofrece.
Por eso, en la primera parte de mi exposición recordé la necesidad de interpretar los Signos de los
Tiempos para descubrir la voz de Dios y lo que quiere de nosotros. Esto es justamente lo que pretende
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tanto nuestra Academia de Líderes Católicos como este retiro, suscitar en Ustedes la llamada de Dios,
y su promesa de acompañamiento mediante el Espíritu Santo para realizar sus tareas.
Conclusión
Estamos en transición y podemos influir, es nuestra responsabilidad histórica. Lo peor sería quedarnos
al margen y resignarnos. Está en nuestras manos el futuro, aunque no sea posible ahora visualizarlo.
¡Recuerden siempre, en esta tarea no están solos!
Una Iglesia, en la que sus miembros, especialmente los fieles laicos aprendan a leer e identificar los
Signos de los Tiempos y responder conforme a los principios de la doctrina social de la Iglesia y con
los valores cristianos, caminará los senderos del Espíritu, será una Iglesia fiel, que se consolará con
las palabras del Apocalipsis:
Conozco tu conducta y he abierto ante ti una puerta, que nadie puede cerrar, porque, a pesar de tu
poco poder, has puesto en práctica mi Palabra, y no has renegado de mi nombre…
¡Vendré pronto! Conserva firmemente por tanto, lo que tienes, de modo que nadie arrebate tu corona.
(3,8.10-11).
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Preguntas para reflexionar:
1 Compartir lo reflexionado especialmente la visión y el discernimiento de los signos del tiempo actual.
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