Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fundamentos de tanatología
Los objetivos de la Tanatología se centran en la calidad de vida del enfermo, señalando que se
deben evitar tanto la prolongación innecesaria de la vida como su acortamiento deliberado. Es
decir, deben de propiciar una "Muerte Adecuada" misma que se puede definir como aquella en la
que hay:
Ausencia de sufrimiento
Persistencia de las relaciones significativas del enfermo
Intervalo permisible y aceptable para el dolor
Alivio de los conflictos
Ejercicio de opciones y oportunidades factibles para el enfermo
Creencia del enfermo en la oportunidad
Consumación en la medida de lo posible de los deseos predominantes y
de los Instintivos del enfermo.
Comprensión del enfermo de las limitaciones físicas que sufre
Todo lo anterior, será dentro del marco del ideal y del ego del paciente.
De esta manera se entiende que el deber de la tanatología como rama de la medicina consiste, en
facilitar toda la gama de cuidados paliativos terminales y ayudar a la familia del enfermo a
sobrellevar y elaborar el duelo producido por la muerte.
Según lo anterior, la Tanatología es una disciplina amplia y muy difícil de abordar por las múltiples
facetas y diversos campos de análisis que se interrelacionan. Por ejemplo: El aspecto biológico
prácticamente invariante, los diversos modelos culturales y personales del morir, las creencias y
rituales, los aspectos sociales que configuran en nuestra civilización una cultura de evitación de la
muerte, reafirmada ésta, en los debates sobre el derecho a una muerte digna, misma que no
buscan otra cosa más que repensar y resimbolizar lo que se ha querido llamar la muerte adecuada.
El objetivo de la Tanatología es ayudar al hombre en aquello a lo que tiene como derecho primario
y fundamental: Morir con dignidad, plena aceptación de la muerte y total paz.
La alternativa es prepararnos a nosotros mismos para poder prestar la mayor atención posible
durante el encuentro, hay que asegurarse de no ser interrumpido.
Si es posible hay que llevar al paciente y/o familiares a un lugar privado, sino se cuenta con un
lugar privado. La posición debe ser cómoda y próxima al paciente. Sin prisas.
Si en el ambiente hay una o más personas con el paciente pregunte gentilmente quien o quienes
son y cuál es el parentesco o relación. Una forma sencilla es preguntar ¿cómo está compuesto el
grupo familiar? Si la o las personas que están allí no muestran intenciones de retirarse
espontáneamente, pregunte al paciente si quiere que siga la entrevista con todos los presentes.
Sea cortés y amable. Demuestre interés y respeto, el comportamiento profesional, es vital para
permitirle al paciente sentirse bienvenido, valorado, respetado. Salude adecuadamente.
Etapa 2: Descubriendo qué sabe el paciente
Este paso está orientado a obtener una impresión de cuánto sabe el paciente de su problema,
fundamentalmente cuan grave considera que está y de qué modo ve afectado su futuro.
Si el paciente no desea conocer más sobre su condición médica, se procede hablar sobre el
tratamiento. En caso contrario la información se va a dosificar para que le permita asimilarlo.
Las reacciones pueden ser muy diversas. Debemos tener en cuenta tres puntos básicos:
Ahora se debe ofrecer una perspectiva positiva y una guía, demostrando que se encuentra
apoyando al paciente. Para ello deben tenerse en cuenta los siguientes puntos: -
Atención en la agonía
Los últimos días en la vida del enfermo, fase terminal, requieren una atención especial. En esta
etapa pueden aparecer nuevas necesidades y causas de sufrimiento tanto para el enfermo como
para la familia. Estas necesidades requieren un enfoque dirigido a potenciar el bienestar y el
confort físico, emocional y espiritual; a fomentar la consecución de una muerte digna y en paz; y a
apoyar a familiares y cuidadores para que el recuerdo de esta fase sea lo más positivo posible.
El sufrimiento pobremente aliviado en los días previos a la muerte del enfermo se recuerda
siempre por familiares y puede causar un gran sufrimiento durante meses e incluso años, y en
ocasiones hace que se olviden los cuidados de etapas anteriores. La atención en los últimos días
del paciente implica un diagnóstico adecuado, comprender las características del sufrimiento del
enfermo, proporcionar los mejores cuidados y apoyar a la familia y a los allegados
Aspectos Psicológicos
Aspectos espirituales
Atención a la Familia
La muerte de un individuo produce cambios en las vidas de las personas de su entorno, tanto más
cuanto más cercanas fueran éstas. La mayoría de las pérdidas significativas se producen en el
contexto de una unidad familiar . Partimos de la concepción de que la familia es una unidad de
interacción en la que todos los miembros se influyen entre sí. En la familia la muerte de uno de sus
miembros supone, además de enfrentarse a la pérdida, dotar de nuevo significado, reorganizar y
reestructurar las funciones que juegan cada uno de sus componentes, dado que el que
desempeñaba el fallecido ha quedado vacante, es decir, el objetivo del duelo familiar es establecer
las bases de un nuevo sistema familiar, que surge del anterior, pero que no será el mismo.
La intervención familiar va a perseguir los mismos objetivos que la intervención individual con la
salvedad de que las estrategias y las técnicas utilizadas van a ir dirigidas, y por lo tanto adaptadas,
al grupo, a la unidad familiar.
En este sentido, los objetivos específicos que se persiguen con la atención en el duelo son:
Aumentar la realidad de la pérdida.
Ayudar al doliente a expresar sus emociones (tanto las exteriorizadas como las latentes).
Ayudar a vencer los obstáculos que evitan el reajuste después de la pérdida.
Alentar para decir “adiós” al fallecido y sentirse confortable en la nueva situación de
vuelta otra vez a la vida.
W. Worden describe una serie de tareas necesarias para superar el impacto de la pérdida,
restablecer el equilibrio y así completar el proceso de duelo. Estas tareas no siguen
necesariamente un orden concreto pero su naturaleza sí sugiere un criterio de lógica.
Al enfrentar la pérdida, incluso cuando ésta es anunciada como en el caso del paciente oncológico,
hay siempre un primer momento de shock y negación de la misma, una sensación de que eso “no
ha pasado” o que ha sido un mal sueño por lo que la primera tarea de afrontamiento del duelo es
entender la muerte del otro, aceptar que no va a volver para poder reconocer la pérdida. Muestra
de esta resistencia a aceptar lo evidente es la impresión de “ver al otro” en algún lugar, una calle,
una cafetería, etc., para comprobar luego que se ha equivocado, que esa persona no va a volver.
La pérdida del ser querido despierta sentimientos de dolor, pena, sufrimiento, rabia, culpa e
indefensión que el doliente puede querer posponer para más adelante con la intención de
protegerse. Pero aunque en un principio pueda parecer inofensiva esta estrategia de protección,
el hecho de evitar o ignorar ciertas emociones puede perjudicar en un futuro a la persona afligida,
prolongando el curso del duelo. Por tanto, se trata de sentir, identificar y aceptar las reacciones
emocionales ante la pérdida para poder afrontarla.
Esta tarea supone aprender a desenvolverse en una nueva vida, donde se renuncia a los vínculos
que unían a doliente y falleció para construir un nuevo mundo sin olvidar el antiguo, en el que se
desarrollen nuevas habilidades y asuman nuevas tareas que conduzcan al superviviente a tener
una vida plena.
El objetivo de esta tarea es amar de nuevo, retirar la energía emocional del fallecido y reinvertirla
en otras relaciones para sentir afecto pleno por los demás y ser capaz de preocuparse por ellos.
Esta última tarea supone situar al ser querido en un lugar especial dentro del mundo interior del
doliente de forma que el recuerdo de la persona perdida se pueda activar sin exceso de
emocionalidad, de manera que facilite al doliente sentir interés por otras personas o cosas. Por
tanto, no significa olvidar ni sustituir al fallecido; de hecho plantearse esa alternativa puede
suponer un rechazo total del doliente a finalizar el duelo, ya que puede dar lugar a despertar
sentimientos de traición o desengaño por creer que el vínculo que existía entre el deudo y el
fallecido no era lo suficientemente fuerte.
El duelo termina sólo cuando estas tareas han finalizado y no antes, siendo un buen indicador de
que el duelo se ha completado hablar de la persona fallecida sin dolor y de forma sosegada. En
estas condiciones es muy difícil estimar la duración de un duelo normal aunque dos años suele ser
el periodo más aceptado por la comunidad científica.
Bibliografía
Lacasta, M.A. y Soler, M.C. El duelo: prevención y tratamiento del duelo patológico. Cuidados
después de la muerte. En: Camps, C., Carulla, J., Casas, A.M., González-Barón,
Astudillo, W. y Mendinueta, C. La asistencia del proceso del duelo. En Astudillo, W., Mendinueta,
C. y Astudillo, E. (eds.) Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su familia. Pamplona:
Eunsa, 1995, pp. 307-16.
Collel R, Fontanals A. Principios de comunicación. Como dar malas noticias. Clínica rural 1997;
486:12-22