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Breve historia de la ciudad de Constantinopla

Cuando Constantino decide fundar en 324 Constantinopla sobre lo que era la antigua Bizancio, una
colonia fundada por los colonos griegos de Megara, unos diez siglos antes, y que con el tiempo se había
transformado en ciudad imperial romana, tal vez no imaginara que ponía la piedra basal de un edificio que
tomó como tradición sentirse el centro del Universo y que muchas veces cuando estaba por caer se volvía a
levantar con la fuerza de un coloso.

Tras dos primeros y problemáticos siglos dominados por elementos godos e


isaurios en las altas esferas de la corte, con Anastasio y Justiniano, el Imperio se acomoda definitivamente
en un primer orden mundial, primero financieramente y luego políticamente.
Pasada la efímera reconstrucción romana de Justiniano, sus sucesores hacen lo imposible por mantener
la gloria del Imperio, pero la desgracia cae sobre él durante la usurpación de Focas, y en el transcurso de
solo ocho años los persas se quedan con la mitad de sus territorios.
En esta dramática hora, Heraclio es el héroe que recupera todas las regiones perdidas y que pudo
quedarse con toda la Persia misma, pero decidió perdonar y festejar su triunfo en Jerusalén y Constantinopla.
Luego el Islam derrotará al ejército imperial en Yarmuk en 636 y finalmente le arrebatará en los próximos
años los mejores territorios de Asia y África, dejando al Imperio golpeado y herido.
El mundo islámico trata de tomar Constantinopla (y con ella la totalidad del Imperio), pero choca varias
veces contra sus murallas, entre 674 y 678 y, muy especialmente, en 717-718, cuando un impresionante
ejército parece que va a derrotar definitivamente a los cristianos. Ahora le tocaba el turno de mantener vivo
al Imperio a León III, que defendió la ciudad con ahínco e inteligencia y resultó vencedor e, incluso en sus
últimos años, pasó al ataque y venció a los árabes en Akroinón, en 641.
Siguieron luego los avatares del Imperio por caminos de gloria y recuperaron el dominio de amplias
zonas europeas y asiáticas, llegando incluso a abrigar esperanzas de reconquistar Jerusalén, y sometiendo y
convirtiendo al Cristianismo a pueblos enteros como los búlgaros, servios y, por un tiempo, a los croatas. Su
civilización inigualable llegó a influenciar a pueblos como los húngaros y los rusos, aunque prontamente la
diplomacia del Papado le arrebató Hungría y Croacia para siempre... Bizancio demostraba que podía
convertir en civilizados a todos los pueblos de este mundo.
Pero, una vez más, el destino del Imperio se debatió entre la vida y la muerte luego de la batalla de
Mantzikert en 1071 en Armenia, sobreviniendo diez años de caos total, para ser salvados por otro gran
personaje: Alejo Comneno que, junto a su hijo Juan y su nieto Manuel, tendrán cien años más de clara
influencia política en todo el mundo conocido, amplio prestigio y poder, los cuales, por supuesto, eran
ostentados desde la gran ciudad imperial.

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