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Βασιλεία Ῥωμαίων
Basileía Rhōmaíōn
Imperium Rōmānum
Imperio romano de Oriente
Provincias del Imperio romano
administradas por el emperador de Oriente
En todo caso, el término Imperio bizantino fue creado por la erudición ilustrada de
los siglos XVII y XVIII y nunca fue utilizado por los habitantes de este imperio,
que prefirieron denominarlo siempre Imperio romano (en griego: Βασιλεία Ῥωμαίων,
Basileia Rhōmaiōn; en latín: Imperium Romanum) o Romania (Ῥωμανία) durante toda su
existencia.
Índice
1 El término «Imperio bizantino»
2 Identidad, continuidad y conciencia
3 Historia
3.1 Origen
3.2 Cambios religiosos
3.3 División del imperio
3.4 Historia temprana
3.5 La época de Justiniano
3.6 El repliegue de Bizancio
3.6.1 Amenazas exteriores
3.6.2 La querella iconoclasta
3.6.3 Transformaciones
3.7 Renacimiento macedónico (867)
3.7.1 Política exterior
3.8 Separación de la iglesia cristiana oriental y occidental (1054)
3.9 Declive del Imperio (1056-1204)
3.10 Cuarta cruzada y consecuencias (1204-1261)
3.11 Decadencia final y sitio turco (1261-1453)
4 Mundo bizantino
4.1 Demografía
4.2 Economía
4.3 El emperador
4.4 Ejército
4.5 Religión
5 Cultura y arte
5.1 Lengua y literatura
5.2 Arquitectura bizantina
5.3 Escultura
5.4 Mosaicos
5.5 Pintura
5.6 Música
6 Legado
7 Véase también
8 Notas
9 Bibliografía sobre el Imperio bizantino
9.1 En español
9.2 En otros idiomas
9.3 Fuentes primarias
9.3.1 Siglos V–VII
9.3.2 Siglos VIII–XIII
9.3.3 Siglos XIII–XV
10 Enlaces externos
El término «Imperio bizantino»
A medida que avanzó la Edad Media pasaron de referirse a sí mismos como romioi
('romanos') a helenoi (que tenía connotaciones paganas tanto como el de romios) o
graekos ('griego'), término que fue usado frecuentemente por los bizantinos, para
su autoidentificación étnica, en especial en los últimos años del Imperio. La
disolución del Estado bizantino en el siglo xv no deshizo inmediatamente la
sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron
identificándose como romioi y helenos, identificación que sobrevivió hasta
principios del siglo xx y que aún persiste en la moderna Grecia.
Historia
Artículo principal: Historia del Imperio bizantino
Origen
La partición demográfica y geográfica del Imperio romano de Oriente, tiene mucho
que ver con la fisonomía que había adquirido la herencia que dejaron las conquistas
de Alejandro Magno (356-323 a. C.). Tras su muerte, el imperio helenístico quedó
fraccionado en Grecia, Anatolia, Media, y Egipto. Los herederos (diádocos),
mantuvieron enfrentamientos por más de 100 años. Las pujas constantes terminaron
debilitando a todos los reinos en cuestión, acudiendo a Roma como mediador entre
sendas partes, fueron ocupadas paulatinamente y luego invadidas, entre los siglos I
y II a. C. Lo que a Alejandro Magno le llevó doce años, Roma lo hizo en 150 años:
pasaron a ser todas provincias romanas (a excepción de Persia y Media oriental).
Los rasgos característicos de todas las regiones eran su origen multiétnico, la
pluralidad religiosa (predominaba el politeísmo de cada región), y la gran
diversidad de idiomas. Se destacaba principalmente la ciudad que el macedonio
fundó, Alejandría, centro de proliferación del saber y la ciencia. En sí, Roma optó
en dejar «todo tal como estaba», pero importando recursos económicos, ingenieros,
cientistas y pensadores trabajando para su imperio.
Cambios religiosos
Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión
que fue decretada como oficial y obligatoria (bajo pena de muerte caso contrario)
por el emperador Teodosio I, en el año 380 d. C. tras promulgar el Edicto de
Tesalónica, lo que llevó a una fuerte resistencia y una larga serie de
enfrentamientos de carácter religioso. Las regiones subordinadas por tantos siglos
bajo un régimen imperial que permitía la libertad religiosa y las prácticas
culturales propias de cada etnia, estaba ahora bajo una larga lista de nuevas
prohibiciones.
Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores
de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros
que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia
Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450)
reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable
(de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar
la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y
acabaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte,
Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande,
dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad
oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal
entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén
y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que
negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el
nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía
monofisista que afirmaba que Cristo solo tenía una naturaleza, la divina. Aunque
fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos
adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus
intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la
estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer
emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que
suponían las invasiones bárbaras parecía definitivamente conjurado. Los pueblos
germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, estaban demasiado
ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por
Bizancio.
La época de Justiniano
Artículo principal: Recuperatio Imperii
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las
carreras de cuadrigas se habían convertido en una diversión popular que levantaba
pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo
divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando
colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-
sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina
Sabiduría (Hagia Sophia) como signo y símbolo de un esplendor magnífico y
majestuoso.
El repliegue de Bizancio
Los siglos VII y VIII constituyen en la historia de Bizancio una especie de «Edad
Oscura» acerca de la cual se tiene muy escasa información. Es un período de crisis,
con tremendas dificultades externas (el hostigamiento del islam que conquistó las
regiones más ricas, los continuos ataques de búlgaros y eslavos desde el norte y el
reanudamiento de la lucha contra los persas en el este) e internas (las luchas
entre iconoclastas e iconódulos, símbolo de los enfrentamientos internos entre
poder temporal y religioso). A pesar de ello, el Imperio salió de este periodo
transformado y reforzado.
Justino II trató de seguir los pasos de su tío y su misma mente sucumbió bajo el
intolerable peso de administrar un Imperio amenazado desde varios frentes. Su
sucesor, Tiberio II abandonó la política militar de Justiniano y permitió que
Italia cayera bajo el poder de los lombardos y los bárbaros ocuparan el Tíber, y se
replegó a África. Mauricio llegó a hacer un tratado favorable con Persia (590),
volvió una vez más a la defensa de las fronteras del norte, pero el Ejército se
negó a soportar las inclemencias de la campaña y Mauricio perdió con el trono la
vida. Con Focas, las invasiones de los persas, de los bárbaros y las luchas
internas estuvieron a punto de destruir al Imperio. Sin embargo, la revolución de
algunas provincias logró salvarlo.
Amenazas exteriores
Desde África, donde era más fuerte el elemento latino, zarpó Heraclio para rescatar
a los últimos restos del Imperio romano. Este viaje era a sus ojos una empresa
religiosa y durante todo su reinado ese interés fue capital. El siglo VII comienza
con la crisis provocada por la espectacular ofensiva del monarca persa Cosroes II
que, con sus conquistas en Egipto, Siria y Asia Menor, llegó a amenazar la
existencia misma del Imperio. Esta situación fue aprovechada por otros enemigos de
Bizancio, como los ávaros y eslavos, que pusieron sitio a Constantinopla en 626. El
emperador Heraclio fue capaz, tras una guerra larga y agotadora, de conjurar este
peligro, repeliendo el asalto de ávaros y eslavos, y derrotando definitivamente a
los persas en 628. En su guerra contra los persas, Heraclio fue capaz de
replegarlos hasta el corazón de su patria y debilitarlos al punto que no fueron
capaces de sobrevivir el ataque árabe sucesivo. En su misión de salvar el Imperio y
consolidarlo tuvo un gran respaldo por parte de la Iglesia.
Sin embargo, apenas unos años después, entre 633 y 645, la rápida expansión
musulmana arrebataba para siempre al Imperio, exhausto por la guerra contra Persia,
las provincias de Siria, Palestina y Egipto. Pero el Imperio de Heraclio sobrevivió
a los ataques árabes (aunque perdiendo casi toda su romanidad y tomando
características completamente helenísticas en el área balcánico-anatólica),
mientras que los Persas fueron conquistados totalmente por los Árabes.
A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes continuaron
presionando, llegando incluso a amenazar la capital, pero la superioridad naval
bizantina, reforzada por su magníficas fortificaciones navales y su monopolio del
«fuego griego» (un producto químico capaz de arder en el agua) salvó al Imperio
bizantino de la destrucción.
La querella iconoclasta
Entre los años 726 y 843 el Imperio bizantino fue desgarrado por las luchas
internas entre los iconoclastas, partidarios de la prohibición de las imágenes
religiosas, y los iconódulos, contrarios a dicha prohibición. La primera época
iconoclasta se prolongó desde 726, año en que León III (717-741) suprimió el culto
a las imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La
segunda etapa iconoclasta tuvo lugar entre 813 y 843. En este año fue restablecida
definitivamente la ortodoxia.
Transformaciones
La recuperación de la autoridad imperial y la mayor estabilidad de los siglos
siguientes trajo consigo también un proceso de helenización, es decir, de
recuperación de la identidad griega frente a la oficial entidad romana de las
instituciones, cosa más posible entonces, dada la limitación y homogeneización
geográfica producida por la pérdida de las provincias, y que permitía una
organización territorial militarizada y más fácilmente gestionable: los temas
(themata) con la adscripción a la tierra de los militares en ellos establecidos, lo
que produjo formas similares al feudalismo occidental. A principios del siglo IX,
el Imperio había sufrido varias transformaciones importantes:
Política exterior
Durante estos años, la crisis en que se ve sumido el Califato Abasí, principal
enemigo del Imperio en Oriente, debilita considerablemente la ofensiva islámica.
Sin embargo, los nuevos Estados musulmanes que surgieron como resultado de la
disolución del califato (principalmente los aglabíes del Norte de África y los
fatimíes de Egipto), lucharon duramente contra los bizantinos por la supremacía en
el Mediterráneo oriental. A lo largo del siglo IX, los musulmanes arrebataron
definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya había sido conquistada por los árabes
en 827. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el islam, que
permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes: Nicéforo II Focas
(963-969) reconquistó el norte de Siria, incluyendo Antioquía (969), así como Creta
(961) y Chipre (965).
El gran enemigo occidental del Imperio durante esta etapa fue el Estado búlgaro.
Convertido al cristianismo a mediados del siglo IX, Bulgaria alcanzó su apogeo en
tiempos del zar Simeón I (893-927), educado en Constantinopla. Desde 896 el Imperio
estuvo obligado a pagar un tributo a Bulgaria, y, en 913, Simeón estuvo a punto de
atacar la capital. A la muerte de este monarca, en 927, su reino comprendía buena
parte de Macedonia y Tracia, junto con Serbia y Albania. El poder de Bulgaria fue,
sin embargo, declinando durante el siglo X, y, a principios del siglo siguiente,
Basilio II (976-1025), llamado Bulgaróctonos ('Matador de búlgaros') invadió
Bulgaria y la anexionó al Imperio, dividiéndola en 4 temas.
Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno (800)
y las pretensiones de sus sucesores al título de emperadores romanos y al dominio
sobre Italia. Durante toda esta etapa, a pesar de la pérdida de Sicilia, el Imperio
siguió teniendo una enorme influencia en el sur de Italia. Las tensiones con Otón
I, quien pretendía expulsar a los bizantinos de Italia, se resolvieron mediante el
matrimonio de la princesa bizantina Teófano, sobrina del emperador bizantino Juan I
Tzimiscés, con Otón II.
Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión del
cristianismo oriental provocó los recelos de Roma, y a mediados del siglo IX
estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio y el papa
Nicolás I, quienes se excomulgaron mutuamente, produciéndose la separación
definitiva de las iglesias oriental y occidental. Además de la rivalidad por la
primacía entre las sedes de Roma y Constantinopla, existían algunos desacuerdos
doctrinales. El Cisma de Focio fue, sin embargo, breve, y hacia 877 las relaciones
entre Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.
La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, conocido como Cisma de Oriente y
Occidente, con motivo de una nueva disputa sobre el texto del Credo, en el que los
teólogos latinos habían incluido la cláusula Filioque, significando así, en contra
de la tradición de las iglesias orientales, que el Espíritu Santo procedía no solo
del Padre, sino también del Hijo. Existía también desacuerdo en otros muchos temas
menores, y subyacía, sobre todo, el enfrentamiento por la primacía entre las dos
antiguas capitales del Imperio.
El Imperio hacia el año 1265, terminó siendo casi una representación geográfica de
la Grecia Clásica del siglo V a. C.
El poder bizantino pasó a estar permanentemente debilitado. En este tiempo, Serbia,
bajo Esteban Dushan, de la dinastía Nemanjić, se fortaleció aprovechando el
desmoronamiento imperial e inició un proceso que culminaría con el establecimiento
del Imperio serbio en 1346. Sin embargo, existieron tres remanentes griegos
herederos del Imperio bizantino fuera de la órbita latina: el Imperio de Nicea, el
Imperio de Trebisonda, y el Despotado de Epiro. El primero, gobernado por la
dinastía Paleólogo, reconquistó Constantinopla en 1261 y derrotó al Epiro,
revitalizando el Imperio, pero prestando demasiada atención a Europa cuando la
creciente penetración de los turcos en Asia Menor constituía el principal problema.
Mundo bizantino
Demografía
Son muy pocos los datos que pueden permitirnos calcular la población del Imperio
bizantino. J. C. Russell indica que a finales del siglo iv la población total del
Imperio romano de Oriente era de unos veinticinco millones, repartidos en un área
de aproximadamente 1 600 000 km². Hacia el siglo ix, sin embargo, tras la pérdida
de las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo
VI, se cree que habitaban el Imperio alrededor de trece millones de personas en un
territorio de 745 000 km². Hacia el siglo XIII, con las importantes mermas
territoriales sufridas por el Imperio, no es probable que el basileus rigiese los
destinos de más de cuatro millones de personas. Desde entonces el territorio del
Imperio —y, por ende, su población— fue reduciéndose rápidamente hasta la caída de
Constantinopla en 1453. Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre
en la parte asiática del Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.
En los últimos tiempos del Imperio las ciudades sufrieron un pronunciado declive.
Se calcula que, en el momento de su conquista por los turcos, la población de la
capital estaba en torno a los cincuenta mil habitantes, y la de la segunda ciudad
del Imperio, Tesalónica, rondaba los treinta mil.
Economía
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era
la agricultura que estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el
clero. Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y otros alimentos. La
principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que
empleaban a grandes cantidades de operarios. El Imperio dependía por completo del
comercio con Oriente para el abastecimiento de seda, hasta que a mediados del siglo
VI unos monjes desconocidos —quizá nestorianos— lograron llevar capullos de gusanos
de seda a Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda —principalmente
en Siria—, y su fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el
resto de Europa hasta al menos el siglo XII.
Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el
Imperio bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo,
al menos hasta el siglo VII, cuando el islam se apoderó de las provincias
meridionales del Imperio. Era especialmente importante la posición de la capital,
que controlaba el paso de Europa a Asia, y al dominar el estrecho del Bósforo, los
intercambios entre el Mediterráneo (desde donde se accedía a Europa occidental) y
el mar Negro (que enlazaba con el Norte de Europa y Rusia).
El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarcanda, Bujará).
Se conoce como Ruta de la Seda.
Una segunda ruta, mucho más difícil, evitaba Persia, e iba del mar Negro, a través
de los puertos de Crimea, al Caspio, y de ahí a Asia Central. Esta ruta fue abierta
en época de Justino II.
Por mar, desde la costa de Egipto, a través del mar Rojo y del océano Índico,
aprovechando los monzones, hasta Sri Lanka. Esta ruta marítima posibilitaba no solo
el comercio con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea.
Una pormenorizada relación de las vicisitudes de esta ruta se encuentra en la obra
del viajero Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció
cuando en el siglo VII se perdieron las provincias meridionales del Imperio.
El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII, a causa de
las ruinosas concesiones que se hicieron a Venecia, y, en menor medida, a Génova y
a Pisa.
El emperador
El jefe supremo del Imperio bizantino era el emperador (basileus), que dirigía el
Ejército, la Administración y tenía el poder religioso. Cada emperador tenía la
potestad de elegir a su sucesor, al que asociaba a las tareas de gobierno
confiriéndole el título de césar. En algún momento de la historia de Bizancio
(concretamente, durante el reinado de Romano I Lecapeno) llegó a haber hasta 5
césares simultáneos.
Si bien el emperador elegía a su sucesor, fueron muchos los que llegaron al poder
al ser proclamados emperadores por el Ejército (como Heraclio I o Alejo I Comneno),
o gracias a las intrigas cortesanas, a veces aderezadas con numerosos crímenes.
Para evitar que los emperadores depuestos y sus familiares reivindicaran el trono
eran con frecuencia cegados y, en ocasiones, castrados, y confinados en
monasterios. Un caso peculiar es el de Justiniano II, llamado Rhinotmetos ('Nariz
cortada'), a quien el usurpador Leoncio cortó la nariz y envió al destierro, aunque
recuperaría posteriormente su trono. Estos crímenes atroces fueron sumamente
frecuentes en la historia del Imperio bizantino, especialmente en las épocas de
inestabilidad política.
El escudo del Imperio bizantino, cuando gobernaban los Paleólogos, hace referencia
al papel político y religioso del emperador; el águila bicéfala porta en una pata
un orbe o una cruz (la Iglesia); y en la otra, una espada (Estado).
La figura del emperador estaba especialmente relacionada con la Iglesia, que se
convirtió en un factor estabilizador, y especialmente con el patriarca de
Constantinopla. La monarquía bizantina tenía un carácter cesaropapista —uno de los
títulos del emperador era Isapóstolos ('Igual a los Apóstoles'), y ciertas
prerrogativas de su cargo remiten al Rex sacerdos ('Rey sacerdote') de la monarquía
israelita—. El emperador y el patriarca tenían una relación de mutua
interdependencia: si bien el emperador designaba al Patriarca, era este el que
sancionaba su acceso al poder mediante la ceremonia de coronación. Entre uno y otro
hubo en la historia de Bizancio muchos momentos de tensión, pues los intereses del
Estado diferían a veces de los de la Iglesia. En la última etapa del Imperio, por
ejemplo, cuando los emperadores, para obtener la ayuda de Occidente frente a los
turcos, intentaron restaurar la unidad religiosa de su Iglesia con la de Roma, se
encontraron con la tenaz resistencia de los patriarcas.
Una de las principales bazas del emperador era su control sobre una eficaz
administración, que se regía por el Corpus Iuris Civilis, recopilado en época de
Justiniano. La organización territorial se basaba, desde el siglo VII, en los
themata ('temas'), provincias al mando de un strategos o general.
Ejército
Artículo principal: Ejército bizantino
El Ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Continuación
del Ejército romano, en los siglos III y IV fue sustancialmente reformado,
desarrollando sobre todo la caballería pesada (catafracta), de origen persa. La
armada bizantina tuvo un papel preponderante en la hegemonía del Imperio, gracias a
sus ágiles embarcaciones, llamadas dromones (dromos) y al uso de armas secretas
como el «fuego griego». La superioridad naval de Bizancio le proporcionó el dominio
del Mediterráneo oriental hasta el siglo XI, cuando empezó a ser sustituida por el
incipiente poder de algunas ciudades-estado italianas, especialmente Venecia.
Una de las debilidades del Ejército bizantino, que fue acentuándose con el tiempo,
fue la necesidad de recurrir a tropas mercenarias, de fidelidad dudosa. Entre los
cuerpos mercenarios más conocidos está la famosa guardia varega. La crisis más
terrible que los mercenarios causaron en el Imperio fue seguramente la revuelta de
los almogávares, en el siglo XIV. El arte de la estrategia alcanzó un gran auge en
época bizantina, e incluso varios emperadores, como es el caso de Mauricio
escribieron tratados sobre el arte militar. Estas doctrinas ensalzaban el sigilo,
la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.
Religión
Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la
importancia de la religión y del estamento eclesiástico en su ideología oficial,
Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el
punto de que el apego a la verdadera fe (la «ortodoxia») fue un importante factor
de cohesión política y social en el Imperio bizantino, lo que no impidió que
surgieran numerosas corrientes heréticas.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia ortodoxa por atraerse a
los monofisitas, mediante posturas religiosas intermedias, como el monotelismo,
defendido por Heraclio I y su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y
681, en el III Concilio de Constantinopla se retornó definitivamente a la
ortodoxia.
En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó
el primado de Roma, abriendo una historia de desencuentros que culminaría en 1054,
con el llamado Cisma de Oriente y Occidente. Focio se esforzó también en equiparar
el poder del patriarca al del emperador, postulando una especie de diarquía o
gobierno compartido.
Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de volver a la unidad religiosa
con Roma: en 1274, en 1369 y en 1438, para conseguir la ayuda occidental frente a
los turcos. Sin embargo, ninguno de estos intentos llegó a prosperar.
Cultura y arte
Véase también: Arte bizantino
Lengua y literatura
Artículo principal: Literatura bizantina
En los orígenes del Imperio bizantino existió una situación de diglosia entre el
latín y el griego. El primero era la lengua de la administración estatal, en tanto
que el griego era la lengua hablada y el principal vehículo de expresión literaria.
La Iglesia y la educación utilizaban también el griego. A esto debe añadirse que
algunas regiones del Imperio empleaban otras lenguas, como el arameo y su variante,
el siríaco, en Siria y Palestina y el copto en Egipto.
En el último periodo, desde finales del xi, existe una gran cantidad de literatura
polémica religiosa, pero también escriben Focio y Miguel Psellos sobre temas más
variados y se propicia un renacimiento de las letras griegas, renacimiento que pasó
a Europa con la dispersión de los eruditos bizantinos por la península itálica tras
la conquista de Constantinopla por los otomanos. En Italia renacerá el estudio del
griego y el Humanismo y de ahí pasará al resto del mundo. Tzetzes escribe poemas
didácticos y eruditos. El epigrama alcanza cumbres en Cristóbal de Mitilene o Juan
Mauropo. Se escriben novelas en Grecia y proliferan los bestiarios y lapidarios, y
crónicas como la célebre Crónica de Morea, que mandó traducir al aragonés el gran
maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén Juan Fernández de Heredia. El inquieto
e inconformista poeta Teodoro Pródromo escribe cuatro poemas satíricos en la lengua
popular y escribe su Catomiomaquia, o Lucha de los Gatos contra los Ratones a modo
de parodia épica. Hay excelentes historiadores que dejan testimonio de las
Cruzadas, como los hermanos Miguel y sobre todo Nicetas Acominato, Paquimeras,
Nicéforo Brienio o su mujer Ana Comneno, princesa imperial autora de La Alexiada,
historia de su padre Alejo I Comneno. Durante la época de los Paleólogos la
literatura entra en decadencia, pero después surge con fuerza la filología.
Arquitectura bizantina
Artículo principal: Arquitectura bizantina
La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura
paleocristiana. Es una arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los
edificios civiles de importancia. Muestra una marcada predilección por el ladrillo
como material de construcción (aunque disimulado por lajas de piedra en el exterior
y por suntuosos mosaicos en el bizantinasinterior). Aunque utiliza la columna
(destaca la sustitución del ábaco por el cimacio), su innovación más característica
es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los tipos de bóveda más utilizados
son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su
característica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la
cúpula sobre trompas). En cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la
de cruz griega, con una cúpula en la intersección de las naves. Es frecuente que
los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex, de
origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así
porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.
La Segunda Edad de Oro coincide con el renacimiento macedónico (siglos IX, X y XI).
Sigue siendo la iglesia de planta central cubierta con cúpula el modelo
fundamental. Son frecuentes las iglesias de planta de cruz griega inscrita en un
cuadrado, con los brazos de la cruz cubiertos con bóvedas de cañón, y cinco
cúpulas, una en el centro y otras cuatro en los ángulos. El prototipo era la Nueva
Iglesia (Nea) construida por Basilio I, hoy desaparecida. Algunas iglesias
destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, Santa Catalina
de Salónica, la catedral de Atenas y la basílica de San Marcos de Venecia.
Escultura
Artículo principal: Escultura bizantina
El estilo bizantino quedó definido a partir del siglo VI. Anteriormente dominaba el
estilo romano tardío, aún en la misma Constantinopla, según lo evidencian diversas
estatuas erigidas por toda la ciudad. No obstante, otros monumentos de la época
iniciaban ya el gusto bizantino, como Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en
bajorrelieve las figuras del emperador y su corte (393).
Cultivó el arte bizantino muy poco el bulto redondo, pero abundó en relieves sobre
marfil, plata y bronce y no abandonó del todo el uso de camafeos y entalles en
piedras finas. En los relieves, como en las pinturas y mosaicos se presentan las
figuras mirando de frente.
Mosaicos
De la cultura Helenica12 Bizancio heredó la decoración mediante mosaicos que
llegaron a su máximo esplendor con este imperio. Los mosaicos eran figuras formadas
por pequeños trozos de piedra o vidrio coloreado (llamadas también teselas).
Seguían estrictas normas para ilustrar pasajes de la vida de los emperadores y
escenas religiosas. Estas últimas cubrían las murallas y cielos rasos de las
iglesias.
De esa habilidad alcanzada con respecto a los mosaicos resurge el interés de los
vidrieros de Bizancio por la imitación de las piedras preciosas, con lo que
llegaron a alcanzar una habilidad tan grande que resultaba bastante difícil poder
distinguirlas de las auténticas.
Pintura
Artículo principal: Pintura bizantina
Son particularmente destacables los retablos de temática religiosa conocidos como
iconos.
Música
Artículo principal: Música bizantina
La música bizantina, de carácter normalmente religioso, estaba fuertemente
emparentada con el canto gregoriano.
Legado
El Imperio bizantino fue un Imperio multicultural, que nació como cristiano y
heredero de la tradición romana, comprendiendo la zona de Oriente y que desapareció
en 1453 como un reino griego ortodoxo. El escritor británico Robert Byron lo
describió como el resultado de una triple fusión: un cuerpo romano, una mente
griega y un alma oriental.
La caída del Imperio fue traumática, tanto que durante mucho tiempo se consideró
1453 como la división entre la Edad Media y la Edad Moderna. El conquistador
otomano, Mehmet II, y sus sucesores se consideraron a sí mismos herederos legítimos
de los emperadores bizantinos hasta el derrumbamiento del Imperio otomano, a
principios del siglo XX. Sin embargo, el papel del emperador bizantino como cabeza
de la ortodoxia oriental fue reclamado por los grandes duques de Moscú empezando
por Iván III. Su nieto Iván IV el Terrible se convertiría en el primer zar de Rusia
(el título de zar proviene del latín caesar, 'césar'). Sus sucesores apoyaron la
idea que Moscú era la heredera legítima de Roma y Constantinopla, la Tercera Roma —
una idea mantenida por el Imperio ruso hasta su propio fin a principios del siglo
XX—.
Véase también
Bizancio
Cronología del Imperio bizantino
Imperio romano
Imperio romano de Occidente
Títulos y cargos del Imperio bizantino
Emperadores bizantinos
Guerras romano-sasánidas
Guerras otomano-bizantinas
Guerras árabo-bizantinas
Imperio de Nicea
Imperio de Trebisonda
Despotado de Epiro
Ducado de Atenas
Ducado de Neopatria
Caída de Constantinopla
Imperio otomano
Indumentaria bizantina
Gastronomía del Imperio bizantino
Notas
En época de los paleólogo.
Entre 1204 y 1261 la capital estuvo en poder del Imperio Latino
Idioma oficial hasta el siglo VII
Idioma oficial a partir del siglo VII sustituyendo al Latín
En 1054 la iglesia ortodoxa se separa de la iglesia católica
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Seventeenth Century. NY: New Rochelle. ISBN 978-0892414307
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una galería multimedia sobre el Imperio bizantino.
Atlas del Imperio Romano
En español
Historia del Imperio bizantino de A. A. Vasiliev, tomo I (324–1081)
Historia del Imperio bizantino de A. A. Vasiliev, tomo II (1081–1453)
Lámina sobre arte bizantino.
En francés
Cantacuceno: Historia de los emperadores Andrónicos.
Texto bilingüe griego - francés, con índice electrónico, en el sitio de Philippe
Remacle (1944-2011).
En inglés
Byzantium: estudios sobre Bizancio en Internet
«¿Qué es un bizantino?» por el Prof. Clifton R. Fox
«Doce líderes bizantinos», por Lars Brownworth
Rome and Romania, 27 BC–1453 AD, extensa página con abundantes mapas y árboles
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