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Caída de Constantinopla
El Imperio Bizantino era una algamasa de pueblos, que durante diez siglos supo
unir la cultura griega y la romana, consiguió que convivieran religiones como la
cristiana y la pagana, mezcló las costumbres de occidente con las de oriente.
Consiguiendo una riqueza cultural en todos los sentidos, recogiendo de cada
cultura lo que podía ser provechoso para una sociedad tan diversa. Dentro
del Imperio Bizantino, se hablaba el griego a pesar de considerarse romanos,
pues no dejaban de ser descendientes directos de los Emperadores de Roma.
CONSTANTINOPLA
Cuando Teodosio dividió el Imperio, otorgó la capitalidad del Imperio Romano de
Occidente a Roma, mientras que la capital del Imperio Romano de Oriente,
se convirtió en Bizancio, que tras la restauración de la ciudad por parte de
Constantino y con esa nostalgia del Imperio Romano, la llamo Nueva
Roma, nombre que no perduró en el tiempo ya que se la comenzó a llamar
Ciudad de Constantino, Constantinopla.
Bizancio había sido una antigua colonia griega, fundada por el Rey Bizas, según
relata la mitología griega. Será más tarde cuando este Imperio se le comience a
nombrar como Imperio Bizantino.
Llegó a ser una de las ciudades más pobladas del mundo, debido a su gran
actividad cultural y económica. Constantinopla a menudo era atacada por tribus
germanas, hasta que, en el siglo V, el Emperador Teodosio II, construyó una
muralla de tres muros y 12 metros de altura que rodeaba la ciudad, y de la que
todavía quedan restos. Las murallas tenían una longitud de 19 km entre los que
se distribuían 96 torres de vigilancia.
Fue la etapa de mayor apogeo del Imperio, para conseguir unificar todos los
reinos cristianos, se propuso restablecer las fronteras de lo que había sido el
Imperio Romano. Una vez asegurada la frontera oriental del imperio, amenzada
por el fuerte expansionismo del Imperio Persa, saldada en la batalla de Dara en
el año 530, volcó todo su empeño en conquistar lo que había sido el Imperio
Romano de Occidente.
De hecho, la conquista de esta mítica ciudad fue tan importante que los
historiadores han considerado 1453 como la fecha de referencia que separa
la edad Media de la Edad Moderna.
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El Imperio Romano de Oriente o también llamado Imperio Bizantino, se
originó en el año 395 d.C. cuando el emperador Teodosio dividió el Imperio Romano en
dos: Oriente y Occidente.
A diferencia del Imperio Romano de Occidente, que fue destruido por los
germanos en el año 476 d.C., el Imperio Bizantino logró sobrevivir a la amenaza
germánica. Por eso perduró por casi diez siglos, hasta el año 1453 en el que los turcos
otomanos ocuparon su capital, Constantinopla.
A lo largo de diez siglos, los bizantinos, que eran en realidad una pluralidad de pueblos,
lograron fusionar la cultura de los griegos y romanos, los elementos religiosos de
cristianos y paganos y las costumbres occidentales y orientales. De esta manera
conservaron los aportes culturales de la antigüedad y los re-elaboraron bajo nuevas
formas.
Aunque hablaban griegos, los bizantinos se llamaban así mismos romanos, pues
consideraban herederos de este antiguo imperio. Por eso a Constantinopla se le conocía
también como la nueva Roma.
CONSTANTINOPLA
Actualmente esta ciudad no existe con este nombre, hoy en día esta antigua ciudad se
llama Estambul.
Fue construida por el emperador Constantino en el año 330, se construyó sobre la
antigua ciudad griega de Bizancio. En sólo seis años edificó una ciudad cuyo tamaño y
arquitectura eran equiparables a los de Roma y la llamo Constantinopla.
Constantinopla se ubicó entre el Mar Negro y el Mar Mármaro; estaba rodeado de mar
y era el paso obligado de todos los comerciantes que viajaban por mar o por tierra entre
Asia y Europa. Hasta el siglo XIII fue una de las ciudades más pobladas del mundo: sólo
Bagdad la gran ciudad del islam la igualó.
Para proteger Constantinopla de los germanos, el emperador Teodosio II, construyo en
el siglo V una muralla triple de unos 12 metros de altura que rodeo la ciudad. Esta
muralla recorre unos 19 km y tiene 96 torres, desde las cuales los soldados bizantinos
divisaban al enemigo.
LA HISTORIA DE UN GRAN IMPERIO
Desde la caída del Imperio Romano de Occidente, los gobernantes bizantinos
añoraban los tiempos en que este imperio dominaba todo el Mediterráneo. Uno de ellos
fue el emperador Justiniano, intento restaurar la grandeza del viejo imperio.
JUSTINIANO
Justiniano, sobrino del emperador Justino, llego al trono en el año 527. Justiniano era
como su tío, hijo de un simple campesino. Sin embargo, desde joven, recibió una
excelente formación militar. Al momento de su ascensión al trono, el Imperio Bizantino
incluía la Península Balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto. Sin embargo,
Justiniano pensaba que el mundo cristiano debía tener una única autoridad
política: el emperador bizantino.
Con estas ideas y con la ayuda de los generales Belisario y Narsés, Justiniano se
apoderó de los territorios vándalos del norte de África, Córcega, Cerdeña y de las Islas
Baleares; conquisto Italia y Sicilia, dominadas por los ostrogodos y por último ocupó el
suroeste de la España visigoda.
Luego Justiniano emprendió la reforma del estado bizantino para renovar las
bases sobre las que se asentaba el imperio. Reorganizó la administración central,
residente en Constantinopla, que supervisaba a los funcionarios de provincias.
Además, decidió clasificar y editar las leyes romanas. Para ello, encargo al
jurista Triboniano la redacción del código Justiniano, que incluyo todas
las constituciones dictaminaras desde la época del emperador Adriano. Por otra
parte, mejoro la situación de la hacienda pública y de la recaudación de
impuestos, para sostener una organización civil y militar más eficiente.
Justiniano murió en el año 565, año en que concluyó uno de los periodos más brillantes
de la larga historia bizantina.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA
En contraste con las monarquías germanas, el Imperio Bizantino contó con una sólida
organización política.
El imperio constituía una monarquía teocrática en la que el emperador
o basileus era considerado el delegado de Dios en la Tierra y por lo tanto un personaje
sagrado. Por eso fue el jefe de la Iglesia y con tal podía nombrar a los patriarcas. Al
emperador se lo representó como a los santos con la cabeza rodeada por un halo de
luz.
Con un poder absoluto, el emperador fue también el jefe supremo de la administración
y del ejercito bizantino. Para su acción de gobierno contaba con tres instrumentos.
LA RELIGIÓN
La sociedad bizantina era profundamente religiosa: todas las actividades cotidianas
estaban estrechamente ligadas a la región. Por ello los pleitos o querellas envolvían a
todo el pueblo y creaba serios problemas políticos.
Esto ocurrió por ejemplo con el monofisismo, una corriente religiosa que sostenía
que Cristo poseía una sola naturaleza, la divina, y que contrariaba a la posición cristiana
que invocaba la doble naturaleza de Cristo: humana y divina.
El monofisismo fue popular en Siria y Egipto, por eso, estas regiones trataron
constantemente de separarse del imperio. Esto último facilitó la conquista por los
árabes.
En el siglo VIII se originó otra querella promovida por los iconoclastas. Éstos
sostenían que las imágenes religiosas o iconos llevaban a prácticas supersticiosas,
porque se adoraba en ellas a la imagen representada y no al Dios verdadero. Además,
los iconoclastas buscaban disminuir el poder económico y social de los monjes.
A diferencia del monofisismo, los iconoclastas fueron protegidos y estimulados por
algunos emperadores bizantino. Este hecho provocó un distanciamiento entre estos
monarcas y el Papa romano, que se oponía a esta corriente religiosa.
Este proceso culminó con el cisma de Oriente entre la cristiandad occidental y
oriental, en 1054. En tanto que la primera aceptó como jefe espiritual al Papa de Roma,
el Oriente reconoció como jefe supremo al patriarca de Constantinopla. La Iglesia de
Oriente se llamo griego-ortodoxa.
LA ECONOMÍA
A lo largo de diez siglos de historia, Bizancio fue uno de los centros económicos más
importantes del mundo medieval. La economía bizantina fue mayoritariamente agraria.
Las grandes propiedades agrícolas estaban en manos de la Iglesia y de la aristocracia,
pero también había pequeños propietarios que con el correr de los siglos,
desaparecieron, incorporándose los grandes dominios como colonos.
Por otro lado, Bizancio no descuido las actividades artesanales ni el comercio. Este
imperio desarrolló un importante comercio internacional. Gracias a esta actividad,
en los mercados de Constantinopla y de otras ciudades del imperio se podían hallar
productos de zonas tan diversas como, por ejemplo, China, Persia y España. Los
artesanos bizantinos fabricaban a su vez numerosas piezas que se vendían al
extranjero.
Por ello, la moneda bizantina, el besante, fue aceptada en todos los mercados de la
Edad Media hasta el siglo XI. Se trato por lo tanto de una moneda internacional.
LA DECADENCIA DE UN IMPERIO
La invasión de los turcos seducidas en el siglo XI privó a Bizancio de una de las zonas
más ricas del imperio: el Asia Menor. A partir de este momento, el Imperio de Oriente
vivió una lenta y paulatina decadencia que se manifestó en una severa crisis agraria
y comercial.
Los bizantinos descuidaron su armada, y el tráfico comercial cayó paulatinamente en
más de genoveses y venecianos.
Así, la ruina del estado bizantino se hizo inevitable: debilitado en sus bases debí o ceder
territorios a distintas potencias. Por último, sufrió la invasión de los turcos otomanos.
Cuando en el año 1453, los turcos tomaron Constantinopla, el imperio se hallaba casi
reducida a la misma capital. Este hecho puso fin a mil años de historia
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¿Cómo sobrevivió mil años el
Imperio bizantino?
Bizancio caminó de la gloria al abismo, pero sus mil años de historia
evidencian su capacidad de resistencia
• ¿En qué fue grande Justiniano el Grande?
• Así fue Bizancio, la nueva Roma
Cuando Teodosio partió en dos el Imperio romano en los años finales del
siglo IV, el de Oriente y el de Occidente pasarían a tener historias
separadas. Este último ya estaba sufriendo los efectos de una crisis
económica que iría en aumento y no lograría poner coto a las invasiones de
los pueblos bárbaros. El siglo V vería su final.
1. La fundación
Según la tradición, el mítico Bizante fundó una ciudad situada en el Bósforo,
el estrecho que separa Europa de la península de Anatolia. Corría el año 667
a. C. Fue esta urbe, la Byzantion griega, la que el emperador Constantino I
refundó un milenio más tarde. Llevaría su nombre, Constantinopla, y, a partir
del siglo V, sería conocida como la “Segunda Roma”. La primera, capital del
Imperio de Occidente, sucumbió ante las invasiones germánicas. Oriente, sin
embargo, sobrevivió y conservó el legado del mundo latino.
2. Justiniano y la reconquista
El emperador Justiniano (527-565) se apoderó de la Italia de los ostrogodos
y arrebató el norte de África a los vándalos. Un esfuerzo bélico tan
considerable le obligó a elevar la presión fiscal a niveles desmesurados, a la
vez que desatendía peligrosamente la frontera oriental con los persas. A su
muerte dejó un imperio exhausto, pero en su descargo hay que decir que
su reinado no se limitó a las continuas campañas militares. Realizó una
importante recopilación legislativa, y Constantinopla vio alzarse su edificio
más simbólico: la basílica de Santa Sofía.
3. El imperio se heleniza
A partir del siglo VII nos encontramos en un mundo ya más heleno que
latino. Los emperadores sustituyen el título tradicional de augusto por el de
basileus. Poco a poco, el latín, lengua de la administración, se abandona a
favor del griego. Para algunos especialistas, este es el momento en que
termina en Bizancio la Antigüedad y da comienzo la Edad Media.
5. El arma secreta
Cuando la flota islámica amenazó la capital del Imperio, quedó claro que
eran necesarios nuevos sistemas de defensa. Surgió entonces un arma que
haría famosos a los bizantinos: el “fuego griego”. Se trataba de una
sustancia inflamable capaz de destruir las embarcaciones enemigas. Su
composición, hoy desconocida, fue un secreto celosamente guardado.
Mientras los iconódulos eran partidarios de las imágenes religiosas, los
iconoclastas eran contrarios
6. La iconoclastia
La querella religiosa más importante que dividió a los bizantinos tuvo lugar
en el siglo VIII. Mientras los iconódulos eran partidarios de las imágenes
religiosas, los iconoclastas eran contrarios, al entender que se trataba de
una forma de idolatría. El emperador León III tomó partido por los
iconoclastas, en un intento de fortalecer su poder frente a la jerarquía
religiosa.
Sin embargo, fueron los iconódulos los que finalmente lograron imponerse.
El enfrentamiento había estado a punto de provocar una guerra civil. Obras
artísticas de incalculable valor se habían perdido.
7. Los monasterios
La victoria de los partidarios de las imágenes no habría sido posible sin el
apoyo de los monasterios. Estas comunidades, en el universo teocrático
bizantino, ejercieron una considerable influencia espiritual y política.
Particular importancia tu vieron los religiosos del monte Athos, donde se
desarrolló una importante labor de preservación de la cultura.
8. El cisma
A lo largo de la historia bizantina, las pugnas entre el patriarca de
Constantinopla y el papa de Roma fueron constantes. El primero se negaba
a reconocer la primacía del segundo sobre toda la cristiandad. Existían,
además, divergencias teológicas. En el siglo IX, el patriarca Focio
protagonizó la controversia del “filioque”.
En Occidente, el credo afirma que el Espíritu Santo procedía de Dios Padre
“y del Hijo” (filioque en latín). Para los orientales, este añadido resultaba
herético. Se sentaron así las bases del cisma de 1054, que separó
definitivamente a católicos y ortodoxos.
9. Los cruzados
Ante la amenaza musulmana, Bizancio solicitó la ayuda occidental. Fue un
grave error de cálculo. Los guerreros que debían entregarle las tierras
arrebatadas a la Media Luna acabaron actuando por su cuenta, sin que
nadie pudiera controlarlos. Con la cuarta cruzada, las tropas que debían
conquistar Egipto se desviaron de su ruta y tomaron Constantinopla en
1204.
Se entregaron a un terrible saqueo. Los vencedores desmembraron los
dominios recién adquiridos en diversos principados feudales, pero la
nobleza autóctona logró mantener el legado imperial en tres estados. Uno
de ellos, Nicea, consiguió en 1261 reconquistar la capital y restablecer el
Imperio.
Dificultades en Italia
Muchas fuentes hablan de las tensiones entre Justiniano y Belisario. Según
unas, el Emperador temía que los éxitos de su general le otorgasen tanto
prestigio que le apeteciese el trono, por lo que le habría regateado fuerzas
y dinero para dificultarle la victoria en Italia. Según otras, el general fue
tentado por los ostrogodos para que cesara en sus ataques, a cambio de
otorgarle una soberanía del sur de Italia independiente de Constantinopla.
El legado de Justiniano
El Emperador murió en 565 a los 82 años de edad. Había borrado del mapa
a vándalos y ostrogodos, y de los pueblos arrianos solo resistían
parcialmente los visigodos. Toda África del norte, Italia y parted e Hispania
habían regresado al redil del antiguo imperio, y el Mediterráneo volvía a ser
casi un lago romano. Los francos, ya convertidos al catolicismo sesenta años
antes y, por tanto, más asentados entre la población galo-romana,
aceptaron una tácita sumisión al Imperio bizantino. Eran los únicos que
escapaban a la soberanía directa de Constantinopla y, por otra parte, los
únicos a los que esta jamás pretendió conquistar.
Pero la otra cara de la mo-neda fueron unas arcas exiguas por las guerras y
los sobornos pagados a los pueblos bárbaros, que apenas se podían
reponer, pues las nuevas provincias conquistadas estaban esquilmadas tras
dos siglos de ocupación germánica. El resultado final fue que, aunque el
imperio que Justiniano legó a sus sucesores era poderoso y grande, tenía
los pies de barro.
Durante los siguientes siglos las disputas internas por el poder, los cismas y
las tensiones religiosas, las rivalidades políticas y las crecientes amenazas
de búlgaros, persas, árabes y luego turcos hicieron que el Imperio se fuese
desangrando. Las provincias sirias y egipcias, más inclinadas al
monofisismo, pronto se sintieron enemigas de Constantinopla. Hubo
momentos de esplendorosa recuperación, pero al poco tiempo eran
devorados por una nueva crisis.
El territorio del Imperio se vio reducido poco a poco, y con ello su capacidad
de producción agrícola y recaudación impositiva, así como sus recursos
demográficos. Esta sería la lenta agonía que marcaría su devenir hasta que,
a mediados del siglo XV, con la caída de la capital a manos de los otomanos,
el Imperio bizantino fuese defenestrado definitivamente de la historia.
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