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Consecuencias higiénicas de la alteración de

los alimentos
Los consumidores demandan alimentos con una calidad cada vez mayor y
esperan que esa calidad se mantenga durante el periodo entre su adquisición y
su consumo. En nuestra vida cotidiana, se escucha con frecuencia decir que un
alimento se ha “alterado” o “deteriorado”. Y, sin embargo, el término “alteración”
tiene, hasta cierto punto, una gran carga de subjetividad; así, un alimento
en fase de deterioro que resulta repugnante para una persona puede constituir
toda una exquisitez para otra.
En un sentido amplio, “alteración” es cualquier cambio en un alimento que
le convierte en inaceptable para el consumidor, ya sea por cuestiones
relacionadas
con la calidad o con la seguridad. En consecuencia, el término “vida útil”
se define como el tiempo en el que un alimento conservado en unas condiciones
determinadas reúne tres condiciones: 1) es seguro; 2) mantiene unas
características
químicas, físicas, microbiológicas y sensoriales adecuadas; y 3) cumple
las especificaciones nutricionales declaradas en su etiquetado (1).
Tradicionalmente, se ha considerado que la Higiene de los Alimentos debe
velar por el cumplimiento de estos tres aspectos ya que, de hecho, su misión
fundamental es garantizar que los alimentos sean aptos para el consumo
humano.
Sin embargo, la actual normativa europea relativa a la higiene de los productos
alimenticios (el conocido “paquete de higiene”) considera “apto”
Higiene de los Alimentos sería garantizar la seguridad alimentaria. Se trata de
una visión demasiado restrictiva ya que ignora la función del higienista en otros
aspectos que resultan fundamentales para la aceptación de los alimentos, entre
los que destaca la prevención y control de las alteraciones.
Todos los alimentos se alteran si no se consumen en un tiempo prudencial
y/o si no se conservan en unas condiciones adecuadas. El Código Alimentario
Español define “alimento alterado” como todo aquel “que durante su obtención,
preparación, manipulación, transporte, almacenamiento o tenencia, y por causas
no provocadas deliberadamente, sufre variaciones en sus caracteres
organolépticos,
composición química o valor nutritivo de tal forma que la aptitud
para el consumo queda anulada o disminuida, aunque permanezca inocuo”.
Como se desprende de la definición, un alimento alterado puede ser inocuo pero
no apto para el consumo. Por el contrario, también puede suceder que un
alimento
con unas propiedades sensoriales y nutricionales adecuadas represente un
riesgo para la salud pública (Figura 1).
De las palabras anteriores se deduce que, en general, “alteración” suele tener
una connotación típicamente negativa, ya sea por el desarrollo de colores, olores
FACTORES QUE INFLUYEN EN LA
ALTERACIÓN
DE LOS ALIMENTOS
La alteración alimentaria puede obedecer a diversas causas físicas, químicas
y/o biológicas, entre las que destacan las siguientes (2): 1) lesiones físicas
(por abrasiones, presiones, congelación, desecación…); 2) actividad enzimática
de los propios alimentos y otras reacciones químicas inherentes a su composición
química; 3) crecimiento y actividad metabólica de bacterias, levaduras y
mohos; y 4) acción de insectos, roedores, aves y otros animales. A menudo estas
causas no actúan aisladamente. Por ejemplo, las bacterias, los mohos, los
insectos
y la luz pueden actuar simultáneamente para deteriorar un alimento en
un almacén. Igualmente, el calor, la humedad y el aire afectan tanto al
crecimiento
y actividad de los microorganismos como a la actividad química de las
enzimas propias del alimento en cuestión. En consecuencia, las condiciones en
las que se manipulan, procesan y almacenan los alimentos resultan críticas para
su vida útil; sin embargo, las condiciones reales de conservación no suelen ser
las más idóneas. Por ejemplo, el abuso en la temperatura sigue siendo
relativamente
común en la cadena de distribución y se convierte en práctica rutinaria
en los hogares. Por este motivo, es importante que las industrias contemplen las
características de un producto bajo el amplio espectro de condiciones de
almacenamiento
que, en la práctica, se observan en la cadena alimentaria.
Los factores que influyen en la velocidad y grado de alteración de un alimento
se suelen clasificar en intrínsecos y extrínsecos. Los intrínsecos se refieren
a las propias características del producto y están influenciados por el tipo y
calidad de las materias primas, la formulación y la estructura del producto. Entre
ellos cabe citar la actividad de agua, el pH, el potencial redox, el oxígeno
disponible, los nutrientes, la microbiota natural, los enzimas, los aditivos, etc.
INDICADORES DE VIDA ÚTIL
La vida útil es un atributo importante de todos los alimentos; guarda relación
con la calidad total del alimento y depende de los ingredientes, del sistema
de producción, del transporte y del almacenamiento (incluyendo el que se realiza
en los hogares). La vida útil puede determinarse mediante una combinación
de análisis microbiológicos y químicos en muestras del alimento tomadas a lo
largo de su vida de almacén, siguiendo diversas estrategias
Los recuentos de bacterias viables se comparan con la evaluación
química y sensorial del producto, y se establecen correlaciones para identificar
los indicadores clave de la alteración inicial de los alimentos. Además, cada
vez tiene más relevancia la modelación predictiva, a pesar de que todavía la
mayoría
de los modelos predictivos tienen por objetivo a los microorganismos patógenos
en vez de a los alterantes, que son los que más limitan la vida útil de
cualquier producto alimenticio.
Diversos compuestos químicos se emplean como indicadores para determinar
y predecir la vida útil de los alimentos. La mayoría son sustratos que emplean
los microorganismos para crecer o bien metabolitos que se producen en
la fase estacionaria del crecimiento microbiano (5). Entre ellos, destacan los
siguientes
(4):
(a) Glucosa: Representa el principal nutriente para los microorganismos en
las carnes rojas, incluidas aquellas envasadas en atmósferas modificadas y a
vacío.
Tras su agotamiento, las Pseudomonas inician la utilización de los aminoácidos,
lo que conduce a una rápida alteración.
(b) Ácidos glucónico y 2-oxoglucónico: Proceden del metabolismo de la
glucosa por especies del género Pseudomonas.
(c) Ácidos L-láctico, D-láctico, acético y etanol: La producción de estas
sustancias a partir de la glucosa podría ser un buen indicador de iniciación de
la alteración de algunos alimentos, como la carne de cerdo o de vacuno.
(d) Aminas biógenas o biológicamente activas: Ciertas enterobacterias y
bacterias lácticas producen aminas biógenas, como la tiramina o la histamina,
en una amplia variedad de alimentos. Su producción no conlleva una alteración
organoléptica manifiesta pero representa un riesgo para la salud debido, entre
otras, a sus propiedades vasoactivas. Estas sustancias se tratarán en detalle
posteriormente.
(e) Compuestos volátiles: La determinación de los compuestos volátiles resulta
particularmente útil ya que no requiere el empleo de métodos de extracción
a partir del alimento y permite la detección simultánea de productos derivados
de la actividad microbiana y otros originados por reacciones químicas en
las que no participan los microorganismos. Así, durante la alteración de la leche,
se puede detectar 2-metil-butanal, 3-metil-butanal, 2-propanol, etilhexanoato,
etilbutanoato, 1-propanol, 2-metil propanol y 1-butanol. Por otra parte, se
ha propuesto el empleo de la acetona, metil etilcetona, dimetil sulfuro y dimetil
disulfuro como indicadores de alteración de la carne picada, de la acetoína y
el diacetilo para el magro de cerdo y de la trimetilamina para el pescado.

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