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Con la caída del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo, los años 90 trajeron
para Cuba una crisis económica que golpeó fuertemente amplios sectores de nuestra
sociedad.
Las medidas para superar la crisis no se hicieron esperar y entre ellas la despenalización
del dólar, la reapertura del mercado agropecuario, la ampliación del trabajo por cuenta
propia y el incremento del turismo internacional ocasionaron el deterioro de algunos
valores, entre ellos la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la honradez.
Como consecuencia algunas personas temieron por el futuro del socialismo en Cuba;
otras trataron de aprovecharse de la situación que atravesaba el país en beneficio propio;
pero, la gran mayoría de los cubanos se creció para poder enfrentar los cambios y salir
adelante sin perder una sola de las conquistas del pueblo.
Si bien la sociedad cubana se vio sacudida por las dificultades y carencias, el momento
resultó una prueba más de la cual la Revolución salió fortalecida. La unidad del pueblo
y el apoyo a sus principales líderes, así como las profundas tradiciones históricas y
culturales y el enraizamiento de los principales valores que heredamos de nuestros
ancestros sirvieron para superar e ir venciendo los obstáculos.
El empeño en rescatar los valores que sufrieron un marcado deterioro durante los
primeros años de la década de los 90 ha dado frutos, aunque no podemos conformarnos
con lo logrado.
El estudio de las obras del Apóstol se ha constituido en una necesidad vital desde las
más tempranas edades, así por ejemplo los niños hablan de la vida de Martí y se
adentran en el conocimiento de su obra a partir de sus versos más conocidos que recitan
en las aulas: Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/
que me da su mano franca. / Y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/
cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca.
En realidad toda la obra de nuestro Héroe Nacional educa, aún a los lectores menos
avezados en el conocimiento de los valores; en ella aparecen reflejados sus criterios
acerca del patriotismo, la honradez, la dignidad, entre otros valores que utiliza con
mucha frecuencia, como si a propósito enfatizara cada uno por la importancia que
revestían para preparar hombres de bien que fueran útiles a la patria.
A propósito de este artículo sirvieron para ilustrar algunos pensamientos que aparecen
recogidos en el Diccionario del pensamiento martiano[ii]:
Sobre la dignidad:
“Porque si las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un
bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás
bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo preferiría: Yo quiero que la
ley primera de nuestra República sea el culto a la dignidad plena del hombre”.
Patriotismo:
“El patriotismo es de cuantas se conocen hasta hoy, la levadura mejor, de todas las
virtudes humanas”.
“El patriotismo es más bello cuando se muere por él, que cuando se recibe su
recompensa”.
Honradez:
Humanismo:
Laboriosidad:
“El trabajo, este dulcísimo consuelo, esta fuente de fuentes, esta fuente de orígenes, este
cincel, pincel, creador, evocador, este amigo que une, añade, sonríe, avigora y cura […]
El trabajo me place”.
Honestidad:
“…la verdad no es más que una, y quien la dice cuando los demás tienen miedo de
decirla, impera”.
Justicia:
Martí se refiere en casi todos sus escritos a los valores patriotismo, dignidad y
laboriosidad, lo cual se entiende como muestra de su dedicación a la causa justa a la que
dedicó toda su vida: la independencia de Cuba; no obstante, como el gran ser humano
que fue, también abordó con singular maestría otros que tienen que ver con las
relaciones familiares, el amor, la amistad, la necesidad de crecer como persona, de
cultivar la inteligencia y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la
naturaleza.
De esta manera el estudio de la obra martiana continúa siendo una necesidad
permanente en nuestro sistema de enseñanza y en general para cada cubano que
pretenda ascender en la escala social por los méritos que nos aportan los valores que
defendemos; solo así seremos mejores personas, mejores soldados de la patria, mejores
trabajadores, padres, hijos o vecinos… sus enseñanzas nos guían… el futuro tendrá que
ser entonces de alegría y esperanza.
José Martí, máximo exponente del pensamiento revolucionario cubano del siglo
XIX, tuvo en su época una claridad meridiana acerca del ser humano en su
integridad, su carácter activo, transformador, capaz de poner riendas a su
voluntad, como expresión de la conciencia en la unidad de los conocimientos y
el talento con los nobles sentimientos de la espiritualidad de los seres
humanos, liderados por los valores supremos como la justicia social y el deber
ante la patria, que concibió en la utilidad de la virtud, es decir en el actuar, en la
actitud ante la vida, en el ser de las personas.
Se evidencia por disímiles razones que el pensamiento de nuestro Héroe Nacional José
Martí adquiere renovada vigencia en nuestros tiempos, ya que representa la cúspide de
un legado cultural, político, social y filosófico orientado hacia los intereses de “los
pobres de la Tierra”; como bien afirmó en una ocasión el director de la Oficina del
Programa Martiano, Armando Hart Dávalos.
Mostró gran interés por la educación de los niños para que pudieran convertirse en un
futuro en hombres y mujeres de bien, de ahí su gran obra La Edad de Oro dedicada a
ellos. Sus pensamientos y consejos, elaborados con gran sabiduría, no se han perdido en
el tiempo sino que guían nuestro andar cotidiano y son ejemplo de virtud y calidez
humana.
En tal sentido, Hart Dávalos expresó en otro momento: “Para los cubanos en particular
y para los americanos y caribeños en general, son imprescindibles las ideas martianas
-inspiradas en Bolívar y otros próceres y pensadores-, para orientar nuestras acciones en
momentos definitorios como los que vivimos, frente a los más complejos obstáculos y
exaltando el papel de la cultura y las formas de hacer política, que nos enseñó José
Martí y Fidel Castro llevó a su plano más alto (…)Aplicarlas con inteligencia,
creatividad y oportunidad es el mayor desafío del momento actual.”
La Guerra Necesaria o Guerra del 95. Acción armada organizada por José Martí para lograr la
definitiva independencia de Cuba. Desde la emigración y como máximo representante del
Partido Revolucionario Cubano, había organizado la insurrección en Oriente, al igual que en el
resto del país. Para alcanzar sus objetivos independentistas, Martí se apoyó en las figuras más
cimeras de la gesta anterior, y logró vertebrar un movimiento que respondió a sus órdenes sin
vacilaciones. El estallido independentista ocurrió el 24 de febrero de 1895.
En febrero de 1892, escribió a Rogelio Castillo: “Por tu carta, así como por el Yara, he
sabido de las excursiones patrióticas de José Martí. Magnífico; yo, como uno de los
defensores legales y desinteresados de la Causa Cubana, me alegro de todo eso”. En su
opinión, los veteranos combatientes, como él, no eran capaces de revivir “el espíritu
Revolucionario, muerto por nuestras torpezas y desgracias, como puede hacerlo, hoy
por hoy, José Martí”; y concluye que es un deber “ayudar a Martí y a quien no es Martí,
que de reputación bien sentada, se presente, con la bandera cubana, predicando
revolución”.
Poco después de haber escrito esta misiva, al tener noticias del conflicto surgido entre
Ramón Roa y Enrique Collazo con el Apóstol, Gómez, aunque sin estar al tanto de los
detalles de lo ocurrido, valoró sus consecuencias negativas para la unidad, por lo que
expresó a Serafín Sánchez:
“Así, pues, Vd. (como quiera que sea la cosa) no desperdicie medios de ayudar a
conciliar ese asunto y volver la serenidad a los espíritus [que] comulgamos en las
mismas ideas. Todo hay que ofrendarlo ante el Altar de la Patria”. Y en alguna
medida, estas gestiones contribuyeron a conjurar el incidente.
A las fuentes de información con que contaba el General se sumaría, a partir del 14 de
marzo de 1892, el Periódico Patria, en cuya primera plana reproducía las Bases del
Partido Revolucionario Cubano, donde, como buen lector y sobre todo por su larga y
fructífera experiencia, hallaría elementos para convencerse de que la nueva
organización político-militar en modo alguno marginaría a los hombres de armas de las
pasadas contiendas, sino que contaría con ellos desde sus pasos iniciales.
En los nueve artículos del documento se encontraba el llamado a ordenar una guerra
generosa y breve, a fundar una nación por una guerra de espíritu y métodos
republicanos, a abrir recursos para la guerra, así como realizar todo cuanto contribuyera
al éxito de esta.
Hacia finales de 1894 casi ha completado los detalles del « Plan Fernandina
»,consistente en invadir la isla de Cuba mediante tres expediciones coordinadas con
levantamientos internos; pero el plan fracasa, por una delación en la cual se culpa al
coronel López de Queralta. Una vez fracasado el plan, el 30 de enero de 1895, sale de
Nueva York hacia Cabo Haitiano en compañía de Mayía Rodríguez y de Enrique
Collazo. El 25 de marzo, después de conocer las noticias del alzamiento en Cuba,
redacta El manifiesto de Montecristi, programa ideológico de la revolución, firmado por
él y por Máximo Gómez.
El 11 de abril de ese año de 1895 en pleno monte establecen contacto con la guerrilla de
Félix Ruenes y más tarde con las fuerzas de José Maceo, hermano del heroico General
Antonio Maceo, y el 3 de mayo redacta el manifiesto sobre las causas de la guerra.
Jose Martí y la guerra necesaria