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entre los docentes y los alumnos, ya que las generaciones actuales, viven el momento histórico
del cambio sin reflexión de la conciencia de época, limitándose a vivir sus experiencias
presentes; olvidando la ideología de la transformación social.
Estos cortes cronológicos de la historia se dan a partir de grandes problemáticas que definen
épocas y cuestiones fundamentales, que representan señales para ser abordadas por la
humanidad, con la finalidad de que ésta sobreviva. Problemas que no pueden ser abordados
únicamente por la educación, si no a partir de tomar conciencia de la gravedad de ciertas
circunstancias.
El punto es abordar el grado de conciencia que se tiene del contexto que se vive, no sólo en
los temas ecológicos y ambientales, si no de la conciencia histórica de nuestra época. La
propuesta del Dr. Hugo Zemelman, es rescatar el pensamiento crítico. Él afirma que la
producción del conocimiento debe partir de la conciencia de la época en la que se vive, del
contexto que se caracteriza y responder a las siguientes interrogantes ¿Qué categorías nos
definen?, ¿cuáles son los grandes desafíos que tenemos hoy en día?, es recatar la conciencia
histórica que vivimos como docentes formadores, es tener en claro qué es la realidad,
¿cuál es la realidad de un profesor en su aula?, ¿es la primera realidad la que el profesor enfrenta
en la interacción con los alumnos? o ¿cada uno de ellos a su vez tiene una realidad particular?, la
realidad no es un concepto que tengamos claro, sin embargo hablando de ella.
La cuestión filosófica, que se traduce en un problema pedagógico, se hereda del siglo XX, y se
refiere al cuestionamiento de la realidad, que no se dijo pero que en su práctica sí se
cuestionó. El significado de esta realidad se concibe entonces como una construcción que no
existe antes ni después, si no cuando el sujeto está en el momento presente y que va más allá de
una concepción disciplinar.
La realidad socio histórica, la realidad del sujeto, supone una gran estructura de pensamiento,
la construyen muchos colectivos sociales, culturales, de género, etc. Por tanto, esta construcción
implica muchas construcciones multidireccionales, temporales, contenidos ideológicos y
valórales que suman el pensamiento de los diferentes actores sociales. Abordar el tema supone
el desarrollo del pensamiento, entonces, la realidad es mas que una colección de objetos
disciplinarios, que sí están contenidos, pero que no agotan el tema.
El problema es conceptualizar la realidad desde la complejidad que representa, por que además
se nos ha impuesto un concepto dogmático y excluyente de ella; La realidad es una construcción
en constante movimiento, en diferentes temporalidades; por esta razón no se debe perder la
noción de movimiento por que se corre el riesgo de construir falacias respecto de ésta, de quedar
atrapados en una forma de pensamiento inamovible que se nos impone irrefutablemente y que es
un conjunto de estructuras dadas de una vez y para siempre. Pero esto no es azaroso, es
producto del proceso de formación, es responsabilidad de las Universidades, que se encarga de
generar tontos; tontos no en el sentido de déficit intelectual, son tontos para reflexionar, para
analizar, para sorprenderse y actuar en su realidad, consecuencia de una sobre valoración de la
tecnología y la información.
Desde la lógica capitalista y globalizada, se paraliza la inteligencia, cada ser se refugia en sí
mismo, en su espacio, y como docente en su disciplina. Por lo tanto, para combatir el
aislamiento, desde la concepción de la construcción de la realidad podemos enfrentar las
disciplinas, formulando las siguientes preguntas de sobrevivencia, ¿Para que enseñar?, ¿para que
aprender? ¿cómo me vinculo con está disciplina? ¿a quienes vinculo con ella?, estas preguntas se
resuelven en un enunciado relativamente sencillo: “tengo que aprender a pensar, para saber
construir conocimiento”.
Será necesario construir un conocimiento que permita establecer ciertos tipos de conocimiento
teórico universal que tengan valides en diferentes contextos. El conocimiento en general es la
capacidad de construir relación con las circunstancias sociales, culturales, tecnológicas, etc. Es
un acto de asumir la conciencia de la circunstancia más allá de explicar cosas y objetos, significa
asumir las circunstancias, pensar no es sólo el acto de procesar información, es la capacidad de
ver lo que no se ve, de atreverse a ver el misterio, de ver lo que no necesariamente termina en
un hacer; de lo contrario nos limitaremos hacer solo una descripción de lo acontecido.
Lo nuevo, lo emergente es recuperar el concepto de la complejidad: que es la capacidad de
entender que el pensamiento no puede reducirse a una lógica de objeto, es entender que las
cosas no están aisladas ni fragmentadas, que hay muchas dinámicas concurrentes, heterogéneas,
que la realidad no es ontológica, ajena al hombre, sino que es parte de la vida del hombre y que
tenemos que ser capaces de reconocer el espacio donde el hombre tenga que intervenir para
producir un conocimiento, de darse cuenta de lo que ocurre, hasta llegar al conocimiento que
explica, que predice y que establece algún tipo de solución creativa, solo así se es capaz de
trascender lo ya explicado.
Por último, la educación es el campo potencial para formar personas y no solamente especialistas
en algo, es entender que la educación y sus actores no son un universo semántico cerrado –no
solo son teoría-, el docente debe ser capaz de entender que el alumno es un sujeto lleno de
significados, aún con el abismo generacional que les acompaña a ambos, además de discernir que
no es un objeto.
Por tal razón, habría que formar al estudiante para que organice su razonamiento, para que del
texto o de una clase, aprenda a discriminar información, a aprovechar la teoría y por sí mismo ser
capaz de organizar la información y formularse preguntas, recrear su propio conocimiento,
solucionar las propias necesidades que esta viviendo. Además de enriquecer su pensamiento con
algunas propuestas que pueden provenir de estas teorías o experiencias paralelas, ayudarle a
mantenerse alerta y en movimiento, solo así estaremos aptos para el cambio.
…………………
El 5 de octubre del presente año nos enteramos del sensible fallecimiento de uno de los
pensadores destacados de América Latina: el Dr. Hugo Zemelman Merino, profesor de
El Colegio de México, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y
desde el 2004 del Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina (IPECAL), centro de
formación e investigación fundado por él.
A finales del año pasado yo había terminado de editar el libro Pensamiento crítico
latinoamericano que consiste en una serie de entrevistas a algunos de los pensadores
más destacados de la región latinoamericana. Y desde mediados de este año dicho libro
comenzaba el camino hacia las editoriales. El profesor Zemelman, chileno de
nacimiento y radicado en México desde su exilio, está incluido en él; nos dio la
oportunidad de entrevistarlo el 28 de Marzo del 2009 en las instalaciones del IPECAL.
A modo de homenaje por su honestidad intelectual, de la cual surgió una obra
importante para el pensar de las ciencias sociales, y de agradecimiento por su
contribución al desarrollo del pensamiento crítico latinoamericano, a continuación
reproduzco un fragmento de la entrevista que nos ofreció en dicha ocasión.
[…]
Jorge Zúñiga (JZ): Para usted, desde su experiencia y su perspectiva en América Latina,
¿cuál sería el estado actual del pensamiento crítico en la región?
Hugo Zemelman (HZ): Yo creo que en este momento no hay pensamiento crítico en América
Latina. Yo creo que hay autores críticos, pero esos autores, como el propio Dussel,
Hinkelammert, Aníbal Quijano, como varios de ellos, son exponentes de una necesidad de
tener de nuevo un pensamiento que vea con claridad lo que en este momento se nos impone
como realidad absoluta, pero no hay un pensamiento que pudiéramos decir “el pensamiento
latinoamericano”, como lo fue en el pasado, cuando el pensamiento académico, incluso, era
un pensamiento muy comprometido con la construcción de proyectos de sociedad. Yo creo
que en este momento no podría yo afirmarle con certeza que haya un pensamiento crítico, lo
cual no significa que haya gente que no tenga pensamiento crítico.
JZ: Ante esta ausencia de pensamiento crítico, ¿cuál sería el compromiso actual del
pensamiento crítico en América Latina para generar este tipo de pensamiento?
HZ: Yo creo que lo más adecuado sería hablar de un pensamiento histórico, más que de un
pensamiento crítico. Porque pensamiento crítico es una palabra, una palabra que todo mundo
puede usar y sin ser crítico, por lo tanto no me dice mucho. Yo creo que el pensamiento que
usted llama crítico es, más bien, un pensamiento develador de posibilidades que implica una
relación con la práctica. Por lo tanto, creo que se puede hablar del hecho de que no hay un
pensamiento en general, groso modo, compartido, con muchísima gente que conforme grupo
de pensadores; creo que en estos momentos hay un momento de atomización muy profundo y
eso es evidentemente una situación que no podemos dejar de ver en el continente. Entonces,
en esta perspectiva, el compromiso del pensamiento crítico, desde la idea que usted me está
planteando, es hacia una reflexión del porqué no hay pensamiento crítico en el continente, y
cómo se puede abordar la situación.
Yo creo que en gran medida este es un tema muy amplio, pero la crisis del pensamiento
propositivo, alternativo en el continente, se produce por una especie de hiperideologismo, diría
yo. Creo que lo que se llamó en los años sesenta, setenta, hace veinte, treinta años atrás,
pensamiento crítico, fue un pensamiento valóricamente e incluso teóricamente muy
respetable, como es el caso de la Teoría de la Dependencia, por ejemplo, pero que pecó de
sur muy ideológico. Entonces, cuando se comprometió con determinado proyecto de
sociedad, y esos proyectos fracasaron como fueron los movimientos revolucionarios, los
movimientos nacionalistas en la década de los sesenta y los setenta, esos pensamientos se
quedaron sin respaldo social, y se quedaron arrinconados en la academia en el mejor de los
casos. Creo que eso admite una reflexión en sí, responder al porqué se incurrió en ese
ideologismo. (Es una pregunta que usted también debería hacerse en su proyecto. No es un
problema menor). Pero yo creo que una de las causas de ese hecho fue que ese llamado
pensamiento crítico se despegó de la realidad; no incorporó la dimensión histórica y se
transformó, en cierto momento, en un discurso muy retórico, muy libresco. Cuando se pierden
los compromisos ideológicos, porque los actores políticos, los liderazgos, fracasan, ese
pensamiento pierde sentido. Y estamos en este momento de reflujo.
La primera reacción a esta situación, yo la podría ejemplificar con el esfuerzo que se está
realizando en el continente de recuperar una tradición de pensamiento, y yo creo que una de
las que mejor lo está pensando en este momento podría ser la Teoría de la Colonialidad, por
ejemplo. La Teoría de la Colonialidad podría ser una primera expresión de resistencia a la
carencia de un pensamiento debido a estas derrotas políticas, por decirlo de alguna forma.
Y como ella podríamos pensar en otras líneas, pero no son muchas, otra podría ser la
Filosofía de la Liberación, representada fundamentalmente por Dussel, lo que nosotros
hacemos aquí en el IPECAL [Instituto “Pensamiento y Cultura en América Latina”] de alguna
manera. Pero todo esto mirado con mucha modestia, porque tampoco se trata de decir que
hay un pensamiento crítico, sino más bien hay un esfuerzo, que yo los circunscribiría
fundamentalmente en tres líneas: 1) la Teoría de la Subalternidad, protagonizada por Aníbal
Quijano, y mucha otra gente que lo ha seguido a él y que han contribuido en esta perspectiva,
y que además son intelectuales como en el caso de Quijano, muy respetables, porque están
enfrentando problemas en América Latina yno desde fuera de América Latina; 2) el caso de
Dussel con su recuperación del pensamiento crítico en una línea historiográfica y filosófica
importante, su relectura de lo que es América Latina, su postura antieurocéntrica, que lo ha
hecho con mucho rigor, su rescate del concepto de lo político, y lo cual podríamos englobar en
la Filosofía de la Liberación, y; 3) en el caso nuestro, el pensamiento epistémico, porque en
verdad, a diferencia de ellos dos, nosotros nos hemos ocupado más, no del problema teórico
o de construir una teoría sobre la sociedad, o una filosofía de la historia, sino nos estamos
moviendo más bien en el plano epistémico. En el plano epistémico significa que estamos
tratando de resolver una de las causas, en mi opinión, más importantes de la crisis del
pensamiento crítico. Y una de las causas de las crisis del pensamiento crítico, derivado de
este periodo de ideologización, fue la pérdida del pensamiento histórico. Y eso no es un
problema estrictamente de la política, sino también un problema epistémico, porque tiene que
ver con las formas cómo se piensa, las formas cómo se organiza el pensamiento teórico. Ésta
podría ser una tercera línea.
¿Cómo corregir esta situación? Yo creo que no hay muchas formas de corregir. Yo creo que la
principal es la educación. Creo que si no se enfrenta el proceso de formación de los jóvenes,
sobre todo al nivel de los pregrados y más aún, me atrevería a decir, a nivel de la escuela,
sino se enfrenta el proceso de la formación en los niños y los adolescentes en las escuelas, y
tampoco en los jóvenes de los pregrados, después a nivel de los posgrados ya no se puede
hacer mucho. Y eso es lo que no se está haciendo, porque las universidades no están
funcionando, no se están transformando en un espacio de pensamiento, más bien se están
transformando en un espacio de capacitación técnica, con un fuerte énfasis en capacidades
puramente operativas o instrumentales. Y con eso no vamos a avanzar a nada. Yo creo que el
punto central de esta consideración es que todo esto se tiene que traducir en lógicas de la
formación, en programas, en prácticas docentes, en impulsar líneas de investigación. Pero a
su vez estas líneas de investigación no pueden ser las líneas de investigación que
conocemos, porque si yo trato de retomar la problemática del pensamiento crítico en el ámbito
de la investigación social, los diseños metodológicos que tenemos en estos momentos no
sirven. Entonces, hay que comenzar por cambiar los diseños de investigación en el ámbito de
la economía, la antropología, la sociología, de todas las disciplinas sociales, para llegar a
construir un pensamiento que sea congruente con esta característica que estoy señalando del
pensamiento crítico como un pensamiento develador de lo oculto desde las exigencias de
construir un futuro.
JZ: La siguiente pregunta se vincula a lo que usted ya anteriormente nos había adelantado.
Para usted, ¿cuál sería un rasgo fundamental que diferenciaría al pensamiento crítico y a la
ideología en el sentido negativo?
HZ: El pensamiento ideológico es un pensamiento que parte de premisas, que parte de
axiomas, es un discurso autorreferido que no se contrasta con las circunstancias históricas; es
un discurso principista, maximalista. Por su parte, el pensamiento crítico es un pensamiento
histórico, un pensamiento que no es principista, que no es una reducción de la realidad a
determinadas tomas de posiciones, sino, por el contrario, es un esfuerzo por recuperar
renovadores principios de pensamiento desde la exigencia de la propia realidad histórica. Ese
es el desafío, de otro modo cualquiera es crítico. Si no es un problema de adjetivo
simplemente, el pensamiento crítico no es un problema de predicado, es un problema de
construcción de prácticas conducentes a la construcción de realidades, y por eso es que pasa
por la asunción del sujeto. Si el pensamiento crítico no recupera a la persona, no recupera al
sujeto, no es pensamiento crítico, hay discursoscríticos. Y yo diría que hay que separar lo que
es discurso crítico y pensamiento crítico. Discursos críticos hay por donde quiera, tenemos
hasta para las postales, pero pensamiento crítico no. Pensamiento crítico supone un sujeto
capaz de asumirse históricamente, capaz de ver las limitaciones y posibilidades de las
circunstancias históricas que se plantean
……………………
GLODEL MEZILAS
Dialéctica y teoría del
conocimiento en Hugo
Zemelman
Las relaciones entre las categorías del pensamiento y las propiedades de la realidad remiten a
la racionalidad científica. Zemelman destaca que la dinámica de la realidad no coincide con el
pensamiento y las teorías existentes. Intentar comprender la realidad a partir de teorías y
conceptos fijados plantea un problema de validez epistemológica para el conocimiento de la
realidad. El movimiento de la realidad no es el movimiento de los conceptos y categorías. La
relación entre ambos es de una gran complejidad y se inscribe en una dinámica de tensión.
De este modo, para captar la realidad, es necesario una crítica de la razón teórica, en el
sentido de que hay que abrir las teorías al movimiento, a la apertura y la potencialidad de la
realidad. Afirma: “la noción de apertura o de potencialidad cumple la exigencia epistemológica
de teorizar sobre el presente evitando de recurrir a las estructuras teóricas imposible a
dinamizar.
Si Emmanuel Kant explora la crítica de la razón pura, Zemelman insiste desde la dialéctica
sobre la crítica de la razón teórica y conceptual. Esta crítica significa abrirse a la apertura de lo
real. Hacer la crítica de la razón teórica significa abstenerse de imponer conceptos y categorías
a la realidad. De ahí hace una diferencia entre el pensamiento teórico y el pensamiento
epistémico.
En consecuencia, se plantea la necesidad de resignificar las categorías y los conceptos para que
puedan captar el movimiento interno de lo real. Zemelman destaca: “la necesidad de
resignificar surge precisamente del desajuste entre la teoría y la realidad”. Los conceptos
deben considerar la complejidad de la realidad y reflejar sus potencialidades. La idea de
resignificación permite superar los contenidos teóricos cerrados que aprisionan la realidad; por
ello, el concepto debe abrirse a la riqueza de lo real. Desde esta perspectiva, el concepto está
“en situación”, es decir, su contenido resulta de la captación de la potencialidad de lo real. La
resignificación permite escapar a los estereotipos para poder infiltrarse en la totalidad compleja
de lo real para captar luego su dinamismo interno. Otro elemento fundamental de la teoría
crítica del conocimiento de Hugo Zemelman es la idea del sujeto cognoscente. Es un sujeto
situado, localizado y dotado de la voluntad de cambiar el orden socio histórico. No conoce para
conocer sino para cambiar el proceso socio histórico. Es un sujeto a la vez constructor de
conocimiento y constructor de realidad. Su relación con el mundo exterior no es de pura
contemplación sino de praxis, de acción política. De ahí el título de uno de sus libros:
Necesidad de conciencia. La conciencia para Zemelman no es simplemente el producto de la
evolución histórica sino la capacidad de crear historia. La construcción del conocimiento está
vinculada a un proyecto de construcción de alternativas políticas.
Subjetividad y sujetos sociales hugo zemelmanDocument Transcript