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Las empresas buscan cada vez más competencias que están relacionadas con la
inteligencia emocional.
Esto hace necesario que trabajemos permanentemente en equipo, que nos adaptemos a los
cambios, que nos articulemos con otras personas, que podamos coordinarnos, que
podamos consensuar.
Hace algunos años atrás, era suficiente con que una persona estuviera dotada
técnicamente, esto es que fuera portadora de lo que tradicionalmente se considera la
inteligencia, para que fuera exitosa dentro del ámbito de las organizaciones y tal vez en su
propia vida.
Sin embargo, en la actualidad, la exigencia es mayor y requiere, para poder cumplir las
metas de la organización, articularse con otras personas.
Cuando somos pequeños, nuestros padres nos enseñan a lavarnos los dientes, a sentarnos
correctamente a la mesa, a comportarnos de manera adecuada en ciertos entornos sociales,
nos enseñan a andar en bicicleta.
Sin embargo, hay algo que muy pocos de nosotros hemos tenido en nuestra formación de
niños: reconocer nuestras emociones y gestionarlas con efectividad.
o Con adaptabilidad,
o Con autodominio,
o Que puedan sentir orgullo por los logros alcanzados, que puedan tener un espíritu
colaborativo y de trabajo en equipo,
Tanta conciencia hay de esto que ya los currículos escolares están empezando a
modificarse y están incorporando, como cuestiones a trabajar con los alumnos, el desarrollo
de la inteligencia emocional.
Esto, para favorecer el conocimiento de sus propias emociones pudiendo así regular sus
emociones y trabajar para la automotivación.