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Los niños están alborotados más de la cuenta y Martín -su padre- Está cada vez más
irritable. Entonces se dirige a su esposa Melanie con un agresivo:
(Pero lo que en realidad está pasando es: Melanie es demasiado permisiva con los niños.)
(Su verdadero pensamiento, no obstante, es: me lleva la contraria en todo lo que digo.
Tendré que hacerlo yo mismo).
Melanie asustada por la súbita muestra de cólera de Martín responde, en un tono más
sosegado:
(Pero lo que realmente piensa es: está perdiendo el control y podría llegar a pegarlos.
Será mejor que le sigue la corriente).
Este tipo de conversaciones paralelas ha sido puesto de manifiesto por Aarón Beck el
creador de la terapia cognitiva, como ejemplo de los pensamientos que pueden
emponzoñar una relación matrimonial. El auténtico intercambio emocional que tuvo
lugar entre Melanie Martín estaba prefigurado por sus pensamientos y estos a su vez,
estaban predeterminados por un estrato mental más profundo al que Beck denomina
“pensamientos automáticos”
Según Gottman, la razón de qué los hombres estén tan predispuestos a atrincherarse en sí
mismos hay que buscarla en la protección que esta situación les procura contra el
desbordamiento emocional. La investigación ha revelado que cuando se produce este
encerramiento en uno mismo, el ritmo cardiaco desciende una media de 10 latidos por
minuto, proporcionando una sensación subjetiva de consuelo.
Las investigaciones realizadas sobre las parejas que perduran a lo largo de los años han
llevado a los consejeros matrimoniales a esbozar un conjunto de recomendaciones
específicas para hombres y para mujeres, y una serie de consejos de carácter más global
aplicables tanto a unos como a otros.
Hablando en términos generales, los hombres Las mujeres necesitan remedios
emocionales diferentes. En este sentido, nuestra recomendación sería que los hombres no
trataran de eludir los conflictos sino que, en cambio, intentaron comprender que las
llamadas de atención de una esposa o sus muestras de disgusto, pueden estar motivadas
por el amor y por el intento de mantener la fluidez y la salud de la relación.
Un estudio realizado sobre 250 ejecutivos descubrió que la mayoría de ellos sentía que su
trabajo exigía la participación de su cabeza. Muchos de estos ejecutivos manifestaron su
temor a que la empatía y la compasión por sus compañeros de trabajo interfiriera con los
objetivos de la empresa uno de ellos llegó incluso a decir que consideraba absurda la idea
misma de tener en cuenta los sentimientos de sus subordinados porque a su juicio es
imposible relacionarse con la gente.