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Zizek expone la historicidad del complejo de Edipo, en la que Lacan había puesto el
foco de acuerdo a los siguiente pasos:
posibilidad futura pero que nunca ocurre realmente y de tal modo, por la vía de la
posposició n, sostiene el estado de cultura (puesto que la realizació n de este deseo, es
decir, la consumació n del vínculo incestuoso con la madre aboliría la
distancia/prohibició n simbó lica que define el universo de la cultura); el
acontecimiento traumá tico es en realidad lo que siempre-ya tuvo que haber sucedido,
puesto que estamos dentro del orden de la cultura.
Entonces, ¿có mo vamos a explicar que, aunque realmente hemos asesinado al padre,
el resultado no ha sido la anhelada unió n incestuosa? Aquí, es esta paradoja, reside la
tesis central de T&T: el portador real de la prohibició n, que nos impide el acceso al
objeto incestuoso, no es el padre vivo sino el padre muerto, el padre que, después de
su muerte, retorna como su Nombre, es decir, como la encarnació n de la
ley/prohibició n simbó lica. Lo que la matriz de T&T explica es entonces la necesidad
estructural del parricidio: el pasaje desde la fuerza bruta directa al gobierno de la
autoridad simbó lica, de la ley interdictora, se basa siempre en un acto (renegado), el
crimen primordial. Esta es la dialéctica del “Só lo traicioná ndome puedes demostrar
que me amas”: solo después de traicionarlo y asesinarlo se eleva al padre a la
categoría de símbolo venerado de la ley” (ZIZEK 2007, p.334).
b) la necesidad del acto positivo de la voluntad: “En la matriz de T&T sigue faltando
algo: no basta con que el padre asesinado retorne como la agencia de la prohibició n
simbó lica. Para que esta prohibició n sea efectiva, para que ejerza realmente su poder,
debe ser sostenida por un acto positivo de la voluntad. Esta percepció n allanó el
camino para la ulterior y ú ltima variació n freudiana sobre la matriz del Edipo, la
expuesta en Moisés y la religión monoteísta (…), obra en la cual también aparecen dos
figuras (…): el viejo egipcio Moisés, el hombre que impuso el monoteísmo, que
erradicó las antiguas supersticiones politeístas e introdujo la idea de un universo
determinado y gobernado por un orden racional ú nico, y por otro lado el Moisés
semita, que es en realidad Jehová (Jahvé), el dios celoso que exhibe una furia
vengativa cuando se siente traicionado por su pueblo (…) En lugar del obsceno padre
presimbó lico primordial que vuelve después de su asesinato con la forma de su
Nombre, de la autoridad simbó lica, tenemos ahora la autoridad simbó lica (logos)
traicionada, asesinada por sus seguidores/hijos, que retorna como la figura
superyoica celosa e implacable de un Dios lleno de furia asesina. Solo entonces,
después de esta segunda inversió n de la matriz edípica, llegamos a la célebre
distinció n pascaliana entre el Dios de los filó sofos (el Dios como estructura universal
del logos, identificado con la estructura racional del universo) y el Dios de los teó logos
(el Dios del amor y el odio, el inescrutable “Dios oscuro” de la predestinació n
“irracional” y caprichosa) (…) el rasgo fundamental de este Dios que no transige
consiste en que le dice “no” al goce (…) la inexorable insistencia de sus ó rdenes se
basa en ú ltima instancia en un “Es así porque yo digo que es así”. En síntesis, este Dios
es el Dios de la voluntad pura, del abismo caprichoso que está detrá s de cualquier
orden racional global del logos, un Dios que no tiene que explicar nada de lo que hace”.
(ZIZEK, 2007, p. 338).
“La paradoja que hay que tener presentes es que este Dios de la voluntad sin
fundamento y de la furia irracional feroz es el Dios que, al prohibirla, consuma la
destrucció n de la antigua sabiduría sexualizada y abre el espacio para el conocimiento
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En este sentido se interpretan las propuestas filosó fica de Duns Scoto y Descartes
(2+2=5) que abren la posibilidad de pensar lo racional como fundamento absoluto
inmanente de todo lo humano. “La paradoja adicional consiste [entonces] en que el
Dios irracional como figura paterna interdictora abre también el espacio para todo el
desarrollo de la modernidad (…)”. (ZIZEK, 2007, p. 339).
“(…) cuando, hoy en día se habla de la declinació n de la autoridad paterna, el que está
efectivamente en retirada es este padre, el padre del “no” que no transige”. (ZIZEK, p.
342). Ha perdido su eficacia simbó lica.
“(…) la eficacia simbó lica” tiene que ver con el punto en el cual, cuando el Otro de la
institució n simbó lica me confronta con la alternativa de “¿A quien le crees, a mi
palabra o a tus ojos?”, yo escojo sin vacilar la palabra del Otro, descartando el
testimonio fá ctico de mis ojos”. (ZIZEK, 2007, p. 347). “De modo que el otro es el
orden de la mentira, de la mentira sincera” (ZIZEK, 2007, p. 349.
“(…) en la actualidad la inexistencia del gran Otro ha alcanzado una dimensió n (…)
radical: lo que está cada vez má s socavado es precisamente la confianza simbó lica que
persiste contra todos los datos escépticos” (ZIZEK, 2007, p. 352). “Hoy en día falta
precisamente ese punto de referencia universal, y nos vemos entonces arrojados a un
proceso de (re)negociació n y (re)invenció n simbó licas radicalmente abiertas e
interminables, sin que haya siquiera la apariencia de algú n conjunto de normas
presupuestas anteriores. O (para decirlo en términos hegelianos), cuando habla de
“las reglas que hay que seguir”, presupongo ya la actitud reflexionada de adaptarme
estratégicamente a una situació n, imponiéndome ciertas reglas (e imponiéndoselas a
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otros). Lo que se pierde al adoptar esta actitud es lo que Hegel denominó Sustancia
social, el “Espíritu objetivo” como verdadera sustancia de mi ser que está siempre-ya
allí como el terreno en el que crecen los individuos, aunque solo se mantiene viva
gracias a la actividad incesante de esos mismos individuos.” (ZIZEK, 2007, p. 354).
“Hoy en día (…) lo que está cada vez má s socavado (está perdiendo su eficiencia
performativa) es la funció n simbó lica del padre; por esa razó n, el padre ya no es
percibido como el ideal del yo, el portador (má s o menos frustrado, inadecuado) de la
autoridad simbó lica, sino que se lo ve como el ideal el yo ideal, un competidor
imaginario. El resultado es que los sujetos nunca crecen realmente, y en la actualidad
encontramos individuos de entre 30 y 50 añ os que, en los términos de su economía
psíquica, siguen siendo adolescentes inmaduros que compiten con sus padres.”
(ZIZEK, 2007, p. 354-355).
“La tentació n que hay que evitar es la fá cil conclusió n posmoderna de que no tenemos
ninguna identidad sociosimbó lica fundamental fijada, sino que vamos a la deriva, má s
o menos libremente, entre una multitud inconsistente de sí-mismos, cada uno de los
cuales representa un aspecto parcial de nuestra personalidad, sin que ningú n agente
unificador asegura la consistencia final de ese pandemó nium. La hipó tesis lacaniana
del Otro implica que todas estas diferentes identificaciones parciales no tienen el
mismo status simbó lico: hay un nivel en el cual comienza a intervenir la eficacia
simbó lica, un nivel que determina mi posició n sociosimbó lica (…) En la actualidad el
problema no consiste en que los sujetos estén má s dispersos que en los buenos y
viejos días del yo idéntico a sí mismo; el hecho de que “el Otro ya no existe” implica
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má s bien que ha dejado de ser plenamente operativa la ficció n simbó lica que le
confiere status preformativo a un nivel de mi identidad, determinando cuales de mis
actos tendrá n “eficacia simbó lica”.” (ZIZEK, 2007, 350-351).
Segú n ZIZEK, “La gran noticia de la actual era pospolítica del “fin de las ideologías” es
(…) la despolitizació n radical de la esfera de la economía: se acepta el modo de
funcionamiento de la economía (la necesidad de recortar la asistencia social, etc.)
como una simple percepció n del estado objetivo de las cosas. No obstante, mientras se
admita esta despolitizació n fundamental de la esfera econó mica, todo lo que se diga de
la ciudadanía activa, la discusió n pú blica orientada hacia la toma de decisiones
colectivas responsables, y así sucesivamente solo tendrá que ver con cuestiones
“culturales” (las diferencias religiosas, sexuales, étnicas, de modos de vida), sin
intervenir realmente en el nivel en que se tomas las decisiones para el largo plazo que
nos afectan a todos. En síntesis, el ú nico modo de generar efectivamente una sociedad
en la cual las decisiones riesgosas para el largo plazo surjan de un debate pú blico que
incluya a todos los interesados tiene que ser alguna limitació n radical de la libertad
del capital, la subordinació n del proceso de producció n al control social: la
repolitización radical de la economía.” (ZIZEK, 2007, p. 376).
Así, es crucial, segú n Zizek “(…) concentrarse en lo que sigue siendo lo mismo en esta
fluidez y reflexividad globales, en el motor de esa fluidez: la ló gica inexorable del
capital. La presencia espectral del capital es la figura del Otros que no solo sigue
actuando mientras se desintegran todas las otras encarnaciones tradicionales del Otro
simbó lico, sino que incluso es la causa directa de su desintegració n: lejos de vernos
confrontados con el abismo de la libertad (es decir, con una carga de responsabilidad
que no podemos aligerar con la ayuda de la tradició n o la naturaleza) los sujetos
actuales estamos atrapados quizá má s que nunca en una compulsió n inexorable que
rige efectivamente nuestras vidas” (ZIZEK, 2007, p. 377).
“(…) esos actos se producen como una tyche totalmente impredictible, como un
acontecimiento milagroso que destroza nuestra vida (…) el acto auténtico involucra la
elecció n de lo peor, puesto que es por definició n catastró fico (para el universo
discursivo existente), provoquemos directamente la catá strofe y el acto de algú n
modo se producirá ….”. (ZIZEK, 2007, p. 404).
Para Zizek, si bien hay que resistirse a la tentació n terrorista que esta concepció n del
acto implica, también hay que resistirse, “(…) con no menos firmeza, al atractivo
opuesto de las diferentes modalidades de disociació n del acto respecto de sus
consecuencias “catastró ficas” intrínsecas”. (ZIZEK, 2007, p. 404)
“En cuanto el acto político por excelencia es la revolució n (…) hay que insistir en la
necesidad incondicional de suscribir plenamente el actos con todas sus consecuencias.
La fidelidad no es fidelidad a los principios traicionados por la facticidad contingente
de su actualizació n, sino una fidelidad a las consecuencias de la plena actualizació n de
los principios (revolucionarios). En el horizonte de lo que precede al acto, este acto,
siempre por definició n, aparece como un cambio “de lo malo a lo peor” (la crítica
habitual de los conservadores contra los revolucionarios: sí, la situació n es mala, pero
la solució n de ustedes es peor…). El heroísmo propio del acto consiste en asumir
plenamente esto peor (…)
Pero esto significa que en todo acto auténtico, en su gesto de redefinir por completo
las reglas del juego, incluso la autoidentidad bá sica de quien lo realiza, hay algo de
intrínsecamente terrorista. Un acto político propiamente dicho desencadena la fuerza
de la negatividad y destroza los fundamentos mismos de nuestro ser (…) un
izquierdista (…) debe aprender a evitar la trampa liberal (…) y no defenderse
declará ndose inocente (“Nuestro socialismo será democrá tico, respetará los derechos,
la dignidad, la felicidad de los seres humanos; no habrá ninguna línea obligatoria
universal del Partido…)”: no, la democracia liberal no es nuestro horizonte
fundamental; por inquietante que esto parezca, la horrible experiencia del terror
político estalinista no debe llevarnos a abandonar el principio de terror, sino a una
bú squeda má s estricta del “terror bueno”. La estructura de una verdadero acto
político de liberació n ¿no es por definició n la de una elecció n forzada y, como tal,
terrorista? (ZIZEK, 2007, p. 405).
“En una auténtica elecció n de la libertad, elijo lo que, yo sé que tengo que
hacer”. (ZIZEK, 2007, p. 406)
“(…) si queremos ser “radicales” (…) La ú nica salida consiste en dar fuerza a una
disyunción entre el bien y el dominio del acto ético. Como dice Lacan, un acto ético
propiamente dicho involucra por definició n un movimiento “má s allá del bien”: no
“má s allá del bien y del mal”, sino simplemente mas allá del bien (…) decidiendo no
ceder en su deseo”. (ZIZEK, 2007, p. 410,416).
“La posició n ética de (auto)limitació n, de “No violar los límites” en todas sus versiones
(…) es en ú ltima instancia incompatible con el psicoaná lisis. Hay que rechazar el juego
habitual liberal-conservador de lucha contra el totalitarismo sobre la base de algú n
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