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Cuando tenemos muy en claro nuestros valores, sabemos en qué somos buenos y no tan
buenos para lograr nuestros objetivos, podemos desarrollar alguna competencia que nos
haga falta o buscar a alguien que nos complemente. Si no sabemos qué nos falta o qué
necesitamos, estaremos estancados siempre en el mismo lugar, sin poder resolver hasta
nuestras más simples necesidades.
Hacer una buena selección de estudios que nos permitan explorar y descubrir aspectos de
nuestra personalidad, fortalezas y debilidades, formas de ser y hacer, de trabajar, de
comunicarnos, de relacionarnos, de tomar decisiones, de nuestro estilo de liderazgo, será
clave para que ese autoconocimiento sea lo más genuino posible.
Esos ejercicios suelen ser muy clarificadores para quienes los realizan y, por ende, muy
tranquilizadores.
Cuando uno comienza a ver cosas acerca de sí mismo que ni siquiera imaginaba, puede
comenzar a trabajarlas y desarrollarlas, puede tomar el control sobre el propio desarrollo y
ganar confianza en sí mismo apoyándose en sus propias fortalezas.
También es fundamental hacer preguntas a los demás acerca de cómo nos ven, cómo se
sintieron interactuando con nosotros, cómo evalúan nuestro trabajo y qué "feedback" nos
dan.
Para esto es fundamental darse lugar para sentirlas conscientemente, poder expresarlas
apropiadamente, comprender cuáles son las causas que las generan y saber qué
emociones sentimos y cómo reaccionamos ante ellas.
Cuanto más conozcamos acerca de nuestras emociones y cómo reaccionamos ante ellas,
más podremos trabajar para intentar utilizarlas apropiadamente.
Un ejercicio simple que puedes comenzar a hacer es poner distintos tipos de música y
anotar cómo te sientes con cada una de ellas: rock, pop, latino, reggae, romántica...
Lo mismo con distintos tipos de películas o series televisivas que encarnen diferentes
temáticas: comedia, violencia, amor, guerra, y analizar en qué emocionalidad te encuentras
con cada una de estas situaciones, así podrás empezar a desarrollar tu autoconciencia
emocional.