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Diker Analisis Institucional
Diker Analisis Institucional
Introducción.
En este apartado la autora define el tema que le ocupa: la idea de cambio en los discursos
pedagógico y educativo actual, y sus consecuencias políticas.
Diker advierte al lector que se detendrá en tres registros discursivos que refieren al cambio
educativo en su funcionamiento interno: a) el cambio como deterioro; b) el cambio como promesa;
c) el cambio como imposible.
El cambio imposible.
A través de este registro, Diker problematiza la estabilidad de la configuración escolar en los
dos últimos siglos. Cuestión la eficacia de políticas presuntamente innovadoras; teniendo en
cuenta la frecuencia con que la introducción de las mismas en las aulas, produce
modificaciones en la superficie del funcionamiento escolar, pero no logran impactar en sus
aspectos más estructurales.
Frecuentemente, el “fracaso” en el impacto innovador de algunas medidas, es imputado a
la resistencia de docentes y directivos a introducir cambios en las rutinas escolares. Muchas
veces se entiendo por esto que el éxito de una innovación radicaría en su capacidad para
convencer a los docentes de las ventajas de los cambios supuestos. Sin embargo, nos dice la
autora, los efectos de los dispositivos escolares suelen tener lugar más allá de la voluntad de
los docentes, fundamentalmente por dos razones: En primer lugar, porque, en buena medida
la fuerza de tales dispositivos radica en su invisibilidad. Muchas de las formas que ha
adoptado históricamente la transmisión en el contexto escolar, han sido naturalizadas por los
actores institucionales. En segundo lugar, porque el funcionamiento escolar es el resultado del
efecto simultáneo de un conjunto de dispositivos que funcionan articuladamente poniendo en
marcha la maquinaria escolar, una maquinaria que parece neutralizar las innovaciones
parciales.
La autora expresa que, si bien desde afuera el cambio en las escuelas parece imposible,
lo cierto es que, desde dentro de las mismas, todo está cambiando. Los gestos escolares
parecen los mismos, pero el escenario y los actores son otros. Parece haber llegado el
momento de aceptar el desconcierto y de dejar de nombrar lo que no comprendemos, o no
podemos controlar, como deterioro. Esto exige invertir los sentidos históricamente construidos
acerca del cambio en la escuela. Lo cual implicaría: en primer lugar, pasar de una mirada
normativa y mitificadora del pasado a una mirada con vocación histórica, que busque en el
pasado claves de interpretación de los cambios que tienen lugar en la cultura contemporánea.
En segundo lugar, implica abandonar la pretensión prescriptiva de pedagogía y, la
pretensión de generar nuevas categorías para anticipar lo posible.
En tercer lugar, implica asumir no solo que el cambio en las escuelas es posible, sino que
las escuelas ya han cambiado.
Finalmente, implica abandonar ese léxico pseudonostálgico tan de moda hoy en día que
nos llama a reponer, reinstalar, recuperar, reconstruir, reposicionar lo viejo en lo nuevo. No se
propone aquí ninguna tarea de restitución, sino una tarea más inquietante e incierta: la de
pensar que hay allí, en ese lugar en el que solo una mirada represiva puede percibir como
vacío.