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Isabella Villegas Correa

Historia de las Ideas y las Corrientes Políticas

Programa de Historia – Universidad Pontificia Bolivariana

2020 – 10

Segundo taller

Escoger 4 o 5 conceptos claves de la concepción platónica del Estado y mostrar su


metamorfosis en los planteamientos de San Agustín, según El mito del Estado de Ernst
Cassirer.

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En el ensayo anterior presentado para el curso de Historia de las ideas y corrientes políticas,
se planteó que Platón buscaba constituir una nueva política – que parece a veces teología –
orientada a la racionalidad y al orden, y no a las querellas explicativas primitivas en las que
se sustentaba el pensamiento mítico. Estos planteamientos se traducen en una teoría del
Estado que es racional, no en tanto se piensa sobre su eficacia para implantarla, sino en
tanto tiene como base la razón. Platón plantea un Estado que se piensa, que se constituye
por hombres que se piensan y que lo piensan, que apuntan a forjar un entorno propicio para
la transformación humana – que Cassirer llama revolución intelectual – a partir del camino
que se ha recorrido ya. Los ideales que propone Platón, según lo aquí desarrollado, solo son
alcanzables mediante un ejercicio racional – y por ello consciente – de la ética.

En el capítulo VII de El Mito del Estado, “El fondo religioso y metafísico de la teoría
medieval del Estado”, Cassirer plantea la cercanía entre el pensamiento platónico y el
medieval – que se manifiesta principlmente en la producción intelectual de Agustín –. Pero
aclara, no obstante, que el crisol del pensamiento medieval no solo era heredero del
pensamiento griego (en el que cabe reconocer más autores que a Platón), sino que
incorporaba el ingrediente fundamental del monoteísmo judío. Sobre la base, y más aun, a
través del cristal del cristianismo, se observaron las doctrinas de la antigüedad de modo que
casi podrían invertirse los términos que se ofrecieron como conclusión en el pasado ensayo:
si Platón propuso una nueva política con tintes teológicos, Agustín presentó en sus escritos
una teología con apariencia e incluso aplicación política; al mismo tiempo, aquello que

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plantea Platón como un ejercicio racional de la ética, es convertido en Agustín y los
pensadores escolásticos medievales “racionales” del siglo XII como un ejercicio ético de la
razón. El centro del pensamiento se desplaza, pues, del ejercicio dialéctico y racional a la
experiencia religiosa que dota de sentido.

A pesar de esta metamorfósis, en apariencia traumática, la base platónica sobre la que se


apoya el pensamiento cristiano medieval es suficientemente firme para soportar la inversón
– históricamente consolidada – de algunos de sus términos cosntitutivos, puesto que dicha
inversión conserva las estructuras y las construcciones teóricas primordiales. Lo que hizo
Agustín, fundamentalmente, fue traducir la teoría platónica, indefinida ontológicamente,
abstracta en cuanto al tiempo y al lugar en el que obraba su aplicabilidad, a los términos de
los pensamientos de Dios. A continuación se enuncian cinco mutaciones agustinianas a la
teoría platónica del Estado que, aunque presentadas por separado, llevan un argumento
escalonado y consecutivo.

1. Del camino largo hacia la Idea del Bien a la habitación permanente en Dios

El platonismo plantea la Idea del Bien como la causa final, la razón de todas las cosas, el
aspecto rector del reino de la verdad. No es complejo, para sujetos inmersos en una
sociedad profundamente influenciada por el cristianismo, reconocer en algunas de estas
caracterizaciones, atributos por los que se reconoce también a Dios. Es, no obstante,
necesario, reconocer la diferencia, planteada ya por Agustín, entre una idea que se plantea
como meta y un Dios que se reconoce como camino. Mientras el uno es el destino de un
trayecto que propone transitar del mundo sensible al mundo inteligible; el otro es la
presencia permanente de lo inteligible en lo sensible, representa tanto el principio como el
fin, no es remoto ni inaccesible, sino que compone el habitus en el que los hombres realizan
todo su accionar. Mientras que Platón pinta el Bien como la cúspide del mundo intelectual,
el más alto objeto de conocimiento, Agustín traza los contornos de un Dios que es
simultáneamente fuente del aprendizaje, del bien y del mal.

2. De las leyes sin principio en el tiempo a las leyes reveladas

Dado que la legislación clásica era considerada un hecho natural y racional, se planteaba
que no existía un principio de las leyes determinado en el tiempo. Ellas habían existido
siempre y el hombre solo podía conocerlas – como ya se dijo anteriormente – mediante el

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ejercicio de la razón y de la ética para recorrer el camino hacia el Bien. En el cristianismo,
por el contrario, se reconoce en Dios el principio y el final. En él se personaliza la
legislación y se legitiman los órdenes que de ella derivan.

3. Del intelectualismo al voluntarismo

Lo anterior plantea una de las principales diferencias que se reconocen entre los
planteamientos platónicos y los agustinianos: mientras los primeros apuntan al intelecto, al
raciocinio, como forma de alcanzar el conocimiento de las normas de conducta moral, los
segundos proponen que la comunión con aquellas normas se alcanza por medio de la
obediencia de una voluntad revelada, que se justifica en la personalización de la divinidad.
Mientras que los primeros pretenden comprender algo que siempre ha existido, los
segundos basan el conocimiento en la iluminación de aquello que ha sido dictado.

4. De la autonomía de la razón a la razón derivada y refleja

Esto último nos lleva a considerar la posición de la razón dentro de ambos sistemas de
pensamiento. En lo referente al platonismo ha sido bastante recurrente el uso de esta
palabra así como de sus derivados; sin embargo, es conveniente aún esclarecer su papel
dentro del pensamiento medieval. Si bien varios místicos y autores cristianos se
manifestaron en contra de la razón como causante de la arrogancia que deriva finalmente en
herejía, hubo también dentro del cristianismo una defensa de la razón como herrameinta
que auxilia a la fe. Se referían no obstante a una racionalidad bastante disímil a aquella que
reconocemos los nietos de la Ilustración – aunque se nos acerque tal vez por nuestro
parentesco también significativo con la posmodernidad –. Mientras que el platonismo
deriva el sentido de la dialéctica, el cristianismo hace que medie, entre la dialéctica y el
sentido, la experiencia religiosa como matriz de significación y comprensión. La
racionalidad medieval es, entonces, una racionalidad que no puede comprenderse por fuera
de la iluminación de las Sagradas Escrituras – la buena nueva del Evangelio – y por la
concepción de que toda la sabiduría se encuentra en Dios, único maestro tanto de
pensamiento como de conducta.

5. De la dialéctica como acto lógico a la revelación como acto ético

Todo lo anterior conduce a Cassirer a expresar que el acto de conocimiento – y aquí agrego
yo que, por tanto, de construcción del mundo – es de naturaleza distinta en Platón y en
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Agustín, puesto que el primero propone el método dialéctico para alcanzar, por medio de la
razón, el conocimiento de unas leyes inmemoriales y el segundo presenta, como única
alternativa, la experiencia religiosa – y ética – de la revelación para la comprensión de leyes
formuladas de acuerdo a la voluntad específica de una personalidad definida. Ambas
concepciones, por la misma naturaleza antes referida, significaron formas de ser en el
mundo y de construir el conocimiento, la sinstituciones y el mundo mismo. Son
planteamientos a los que se debe regresar, en un acto juicioso de profundización, para la
comprensión de los contextos que fundamentan.

Referencias

Cassirer, Ernst. El Mito del Estado. México: Fondo de Cultura Económica, 2004.

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