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1) Corrientes filosóficas que influyen en el pensamiento de los Padres

de la Iglesia

Durante la Edad Media la filosofía bebió del cristianismo, por el que


explicaba la existencia y los fenómenos del mundo que les rodeaba. La
Verdad era buscada en la Biblia, libro de máxima sabiduría junto a Los
Evangelios, según los cuales Dios creó el mundo y a todas las personas.
El cristianismo se convertirá, además de en una religión, en una
solución para dilucidar las cuestiones más comunes en la época,
cambiando el paradigma que había imperado en la filosofía de la etapa
anterior, la helénica.

De la Edad Medieval hemos conservado magníficas obras filosóficas


que han servido no sólo como base sino también como inspiración a
multitud de estudiosos en etapas posteriores. Son conocidas las
interpretaciones que hacen de los anteriores y las que los nuevos hacen
de ellos. Recuperaron a filósofos olvidados por siglos, colocándolos en
el lugar que merecían.

La Patrística

La primera etapa en la filosofía medieval es aquella que corresponde a


la articulación definitiva de los dogmas cristianos, su defensa ante otras
religiones y a la iniciación a la humanidad en la Verdad de Cristo, la
única posible. Estos primeros hombres fueron llamados Padres de la
Iglesia y su estudio y difusión se denominó Patrística a manos de
autores como Hipólito de Antioquia o de San Agustín. La mayor parte
de la filosofía medieval versó sobre Dios y los misterios del
Cristianismo

Si atendemos al segundo, encontraremos sus teorías encuadradas en lo


que se ha dado en llamar neoplatonismo y es que a él corresponde una
reinterpretación de Platón bajo un tinte cristiano: Agustín (354-430) es
el último gran filósofo de la antigüedad y principio de la modernidad, el
límite entre dos formas de entender y pensar la filosofía. Se presenta
como un buscador afanoso de la Verdad que hace del Saber una
cuestión de vida o muerte y ello lo consigue al describir, según sus
escritos, la profunda vena religiosa de Platón resumida así: no hay
posibilidad de conocer sin amar porque el conocimiento es amor y sólo
amando, llegando a Dios, conocemos con certeza. Todo conocimiento
de Verdad se conoce a través de la luz de Dios.

San Agustín tuvo gran importancia en la filosofía de los primeros siglos


medievales

A través de la Patrística -del estudio de los padres- San Agustín recibe la


oportunidad de solucionar el problema de Fe y Razón aunque no parte
de distinguir entre la religión y la filosofía sino que considera a las dos
como soluciones equivalentes para una necesidad vital del hombre que
es la posesión de la Verdad. San Agustín los identificó sin confundirlas,
sabía que la razón religiosa se alcanza con la Fe y la razón de la filosofía
se alcanza con la razón.

La Escolástica

La segunda etapa en la filosofía medieval, la Escolástica, surgirá a partir


del siglo XIII. Dicha centuria se convertirá en el de la metafísica,
consecuencia del conocimiento de Aristóteles y del neoplatonismo
greco-árabe cuyo objetivo principal es descubrir las causas profundas o
esenciales y después practicar a partir de ellas el método científico por
excelencia con la reinterpretación de Aristóteles, gracias a nuevas
traducciones que se realizan en las Escuelas y Universidades entre las
que destacaremos la Escuela de Traductores de Toledo. En estos
espacios, surgidos todos en tiempos del Medievo, se va a cultivar un
saber principalmente teológico y filosófico por el que a través de la
ciencia de Aristóteles, se intentará explicar la existencia sobrenatural de
Dios. A pesar de que la Escolástica es principalmente teología, es
esencialmente filosofía. Así los dice dirá Julián Marías: la Escolástica
trata problemas filosóficos que surgen con ocasión de cuestiones
religiosas y teológicas.
El máximo representante en nuestro país será Averroes quien se afana
por una interpretación literal del filósofo griego, afirmando la existencia
de la Doble Verdad, representada en la religión y la filosofía. Averroes,
cordobés, ha obtenido el reconocimiento por ser el filósofo que
consagró el triunfo de Aristóteles entre los árabes, a quien procesa una
profunda admiración, como lo demuestran sus tres obras en las que
comenta los libros del griego, ejerciendo una influencia profunda entre
los latinos.Averroes fue una de las principales figuras de la cultura
andalusí

Lejos de nuestras fronteras encontramos a Santo Tomás de Aquino


quien desarrolló una teoría que conjugaba las posibilidades del
cristianismo con las ideas aristotélicas, que con el tiempo se convertirán
en las ideas oficiales del catolicismo.

Los tres grandes problemas de la filosofía medieval lo constituyeron


"Dios", "Relaciones entre Fe y Razón" y "Los Universales". La primera
de las cuestiones, la referida a Dios, plantea en los filósofos medievales
la necesidad de explicar mediante métodos científicos la existencia del
mismo siendo no sólo cuestión de fe sino también de ciencia.

Santo Tomás de AquinoLa segunda, va a ser respondida a través de una


unión entre ambas que, según los autores de este tiempo, no son
incompatibles sino, muy al contrario, se convertirán en conceptos
complementarios. Dentro de este segundo punto encontramos tres
posturas que corresponden a tres autores a los que ya hemos hecho
referencia, muy diferentes entre sí: aquella defendida principalmente por
San Agustín en la que sólo existe una Verdad que es dada a través de la
confluencia de ambas corrientes. La segunda de ellas es la defendida por
Averroes, llamada de la Doble Verdad ya que bajo su punto de vista
ambas fuentes son independientes y por tanto independientes van a ser
sus resultados aunque confluyan en un punto común. La postura de la
autonomía armónica fue defendida por San Tomás quien pensaba que
ambas, religión y fe, comparten verdades que pueden ser explicadas sin
la necesidad de la otra.

Los "universales son, atendiendo a la tercera de las cuestiones, los


problemas más debatidos por los filósofos medievales, consistentes en
decidir si las ideas más generales y abstractas poseen existencia
separada e independiente del entendimiento humano o son sólo
nombres, definiciones. A esta cuestión encontramos tres respuestas
distintas en la Edad Media que se repetirán en otras etapas y corrientes
filosóficas desde diversos puntos de vista: la realizada por Roscelino de
Compiègne, por Guillermo de Champeaux y por Pedro Abelardo.

2) Concepto de Padre de la Iglesia

El término padre ha sido usado desde antiguo con una multitud de


sentidos. Entre los antiguos romanos, los senadores eran llamados patres
conscripti; el sumo sacerdote de Mitra era llamado pater sacrorum; etc.
Los escritores cristianos llamaron padre al maestro y especialmente al que
iniciaba a alguien en la doctrina cristiana; hijo designaba al discípulo. En este
sentido es usado por san Pablo: “Aunque tengáis diez mil preceptores en Cristo,
sin embargo no tenéis muchos padres, puesto que quien os engendró en
Jesucristo por el Evangelio fui yo”1. Más tarde pasó a designar al obispo, porque
era el que enseñaba con autoridad y regeneraba a la vida espiritual mediante los
sacramentos. A partir del siglo IV se empezó a utilizar la expresión Padres de la
Iglesia o Santos Padres para designar a los obispos que se habían distinguido
en la transmisión, explicación y defensa de la fe, especialmente en los concilios.
San Basilio el grande fue el primero que adjuntó por primera vez a su obra
Sobre el Espíritu Santo (375) una lista de Padres de la Iglesia en apoyo de su
opinión doctrinal. Y san Agustín utilizó a los Padres a partir de 412 en la
controversia contra los pelagianos. Fue san Vicente de Lerins quien en su
Commonitorium (434) acuñó el término clásico de Padres como magistri probati
(maestros autorizados) y desarrolló la teoría del argumento patrístico, según
cuatro criterios, que continúan siendo actuales.
Así, en sentido estricto, se llama Padres de la Iglesia a los escritores
eclesiásticos de la antigüedad que se han distinguido por la ortodoxia de
doctrina y la santidad de vida, y han sido reconocidos por la Iglesia como
testigos de la fe y de la Tradición. Por tanto, para ser Padre se requieren cuatro
notas: antigüedad, ortodoxia, santidad de vida y aprobación por parte de la
Iglesia.

a) Antigüedad
Se entiende por antigüedad los ocho primeros siglos de la Iglesia. En concreto,
la época de los Padres se cierra con la muerte de san Juan Damasceno (año 749)
para Oriente, y la de san Isidoro de Sevilla (año 636) para Occidente. Sin
embargo, se pueden incluir también algunos autores que, al igual que san

1 1 Cor 4,15.
Isidoro, transmitieron el saber antiguo y patrístico a la Edad Media. Entre otros
cabe destacar a san Ildefonso de Toledo (†669) y san Beda el Venerable (†735).

b) Ortodoxia
Los Padres son testimonio de la unidad de la fe a lo largo de los siglos, y por eso
han sido custodios de la revelación. Esta nota, sin embargo, no implica que un
autor no pueda ser Padre por tener alguna imprecisión en el modo de expresarse,
o no haya entendido bien algún punto de nuestra fe, pero sí que hay que excluir
de entre los Padres a los escritores abiertamente heréticos, a los cismáticos y a
aquellos cuyas obras contienen graves y sistemáticos errores.

c) Santidad de vida
Es decir, que hayan sido canonizados o se les considere santos o su vida sea
considerada ejemplar.

d) Aprobación de la Iglesia
Es la Iglesia quien determina si un autor es testigo de la fe y de la Tradición o si,
por el contrario, sus enseñanzas no responden a la verdad católica. No es
necesario que esta aprobación sea explícita –ser citado oficialmente como
Padre–: basta un reconocimiento implícito.
Ahora bien, además de los Padres en sentido estricto, la Patrística estudia otros
muchos autores que no se ajustan exactamente a la definición dada. Estos son
los Escritores Eclesiásticos, que, teniendo el requisito de la antigüedad, carecen
de la ortodoxia de doctrina o de la santidad de vida. También, a veces, se llaman
Padres en sentido amplio a algunos autores que, habiendo llevado una vida
íntegra y muerto en comunión con la Iglesia, no han sido declarados santos.
Por otro lado, en la Iglesia ha habido siempre escritores que se han distinguido
por la profundidad de su pensamiento, además de haber sido santos. Estos
escritores, por expresa declaración de la Iglesia, suelen llamarse Doctores. No
todos los Doctores pertenecen a la antigüedad: Santo Tomás de Aquino o Santa
Teresa de Jesús, por ejemplo, son Doctores, pero no Padres de la Iglesia.
Fue el papa Bonifacio VIII quien confirió en 1295 por primera vez el
título honorífico de Doctores de la Iglesia latina a san Ambrosio, san
Jerónimo, san Agustín y san Gregorio Magno. Mientras que san Pío V
en su Breviario Romano de 1568 elevó al mismo rango a los Padres
griegos: san Atanasio, san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Juan
Crisóstomo. A estos ocho Padres se les suele conocer como Grandes
Doctores de la Iglesia.
3) El método teológico de los Padres de la Iglesia (cf. instrucción para
el estudio de los Padres…)

En la Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia (IEP),


publicada en Roma por la Congregación para la Educación Católica el 30
de noviembre de 1989, se señala la importancia que para la formación de
los futuros teólogos tiene el estudio de la Patrística.
Los Padres son testigos privilegiados de la Tradición viva de la
Iglesia, testimonios y garantes de una auténtica Tradición católica (IEP 23).
Una Tradición que, desde los comienzos del cristianismo, continúa a través
de los siglos hasta nuestros días. Los Padres son los que delinearon las
primeras estructuras fundamentales de la Iglesia, junto con los contenidos
doctrinales y pastorales que permanecen válidos para todos los tiempos
(IEP 18). Sus escritos ofrecen una riqueza apostólica que los hace grandes
maestros de la Iglesia de ayer y de hoy (IEP 17).
Fueron ellos los exponentes de la recepción de los libros bíblicos, los
que fijaron el canon de las Sagradas Escrituras y los que precisaron las
profesiones básicas de la fe (regulæ fidei). Son también los que pusieron las
bases de la disciplina canónica (traditiones patrum, statuta patrum) y
crearon las formas de la liturgia que permanecen como punto de referencia
obligatorio para todas las reformas posteriores. Han sido los autores de la
primera catequesis cristiana (IEP 20).
La teología cristiana nació de la actividad exegética de los Padres
(IEP 27). La importancia de los Padres para la teología y, en modo
particular, para la comprensión de la Sagrada Escritura, ha quedado
resaltada en numerosos documentos de la Iglesia (IEP 14). Podemos citar,
por ejemplo, la Constitución Dei Verbum: «Las enseñanzas de los Santos
Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se
comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta
Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la
misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace
incesantemente operativa»2.

2 CONCILIO VATICANO II, Const. Dei Verbum, n. 8.


4) Resumen doctrinal de S. Ignacio de Antioquía

Constitución jerárquica de la Iglesia. En las cartas de San Ignacio ya aparece


claramente estructurada la jerarquía de la Iglesia. Distingue –dentro de la
jerarquía– entre obispos, presbíteros y diáconos. Al frente de cada comunidad de
fieles hay un solo obispo; el conjunto de los presbíteros es como su senado. La
existencia de una neta jerarquía en el año 107 implica que es de institución divina:
ya del Señor por sí mismo, ya del Señor por medio de los apóstoles.
San Ignacio explica ampliamente las funciones de los tres grados de la jerarquía.
Del obispo dice que tiene el lugar de Dios, y todos han de someterse a él como al
Señor. El obispo puede actuar a se, sin los sacerdotes; y todo lo que se haga en su
territorio ha de hacerse con su beneplácito: bautizar, casar, celebrar la Eucaristía,
etc. El obispo tiene especialmente la misión de rechazar a los herejes, de poner paz,
de cuidar de todos (viudas, esclavos, esposos, etc.) tanto espiritual como
materialmente. Los presbíteros son el senado del obispo: han de estar unidos a él,
ayudarle en sus funciones, animarle, etc. Los diáconos, inferiores a los sacerdotes,
son como ministros o ayudantes. Los restantes fieles han de estar unidos por la fe y
unidos a la jerarquía, especialmente al obispo.
El primado de Roma. La carta a los romanos es una muestra patente de la
superioridad de Roma sobre las restantes comunidades. A éstas escribe en el tono
de un igual o de un relativo superior (era como el primado de Oriente, sucesor de
San Pedro); por esto, se permite darles consejos. A Roma, por el contrario, escribe
con sumisión, no da consejos, y dice ser un esclavo, un condenado. Recuerda que
Roma está fundada sobre Pedro y Pablo.
Explica que la Iglesia de Roma está «puesta a la cabeza de la caridad»3. Esto no
quiere decir que sea la más generosa, sino que está al frente de toda la Iglesia y
preside toda la vida cristiana (ágape). También dice que esta Iglesia preside en la
capital del territorio de los romanos; evidentemente, no se preside a sí misma, sino
a las restantes comunidades cristianas. Además, les ruega que mientras que la
Iglesia antioquena esté sin obispo, Cristo y ellos hagan de obispo.
En esta carta habla de que la Iglesia es católica, universal: es la primera vez que
se aplica este adjetivo a la Iglesia. Además, la llama «el lugar del sacrificio»,
haciendo alusión a la Eucaristía.
Cristología. Ya en su época corrían algunas herejías sobre Cristo. Los judaizantes
pretendían que había que seguir practicando el judaísmo para salvarse, haciendo

3 SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los Romanos 1,2.


así vana la Encarnación. Los docetas, por considerar mala la materia, sostenían que
Cristo no había tomado verdadera carne, sino sólo una apariencia. San Ignacio los
atacó duramente: enseña claramente que Cristo es verdadero Dios y verdadero
hombre, hijo de Dios e hijo de María, impasible y pasible. Al hablar de la
Eucaristía emplea la expresión «carne de nuestro Salvador Jesucristo».
La vida espiritual. Resume la doctrina paulina de la unión con Cristo y la de San
Juan de vivir en Cristo, diciendo que hay que imitarle como Él imitó al Padre
eterno. A los romanos escribe: «permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios».
La disposición para el martirio es la perfecta imitación de Cristo; por tanto, es la
perfección cristiana y un verdadero ser discípulo de Cristo.
Explica la inhabitación de Cristo en el alma. El vivir y ser en Cristo, el
identificarse con Cristo, no lo entiende como algo abstracto, sino que se realiza
cuando estamos unidos a la jerarquía y participando de los sacramentos; de modo
muy especial mediante la recepción de la Eucaristía.

5) Explica la condición cuartodecímana de S. Policarpo

El tiempo litúrgico que actualmente estamos viviendo, order la


Cuaresma, discount termina con la solemnidad de la Pascua.
Aunque en un principio pudiera parecer una cuestión menor, a finales
del siglo segundo se inició entre dos partes de la Iglesia, una diferencia
de criterio en relación con la celebración de la Pascua que se conoce
como “la controversia pascual”.
Eusebio de Cesárea en el Libro V de su Historia Eclesiástica da cuenta
del problema en los siguientes términos, “Por este tiempo suscitose una
cuestión bastante grave, por cierto, porque las Iglesias de toda Asia,
apoyándose en una tradición muy antigua, pensaban que era preciso
guardar el decimocuarto día de la luna para la fiesta de la Pascua del
Salvador”. Es decir la festividad podría caer en cualquier día de la
semana. Sin embargo el resto de las Iglesias, Roma, Palestina, Egipto y
Grecia, celebraban la Pascua en domingo, según la tradición apostólica.
Sigue Eusebio diciendo, “Para tratar este punto hubo sínodos y
reuniones de los obispos y todos unánimes, por medio de cartas,
formularon para los fieles de todas partes un decreto eclesiástico: que
nunca se celebrara el misterio de la resurrección del Señor entre los
muertos otro día que en domingo”.
Las primeras referencias sobre la celebración de esta fiesta las tenemos
en la Epístola Apostolorun, epístola apócrifa escrita entre los años 130 y
140, que se publico por primera vez en su versión latina en el año 1919.
En Roma parece que empezó a celebrarse en tiempos del Papa Sotero,
que ejerció su ministerio entre los años 166 y 175.
La celebración, tanto en Oriente como en Occidente, se iniciaba con un
ayuno riguroso, siendo el centro de la celebración la vigilia nocturna, en
la que todos los fieles reunidos leían salmos, cantaban y rezaban,
culminando con la celebración eucarística, seguida del ágape fraternal.
Vemos pues que los cristianos de Asia Menor pensaban, que de acuerdo
con la tradición de los Apóstoles Juan y Felipe, la Pascua había que
celebrarla el 14 de Nisan igual que los judíos. A los defensores de esta
opción se les llamaba cuartodecimanos.
Este era un conflicto antiguo, San Ireneo comenta que la diversidad de
fechas se remontaba, por lo menos, a tiempos del Papa San Sixto I (114-
128) y se sabe que San Policarpo en su vista al Papa Aniceto en el año
156, tratan de este asunto, sin llegar a ponerse de acuerdo.
Uno de los cuartodecimanos más influyentes y que representaba la
tradición de que no era condición de que la Pascua cayera en domingo,
fue Melito, obispo de Sardes (actual Sart en Turquía) que escribió un
sermón sobre la Pascua.
Decíamos al principio que no fue una cuestión menor, puesto que el
enfrentamiento entre los dos representantes de entre las dos corrientes,
el obispo Polícrates de Éfeso y el Papa Víctor I (192-202), fue tal que
este ultimo, de forma intransigente, tuvo intención de excomulgar a los
obispos orientales, teniendo que mediar el obispo Ireneo de Lyon, a
pesar de que era partidario también del domingo.
Lo que algunos estudiosos se han planteado es sí realmente lo que se
estaba discutiendo era un asunto de fechas o se planteaba un tema de
contenido.
Los cuartodecimanos hacían más énfasis en la muerte de Jesús y los
partidarios de la celebración en domingo lo hacían en la resurrección,
pero como dice el monje benedictino alemán, Odo Casel (1886-1948),
teólogo en cuestiones relativas al culto, la liturgia y los sacramentos, la
diferencia es solamente de fechas. Los cristianos de Asia celebraban la
Muerte del Señor pero no excluían la Resurrección, de la misma forma
que las Iglesias partidarias del domingo no excluían la Muerte de Cristo.
Si se analiza el sermón sobre la Pascua de Melito, se ve que presenta
una visión unitaria entre la muerte y resurrección de Cristo, sin ninguna
preferencia hacia aquella.

Finalmente triunfó la postura romana y la Pascua se celebraría a partir


de entonces en domingo, pero aun fue necesario esperar hasta el 325 que
en el concilio de Nicea, se decreto que la Pascua se celebraría el
domingo siguiente al plenilunio de primavera.

6) Di el nombre de 4 apologistas griegos del s. II

1. San Justino
2. Atenágoras de Atenas
3. Taciano el sirio
4. Cuadrato

7) Desarrolla los concepto clave de los apologista

R.: Los Apologistas son un grupo de cristianos cultos que escribieron para
hacer una defensa (apología) escrita del cristianismo frente a las
acusaciones de los paganos. También escribieron para defenderse de los
judíos y herejes. En sus escritos se centraron principalmente en tres temas:
a) Refutar las calumnias. Para ello, muestran que la Iglesia no es un
peligro contra el Estado, e insisten en la superioridad de la vida cristiana
(austeridad, castidad, respeto a la vida, etc.), tan diferente de los abusos de
la sociedad pagana.
b) Mostrar lo absurdo e inmoral del paganismo. Los dioses no son
más que hombres o fuerzas de la naturaleza divinizadas por la ignorancia
popular y la fantasía de los poetas; su modo de vivir es contrario a la razón,
impropio de hombres y aún más de dioses, etc. Consecuentemente,
expusieron las verdades cristianas que dan una solución positiva a los
problemas de la mentalidad pagana: monoteísmo, providencia, etc.
c) Hacer entender que el cristianismo es la religión verdadera. Para
esto, hablan de los milagros de Cristo y, especialmente, del cumplimiento
de las profecías mesiánicas. Presentan como motivo muy importante de
credibilidad la antigüedad del cristianismo: no muestran la Iglesia como
una institución reciente, sino que ésta, a través del Antiguo Testamento, se
remonta hasta Moisés, que es más antiguo que todos los cultos de la
antigua Roma.

8) Cita 2 obras de S. Justino y resume su temática

1.- La primera Apología, conocida también con el nombre de Defensa en


favor de los cristianos, es la más larga y elaborada; su planteamiento es
riguroso y está ordenada metódicamente. Consta de 68 capítulos, fue
escrita entre el 150 y el 155 en Roma y dirigida a Antonino Pío.
Tras demostrar la falsedad de las acusaciones de ateísmo y de hostilidad
hacia el Estado, pasa a justificar la religión cristiana. Explica que Cristo, su
fundador, es el hijo de Dios, porque en él se cumplen las profecías del
Antiguo Testamento. Ilustra los puntos centrales de la doctrina cristiana, su
culto –deteniéndose especialmente en el Bautismo y en la Eucaristía–, las
razones que hay para abrazarla, y la vida de los cristianos.
Concluye apelando al sentido de justicia del emperador y transcribiendo el
rescripto de Adriano, del año 125, donde se establecen cuatro normas
precisas para que los procesos a los cristianos se hagan según justicia.
2.- El Diálogo con el judío Trifón se considera como una apología
contra los judíos. Es la más antigua de este género. Fundamentalmente es la
recensión de una disputa de tres días mantenida en Éfeso (entre los años
132-135) con el judío Trifón. El Diálogo fue compuesto después sus dos
apologías.
«No habrá jamás otro Dios, Trifón, y no ha habido otro desde los siglos
sino el que ha hecho y ordenado el universo. Nosotros no pensamos que
nuestro Dios es distinto del vuestro. Es el mismo que sacó a vuestros
padres de Egipto “con su mano poderosa y su brazo extendido”. Nosotros
no ponemos nuestras esperanzas en otro, que no existe, sino en el mismo
que vosotros: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (San Justino,
Diálogo con el judío Trifón, 11, 1).
En la introducción, Justino describe su evolución espiritual. Luego, en la
primera parte, explica la concepción cristiana del Antiguo Testamento: las
leyes ceremoniales judaicas tenían solo un valor transitorio; por el
contrario, el cristianismo es la Nueva Ley, sin limitaciones de tiempo,
lugares o personas. En la segunda parte, muestra que el cristianismo no está
en contraste con el monoteísmo y justifica la adoración a Cristo. En la
tercera y última parte, explica que todos están llamados a formar parte de la
Iglesia, que es el nuevo Israel, el verdadero pueblo escogido.

9) ¿Qué significa que el cristianismo es una religio veritatis?

R.: Con esta expresión explica Justino que todos están llamados a formar
parte de la Iglesia, que es el nuevo Israel, el verdadero pueblo escogido, y
que todas las profecías del Antiguo Testamento anuncian al Nuevo
Testamento.
Los padres apologistas presentaron a la religión cristiana como religión de
la verdad.

10) Comentar la teoría de Teófilo acerca del logos inmanente y


proferido

R.: Teófilo es el primer autor cristiano que distingue entre el Logos


endiazetos y el Logos proforiscos, el Logos interno o inmanente en Dios,
que estaba en este antes de la creación (endiazetos), y el Logos emitido o
proferido por Dios, emitido para realizar la obra de la creación del mundo
(proforiskos). Todas las Epifanía del A. T. son propias del Logos, no del
Padre. (Es el que habla con Adán, etc.).

11) ¿Cuáles son las funciones del logos según Justino?

R.: Explica Justino que el Logos es proferido para la revelación y para la


creación con el fin de iluminar la consciencia del hombre para evitarle del
error y para que comprenda la unidad de Dios y librarlo del demonio.
El logos saca al hombre del error porque la razón está contaminada.
La creación, la revelación, y la redención se han realizado por medio del
Logos. también explica Justino que, el abismo insondable entre el Padre y
los hombres es llenado por el Logos, que hace de intermediario, pero sin
ser por eso un ente intermedio, sino Hijo de Dios e igual a Dios.

12) Comenta los calificativos griegos que da Justino al logos

Las obras de san Justino dedicadas especialmente a la Teología no han


llegado has-ta nosotros. Por eso, no es posible hacer una exposición
sistemática de su pensa-miento. Sin embargo, cabe señalar sus líneas de
fuerza y el modo en que trató algu-nos temas concretos.
Antes de su conversión, Justino poseía una amplia formación filosófica.
Des-pués de abrazar el cristianismo, empleó su cultura filosófica en la
explicación de la fe. Su filosofía, fundamentalmente platónica, está
continuamente presente en el desarrollo de los grandes temas
especulativos: Dios, el Logos, la inmortalidad del alma, etc.
El núcleo del pensamiento de Justino está constituido por la doctrina
sobre el Lo-gos. Establece un puente con la filosofía pagana,
sosteniendo que toda verdad es una participación del Logos: los
antiguos filóso-fos, en cuanto han dicho cosas verdaderas, poseían el
logos parcial. Este concepto de verdad como participación del Logos
permite justificar que la verdad es una –el Logos total de los cristianos–
y que, por tanto, la razón tiene un valor intrínseco y un poder que le
permite alcanzar muchas verdades poseídas de modo pleno en el
cristianismo; por ejem-plo, la existencia de un único Dios, la Provi-
dencia, la inmortalidad del alma, los premios y castigos de la vida
futura...
Justino elabora teológicamente la doctrina sobre Dios en clave
platónica: Dios es uno, bueno, absolutamente trascendente, totalmente
inefable, está más allá de cualquier nombre que podamos atribuirle. La
creación, la revelación, y la redención se han realizado por medio del
Logos. El abismo insondable entre el Padre y los hombres es llenado por
el Logos, que hace de intermediario, pero sin ser por eso un ente
intermedio, sino Hijo de Dios e igual a Dios.
Merced a esta intervención del Logos, todo hombre ha recuperado
la capacidad de endiosamiento que tuvo al inicio en el Paraíso, pero que
perdió por el pecado. Justino fue el primero –de los que conocemos–
que supo señalar la importancia de María en la obra de la Redención:
siguiendo el paralelismo Cristo–Adán de san Pa-blo, Justino establece la
contraposición María–Eva.
También es san Justino uno de los primeros que testimonian el culto a
los ángeles. Además, explica la función y naturaleza de estos enviados
de Dios: han recibido la misión de cuidar de los hombres y su naturaleza
es espiritual. Sin em-bargo, san Justino les asigna una cierta
corporeidad, a fin de distinguirlos clara-mente de Dios, que posee una
espiritualidad más pura y plena (hay que tener en cuenta que la doctrina
sobre la naturaleza metafísica de los ángeles no sería defini-tivamente
fijada hasta el siglo XIII).
Describe muy detalladamente la liturgia cristiana, en especial la Misa.
En-seña claramente que la Eucaristía ha sido instituida por Cristo, que
Cristo está allí realmente presente y que es verdadero sacrificio, en el
que el Logos es sacrifi-cado. Este sacrificio fue profetizado por
Malaquías y anula todos los demás sacrifi-cios, tanto de los judíos como
de los paganos. La primera Apología constituye el primer testimonio
escrito de cómo se desarrollaba la liturgia eucarística, y se reco-nocen
ya las principales partes de la Misa.

13) Contrasta la gnosis con la pistis

La gnosis hace referencia al conocimiento, mientras que la pistis a la fe.


El contraste surge si contextualizamos estas dos realidades en la corriente
de pensamiento herética de carácter religioso-filosófica, que fue el
GNOSTICISMO. Así, la gnosis no sólo se refiere al conocimiento tal cual,
sino a un conocimiento superior que da lugar a la salvación del hombre (la
gnosis de lo que se es: luz alienada en la materia de la cual se ha de
liberar). La pistis, sin embargo, quedaría fuera de este sistema de minorías
cultas como medio de salvación, y estaría relegada a las masas.

14) Comenta el sincretismo del sistema gnóstico

El gnosticismo es una corriente herética de pensamiento religioso-


filosófico. Una de las características que presenta es el SINCRETISMO, es
decir, la combinación de distintas teorías, actitudes u opiniones. De esta
manera, recoge las tradiciones zoroástricas indoiránicas; el platonismo
(especialmente el medio y neoplatonismo); y la tradición judeocristiana.

15) Explica cómo S. Ireneo refuta el gnosticismo

En su obra Adversus Haereses (contra todas las herejías), se enfrenta al


gnosticismo. Esta obra está compuesta de cinco partes:
El libro I, en el que escribe el gnosticismo a través de una larga serie de
exposiciones dedicadas a los diferentes gnósticos. Gracias a este desarrollo
de San Irineo, hemos conocido muchos aspectos de esta corriente.
El libro II, que lo consagra a la refutación propiamente dicha. Pero no se
trata de una refutación fundada sobre principios teológicos, sino sobre un
principio mucho más general: el sentido común, la razón. Ireneo trata de
mostrar las contradicciones internas de los sistemas gnósticos sobre el
plano de la lógica formal.
En el libro III, Irineo describe la doctrina de la Iglesia.
En el libro IV, comenta las palabras de Cristo.
Y por último, en el libro V, trata el tema de la Resurrección de la carne (se
vuelve al principio patrístico “caro cardo salutis”: la carne como eje de
salvación).

- Ireneo se aferra a la tradición eclesiástica para salir al paso a las


especulaciones gnósticas. Irineo no considera que la religión se
pueda basar sólo en la Escritura, ya que esta puede ser interpretada
según los propios intereses. Esta nunca se puede separar de la matriz
que la ha gestado; apela a la REGULA FIDEI que deriva de la
tradición apostólica. De esta manera, Irineo ya se enfrenta a una de
las prácticas gnósticas: la doctrina de Arcano, en la que empleaban el
secretismo para atraer a las personas. La Tradición de la Iglesia es
pública, única y pneumática.
- Los gnósticos tenían una visión negativa del mundo. Para ellos
resultaba la pluralidad de seres, la dispersión. Devaluaban la materia
pues era fruto de un deseo insatisfecho de la sofía por llegar al Padre
Primordial (mito gnóstico). Sin embargo, Irineo defiende el mundo
material como fruto de la creación positiva de Dios, y de sólo un
Dios Padre Creador (también había corrientes gnósticas que
separaban al Dios del A.T. como un dios de menor categoría,
semejante al Demiurgo platónico, del Dios del N.T.).
- La salvación para los gnósticos suponía una “fuga mundi” (fruto del
conocimiento de su origen, su verdad: Sofía que cae en la búsqueda
del Padre Primordial). Es una salvación a través de la gnosis, Cristo
sólo ayuda a llegar a este conocimiento. Ante esta creencia, Irineo
expone que la fe en Cristo es la que redime a todo el hombre (y no
sólo el alma como postulaban los gnósticos), la recapitulación
engloba la carne y la materia. Salvación como historia –salus carnis-
y no sólo como conocimiento. “Lo que no ha sido asumido, no puede
ser redimido”; fe en la encarnación, redención y resurrección.
- La visión tricotómica gnóstica del ser humano implica un
determinismo escatológico: o se es hombre espiritual, o psíquico, o
carnal. Irineo apela a la libertad y responsabilidad del ser humano
para la salvación.

16) ¿Cuál fue el sustrato cultural de la escuela de Alejandría?

Ya en el siglo segundo, los cristianos cultos se habían enfrentado


con su palabra y sus escritos con los enemigos del cristianismo: los
paganos, los judíos, los herejes. De este enfrentamiento surgió el
problema de las relaciones entre el cristianismo y la cultura griega y, más
en general, entre fe y razón. La actitud más frecuente fue la aceptación
de la cultura griega y el uso de la filosofía en la explicación y defensa de
la fe. Sin embargo, no faltaron otras posiciones: el rechazo total de todo
el helenismo (Taciano), la subordinación de la fe a la razón (gnosticismo),
o la explicación sencilla de la doctrina cristiana sin recurrir a los
conocimientos filosóficos (san Ireneo). Como ya hemos dicho, por el
carácter especulativo de los orientales, la tendencia más frecuente entre
ellos fue la de hacer un amplio uso de la filosofía en la interpretación de
la verdad revelada.
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En el siglo III fueron apareciendo diversos centros de estudio en las
ciudades más importantes, que encontraron su apogeo en el siglo IV. Esto
generó diversas escuelas, que diferían entre sí en el modo de exponer la
doctrina, en la preferencia por unos temas u otros, e incluso en el
contenido de fondo. Las dos grandes escuelas del siglo de oro son la de
Alejandría y la de Antioquía, pero también tenemos otras.
El centro cultural más importante del helenismo era Alejandría, en
el delta del Nilo. Esta ciudad, desde su fundación por Alejandro Magno
(331 a.C.), acogió elementos griegos, orientales y judíos. De este modo se
universalizó la cultura griega, dando lugar al helenismo. El elemento
religioso en el ambiente cultural de la ciudad tuvo un papel primordial
(los judíos era un tercio de sus habitantes). Ya en el siglo primero, Filón,
judío alejandrino, había intentado una síntesis entre el Antiguo
Testamento y la filosofía platónica, utilizando sobre todo el sentido
alegórico de la Escritura.
Durante el siglo tercero las persecuciones contra los cristianos
fueron de gran intensidad en todo el imperio romano, pero fueron pocas y
de corta duración. Esto permitió que el cristianismo gozara de una
relativa paz durante la mayor parte de ese siglo, lo que le permitió
extenderse sin especiales obstáculos, sobre todo en Oriente. En
Alejandría, en concreto, el cristianismo alcanzó notable desarrollo y los
conversos entre la gente culta fueron numerosos. Fue precisamente en
esta ciudad conde se sintió por vez primera la necesidad de fundar una
escuela catequética, para cultivar a nivel superior las ciencias sagradas.
A partir de entonces, los cristianos no solamente utilizaron la
filosofía con fines polémicos o apologéticos, sino para construir un nuevo
sistema científico –la teología especulativa–, que estuviese a la altura de
las grandes elaboraciones científicas de la antigüedad. Asistimos, pues,
en el siglo III y en Alejandría a los primeros intentos de elaborar un
sistema teológico completo. Para esta tarea se utilizó principalmente la
filosofía neoplatónica, predominante entonces en los medios culturales
de la zona. Del uso de esta filosofía se deriva el carácter fuertemente
especulativo, alegórico y místico de las elaboraciones doctrinales de la
Escuela de Alejandría.
El fundamento de la teología estaba, naturalmente, en los libros
sagrados. Una tarea primordial consistía en la correcta exégesis de los
textos, resolviendo las dudas y aparentes contradicciones. Para este
quehacer se empleó la filología y, sobre todo, el método alegórico. Este
método exegético había sido utilizado ya por los filósofos griegos para dar
a sus mitos un sentido más elevado y profundo, por encima de la
literalidad. El método alegórico fue perfeccionado y usado con profusión
en la Escuela de Alejandría, hasta tal punto que, junto con la filosofía
neoplatónica, constituye la característica esencial de dicha escuela.
La Escuela de Alejandría fue fundada por Panteno en torno al 180.
Le sucedió su discípulo Clemente de Alejandría, que fue director de la
escuela desde el 200 al 202, año en que fue disuelta a consecuencia de la
persecución de Septimio Severo (193-211). Poco después, Demetrio,
obispo de Alejandría, confió la dirección a Orígenes, con el cual alcanzó
su máximo esplendor durante el siglo III: era tal la celebridad de Orígenes
que acudían a la Escuela paganos e incluso herejes. Ésta fue la Escuela
catequética más importante de toda la antigüedad cristiana.

17) Nombra una obra de Clemente y otra de Orígenes y comenta sus


temáticas.
Clemente: la Trilogía (Protréptico, Pedagogo y Stromata), Contenidos: relaciones
entre la fe y la filosofía; la filosofía es una preparación de la humanidad para la
venida de Cristo; la fe es el fundamento de la verdadera gnosis, y es superior a la
razón; el Logos como principio del universo; la Iglesia, depositaria de la
Escritura;
praxis moral y doctrina de los sacramentos. Sus tres escritos más importantes
forman una trilogía, que intentó ser una exposición completa y científica de la
doctrina cristiana, destinada a la formación progresiva de los paganos y luego de
los ya convertidos. El mismo Clemente nos indica el plan de su obra: «Deseando,
pues, ardientemente conduciros a la perfección por un progreso constante hacia
la
salvación, apropiado a una educación eficaz, el bondadosísimo Verbo sigue un
orden admirable: primero exhorta, luego educa y, finalmente, enseña»
Protréptico (Exhortación): es la primera obra de la trilogía y consiste en una
invitación o exhortación a los griegos a que se conviertan. Tiene conexiones con
las
primeras apologías cristianas, pero su finalidad no es defender el cristianismo –
Clemente es consciente de que nadie creía ya en las calumnias anticristianas–,
sino
convertir a sus lectores. Para esto, muestra la función educadora del Logos a lo
largo de toda la historia, y la altura y calidad de las doctrinas cristianas, sobre
todo
en comparación con lo ridículo y vergonzoso de las enseñanzas y cultos paganos.
Anima a sus lectores a convertirse y llevar una vida moral alta, procurando
entusiasmarlos con la única, verdadera y perfecta filosofía: la religión cristiana.
Pedagogo (Educación): es la continuación del Protréptico, destinada a la
educación
moral de los ya convertidos. Se puede, pues, considerar como un tratado de
moral.
Consta de tres libros. En el primero, de carácter general, presenta a Cristo como
el
educador de todos los cristianos, pues todos le son confiados por el Padre. Por el
bautismo –explica Clemente– todos somos hechos hijos de Dios, y nuestras
relaciones con Él han de ser de filiación y no de temor. En los dos últimos libros
desciende al terreno práctico: describe de modo realista la corrupción y el
ambiente de la sociedad alejandrina, y enseña a los cristianos cómo han de
comportarse en las diversas situaciones; da normas sobre el uso de la comida,
bebida, casa, mobiliario, baños, perfumes, bailes, diversiones, urbanidad, vida
matrimonial. Es importante notar que Clemente insiste en que el cristiano no está
obligado a abstenerse de los refinamientos de la cultura: no es necesario que se
aparte del mundo, ni que haga voto de pobreza, sino que debe usar rectamente los
bienes de la tierra.
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Stromata (Tapices, Misceláneas): Esta es la tercera obra de la trilogía. Según el
plan anunciado, debería haberse llamado el Maestro o Enseñanza, y haber sido la
parte más sistemática y especulativa de su teología. Sin embargo, por los motivos
arriba apuntados, Clemente se limitó a componer una obra de carácter
fragmentario, en la que se estudian diversas cuestiones, sin llegar a formar un
todo
unitario. El tema más importante es el que trata en primer lugar: las relaciones
entre la fe y la filosofía griega.

Orígenes: De principiis: Es la obra más importante de Orígenes desde el punto de


vista especulativo. Fue compuesta entre el 220 y el 230. Es el primer tratado
sistemático y completo del dogma cristiano. Señala que las fuentes de la
Revelación
son la Escritura y la Tradición, y que ellas son una regla de fe que nos permite
determinar cuáles son las principales verdades, pero muchas veces no dan los
argumentos a su favor, ni una explicación de las relaciones mutuas entre ellas.
Además, quedan muchas cuestiones que aún no han sido resueltas. Lo que se
propone Orígenes es establecer los fundamentos especulativos de las verdades de
fe, estudiar sus relaciones y llevarlos hasta sus últimas consecuencias. La obra se
divide en cuatro libros: el primero trata de Dios y de los Ángeles; el segundo, del
mundo y del hombre; el tercero, de la redención, el fin del mundo y la libertad; y
el
cuarto, de la interpretación de las Escrituras.
De principiis es una obra que abrió camino en el campo de la teología. Por eso,
no
es de extrañar que algunas de las opiniones que en ella se exponen no estén en
concordancia con la verdad revelada. Por este motivo, esta obra se convirtió en el
centro de las polémicas origenistas. Su influencia fue considerable en el
desarrollo
de toda la teología posterior.

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