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RESEÑA DE LA LECTURA:

CRISTIANISMO PRIMITIVO Y PAIDEIA GRIEGA


MARIA PORRAS AVILA

En este texto, Werner Jaeger intenta establecer una relación, si no estrecha, cercana de la
cultura griega y los principios del cristianismo. Si bien, la idea resulta un poco descabellada al principio, no lo
es tanto, cuando en el capítulo cuarto, el autor demuestra una aproximación fundamental en la cual, la
filosofía posterior a Aristóteles, se convierte en una visión más mística de la vida del hombre, es decir, cuando
el espíritu reflexivo e intensamente racional de la filosofía griega se debilita para dar paso a un sistema que
tiene por mayor objetivo la consolación del ánimo humano frente a un contexto adverso.
El estudioso de la civilización griega, nos lleva por el camino de la historia para darnos a
conocer el estado de la situación que se vivía en los orígenes del cristianismo, y cómo es que la tradición
griega filosófica coadyuvó para construir una nueva perspectiva del mundo, reflejada tanto en el pensamiento
como en las acciones humanas. Jaeger nos muestra los elementos que el padre de la Iglesia cristiana retomó
de la literatura griega para catequizar al pueblo. Comienza el texto señalando que, de los factores que
determinaron la forma final de la tradición cristiana, la civilización griega ejerció una influencia profunda
en la mente cristiana. Sin embargo, una de las diferencias más grandes entre una y otra tradición, es que la
cristiana superó su exclusividad y su aislamiento local y penetró en el mundo circundante que, en ese tiempo,
estaba dominado por la civilización y la lengua griegas.
El factor decisivo de su expansión fue precisamente este, que al conquistar el mundo helénico,
conquistaba una gran región dominada a su vez por la cultura griega. Y el medio más impactante que se
utilizó en vía de esta conquista, fue el idioma. En la edad apostólica observamos la primera etapa del
helenismo cristiano en el uso del griego que encontramos en los escritos del Nuevo Testamento que se
continúa hasta los tiempos postapostólicos. A través de la utilización del idioma griego, los misioneros
cristianos pudieron acercarse con relativa facilidad, tanto a los judíos ya helenizados, como a los griegos
mismos. Con el empleo del griego, penetraron en la actividad misionera cristiana una plétora de conceptos,
categorías y formas literarias usadas por los filósofos griegos. El autor menciona la Epístola de Santiago
como ejemplo, indicando que en ésta se encontraba el concepto de “rueda de la creación” que se retomó de la
religión órfica. Igualmente, señala que en el catecismo cristiano más antiguo se establece la idea de los “dos
caminos” como esencia de la doctrina, cuando esta noción se originó en la forma de vida pitagórica.
Ciertamente, muchos de los conceptos básicos de la doctrina cristiana eran ideas retomadas y
renovadas de la filosofía helenista, sin embargo, existían también, ciertas semejanzas entre estas dos líneas de
pensamiento: las dos trataban de lograr nuevos seguidores por medio de discursos protrépticos en los que
recomendaban su conocimiento filosófico o dogma como la única senda hacia la felicidad, hacían referencia
a un maestro que poseía y revelaba la verdad y eran para sus seguidores una especie de refugio espiritual.
Los misioneros cristianos sabían de estas similitudes y las aprovecharon en su favor; la
paideia griega se estaba convirtiendo en una especie de fundamento argumentativo para el cristianismo y
terminó por ser su instrumento más efectivo.
Lo anterior se comprueba en la experiencia literaria de la carta de San Clemente a los
Corintios, que ocupa el segundo capítulo del libro. El santo utiliza el antiguo arte retórico griego para
demostrarles el daño que puede ocasionar una lucha de facciones, contrastándola con el beneficio de la
obediencia y la concordia. Este último concepto, es precisamente uno de los más reiterados en la filosofía y en
la política griegas. Los filósofos la ensalzaron como aquel poder divino que subyuga y mantiene el orden y la
paz mundiales.
San Clemente, haciendo uso de tal idea, adoctrina a los adversarios de su Iglesia, empleando
diversas elementos: la noción del orden cósmico establecido por Dios para servir de modelo a la vida y a la
pacífica cooperación de los hombres; una lista de todos los ejemplos de cooperación pacífica en el universo
que es un argumento usado por Eurípides en una tragedia; retoma una fuente estoica en la que se hacía una
alabanza a la paz y armonía como señora que gobierna toda la naturaleza. De esta forma, surge de San
Clemente un sistema de virtudes cristianas en base a la obediencia y sumisión a una autoridad divina,
(manifiesta en la Iglesia) muy parecida a la moralidad estoica. Además, su insistencia en el orden dentro de la
comunidad cristiana parte de un doble trasfondo filosófico: el de la experiencia política y la ética social
reunidas y el de la filosofía cosmológica. Lo que se puede entender si recordamos que la filosofía griega
derivaba las leyes humanas de una ley más alta; la ley divina del universo. De ésta única forma se podía
entender la verdadera paideia, es decir, la filosofía debía unir la teoría y la vida.
San Clemente recurre a esta verdadera paideia y le da un sentido casi místico al ser
interpretada a la manera cristiana como unidad en el cuerpo de Cristo. Compara también, esta idea de
unidad con el cuerpo humano y sus partes, llegando a emplear el concepto griego de sympneo, el cual
provenía de la medicina griega y había sido retomado por el estoicismo. Con esta noción quiere expresar que
todas las partes del cuerpo están permeadas por un solo pneuma que anima a todo el organismo y lo llama
“santo pneuma”. El santo necesitaba de ella para poder establecer el ideal de un orden Cristiano, que asigna
a cada miembro de la comunidad su lugar propio y su forma de cooperar de acuerdo con su capacidad.
Podemos concluir que la visión de un cristianismo que toma como instrumento a la cultura
griega y que la hace subordinarse a ella, se manifiesta en su máximo con San Clemente y la utilización que
hace éste, de conceptos filosóficos para justificar el establecimiento de una paideia de Dios o paideia de
Cristo, que tiene como objetivo, el adoctrinamiento de los miembros disgregados de la Iglesia.
En el capítulo cuarto, Jaeger nos muestra una comparación entre la tradición filosófica griega
y el cristianismo, demostrando que estas dos visiones no son tan opuestas. El monoteísmo en la cultura griega
era algo ya difundido por el pensamiento crítico de Jenófanes y Heráclito, así como por las teorías de Sócrates
y Platón, cuando San Pablo iniciaba su actividad misionera. El cristianismo retomó además, el concepto
platónico de las ideas innatas y con ello, confirmó su universalidad. Los sistemas estoico y epicúreo
representaron una decadencia de la capacidad de la filosofía de cuestionarse a sí misma, y como
consecuencia, demeritaron su poder de creación. La filosofía se convierte en una serie de dogmas que, si bien
están basados en cierta concepción del mundo y la naturaleza, tiene como propósito el ser una guía de la
vida humana mediante las enseñanzas de la filosofía y el proporcionar una seguridad interior que ya no se
encontraba en el mundo externo. Con ello, este tipo de filosofía cumple con una función religiosa.
Así, la filosofía no tenía ya como centro de sus argumentos a la reflexión sino a la aceptación;
si bien, tenía como objetivo satisfacer la inquietud del hombre, ya no lo hacía mediante la razón, sino a través
de la fe. Las consecuencias de ello fueron, por una parte el establecimiento de un escepticismo total, y por
otra, la unión de diversas escuelas como la platónica, la estoica, y la pitagórica en defensa de una posición
metafísica positiva.
Estas escuelas filosóficas desarrollaron sus doctrinas hasta el punto de que los medios para
poder conocerlas tuvieron un carácter esotérico que sólo algunos eruditos entendían. Como reacción a ello,
surgió la necesidad de que el pensamiento filosófico pudiese estar al alcance de todo el público; así el
formalismo fue cediendo hasta tomar la forma de ensayo y resaltar las cuestiones teológicas.
La Academia platónica sacó provecho de esta situación e infundió el pensamiento de Platón
en la nueva cultura helenista, rescatando solamente las ideas sobre metafísica y ontología y descartando su
epistemología y su teoría social. La doctrina platónica era entendida como pensamiento de Dios, a fin de dar a
la teología platónica una forma más concreta.
La tradición cristiana era ahora reinterpretada en base a la perspectiva platónica, con la
finalidad de hacerla más aceptable a los hombres de la nueva época. Platón se convirtió, entonces, en guía del
sentimiento religioso concatenando así, el ideal religioso a la reflexión filosófica.
Como resultado de esta lectura, podemos establecer la capacidad de entender cómo fue
posible que la filosofía se subordinara a la teología con relativa facilidad, en la edad de los grandes defensores
de la Iglesia como San Agustín o Santo Tomás. Si bien, la filosofía helenista conservaba su fundamento
racional y hasta un desprecio por el cristianismo, juzgándolo como un fanatismo absurdo, en el fondo estaba
más relacionada con un pensamiento dogmático que con una visión crítica.
El estoicismo había ya impuesto un sistema que se caracterizaba más por su requerimiento de
fe que por un análisis introspectivo. Aún antes, con el Platonismo, la introspección impuesta por Sócrates
había sido ya destituida por una atención hacia lo exterior. El ser humano ya no se podía construir desde
dentro, sino en función de algo externo, algo más allá de su inteligencia. Quizá por ello, el cristianismo
encontró una base tan sólida en ésta concepción del mundo; pero más allá de retomarla como argumento, la
hizo ser su fundamento principal y su razón de ser.

WERNER JAEGER, Cristianismo Primitivo y Paideia Griega,


México, F.C.E., 1998, 147p.

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