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“Nadie se salva sólo”

Temas para una agenda nacional post coronavirus

Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, acaba de colocar, nuevamente, un desafío cristiano,
pero muy político al mismo tiempo cuando afirma en su “Plan para resucitar la humanidad” de
que “nadie se salva solo”, donde él aspira que lo humano deberá ser el sentido principal de la
resurrección o la recuperación sanitaria, política, social y económica que demandará afrontar
las consecuencias de la pandemia en el mundo y en el Perú.

El Papa Francisco, afirma en su documento: “No podemos escribir la historia presente y futura
de espaldas al sufrimiento de tantos…Cada acción individual no es una acción aislada, para
bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra
Casa común”.

¿Qué necesitamos hacer en el Perú? ¿Se tratará sólo de volver a reactivar los cuatro motores
de nuestra economía consumo privado, el gasto público (consumo público más inversión
pública), la inversión privada y las exportaciones? ¿Apostaremos por establecer el mismo
sentido de progreso, de sólo crecer económicamente y que chorree hacia abajo? ¿No hay
necesidad de cambios estructurales donde la persona sea el centro como señala la
Constitución Política? ¿la regulación de los servicios públicos en manos de privados o en
manos del Estado, será una realidad? Se cae de maduro el fortalecer el sistema de salud y
otros sistemas públicos, pero ¿es sólo más presupuesto?

Hay más preguntas, pero en el exterior y dentro del país aparecen reflexiones de que debemos
repensar el rol del Estado y la administración pública. Pero, no se trata de obrar cuál péndulo
de reloj que en los 80 del siglo pasado apostamos por la prevalencia de lo público sobre el
mercado y la oferta y la demanda, que con las administraciones sucesivas acabamos con
hiperinflación, un Estado destruido por el mal manejo económico y la presencia del terrorismo;
y luego en los 90, como lo estatal anterior era el signo de todos nuestros males, apostamos por
el Estado reducido y la prioridad por que el mercado (ese asignador eficiente de recursos) se
encargara de proveer los servicios públicos no sólo en salud, también en educación y hasta en
telecomunicaciones. Fue el tiempo donde la política, la actividad que debe ver por la
resolución de los problemas públicos, es decir de todos o de la mayoría del país, se separo de
la economía y así andamos hasta el día de hoy en qué llegó el coronavirus a nuestras vidas y lo
social, de manera descarnada aparece como una revelación, pero siempre estuvo allí y no fue
una prioridad.

Es cierto que la preeminencia de la economía sobre la política nos permitió acumular miles de
millones de soles que hoy nos permiten dar en cuotas prolongadas bonos que permiten palear
el hambre de la cuarentena, pero también reveló que la esfera pública y el servicio público,
aquel al que apelan los más pobres para intentar mejorar su vida de manera integral
simplemente esta desbordado y se hacen grandes afirmaciones que son lugares comunes:
“Esta epidemia ha desnudado la escasa capacidad de gestión que tiene nuestro Estado".

Hace 18 años, el Estado peruano se descentralizó para intentar ser más eficiente y tener un
mejor servicio público con autoridades políticas más cercanas a las poblaciones. En paralelo el
gobierno central también se desconcentró territorialmente con organismo públicos en el país,
porque los gobiernos subnacionales no cumplían con los objetivos nacionales. Ni los
desconcentrados ni los descentralizados parecen siquiera responder a un tema básico: contar
con información social sobre las poblaciones de pobreza y extrema pobreza a donde dirigir
todo tipo de ayuda.

Como señaló hace poco el reconocido sociólogo Manuel Castells: “Ahora se pone en evidencia,
más allá del sistema sanitario, la necesaria prioridad de lo público en la organización de la
economía y la sociedad. Que no es estatización, porque cada fórmula de defensa del interés
público debe adaptarse a las características de cada sociedad”.

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