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| Relato

- Un deseo carnal -
Autor: Javier Espinoza

Un encuentro algo casual, entre ansias y vanidades, en


un cuarto de hotel se anidó nuestra existencia.

Un vestido rojo se mezcla en la ardiente piel que mis


manos desean concebir, ante mis impulsos de furia y sin
titubear tomando su cintura, le llevo contra la pared;
con aceleración en mi respiración, veo sus labios
mientras su lengua los saborea como cual serpiente
entra en cacería de su presa.

Dejando que mis instintos tomasen posesión, mi cuerpo


se entrega como cual volcán en erupción a explotar en
su boca con un beso lleno de pasión; tan tierno, carnal,
ardiente y violento, en un instante sentí que en parar ella
pensó, pero mi calor pudo a sus inseguridades dominar.

Trastabillando y sin soltarla, entre besos y deslizando


mis labios húmedos sobre su cuello, empecé a
desabotonar su blusa, dejando su silueta perfecta
cubierta tan solo con su ropa interior, tan caliente
quedó, al punto de que ella misma el sostén se quitó.
Entre caricias trató de hurtar mi camisa sin tener éxito
alguno y con vos entre cortada a su oído le dije –
<<Tranquila, relájate. Yo te ayudo.>>

Fragmentos de un alma en catarsis.


Sediento de encanto abordé a masajear uno de sus
senos, haciéndole estremecer de placer mientras el otro
llevaba a mi boca, y ¡por Dios! Lo devoraba como si
nunca fuese a degustar otra teta en mi puta vida. A
tientas buscó mi miembro y con maldad empezó a
masturbarlo, suave, rápido, con y sin pausas. Entre
placer subí a su boca mientras mis huellas con su
clítoris jugueteaban y de su rostro salía una sonrisa
peculiar que en sus ojos reflejaba piedad.

Mis manos avivando su piel al rozarla, mi rostro


descendiendo por su abdomen hasta llegar al dúctil
elástico de su ropa interior, el cual con un solo
movimiento se desvaneció. Besaba la pared interna de
sus muslos, forzando a tensar su espalda y que con
ímpetu sus piernas de deseo temblaran; o qué iba a
saber yo, quizá era algo más fuerte que eso, pues
cuando mi lengua rozó sus labios vaginales, soltó un
fuerte grito lleno de goce y dilatado jadeo.

Segundos después, mi apetito ya jugaba con sus


verticalidades en una horizontalidad de furia sin deidad,
entre gemidos suplicando más y gritando mi nombre
ante el placer que saboreaba, su espalda se arqueo y su
cuerpo entre fibras de fruición se tensó, liberando su
orgasmo más letal en el momento en que sus dedos a mi
cabello sujetaban con excitación. Retornando a su boca,
le hice probar su ajustado sabor, una mirada infernal de
sus ojos se desprendía, el deseo apoderado de sus
entrañas y el calor palpitante que en su vagina deseaba
una entrada.

Fragmentos de un alma en catarsis.


Sin omitir la codicia que su cuerpo a mis pretensiones
envolvía, la penetré tan fuerte que un gemido soltó muy
de prisa, de placer o tal vez de dolor o, no lo sé, pues no
contuve las ansias de que mi sangre devorase sus
fluidos. Comencé con un ritmo lento y enseguida mi
cuerpo aceleró para así escuchar sus jadeos
acordonados a su cadera rítmica en un ir y venir, de su
infernal deseo era un reo.

Saliendo de su humedad, un quejido entre el bullicio de


la ciudad se disparó y una sonrisa diabólica esbozó;
sonreí en el instante en que con una penetración más
sedienta y agresiva mi amor a su ser dominó. Posando
su aliento encima de mí acalorado y sudoroso cuerpo,
con una mano enlacé mis dedos en sus cabellos,
mientras que con la otra su clítoris acariciaba al ritmo
de la deliciosa penetración que nuestros cuerpos
disfrutaban, con salidas y entradas entre el choque de
mis piernas con sus nalgas un clímax atípico nos sació
el alma.

Fragmentos de un alma en catarsis.

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