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Encontramos sincronía mientras sumergía mis dedos en su sedosa

humedad, nuestros cuerpos se fundían a la perfección, uno sobre el otro, uno


dentro del otro, uno con el otro. Imité el ritmo de sus movimientos, pero presioné
mis dedos hacia el punto sensible de su pubis. Por su parte, ella dio suaves golpes
sobre mi clítoris con la palma de su mano.
Su excitación crecía cada vez más, traicionando su tranquilidad y calma
iniciales.
Sus labios dejaron de recorrer mis senos y parecían perseguir algo invisible
de un lado para otro; solo se detenían para dar pequeños mordiscos a mi piel y
succionar hambrientos mis pezones. Luego volvieron a mi cuello, apretándolo
fuerte y sentí que me desvanecía.
Nunca pensé que dos personas pudieran sincronizarse para alcanzar el
orgasmo juntas, pero justo entonces, mientras mi cuerpo temblaba por la
intensidad de su boca contra mi cuello, todo lo que creía saber se desapareció en
una niebla de éxtasis. Sus gemidos me ensordecían como un rugido, sus dientes
apresaban mi piel mientras sus dedos entraban y salían sin parar. Fue entonces
que escuché su grito enronquecido y aceleré mis movimientos, provocando que
ella también lo hiciera.
No lograba distinguir si los gemidos que llenaban la habitación eran suyos o
míos; sin embargo, sabía que todo era real. Sus caderas se unieron al juego y,
cuando la sentí lista, busqué sus labios en un intento desesperado de ocultar mis
jadeos. Nos besamos con pasión y vehemencia, en cuanto su cuerpo empezó a
temblar sobre el mío, sentí que cada parte de mí se tensaba y luchaba contra la
espera para culminar juntas.
Las olas de placer se extendieron en todo mi ser, al tiempo que su cuerpo
lánguido se dejaba llevar por el mío, jadeando por el esfuerzo. Después de unos
minutos, nuestros alientos se calmaron y armonizaron; incluso pienso que
nuestros corazones empezaron una conversación de latidos a su propia velocidad
secreta. Abrí los ojos y me reflejé en los suyos, una vez más, las palabras no
fueran necesarias.

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