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Dios nos hace cosquillas

¿Cómo nos imaginamos a Dios? ¿Cómo le hablamos? Decía el escritor Carlos Vallés que al hablar
de nuestra imagen de Dios, estamos hablando de nuestra propia vida y de la imagen que tenemos
del mundo. Algunos piensan en un dios amigo, un dios padre, un dios juez, un dios vigilante, en
fin, tenemos todos diversas formas de pensar e imaginar a Dios; sin embargo, debemos ser
conscientes que si en algún momento creemos tener una imagen definida de cómo es Dios, en ese
momento es cuando más lejos estamos de lograrlo, pues no puede ser reducido a nuestras
concepciones humanas.

Sin embargo, entre todas las visiones de Dios que han influido en nuestra forma de relacionarnos
con Él, una que ha tenido un lugar privilegiado en la historia ha sido el sentirnos cercanos a Dios a
través del dolor. La teología sacrificial que piensa en un dolor y sufrimientos necesarios para
poder tener una relación con Dios privilegiada ha calado enormemente en la fe y religiosidad. En
muchas ocasiones se basa en una errónea lectura de la pasión de Jesús, vista como un sacrificio
indispensable lleno de dolor y sufrimiento para poder aplacar la ira de un dios (en minúscula) que
exige una retribución ante la afrenta recibida por el ser humano.

No es que piense que Dios no puede manifestarse a través del dolor y el sufrimiento. Una cosa es
tratar de leer esos momentos de dolor en nuestra vida y buscar a Dios que nos acompaña y nos
habla en esos momentos y otra es, el querer buscar un dolor o sufrimiento para acercarnos a Dios
creyendo que es una de las pocas formas de acercarnos a Él.

De todas las formas que tenemos de imaginarnos y sentir a Dios, que por ser manifestada por
Jesús, nos da la garantía de la certeza es que Dios es amor. Dios nos ama y quiere lo mejor para
nosotros. Si el pecado nos hiciera felices (felicidad profunda, no puramente placer), Dios nos
invitaría a pecar, pues el pecado en realidad nos daña a nosotros, no tanto a Dios. Siempre hemos
tratado de buscar a Dios en el dolor, pero ¿por qué no lo buscamos en la alegría? Dios también
nos habla a través de alegría, de la risa y del humor y es un campo que hemos descuidado.

Hoy en día se reconocen los beneficios de la risa para la salud, así que deberíamos empezar a
valorar los beneficios también para la fe. Ya en algún momento lo valoró Santo Tomás Moro
cuando rezaba: "Concédeme la gracia de saber entender un chiste y saber volverlo a contar para
que se alegren los demás".

Dios quiere que seamos felices, que nos alegremos, que nos riamos. No hay por qué separar a
Dios de nuestra risa y nuestra alegría, es cuando más debemos sentirlo junto a nosotros riendo y
celebrando con nosotros. A veces creemos que la alegría y la risa ofenden a Dios, como si fuera
algo malo. Uno de los integrantes del grupo cómico los Monty Phyton, dijo alguna vez, “¿en que
clase de Dios creemos que no aguanta un chiste o una broma?”. Por supuesto, se debe evitar la
risa malintencionada o burlesca, que busca ofender más que compartir y transmitir la alegría.
Dios nos hace cosquillas, como dice una canción de Piero. Quiere que seamos felices y debemos
buscar nuestra felicidad y nuestra alegría. La fe es una fiesta y debe ser vivida como tal. Todos los
cristianos debemos pensar la forma de ser más alegres y reír más con nuestra fe.

Riamos con Dios y para Dios y compartamos nuestra risa y nuestra alegría con los demás. Y sobre
todo, pidamos a Dios como dice la oración: “…y líbranos del mal………. humor”.

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