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1. Introducción
Testimonio 1
Testimonio 2
'(...) hay ratos en los que pienso que es mejor no levantarme de la cama; pero
así es la vida y hay que afrontar las cosas tal como son. A ratos pienso que la vida no es
justa, y me cabreo con ella y conmigo mismo. Veo la cara oscura de la realidad, de la
vida, y tengo ratos en que me pregunto: ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué no
puedo vivir con ella? Y preguntas así que me dan la impresión de que me hacen daño.
Por otra parte, todos nos interrogamos en esos momentos de pérdida por el
sentido último de la vida: 'Todos nos hacemos un poco filósofos al dolernos por un ser
querido; todos nos preguntamos-acaso secretamente- por las cosas más
fundamentales de nuestra vida y su sentido' (Bermejo, 2012)
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entender que el duelo debe ser diferente (Saunders, 2011), por ejemplo de aquellos
que no tienen esperanza frente a la hora de la muerte (Bermejo, 2012).
Junto a las manifestaciones del duelo vistas en otros temas (p. ej. físicas,
psicológicas, sociales) existen también: las manifestaciones espirituales. Entre ellas
destacan: la consciencia de la propia finitud e impotencia; la caída de la ilusión de
inmortalidad; las reacciones hacia Dios: amargura y resentimiento, sentido de
abandono, protesta comportamental, indiferencia o renovada confianza en Él; la
búsqueda de significado en el dolor y en la vida que continua. La espiritualidad puede
ser un recurso que nos ayude a canalizar los sentimientos que se pueden experimentar
en un duelo.
- la convicción de que portarse bien será una garantía contra el dolor, las
desgracias, etc. Las cosas “malas” pueden sucederles a las personas buenas también,
porque estamos dentro de la vida y lo que nos sucede no es pago ni castigo de nada
- la expectativa que quien cree no sufre como quien no tiene fe. El sufrimiento
depende de las características del lazo, del carácter de la relación con las personas y
las cosas, no de tener o no fe.
“El tiempo cura todo”, pero el tiempo por sí mismo no cura nada, sino aquello que
hacemos con el tiempo
“Él/ ella, es feliz ahora”, o sea, “¿conmigo no estaba bien, no era feliz...?”
“Tendrás otros niños”: confundimos infundir apoyo con hacer promesas. El verdadero
signo de esperanza es aquel/aquella que se queda con el dolor, se queda junto al otro
en el dolor
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“Tienes la suerte de tener otros hijos...” “Sí, pero lo cierto es que ha perdido a este...”
“Dios necesitaba de ella”... pintamos a un Dios caprichoso
“No sé qué decirte, pero estoy aquí para ti” “¿Puedo venir a visitarte?”
“Llora, te ayuda a liberar la tristeza que tienes dentro...” “¿Quieres hablar o prefieres
callar?..” “¿Qué recuerdas en estos momentos...?”
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El ser humano puede definirse desde sus dimensiones corporal y psíquica. El
concepto de salud, no sólo es la ‘curación’ de los sistemas biológicos que fallan.
También depende de todo aquello que la persona puede hacer para prevenir la
enfermedad y promover el bienestar.
Vemos pues que dentro de esta concepción holística de la persona, los seres
humanos tienen necesidades espirituales, que requieren del uso de herramientas
especializadas por parte de quienes acompañan en el duelo. Estamos ante la
dimensión espiritual y la dimensión religiosa, muy relacionadas entre sí, pero que no
siempre coinciden.
Volvamos a los textos, de los testimonios que aparecían en la Introducción del tema.
Testimonio 1
'(...) He sentido y siento rabia. Contra Dios también. Lo que no he hecho es abandonar
mi relación con Dios. (...) ¿Cómo lo encajo? Porque si yo he hecho algo, ha sido rezar
por estos hijos. Y me parece que es como si hubiese fallado... Pero bueno, siempre he
tenido esa fe profunda. Y lo que más me ha dolido es sentirme un poco abandonada
por Dios. Hago meditación todos los días. Hablo con Él. Si es que no sé qué hacer, Dios
mío, ¿con quién hablo? . Para mí es una fuerza, es una energía, es un Dios amor, y en
este momento me cuesta mucho encajar esto'.
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Testimonio 2
'(...) hay ratos en los que pienso que es mejor no levantarme de la cama; pero así es la
vida y hay que afrontar las cosas tal como son. A ratos pienso que la vida no es justa, y
me cabreo con ella y conmigo mismo. Veo la cara oscura de la realidad, de la vida, y
tengo ratos en que me pregunto: ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué no puedo
vivir con ella? Y preguntas así que me dan la impresión de que me hacen daño'
Vemos pues que existe una relación entre la dimensión espiritual y el duelo.
En la dimensión espiritual del duelo se observan entre otros, las diferentes reacciones
ante la pérdida, en función de la educación recibida, del tipo de fe, del cultivo de la
dimensión espiritual,... Los sentimientos de frustración, de rabia hacia Dios. Se vive el
duelo en relación con un Dios que es fuente de esperanza, refugio, relación,... donde el
amor es más fuerte que la muerte.
Se constata (Yoffe, 2012) que los dolientes necesitan contar con profesionales
que puedan darles apoyo en su duelo y que comprueben y acepten el uso de prácticas
religiosas /espirituales en el afrontamiento del mismo. Que aquellos que realicen algún
tipo de labor asistencial en estos procesos, observen y entiendan la relación que las
personas tienen con su Dios. Es necesario, que la dimensión religiosa sea atendida no
sólo por los agentes de pastoral sino por todos los profesionales que acompañan en el
proceso de duelo (Bermejo, 2012).
Los ritos cumplen una función en las diferentes culturas (Bermejo, 2012) (p.ej. ritos de
transición). Con los ritos, lo sagrado penetra en el ámbito de lo profano (Durkheim,
2007). Son importantes los símbolos en los ritos (realización de funerales, visitas al
cementerio,...). Contribuyen a vivir el paso, a adaptarse a la pérdida, a socializar lo que
es un acto social (en niños también son importantes).
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El duelo, supondrá, además de la elaboración de emociones negativas y la
construcción de una nueva relación con el ser querido (que ya no está), un encuentro
con los valores y cómo estos se plasman en la vida cotidiana, y el sentido y los valores
que mueven a actuar de una determinada manera.
'No existe ninguna situación en la vida que carezca de auténtico sentido. Este hecho
debe atribuirse a que los aspectos aparentemente negativos de la existencia humana, y
sobre todo aquellos en los que convergen el sufrimiento, la culpa y la muerte, también
pueden transformarse en algo positivo, en un servicio, a condición de que se salga a su
encuentro con la adecuada actitud y disposición'
(Frankl, 2003)
Noblejas (2004) plantea, y así lo hemos señalado con anterioridad, que el ser
humano tiene una necesidad de encontrar un sentido a la vida y hacerlo realidad, lo
que se llama voluntad de sentido. Tener un propósito en la vida motiva a una persona
a dedicar sus recursos a conseguir unas metas y no otras.
Dicho propósito provee de una base que permite ser más resistente a los
obstáculos, el estrés y la tensión, lo que ayuda a compensar la reducción de bienestar
que se experimenta durante los periodos de dificultad y adversidad (Kashdan y
McKnight, 2009) y los efectos negativos psicológicos negativos (Diener et al., 2012;
Ishida y Okada, 2006).
Desde la premisa de que el Dios cristiano es un Dios que ama la vida, Jesús
afronta el sufrimiento y la muerte, no sin temor y rebeldía, pero con amor (Sánchez,
2001). En este sentido la fe cristiana conlleva un mensaje de fe de vida. Dios nos
salva desde la solidaridad y desde el Amor. Para los creyentes: la espiritualidad pasa
por hablar de experiencia de Dios.
La esperanza en el duelo
Esperanza, que por otra parte no descarta el miedo, sobe todo el miedo al
futuro. Dicho miedo, nos impide abandonarnos, por otra parte a decisiones impulsivas
y que pueden complicar el duelo. La esperanza como opuesta a la resignación, la
impide, al igual que la pasividad. Supone una actitud activa y positiva ante lo
inevitable.
'El saberse protegido por Dios permite aguantar los momentos difíciles'
'Yo tengo mucha fe y creo mucho en Dios. Él me da fuerza. Nunca me enfado
con él, aunque a veces le digo: Te has pasado, ya está bien la cosa, ¿no? (...) Lo he
aceptado. Ha sido un esfuerzo muy grande, pero lo he aceptado y lo he incorporado a
mi vida. Creo que hasta me ha servido para crecer: pienso en esas madres que tienen
un crío ya enfermo desde pequeño, no pueden disfrutar como yo lo he hecho (...)
Perder a los hijos cuando son niños o tenerlos enfermos desde que nacen,... debe de
ser más duro todavía'. (Testimonio tomado de Bermejo, 2012)
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