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DUELO Y ESPIRITUALIDAD

1. Introducción

Para contextualizar el tema que nos ocupa, partimos de estos testimonios de


personas en duelo (tomados de Bermejo, J.C, 2012)

Testimonio 1

'(...) He sentido y siento rabia. Contra Dios también. Lo que no he hecho es


abandonar mi relación con Dios. (...) ¿Cómo lo encajo? Porque si yo he hecho algo, ha
sido rezar por estos hijos. Y me parece que es como si hubiese fallado... Pero bueno,
siempre he tenido esa fe profunda. Y lo que más me ha dolido es sentirme un poco
abandonada por Dios. Hago meditación todos los días. Hablo con Él. Si es que no sé
qué hacer, Dios mío, ¿con quién hablo? Para mí es una fuerza, es una energía, es un
Dios amor, y en este momento me cuesta mucho encajar esto'.

Testimonio 2

'(...) hay ratos en los que pienso que es mejor no levantarme de la cama; pero
así es la vida y hay que afrontar las cosas tal como son. A ratos pienso que la vida no es
justa, y me cabreo con ella y conmigo mismo. Veo la cara oscura de la realidad, de la
vida, y tengo ratos en que me pregunto: ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué no
puedo vivir con ella? Y preguntas así que me dan la impresión de que me hacen daño.

En una situación como el duelo, el dolor producido es total, toda la vida en su


conjunto duele (Montoya, 2008). Se produce un dolor en sus diversas manifestaciones:

- Biológico (duele el cuerpo)


- Psicológico (duele la personalidad)
- Social (duele la sociedad)
- Familiar (nos duele el dolor de los otros)
- Espiritual (duele el alma)

Duele, además el pasado, el presente y sobre todo el futuro.

Por otra parte, todos nos interrogamos en esos momentos de pérdida por el
sentido último de la vida: 'Todos nos hacemos un poco filósofos al dolernos por un ser
querido; todos nos preguntamos-acaso secretamente- por las cosas más
fundamentales de nuestra vida y su sentido' (Bermejo, 2012)

El proceso de acompañar en el duelo, supone acompañar también en la


dimensión espiritual del mismo. Hay autores que señalan que esta dimensión, supone

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entender que el duelo debe ser diferente (Saunders, 2011), por ejemplo de aquellos
que no tienen esperanza frente a la hora de la muerte (Bermejo, 2012).

Junto a las manifestaciones del duelo vistas en otros temas (p. ej. físicas,
psicológicas, sociales) existen también: las manifestaciones espirituales. Entre ellas
destacan: la consciencia de la propia finitud e impotencia; la caída de la ilusión de
inmortalidad; las reacciones hacia Dios: amargura y resentimiento, sentido de
abandono, protesta comportamental, indiferencia o renovada confianza en Él; la
búsqueda de significado en el dolor y en la vida que continua. La espiritualidad puede
ser un recurso que nos ayude a canalizar los sentimientos que se pueden experimentar
en un duelo.

Nos podemos encontrar en el proceso de acompañamiento en el duelo, de


actitudes espirituales problemáticas (Pangrazzi, 2007):

- imágenes de Dios percibido como: castigador, ausente, injusto, malvado,


indiferente,...

- la convicción de que portarse bien será una garantía contra el dolor, las
desgracias, etc. Las cosas “malas” pueden sucederles a las personas buenas también,
porque estamos dentro de la vida y lo que nos sucede no es pago ni castigo de nada

- la necesidad de buscar respuestas claras, lógicas al dolor. Hay tragedias que


no se pueden explicar. La persona que aprende a convivir con la pregunta es la que
sana el dolor, no la que tiene respuestas

- la expectativa que quien cree no sufre como quien no tiene fe. El sufrimiento
depende de las características del lazo, del carácter de la relación con las personas y
las cosas, no de tener o no fe.

- frases pronunciadas en el duelo que pueden dañar: en lugar de consolar (como


pretendemos) podemos hundir.

Tabla 1. Frases que pueden dañar (Pangrazzi, 2007)

“Es la voluntad de Dios”

“Sé cómo te sientes”, en lugar de decir “Cuéntame, ayúdame a entender”

“El tiempo cura todo”, pero el tiempo por sí mismo no cura nada, sino aquello que
hacemos con el tiempo

“Él/ ella, es feliz ahora”, o sea, “¿conmigo no estaba bien, no era feliz...?”

“Tendrás otros niños”: confundimos infundir apoyo con hacer promesas. El verdadero
signo de esperanza es aquel/aquella que se queda con el dolor, se queda junto al otro
en el dolor

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“Tienes la suerte de tener otros hijos...” “Sí, pero lo cierto es que ha perdido a este...”
“Dios necesitaba de ella”... pintamos a un Dios caprichoso

“Dios amaba verdaderamente a este niño y se lo ha llevado con él”... “También yo lo


amaba..., un dios que se vale de su supremacía para quitarnos los hijos....

“No llores...” ¿No es la cosa más normal del mundo llorar?...

Pero, también tenemos y debemos utilizar frases que pueden ayudar

Tabla 2. Frases que ayudan (Pangrazzi, 2007)

“No sé qué decirte, pero estoy aquí para ti” “¿Puedo venir a visitarte?”

“Si te ayuda decirme lo que estás sintiendo”

“Recuerdo esto, o esto otro (de la persona que se ha ido)..”

“Tu rabia transmite lo que sientes en estos momentos”...

“La vida a veces es injusta...”

“Llora, te ayuda a liberar la tristeza que tienes dentro...” “¿Quieres hablar o prefieres
callar?..” “¿Qué recuerdas en estos momentos...?”

En este proceso de acompañamiento al doliente, tengamos en cuenta que la


presencia habla mucho más que las palabras.

2. Dimensión espiritual y duelo

Gardner (1995), investigador en el ámbito de la inteligencia, y defensor de las


inteligencias múltiples, postula la existencia entre otras, de la 'Inteligencia existencial’.

“La espiritualidad es la dimensión dinámica de la vida humana que concierne al


modo a través del cual la persona (individuo y comunidad) experimenta, expresa o
indaga el sentido de su existencia, al modo como se relaciona con el momento
presente y consigo misma, con los otros, con la naturaleza y con aquello que es
significativo y sagrado”

Otros autores hablan de 'Inteligencia espiritual’, como la capacidad de silencio,


de asombro, de admiración, de trascender, de conciencia de lo sagrado,...
Comportamientos virtuosos: perdón, gratitud, humildad (Bermejo, 2012).

En este sentido, es necesario pues, 'formar al corazón' en inteligencia espiritual,


sobre todo para acompañar en el sufrimiento a quien sufre la pérdida de un ser
querido. Lo que se denomina 'sabiduría del corazón'.

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El ser humano puede definirse desde sus dimensiones corporal y psíquica. El
concepto de salud, no sólo es la ‘curación’ de los sistemas biológicos que fallan.
También depende de todo aquello que la persona puede hacer para prevenir la
enfermedad y promover el bienestar.

‘... La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar


físico y psicológico’, OMS (1964). Nos encontramos ante el conocido como modelo
biopsicosocial, con una concepción holística de la persona.

También la OMS recoge la dimensión espiritual: señalando a los “aspectos de la


vida humana que tienen que ver con experiencias que trascienden los fenómenos
sensoriales” (OMS).

Vemos pues que dentro de esta concepción holística de la persona, los seres
humanos tienen necesidades espirituales, que requieren del uso de herramientas
especializadas por parte de quienes acompañan en el duelo. Estamos ante la
dimensión espiritual y la dimensión religiosa, muy relacionadas entre sí, pero que no
siempre coinciden.

La dimensión religiosa alude a la disposición y vivencia de la persona de sus


relaciones con Dios dentro del grupo al que pertenece como creyente. Al modo de
expresar la fe.

La dimensión espiritual es un concepto más amplio. Incluye la dimensión


religiosa. Abarca el mundo de los valores y de la pregunta por el sentido último de las
cosas y de las experiencias. Puede cristalizar en la profesión de un credo.

A esta última pertenece lo que entendemos por Espiritualidad: como el


conjunto de aspiraciones, convicciones, valores y creencias que organizan en un
proyecto unitario la vida del hombre, y que originan determinados comportamientos

Y dentro de la ella destacaríamos la 'Espiritualidad religiosa': entendiendo por


ella los valores y principios que residen en la relación con un ser trascendente, que en
el cristianismo es Dios, revelado a través de Jesucristo. Lo que otros autores
denominan una relación de amor (Brusco, 2002). Dimensión religiosa.

Volvamos a los textos, de los testimonios que aparecían en la Introducción del tema.

Testimonio 1

'(...) He sentido y siento rabia. Contra Dios también. Lo que no he hecho es abandonar
mi relación con Dios. (...) ¿Cómo lo encajo? Porque si yo he hecho algo, ha sido rezar
por estos hijos. Y me parece que es como si hubiese fallado... Pero bueno, siempre he
tenido esa fe profunda. Y lo que más me ha dolido es sentirme un poco abandonada
por Dios. Hago meditación todos los días. Hablo con Él. Si es que no sé qué hacer, Dios
mío, ¿con quién hablo? . Para mí es una fuerza, es una energía, es un Dios amor, y en
este momento me cuesta mucho encajar esto'.

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Testimonio 2

'(...) hay ratos en los que pienso que es mejor no levantarme de la cama; pero así es la
vida y hay que afrontar las cosas tal como son. A ratos pienso que la vida no es justa, y
me cabreo con ella y conmigo mismo. Veo la cara oscura de la realidad, de la vida, y
tengo ratos en que me pregunto: ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué no puedo
vivir con ella? Y preguntas así que me dan la impresión de que me hacen daño'

En el primero de ellos, nos encontramos con una 'experiencia de duelo en clave


religiosa'; en ella la FE se expresa en términos de experiencia de relación con Dios, la
espera en el más allá, la relación con Dios, las preguntas por el sentido,...

En el segundo testimonio se observa una 'experiencia de duelo en clave


espiritual'. Aparecen preguntas sobre el sentido de seguir viviendo, preguntas sobre la
causa: '¿Por qué a mí?',...

Otra definición de lo espiritual es la capacidad, inherente a todo ser humano


de: comportarse libremente y de forma responsable frente a las influencias internas y
externas. Es decir, de adaptarse y tomar postura ante lo que no puede cambiar. De
reconocer fuera de sí mismo las formas de sentido que se le ofrecen en diversas
situaciones y poder vivir el sentido (Noblejas, 2000).

Queda pues de manifiesto, que junto al cuidado de elementos externos, es


necesario también cuidar del espíritu: Idea cada vez más presente. Hay un creciente
interés actualmente en el ámbito académico y profesional de lo espiritual y la
problemática del sentido. También en culturas más pragmáticas faltaría y sería
necesario potenciar este aspecto en el duelo (Bermejo, 2012).

En esta misma línea, la dimensión espiritual es aquella que 'distingue al


hombre, le corresponde sólo a él y ante todo a él'(Frankl, 2011).

Existen diversas necesidades: fisiológicas, de seguridad, de amor y pertenencia,


de estima y de reconocimiento y de autorrealización (Maslow, 1943). La no satisfacción
de necesidades, p.ej. psicológicas, genera sufrimiento; es el caso de áreas como las
relaciones interpersonales (donde es importante la pertenencia a un grupo, de dar
amor y ser amado,...). También las necesidades espirituales no satisfechas, producen
sufrimiento. Estas necesidades han sido más estudiadas, fundamentalmente en el
ámbito de los enfermos terminales (Bermejo, 2012). En este sentido un elemento
fundamental de la terapéutica paliativa es la atención integral “que tenga en cuenta
los aspectos físicos, emocionales, sociales y espirituales” (Recomendaciones de la
Sociedad Española de Cuidados Paliativos y Guía de criterios de calidad de cuidados
paliativos) (Sanz et al., 1993; Gómez-Batiste et al., 2002). Se constata la necesidad de
atender el dolor total del enfermo (Bayés, 2006). En diversas revisiones sobre cuidados
paliativos se observa la vigencia de atender las necesidades espirituales (Himelstein et
al., 2004; Morrison y Meier, 2004).

Existen diferentes acercamientos a las necesidades espirituales. Jomain (1987)


señala como tales las necesidades de las personas, creyentes o no, a la búsqueda de un
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crecimiento del espíritu, de una verdad esencial, de una esperanza, del sentido de la
vida y de la muerte. Saunders (1988) define lo espiritual como el campo del
pensamiento respecto a los valores a lo largo de toda la vida. Alude a aspectos como la
culpabilidad, al hecho de poner en primer lugar lo prioritario, de alcanzar lo que se
considera valioso, sentimiento de vacío,.... Por su parte Hay (1989), destaca la
capacidad de trascender las realidades de funcionamiento de cada uno, con el objetivo
de amar y ser amado, para dar significado a la existencia y a manejarse con las
exigencias de la vida. Speck (1993), por su parte entiende la espiritualidad bajo tres
dimensiones: la capacidad de trascender lo material, la dimensión que tiene que ver
con los fines y valores últimos y el significado existencial que cualquier ser humano
busca.

Peterson y Seligman (2004), entienden que la espiritualidad es universal. Todas


las culturas tienen creencias sobre algo trascendente al ser humano

Pero el abordaje de la espiritualidad en el duelo es limitado. Worden (2004)


alude a la importancia en el asesoramiento del duelo, en ayudar al doliente a
encontrar significado a la muerte de un ser querido

Vemos pues que existe una relación entre la dimensión espiritual y el duelo.
En la dimensión espiritual del duelo se observan entre otros, las diferentes reacciones
ante la pérdida, en función de la educación recibida, del tipo de fe, del cultivo de la
dimensión espiritual,... Los sentimientos de frustración, de rabia hacia Dios. Se vive el
duelo en relación con un Dios que es fuente de esperanza, refugio, relación,... donde el
amor es más fuerte que la muerte.

En este sentido, parece que en la relación entre espiritualidad, el duelo y las


creencias, éstas ayudan, pero hasta cierto punto (Escarrà et al, 2012). Señala, tres
grupos de personas:

- Creyentes y/o practicantes: la fe y la religiosidad les ayudan


- Creyentes y/o practicantes: tras la muerte de un familiar tienen dificultades para
creer en Dios. Se produce un distanciamiento a raíz de lo ocurrido.
- Los que habían dejado de ser creyentes y/o practicantes y siguen con esa misma
actitud

3. Espiritualidad. Duelo y Psicología.

La Psicología como ciencia positivista (caracterizada por el uso del método


experimental) no ha prestado toda la atención suficiente a aspectos como el espíritu,
las creencias religiosas/espirituales, las prácticas de plegarias, meditación,..., sobre
todo, por la dificultad en cuantificar y medirlos. Sin embargo, en las últimas décadas,
se está produciendo cierta apertura y diálogo entre la Psicología y la Religión.

Algunos autores, en el ámbito de la Psicología, señalaron incluso el papel


negativo de la religión en el ser humano; Freud (1927), definió la religión como una
neurosis obsesiva de la humanidad. Ellis (1986) señala que es un factor negativo para
la salud mental, porque va en contra del crecimiento, de la libertad del ser humano.
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Sin embargo, actualmente en el área de la Psicología Social y de la Psicología de
la Religión y la Espiritualidad, diversas investigaciones destacan los beneficios y los
efectos positivos de las creencias, las prácticas y los rituales religiosos sobre la salud
(Yoffe, 2012). Participar en redes sociales religiosas se asocia, por ejemplo, a diferentes
tipos de estrategias de afrontamiento que disminuyen el estrés. La religiosidad y la
espiritualidad tienen un impacto positivo en los procesos de afrontamiento de sucesos
vitales negativos (Pargament, 1997; Koening, 1994, 2007). Las creencias y las prácticas
religiosas/espirituales producen un efecto beneficioso para la salud, disminuyen el
estrés, o lo previenen.

En esta línea, la religión y la espiritualidad son vistas como fuentes


potenciales de salud mental (Koening, 1997, 2003, 2007; Pargament, 1997; Pargament
& Brant, 1988). Aportan apoyo social para superar la soledad (Stroebe y Stroebe,
1999).
Las emociones positivas que surgen a partir de la realización y la participación en
prácticas rituales religiosas son importantes para la salud mental y física de las
personas en duelo, actuando sobre los mecanismos psiconeuroinmunológicos y
psicofisiológicos (Rossi, 1993). En este sentido las personas religiosas que practican su
religión tienden a mostrar mayor bienestar subjetivo (Barrientos, 2005). Además la
participación en rituales privados como la oración y el rezo, refuerzan la afectividad
positiva (Campos, Páez, et al., 2004).

Por lo tanto algunos mecanismos religiosos ayudan a las personas a atravesar


momentos difíciles de su vida. En un trabajo realizado sobre la influencia de las
creencias y prácticas religiosas/espirituales en el afrontamiento de pérdidas-por
muerte- de un ser querido (Yoffe, 2012), se observó que la fe en Dios y/o en otros
seres superiores (diversos credos) y la confianza en el poder de las prácticas
religiosas y espirituales, eran recursos de afrontamiento eficaces para la disminución
del estrés y el malestar surgido, tanto en el duelo anticipado, como una vez ya
fallecido el familiar.
Los participantes en el estudio (católicos, metodistas, judíos y budistas) solicitaban a
Dios ayuda, asistencia y apoyo espiritual.

Se observó que el uso de plegarias peticionales, de agradecimiento, para


ayudar al difunto, entre otras, producían sensaciones de tranquilidad, de calma, de
bienestar personal, de confianza en Dios,... (Yoffe, 2012). Las plegarias, tanto las
realizadas de forma individual como en grupo, permiten a la persona reafirmar su fe,
su confianza en Dios,.... suponían un afrontamiento más eficaz de la pérdida sufrida.

Además, la práctica de la meditación producía estados positivos, de calma


mental, paz, tranquilidad,...; efectos emocionales, tales como disminución de la
tristeza, angustia,...; efectos mentales, disminución de pensamientos negativos ,
claridad mental,...; efectos en la conducta, con un mejor abordaje en la solución de
problemas,...

Se observan efectos positivos de la meditación, y las distintas plegarias sobre


determinados aspectos psicológicos y espirituales en personas que están viviendo
situaciones de estrés (Dossey, 1993; Benor, 2006; Kabat-Zinn, 1997).
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En esta misma línea, Goleman (2000, 2003), con su concepto de 'Inteligencia
emocional', plantea como importante, el hecho de que se consigan incrementar,
reforzar y fortalecer las emociones positivas.

Se constata (Yoffe, 2012) que los dolientes necesitan contar con profesionales
que puedan darles apoyo en su duelo y que comprueben y acepten el uso de prácticas
religiosas /espirituales en el afrontamiento del mismo. Que aquellos que realicen algún
tipo de labor asistencial en estos procesos, observen y entiendan la relación que las
personas tienen con su Dios. Es necesario, que la dimensión religiosa sea atendida no
sólo por los agentes de pastoral sino por todos los profesionales que acompañan en el
proceso de duelo (Bermejo, 2012).

4.- Los ritos y el duelo

Los ritos cumplen una función en las diferentes culturas (Bermejo, 2012) (p.ej. ritos de
transición). Con los ritos, lo sagrado penetra en el ámbito de lo profano (Durkheim,
2007). Son importantes los símbolos en los ritos (realización de funerales, visitas al
cementerio,...). Contribuyen a vivir el paso, a adaptarse a la pérdida, a socializar lo que
es un acto social (en niños también son importantes).

Neimeyer (2002) plantea que los ritos permiten:

 Reconocer la realidad de la pérdida


 Revisar nuestro mundo de significados ('da sentido a lo que pasa')
 Reconstruir la relación con lo que se ha perdido
 Reinventarnos a nosotros mismos

Por otra parte, y también desde la Psicología, V. Frankl, ha abierto un nuevo


paradigma (Acevedo, 1996) centrado en el ser humano como unidad y totalidad bio-
psico-socio-espiritual. Este paradigma entiende que el proceso de salud y bienestar es
dinámico y que incluye también la falta, el sufrimiento, la enfermedad, la
frustración,... (Bruzzone, 2014). El ser humano puede llegar a afrontar hasta las peores
condiciones imaginables (Frankl, 1990).

Viktor Frankl, creador de la Logoterapia, señala que lo importante es la actitud del


ser humano frente a la muerte. Así, sufrimiento y muerte son preguntas
importantes, que en algún momento todos nos planteamos:'¿Por qué vivir si hay que
morir?, ¿Tiene sentido vivir cuando debemos sufrir?'Frente al planteamiento del
occidente moderno, donde la muerte y el duelo son tabú, la logoterapia entiende
que la muerte pertenece a la vida (Frankl, 2001).

En este sentido, la respuesta de la logoterapia, es salir al rescate del dolor y señala


que lo importante es la actitud que el hombre toma con respecto a situaciones que se
presentan como un destino ineludible o inevitable (Frankl, 1990). Incluso la
experiencia-límite de la pérdida puede convertirse en una oportunidad de maduración
y enriquecimiento.

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El duelo, supondrá, además de la elaboración de emociones negativas y la
construcción de una nueva relación con el ser querido (que ya no está), un encuentro
con los valores y cómo estos se plasman en la vida cotidiana, y el sentido y los valores
que mueven a actuar de una determinada manera.

La lógica reacción humana ante la adversidad (p.ej. la muerte de un ser querido) es


rebelarse, así, el ser humano se resiste a la adversidad, protesta ante la adversidad,
reacciona ante la adversidad. Sin embargo, pocas veces lo adverso se resuelve
protestando, resistiendo o reaccionando. Es más, en ocasiones, no sólo no se resuelve
lo adverso, sino que la resistencia, la protesta y la reacción suelen generar segundas
situaciones adveras que se suman y agravan la primera (García Pintos, 2010).

Es necesario cambiar el hecho de 'rebelarnos' por el de 'revelarnos': superar la


adversidad de la vida, y tratar de descubrir lo que ésta nos revela. La protesta es
genuina y razonable, pero frente a quedarnos anclados en ella..., el planteamiento es
seguir adelante, buscando una mejor condición de vida. Y Junto a todo ello, hacernos
dueños de esas condiciones: tomar decisiones que lleven al hombre a que lo ocurrido
no le determine, frente a la indefensión aprendida, poder hacer cosas.

Como señala García Pintos (2010) 'Rebelarnos es la primera reacción, revelarnos


es la respuesta'. La logoterapia señala que cada persona y cada situación son distintas,
el sentido no puede darse, debe descubrirse (Frankl, 2003). Por ello quien acompaña al
doliente debe tener en cuenta que es la propia persona quien ha de encontrar el
sentido.

Así, como afirma Frankl:

'No existe ninguna situación en la vida que carezca de auténtico sentido. Este hecho
debe atribuirse a que los aspectos aparentemente negativos de la existencia humana, y
sobre todo aquellos en los que convergen el sufrimiento, la culpa y la muerte, también
pueden transformarse en algo positivo, en un servicio, a condición de que se salga a su
encuentro con la adecuada actitud y disposición'

(Frankl, 2003)

5.- Capacidad humana para hacer frente

El sufrimiento humano, es una parte fundamental de la psicología positiva junto


con el estudio de otros aspectos más positivos del ser humano, como la resiliencia, y
también, el estudio de fortalezas humanas o cualidades positivas.

Las Fortalezas son el resultado de la búsqueda de los aspectos más valiosos y


deseables del ser humano, presentes en todas las culturas, por lo tanto tienen un
carácter universal. Se trata de destacar los recursos de las personas y aprovecharlos,
más que detectar deficiencias para intentar reducirlas. Favorecer que la persona, la
familia, tome conciencia y aplique sus fortalezas, implica confiar en que muchas de sus
debilidades se reducirán como consecuencia de centrar el crecimiento de la persona,
de la familia,... sobre sus cualidades naturales.
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Las 24 Fortalezas Personales (Peterson y Seligman, 2004), son rasgos positivos
de la personalidad, que configuran el “buen carácter”. Se definen como estilos
moralmente valorables (virtudes) de pensar, sentir y actuar, que contribuyen a una
vida en plenitud. Las fortalezas implican esfuerzo y voluntad; son las que siguen:

 Sabiduría y Conocimiento (Creatividad, Curiosidad, Apertura mental, Amor por


el aprendizaje, Perspectiva)
 Coraje (Valentía, Perseverancia, Integridad, Vitalidad)
 Humanidad (Amor, Amabilidad, Inteligencia social)
 Justicia (Civismo, Sentido de la justicia, Liderazgo)
 Moderación (Capacidad de perdonar, Modestia, Prudencia, Autocontrol)
 Trascendencia (Apreciación de la belleza, Gratitud, Esperanza, Sentido del
humor, Espiritualidad)

Respecto a la resiliencia, se ha observado en diferentes estudios que (Avia y


Vázquez, 1998; Vázquez y Pérez-Sales, 2003; Pérez-Sales y Vázquez, 2003 a, b;
Vázquez, Cervellón, Pérez- Sales et al. 2005) los seres humanos son básicamente
resilientes ante la adversidad, lo que se consigue a través de una red compleja de
procesos motivacionales y cognitivos mediacionales (Lyubomirsky,2001).

Uno de los factores implicados es la presencia de emociones positivas durante y


después del trauma, las cuales pueden tener un efecto de amortiguación del impacto
del trauma (Wortman y Silver, 1989; Linley, 2003).

El duelo, desde esta perspectiva, es una oportunidad de reorganización y


crecimiento, en aras a conseguir mayores niveles de madurez y de integración
personal (Tabernero, 2014).

El duelo ha de superarse, no sólo como una adaptación, sino hacia una


recuperación e incluso un crecimiento post-traumático, a través de la apertura a
nuevas perspectivas de sentido y mediante la reconstrucción narrativa de la vida (p.ej.
modelos constructivistas).

Noblejas (2004) plantea, y así lo hemos señalado con anterioridad, que el ser
humano tiene una necesidad de encontrar un sentido a la vida y hacerlo realidad, lo
que se llama voluntad de sentido. Tener un propósito en la vida motiva a una persona
a dedicar sus recursos a conseguir unas metas y no otras.

Dicho propósito provee de una base que permite ser más resistente a los
obstáculos, el estrés y la tensión, lo que ayuda a compensar la reducción de bienestar
que se experimenta durante los periodos de dificultad y adversidad (Kashdan y
McKnight, 2009) y los efectos negativos psicológicos negativos (Diener et al., 2012;
Ishida y Okada, 2006).

6.- Espiritualidad en el duelo. La esperanza en el duelo

La luz que proyecta Cristo (desde su vida y su muerte) sobre el mundo, un


mundo donde está presente el sufrimiento y la muerte (Bermejo, 2012), Así, el dolor
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por la ausencia del ser querido, nos puede sumir en el desconsuelo, en la amargura y el
resentimiento, que nos lleva a una actitud de resignación pasiva y de sumisión a Dios
('Él sabrá por qué lo ha hecho').

Desde la premisa de que el Dios cristiano es un Dios que ama la vida, Jesús
afronta el sufrimiento y la muerte, no sin temor y rebeldía, pero con amor (Sánchez,
2001). En este sentido la fe cristiana conlleva un mensaje de fe de vida. Dios nos
salva desde la solidaridad y desde el Amor. Para los creyentes: la espiritualidad pasa
por hablar de experiencia de Dios.

En un proceso de duelo, Durkheim señala cuatro lugares que nos pueden


ayudar en la apertura a lo trascendente: la naturaleza, contemplarla nos invita a lo
trascendente; el arte, y lo que nos evoca, armonía y belleza; el encuentro, el diálogo
permite un adecuado acompañamiento, la escucha, el silencio; y el culto, los ritos
sagrados a través de símbolos, nos remiten a realidades que nos trascienden, a lo largo
de la vida (inicio, transición ,final,...), mostramos respeto hacia la persona fallecida.

La esperanza en el duelo

La primera característica de la esperanza es la confianza (Bermejo ,2012). En el


caso del duelo, la confianza necesita ser depositada en alguien. Los creyentes lo
harán en Alguien, con mayúsculas. Los no creyentes confiarán en sí mismos para
recuperarse, en el recuerdo y el amor en el corazón, en los recursos externos,...

Otra dimensión de la esperanza es la paciencia (Bermejo ,2012). Vivimos en


una sociedad cada vez más impaciente. La paciencia, sería la conexión entre el futuro y
el presente (Laín Entralgo). Además la esperanza se realiza en la paciencia. 'La
paciencia conduce a la esperanza: quien cristianamente se ejercita en el empeño de
soportar con buen ánimo la limitación y el dolor, acabará sintiendo que su vida se
abre hacia una meta consoladora y esperada' (Laín Entralgo)

Esperanza, que por otra parte no descarta el miedo, sobe todo el miedo al
futuro. Dicho miedo, nos impide abandonarnos, por otra parte a decisiones impulsivas
y que pueden complicar el duelo. La esperanza como opuesta a la resignación, la
impide, al igual que la pasividad. Supone una actitud activa y positiva ante lo
inevitable.

'El saberse protegido por Dios permite aguantar los momentos difíciles'

'Yo tengo mucha fe y creo mucho en Dios. Él me da fuerza. Nunca me enfado
con él, aunque a veces le digo: Te has pasado, ya está bien la cosa, ¿no? (...) Lo he
aceptado. Ha sido un esfuerzo muy grande, pero lo he aceptado y lo he incorporado a
mi vida. Creo que hasta me ha servido para crecer: pienso en esas madres que tienen
un crío ya enfermo desde pequeño, no pueden disfrutar como yo lo he hecho (...)
Perder a los hijos cuando son niños o tenerlos enfermos desde que nacen,... debe de
ser más duro todavía'. (Testimonio tomado de Bermejo, 2012)

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