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El enamorado con sus gestos, palabras, favores y obsequios crea una red mágica
alrededor del objeto de su amor. Sus medios de persuasión son medios mágicos
para atar al otro. Esta operación la llama Bruno “vincular”. Ahora el principio de esta
visión es que existe un el sujeto vinculante y el objeto vinculado, sin embargo, mi
idea que esta magia erótica no solo actúa bajo seres de la misma naturaleza, cuya
realización se consuma en la generación de los seres, sino que el ser humano, se
vincula con toda la naturaleza a partir de la visión de esta magia a través de la
sensibilidad contemplación lo que llevaría a una visión, erótica de la naturaleza
acto convierte al universo natural en expresión de un acto mágico: "gracias al eros,
y debido a él, la naturaleza entera se transforma en una gran maga"
Según Al-Kindi nosotros nos encontramos en medio de una red invisible de rayos
procedente de los astros pero también de los objetos de la Tierra.
Esta teoría sirve para que Ficino y Bruno sustituyan el término radiación por el de
Eros.
Todo sitio del universo y de lo pequeño genera una radiación que centellea en todo
lugar del espacio.
La fe o deseo es determinante para la cristalización del logro mágico. Si el hombre,
devenido mago, "ha juzgado la cosa digna de su deseo, desea largamente los
accidentes gracias a los cuales, según la opinión que se ha hecho, la cosa puede
existir en acto" (17). Por lo que "sin duda, el primer y principal accidente necesario
para la generación de una cosa mediante el modelo de la imagen mental, es el
deseo del hombre que imagina que la cosa puede realizarse
Todo así es texto-red, extensión ligada, el pneuma universal donde los múltiples
detalles y particularidades son ligadas.
La magia erótica cósmica bruniana dice lo que Sade no podrá luego decir: el amor
como gran fuerza erótica demoníaca que se re-liga con la naturaleza como
productividad sin extenuación.
La memoria en Bruno conserva las imágenes, que pertenecen a una gran
enciclopedia visual por la que el sujeto se reenciende al acumular fuerzas divinas.
La imaginación es la verdadera elevación de la potencia cognoscitiva. Algo que ya
Paracelso había anticipado. Es la flecha exploradora de una potencia superior,
divina, no humana. El ascenso es también estimulado por la arquetípica imagen de
la escala que recorre la gradación tripartita de la realidad según la tópica hermético-
neoplatónica (lo supraceleste, lo celeste y sublunar); escala sobre la que Francesco
Giorgi, en la Venecia del siglo XVI, también había especulado en su De harmonia
mundi
La teoría de los vínculos tiene que ver con la manipulación de los otros (humanos y
no humanos) en todos los sentidos, tanto positiva como negativamente, con un
cierto dominio por parte de la conciencia del dominante, del vinculante; tiene que
ver con el
a) Sobre todo busca consolidar una categoría para un modo de relación que
contiene una gran cantidad de formas y que, por ello mismo, se pierden, se
confunden, se dispersan gnoseológicamente hablando. Busca, además,
obtenerla entre sus componentes: el sujeto que vincula (el 'vinculante '); el
objeto sobre el que recae la relación (el 'vinculado', que bajo una perspectiva
dialéctica es, a su vez, vinculante), y la relación misma (el 'vínculo'). poder,
por consiguiente con el sometimiento, pero también con la fuerza de la
naturaleza, incluyendo especialmente la humana. Por eso y por otros
aspectos concretos, no podemos tampoco dejar de vincular la teoría bruniana
de los vínculos con aspectos de las modernas teorías sobre redes.
Entre las aproximaciones brunianas hacia una determinación - más que una
mera definición- del término vínculo y sus derivados que se presentan en dichos
textos, consideramos que una de las más profundas es la siguiente: ··Así pues,
el vínculo es aquello por lo cual las cosas quieren permanecer en donde están y
no perder lo que poseen, en tanto que también quieren estar en todas partes y
adueñarse de lo que carecen; de donde, a partir de una cierta complacencia
respecto a las cosas poseídas, por el deseo y la apetencia hacia las cosas que
están apartadas y aquellas que pueden ser poseídas, así como también por
amor hacia todas las cosas, hay quienes tienen como objeto de consideración a
lo bueno universal así como a la verdad universal, ya que el apetito y Ja
inteligencia del particular no son satisfechos por lo bueno y lo verdadero
particular y finito." 39 Por ello el vínculo por excelencia, "el vínculo de vínculos",
es el de Cupido, el del amor, que constituye el objeto fundamental de la tercera
y medular parte de De vinculis.
Platon
Quizás es por tal mediación que el amor pasa a un segundo término con
respecto al conocimiento en general, siendo una utilidad y no un fin en sí mismo
independiente de todo proceso cognitivo. Por tanto, la pregunta siempre estará
dirigida a saber si en verdad existe el amor a lo singular, a sabiendas de que no
se pretende la singularidad de lo amado sino la generalidad de la belleza; el
deseo de belleza no consiste en concentrarse en un solo cuerpo bello, no se
trata de amar a una sola persona, sino, por el contrario, es preciso rechazarle y
considerarle insignificante.
Ahora pasaré de lleno al tema del erotismo sagrado, comenzando por dar una
definición de erotismo según Bataille: “El erotismo es antes que todo un ejercicio
o intento de comunicación”[4]. Es por eso que el erotismo es así mismo una
instancia que posibilita la estructuración de un lenguaje que es sustentado de
manera especial por los cuerpos, es así que el erotismo no puede ser entendido
sin cuerpos.
Con esta propuesta Bataille nos invita a realizar un ejercicio reivindicativo de los
cuerpos, es decir, en un instrumento de liberación; es “un camino, el cual nos
conduce a transgredir los límites impuestos, el vértigo enloquecedor, así como
el conjurador de nuestras soledades cautivas”[5]. Es así que el cuerpo busca la
libertad, por medio de la expresión, evadiendo cualquier tipo de censura, cobra
conciencia de una soberanía la cual estaba presa, oculta, es por eso que “donde
hay un cuerpo que no habla se oculta un corazón que no siente”[6]; por ello el
cuerpo es un completo objeto de deseo, que busca su propio objeto de deseo,
pero el cuerpo no se reduce únicamente a deseos carnales, sino también le es
inmanente una espiritualidad, es decir no puede ser el hombre reducido a una
cosa, y es gracias a ello que hace con su cuerpo lo que quiera, sin rendir cuentas
a nadie.
con el cálculo espontáneo del placer, tampoco niega su utilidad. Los griegos no
pasaron por una revolución puritana al estilo victoriano, ya que no veían nada
vergonzoso en el goce efímero. Platón estuvo con naturalidad incardinado en el
realismo y sentido común de los griegos. En el Fedón (65 a), el pensador enfrenta
el problema del placer reflejando el divorcio entre el mundo no ético (mente
cognoscente) y el mundo físico (personalidad humana). Al contrario, en el Banquete
el placer está asociado al deseo apasionado de belleza como encuentro sumo de
felicidad y placer. El intelectualismo del Fedón es abandonado por la reivindicación
de las emociones. Ya en el libro VII de la República Platón afirma que la "Forma del
bien" es el paradigma a través del cual es posible juzgar el placer. Así, en relación
directa de las tres partes del alma surgen las tres formas de vida: la del amante de
la verdad, la del ambicioso y la del "apasionado", cuyo objetivo principal es la
satisfacción de los deseos físicos de la mano con la salud necesaria para disfrutada.
Los placeres del filósofo con los más reales por su vínculo al mundo de las Formas,
y los demás placeres son verosímiles. Sin embargo, para que la vida sea buena
debe contener cierta mezcla de conocimiento (intelecto) y sentimiento (placer).
Aristóteles dijo que "Todos los hombres desean saber por naturaleza" (Metafísica
1, 1). Esto equivale a decir que siempre que haya saber (logos) está implícito, como
dos caras de una misma moneda, el deseo (eros). El logos es erótico y el eros del
hombre es logos. Ese deseo(cupiditas) es el que pone al hombre a seguir siendo
hombre. Quien filosofa es el hombre de carne y hueso, no una abstracción o idea.
Es el hombre que nace, vive, sufre y muere (... ) el que come y bebe y juega y
duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el
verdadero hermano (Cf. Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, 1).
Algo así como la sacudida de entrañas que le daba a Neruda el amor en agonía y
en éxtasis: "Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre". Pero, aunque
filosofa el hombre, lo primero es vivir. Se trata de vivir. Por ello quizás se haya
atrevido Séneca a parafrasear a Aristóteles: "vivere (... ) omnes beate volunt", 'todos
quieren vivir felizmente' (De la vida bienaventurada, 1). El conocimiento está al
servicio de la necesidad de vivir y primariamente del instinto de autoconservación -
personal-o Pero insístase en que es el hombre el que filosofa, si el filósofo no es
hombre, es cualquier cosa menos filósofo, tal vez un pedante o, en el peor de los
casos, un remedo de hombre. Y precisamente por esto, quizá debamos atrevemos
a gritar que "todos los hombres tienen hambre de piel".
Siguiendo a Bataille, el género humano es el único que puede hacer de su actividad
sexual erotismo, porque a diferencia de los animales, tiene actividad sexual sin que
necesariamente medie el fin de procrear. No tienen vida erótica los animales dice
Bataille, y sin embargo participan de ella también podríamos decir con Freud,
bástenos echarle un ojo a los voyeurismos “discovery chanellescos”.
Porque, si no todo acto sexual es erótico, ni toda cogida con fines procreativos deja
de serlo, habría que pensar qué es lo que diferencía entre un acto erótico y otro que
no lo es. Lo erótico: ¿Excluye lo sexual que solo se circunscribe al automatismo, al
embonamiento genital, a una suerte de descarga?. Lo erótico: ¿Reside quiza en la
pasión?, ¿y qué de la duración, la intimidad, una sensación particular, etc., etc.,
etc.? Una aporía para que cada quién la responda a través de su experiencia.
El erotismo es una experiencia que nace del interior y que se manifiesta en las
múltiples sinuosidades de experiencias corporales. El erotismo está del lado de la
pasión y su materia es el cuerpo, de lo que se trata el erotismo es de una expedición
por los placeres y displaceres del sexo, de un desafío, de una aventura que traspasa
la piel y la carne, de -por decirlo de cierta forma- una dialéctica corporal y de los
sentidos con un partenaire, donde embebidos en la pasión se han olvidado en el
acto erótico no solo de los fines de la procreación, como dijera Bataille, sino de sí
mismo.
La muerte y la vida dominan el campo del erotismo, pues el erotismo a lo que
apuesta es a una continuidad, en oposición a la discontinuidad que nos es
característica desde el momento de ser humanos: somos discontínuos porque
estamos separados del otro, somos discontínuos porque entre uno y los demás hay
un profundo abismo, aún con los más amados, aún con los amigos más íntimos la
no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no unicidad nos alcanza. La
continuidad mágica, terrible, fusionable es lo que busca el erotismo. Ser con el otro
uno, ser ambos contínuo, !maravillosa fantasía!. Enroscar mi cuerpo con el del
amado y ser con él un ente único, ser con el otro un igual, ser con el otro un todo,
lo cual nos sitúa ya en el campo de la muerte, pues el deseo sería a morir con el
otro, fusionados. Un deseo que ciertamente en el erotismo no triunfa pues la vida lo
seduce.
Pero más allá – o más acá, según se vea- del erotismo de los cuerpos, está lo que
Bataille llama el erotismo de los corazones, cualitativamente más sagrado, ese
ardiente y pasional erotismo donde el ser amado… es asido, donde no se escapa,
donde los seres en su discontinuidad se abren a la experiencia de la continuidad en
el extásis, jugando así con los límites del ser. Por ello es que los amores
apasionados, aún aquellos castos, comparten el desfallecimiento y la angustia de la
muerte, como ocurre con el erotismo de los cuerpos. Y es que para Bataille existen
tres tipos de erotismo, el de los cuerpos, el de los corazones y el erotismo religioso.
En los tres se pretende zanjar la experiencia de la discontinuidad, de la diferencia,
del aislamiento subjetivo a través de la vivencia de continuidad, con un amante, un
amado, o un dios, a través del cuerpo o del ser
El erotismo que nos aleja de la animalidad, -al hacer de la experiencia erótica algo
exclusivo de nuestra especie- también la convoca. El hombre o la mujer que se
abren a la experiencia sensual se encuentran encarados con un momento en el que
se desconocen, el momento del “olvido de sí”, donde el sujeto se halla desujetado,
animalizado, quizá por ello es que el erotismo apuntala siempre lo inconsciente, el
erotismo lo anima a expresarse en vía directa.
El erotismo situado entre la vida y la muerte, también aplica al momento orgásmico,
al orgasmo también se le conoce como “la muerte chiquita”, porque por un momento
nos rompemos, nos borramos, nos desbordamos, morimos un poco. Pero además
el orgasmo anuncia de manera contundente que “the game is over”, anuncia un
corte, una pérdida, también muere con el orgasmo la fantasía de estar con el otro
completado, ¿diriamos que con el orgasmo se vive un poco la castración?, de cierta
forma, aunque de una manera bastante más dulce.
Se trata, de estudiar el erotismo como experiencia, entendiendo por ésta todo aquel
conjunto de relaciones entre formas distintas de subjetividad. No obstante, el estudio
de los modos por medio de los cuales los individuos son llevados a un auto-
reconocimiento como sujetos eróticos presenta algunas dificultades. La principal se
relaciona con la idea generalizada sobre el erotismo como sexualidad y acto sexual
corporal, descuidando o ignorando que lo erótico es integral, que no sólo le
pertenece al cuerpo (aunque se evidencia en él con plenitud) sino que se relaciona
con el sentimiento místico que se aleja con precaución de lo simplemente anima.
en que el mundo se nos abre en cada caso en las diversas formas del placer o del
dolor. En consecuencia, gracias al erotismo, antes que a un conocimiento del mundo
accedemos a la posibilidad misma de que nosotros tengamos un mundo.
El erotismo, aspecto “inmediato” de la experiencia interior en oposición a la
sexualidad anima.
Frente a una obra de arte que emociona y conmueve profundamente, uno siente
algo parecido al deseo físico: deseamos poseer de algún modo ese cuadro, la
música, la obra de arte. Ese deseo proviene de la conciencia de la propia muerte y
de nuestra imposibilidad de conocer la realidad.