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20 de octubre de 2018

Tema de exposición Problemas de Ética

Ángel Gabriel Rodríguez Ramírez

Aproximaciones al modelo de una visión erótica del


mundo a través del concepto de eros de Giordano bruno.

La idea que pretendo desarrollar en la tesis es la construcción de una visión erótica


sublime de la naturaleza a partir del concepto de amor de Giordano bruno
entendido como el vínculo de vínculos que mantiene la unión o que integra la
continuidad de todos los seres, todo lo cual se lleva a cabo por actos que realiza
la naturaleza y que se les da el carácter en el pensamiento de bruno como actos de
magia erótica. Este concepto llega de Ficino que concibe al Eros como Magia y
siguiendo este camino al amor como un mago que actúa bajo el Eros para acercar
a las cosas por su similitud natural.

Este concepto de magia erótica aun no lo he investigado en su totalidad por lo que


aún no visualizo sus implicaciones pero por el momento la persigo con el siguiente
ejemplo de ficino

El enamorado con sus gestos, palabras, favores y obsequios crea una red mágica
alrededor del objeto de su amor. Sus medios de persuasión son medios mágicos
para atar al otro. Esta operación la llama Bruno “vincular”. Ahora el principio de esta
visión es que existe un el sujeto vinculante y el objeto vinculado, sin embargo, mi
idea que esta magia erótica no solo actúa bajo seres de la misma naturaleza, cuya
realización se consuma en la generación de los seres, sino que el ser humano, se
vincula con toda la naturaleza a partir de la visión de esta magia a través de la
sensibilidad contemplación lo que llevaría a una visión, erótica de la naturaleza
acto convierte al universo natural en expresión de un acto mágico: "gracias al eros,
y debido a él, la naturaleza entera se transforma en una gran maga"

un concepto como productividad sin extenuación.

para desarrollar una visión

hermético-neoplatónico del Renacimiento,


Ficino o en Bruno, que todo lo liga.

Lo que llamamos magia en el Renacimiento es deudora de la magia árabe o influye


notablemente en Ficino y Giordano Bruno. Estos pensadores combinan el
neoplatonismo y la obra de Al-Kindi.

A Ficino le pertenece la ecuación Eros = Magia. El amor es un mago y lo que


llamamos magia es la operación de Eros de acercar unas cosas a otras por similitud
natural. El enamorado con sus gestos, palabras, favores y obsequios crea una red
mágica alrededor del objeto de su amor. Sus medios de persuasión son medios
mágicos para atar al otro. Esta operación la llama Bruno “vincular”.

Las teorías de Ficino inspiran en la teoría de las radiaciones universales de Al-Kindi.


A estas radiaciones las llama con el nombre genérico de Eros.

Según Al-Kindi nosotros nos encontramos en medio de una red invisible de rayos
procedente de los astros pero también de los objetos de la Tierra.

Esta teoría sirve para que Ficino y Bruno sustituyan el término radiación por el de
Eros.

Todo sitio del universo y de lo pequeño genera una radiación que centellea en todo
lugar del espacio.
La fe o deseo es determinante para la cristalización del logro mágico. Si el hombre,
devenido mago, "ha juzgado la cosa digna de su deseo, desea largamente los
accidentes gracias a los cuales, según la opinión que se ha hecho, la cosa puede
existir en acto" (17). Por lo que "sin duda, el primer y principal accidente necesario
para la generación de una cosa mediante el modelo de la imagen mental, es el
deseo del hombre que imagina que la cosa puede realizarse

El universo es ya unidad. Ya todo está ligado en él. Por eso ya es operación o


realidad mágica. El medium demoníaco a invocar es el que une y vincula. Y el gran
demonio vinculante es el amor, el eros. La magia erótica. La relación eros-magia
había sido ya entrevista por Ficino (22). El amor es eros mágico, es daemon
magnus. Porque:
"Amor es aquello por cuya virtud todas las cosas son producidas, y está en todas
las cosas....mueve lo torpe, vivifica lo muerto, hace que las cosas inferiores,
llevándolas con su furor divino, recorran la región supraceleste. Por su ministerio las
almas son retenidas en los cuerpos, con su guía se elevan a la contemplación, con
su vuelo, superadas las trabas de la naturaleza, copulan con Dios...Pues la
necesidad, que por encima de todo salta, sólo al amor obedece" (23).

Todo así es texto-red, extensión ligada, el pneuma universal donde los múltiples
detalles y particularidades son ligadas.

Amor es lo que mantiene unido, lo que integra. La discordia es lo que disgrega.


Des-une. La continuidad vinculante de los seres es el eros-magia que convierte al
universo natural en expresión de un acto mágico: "gracias al eros, y debido a él, la
naturaleza entera se transforma en una gran maga" (24).

La unión de los tres mundos, el atar o ligar estas partes amenazadas de


separación, es obra del erotismo mágico que revincula los aparentes opuestos
(representados simbólicamente por diversas exteriorizaciones: macho-hembra,
espíritu-materia, lo infinito-finito).

El mago ejerce su fusión amatoria erótica de unión de los tres mundos. Su


intervención en la cura mágica de la enfermedad es un ejemplo de esta dinámica.
Para curar a un enfermo afectado por una gripe por ejemplo, el mago vinculará al
paciente con la salud de la vida plena, sin disturbio, del mundo celeste (primer nivel).
También deberá invocar al mundo celeste matemático (segundo nivel). Y esto
porque la eficacia de la medicina, como agente físico y terapéutico, responde al
ritmo, a un número de las cantidades y tiempos de aplicación de la pócima
medicinal. La enfermedad no concluye en la superación de un cuadro
sintomatológico, en la inhibición de los efectos de una patología declarada y
detectable. Lo enfermo, para la mentalidad mágica, es desprendimiento, desgarro,
desacomodamiento del hombre respecto al universo, al pneuma único y vivificante.
La salud re-vincula con la fuerza perdida. La curación de la enfermedad revela que
todo puede ser vinculado porque de hecho todo es una inter-vinculación universal
apriorística. Pero la no conciencia de esta unidad relacional es en la práctica
disolución o fractura del tejido de las conexiones universales. Ante la ruptura de la
polifonía vincular del universo ligado actúa el eros mágico que re-vincula, y que fluye
según un circuito descendente y ascendente bajo el modelo simbólico de la escala,
presente ya en Plotino, Lulio y Pico.

Pero el concepto de unidad no es generalización o abstracción vacua, sino


generatividad incesante de pluralidades (de multisignificaciones), que se vinculan
(mágicamente) entre sí. No es esto o lo otro, sin una tercera posibilidad de
existencia (el tercer excluido). Como Bruno y todo el imaginario cósmico mágico del
Renacimiento, un solo ardor exalta la diversidad en una gran y continua
compenetración erótica y universal.

La magia erótica cósmica bruniana dice lo que Sade no podrá luego decir: el amor
como gran fuerza erótica demoníaca que se re-liga con la naturaleza como
productividad sin extenuación.
La memoria en Bruno conserva las imágenes, que pertenecen a una gran
enciclopedia visual por la que el sujeto se reenciende al acumular fuerzas divinas.
La imaginación es la verdadera elevación de la potencia cognoscitiva. Algo que ya
Paracelso había anticipado. Es la flecha exploradora de una potencia superior,
divina, no humana. El ascenso es también estimulado por la arquetípica imagen de
la escala que recorre la gradación tripartita de la realidad según la tópica hermético-
neoplatónica (lo supraceleste, lo celeste y sublunar); escala sobre la que Francesco
Giorgi, en la Venecia del siglo XVI, también había especulado en su De harmonia
mundi

La teoría de los vínculos tiene que ver con la manipulación de los otros (humanos y
no humanos) en todos los sentidos, tanto positiva como negativamente, con un
cierto dominio por parte de la conciencia del dominante, del vinculante; tiene que
ver con el
a) Sobre todo busca consolidar una categoría para un modo de relación que
contiene una gran cantidad de formas y que, por ello mismo, se pierden, se
confunden, se dispersan gnoseológicamente hablando. Busca, además,
obtenerla entre sus componentes: el sujeto que vincula (el 'vinculante '); el
objeto sobre el que recae la relación (el 'vinculado', que bajo una perspectiva
dialéctica es, a su vez, vinculante), y la relación misma (el 'vínculo'). poder,
por consiguiente con el sometimiento, pero también con la fuerza de la
naturaleza, incluyendo especialmente la humana. Por eso y por otros
aspectos concretos, no podemos tampoco dejar de vincular la teoría bruniana
de los vínculos con aspectos de las modernas teorías sobre redes.

Entre las aproximaciones brunianas hacia una determinación - más que una
mera definición- del término vínculo y sus derivados que se presentan en dichos
textos, consideramos que una de las más profundas es la siguiente: ··Así pues,
el vínculo es aquello por lo cual las cosas quieren permanecer en donde están y
no perder lo que poseen, en tanto que también quieren estar en todas partes y
adueñarse de lo que carecen; de donde, a partir de una cierta complacencia
respecto a las cosas poseídas, por el deseo y la apetencia hacia las cosas que
están apartadas y aquellas que pueden ser poseídas, así como también por
amor hacia todas las cosas, hay quienes tienen como objeto de consideración a
lo bueno universal así como a la verdad universal, ya que el apetito y Ja
inteligencia del particular no son satisfechos por lo bueno y lo verdadero
particular y finito." 39 Por ello el vínculo por excelencia, "el vínculo de vínculos",
es el de Cupido, el del amor, que constituye el objeto fundamental de la tercera
y medular parte de De vinculis.

En efecto, el amor es intermediario, no es ni bello ni feo, ni bueno ni malo, es


un dáimôn que media entre los hombres y los dioses

Platon

Quizás es por tal mediación que el amor pasa a un segundo término con
respecto al conocimiento en general, siendo una utilidad y no un fin en sí mismo
independiente de todo proceso cognitivo. Por tanto, la pregunta siempre estará
dirigida a saber si en verdad existe el amor a lo singular, a sabiendas de que no
se pretende la singularidad de lo amado sino la generalidad de la belleza; el
deseo de belleza no consiste en concentrarse en un solo cuerpo bello, no se
trata de amar a una sola persona, sino, por el contrario, es preciso rechazarle y
considerarle insignificante.

He de decir entonces, que una erótica, es una parte fundamental constitutiva de


la estética, pues se encuentra en nosotros desde temprana edad, aunque nos
sea desconocida. Esto quiere decir que nuestro concepto de estética es aquí
referido como lo concerniente a la sensibilidad, que se desarrolla en los seres
humanos mediante diversos hechos en el mundo y que se procesan en la
consciencia; en este caso el erotismo expresado a través de diversos medios,
es encaminado al sujeto por medio de las vías sensibles y se traducen en
sensaciones placenteras que ya han sido significadas culturalmente.

Resulta ser que el enamoramiento entonces es un mecanismo estético que se


genera a través de la mente, es a lo que le llamamos pasión y que finalmente
consigue alguna resonancia en el cuerpo.
La naturaleza estética del eros amoroso no resulta solamente de un bienestar
pasional, sino también de la carga de sensaciones que vienen con eso, los celos,
la falta, la inestabilidad emocional y muchas otras sensaciones difíciles de
superar, pero que son parte implícita del enamoramiento.

Ahora pasaré de lleno al tema del erotismo sagrado, comenzando por dar una
definición de erotismo según Bataille: “El erotismo es antes que todo un ejercicio
o intento de comunicación”[4]. Es por eso que el erotismo es así mismo una
instancia que posibilita la estructuración de un lenguaje que es sustentado de
manera especial por los cuerpos, es así que el erotismo no puede ser entendido
sin cuerpos.

Con esta propuesta Bataille nos invita a realizar un ejercicio reivindicativo de los
cuerpos, es decir, en un instrumento de liberación; es “un camino, el cual nos
conduce a transgredir los límites impuestos, el vértigo enloquecedor, así como
el conjurador de nuestras soledades cautivas”[5]. Es así que el cuerpo busca la
libertad, por medio de la expresión, evadiendo cualquier tipo de censura, cobra
conciencia de una soberanía la cual estaba presa, oculta, es por eso que “donde
hay un cuerpo que no habla se oculta un corazón que no siente”[6]; por ello el
cuerpo es un completo objeto de deseo, que busca su propio objeto de deseo,
pero el cuerpo no se reduce únicamente a deseos carnales, sino también le es
inmanente una espiritualidad, es decir no puede ser el hombre reducido a una
cosa, y es gracias a ello que hace con su cuerpo lo que quiera, sin rendir cuentas
a nadie.

El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del individuo; con él se


pretende ir más allá de los propios límites. En Oriente se siguieron abiertamente
las pasiones primordiales del hombre, entre ellas la del sexo, registradas
magistralmente en bastantes libros (Kama Sutra, Ananga Ranga), y sosteniendo
así que la cópula del macho y la hembra es el símbolo viviente de todas las
fuerzas.

En el Gorgias, Sócrates enfrenta dramáticamente los dos ideales de vida: el de la


búsqueda del placer y el de la búsqueda de la verdad, el hedonismo y el amor al
conocimiento (Grube, 1973, 94). A lo largo de este diálogo, la actitud platónica ante
el placer es hostil, casi puritana respecto del "busca-placeres". El placer resulta
incidental, pues ciertos placeres son buenos o conducen al bien (354 e), éste último
es el auténtico fin del ser humano, mientras que otros son perjudiciales. Pero,
aunque Sócrates no se identifica.

con el cálculo espontáneo del placer, tampoco niega su utilidad. Los griegos no
pasaron por una revolución puritana al estilo victoriano, ya que no veían nada
vergonzoso en el goce efímero. Platón estuvo con naturalidad incardinado en el
realismo y sentido común de los griegos. En el Fedón (65 a), el pensador enfrenta
el problema del placer reflejando el divorcio entre el mundo no ético (mente
cognoscente) y el mundo físico (personalidad humana). Al contrario, en el Banquete
el placer está asociado al deseo apasionado de belleza como encuentro sumo de
felicidad y placer. El intelectualismo del Fedón es abandonado por la reivindicación
de las emociones. Ya en el libro VII de la República Platón afirma que la "Forma del
bien" es el paradigma a través del cual es posible juzgar el placer. Así, en relación
directa de las tres partes del alma surgen las tres formas de vida: la del amante de
la verdad, la del ambicioso y la del "apasionado", cuyo objetivo principal es la
satisfacción de los deseos físicos de la mano con la salud necesaria para disfrutada.
Los placeres del filósofo con los más reales por su vínculo al mundo de las Formas,
y los demás placeres son verosímiles. Sin embargo, para que la vida sea buena
debe contener cierta mezcla de conocimiento (intelecto) y sentimiento (placer).

El eros platónico, entonces, ha de incluirse en la CjJLAía (philia), ya que amar es


desear que la persona amada sea lo más feliz posible. Ser amado exige a su vez
adquirir sabiduría. Sin embargo, ha de existir un objeto último de amor que sea
amado por sí mismo, un bien y belleza últimos (identificables en este contexto), de
tal manera que la concepción socrática del amor mutuo ha de llevar al deseo de la
verdad suprema en compañía. Pero también hay un eros malo como mera negación
del bien y, en cuanto tal, bruto, sin negar el parentesco con aquel que es bueno.
Este amor es malo (porque es "uovíc", 'manía', en tanto emoción irracional que viene
de los dioses) para el alma del amado porque el amante, fijo en complacerse él,
desea mantener al amado en un estado permanente de inferioridad y dependencia.

Aristóteles dijo que "Todos los hombres desean saber por naturaleza" (Metafísica
1, 1). Esto equivale a decir que siempre que haya saber (logos) está implícito, como
dos caras de una misma moneda, el deseo (eros). El logos es erótico y el eros del
hombre es logos. Ese deseo(cupiditas) es el que pone al hombre a seguir siendo
hombre. Quien filosofa es el hombre de carne y hueso, no una abstracción o idea.
Es el hombre que nace, vive, sufre y muere (... ) el que come y bebe y juega y
duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el
verdadero hermano (Cf. Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, 1).
Algo así como la sacudida de entrañas que le daba a Neruda el amor en agonía y
en éxtasis: "Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre". Pero, aunque
filosofa el hombre, lo primero es vivir. Se trata de vivir. Por ello quizás se haya
atrevido Séneca a parafrasear a Aristóteles: "vivere (... ) omnes beate volunt", 'todos
quieren vivir felizmente' (De la vida bienaventurada, 1). El conocimiento está al
servicio de la necesidad de vivir y primariamente del instinto de autoconservación -
personal-o Pero insístase en que es el hombre el que filosofa, si el filósofo no es
hombre, es cualquier cosa menos filósofo, tal vez un pedante o, en el peor de los
casos, un remedo de hombre. Y precisamente por esto, quizá debamos atrevemos
a gritar que "todos los hombres tienen hambre de piel".
Siguiendo a Bataille, el género humano es el único que puede hacer de su actividad
sexual erotismo, porque a diferencia de los animales, tiene actividad sexual sin que
necesariamente medie el fin de procrear. No tienen vida erótica los animales dice
Bataille, y sin embargo participan de ella también podríamos decir con Freud,
bástenos echarle un ojo a los voyeurismos “discovery chanellescos”.

Para Bataille entonces, la cualidad de erótico se atribuye a la relación sexual que


no contempla como fin, la reproducción. Pero uno puede preguntarse sobre si la
“cogida”, -aprovechemos el declinamiento de eufemismos que la apertura
psicoanalítica da al término- la cogida con fines reproductivos, no puede también
ser erótica? Por otro lado, en los tecnificados albores del S XXI, con el uso extendido
de condones y anticonceptivos, y con la tendencia globalizadora de conformar
familias nucleares de número reducido, la cogida cuyo horizonte está puesto en la
reproducción ¿no se ha modificado también?. En esta época tan diferente a la que
vivió Bataille hace unos 40 años ¿aplicaría aún esta cualidad batailliana de lo
erótico?.

Porque, si no todo acto sexual es erótico, ni toda cogida con fines procreativos deja
de serlo, habría que pensar qué es lo que diferencía entre un acto erótico y otro que
no lo es. Lo erótico: ¿Excluye lo sexual que solo se circunscribe al automatismo, al
embonamiento genital, a una suerte de descarga?. Lo erótico: ¿Reside quiza en la
pasión?, ¿y qué de la duración, la intimidad, una sensación particular, etc., etc.,
etc.? Una aporía para que cada quién la responda a través de su experiencia.

El erotismo es una experiencia que nace del interior y que se manifiesta en las
múltiples sinuosidades de experiencias corporales. El erotismo está del lado de la
pasión y su materia es el cuerpo, de lo que se trata el erotismo es de una expedición
por los placeres y displaceres del sexo, de un desafío, de una aventura que traspasa
la piel y la carne, de -por decirlo de cierta forma- una dialéctica corporal y de los
sentidos con un partenaire, donde embebidos en la pasión se han olvidado en el
acto erótico no solo de los fines de la procreación, como dijera Bataille, sino de sí
mismo.
La muerte y la vida dominan el campo del erotismo, pues el erotismo a lo que
apuesta es a una continuidad, en oposición a la discontinuidad que nos es
característica desde el momento de ser humanos: somos discontínuos porque
estamos separados del otro, somos discontínuos porque entre uno y los demás hay
un profundo abismo, aún con los más amados, aún con los amigos más íntimos la
no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no unicidad nos alcanza. La
continuidad mágica, terrible, fusionable es lo que busca el erotismo. Ser con el otro
uno, ser ambos contínuo, !maravillosa fantasía!. Enroscar mi cuerpo con el del
amado y ser con él un ente único, ser con el otro un igual, ser con el otro un todo,
lo cual nos sitúa ya en el campo de la muerte, pues el deseo sería a morir con el
otro, fusionados. Un deseo que ciertamente en el erotismo no triunfa pues la vida lo
seduce.

Pero más allá – o más acá, según se vea- del erotismo de los cuerpos, está lo que
Bataille llama el erotismo de los corazones, cualitativamente más sagrado, ese
ardiente y pasional erotismo donde el ser amado… es asido, donde no se escapa,
donde los seres en su discontinuidad se abren a la experiencia de la continuidad en
el extásis, jugando así con los límites del ser. Por ello es que los amores
apasionados, aún aquellos castos, comparten el desfallecimiento y la angustia de la
muerte, como ocurre con el erotismo de los cuerpos. Y es que para Bataille existen
tres tipos de erotismo, el de los cuerpos, el de los corazones y el erotismo religioso.
En los tres se pretende zanjar la experiencia de la discontinuidad, de la diferencia,
del aislamiento subjetivo a través de la vivencia de continuidad, con un amante, un
amado, o un dios, a través del cuerpo o del ser

El erotismo suele rayar en lo obsceno; dice Bataille que ello se basa en la


desposesión de los cuerpos durante el acto amoroso, en el estado de desarreglo en
el que los cuerpos se hallan, en esa vorágine que se inicia con un primer movimiento
que sería el de la desnudez. Lo obsceno, contrario al pudor, es aquello que se
desnuda. Palabras, imagenes y sinnúmero de impúdicias que muestran aquello
destinado a la intimidad, a lo interior y lo profundo.
Si la infancia es del orden de lo más íntimo, algo de ella aparece en lo obsceno. La
obscenidad presente en el erotismo existe también por la violencia y el exceso en
el sentir, y por lo que de infantil se juega en ello. Sentir tanto a través de los orificios
corporales y los órganos de los sentidos como cuando se era niño o niña, la
obscenidad erótica convoca la experiencia corporal con un sentir infantil, trae al
momento las humedades de la infancia, y la forma de explorar el cuerpo con esa
misma divertida intensidad. Pero si de pequeños lo hacíamos así, de manera
natural, con esa ausencia de peligro y culpa, ahora en el acto erótico se presentifica
obsceno, peligroso, excesivo, pecaminoso y condenado. Por ello el erotismo en
ocasiones se acerca a la experiencia que Freud llamara Unheimlich, -lo ominoso, lo
familiar arcaico que retorna sin ser convocado-

En la búsqueda de la belleza confluyen simultáneamente el deseo de la continuidad


y un esfuerzo para escapar de ella, porque la pasión que despierta ese exterior
hermoso, introduce también la profanación. Los genitales nunca han sido
considerados hermosos, ya Freud lo decía: “La ‘belleza’ y el ‘encanto’ son
originariamente propiedades del objeto sexual. Digno de notarse es que los
genitales mismos, cuya visión tiene siempre efecto excitador, casi nunca se
aprecian como bellos; en cambio el carácter de la belleza parece adherir a ciertos
rasgos sexuales secundario” (10) o en otro texto “Me parece indudable que el
concepto de lo ‘bello’ tiene su raíz en el campo de la excitación sexual y
originariamente significó lo que estimula sexualmente…Se conecta con ello el
hecho de que en verdad nunca podemos hallar ‘bellos’ a los genitales mismos, cuya
vista provoca la más poderosa excitación sexual.” (11)

El erotismo que nos aleja de la animalidad, -al hacer de la experiencia erótica algo
exclusivo de nuestra especie- también la convoca. El hombre o la mujer que se
abren a la experiencia sensual se encuentran encarados con un momento en el que
se desconocen, el momento del “olvido de sí”, donde el sujeto se halla desujetado,
animalizado, quizá por ello es que el erotismo apuntala siempre lo inconsciente, el
erotismo lo anima a expresarse en vía directa.
El erotismo situado entre la vida y la muerte, también aplica al momento orgásmico,
al orgasmo también se le conoce como “la muerte chiquita”, porque por un momento
nos rompemos, nos borramos, nos desbordamos, morimos un poco. Pero además
el orgasmo anuncia de manera contundente que “the game is over”, anuncia un
corte, una pérdida, también muere con el orgasmo la fantasía de estar con el otro
completado, ¿diriamos que con el orgasmo se vive un poco la castración?, de cierta
forma, aunque de una manera bastante más dulce.

Como se aprecia, el erotismo, por lo profundas de sus raíces no puede cifrarse en


una definición incorporada a la elemental función del instinto. En el erotismo, existen
valores sustanciales que se fundamentan en la inteligencia controladora, reguladora
y ordenadora del instinto y del goce resultante del trance erótico

Se trata, de estudiar el erotismo como experiencia, entendiendo por ésta todo aquel
conjunto de relaciones entre formas distintas de subjetividad. No obstante, el estudio
de los modos por medio de los cuales los individuos son llevados a un auto-
reconocimiento como sujetos eróticos presenta algunas dificultades. La principal se
relaciona con la idea generalizada sobre el erotismo como sexualidad y acto sexual
corporal, descuidando o ignorando que lo erótico es integral, que no sólo le
pertenece al cuerpo (aunque se evidencia en él con plenitud) sino que se relaciona
con el sentimiento místico que se aleja con precaución de lo simplemente anima.

El erotismo y su razón erótica Si bien es cierto que el erotismo muchas veces es


pensado como estado puramente subjetivo y en tal sentido no constituye en sí
mismo elemento alguno para el conocimiento objetivo, no por ello disminuye la
certeza inmediata que nos proporciona acerca de nuestro estar inmersos en el
mundo. Es por o a través del erotismo que vivimos el mundo como realmente nos
sucede, como lo que se nos impone y, por tanto, como conciencia de padecer la
existencia efectiva del mundo y de padecerla en el modo determinad.

en que el mundo se nos abre en cada caso en las diversas formas del placer o del
dolor. En consecuencia, gracias al erotismo, antes que a un conocimiento del mundo
accedemos a la posibilidad misma de que nosotros tengamos un mundo.
El erotismo, aspecto “inmediato” de la experiencia interior en oposición a la
sexualidad anima.

El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre. No debe


engañarnos el hecho de que busque incesantemente un objeto de deseo en el
exterior. Pues si ese objeto existe como tal, es en la medida en que responde a
la interioridad del deseo. Nuestra elección de un objeto nunca es objetiva; aun si
eligiéramos una mujer que la mayoría, en nuestro lugar, hubiese elegido, la elección
de la mayoría se funda en una similitud de la vida interior de unos y otros, y no en
una cualidad objetiva de esa mujer que sin duda, si no tocara en nosotros lo más
íntimo del ser interior, no tendría nada que forzara nuestras preferencias. En una
palabra, aunque concuerde con la mayoría, nuestra elección sigue siendo diferente
a la del animal: apela a esa movilidad interior, infinitamente oscura, que es lo propio
del hombre. También el animal tiene una vida subjetiva, pero al parecer esa vida le
es dada de una vez por todas, como los objetos que están en el mundo. El erotismo
del hombre difiere de la sexualidad animal justamente en que pone en cuestión la
vida interior. En la conciencia del hombre, el erotismo es lo que dentro de él pone en
cuestión al ser. La sexualidad animal introduce también un desequilibrio y ese
desequilibrio amenaza la vida, pero el animal no lo sabe.

2. El mundo humano y el mundo animal Bataille trata la cuestión de la sexualidad


humana fundamentalmente en dos obras: Las lágrimas de Eros y El erotismo.
Precisamente éste, “erotismo” será el nombre que Bataille use para caracterizar las
particularidades de la sexualidad específicamente humana (no siempre, el sexo
entre humanos es específicamente humano). Si decimos esto es porque estamos
tratando de trazar una diferencia entre la sexualidad natural, animal, y la humana.
De alguna manera, la práctica sexual es una de las cosas que el hombre conserva
de la animalidad. Sin embargo, incluso en esos casos en los que el hombre se
comporta animalmente, habría que matizar y decir que más bien, busca una especie
de reencuentro, de recuperación de la animalidad, que ya no es tarea animal sino
propiamente humana. Por tanto, lo que caracteriza al ser humano no es vivir fuera
de la animalidad sino en un lugar situado entre el deseo de volver a ella y la
imposibilidad de cumplirlo. El ser humano construye un mundo alejado de la
animalidad, es decir, racional, planificado, ordenado, previsible, que le aporta
seguridad, pero por momentos, ansía la animalidad, la intensidad del apetito animal,
en la que encuentra una imagen de libertad. Sin embargo, la libertad que el humano
persigue no puede ser ya la vuelta al mundo apetitivo del animal, del mismo modo
que la violencia humana no puede volverse hacia atrás y participar de la violencia
inocente del animal, puesto que en él ha aparecido la conciencia (y, en particular, la
conciencia de la muerte), que reparte las posibilidades de la vida entre lo permitido
y lo prohibido. Este conocimiento es irrenunciable e irrevocable.

La sexualidad y la muerte se pertenecen la una a la otra: “La muerte de uno es


correlativa al nacimiento de otro. La vida es siempre un producto de la
descomposición de la vida. Antes que nada es tributaria de la muerte, que le hace
un lugar; luego, lo es de la corrupción, que sigue a la muerte y que vuelve a poner
en circulación las substancias necesarias para la incesante venida al mundo de
nuevos seres” 6 . De este modo, Bataille inicia un análisis que parte de la reescritura
de Anaximandro. Recordemos la famosa frase de éste recogida así por Simplicio:
“El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que convierten al
perecer, “según la necesidad, pues se pagan, los unos a los otros, mutua pena y
retribución por su injusticia según la disposición del tiempo”, como Anaximandro
dice en términos un tanto poéticos”7 . Así, la sexualidad animal, también está
relacionada con la muerte, pero al no haber en él, conciencia de la muerte, tampoco
la vivencia sexual abre en él un interrogante existencial. El animal no vive la
sexualidad con la misma intensidad psicológica con la que la vive alguien que,
teniendo conciencia de su individualidad y de su mortalidad, experimenta el sexo
como aquello que anula esa individualidad (incluso a nivel de conciencia, que
queda, en el acto sexual, claramente debilitada) y lo pone delante de eso que tanto
le angustia y le fascina: la muerte, su propia muerte.
. En el acto sexual, se aflojan los miedos relacionados con la muerte, con la moral
y con la incoherencia, y por ello, posibilita, una intensificación de la vida, al sacerla
del orden y de la rutina propias de la vida humana, es decir, propias de la vida
planificada en torno al tiempo de trabajo. El ser humano no se define por la angustia
ante aquello que le desborda y que lo desposee, sino por un deseo o, mejor dicho,
un goce, en el que la supera: “... la perturbación erótica inmediata nos da un
sentimiento que lo supera todo; es un sentimiento tal que las sombrías perspectivas
vinculadas a la situación del ser discontinuo caen en el olvido” 9 . Ese goce viene
dado a base de repetir la exposición a aquello que produce la angustia. En Más allá
del principio del placer, Freud muestra como muchos de los juegos infantiles
consisten en repetir, simbólicamente, aquello que tememos, sirviendo como
preparació

“La mera actividad sexual es diferente del erotismo; la primera se da en la vida


animal , y tan sólo la vida humana muestra una actividad que determina, tal vez, un
‘aspecto diabólico’ al cual conviene la denominación de erotismo [...] Aquellos que
tan frecuentemente se representaron a sí mismos en estado de erección sobre las
paredes de una caverna no se diferenciaban únicamente de los animales a causa
del deseo que de esta manera estaba asociado -en principio- a la esencia de su
ser. Lo que sabemos de ellos nos permite afirmar que sabían -cosa que los animales
ignoraban- que morirían.”[2]

Preferimos referirnos aquí al erotismo en un sentido más amplio según el cual el


arte siempre es erótico. Resulta difícil separar el placer en “espiritual” y “físico”, y el
intento de entender el erotismo consiste, en este recorrido, en una búsqueda
relacionada con el aspecto estético. Reflexionar acerca del erotismo con el fin
de aproximarnos al arte en general.

Frente a una obra de arte que emociona y conmueve profundamente, uno siente
algo parecido al deseo físico: deseamos poseer de algún modo ese cuadro, la
música, la obra de arte. Ese deseo proviene de la conciencia de la propia muerte y
de nuestra imposibilidad de conocer la realidad.

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