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Consideremos, los medios para alcanzar este deseado bien. Tal vez la forma más
adecuada para mostrar cómo los hombres alcanzan un fin, es en la ausencia de
éste. Así, se dice de la guerra como carencia de paz, aunque quien hace la guerra
no la realiza por apetencia de ella misma, sino como método para establecer un
cierto estado de cosas ordenado según las propias leyes. “¿Qué otra cosa es la
victoria sino la sujeción de los contrarios? Lo cual conseguido, sobreviene la paz.”
(p.464) La sujeción de los contrarios que se busca a través de la guerra, no es
pues, otra cosa que llevar a los vencidos las consideraciones sobre el orden que
se debe obedecer para alcanzar una prescrita estabilidad de los ganadores. Los
que buscan la guerra, la buscan, en este orden de ideas, para alcanzar la paz.
Pero resulta imprudente apresurar esta conclusión, y aunque fuese así, esto no
determina qué en sí misma la paz. Lo que sí es decisivo a este punto, es que la
paz está sujeta a un orden y unas leyes con las cuales es guiada.
Comprender las determinaciones del orden y las leyes sobre las cuales el hombre
instaura la paz, significa comprender la misma naturaleza humana, esto es, para
entender la sujeción que realiza el hombre para estructurar su realidad, es
necesario develar la condición propia del ser humano como sujeto que obedece a
una extrínseca condición natural. Para Aurelio Agustín, la estructura antropológica
es primero, y fundamentalmente, cuerpo, alma irracional y alma racional. A partir
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Aquí, fin, no se refiere al momento de terminación donde algo se consuma y acaba así su
existencia. Por el contrario, nos referimos al sentido griego del τέλος, donde una acción encuentra
su completitud y se alcanza a ella misma como unidad inmanente, como producto funcional
de esta clasificación clásica, se nos facilita entender a qué se refiere el orden en
cada una.
“Finalmente, deseaba tener paz con su cuerpo, y cuanto tenía, tanto era el
bien del que gozaba, porque mandaba a sus miembros que le obedeciesen
puntualmente” (p.466)
Cuando Agustín nos remite a pensar la paz del cuerpo, se refiere a la armonía
natural en que los miembros y las restantes partes trabajan como una unidad, es
decir, la manera en que cada parte del cuerpo obedece las órdenes que permiten
su movilidad y su integridad, para que de esa forma pueda preservarse. En su
búsqueda de preservación también hasta las fieras y las bestias, en el control de
su cuerpo, buscan además “conservar con cierta paz su propia naturaleza y
especie; juntándose unas con otras, engendrando, pariendo, criando y abrigando a
sus hijos […]”