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Revisión de literatura.

Experimentos de laboratorio y de campo

Este trabajo presenta una breve revisión de literatura sobre el uso de los experimentos de
laboratorio (lab experiments) y los experimentos de campo (field experiments) en la economía del
sector público. Más que una revisión exhaustiva, se presenta una idea general de los aportes que
estos desarrollos metodológicos han hecho a los estudios empíricos y teóricos de la economía.
Para ello, en primer lugar, se definen y ubican a los experimentos como parte de la investigación
en las finanzas públicas y los aportes que este tipo de acercamientos ha hecho a la teoría
económica tradicional; posteriormente, se propone un panorama general de algunas de las
aplicaciones y resultados de los experimentos de laboratorio y de campo en diversas áreas de las
finanzas públicas; para finalizar, se delinean algunas implicaciones sobre los experimentos en las
políticas públicas.

Introducción: los experimentos económicos.

Todas las metodologías con las que cuentan los economistas para analizar el impacto que una
política pueda tener en una población determinada están sujetas, entre muchos otros, a un
problema fundamental: encontrar el adecuado contrafactual. De hecho, identificar cómo se
comporta una población antes de un tratamiento específico (un incentivo, un programa) es el reto
más importante a la hora de evaluar cualquier acción del gobierno, esto es, al momento de
analizar si la intervención causó efectivamente el cambio deseado (Bärnighausen et al, 2017). Para
conseguir esto, muchos economistas han empezado a usar cada vez con más frecuencia marcos
metodológicos experimentales que tratan de identificar empíricamente cómo se comporta una
muestra de sujetos bajo determinadas condiciones controladas, con la intención de analizar los
cambios que ocurren en dicha muestra al cambiar esas condiciones. Esto se parece un poco a lo
que hace un químico en un laboratorio: primero, analiza una solución bajo un ambiente, con
condiciones controladas de presión, temperatura, concentración, etc.; ulteriormente, altera,
también de manera controlada, estas condiciones para estudiar cómo reacciona la solución
observada. Así como el químico, el economista también puede experimentar.

En el mundo de las relaciones humanas esto no es tan sencillo. Sin embargo, muchos
investigadores han empezado a construir métodos que tratan de simular un ambiente controlado
de condiciones de mercado para observar, de manera directa, cómo se comportan los agentes. Los
modelos neoclásicos, basados en la modelación formal y en fuertes supuestos sobre la naturaleza
del comportamiento y las interacciones humanas, ya no son suficientes. Con la creciente exigencia
de evidencia empírica, también comienza a ser necesario la contrastación de las teorías clásicas
con observaciones sobre personas reales (Chetty, 2015). El objetivo del experimentador es,
entonces, recrear ambientes a escala donde hay cierto control sobre las variables de mercado. El
ambiente consiste, en específico, en un grupo de agentes, commodities y un marco institucional
con las reglas de juego, la información sobre el mercado y demás características deseadas (List,
2007).

Estas condiciones pueden ser generadas de múltiples formas, dependiendo de las cuales se
definen distintos tipos de experimentos. La siguiente es una tipología simple de experimentos
económicos:
Tipo Características
Experimento de Emplea una muestra de estudiantes como sujetos estándares, un
laboratorio convencional. marco abstracto (situaciones de mercado hipotéticas) y un
conjunto de reglas impuestas.
Experimento de campo Igual a un experimento de laboratorio convencional, pero con una
artefactual. muestra de sujetos no estándar (profesionales o experimentados
en ciertas condiciones de mercado).
Experimento de campo Igual a un experimento de campo artefactual, pero en el contexto
enmarcado (framed). del campo específico de los commodities, de la transacción, o de
información que los sujetos pueden usar.
Experimento de campo Igual a un experimento de campo enmarcado, pero donde el
natural. ambiente es en el que los sujetos normalmente se desenvuelven
como agentes de mercado y en que los sujetos no saben que están
en un experimento.
Adaptado de Harrison y List (2004, p. 1014)

Aplicaciones y evidencia de los experimentos.

Desde los ochentas, mucha literatura ha empezado a emerger donde los experimentos son la
principal fuente de análisis (List, 2004). La evidencia recolectada y los resultados obtenidos por
muchos de estos experimentos han ayudado a reafirmar o a reinterpretar muchas de las tesis
clásicas de la economía. En la economía del sector público, en particular, los experimentos han
ayudado a mejorar la acción pública, esto es, la capacidad de corregir las fallas del mercado en la
ubicación de bienes y servicios en, al menos, tres aspectos: a) evaluando de manera más precisa
los programas de intervención; b) mejorando el diseño de las políticas partiendo de más y mejor
información sobre el público al que están dirigidas y c) ayudando a ubicar de forma más eficiente
recursos públicos y de uso común.

a) Evaluación basada en evidencia.

Gran parte de la literatura de la economía experimental versa sobre la evaluación de los efectos y
el impacto de programas públicos. Las intervenciones para erradicar la pobreza en países en vías
de desarrollo son, tal vez, de las que más ha recibido atención de los experimentalistas durante la
última década. Uno de los casos más famosos son los experimentos realizados por J. Cohen y P.
Dupas (2010) para evaluar los programas de subvención de mosquiteros en Kenia como medida en
contra de la malaria. Incluso ofreciendo los mosquiteros de manera gratuita, la demanda no
aumenta en gran medida: tan sólo hay un incremento de 5% en la siguiente generación de niños
que dormirá bajo un mosquitero; un porcentaje irrisorio para tratar de erradicar la malaria y la
pobreza. Lo que sugieren estos experimentos, así como los trabajos de Banerjee y Duflo (2011) al
respecto, es que, para tratar de atacar la pobreza, los programas de este tipo no generan un
impacto sustantivo. De allí que sea necesario pensar y acercarse al problema de manera distinta a
partir de la evidencia.

Otro de los temas que más atención a recibo en la economía experimental es el impacto de los
programas de educación. En este sentido, por ejemplo, por Engberg et al (2011) realizan un
extenso un experimento de campo natural para medir los efectos de un programa de escuelas
magneto (magnet) en Filadelfia en casos en que hay altos índices de deserción. Algunas de estas
escuelas usan sorteos aleatorios para decidir sobre los estudiantes que ingresan cuando hay
exceso de demanda. Entre algunos de los hallazgos más importantes de estos investigadores, cabe
resalta que hay una alta probabilidad de permanecer en la escuela magneto si se ganó el sorteo:
hasta un 71% de los estudiantes atenderá la escuela en caso de ganar, siendo los estudiantes de
clases medias los que mayor permanencia presentan. A través del seguimiento a los sorteos (que
son tomados como un experimento natural -selección aleatoria-) y a las características de los
estudiantes, incluso logran mostrar que los programas magneto tienen un impacto positivo en el
comportamiento de los estudiantes, mostrando mejores niveles de asistencia y permanencia.
Llegan, entonces, a la conclusión de que programas como este pueden ser muy útiles para los
distritos a la hora de atraer y mantener estudiantes de clases medias. La aplicación de esta
metodología experimental arroja muchas luces a los gobiernos a la hora de decidir sobre sus
programas en curso.

b) Mejor información sobre el público, mejores políticas.

A toda intervención pública le corresponde un público particular (Ostrom, Tiebout & Warren,
1971). Entender de mejor manera las preferencias y las características comportamentales de ese
público es un paso para mejorar la forma de intervenirlo. Los experimentos económicos han
avanzado en esta materia tratando de analizar con más cuidado cuál es la respuesta efectiva de un
público a ciertos estímulos.

Así, por ejemplo, se sale por completo de la teoría neoclásica el que la forma en que se presenta
una información (framing) cambie radicalmente la respuesta de un sujeto racional. Muchos
experimentos de campo se han realizado recientemente para ver hasta qué punto una forma
particular de presentar información cambia las respuestas de los participantes. Meier (2006)
realiza un experimento de campo para analizar si este fenómeno del encuadre afecta las
donaciones. Sus resultados no evidencian un efecto importante; sin embargo, sí muestran que las
contribuciones aumentan cuando se solicita en frente de otros que sí contribuyen.

Muy al contrario, un extenso experimento enmarcado llevado a cabo por Chirico et al (2016) pone
de manifiesto un resultado completamente distinto. En este estudio se trata de analizar cómo
distintos mensajes enviados de forma aleatoria a personas que no habían pagado sus impuestos
mejoraban su cumplimiento en el pago. El experimento consistió en el diseño de siete cartas
distintas. En todas se pedía lo mismo: que el ciudadano se pusiera al día. Mientras uno de los
modelos de cartas era simplemente un recordatorio para el pago (la carta de “control”), en otras
se apelaba a valores ciudadanos, al bienestar del barrio y en otras simplemente se amenazaba con
el riesgo de subastar las propiedades con impuestos en mora; información que es de conocimiento
público. Desde la teoría clásica, desarrollada por primera vez por Allingham y Sandmo (1972), los
contribuyentes deciden cumplir con sus obligaciones fiscales ponderando el dinero que se
ahorrarían si no pagaran y los costos a los que se verían sujetos si fueran sancionados y multados
por ello. En la mayoría de la evidencia empírica, la probabilidad de ser sancionado es tan baja que
no hay explicación racional clara para los altos niveles de cumplimiento (Chirico et al, 2016). Por lo
tanto, las cartas ni las formas de presentar la información en ellas deberían alterar las
contribuciones. Lo que hallan Chirico et al (2016) es que todas las cartas aumentan radicalmente el
nivel de cumplimiento. Incluso encuentran variaciones importantes entre los distintos tipos de
cartas, siendo las amenazas las que más impactan positivamente las contribuciones. Identificar la
susceptibilidad de este público a este tipo de intervenciones, por tanto, se vuelve un criterio
importante para pensar en los programas de gobierno a desarrollar. Más que dar soluciones
abstractas y generales, estos experimentos tratan de mostrar en qué casos y bajo que
circunstancias una intervención puede ser más efectiva para lograr los objetivos del hacedor de
políticas. En las donaciones menos que en el cumplimiento fiscal, estos empujones (nudges) tienen
efectos importantes. Lo central se vuelve la identificación de los rasgos conductuales del público
en cuestión para seleccionar la forma más adecuada de intervenirlo.

c) Optimizar la ubicación de recursos públicos y comunes.

La teoría clásica propone que el gobierno debe intervenir cuando el mercado no logra ubicar de
manera óptima bienes y servicios (e.g. Gruber, 2013). No obstante, desde el boom de los estudios
del Pubic Choice después de los sesenta, esta dicotomía intervención del gobierno/mercado ya no
es tan clara. De hecho, algunos de los experimentos pioneros de Ostrom (1990, 2009) mostraron
que, sobre recursos comunes (common-pool resources), con las adecuadas instituciones y
mediante arreglos colectivos, las comunidades son capaces de proveerse atónomamente los
recursos de forma más óptima y sin necesidad de transacciones propiamente de mercado. Gracias
a estos desarrollos experimentales de la escuela de la elección social y del institucionalismo,
empezaron a surgir nuevos conceptos que hoy permiten a los emprendedores de política saber
hasta qué punto las comunidades cuentan con las instituciones necesarias para una gobernanza de
los recursos públicos y comunes, esto es, para gestionar la ubicación óptima de bienes que no
provee el mercado y que son de uso común, sin la necesidad de la intervención del gobierno o
limitándose a la definición de derechos de propiedad (Ostrom, 1990).

Para medir el capital social de las comunidades, que no es otra cosa que la confianza entre los
miembros del grupo, el mecanismo más común usado por los investigadores sociales son
experimentos de laboratorio, en específico, juegos económicos que tratan de evidenciar la
reciprocidad y la disposición a cooperar. En esta medida, en contra de los presupuestos
neoclásicos que asumen a los sujetos económicos simplemente como maximizadores egoístas,
estudios como los de Camerer y Weigelt (1988), Fehr et al (1993, citados en List, 2004) muestran
de forma contundente que muchos agentes, dependiendo del entorno, se comportan
recíprocamente incluso si su acción es costosa y no implica recompensas presentes ni futuras. De
manera análoga, Henrich et al (2001, 2004, citado en List, 2004) muestra que el juego de los
bienes públicos tiene diferentes resultados en diferentes comunidades. Así, por ejemplo,
encuentran que la disposición a cooperar es mayor en aquellas comunidades que cuentan con
instituciones tradiciones donde la cooperación y la ayuda mutua es habitual. Con esta información,
la intervención del gobierno puede conseguir mucho mejores resultados. En lugar de proveer o
regular directamente un bien público, lo cual puede implicar acciones muy costosas y resultados
subóptimos, el capital social instalado de las comunidades puede servir como mecanismo para
encausar y facilitar la acción pública. Esto permite, a la vez, ampliar el repertorio de las posibles
intervenciones.

Las aplicaciones de experimentos de laboratorio y de campo sobrepasan por mucho los usos aquí
citados. En otras áreas de la economía fuera de las finanzas públicas, los experimentos han
proveído información para contrastar los modelos tradicionales de mercado, en muchos casos
corroborando las predicciones teóricas (List & Lucking-Reiley, 2002; List, 2004a, etc. Citados en
List, 2004), en otros contradiciéndolas (Kahneman et al, 1990; Katkar & Reiley, 2006), ayudando,
en fín, a refinar o replantear las predicciones de estos modelos. Incluso han empezado a ser
usados de forma extensa para la pedagogía en economía, en tanto los juegos ayudan a facilitar el
aprendizaje y la comprensión de las teorías económicas (Muñoz, Aparicio & Mesa, 2011).

Discusión y conclusiones.

El uso de experimentos en la economía pública ha abierto las puertas a conectar de manera más
clara y directa las predicciones de los modelos teóricos clásicos y la información empírica que
ocurre naturalmente. Más allá de confiar en los presupuestos metodológicos tradicionales, estas
herramientas brindan evidencia para entender de mejor manera las relaciones casuales en los
fenómenos sociales y los impactos de las intervenciones públicas. Por lo tanto, el hacedor de
políticas tiene mejores datos para identificar el efecto de implementar o cambiar nuevas
instituciones a pequeña escala antes de aplicar completamente una política pública con posibles
consecuencias a gran escala (Carpenter, Harrison & List, 2005); de igual forma, tiene argumentos
informados para decidir sobre los programas implementados, acercándose más a evidenciar sus
efectos reales.

Estos avances metodológicos no están, sin embargo, exentos de críticas, siendo tal vez la más
importante los límites para la generalización de los resultados (Carpenter, Harrison & List, 2005).
Los experimentos hablan de una población específica sujeta a prueba bajo condiciones
controladas, lo que dificulta poder extrapolar la evidencia a cualquier escenario real. No hay
completa garantía de que un sujeto que se comporta de una forma en un experimento lo hará de
la misma manera en escenarios reales. Poder superar este problema implica que los diseños
experimentales se realicen de forma rigurosa, tratando de contrastar los resultados de laboratorio,
de campo y los datos que ocurren de manera natural. Si hay diferencias, el caso debería ser
estudiado con mayor cuidado; si no las hay, los resultados experimentales pueden ser usados
como inferencias para la toma de decisiones (Harrison & List, 2004).

Referencias.
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Bärnighausen, T., Tugwell, P., Røttingen, J.A., Shemilt, I., Rockers, P., Geldsetzer, P., Lavis, J., Grimshaw, J.,
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Chetty, R. (2015). Behavioral Economics and Public Policy: A Pragmatic Perspective. NBER Working Paper No.
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