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República Dominicana
Frente a esta realidad está el hecho de que el mundo no cuenta con tribunales
globales ni con un derecho global que regule las relaciones entre las personas
privadas de los países del mundo, sino que, por el contrario, estas relaciones son
reguladas por una variedad de ordenamientos jurídicos de diversos Estados,
creando en la práctica duplicidades y contradicciones entre sí que dificultan contar
con el nivel de precisión y seguridad jurídica necesario para que estas relaciones
fluyan adecuadamente por todo el mundo. En esencia, estamos frente un
fraccionamiento jurídico que subsiste conjuntamente con una inédita etapa de
globalización de nuestras relaciones sociales y económicas. Siendo esto así, una
misma relación privada internacional puede es-tar sujeta a reglamentaciones
contradictorias por parte de los orde-namientos jurídicos con los que tiene
conexión o estar sometida a discontinuidad e imprecisión desde diversos
aspectos; de ahí la uti-lidad del derecho internacional privado.
En definitiva, entendemos que esta Ley es un modesto apor-te que busca ofrecer
respuestas concretas a Los_distintos problemas que se derivan de las situaciones
privadas internacionales que afron-ta un país como el nuestro, que se ha insertado
en la comunidad in-ternacional de diferentes formas: comercio con el extranjero,
domi-nicanos que residen en más de cincuenta países, tiene un turismo creciente
y es uno de los destinos más importantes de las inversio-nes extranjeras en la
zona del Caribe y Centroamérica. Desde Fun-glode, como centro de pensamiento
con el objetivo fundamental de generar propuestas de políticas públicas que
provean respues-tas concretas a las realidades sociales, políticas y económicas,
enten-demos que encaminar y promover procesos como el aquí descrito
constituye uno de los aportes principales que una organización co-mo ella puede
ofrecer a la sociedad dominicana.
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
INTRODUCCIÓN:
Bien sea por no haberse alcanzado la plenitud de la unificación del DIPR, bien por
cuestiones de tradición o de necesidad de cada Estado, lo cierto es que en los
últimos años los legisladores estatales no han dejado de seguir implementando su
propio DIPR. El último período de cincuenta años ha sido uno de los más
productivos de la historia del DIPR por haber dado lugar a más de sesenta
codificaciones estatales y más de un centenar de convenciones internacionales,
reglamentos y otros instrumentos similares, que se caracterizan por conferir un
mayor protagonismo a los jueces respecto a los instrumentos anteriores.
A partir del cauce de la ley especial, el DIPR no solo gana autonomía material,
sino que se posibilita una reglamentación minuciosa de materias que, hasta la
fecha, habían quedado en la órbita de la elaboración jurisprudencial.
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
En esa tesitura, una mirada hacia atrás nos aproxima a la Ley 834 del 15 de julio
de 1978, cuyo artículo 122 claramente establece que "las sentencias rendidas por
los tribunales extranjeros y los actos recibidos por los oficiales extranjeros son
ejecutorios en el territorio de la República de la manera y en los casos previstos
por la ley". No obstante, para nadie es un secreto que, aunque este enunciado de
alcance general pone una primera piedra, no contábamos hasta ahora con un
procedimiento formal que, paso por paso, previa identificación del juez
competente, expusiera en detalle qué era lo que había que hacer para obtener un
execuátur. La Ley de Arbitraje Comercial de 2008 resolvió el problema en cuanto a
los laudos arbitrales emitidos fuera del país que luego pretendieran ser ejecutados
en nuestro territorio, pero lo propio, inexplicablemente, no acontecía con las
sentencias judiciales extranjeras.
El vacío, como es natural, estimulaba la improvisación y tras ella la inestabilidad
del sistema: un patrón errático sencillamente inaceptable que en nada contribuía a
la previsibilidad y a la certeza del quehacer jurídico. A más de uno, por ejemplo, se
le ocurrió plantear el procedimiento bajo formato contencioso. Otros optaron por
un requerimiento administrativo. Algunos apoderaron al juez de su propio
domicilio. Los hubo, incluso, que tomaron por criterio de radicación el lugar en que
se llevarían a cabo los actos de ejecución. Y al final todos estaban en lo correcto,
pues en la noche del desierto, en medio de la nada, cualquier lugar es bueno para
acampar y hacer tienda.
A este nivel cabe advertir que al hablar de "homologar " o ejecutar" sentencias
extranjeras, se trata indefectiblemente de aquellas concernientes a relaciones
privadas, no las dé índole represiva, constitucional, administrativa o fiscal que
carecen de eficacia extraterritorial. Aunque el ejercicio de la jurisdicción ha sido
asociado desde siempre a las potestades de soberanía política de cada Estado —
lo que significa que, al menos en principio, lo juzgado en un determinado país
únicamente tendría validez frente a sus autoridades y en ese territorio— el objetivo
perseguido a través de la posibilidad de que los tribunales nacionales acojan y
ejecuten veredictos judiciales extranjeros garantiza un sentido de continuidad a las
relaciones jurídicas en el plano internacional, de suerte que el "manual" de
reconocimiento y ejecución de dichos actos es la mejor respuesta a las
expectativas creadas por las partes inmersas en una situación conflictual con
elementos de extranjería ya zanjada en otro país, dé que bajo ciertos parámetros y
condiciones habrá una secuencia espacial de los derechos legítimamente
adquiridos sin que sea necesario repetir actuaciones que, en desconocimiento de
la cosa juzgada, erosionarían la seguridad jurídica y fomentarían un ambiente de
recelos e incertidumbre.
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
tarjo nc puede ser oponible por la sociedad frente a terceros si su "domicilio real"
se sitúa en otro lugar (artículo 9). Por otro lado, la LDIPR a la hora de identificar a
la ley'rectora dé lasociedad comer-cial no se refiere stricto sensu a la ley de su
domicilio, sino a la ley del Estado conforme a cuyo ordenamiento se ha constituido
y en el que se localiza la sede social (artículo 37). En otras palabras, de entre la
administración central, el centro de actividad principal y la sede social, a esta se le
da inayor preferencia por coincidir con el Estado de Constitución de dicha
sociedad.
IV. VALORACiÓN 7. La LDIPR, al sustituir la conexión "nacionalidad" por la
conexión `domicilio', ha ctado un paso importante en pos de la integración de los
ciudadanos en las sociedades de acogida, Kiri:. ciPalmente en sus
relacionesper¿onales y fainiliares. Este paso se afianza gracias a una noción de
domicilio real Y. efectivo, construi-da sobre la residencia .habittial de las personas.
No obstante, el legislador también tia sabido modular la a:pliCación de la ley del
domicilio allí donde fuera preciso; Por un. lado., ha .fijadnclara: mente Cual es el
momento en el qué debe detér.minarse el domi-cilio y ha garantizado que los
derechos adquiridos en-función de la ley domiciliar no pueden verse mermados
por el.damblo de domicilio. Por otro lado, la posibilidad de elegir por convenio la
ley naCiónal en determinados casos permite a los.interesados valo-rar si, en lugar
de optar por la plena integración en el Estado de su residencia, prefieren optar por
el mantenimiento de su identi-dad nacional.
La determinación del derecho aplicable en la nueva Ley de Derecho
Internacional Privado
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
Igualmente, es importante aclarar que las normas sobre derecho aplicable son
normas de conflicto que identifican la ley material que se empleará para resolver la
situación privada internacional que ha devenido en cuestión litigiosa. Por tanto, no
se trata de la norma que va a establecer de manera directa sobre si un
determinado reclamo de responsabilidad contractual o extracontractual amerita
una condena al pago de indemnizaciones, o dar respuestas acerca del
cuestionamiento sobre los derechos sucesorales: el orden sucesoral y las
proporciones respectiva para uno de los que se determinen como herederos.
Por el contrario, la norma de conflicto lo que hace es que remite una determinada
controversia jurídica a un determinado ordenamiento jurídico, sea este nacional o
extranjero, y en este donde debemos buscar respuesta, o dicho desde la óptica
de Savigny, localiza la sede natural de la relación jurídica de que se trate, es decir,
la norma de conflicto se limita a situar dicha situación privada internacional en un
país determinado. Una vez localizada la situación en un concreto país, procede a
resolver el litigio con arreglo a las normas sustantivas del derecho de dicho
Estado.
El primer criterio abarca los casos en los que se permite la posibilidad de que, en
virtud de la autonomía de la voluntad, las partes elijan la norma que consideren
más conveniente y, en defecto de esa elección, entonces el derecho aplicable se
deter-rr.nará por la residencia habitual. Esto se verifica en los siguien-tes casos:
relaciones patrimoniales en el matrimonio (artículos 43-45), y divorcio y separación
judicial (artículo 47). El segundo criterio identifica la residencia habitual como el
punto de conexión que determina el derecho aplicable. Esta situación se' puede
apreciar en estos casos: celebración del matri-monio (artículo 40), nulidad del
matrimonio (artículo 46), unio-nes no matrimoniales (artículo 48) y determinación
de la filia-ción (artículo 49). El tercer criterio establece la residencia habitual como
punto de conexión, pero crea otras conexiones subsidiaras: validez del matrimonio
(artículo 41) y relaciones personales entre los cónyu-ges (artículo 42). El cuarto
criterio que se utiliza es la ley nacional como punto de conexión con una conexión
subsidiaria relativa a la residen-cia habitual. Este criterio se empela en el caso de
las adopciones (artículo 50). En cuanto a las normas reguladoras contempladas en
la sec-ción III, relativas a la protección de los incapaces y obligacio-nes, se
establecen dos puntos de conexión.
La ley aplicable a los contratos
Un nuevo régimen general de conflicto de leyes en materia contractual
A partir del siglo XVI, hasta tiempos recientes, la regla locus regit actum quedaba
reservada a las reglas de forma del contrato. Ha sido precisamente DUMOULIN
quien hubo de limitar conceptualmente la aplicación de esta regla a las cuestiones
de forma del contrato, reservando la ley de la autonomía a las cuestiones de
fondo. No obstante, a pesar de la aplicación tradicional e histórica de esta regla,
una interesantísima decisión del Tribunal de Primera Instancia de Santo Domingo
que data de principios del siglo pasado, admitía una lógica moderna, muy similar a
la que instituye hoy como principio general la Ley de derecho internacional
privado. La referida jurisprudencia entendía que era facultad de las partes decidir
cuál ley regía las formalidades de un contrato, sea la regla locus regit actum, la lex
loci, o bien la ley que decidan las partes.
Un sistema similar es creado por la nueva Ley, según que el contrato sea
celebrado entre partes que se encuentran en un mismo Estado o en estados
distintos (art. 68). Ahora bien, en cualquier caso, la regla locus regit actum no tiene
hoy sino un carácter facultativo, ya que, en principio, la ley que rige la forma de la
convención es la ley del contrato, en los términos del artículo 58 de la Ley de
derecho internacional privado, es decir, la ley que las partes han designado como
el derecho aplicable al contrato.
II.- LA LEY APLICABLE A LA SUBSTANCIA O FONDO DEL CONTRATO
La ley aplicable al fondo del contrato ha sido claramente definida por el nuevo
régimen examinado; lógicamente, este régimen debe ser complementado, de
manera parcial, por algunas jurisprudencias dominicanas que han venido
consagrando algunos de los principios recogidos por la Ley (A). Luego de
examinar este punto, podemos abordar brevemente el ámbito de aplicación de la
Ley del contrato (B).
A.- La nueva ley de derecho internacional privado ante la dialéctica involutiva del
derecho dominicano.
A mediados del siglo pasado nuestra Suprema Corte de Justicia decidió aplicar la
ley del Estado de Nueva York al momento de determinar la falta cometida por uno
de los contratantes, admitiendo que tanto el lugar de formación del contrato como
el lugar de ejecución del mismo, constituían criterios válidos que forman parte de
nuestras normas de derecho internacional privado. En ese caso, las partes no
habían elegido de manera expresa la ley aplicable al contrato, no obstante, los
jueces entendieron que el lugar de formación y el lugar de ejecución del contrato
constituyeron puntos de conexión suficientes para la localización del contrato e
identificaban con claridad la ley aplicable a la relación contractual.
Cuando las partes no han elegido la ley del contrato. El caso es más delicado si
las partes no han elegido expresamente ley aplicable al contrato ni se infiere del
mismo, aun de manera implícita, la legislación llamada a regir la relación
contractual. Entonces, el juez debe determinar por sí mismo cuál es la ley
aplicable a la relación jurídica que se examina.
Normas imperativas. La ley impone otro límite, tanto al propio juez como a las
partes del contrato en la medida en que, a pesar del principio de libre autonomía
defendido por el artículo 58 de la Ley, obliga la aplicación de las normas de orden
público y leyes de policía del derecho dominicano. En ese sentido, el artículo 61
obliga a un doble examen, puesto que permite al juez dominicano la posibilidad de
aplicar además las disposiciones imperativas procedentes del derecho de otro
Estado con el cual el contrato tenga vínculos estrechos. Este texto define las
disposiciones imperativas como aquellas cuya observancia el Estado considera
esencial para la salvaguardia de sus intereses públicos, como su organización
política, social o económica.
Tal y como expone el Dr. Sánchez Lorenzo, se suele diferenciar entre "orden
público interno" y "orden público internacional". El primero, puede resumirse de
forma práctica en las normas estatales que son indisponibles para ser derogadas
por convenciones particulares, de conformidad con la lex contractus. El segundo,
se refiere a normas dispositivas del Derecho interno que, en razón de su interés
público primordial, son aplicables incluso si la lex contractus depende de una
legislación extranjera, como es el caso de las normas sobre libre competencia,
protección al consumidor, derecho laboral e, incluso, las reglas que emanan de
sectores regulados mediante intervención administrativa, como es el caso de la
intermediación financiera y los servicios de seguro y reaseguro. Dicho de otra
forma "En el orden público internacional dejamos de lado una norma extranjera,
mientras en el orden público interno dejamos de lado lo convenido entre las
partes" (...) "Cuando normas del derecho local del tribunal <<lex fori>> deben ser
aplicadas inexorable y automáticamente con preeminencia sobre cualquier
disposición extranjera, estamos frente a normas imperativas. Las normas
imperativas legislan sobre materias de orden público internacional. (...) Si el juez
aplica una norma imperativa, no llega a averiguar el contenido del derecho
extranjero declarado aplicable a la causa por nuestra norma de derecho
internacional privado (...) En este caso, el legislador deja de lado la ley extranjera y
nos indica cómo solucionar el caso. Se trata de una norma directa y no de una
norma de colisión".
En tal tesitura la difícil tarea de valorar lo que constituye o no las normas de orden
público internacional y la forma de ejercerlas es delegada en los análisis jurídicos
críticos y propositivos de la jurisprudencia y la doctrina. La eficacia, vigencia e
idoneidad de tales valoraciones estarían, entonces, inevitablemente supeditadas a
una multiplicidad de factores, entre ellos:
Parte de la doctrina local que ha abordado las cuestiones relativas al orden público
internacional dentro del Derecho Internacional Privado dominicano lo ha hecho,
frecuentemente, desde la esfera de disposiciones aplicables de la Constitución de
la República, el Código Civil, la Ley No. 659 sobre Actos del Estado Civil y las
disposiciones ya muy desfasadas de la Convención de Derecho Internacional
Privado de La Habana, del 20 de Febrero de 1928 (Código Bustamante).
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
No obstante el contenido del artícuio iw LDIPR y.la forma en que dice lo cue dice,
los expertos reflexionan sobre casos antológicos en los que apesar de haberse
identificado correctamente el derecho extranjero Mi-cable esa eventualidad podría
convertirse en un serio dolor de cabeza o en una empresa fallida.. Ocurre de este
modo cuando -ley foránea Hamada a dar respuesta al disen so sea incompatible
con el orden in:err.acional asumido por el Estado dominicano; si la cc-exastenzia
de •.-arios esquemas de regulación interactuando ert el país al que se-haga :a
remisión hace dudar sobre cuál deba elegirse si hubiera vacíos o "lagunas" en el
ordenamiento del envío con relación a la contestación planteada o alguna
dificultad para fijar con precisión la norma resolutiva en fun-ción de modificaciones
o derogaciones que se hayan suscitado en la legislación del Estado en el que
corresponda residenciar el asunto. Acerca del primer supuesto (esto es cuando la
ley requerida para fines de aplicación no sea conciliable con e: orden público inter-
nacional vigente en nuestro país), se trata de una auténtica excep-ción de
procedimiento que impediría —efecto negativo-- utilizar el derecho convocado por
la regla de conflicto y por ende obliga-ría —efecto positivo— a hacer uso del
derecho dominicano, siem-pre que otros puntos de conexión instituidos en e!
mismo canon no enviaran a otra parte. La situación aparece sancionada en el
artícu-lo 86 LDIPR, que valida la excepción de orden público internacio-nal y
manda a apreciarla tomando en cuenta la gravedad del efecto que produciría la
aplicación de la legislación foránea. La excepción de orden público internacional
es, valga la redun-dancia, de estricta excepcionalidad. El juez valorará en cada
caso la existencia de un verdadero e insalvable antagonismo de la norma
extranjera con nuestros valores institucionales esenciales, emplean-do como
parámetros modélicos la Constitución y las prácticas inter-nacionales. La segunda
dificultad también ha sido encarada por la nueva ley. En efecto, el artículo 87
LDIPR se hace eco de los ordenamien-tos jurídicos "plurilegislativos" e invita a que
si en el Estado desig-nado confluyen más de un régimen con competencia
territorial o personal, la ley aplicable se establezca en sujeción al derecho de ese
sistema.
Más grave sería todavía que la dificultad que pretenda zanjar-se no haya recibido
una concreta sanción en el país señalado y que laremisión, finalmente. degenere
en una trampa o en un sal-to al vacío. A 511-z de un remedio contemplado en la
LDIPR, todo apunta hacia:a Tuesta en ejecución, subsidiariamente, del derecho
dominicano. En último lugar, frente a la concurrencia de una modificación de :a ley
en el ordenamiento de envío y de que persista la duda sobre si acogerse a a
legislación anterior o a la actual —coyuntu-ra tampoco previna en la LDIPR— la
opinión más solvente sugiere atenerse a las reglas de derecho transitorio del país
concernido. En ausencia de la prueba del contenido de este último, prevalecerán
necesariamente las nuestra? Dado que el nuevo orden de cosas propicia, más allá
de la mera 'especulación que-en algún momento. el juez nacional se aboque • a
aplicar derecho extranjero, se debe tomar en consideración lo. siguient • Prithero,,
que los magistrados dominicanos "están obligados a aplicar laleynnranjera.tal
como lo harían los jueces del. Estado cuyo derecho resultare aplicable" (artículo
82 LDIPR). .Segundo„ que el envío de la norma conflictual no es a una
determinada ley o á un código, sino a todo el derecho sustantivo del Estado de. se
trate, lo que incluye la parte dispositiva de ese derecho y la de carácter público .°
imperativo (artículo 83 LDIPR). E! tema del -reenvío" es típicamente escabroso.
Bajo el rubro "Exclusión del reenvío", el artículo 85 LDIPR descarta su imple-
mentación, Ic que de entrada conduce a una rigurosa interdic-ción: "la ley
extranjera designada por la norma de conflicto es su ley material, con exclusión
del reenvío que sus normas de conflicto puedan hacer a otro derecho, incluido el
dominicano". En el porqué de la negativa subyace una clara finalidad de orden
práctico y de certeza jurídica. El legislador anticipa una respuesta ante la
posibilidad de que el derecho. aplicable —que, como se ha dicho, debe asumirse
íntegramente en República Dominicana—, igual que como lo harían sus jueces
naturales (artículo 82 LDIP), "reenvíe" a su vez a otro ordenamiento diferente.
Pero la prohibi-ción no solo se extiende al "reenvío de segundo grado" que pone
en escena a un tercer Estado como destinatario de la segunda remi-sión, sino que
abarca además el "reenvío de primer grado" o "de retorno", que es aquel en que
las reglas de conflicto vigentes en la legislación del envío devuelven la solución del
pleito al sistema legal de su lugar de origen. La supresión del reenvío es polémica
y para muchos conlleva una antinomia. Supone considerar —siguiendo, por lo
menos en parte, los modelos español, quebequense y ruso— que la remisión se
refiere a la ley material, con exclusión de las normas de conflicto del país a cuya
reglamentación sea delegado el desenlace del caso.
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
INTRODUCCIÓN:
Hoy en día tienen lugar una trama de relaciones sociales, jurídicas, económicas y
culturales entre particulares que superan las fronteras de un determinado país y
ponen en contacto a varios Estados. De esta manera, una relación jurídica puede
estar conectada a varios órganos jurisdiccionales y regulados por ordenamientos
jurídicos de diferentes países, cada uno con sus propias respuestas.
El DIPR es un sistema jurídico autónomo, con sus propios métodos de
reglamentación y categorías normativas, que regula unos conflictos específicos:
los surgidos en esas relaciones de derecho privado que ponen en contacto a
distintos Estados, lo que le da elemento internacional, ya sea por los sujetos que
intervienen, el objeto de que trate o por la forma como se originan.
Por ello abarca de forma general los temas de la persona, rela-ciones de familia,
protección de incapaces y obligaciones, sucesio-nes y donaciones; sobre los
bienes, obligaciones contractuales y extracontractuales. Si bien solo especifica el
carácter civil y comercial, entendemos que también regula las relaciones de
carácter laboral, dado que en sus artículos 16 y 62 trata sobre la competencia
judicial internacio-nal de los tribunales dominicanos para conocer de demandas
con-tra empleadores y el derecho aplicable a los contratos de trabajo,
respectivamen te.
RELACIÓN ENTRE PARTICULARES Como ha 5:do mencionado, se trata de
relaciones jurídico-pri-vadas entre sujetos de derecho privado, no solo entre
particulares (personas físicas o jurídicas) sino también entre estos y el Estado
cuando actúa como un particular.. Resulta importante aclarar que el carácter
privado de una rela-ción es independiente de la naturaleza de sus sujetos. Así,
una. per-sona de derecho público puede reali72r actos privados, sobre la base de
la doctrina que distingue los actos de gestión, (iure gestiones) de los actos de
soberanía 'erre rffrperii Como señala el profesor Ortega Ginténez:
La calificación de una situación internacional corno 'privada o 'pública' no deper.de
de b naturaleza de los sujetos que la con-figuran sino de la posición jurídica que
éstos ocupan en la rela-ción: por tanto, nos referirnos a relaciones jurídicas en las
que el sujeto es o una 'persona de Derecho privado' o una 'perso-na de Derecho
público que actúa con carácter privado' -esto es, que está actuando iure gestianis,
y no cuando esa persona actúa ejercitando su poder de autoridad, esto es, cuando
está actuan-do iure
RESUMEN:
PALABRAS CLAVES:
PREÁMBULO:
Una de las materias más fascinantes al estudiar el derecho procesal, sea cual sea
el régimen jurídico del cual se trate, es el tema de la competencia judicial. Es, por
orden lógico, la primera pregunta que despierta el interés del jurista que se
enfrenta con la necesidad de una resolución de disputa: ¿ante quién y dónde debe
ventilarse el litigio?
Así, era usual en tiempos más felices por indocumentados que en el estudio de un
expediente judicial primara la total ausencia de argumentos basados en las
normas de derecho internacional privado, aun cuando los elementos de extranjería
fuesen obvios y abundantes. Las partes no los invocaban y, desde luego, los
jueces no los imponían de oficio, aunque correspondiese, salvo en ocasiones muy
contadas.
Era esa una distorsión no exclusiva de nuestro país. Hemos sido uno de los más
tardíos en corregirla. Sin embargo, la creciente internacionalización nos ha
obligado a dejar atrás nuestro chauvinismo jurisdiccional, que solo conocía hasta
ahora la limitada excepción del Código de Bustamante, con las estrictas reservas
que hizo la República Dominicana a este intento de compartir jurisdicción de una
manera más lógica, tomando en consideración la existencia de Estados
extranjeros que ejercen igualmente sus propias facultades.
Dicho de otra manera, las normas sobre la competencia internacional que ahora
hemos incluido en una moderna Ley de Derecho Internacional Privado regulan
nuestro sistema jurisdiccional, estableciendo exclusividades o reconociendo las
extranjeras, ya sea en ejecución de obligaciones internacionales, bien en
consideración a su propio interés, por respeto a conflictos extraños a la vida social
del Estado, o sobre la base de criterios objetivos que vienen dados en función de
características ahora identificables.
Código Gala -
Arracnio lt emosijam. 4...gre os maála en b República, podrá ser coa sai_is
Whildes die ella. ~la ejecución deba olsk—az,mos~ss alea la ~Eta y con un
dominicancn podráserIlemialassolomalesen lo q -e se refie-re a las obrtpcioties
~mas psi examsjero respecto de do m inícanes.
Artículo 1:7: Cr, dwaisicaso poiliserciodomee un mbunal de la Repúb:ica, porra de
olágscitmes para mismo contraídas en país extranjero !. a_ko Coa ~jeme.