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Proceso de creación de la Ley 544-14 de Derecho Internacional Privado de la

República Dominicana

El derecho internacional privado debe su existencia y relevancia al hecho cierto de


que vivimos en un mundo globalizado en el que ningún Estado puede permanecer
en la autarquía total, sino que, más bien, nos desenvolvemos en un mundo
completamente interconectado, en el que la mayor parte de nuestras relaciones
sociales y económicas van más allá de nuestras fronteras.

Frente a esta realidad está el hecho de que el mundo no cuenta con tribunales
globales ni con un derecho global que regule las relaciones entre las personas
privadas de los países del mundo, sino que, por el contrario, estas relaciones son
reguladas por una variedad de ordenamientos jurídicos de diversos Estados,
creando en la práctica duplicidades y contradicciones entre sí que dificultan contar
con el nivel de precisión y seguridad jurídica necesario para que estas relaciones
fluyan adecuadamente por todo el mundo. En esencia, estamos frente un
fraccionamiento jurídico que subsiste conjuntamente con una inédita etapa de
globalización de nuestras relaciones sociales y económicas. Siendo esto así, una
misma relación privada internacional puede es-tar sujeta a reglamentaciones
contradictorias por parte de los orde-namientos jurídicos con los que tiene
conexión o estar sometida a discontinuidad e imprecisión desde diversos
aspectos; de ahí la uti-lidad del derecho internacional privado.

La República Dominicana no es ajena a esta realidad. Nuestro país participa


activamente de la dinámica global,- corno lo-indican los siguientes factores: a)
Liberalización comercial e integración económica: La República Dominicana se ha
ido integrando de forma sistemática a los marcados internacionales a través de
distintos procesos de liberalización comercial que le han llevado a convertirse en
uno de los seis países del mundo que cuenta con tratados de libre comercio que le
proporcionan entrada preferencial a dos de los mercados más importantes: los
Estados Unidos (DR-CAFTA) y la Unión Europea (EPA). Además, estos dos
acuerdos involucran a 47 países y representan más del 80% del comercio externo
de bienes y servicios de la economía dominicana.," b) Receptores de inversiones
extranjeras directas: Somos uno de los mayores receptores de Inversión
extranjera en la subregión de Centroamérica y el Caribe. Según las cifras del
Banco Central de la República Dominicana, en el periodo transcurrido desde el
año 2004•al 2013.nnesno país recibió cerca de 18 mil millones
ápxidáée§:‘,01:1,:_1*-éiiiffivextranjera directa. e).-1.00~ 04911y0113Tq mes de
noviembre del 2013, junt4,-'«iiiiallÉretinYálliOW-eniancer los resultados
prelimina-,...777ininn~~7.testro registro civil, que arro-,....4.1a% waue~ntstráálAtioi
de padres • . es extranjeros prove- tenemos una diáspora

t.. dominicana dinámica y creciente que a pesar de residir en diver-sos países


mantiene conexiones con su tierra natal. d) El desarrollo del turismo: Somos uno
de los principales destinos turisdcos de América. Solamente en el 2013 recibimos
4,689,770 n....^..stas y el turismo aportó US$ 5089.8 millones a la economía
dominicana.
Estos factores evidencian la necesidad de que nuestro país cuen-te con normas
de derech nternacional privado que sean capaces 3e 32.: respuestas jurídicas
decuadas a las diversas relaciones priva-•as interna Tonales que generan dichos
factores.), En este contexto. c atendiendo a esta necesidad, la Fundación
Dem•ocracia v Desarrollo (FUNGLODE), emprendió hace :res años ~n asnbicioso
plan de acción tendente a que nuestro país .:oz-2.-1 con una moderna
reglamentación de derecho internacio-:cal arnrado que planteara respuestas
los,problernas. nacionales 1-do un enfoque. multidisciplinariO e integral pata
beneficio 3e :a sociedad dominicana. FUNGLODE, como Centro de petisa-miento
estratégico, tiene como uno de sus objetivos principales la formulación de
propuestas de políticas públicas que resulten de uti-lidad a la gobernabilidad
democrática y el desarrollo sostenible de a República Dominicana. Identificar un
aspecto de nuestro sistema que puede ser mejorado por medio de una regulación
o norman-co7.-....tuye uno de los motivos de existencia de la organización,. y en
es:e ámbito determinamos que las relaciones privadas interna; cionales es un área
en la que pedemos realizar un aporte concreto y apreciable. Una regulación que
conceda certidumbre en todos es-tos aspectos jurídicos. A fin de diseñar la
norma.que presentamos como Propuesta de rev de Derecho Internacional
Privado, tomamos como preceden-ces experiencias nacionales e internacionales,
investigaciones, pro-yectos de intercambio, publicaciones, conferencias y
seminarios por expertos en el área, y el trabajo sistemático de una comisión de
tra-baio que se encargó de preparar un borrador concreto de la norma que fi
realmente fue plasmado en un anteproyecto de ley que afortu-nadamente ya es
nuestra Ley 544-14.

Dentro de los aportes que consideramos tiene la Ley de Derecho Internacional


Privado para nuestra país se destacan los siguientes: Favorece a los dominicanos
que están en la diáspora, ora, ya que antes de la entrada en vigor de esta ley
nuestro derecho no le proporcionaba respuestas claras a los distintos problemas
que estos padecían cuando afrontaban situaciones privadas interna-cionales. , .-2.
Protege a los dominicanos que están casados con extranjeros, que tienen hijos y
afrontan situaciones privadas internaciona-les relacionadas con la guarda o con la
pensión alimentaria de esos hijos. También, esta ley protege a los dominicanos
que es-tando casados con personas extranjeras afrontan procesos de divorcios. 3.
Protege a los dominicanos que hacen negocios internaciona-les (exportan o
importan bienes o servicios), ya que les pro-vee de nuevas herramientas para
elegir el derecho que les sea más conveniente a sus contratos y les ofrece más
posibilidades de resolver sus reclamos comerciales-entablando demandas en el
país'u en otro lugar de-su preferencia que haya Sido elegido .por las partes: , - •
4.. Fortalece la seguridad jurídica y ofrece una mayor previsibilidad para los
inversionistas que desean hacer negocios en el país. ./ 5.. Ofrece:una mayor
protección a los turistas que visitan• nuestra pais en caso de que afrOnten alguna
situación privada interna-. cipnal. 6. • Ofrece respnestas claras a los tres sectores
principales que plan-tea el derecho iinernicional privado: competencia judicial inter-
nacional, derecho aplicable, reconocimiento y ejecución de ac-tos y decisiones
judiciales.

En definitiva, entendemos que esta Ley es un modesto apor-te que busca ofrecer
respuestas concretas a Los_distintos problemas que se derivan de las situaciones
privadas internacionales que afron-ta un país como el nuestro, que se ha insertado
en la comunidad in-ternacional de diferentes formas: comercio con el extranjero,
domi-nicanos que residen en más de cincuenta países, tiene un turismo creciente
y es uno de los destinos más importantes de las inversio-nes extranjeras en la
zona del Caribe y Centroamérica. Desde Fun-glode, como centro de pensamiento
con el objetivo fundamental de generar propuestas de políticas públicas que
provean respues-tas concretas a las realidades sociales, políticas y económicas,
enten-demos que encaminar y promover procesos como el aquí descrito
constituye uno de los aportes principales que una organización co-mo ella puede
ofrecer a la sociedad dominicana.

Modelo de vinculación entre academia y sociedad


Para el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IGLOBAL), en
conjunto con la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), es
altamente satisfactorio haber fungido como centro de armo-nización y discusión
entre las distintas vertientes que inciden en el mundo jurídico dominicano, según
las dinámicas que surgen de las interacciones jurídico-privadas entre individuos,
sociedades comerciales, ope-radores judiciales y jurídicos, etc.

Desde IGLOBAL y FUNGLODE desarrollamos una agenda programática


estratégica de formación, investigación y análisis en el ámbito del derecho de los
negocios inter-nacionales, con el concurso de más de dieciséis expertos
nacionales e internacionales. Al evaluar el ordenamiento jurídico del país, se
evidenció la necesidad de dotar a la República Dominicana de una legislación que
estuviera acorde al alto e impactante flujo de personas, comercio y hechos
jurídicos privados transnacionales. Asimismo, hicimos un aporte conceptual cuasi
inédito para el contexto editorial dominicano al publicar tres volúmenes sobre
Derecho de los Negocios internacionales: Introducción al derecho de los contratos
internacionales, Sistema de arbitraje comercial en la República Dominicana y
Derecho del comercio internacional y política comercial de la República
Dominicana. También nos planteamos que ante el novedoso y singular avance de
nuestra Ley 489-08 sobre Arbitraje Comercial se requeriría una segunda
herramienta que, al igual que ella, pusiera en vanguardia la cuestión que deriva de
las relaciones entre individuos, empre-sas y comercios, y cooperación judicial
internacional en cuestiones segregadas del ámbito de lo público o estatal,
codificada hoy como la Ley 544-14 sobre Derecho Internacional Privado. Esta
norma dominicana aporta al orden jurídico interno un cuerpo de disposiciones que
permitirá al operador judicial decidir acerca de los elementos objetivos —negocios
privados con compo-nentes o de total ejecución en él o desde el extranjero— y
elemen-tos subjetivos —en referencia a las cuestiones legales de nacionali-daTO
domicilio— que promueven la internacionalidad de la razón privada. Es decir, esta
ley promueve y pone en vanguardia, desde diciembre del 2014, la capacidad del
orden jurídico dominicano para dar respuestas claras, precisas y acordes al buen
derecho y a la /ex mercatoria, así como a los asuntos transfronterizos entre suje-
tos y comercio, fortaleciendo el Estado de derecho dominicano des-de una
dimensión transparente y oponible desde un enfoque de la previsibilidad. Antes de
la entrada en vigencia de la Ley 544-14 sobre Dere-cho Internacional Privado,•os
operadores judiciales dominicanos tenían que sustentarse de manera difusa de la
Convención de Dere-cho Internacional Privado (mejor conocida como Código de
Bustamante) dictada el 20 de febrero del 1928. No hace falta destacar la evolución
financiera, migratoria y ariercial que ha tenido la Repú-blica Dominicana desde el
1928 a la actualidad, para deducir el des-fase desde la previsión de la materia que
regula dicha norma, que ha incidido esencialmente en América Latina. En igual
vertiente, la crisis económica y financiera acontecida en las bolsas de valores de
Nueva York —cra.sh del 1929— que dio paso a la Gran Depresión 1;"Con esta, a
un cambio del orden lógico funcional y normativo de ..•as dinámicas privadas
internacionales, esencialmente en lo comer-Es decir, la evolución económica
internacional desde el 1928 al día de hoy —y el contexto financiero establecido
superada ya la -Gran Depresión— hace concluir que dicha convención ha cumpli-
do su función social e incidido de manera extrac-difiária en nues-'tró orden jurídico.
En la antesala de la puesta en vigencia de esta nueva norma dominicana, los
jueces y abogados —al llevar a cabo sus correspon-rdidos oficios sobre casos
presentados en derecho derivados de las Elltnámicas privadas heterogéneas
propias del desarrollo capitalis-..e.% y con ello las inversiones privadas; del amplio
flujo de inmigran-
tes y emigrantes y de la característica propia de la economía domi-nicana de estar
en franca apertura económica al mundo— debían hacer valer sus conclusiones y
decisiones tomando como base jurí-dica el in...1 rnercatorum, por no haber
contado con una norma que refleje, desde lo social a lo jurídico, la realidad
contemporánea de nuestra nación. - Materias como la del derecho aplicable entre
dos individuos de nacionalidades distintas, casados en un tercer Estado, pero
cuyas riquezas demandadas en partición se encuentran en un cuarto Esta-do; o el
caso de una compañía transnacional cuya sede legal esté en un país, la dirección
de la empresa en otra jurisdicción y sus com-promisos contractuales se
desarrollen en países de distintos orde-namientos jurídicos; o el caso clásico
discutido en el fragor de la creación de esta norma: el comerciante dominicano
que hace com-promiso de compra de una cantidad determinada de motocicletas
en China, teniendo como marco jurídico un contrato contentivo de una cláusula
que da preeminencia a la aplicación del derecho chino en el país en donde se
ejecute el contrato, República Dominicana_ ¿Cómo decide este tipo de cuestiones
el operador jurídico

dominicano? ¿Cómo hace valer los derechos de su defendido un abogado


dominicano sin haber contado con una norma que deter-mine de forma clara el
derecho aplicable? ¿Cómo sistematizar la cooperación judicial entre la legislación
dominicana y otra extran-jera en el reconocimiento y ejecución de disposiciones
judiciales? ¿Hasta dónde es competente o no la jurisdicción dominicana en pleitos
que implican relaciones privadas internacionales? -En fin, podemos señalar
distintas razones sobre la pertinencia de esta norma y de la urgencia que
requerían los operadores del sistema judicial, en un debate solapado por la
agenda cotidiana de nuestro país. A pesar de este gran paso de avance y cambio
en el marco juris-prudencial dominicano, debemos continuar con una agenda pro-
gramática y estratégica con la adopción de convenciones inter-nacionales
pertinentes a esta materia, como lo es la Conferencia Internacional de La Haya
sobre Derecho Internacional Privado, y el dictado de otras normas nacionales más
que esenciales para la diná-mica comercial, como lo es una normativa en lo
concursal. Hasta el 5 de diciembre del 2014, con la promulgación de esta norma,
nos encontrábamos en un contexto de difusas actuaciones judiciales y jurídicas
que mermaban la evolución hacia la consolida-ción de un Estado de derecho en la
República Dominicana- Corita-.
Antes de la entrada en vigencia de la Ley 544-14 sobre Derecho Internacional
Privado, los operadores judiciales dominicanos tenían que sustentarse de manera
difusa de la Convención de Derecho Internacional Privado...
mos con una norma que desde ya está siendo ponderada como una ley modelo
para la zona del gran Caribe a través de la Organización de Armonización del
Derecho Mercantil en el Caribe. Y es precisamente lo que desde el IGLOBAL
promovemos como academia: la idea de propiciar aportes a la sociedad con el
concurso de los sectores vinculantes, orientándonos a servir de apoyo a los
tomadores de decisiones y hacedores de políticas públicas a través de asesorías y
consultorías, así como fungiendo como centro de discusión y edificación de
consensos. Es un mode-lo de gestión académica orientado desde lo académico y
la socie-dad, y con la sociedad a la aplicabilidad. En el IGLOBAL cree-rnos en ello.

Las relaciones entre la Ley 544-14 y el derecho internacional privado convencional


dominicano

Como resultado de un largo proceso de discusiones en torno a la necesidad de


que nuestro país se dotara de una normativa que le permitiera regular
eficientemente las relaciones privadas internacionales de carác-ter civil y
comercial, unificando los criterios del mundo jurídico internacional aplicables a la
realidad domi-nicana, el día 15 de octubre de 2014 fue promulgada la Ley No.
544-14 de Derecho Internacional Privado de la República Dominicana. Con esta
nueva ley, nuestro país se coloca a la vanguardia de las tendencias
internacionales en la materia.
Ciertamente, esta es la primera vez que la República Dominicana se dota de un
sistema moderno y unifica-do de disposiciones legales para regular las situaciones
privadas internacionales que tienen lugar dentro del Estado y proteger el
intercambio, la interrelación y la interdependencia internacional que caracteriza a
las sociedades y economías globalizadas del mundo contemporáneo. La
necesidad de tal normativa se derivaba de los grandes cambios sociales,
institucionales y jurídicos que han tenido lugar en las últimas décadas en la
República Dominicana, como consecuencia de los trabajos realizados para
intensificar y diversificar sus relaciones a través de la inversión extranjera; el flujo
migra-torio propio de la inmigración y emigración nacional por mejo-res
condiciones económicas y el turismo creciente; el aumento económico dinámico
dentro de la crisis global internacional, y el régimen de apertura e integración
continua en distintas esferas de la cooperación internacional propio de las últimas`
décadas. - Esto hacía insostenible la ausencia en nuestro país de un sistema de
derecho internacional privado unificado y actualizado, elaborado sobre las bases
de una planificación estratégica. Además de que ponía en riesgo el crecimiento
económico y el progreso social de la nación dominicana, toda vez que cercenaba
el crecimiento de la seguridad jurídica en nuestro país. .-A todo esto se sumaba la
tímida y escasa participación del Estado dominicano en conferencias, foros y
negociaciones inter-nacionales relativas al derecho internacional privado. En efec-
to, durante décadas, el derecho convencional dominicano en la materia se limitó al
hoy desfasado Código de Bustamante. Firmado en el año 1928, este se constituyó
en el primer inten-to de la comunidad jurídica latinoamericana de establecer un
sistema común de derecho internacional privado. Si algo carac- • terizó la
aceptación por parte tic la República Dominicana del mencionado documento, fue
el empeño puesto en que prevale-ciera la ley nacional en' las cuestiones
referentes al estado y capa-cidad de 'los dominicanos en dondequiera que se
encuentren. Con-esto;-se mantenía la-tradición francesa, vigente en nuestro país
desde 1845 y consagrada principalmente en las disposiciones del Código Civil
dominicano.

En este tenor, la reciente Ley,5411-14 se coloca en una posición prudente y


conciliadora, disponiendo en su texto los distintos principios para la determinación
del derecho aplicable en con-flictos de derecho internacional privado, mostrando
inclinación hacia el uso del domicilio o lugar de referencia habitual tomo factor
determinante. De este modo, se mantiene la tradición fran-cesa a la vez que se
introducen conceptos más modernos y flexi-bles, en armonía con la práctica que
en este sentido ha desarro-llado la comunidad jurídica internacional. Con
excepción del Código de Bustamante, no es sino en los últimos años que nuestro
país ha iniciado un proceso de firma y ratificación de tratados en materia de
derecho internacional pri-vado. vado. De entre estos resulta importante destacar
el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y Repúbli-ca
Dominicana (DR-CAFTA), suscrito el 5 de agosto de 2004. Este trajo como
consecuencia la modernización y adecuación de nues- legislación interna,
principalmente en las áreas de compras y 'contrataciones de bienes, servicios,
obras y concesiones; arbitraje comercial, propiedad intelectual, derecho de autor,
entre otras.!

En lo relativo al derecho de los negocios internacionales, el Estado dominicano ha


ratificado —en los años 2002 y 2011, res-pectivamente— la Convención de Viena
sobre Compraventa Internacional de Mercaderías (o CISG por sus siglas en
inglés) y la Coryaiic.ón de Nueva York sobre el Reconocimiento y la Eje-cución de
las Sentencias Arbitrales Extranjeras de 1958. A esto debe añadirse nuestra
participación en la Convención sobre la Prescripción en Materia de Compraventa
Internacional de Mer-caderías de 1971 y la Convención de las Naciones Unidas
sobre Transporte Marítimo de Mercancías de 1978, también denomina-.--
da Reglas de Hamburg°. ,- Por lo demás, en lo referente a la cooperación judicial
en materia civil, la República Dominicana todavía no es parte de la Conferencia de
La Haya de Derecho Internacional Privado, pro-ducto de la tímida política de
incorporación de tratados en el área. Esto es lamentable, puesto que de esa
convención se deri-van una serie de acuerdos en los que participan la mayor parte
de los países del mundo y en los cuales, salvo contadas excepciones, el Estado
dominicano no tiene participación.

Esperamos que esta nueva legislación le sirva al Estado dominicano como un


propulsor que motive su participación activa en la firma y ratificación de los
tratados internacionales relevantes.
Lo mismo sucede con la mayoría de las convenciones que se derivan de la
Conferencia Interamericana de Derecho Interna-cional Privado (CIDIP). Sin
embargo, resulta interesante aclarar que los redactores de la Ley No. 544-14
tomaron en considera-ción los aportes de ambas conferencias en su elaboración.
En materia de convenios bilaterales, salvo uno que otro trata-do de cooperación
judicial en materia civil, no existe en nuestro país una estrategia generalizada que
tienda a la construcción de una red de convenios que faciliten el reconocimiento y
la ejecu-ción de sentencias extranjeras. Consecuentemente, esto nos colo-ca en
una situación de desventaja a nivel internacional que debe de ser subsanada con
celeridad.
Resulta interesante evaluar la actitud de la Ley No. 544-14 sobre Derecho
Internacional Privado respecto de los convenios y tratados ratificados por la
República Dominicana y que hemos repasado brevemente en este texto: Dicha ley
no se coloca por.encima del derecho convencional internacional dominicano. Por
el contrario, dispone que las disposiciones de la ley "se apli-carán en la medida en
que sean cónsonas con lo establecido en los tratados internacionales de los que la
República Dominicana sea parte"I. Por ende, ante cualquier conflicto entre el
contenido de la ley y algún tratado internacional, prevalece lo estipulado en el
trata-do. -1 De igual manera, se determina que para la interpretación de-1 dichos
tratados debe tomarse en cuenta su carácter internacional j y la exigencia de su
aplicación uniforme. Esperamos que esta nueva legislación le sirva al Estado
domil nicano como un propulsor que motive su participación activa en la firma y
ratificación de los tratados internacionales relevantes. De este modo, podremos
colocarnos en una posición adaptada a las necesidades que han quedado
plasmadas en la Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo.
"La República Dominicana estrena una ley de derecho internacional privado:
aproximación a la Ley 544, del 18 de diciembre de 2014"

José Carlos Fernández Rozas

Catedrático de Derecho internacional privado de la Universidad de Madrid,


Asociado del Institut de Droit International

RESUMEN:

El autor reflexiona sobre la importancia de la Ley 544, describe su contenido y


plantea que un obligado debate multidisciplinar sobre esta nueva norma sentará
las bases del derecho internacional privado dominicano de los próximos años.

PALABRAS CLAVES:

Derecho internacional privado, codificación interna, conflicto de leyes,


competencia judicial internacional, reconocimiento de decisiones extranjeras,
República Dominicana.

INTRODUCCIÓN:

El 18 de diciembre de 2014 la República Dominicana se incorporó al selecto club


de los países que han decidido regular las cuestiones de derecho internacional
privado al publicar en la Gaceta Oficial la Ley núm. 544-14 de Derecho
Internacional Privado, del 15 de octubre de 2014 (en adelante LDIPR-RD). Dos
razones existían para ello, que fueron explicitadas en su breve preámbulo. De un
lado, el "contexto de una economía cada vez más abierta, global y competitiva"
exigía "el establecimiento de normas organizadoras de las relaciones del tráfico
privado internacional a partir de las corrientes reguladoras vigentes en el mundo".
De otro lado, el carácter obsoleto del sistema dominicano de ordenación del tráfico
privado externo requería un nuevo instrumento legal que respondiese "a los
requerimientos presentes y futuros de la nación, en consistencia con los acuerdos,
convenios y tratados, suscritos y ratificados por la República Dominicana". Dicho
instrumento, de conformidad con el legislador dominicano, sin apartarse de la
tradición jurídica francesa, consustancial a este sistema jurídico, debería tener en
cuenta las realizaciones practicadas en el seno de la Conferencia Especializada
Interamericana y las aportaciones de la Conferencia de La Haya de Derecho
Internacional Privado, sobre todo por la reciente incorporación de la República
Dominicana a varias de sus convenciones. Por último, debía considerarse como
un instrumento superador del Código Bustamante, instrumento jurídica esencial en
su momento en el marco jurídico latinoamericano, pero que ha sido desbordado
por la nueva dinámica de las relaciones del tráfico privado externo.

Habida cuenta del considerable aumento de la movilidad de personas y


mercancías y la "globalización" de los actos y hechos jurídicos, los operadores
jurídicos dominicanos no pueden ignorar la nueva reglamentación. La Ley de 2014
es el resultado de una ambiciosa iniciativa de un grupo de especialistas
procedentes de distintos sectores del mundo jurídico que se comprometieron en la
delicada empresa de modificar la ordenación de un confuso sector del
ordenamiento jurídico, el derecho internacional privado (DIPR), centrado en la
consideración de una única norma jurídica, el artículo 3 del Código Civil que hasta
la fecha ha sido fuente de complejas construcciones jurídicas, incluso para los
juristas iniciados en esta materia. Por esa razón, los objetivos de la LDIPR-RD son
también ambiciosos. En primer lugar, aportar en un bloque jurídico sistematizado
un conjunto de materias muy diversas pero que ofrecen un denominador común: el
carácter transfronterizo de la relación jurídica considerada; en segundo término, la
apertura internacional del ordenamiento jurídico dominicano, llenado un importante
vacío legal; por último, aportar soluciones que, dentro de la complejidad de la
materia, sean lo suficientemente claras y adaptadas a los requerimientos del
tráfico jurídico externo. Con ello se confía en que la percepción general y el
carácter muchas veces inaccesible de las normas de DIPR varíen
sustancialmente.

No es el momento de describir el proceso de gestación de esta importante


iniciativa legislativa, pues Gaceta Judicial publicó el pasado año un número
monográfico dedicado a este tema, donde entre otros excelentes estudios
sectoriales figura una modesta contribución de quien escribe estas líneas sobre la
obsolescencia del sistema de DIPR anterior y sobre el contenido del anteproyecto
elaborado por una docta y especializada comisión redactora sobre la que
gravitaron los trabajos unificadores que se estaban llevando a cabo
coetáneamente en el marco de la Organisation pour l ’Harmonisation du Droit des
Affaires dans le Caraïbe y que dio lugar al Proyecto de Ley Modelo de DIPR de la
Ohadac de 2014. Baste decir que el legislador dominicano ha respetado en buena
medida el texto de este anteproyecto, realizando ciertos cambios de esencia
sistemática y modificando la denominación de algunos conceptos, pero sin
modificar sustancialmente el espíritu innovador que lo animaba.

El presente estudio es una secuela del anteriormente referido y se ha redactado


con la pretensión de colaborar en el inicio de una obligada reflexión multidisciplinar
a la que indudablemente dará lugar esta nueva ordenación; una reflexión mucho
más madura y reposada, que deberá incluir distintos colectivos del mundo jurídico
dominicano (jueces, abogados y académicos) y sentará las bases del derecho
internacional privado dominicano de los próximos años.

CUESTIONES DE TÉCNICA LEGISLATIVA:

Completitud del sistema: opción por una "ley especial"

Bien sea por no haberse alcanzado la plenitud de la unificación del DIPR, bien por
cuestiones de tradición o de necesidad de cada Estado, lo cierto es que en los
últimos años los legisladores estatales no han dejado de seguir implementando su
propio DIPR. El último período de cincuenta años ha sido uno de los más
productivos de la historia del DIPR por haber dado lugar a más de sesenta
codificaciones estatales y más de un centenar de convenciones internacionales,
reglamentos y otros instrumentos similares, que se caracterizan por conferir un
mayor protagonismo a los jueces respecto a los instrumentos anteriores.

Un examen de los modelos en presencia de la codificación estatal del DIPR obliga


a referirse, en primer término, a los sistemas basados en una ley especial, que se
han desarrollado preferentemente en Europa aunque han tenido una favorable
acogida en América Latina, concretamente en Venezuela, más recientemente en
Panamá y en Argentina (aunque en este caso dentro del Código Civil y Comercial)
y, como tendremos ocasión de detallar, ahora en la República Dominicana. Esta
alternativa codificadora registra el hecho de que las normas relativas a los
"conflictos de leyes" desaparecen paulatinamente de los códigos civiles para irse a
integrar en un cuerpo normativo autóctono. Es una tendencia que va a extenderse
y a generalizarse a otros círculos jurídicos y a figurar en los proyectos de
codificación finalizados o en fase de elaboración. Al lado de las experiencias en
Luisiana y Quebec, dentro de Europa occidental destacó, en efecto, una marcada
tendencia a la especialización en orden a la reglamentación del tráfico jurídico
externo con independencia de la sede elegida para llevarla a cabo como demostró
la ley austriaca del 15 de junio de 1978, la ley turca sobre DIPR y el procedimiento
internacional del 20 de mayo de 1982 y, sobre todo, los paradigmas de la moderna
codificación provenientes de Suiza, Bélgica, Italia y Polonia.

A partir del cauce de la ley especial, el DIPR no solo gana autonomía material,
sino que se posibilita una reglamentación minuciosa de materias que, hasta la
fecha, habían quedado en la órbita de la elaboración jurisprudencial.

En este contexto comparativo, existen en América Latina distintos modelos de


reglamentación de DIPR. Un primer grupo se caracteriza por la dispersión del
sistema de DIPR en distintos cuerpos legales. Es el caso de Colombia, Cuba y
México y, hasta la LDIPR-RD, de la República Dominicana. Al lado del grupo
descrito, otro en franca expansión, en el que figuran Argentina, Venezuela,
Panamá y ahora la República Dominicana, se ha inclinado por abandonar la
regulación contenida en el Código Civil y, al igual que ha acontecido en otros
círculos jurídicos, regular esta materia a través de una ley especial.

Esta opción legislativa ni renuncia al marco convencional que obliga a la República


Dominicana, a excepción del Código de Bustamante, ni excluye la posibilidad que
la República Dominicana suscriba nuevos convenios internacionales en la materia
regulada por la LDIPR-RD. Es más, su propio artículo 3 dispone que: "Las
disposiciones de esta Ley se aplicarán en la medida en que sean cónsonas con lo
establecido en los tratados internacionales de los que la República Dominicana
sea parte", estableciendo a continuación la supremacía de estos últimos y la
necesidad de que sean interpretados teniendo en cuenta "su carácter internacional
y la exigencia de su aplicación uniforme".

La presencia de normas de origen convencional en el orden jurídico dominicano


permitirá una mejor coordinación con los derechos extranjeros; ello se refuerza en
determinadas materias, como en la relativa a la incapacitación y de medidas de
protección de la persona o de los bienes de los menores, al establecer el artículo
15 una "incorporación por referencia" al Convenio de La Haya del 19 de octubre
de 1996, relativo a la competencia, la ley aplicable, el reconocimiento, la ejecución
y la cooperación en materia de responsabilidad parental y de medidas de
protección de los niños. Lo mismo acontece con el artículo 51 al establecer la ley
aplicable a la responsabilidad parental.

En el contexto de su entorno, la relación de convenios internacionales de DIPR


suscritos por la República Dominicana es relativamente importante y cubren tanto
el marco universal como el propiamente latinoamericano, a saber:

i) Uncitral: Convención sobre el Reconocimiento y la Ejecución de las Sentencias


Arbitrales Extranjeras (Convención de Nueva York) de 1958 (2002); Convención
sobre la prescripción en materia de compraventa internacional de mercaderías de
1974 (2011)...

ii) Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado: Convenio del 5 de


octubre de 1961 que suprime la Exigencia de Legalización de los Documentos
Públicos Extranjeros (2009); Convenio del 25 de octubre de 1980 sobre los
Aspectos CM-les de la Sustracción Internacional de Menores (2004); Convenio del
29 de mayo de 1993 relativo ala-Protección del Niño y a la Cooperación en
materia de Adopción Internacional (2007) • y Convenio del 19 de octubre de 1996
Relativo a la Competencia, la Ley Aplicable, el Reconocimiento, la Ejecución y la
Cooperación en materia de Responsabilidad Parental y de Medidas de Protección
de los Niños (2010).
iii) Conferencia Especializada Interamericana sobre Derecho Inter-nacional
Privado: Convención interamericana del 30 enero 1975 (Panamá) sobre conflictos
de leyes en materia de letras de cam-bio, pagarés y facturas (1977); Convención
interamericana del 30 de -enero del -4175~Q sobre arbitraje comercial inter-
nacional (2008) Convención interamericana del 30 de enero de 1975 (Panamá)
sobre recepción de pruebas en el extranje-• ro (1991); Convención interamericana
del 30 de enero dé 1975 (Panamá) sobre régimen legal de poderes para ser
utilizados en el extranjero (1977); Convención interamericana del 18 de marzo de
1994 (México) sobre tráfico internacional de meno-- res (2011).

5. La LDIPR-RD constituye un auténtico Código de DIPR que . cuenta con 81


artículos y que tras su laborioso proceso de elabora-.ción puede considerarse sin
lugar a dudas como un texto adapta--. do a las necesidades del tráfico jurídico
externo de un país deter-minado: la República Dominicana. Son muchas las
novedades que ofrece, desde su propia estructura, de contenido amplio y de solu-•
• _. dones meditadas, hasta las instituciones que introduce. En vez de 1,
:centrarse en el sector del derecho aplicable y, dentro de este, en soluciones de
carácter indirecto, a través de normas de conflic-, -"--;tts-to de leyes, el legislador
dominicano consideró más adecuada, fren-,..1,9•.L una opción que tomase como
referencia la materia regulada, 111na estructura tripartita en la que la
determinación de la compe-•encia judicial internacional precediese a la solución de
los proble--9.....- mas de derecho aplicable, concluyéndose con una respuesta a
las cuestiones referentes al reconocimiento y ejecución de decisiones. or eso la
LDIPR-RD tiene la vocación de regular la totalidad de los mecanismos que dan
relpsera a los supuestos del tráfico pri-vado externo de alcance trs:-ntscrerien. En
particular, presta aten-¿iónal inargeñ dé las refe.:-. ;as nowisines ne derecho
aplicable a la competencia jurischocilenal delco ~des dominicanos y la efica-cia de
actos y de sentencias easaajegag ea materia civil y comercial. La LDIPR-RD se
caracteriza par: miman práctica a las refe-ridas cuestiones huyendo de
imexemaiga plamearnientos acadé-micos a través de norma pgagmiticas y de
carácarr flexible. En un afán moderW, lar, dela key ha ~eso ea impareamte cambio
en la reguladil DM- reconociendo la importan-cia que ha gar-acic gworinaimeme el
111~D de proximidad y que en los asuntos vinculadas al mamo persegaiiel palmo
de conexión principal debe ger la geidetcia Ira~ a espumas de la naciona-lidad.

2. Carácter ix-ele- bitios de la geoillaging. a . 6. La cuestiáig se gianalki a-la


cocelderacióta del contenido lato . . 41,b, o striárinegadel DM. Es indudable que la
concepción maíz-'aminate en América I.atin.a se ha_ inclinado has7; hace algunos
ajos por la denominada 'concepción amplia" en torno al emagegido del D(PR que
no solo cubría los sectores clá-sicos acrisolados por la doctrina francesa
(nacionalidad, extranje-ría, conflica: de leyes y conflicto de jurisdicciones)12, sino
que, al dominar, a ...a postre. tata. concepción 'conflictualista" y vista" se ex:entra
la regulación a cuestiones tan ajenas al derecho privado cor.-.• el denedas peal,-o
el-laboral13. El ejemplo más sig-nificativo de esui conce~ fue el01•scho
Bustamante y cuen-ta en la actualidad con una proyección _importante en el
Código DIPR panameik ) de 2014- Esta doble extensión ha desaparecido de las
modernas legislaciones de DIPR y consiguienteinente del régimen de enseña'
rizas. augaque ciertas leyes no pueden evitar algunas incursiones en la
consideración de ciertas instituciones de carácter mercantil_ -, Al no ser una
reglamentación limitada a resolver las cuestiones relativas a la ley aphcabie en el
espacio, la LDIPR-RD deja conscien-temente sin regular ciertos aspectos de
relaciones privadas interna-cionales. Su' artículo 1 es ~ente significativo al
determinar que la ley tiene por objeto regular las relaciones privadas interna-
cionales ,`de carácter civil y comercial" en la República Dominica-na. Por eso,
aunque se centra preferentemente en la solución de los conflictos de leyes y de
jurisdicciones de cara 1,e12L`civi ", se obser-va una tendencia expansiva como
evidencia la admisión del dere-cho público extranjero (artículo 83), la regulación
del contrato de ,.....-7----• trabajo (artículo 62), o la consideración de ciertas
instituciones de naturaleza esencialmente mercantil, como las sociedades
comercia-les (artículos 11 y 37, 38 y 3), los principios de derecho comercial ---1...
---, en la contratación internacional (artículo 61, párrafo II), contratos ___----
celebrados por consumidores (artículo 63 y comercialización de productos
defectuosos (articuló 71),. Precisamente, en relación con la cuestión aludida se
imponen unas reflexiones que avalen su no consideración exhaustiva en la LDIPR-
RD/
7. La superación del formalismo ha traído consigo una progre-siva separación
entre el DIPR y el derecho de los negocios interna-cionales (que algunos autores
denominan derecho del comercio internacional o derecho mercantil internacional),
entendido como ordenamiento regulador del intercambio de bienes y servicios
cuyo objeto es dar respuesta a las relaciones eril las partes de una operación
internacional, mercantil o financiera, o de una prestación transfronteriza de
servicios. Si bien es cierto que desde una perspectiva privatista interesa
fundamentalmente el estudio del régimen de los intercambios comerciales, no lo
es menos que un estudio com-pleto del ordenamiento regulador de las
transacciones mercantiles internacionales debe analizar los sujetos de dichos
intercambios, introduciéndose en el dereCho de sociedades y el marco de su fun-
cionamiento; el mercado internacional. Este estudio del mercado internacional
exige no solo descender a sus Mecanismos de protec-ción, en especial en el
ámbito de la libre competencia y del-acceso a las propiedades especiales, sino a
la propia estructura de la orga-nización de tal mercado: organización institucional,
estructuración y funcionamiento de los distintos mercados regionales y organiza-
ción interna del comercio exterior. Indudablemente, ello supone desbordar un
marco de análisis puramente privatista o mercantilista y obliga a introducir
conceptos y desarrollos de derechoadministra-tivo internacional y derecho
internacional económico; perciresultal ría absurdo analizar el régimen de
intercambios internacionales sin` una visión de las coordenadas en que han de
desarrollarse y produ-cirse dichos intercambios. Además, con independencia de
que el derecho de los negocios internacionales pueda ser concebido desde una
perspectiva nor-mativista que pone el acento en el "conflicto de leyes"14, la confi-
guración del derecho mercantil internacional como un derecho especial reposa, en
gran parte, en razón de sus normas, en una perspectiva vinculada al proceso de
codificación llevado a cabo en el seno de la Uncitral. >c.
3. Estructura de la LDEPR-R.13 8. Las consideraciones hasta aquí efectuadas
permiten instituir las líneas generales de la LDIPR-RD justificando la elección de
una ley especial como técnica legislativa adecuada y el diseño tripartito de la
materia regulada. También permite vislumbrar las influencias
en las soluciones adoptadas. Aceptado el diseño tripartito com-petencia judici4)
tey anlicable„ econocideci-siones— se planteaba una alternativa fundamental:
contemplar par-ticularizada cada institución de derecho privado y proyectar sobre
ella las soluciones de cada una de estas rúbricas (como parcialmen-te se recoge
en la Ley DIPR suiza, en el Código DIPR belga o en el Código DIPR panameño) o
introducir dentro de cada una de tales rúbricas las instituciones consideradas. Esta
última opción resul-ta, en principio, mas aconsejable por permitir al operador jurídi-
co individualizar la concreta cuestión de DIPR a la hora de su espe• cífica
solución. Esta última técnica, a la que se adhirió la Ley DIPR italiana, también ha
sido seguida por el proyecto uruguayo y por el legis:ador dominicano de 2014.
Además, la elección de una ley especial no solo responde al carácter autónomo
del DIPR, sino a lo conveniente, por razones prácticas, facilitando una posible
actuali-zac:5r, cuando las circunstaricialasí:lo requieran". •.-";17 9. La estructura de
la LDIPR-REi es similar a la del anteproyecto de 2013 que tuvimos ocasión, de
detallaren el comentario a.Su-con-tenido16. El Título I ("Dispcisiciones iniciales")
determina, de un lado, las materias reguladas por la- ley, siguiendo el referido
esque-. ma tripartito —admitido en la actualidad eri los modernos siste-mas— del
objeto del DIPR: la extensión y límites de la jurisdicción dominicana, la
'determinación del derecho aplicable y las condi-ciones de reconocimiento y
ejecución de las decisiones extranjeras -(airlculo 1), y, de otro lado, la apuntada
preferencia de los trata-dos imernacionales17. Razones prácticas' y de efectividad,
así como el respeto a principios esenciales de, un ordenamiento, jurídico,
aconsejan que los sistemas jurídicos limiten el volumen de supues-tos
internacionales en que va a ejercerse la potestad jurisdiccional. Esta es la función
del título II, cuyo articulado se dedica a delimitar el marco jurisdiccional con
elementos extranjeros a través del esta-blecimiento de unas normas de
competencia judicial internacional cuya función es sustancialmente diversa de las
establecidas para dis-tribuir la competencia judicial interna de la jurisdicción
dominica-na_ Como es bien sabido, con estas últimas los órganos investidos de
jurisdicción dominicana se reparten el conocimiento de los diversos supuestos
litigiosos merced a unos criterios que se encuadran en la noción de competencia.
Dichos criterios dan lugar a la clásica dis-tinción entre "competencia objetiva" (en
relación a la materia y a la cuantía), "competencia funcional" (en atención a la
función y a la jerarquía de los órganos) y "competencia territorial" (basada en la
demarcación territorial asignada a cada órgano). Las normas de competencia
judicial internacional contempladas en los artículos 8 a 28 se sitúan en un plano
lógico anterior a la competenCia judicial interna, pues los conflictos de
competencia interna solo tienen sen-tido cuando los órganos jurisdiccionales
dominicanos son compe-tentes internacionalmente. El título III ("De la
determinación del derecho aplicable") se ocupa en su capítulo I de las respuestas
a las cuestiones de ley aplicable que ofrecen las situaciones privadas conectadas
con un elemento de extranjería a partir de una sistemática de carácter exhaustivo.
Por su parte, en el capítulo II regula los problemas generales de aplicación de la
norma de conflicto contemplando expresamente las cuestiones de aplicación de la
ley extranjera, la adaptación, el orden público, la remisión a un sistema plurilegis-
lativo y el reconocimiento de los derechos adquiridos; establecien-do, como
novedad, la exclusión del reenvío. Por últitno; concluye la ley con el título IV ("Del
reconocimiento y ejecución de deói-siones y actos extranjeros") y un título V
relativo a las."Disposicio-nes finales".

III. MODERNIZACIÓN DEL SISTEMA 1. Superación del modelo de norma de


conflicto rigida y. de resultado imprevisible 10. El angosto marco ofrecido
habitualmente a los preceptos dedicados al DIPR ha condicionado decisivamente
la distribu-ción de materias reguladas en los códigos civiles por la conserva-ción
de la impronta estatutaria (Cuba, anteriormente. la Repú-blica Dominicana)
aunque siempre ha estado sometida a fuertes críticas a cargo de sus
cietractores18. Por eso la Ley DIPR venezola-na, la primera en América Latina
que se enfrentó a esta cuestión, descartó expresamente este continuismo al
rechazar en su expo-sición de motivos "que un sistema de raigambre estatutaria,
con originales y plausibles características propias, ha sin adulterado por la práctica
y ha venido a convertirse en un sistema de colora-ción territorialista o, aún peor en
un cúmulo de soluciones incier-tas e inconexas". Dicho continuismo también ha
sido rechazado por la LDIPR-RD. En esta misma dimensión de técnica legislativa
se evidencia tam-bién que la moderna codificación, entre la que figura la LDIPR-
RD, se decanta por el abandono de las normas de conflicto de conexión única
para ofrecer conexiones de carácter múltiple, más adaptadas a las distintas
relaciones e instituciones jurídicas que entran en con-- tacto con el tráfico privado
externo19. 11. Las normas de conexión única reflejaban el modelo elabo-rado a
mediados del siglo XIX por eTjurista alemán F. K. von Savigny, en su estado más
puro, que responda a una estructura norma-tiva compuesta por tres elementos:
supuesto de hecho, punto de Conexión y consecuencia jurídica. Dicha estructura
configuraba un modelo normativo cuyos componentes eran individualmente
impugnados, por las notas de especialización, flexibilización y mate-rialización20
que han tenido la ,,irtuci cié cambiar la fisonomía origi-naria de este tipo normativo
dando lugar a la denominada "norma de conflicto multilateral-. ,‘ yiVE1 supuesto
de hecho hace referencia a la materia regulada que puede ser una relación
jurídica ("efectos del matrimonio", "sucesión por causa de muerte", "emisión de los
títulos valores", etc...), una institución -tutela y las demás instituciones", "adop-
ción", "posesión", "propieáad", etc...), o un derecho subjetivo ("derecho a la
prestación de alimentos", "derechos de propie-dad intelectual o industrial", etc...).
Frente a la solución de estos supuestos en contadas normas de conflicto (v.gr. el
sistema cuba-no o el mexicano); la LDIPR-RD dedica, por ejemplo, once pre-
ceptos (artículos 29 a 39) a regular las relaciones relativas a la persona, once
preceptos (artículos 40 a_20) a las relaciones de familia, tres (artículos 51 a 53) a
la protección de los incapaces, cuatro ( artículos 54 a 571 a las sucesiones y a las
donaciones, once (artículos 58 a 68, a las obligaciones contractuales, (artícu-los
69 a 75L siete preceptos, a-las obligaciones extracontractua-les -y cuatro
preceptos (a artículós262/91 a los bienes. Como puede observarse, la ley ha
realizado un meritorio ejercicio de especialización normativa que permite
individualizar los pro-blemas propios de cada institución para darles la solución
ade-,---cuacta-ü) El punto de conexión tiene como misión dotar de relevancia jurí-
dica al elemento extranjero que puede encontrarse en el supues-to de hecho,
fijando en él la localización de la relación jurídi-ca en orden a la consecuencia
jurídica ("ley de la nacionalidad común del alimentista y del alimen tante", "ley
nacional del cau-sante", "ley a la que las partes se hayan sometido
expresamente", "ley del país en que se otorguen", etc...)21. La rigidez se halla
vinculada indisociablemente al punto de conexión elegido, lo que se traduce en el
empleo de una conexión única, determi-nada en el tiempo. No todas las
conexiones resultan, sin embar-go, igualmente rígidas. Por definición, los puntos
de conexión mutables (sin concreción temporal) ofrecen mayores opciones (lugar
de situación de un bien). Y, por su naturaleza, algunos puntos de conexión
admiten una interpretación más amplia (residencia habitual) o se consignan de
forma deliberadamen-te abierta (vínculos más estrechos). Este es el modelo
seguido por la LDIPR-RD.

iii) La consecuencia jurídica no se contiene en la propia norma, sino que es


preciso determinarla indirectamente a través del mandato de aplicación
establecido"por el legislador respecto a un derecho estatal en su conjunto. La
norma de conflicto puede formularse con una orientación material que obligue a
analizar el contenido de los ordenamientos en presencia para seleccio-nar el
derecho aplicable y dar una respuesta ajustada al caso con-creto. Sin embargo,
las normas de conflicto formuladas sin una expresa orisntación_makerial
participan, a la hora de ser aplica-das, o al menos pueden participar, de
consideraciones de carác-ter material. El resultado material de la aplicación de
una nor-ma de conflicto aparentemente neutra puede atemperarse a la hora de
interpretar y aplicar dicha norma, teniendo en cuenta tanto su función como el
contenido ti material de los derechos 'en presencia. A través de instrumen-_ tos,
muchos de ellos previstds en el capítUto:II del título III de la LDIP11-12D, colino la
calificación funcional del supuesto de hecho y del punto de conexión, la
delimitación funcional de las normas de DIPR, el recurso a la adaptación (artículo
84) o el orden públi-co (artículo 86), etc., puede obviarsela aparente neutralidad de
la norma de conflicto en beneficio de la justicia material del caso con-creto y en
atención a los principios rectores-de la rama del dere-cho considerada. 12: Este
modelo rígido seguido todavía en muchos sistemas .de DIPR
contrasta'ampliamente con el seguido por las normas de con-flicto contenidas en
las modernas legislaciones nacionales y en los convenios internacionales
posteriores a .1a segunda gran guerra. Dichas normas, manteniendo la estructura
tradicional, incorporan una oiientación material, de resultado, que perinite mayor
margen al juez o a la autoridad que las aplica. Se trata de la denominada "norma
de conflicto multilateral funcionalizada", que persigue apli-car al caso la ley más
estrechamente vinculada al él o la ley material-mente más apropiada al caso, o la
ley que una o varias de las partes implicadas consideren la que mejor refleja y
puede tutelar sus inte-reses, siempre de acuerdo con una aproximación
metodológica de signo funcionalista. A partir de la regulación contenida en la
LDIPR-RD se supe-ra ampliamente el tradicional método conflictual, que implicaba
un alto componente de automatismo y mecanicismo, ignorante muchas veces de
consideraciones de justicia y que se centraba, pre-
en la función de la norma de manera dogmática y rígi--- palmando el objetivo de
certeza y de seguridad jurídica sobre asolgaier otro. Si dicho método fue calificado
con evidente acier-, como una "máquina ciega", el nuevo sistema dominicano es
un matamismo que busca soluciones materialmente orientadas a partir. de
criterios de justicia para la solución del caso concreto22.
2. Dejación de las construcciones basadas en la ley de la nacio-nalidad 13 La
influencia europea del Código Bustamante condicionabag su orientación favorable
a considerar la n_acionalidad como el ele- memo determinante del sistema, frente
a otras opciones existentes en América Latina en favora del domicilio. Sin
embargo, conscien-1 te de la fuerte aceptación de este último criterio, él Código
conce-;',7, día a aleta Estado parte la facultad de apliCar, además de las leyes de
1a nacionalidad y del domicilio "las que haya adoptado o adopte ep le adelante su
legislación interior" (artículo 7). Con ello se per- . •mitra la presencia de normas
basadas en principios té~stas. Esta fue la opción de la mayor parte de los países
caribeños23,. sal-vo el caso de Cuba y de la República Dominicana que, fieles a la
tra-dición jurídica española ,y francesa, respaldar on el principio de la
nacionalidad. Ello"e7--a C-oherente con lo dispuesto en el artículo 3.3'2 del Código
Civil. De acuerdo con este planteamiento, que también figuró en eni--tkulo 9 de la
primera versión del Código Civil espa-ñol de 1889, quedaba regido por el priticinio
de la nacionalidad • s-olamente el estado y la capacidad de la persona sino
también :as re.aciones de familia y del derecho sucesorio, lo cual suponía la
pos15::Iciad de una amplia extraterritorialidad de la ley_francesa, la española o la
dominicana, aplicable a los nacionales de estos países en cualquier lugar. k Sin
embargo, la solución basada en la ley nacional, que tenía justificación hace más
de un siglo en países como Francia, Italia", España, Países Bajos, Portugal o
Suiza, no logra implantarse en la generalidad de los sistemas jurídicos,
experimentando desde hace varias décadas una fuerte impugnación25 que ha
sido el resultado de una importante polémica entre los defensores de la ley nacio-
nal y los defénsores de la ley del d icilio que da como resultante la aceptación de
la residencia habitual26. Un ejemplo elocuente se halla en el Código DIPR belga,
en la Ley DIPR venezolana, donde se destaca el empleo de la residencia habitual
con el mismo valor atributivo e indistinto que el domicilie de las personas físicas,
que era el factor de atribuci4n clásico. Esta solución seguida por el legis-lador
dominicano contribuye poderosamente a alcanzar un objeti-vo regulador que cada
vez resulta mayormente aceptado. ..1c 14. De ordinario, se suele proceder a una
exposición y análisis de los argumentos que justifican una y otra solución,
señalando las ventajas respectivas. Así, por ejemplo, en favor de la ley nacional se
esgrime: a) la estabilidad superior a la ley del domicilio, pues este último puede
cambiarse con mayor facilidad; b) su grado de certi-dumbre, ya que es más fácil
determinar la nacionalidad de un indi-viduo que localizar su domicilio; c) su mayor
adaptación a la idio-sincrasia del individuo (raza, religión, lengua...); d) su
virtualidad en la consecución de soluciones unitarias en relación, por ejem-plo, con
los componentes de una familia. Frente a esto, los defenso-res de la ley_del
domicilio producen también argumentos de peso: a) corresponder en mayor
medida a los intereses de los emigrados en un país extranjero; b) el interés de los
terceros que contratan con el extranjero; c) el reflejo de la mejor vinculación dela
perso-na con el medio socioeconómico donde desarrolla su actividad; d) fruto de
esta integración del extranjero en su medio, la consecu-ción de una sociedad más
cohesionada sin diferenciaciones jurídi-cas entre sus ciudadanos; e) la
coincidencia entre el foro donde se desarrolla el litigio y el derecho aplicado por el
juez; f) la determi-__
-"MI/ timatist
naciórrdel punto de conexión a partir de la ley del foro, sin consi-deración de lo
que dispongan ordenamientos extranjeros sobre la nacionalidad; g) la mejor
solución técnica a problemas específicos, como es el caso de los apátridas o de
las personas que tienen dos o más nacionalidades, y h) la idoneidad del domicilio
para las perso-nas jurídicas y las sociedades, que permite su movilidad y mejora
su competitividad, con una conexión que puede ser representativa del mercado en
el que operan27. Al margen de que la polémica haya llegado a un cierto nivel de
abstracción, puede afirmarse que la nacionalidad proporciona una ley previsible,
pero frecuentemente inapropiada en materia de esta-tuto personal, mientras que el
domicilio proporcionaría una ley apropiada pero en ocasiones de dificil
determinación, lo que no implica que sea propiamente imprevisible. Al revés,
puede suceder, especialmente en relaciones de familia, que los particulares presu-
man la aplicación del derecho con el que se encuentran más vincu-lados (el del
territorio en el que se encuentran domiciliados, puede ser que desde hace
décadas) y lo que les resulte sorprendente sea la aplicación de una ley nacional
que ya no presenta vínculos reales con el individuo. En los países en los que el
número de inmigran-tes es elevado, la extensión de la aplicación de la ley nacional
no solamente es causa de las dificultades prácticas que se derivan de la aplicación
procesal del deredsino que en ocasiones implica una insatisfacción social derivada
de la aplicación de regulaciones que carecen de una vinculación relevante con el
supuesto, lo que lleva a soluciones que, si bien asumidas por los especialistas,
con frecuencia no lo son las esperadas por los ciudadanos

En cualquier caso, el domicilio es un componente conciliador en la controversia


entre territorialismo absoluto y el personalismo, propio de la nacionalidad, utilizada
como factor personal, por cuanto permite, en muchos casos, la aplicación de la ley
del foro, sin abandonar la posibilidad de aplicar el Derecho extranjero. Al mismo
tiempo, la calificación del domicilio como residencia habitual responde a la
tendencia universal de flexibilizar este concepto, a los fines de su fácil
comprobación y con ello facilitar la localización del derecho aplicable. Este nuevo
factor obliga a indagar sobre dos cuestiones concretas: la interpretación de la
residencia habitual, con la cual se identifica, y el alcance de su aplicación por una
parte, a las personas físicas y, por la otra, a su carácter de factor de conexión, es
decir, cuando constituye un medio para determinar el Derecho aplicable o la
jurisdicción de los tribunales.

Evidentemente, no estamos ante un mero problema teórico pues la inserción en


un determinado sistema de DIPr de la conexión nacionalidad o de la conexión
domiciliaria no es un acto neutro, sino que refleja los intereses del Estado en un
determinado momento histórico. Las primeras regulaciones del DIPR no fueron
neutrales en acoger una u otra solución: la razón de que Francia, Italia, España o
Alemania adoptaran ley nacional como rectora del estatuto personal obedecía, en
unos casos a consideraciones políticas de afirmación de la identidad nacional y en
otros al hecho de ser en aquellos momentos países de emigración. Tampoco es
casual que la impugnación de esta opción y la defensa de la ley del domicilio se
produjesen en aquellos países tradicionalmente receptores de extranjeros. Como
se ha indicado, en el círculo de países de América latina la conexión nacional que
el Código Bustamante había apuntalado no se acomodaba a las características de
muchos de estos países que por aquellos años estaban recibiendo un número
muy importante de emigrantes.
.
Pero este es un debate histórico, perteneciente en cierto modo al pasado. En la
actualidad la opción entre la nacionalidad y el domicilio obedece a otras razones y
queda limitada a los países de tradición romano–germánica, pues en otros círculos
jurídicos como los Estados Unidos de América la cuestión se reduce a determinar
si se aplica o no la normativa estadounidense a un supuesto de tráfico externo y
para ello el método tradicional de la norma de conflicto será sustituido por la
determinación de si el supuesto tiene suficiente vinculación con este país para que
sus tribunales se declaren competentes y apliquen su propio Derecho.
Además de este cambio de perspectiva, existen soluciones conciliadoras. La
mayor parte de las convenciones de DIPR que en las últimas décadas pretenden
unificar las soluciones a los problemas del tráfico jurídico externo utilizan como
alternativa la “residencia habitual”. Esta conexión ofrece la ventaja de situar a la
persona en un medio social real y, por su carácter de criterio de hecho, tiende a
evitar las dificultades que engendran tanto la nacionalidad como el domicilio.
Concretamente, la Convención Interamericana sobre Domicilio de las Personas
Físicas en el DIPR de 1979 califica, en primer lugar, el domicilio como residencia
habitual; en segundo, como centro principal de los negocios; a falta de estas
circunstancias, como lugar de la simple residencia y, en su defecto, el lugar donde
se encontrare la persona (art. 2). El artículo demuestra la tendencia fáctica de la
residencia que se observa en las legislaciones comparadas.

3. Superación de la exclusividad de la jurisdicción

Desde la óptica del proceso internacional, la LDIPR-R15 incorpora un. objetivo


superado•. de las tradicionales nociones de soberanía, territorialismo y poder
jurisdiccional, Para ello aclárala diferencia entre la competencia procesal
internacional en el orden civil y la competencia procesal. interna, facilita la.
determinación de 1a jurisdicción del foro, el execuátur de los actos emanados de
las autoridades extranjeras, refuerza la cooperación judicial internacio-nal y ajusta
las normas procedimentales.>"' Las normas de competencia judicial internacional,
por su natu-raleza, presentan un carácter unilateral, toda vez que únicamen-te
proceden a delimitar el ámbito jurisdiccional de los tribunales dominicanos. Poseen
un carácter indirecto y atributivo. Su supues-to de hecho está conformado
habitualmente por una categoría o reación jurídica (alimentos, sucesiones,
derechos reales, obli-gaciones contractuales, etc.). Al aplicar el sistema de
competen-cia judicial internacional debe procederse en la mayoría de los casos a
un proceso de calificación de la acción, en orden a selec-cionar la norma de
competencia pertinente. La norma incorpo-ra. además, un criterio de conexión,
denominado "foro" de com-petencia, que contiene los requisitos de vinculación o
proximidad del supuesto que justifican la consecuencia jurídica de la norma: la
atribución de competencia judicial internacional a los tribuna-les dominicanos. y

17. En la LDIPR-RD los foros de competencia pueden ser de carácter pe,rsonal


(nacionalidad, domicilio, residencia habitual, etc.), territorial (lugar de situación de
un bien inmueble, lugar . de ejecución del contrato, lugar donde ha ocurrido un
acciden-te. etc.) o responder a criterios flexibles o necesidades concretas (que el
litigio posea una vinculación estrecha con el foro, que en el — país de origen del
extranjero encausado se dé el mismo trato a los nacionales, forum necessitatis,
etc.). Se trata de un catálogo de foros "apropiados", pues presentan un doble
elemento de proximidad y neutralidad genérica a la hora de vincular los litigios con
la juris-dicción dominicana ya que la LDIPR-RD ha suprimido los foros de
competencia denominados "exorbitantes", que son los que responden a criterios
de proximidad más o menos objetiva y que se asien-tan en criterios de conexión
débiles, tendentes a favorecer un inte-rés privativo del Estado del foro
(riacionalidad•del demandante o mera presencia ocasional del demandado o de
parte de sus bienes en el territorio: forum arresti, forum patrimonii, forum
presentiae, etc.)./ i) Dentro de estos "foros apropiados" de los artículos 8 y ss. de
la LDIPR-RD deben distinguirse entre los foros "exclusivos" por oposición a los
foros "concurrentes". La utilización de foros de competencia exclusivos conlleva la
atribución de la competen-cia judicial internacional únicamente a los tribunales
dominica-nos de forma excluyente para los demás Estados, de forma que si estos
últimos conocen serán sancionados con la denegación del reconocimiento de sus
sentencias si se pretenden ejecutar en la República Dominicana. Dichos foros
están incluidos en el artícu-lo 11 y comprenden, entre otras cuestiones, los litigios
relativos a bienes inmuebles ci a sociedades, dotando de competencia única a la
jurisdicción dominicana. El resto de los foros contemplados en la LDIPR-RD tienen
carácter "concurrente", esto es, aunque atribuyan competencia judicial
internacional a los tribunales dominicanos, no impiden que puedan conocer los
tribunales de
ii) La LD:PR-RD recoge dos foros generales que atribuyen com-petencia a los
tribunales dominicanos, cualquiera que sea la materia afectada en el supuesto de
tráfico externo: la sumisión expresa o tácita a los tribunales dominicanos (artículo
18) y el domicilio del demandado en la República Dominicana (artículo 19). Este
último foro responde a una tradición secular que iden-tifica el juez del domicilio del
demandado como el juez natural de la persona. Semejante foro presenta ventajas
prácticas indu-dables. Se trata de un foro que puede utilizar el demandante y que
beneficia los derechos de defensa del demandado, la prác-tica de pruebas y,
sobre todo, la efectividad de la decisión dicta-da, dado que el domicilio de la
persona suele coincidir con su centro de actividades e ititereses y con el lugar
donde el deman-dado administra su patrimonio. Para la determinación del crite-rio
de conexión domiciliar, que debe efectuarse 'conforme a la ley.dominicana„ habrá
que entender que el demandado posee doinicilio en la República Dominicana si
así se deduce de las normas recogidas en el capítulo III del título I de la ley.. iii)
Junto a los foros generales, la mayoría de foros de competencia responden más
directamente por razón de la materia, como otros Estados en virtud de otros foros
de competencia diversos. dencia el artículo 15, que determina la competencia dé
los tribunales dominicanos en materia de persona o de familia, o el artí-culo 16,
que hace lo propio en materia patrimonial, f. La estructura de los foros de
competencia judicial de la Ley posee un cierto grado de "jerarquización". De este
modo, los foros exclusivos tienen un carácter prioritario, bastando que se dé la
conexión prevista para que opere la competencia de los tribunales dominicanos.
En su defecto se acudiría a los foros generales y, solo si estos no fueran
operativos, trataría de determinarse la competen-cia de los tribunales dominios
con respaldo en los foros especia-les por razón de la materia.' SW embargo, al
tratarse de normas uni-laterales, lo cierto es que cualquiera de los foros expuestos
atribuye, por igual, competencia judicial internacional a los tribunales domi-
nicanos, por lo que técnicamente debe evitarse la referencia a una "jerarquía"
entre los foros. X 18. Sería una simplificación considerar que las normas de coro-.
petencia judicial internacional hasta aquí descritas poseen como única misión el
establecimiento de determinados foros de .compe-•tencia en virtud de los cuales
se concede preferencia a la organi-zación jurisdiccional del Estado dominicano
sobre la .de otro para conocer de un proceso (normas reguladoras). Pero la puesta
en marcha de estos criterios generales de atribución de competencia requiere la
solución previa de ciertas cuestiones particulares. (pro-blemas de aplicación) que
se suscitan a la hora de proceder a dicha atribución: control de oficio, precisión del
foro del domicilio del demandado en caso de pluralidad de demandados, elección
dei foro de competencia adecuado en caso de acumulación de accio-nes diversas,
más impropiamente la cuestión de la litispendencia. etc. La solución a dichas
cuestiones tiene adecuadas respuestas en los artículos 20 ss LDIPR-RD.
IV.

ELEMENTOS INNOVADORES 19. Es evidente que con la LDIPR-RD la


concepción del DIPR vigente en la República Dominicana debe cambiar
necesariamente y, dentro de ella, la contemplación de una disciplina jurídica
construida, en ocasiones, a partir de razonamientos basados en una única
disposición legislativa derivada del artículo 3.5 del Código de Napoleón, fuente
nutricia de numerosas construcciones doctrina-les muchas veces inaccesibles
para los no iniciados., i) Uno de los elementos más innovadores de la LDIPR-RD
ha sido la incorporación de muchas soluciones adoptadas por la codificación
internacional del DIPR con la consiguiente coordinación de los derechos en
presencia, claramente diversificados. Con ello pretende mitigarse el retraso de la
República Dominicana en la incorporación a normas de origen convencional a la
vez
que se evitan los inevitables problemas derivados del "conflicto de cortvenciones"
(artículo 3, párrafo I). La selección de dichas soluciones se'ha efectuado por el
legislador domiriicano después de ponderar escrupulosamente las ventajas y
desventajas de las distintas alternativas y con la convicción de que, en materias
jun-crscas, la más aceptable es simplemente aquella que origina un menor
número de inconvenientes en la práctica. ".

La LDIPR-RD también es sensible a la evolución de la socie-dad incorporando


normas adaptadas a los nuevos tiempos. En numerosas de sus disposiciones
refleja la incidencia de los dere-chos humanos en materia de DIPR que se ejerce
sobre variadas cuestiones y en circunstancias diversas para garantizar, por ejem-
el acceso a la justicia templada con la lógica limitación de ...as inmunidades
estatales (artículos 26 Y.27), los derechos de los (artículos 16; párrafo, y 62) o los
intereses superio-7ts. de los menores (artículo 51 Por referencia'a la Coffiención
de La Haya dél 19 de octubre de 1996 de la que es parte la Repú-: ..:a
Dorninicaria);. también es 'sensible a nuevos fenómenol ¿amo la aparición de una
reglamentación internacional del con-sumo (artículo III) La nueva lectura de los
dereChos humanos y el papel nuclear de la persona y de su autonomía no podía
pasar desapercibida en una regulaCión moderna de DIPR31. La idea de que las
partes son los mejores jueces de sus intereses resulta tusa angurriento esencial
de la construcción- jurídica para dar res-pue.,:a a múltiples cuestiones de las
transacciones privadas inter-nac:•= nales32. Sin entrar en la polémica de lo que
hace algunos años A. E. von Overbeck calificaba de "irresistible extensión de la
autonomía de la voluntad al Derecho internacional priva-do"33, la ley modelo
innova, de manera significativa, la tradicio-nal consideración de la autonomía de la
voluntad cuyo ámbito había sido considerablemente restringido en el marco del
DIPR. En '.aldicha autonomía no queda restringida al ámbito de la contratación
internacional (lo que supone ya de por sí un consi-derable avance respecto de
modelo bustamantino), sino que se exl_ende a otros sectores más allá de las
áreas tradicionales des-centralizadas": relaciones patrimoniales en el matrimonio
(artí-culo 44), divorcio y separación judicial (artículo 47), sucesión por causa de
muerte (artículo 54, párrafo I), donaciones (artí-culo 57 Párrafo I), contratos en
general (artículo. 58), contrato de trabajo (artículo 62) y contratos celebrados por
consumido-res (artículo 63). Ello refuerza la tendencia a eliminar los pro-blemas
conflictuales a que da lugar el punto de conexión "nacio-nalidad" de manera
complementaria a la acción de la residencia habitual en este sector.
El procedimiento de reconocimiento y ejecución de las sentencias
extranjeras

RESUMEN:

Se explica el procedimiento de reconocimiento y execuátur de las sentencias


dictadas en el extranjero, al tenor de la nueva Ley de Derecho Internacional
Privado de la República Dominicana, No. 544-2014 del 15 de octubre de 2014.

PALABRAS CLAVES:

Sentencias extranjeras, reconocimiento, homologación, ejecución, execuátur,


derecho internacional privado, jurisprudencia, procedimiento gracioso, defecto,
cosa juzgada, competencias exclusivas, orden público internacional, seguridad
jurídica, autenticidad, legalización, apostilla, traducción, reciprocidad, apelación,
Ley de Derecho Internacional Privado, República Dominicana.

Con la promulgación de la Ley de Derecho Internacional Privado de la República


Dominicana (en lo adelante LDIPR) a finales del año pasado, se inaugura entre
nosotros una nueva etapa en el abordaje académico y judicial del área propia de
su especialidad que de seguro obligará a desempolvar y reestructurar viejos
programas universitarios, a reescribir la doctrina y a repensar la jurisprudencia.

Uno de los ejes en que básicamente despliega su accionar la flamante legislación


son las condiciones del reconocimiento de las decisiones contenciosas dictadas
por tribunales foráneos y el formulismo a seguir ante el juez local con miras a
ejecutar, después de homologados, esos fallos. La LDIPR también describe un
protocolo especial para la convalidación de actuaciones jurídicas extrajudiciales
extranjeras porque las sentencias, en definitiva, no son los únicos actos públicos
que confieren, constatan o reconocen derechos susceptibles de ser invocados
fuera del país de la autoridad que los emana , pero de momento es nuestra
intención concentrar exclusivamente el presente estudio en el capítulo I del título
IV de la ley, relativo, como se ha dicho, al reconocimiento y ejecución de las
sentencias libradas allende las fronteras nacionales.

En esa tesitura, una mirada hacia atrás nos aproxima a la Ley 834 del 15 de julio
de 1978, cuyo artículo 122 claramente establece que "las sentencias rendidas por
los tribunales extranjeros y los actos recibidos por los oficiales extranjeros son
ejecutorios en el territorio de la República de la manera y en los casos previstos
por la ley". No obstante, para nadie es un secreto que, aunque este enunciado de
alcance general pone una primera piedra, no contábamos hasta ahora con un
procedimiento formal que, paso por paso, previa identificación del juez
competente, expusiera en detalle qué era lo que había que hacer para obtener un
execuátur. La Ley de Arbitraje Comercial de 2008 resolvió el problema en cuanto a
los laudos arbitrales emitidos fuera del país que luego pretendieran ser ejecutados
en nuestro territorio, pero lo propio, inexplicablemente, no acontecía con las
sentencias judiciales extranjeras.
El vacío, como es natural, estimulaba la improvisación y tras ella la inestabilidad
del sistema: un patrón errático sencillamente inaceptable que en nada contribuía a
la previsibilidad y a la certeza del quehacer jurídico. A más de uno, por ejemplo, se
le ocurrió plantear el procedimiento bajo formato contencioso. Otros optaron por
un requerimiento administrativo. Algunos apoderaron al juez de su propio
domicilio. Los hubo, incluso, que tomaron por criterio de radicación el lugar en que
se llevarían a cabo los actos de ejecución. Y al final todos estaban en lo correcto,
pues en la noche del desierto, en medio de la nada, cualquier lugar es bueno para
acampar y hacer tienda.

Los conceptos "reconocimiento" y "ejecución" son vecinos, muy próximos entre


ellos, pero no equivalentes. No tienen en términos jurídicos la misma carga
semántica. El reconocimiento alude al acto mediante el cual un Estado confiere a
un dictamen judicial proveniente de una soberanía extranjera las derivaciones
procesales que le son atribuidas en el derecho de su país. La ejecución o
execuátur se refiere, en cambio, al procedimiento por el que un Estado dota en su
territorio a una resolución foránea de fuerza vinculante convirtiéndola en título
ejecutorio. La ejecución siempre supone un reconocimiento previo, pero no
necesariamente lo validado amerita o es compatible con un execuátur, como
ocurre con las sentencias absolutorias o las constitutivas de estado. Así lo ha
juzgado la Sala Civil y Comercial de la Suprema Corte de Justicia, en atribuciones
de casación, en sus sentencias núm. 21 del 9 de octubre de 2002 y núm. 9 del 11
de abril de 2007.

A este nivel cabe advertir que al hablar de "homologar " o ejecutar" sentencias
extranjeras, se trata indefectiblemente de aquellas concernientes a relaciones
privadas, no las dé índole represiva, constitucional, administrativa o fiscal que
carecen de eficacia extraterritorial. Aunque el ejercicio de la jurisdicción ha sido
asociado desde siempre a las potestades de soberanía política de cada Estado —
lo que significa que, al menos en principio, lo juzgado en un determinado país
únicamente tendría validez frente a sus autoridades y en ese territorio— el objetivo
perseguido a través de la posibilidad de que los tribunales nacionales acojan y
ejecuten veredictos judiciales extranjeros garantiza un sentido de continuidad a las
relaciones jurídicas en el plano internacional, de suerte que el "manual" de
reconocimiento y ejecución de dichos actos es la mejor respuesta a las
expectativas creadas por las partes inmersas en una situación conflictual con
elementos de extranjería ya zanjada en otro país, dé que bajo ciertos parámetros y
condiciones habrá una secuencia espacial de los derechos legítimamente
adquiridos sin que sea necesario repetir actuaciones que, en desconocimiento de
la cosa juzgada, erosionarían la seguridad jurídica y fomentarían un ambiente de
recelos e incertidumbre.

La LDIPR crea en la República Dominicana una plataforma normativa dotada de


reglas claras, que disipa, de una vez por todas, la nebulosa que gravitaba en torno
al execuátur y su guía de tramitación judicial: un procedimiento con una
proyección más pragmática que teórica, crucial para una sociedad tan plural e
interconectada como la nuestra, especialmente en esta época, en que la vitalidad
de la actividad jurisdiccional —y con ella del ideal de hacer justicia— depende de
qué tan competente sea el juez de cualquier país en el orden internacional. En
efecto, la seguridad jurídica proyectada en el marco de las relaciones privadas
exige, como un imperativo a escala mundial, que las sentencias expedidas por un
tribunal competente puedan ser eficazmente ejecutadas, no que el deudor eluda
sus compromisos y obligaciones tomando un avión o mediante una simple
operación bancaria.

El procedimiento de reconocimiento y ejecución de sentencias extranjeras tiene


por finalidad facilitar la libre circulación de los dictámenes de la justicia a propósito
de conflictos transversalmente afectados por factores de extranjería. En el sistema
dominicano la norma es el reconocimiento. Por tanto, cualquier decisión
contenciosa de origen foráneo puede ser homologada y ulteriormente ejecutada
en nuestro país, salvo que así no lo permita la concurrencia de alguna o algunas
de las cinco excepciones previstas taxativa-mente en el artículo 90 LDIPR, a
saber: • si el reconocimiento obra manifiestamente contra el orden público
internacional; • si la sentencia es en defecto del demandado sin constancia
efectiva de haber sido este citado o puesto en causa a persona o a domicilio;
• si lo resuelto es inconciliable con un dictado anterior de otro bario entre las
mismas partes, también con identidad de causa. y objeto, siempre que este fallo
reúna las condiciones necesarias para su reconocimiento en la República
Dominicana; • 2i se hubieren inobservado las pautas del artículo 11 LDIP,
concerniente a las competencias exclusivas reclamadas por el legig. lados para
los tribunales dominicanos; • si la sentencia no reúne los requisitos impuestos en
el país en se evacuó para ser consid da como auténtica, así como bs. que nacen,
en igual direcciósir las leyes nacionales.

-:es del desglose por separado de estas. causales de denegación. conviene


destacar qué el legislador, al sancionar el régimen para la homologación y el
execuátur de resoluciones judiciales de internacional, se refiere a decisiones
libradas en materia - :e lo que excluiría los actos de jurisdicción graciosa o
¿Sugiere la fórmula un ejercicio retóricci o acaso pleo-: • rico-sin mayor
trascendencia? ¿Sería entonces imposible e: procedimiento contra actos
graciosos o de simple administra-• ldicial de tribunales extranjeroS? En las
discusiones que precedieron la preparación del borrador consolidado del proyecto
de lo que después sería —con algunas rnodificaciones introducidas por los
honorables legisladores— la 12,1PR, hubo general consenso entre los miembros
de la cOrni-si:5n en que lo que interesaba era habilitar el sistema de execuá-tur
para actos judiciales internacionales "de carácter contencioso", como dice
literalmente el artículo 91, porque son ellos, conforme a su naturaleza, los.que
eventualmente reclamarían ser sometidos a este protocolo, salvo la situación
específica que se suscita con. las sentencias absolutorias y las constitutivas de
estado. Las decisiones de jurisdicción voluntaria o graciosa del juez extranjero
están suje-tas a las disposiciones del artículo 93 LDIPR que les atribuye total
validez "sin que sea necesario recurrir a procedimiento alguno, siempre que sean
respetadas las condiciones previstas por el arti-culo 92 y que sean aplicables;
cuando han sido pronunciadas por ias autoridades del Estado cuya ley es
designada por las disposicio-nes de esta ley o cuando produzcan efectos en el
ordenamiento de ese Estado, aunque sean pronunciadas por las autoridades de
un :ercer Estado...". Queda entendido, por otra parte, que se trata de sentencias
válidas y con efectos ejecutorios en el territorio de su emisión. Esta validez o
autenticidad se interpreta en el sentido de que el acto jurisdiccional tenga una
fuente legítima, es decir que dimane de la autoridad investida como tal y provista
de la iurisdictio del Estado, lo cual se acredita, generalmente, a través de la
presentación de copia oficial, certificada o autenticada, y su correspondiente
"apostilla", en sujeción a la Convención de La Haya de 1961.

Lo de la fuerza ejecutoria significa, a su vez, que no es impres-cindible que el fallo


haya adquirido autoridad de cosa irrevocable-mente juzgada. Basta con que
pueda ser ejecutado en su país, sea-1 porque se beneficie del estatuto de la
ejecución provisional o por- :1 que en ese lugar, ya agotados los recursos con
vocación suspensiva, la disponibilidad de vías extraordinarias no sea ningún
obstáculo para llevarlos a ejecución a cuenta y riesgo del persiguiente-ejecu-tan
te. Apunta Weinberg al respecto que:

No parece razonable permitir el juez requerido la discrecionali-dad de ejecutar una


sentencia extranjera dictada por juez com-petente y en la que se ha respetado el
debido proceso, con base en una posible modificación ulterior. Ha de estarse en la
mate %' a lo que dispone el juez que dictó la sentencia. Si el tribunal dé"( cual ha
emanado el pronunciamiento puede ejecutar la sentencia en su país, este carácter
de ejecutoriedad debe ser reconocido por el juez requerido.

Acotar, por último, que hablamos en todo caso de sentencias al fondo, no de


aquellas previas o "de antes de hacer derecho" des:. provistas de cosa juzgada
material. Ni los pronunciamientos inci-dentales ni los in terlocutorios emitidos
sobre la marcha de una litis todavía en curso en un tribunal extranjera.son aptos
para execuá-tur, pues la instancia en que tendrían que impactar o surtir algún
efecto no está abierta en la República Dominicana; menos aún las 'decisiones u
Ordenarizas provisionales, ya que la sola posibilidad de que estas puedan ser
reexaminadas o reconsideradas por el juez emisor u otra autoridad en su país
descarta la viabilidad del proce-dimiento de reconocimiento y ejecución
sancionado en la LDIPR.
La primera causa de denegación del reconocimiento y que, de suyo, tampoco
permitiría la concesión de execuátur para una sen-tencia extranjera consiste en la
palmaria incompatibilidad de la solicitud con el orden público internacional
dominicano. Si bien a veces la ley afecta a la noción de orden público (algu-..nas
de sus disposiciones de derecho interno) en muchos otros casos es la
jurisprudencia la que determina el contenido de este concepto huidizo e impreciso,
en constante proceso de elabora-tión. En su dimensión internacional, la propia
LDIPR, en su artícu-lo 7, define el orden público como "el conjunto de principios
que inspiran el ordenamiento jurídico dominicano y que reflejan los valores de la
sociedad en el momento de ser apreciado". Los alean-.,:,_ces de la acepción
"interna" del orden público —amplios y com-plejos— no son idénticos a los que de
ordinario se atribuyen a la versión "internacionalista" del mismo concepto, porque
de lo con-trario, como advierte algún autor, se propiciaría una paralización -4:de la
vida internacional. A los efectos de la LDIP, el orden público deviene en "una limi-
tante a la aplicación de la ley extranjera —en este contexto al reco-..,'nocimiento
de una decisión judicial extranjera— que no puede ser 41. •tomada a la ligera, ni
aplicada en todos los casos en que el juzgador -.entienda que hay una vulneración
a sus principios morales o de los Valores que él entiende como nacionales". La
definición legal del producto no sirve, por sí sola, para con-01c-tetar muchas
cosas. El orden público es, de por sí, una ecuación
inestable, sin contornos bien establecidos, pero hay unos valores ptirnorcbaks que
orbitan a su alrededor que pueden ofrecer una guía --ojalá no- tan perecedera
como las migaja-de Pulgarcito en su aran por no perderse en la espesura del
bosque—: debido pro-ceso, defensa, contradicción, igualdad... De hecho, la
Convención de La Haya de 1971, en su artículo 5, prevé la denegación de la
ejecución de una sentencia extranjera cuando infringe valores de orden público o
viola el debido proce-so al no poder alguna de las partes presentar su caso. En
España la cuestión ha sido simplificada y limitada a la posible vulneración de los
derechos fundamentales. De manera que la constatación opor-tuna de que en el
proceso del que deriva la decisión se ha actua-do en desmedro de estos
dieirechos supondría la desaprobación del requerimiento de homologación. Así,
por ejemplo, vestigios de dis-criminación por motivos de raza, religión, preferencia
sexual; etc. El orden público es "internacional" no en - función-de su ori-gen, sino
de su finalidad. Incorpora:, en efecto, principios extraPo-lables al plano
internacional, siendo sus implicaciones .de rigurosa aplicación restrictiva. La
incongruencia extranjero.Con los. valores irrenunciables implícitos en él debe ser
clara y manifiesta.

El segundo motivo que incide en la prohibición del recono-cimiento es la


circunstancia de que la sentencia fuera dictada en defecto del demandado sin
constancia efectiva de que este haya sido citado en su persona o en su domicilio.
No lo dice el texto, pero la situación considerada es la del defecto —o rebeldía,
como se le conoce en otros países— por falta de comparecer, de ahí la referencia
al traslado o citación a persona o domicilio. La sola ina-sistencia del demandado al
pleito de origen no es suficiente. Si este no comparece, pero hay prueba
irrefutable de que el encau-samiento le fue notificado en su domicilio real o, peor
aún, en su propia persona, la causal de denegación no opera. Cabe puntualizar
que la mera irregularidad formal no traduci-da en una lesión importante al derecho
de defensa tampoco alcan-za. Ni se aplicaría si, tratándose de un fallo recurrible
conforme a la legislación de su país, el demandado hubiera preferido no
impugnarlo, habiéndosele puesto, con tiempo prudente, en con-diciones de
hacerlo.

La cosa juzgada, en tercer lugar, se revela como un impedimen-to para la


extensión del visado. La existencia, debidamente acredi-tada, de otra sentencia
anterior (regla prior in tempore) entre las mis-mas partes y con identidad de objeto
y causa, no importa el sitio en que se librara, no permite que se otorgue el
reconocimiento, mucho menos (añadimos nosotros) si el país de origen del primer
fallo es la República Dominicana. Para el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
basta con que las decisiones encontradas sean "inconciliables", lo cual no solo
ocurre frente a un supuesto de cosa juzgada con absoluta conso-nancia de partes,
causa y objeto. Si ambas resoluciones son conexas producen consecuencias
jurídicas que se excluyen o invalida:- recíprocamente, ello será suficiente para
negar el reconocimien-._ con relaCión a lá Segimda. La Convención de La Haya
(artículo 5.3) va aun más lejos y san-ciona una denegación al reconocimiento o
ejecución si- hubiere un proceso entre las mismas partes con el mismo objeto
pendien-te en el país y este procedimiento hubiere sido iniciado primero, también
si ya existiere una sentencia, nacional o extranjera, poten-cialmente ejecuable: Se
extiende, por tanto, el efecto de la inter-dicción a casos71 litispendencia, lo cual no
extraña, por tratarse al fin y al cabo, de un mecanismo de control apriorístico o
antic.- pado de la cosa juzgada. •
La cuarta causal de la prohibición aflora frente a la posib...- dad de que se
desconozcan_ los foros de coMpetencia internacio-nal exclusiva reservados a los
jueces dominicanos en el artículo 1 LDIPR. Son materias atribuidas en estricta
competencia funcional con exclusión de toda otra autoridad ajena a. los tribunales
nacio-nales, que de ser conocidas o falladaS en el extranjero no surtirían ningún
efecto en la República Dominicana:
• derechos reales y arrendamientos de inmuebles situados el-. territorio
dominicano; • constitución, validez, nulidad o disolución de una sociedaii comercial
domiciliada en la República Dominicana, así domo lo concerniente a decisiones o
acuerdos de sus órganos directivos. validez o nulidad de las inscripciones
practicadas en un registre-dominicano; • inscripciones o validez de patentes y
otros derechos sometidos a depósito o registro, si se hubiere efectuado ese
depósito o regis-tro en la República Dominicana; • reconocimiento y ejecución en
territorio dominicano de laudos arbitrales dictados en el exterior; • medidas
conservatorias o cautelares ejecutables en la República Dominicana; • los
procesos atinentes a la determinación de la nacionalidad dominicana.

La anterior es una lista cerrada y de interpretación restrictila. Su aplicación es
imperativa sin importar en dónde radique el domi-cilio de las partes porque en su
proceso de construcción el legisla-dor no repara en la situación individual o
particular de estas, sino en la estrecha conexión existente entre el caso concreto y
el Esta-do dominicano.

La última excepción frente a la regla de amplio alcance para el reconocimiento de


los fallos extranjeros se contrae al cumpli-miento de los detalles formales que
debe satisfacer la sentencia cuya convalidación y posterior execuátur se solicite en
la Repúbli-ca Dominicana. En general son las mismas habilitadas para la efi-
-r.:-obatoria de los documentos públicos provenientes de otros --mero, que 'en el
otorgamiento del acto judicial se hayan los requisitos exigidos por la ley de la
autoridad emi-. ...,-.-Tcndo, la apostilla y demás imposiciones de autenticidad
que :en las autoridades dominicanas, lo que evidentemente incluye, ▪ iC7
necesario, la traducción al castellano.
E: procedimiento para el trámite del execuátur se descompone 1 7. os fases bien
diferenkiadas:la primera graciosa, inaudita par-la segunda contenciosa (apelación)
en el supuesto de que se 1,in:es-Je el requerimiento y el solicitante no quede
conforme, o ▪ e se acoja y quien no esté. de acuerdo sea, como es natural,
contraria. . Acreditada por el interesado • /a existencia de la sentencia. -..±-ainjera
que pretenda hacer reconocer y ejecutar, el tribunal z..-_=petente, cine lo será
siempre.la Cámara Civil y Comercial del In: ...nal de Primera Instancia del Distrito
Nacional, controlará e: .:'...rnplinaiento de las formalidades consignadas en los
artículos c 97.LDIPR: autenticidad, leg,alización'Y traducción. A nuestro juicio
estará también facultado para reprobar el reconocimiento si :::-..-iurriera la causal
del inciso primero del artículo 90, o sea si la ze-Jción colide, ostensiblemente, con
el orden públicd. Con arreglo a la naturaleza del procedimiento gracioso que no
pineriu,ce efecto de cosa juzgada ni desapodera al juez, si la denega-::ón se debe
al incumplimiento de alguna irregularidad puramen-:e formal, nada impide al
impetrante hacer los correctivos de lugar reintroducir su solicitud. Sin menoscabo
de que sea el peticionante quien opte por recu-rrir en apelación y pasar por su
propia iniciativa a la fase conten-ciosa del procedimiento, la alzada ha sido
pensada especialmente para uso del ejecutado que a este nivel no ha tenido
todavía opor-tunidad de debatir la moción. Es, por razones obvias, el escenario
adecuado para hacer valer o invocar las causas de denegación del aculo 9Ó
LDIPR. Desde hace décadas no se discute en el país de origen de nues-ti-a
legislación procesal civil que los actos graciosos son apelables aun cuando no
produzcan efecto de cosa juzgada ni sean la culmi-nación de un procedimiento de
carácter litigioso. Al reivindicar el artículo 90 LDIPR la disponibilidad de la
apelación en estos casos, no hace más que ser consecuente con la tradición y con
el senti-do común, pues, si a ver vamos, las vías de recurso, en general, han sido
creadas para atemperar la falibilidad de los jueces y esa falibi-lidad, diría el
profesor Del Castillo Morales, no existe menos res-pecto de los actos graciosos
que de los contenciosos, además de que es de principio que esas herramientas
estén hábiles en todos los casos en los que la ley no disponga otra cosa y persista
una reso-lución, contenciosa o no, susceptible de agraviar o causar un daño.
Aunque no lo haya dicho la ley, queda entendida la proceden-cia del recurso de
casación contra la sentencia pronunciada por la Corte de Apelación del Distrito
Nacional con ocasión del señala-,_do recurso ordinario.
No pocos pudieran sorprenderse de que en el diseño del entra-mado legal de la
LDIP para el reconocimiento y ejecución de las 77áentencias y actos extranjeros el
legislador haya prescindido dél criterio de reciprocidad tan común y recurrente en
los foros de derecho internacional público. Incorporado a esta sede, el prin-'apio
determinaría que solo pudieran ser validadas en territorio ';.:idomiriicano las
decisiones judiciales de países que también reco-„ :',..;noieran las nuestras.
Tampoco exige la nueva ley que las men-1_7:,!áonadas sentencias provengan de
Estados con los que tengamos ielaciones diplomáticas activas ni que la
orientación del veredic-.yi,-, 1:4» encuentre apoyo en la legislación nacional: el
juicio de execuá-tur no propicia el examen de fondo de la cuestión ya resuelta por
el juez extranjero. La omisión de la reciprocidad, empero, es absolutamente deli-
rada y obedece a las dificultades de índole probatoria que para quier particular
concitaría su exigencia pura y dura, amén de o costoso que en la práctica resulta
la obtención de la informa-ón necesaria. En el sistema de la LDIPR basta con que
la senten-haya sido dictada por un juez extranjero sin infringir ningún nncipio de
orden público internacional dominicano y siempre que no se esté en presencia de
alguna de las demás prohibiciones ntempladas en catálogo cerrado por el artículo
90.
La reciprocidad en el reconocimiento y la ejecución de senten-cias extranjeras es
un precepto en franca decadencia entre los paí-ses de la tradición europea
continental que tuvo su origen, sostie-ne la profesora Weinberg, en la época en
que se consideraba que la aplicación extraterritorial del derecho era una "cortesía"
que podía ser denegada por una nación y no un derecho de los indi-viduos a ser
regidos por la legislación que tuviera relación con el caso concreto. A partir de
Savigny y su célebre teoría de la comuni-dad jurídica de las naciones, continúa
explicando la autora bonae-rense, se elaboran normas de conflicto que van a
expandirse y desarrollarse en aras de imprimir certeza a las relaciones privadas.
"El desplazamiento de la ley nacional por la ley del domicilio real"

RESUMEN:

La Ley de Derecho Internacional Privado ha sustituido la conexión "nacionalidad"


por la conexión "domicilio", siendo este un importante avance que debe ser
saludado positivamente. De esta forma, la ley del domicilio rige las relaciones
personales y familiares internacionales. No obstante, para que la conexión
domiciliar se corresponda con el "centro de vida" de las personas y exprese su
integración en la sociedad de acogida, es necesaria su definición conforme a la
residencia habitual, como acertadamente hace la Ley.

PALABRAS CLAVES:

Ley nacional, nacionalidad, domicilio, competencia judicial, ley aplicable, Ley de


Derecho Internacional Privado, República Dominicana.

JUSTIFICACIÓN DEL DESPLAZAMIENTO DE LA LEY NACIONAL:

En la nueva Ley 544-14 de Derecho Internacional Privado (LDIPR) uno de los


mayores avances que debe saludarse positivamente es la sustitución de la ley
nacional por la ley del domicilio, entendiendo por tal la residencia habitual de
personas (artículo 5). Se busca, con ello, una mayor integración de la persona en
la sociedad en la que reside y, por tanto, una sociedad más cohesionada, además
de proteger los intereses de los emigrados y de los terceros que contratan con
estos en el extranjero.

No obstante, también hay razones técnicas que avalan el desplazamiento de la ley


nacional por la ley del domicilio, ya que la conexión domiciliar evita los problemas
provocados por los apátridas, carentes de nacionalidad alguna. También se
eluden los problemas propios de los dobles nacionales, que obligan a soluciones
complejas y no siempre bien construidas (nacionalidad coincidente con el lugar de
residencia, última nacionalidad adquirida …). Pero, sobre todo, desde una
perspectiva procesal, la opción por la ley del domicilio aumenta la probabilidad de
una correlación entre competencia judicial y ley aplicable (forum-ius). Ello tiene un
valor añadido para el juez, que maneja con más dominio de su propia ley que una
norma extranjera, además de evitarse problemas y dilaciones con la prueba del
derecho extranjero. En este sentido, la LDIPR presenta una ventaja respecto de
otros sistemas, en los que, por ejemplo, un juez puede ser competente por el
domicilio del demandado y tener que aplicar una ley extranjera a título de ley de su
nacionalidad.

ALCANCE DEL DESPLAZAMIENTO DE LA LEY NACIONAL A FAVOR DE LA


LEY DEL DOMICILIO

La relevancia de la conexión domiciliar en detrimento de la nacionalidad se


observa en las propias normas sobre la persona y sus derechos (sección I del
capítulo I del título III). Así, la capacidad, el estado civil, el ejercicio de los
derechos civiles, los derechos de la personalidad, incluido el nombre y apellidos, y
la declaración de ausencia y fallecimiento son aspectos sometidos a la ley del
domicilio de la persona. Esta relevancia del domicilio debe poner-se en relación
con la exclusión del reenvío prevista por la LDIPR en su artículo 85. Piénsese, por
ejemplo, en un nacional dominicano domiciliado en España. Las autoridades
dominicanas deberán aplicar la ley española al régimen jurídico de la persona, con
independencia de que las normas de derecho internacional privado españolas
consideren competente al ordenamiento dominica-no, por tratarse de un nacional
de tal Estado (artículo 9.1 del Código Civil español). En este contexto, y aunque
algunas críticas en torno a la conexión domiciliar se basan en su carácter volátil y
mutable —no se olvide que el domicilio depende en gran medida de factores tan
ajenos a estas materias como un cambio de puesto de trabajo—, lo cierto es que
la LDIPR ha conseguido mitigar dichos riesgos a través de dos mecanismos. El
primer mecanismo pasa por determinar el momen-to en el que ha de tomarse la
referencia del domicilio. Así ocurre en relación con el nombre y apellidos, pues
debe estarse al domicilio en el momento de nacimiento (artículo 34). Lo mismo
puede decirse respecto de la declaración de ausencia y fallecimiento, ya que
debe-rá estarse al último domicilio conocido, es decir, al domicilio justo anterior a
la desaparición (artículo 35). El segundo mecanismo pasa por el reconocimiento
de los derechos adquiridos conforme a la ley del anterior domicilio, sin que
cualquier cambio posterior en dicho domicilio pueda suponer una merma o pérdida
de dichos derechos. Así, se garantiza que el cambio de domicilio no afecta a los
derechos civiles una vez que hayan sido adquiridos (artículo 30, párrafo), ni
restringe la capacidad adquirida (artículo 31, párrafo II).
3. Pero la conexión domiciliar no solo es la referencia en lo que respecta a los
derechos de la persona, sino que también se extien-de a las relaciones familiares,
desplazando a la ley nacional. Así, la capacidad y requisitos para contraer
matrimonio se rigen por la ley del domicilio de cada uno de los contrayentes
(artículo 40), mien-tras que las relaciones personales y patrimoniales entre los
cónyuges se someten a la ley del domicilio conyugal inmediatamente poste-rior a
la celebración del matrimonio (artículos 42 y 43). Del mismo modo, el eventual
divorcio se regiría por la ley del domicilio con-yugal en el momento de
presentación de la demanda (artículo 47, párrafo II). En sentido análogo, los
efectos de las uniones no matri-moniales se someten a la ley del domicilio de los
convivientes (artí-culo 48, párrafo). Por último, la filiación también se somete a la
ley del domicilio, en este caso del hijo (artículo 49). Como se observa, la idea
fuerza de integración del matrimonio y parejas y de los hijos en el Estado donde se
halla su centro de vida (= domicilio) está muy presente en la legislación. Se
superan muchos inconvenientes de aquellos sistemas que optan por la
nacionalidad y que había ori-ginado no pocas situaciones paradójicas. Piénsese,
por ejemplo, en una pareja que no pudiera divorciarse por prescripción de su ley
nacional común, a pesar de que ambos contrayentes hubieran rehecho su vida en
el Estado de su domicilio, más proclive al divorcio. Imagínense, como segundo
ejemplo, los perjuicios para el hijo por el no reconocimiento de una filiación por sti
ley nacional, cuando la ley de su domicilio, donde se encuentra su centro de
intereses prin-cipales, sí admitiría tal filiación. No obstante, la I.DIPR, consciente
de los valores inherentes a la conexión de la nacionalidad y, en particular, al
respeto a la identi-dad nacional, también ofrece soluciones moduladas. En este
senti-do, llama la atención la posibilidad de celebrar el matrimonio no solo
conforme a la forma de la ley del domicilio, sino también con-forme a la forma de
la ley nacional de cualquiera de los contrayen-tes (artículo 41, junto con las formas
de la ley del lugar de cele-bración). Igualmente, la LDIPR permite cierta autonomía
de la voluntad a los cónyuges en sus relaciones patrimoniales y ante un eventual
divorcio, de tal forma que se puede elegir la ley de la nacio-nalidad de cualquiera
de los cónyuges en el momento de designa-ción (artículos 44 y 47.3). Esta
autonomía de la voluntad permiti-ría a los interesados valorar si, en lugar de optar
por un modelo de integración en el Estado de su domicilio, decidieran optar por
un , modelo de mantenimiento de su identidad nacional. Las ventajas de esta
modulación de la LDIPR pueden observarse a la luz de un caso tipo como podría
ser aquel en el que dos dominicanos están domiciliados en España. En principio,
la celebración del matrimo-nio y las relaciones patrimoniales se regirían por la ley
española. No obstante, el matrimonio puede perfectamente mantener sus víncu-
los con la República Dominicana y conservar su identidad nacional. Bastaría que
optara contraer matrimonio ante un cónsul dominica-no en España, de
conformidad con las formas jurídicas dominica-nas, y que optara por escrito por la
aplicación de la ley dominicana a las relaciones patrimoniales.

III. CLAVES PARA EL DESPLAZAMIENTO DE LA LEY NACIONAL: LA


IDENTIFICACIÓN DE UN DOMICILIO REAL 4. Las ventajas de la conexión
"domicilio" frente a la conexión "nacionalidad" solo son reales si existe una
definición clara y pre-cisa de dicho domicilio. Esta se hará siempre conforme a la
LDIPR —a diferencia de la conexión "nacionalidad", que se determina uni-
lateralmente por cada Estado—. De ahí la importancia del capítulo 111 de su título
inicial ("Del domicilio y la residencia habitual"), que define el domicilio como el
lugar de residencia habitual de las per-sonas (artículo 5). Se trata con ello de que
el domicilio sea real y efectivo y se corresponda con el centro de vida de las
personas, don-de se encuentran sus principales intereses personales, familiares y
laborales. Se evita, con buen criterio, una disociación entre domici-lio y residencia
habitual que ha hecho de la primera una conexión más jurídico-formal y de la
segunda una conexión más fáctica y material. Hasta tal punto es así que la
equiparación del domicilio a la residencia habitual se concibe como un punto de
encuentro en la dialéctica "domicilio venus nacionalidad". Se evita, además, que
las personas puedan hacer un uso fraudulento de su domicilio para eludir las
normas propias del lugar donde residen habitualmente.
5_ Ert particular, la residencia habitual de las personas físicas, ya exi .a República
Dominicana ya en el extranjero, se correspon-de con el lugar donde está
establecida a título principal (artículo 6.1). sin que sea posible identificar dos o más
domicilios (artícu-lo 5. párrafo). Ello significa estar al lugar donde la persona tie-ne
su centro de vida, desde el que desarrolla su actividad perso-nal. liar y profesional.
De hecho, el juez debe valorar todas las circunszancias personales y
profesionales de la persona (artículo 6.1 isifnst). Un elemento clave para
determinar dicha residencia habitual se halla en la estab ad temporal o no que
tenga dicha localización. En este sentido, la LDIPR exige demostrar que estas
circunstancias personales y profesionales demuestran un vínculo duradero de la
persona con ele territorio. Dicho vínculo durade-ro se valorará principalmente en
función del tiempo de perma-nencia en dicho lugar, aunque también podría
tenerse en cuenta la intención de permanecer pro futuro.(animus „fflanendi).
Porejem-plo: si el juez debe determinar la residencia de una persona que se acaba
de trasladar a la República Dominicana para incorporar-'. se a su nuevo puesto de
trabajo, que tiene un carácter indefinidO, podría considerar que la nueva
residencia se halla en territorio dominicano, máxime si hay algún indicio de
integración, como podría ser la compra o alquiler de larga duración de una
vivienda o la escolarización de sus hijos. Por el contrario, para.determinar la
residencia habitual no es relevante ningún registro ni situación administrativa.
Precisamente por la idea de establecer un concep-to fáctico, la residencia se
determinará con independencia de que no se encuentre inscrita en registro o
padrón alguno o de que la persona carezca de la autorización administrativa
necesaria para residir o permanecer en ese Estado (artículo 6.1). Esta regulación
minimizará cualquier problema relativo a la determinación del domicilio real o
residencia habitual, si bien podría encontrarse algún supuesto excepcional. En
primer lugar, cabría referirse a los casos de empresarios, personas físicas o
profesionales, que no resi-dan donde tiene su establecimiento. La imposibilidad de
que una persona física tenga dos domicilios impide soluciones moduladas tales
como que, si la controversia se vincula con su actividad pro-fesional, pueda
tomarse como referencia el establecimiento profe-sional, mientras que si la
relación jurídica se vincula a su actividad personal, pueda tenerse como parámetro
el lugar de residencia personal. En segundo lugar, pueden ser complejos casos en
los que personas físicas pasan largas temporadas en distintos países, lo que
obligará al juez a una solución caso por caso. La regulación del domicilio de las
personas físicas establecido por la LDIPR es una norma especial que desplaza a
estos efectos al Código Civil dominicano (artículo 6, párrafo). Es de agradecer que
de forma nítida se aclaren las relaciones entre uno y otro ins-trumento. Además,
es de entender la exclusión de las normas del Código Civil dominicano por su
distinta funcionalidad. Mientras que dicho Código se circunscribe al domicilio de
"todo dominica-no" (artículo 102), la determinación del domicilio en la LDIPR se
hace respecto de toda persona, con independencia de su nacionali-dad o de que
la residencia se localice en la República Dominicana o en otro país. Conviene
recordar, de hecho, que la nueva LDIPR se construye sobre normas de conflictos
multilaterales, que remiti-rán ya al derechO dominiCánO ya a Un Ordenamiento
extranjero, si precisamente el domicilio se halla en el extranjero. Sea como fue-re,
la consideración de la LDIPR como una norma especial que des-plaza a la
regulación del Código Civil tampoco ha de verse como una ruptura con los
principios inspiradores del derecho dominica-no. Al contrario, los dos instrumentos
tienen bastantes puntos en común, pues ambos se basan en un concepto
ffictiewle estableci-miento principal de la persona. Además, el posible cito de domi-
cilio previsto en el Código Civil, basado en una habitación real en otro lugar con
intención de trasladar su principal establecimiento (artículo 103), también puede
ser extrapolable al cambio de domi-cilio en la LDIPR. • 6. Analizada la residencia
habitual de las personas fisicas, queda . por determinar la de las personas
jurídicas y morales, que se corres-ponde con su sede social, su administración
central o su centro dé actividad principal (articulo 6.2 de la LDIPR). La sede -social
es el domicilio que consta en los-estatutos de la sociedad y que goza de la
publicidad de los registros mercantiles (= domicilio registral o estatutario). La
administración central es el lugar desde el que la sociedad es dirigida por sus
administradores de derecho. Se corres- • ponde, pues, con el lugar donde se
localiza el consejo de adminis-tración o desde el que opera el administrador
delegado. En prin-cipio, y a salvo de situaciones patológicas de dejadez de
funciones por parte de los administradores de derecho, no debería afectar a la
identificación del domicilio la existencia de un administrador de hecho u oculto. Por
último, el centro de actividad principal per-mite entender domiciliada a lá persona
jurídica allí donde se halla su establecimiento más importante, desde el que se
desarrollan las principales tareas propias al objeto social. Metafóricamente se ha
dicho que mientras la administración central se define en función del "cerebro" de
la sociedad, el centro de actividad principal se refe-riría a su "corazón". Sea como
fuere, la definición de la LDIPR origina una situación de pluridomiciliación, a
diferencia de lo que ocurre con las perso-nas fisicas. Si una sociedad tiene su
sede en el Estado A, su admi-4t-:nistración central en el Estado B y su centro de
actividad principal en el Estado C, podría considerarse domiciliada en cualquiera
de 4.r estos Estados. A efectos de la competencia judicial internacional ello no
plantea excesivos problemas y, de hecho, es una situación totalmente admitida en
otros sistemas como el de la Unión Euro-.: pea. Sin embargo, a los efectos de
determinar la ley rectora de la sociedad, la pluridomiciliación puede resultar un
poco más proble-mática porque generaría una pluralidad de leyes rectoras de la
mis-ma sociedad. Para evitar estos problemas, la LDIPR adopta dos cau-telas. Por
un lado, establece una remisión a la Ley n.2 479-08, sobre 'Sociedades
Comerciales y Empresas Individuales de Responsabili-dad Limitada, que deberá
observarse para determinar la residencia. llo significa que toda sociedad
constituida conforme a la Repúbli-ca Dominicana tendrá nacionalidad dominicana,
aunque no cons-fe en el contrato social (artículo 10). Además, el domicilio estatu-

tarjo nc puede ser oponible por la sociedad frente a terceros si su "domicilio real"
se sitúa en otro lugar (artículo 9). Por otro lado, la LDIPR a la hora de identificar a
la ley'rectora dé lasociedad comer-cial no se refiere stricto sensu a la ley de su
domicilio, sino a la ley del Estado conforme a cuyo ordenamiento se ha constituido
y en el que se localiza la sede social (artículo 37). En otras palabras, de entre la
administración central, el centro de actividad principal y la sede social, a esta se le
da inayor preferencia por coincidir con el Estado de Constitución de dicha
sociedad.
IV. VALORACiÓN 7. La LDIPR, al sustituir la conexión "nacionalidad" por la
conexión `domicilio', ha ctado un paso importante en pos de la integración de los
ciudadanos en las sociedades de acogida, Kiri:. ciPalmente en sus
relacionesper¿onales y fainiliares. Este paso se afianza gracias a una noción de
domicilio real Y. efectivo, construi-da sobre la residencia .habittial de las personas.
No obstante, el legislador también tia sabido modular la a:pliCación de la ley del
domicilio allí donde fuera preciso; Por un. lado., ha .fijadnclara: mente Cual es el
momento en el qué debe detér.minarse el domi-cilio y ha garantizado que los
derechos adquiridos en-función de la ley domiciliar no pueden verse mermados
por el.damblo de domicilio. Por otro lado, la posibilidad de elegir por convenio la
ley naCiónal en determinados casos permite a los.interesados valo-rar si, en lugar
de optar por la plena integración en el Estado de su residencia, prefieren optar por
el mantenimiento de su identi-dad nacional.
La determinación del derecho aplicable en la nueva Ley de Derecho
Internacional Privado

RESUMEN:

Se analizan la particularidad del derecho aplicable, las diferencias entre


competencia judicial internacional y derecho aplicable, los problemas derivados de
la concurrencia normativa y los criterios para la determinación del derecho
aplicable que están contemplados en la nueva Ley de Derecho Internacional
Privado (Ley 544-14).

PALABRAS CLAVES:

Ley de Derecho Internacional Privado, derecho aplicable, normas de conflicto,


remisión, envío, competencia judicial internacional, punto de conexión,
concurrencia normativa, DIPr, República Dominicana.

PARTICULARIDAD DEL DERECHO APLICABLE:

El derecho internacional privado se ocupa fundamentalmente de atender a tres


cuestiones esenciales: 1) la competencia judicial internacional (forum), que
identifica los tribunales competentes para conocer la situación privada
internacional); 2) el derecho aplicable (ius), que identifica la norma que se
emplearía para resolver el fondo de la controversia), y 3) el reconocimiento y
ejecución de las decisiones judiciales y actos extranjeros, que es el procedimiento
que le otorga eficacia extraterritorial a dichas decisiones y actos.

En relación a este tríptico de cuestiones esenciales del derecho internacional


privado, analizaremos la parte concerniente al derecho aplicable y el tratamiento
que a este se le otorga en la nueva Ley 544-14 sobre Derecho Internacional
Privado (LDIPR).

En ocasiones, de forma errónea, se intuye que si los tribunales dominicanos son


competentes para conocer de una situación privada internacional, de forma
implícita también el derecho aplicable será el dominicano. Esta presunción surge
de que, al tratarse de un tribunal dominicano, sus jueces están más familiarizados
con las normas sustantivas del derecho nacional que con las normas del derecho
extranjero. Sin embargo, este planteamiento es incorrecto por las siguientes
razones:

Desconoce la diferencia entre derecho privado interno y derecho internacional


privado: El planteamiento antes descrito desconoce la diferencia entre el derecho
interno y el derecho internacional privado porque la naturaleza de la situación
privada internacional implica que se está en presencia de una relación jurídica que
tiene conexión con dos o más ordenamientos jurídicos debido a que posee un
elemento extranjero. Este elemento extranjero le distingue de una relación
puramente interna; por ende, para respetar esta condición de internacionalidad no
es factible aplicar de forma arbitraria la norma interna, aun cuando se ha sometido
el asunto a un tribunal dominicano. Además, tal y como plantea el doctor
Francisco Garcimartin: "…si cada juez aplicase su ley nacional, la resolución de un
litigio dependería de dónde se plantease, lo que aumentaría significativamente la
incertidumbre jurídica: hasta que no se plantea el litigio, las partes no tienen
certeza sobre la ley que rige su relación. Y, además, alimentaria estrategias de
forum shopping: cada parte correría a aquellos tribunales que le ofreciesen una ley
material más favorable"

Desconoce las diferencias entre competencia judicial internacional y derecho


aplicable: La competencia judicial internacional y el derecho aplicable están
interrelacionados, pero son ámbitos distintos del derecho internacional privado..
Como se ha señalado antes, la competencia judicial internacional identifica el
forum, proporciona respuesta acerca de cuál es el tribunal competente para
conocer de la situación privada internacional en cuestión. El derecho aplicable
identifica el ius, es decir, la norma material que se va a utilizar para juzgar los
aspectos de fondo de la controversia que ha generado la relación privada
internacional que es objeto de cuestionamiento. Además, el artículo 59 de la
LDIPR se encarga de aclarar que, incluso en el caso de que las partes en un
contrato hayan elegido un tribunal, esto no quiere decir que han elegido el derecho
aplicable de ese tribunal.

Igualmente, es importante aclarar que las normas sobre derecho aplicable son
normas de conflicto que identifican la ley material que se empleará para resolver la
situación privada internacional que ha devenido en cuestión litigiosa. Por tanto, no
se trata de la norma que va a establecer de manera directa sobre si un
determinado reclamo de responsabilidad contractual o extracontractual amerita
una condena al pago de indemnizaciones, o dar respuestas acerca del
cuestionamiento sobre los derechos sucesorales: el orden sucesoral y las
proporciones respectiva para uno de los que se determinen como herederos.

Por el contrario, la norma de conflicto lo que hace es que remite una determinada
controversia jurídica a un determinado ordenamiento jurídico, sea este nacional o
extranjero, y en este donde debemos buscar respuesta, o dicho desde la óptica
de Savigny, localiza la sede natural de la relación jurídica de que se trate, es decir,
la norma de conflicto se limita a situar dicha situación privada internacional en un
país determinado. Una vez localizada la situación en un concreto país, procede a
resolver el litigio con arreglo a las normas sustantivas del derecho de dicho
Estado.

A pesar de que existe una pluralidad de técnicas de reglamenta-ción que buscan


normar las situaciones privadas internacionales, la norma de conflicto sigue siendo
la norma más utilizada por todos los países para regular las relaciones privadas
internacionales. Este protagonismo de la norma de conflicto tiene su historia. Tal y
como plantean José Carlos Fernández Rozas y Sixto Sánchez Lorenzo, la norma
de conflicto multilateral se ha convertido en el paradigma científico del derecho
internacional privado, ya que desde mediados del siglo XIX: ...tras la obra de F.K.
von Savigny. System des heutigen rómis-chen Rechts (t. VIII, Berlín, 1849), la idea
de localización en un Estado de •la sede de la relación jurídica elevó a . la norma.
de .conflicto al eje de planteamiento normati-vo del derecho internacional privado.
Frente al enfoque dominante — que no único- de las doctrinas estatutarias, que
partían de la ley del foro para determinar su ámbi-to de aplicación en el espacio,
F.K von Savigny parte de la relación jurídica y, más concretamente, de su natura-
leza, Para , conforme a ella, determinar cual es la "sede" de dicha relación, esto es
localizarla en un ordenamien-to determinado4.
En el caso concreto de la LDIPR se ha seguido la tendencia glo-bal y se ha optado
por incorporar las normas de conflictos como el paradigma regulador. Pero nuestro
legislador ha tenido el cuidado de adoptar las reformas que la norma de conflicto
ha tenido en el devenir de su evolución, en especial en lo concerniente a su espe-
cialización, materialización y flexibilización. Por esta razón la norma de conflicto
contemplada en la LDIPR toma en cuenta la necesaria armonización entre
"seguridad jurídi-ca" y "la idea de justicia". Es decir, se ha considerado que ambos
conceptos son bifrontes ya que "la justicia de la conexión no se puede escindir de
la segunda noción, relativa a la justicia del resul-tado."5

2. LA IDENTIFICACIÓN DEL TEXTO APLICABLE Y EL PROBLEMA DE LA


PLURALIDAD DE FUENTES NORMATIVAS

La complejidad propia de las relaciones privadas internacionales conlleva a que


exista una pluralidad de fuentes normativas tanto de producción interna (la
Constitución, la propia LDIPR y leyes especiales reguladoras de relaciones
privadas internacionales), como de producción convencional (las recogidas en los
tra-tados internacionales ratificados por la República Dominicana que versan
sobre el derecho internacional privado).

En tuote sentido, resulta importante comprender la naturaleza de cada uno de los


textos derivados de esta pluralidad normativa, así como los criterios generales que
se emplean en los Stipuéstos de concurrencia normativa (lex superior, lex
specialis y lex posterior). En concreto, se trata de conocer sien un supuesto de
concurren-cia normativa la determinación del derecho aplicable viene esta<
blecida de forma preferente por las disposiciones de un tratad-O internacional o
por la disposiciones de una ley especial regula-dora de derecho internacional
privado o por las disposicioneI_ de LDIPR. • Los artículos 3 y 4 de la LDIPR
reglamentan los casos de doS supuestos de concurrencia normativa: a) entre un
tratado inter:- nacional y disposiciones de LtilPftr, y b) entre una ley especial
reguladora de relaciones privadas internacionales y disposicio-nes de la LDIPR .

a) Supuesto de concurrencia normativa entre la disposiciones de un -atado


internacional y disposiciones de LDIPR La LDIPR plantea en su artículo 3 que en
casode contradic-ción er._re un tratado y la LDIPR prevalecen las disposiciones
del tratado internacional. Así, reconoce una jerarquía normati-va que tienen los
tratados internacionales frente a las leyes inter-nas. Esto implica que cuando se
esté en presencia de una situa-ción privada internacional es importante
cuestionarse acerca de si existe un tratado internacional vigente para la República
Domi-nicana que establezca la determinación del derecho aplicable. En caso de
que no exista tal tratado, se aplicarán las disposicio-nes de la LDIPR. •
Igualmente, en el caso de que resulte aplicable el tratado internacional, este se
rige por un canon hermenéutico distinto, tal como indica el párrafo II del artículo 3
de la LDIPR que indi-ca que el juez debe considerar "[slu " carácter internacional y
la exigencia de su aplicación uniforme"6. Del mismo modo, no se puede soslayar
el hecho de que la apli-cación de un tratado internacional requiere de la evaluación
del "triple test" de delimitación de sus ámbitos de aplicación: ámbito temporal,
ámbito material y ámbito territorial o espacial. El ámbito temporal se refiere al
momento a partir del cual una convención internacional despliega sus efectos
jurídicos. Por con-siguiente, se deben tener presente dos fechas fundamentales: la
fecha a partir de la cual el tratado en cuestión entró en vigor para la República
Dominicana y la fecha a partir de la cual dicho tra-tado entró en vigor para el otro
Estado o para los demás Estados. (en los supuestos de tratados multilaterales).
En lo que concierne al ámbito material, se deberá establecer si el supuesto que
encierra la situación privada internacional puede ser subsumido en la materia o
categorías jurídicas que contempla el tratado internacional. Por ejemplo: en la
Convención sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías
(vigen-te para la República Dominicana a partir del 2011) no podríamos encontrar
respuesta a los problemas de derecho aplicable deriva-do de una situación privada
internacional que trate sobre proble-mas de derecho de familia. En lo que respecta
al ámbito territorial o espacial, se busca la existencia de una vinculación entre el
supuesto de hecho y el •,•territorio en el que está vigente el texto en cuestión. En
este seri-:". tido, resulta útil conocer cuáles son los países que se encuentran F.
obligados o conectados con este texto y si existe alguna relación entre estos
países y el supuesto de hecho litigioso. También, es importante destacar el hecho
de que hay textos que tienen un 1• alcance universal o .ergaomnes frente a los
cuales no cabría el cri-terio antes expuesto sobre la vinculación entre supuesto y
territo-I río de vigencia del tratado. IIgualmente, no se puede obviar el efecto que
causan en la cación de un tratado las reservas, declaraciones o cláusulas de
relación que hacen ineficaz la aplicación de determinadas dispoj siciones de un
tratado,. En la actualidad, los aspectos relacionados con la concurren-1:.cia
normativa entre tratados internacionales y la LDIPR no plan-tean muchos
problemas. debido a que la República Dominicana ha tenido una tímida
participación en los foros dé-codificación del derecho internacional privado, por lo
que nuestro pacI-posee muy pocas normas de origen convencional7. Sin
embargo, la ten-dencia natural es que la República Dominicana incremente su
participación en estos espacios y, en consecuencia, se verifique un auge en la
cantidad de normas de origen convencional. En definitiva, antes de utilizar las
normas de derecho aplica-ble de la LDIPR se debe verificar si existe algún tratado
interna-cional en vigor que sea capaz de sobrepasar el "triple test" al que hemos
hecho referencia y en caso de que no lo hubiera entonces procederíamos a aplicar
las normas de la LDIPR.
b) Supuesto de concurrencia normativa entre las disposiciones de una ley especial
reguladora de relaciones de derecho inter-nacional privado y disposiciones de
LDIPR El supuesto de concurrencia normativa entre las disposiciones de una ley
especial y las disposiciones de la LDIPR se regula en el artículo 4 de la LDIPR..
Este artículo le otorga preferencia a ¡‘' .las normas provenientes de leyes
especiales que regulen la mate-`,::ria; por ende, en caso de contradicción,
"...prevalecerán las leyes —reguladoras de relaciones privadas internacionales"8.
La lógica detrás de este artículo es que debido al grado de `.especialización y a la
evolución a la que están sometidas determi-nadas categorías jurídicas que rigen
relaciones privadas interna-cionales, estas podrían requerir de leyes especiales
que establez-
can normas particulares acorde a las necesidades del sector de que se trate. Así,
se otorga a las leyes especiales un carácter prefe rente frente a las normas de la
LDIPR. Un ejemplo de esto lo constituye el tratamiento que la LDIPR le otorga a
la Ley 479-08 sobre Sociedades Comerciales y Empre-sas Individuales de
Responsabilidad Limitada. En su artículo 6, inciso 2, se establece, sobre la
residencia habitual de una perso-na jurídica o moral, que "[piara determinar ese
lugar se observa-rá lo establecido en la Ley 479-08"9. De manera que la
aplicación de las normas de derec/aplica-ble de la LDIPR requiere ser armonizada
con las leyes especiales que rigen determinadas materias. A

3. SISTEMA DE DETERMINACIÓN DEL DERECHO APLICABLE


CONTEMPLADO EN LDIPR La LDIPR reglamenta el derecho aplicable a través
de .dos grandes divisiones: las normas reguladoras para determinar el derecho
aplicable (capítulo' I, artículos 29 al 79) y las normas de aplicación (capítulo II,
artículos80 al 88). El capítulo I está dedi-cado a las normas reguladoras y
establece las reglas de determi-nación del derecho aplicable a través de siete
secciones que orga-nizan las distintas categorías jurídicas y localizan la sede
natural de sus respectivas relaciones. Por su parte, el capitulo II está dedi-cado a
las normas de aplicación y comprende una serie de nor-mas que tienen como
destinatario principal al juez y que buscan guiar el proceso de aplicación del
derecho extranjero que este tiene que realizar. Sin embargo, el sistema de
determinación del derecho aplica-ble está esencialmente construido en torno al
concepto de residen-cia habitual. Esto implica un desplazamiento del esquema
clásico que teníamos, basado en la nacionalidad, por un concepto como la
residencia habitual, que está muy presente en la mayoría de los tratados
internacionales y en las codificaciones modernas sobre el derecho internacional
privado. El cambio responde a la conside-ración de que este criterio ofrece una
solución más adecuada por-que favorece una mayor proximidad e integración
entre los ciuda-danos, el lugar en el que residen y la norma que se les aplica. En
este sentido, los artículos 5 y 6 de la LDIPR se han ocupado de precisar lo que se
entiende por residencia habitual, tanto en el caso de las personas físicas como de
las personas jurídicas. Igual-mente, estos artículos aclaran que una persona no
puede tener dos domicilios con la finalidad de evitar fraudes a la ley y de otor-gar
una mayor certeza jurídica. La LDIPR adoptó la residencia habitual como el punto
princi-pal pero no como el punto absoluto de conexión. Ofrece también distintas
flexibilidades y modulaciones para que en determina-dos casos las partes puedan
elegir libremente la norma aplicable, incluso aunque se trate de materias ajenas a
las obligaciones contractuales en las que tradicionalmente se limita la autonomía
de la voluntad, como es el caso del divorcio y separación judicial (artículo 47) o
sucesión por causa de muerte (artículo 54). Tam-bién ofrece diversas alternativas
que permiten aplicar la norma que tenga una mayor vinculación con el caso en
cuestión; por ejemplo, el artículo 41 establece que la validez del matrimonio, en
cuanto a la forma, se puede apreciar por medio de "...la ley del lugar de
celebración o por la ley nacional o del domicilio de, al menos, uno de los cónyuges
al momento de la celebración". En definitiva, el sistema de derecho aplicable de la
LDIPR que se distribuye entre normas reguladoras y de aplicación está basa-do
en la residencia habitual y en una norma de conflicto moder-na que es conocida
por la doctrina como "norma de conflicto multilateral funCionalizada", ya.que
abandona la rigidez clásica y ofrece alternativas más adecuadas para las
complejascircunstan-. cias sociojurídicas.que envuelven las relaciones privadas
interna-cionales en la actualidad. En este sentido, nos parece útildetenernos á
analizar las« nor-mas reguladoras contempladas en el capítulo I.
a) Las normas reguladoras para determinar el derecho aplicable (capítulo I,
artículos 29 al 79) Las normas reguladoras que contempla la LDIPR están subdi-
vididas en siete secciones: 1. De la persona y sus derechos (sección I, artículos 29
al 39); 2. De las relaciones de familia -(sección II, artículos 40 al 50); 3. De la
protección de incapaces y obligaciones (sección III, artí-culos 51 al 53); 4. De las
sucesiones y donaciones (sección IV, artículos 54 al 57); 5. De las obligaciones
contractuales (sección V, artículos 58 al 68); 6. De las obligaciones
extracontractuales (sección VI, artículos 69 al 75), y 7. De los bienes (sección VII,
artículos 76 al 80). En estas secciones se han particularizado las distintas normas
para la determinación del derecho aplicable a cada una de las categorías jurídicas
indicadas. En el caso de las normas reguladoras plasmadas en las sección I sobre
derecho de las personas, en lo que respecta a las perso-nas físicas establece dos
criterios principales: mientras el derecho dominicano regirá lo concerniente al
nacimiento y fin de la per-sonalidad (artículo 29), la residencia habitual se aplicará
a los demás aspectos relativos al ejercicio de derechos civiles (artículo 30), a la
capacidad y estado civil (artículo 31-32), a los nombres y apellidos (artículo 34, a
excepción de la declaración e inscrip-ción de nacimiento, que según el párrafo
único de este artículo se rige por el derecho dominicano), a la desaparición y
fallecimien-to (artículos 35 y 36). Para las personas jurídicas se utiliza el crite-rio
del lugar de constitución y el de sede social (artículos 37-39). En lo que concierne
a las relaciones de familia (sección II de la LDIPR) se establecen cuatro criterios
principales.

El primer criterio abarca los casos en los que se permite la posibilidad de que, en
virtud de la autonomía de la voluntad, las partes elijan la norma que consideren
más conveniente y, en defecto de esa elección, entonces el derecho aplicable se
deter-rr.nará por la residencia habitual. Esto se verifica en los siguien-tes casos:
relaciones patrimoniales en el matrimonio (artículos 43-45), y divorcio y separación
judicial (artículo 47). El segundo criterio identifica la residencia habitual como el
punto de conexión que determina el derecho aplicable. Esta situación se' puede
apreciar en estos casos: celebración del matri-monio (artículo 40), nulidad del
matrimonio (artículo 46), unio-nes no matrimoniales (artículo 48) y determinación
de la filia-ción (artículo 49). El tercer criterio establece la residencia habitual como
punto de conexión, pero crea otras conexiones subsidiaras: validez del matrimonio
(artículo 41) y relaciones personales entre los cónyu-ges (artículo 42). El cuarto
criterio que se utiliza es la ley nacional como punto de conexión con una conexión
subsidiaria relativa a la residen-cia habitual. Este criterio se empela en el caso de
las adopciones (artículo 50). En cuanto a las normas reguladoras contempladas en
la sec-ción III, relativas a la protección de los incapaces y obligacio-nes, se
establecen dos puntos de conexión.
La ley aplicable a los contratos
Un nuevo régimen general de conflicto de leyes en materia contractual

La reciente Ley de derecho internacional privado nº 544-14 de fecha 5 de


diciembre de 2014, introduce un régimen de certidumbre para la determinación de
la ley aplicable al contrato que presenta un elemento de internacionalidad. Este
instrumento legal pone fin al amplio espectro especulativo que se dejaba a los
jueces, que históricamente se debatían entre la concepción subjetiva o clásica y la
concepción objetiva de la ley de la autonomía, al momento de determinar la ley
aplicable al contrato, sobre todo en los casos –muy frecuentes– en que las partes
no han designado de manera expresa una ley aplicable.

La ley de autonomía de la voluntad, ahora integrada a la Ley nº 544-14, no es un


concepto nuevo en derecho internacional privado. Había sido esbozada por los
post-glosadores a partir del siglo XIV, y desarrollada con mayor precisión por
DUMOULIN en el siglo XVI. Esta regla, como veremos, ha sido aplicada desde los
inicios de nuestra vida republicana. No obstante, el mayor aporte del nuevo marco
normativo ha sido consagrar de manera explícita la ley de la autonomía de la
voluntad de las partes para elegir la ley aplicable al contrato; de este modo,
instaura un régimen nuevo que constituye el principio general de derecho
internacional privado dominicano en materia contractual. Proponemos examinar
los avances introducidos por el nuevo marco normativo en cuanto a la ley aplicable
a la forma del contrato (I), para luego desarrollar algunos conceptos relacionados
con la ley aplicable a la substancia o fondo del contrato (II).

I.- CARÁCTER FACULTATIVO DE LA REGLA LOCUS REGIT ACTUM


APLICABLE A LA FORMA

A partir del siglo XVI, hasta tiempos recientes, la regla locus regit actum quedaba
reservada a las reglas de forma del contrato. Ha sido precisamente DUMOULIN
quien hubo de limitar conceptualmente la aplicación de esta regla a las cuestiones
de forma del contrato, reservando la ley de la autonomía a las cuestiones de
fondo. No obstante, a pesar de la aplicación tradicional e histórica de esta regla,
una interesantísima decisión del Tribunal de Primera Instancia de Santo Domingo
que data de principios del siglo pasado, admitía una lógica moderna, muy similar a
la que instituye hoy como principio general la Ley de derecho internacional
privado. La referida jurisprudencia entendía que era facultad de las partes decidir
cuál ley regía las formalidades de un contrato, sea la regla locus regit actum, la lex
loci, o bien la ley que decidan las partes.

Un sistema similar es creado por la nueva Ley, según que el contrato sea
celebrado entre partes que se encuentran en un mismo Estado o en estados
distintos (art. 68). Ahora bien, en cualquier caso, la regla locus regit actum no tiene
hoy sino un carácter facultativo, ya que, en principio, la ley que rige la forma de la
convención es la ley del contrato, en los términos del artículo 58 de la Ley de
derecho internacional privado, es decir, la ley que las partes han designado como
el derecho aplicable al contrato.
II.- LA LEY APLICABLE A LA SUBSTANCIA O FONDO DEL CONTRATO

La ley aplicable al fondo del contrato ha sido claramente definida por el nuevo
régimen examinado; lógicamente, este régimen debe ser complementado, de
manera parcial, por algunas jurisprudencias dominicanas que han venido
consagrando algunos de los principios recogidos por la Ley (A). Luego de
examinar este punto, podemos abordar brevemente el ámbito de aplicación de la
Ley del contrato (B).

A.- La nueva ley de derecho internacional privado ante la dialéctica involutiva del
derecho dominicano.

1.- Soluciones jurisprudenciales ante la insuficiencia del Código civil.

Cuando las partes han elegido la ley aplicable al contrato. Tradicionalmente,


aunque de manera escaza, tanto la doctrina como la jurisprudencia dominicanas
sobre derecho internacional privado han admitido y aplicado el principio de libre
elección de la ley aplicable al contrato. Aunque el Código civil no se pronuncia
acerca del derecho aplicable al contrato internacional, nuestros tribunales, como
ha venido sucediendo en otras partes del mundo, han extendido hasta los
contratos internacionales –las convenciones en donde interviene un elemento de
internacionalidad– la regla general establecida por el artículo 1134 del Código civil,
en virtud de la cual las convenciones legalmente formadas tienen fuerza de ley
para aquellos que las han hecho.

El entonces Juzgado de Primera Instancia de Santo Domingo, en el año 1920


afirmaba que en caso de conflictos de leyes al momento de examinar la validez de
los actos, se debía aplicar la regla locus regit actum, la lex loci, o bien la ley que
las partes, según su elección, hayan determinado.

Históricamente nuestro ordenamiento jurídico ha reconocido la aplicación de la ley


extranjera al contrato cuando las partes han hecho libre elección de la misma en
virtud del principio de autonomía de la voluntad. Nada se opone, ha sugerido la
Suprema Corte de Justicia, a que nuestros tribunales puedan aplicar la ley
extranjera que rige una relación contractual determinada. En fin, cuando las partes
han elegido la ley aplicable no se presenta dificultad alguna, salvo cuando se
atenta a alguna disposición de orden público.

¿Qué solución ha ofrecido nuestra jurisprudencia cuando la elección de la ley ha


sido implícita o tácita? A menudo las partes no eligen el derecho aplicable al
contrato; incluso, lo que sucede con frecuencia, las partes no tienen plena
conciencia del carácter internacional de la operación jurídica que conciertan. En tal
caso, es el juez quien tiene que controlar de oficio el carácter internacional de la
operación, localizar el acto afectado por dos espectros jurídicos distintos e
identificar cuál es la ley aplicable al fondo del contrato. Si las partes no han elegido
de manera expresa la ley llamada a regir su relación, llegado el conflicto, el juez
tendrá que suplir ese vacío, pero no podrá hacerlo movido por un espíritu
adivinatorio, sino por los principios establecidos por el derecho internacional
privado dominicano.

A mediados del siglo pasado nuestra Suprema Corte de Justicia decidió aplicar la
ley del Estado de Nueva York al momento de determinar la falta cometida por uno
de los contratantes, admitiendo que tanto el lugar de formación del contrato como
el lugar de ejecución del mismo, constituían criterios válidos que forman parte de
nuestras normas de derecho internacional privado. En ese caso, las partes no
habían elegido de manera expresa la ley aplicable al contrato, no obstante, los
jueces entendieron que el lugar de formación y el lugar de ejecución del contrato
constituyeron puntos de conexión suficientes para la localización del contrato e
identificaban con claridad la ley aplicable a la relación contractual.

En sentencia del año 1920 la Suprema Corte de Justicia indicó la necesidad de


examinar las reglas de derecho internacional privado aun tácitas, para la solución
de los conflictos de leyes sometidos a los tribunales dominicanos. A pesar de esa
vocación antigua de nuestros jueces de apelar a la tradición histórica-jurídica de
nuestro sistema de derecho, a medida que nos adentramos en el siglo XXI se ha
dado no solamente un distanciamiento inexplicable de la jurisprudencia francesa,
sino además un abandono y desconocimiento de las normas de derecho
internacional privado dominicano.

Involución jurisprudencial. Por ejemplo, en sentencia núm. 6, de fecha 11 de abril


del año 2007, la Suprema Corte de Justicia decidió que la intención de las partes
había sido dar competencia exclusiva a los tribunales del lugar en que fue suscrito
el contrato, en razón de que las partes eligieron expresamente como derecho
aplicable la ley del Estado de Puerto Rico. Sin dudas esta jurisprudencia denuncia
un gran desconocimiento de las normas de derecho internacional privado al
confundir ley aplicable y foro competente.

Cuando las partes no han elegido la ley del contrato. El caso es más delicado si
las partes no han elegido expresamente ley aplicable al contrato ni se infiere del
mismo, aun de manera implícita, la legislación llamada a regir la relación
contractual. Entonces, el juez debe determinar por sí mismo cuál es la ley
aplicable a la relación jurídica que se examina.

La antigua jurisprudencia dominicana –hemos visto algún ejemplo– inspirada por


la doctrina de BATIFFOL y por la jurisprudencia clásica francesa, se guió en algún
momento por dos categorías de indicadores: elementos particulares y elementos
generales de la relación contractual. Entre los elementos particulares están la
naturaleza jurídica de la operación, o el objeto del contrato; o bien, la situación de
un fondo de comercio; estos son algunos elementos que pueden hacer presumir al
juez la sumisión de un contrato al imperio de una determinada legislación. Entre
los elementos generales están el lugar de formación, y el lugar de ejecución del
contrato; como hemos visto, estos últimos también han sido aplicados por la
jurisprudencia dominicana.
Ahora bien, estos elementos o indicadores, no siempre están determinados en el
contrato, a veces, ni siquiera son determinables; por ejemplo, un contrato podría
contener obligaciones susceptibles de ser ejecutadas en distintos países; de ahí
que la Ley de derecho internacional privado aporte certidumbre al momento de
determinar la ley aplicable al contrato internacional.

2.- El régimen general establecido por la Ley de derecho internacional privado.

a.- Consagración y extensión del principio de autonomía de la voluntad.

Definición. El principio queda establecido con claridad en el artículo 58 de la Ley,


el cual dispone que «el contrato se rige por la ley elegida por las partes». Aunque
el principio es desarrollado por DUMOULIN a inicios del siglo XVI, no fue sino en
el año 1910 cuando la Corte de casación francesa mediante decisión del 5 de
diciembre, mejor conocida como la sentencia American Trading Co., decidió que la
ley aplicable a los contratos tanto en lo concerniente a su formación como a sus
efectos y condiciones, es aquella que las partes han adoptado. Según MAYER y
HEUZÉ, el mismo principio fue recogido en el año 1760 en Inglaterra en la
decisión Robinson v. Bland.

Modalidades de la elección de la ley aplicable al contrato. La elección puede ser


expresa o tácita. Según el artículo 58, párrafo I, de la Ley, las partes deben elegir
la ley aplicable al contrato de manera expresa. Ahora bien, de no ser así, esto es,
que las partes no hayan elegido ley aplicable de forma expresa, debe de existir un
acuerdo tácito que se desprenda del comportamiento contractual de las partes.

Un solo contrato puede tener varias leyes aplicables. La Ley de derecho


internacional privado organiza esta posibilidad a los contratantes; en efecto, el
párrafo II del artículo 58 dispone que «la elección de la ley aplicable podrá
referirse a la totalidad del contrato o a una parte del mismo». Semejante lógica
inaugura, como indican algunos autores, un nuevo campo de ejercicio de la
libertad contractual. Aunque la ley no lo indique de manera expresa, permite que
un mismo contrato pueda contar con diversas leyes aplicables, puesto que
autoriza a que las diferentes partes de la convención puedan contar con distintas
leyes aplicables. Bajo esta lógica expandida de la libertad contractual, igualmente,
la Ley permite que una parte del contrato cuente con legislación aplicable, y otra
parte no cuente con legislación aplicable alguna; en este último caso, como
veremos más adelante, el juez tendrá que examinar la convención a partir de lo
dispuesto por el artículo 60 de la Ley.

Opción dejada a las partes de revisar y modificar la ley aplicable. En virtud de lo


dispuesto por el artículo 60 de la Ley, las partes pueden elegir una ley distinta a
aquella que habían designado al momento de la conclusión del contrato. Tienen tal
libertad de revisar y cambiar la ley aplicable al contrato en cualquier momento.
Obviamente, si las partes nunca han elegido ley aplicable, podrán hacerlo con
posterioridad, solución que entra perfectamente dentro de la lógica del principio de
autonomía de la voluntad de las partes.

b.- Límites a la ley de la autonomía establecidos en la Ley

Aplicación forzosa del principio de proximidad. Como hemos señalado


anteriormente, con frecuencia, las partes no eligen una ley aplicable al contrato, o
bien han hecho una elección, pero la misma es ineficaz. El párrafo único del
artículo 60 establece que «si las partes no hubieran elegido una ley aplicable, o si
su elección resultara ineficaz, el contrato se regirá por la ley del Estado con el cual
tenga los vínculos más estrechos». Es lo que la doctrina ha denominado el
principio de proximidad. Mediante la enunciación de este principio, la Ley, aun
dejando una gran libertad de apreciación al juez, ha querido trazar una directriz
que ponga límite a una creatividad excesiva de los repartidores de justicia.

La Ley instituye el principio de proximidad teniendo como base lógico-significativa


al artículo 61, que más adelante esboza un marco conceptual, si bien amplísimo,
no menos exacto. Siguiendo la tradición de la jurisprudencia francesa, así como la
técnica del Reglamento Roma II de fecha 11 de julio de 2007, la reciente Ley
construye una solución dualista y establece los parámetros que deberán ser
tomados en cuenta por tribunal para determinar la ley aplicable al contrato; en
efecto, el artículo 61 establece que «el tribunal tomará en cuenta todos los
elementos objetivos y subjetivos que se desprendan del contrato para determinar
la ley del Estado con el cual tiene vínculos más estrechos; y los principios
generales del derecho de los negocios internacionales aceptados por organismos
internacionales». No menos trascendentes son las directrices marcadas por el
párrafo II del señalado texto.

Normas imperativas. La ley impone otro límite, tanto al propio juez como a las
partes del contrato en la medida en que, a pesar del principio de libre autonomía
defendido por el artículo 58 de la Ley, obliga la aplicación de las normas de orden
público y leyes de policía del derecho dominicano. En ese sentido, el artículo 61
obliga a un doble examen, puesto que permite al juez dominicano la posibilidad de
aplicar además las disposiciones imperativas procedentes del derecho de otro
Estado con el cual el contrato tenga vínculos estrechos. Este texto define las
disposiciones imperativas como aquellas cuya observancia el Estado considera
esencial para la salvaguardia de sus intereses públicos, como su organización
política, social o económica.

2.- Regímenes especiales de la ley

En la intención de proteger a ciertos contratantes que pudieran encontrarse en una


situación de debilidad, la Ley organiza tres regímenes especiales, a saber, el del
contrato de trabajo (art. 62), el del contrato celebrado por consumidores (art. 63), y
finalmente, el del contrato de seguros (art. 64). El principio es el siguiente: el
contrato se rige por la ley del país donde se realiza la prestación laboral, en el
caso del contrato de trabajo, o del país en donde se presta el servicio, en el caso
de los contratos celebrados por consumidores y de seguro. En cualquier caso, las
partes pueden elegir una ley aplicable al contrato, si la elección hecha por las
partes no aminora los estándares de protección establecidos por las leyes
normalmente aplicables, en beneficio del trabajador o del consumidor. La Ley
establece como criterios subsidiarios de localización el principio de proximidad,
para el del contrato de trabajo, de una parte; y la residencia habitual del
consumidor, de otra parte.

B.- Ámbito de aplicación de la Ley

La ley elegida por las partes en virtud de la autonomía de la voluntad es


competente para regir el contrato tanto en cuanto a sus condiciones de formación
como en cuanto a sus efectos. Este es el principio consagrado en la Ley. El
artículo 65 hace una remisión técnica al artículo 64, sin embargo, se trata de un
error material de la Ley. Este texto se refiere al artículo 58, que es la disposición
que instituye el principio de libre elección de la ley aplicable.

Competencia de la lex contractus. Compete a la ley del contrato el conjunto de


reglas relativas a la formación del contrato. De modo que es competente, salvo las
excepciones de la Ley, para regir las condiciones de validez, como el
consentimiento, el objeto o la causa; la noción de oferta o policitación, de
aceptación. Por vía de consecuencia, la ley del contrato además rige, en los
términos del artículo 65.5, las consecuencias de la nulidad o invalidez del contrato.
La ley del contrato es competente para regir el contenido de la convención (art.
65.2); a saber, los derechos y las obligaciones, esto es, su fuerza obligatoria, así
como su interpretación (art. 65.1). Igualmente, es competente para regir la
extinción del contrato, así como, la prescripción y caducidad de las acciones
(65.4). Evidentemente la ley elegida por las partes en el contrato rige todo lo
relacionado con la ejecución del mismo, así como las consecuencias del
incumplimiento contractual (65.3).
La nueva Ley de Derecho Internacional Privado de República Dominicana y
el orden público

Breves nociones sobre el concepto de "orden público" en el Derecho


Internacional Privado.

El orden público, en su sentido general, es tradicionalmente concebido, tanto por


la doctrina clásica como moderna, como un concepto jurídico indeterminado y
esencialmente problemático, pero que en el plano del Derecho Internacional
Privado consiste en una figura con manifestaciones concretas en una doble
dimensión bastante delimitada. Es, primero, un obstáculo a la eficacia,
reconocimiento y ejecución en el foro de actos y decisiones dictadas en el
extranjero; y segundo, una excepción a la aplicación de la legislación extranjera
que ha sido designada por la norma de conflicto.

De acuerdo con los Doctores Fernández Rozas y Sánchez Lorenzo[2], el orden


público, en sentido amplio, representa un conjunto de principios que inspiran el
ordenamiento jurídico interno, en el cual se reflejan los valores esenciales de una
sociedad en un momento dado. Según explican, la aplicación del orden público
deviene necesaria, sin importar los elementos extranjeros que se encuentren
presentes en el supuesto de hecho, y en cuanto a su manifestación en el Derecho
Internacional Privado agregan: "la dimensión negativa del orden público (...) se
utiliza como correctivo funcional frente a la norma de conflicto; en virtud del
mismo, se elude la aplicación de la ley extranjera reclamada por la norma de
conflicto".

La "ley extranjera" cuya aplicación se evita comprende, grosso modo, todas


aquellas normas que sean ajenas al ordenamiento jurídico del foro y que son
pertenecientes a otro Estado (incluyendo Estados plurilegislativos), sin importar su
"rango" constitucional o infraconstitucional (legal o infralegal), y sin importar la
naturaleza civil o comercial de su contenido. De la misma forma, el orden público,
si así lo dispone el Derecho Internacional Privado interno, es un límite a la
aplicación del contenido sustantivo y los efectos jurídicos del derecho extranjero
material designado por la norma de conflicto que en condiciones normales
regularía el fondo del supuesto de hecho, por lo que resulta indiferente lo que
prevea el Derecho Internacional Privado del Estado extranjero cuya ley resulta
inaplicable por causa de la excepción de orden público del foro.

Tal y como expone el Dr. Sánchez Lorenzo, se suele diferenciar entre "orden
público interno" y "orden público internacional". El primero, puede resumirse de
forma práctica en las normas estatales que son indisponibles para ser derogadas
por convenciones particulares, de conformidad con la lex contractus. El segundo,
se refiere a normas dispositivas del Derecho interno que, en razón de su interés
público primordial, son aplicables incluso si la lex contractus depende de una
legislación extranjera, como es el caso de las normas sobre libre competencia,
protección al consumidor, derecho laboral e, incluso, las reglas que emanan de
sectores regulados mediante intervención administrativa, como es el caso de la
intermediación financiera y los servicios de seguro y reaseguro. Dicho de otra
forma "En el orden público internacional dejamos de lado una norma extranjera,
mientras en el orden público interno dejamos de lado lo convenido entre las
partes" (...) "Cuando normas del derecho local del tribunal <<lex fori>> deben ser
aplicadas inexorable y automáticamente con preeminencia sobre cualquier
disposición extranjera, estamos frente a normas imperativas. Las normas
imperativas legislan sobre materias de orden público internacional. (...) Si el juez
aplica una norma imperativa, no llega a averiguar el contenido del derecho
extranjero declarado aplicable a la causa por nuestra norma de derecho
internacional privado (...) En este caso, el legislador deja de lado la ley extranjera y
nos indica cómo solucionar el caso. Se trata de una norma directa y no de una
norma de colisión".

Una de las principales razones que promueve el carácter imperativo de estas


normas de orden público internacional reside en la injerencia organizada que
ejerce el poder público dentro de su espacio en determinados sectores (por
ejemplo, materias de derecho público y sectores económicos y sobre ordenación
del mercado), como sucede en las áreas de libre competencia y protección a los
consumidores, ya mencionadas anteriormente. En otras palabras, el legislador del
foro garantiza la aplicabilidad de las normas imperativas de determinados sectores
mediante el mecanismo de orden público internacional, excluyendo así la
posibilidad de aplicar un Derecho ajeno potencialmente lesivo en distintas escalas.
Sin embargo, el Doctor Pedro de Miguel Asensio afirma: "Con gran frecuencia, el
ordenamiento - o la norma relevante - no aclara de manera expresa si ciertas
disposiciones son o no imperativas en las relaciones internacionales ni, en caso
afirmativo, cuál es su ámbito espacial de necesaria aplicación, lo que exige una
valoración por el aplicador de las disposiciones relevantes y de los objetivos
perseguidos".

En tal tesitura la difícil tarea de valorar lo que constituye o no las normas de orden
público internacional y la forma de ejercerlas es delegada en los análisis jurídicos
críticos y propositivos de la jurisprudencia y la doctrina. La eficacia, vigencia e
idoneidad de tales valoraciones estarían, entonces, inevitablemente supeditadas a
una multiplicidad de factores, entre ellos:

Primero, al nivel de compatibilidad de la ley, acto o decisión extranjera con el


contexto del sector doméstico concernido (v.g., normativas de corte económico
con capacidad de lesionar agentes del mercado cuyo territorio coincide con el foro,
tales como los sectores de libre competencia, de protección al consumidor y los
trabajadores);

Segundo, el nivel de flexibilidad y carácter derogable o inderogable del contenido


de las normas locales que atañen de forma específica a la materia concernida por
la ley, acto o decisión extranjera, al igual que las consecuencias jurídicas de su
calificación y trasgresión (v.g., nulidad o validez de los actos jurídicos vulneradores
de los preceptos legales aplicables y la posibilidad de ser pasible de sanciones
penales y/o administrativas por la autoridad competente); tercero, la identificación
de la ley, acto o decisión extranjera con los principios y valores socialmente
aceptados, contextualizados en el espacio y tiempo, priorizando aquellos que se
encuentren, de alguna forma, juridificados. En este sentido, el Dr. Ramón Viñas
Farré acertadamente señala: "El carácter de orden público es deducido de ciertas
disposiciones legales, de principios que han surgido y han sido adoptados por una
sociedad (...) Su contenido es variable según los criterios que rigen la sociedad en
cada momento y lugar. Por su naturaleza, es un concepto dinámico, cuya fijación
corresponde a los jueces, con lo que la aplicación de dicha noción se convierte en
una actividad, en cierto modo, discrecional y creadora del juez".

El "orden público internacional" en la nueva Ley de Derecho Internacional


Privado de la República Dominicana.

Parte de la doctrina local que ha abordado las cuestiones relativas al orden público
internacional dentro del Derecho Internacional Privado dominicano lo ha hecho,
frecuentemente, desde la esfera de disposiciones aplicables de la Constitución de
la República, el Código Civil, la Ley No. 659 sobre Actos del Estado Civil y las
disposiciones ya muy desfasadas de la Convención de Derecho Internacional
Privado de La Habana, del 20 de Febrero de 1928 (Código Bustamante).

Evidentemente, el mismo carácter mutable del orden público internacional sostiene


que su contenido no puede ser "estático en el tiempo, ya que los principios
fundamentales en los cuales se erige un Estado no son permanentes. Éstos
pueden cambiar con el paso de los años y, por tanto, con ellos cambiará el
significado del concepto de orden público internacional". En esa misma tónica, la
República Dominicana, con la promulgación de la nueva Ley No. 544-14 sobre
Derecho Internacional Privado de la República Dominicana, de fecha 5 de
diciembre de 2014, G.O. No. 10787 (de ahora en adelante "Ley 544-14"), ha
adquirido un nuevo sistema de Derecho Internacional Privado, contentivo de
nuevas disposiciones sobre la excepción de orden público, orden público
internacional y "disposiciones imperativas", definidas y desarrolladas en materia
de determinación de la ley aplicable de la siguiente manera:

"Artículo 7. Definiciones. A los efectos de esta Ley se entiende por:


2) Orden Público Dominicano: Comprende las disposiciones o principios
imperativos no derogables por la voluntad de las partes;
3) Orden Público Internacional: Es el conjunto de principios que inspiran el
ordenamiento jurídico dominicano y que reflejan los valores de la sociedad en el
momento de ser apreciado;"
Artículo 66. Disposiciones imperativas. No obstante lo previsto en el Artículo 58,
en los contratos se aplica las disposiciones cuya observancia la República
Dominicana considera esencial para la salvaguardia de sus intereses públicos,
como su organización política, social o económica.
Artículo 86. Causales de no aplicación de ley extranjera. No se aplica la ley
extranjera si sus efectos son incompatibles con el orden público internacional.
Párrafo I. La incompatibilidad de la ley extranjera se aprecia teniendo en
cuenta la vinculación de la situación jurídica con el orden jurídico dominicano y la
gravedad del efecto que produciría la aplicación de la ley.
Párrafo II. Admitida la incompatibilidad de la ley extranjera, se aplicará la
ley señalada mediante otros criterios de conexión previstos para la misma norma
de conflicto y, si esto no es posible, se aplicará la ley dominicana.

Introduciéndonos brevemente en aspectos prácticos, vistos los artículos 7.3 y 86


anteriormente citados, en caso de que el aplicador de una ley extranjera (que ha
sido designada válida e inequívocamente por la norma de conflicto) pretenda
examinar si las disposiciones de tal legislación foránea contradicen el orden
público internacional, lo más adecuado sería razonar conforme a un método lógico
que contribuya con la seguridad jurídica y la mayor previsibilidad posible de la
solución del caso. Un juez apoderado de una causa civil sujeta al Derecho
Internacional Privado dominicano podría comenzar por, primero, determinar la
aplicación de la Ley 544-14 versus la aplicación del Código Bustamante u otro
instrumento internacional, y segundo, ubicar el supuesto de hecho dentro de una
materia y un sector específicos, y a partir de ese momento aplicar, en su debido
orden, las normas de lugar[16]. Por ejemplo, si se tratase de un contrato
internacional suscrito entre grandes empresas que desarrollan actividades
económicas en el territorio nacional, al haber implicaciones en el Derecho de
Competencias el aplicador deberá iniciar por valorar el artículo 50 y sus numerales
1 y 2 de la Constitución dominicana (ámbito de protección de Derechos
Fundamentales sobre libertad de empresa), para luego introducirse en el
contenido de la Ley General de Defensa de la Competencia No. 42-08, haciendo
uso de los precedentes jurisprudenciales y constitucionales (si los hubiere), al
igual que la consulta doctrinal que considere útil. Una vez realizado el análisis, el
juzgador podrá determinar si la ley extranjera, en toda su integridad, es
absolutamente incompatible con el ordenamiento jurídico dominicano, por tanto,
inaplicable; o, por otro lado, si la ley extranjera es aplicable parcialmente, en la
medida que al supuesto de hecho se le deban aplicar algunas disposiciones
imperativas vigentes en la materia, tal y como señala el artículo 66 de la Ley 544-
14. Siguiendo esta fórmula, se salvaguardaría el párrafo I del artículo 86 (por
cuanto la ley extranjera sólo se declara inaplicable cuando su incompatibilidad
produce efectos graves), y al mismo tiempo se estaría recurriendo a fuentes
juridificadas (por tanto, legítimas) de inspiración del ordenamiento jurídico
dominicano.

En casos de contratos de consumo celebrados entre consumidores y empresas,


en los cuales la norma de conflicto determine, por alguna razón, que la ley
aplicable es la de un tercer Estado, el aplicador/juzgador dominicano podría
realizar un razonamiento similar al anterior: valorar el artículo 53 de la Constitución
dominicana (ámbito de protección de Derechos Fundamentales de los
consumidores), luego ver lo dispuesto por la Ley General de Protección de los
Derechos del Consumidor o Usuario No. 358-05, junto con los precedentes
jurisprudenciales, constitucionales y doctrina de lugar. Entonces, podrá determinar
si la ley extranjera material de protección al consumidor es inaplicable por
incompatibilidad absoluta y grave con el orden público internacional, o si debe
simplemente aplicarse disposiciones imperativas específicas de la materia.

En ambos casos prácticos anteriores, se trata de materias con incidencia directa


en derechos constitucionalizados y normativa adjetiva que expresamente declara
su contenido como "de orden público" (las cuales no prevén reglas especiales de
orden público internacional por lo que resulta aplicable la Ley 544-14, siempre y
cuando no colida con lo dispuesto en convenios internacionales). No obstante, los
casos que pudieren surgir en la práctica pueden ser de mucho mayor complejidad
y con incidencia en materias cuya legislación omite aclarar en su articulado si se
trata o no de disposiciones de orden público. Los aplicadores de leyes extranjeras
deberán enfrentar la dificultad (al menos provisionalmente) de la inexistencia
prácticamente absoluta de profundización en el concepto de orden público
internacional por parte de la jurisprudencia dominicana, tanto sobre la definición
imprecisa y errática prevista en el Código Bustamante, como la nueva definición
reconocida por la Ley 544-14. En adición a esto, los aplicadores deberán
encontrar formas de diferenciar en la Ley 544-14 el "orden público dominicano"
(artículo 7.2) de las "disposiciones imperativas" aplicables en materia contractual
(artículo 66), individualizando sus respectivas consecuencias.

Finalmente, la doctrina propositiva jugará un papel protagónico al momento de


encontrar formas de interpretar y aplicar estas figuras jurídicas en el nuevo
Derecho Internacional Privado de República Dominicana. Algunos autores optan
por clasificar los criterios para identificar normas de orden público, por ejemplo, de
la manera siguiente: criterio formal (el orden público es expresamente establecido
por el legislador), criterio técnico (aproximación con otras leyes, como por ejemplo,
aquellas que imponen un alcance territorial) y criterio finalista (la ley se califica
como de orden público o no en función del fin que persigue y el interés que
representa). Desde otra óptica, algunos autores defienden una posible
"desnacionalización" del orden público internacional, en la medida en que gana
terreno la integración económica y de los Derechos Humanos, lo que impacta
automáticamente en la reducción de casos en que sea posible oponer la
excepción de orden público internacional para excluir la aplicación de la ley
extranjera. Los tribunales dominicanos se encontrarán muy pronto obligados a
someter las nuevas disposiciones legales a un escrutinio bibliográfico y un
detallado análisis pormenorizado, con la importante meta de dar los primeros
pasos de una larga trayectoria de evolución jurisprudencial, basada en cimientos
sólidos que garanticen la previsibilidad y la seguridad jurídica de las relaciones de
particulares sometidas a la nueva Ley 544-14.
La aplicación del derecho extranjero por los tribunales dominicanos

RESUMEN:

Se analiza la aplicación del derecho extranjero por los tribunales dominicanos, a la


luz de la nueva Ley de Derecho Internacional Privado (Ley 544-14).

PALABRAS CLAVES:

Ley de Derecho Internacional Privado, normas de conflicto, remisión, envío,


supuesto de hecho, punto de conexión, consecuencia jurídica, orden público
internacional, derecho extranjero, República Dominicana.

LA NORMA DE CONFLICTO Y SU ESTRUCTURA:

Conforme resulta del artículo 80 de la Ley 544-14 de Derecho Internacional


Privado (LDIPR), ante la concurrencia de una situación litigiosa de carácter
privado con claros indicios de extranjería, los tribunales nacionales están
compelidos, previa constatación de su competencia, a invocar de oficio las reglas
de conflicto previstas en el cuerpo mismo de esa legislación o en los tratados
internacionales suscritos por el Estado dominicano. El tono de la disertación es
preceptivo e impone una automática sumisión al texto de la ley sin que siquiera
sea necesario que alguna de las partes lo plantee mediante conclusiones de
audiencia.

La norma de conflicto es un instrumento referencial especialmente diseñado para


deslindar con exactitud la ley aplicable frente a una casuística judicial que
conjugue, al mismo tiempo, una pretensión de interés privado con uno o varios
factores de internacionalidad, sea en función de la nacionalidad, el domicilio o la
residencia habitual de alguna de las partes, del país en que haya tenido lugar el
hecho o el acto del que emane la controversia, del sitio en que se encuentre el
inmueble afectado, etc. Se trata, pues, de un precepto neutro que, en forma
indirecta, da respuesta al problema, no para solucionarlo sino para enviar a los
litigantes —y por supuesto al juez— a un ordenamiento en particular que podría
ser el del propio foro u otro extranjero. De ahí que se afirme que las denominadas
normas de conflicto son referentes abstractos que se limitan a radicar el pleito en
un concreto sistema jurídico, pero sin resolverlo, lo que implica una estructura que
despliega sus efectos en tres ejes esenciales, a saber: a) el supuesto de hecho; b)
el punto de conexión y c) la consecuencia jurídica.

El supuesto de hecho individualiza genéricamente la situación que pretende ser


regulada a través de la LDIPR: personalidad (artículos 29-39), relaciones de
familia (artículos 40-50), incapacidades (artículos 51-53), sucesiones y donaciones
(artículos 54-57), obligaciones contractuales (artículos 58-68), obligaciones
extracontractuales (artículos 69-75) o bienes (artículos 76-79).
Los puntos de conexión o criterios de atribución acaso sean el componente más
importante del trinomio. Desempeñan un rol de engarce o vinculación anticipada
entre una categoría jurídica y la específica legislación nacional o extranjera que
deba ser aplicable. Suelen clasificarse atendiendo a diferentes perspectivas:

• Puntos de conexión mutables (nacionalidad y domicilio por ejemplo) e inmutables


(lugar de suscripción del contrato o en donde se produjo el matrimonio);
• Fácticos (país de ocurrencia del accidente) y jurídicos (nacionalidad, domicilio); ▪
subjetivos (residencia, nacionalidad) y objetivos (emplazamiento del inmueble).

Asimismo, pueden incorporarse a la norma de conflicto individual o


combinadamente. Ejemplo de lo que sería un punto único de conexión lo hallamos
en el artículo 54 LDIPR que establece que la sucesión por causa de muerte se rige
por la ley del domicilio del causante al instante de su fallecimiento. Ejemplo de una
norma de conflicto multifocal nos lo ofrece el artículo 41 LDIPR sobre validez del
matrimonio: El matrimonio es válido, en cuando a la forma, si es considerado
como tal por la ley del lugar de celebración o por la ley nacional: o del domicilio de,
al menos, uno de los cónyuges al momento de la celebración.

O. si nos parece, el artículo 47 LDIPR:

Los cónyuges podrán convenir por escrito, antes o durante el matrimonio, en


designar la ley aplicable al divorcio y a la sepa-ración, judicial, siempre que sea
una de las siguientes leyes: 1) la ley del Estado en que los cónyuges tengan su
residencia habitual en el momento de la celebración del convenio; 2) la ley del
Esta-do del último lugar del domicilio conyugal, siempre que uno de ellos aún
resida allí en el momento en que se celebre el convenio; 3) la ley del Estado cuya
nacionalidad tenga uno de los cónyuges en e: momento en que se celebre el
convenio, o 4) la ley dominicana siempre que los tribunales dominicanos sean
competentes. Finalmente, la consecuencia jurídica atribuye a un determina-do
régimen, el nuestro o el de un tercer Estado o sistema, la resolución del fondo de
la controversia. Así, el artículo 54 LDIPR, citado más arriba, ordena al juez local
aplicar en materia de sucesiones la legislación civil dominicana si el causante, al
morir, estuviera domi-ciliado en el país, sin importar sri nacionalidad. Pero si el de
cujas feneciera en la República Dominicana siendo Haití, por ejemplo, el lugar de
su último domicilio, deberían los tribunales nacionales remitirse al derecho civil
haitiano. Hay, sin embargo, excepciones en las que el legislador dominicano
enfatiza un marcado interés en que su legislación, frente a una problemática
específica, sea la que rija en su territ. Es el caso del artículo 29 LDIPR de acuerdo
con el cual "el nacento y el fin de la personalidad jurídica se rigen por el derecho
dominicano".

DIMENSIÓN PRÁCTICA DE LA NORMA DE CONFLICTO Y LOS POSIBLES


ESCOLLOS A SU APLICACIÓN

No obstante el contenido del artícuio iw LDIPR y.la forma en que dice lo cue dice,
los expertos reflexionan sobre casos antológicos en los que apesar de haberse
identificado correctamente el derecho extranjero Mi-cable esa eventualidad podría
convertirse en un serio dolor de cabeza o en una empresa fallida.. Ocurre de este
modo cuando -ley foránea Hamada a dar respuesta al disen so sea incompatible
con el orden in:err.acional asumido por el Estado dominicano; si la cc-exastenzia
de •.-arios esquemas de regulación interactuando ert el país al que se-haga :a
remisión hace dudar sobre cuál deba elegirse si hubiera vacíos o "lagunas" en el
ordenamiento del envío con relación a la contestación planteada o alguna
dificultad para fijar con precisión la norma resolutiva en fun-ción de modificaciones
o derogaciones que se hayan suscitado en la legislación del Estado en el que
corresponda residenciar el asunto. Acerca del primer supuesto (esto es cuando la
ley requerida para fines de aplicación no sea conciliable con e: orden público inter-
nacional vigente en nuestro país), se trata de una auténtica excep-ción de
procedimiento que impediría —efecto negativo-- utilizar el derecho convocado por
la regla de conflicto y por ende obliga-ría —efecto positivo— a hacer uso del
derecho dominicano, siem-pre que otros puntos de conexión instituidos en e!
mismo canon no enviaran a otra parte. La situación aparece sancionada en el
artícu-lo 86 LDIPR, que valida la excepción de orden público internacio-nal y
manda a apreciarla tomando en cuenta la gravedad del efecto que produciría la
aplicación de la legislación foránea. La excepción de orden público internacional
es, valga la redun-dancia, de estricta excepcionalidad. El juez valorará en cada
caso la existencia de un verdadero e insalvable antagonismo de la norma
extranjera con nuestros valores institucionales esenciales, emplean-do como
parámetros modélicos la Constitución y las prácticas inter-nacionales. La segunda
dificultad también ha sido encarada por la nueva ley. En efecto, el artículo 87
LDIPR se hace eco de los ordenamien-tos jurídicos "plurilegislativos" e invita a que
si en el Estado desig-nado confluyen más de un régimen con competencia
territorial o personal, la ley aplicable se establezca en sujeción al derecho de ese
sistema.

Más grave sería todavía que la dificultad que pretenda zanjar-se no haya recibido
una concreta sanción en el país señalado y que laremisión, finalmente. degenere
en una trampa o en un sal-to al vacío. A 511-z de un remedio contemplado en la
LDIPR, todo apunta hacia:a Tuesta en ejecución, subsidiariamente, del derecho
dominicano. En último lugar, frente a la concurrencia de una modificación de :a ley
en el ordenamiento de envío y de que persista la duda sobre si acogerse a a
legislación anterior o a la actual —coyuntu-ra tampoco previna en la LDIPR— la
opinión más solvente sugiere atenerse a las reglas de derecho transitorio del país
concernido. En ausencia de la prueba del contenido de este último, prevalecerán
necesariamente las nuestra? Dado que el nuevo orden de cosas propicia, más allá
de la mera 'especulación que-en algún momento. el juez nacional se aboque • a
aplicar derecho extranjero, se debe tomar en consideración lo. siguient • Prithero,,
que los magistrados dominicanos "están obligados a aplicar laleynnranjera.tal
como lo harían los jueces del. Estado cuyo derecho resultare aplicable" (artículo
82 LDIPR). .Segundo„ que el envío de la norma conflictual no es a una
determinada ley o á un código, sino a todo el derecho sustantivo del Estado de. se
trate, lo que incluye la parte dispositiva de ese derecho y la de carácter público .°
imperativo (artículo 83 LDIPR). E! tema del -reenvío" es típicamente escabroso.
Bajo el rubro "Exclusión del reenvío", el artículo 85 LDIPR descarta su imple-
mentación, Ic que de entrada conduce a una rigurosa interdic-ción: "la ley
extranjera designada por la norma de conflicto es su ley material, con exclusión
del reenvío que sus normas de conflicto puedan hacer a otro derecho, incluido el
dominicano". En el porqué de la negativa subyace una clara finalidad de orden
práctico y de certeza jurídica. El legislador anticipa una respuesta ante la
posibilidad de que el derecho. aplicable —que, como se ha dicho, debe asumirse
íntegramente en República Dominicana—, igual que como lo harían sus jueces
naturales (artículo 82 LDIP), "reenvíe" a su vez a otro ordenamiento diferente.
Pero la prohibi-ción no solo se extiende al "reenvío de segundo grado" que pone
en escena a un tercer Estado como destinatario de la segunda remi-sión, sino que
abarca además el "reenvío de primer grado" o "de retorno", que es aquel en que
las reglas de conflicto vigentes en la legislación del envío devuelven la solución del
pleito al sistema legal de su lugar de origen. La supresión del reenvío es polémica
y para muchos conlleva una antinomia. Supone considerar —siguiendo, por lo
menos en parte, los modelos español, quebequense y ruso— que la remisión se
refiere a la ley material, con exclusión de las normas de conflicto del país a cuya
reglamentación sea delegado el desenlace del caso.

PAPEL ACTIVO DEL JUEZ DE CARA A LA APLICACIÓN DEL DERECHO


EXTRANJERO Está claro que por mandato de las partes en su contrato o por
disposición de la nueva LDIPR en sus normas de conflicto, el juez dominicano,
más temprano que tarde, afrontará el dilema cid desecho extranjero y lo tendrá
que interpretar y aplicar, remitiéndonos ésta realidad al ordenamiento jurídico de
un país distinto al mou-o o probablemente a sistemas transnacionales
especializados, tales como la /ex mercatoria o los principios UNIDROIT sobre
contratos comerciales internacionales. Aunque no estemos acostumbrados, la
flexibilidad y apertura en el tratamiento judicial de las confrontaciones privadas
internacionales es al parecer un imperativo de la modernidad y la globalización del
que ya no puede continuar sus-trayéndose el Estado dominicano. Ahora bien, el
discurso en voz imperativa del artículo 80 de la LDIPR, sobre todo cuando manda
al tribunal a aplicar "de oficio" las reglas de conflicto que allí se contemplan, haría
suponer un re'? más activo de ese juez en el rastreo de la norma extranjera a la
cue se haga el envío y en la determinación de.sus contenidos exact.c•s pero como
advierten Fernández Rozas y Sánchez. Lorenzo, .cabe igualmente pensar en la
Hipótesis, -no .descartable, de que "las par-tes no evidencien, o incluso octilten, el
elemento de extranjería que justifica la aplicación, de. la norma, de conflicto. Eh tal
circunstancia, el principio de congruencia de la sentencia, junto con el princi-pio...
dispositivo..: [impediría] al juez la facultad de indagar y esta-blecer dichos
elementos de hecho". i. Y es como si después de la exaltación provocada por la
disertación de la ley se nos viniera encima un balde de agua fría, pues el asura
novit curia y con él la presunción legal de que la autoridad judicial "conoce" todas
las leyes, se circunscribe, exclusivamente. a: derecho interno. No obstante
reconocerse una dispensa de prueba respecto dei contenido del derecho; ello•
soló es así a propósito del dereclió local, no tratándose del extranjero. Incumbe,
pues, a las partes, en especial a aquella que perciba una ventaja en ponerse a la
sombra del régimen foráneo identificado por la norma de conflicto, reunir el bagaje
probatorio pertinente y dejar sentados tanto el tenor como la vigencia del derecho
extranjero. En ausencia de prueba sobre este particular, dos probables caminos se
abren. El primero —bastante drástico— consistiría en 1, el rechazamiento puro y
simple de la demanda por falta de pruebas, pero como han indicado Fernández
Rozas y Sánchez Loren-zo esta salida comportaría un non tiquet que podría traer
aparejada X. una denegación de justicia. Es, por tanto, una solución peligrosa. El
<$.. segundo, indudablemente más ecuánime y legalista, propugna car, a manera
de cláusula subsidiaria, la ley nacional, que es también, dicho sea de paso, el
remedio alternativo que en última ins-tancia propone la LDIPR en su artículo 81. '
¿Cuál es entonces el papel del juez en sintonía con el artícu-lo 80 LDIPR?
¿Invocar oficiosamente la legislación extranjera a sabiendas de que es ella el
estatuto aplicable o aguardar a que sur-ja un planteamiento formal en la tribuna
interesada? Y ya pues-to el tema sobre la mesa... ¿adoptar un papel militante y
proacti-r. yo para informarse sobre el estado del derecho en el sistema al que
deba remitirse, o sentarse a esperar que las partes hagan su trabajo?

lb:1nd espirito de la IeR entendemos que lo que corresponde a Ilasasandad


judicial es e/apoderarse y si nadie alega la regla de ~roo y la inmin' erre aphcación
de la norma transnacional. dic-Eir mut sesliencia previa, oí vez reputada
preparatoria. previniendo a Iza panes ante esa eventualidad e invitándoles a hacer
los aportes narra dos en términos de prueba, útiles para mejor proveer. cum-plas b
anal, si no hubiera respuesta, se impondría zanjar el dife-~o de acuerdo ccr. las
leyes dominicanas, pues ni modo que la awaribel judicial abandone su despacho
en busca de lo que las panes han debido procurarle o que, peor aun, supla con su
conoci-~o personal, si lo tuviera, el derecho extranjero.

Aunque no estemos acostumbrados, la flexibilidad y apertura en el tratamiento


judicial de las confrontaciones privadas iritenacionales es al parecer un imperativo
de la modernidad y la globalización del que ya no puede continuar sustrayéndose
el Estado dominicano.

Es evidente que si las partes requieren algún tipo de asistencia o colaboración en


su afán por suministrar la prueba del derecho extranjero, el tribunal debe estar
presto a otorgarla. Sin descartar-la ponderación de obras académicas, artículos o
consultas privadas centradas por abogados y practicantes del país de envío, la
prueba por excelencia seguro provendrá de códigos y leyes avalados por
certificación consular. Es preciso aclarar, por último, que la aplicación del derecho
extranjero solo se refiere a la solución de fondo de la disputa, no al procedimiento
en sí mismo que es de riguroso orden público y no puede ser sustituido por otro
sin que con ello se afecten las reglas de soberanía política que matizan todo lo
relativo a la conducción de los procesos y la función jurisdiccional del Estado.
Identificación de los casos de derecho internacional privado

RESUMEN:

La reciente adopción de una ley especial de derecho internacional privado y la


poca práctica a nivel nacional en esta rama autónoma del derecho hacen
necesario que sepamos identificar las relaciones privadas internacionales que son
su objeto de regulación.

PALABRAS CLAVES:

Derecho internacional privado, relación privada internacional, relación privada


interna, elemento extranjero, Ley No. 544-14, República Dominicana.

INTRODUCCIÓN:

Una gran cantidad de relaciones internacionales entre particulares tienen lugar en


la República Dominicana o se vinculan al país; sin embargo, muchas de ellas son
tratadas como situaciones meramente internas o nacionales.

Lo anterior puede encontrar justificación en que, antes de la reciente adopción de


la primera ley de derecho internacional privado dominicana, en nuestro país había
una marcada ausencia de normas internas especiales, organizadas y coordinadas
que regularan los principales temas que conforman el contenido del derecho
internacional privado (en lo adelante DIPR), así como la poca participación del
país en foros internacionales de codificación y estudio del DIPR; además,
podemos agregar el desconocimiento de algunos juristas dominicanos de las
particularidades propias que presentan estos casos, las normas que los regulan y
su manejo apropiado.

La Ley núm. 544-14 de Derecho Internacional Privado de la República Dominicana


(en lo adelante LDIPR), sin lugar a dudas, fortalece e impulsa el sistema
dominicano de DIPR que, fuera del ámbito académico, por muchos años ha
permanecido rezagado, caracterizándose por una reducida normativa, doctrina y
jurisprudencia.

En este contexto, entendemos que en primer lugar resulta necesario saber


identificar correctamente los casos de DIPR regulados por esta nueva ley, lo que
constituye el objetivo del presente artículo.

LAS RELACIONES PRIVADAS INTERNACIONALES:

Hoy en día tienen lugar una trama de relaciones sociales, jurídicas, económicas y
culturales entre particulares que superan las fronteras de un determinado país y
ponen en contacto a varios Estados. De esta manera, una relación jurídica puede
estar conectada a varios órganos jurisdiccionales y regulados por ordenamientos
jurídicos de diferentes países, cada uno con sus propias respuestas.
El DIPR es un sistema jurídico autónomo, con sus propios métodos de
reglamentación y categorías normativas, que regula unos conflictos específicos:
los surgidos en esas relaciones de derecho privado que ponen en contacto a
distintos Estados, lo que le da elemento internacional, ya sea por los sujetos que
intervienen, el objeto de que trate o por la forma como se originan.

El artículo 1 de la LDIPR dispone que su objeto es "regular las relaciones privadas


internacionales de carácter civil y comercial en la República Dominicana". En
efecto, el objeto de estudio del DIPR es la relación privada internacional,
denominada también "relaciones de tráfico externo o situaciones privadas inter-
nacionales", "relaciones jurídicas internacionales entre personas privadas" o "caso
iusprivatista internacional". Para una correcta identificación de un caso propio de
DIPR deben encontrarse las siguientes características: a) una relación jurídica de
derecho privado, b) entre particulares. y c) con presencia de uno o varios
elementos extranjeros o inter-nacionales.

RELACIÓN JURÍDICO-PRIVADA Como su nombre lo indica, se trata de


relaciones o situaciones de derecho privado. Como bien señalan los especialistas
Fernández Rozas y Sánchez Lorenzo, el DIPR:

Se circunscribe a las relaciones jurídico-privadas en el sentido más elemental, a


saber, las relaciones jurídicas entre sujetos de Derecho privado, caracterizadas
por un ele-mento internacional. En ese sentido, el Derecho internacional privado
se suma al Derecho mercantil, al Derecho civil y al Derecho laboral para conformar
una noción más amplia de 'Derecho privado', de valor estrictamente académico,
sin perjuicio de la necesaria unidad del ordenamiento jurídico. No obstante,
algunos autores dan a este derecho una connota-clon más amplia, incluyendo en
él temas como la extradición, delitos. impuestos, quiebra, entre otros, sin limitarse
a una distinción clásica restringida entre derecho público y privado. Muestra de
esta postura más amplia la constituye el Código de Derecho Internacio-nal Privado
(Código Bustamante). En todo caso, la LDIPR define claramente en su artículo 1
que su objeto es regular las relaciones privadas internacionales de carácter civil y
comercial en la República Dominicana, dejan-do expresamente excluidas en su
artículo 2 las materias adminis-trativas, el arbitraje comercial y la quiebra, así
como otros procedi-mientos análogos.

Por ello abarca de forma general los temas de la persona, rela-ciones de familia,
protección de incapaces y obligaciones, sucesio-nes y donaciones; sobre los
bienes, obligaciones contractuales y extracontractuales. Si bien solo especifica el
carácter civil y comercial, entendemos que también regula las relaciones de
carácter laboral, dado que en sus artículos 16 y 62 trata sobre la competencia
judicial internacio-nal de los tribunales dominicanos para conocer de demandas
con-tra empleadores y el derecho aplicable a los contratos de trabajo,
respectivamen te.
RELACIÓN ENTRE PARTICULARES Como ha 5:do mencionado, se trata de
relaciones jurídico-pri-vadas entre sujetos de derecho privado, no solo entre
particulares (personas físicas o jurídicas) sino también entre estos y el Estado
cuando actúa como un particular.. Resulta importante aclarar que el carácter
privado de una rela-ción es independiente de la naturaleza de sus sujetos. Así,
una. per-sona de derecho público puede reali72r actos privados, sobre la base de
la doctrina que distingue los actos de gestión, (iure gestiones) de los actos de
soberanía 'erre rffrperii Como señala el profesor Ortega Ginténez:
La calificación de una situación internacional corno 'privada o 'pública' no deper.de
de b naturaleza de los sujetos que la con-figuran sino de la posición jurídica que
éstos ocupan en la rela-ción: por tanto, nos referirnos a relaciones jurídicas en las
que el sujeto es o una 'persona de Derecho privado' o una 'perso-na de Derecho
público que actúa con carácter privado' -esto es, que está actuando iure gestianis,
y no cuando esa persona actúa ejercitando su poder de autoridad, esto es, cuando
está actuan-do iure

La LDIPR regula en sus artículos 26 a 28 las inmunidades de juris-dicción y


ejecución como límite de la jurisdicción dominicana para conocer de casos de
DIPR donde sean parte un Estado extranjero y sus órganos, los agentes
diplomáticos acreditados en la República Dominicana, así como los organismos
internacionales y sus agentes. El párrafo del artículo 26 dispone: "Los tribunales
dominicanos aplicarán con carácter restrictivo el ámbito de la inmunidad esta-
blecida en este artículo, limitándola a los actos que impliquen el ejercicio del poder
público (actos iure imperiz)", adoptando la pos-tura de la inmunidad relativa que
distingue entre actos iure inzpern e iure gestinis. En ese sentido, los tribunales
dominicanos podrían declararse competentes para conocer de una demanda en la
que un Estado extranjero y sus órganos sean parte cuando hayan actua-do como
un particular. Respecto a la posibilidad de que el Estado dominicano y sus
órganos puedan actuar como entes privados, en la República Domi-nicana no
existe una norma legal que regule los contratos priva-dos realizados por el Estado,
es decir, aquellos casos donde el Esta-do es parte de una relación jurídica con
carácter privado y actúa
como un particular más, lo que sucede en otros países como Espa-ña y Francia.
La Ley núm. 340-06 sobre Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras
I Concesiones regula la contratación pública del Estado. s:n hacer referencia o
distinción a los contratos privados de la Administ-ación. En el estado actual de
nuestra normativa, salvo los casos en los que la ley establezca ex;o7csamente la
realización de un contrato administrativo, en pt> i^is :a Administración podría
justificar la realización de un criado. En el supuesto de que el Estado dominicano
actúe como particular, si se trata de una relación priva-da con elemento
internac:Iwal constituirá un caso de DIPR.
ELEMENTO INTERNACIONAL COMO CARACTERÍSTICA DISTINTIVA El
eleme:-.- tx:ranjero o internacional se convierteen la -carac-terística a de la
relación privada internacional,.que la dife-rencia de las relaciones privadas
internas cuyos efectos se agotan dentro de las fronteras de un único Estado. •
Para ilustrar /a diferencia entre situaciones privadas internas e internacionales,
señalamos a continuación tres ejemplos: • El divorcio de una pareja de
dominicanos —domiciliados eri la República Dominicana y que contrajeron
matrimonio en el país hace unos años— es un caso absolutamente interno o
nacio-- nal, el cual encuentra respuesta para todos los aspectos que se pudieran
plantear en el derecho interno dominicano. Sería dis-tinto si la pareja de
dominicanos hubiese contraído matrimonio en España y luego de establecer
domicilio en Estados Unidos, donde forman su patrimonio, decidan divorciarse en
ese últi-mo país. Esta es una relación privada, pero con elementos inter-
nacionales como son el lugar de celebración del matrimonio, la nacionalidad y el
domicilio de las partes, elementos que vincu-lan un caso con ordenamientos
jurídicos de distintos países. • El daño ocasionado por una empresa privada
dominicana a un dominicano domiciliado en el país, al colocar cerca de su finca
unos desechos que afectaron el ganado, constituye un caso inter-no. En cambio,
sería un caso de DIPR el daño ocasionado por una empresa canadiense instalada
en Haití cerca de la frontera cuyos desechos ocasionen daños al ganado de un
dominicano en la República Dominicana. • Por último, la compra que realiza un
dominicano domiciliado en Santiago a otro dominicano domiciliado en Santo
Domingo de artículos de piel confeccionados y entregados en el país es un asunto
de derecho interno, salvo que las partes hayan acordado algo diferente, al no
presentar elemento internacional alguno; el tribunal competente será el nacional y
la ley aplicable será la dominicana. Es distinto si el comprador dominicano viaja a
una feria en Pana-má y contrata allí con un costarricense domiciliado en Costa
Rica la compra de artículos de piel confeccionados en Brasil y entregados en la
República Dominicana por el vendedor. En este último caso, de surgir un conflicto
jurídico:

• ¿Es competente el tribunal de República Dominicana o de Cal ta Rica por ser


donde tiene el domicilio una de las partes, o d de Panamá por ser el lugar donde
se realizó el contrato? • Si el tribunal dominicano tiene competencia, ¿aplicará al
fondo la ley dominicana o una extranjera —panameña o costarricen-se— para
resolver la controversia? • En caso de conocer un tribunal costarricense y dictar
una sen-tencia, ¿cómo reconocer y ejecutar la decisión de ese tribunal extranjero
en la República Dominicana, cbge tiene el deman-dado sus bienes?
El elemento extranjero plantea entonces unos problemas que no se dan en una
relación interna, consistentes en determinar d tribunal competente para conocer el
fondo del asunto, la lev que , aplicará el tribunal para dar solución al litigio y,
finalmente, el pro: cedimiento para reconocer y ejecutar un acto o decisión
extranjera. Para ciertos autores el elemento extranjero. debe ser relevante, capaz
de generar una discontinuidad jurídica al presentar los pro-blemas antes.
señalados.. Si un dominicano domiciliado en Santia-go compra un bien a un
alemán domiciliado en Santo Domingo --donde tiene su negocio y patrimoni, a
través.de un contra-. to de compraventa celebrado y ejecutado en la República
Domini-cana, en caso de incumplimiento del comprador, la nacionalidad del
vendedor —elemento extranjero— no presentaría una discon-tinuidad. Sin
embargo, Fernández Rozas y Sánchez Lorenzo señalan que:
En principio, todas las situaciones privadas que incluyen un ele-mento extranjero
constituyen el objeto del Derecho internacio-nal privado, cualquiera que sea su
relevancia. Cosa distinta es que el elemento extranjero presente una mínima
importancia y no sea tenido en cuenta para variar las respuestas legales previstas
para supuestos internos_
Podría decirse que lo anterior es la postura adoptada en la nor-mativa dominicana,
pues el borrador consolidado de la LDIPR en su artículo 6.3 sobre el alcance
general de la jurisdicción señala-ba: "[...1 Se entenderá por litigio internacional
aquel que tenga un elemento de extranjería jurídicamente relevante [...1"
(subrayado nuestro); sin embargo, la segunda oración fue eliminada y no apa-rece
en el artículo 10 de la LDIPR Finalmente, las preguntas a que da lugar el elemento
internacio-nal reflejan el mayor grado de inseguridad jurídica que presentan las
relaciones privadas internacionales. La función del derecho internacional privado
es proporcionar las respuestas justas y adecuadas para así 'asegurar la
estabilidad o dar el máximo grado posible de certeza a las relaciones entre par-
ticulares".
Del chauvinismo jurisdiccional a los estándares internacionales

Los conflictos de foros de competencia en el marco de la recién promulgada


Ley de Derecho Internacional Privado de la República Dominicana

RESUMEN:

Se estudia el alcance de la competencia de los tribunales nacionales a propósito


de conflictos con elementos de extranjería, luego de la entrada en vigencia de la
Ley 544-14 sobre Derecho Internacional Privado.

PALABRAS CLAVES:

Competencia, competencia territorial, competencia de atribución, domicilio,


elección de foro, jurisdicción, residencia, derecho internacional privado (DIPR),
República Dominicana.

PREÁMBULO:

Una de las materias más fascinantes al estudiar el derecho procesal, sea cual sea
el régimen jurídico del cual se trate, es el tema de la competencia judicial. Es, por
orden lógico, la primera pregunta que despierta el interés del jurista que se
enfrenta con la necesidad de una resolución de disputa: ¿ante quién y dónde debe
ventilarse el litigio?

Competencia, en esta precisa acepción, es entonces la facultad de un foro —ya se


trate de una corte, tribunal judicial o arbitral — para conocer y resolver diferencias
específicas. En otros términos, es el ejercicio de la función jurisdiccional del
Estado incluida entre las atribuciones de un determinado tribunal o el conjunto de
facultades y responsabilidades asignadas a cada órgano o entidad pública para el
cumplimiento de sus atribuciones.

Para el presente análisis siempre que hablemos de competencia habrá de


entenderse que nos referimos a la judicial, ya que la Ley de Derecho Internacional
Privado núm. 544-14 (LDIPR), excluye el arbitraje de sus disposiciones, que
deberán obedecer lo dispuesto en la Ley 489-09 sobre Arbitraje Comercial.

Para la determinación de la competencia, se han de tomar en cuenta dos criterios.


Esta gran división general era conocida como la competencia en razón de la
materia —rationae materiae— y la competencia personal en razón del territorio
—rationae vel loci—. Hoy en día la terminología más utilizada identifica estas dos
categorías como la competencia de atribución, es decir, la facultad de un tribunal
para conocer de una materia específica en razón del caso con exclusión de todos
los demás tribunales y la competencia territorial, es decir en razón del lugar dentro
del cual pueda suscitarse un conflicto.
Las reglas de la competencia de atribución nos indican cuál es la naturaleza de la
jurisdicción y se determina por las reglas de la organización judicial y por
disposiciones particulares. Ya determinado lo anterior, se corresponde reconocer
el tribunal competente en atención a la ubicación territorial donde deba conocerse
la demanda.

¿Qué ocurre cuando en el escenario de la disputa entre partes privadas o de


carácter comercial figura un elemento de extranjería, es decir, cuando el pleito que
se intenta resolver involucra una parte extranjera, un inmueble no situado en la
República Dominicana, una sucesión abierta en un país distinto del nuestro, en fin,
un componente que no es local? Justamente, esa es la definición para que
intervenga la rama del derecho que se conoce como derecho internacional
privado, sobre la cual la República Dominicana ha estrenado recientemente su
primera disposición legal.

En derecho internacional privado, cuando se trata de determinar la ley aplicable a


un conflicto de leyes, tanto la doctrina como la jurisprudencia hacen referencia,
corrientemente, a la ley competente, a la competencia legislativa. Pues bien, tan
importante como ellos son los conflictos de competencia judicial que nos indicarán
ante cuál foro debe dirimirse el diferendo y, en caso de multiplicidad, cómo puede
guiarse cada Estado para evitar duplicidad o contradicción de decisiones.

Esta no ha sido la escuela dominicana por mucho tiempo. Nuestro régimen, en la


norma y en la aplicación práctica, ha seguido más bien el camino de las
competencias exorbitantes, es decir, aquellas que no tienen un criterio objetivo
que las tipifique, sino que simplemente favorecen dar facultad a la jurisdicción del
propio Estado para resolver todos los litigios que involucren a sus nacionales o se
susciten en su territorio.

Así, era usual en tiempos más felices por indocumentados que en el estudio de un
expediente judicial primara la total ausencia de argumentos basados en las
normas de derecho internacional privado, aun cuando los elementos de extranjería
fuesen obvios y abundantes. Las partes no los invocaban y, desde luego, los
jueces no los imponían de oficio, aunque correspondiese, salvo en ocasiones muy
contadas.

Era esa una distorsión no exclusiva de nuestro país. Hemos sido uno de los más
tardíos en corregirla. Sin embargo, la creciente internacionalización nos ha
obligado a dejar atrás nuestro chauvinismo jurisdiccional, que solo conocía hasta
ahora la limitada excepción del Código de Bustamante, con las estrictas reservas
que hizo la República Dominicana a este intento de compartir jurisdicción de una
manera más lógica, tomando en consideración la existencia de Estados
extranjeros que ejercen igualmente sus propias facultades.

Dicho de otra manera, las normas sobre la competencia internacional que ahora
hemos incluido en una moderna Ley de Derecho Internacional Privado regulan
nuestro sistema jurisdiccional, estableciendo exclusividades o reconociendo las
extranjeras, ya sea en ejecución de obligaciones internacionales, bien en
consideración a su propio interés, por respeto a conflictos extraños a la vida social
del Estado, o sobre la base de criterios objetivos que vienen dados en función de
características ahora identificables.

RÉGIMEN DE DERECHO COMÚN DE LA COMPETENCIA INTERNACIONAL La.


República Dominicana ha mantenido durante siglos un régimen de competencia
de derecho internacional privado, en atención a las disposiciones establecidas de
manera dispersa en dife-rentes textos le es. entre las que resaltan aquellas
disposiciones establecidas it.ezia_."7.^.,er.te en el Código de Procedimiento Civil,
así comoesidCóc zc C vil. Para ilustrar nuestra inclinación por la
elambiallailLponatisenos citar los textos siguientes: •

Código Gala -
Arracnio lt emosijam. 4...gre os maála en b República, podrá ser coa sai_is
Whildes die ella. ~la ejecución deba olsk—az,mos~ss alea la ~Eta y con un
dominicancn podráserIlemialassolomalesen lo q -e se refie-re a las obrtpcioties
~mas psi examsjero respecto de do m inícanes.
Artículo 1:7: Cr, dwaisicaso poiliserciodomee un mbunal de la Repúb:ica, porra de
olágscitmes para mismo contraídas en país extranjero !. a_ko Coa ~jeme.

Otras disposiciones importantes, consenidas principalmente en el Código de


Procedimiento Civil, son las r-gl-jentes.
• Materia personal/territorial
Artículo 59: En materia personal, el demandado será emplaza-do para ante el
tribunal de su domicilio: s00 DAriefe domici-lio, para ante el tribunal de su
residencies hubiere muchos demandados, para ante el tribunal del domicilio de
uno de ellos, a opción del demandante f .]
• Materia sucesoral (Código de Procedimiento Civil)
Artículo 59: [...] ante el tribunal en donde se haya abierto ésta [la sucesión], en los
casos siguientes: lo. en las demandas entre herederos, hasta la divisoria inclusive;
2o. en las demandas intentadas por los acreedores del difunto antes de la
divisoria; y 3o. en las relativas a la ejecución de las disposiciones testamenta-rias,
hasta la sentencia definitiva. [...)

• Materia real (Código de Procedimiento Civil)


Artículo 59: E...] ante el tribunal donde radique el objeto liti-gioso.
• Materia mixta (Código de Procedimiento Civil)
Arr:: 59: [...I ante el tribunal donde radique el objeto liti-gioso. o para ante el del
domicilio del demandado.
• Materia de sociedad 'Código de Procedimiento Civil)
Articulo 59 [___I ame el tribunal del lugar en que se halle esta-blecída.

Materia de quiebra_(Código de Procedimiento Civil)


• At-tículo 59t [__-] ante el tribuna: de! domicilio del quebrado.
Materia de garantía (Código de Procedimiento Civil)
Artícuk) 541 [.-.1 el tribunal ante el cual se halle pendiente la

Las disposiciones anteriores constituyen nuestro derecho común en materia de


competencia y la concepción clásica que hasta la fecha ha sido d referente
general para la 'determinación de la competerla de atribución y territorial en cada
una de las materias editadas

CÓDIGO DE BUSTAMANTE Y SUS DISPOSICIONES SOBRE COMPETENCIA


EN EL ÁMBITO DEL DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO

Como explicrarnc• de los tribunales ordinarios no es automática en la resolución


de todas las disputas privadas internacionales. Existen regias de competencia
judicial internacio-nal que determinan y delimitan tales situaciones cuando en ellas
está presente un elemento de extranjería. El denominadc Código de Bustamante o
Convención de Dere-cho Internacional Privado es un instrumento internacional
intro-ducido al ordenamiento legal dominicano a través de la Resolu-ción núm.
1055 del Congreso Nacional de fecha 27 de noviembre del año 1928. La
República Dominicana realizó importantes reservas al momento de su suscripción,
privando de efectividad muchas de sus disposiciones con la finalidad, justamente,
de pre-servar competencias exorbitantes. La principal de ellas fue la de preservar
la nacionalidad como el criterio determinante para todos los asuntos relativos al
estado y la capacidad de las personas. De igual manera se estableció un principio
atributivo de jurisdic-ción para los tribunales nacionales, respecto de toda persona
físi-ca o moral que ejerciese actos de la vida jurídica en la Repúbli-ca Dominicana.
Disposiciones relevantes del Código fueron en su momento:
• En materia civil y mercantil El artículo 318, que en primer término establece
como compe-tente para conocer de los pleitos a que dé origen el ejercicio de las
acciones civiles y rr terUniaeS de toda clase, el juez a quien los rai-g-an tes se
sonatas ~aló ~mente, siempre que uno de ellos por lo ramas ara marriatd id Eardo
contratante a que el juei pertej n caca o bagnasi risa thimicrboy salvo el derecho
local contrario. Gaaia�íl ciñe presenta una excepción y es la referente a que siga
~ha no será posible para las acciones reales o mixtas ad!ilala3isaarebles, si la
prohibe la ley de su situación.. Ea ese mismo orden de ideas, los artículos 319 y
320 del men-eas:Ido Código expresamente establecen lo siguiente:
Artículo 319. La sumisión sólo podrá hacerse a juez que ejerza jurisdicción
ordinaria y que la tenga para conocer de igual clase de negocios y en el mismo
grado. Artículo 320. En ningún caso podrán las partes someterse expre-sa o
tácitamente para un recurso a juez o tribunal diferente de aquel á quien esté
subordinado, según las leyes locales, el que haya conocido en primera instancia.
Conforme el contenido. del artículo 323, con excepción de los casos de sumisión
expresa o tácita, tal y como han sido ya indica-das, y salvo el derecho local
contrario, será competente para el ejer-cicio de acciones personales el juez el del
lugar del cumplimiento de la obligación, o el del domicilio de los demandados y
subsidiaria-mente el de su residencia. En lo que respecta a la competencia en
material de acciones correspondientes a derechos reales sobre bienes muebles,
será competente el juez de la situación, y, si no fuere conocida la situación del
demandante, resultará competente el juez del domicilio, y en su defecto el de la
residencia del demandado (artículo 324). En el caso de acciones reales sobre
bienes inmuebles y específicamente para el caso de acciones de deslinde y
division de la comunidad, la com-petencia reacaerá sobre el juez de la situación de
los bienes (artículo 325). Si en los casos anteriores, se presentase la situación de
bienes situados en más de un Estado, se podrá acudir ante el juez de cual-quiera
de ellos, salvo que para los inmuebles lo prohíba la ley de la situación (artículo
326). Específicamente para los casos correspondientes a sucesiones
testamentaria o ab intestato será competente el juez del lugar en que tuvo el
finado su último domicilio, tal y como lo establece el artícu-lo 327. Para los casos
de concurso de acreedores y en las quiebras. siempre y cuando la presentación
del deudo correspondiente fue-re voluntaria, será competente el juez de su
domicilio. Mientras que en los concursos o quiebras promovidos no
voluntariamente por el deduor, sino por sus acreedores, será competente el juez
de cual-quiera de los lugares donde se esté conociendo la reclamación,
prefiriéndo-se el del domicilio del deudor, en caso de que así lo reclame este o la
mayoría de los acreedores (artículos 328-329). Para finalizar con la clasificación
dentro de la material civil y mercantil, consideraremos el contenido textual de los
artículos 330 y 331, al hacerse referencia a la competencia en los siguientes casos
específicos:
Anicrila 330. Para los actos de jurisdicción voluntaria y salvo tam-bibe el caso de
sumisión y el derecho local, será competente el jara del ar en que tenga ó haya
tenido su .domicilio, o en su defecas, la residencia, la persona que los motive.
Artímolo 331. Respecto de los actos de jurisdicción voluntaria as materia de
comercio y fuera del caso de sumisión y salvo el &seda, local, será competente el
juez del lugar en que la obli-guiáiki d,ba cumplirse o, en su defecto, el del lug-Wel
hecho que los origine.
Las jimces y tribunales serán incompetentes, a la luz del instru-irle/UD
internacional analitado:
• •-.1 para conocer de los asuntos civiles o mercantiles en que sean parte
demandada los demás .Estados contratantes o sus jeies, si se ejercita una acción
personal, salvo el caso de sumi-sión expresa o de demandas reconvencionales"
(artículo 333): • 1_1 c-..ianclo se ejerciten acciones reales, si el Estado contra-
mate o su Jefe han actuado en el asunto como tales y en su carácter público"
(artículo 334) [...] • Sta d Estado extranjero contratante o su jefe han actuado como
parcial:ares o personas privadas, serán competentes los jueces o tules para
conocer de los asuntos en que se ejerciten accio-nes reales o mixtas, si esta
competencia les corresponde confor-ase a este Código" (artículo 335). Al tenor del
artículo 336, esta regla también será aplicable a los juicios universales sea cual
fuere el carácter con que en ellos actúe el Estado extranjero contratante o su jefe.

• Competencia en material penal Tal y como lo establece el reconocido principio
de territoriali-dad, el artículo 340 del Código Bustamante indica que, para cono-cer
de los delitos y faltas y juzgarlos son competentes los jueces y iribsanaks del
Estado contratante en que se hayan cometido. Lo anterior-mente planteado es la
regla general, razón por la cual a continua-ciór. tamos la excepción indicada para
esta material en el artícu-lo 343:
No están sujetos en lo penal a la competencia de los jueces y tri-bunales de los
Estados contratantes, las personas y los delitos y faltas a que no alcanza la ley
penal del respectivo Estado.
Dentro de esta misma materia penal, el Código trata en un apar-tado especial todo
lo concerniente a la extradición, sus condicio-nes, requisitos y exclusiones en sus
artículos del 344381.
• Exhortos y comisiones rogatorias En este apartado resaltamos los aspectos que
específicamente conciernen a la competencia, que son expresamente los artícu-
los 389 y 390. Estas disposiciones indican que al juez exhortante corresponde
decidir respecto a su competencia, sin perjuicio de la jurisdicción del juez
exhortado, mientras que este ultimo debe-rá resolver sobre su propia competencia
en razón de la materia para el caso específico que se le encomiende. El último de
los apartados sobre la competencia dentro de este capítulo es el concerniente a
las excepciones que tienen carácter internacional, que van desde cl artículo 394 al
397. Al efecto, se establece que podrá alegarse en materia civil la litis-pendencia
por litigo en otro Estado, cuando en uno de los Esta-dos involucrados haya de
producirse los efectos de la cosa juzga-da. Específicamente. para los asuntos
penales no podrá alegarse la excepción de Illispendencia por causa pendiente en
otro Esta-do concatan:e

LEY NO. 544-•.2. DE DERECHO INTERNACIONAL - PRIVADO DE LA


REPÚBLICA DOMINICANA: LA ALINEACION DE NUESTRAS REGLAS DE
COMPETENCIA CON EL MARCO JURÍDICO INTERNACIONAL PRIVADO Con la
árcsnulgacic. - LINIPIL la ~Urca Dominicana se otorga un cuerpo bonsageseo de
ararmas para regir los conflic-tos de competencia, acogiéndose a ara mesurada
actualización de su arcaico y disperso simula. - - Si tuviésemos que hacer urea
van dimisión de la regulación que en materia de competencia latas apana ene
nueve instrumento,
hay que decir que se preocupa por determinar en cuáles casos, frente a un
elemento de extranjería, las partes pueden escoger 'el foro que regirá cualquier
eventual disputa entre ellas, en cuá-les casos la competencia de los tribunales
dominicanos es exclu-siva e indiscutible, en cuáles casos los tribunales
dominicanos no pueden bajo ningún concepto ser competentes y en cuáles casos
— existiendo w competencia que es reconocida en dos juris-dicciones distintas—
los tribunales dominicanos podrán usar los lineamienewntenidos en la ley para
decidir si declinan su com-petencia o la retienen. Iniciemos reiterando que la
LDIPR expresamente establece el alcance general de la jurisdicción dominicana,
disponiendo que los tribunales dominicanos serán competentes, de manera
general, para conocer de los juicios que se susciten en el territo-rio dominicano —
ya sea entre extranjeros o entre dominicanos y; • extranjeros—, oaargándosele a
estos últimos un trato nacional en lo concerniente al acceso a la-justicia y á la
tutela judicial efecti-va. Lcs tribunales de la República apfeciarán su competencia
de conformidad, tanto con Lis normas vigentes comacon.las circuns: tancias
concurrentes al momento de presentación de la reclama-ción correspondiente.
Para mayor claridad de esta exposición,- incluimos esta clasi-ficación respecto a
materias específicas contenidas en la ley, que responden a la categoritación que
mencionamos anteriormente:

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