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José Matos Mar. Perú: Estado desbordado y sociedad nacional emergente. Lima: URP, 2012.

Introducción

El drama histórico del Perú fue no haber podido constituir una sociedad nacional. Hecho
evidenciado desde sus inicios cuando, tras pocos siglos de dominación, el Tahuantinsuyu o Estado
Inca empezó a ser traicionado por los grupos étnicos regionales desde el primer día de la llegada
de Francisco Pizarro. Al régimen colonial tampoco le interesó forjar una sociedad nacional porque,
precisamente, la base de su poder fue la desintegración étnica de las poblaciones conquistadas.
Durante la República, en cambio, ni el mercantilismo oligárquico ni el capitalismo dependiente,
lograron construir un sistema social y político incluyente y, por el contrario, consagraron la
fractura entre Estado y nación.

Pero esta contradicción estructural, lejos de constituir un panorama estático, engendró un


indetenible juego de fuerzas sociales que he graficado bajo la figura del desborde popular, cuando
ante la incapacidad del Estado para resolver las demandas sociales y políticas de la población, a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX, acabaron rebasándolo y corralándolo.

Este dinámico proceso de cambios, al iniciarse el siglo XXI se ha acelerado y acentuado. El


propósito de este libro es bosquejarlo y analizarlo proponiendo que la otra cara del desborde del
Estado, que ya se ha convertido en permanente, es el surgimiento por vez primera en el proceso
histórico peruano de una emergente sociedad nacional. Sociedad de rostro plural, urbano,
migrante, provinciano, policlasista, emprendedor, multilingüe, multiétnico, que se autoidentifica
como peruana y que ha sido posible solamente por la presencia masiva del Perú discriminado y
olvidado en el mundo urbano.

Fenómeno que es posible percibir a lo largo de las últimas siete décadas, periodo al que llamo la
historia corta del Perú, y el que resulta fundamental analizar para conocer su proceso y el
derrotero futuro de la sociedad peruana.

Un proceso original

A partir de la década de 1940, especialmente después del fin de la Segunda Guerra Mundial, los
países de América Latina y el Caribe, al igual que los otros en desarrollo, fueron afectados por el
acelerado cambio que ocurría en el planeta: fin del predominante mundo rural y expansión del
mundo urbano como la mejor manera de vivir en la Tierra. Este proceso de urbanización dio origen
a una acelerada modernización en todas las sociedades nacionales en consonancia con sus
características geográficas, evolución histórica y crecimiento poblacional.

Hasta ese momento, el Perú era un país escindido entre la longitudinal y pequeña zona costeña y
las dos macrorregiones andina y amazónica. La costa, desde 1535, era la zona moderna y
desarrollada. Sierra y Amazonía eran el Otro Perú. Dos conjuntos contrastados desde el siglo XVI1

1
División colonial que, desde su origen, fue expresivamente llamada “república de españoles” y “república de indios” y
que tramó todos los aspectos de la vida social y cultural que hasta hoy es visible en las barrocas y fastuosas “iglesias de
españoles” recubiertas de pan de oro y las más modestas “iglesias de indios”, como las del valle del colca, en piedra,
sillar o barro tanto o más hermosas que las primeras.

1
por la gran diferencia física, social, cultural, económica y política existente entre ambos,
fundamentalmente debido a ser colonia española durante tres siglos y al excesivo centralismo
limeño, el Perú era Lima y el resto del espacio físico peruano la provincia.

En Lima, sede del poder, y en las principales ciudades de la costa, la zona más evolucionada y
participativa de la República peruana, funcionaba una limitada sociedad nacional, tradicional y
criolla, heredera y continuadora de una etapa colonial española de tres siglos que le dejó una
impronta urbana de la cual no se desligó con la República. Mientras la mayoría de la población
integraba el Otro Perú, la provincia de serranos, selváticos y costeños, habitantes de un mundo
rural preponderante pobre y precario, mayoritariamente indígena, y que no participaba en el
quehacer nacional, ni eran ciudadanos peruanos.

Esta brecha se mantuvo por cuatro siglos y no pudo ser restañada por el proceso de desarrollo
capitalista iniciado entre fines del siglo XIX e inicios del XX. Tanto así que, legítimamente, podía
hablarse de una modernización económica superpuesta a una sociedad tradicional, situación que
el historiador Jorge Basadre resumió magistralmente bajo el concepto de República aristocrática.

Ese orden tradicional proveyó progreso pero no democracia, pues tuvo que sostenerse con
dictaduras militares que construyeron un Estado oligárquico caracterizado por la exclusión y
sumisión del Otro Perú.2

La brecha histórica entre los dos Perú únicamente pudo empezar a ser abatida a partir de la
década de 1940 cuando ese Otro Perú , la mayor población provinciana discriminada y pobre, en
una coyuntura favorable estimulada, sobre todo, por el proceso de urbanización en el mundo,
empujó a los pobladores, serranos preponderantemente, rurales y habitantes de comunidades
indígenas, aldeas, pequeños pueblos y ciudades medias tradicionales, a migrar a las principales
ciudades costeñas porque vivir en ellas era la gran solución para abatir su precariedad y pobreza y
lograr modernización y bienestar, participación y ciudadanía.

Es así como la masiva y creciente población migrante dio fin al predominio del mundo rural, y
alteró el rostro de las ciudades en las cuales el Perú Oficial, representante del poder nacional,
tradicional y criollo, mantenía la ilusión de ser depositario de la identidad y ser actor de una
reducida sociedad elitista, tradicional y criolla, cuya capital, la gran ciudad limeña, era sede de una
república milenariamente centralista.

Migrar a las ciudades en la mayoría de los países latinoamericanos fue únicamente una meta y
solo para el Perú tuvo connotaciones mucho más trascendentes, porque no fue solamente un
fenómeno de trasvase poblacional de la provincia serrana y amazónica a las ciudades de la región
moderna de la costa, sino un desborde del Otro Perú, ese conglomerado policlasista, provinciano,
multiétnico, mayoritario y discriminado que en una revolución cultural3 trastocaba las pautas

2
Al respecto, cabe recordar que la Constitución de 1920 privó del voto a los analfabetos, como también una ley de ese
mismo año abolió el trabajo gratuito. Ley que en la práctica fue letra muerta.
3
En el sentido que le dan los científicos sociales norteamericanos y europeos: “una enorme transformación de las
identidades, disposiciones y significados producidos por las ´formas, rutinas y rituales’ de la construcción del Estado”.

2
institucionales y organizativas de un Estado precario en crisis permanente. La provincia al hacerse
presente de esta manera, en las ciudades, alteró y cambió los patrones culturales y sociales que
encauzaban a la reducida sociedad nacional transformándola y dando origen a cambios
estructurales que, al cuestionar la autoridad del Estado, alteraron el orden imperante y cambiaron
el rostro tradicional del mundo urbano del Perú Oficial.

La singularidad del proceso peruano radicó en que la barriada creada por el poblador migrante en
su acomodo urbano tuvo el sello de una Patria antigua y fue el símbolo de una gesta mayor, como
no lo fueron las favelas en Río de Janeiro, las callampas en Santiago de Chile, las villas miseria en
Buenos Aires, los ranchos en Caracas, cantegriles en Montevideo, barrios proletarios en México
D.F., barrios brujas en Panamá, etc., porque su destino y propósito fue muy diferente a lo sucedido
con los emigrantes de los otros países latinoamericanos. Las masas migrantes peruanas
contestatariamente dieron origen a una nueva comunidad urbana que, en pocas décadas, fue
pluricultural, preponderante y estimulante, originando un proceso de unificación nacional y de
modernización de la vasta población que no participaba en el quehacer nacional.

Fenómeno que transformaría las tradicionales relaciones de dominio al mostrar que era la manera
viable de realizar cambios estructurales sin pasar por la violencia política o el modelo económico
desde el Estado. Así, en siete décadas, más de ocho millones de migrantes, con su sola presencia
en el mundo urbano forjaron un cambio profundo apoyado solo en el poder de su milenaria
cultura indígena, mediante el cual los originarios rescataron territorio y pertenencia a un espacio
que durante 115 siglos sus antepasados habían domesticado y creado en ella una civilización.

Lo indio, lo autóctono, lo originario, los había estigmatizado y les impuso el estatuto de pueblos
vencidos y subordinados, situación que los sectores populares acompañados de sectores
semiurbanos y medios de sus ciudades, cambiaron solamente al comenzar el desborde popular de
masas migratorias del Perú discriminado y olvidado. Movimiento silencioso y gradual de
multitudes reivindicativas de justicia e igualdad que protagonizó en las barriadas la vasta
población serrana, rural, indígena y pobre, y que derivó en la conquista de modernización y
ciudadanía.

La migración de millones de pobladores de la provincia, rural y apenas urbana, a la moderna


región costeña dio inicio, además, a otro proceso estructural fundamental: la urbanización
acelerada que da lugar al crecimiento inorgánico y caótico de Lima y de otras ciudades y que sirve
de escenario a la reconfiguración social y cultural del país.

El desborde estructural

Como resultado de mis reflexiones desde 1947 sobre la realidad nacional y trabajos de campo en
distintas comunidades y regiones del país, en 1984 planteé la tesis de que las intensas y fluidas
migraciones del Otro Perú a la desarrollada región costeña, iniciadas en la década de 1940, dieron
origen a un desborde, en toda dimensión, de las pautas que encauzaban la sociedad nacional y

3
sobre las cuales giró desde su constitución como República en 1821, y que evidenciaban la crisis
del Estado.4

Lo que no imaginábamos en aquel momento era el alcance que tendría este desborde, así como
las transformaciones que ocurrirían desde entonces debido a la creciente, continua, acelerada y
dinámica migración de provincianos, de todos los estratos sociales, culturales y económicos
discriminados y no plenamente partícipes en la vida nacional, a la gran ciudad capital limeña, a las
ciudades grandes y medianas de la costa peruana –la región más evolucionada y poblada del Perú–
y a las otras ciudades de la provincia nacional, reclamando participación y ciudadanía, presencia y
modernización.

La nueva comunidad urbana, verdadero barrio popular que a lo largo de su desenvolvimiento


recibió diversas denominaciones, fue la respuesta adecuada y racional para lograr su inserción en
el mundo urbano. Convirtiéndose en el estilo preponderante de crecimiento y vida en las ciudades
grandes y medianas del país. El surgimiento de cientos de barriadas –cada una con su propia
historia, pertenencia e identidad microurbana–, congregó en pocas décadas a vastos sectores
populares y medios de las principales ciudades del país en nuevos distritos populares, con lo que
logró un estatus importante, porque incorporó su presencia urbana al sistema oficial del gobierno
nacional.

En la gran Lima, en cada uno de estos nuevos distritos, antecediéndose y en muchos casos en
forma simultánea y conjunta con la proeza de las barriadas, hubo urbanizaciones privadas
diversas, múltiples cooperativas, asociaciones de vivienda, entre otras, que aglutinaron a miles de
familias acomodadas, sectores medios limeños especialmente y también sectores provincianos
acomodados, que no invadieron sino que adquirieron terrenos o lotes y viviendas a empresarios y
negociantes, matizando y potenciando la composición social, cultural y económica de lo que serían
en el futuro al lado de las barriadas. Así como también concentró a pobladores tradicionales y
criollos limeños que requerían vivienda. Dando inicio con ello, en las nuevas unidades de base,
sociales y culturales a los conos, un reperfilamiento urbano que derivará en la formación de tres
nuevas Lima en las que se producirá una integración de los dos Perú, fundamental para el proceso
posterior de abatimiento de prejuicios y discriminaciones y de alteración o desmoronamiento del
orden social, cultural y económico existente.

Los distritos populares fueron favorecidos en corto tiempo al realizarse por primera vez en ellos
elecciones democráticas5 en 1963. Y en el 2002 fueron integrados a la categoría de gobiernos
locales, la tercera instancia de gobierno del nuevo Perú descentralizado.

Los emergentes sectores populares y medios radicados en los nuevos distritos de sus ciudades,
como sucedió en la gran Lima, lograron, en este proceso, contar con la mayor población urbana
del país, participar, casi en su totalidad, como ciudadanos plenos en la vida nacional, gozar de los

4
José Matos Mar, Desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Perú en la década de 1980. Lima: Instituto de
Estudios Peruanos, 1984 (Perú Problema 21). Existen varias ediciones posteriores.

5
Las únicas elecciones municipales se habían realizado en el país en 1919, cuando esos distritos no existían.

4
beneficios de un bienestar creciente y convertirse, por su dinamismo económico emprendedor, en
el conjunto social más importante del país.

La masa migrante provenía del Otro Perú, provinciano, rural, comunitario, segregado y olvidado
por la historia. al abandonar su tradicional lugar de origen y optar por vivir en las principales
ciudades costeñas, especialmente Lima, sede del poder nacional, ese Otro Perú inició una
transformación profunda y sustantiva de la precaria y limitada sociedad peruana, lo que ocasionó
el desmoronamiento del orden tradicional, la reivindicación regional, el despegue económico, la
reconversión cultural y el comienzo, por vez primera, de una real sociedad nacional al iniciar la
integración de un país contrastado y pluriétnico, propiciar una identidad común y lograr la
participación ciudadana de casi la mayoría de sus pobladores en la vida nacional, superando la
histórica escisión entre sociedad, Estado y nación, y abatir la pobreza milenaria de millones de
habitantes.

Si entre las décadas de 1940 y 1980 la masiva migración y la ulterior urbanización dieron lugar a un
verdadero desborde popular, a partir de la década de 1990 provocaron una etapa inédita en
nuestro proceso histórico: la gesta actual del emergente Perú moderno. Primero la población
migrante se modernizó, luego estimuló y propició el despertar, la modernización y presencia de
toda la provincia y, después, contribuyó sustantivamente al surgimiento de una auténtica sociedad
nacional. Al final ambos, los preponderantes sectores populares y medios de la gran Lima y los
provincianos, formaron un conjunto de más de 25 millones de peruanos modernos y participativos
de los destinos del país. Todavía menos de dos millones de olvidados del Otro Perú están
incorporándose paulatinamente y, solamente más de tres millones corresponden al Perú
tradicional y criollo, limeño de preferencia. En total, 30 millones de peruanos integran
actualmente una real sociedad nacional. Un hecho histórico que sucede por vez primera desde el
28 de julio de 1821 al constituirse la república peruana, hace 190 años, debido fundamentalmente
a la presencia del Otro Perú en la capital del país y las principales ciudades de la costa.

Los migrantes, junto con otros estamentos de la limitada sociedad peruana existente, modificaron
estilos, valores, comportamientos al compás, como siempre sucedió en la historia de los países en
desarrollo, de lo que sucedía en el mundo desarrollado. El Perú criollo y tradicional de 1940 fue
alterado y cambiado por el proceso de urbanización y por la presencia en Lima de cerca de ocho
millones de migrantes llegados a la capital después de esa fecha.

La presencia del Otro Perú en el centro del poder nacional descubrió la incompetencia del Estado
y puso en tela de juicio el sistema de gobierno del Perú Oficial que no entendió ni atendió sus
exigencias por una profunda reforma del aparato estatal encaminada a democratizarlo y
descentralizarlo.6 No era solo un reclamo de vivienda sino, sobre todo, de trabajo, bienestar,

6
Entre los muchos comentarios que provocó el Desborde popular… hubo alguno que consideró el uso de la figura de
“los dos Perú” como el retroceso hacia una perspectiva dualista de la sociedad peruana. Nada más alejado de nuestra
intención. Perú Oficial y Otro Perú se usan como categorías descriptivas de realidades complejas, cambiantes e
interactuantes detrás de las cuales puede observarse las relaciones de producción, la estructura social, la relación con el
Estado y el universo ideológico y cultural de la población respectiva. Por fortuna, así ha sido entendido
consensualmente.

5
participación y oportunidades para poner fin a su condición de miseria y pobreza en el mundo
rural, modernizarse y ser ciudadano de un nuevo Perú. Demandaban una sociedad nacional
distinta, afirmada en la equidad y el respeto a las múltiples identidades existentes en el país.

Se gesta así un gran cambio estructural para el Perú: la expansión de la economía capitalista, la
superación de las relaciones sociales arcaicas y, sobre todo, la conquista de la ciudadanía; cambios
que abonan en la modernización de la sociedad.

Por ello, desde hace muy pocos años, el Perú es otro. El estilo de vida ha cambiado radicalmente,
revalorado, replanteado, recreado, reinterpretado estilos de vida, valores y comportamientos, al
demostrar que las categorías sociales tradicionales no funcionan frente a la nueva realidad
globalizada y bullente. Hemos pasado de vivir en un espacio regional pequeño, Lima y algunas
ciudades de la costa y sierra, a vivir en una sociedad nacional de 30 millones, que comprende a
todos sus pobladores, ciudadanos de sus dos macrorregiones andina y amazónica. La globalización
con la revolución de la informática, la comunicación y el comercio acompaña estos cambios, los
tangibiliza de manera precisa, descubriendo hechos y sucesos desconocidos, convirtiendo al
conocimiento en un vigoroso poder y lo que ofrece altera completamente la vida tradicional y
obliga a replantear lo que creíamos saber. Y nos enfrenta al reto de redescubrir la verdadera
historia del proceso peruano, conocer el espacio en toda su dimensión, el potencial de recursos y
riquezas para utilizarlo, defenderlo y desarrollar valores espaciales. Estar en el trance de vivir en
una pequeña nación a establecerse en una gran sociedad nacional, obliga a una readecuación total
de la organización social y cultural, económica y política del nuevo Perú del siglo XXI.

También es importante constatar que al final de estas siete décadas, el Otro Perú es el gran
conjunto nacional que dinamiza el cambio. A su estilo, ritmo, propósito, juicio y plan de acción
afianza y potencia su inserción urbana, orientando actualmente su destino a conjugar propósitos y
esfuerzos con el Perú Oficial y los otros sectores de la sociedad nacional, demandando trabajo
formal, educación acorde a la realidad nacional y mundial, servicios de salud para todos, agua
potable y alcantarillado, titulación y, sobre todo, un buen gobierno con idea y plan de país,
dispuesto a crear y ejecutar los cambios estructurales requeridos y necesarios. Pero no solo piden
al Estado sino también resuelven el día a día al afirmar y fortalecer su economía, mediante la
capacitación, educación y recreando lo positivo de ese Otro Perú lejano de donde proceden,
homogeneizándose, al sentirse peruanos inmersos en la modernidad. Un conjunto de afanosos
emprendedores lejos y cerca del Perú oficial, con perspectivas propias, acorde con su situación y
realidad, cauteloso y valiente, pero con idea de Perú. Esperando contribuir con nuevos líderes y
profesionales a la construcción de una nueva política nacional. Con ideología y partidos políticos
verdaderamente representativos de un país plural, a fin de afirmar la democracia y la necesaria
gobernabilidad para poner en orden el funcionamiento de las instituciones, organizaciones y
poderes de un Estado desbordado.

Esos migrantes no solo transformaron Lima sino, en una hazaña impresionante, iniciaron la
integración física, social y cultural de sus regiones, gestando los enlaces necesarios para que un
gran capital humano de hombres y mujeres, como un tejido multicolor, contribuya a formar la
sociedad nacional andina.

6
Además, tras rebasar al Estado y dar fin a la estructura social y cultural tradicional y lograr ser
ciudadanos peruanos, potenciaron la participación democrática y el emprendimiento individual y
colectivo como mecanismos de cohesión y emergencia. Al final de la primera década del siglo XXI,
han contribuido a consolidar al emergente Perú moderno y, finalmente, lograr ser un país donde
casi la totalidad de su población, costeños, serranos y amazónicos, están integrados en igualdad de
condiciones en una sociedad nacional con más justicia social, derechos humanos, bienestar y
soberanía, no solamente mejor que en el siglo XX sino en todo el proceso histórico peruano.

En un mundo global de interconexiones, de cambios sorprendentes en las comunicaciones y, sobre


todo, nuevas y complejas tecnologías de información y comunicaciones, una revolución digital y
del conocimiento, veloz y creciente avance de la ciencia y tecnología, de interculturalidad y
pluralismo de culturas con sólidas y fuertes identidades regionales respetadas y potenciadas por
ese mundo globalizado y a la vez con prácticas y usos culturales colectivos universales; los
olvidados y discriminados del Otro Perú, en un impulso reivindicativo, cambiaron el rostro
tradicional de ciudades que le negaban inclusión, participación, recreándolas y, lo increíble,
contribuyeron a forjar y lograr como nunca existió en el espacio peruano una sociedad nacional
pluralista andina, que acabó con mitos y discriminaciones. Lograron salir de la pobreza crítica y
modernizarse, es decir, hacer lo posible en su precaria situación y después continuar su hazaña,
convertirse en ciudadanos urbanos, que propugnan ahora por contar con un nuevo Estado y vivir
en una auténtica democracia como requisitos fundamentales, básicos, para pasar del crecimiento
al desarrollo y poder ser una emergente sociedad nacional andina en proceso de consolidación de
su desarrollo.

Lo sobresaliente e importante es que para ello han utilizado solamente su presencia y pertenencia
a una Patria antigua, el poder de su cultura milenaria, y no la fuerza económica o bélica,
integrando y potenciando sus identidades regionales. Una revolución cultural o cambio estructural
cultural exitoso a diferencia de otros que surgieron en el proceso peruano y que fracasaron.

Todo ello al margen de ideologías y de partidos políticos, solamente enfrentados


contestatariamente al Perú Oficial con su sola presencia, su pertenencia a un espacio milenario, su
propio estilo de vida social y cultural y un rechazo a la cultura institucional como una
contracultura, constituyendo un gran conjunto nacional de éxito como no sucedió con los
gobiernos, las fuerzas armadas, la iglesia y los partidos e ideologías políticas durante todo el
proceso republicano.

Una historia jamás imaginada, lejos de la mente del Perú Oficial y de sus gobernantes. los otros,
los de abajo, rurales, pobres y discriminados desde el siglo XVI, presentes por su propia decisión
en el escenario nacional contribuyeron al surgimiento, nuevamente como en el pasado, de un
espacio desarrollado, recreando sus potencialidades, conocimientos y supervivencias
tradicionales, mediante el aporte de un extraordinario capital humano cultural y social de
hombres y mujeres, para participar en un mundo globalizado en conjunción con los empresarios
nacionales y extranjeros, el poder económico nacional, la pujanza cada vez más creciente de la
gran metrópoli limeña, el desarrollo alcanzado en la área costeña y el despertar y presencia de la
provincia peruana como un todo. Demandando al Perú Oficial, acorde con su estilo cultural y social
propio, haber sido integrantes de una Patria antigua, una reorganización y cambios estructurales,
apoyo, integración, conjunción de ideales y objetivos, y una visión e idea de cómo aprovechar el

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momento favorable de ser una sociedad con crecimiento económico y equidad social, mediante el
cambio del actual sistema y rumbo del Perú Oficial, adecuándolo al mundo globalizado y a la
realidad latinoamericana.

Comprender e interpretar lo que pasó en los últimos setenta años y lo que es realmente el proceso
peruano conociendo la historia, la gesta de un vasto conjunto de pobladores de sectores
populares y medios, rurales y habitantes de pueblos y aldeas y de pequeñas y medianas ciudades,
es el objetivo fundamental de este libro. Interpretar la nueva realidad del Perú del siglo XXI y
llamar la atención acerca de que, desde hace poco tiempo, estamos viviendo un capítulo del
futuro.

En este sentido, el presente libro es un aporte antropológico al conocimiento e interpretación de


esta hazaña de millones de hombres y mujeres del Otro Perú que, en setenta años de nuestra
historia corta, han logrado que el Perú, la capital centralista limeña y las ciudades principales
tengan un original rostro moderno. Han contribuido, junto a los sectores populares y medios
provincianos, a potenciar el crecimiento económico y, como nuevos ciudadanos peruanos,
constituir el más importante conjunto que apoya y estimula el desarrollo nacional y la posibilidad
de convertir al Perú en uno de los primeros países emergentes de América del Sur.

Este libro está organizado en cuatro capítulos. El primero esboza la paradoja histórica: por qué la
economía capitalista no deriva en una democratización de la sociedad y el Estado, y cómo en el
seno de esta singular configuración económica y social se incuba un fenómeno que resultará
devastador: el crecimiento poblacional. El segundo capítulo está dedicado a describir
antropológicamente la gesta de las barriadas, interpretar la relación entre el desborde popular y el
proceso de urbanización en su primera etapa: entre 1940 y 1990, al destacar su gran
consecuencia, la conquista de la ciudadanía. El tercer capítulo, a partir del emblemático caso de
Lima, describe a la gran ciudad convertida en crisol de un país pluricultural, multiétnico y
multilingüe. Para ello, aporta información inédita sobre el fin de las barriadas como organizaciones
de base preponderantes y el surgimiento de nuevos distritos populares favorecidos
fundamentalmente por la concentración de barriadas en su seno, ocurrido entre 1990 y el 2010,
que configuran el nuevo rostro plural de Lima metropolitana en el siglo XXI; y el comienzo de los
nuevos distritos populares y medios. En el cuarto capítulo se ofrece un primer acercamiento a la
sociedad nacional, emergente por vez primera en la historia del Perú, y la oposición de esta al
Estado desbordado que no solo representa un caso especial de desarrollo en América Latina, sino
también plantea un futuro marcado por problemas de vieja data y oportunidades esperanzadoras.

Finalmente, cabe resaltar que este estudio se caracteriza porque su marco temporal coincide con
mi propio derrotero biográfico. Es decir, que he sido testigo y protagonista directo de las
transformaciones narradas; testigo, primero, desde mi llegada a Lima como migrante provinciano
a fines de la década de 1920 y protagonista después, a partir de 1942, como estudiante y luego
como científico social dedicado al estudio e interpretación del Perú. En ese sentido, representa no
solo el aporte del antropólogo a la comprensión de la nueva sociedad que hoy surge sino también
la ratificación de un compromiso de vida con el Perú.

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