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Jesús es el Hijo y También es Dios el Padre

Por Delio Anaya Anaya


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Introducción

La Escritura enseña que Jesús es el Hijo y que también es Dios el Padre. Esta verdad está
resumida en Isaías 9:6 que dice: “Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre
Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).

La teología cristiana debe enfrentar el desafío de reconciliar el monoteísmo estricto enseñado a


través de la Biblia (Éxodo 4:35; Isaías 44:8, 45:5; Marcos 12:29; Judas 25), con las verdades
bíblicas que nos muestran que no hay más que un solo Creador el cual es el Padre (Isaías 44:24,
Malaquías 2:10; Efesios 4:6), que Dios fue manifestado en carne como un Hijo (Isaías 9:6; Juan
1:14; 1 Timoteo 3:16), que Jesucristo es el verdadero Dios y la vida eterna (1 Juan 5:20), y que
Jesús (el Verbo / la Palabra) es el Creador de todas las cosas (Juan 1:1-3).

En este artículo me propongo afrontar dicho desafío, a fin de dar respuestas a las personas que
andan en busca de la comprensión de la Unicidad de Dios.

La Divinidad del Hijo es la Misma Divinidad del Padre

La Biblia como la única base escritural de la doctrina cristiana, afirma que Dios es solo uno
(Deuteronomio 6:4; Romanos 3:30), y por tanto la divinidad es una sola (Colosenses 2:9; Romanos
1:20). Nos dice que El Padre es Dios (1 Corintios 8:6), y también nos dice que Jesucristo el Hijo, es
Dios manifestado en carne (Juan 1:14). Además encontramos textos bíblicos que nos dejan ver
que hay diferencias entre el Padre y el Hijo (Juan 14:28), lo que a muchos genera grandes
dificultades a la hora de conciliar el hecho de que Dios es uno solo y que Jesucristo el Hijo es ese
mismo único y verdadero Dios (1 Juan 5:20) que es el Padre.

Para facilitar el entendimiento de mi explicación de la unicidad de Dios, apelaré a una analogía a la


que he llamado el agua y la panela.
 
Supongamos que en una tina tenemos toda el agua del universo, y luego tomamos en una jarra
una porción del agua de la tina y le agregamos panela. En la jarra nos quedaría
aguapanela, [1] mientras que en la tina seguiríamos teniendo solo agua.
Aunque en la tina y en la jarra hay un elemento que es el mismo (el agua), no podemos decir que
lo que contiene la tina es lo mismo que contiene la jarra, porque en la tina no hay aguapanela.

Son dos conjuntos conformados, el uno por un solo elemento: X= (a); y el otro por dos elementos
Y= (a, p).

Los dos conjuntos no son iguales, pero sí tienen un elemento que es el mismo. El elemento (a) que
representa el agua, está presente en los dos conjuntos tal como se aprecia en la intersección, y el
elemento (p) que representa la panela, se constituye en la diferencia entre ellos.

Cuando yo considero los conjuntos en su totalidad, veo que hay diferencias. Si llego a ver alguna
igualdad entre los dos, eso se da solo si considero el elemento agua (a) que está presente en
ambos.

Dándole aplicación a dicha analogía, esto mismo es lo que pasa si comparamos a Dios el Padre
con el Hijo de Dios.

El Padre es solo divinidad (Juan 17:1-3), mientras que el Hijo es divinidad más humanidad
(Hebreos 1:8; Romanos 9:5).

El Hijo no es igual al Padre (Juan 14:28), de la manera que el aguapanela no es igual al agua sola.
Pero así como el elemento agua es el mismo en la jarra y en la tina, también la divinidad en el Hijo
es la misma que en el Padre. No son dos divinidades, sino una misma (Juan 10:30; Judas 25) en
dos modos de revelación, porque la divinidad al consistir en la esencia del ser de Dios, no se
puede dividir o fragmentar.

Cuando la Biblia dice en Colosenses 2:9-10, “Porque en Él habita corporalmente toda la


plenitud de la deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y
potestad”, no lo dice por decirlo. En ese ser humano que nació en un humilde pesebre allá en
Belén de Judea, está presente toda la potencia, la grandeza y la magnificencia de la verdadera
divinidad, aunque limitada voluntariamente (Filipenses 2:6-8).

El Hijo es La Persona Divina del Padre Manifestado en Carne

Dios es el único ser divino y por lo tanto es una sola Persona divina, y aunque Él use de
manifestaciones o modos de revelación, siempre continuará siendo una sola y la misma Persona
divina.

Cuando Él se manifestó en carne (1 Timoteo 3:16), continuó existiendo como el Dios que es
Espíritu y que llena los cielos y la tierra (Jeremías 23:24; Juan 4:24), pero también vino a existir
simultáneamente en la forma de un hombre (Hebreos 2:7), cosa que para Él es completamente
posible (Lucas 1:37) porque Dios es el único ser Omnipotente (Salmos 91:1) y Omnipresente
(Salmos 139:7).

A partir de la encarnación, Dios existe simultáneamente en dos modos diferentes: como Dios
(Mateo 6:9) y como Hombre (Filipenses 2:5-8; 1 Timoteo 3:16), y sin embargo, la Persona divina es
una y la misma, porque reitero, para Dios revelarse simultáneamente como Dios (el Padre) y como
Hombre (el Hijo), no le es cosa imposible (Mateo 19:26).

Desde su modo de existencia exclusivamente divino, Dios que es Espíritu (Juan 4:24) y que es
Santo (Salmos 99:9), engendró en la virgen María a un niño, a un Hijo (Mateo 1:20), pero este niño
a diferencia de todos los hijos de padres humanos, no consistió en un individuo distinto a su Padre,
sino que fue la misma Persona divina de su Padre en un modo humano de existencia (Juan
14:9). La encarnación no produjo a otro Dios, sino a la manifestación de Dios en carne. En el
Hijo, Dios no reprodujo a otro Dios o a otra Persona divina, sino a un hombre que es Él mismo
viniendo en carne. Dios no reproduce a otros dioses o divinidades, pues si así fuera, hace mucho
tiempo que habría dejado de ser uno (Isaías 44:6). “…para que me conozcáis y creáis, y entendáis
que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí” (Isaías 43:10).

Por eso, a partir de la encarnación de Dios, ese mismo, sólo y único Dios, comenzó a existir en
forma simultánea de dos diferentes maneras: 1°) Como Dios, que es su modo eterno, en el cual es
Espíritu, Omnisciente, Omnipotente, Omnipresente, Infinito y es llamado el Padre (Juan 4:24);
y 2°) Como hombre, modo en el cual no es eterno, es humano, es limitado (Juan 4:6; Marcos
13:32) y es llamado el Hijo de Dios (1 Juan 5:5) y Emanuel (Mateo 1:23), modo de existencia en el
cual Él es verdaderamente Dios en la forma y condición de un hombre (Romanos 9:5).

Supongamos que en nuestra analogía el agua se asimila a la única Persona divina, poseyendo por
lo tanto la cualidad divina de ser indivisible. Así entonces al agua de la jarra no la podríamos
considerar otra persona divina distinta a la del contenido de la tina, sino que siempre es la misma
Persona divina, solo que en la jarra está acompañada por otro elemento.

En la manifestación de Dios en carne como el Hijo, Él no fue ni llegó a ser otra persona divina, sino
que siguió siendo la misma Persona de Dios, y por lo tanto en la manifestación en carne siguió
siendo Dios, solo que revelado como un verdadero hombre. Por eso la Persona divina del Padre,
es la misma Persona divina que se manifestó en carne como el Hijo (Juan 8:24).

Así que no es casualidad que Jesús haya expresado en Juan 14:7, “Si me conocieseis, también
a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. ¡Aleluya! Aunque ellos
tenían de frente al Hijo, Él les hizo saber que la única manera en que podrían ver a la Persona del
Padre era en el Hijo, ya que en su manifestación como El Padre es invisible y por ende nunca
podrían verlo así. Pero ya que el Hijo es la imagen del Dios Padre invisible (Colosenses 1:15), Él
es la manifestación en la que Dios el Padre se ha hecho visible (Juan 1:18).

El Padre y el Hijo no se trata de dos gemelos muy parecidos; porque por más que los gemelos
Juan y Carlos se parezcan, el que ve a Juan y trata con él, no puede asegurar que ha visto y ha
tratado con Carlos, como sí lo pudo asegurar Jesús al decir que quien lo ha visto a Él ha visto al
Padre.

El Hijo No es Igual (o lo Mismo) que el Padre

Para comprender mejor esta realidad en Cristo, y sin embargo seguir manteniendo la verdad de
que Dios es uno solo en cualquier modo de revelación, como Padre o como Hijo, y que Jesucristo
es ese mismo Dios manifestado en carne, repasemos los siguientes conceptos:

Al modo de existencia de Dios donde Él es solo divinidad, es al que se conoce como el Padre. Y al
modo de existencia de Dios donde Él es divinidad más humanidad, es a lo que se conoce como el
Hijo.
Por eso, Dios en su modo de existencia como Hijo/hombre, no es El Padre. Cuando usted
considera al ser que nació de la virgen María, no está considerando a la manifestación de Dios que
se conoce como el Padre, sino a la que se conoce como el Hijo. Mientras que el Padre posee una
sola naturaleza que es la divina, el Hijo posee dos naturalezas que son la divina y la humana.

La explicación anterior, desmantela a esa caricatura que frecuentemente se usa para intentar
ridiculizar la posición de la Unicidad, al pretender que nosotros estamos diciendo que Hijo es igual
o lo mismo que Padre, o que el Hijo fue su propio Padre (como Hijo), o que el Padre fue su propio
Hijo (como Padre).

Aunque la Persona divina es la misma en el Padre y en el Hijo, las acciones que experimenta esta
única Persona divina difieren en cada uno de estos dos modos de revelación. Por ejemplo; algunas
cosas que no son atribuibles a la manifestación como Padre son el nacimiento y la muerte, pues
estas solo son atribuibles a la manifestación como Hijo/hombre. En este mismo sentido, el Hijo no
se engendró a sí mismo, pues la acción de engendrar al Hijo en la virgen María, no se le puede
atribuir a la manifestación como Hijo/hombre, sino a Dios en su condición de Padre/Espíritu (Mateo
1:18-21; Lucas 1:35).

Jesús es el Padre y es el Hijo

¿Cómo puede ser Jesús el Padre y al mismo tiempo el Hijo? Esta es una de las preguntas que la
gente se hace, y les parece sin una respuesta lógica porque no la escudriñan a la luz de la
revelación bíblica de la manifestación de Dios en carne.

Pero teniendo en cuenta la compresión de lo que bíblicamente hablando significan el Padre y el


Hijo, podríamos plantear el mismo interrogante de la siguiente manera:

¿Cómo puede Jesús ser Dios en su modo divino de existencia, y al mismo tiempo ser Dios en su
modo humano de existencia? Al presentar la pregunta de esta manera, vemos que es mucho más
sencillo ir alcanzando la respuesta.

O incluso, podríamos formular de otra manera mucho más sencilla el mismo interrogante: ¿Cómo
puede Jesús ser Dios si se toma en cuenta solamente su divinidad, y al mismo tiempo como puede
ser Dios si se toma en cuenta su divinidad unida a la humanidad? ¡Vemos que la respuesta salta a
la vista!

Sabemos que la Persona de Dios es una sola, independientemente del modo de existencia en que
se encuentre, ya que en Dios solo hay una mente divina (Romanos 11:34; Jeremías 19:5), un
Espíritu divino (Génesis 1:2; 1 Corintios 12:13), un corazón divino (Génesis 8:21; 1 Samuel 2:35),
una voluntad divina (Jeremías 15:1; Hageo 1:8) y un alma divina (1 Samuel 2:35; Deuteronomio
26:11).

No podemos pensar que con una sola mente divina, un solo Espíritu divino, un solo corazón divino,
una sola alma divina y una sola voluntad o conciencia divina funcionan “tres personas
divinas”  (como lo propone el dogma de la trinidad), porque siempre que hay una persona hay un
ser, y si Dios es un solo Ser es porque es una sola Persona divina. En la Biblia no hay nada que
pueda justificar la extraña idea del Credo de Atanasio, de que “hay tres personas divinas pero un
solo Dios o ser divino”. La Biblia nunca habla de tres mentes divinas, tres voluntades divinas, tres
almas divinas, etc., y por lo tanto bíblicamente hablando no hay forma alguna de proponer la
incoherencia trinitaria de que “hay tres personas divinas y un solo Dios”. Por lo tanto, bíblicamente
hablando, no queda ninguna duda de que Dios es solamente una Persona divina.

En cuanto a las manifestaciones de Dios como el Padre y como el Hijo, se da una distinción de
voluntades (Lucas 22:42), pero ésta no es entre voluntades divinas, sino entre una voluntad divina
y otra humana; siendo esta última necesaria en el Hijo para que pudiera experimentar la vida de un
verdadero hombre.

Esa sola Persona divina es llamada Jesús, ya sea en su modo de existencia puramente divino, o
en su modo de existencia manifestado en carne. Dios prometió revelar su nombre salvador cuando
Él mismo se hiciera presente (Isaías 52:6) y ese nombre que dio a conocer es Jesús (Mateo 1:21-
25). Del Hijo se dice que Él heredó su nombre de parte de su Padre (Hebreos 1:4), y que dio a
conocer el nombre del Padre (Juan 17:26). Al ser Jesús el nombre de Dios, es el nombre sobre
todo nombre ante el cual se doblará toda rodilla (Filipenses 2:10), porque el nombre de Dios está
por encima de todo (Nehemías 9:5).
   
Jesús es el Padre y es el Hijo, porque ese nombre más que identificar una manifestación de Dios,
identifica en sí a la única Persona divina. La misma Persona divina que actúa como Padre en su
existencia trascendente eterna, es la misma Persona divina que actúa simultáneamente como Hijo
en su manifestación en carne. Por eso, aunque no se puede decir que el Hijo es su propio Padre
(como Hijo), sí podemos decir que Jesús en su modo exclusivamente divino, es el Padre de Jesús
en su modo humano (Lucas 1:35).

Muchos solo ven a Jesús como el Hijo, porque no consideran a la Persona de Dios en su
integralidad. Pero cuando Jesús es contemplado como el único Dios manifestado en carne,
podemos decir de Él que es el Todopoderoso, el Omnipresente, el Padre, el Eterno, el Alfa y la
Omega (o el Principio y el Fin), el Admirable, el Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno, el
Santo Espíritu, etc.

El hecho de que el único Dios se manifestara como Hijo, y viniera a cumplir el plan redentor
trazado desde antes de la fundación del mundo, fue lo que hizo posible que los hombres volvieran
a adquirir la condición de hijos de Dios, que Adán había perdido en el huerto de Edén. Es decir,
que la Persona del que en su divinidad es el Padre, se manifestó en carne como el Hijo de Dios,
para darles a todos los hombres que creyéramos en Él, la potestad de ser hechos hijos de Dios. La
relación del Hijo de Dios con el Padre es una relación de dependencia, de la misma manera en que
los hombres al ser hechos hijos de Dios pueden depender de Dios.
 

El Nombre de Jesús es Coherente Para el Hijo y Para El Padre

En la Biblia encontramos nombres propios de la Persona de Dios, en su modo de revelación como


Padre y en su modo de revelación como Hijo, y cada uno de esos nombres tienen significados que
son coherentes con el Ser que representan.

Retomando la analogía del agua en la tina y del aguapanela en la jarra, vemos que ambos
nombres resaltan una cualidad del agua, ya que el agua está presente en ambos recipientes. Pero
sería diferente si quisiéramos llamar al contenido de la tina con el nombre de panela, porque la tina
no contiene panela.

En el Antiguo Testamento encontramos que Dios en su modo de revelación únicamente divino


como el Padre es llamado Yahvé (Isaías 42:8); mientras que en el Nuevo Testamento encontramos
que en su modo de revelación como Dios hecho hombre es llamado Yahvé el Salvador, que es lo
mismo que JESÚS (Mateo 1:21).

El nombre Jesús que encontramos en el Nuevo Testamento, encierra una condición adicional al
nombre divino que fue revelado en el Antiguo Testamento, y al aplicarlo a los dos modos de
manifestación de Dios, guarda coherencia y correlación entre lo que significa este nombre y las
cualidades del Ser que representa.

La condición adicional que encierra el nombre Jesús respecto del nombre divino del Antiguo
Testamento, es que aparte de incluir lo que Dios es: Yahvé (El auto existente), también identifica lo
que Dios hace: “Salvar”. Esta condición adicional es aplicable a Dios tanto en su modo divino
(Oseas 13:4) como en su modo humano (Juan 4:42; Efesios 5:23). Por esa razón, llamar al Padre:
Yahvé el Salvador (JESÚS), no va en contra de su realidad divina.

Cuando invocamos a Jesús (o Jesucristo), estamos invocando a Dios en su integralidad, lo que va


más allá de una forma de manifestarse, y Dios conoce el propósito de comunicación que hay en
nuestro corazón.

Conclusión

Dios es una sola Persona divina que no reproduce personas divinas y cuya deidad no se puede
dividir. Además, Dios sin dejar de ser Dios, también se manifestó en la carne como un hombre. Por
lo tanto, dado que en la encarnación la divinidad asumió la humanidad, no se debe pensar que el
Hijo sea otra persona divina y distinta, 

Jesús es el Hijo y también es el Padre, porque Jesús es un nombre propio que (como todo nombre
propio) representa a la persona que lo posee, y al ser la Persona de Dios una misma en cualquiera
de los modos de revelación en que se encuentre, entonces el nombre de Jesús puede ser usado
ya sea en su modo de revelación como Padre o como Hijo.

Algunos alegan que Jesús no puede ser el nombre de Dios, porque Dios dijo que Yahvé (el
Autoexistente) era su nombre para siempre (Éxodo 3:15; Isaías 42:8), pero se olvidan que JESÚS
es una extensión del nombre divino revelado en el Antiguo Testamento, porque significa “Yahvé el
Salvador”. Es decir, que al llamar a Dios como JESÚS, lo seguimos llamando Yahvé (el
Autoexistente), pero con la revelación superior de “el Salvador”, porque eso era lo que necesitaba
el hombre que a causa de su desobediencia estaba cautivo en sus pecados (Mateo 1:21).

Notas al Pie 

[1] La aguapanela o agua de panela, es una bebida propia de América del Sur y partes de América
Central y el Caribe, en la que se le añade panela al agua para endulzarla. La panela es jugo de
caña solidificado.

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