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Ficha de Cátedra Psicología del Desarrollo I FHAyCS - UADER

Lic. en Psicología
Lic. Claudia Georgina Bauer
Año: 2018

La zona intermedia de experiencia de Winnicott

El estudio de Winnicott se basa en la observación de los recién nacidos y niños


pequeños. Desde allí construye el concepto de zona intermedia de experiencia considerada
por él como un fenómeno universal. Estas observaciones le permitieron descubrir que las
primeras experiencias del bebé son de suma importancia para estructurar la construcción
subjetiva del niño.

La zona intermedia de experiencia es un tiempo que va desde el nacimiento,


momento en que el sentir del bebé está fusionado con la madre (no hay diferencia entre él y
ella) y la gradual separación de ella. En esta zona intermedia se suceden los fenómenos
transicionales, los cuales son universales, ya que todo ser humano debe experimentar esta
separación. A pesar de esta universalidad, no existe una tipificación de los fenómenos
transicionales que permita hacer un catálogo finito para luego encontrarlos en los niños,
sino que poseen una variedad infinita, cada bebé va a experimentar fenómenos
transicionales que dependerán de su relación exterior-interior. Winnicott hace una
comparación con el rostro humano. En este sentido podemos describir los fenómenos
transicionales como podemos describir el rostro humano, nariz, boca, ojos, orejas, pero no
existen dos caras exactamente iguales. Los fenómenos transicionales son únicos e
irrepetibles.

La zona intermedia es la experiencia del bebé durante (y entre) algunos procesos.


Por ejemplo entre el chupeteo del pulgar y el uso de un objeto no-yo (un objeto exterior a
su cuerpo); entre el erotismo anal y la verdadera relación de objeto; entre la actividad
creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado; entre el desconocimiento
primario de la deuda y el reconocimiento de ésta. En esta experiencia se ponen en escena
objetos transicionales y fenómenos transicionales. La teoría winnicottiana recalca la
primera posesión del bebé, la zona entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva.
Hay allí una experiencia o un experienciar que le es absolutamente propia y ajena. El
experienciar se acercaría más a lo que el autor intenta describir sobre lo que ocurre en estos
pasajes ya que no se limita a “una” experiencia, sino a experiencias, a un vivenciar ese
tiempo.

Winnicott va a tomar esta zona como una tercera parte de la vida del ser humano,
“…a la cual contribuyen la realidad interior y la realidad exterior.” 1 Es un lugar que otorga
al sujeto la posibilidad de descansar de la tarea de mantener separadas y al mismo tiempo
interrelacionadas la realidad exterior y la realidad interior. Hay una realidad entonces, que

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Winnicot, Donald Realidad y juego Gedisa. Barcelona. 2003. Pág. 19

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es intermedia, no es ni una cosa ni la otra. En definitiva existe un estado, o una experiencia
intermedia entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad y su creciente
capacidad para ello. Esta realidad intermedia es ilusoria en tanto, para Winnicott, sería el
lugar donde se realiza la esencia de la ilusión para el niño. Esta realidad intermedia tiene su
correlato en los adultos en el arte y en la religión. La locura se produciría cuando un adulto
de alguna manera exige que las demás personas acepten una ilusión que es propia. Es decir
algunas ilusiones se comparten (el arte, la religión), las que no se comparten llevan el sello
de la locura.

Fenómenos transicionales

Como veníamos diciendo, dentro de la zona intermedia de experiencia ocurren los


denominados fenómenos transicionales. Winnicott plantea que existen dos grupos de
fenómenos transicionales que se separan por un intervalo de tiempo. El primer grupo de
fenómenos transicionales suceden a partir del nacimiento, cuando el bebé usa sus puños,
dedos, manos para estimular y satisfacer la zona oral y agrega “para una tranquila unión”. 2
Por ejemplo, el bebé puede succionar el pulgar y con los otros dedos acariciar la zona
superior de sus labios o algo que esté al alcance de la mano, una frazadita, una tela
cualquiera, a veces también puede introducir en la boca ese textil. Además el niño puede
acompañar la actividad con sonidos, masticación, etc. Lo importante de estas experiencias
funcionales es que mientras se realizan están acompañadas por pensamientos o fantasías.
Este sería el primer grupo de fenómenos transicionales, el autoerotismo acompañado de
pensamientos o fantasías.

El segundo grupo de fenómenos transicionales sucede después de unos meses.


Muchas veces las madres ofrecen algún objeto al niño que éste utilizará para jugar: primera
posesión de “no-yo”, un objeto exterior a su propio cuerpo. Otras veces las madres ofrecen
una palabra, una canción, una mantita, algo que llega a ser muy importante para el bebé
cuando necesita dormir. Esto se transforma en una defensa contra la ansiedad. Puede que el
bebé use alguno de los objetos para dormir (una muñeca, una sábana, un chupete), entonces
ese objeto se convierte en el objeto transicional.

Objeto transicional

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Winnicot, Donald Realidad y juego Gedisa. Barcelona. 2003. Pág. 17

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Dentro de los fenómenos transicionales puede presentarse el uso del objeto
transicional, es el uso de la primera posesión no-yo. No es tan relevante el objeto en sí,
como mencionamos puede ser la punta de una manta, lana, un chupete, un oso de peluche,
una muñeca, etc., sino el uso que se le da al objeto.

El objeto transicional es vital para el bebé. El comienzo del uso del mismo se da
alrededor de los 4 a 6 meses y puede terminar alrededor de los 8 o 12 meses. No obstante
esto, según Winnicott, estas pautas del uso de un objeto transicional, establecidas en la
primera infancia, pueden continuar durante la niñez y muchas veces se extienden y siguen
siendo de absoluta necesidad en diferentes momentos: por ejemplo en situaciones de
ansiedad, en estado de ánimo deprimido o a la hora de dormir. También suele suceder que
el objeto deje de usarse paulatinamente, pero en algún momento de la infancia puede
reaparecer (principalmente cuando se presenta una amenaza de privación). Una niña, nos
dice Winnicott, que durante su niñez temprana había utilizado, como objeto transicional,
una manta tejida a la cual llamaba la mantita, cuando alrededor de los 6 años su madre es
internada por una cirugía que se complica y no la ve por alrededor de 15 días, volvió a
pedir la mantita para dormir.

Winnicott va a sostener que se vislumbra a un niño psíquicamente saludable cuando


se percibe que gradualmente el niño amplía sus intereses y va abandonando el objeto. Es
decir, el niño paulatinamente va a interesarse por su realidad exterior, va a comenzar a
comprenderla y a diferenciarla de la realidad interior, al mismo tiempo que irá dejando de
lado el uso del objeto que lo acompañaba casi como si fuera una extensión de su cuerpo.

El objeto también puede adquirir un nombre, posibilitando con ello la práctica del
lenguaje y el comienzo de la organización de los sonidos. Pero el poder de simbolización
que procura el objeto transicional no es sólo por el uso del lenguaje sino porque además,
“la mantita” simboliza un objeto parcial como ser el pecho materno. Cuando el niño puede
simbolizar es porque consigue diferenciar entre los objetos interno y los externos, entre la
fantasía y la realidad. Este objeto promueve la capacidad del niño para aceptar diferencias y
semejanzas, es un proceso, es una experiencia.

La zona intermedia le permite al bebé hacer con el objeto, usarlo como destinatario
de sus mociones pulsionales y de esta forma elaborar (procesar) todo lo que en su vida
emocional está pasando: puede darle afecto, agredirlo, mutilarlo, en definitiva, poseerlo.

El objeto transicional es esencialmente un fenómeno de la zona intermedia porque


no proviene desde el afuera del niño (para la vista de un observador sí, pero para el bebé

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no) y tampoco proviene del adentro, no es una alucinación. Con el tiempo la significación
emocional del objeto va decayendo paulatinamente hasta olvidarse, sin embargo no es
objeto de una pérdida, no hay duelo, no se pierde, ni se llora. Los fenómenos transicionales
se vuelven borrosos, se extienden al campo cultural, va a decir Winnicott. Es decir se
extienden a la percepción compartida con el resto, los juegos, la creación, la apreciación
artística, etc.

¿Qué significa que es un fenómeno de la zona intermedia? Que lo transicional no es


el objeto en sí, sino que el objeto va a representar el estado de transición que está viviendo
el bebé, el pasaje de estar en una relación de fusión, de unión absoluta a la madre, a la
posibilidad de relacionarse con la madre como algo exterior y separado.

Pecho materno

Hasta aquí explicamos lo que podríamos pensar como primera etapa del desarrollo
según Winnicott. Esta etapa es posible gracias a la capacidad de la madre a adaptarse a la
necesidades de su hijo, esa adaptación le permite al bebé tener la ilusión que lo que él
puede crear existe en la realidad. Lo que sucede en la zona intermedia de experiencia, los
objetos y fenómenos transicionales corresponden al mundo de la ilusión.

Según el autor “…si no existe una madre lo bastante buena” 3 no podrá pasar del
principio del placer al de realidad, no podrá hacer uso de la zona intermedia. ¿Qué significa
esto? Para que una madre sea lo suficientemente buena debe adaptase al bebé, darle la
oportunidad de tener la ilusión que el pecho es parte de él, que él lo creo allí cuando lo
necesitaba. Posteriormente la madre deberá lentamente desilusionar al bebé, este segundo
tiempo de desilusión sólo es posible si la madre ofreció al inicio de su relación las
suficientes oportunidades de ilusión.

El autor denomina como pecho materno al fenómeno subjetivo que sucede cuando
la madre coloca el pecho en el lugar y momento en que el bebé está pronto a crear. Va a
proporcionar así, en el bebé, la ilusión de que existe una realidad exterior, que corresponde
a su propia capacidad de crear. No hay intercambio entre la madre y el niño, él toma la
leche de sí mismo, de un pecho que es una parte de sí, de su creación, la madre amamanta a
un bebé que forma parte de ella.

3
Winnicot, Donald Realidad y juego Gedisa. Barcelona. 2003. Pág. 27

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Cuando la madre no es lo suficientemente buena es cuando la salud psíquica del
bebé se ve afectada, aquí es donde se abre la concepción patológica del autor. Recorrimos
hasta aquí lo que sería un desarrollo saludable del niño y lo normal que es la presencia de
fenómenos transicionales.

Para concluir

Vamos a establecer puntos de anclaje que ofreció este recorrido.

La salud psíquica del sujeto, entonces, se va a relacionar directamente con el inicio


de la relación madre-hijo, donde la madre deberá proporcionar un estado ideal al niño en el
cual éste pueda crearse la ilusión del pecho, nosotros diríamos ilusión-creación.

La zona intermedia de experiencia en definitiva es necesaria para la construcción de


lo que van a ser las relaciones del niño y el mundo, esta construcción va a ser posible si la
madre se adapta lo suficiente a su bebé, ilusiona a su bebe y gradualmente lo desilusiona.

La mayor experiencia del bebé se da en esa zona intermedia, que no es interna ni


externa, y esa experiencia se va a conservar a lo largo de la vida, en las actividades que
corresponden a la vida en sociedad o cultural, la creación, el arte, la religión, etc.

El objeto transicional, concepto por el que Winnicott ha sido muy reconocido, está
dentro de los fenómenos transicionales y el uso del mismo representa el estado de
transición que está atravesando el niño.

Para Winnicott habría una tarea, un trabajo psíquico, que es la de mantener


separadas la realidad exterior y la realidad interior. Por consiguiente esa tarea trae
aparejado cierto desgaste subjetivo, cierta energía que se gasta en ese trabajo. Entonces,
entrar a la zona intermedia de experiencia permitiría al sujeto descansar de esa tarea,
producir allí algo nuevo, una vivencia que no es totalmente propia ni totalmente externa.
Eso en la vida adulta corresponde por ejemplo, a la creatividad, correlato de lo que en la
niñez es el juego y en la primera infancia los fenómenos transicionales.

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