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La primera verdad que tenemos que entender es que Jesú s es una Persona que tiene dos
naturalezas, una naturaleza divina y una naturaleza humana. En otras palabras, Jesú s es
ambos Dios y hombre. Veremos cada una de las naturalezas respectivamente.
Jesú s es Dios
La Biblia enseñ a que Jesú s no es alguien que simplemente se parece mucho a Dios, o
alguien que tiene un caminar muy cercano con Dios. En cambio, Jesú s es el mismo Dios
Altísimo. Tito 2:13 dice que como cristianos “aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestació n de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesú s” Después de ver al
Cristo resucitado, Tomá s exclamó : ¡Señ or mío y Dios mío!” (Juan 20:28). De la misma
forma, el libro de Hebreos nos da el testimonio directo de Dios Padre acerca de Cristo:
“Pero con respecto al Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos”, y el
evangelio segú n Juan llama a Jesú s “el unigénito Dios” (Juan 1:18).
Otra forma que en la Biblia enseñ a que Jesú s es Dios es al demostrar que É l tiene todos los
atributos de Dios. É l sabe todo (Mateo 18:20; 28:20; Hechos, 18:10), esta en todo lado
(Mat 16:21; Lucas 11:17; Juan 4:29), tiene todo el poder (Mat 8:26, 27; 28:18; Jn 11:38-44;
Lc 7:14-15; Apocalipsis 1:18), no depende de nada fuera de si mismo para vivir (Jn
1:4; 14:6; 8:58), gobierna sobre todo (Mat 28:18; Ap 19:16; 1:5), nunca comenzó a existir
y nunca cesará de existir (Juan 1:1; 8:58), y es nuestro Creador (Colosenses 1:16). En otras
palabras, todo lo que Dios es, Jesú s es. Porque Jesú s es Dios.
Específicamente, Jesú s es Dios el Hijo
A fin de lograr una má s completa comprensió n de la encarnació n de Cristo, es necesario
tener algú n tipo de entendimiento del la Trinidad. La doctrina de la Trinidad afirma que
Dios es un ser, y que este ú nico Dios existe como tres personas distintas. Esto significa que,
en primer lugar, debemos distinguir a cada Persona de la Trinidad de las otras dos. El
Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo, el Hijo no es el Espíritu Santo ni el Padre, y el
Espíritu Santo no es el Padre ni el Hijo. Cada uno ellos es un centro distinto de conciencia,
una forma distinta de existencia personal. Sin embargo, todos ellos comparten
exactamente la misma naturaleza/esencia divina. Por consiguiente, las tres
personas son un único ser. El ser/esencia divino no es algo que esta dividido entre las
Personas, que cada persona recibe un tercio. Sino, en cambio el ser divino es completa e
igualmente poseído por cada una de las tres Personas de tal forma que las tres Personas
son completa e igualmente Dios.
¿Có mo el hecho de que Dios es tres personas en un ú nico Ser se relaciona a la
encarnació n? Para contestar a esto, consideremos otra pregunta. ¿Qué persona se encarnó
en Jesucristo? ¿Las tres? ¿O só lo una? ¿Cuá l? La respuesta Bíblica es que sólo Dios el Hijo se
encarnó. El Padre no vino a encarnarse en Jesú s, ni tampoco el Espíritu Santo. Por
tanto, Jesús es Dios, pero Él no es ni el Padre ni el Espíritu Santo. Jesú s es Dios el Hijo.
La verdad de que só lo Dios Hijo se encarnó es enseñ ada, por ejemplo, en Juan 1:14, que
dice: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” En contexto, el Verbo es Dios el Hijo (cf.
v. 1, 18, y 3:16). Por tanto, no fue el Padre ni el Espíritu Santo quien se hizo hombre, sino
Dios el Hijo.
De igual manera, en el bautismo de Jesú s vemos al Padre afirmando “Tú eres mi Hijo
amado, en ti me he complacido.” (Lucas 3:22). É l no dijo, “Tú eres yo; y conmigo estoy muy
complacido.” Má s bien, el Padre afirmó que Jesú s es el Hijo, Su Hijo, y que Jesú s le
complace mucho a É l. En este mismo verso también vemos que el Espíritu Santo es
distinto del Padre y del Hijo, porque el Espíritu Santo está en “forma corporal como una
paloma.”
¿Por qué es importante saber que Jesú s es específicamente Dios el Hijo? Por algo, si no
entendemos nos estaríamos equivocando acerca de la misma identidad de nuestro
salvador. Ademá s, esto afecta grandemente la forma en la que nos relacionamos con
nuestro Dios triuno. Si pensamos que Jesú s es el Padre y/o el Espíritu Santo, estaremos
enormemente equivocados y confundidos en nuestras oraciones. Por ú ltimo, es
considerada una herejía creer que el Padre vino a ser encarnado en Jesú s.
Jesú s es hombre
Debería ser obvio que si Jesú s es Dios, entonces el siempre ha sido Dios. Nunca ha habido
un tiempo en el que se hizo Dios, ya que Dios es eterno. Pero Jesús no ha sido siempre
hombre. El milagro fantá stico es que este Dios eterno se hizo hombre en la Encarnació n
aproximadamente 2,000 añ os atrá s. Eso es lo que fue la Encarnació n—Dios el Hijo
haciéndose hombre. Y éste es el gran evento que celebramos en la Navidad.
Pero ¿A qué nos referimos exactamente cuando decimos que Dios el Hijo se hizo hombre?
Con certeza no nos referimos a que É l se volvió en un hombre, en el sentido que É l cesó de
ser Dios y comenzó a ser hombre. Jesú s no renunció nada de Su divinidad en la
Encarnació n, como es evidente en los versos que vimos anteriormente. En cambio, como lo
afirma uno de los primeros teó logos, “Continuando lo que É l era, se convirtió en lo que no
era.” Cristo “no era ahora Dios menos algunos elementos de Su deidad, sino Dios más todo
lo É l había hecho suyo al tomar humanidad para Si mismo.” 3 Por tanto, Jesú s no renunció
de Sus atributos divinos en la Encarnació n. É l se mantuvo en total posesió n de todos ellos.
Porque si É l alguna vez fuera a renunciar alguno de Sus atributos divinos, É l dejaría de ser
Dios.
La verdad de la humanidad de Jesú s es tan importante de afirmar como la verdad de su
deidad. El apó stol Juan dice fuertemente que si alguien niega que Jesú s es hombre es del
espíritu el anticristo (1 Juan 4:2; 2 Juan 7). La humanidad de Jesú s es demostrada en el
hecho que É l fue nacido como un bebe de una madre humana (Lucas 2:7; Gá latas 4:4), en
que É l sintió cansancio (Juan 4:6), sed (Juan 19:28), y hambre (Mateo 4:2); y que É l
experimento todo el rango de emociones humanas como maravillarse (Mateo 8:10), llorar,
y sentir dolor (Juan 11:35). É l vivió en la tierra justo como nosotros lo hacemos.
Habiendo visto las bases bíblicas de que Jesú s es, ambos, Dios y hombre, la segunda
verdad que debemos reconocer es que cada una de las naturalezas de Cristo es plena y
completa. En otras palabras, Jesú s es completamente Dios y completamente hombre. Otra
forma fácil de afirmarlo es Jesú s es 100% Dios y 100% hombre.
Las verdades de las dos naturalezas de Cristo su plena humanidad y plena divinidad son
bastante bien entendidas y conocidas por los Cristianos. Pero para un entendimiento
correcto de la Encarnació n debemos ir má s profundamente. Debemos entender que las
dos naturalezas de Cristo se mantienen distintas y retienen sus propiedades particulares.
¿Qué significa esto? Dos cosas: (1) Una no altera las propiedades esenciales de la otra, y
(2) tampoco se mezclan juntá ndose en un misterioso tercer tipo de naturaleza.
Primero, sería equivocado pensar que las dos naturalezas de Cristo se mezclan para
formar un tercer tipo de naturaleza. Esta es una de las herejías que tuvo que pelear la
iglesia primitiva. Esta herejía enseñ aba que “la naturaleza humana de Cristo fue tomada y
absorbida por su naturaleza divina, de modo que ambas naturalezas cambiaron de alguna
forma y surgió unatercera clase de naturaleza. Podemos ver una analogía de [esto] si
echamos una gota de tinta en un vaso de agua: La mezcla resultante ya no es tinta pura ni
agua pura, sino una tercera clase de sustancia, una mezcla de las dos en que la tinta y el
agua cambian. Del mismo modo, [esta perspectiva enseñ aba] que Jesú s era una mezcla de
elementos divinos y humanos en los que ambos estaban de alguna forma modificados para
formar una nueva naturaleza.”5 Esta perspectiva no es bíblica porque destruye, ambos, la
deidad y la humanidad de Cristo. Porque si las dos naturalezas de Cristo se mezclaran,
entonces ya no es verdadera y completamente Dios ni verdadera y completamente
hombre, sino es un tipo de ser totalmente diferente que resultó de la mezcla de las dos
naturalezas.
Segundo, incluso si reconocemos que las naturalezas no se mezclan en un tercer tipo de la
naturaleza, también sería erró neo pensar que las dos naturalezas se han cambiado entre
sí. Por ejemplo, sería erró neo concluir que la naturaleza humana de Jesú s se volvió divina
en algunas formas, o que Su naturaleza divina se hizo humana en algunas formas. En
cambio, cada naturaleza se mantiene distinta, y por tanto retiene sus propiedades
individuales particulares y no cambia. Como el concilio de Calcedonia lo afirmó , “…la
distinció n de naturalezas no desaparecen en absoluto por la unió n, sino que quedan
preservadas…”6 La naturaleza humana de Jesú s es humana, y solamente humana. Su
naturaleza divina es divina, y solamente divina. Por ejemplo, la naturaleza humana de
Jesú s no se volvió omnisciente a través de la unió n con Dios el Hijo, y tampoco Su
naturaleza divina se volvió ignorante de algo. Si cualquiera de las naturalezas hubiera
experimentado cambio en su naturaleza esencial, entonces Cristo ya no es verdadera y
completamente humano, o verdadera y completamente divino.
Lo que hemos visto hasta el momento acerca de la deidad y humanidad de Cristo nos
muestra que Cristo tiene dos naturalezas—una naturaleza divina y una naturaleza humana
—que cada naturaleza es plena y completa, que se mantienen distintas y que no se
mezclan para formar un tercer tipo de naturaleza, y que Cristo será Dios y hombre por
siempre.
Pero si Cristo tiene dos naturalezas, ¿esto quiere decir que É l es dos personas? No, no
quiere decir esto. Cristo sigue siendo una persona. Hay un solo Cristo. La iglesia ha
establecido histó ricamente esa verdad de esta manera: Cristo es dos naturalezas unidas en
una persona por siempre.
En este punto encontramos otra perspectiva herética para tener cuidado. Esta perspectiva,
aunque acepta que Jesú s es completamente Dios y completamente hombre, niega que É l
sea una Persona. De acuerdo a esta perspectiva, hay dos personas separadas en Cristo
como también dos naturalezas. En contraste con esto, la Biblia es bien clara que, aunque
Jesú s tiene dos naturalezas, es solo una persona. En otras palabras, lo que esto significa es
que no hay dos Jesucristos. A pesar del hecho que É l tiene una dualidad de naturalezas, É l
no es dos Cristos, sino Uno. Mientras se mantienen distintas, las dos naturalezas está n
unidas en tal manera que son una Persona.
Para ponerlo simple, hay un cierto sentido en el que Cristo es dos, y un sentido distinto en
el cual Cristo es uno. É l es dos en el hecho que tiene dos naturalezas reales y completas,
una divina y una humana. É l es uno en el hecho que, aunque se mantienen distintas, estas
dos naturalezas existen juntas de tal manera que constituyen “una sola cosa.” En otras
palabras, las dos naturalezas son ambas el mismo Jesús, y por lo tanto son una Persona.
Como dice el credo de Calcedonia, Cristo es “para ser reconocido en dos naturalezas…
concurrentes en una Persona y una Sustancia, no partida ni dividida en dos personas, sino
uno y el mismo Hijo, y Unigénito, Dios, la Palabra, el Señ or Jesucristo…”
Veremos tres porciones de la enseñ anza bíblica que muestran que aunque Cristo tiene dos
naturalezas distintas e inmutables, no obstante sigue siendo una Persona.
1. Ambas naturalezas están representadas en las Escrituras que constituyen “una cosa,” o sea
unidas en una Persona.
Leemos en Juan 1:14, “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. Aquí vemos que
las dos naturalezas: el Verbo (Su deidad) y carne (humanidad). Sin embargo vemos que es
una Persona, porque leemos que el Verbo se hizo carne. “Se hizo” requiere que
reconozcamos una unidad de las dos naturalezas tal que son una sola cosa—eso es, una
Persona. Porque ¿en qué sentido podría escribir Juan que el verbo se hizo carne si estos no
constituyen una Persona? Con seguridad esto no puede significar “se volvió ” carne, porque
esto va en contra de la enseñ anza de la Escritura acerca de la diferencia de las naturalezas.
Escrituras adicionales relacionadas con esta línea de evidencia son Romanos 8:3, Gálatas
4:4, 1 Timoteo 3:16, Hebreos 2:11-14, 1 Juan 4:2,3.
2. Jesús nunca habla de Si mismo como “Nosotros”, sino siempre como “Yo”.
3. Muchos pasajes se refieren a ambas naturalezas de Cristo, pero es evidente que se entiende
solamente una persona.
Es imposible leer los siguientes pasajes—que afirman claramente las dos naturalezas de
Cristo—y aú n así concluir que Cristo es dos Personas. “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya
que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza
de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne…”
(Romanos 8:3). “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley…” (Gá latas 4:4). “…el cual, aunque existía en forma de Dios, no
consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo
tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7).
Habiendo visto que Cristo es dos naturalezas en una persona, y habiendo también visto lo
que está implicado en esto, examinaremos ahora una de las mayores implicaciones de
esto, la cuá l nos debería ayudar a completar el cuadro y a nuestro entendimiento.
Implicació n: Cosas que son verdad de una de las naturalezas pero no de la otra son, no
obstante, verdad de la Persona de Cristo
Como vimos antes, el hecho de que Cristo es dos naturalezas significa que hay cosas que
son verdad de Su naturaleza humana y no son verdad de Su naturaleza divina. Por
ejemplo, Su naturaleza humana estuvo hambrienta, pero Su naturaleza divina nunca
podría estar hambrienta. Así que cuando Cristo tuvo hambre en la tierra, era Su
humanidad la que estaba hambrienta, no Su naturaleza divina.
Otro ejemplo es la muerte de Cristo. Dios no puede morir. Nosotros nunca deberíamos
hablar de la muerte de Cristo como la muerte de Dios. Pero los humanos pueden morir, y
la naturaleza humana de Jesú s sí murió . Por tanto, aun que la naturaleza divina de Jesú s no
murió , todavía podemos decir que la Persona de Cristo experimentó la muerte debido a la
unió n de las dos naturalezas en la una Persona de Cristo. Por eso, Grudem dice: “en virtud
de la unió n con la naturaleza humana de Jesú s, su divina naturaleza de alguna manera
saboreó algo de lo que es pasar por la muerte. La persona de Cristo experimentó la
muerte.”7
Te has preguntado alguna vez có mo Jesú s podía haber dicho que É l no conocía ni el día ni
la hora de Su retorno (Mateo 24:36) a pesar de que É l es omnisciente (Juan 21:17). Si Jesú s
es Dios, ¿Por qué no sabía el día de Su retorno? Esto es resuelto por nuestro
entendimiento de que Cristo es una Persona con dos naturalezas. La respuesta es que
respecto a Su naturaleza humana, Jesú s no tiene todo el conocimiento. Por tanto, en su
naturaleza humana É l realmente no sabía el día o la hora de Su retorno. Pero en Su
naturaleza divina É l sabía cuando el volvería.
Ahora viene la parte má s fascinante. Debido a que las dos naturalezas está n unidas en una
Persona, el hecho de que la naturaleza humana de Cristo no supiera cuando É l retornaría
significa que la Persona de Cristo no sabía cuando É l retornaría. Por tanto, Jesú s la Persona
podía verdaderamente decir, “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los á ngeles
del cielo, ni el Hijo, sino só lo el Padre.” (Mateo 24:36). A mismo tiempo, en virtud de Su
naturaleza divina, también podemos decir que la Persona de Cristo sabía cuando É l
retornaría. El conocimiento y la ignorancia del tiempo de Su retorno son ambos verdad en
Cristo, pero en diferentes maneras. En Su naturaleza humana, la Persona de Cristo era
ignorante de cuá ndo retornaría. En Su naturaleza divina, la Persona de Cristo si sabía
cuando retornaría. Por consiguiente, Cristo mismo simultá neamente sabía y no sabía
cuando retornaría.
CONCLUSIÓN
Hemos visto la evidencia bíblica para el hecho de que Cristo es Dios el Hijo, de que É l tiene
ambos una naturaleza humana y divina, que cada naturaleza es plena y completa, que cada
naturaleza se mantiene distinta, que Cristo es no obstante una Persona, y que las cosas que
son verdad de una de las naturalezas son verdad de la Persona.
La relevancia de estas verdades de estas verdades debería ser obvia para nosotros. Porque
estas van al mismo centro de quien es Cristo. Saber estas verdades afectará la forma en la
que ves a Cristo y traerá vida a los relatos del evangelio de Su vida. También este
entendimiento profundizará nuestra devoció n a Cristo.
La unió n de la deidad y humanidad de Cristo en una Persona es de tal manera que tenemos
todo lo que necesitamos en el mismo Salvador. Cuá n glorioso. Porque Jesú s es Dios, É l es
todopoderoso y no puede ser vencido. Porque É l es Dios, É l es el ú nico Salvador adecuado.
Porque É l es Dios, los creyentes está n seguros y nunca podrá n perecer; tenemos
seguridad. Porque É l es Dios, podemos confiar que É l nos dará el poder para las tareas que
É l ordena para nosotros. Y porque É l es Dios, toda la gente será responsable delante de É l
cuando É l vuelva a juzgar el mundo.
Porque Jesú s es hombre, É l ha experimentado las mismas cosas que nosotros. Porque É l es
hombre, É l se puede identificar con nosotros má s íntimamente. Porque É l es hombre, É l
puede venir a nuestra ayuda como nuestro compasivo Sumo Sacerdote cuando alcanzamos
los limites de nuestra debilidad humana. Porque É l es hombre, podemos identificarnos con
É l—É l no esta alejado y ajeno. Porque É l es hombre, no podemos quejarnos de que Dios no
sabe lo que estamos atravesando. É l lo experimento de primera mano.
Podemos anticipar al día cuando lo veamos cara a cara, y hasta entonces que la esperanza
gozosa de ese día inspire en nosotros una gran diligencia en servirle y adorarle.