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La igualdad entre los géneros no es solo un derecho humano fundamental, sino la base necesaria para conseguir un
mundo pacífico, próspero y sostenible. Lamentablemente, en la actualidad, 1 de cada 5 mujeres y niñas entre 15 y 49
años de edad afirmaron haber experimentado violencia física o sexual, o ambas, en manos de su pareja en los 12
meses anteriores a ser preguntadas sobre este asunto. Además, 49 países no tienen leyes que protejan a las mujeres
de la violencia doméstica. Asimimso, aunque se ha avanzado a la hora de proteger a las mujeres y niñas de prácticas
nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina (MGF), que ha disminuido en un 30% en la
última década, aún queda mucho trabajo por hacer para acabar con esas prácticas.
Estableciendo nuevos marcos legales sobre la igualdad de las mujeres en el lugar de trabajo y la erradicación de las
prácticas nocivas sobre las mujeres es crucial para acabar con la discriminación basada en el género que prevalece en
muchos países del mundo.
Mujeres marchan en Indonesia por la igualdad y la justicia en medio de ataques legislativos a sus derechos y
libertades
Los derechos de la mujer son derechos humanos.
Participantes de la marcha de las mujeres de 2018 en Jakarta. Foto de Women's March, se reproduce con
autorización.
Miles de personas se unieron a la Marcha de las Mujeres en más de una docena de ciudades de Indonesia para pedir
justicia y protección de los derechos de las mujeres. Estas marchas simultáneas tuvieron lugar el 3 de marzo de 2018,
unos días antes del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
La Marcha de las Mujeres constaba de ocho reclamos dirigidos al Gobierno nacional:
Abolición de leyes y políticas discriminatorias que perpetúan la violencia de género.
Aprobación de leyes y políticas que protejan a las mujeres, niños, indígenas, discapacitados y minorías de
género de la discriminación y violencia sexual.
Justicia más accesible y rehabilitación para las víctimas de violencia de género.
Alto a la intromisión del estado y de la sociedad en el cuerpo y la sexualidad de las personas.
Abolición del estigma y la discriminación de las personas por su género, sexualidad o estado de salud.
Abolición de las prácticas violentas en los juzgados, las escuelas y los ámbitos laborales.
Poner fin a la privación económica y financiera de las mujeres, en especial, de las trabajadoras de fábricas,
mujeres del colectivo trans, trabajadoras sexuales y empleadas domésticas.
Una sociedad más proactiva para abolir prácticas injustas y la cultura de violencia que existe en varias instituciones.
Entre los problemas que motivaron las manifestaciones, uno fue la aprobación de anexos al Código Penal de
Indonesia (RKHUP), que convertiría las críticas a los miembros de la Cámara de Representantes en delitos. Los
participantes también denunciaron la aprobación de medidas legislativas que declaran ilegal el adulterio, así como
compartir información sobre anticoncepción y educación sexual.
La mayor parte de la población de Indonesia es musulmana y se jacta de promover una visión moderada del Islam,
que celebra la diversidad de creencias en pos de construir una sociedad armoniosa. Sin embargo, en los últimos años,
clérigos más rígidos abogaron por una interpretación estricta de las enseñanzas islámicas y la aplicación en muchos
de los aspectos gubernamentales.
La Marcha de las Mujeres en Indonesia se organizó por primera vez en 2017, para movilizar a las personas de todos
los sectores a poner fin la influencia del patriarcado en todos los aspectos de la sociedad. Los participantes citaron la
persistencia de los conceptos feudales como el viejo pensamiento javanés de que las mujeres solo sirven para
“macak, masak, manak” (verse lindas para su marido, cocinar para su familia y dar a luz).
Los manifestantes hicieron un llamado a la unidad y al apoyo público por los derechos de las mujeres y compartieron
la marcha en las redes sociales mediante la etiqueta #LawanBersama (Luchemos Juntos):
Indonesia y Ecuador
Una delegación del Parlamento de Indonesia conversó con representantes de la legislatura ecuatoriana con la
finalidad de intercambiar experiencias sobre la paridad y la equidad de género en la política.
"Vemos con interés lo que sucede en este país, en el que tres mujeres manejan el Parlamento, pues en Indonesia en
los papeles se dice que se permite el 30 por ciento de mujeres electas, pero en la realidad solo alcanza el 1,5%", dijo
Kresna Dewanta Phrosakh, miembro del Parlamento de Indonesia, informó la Asamblea Nacional de Ecuador en un
comunicado.
En el encuentro, la titular de la Comisión de Desarrollo Económico del Legislativo, Soledad Buendía, explicó a sus
pares indonesios que la Constitución y la ley ecuatorianas establecen la participación equitativa entre varones y
mujeres y se asegura que exista secuencialidad y alternancia para garantizar la paridad.
"Nosotras nos sentimos orgullosas de la participación de las mujeres en el Parlamento ecuatoriano; es la primera vez
en la historia de Ecuador y es un ejemplo para la región que tres mujeres dirijan un parlamento", comentó la
asambleísta oficialista.
El Parlamento ecuatoriano tiene al frente a tres mujeres afines al partido gobernante Alianza País: Gabriela
Rivadeneira, quien lo preside, y las vicepresidentas Rossana Alvarado y Marcela Aguiñaga.
Comunista encabeza el primer ministerio de igualdad de género de Chile
Según Buendía, con una representación de 42%, el Parlamento de Ecuador es la entidad regional de este tipo con
mayor participación de mujeres. También cabe señalar que otros países como Bolivia, Nicaragua y México han
alcanzado la paridad en sus congresos o presentan índices de participación femenina cercanos al 40%
La legisladora resaltó que las mujeres al interior del Legislativo ecuatoriano tienen a su cargo, además, la presidencia
de varias comisiones legislativas, como la de Relaciones Internacionales y Desarrollo Económico.
"En el bloque de Alianza País la mayoría somos mujeres, lo que implica cambios normativos importantes, en donde
los derechos de las mujeres y las minorías están transversalizados", agregó la funcionaria.
Relaciones bilaterales
Por su parte, Masinton Pasaribu, jefe de la delegación indonesia, aseguró que también ven con interés el
establecimiento de relaciones comerciales, políticas, turísticas, económicas y culturales con Ecuador.
"Tenemos excelentes relaciones, pero hay temas que podemos impulsarlos aún más entre los parlamentos. Nos
interesa intercambiar experiencias porque vemos que hay temas en donde ustedes han dado pasos importantes,
especialmente en materia de legislación", manifestó Pasaribu.
La delegación solicitó, además, la creación de una Embajada de Ecuador en Indonesia, ya que al momento solo existe
un consulado "que no surte los mismos efectos que una representación diplomática con mayor peso", destaca la
nota oficial.
Para Buendía son "fundamentales los acuerdos comerciales, económicos y políticos entre los pueblos", por lo que
invitó a que Indonesia invierta en Ecuador.
"Tenemos oportunidades para inversión. Existe seguridad jurídica, incentivos y oportunidades en varios sectores que
pueden ser de interés, vamos a enviar a la Cancillería el correspondiente pedido de una embajada en su país, para
que eso se concrete", añadió la legisladora ecuatoriana.
La Ley Orgánica del Servicio Público de Ecuador garantiza la paridad entre hombres y mujeres en las candidaturas y
en los nombramientos de servidores públicos, mientras el Código de la Democracia exige la paridad de género y la
participación alternada y secuencial de hombres y mujeres en listas electorales
Mujeres candidatas parlamentarias en Indonesia buscan récord histórico
490 mujeres políticas se beneficiaron de la capacitación en el marco del proyecto del PNUD "Fortalecimiento de la
participación y representación de las mujeres en la gobernanza en Indonesia" (SWARGA). Foto del PNUD
A medida que se inició el conteo de votos en la tercera democracia más grande del mundo, la poco conocida
empresaria indonesia Freeda Mustikasari casi puede saborear la historia.
Las autoridades indonesias han hecho una intensa campaña para aumentar el número de mujeres políticas en el
parlamento a un máximo histórico. Mustikasari es una de las miles de candidatas legislativas que participaron en las
recientes elecciones del 9 de abril.
También es una de las 490 mujeres políticas que se beneficiaron de la capacitación bajo el proyecto 'Fortalecimiento
de la participación y representación de las mujeres en la gobernanza en Indonesia (SWARGA) del PNUD. El proyecto
se implementa conjuntamente con el Ministerio de Empoderamiento de la Mujer y Protección del Niño.
Reflejos
Alrededor del 18 por ciento de los parlamentarios elegidos en las elecciones legislativas de 2009 eran mujeres. Esta
cifra es inferior al objetivo de la ley electoral nacional del 30 por ciento
Las autoridades indonesias han hecho una intensa campaña para aumentar el número de mujeres políticas en el
parlamento a un máximo histórico.
El `` Fortalecimiento de la participación y representación de las mujeres en la gobernanza en Indonesia '' (SWARGA)
del PNUD se implementa conjuntamente con el Ministerio de Empoderamiento de las Mujeres y Protección del Niño
Apoyado por la Real Embajada de Noruega, el proyecto capacita a mujeres políticas en varios módulos; desde
habilidades de presentación hasta un conocimiento profundo sobre cuestiones sociopolíticas y fundamentales para
mejorar la posición de las mujeres dentro de la nación archipelágica
"Me siento mucho más seguro", dijo Freeda, quien corrió para representar al distrito de Jogjakarta.
Apoyado por la Real Embajada de Noruega, el proyecto capacita a mujeres políticas en varios módulos; desde
habilidades de presentación hasta un conocimiento profundo sobre temas sociopolíticos de suma importancia para
mejorar la posición de las mujeres dentro de la nación archipelágica.
La capacitación se realizó en nueve provincias indonesias unos meses antes del día de la votación.
“Puede ser desmotivador participar en elecciones con los titulares, especialmente cuando se trata de política
monetaria. Esta capacitación me ha inspirado a seguir siendo proactiva y segura de mí misma en mi candidatura ”,
dijo Freeda.
Aproximadamente el 18 por ciento de los parlamentarios elegidos en las elecciones legislativas de 2009 eran
mujeres. Esta cifra es inferior al objetivo de la ley electoral nacional del 30 por ciento. Según esta ley, los 12 partidos
políticos en disputa deben cumplir con la cuota.
Si bien todos los partidos que compiten cumplen con una cuota de género en su lista de candidatos legislativos,
algunos analistas dicen que muchas candidatas necesitan apoyo adicional para mejorar sus posibilidades de ganar,
especialmente las corredoras primerizas.
La ministra de Empoderamiento de las Mujeres y Protección de la Infancia, Linda Gumelar, dijo que las elecciones
anteriores de 2009 no generaron suficientes votos para que las mujeres políticas tengan una fuerte influencia.
“Ellos (las legisladoras) se concentran en varias comisiones (grupos de trabajo) dentro del parlamento. Como
resultado, no tienen una influencia significativa ”, dijo Gumelar en una conferencia de prensa.
"Todavía hay muchos problemas críticos relacionados con las condiciones de las mujeres (en Indonesia), tales como
condiciones de trabajo inadecuadas y protección infantil que deben abordarse", agregó.
Otra candidata, una activista social bien experimentada, Agnes Dwi Rusnyati, también comparte puntos de vista
similares.
“Todavía hay muchos desafíos relacionados con los problemas de las mujeres en Indonesia. Las mujeres comprenden
mejor las preocupaciones que enfrentan otras mujeres; por lo tanto, se les debe dar un espacio (en el parlamento)
para que puedan influir en la forma de las regulaciones y las políticas nacionales que afectarán a las mujeres ".
Agnes, de 39 años, decidió postularse para el parlamento después de trabajar extensamente con organizaciones de
mujeres. Ella ha pedido un mayor acceso a los servicios de salud y empleos para las mujeres en su circunscripción de
Jogjakarta. Si tiene éxito, también tiene como objetivo desarrollar aún más la industria del turismo y quiere utilizar la
cultura como vehículo para el diálogo interreligioso.
Esta plataforma política bien redondeada está en línea con lo que apunta el proyecto.
"El Ministerio (de Empoderamiento de las Mujeres y Protección de la Infancia) ha brindado su fuerte apoyo a
SWARGA, ya que están comprometidos a garantizar que las candidatas legislativas estén bien informadas sobre los
problemas electorales y tengan las habilidades necesarias para ganar las elecciones", dijo el Gerente del Proyecto
SWARGA del PNUD Pheni Kalid.
Los resultados oficiales de las elecciones legislativas no estarán disponibles hasta el 7 de mayo. No obstante, la
ministra ha expresado su confianza en que más mujeres políticas ocuparán los escaños parlamentarios más adelante
en 2014.
Independientemente de si un número histórico de mujeres legisladoras llegan al poder, mirando hacia el futuro, el
PNUD y el Ministerio se comprometen a apoyar a las legisladoras para que representen mejor los intereses de sus
electores, incluido el de las mujeres.
LATINOAMÉRICA: LEYES CONTRA LA VIOLENCIA POLÍTICA HACIA LA MUJER, EL PRÓXIMO PASO A LA PARIDAD
Uno de los puntos focales, que es reconocido como primordial para construir sociedades más justas y
erradicar la violencia basada en género (VBG), es el empoderamiento de lideresas que logren incluir la
perspectiva de género en y desde el ámbito político. La construcción de la llamada paridad democrática no
solo constituye un paso esencial en el camino hacia la igualdad, sino que es en sí misma un factor que
permite diagnosticar la salud de las instituciones de poder.
Es importante recordar que la política ha sido tradicionalmente un asunto de hombres. Las características
que acompañan a quienes la ejercen, y algunas de sus prácticas más generalizadas (que incluyen la
violencia) no son consideradas “femeninas”, por lo tanto el poderío masculino solía ser absoluto e
incuestionable. La comprensión de que se trata de un espacio imprescindible para el impulso de planes de
gobierno inclusivos y la erradicación de prácticas que convalidan los prejuicios tradicionales y sostienen el
patriarcado, ha impulsado acciones desde diversos organismos multilaterales, como la Organización de
Estados Americanos, el Mecanismo de Seguimiento a la Convención de Belem Do Pará (MESECVI), la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y ONU Mujeres, entre otros, dirigidas a
establecer compromisos reales para avanzar en esta área.
El acoso político es definido por ONU Mujeres como el “acto o conjunto de actos de presión, persecución,
hostigamiento, amenazas, cometidos por una persona o grupo de personas, directamente o a través de
terceros, en contra de mujeres candidatas, electas, designadas o en ejercicio de la función político – pública
o en contra de sus familias, con el propósito de acortar, suspender, impedir o restringir las funciones
inherentes a su cargo, para inducirla u obligarla a que realice, en contra de su voluntad, una acción o
incurra en una omisión en el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de sus derechos”.
En cuanto a la violencia política, la misma organización señala que se trata de “acciones, conductas y/o
agresiones físicas, psicológicas, sexuales cometidas por una persona o grupo de personas, directamente o a
través de terceros, en contra de las mujeres candidatas, electas, designadas o en ejercicio de la función
político – pública, o en contra de su familia, para acortar, suspender, impedir o restringir el ejercicio de su
cargo o para inducirla u obligarla a que realice, en contra de su voluntad, una acción o incurra en una
omisión, en el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de sus derechos”.
En el análisis que se realiza sobre las diferencias entre la violencia política contra hombres y la ejercida
contra las mujeres, las organizaciones han identificado que la segunda tiene una doble finalidad: castigar a
la mujer por intentar ocupar un espacio de hombres y restringir su participación y, por ende, su
posibilidad de tomar decisiones que afecten a la sociedad en general. Como en todas las esferas, la
violencia ejercida contra las mujeres en el ámbito político tiene consecuencias diferenciadas.
En cuanto a sus manifestaciones, mencionaremos algunas de las que señala el Informe “Participación
Política de las Mujeres y relación con violencias basadas en género” (ONU Mujeres, 2016), fundamentados
en los hallazgos realizados por el Tribunal Electoral de México (2000):
D. En el ámbito personal:
Difamación, desprestigio, burlas, descalificación y calumnias:
Doble jornada de trabajo: como servidoras públicas y como responsables de la familia;
Censura por parte de otras mujeres por “desentenderse de sus familias”.
Prácticas similares han sido documentadas en Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Bolivia y Colombia.
Pocos de los firmantes han cumplido este compromiso: Costa Rica, Ecuador, México y Perú abrieron
espacios para discutir leyes contra el acoso y la violencia política. Solo Bolivia aprobó una ley sobre el
tema.
El siguiente paso fue la adopción de la Declaración sobre la Violencia y el Acoso Políticos contra las Mujeres
durante la VI Conferencia de Estados Parte de la Convención de Belén Do Pará en 2013. En esta
Declaración, los Estados acuerdan:
Uno de los compromisos del MECSEVI fue presentar un Modelo Interamericano para Prevenir, Erradicar y
Sancionar la Violencia Política contra las Mujeres, lo cual hizo en 2017. La Ley Modelo es el resultado del
seguimiento que efectuó el Comité de Expertas del MECSEVI de la Declaración mencionada anteriormente.
En su prólogo menciona como fundamentos tanto artículos de la Convención de Belén Do Pará como de la
Convención Internacional para Erradicar todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Está
conformada por 49 artículos divididos en V Capítulos, y tres Disposiciones Finales.
El Capítulo I contiene Disposiciones Generales, donde se señala el objeto de la Ley, lo que se debe
entender por Derechos Políticos, las acciones que pueden considerarse como violencia política contra las
mujeres y los ámbitos donde puede ocurrir. El artículo 3 define la violencia política contra mujer como
“cualquier acción, conducta u omisión, realizada de forma directa o a través de terceros que, basada en su
género, cause daño o sufrimiento a una o a varias mujeres, y que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos”.
El Capítulo II se refiere a la Responsabilidad que tienen los órganos competentes, como los rectores
electorales, partidos políticos e incluso medios de comunicación, en la aplicación de la Ley. El Capítulo III
señala las Garantías de Protección, y establece las Medidas de Protección en su artículo 37, como: a)
Restringir el acceso de los agresores a los lugares en los que normalmente se encuentra la víctima; b)
Otorgar escoltas a la mujer víctima de violencia y a sus familiares cuando se requiera y c) Realizar análisis
de riesgos y un plan de seguridad, entre otras.
Los dos Capítulos finales, IV y V, establecen las Sanciones y las Medidas de reparación respectivamente.
Es importante mencionar que son considerados delitos, de acuerdo al artículo 43, las siguientes conductas:
Hay Estados, como Venezuela, donde la Violencia Política contra las mujeres no está tipificada como delito.
Esto significa que las organizaciones que trabajan en pro de la defensa de los derechos humanos de las
mujeres debemos hacer la tarea de difundir el contenido de esta Ley Modelo e impulsar acciones que
obliguen a los Estados Partes de la Convención a honrar sus compromisos.
“(…) la paridad es una condición determinante de la democracia y una meta para erradicar la exclusión
estructural de las mujeres en la sociedad”, Declaración de la XI Conferencia Regional sobre la Mujer de
América Latina y el Caribe.
El argumento económico en favor de empoderar a las mujeres or Christine Lagarde, Directora Gerente del
FMI Cumbre de Líderes del APEC, Perú
Estoy encantada de regresar a Lima, la ciudad que organizó con gran éxito las Reuniones Anuales del FMI y
el Banco Mundial el año pasado.
En particular, me complace hablar de un tema que me es tan cercano: el empoderamiento de las mujeres.
Isabel Allende, la renombrada novelista chilena, dijo una vez: “Si una mujer está empoderada, sus hijos y su
familia van a estar mejor. Si las familias prosperan, el pueblo prospera, y al final también lo hace todo el
país”.
En las últimas décadas, mujeres de todo el mundo han logrado sobrepasar las barreras del nivel de
educación, la participación económica e, incluso, la representación política. Según el último Informe sobre
la brecha mundial de género (Global Gender Gap Report) del Foro Económico Mundial, América Latina es la
región donde los progresos, en términos absolutos, han sido mayores en los últimos diez años, seguida de
Asia y la región del Pacífico. Por tanto, en algunos aspectos, el APEC va a la cabeza.
Y, aun así, estos avances importantes no han sido suficientes para cerrar la brecha de género. A nivel
mundial, solo 55% de las mujeres tienen la oportunidad de participar en la fuerza laboral, frente a 80% de
los hombres. Las mujeres siguen ganando aproximadamente la mitad que los hombres por la misma clase
de trabajo, y representan únicamente 20% de los parlamentarios de todo el mundo [1] .
Es evidente que, en muchos lugares, la igualdad de género sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar. El
argumento ético en favor de la equidad de género es claro. Como también lo es el económico.
Ahora que los países en todo el mundo luchan por alcanzar un crecimiento más rápido de sus economías y
reducir la desigualdad, aprovechar el enorme potencial de las mujeres puede suponer un punto de
inflexión. Incluso me atrevería a ir más allá: no hay que pensárselo dos veces.
La labor realizada por el FMI demuestra claramente que empoderar a las mujeres tiene efectivamente un
irrefutable sentido económico. Y todos —gobiernos, sector privado e instituciones financieras
internacionales— tienen un importante cometido.
En reiteradas ocasiones he manifestado que el crecimiento mundial ha sido demasiado bajo durante
demasiado tiempo, y que además ha beneficiado a demasiado pocos. Algunos países afrontan transiciones,
como el ajuste a la reducción de los precios del petróleo; otros se enfrentan a la fuerza inmutable del
envejecimiento de la población y sus repercusiones sobre la fuerza laboral y el crecimiento de la
productividad.
Las mujeres pueden ser la solución a estos problemas, básicamente por tres razones.
Primera razón: el empoderamiento de las mujeres puede impulsar el crecimiento y reducir la desigualdad.
Si queremos que todo el mundo tenga un pedazo más grande de la torta, la torta tiene que crecer.
Los estudios que hemos llevado a cabo muestran que el incremento de la participación de la mujer en la
fuerza laboral puede tener beneficios macroeconómicos significativos. Por ejemplo, si los países de
América Latina aumentasen la participación laboral femenina hasta el nivel medio de los países nórdicos
(que ronda el 60%), el PIB per cápita podría ser hasta un 10% más alto
La inclusión de género no solo respalda el crecimiento, sino que también es capaz de reducir la desigualdad
del ingreso. Una vez más, nuestros estudios demuestran que pasar de un contexto de desigualdad de
género perfecta a uno de igualdad de género perfecta equivale a reducir la desigualdad del ingreso de los
niveles de Venezuela a los de Suecia [3] .
Así, una vez más, aprovechar el potencial de las mujeres no solo aumentará el tamaño de la torta, sino que
hará que su reparto sea más equitativo.
La segunda razón por la cual el empoderamiento de las mujeres supone un punto de inflexión es que puede
contribuir a mitigar los efectos demográficos.
Muchos países avanzados, y algunos de los emergentes también, tienen dificultades para elevar el
potencial de crecimiento debido al envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza laboral. Las
mujeres pueden formar parte de la solución.
En Japón, por ejemplo, un incremento de la participación de la mujer en la fuerza laboral que la situase en
los niveles del norte de Europa podría impulsar el crecimiento del PIB en hasta 0,4 puntos porcentuales
durante los años de transición [4] . Como las tasas de crecimiento de Japón se situarán en torno al 0,5%
este año y el próximo, los beneficios económicos pueden ser enormes.
Las consecuencias de dar empleo a un mayor número de mujeres muy calificadas sobre el crecimiento de la
productividad en general podrían ser incluso más significativas: hasta 0,4 puntos porcentuales anuales en
Canadá [5] .
Por tanto, el acceso de un mayor número de mujeres a la fuerza de trabajo ampliaría la reserva de talento
del mercado laboral, impulsando la productividad y el crecimiento.
La tercera razón por la cual, en mi opinión, este es el punto de inflexión: una mayor participación
económica de la mujer respalda la diversificación.
La caída de los precios del petróleo ha afectado especialmente a muchos países exportadores de materias
primas. Es el caso de varios países del APEC, y de América Latina en general. Estos países afrontan ahora la
ardua tarea de diversificar su economía para generar nuevos factores impulsores del crecimiento.
En este cometido, la inclusión de las mujeres puede ser de utilidad. En los países de bajo ingreso y en
desarrollo, pasar de la desigualdad de género perfecta a la igualdad perfecta equivale a pasar de una
economía muy poco diversificada a otra con una diversificación de las exportaciones normal [6] .
¿Cómo? Cerrar las brechas de género en educación amplía la reserva de capital humano, que es
fundamental para la adopción e innovación tecnológicas. Cerrar las brechas de participación laboral
incrementa también la capacidad de un país de crear y ejecutar ideas, algo esencial para la diversificación.
En resumidas cuentas: las mujeres son la solución a muchos de los problemas que afrontan hoy en día
países de todo el mundo. Pueden cambiar las reglas del juego económico. La pregunta que debemos
formularnos es clara: ¿Cómo podemos hacer para que más mujeres participen en la economía?
Los factores impulsores —y las trabas— son complejos y polifacéticos. Para reducir las brechas de género
es necesario acordar un programa integral y contar con el compromiso de los gobiernos, el sector privado y
las instituciones internacionales para con la equidad de género.
i) Gobiernos
La política fiscal constituye un buen punto de partida, porque sabemos que su diseño puede ayudar a
alcanzar los objetivos de igualdad de género.
Por ejemplo, las reformas fiscales que comportan una reducción de los impuestos sobre el ingreso
secundario de una familia, que casi siempre es el de una mujer, pueden alentar a más mujeres a
incorporarse al mercado laboral.
Canadá lo puso en práctica en la década de 1990, a través de una mejora de los incentivos de los ingresos
secundarios, introduciendo recortes tributarios y prestaciones para las familias con hijos. Actualmente, la
tasa de participación laboral femenina de Canadá está por encima del 80% y supera la de Estados Unidos,
del 74% [7] .
También son importantes las políticas de respaldo a las familias, especialmente en los países de América
Latina que han avanzado a pasos agigantados en la participación de las mujeres jóvenes en la fuerza
laboral. Una vez que llegan a la edad fértil, es fundamental que existan políticas encaminadas a mantener
su compromiso con el mercado de trabajo, y disponemos de muchos ejemplos de políticas que han
funcionado.
En México, los servicios de guardería gratuitos o subvencionados prestados a través del programa Estancias
Infantiles han contribuido a aumentar la probabilidad de que la madre tenga un trabajo. En Chile, el
aumento del número de horas que los niños pasan en la escuela, a través del programa Jornada Escolar
Completa, permite que las madres dispongan de más tiempo para trabajar más horas [8] .
Asimismo, los gobiernos pueden dar el ejemplo y ofrecer condiciones igualitarias a las mujeres. En más de
100 países existe por lo menos una traba jurídica que entorpece la participación económica de las mujeres.
En algunos países, las mujeres no tienen derecho a firmar contratos, abrir una cuenta corriente o
emprender acciones legales sin el consentimiento de su marido.
En este sentido, el caso de Perú representa un éxito notable. A partir de mediados de la década de 1990,
Perú modificó las leyes que limitaban los derechos jurídicos de las mujeres. Una década más tarde, la
participación de las mujeres en la fuerza laboral se había incrementado en 15 puntos porcentuales [9] .
Hemos observado resultados positivos similares también en otras regiones. Por ejemplo, luego de que
Namibia reforzara los derechos jurídicos de las mujeres, entre ellos, la capacidad para firmar contratos,
ejercer una profesión y abrir una cuenta de banco sin necesidad del permiso de su marido, la participación
de la mujer en la fuerza laboral aumentó 10 puntos porcentuales.
Uno de los ámbitos que reclama mayores avances es el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad
y consejos de administración. Según nuestros estudios, añadir una mujer a la alta gerencia o al consejo de
administración sin variar el número de miembros se asocia a un incremento del rendimiento de los activos
de 8-13 puntos básicos. En resumidas cuentas: ampliar el número de mujeres con cargos de
responsabilidad es bueno. No obstante, en abril de 2015, de cada 100 miembros de consejos de
administración de grandes empresas que cotizan en bolsa en Europa solo 23 eran mujeres, y únicamente el
4% de los directores ejecutivos de estas compañías eran mujeres.
Empoderar a las mujeres es, además, una buena práctica empresarial. ¿Qué quiero decir con eso?
Según un estudio llevado a cabo recientemente por Google, una de las características que comparten sus
equipos de éxito es la capacidad de crear zonas de "seguridad psicológica", es decir, espacios en los que
todos sus miembros se expresan más o menos en la misma proporción y sin miedo a ser avergonzados
[11] . Dicho de otra forma: los equipos que dan la palabra a todos sus miembros, incluidas las mujeres —
que suelen ser más tímidas y no se atreven a hablar—, logran aprovechar la diversidad de opiniones en
beneficio de una mejora de los resultados empresariales [12] .
Para fomentar la equidad de género, además de dar voz, las empresas pueden asegurar que exista paridad
salarial por idénticos puestos de trabajo y ampliar el acceso a la licencia por maternidad.
El sector financiero también puede aportar su grano de arena a la inclusión financiera de las mujeres,
ámbito en el cual el Perú ha registrado avances encomiables. En 2014, cerca del 90% de las empresas
tenían acceso a una cuenta corriente. Sin embargo, el nivel de acceso de las mujeres se situaba solo en el
22%, así que claramente puede hacerse mucho más para que aumente el número de mujeres que se
incorporan a la red financiera, también en el sector informal.
Para empezar, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres están ahora entre las 17
prioridades de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para alcanzar el
crecimiento inclusivo en 2030.
Sin embargo, para lograr este objetivo habrá que mejorar los datos y la investigación para comprender
mejor los factores impulsores del empoderamiento de las mujeres y seguir su evolución. Es aquí donde
entran en juego instituciones como el FMI.
En los últimos años, hemos intensificado el estudio de temas de género. Muchos de los ejemplos a los que
me he referido anteriormente se basan en este conjunto cada vez mayor de estudios. E iremos todavía más
allá: pondremos en práctica estas conclusiones a través de nuestra labor de supervisión y nuestros
programas.
Por ejemplo, hemos comenzado a incorporar objetivos de igualdad de género a las Consultas anuales del
Artículo IV, donde la participación económica de las mujeres puede tener repercusiones importantes.
Asimismo, hemos completado el análisis de 13 países, lo cual nos permitirá ofrecer recomendaciones de
política "a medida" en materia de equidad de género.
Por otro lado, hemos incluido el objetivo de incrementar la participación económica de las mujeres en un
programa respaldado por el FMI en Jordania. Y lo mismo estamos haciendo con el programa que
anunciamos recientemente para Egipto, centrado en mejorar la seguridad de las mujeres en el transporte.
Queda muchísimo por hacer, pero la labor de promoción de la equidad de género definitivamente ha
comenzado.
Conclusiones
En las dos últimas décadas, los países del APEC han avanzado notablemente hacia la mejora de la
participación económica de las mujeres y se encuentran ahora en buenas condiciones para liderar el
camino a seguir.