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Las brechas relativas a las capacidades provocan que las mujeres tengan
menor probabilidad que los hombres para contar con la educación, los
contactos y los recursos necesarios para convertirse en líderes eficaces[8].
Como señala la resolución sobre la participación de la mujer en la política aprobada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas[9]en 2011, “las mujeres siguen
estando marginadas en gran medida de la esfera política en todo el mundo, a
menudo como resultado de leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género
discriminatorios, bajos niveles de educación, falta de acceso a servicios de atención
sanitaria y a la pobreza que las afecta de manera desproporcionada”.
Es interesante poner el acento sobre algunos datos de esta problemática publicados
este 2015: sólo un 22% del total de parlamentarios nacionales eran mujeres, lo que
significa que la proporción de mujeres parlamentarias ha aumentado muy
lentamente desde 1995, cuando se situaba en un 11,3%;[10] 11 mujeres eran Jefas
de Estado y había 13 Jefas de Gobierno[11]. Ruanda es el país del mundo con
mayor número de parlamentarias (un 63,8% de los escaños de la cámara baja)[12].
A escala mundial, había 37 Estados donde las mujeres representaban menos del
10% del total de miembros del parlamento en cámaras individuales o cámaras
bajas, incluyendo 6 cámaras con ninguna mujer en absoluto[13]. Sólo un 17% de los
cargos ministeriales estaban ocupados por mujeres, y la mayoría de ellas se
ocupaba de los sectores sociales, como la educación y la salud[14].
En general, se considera que la “masa crítica” con respecto a la representación de
las mujeres se sitúa en el 30%, lo que supone afirmar que 41 países habían
alcanzado dicho porcentaje de referencia,[15]de los cuales 11 se encuentran en el
continente africano y 9 en América latina.
A diferencia de lo que se suele suponer, la presencia de un mayor número de
mujeres en la política no está correlacionada con niveles más bajos de corrupción.
Antes bien, se aprecia la existencia de una correlación entre los sistemas políticos
democráticos y transparentes y unos niveles de corrupción reducida. Ambos
elementos crean a su vez un entorno propicio para un incremento de la participación
de las mujeres[16].
Si la situación en los países desarrollados dista mucho de haber alcanzado la
igualdad, como se puede ver, en los países en desarrollo la realidad es mucho más
compleja. Estos países no solo se encuentran condicionados por la falta de
desarrollo económico sino que la cultura, la idiosincrasia y las tradiciones
condicionan enormemente la sociedad y la estructura de la misma.
La aplicación de políticas que corrijan las distorsiones del mercado laboral y creen
igualdad de condiciones ofrecerá a las mujeres la oportunidad de desarrollar su
potencial y participar en la vida económica de manera más visible.[18]
Frente a esta realidad, se vienen utilizando diversas aproximaciones a las
estrategias y políticas públicas para conseguir avanzar hacia la igualdad de género
y fortalecer el papel de la mujer. La equidad de género es fundamental para
mejorar las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de la sociedad
en su conjunto, y también contribuye a lograr una ciudadanía más integral para
fortalecer la gobernabilidad democrática. Lograr la equidad de género es un reto
para todas las sociedades y sus gobiernos, tanto es así que dentro de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, se encuentra el objetivo de promover la Equidad
de Género y la Autonomía de la Mujer (ODM 3)[19].
Para lograr estos objetivos es necesario que problemas como la pobreza, la falta de
acceso a la educación, servicios de salud y la ausencia de oportunidades de empleo
y trabajo productivo dejen de afectar principalmente en las mujeres. Es también
ineludible que se formulen y estructuren los medios pertinentes para desarrollar las
mismas capacidades, oportunidades y seguridad reduciendo su vulnerabilidad a la
violencia y al conflicto, esto con el fin de que tanto los hombres como las mujeres
tengan la libertad y la capacidad de elegir y decidir de manera estratégica y positiva
sobre sus condiciones de vida.