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CAPITULO I

LOS CINCUENTA
El Perú se instala en el siglo XX

La década de los 50 fue para el Perú la de su definitiva instalación en el siglo. La


modernización que se experimentó en los 20, con todos sus cambios, no alcanza para
igualar la era del crecimiento de Lima, las migraciones masivas, el aumento geométrico
en los índices demográficos, el cambio en la dinámica urbana, peculiarmente de Lima y
el ingreso en la era de las modernas comunicaciones. El mundo entró en una etapa
diferente, la primera mitad del siglo fue la de las grandes guerras, ésta, la de una guerra
sorda, amenazante, que no se definía sino en cruentas escaramuzas: Corea y Vietnam, el
África, Medio Oriente. Los bloques mundiales se enfrascaron en la denominada "guerra
fría". En ese contexto, las exportaciones primarias del país experimentaron un auge que
permitió grandes obras públicas, amparadas en un rol activo del estado como regulador
y repartidor de beneficios. La educación se convirtió en una aspiración cotidiana, los
niños y niñas tenían más colegios, más maestros. El estado de bienestar fue posible por
el aumento de las divisas que llegaban por el mejor precio de los metales en el mercado
mundial. Luego vendría la pesca. Servicios y sector terciario crecieron
vertiginosamente, pero también la industria que buscaba ampliar un mercado interno
que siempre fue esquivo. La necesidad de incorporar a todos, sobre todo a la masa
campesina, se manifestó en la claridad con que se insinuaba la necesidad de una reforma
agraria. Como ese paso no se diera, los propios campesinos presionaron por modernizar
los términos de su definitiva integración como actores sociales de una nueva nación. La
vida cotidiana se transformó, a la vez que los cambios que se visualizaban necesarios y
no se producían entraron en la agenda de los grupos y corrientes políticas que luego
serían los gobernantes del país en las décadas siguientes.

Una larga dictadura, encabezada por un militar que terminó "legalizando" su hegemonía
y los primeros años del último gobernante aristocrático, cuyos modales contrastaban con
la efervescencia de la vida cotidiana de un futuro que se venía de bruces, fueron los
gobiernos de la década.

LOS ANTECEDENTES: EL FIN DEL FRENTE DEMOCRÁTICO

En el ocaso del primer gobierno de Manual Prado nació en Arequipa el Frente


Democrático Nacional. Su base más firme fue el APRA e incluía fuerzas menores como
el Partido Comunista y un número de políticos independientes mucho más
conservadores que el aprismo. En el Perú también se aplicaba la política de "frente
popular" que se había desarrollado en Europa en la lucha contra el nazismo. Los
integrantes del frente eran: José Luis Bustamante y Rivero, Rafael Belaúnde de la
Fuente, Javier Belaúnde, Alberto Ulloa, José Gálvez, Jorge Basadre. Sin duda se trataba
de una corriente política y cultural. Se puede percibir que la integración social de
Arequipa no era tan polarizada, los intelectuales de los segmentos sociales acomodados
querían ver en el pueblo, con mucho paternalismo, una masa de gente sufrida que estaba
apta a superarse con el influjo de la educación.

En 1945 se necesitaba preparar la sucesión presidencial y el problema fundamental en el


nuevo contexto era cómo incorporar al APRA al juego político, puesto que era evidente
que no se podía continuar marginando a la fuerza política más importante del país sin
cerrar el camino a cualquier intento de democratización. La salida fue la constitución
del Frente Democrático Nacional bajo la conducción de José Luis Bustamante y Rivero,
a quien secundaba un contingente de intelectuales de tendencia democrática y
nacionalista, de por sí débil pero que en las circunstancias de la postguerra inmediata se
convirtió en una importante fuerza política.

La solvencia moral de este grupo, su prestigio intelectual, su posición de defensa de la


soberanía nacional y su abierto catolicismo fueron factores que los hicieron aceptables
para todos los actores sociales: la oligarquía, el APRA, el ejército y la iglesia. El FDN
triunfó sobre el candidato oficialista, el Mariscal Eloy Ureta - el conductor de la
victoriosa guerra contra el Ecuador - por 300,000 votos contra 150,000. El APRA
alcanzó la mayoría parlamentaria y con esto la legalidad y el poder.

En el campo de la política económica un factor esencial de su identidad ideológica fue


la búsqueda de una justicia en la distribución del ingreso que respondería a ciertos
ideales éticos, en vez de la aceptación pasiva del funcionamiento espontáneo del
mercado. Aceptando medidas tales como los controles de precios e importaciones y
dando un sentido favorable a la industrialización interna.

El 25 de mayo de 1945 el APRA es reconocido legalmente como Partido del Pueblo.


Según su discurso, buscaba hacer del Perú una auténtica nación sobre la base de una
economía integrada y gracias a la acción de un estado verdaderamente representativo.
Su doctrina implicaba desde un inicio la lucha contra el imperialismo y la oligarquía.

La oligarquía tenía intereses diferenciados. Aunque predominaba la vocación liberal en


lo económico y había acuerdo en que el estado debía ser pequeño y no interferir en la
economía, los sectores ligados al gran comercio importador aceptaban los controles
estatales como una manera transitoria de corregir los desequilibrios existentes, se
manifestaban partidarios de apoyar a las industrias en actividad y simpatizaban con un
dólar e importaciones baratas, que elevaran el volumen de sus transacciones y sus
utilidades.

En cambio los intereses de la oligarquía agro exportadora eran evidentemente


contradictorios con el interés de las mayorías: supresión de todos los controles, ninguna
intervención del estado, apertura plena del mercado y dólar caro, para elevar la
magnitud de lo que recibían por sus exportaciones.

Existiendo cuantiosas necesidades de importación el peligro número uno era la


devaluación, fortalecer la moneda en el mercado interno, no obstante el sacrificio que
esta medida significara, era imperativo, una cuestión de "indiscutible conveniencia
nacional".

En cuanto a la política económica de la Sociedad Nacional de Industria tenemos lo


siguiente: se recomienda la prudencia fiscal y la concentración de la iniciativa del
Estado en obras reproductivas; se opina que los controles deberían ser temporales,
aunque un tanto contradictoriamente; se insiste en la elevación de los derechos
arancelarios y en la limitación de las importaciones superfluas y competitivas de la
industria nacional.
Pedro Beltrán fue quien entonces perfilaba mejor un discurso económico. Su credo era
decididamente liberal: el estado no debe intervenir y la inversión de capitales debe
centrarse donde sea más rentable, no importando si en el Perú o en el extranjero. No hay
idea en él de desarrollo de un mercado nacional o de promoción de la industria. La
necesidad de defender sus intereses contra los del país llevó a los sectores exportadores
de la oligarquía a buscar construir sus propios medios de representación política. Fue así
que Pedro Beltrán, el más lúcido representante de esta tendencia, un librecambista
formado en la London School of Economics, con intereses en la explotación del
algodón, que anteriormente actuó como embajador en Washington, retornó al país
convirtiendo al periódico La Prensa en el vocero político de este sector durante las dos
décadas siguientes. La situación se precipitó a partir de enero de 1947 cuando fue
asesinado Francisco Graña Garland, uno de los directores de la empresa que publicaba
La Prensa. La oligarquía tiene su mártir y las sospechas de su asesinato recaen sobre el
APRA.

La derecha toma la iniciativa política contra el APRA y el gobierno. La economía de


controles impuesta sólo había producido una corta bonanza. Así la oligarquía y la
derecha se unen para liquidar al aprismo. Beltrán propuso la Alianza Nacional. Acuden
a su llamado la Unión Revolucionaria, el Partido Social Republicano y el Partido
Socialista Auténtico. La derecha comienza a ser hegemonizada por los exportadores,
que querían convertir el antiaprismo en liberalismo económico y autoritarismo político.

El 28 de julio de 1947 el congreso no puede reunirse por el boicot de los representantes


independientes, algunos de ellos elegidos con votos apristas. Los senadores
independientes no se presentan a la instalación de su Cámara, tampoco lo podía hacer la
de Diputados. La derecha lograba neutralizar el congreso y el APRA perdía la cuota en
el poder que el compromiso de 1945 le había asignado, los intentos de reabrir el
parlamento fracasan. El senado exige condiciones que equivalen a que el APRA
renuncie al poder legislativo. Entre enero y noviembre de 1947 la movilización popular
alcanza su más alto nivel, produciéndose en un clima democrático. Ante la elevada
inflación, las organizaciones sindicales presionaban por el cumplimiento de los pactos
colectivos o por obtener mayores remuneraciones o el reconocimiento legal de
sindicatos. Fracasó un intento de huelga promovido por el aprismo apoyándose en
demandas reivindicativas de los trabajadores, para presionar por la reapertura del
parlamento. La Central de Trabajadores del Perú (CTP), controlada por el APRA, llevó
adelante las luchas.

Entre agosto y diciembre de 1947 el costo de vida asciende en 55%, cifra enorme para
la época.

Fue importante el caso de la hacienda Cayaltí en el departamento de Lambayeque, que


forma su sindicato en 1945. En 1946 el sindicato va tomando fuerza, es en 1947 que
presentan su pliego de reclamos. Como no fueran escuchados entran en huelga, la cual
se levanta dos días después. Sus dirigentes son despedidos. Luego de larga lucha
sindical, donde el aprismo tenía fuerza preponderante, finalmente, en abril de 1947
negocian el aumento del 10% y 15% en sus salarios.

Entonces se produjo una huelga general en Lima, agosto - setiembre de 1947, ante el
despido de dirigentes sindicales de las empresas Field, Poblete, Santa Catalina y Rayón.
La Unión Sindical de Trabajadores de Lima (USTL), y la CTP (la central aprista) se
hacen parte del conflicto: la primera anuncia que irá a la huelga en caso de que no se
reponga a los dirigentes sindicales. El 24 de agosto la USTL da un plazo de huelga de
72 horas. Una serie de gremios deciden apoyar la iniciativa: construcción civil, gráficos,
choferes, hoteleros, yanaconas, empleados particulares, etc. El 28 de agosto empieza la
huelga y otra serie de gremios convocan a asambleas a fin de respaldarla.

Un empresario de la gran oligarquía, Gildemeister, origina la llamada "batalla de las


divisas" al negarse a entregar los dólares obtenidos por Casagrande al gobierno, en una
actitud abiertamente sediciosa. El objetivo es terminar de arrinconar al gobierno y
obligarle a levantar el control de cambios. En junio el general Odría, el miembro más
caracterizado del gabinete militar de Bustamante, exige poderes amplios para reprimir al
APRA eliminándolo de la vida civil.

El 6 de setiembre el gobierno dicta un conjunto de medidas cuyo propósito es buscar


reconstruir un acuerdo a través de una serie de concesiones a la derecha, entre ellas
entregarle el 35% de las divisas en certificados que podían cambiar a precios de
mercado libre. Las medidas tenían incluso el aval de Fondo Monetario Internacional.

Ese fue el contexto del fin del gobierno de Bustamante y Rivero. Como se repetirá a
fines de siglo, una situación de crisis dentro de condiciones democráticas, conduce a
soluciones autoritarias, que contaron con apoyo popular.

EL APRA Y LAS REVOLUCIONES: EL 3 DE OCTUBRE DE 1948 Y SUS


ANTECEDENTES

Esta parte de la historia del Perú contemporáneo, la historia inmediata, comienza en


realidad con un intento de sublevación fracasado. Fue el 3 de octubre de 1948. La
dirigencia partidaria del APRA había hecho alianzas tácticas desde 1936, cuando apoyó
al señor Eguiguren, en 1939 dio la consigna de votar por Manuel Prado, representante
de la oligarquía y en 1945 participa del frente que lanza a Bustamante. Sólo entonces
logró acceso al poder. Luego su práctica política llevaría al partido por senderos
inesperados de alianzas, que le dieron una mala fama política.

En el Perú, las alianzas y el diálogo político han tenido un efecto negativo en la opinión
pública. Vistas como traiciones, componendas o por lo menos como tácticas
oportunistas, las conversaciones y acuerdos políticos tuvieron "mala prensa". Visto ese
comportamiento a largo plazo, se parece mucho a las maneras como los políticos de fin
de siglo visualizan su práctica: la tolerancia, las alianzas, la solución de los conflictos,
los consensos. Pero en las décadas anteriores, donde la polarización era el signo, ese
pragmatismo aprista, en busca del poder que no conseguiría sino en 1985, significaba
poco menos que una traición y una inconducta política. Sus bases así lo percibieron.

Durante el periodo en que lograron cuotas de poder, entre 1945-48, las bases apristas se
prepararon para la revolución social que todavía la teoría aprista preconizaba. La
dirigencia mantiene una actitud doble, pone trabas para no enemistarse con sus aliados,
pero a la vez no desalienta a sus bases, preparadas en la filosofía de tomar el poder.

Al romper el partido con el gobierno, la dirigencia preparó a su gente para dar un golpe
de estado que les permitiera tomar el poder, estrategia que antes habían empleado en
1934. Moviliza a grupos militares y civiles que había organizado el Comando de
Defensa del partido (donde militaban los que los enemigos del partido llamaban
"búfalos" en recuerdo del alias del líder de la revolución trujillana de los años 30). Pero
estos cuadros tenían una actitud revolucionaria que podía no ser controlada. Por ello la
dirigencia y Víctor Raúl Haya de la Torre concretamente, se avinieron a la conspiración
para lograr que jefes militares dieran el golpe.

Los revolucionarios apristas, percatados de las maniobras, se lanzaron a la acción.


Aunque algunos han sostenido que tuvieron instrucciones para hacerlo de parte de la
jefatura, eso no se puede saber hasta que la investigación lo delibere. La madrugada del
3 de octubre se sublevó la escuadra en la rada del Callao. Buques fueron a Chorrillos,
amenazando con bombardear la Escuela Militar. Otros barcos hicieron uso de la
artillería contra la infantería acantonada en el Callao. La Escuela Naval de La Punta
cayó en manos de marineros revolucionarios del arsenal naval y de Defensa de Costas.
Grupos civiles de apristas entraron al Real Felipe y tomaron armas que allí se
encontraban para apoyar a los marineros.

En Lima las fuerzas de choque debían actuar como en el Callao. Pero según Víctor
Villanueva, cronista de los hechos de armas apristas, la dirigencia partidaria comenzó a
desactivar el movimiento. La sublevación fracasa, la represión fue inmisericorde y la
Marina quedó muy golpeada por la conspiración de la tropa. La ruptura y
enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y el aprismo se hicieron insalvables y más
profundas, no se saldarían sino a fines de la década de los 70.

Veamos los antecedentes de este comportamiento de la dirigencia y la decidida entrega


a la rebelión que mostraban las bases del partido. Remontémonos a 1934, en la sierra
central y sur central, una revolución fracasada que es poco conocida en los anales de la
historia del partido aprista y del Perú. Un movimiento más vasto y planificado que la
rebelión trujillana, trágicamente culminada en 1932.

Careciendo de Universidad, los jóvenes de la élite huamanguina deben estudiar en


Cuzco y Lima. Así, San Marcos y San Antonio Abad forman los abogados que ejercen
en Huamanga, a la vez que el APRA, en crecimiento organizativo sostenido, los
politiza. Los abogados apristas son el punto de partida de la organización partidaria
regional y uno de ellos, Arístides Guillen, proveniente de una familia de hacendados,
será el líder máximo de la revuelta de 1934.

De la misma manera el magisterio es centro de acción del APRA aunque nunca llega,
como en la relación del SUTEP con el grupo "Patria Roja" de los 70, a monopolizarlo.
Los colegios secundarios más importantes de la región, el Vigil en Huanta y el San
Ramón en Ayacucho, funcionaron desde los años 30 hasta los 80 bajo fuerte influencia
aprista ejercida por algunos maestros militantes; estos colegios se convierten en centros
de formación de cuadros juveniles. La FAJ, punta de lanza del movimiento de 1934,
estaba compuesta por jóvenes estudiantes universitarios y secundarios.

Con periódicos, revistas y semanarios regionales, el APRA prepara a su militancia y a


las sociedades regionales como las de Huamanga, Huancayo, Huancavelica, para la
toma del poder. Mostrando la eficacia de su organización regional, contando con el
apoyo de buena parte de la élite local y disponiendo de cuadros juveniles universitarios
y secundarios, algunas ciudades esperaban ser tomadas por las armas en 1934 con un
costo de sangre relativamente bajo.
El partido aprista había entrado en una etapa de acción revolucionaria tan pronto perdió
las elecciones contra Sánchez Cerro. La situación nacional, luego del asesinato del
presidente electo, era sumamente delicada. Recordemos que la crisis de 1929 había
liquidado la economía y el sistema político se derrumbó dos años más tarde. Pasada la
situación revolucionaria y de transición, los apristas se abocaron a la tarea del
fortalecimiento partidario y a la preparación de medidas de lucha, incluso la directa y
revolucionaria. Como fruto de esa política interna partidaria, apareció consolidada una
agrupación muy combativa y preparada, la Federación Aprista Juvenil (FAJ) que reunía
en sus filas a los cuadros jóvenes del partido, los más radicales y decididos.

La lucha política en 1934 era caracterizada por la sordidez de las acciones tanto del
bando conservador y militar que controlaba el poder, como las de las facciones
revolucionarias, del comunismo y del aprismo. Los comunistas no tuvieron una
presencia importante en la sierra sur central, salvo algunos atisbos en Huanta. Mientras,
en Ayacucho, la prédica aprista había prendido entre la juventud de las familias más
arraigadas. Los jóvenes ayacuchanos fueron reforzados por cuadros de envergadura y
mucha decisión que llegaron de Lima. Con esa base partidaria, el arraigo que tenían los
jóvenes más vinculados con el conjunto regional hizo lo restante para que, dada la
instructiva central de revolución, la chispa, que era de intención partidaria y nacional,
encendiera un movimiento mayor al partidario y de carácter regional.

El diario regional más regular de la época en Ayacucho, el periódico El Pueblo, recién


pudo informar dos días después sobre los sucesos del 26 de noviembre. Su versión era
muy aséptica, pero de alguna manera era la "oficial" en la región, desde las autoridades,
funcionarios y las mismas familias cuyos jóvenes habían dirigido el putch. Decía El
Pueblo: “el 26 en la mañana se produjo en la ciudad una situación anormal inesperada".
Lejos de Lima, con las dificultades de comunicación de las que hemos hablado, los
sucesos tomaron la forma de un evento absolutamente regional. Fue una verdadera
revolución local, con la ciudad tomada por los jóvenes apristas que se constituyeron en
el orden revolucionario, controlando los focos de poder: la prefectura, la comisaría, la
caja fiscal y el municipio, además los correos y telégrafos fueron intervenidos y
controlados. El periódico decía que la situación había sido "inesperada". Pero el éxito de
la asonada nos revela lo contrario. Hubo alarma, es cierto -y como lo dice el periódico-
pero también hubo júbilo, un soterrado apoyo y desde luego un éxito estratégico que
desde el mismo lugar no pudo ser vencido sino cuatro días después, cuando el ejército
desde Lima y Huancayo, usando la lenta comunicación vial, llegó para quedarse,
restableciendo la "normalidad" por un año largo.

La asonada comenzó en la madrugada, a las 3 de la mañana para ser más exactos. Los
puntos neurálgicos del ataque eran, la casa del prefecto departamental y el cuartel Santa
Catalina, donde funcionaba la comisaría. En Santa Catalina, quien comandó el ataque
fue un huaracino, cabo del cuerpo de seguridad, es decir, miembro del mismo cuartel
que se atacaba, llamado Teófilo Cueva Sánchez. Un clase militar, migrante de la sierra
norte, aprista convencido pero revolucionario profesional, era la cabeza visible, pero
quienes portaban las armas y llevaban la voz cantante eran los jóvenes de élite regional,
entre los cuales, el joven fajista Félix Jáuregui Oré. Chico de la élite regional, Jáuregui
cayó en el combate, junto con el guardia Manuel Matos, los mártires de ambos bandos.
El prefecto, señor Demetrio Vega, fue hecho prisionero, y en la tarde del mismo día los
combates seguían, con fuego a discreción desde las posiciones del orden y de los
rebeldes. Recién en la tarde cayó el cuartel y, para informar del éxito al comando
revolucionario, el propio Cueva marchó por la calle, cayendo mortalmente herido por
los resistentes policías que estaban acuartelados en el cuartel San Francisco de Paula.

Al día siguiente, luego del desconcierto general y con la situación política y militar
controlada, los apristas tomaron el local de la prefectura, izaron la bandera roja de la
revolución indoamericana y nombraron un comando revolucionario local, encabezado
por el verdadero líder aprista, don Arístides Guillén Valdivia quien asumió las
funciones de Prefecto y Jefe Militar del Departamento. Jóvenes armados de la FAJ
custodiaban los puestos claves y mantenían el orden. Mientras afuera, la juventud
ayacuchana entonaba alborozada la marsellesa aprista. El mismo rostro juvenil agitado
se notaba entre los muchos hombres armados que entraban y salían del local de la
comisaría, entre alborotados y realizados, obedeciendo los dictados de su comando
posesionado en la prefectura. El correo fue tomado por el hermano de Guillén, la
tesorería fiscal por Salvador Ivazeta. La comisaría quedó a cargo de Gliserio Añaños, de
la misma familia que poco antes había masacrado a los indios de La Mar, cabezas
visibles del poder local ayacuchano.

Todo fue ordenado, los cargos fueron asumidos con seriedad, el dinero, las armas, las
comunicaciones, el mando político, todo en manos del partido pero sobre todo, de los
jóvenes de élite local que daban el aspecto general de los comprometidos en la revuelta.
Se imprimieron unos afiches que se pegaron en las calles como boletín informativo,
señalando el éxito departamental, pero suponiéndolo nacional.

A pesar que El Pueblo pretendía que sólo había desconcierto por lo "anormal", lo cierto
es que lo que hubo fue un control revolucionario total, con hegemonía, y desde luego
temor por lo que venía. El mismo periódico recién pudo decir "se ha restablecido la
normalidad" el martes cuatro de diciembre, y sus ediciones no dejaron de salir en los
días de la revolución, como fue la del 28. Muy excitados, los cronistas de El Pueblo
daban cuenta de cómo la sola noticia de la llegada de los militares fue motivo de
desbande general de los revolucionarios. Tanto era el dominio de la situación por los
revolucionarios, que el periódico señalaba que de haber informado sobre los sucesos,
"hubiéramos tenido que vernos obligados a una información limitada calificando como
buenos todos los hechos realizados". Por ello, no se ocuparon de la situación, la vida de
Ayacucho en esos días no se detuvo, el gobierno era poder de los jóvenes
revolucionarios. Sin embargo, tan pronto se escuchó el ruido de los motores del ejército,
los pocos hombres armados del cuartel tomaron la alternativa de la fuga. Antes, los
jefes, los hijos de los hacendados, fugaron hacia sus propiedades en el campo. Según la
prensa oficial, de la tesorería fiscal salieron camiones con dinero que los
revolucionarios se llevaron.

Algunos ejemplos muestran los ecos de la fracasada rebelión. La Abeja, un periódico


que tiraba 1,000 ejemplares, del 28 de enero de 1935 hablaba de los "Ecos del fracasado
movimiento revolucionario del 26 de noviembre [de 1934], organizado por los apristas
en esta ciudad -- El joven José Vega hijo del señor prefecto sigue hospitalizado por la
gravedad de la herida." El hijo de Vega y el mayordomo del prefecto cayeron heridos de
bala en la madrugada al tratar de rescatar al padre que estaba en manos de los facciosos
a eso de las 4 de la mañana. El teniente Cabrera también avanzó para rescatar a Vega
pero no pudo, teniendo que replegarse. En el cuartel tomado, tenían al prefecto. Cabrera
y el Capitán Velarde, resistieron en sus puestos con siete guardias hasta las 10, pero a
pedido de un grueso número de comerciantes, a fin de evitar mayor derramamiento de
sangre, se rindieron. Los mantuvieron presos hasta el 29 de noviembre, junto con los
"comerciantes extranjeros" T. Ishikawa, Héctor Copello y Nicolás Chiarella. El día 30
son liberados y el prefecto retorna a su sede donde quitan la "bandera roja" del APRA.

Frente al antiaprismo que creció luego de la acción, otros, indigenistas connotados, más
bien hacían una labor de agitación y propaganda. Como el caso del diario El Pockra. Se
trataba de una publicación quincenal, Órgano de la Sociedad Pokcra amante del indio.
Víctor Navarro del Águila era su director. En sueltos de la primera y última página
vienen unos párrafos: "El A.P.R.A. es el único partido nacionalista que encarna las
aspiraciones del Perú". "El A.P.R.A. enuncia construcción, unidad, progreso de la
nacionalidad."

En el campo y los pueblos, la situación fue similar, los jueces, los policías y los curas,
siempre agrupados con los poderosos, se afiliaron a los hacendados, como ocurrió en La
Mar, donde los Añaños dominaron la situación. La noticia de la fiereza con la que
actuaron los apristas en Huancavelica, donde el saldo de muertos fue mucho mayor,
ayudaba a evitar que la gente que no estaba implicada pusiera resistencia al control
aprista. En Huancavelica, bajo la dirección de Cirilo Cornejo, asesinaron a policías y al
cura (cinco muertos), con ensañamiento. En Ayacucho un guardia civil murió por las
balas apristas. Cirilo Cornejo terminó sin embargo en el Senado en 1945. Fue detenido
antes, en 1938 por la guardia civil de Huanta, junto con Felix Dolorier Romani

Pero la llegada del ejército significó como dijimos el desbande general. Lo cierto es que
si bien la revolución regional fue un éxito, la asonada nacional o no se había producido
o había sido derrotada. Los únicos que tenían el control de la situación eran los apristas
de Ayacucho y Huancavelica. La situación de control regional no era suficiente, la
llegada del ejército, profesional y en el poder del estado, fue suficiente para que todos
los cuadros se desbandaran y la ciudad, silenciosa, aceptara la presencia de los nuevos
ordenadores. En Lima, el propio presidente Benavides informaba a la nación de los
sucesos, aceptando que la revolución había sido un hecho en la sierra sur central y que
de inmediato puso todo rigor en reprimirla. Los periódicos de Lima informaron en
primera plana sobre los hechos, día a día. Se tuvieron que quedar los militares un año en
la localidad, remplazando el poder local, reconstruyéndolo, reprimiendo a la manera en
que entonces se usaba, sin democracia alguna, pero conciliando con algunos sectores del
poder local, que habiendo participado de los hechos, no perdieron su situación
privilegiada dentro de la localidad.

La dirección aprista nacional guardaba silencio. Los revolucionarios locales, solos,


pagaron caro su arrogancia y otros salvaron su situación poniéndose a buen recaudo en
las haciendas de sus familias.

El tribunal de justicia dejó de funcionar sólo el mismo día 26 de noviembre, aunque en


la tarde, el Juez Instructor procedió a organizar la respectiva instrucción de los hechos
de sangre de la madrugada. El tribunal regional tuvo que hacer comunicaciones oficiales
a la corte suprema y al ministerio para levantar acusaciones de las que fue objeto. Los
jueces no dejaban de calificar de atroces los actos subversivos, peculiarmente los de
Huancavelica, pero, como expresión del poder local, sus miembros estuvieron en el ojo
de la tormenta, sospechosos de apoyar a la sublevación.

Fue el caso de los jueces de primera instancia de Víctor Fajardo y Angaraes. El de


Víctor Fajardo fue detenido en enero de 1935, acusado de participar en el movimiento
de Huancapi. El cuerpo de seguridad lo detuvo en el cuartel y fue trasladado a Lima,
como varios otros en condición de reo sujeto a la ley de emergencia que regía para
enfrentar al APRA. En diciembre, en Lircay, el subprefecto hizo detener al juez de
Angaraes. El propio subprefecto era el acusador, convirtiéndose en juez y parte. No
comprobaron nada en cuanto a la participación del letrado, pero igual fue trasladado a
Lima.

El vocal presidente defiende a los letrados, sosteniendo que se trataba de vendetas


locales. Porqué no -se preguntaba- se entregó al sospechoso a la autoridad competente
del juez instructor militar, esperando que se marchara para que la autoridad política sin
control alguno y como parte la emprendiera contra el juez. La situación era extendida,
convirtiendo la secuela del movimiento en un enfrentamiento entre jueces legalmente
constituidos y subprefectos del régimen dictatorial. En Parinacochas, el juez suplente,
Dionisio Salas, fue también detenido por el subprefecto por 10 días, acusándolo de
comunista, como se extendía en toda la zona y tener comunicación con el APRA en
Coracora. Una verdadera caza de brujas, que cobijaba enfrentamientos entre poderes
locales pues Salas había llevado adelante una instrucción criminal contra el entonces
subprefecto por ataque a mano armada y lesiones en agravio de un vecino de la
localidad.

El líder máximo del movimiento, Aristides Guillén Valdivia, busca refugio en la


hacienda familiar en la zona del río Pampas. Allí será capturado por el ejército. Otros
líderes se internan en la selva en proceso de colonización del Río Apurímac.

Ese fue el antecedente revolucionario de la asonada del Callao del 3 de octubre de 1948.
La historia del partido Aprista, en su vínculo con las historias locales, está todavía por
hacerse.

ODRÍA EN EL PODER

El Frente Democrático duró apenas tres años en el poder y sucumbió ante el golpe de
Estado del Ministro de Gobierno Manuel A. Odría, en octubre de 1948. Esto fue la
consecuencia de un progresivo proceso de polarización social y política y de
incapacidad de los actores políticos de construir un consenso mínimo, que hubiera
permitido procesar democráticamente las innegables diferencias de objetivos de los
actores sociales que operaban. Esto propició choques entre los ministros de Bustamante
y el parlamento controlado por el APRA, pues los intentos de equilibrar el presupuesto a
través de una contracción de gastos públicos fueron rechazados por el APRA, que desde
el parlamento desarrolló una política de incremento de los salarios compensada
únicamente con la elevación de la tributación de los exportadores y el control de
cambios que de por sí eran insuficientes.

En el folleto que escribió en 1949 el presidente Bustamante explicando la experiencia


de su gobierno afirmó que las presiones apristas hicieron imposible la salida
democrática, contribuyendo con la oligarquía a la salida dictatorial por su inconsciencia.
Luego de su levantamiento en Arequipa, conocido como la "revolución restauradora",
Odría tuvo un efusivo recibimiento en la capital. Aseguró que su gobierno sería el más
breve posible, a la espera de restaurar la democracia constitucional.

El plan de la revolución fue de eliminar los controles de cambio, de importación y de


subsidios a los productos alimenticios. El 3 de diciembre de 1948 Odría concede a los
exportadores el 55% de las divisas en certificados canjeables a precios de mercado libre,
pero pocos días después decreta que el 30% de las utilidades sea distribuido entre los
empleados y obreros de las empresas.

En un año los exportadores habían conseguido imponer sus intereses pero aún querían
más. Presionan por la reducción de los impuestos que pagaban y trataban de crear las
condiciones para asumir directamente el poder. Pero Odría no cede en ninguno de los
dos puntos.

El intento de formar una fuerza política que lleve al poder a un exportador en unas
elecciones en las que el APRA fuera excluida es frustrado con la negativa de Odría a
derogar la ley de seguridad interior y la deportación del estratega de la Alianza
Nacional, Eudocio Ravines, el 6 de abril de 1950.

La oligarquía logra imponer su credo económico pero no logra controlar directamente el


poder. Su fracaso debe atribuirse a su incapacidad para pensar la política como algo más
que la defensa de sus intereses excluyentes, como lo demuestra el análisis del programa
de la Alianza Nacional.

“CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL RÉGIMEN”

Con el golpe militar de Odría terminaba una época de la historia inmediata del país. Las
políticas económicas de los nuevos actores políticos, junto con el APRA, procuraron
una reorientación de la economía hacia la industrialización y la redistribución del
ingreso. En medio de una gran agitación social y política, al inicio de la posguerra en el
mundo, el proyecto contribuyó al nacimiento de buena parte de la industria peruana de
hoy. La "revolución" restauró a la oligarquía en el control del país. Pero no sería por
mucho tiempo.

Para legitimarse, Odría debía dejar la presidencia, hacer lo que se conoció como la
"bajada al llano". En 1950 con el fin de lograr ese objetivo, Odría dejó
momentáneamente el mando del gobierno a su adicto Zenón Noriega. Renunciante
Odría sale ganador de las elecciones por ser el único candidato. El general Ernesto
Montagne, candidato opositor fue impedido de participar en las elecciones y luego
detenido por "causar disturbios" en Arequipa. Por el Art. 53 de la Constitución se puso
fuera de la ley al Partido Comunista y al APRA. El 28 de julio de 1950 Odría es ungido
presidente constitucional.

AREQUIPA 1950

Durante la época colonial, el espacio del sur peruano fue organizado por la influencia
del mercado de las minas de Potosí, pero esa presencia fue declinando, desde entonces,
la economía regional se articuló alrededor de la venta de lana, por todo el siglo XIX.
Durante la primera guerra mundial el comercio lanar aumentó, lo que dinamizó la
economía arequipeña, pero después se deprimieron las exportaciones. En la década del
40 se acentúa la caída de las exportaciones de lanas y cueros, convirtiéndose en
producto industrial de consumo local. Esto impactó los intereses económicos de
diversos grupos urbanos de Arequipa. Por otro lado, a nivel nacional por el desigual
dinamismo exportador, más intenso en el norte, y por la política vial y la tendencia a la
urbanización, se sentaron las bases en favor de la sustitución de las importaciones, que
arruinaron las producciones locales.

La expansión industrial y capitalista de la economía peruana había privilegiado el


espacio constituido por Lima y Callao. Ese proceso es el telón de fondo de la formación
del Partido Liberal, instrumento de lucha de los profesionales radicales y el artesanado
arequipeño. Fundado en 1901 sus dirigentes fueron Lino Urquieta y Francisco Mostajo.

Los efectos de la política económica serán en general ampliamente desfavorables a la


industria peruana que producía para el mercado interior, nacional, regional o local. Al
confirmarse la "libertad de comercio", las mercancías producidas en el exterior tuvieron
mejores condiciones de ingreso en el mercado nacional y desplazaron a la producción
nacional. Las provincias se vieron afectadas por el incremento de los precios que el
monopolio impuso a diversos productos. Además las medidas económicas dictadas por
el gobierno estimularon una crisis económica en el sur.

La lucha por la descentralización se hará más intensa. En primer lugar, la necesidad de


transformar las relaciones sociales en el campo, con respecto a la raza indígena. En
segundo lugar modificar la naturaleza del Estado dando funciones a las regiones. En
tercer lugar una distinta política económica.

En 1950, Arequipa se levantó. Violentamente, en choques con la policía, el pueblo salió


a las calles, destacando los estudiantes del colegio nacional de la Independencia que
empezaron las protestas por asuntos de pensiones y currículum, el 12 de junio iniciaron
una huelga donde presentaron su pliego de reclamos. Fueron reprimidos, pero la chispa
de la protesta popular se había prendido. El ejército tomó las calles y en la plaza central,
cuando se acercaba a parlamentar con la jefatura de la tropa, el intelectual católico
Arturo Villegas fue abaleado y muerto, lo que todavía indignó más a la población. Se
había constituido una suerte de gobierno civil en la Municipalidad bajo la conducción
de Francisco Mostajo. El día 14 la muchedumbre aceptó el planteamiento de Francisco
Mostajo para formar una Junta de Gobierno Local donde estarían representadas las
diversas instituciones gremiales de la ciudad. El prefecto Meza Cuadra tuvo que
renunciar y se puso a la cabeza de la plaza militar al comandante Genaro Cardeña. La
respuesta del gobierno central llegó el día 14 cuando tropas del ejército atacaron al
pueblo. Se ha calculado que habrían muerto 80 civiles y un número mayor de militares.

En Lima se esperaba un alzamiento popular como el arequipeño, y ello se avino a


prevenir la dictadura, acusando de los hechos a la Liga Democrática, encarcelando a sus
líderes, incluido su candidato el general Ernesto Montagne.
LAS MEDIDAS ECONÓMICAS EN EL OCHENIO

Junto con la bonanza económica que significó el ingreso de divisas por las
exportaciones de minerales, la tendencia populista del mandatario y las presiones por
modernizar la economía de diversos y nuevos agentes económicos, fueron factores que
hicieron del ochenio un periodo de abundantes medidas de política económica.

Al poco de instalada, la junta Militar prohibió mediante Decreto Ley Nº 6 la iniciación


de juicios de Avisos de despedida de casas-habitación. Se ordenó la elevación de
salarios del 33% al 70 % a las víctimas de accidentes de trabajo. Elevación de
indemnización en caso de incapacidad absoluta y permanente. Por Decreto Ley Nº 13
(10902) se establece el Seguro Social Obligatorio del Empleado para el sector público y
privado. Algunas muestras del cuidado de la legislación del trabajo.

Además se dictaron disposiciones para intensificar la producción pesquera, de esta


manera se salvaba la deficiencia respecto a la difusión del consumo de alimentos ricos
en proteínas. Se tomaron medidas necesarias para proceder a las obras de irrigación del
valle de Piura. El Fondo de Educación Nacional financia la construcción de unidades
escolares, para acoger una demanda de 50 mil niños.

No había terminado el año y en diciembre de 1948, se nombra una comisión especial


encargada de elaborar un ante-proyecto de Ley de Petróleo. Asimismo el 23 de
diciembre se crea el Ministerio de Hacienda y Comercio, administrando los asuntos de
orden económico y financiero del país. Con todo esto, se nota el empeño que el
mandatario tenía para hacerse de un caudal de aceptación en las ciudades y encarar el
desarrollo de los sectores productivos con una política económica agresiva y un
robustecimiento institucional del estado.

Se elevó al 55% el porcentaje de certificados de divisas que recibirían los exportadores


y en agosto 1949 se reconoce la necesidad de incentivar la minería como fuente de
divisas obteniendo el 100% de divisas para la exportación minera.

En 1949 la dación de normas importantes en cuanto a reformas administrativas y


fiscales, fomento a la producción y obras públicas, continuó. La Junta Militar destinó S/.
12'000,000 a la terminación de las obras del ferrocarril de Matarani a La Joya,
constituyó el estanco de los vinos y licores importados y el estanco de la coca. Se creó
el Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas para atender los problemas de carácter
social de un país que se transformaba a mayor velocidad.

En un año el Perú logró (Sep. 48 - Nov. 49) culminar exitosamente el proceso de


liberación de la economía nacional del control de la moneda extrajera y volver a la
libertad de cambios.

El gobierno que llevó adelante Odría en lo económico, con los lógicos cambios que una
legislación más amplia sobre los factores de la producción significó, terminó retornando
al espíritu del sistema productivo anterior, confiado en el sector exportador como el
mejor impulso del desarrollo. Para ello se redujo los impuestos que lo gravaban, se
devaluó la moneda nacional (de 6.50 soles el dólar a 19 soles en 1955), se liberó el
tráfico de divisas y se dictaron los nuevos códigos de minería (Decreto Ley No 113579)
y de petróleo en 1950 y 1952. El gobierno se retiró del control de yacimientos como el
de Marcona, que pasó a manos de una empresa norteamericana en 1952.

Del mismo modo las importaciones se desarrollaron con total libertad. Junio 8 de 1949,
el gobierno contrató al norteamericano Juluis Klein con una Misión Económica y
Financiera permaneciendo hasta 1955, presentando su primer informe el 5 de
noviembre, señalando que la inflación era la causa de los males económicos del país.

Julio 15, Decreto Ley Nº 11061 el estado entraba a poseer todas las tierras de la
República, mientras que aquellas que tenían dueño debían pagar al Estado un impuesto
anual que podría ser de diez a cincuenta soles por hectárea en tanto los terrenos se
mantuvieran eriazos. Los impuestos estaban destinados al Plan Nacional de Irrigación.
No se permitía a las tierras en estado eriazo permanecer sin el debido estudio de
irrigación, que se debía realizar antes que cumpliera el plazo de un año.

En julio 8 de 1955, Odría dicta la última ley para el desarrollo económico, la de


Industria Eléctrica, Ley Nº12378 que incluyó la revisión de las tarifas cada tres años,
bajo la base de resultados anteriores.

Durante el gobierno del general Odría se propuso la constitución de una comisión


consultiva del Ministerio de Hacienda y Comercio para solucionar los problemas
financieros y económicos. La función era reorganizar los sistemas económicos,
financieros y administrativos, especialmente en el campo monetario y presupuestario,
revisar las regulaciones, prácticas comerciales y aduaneras.

El apogeo económico de este gobierno se dio entre 1953 y 1955, la oposición usó el
lema "pan sin libertad" en contraste al de "libertad sin pan" del régimen de Bustamante.
En opinión de Rómulo Ferrero la política económica del general Odría, se resume en
tres factores básicos:
1. El retorno al régimen de libertad económica, que implicó la eliminación de los
controles de precios, de cambios y de importaciones y la supresión de los subsidios
a los artículos alimenticios;
2. El aumento y la diversificación de las exportaciones nacionales,
3. Las fuertes inversiones del exterior, atraídas por el clima de libertad económica y
estabilidad económica que reinaba en el país.

Respecto al crecimiento del PBI no fue uniforme en todos los sectores de la economía
pues fue más bien el resultado de desarrollos contradictorios entre sí. El aporte de la
industria manufacturera y de la minería superó por márgenes de cierta importancia el
crecimiento promedio del período, el de las actividades agrícolas y ganaderas estuvo por
debajo del mismo. La minería tuvo un resultado muy favorable en la producción, en
1952 se firmó un contrato con la Marcona Mining Co. subsidiaria de The Utah
Construction Company de los Estados Unidos, para la explotación del yacimiento de
mineral de hierro de Marcona. El petróleo llegó a una producción de 14.1 millones de
barriles en 1948 a 18.4 millones de barriles en 1956. La industria manufacturera alcanzó
importante resultado en los grupos de alimentos y bebidas, de textiles, de manufactura
de metales y de productos químicos, que incrementaron la producción y el ingreso.

La industria pesada estaba conformada por tres fábricas de cemento y varias plantas
dedicadas a la producción de ácido sulfúrico y otras sustancias químicas.
Odría se apoyaba firmemente en el capital extranjero, y la coyuntura internacional de
buenos precios de las materias primas, consecuencias de la intervención norteamericana
en la guerra de Corea, le es propicia. En el presupuesto de 1949 el gasto público crece
en un 45% con relación al año anterior y entre 1950 y 1955 su peso promedio al año es
del 13% del producto bruto anual.

EL FIN DEL OCHENIO

El talante represivo y dictatorial del gobierno de Odría estaría encarnado en la figura de


uno de sus principales colaboradores, Alejandro Esparza Zañartu, Director de Gobierno,
"ojos y oídos" del dictador, surgido de una aristocracia regional venida a menos en
Cajamarca, civil jefe de los servicios de inteligencia que formó Odría, se ensañó con los
conspicuos asistentes al Club Nacional, cuando el 14 de junio de 1950 tomó sus
instalaciones y detuvo a los militantes de la Liga Democrática. Luego sería el encargado
de establecer la tortura como método político policial de investigación y represión.

Dentro del régimen no dejaron de presentarse contradicciones, al punto de separarse los


aliados básicos de un inicio. La acusación al general Zenón Noriega en agosto de 1954
de encabezar una rebelión, condujo a quien fuera el brazo derecho del dictador a ser
destituido de su cargo de Primer Ministro y Ministro de Hacienda y exiliado a Estados
Unidos.

En 1955 se pide la derogación de la Ley de Seguridad Interior de la República y la


modificación del Estatuto Electoral así como una amnistía política para que se
realizaran las justas electorales. Esta ley no sería cambiada se había creado "para
contener el terrorismo y el crimen desatados por el APRA y calmar al terror y las
angustias precisamente de aquellos que hoy piden su derogatoria".

Se anhelaba el retorno de la democracia como lo confirmaba la organización de la


Coalición Nacional, cuyos integrantes eran Pedro Beltrán, Pedro Roselló, Manuel
Mujica Gallo.

Odría se vio obligado a negociar una salida política cuando su proyecto mostraba
evidentes signos de agotamiento. Convocó a una reunión de notables en el Convento de
Santo Domingo en 1955. De allí saldrá el acuerdo que permitirá la transferencia del
poder. Pero nuevamente se impone la necesidad de integrar al Apra a la negociación,
pues cualquier salida democrática que margine a la fuerza política más importante del
país carecerá de estabilidad. El candidato oficialista, Hernando de Lavalle, representante
de la alianza oligárquico - imperialista, ofrece a los apristas el retorno a la legalidad.
Manuel Prado Ugarteche, el representante de la fracción "nacional" de la oligarquía les
ofrece el cogobierno y es elegido con el 45% de votos surge así la alianza política
conocida como la "convivencia".

En 1956 aparece también un nuevo protagonista en la lucha electoral. El arquitecto


Fernando Belaúnde con una breve campaña alcanza 36% de los votos. Nace así Acción
Popular. A su lado se forma la Democracia Cristiana con la que gobernará a partir de
1963. Por el mismo período se forma el Movimiento social Progresista.
El pacto de Monterrico fue la alianza formada por el Partido Aprista Peruano y el
Movimiento Demócrata Pradista, apoyados por el general Odría. Los comicios
electorales fueron fijados para el domingo 17 de junio, tres fueron los candidatos
Manuel Prado y Ugarteche, Hernando de Lavalle y Fernando Belaúnde Terry lanzado
en marzo 1956 por el Frente Nacional de Juventudes Democráticas. Hernando de
Lavalle, contó con la simpatía oficial y el apoyo de los grupos terratenientes,
improvisando un grupo llamado “Unificación”, Manuel Prado fue lanzado inicialmente
por el Movimiento Demócrata Pradista que sería apoyado por el Partido Aprista
Peruano, ya entonces muy identificado con la guerra fría, desarrollaba una política anti
comunista en los sindicatos, controlando los más importantes de ellos, de manera que
daba una base popular al pradismo.

Odría garantizó la realización de las elecciones. Los resultados de los comicios


electorales fueron Manuel Prado 568,134 votos, Fernando Belaúnde Terry 457,638
votos, Hernando de Lavalle 222,323 votos. Manuel Prado tuvo el apoyo aprista luego
que esta agrupación rompiera su compromiso con Hernando de Lavalle.

El talante conservador de la figura de Prado fue una de las características más saltantes
de la época. Ante la orientación de las fuerzas armadas continentales de propiciar un
"socialismo desde arriba" para prevenir el "socialismo desde abajo", la oligarquía por
intermedio de Prado buscaba conjurar las amenazas socialistas, viniera de donde
viniera. Es conocida la versión de que el presidente Prado se negó en un evento
internacional a siquiera pronunciar las palabras "revolución mexicana", porque según
decía, se podría interpretar que favorecía así una "revolución peruana".

Fue entonces que el 12 de octubre se desarrolla la IV Convención del Partido Aprista


Peruano. En ella, importantes dirigentes nacionales presentaron un documento
criticando a la cúpula aprista por “haberse aliado a la oligarquía”: Luis Olivera,
Ezequiel Ramírez Noriega, Gonzalo Fernández Gasco, Manuel Pita Díaz, Alberto Ruiz
Febres, Walter Palacios Vinces, Carlos Malpica y otros, todos procedentes del norte del
país; “el grupo de los 23” formó un Comité de Defensa de los principios de la
democracia interna del partido que se llamaría “Comité Aprista Rebelde”, conocido
como “Apra Rebelde” y finalmente, algunos de ellos dieron origen en 1962 al
“Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR). Los que participaron en esa escisión
nunca fueron aceptados nuevamente en el partido por el jefe Haya de la Torre, con la
excepción de Javier Valle Riestra, que luego sería un importante líder del aprismo en la
época que llegó por fin a ser gobierno.

PROPUESTAS POLÍTICAS SURGIDAS EN LA DÉCADA

La rebelión contra Bustamante comienza mucho antes del golpe de Odría, estaba
apoyada por Pedro Beltrán Espantoso, “barón” del algodón y director de la Prensa, los
Gildemeister, los Aspillaga, los Pardo grandes agroexportadores y los miembros de las
altas finanzas como los Prado. Estos grandes agroexportadores tenían con Bustamante
una gran oposición, al no haberles entregado el total de las divisas de sus exportaciones.
Financiando el golpe militar se formó una alianza entre lo que entonces era una
oligarquía con el poder militar.
Odría establece la Junta de Gobierno, consolidado el régimen, designó a Pedro Beltrán
presidente del Banco Central de Reserva, como presidente del Senado a Julio de la
Piedra, como presidente de la Cámara de Diputados a Juan Manuel Peña Prado. La
oligarquía tenía no sólo el poder económico sino también el político. Además, el nuevo
gobierno, expulsó y detuvo a dirigentes políticos apristas como comunistas, el caso de
Haya de la Torre, que permaneció 63 meses en la embajada Colombiana (3 de agosto de
1949 hasta el 5 de abril de 1954) llegó hasta la Corte Internacional de Justicia, al final
Odría accedió a deportarlo y despojarlo de la ciudadanía peruana.

En Julio 1949 se presentó el Decreto Ley “Seguridad Interior de la República”,


establecía la pena de destierro, cárcel y la pena de muerte por terrorismo; facultaba a las
autoridades policiales a actuar sin la orden de juez, desconocían el derecho de defensa,
la libertad condicional y el derecho de habeas corpus. Ante este régimen dictatorial,
personajes de la oligarquía comienzan a recelar del gobierno, a partir de 1954 el silencio
se apaga ante un conjunto de inquietudes políticas como la Coalición Nacional
Organizada por Pedro Roselló en Arequipa. El Partido Demócrata Cristiano (1956)
conformado por Hector Cornejo Chavéz, Julio Ernesto Portugal, Honorio Delgado,
Mario Polar, Enrique García Sayan, Benjamín Roca, Luis Bedoya Reyes, José Barreda
Moller y Roberto Ramírez del Villar. Propuso un cambio en el sistema económico
imperante, apoyando su discurso en las encíclicas papales.

Otra agrupación que surgió en ese contexto fue el Frente Nacional de Juventudes
Demócratas, creado en 1955 a iniciativa del abogado cajamarquino Javier Alva
Orlandini, su objetivo era “postular a un hombre joven desvinculado por completo de
los grupos tradicionales del poder político y que enarbolara las banderas de la
renovación”. Se exigió la derogatoria de la ley de expresión, la amnistía política y la
modificación de la ley electoral, en 1956 logró formar lista parlamentaria en 12
departamentos, siendo este partido el germen de Acción Popular que llevó a las
elecciones al arquitecto Fernando Belaúnde Terry.

El Movimiento Demócrata Pradista bajo la iniciativa de Manuel Cisneros Sánchez y


Javier Ortiz de Zevallos, apoyó las pretensiones electorales del ex mandatario Manuel
Prado, tenía como anhelo “realizar una obra de unificación y paz nacional”, constituido
en setiembre de 1955 en. En agosto 1956 se transformó en el Movimiento Demócrata
Peruano (MDP).

El Movimiento Social Progresista (MSP) apareció en 1956. Estaba conformada por


intelectuales y profesionales, algunos participantes en la experiencia del Frente
Democrático cuando Bustamante, con un discurso de tinte humanista, proclamaban la
necesidad del socialismo. Entre sus planteamientos estaba la reforma agraria, la idea de
la intervención planificadora del estado y la nacionalización de los recursos naturales.
Sus integrantes fueron: Santiago Agurto Calvo, los hermanos Sebastián y Augusto
Salazar Bondy, Alberto Ruiz Eldredge, José Samanez Concha, Guillermo Figallo
Adrianzén, José Matos Mar, Jorge Bravo Bresani, Eduardo Neyra, Adolfo Córdova y
Francisco Moncloa Fry.

Es notable que la mayoría de las modernas corrientes políticas en el Perú, exceptuadas


las del comunismo y el aprismo, que tuvieron su surgimiento décadas atrás, se
desarrollan y se expresan en la época de la lucha contra el autoritarismo militar que
expresaba el gobierno de Odría. En 1956 pasaron sus primeras armas electorales. Los de
centro izquierda apoyaron a Belaúnde, que estuvo cerca de lograr la meta. Los nombres
de los jóvenes políticos de entonces, serían luego los de los mandatarios del periodo
siguiente.

LA RENOVACIÓN DE LA PRENSA. OPINIÓN PÚBLICA Y POLÍTICA

Los antecedentes de la gran prensa fueron las revistas, como Vanguardia, de Eudocio
Ravines, la que tenía por nominativo sólo el año, 1947, 1948, 1950, que dirigía Genaro
Carnero Checa desde posiciones marxistas, opuestas a las de Ravines, ya anticomunista.
La revista de Carnero Checa abrió sus páginas a muy jóvenes colaboradores, que luego
serían de los más importantes hombres de la televisión y el espectáculo, como lo fueron
Pablo de Madalengoitia y Pepe Ludmir. Alfonso Tealdo que había sido director de Ya,
de propiedad de Augusto Belmont (también hombre de radio, quien sería continuado
por su hijo Ricardo Belmont en los años 70), sacaba Pan y luego Dedeté (contra todos
los parásitos). Fue un auge de lo que se llama prensa pequeña, surgida al impulso de las
libertades que trajo en la ciudad, luego de años de represión, el gobierno de Bustamante
y Rivero, hasta que la dictadura lo permitió. Pero el más importante de todos los
órganos de la prensa chica fue un periódico, Vanguardia, de línea liberal, dirigido por
Guillermo Hoyos Osores y donde se inició en la prensa Francisco Igartua, quien al poco
dirigiría Caretas y fundaría Oiga. Vanguardia fue clausurado en 1948 y en su
reaparición apoyó la candidatura de Ernesto Montagne. La Liga Nacional Democrática,
que se había fundado para apoyar la candidatura opositora, que cerrara el camino a la
"elección" que pretendía Odría luego de "bajar al llano", sesionaba en las oficinas de
Vanguardia, y ahí fue a dar la policía el 14 de junio de 1950, deteniendo a muchos,
encarcelando y deportando.

Hoyos era un político, formó un movimiento de resistencia cuando Odría reprimió a sus
adversarios para hacerse elegir en supuesta lid democrática. Sufrió destierro y luego
regresó a la política, no sin antes sufrir carcelería durante la dictadura de Odría, que no
sería la última dictadura que enfrentó, pues sufrió su último destierro durante el golpe
de Velasco, que lo hostigó y enjuició por mucho tiempo después, por su supuesta
participación en el escándalo del Acta de Talara.

Un grupo de periodistas, con un estilo, un ideario y nuevas técnicas de comunicación


surgió en esa época, junto con los escritores de la llamada generación del 50, ellos
mismos también parte de ese fenómeno cultural.

De entonces data la Federación de Periodistas del Perú cuyo primer presidente fue
Genaro Carnero Checa. Fue en 1950, año en que también se fundó la revista Caretas,
cuando la principal forma de comunicación moderna resultaba todavía la radio, que no
transmitía sino hasta la media noche, presentando grandes artistas, que incluso venían
en gira a Lima, como las jóvenes Lola Flores y Sarita Montiel. Entre las luminarias
nacionales destacaba Lucy Smith, quien falleciera misteriosamente en el amanecer de
ese año, dejando luego un vals criollo que inmortalizó la congoja que causó el suceso.

Igartua había fundado Oiga en 1948, en medio de una dura represión, pretendiendo
denunciar las maniobras de los exportadores para conseguir el íntegro de las divisas
generadas por sus productos, oponiéndose al mandato del gobierno de Bustamante.
"Verdadero objetivo del civilismo: eliminación del control de cambios" rezaba el titular
de su primer número. Tres números alcanzó a publicar, hasta que fue clausurada y su
director hecho prisionero político. No vuelve a aparecer sino hasta 1962, pues Igartua
dirige Caretas desde su fundación con Doris Gibson.

En este contexto de las comunicaciones, junto con la efervescencia política de la prensa


chica, los grandes medios de comunicación escrita se formaron bajo el control de fuertes
imperios familiares, atados a intereses económicos que dominaban en la sociedad
peruana. El Comercio ha sido el más representativo y de mayor estabilidad, en manos de
una familia, los Miró Quesada, salvo cuando fueron expropiados en 1874, siempre
mantuvieron la línea: empresa de carácter familiar, conservadora, de tinte antiaprista. La
oposición al aprismo caracterizó la línea del periódico. Se opuso a Benavides a fines de
su gobierno por que no ordenó la ejecución del posible asesino de Antonio Miró
Quesada, a Bustamante -a pesar que tenía una línea anti exportadora a tono con los
planteamientos del diario- por su alianza con el partido de Haya de la Torre, a Odría
cuando permitió que el jefe del partido aprista dejara la embajada colombiana luego de
años de exilio diplomático. Como luego vinieron las alianzas pragmáticas del Apra, con
Prado primero y luego con el propio Odría, el diario se opuso a ellos, desarrollando una
campaña de tinte nacionalista en defensa de los recursos naturales, particularmente el
petróleo. La batalla cotidiana la libró contra La Prensa y su propietario Pedro Beltrán. El
periódico y la familia Miró Quesada han mantenido un prestigio y un aire solemne y
señorial que no pudo ser igualado por ningún otro medio de comunicación. Inaugurado
el dominio familiar del diario por José Antonio Miró Quesada, fue continuado por sus
sucesores familiares hasta Aurelio Miró Quesada Sosa, quien prácticamente nació con el
siglo y desempeñaba la dirección a sus 91 años en 1998. Destacaron en el ejercicio del
periodismo -además de sus escritos y ensayos en otras ramas de la práctica creativa-
Oscar Miró Quesada, el científico del periodismo y Francisco Miró Quesada Cantuarias,
el filósofo, hijo del anterior y director del suplemento, entre otros miembros de esta
familia de influencia incuestionable en la vida nacional.

La Prensa, que surgió a inicios de siglo ligada al Partido Demócrata, fue adquirida por
Pedro Beltrán Espantoso en 1948, quien la modernizó y le dio un tono empresarial,
anticomunista y pro norteamericano en la posguerra, durante la "guerra fría". Influyó
entre los empresarios, siendo la voz de los principales agroexportadores. Beltrán
modernizó el estilo periodístico, el contenido de los titulares, más dinámicos y
asequibles al público. Captó la mayor cantidad de avisos: en 1968, cuando se produjo el
golpe militar, tenía el 40% de los activos, mientras El Comercio sólo el 32% y
circulaban 135,000 ejemplares frente a 106,400 de su competidor. Cuando fueron
expropiados, su situación se había deteriorado y cuando Belaúnde en su segundo
gobierno devolvió los medios de prensa, el diario dejó de circular, los tiempos y las
ideas habían cambiado y la modernidad de Beltrán en los 50 se había quedado
anticuada.

Ultima Hora, vespertino fundado por Beltrán, a cuya cabeza estuvo Ismael Frías, tuvo
un inicio poco alentador, hasta que fue dirigida por Bernardo Ortiz de Zevallos y
redactada por uno de los renovadores de la comunicación escrita, Raúl Villarán el de los
titulares explosivos y dicharacheros, quien capturaba con sapiencia de motivador las
primeras planas introduciendo la replana. Villarán estuvo luego en la fundación de
Expreso y de Correo. Última Hora se convirtió en el ejemplo de nuevo lenguaje,
populachero, de noticias sensacionales y escandalosas, renovó el periodismo haciéndolo
menos formal y de más cercanía a lo cotidiano. Fue el diario de más tiraje. Se convirtió
en parte de la vida de los limeños, entraba en lo privado y lo ventilaba en público. En
ese periódico se hizo famoso en el mundo del "chisme" un periodista, Guido
Monteverde, quien desafiara la excomunión impuesta por el Cardenal Guevara al
convocar un concurso de mambo en la Plaza de Acho en 1951. Fundaron, entre
Monteverde y Villarán, una compañía de revistas, las "Bikini Girls" que se presentaban
en el Teatro Monumental ante cientos de espectadores, destacando tres mujeres que
fueron el símbolo sexual de la época: Betty di Roma, Mara y Anakaona. Las fotos de
esas legendarias mujeres y de muchas aspirantes a ser como ellas, comenzaron a llegar a
todas las páginas de Ultima Hora, devoradas por decenas de miles de lectores.

La Crónica, que fue fundada en 1912 por Clemente Palma, junto con su famosa revista
Variedades, pasó a manos de la familia Larco Herrera y luego, en 1947, a las de la
familia Prado, vinculada a las finanzas y la inmobiliaria. Ahí se inició en las letras
Mario Vargas Llosa, casi adolescente en 1952. En abril de 1953 se inauguró el edificio
del periódico en la avenida Tacna. Ese pequeño corredor de "rascacielos" del costado
del "damero de Pizarro", era el símbolo de una ciudad de aires cosmopolitas. Los
grandes terratenientes de la sierra invirtieron en ella, esperando tiempos de esplendor
urbano. Ahí se instaló La Crónica de Mariano Ignacio Prado Heudebert en un edificio
de ocho pisos, con gran biblioteca (que perteneció a Javier Prado Ugarteche) y sala de
exposiciones, donde se exhibieron en 1958 las famosas "Vargas girls", bocetos a lápiz
del peruano Alberto Vargas (hijo de uno de los primeros fotógrafos peruanos, el
arequipeño Max T. Vargas) que triunfaba con ellas en los EE. UU., la asistencia al salón
de La Crónica para esas muestras -que contó con la presencia del autor- fue el record de
la década. Entre otras de las actividades por las que el periódico marcó la década, fue la
celebración de los concursos de "Miss Perú", que coronaba alguna bella mujer para
concursar por el cetro mundial de la belleza, de acuerdo a los cánones norteamericanos
en los que Vargas destacaba como retratista eximio.

La empresa fue competidora de Ultima Hora en la página policial, todo un mundo de la


Lima de entonces, que ha sido retratada en la primera gran novela de Vargas Llosa,
Conversación en la Catedral. En un tiempo la empresa entró también a tallar en las
tardes con La Tercera, vespertino que incorporó los periodistas deportivos que llamaban
al interés de los lectores masculinos, destacando Alfonso "Pocho" Rospigliosi. En esta
década se realizó el único campeonato sudamericano de fútbol realizado en el Perú. Fue
adquirido a través del sistema financiero por el Banco de la Nación y se convirtió en un
periódico oficial antes del estatuto de prensa de 1974 como se verá más adelante.

Para seguir con la historia de la gran prensa en el Perú, añadamos otras publicaciones de
importancia que tuvieron su auge posteriormente a esta década. Correo, fundado por
Luis Banchero, cuando era el "boom" de la pesca, a inicios de 1961. Fue muy
informado, moderno en sus recursos, sirvió de presión política para los intereses de su
dueño. Raúl Villarán fue quien puso a circular Ojo, una Ultima Hora de los años
sesenta, sin más que las noticias de su matutino y la inventiva de los redactores. El éxito
de este tipo de prensa resistió la masificación y los años, haciendo de Ojo el fenómeno
de tiraje de la prensa cuando ésta volvió a manos de sus dueños y entró en una nueva
época en los años 80.

Expreso, también un medio joven entre los grandes de la prensa, fundado igualmente
por un propietario terrateniente de la costa, Manuel Mujica Gallo a fines de 1960. Lo
dirigió muy liberalmente José Antonio Encinas, apoyando la candidatura de Belaúnde.
Cuando tuvo problemas, también creó su vespertino Extra. Fue adquirido por Manuel
Ullos, ligado al capital financiero internacional y hombre influyente en el poder.

Ello ocurrió cuando se produjo una crisis en Expreso. En los círculos periodísticos se
rumoreó acerca de la desaparición del diario. Por allí circuló el dato de que el diario que
dirigía José Antonio Encinas tenía deudas por 48 millones de soles y un déficit para el
año de 14 millones. El grupo de Ulloa, que era prominente miembro del gobierno y
representante de fuertes intereses económicos, vino a aprovechar la situación y hacerse
de un medio de prensa en 1965.

Con el golpe y las acusaciones judiciales que le abrieron a Ulloa, el periódico fue
expropiado y pasó a manos de sus trabajadores, que formaron un Frente Único en 1970.
Luego fue su director el combativo y famoso periodista Francisco Moncloa, que haría la
labor política más eficaz y cotidiana a favor de las reformas más radicales de la
revolución Velasquista.

En julio de 1974, por la nueva ley de prensa pasaron a lo que los ideólogos del régimen
llamaban "los sectores organizados de la sociedad". Tuvieron un año de efervescencia
política y de creatividad en manos de nuevos directores y redactores, hasta que fueron
lentamente "parametrados" a partir del golpe que inauguró la llamada "segunda fase" de
la revolución. la prensa monocorde y controlada, con honrosas excepciones, dejaba
abierta la puerta para la aparición de algún medio que satisfaciera las expectativas de
información libre y crítica, espacio que sólo ocupaba Caretas, muy moderadamente
desde que reabrió en 1977. Así apareció Marka, un fenómeno de comunicación, en
donde se cobijaron todos los intelectuales de izquierda.

EUDOCIO RAVINES: EL HOMBRE DE LA "GUERRA FRÍA".

Tal vez el mejor exponente de lo que fue en el terreno político la influencia de la


"guerra fría" en el mundo, fue Eudocio Ravines. Militante comunista en sus primeros
años, devino en el mejor comunicador del anticomunismo visceral que patrocinaban los
Estados Unidos. Un cambio sorprendente, pero no por ello inusitado en el Perú, donde
el Partido Aprista siguió el mismo sorprendente camino.

En enero de 1947, Eudocio Ravines se incorpora a la Alianza Nacional, organismo


político representativo de los intereses de la oligarquía, y acepta la dirección del diario
La Prensa, luego del "crimen Graña" que dejó al diario sin director. Desde La Prensa,
Ravines continua su campaña antiaprista y de oposición al gobierno del presidente
Bustamante y Rivero. Por ello sería deportado a México después del levantamiento
aprista del 3 de octubre de 1948. Con el golpe de Odría, el 27 de octubre, que contó con
el apoyo de la Alianza Nacional, Ravines regresa al Perú. Asume la dirección del nuevo
Última Hora, desde el cual se opone a que Odría sea elegido presidente constitucional
por lo que nuevamente sería deportado a México en abril de 1950. Con la elección de
Prado para un segundo período presidencial, Ravines regresa al Perú y se incorpora al
régimen. Cambia así de orientación al apoyar la alianza entre sus antiguos enemigos
políticos: la oligarquía (Beltrán), el Partido Aprista Peruano (Haya de la Torre) y, los
militares (Odría). Su revista de los primeros años de actividad, Vanguardia reaparecería
y se publicaría hasta julio de 1963, cuando es remplazado por un programa televisivo
con el mismo nombre. Durante este período, Ravines es ya uno de los más
caracterizados anticomunistas y un opositor al gobierno del presidente Belaúnde.
Tras el golpe militar de Velasco Alvarado, Ravines sería deportado nuevamente a
México en febrero de 1969. Por continuar su campaña de crítica desde el extranjero, el
gobierno decide declararlo traidor a la patria y privarlo de la nacionalidad peruana en
junio de 1970, expediente que siguió con muchos otros políticos y periodistas, más
como una muestra de inquina que como un efectivo castigo, que ya lo era y suficiente la
deportación. A pesar de los cambios políticos ocurridos luego de la caída del general
Velasco en agosto de 1975 y el regreso de los exiliados, Ravines no volvería al Perú ni
recuperaría su nacionalidad

EL SUFRAGIO FEMENINO.

No es posible hablar de movimientos feministas propiamente dichos en el Perú de la


primera mitad del siglo XX. Sin embargo, hubo organizaciones de mujeres, que
tuvieron en algunos casos claros planteamientos feministas. Acción Femenina surge en
1936 y en 1952 fue prohibida por la dictadura de Odría. Feminismo Peruano de Zoila
Aurora de Cáceres, participó (a través de su líder) en 1942 en la Asamblea General de la
Comisión Interamericana de Mujeres, que buscaba la igualdad política y social de las
mujeres.

En 1946, bajo el liderazgo de Magda Portal, que se distanció de los movimientos


femeninos como Feminismo Peruano, el entonces denominado "Partido del Pueblo"
organizó una Convención Nacional de Mujeres Apristas. Sin embargo, el partido de
Haya de la Torre no hizo nada por el sufragio femenino, ni consideró temas de
reivindicación femenina en su ideario.

La primera feminista peruana fue sin embargo María Jesús Alvarado Rivera. En 1911
había pedido el sufragio femenino, y sus luchas le granjearon su deportación del país
durante el Oncenio. A través de su organización Evolución Femenina, participó en el
activismo por la ciudadanía de las mujeres peruanas. En 1945, al poco de regresar de su
largo destierro en Argentina, que culminó en 1936, Alvarado logró que Evolución
Femenina obtuviera la participación de mujeres en las Juntas Transitorias Municipales.
Ella misma es nombrada en uno de los cargos.

Por iniciativa del propio Presidente Odría, el Ejecutivo propuso el voto femenino al
Congreso en octubre de 1954. Después de la segunda guerra mundial, el voto femenino
se hizo mayoritario en el mundo y fue incorporado como derecho en la Carta de las
Naciones Unidas. Los debates parlamentarios no ofrecieron un abanico muy amplio de
posiciones. Sin estorbos, salvo alguna intervención que pretendió hacer mayores
concesiones a las mujeres, y otras que todavía querían limitarlo a cierto grado de
instrucción primaria, el proyecto fue aprobado en noviembre de 1954.

En un estilo que sería peculiar durante la década siguiente, el diario Ultima Hora,
titulaba "se despunta el voto de gilas". El diario La Nación editorializaba acusando a La
Prensa de no informar nada acerca de la aprobación ni de los debates. La feminista
María Jesús Alvarado Rivera, notaba que El Comercio, que siempre acogía con
gentileza sus artículos, no lo hizo cuando se debatía el proyecto en Diputados,
guardando silencio al respecto del tema. Los grandes de la prensa silenciaron el asunto.
El 5 de setiembre de 1955, la Ley Nº 12391 concedió ciudadanía a las mujeres y le dio
derecho a voto. Los medios gubernamentales, más con fines de propaganda,
consideraban que un millón de votantes se incorporarían en los padrones de 1956. Pero
las mujeres eran mayoritariamente analfabetas, lo que las excluía del voto. Así, el
sufragio femenino de 1956 no tuvo un significado cuantificable, salvo por sus efectos
propagandísticos. En términos de la conciencia femenina, sin embargo, significaba un
logro, luego de varias décadas de prudente pero persistente demanda. El voto
significativo para las mujeres lo consiguen cabalmente recién en 1980.

LA GENERACIÓN DEL 50

El grupo de intelectuales, especialmente escritores, nacidos entre 1920 y 1935 ha sido


llamado la Generación del 50. Sus orígenes coinciden con tres procesos superpuestos:
los estertores de la República Aristocrática, durante el Oncenio de Leguía y hasta el
inicio de las luchas sociales de obreros y campesinos, que quisieron representar
comunistas y apristas y que fueron detenidas por la aristocracia sobreviviente en alianza
con el ejército. Este grupo de intelectuales tuvo su actividad principal a fines de los años
40 en la posguerra y durante la década del 50, de ahí su denominación. Algunos han
resaltado que se trataba de un grupo pequeño, que se reunía en un bar del centro de
Lima, llamado "Palermo", básicamente estudiantes universitarios. Sin embargo, además
de haberse registrado unas tres centenas de escritores y científicos con producción, la
generación del 50 fue mucho más que eso. Ellos y su actividad son el más importante
retrato de la vida peruana de los años 50.

El Patio de Letras, de la vieja casa de San Marcos, era el otro escenario de este grupo.
Punto de encuentro de la juventud intelectual, fue privilegiado lugar de intercambio de
ideas, publicaciones, discusiones. De ahí continuaban los grupos al bar "Palermo". Lima
era pequeña, todavía con aire de una aldea, conservadora, donde sólo llegaban algunos
vientos de las ciencias y las artes del mundo. Justamente, para romper ese aislamiento,
es que se formaron espacios de encuentro: la Peña Pancho Fierro, los bares,
especialmente el "Palermo", el Patio de Letras de la casona del Parque Universitario, y
publicaciones como la revista Letras Peruanas que dirigía Jorge Puccinelli y Literatura
que publicaban Mario Vargas Llosa, Luis Loayza y Abelardo Oquendo. La
preocupación por definir lo que era una literatura nacional, el recuerdo de la trayectoria
creadora de los antecesores y la apertura a la cultura europea de entonces, definen esta
publicación.

La ciudad cambiaba, extendiendo su radio de influencia, hacia espacios más lejanos. El


centro mismo se transformó arquitectónicamente, hasta que fue abandonado en la
década de los sesenta, cuando Lima mostraba sus características de ciudad tomada por
la población andina. En la década de los 50, la modernidad limeña se ubicó físicamente
en el viejo centro y sus ampliaciones, sobre todo, hacia el sur, en la Plaza San Martín y
La Colmena. Durante la transformación arquitectónica y cultural del centro de Lima, la
Plaza San Martín se convirtió en el centro cosmopolita de una aldea que rompía el
cascarón. La Plaza era el corazón de la ciudad, y su radio de influencia se extendía hasta
los famosos bares: Palermo, Negro-Negro (donde eran famosos los encuentros
poéticos), Continental, el Zela (cuyo dueño era Leo Barba, maquinista de la imprenta
Leomir, donde se editaban varias de las revistas de todo tinte político a fines del
gobierno de Bustamante y durante la dictadura de Odría). El Zela recibía a la mayoría
de los bohemios y la intelectualidad limeña: Juan Ríos, Martín Adán, Emilio Adolfo
Westphalen, César Moro y su hermano el pintor Quispez Asin, Ricardo Grau, Esteban
Pavletich, Sérvulo Gutiérrez, entre los mayores, junto con Xavier Abril, Sebastián
Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela. Artistas, escritores, intelectuales,
que compartían las inquietudes de quienes incursionaban en el periodismo, como Doris
Gibson y Francisco Igartua.

La bohemia además tenía su catedral en el "Grill" del Hotel Bolívar, inaugurado en los
años 20, pero que tuvo su auge en estos 50. La prolífica sala de "Entre Nous" se
encontraba al lado de la Bomba de Incendios. En la Plaza San Martín además estaba el
Club Nacional, centro de las tertulias del poder. La renovación de las diversiones tuvo
en los cines, el Metro y el Colón, su mejor escenario. Por eso, simbólicamente, la Plaza
fue el escenario privilegiado de los mítines políticos hasta ya entrada la década de los
80, los más famosos políticos se bautizaron en sus balcones.

La revista que publicara Emilio Adolfo Westhpalen, incluso con su propio peculio, Las
Moradas, merece especial mención. Westphalen es mayor que los miembros de este
grupo, pero su influencia fue determinante para algunos de ellos. Las Moradas traducían
al español la vanguardia de las artes europeas, reseñaba libros de difícil acceso y abría
sus páginas a los más importantes creadores de entonces. Sin la difusión de esas ideas
renovadoras que traía Las Moradas, y el estímulo que significaba para los jóvenes
comenzar a publicar, junto a los creadores más renombrados como Martín Adán y César
Moro, no se podría entender el despegue de creatividad del grupo de la Generación del
50.

Entre 1947 y 1949 Westphalen publicaba Las Moradas, como se señaló, el influjo más
novedoso en la renovación intelectual y estética de Lima. Luego Westphalen deja Lima
desde setiembre de 1949 hasta febrero de 1963. Finalmente, maduro, fino, en medio de
la febril discusión política de entonces en el país, vuelve a deleitar el medio artístico con
su revista Amaru que aparece entre 1967 y 1971.

En la época de Las Moradas se registra también el otro espacio fundamental de la


creación artística peruana, la Peña "Pancho Fierro". Espacio antecedente a los
escenarios que cobijaron a la generación del 50. Lugar frecuentado por los principales
intelectuales y artistas, incluido Westphalen.

El poeta y editor Westphalen contrajo matrimonio con Judith Ortiz Reyes. Ella
trabajaba en el colegio Pestalozzi y junto con otras pocas mujeres como Rosalía Avalos
y Blanca Varela eran estudiantes de educación en San Marcos. Sebastián Salazar Bondy
es quien introduce en la peña Pancho Fierro a Blanca Varela, entre 1947 y 1949; ahí
conoce a Emilio Westphalen y éste le publica poemas en Las Moradas. La peña era el
lugar de encuentro por excelencia, sus dueñas eran las hermanas Bustamante, Cecilia y
Celia que se casaría con José María Arguedas. Arguedas era el que cantaba en la peña y
llevaba a los artistas para que actuaran.

En la peña, se llevaba a los medios intelectuales la canción y el arte de los Andes. Las
Bustamante tenían una institución que se llamaba "Socorro rojo", llevando comida y
apoyo a los presos que sufrían carcelería por motivos políticos. Todo este grupo, que ya
giraba en torno al Patio de Letras de San Marcos, era conocido como el grupo de los
"rojos" por oposición a los apristas. Ahí participa incluso Fernando de Szyszlo, que en
1949 se casa con Blanca Varela, ambos muy amigos de Westphalen.
La trascendencia del numeroso grupo de creadores e intelectuales llamado la generación
del 50, se manifiesta en su protagonismo en la década, gracias a la existencia en Lima,
sobre todo, de tribunas de expresión. En 1953 se comienza a publicar el "Suplemento
Dominical" de El Comercio y el grupo editorial auspicia la revista Mar del Sur dirigida
por Aurelio Miró Quesada Sosa. La Prensa, bajo la conducción de Pedro Beltrán que en
su política renovadora del periodismo permite a los intelectuales publicar en sus
páginas. La International Petroleum Company publica la revista Fanal. El grupo Prado
editaba La Crónica y la revista Cultura Peruana donde publicaba reportajes Mario
Vargas Llosa, quien se inició en la prensa con el diario La Crónica. Aunque sin
renovarse, sigue saliendo puntual el viejo Mercurio Peruano. Es un momento donde las
tribunas de expresión aumentan en un medio tradicionalmente escaso en ese sentido.
Desde luego que se trataba de un mercado controlado por los grandes poderes
económicos, pero no era un grupo sin contradicciones y más bien, en su competencia
fomentaron la incursión ensayística de muchos escritores. Sobre todo, los escritores
tenían algunas posibilidades de escribir con remuneraciones y hasta dedicarse a escribir
y crear. La década fue la de la renovación de la prensa, como veremos.

Es cuando los creadores abren dos corrientes de expresión en la narrativa. Paralelamente


la poesía renovó sus planteamientos, desde la fundación propiamente dicha en la
primera mitad del siglo con Eguren y Vallejo. Alberto Escobar, quien fue Premio
Nacional de Poesía a inicios de la década, viajó al extranjero con Julio Ramón Ribeyro
y, sin dejar la práctica de la poesía, se convirtió en el crítico de la generación.

La literatura de los Andes o rural y la nueva narrativa urbana, la más novedosa y la


expresión más definidora del grupo, tuvieron su gran desarrollo. La estrategia narrativa
se orientó más al cuento, pero terminó en la gran novelística peruana, que ha tenido gran
trascendencia universal. En 1953 por ejemplo, circulaba La Novela Peruana editada por
un "Círculo de novelistas peruanos" patrocinado por Sebastián Salazar Bondy.
Publicaban los más importantes cuentistas de la generación, como Julio Ramón
Ribeyro, quien pasó la mayor cantidad de la década fuera del país, en su primera salida
de aprendizaje, pero que no se desvinculó nunca del acontecer, hasta convertirse en el
más fiel testimonio de los cambios que se producían en los espacios y mentalidades
populares de la Lima de la época.

La figura de Julio Ramón Ribeyro es una de las más interesantes de las de los miembros
de esta generación. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en
el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid,
llegando a España en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y luego de ganar un
concurso de cuento convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París con el
objeto de hacer una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de
nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos
eventuales, y alternando su estadía en Francia con breves temporadas en Alemania
(1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957). En 1958 regresó al Perú, y en setiembre del año
siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho para ocupar el cargo de profesor y director de
extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960
regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France
Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado
adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de
embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). Hacia 1993 se estableció
definitivamente en Lima. En su país fue distinguido con el Premio Nacional de
Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado
también con el Premio Juan Rulfo (1994).

Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional -en el mejor sentido del
término- por su afinidad con los modelos clásicos, ha buscado eludir las técnicas
experimentales de la novela moderna. Este hecho, unido al carácter retraído del escritor,
han conspirado para que su literatura solo en los últimos años haya alcanzado la
difusión que merecía por el grado de excelencia alcanzado en algunas de sus obras,
especialmente en sus cuentos, donde es considerado el mejor exponente de la literatura
peruana y uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. En sus cuentos abundan los
personajes frustrados, fracasados e incluso ridículos, en consonancia con su actitud
filosófica de descreimiento frente a las posibilidades que brinda la vida.

UN LADRÓN FAMOSO Y UNA TÉTRICA EJECUCIÓN.

Como señalamos, fue en las páginas periodísticas donde se puede apreciar el cambio de
la ciudad y el país. Los grandes periódicos tenían sus ediciones vespertinas,
especialmente dedicadas a temas de "atracción" en los nuevos lectores: deportes,
farándula y casos policiales.

Fue en el terreno policial donde la ciudad vibró con personajes que desempeñaron el
papel de contra héroes urbanos. Luis D'Unián Dulanto, un hampón de aspecto
distinguido, con un toque de desfachatez y exageración, un "dandy criollo", cambiaba
de trajes con frecuencia y nunca se le veía sin alhajas exuberantes de oro, incluido un
diente que retrataban los diarios que daban amplio espacio a sus andanzas en sus
páginas. Otro conocido delincuente, Víctor Pizarro, "la samba" fue asesinado
cruelmente, quemado vivo. D'Unián, a quien se le conocía como "Tatán", fue acusado
del crimen, pero su abogado, quien luego sería connotado parlamentario aprista, Carlos
Enrique Melgar, como en otras oportunidades, logró eximirlo de cargos. Una y otra vez
robaba, delinquía, entraba en prisión y salía libre, o fugaba, hasta que un día fue
apuñalado por un competidor, que nunca tendría la fama inigualable de "Tatán", un
flaco trazán de la era del mambo y el desenfado de las ombliguistas, que llevaron al
cardenal a promulgar la excomunión a los bailarines fanáticos de "la foca" Dámaso
Pérez Prado. Ese era el pan de cada día de la prensa.

La creciente aparición de ladrones acompañó el estelar desempeño de "Tatán". Una


mujer, que se conocía como "La Rayo", lograba entrar en las más lujosas residencias de
la rancia aristocracia limeña y las desvalijaba antes de huir para no dejar rastro. La
ciudad procesaba algunos nuevos acosos, propios de su transformación. Junto a la fiesta
de las páginas policiales, pergeñadas por verdaderos literatos populares que vertían tanta
fantasía como "datos" de la policía en la "crónica roja", un sordo temor y un clamor por
escarmiento se abría paso.

Fue así que Lima tuvo su primera ejecución judicial. La pena de muerte se aplicó con
deliberado afán ejemplificador. Un marginal delincuente de poca monta, Jorge
Villanueva, que moraba en una covacha de la quebrada de Armendáriz, en el límite de
Miraflores con Barranco, fue acusado de la violación y asesinato de un niño de menos
de cuatro años. El cadáver del menor fue hallado a poca distancia de la cueva de
Villanueva, lo que se constituyó en prueba de su culpabilidad. Nuevamente, el abogado
Melgar, tan famoso ya como sus causas y sus defendidos, logró retirar el cargo de
violación. Sin ese agravante, quedaba el cartel del homicidio, pero el móvil desaparecía.
Indetenibles, los diarios sin embargo daban primeras y vendedoras primeras planas al
"monstruo de Armendáriz" y pedían se le ejecutara bajo la pena de muerte. El 12 de
diciembre de 1957, luego de tres años de proceso, fue ejecutado en el Panóptico de
Lima. Afuera, una multitud aplaudía.

La sociedad reaccionó primariamente al temor. La justicia actuó de manera


inconsistente. Mientras se devoraban las páginas policiales y se hablaba de los anti
héroes, se ejecutaba sin pruebas a un pobre hombre marginal de una ciudad que
cambiaba en sus costumbres, sus imágenes y sus temores.

LA EDUCACIÓN EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA

En la década de 1950 se conoció un importante desarrollo de la educación peruana,


marcado por la doctrina de la CEPAL y los nuevos principios educativos
internacionales. Se puede afirmar que fue la época en la que se pasa de una educación
reservada a las minorías, a otra más popular y masiva, que benefició a los sectores
medio-urbanos, que se veían acrecentados por la urbanización y los fenómenos
migratorios. Las presiones sociales, generadas en el sentimiento de que la educación
genera mejoras en las condiciones de vida y los planteamientos renovadores de nuevos
grupos políticos, llevaron al Estado a asumir el papel principal en el desarrollo,
destinando 20% de su presupuesto al sector educación. La educación es considerada
como un vehículo de movilidad social y ciudadanía y como factor de consenso. Se optó
porque la educación se universalizará y sea un factor más de democratización de la
sociedad. Se creó el Fondo de Educación y el Plan de Educación Nacional, elaborado
por el ministro, Coronel Juan Mendoza Rodríguez. El Fondo de Educación Nacional
permitió la construcción de Grandes Unidades Escolares, mientras que el Plan de
Educación definió nuevos objetivos, métodos y procedimientos pedagógicos, que se
pusieron en práctica en los Núcleos Escolares Rurales, creados por Luis E. Valcárcel.
Lo que se buscaba con los Núcleos era la relación entre la escuela y la comunidad para
la mejor formación de los alumnos. Más adelante, la función de los Núcleos en el
ámbito rural fue adoptada por las Grandes Unidades Escolares en el urbano. Los
Núcleos tuvieron una vigencia de 26 años desapareciendo en 1970.

La política de clientelización populista y expansión del sistema educativo se afianzaba


de una manera muy concreta. Se autoriza el texto "oficial" de historia del Perú. Antes,
se tiraron masivamente libros de la colección escolar peruana, como las Lecturas
Patrióticas. Los tirajes, luego del Plan Nacional de Educación eran de 500,000
ejemplares. Es la época de auge de la imprenta del Colegio Militar Leoncio Prado.

El Plan de Educación Nacional, se concentraba en los siguientes campos de acción: la


organización de la educación, el magisterio, la población escolar, la obra educativa, los
medios, las rentas y las construcciones escolares.

El tipo de educación que se quería obtener con el Plan debía ser "moral, peruanista,
intelectual, artística, técnica, pre-militar, física y de extensión cultural". Para el gobierno
de Odría, la educación cumplió una doble función, primero la de reproducir el orden
económico y viabilizar la industrialización, y segundo garantizar la estabilidad del orden
político a través de la producción de una ciudadanía votante y alfabeto.
En cuanto a la educación secundaria, el proyecto incluía la construcción de Institutos
Comerciales, Industriales y Agropecuarios en cada una de las Grandes Unidades
Escolares. Estas construcciones se realizaron sobre la base de impuestos y gravámenes
sobre diferentes artículos. La creación de institutos favoreció la formación técnica de los
alumnos al finalizar la secundaria, lo que les permitió encontrar más fácilmente trabajo.

En 1959 se elaboró un Plan de Reforma, que entraría en vigencia en el año 61. El Plan
contemplaba la obligatoriedad y gratuidad de la educación primaria, la supresión
progresiva de las escuelas alternas y la adopción de medidas para conseguir que las
empresas privadas sostengan las escuelas fiscalizadas.

Sobre la educación rural, se desarrolló el tipo de escuela unitaria y multigrado, que


albergaba a niños de entre 6 y 12 años. La Escuela Unitaria (a cargo de un solo maestro)
es la indicada para los medios rurales con poblaciones pequeñas y dispersas; sin
embargo una vez terminados los estudios primarios muchos jóvenes deben migrar a las
ciudades para continuar con su educación. Otro problema fue el idioma, se enseñaba en
castellano pero los alumnos eran quechua-hablantes. Los maestros rurales conforman el
sector más precario del magisterio. Muchos son enviados a lugares inhóspitos y zonas
fronterizas, alejados de sus familias y debiendo hacer frente a muy malas condiciones de
vida. El profesor, la mayoría de veces sin título, también debe hacer las veces de
director elaborando, para luego enviar al ministerio, documentos como actas, registros,
reglamentos etc.

Los maestros rurales, de alguna manera, se convierten en los organizadores de la


comunidad, se encargan de las fiestas, de estructurar el trabajo comunal y de presentar
quejas o reclamos a las autoridades pertinentes. La obra alfabetizadora cobró impulso,
como también el mito de la educación. Este mito se desarrolla con las luchas
campesinas contra el sistema feudal; los campesinos manifestaban que al saber leer no
serían más explotados. El acceder a la escuela, al castellano y a la escritura, el
campesino se integra a la sociedad. Más adelante los migrantes llevaron el mito a Lima.

El plan educativo de este período se puede resumir en lo siguiente: "El problema


educativo en el Perú no es solamente de educación elemental, sino también de
preparación de técnicos; no es sólo de escuelas primarias, sino también de Grandes
Unidades Escolares destinadas a levantar el potencial económico y cultural de un país.
Necesitamos dignificar a las clases humildes, pero también necesitamos crear nuevas
fuerzas productoras y multiplicar valores democráticos. Necesitamos aumentar la
población escolar, pero también necesitamos enseñar a trabajar" (Juan Mendoza,
ministro de educación durante el gobierno de Odría).

Entre 1958 y 1968 la población escolar se incrementó en 78% para el nivel primario. La
demanda popular de servicios educativos fue intensa. Se creó el Ministerio de
Educación y se profesionalizó la carrera docente.

REAPERTURA UNIVERSITARIA EN AYACUCHO

Por la envergadura de los acontecimientos que se desatarían en la década de los 80 en


Ayacucho, la historia de la importancia regional que tuvo la universidad adquiere plena
relevancia. Por ello la incluimos en este recuento histórico.
Si midiéramos el grado de conciencia política exclusivamente por las movilizaciones
masivas urbanas, el inventario en el caso de Huamanga en la primera mitad del siglo es
muy claro: se iniciaría con las movilizaciones anti fiscales del Oncenio, de los gremios
comerciantes y artesanos; vendrían, diez años después, los mítines asociados a la
revuelta y toma de la ciudad por los apristas en 1934 y la lista se completaría, en nuestro
periodo de estudio con las movilizaciones de la década de 1950 que exigían la
reapertura de la Universidad.

Las grandes reivindicaciones consensuales en la sociedad huamanguina fueron


precisamente la reapertura de la Universidad y la ejecución del proyecto del Río Cachi,
que derivaría aguas para abastecimiento urbano y el regadío del área periférica de la
ciudad.

De alguna manera, la revuelta aprista de 1934 tiene su correlato en las élites que en la
década de 1940 y sobre todo a inicios de los 50 exigen con consenso creciente la
reapertura de la UNSCH. Incluso algunos de los que participaron como líderes en
aquella, aparecen nuevamente en los grupos impulsores de ésta.

En términos gruesos, veinte años transcurrieron desde la efervescencia de 1934 hasta las
primeras manifestaciones pro-reapertura. En el sentir de las élites regionales la
autopercepción era de "marginación y olvido"; a partir de este "sentimiento" habían
nacido las propuestas de regionalismo y búsqueda de elementos para la programación de
una identidad propia, en una región y una ciudad capital que se siente estancada y
crecientemente dependiente de otros espacios económicos, como Huancayo y el valle
del Mantaro.

El libro de Actas del Consejo Municipal muestra persistentemente esta queja por la falta
de recursos y la ausencia de interés de las autoridades nacionales por derivar fondos a
una ciudad carente de industrias, cuyos rescoldos de élite terrateniente viven encerrados
en sus deterioradas casonas.

Bajo el primer gobierno de Prado, siendo Alcalde Federico Ruiz de Castilla, se elabora
una lista de acciones prioritarias para la ciudad, que incluye:
1. Pavimentación de las calles de Ayacucho
2. Construcción del Mercado de Abastos
3. Construcción de un teatro
4. Local para la escuela nocturna
5. Nueva política para un mejor servicio de baja policía
6. Reorganización de la Biblioteca Municipal
7. Mejoramiento de la economía municipal aumentando el presupuesto
8. Mejoramiento del alumbrado público

En el gobierno de Bustamante, cuando el Apra no sólo goza de legalidad sino que actúa
desde el poder legislador que controla, se inicia el llamado a la movilización ciudadana
para obtener que se reabra San Cristóbal de Huamanga, que había sido clausurada a
fines del siglo pasado, por la crisis fiscal de la post-guerra con Chile.

Algunos antecedentes relacionados con el llamado a la reapertura fueron las campañas


radiales de Eladio Limaco en 1936, en la cuales planteaba la instalación de una:
"Universidad de América... en la ciudad de Ayacucho que, por designio de la Historia,
merece la consagración continental como sede de la Confraternidad Americana".

En la más pura tradición huamanguina, un intelectual local, Justiniano Escudero, utiliza


las páginas de "El Trabajo" en 1938 para plantear la necesidad de la reapertura.

Por su parte, lanzado a una diputación regional, Limaco insiste en su Manifiesto-


Programa publicado en octubre de 1939, que "en Ayacucho se organice y funcione la
Universidad del Continente".

La partida de nacimiento de la reivindicación puede sin embargo establecerse el 22 de


marzo de 1947, cuando en sesión rutinaria de regidores, el Concejo Municipal de
Huamanga discute, como punto central de la agenda, la recepción que la ciudad debe
preparar a una delegación de la Universidad Mayor de San Marcos, encabezada por el
infatigable Manuel Beltroy. Los ánimos coinciden en explicitar, por primera vez desde
la institución edilicia, la necesidad de reabrir San Cristóbal. En efecto, el Concejo
decide: "Nombrar una Comisión para recepción de la delegación de la Universidad
Mayor de San Marcos que viene a realizar la Escuela de Verano, siendo la finalidad
vigorizar y fortalecer la vida cultural de Ayacucho, mediante la restauración de la
extinguida Universidad de San Cristóbal de Huamanga, foco de la educación superior y
alma mater de maestros e intelectuales peruanos".

Se instalan en Huamanga las Escuelas de Verano de la Universidad de San Marcos, que


Beltroy introdujo en 1947 como Director del Departamento de Extensión Cultural de
esa universidad.

En la primera Escuela, se dictaron tres cursillos y entre los expositores se contaban los
intelectuales ayacuchanos Pio Max Medina, Juan José del Pino, Fray Pedro Mañaricúa,
Alfredo Parra Carreño, Manuel Bustamante, Luis Milón Bendezu, Ramón Fajardo
Eyzaguirre.

Como corolario del curso se creó el Instituto Superior Departamental, destinado a


"estudiar, fomentar, propagar e investigar asuntos históricos, geográficos, sociales,
económicos, artísticos y científicos correspondientes a la región". En la junta Directiva
de este Instituto, que nunca llegó a funcionar, se encontraban huamanguinos de
prestigio: Pio Max Medina (Presidente) y Luis Milón Bendezu Fajardo (Secretario). Los
miembros son los expositores de la Escuela: Juan Jose del Pino, Pedro Mañaricúa,
Manuel Bustamante, Alfredo Parra Carreño, Ramón Fajardo, a los cuales se integran
Benedicto Flores, Fernando Hermoza, Gustavo Castro, Luis Alvizuri. La lista se
completa con la presencia de Aristides Guillén Valdivia y Cesar O. Prado, connotados
apristas, el primero líder político de la revuelta de 1934 y el segundo integrante de las
FAJ, punta de lanza de la toma del cuartel de la ciudad. El discurso de la reapertura
logra, pues, consenso en la élite y se expande a la sociedad huamanguina en general.

Casi todos los nombres que hemos citado como miembros del flamante Instituto
Superior Departamental eran colaboradores de la principal publicación académica de la
ciudad, la Revista "Huamanga", que en edición extraordinaria editorializa sobre la labor
cumplida por la Escuela de Verano y sobre la creación del Instituto Superior
Departamental, derivándose como resultado de todo ello: "la vital necesidad de que
cuanto antes se reabra la Universidad de San Cristóbal como exponente digno de
recobrar su pretérita grandeza intelectual y ocupar el sitial de honor que le corresponde
entre las demás localidades del territorio patrio".

La década de 1950 no sólo es un período de sostenida represión a las expresiones de


política partidaria de oposición en nuestro país sino también, al igual que en muchas
ciudades del Perú, un período de edificaciones públicas importante gracias a los niveles
de las exportaciones agrícolas y mineras nacionales.

En Huamanga esta década marca otro período de expansión urbana, esta vez hacia la
Pampa del Arco: Hospital, Estadio, Unidad Escolar (una suerte de trilogía básica
odriista) remplazan los tunales y molles de Arcopampa e incorporan a la trama de la
ciudad un espacio que será ocupado por urbanizaciones en las décadas siguientes.

Casi dos décadas después del oncenio modernizador y fiel a su consigna de "hechos y
no palabras", el Odriismo autoritario construye sus colegios y hospitales, mientras los
hacendados continúan estableciéndose a Lima o tratando de conservar su imagen de
poderosos venidos a menos.

Por entonces, tal como vimos, el gran movimiento ciudadano en Huamanga gira
alrededor de la reapertura de la Universidad de San Cristóbal, fundada en 1677 y
clausurada, por crisis fiscal generalizada, durante el gobierno de Cáceres. En la década
de 1950 se activan diferentes Comités que pugnan por la reinstalación de la universidad,
partiendo del supuesto que allí se podrán formar los profesionales que impulsarán el
desarrollo regional.

Manuel Beltroy, en el marco de las "Primeras Jornadas Ayacuchanas" dicta una


conferencia el 4 de diciembre de 1951 en Lima, fundamentando una vez más la
necesidad de la reapertura.

La idea ha prendido ya en la sociedad huamanguina y encontramos así, en 1954, como


parte del programa de festejos del aniversario de la ciudad, anunciadas conferencias de
dos maestros secundarios, Inés Cardenas y Arístides Gutierrez, sobre la universidad de
Huamanga.

El consenso ciudadano se transforma en petición parlamentaria cuando el 9 de setiembre


de 1954, Luis Enrique Galván Candioti, Senador por Ayacucho, presenta en su Cámara
un Proyecto de Ley que restablece el funcionamiento de la Universidad Nacional de San
Cristóbal de Huamanga, a partir del Año Académico de 1956.

Tres años después, el 24 de abril de 1957, el Presidente de la República, Manuel Prado


Ugarteche, rubrica la Ley Nº 12828 que dispone restablecer el funcionamiento de la
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga a partir del año 1958.

Tal como apuntamos líneas arriba, tres fueron los momentos de movilización masiva
ciudadana en la ciudad de Huamanga hasta mediados de este siglo: el primero causado
por intenciones de ampliar la recaudación, el segundo por el intento aprista de controlar
el poder en 1934, y el tercero por la reapertura de la Universidad.

Ha quedado registrado en la memoria de la ciudad el 8 de marzo de 1958, día en que se


realiza un multitudinario mitin en el Parque Sucre, cuatro días después de la
promulgación de la Ley 12969 que postergaba la reapertura por un año con argumentos
organizativos. La élite huamanguina moviliza a la población entera ante el temor de ver
truncas sus aspiraciones de la reapertura: "En ese día, más de 10,000 ciudadanos
poseídos de natural indignación salieron a las calles para protestar contra la
postergación y para pedir al gobierno el inmediato funcionamiento de la
Universidad...Los oradores hicieron hincapié en: a) la posibilidad de que Ayacucho
fuera burlada una vez más en la reivindicación de sus derechos, que un largo historial de
frustraciones lo justificaba plenamente; b) la posibilidad de que la sede de la
Universidad fuese trasladada a la ciudad de Huancayo...; c) la absorbente tendencia del
centralismo administrativo que pretende manejar todos los asuntos legales y regionales
desde la capital; y d) una presunta deslealtad de los senadores Arca y Protzel a los
interés de Ayacucho...".

Por fin, en 1959, dando fin al movimiento ciudadano, se inicia el dictado regular de
clases en la UNSCH, luego que el Rector Fernando Romero pronuncia el discurso de
orden de la reapertura, teniendo como testigos al Ministro de Educación, el Presidente
del Senado, diputados y senadores de Ayacucho y prácticamente todas las autoridades
locales.

La reapertura definitiva, en 1959, de la Universidad Nacional de San Cristóbal de


Huamanga coincide -y no es casualidad- con la iniciación de un movimiento que
galvaniza las voluntades de los habitantes de barrios periféricos de la ciudad: se trata del
movimiento por la entrega de títulos gratuitos de tierras de laderas a los poseedores de
lotes. Desde la década de 1950 se revierte en Huamanga una tendencia histórica en lo
que respecta al crecimiento de la población, que trae como consecuencia una crisis de la
vivienda. La imposibilidad de solución desde las esferas oficiales impulsa a la población
hacia los alrededores de la ciudad en busca de un terreno para construir sus casas. Data
de 1960 la primera invasión a una propiedad extensa, el fundo de Arcopampa (Pampa
del Arco), perteneciente a la familia Montes de Oca. Esta familia, ante la imposibilidad
de recuperar su propiedad invadida, lo dona a la recién nacida Universidad, que
incrementa así espectacularmente sus bienes inmuebles.

El hecho político-social más importante de entonces surge de una iniciativa del Comité
Central del Barrio de Maravillas, que propone la organización de la Federación de
Barrios de Ayacucho, que desde 1964 casi monopoliza el consenso ciudadano en
Huamanga, apoyando a la Universidad en su pedido de rentas al gobierno y a los
ocupantes de laderas en sus pedidos de titulación.

En 1965, la legitimada Federación de Barrios presenta el anteproyecto de Ley de


Laderas, "para evitar los enfrentamientos" por los terrenos propiedad del Concejo
Provincial; ese mismo año la Ley es sancionada por el Congreso de la República.

La ley de laderas Nº 15661 tiene la particularidad de ser una ley emitida sólo para
Ayacucho, como corolario de una larga historia del uso de las tierras periféricas del
casco urbano ubicado sobre los cerros circundantes. Luego de más de cuatro siglos el
Municipio pierde el derecho de propiedad de las laderas, que habían alimentado los
fondos de Cabildo y luego de la Municipalidad. El Estado se encarga se realizar los
trámites de compra-venta de las laderas a través de la Corporación Nacional de
Vivienda; las protestas y exigencias de los barrios derivan así del Municipio hacia esta
Corporación.
La universidad y las luchas populares y políticas urbanas no iban a estar separadas
desde entonces.

GOBIERNO DE MANUEL PRADO

En 1956 volvió al poder Manuel Prado. Fruto de una nueva alianza pragmática del
Apra, el aristócrata ex presidente regresa al mando del país. Su gobierno continuó en
líneas generales con la línea económica de Odría, aunque mantuvo con menor énfasis el
aliento pro industrial de su primer gobierno. La implantación de una planta siderúrgica
en el puerto de Chimbote, una rama estratégica del desarrollo industrial, que otros
países como Brasil, Argentina y México ya habían transitado, fue una de las obras más
importantes de su periodo en cuanto al aparato industrial. Chimbote además era ya el
puerto pesquero más importante y su crecimiento explosivo uno de los fenómenos
sociales más saltantes del fin de la década.

Una carta que escribiera José María Arguedas da testimonio de ese crecimiento de los
puertos pesqueros. Refiriendose a Supe, relataba Arguedas cómo en 1943, cuando fue
por primera vez ahí, no existía ahí ni un solo bote a motor:

"Había sido un importante puerto de embarque de azúcar. Pero la gran


hacienda San Nicolás quebró después de la primera guerra mundial y
vendió su refinería como fierro viejo al Japón. Desde entonces Supe se
convirtió en una caleta de pescadores de corvina y de embarque de
guano. Tenía una maravillosa playa (donde) solían pasar el
verano...algunas pocas familias de clase media baja".

Al poco tiempo, a fines de la década que nos ocupa, se habían instalado 28 fábricas de
harina de pescado que convirtieron al puerto en "un inmenso surtidor de humo pestilente
y la playa en un fango cargado de gusanos nunca vistos". Arguedas fue testigo de:

"cómo esta silenciosa y paradisíaca caleta se convirtió en una especie de


urbe entremezclada de negros, cholos, indios monoling³es quechuas,
chinos e injertos, prostitutas, ladrones y de empresarios sin entrañas.
Varios ómnibus venían de Lima los sábados cargados de rameras y se
volvían el lunes cargado de oro. El mecanismo o los métodos
inventados para que esta gente informe que constituyen los pescadores
permanezca siempre pobre a pesar de los increíbles ingresos que
obtienen con la pesca es algo superior a las posibilidades de ficción del
novelista".

Supe, Barranca, Huacho y otros puertos tuvieron destinos parecidos. Pero el prototipo
del nacimiento de este nuevo tipo de sociedad fue Chimbote, donde la presencia de la
siderúrgica contribuyó a hacer todavía más explosivo el crecimiento de ese polo de
crecimiento desordenado.

Mientras tanto, el sector minero estaba dominado por las empresas extranjeras de
petróleo, hierro y cobre, pero la oligarquía había consolidado su dominio en la
agricultura de exportación, con modernos latifundios azucareros y algodoneros. Hacia
1950 las exportaciones agrarias sobrepasaban el 50 por ciento del valor total de las
exportaciones peruanas. Un nuevo rubro de exportaciones apareció en la década de
1950 y fue la harina de pescado que salía de la costa limeña y de esos puertos que
hemos mencionado.

La demanda por reformar el agro crecía como las movilizaciones. Prado no llegó, sin
embargo, a proponer una ley, limitándose a la creación de un Instituto de Reforma
Agraria y Colonización, IRAC, con el "fin inmediato de estudiar, proponer y en lo
posible, poner en práctica las medidas necesarias para aumentar la superficie cultivada
colonizando la selva, difundiendo la pequeña y mediana propiedad y procurando
preferencialmente el establecimiento de granjas familiares". Por lo menos, los estudios
que el instituto generó fueron retomados por los gobiernos siguientes.

En 1962, Prado dicta un conjunto de planteamientos que buscaban puntos generales


para una futura reforma, su objetivo básico planteaba la conexión de los defectos de la
estructura agraria, reduciendo la excesiva concentración evitando el excesivo
fraccionamiento de la propiedad privada de la tierra y eliminando las formas
insatisfactorias de su tendencia. Pero, como veremos, nada se aplicaría verdaderamente
en cuanto a la reforma del agro hasta 1969. Las luchas campesinas por la tierra fueron
más bien la marca de la época.

Su anclaje en los intereses de la oligarquía no impidió que un discurso paternalista y


desarrollista se desplegara desde el ejecutivo de entonces. La idea de Prado de
"impulsar vigorosamente nuestro proceso material y nuestro desenvolvimiento
económico" implicaba una mejora en las condiciones de vida de la población
mayoritaria, "porque ningún sistema de arraigo popular puede funcionar ni afirmarse
cuando las clases menos favorecidas por la fortuna no alcanzan a satisfacer sus
necesidades básicas". Decía que: "los obreros y los empleados de las ciudades y de los
campos no son solo mano de obra o elementos mecánicos", había que "asignarles su
verdadero rol de factor importante en la producción".

En 1959 se redactó el Plan Perú Vía por el Ing. Rizo Patrón. Este plan proponía el
desarrollo industrial regional evitando la masiva inmigración que se había desatado.

En 1960 se contrató en Estados Unidos una misión de la Arthur D. Littler Inc, la cual
elaboró un programa de Desarrollo Industrial y Regional para el Perú, divido en tres
partes, la primera dedicada a un programa de desarrollo industrial, la segunda plan Perú
- Vía y la tercera a las oportunidades industriales para el Perú. Plan que por motivos
desconocidos no se concretó. Sobrevivió sin embargo la iniciativa que dio lugar a la
Central Hidroeléctrica del Mantaro, financiando el consorcio italiano Grupo Gei
Impregilo.

Ante el cambio necesario de la economía política, Prado nombra a Pedro Beltrán cono
Ministro de Hacienda. El nuevo gabinete se comprometió desde el primer momento a
alcanzar a corto plazo la estabilidad monetaria, el equilibrio presupuestal y la
recuperación de divisas.

El 18 de febrero de 1960 se firma el tratado de Montevideo por el cual las partes


contratantes establecieron una zona libre de comercio instituyeron al mismo tiempo la
Asociación Latinoamericano de Libre Comercio.
En petróleo y hierro la participación extranjera en el Perú es del 100% en el cobre de
88%, en zinc 67%, en plomo y plata 50%, en pesca 30% y en azúcar 23%. En 1968 la
empresa Anderson Clayton controla el 83% de las exportaciones de algodón. Ese mismo
año las doce corporaciones norteamericanas más importantes producen o son cruciales
en la producción del 54% de las diez principales exportaciones peruanas. El 33% de la
producción industrial es controlado por 41 empresas extranjeras.

Las empresas agro mineras aprovechan las facilidades que el Estado les brinda para
realizar un procesamiento primario de su producción; el caso ejemplar es el de la pesca,
donde la producción de harina de pescado casi acaba con la anchoveta prosiguiéndose la
depredación después con otras especies marinas.

En realidad, la política económica fijada por Odría no fue revisada por sus sucesores. El
gobierno de Prado expide la ley de Desarrollo Industrial en 1959, que favorece que las
empresas extranjeras procesen su producción. El de Belaúnde les otorga generosas
exenciones tributarias en 1963 y 1964. La promesa de nacionalizar el petróleo de la
Brea y Pariñas en noventa días queda incumplida y termina en la confusa negociación
de agosto de 1968 y el escándalo de la desaparición de la "página once" del contrato
firmado con la Standard Oil de New Jersey, precipitando el golpe de Velasco Alvarado.

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