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LOS CINCUENTA
El Perú se instala en el siglo XX
Una larga dictadura, encabezada por un militar que terminó "legalizando" su hegemonía
y los primeros años del último gobernante aristocrático, cuyos modales contrastaban con
la efervescencia de la vida cotidiana de un futuro que se venía de bruces, fueron los
gobiernos de la década.
Entre agosto y diciembre de 1947 el costo de vida asciende en 55%, cifra enorme para
la época.
Entonces se produjo una huelga general en Lima, agosto - setiembre de 1947, ante el
despido de dirigentes sindicales de las empresas Field, Poblete, Santa Catalina y Rayón.
La Unión Sindical de Trabajadores de Lima (USTL), y la CTP (la central aprista) se
hacen parte del conflicto: la primera anuncia que irá a la huelga en caso de que no se
reponga a los dirigentes sindicales. El 24 de agosto la USTL da un plazo de huelga de
72 horas. Una serie de gremios deciden apoyar la iniciativa: construcción civil, gráficos,
choferes, hoteleros, yanaconas, empleados particulares, etc. El 28 de agosto empieza la
huelga y otra serie de gremios convocan a asambleas a fin de respaldarla.
Ese fue el contexto del fin del gobierno de Bustamante y Rivero. Como se repetirá a
fines de siglo, una situación de crisis dentro de condiciones democráticas, conduce a
soluciones autoritarias, que contaron con apoyo popular.
En el Perú, las alianzas y el diálogo político han tenido un efecto negativo en la opinión
pública. Vistas como traiciones, componendas o por lo menos como tácticas
oportunistas, las conversaciones y acuerdos políticos tuvieron "mala prensa". Visto ese
comportamiento a largo plazo, se parece mucho a las maneras como los políticos de fin
de siglo visualizan su práctica: la tolerancia, las alianzas, la solución de los conflictos,
los consensos. Pero en las décadas anteriores, donde la polarización era el signo, ese
pragmatismo aprista, en busca del poder que no conseguiría sino en 1985, significaba
poco menos que una traición y una inconducta política. Sus bases así lo percibieron.
Durante el periodo en que lograron cuotas de poder, entre 1945-48, las bases apristas se
prepararon para la revolución social que todavía la teoría aprista preconizaba. La
dirigencia mantiene una actitud doble, pone trabas para no enemistarse con sus aliados,
pero a la vez no desalienta a sus bases, preparadas en la filosofía de tomar el poder.
Al romper el partido con el gobierno, la dirigencia preparó a su gente para dar un golpe
de estado que les permitiera tomar el poder, estrategia que antes habían empleado en
1934. Moviliza a grupos militares y civiles que había organizado el Comando de
Defensa del partido (donde militaban los que los enemigos del partido llamaban
"búfalos" en recuerdo del alias del líder de la revolución trujillana de los años 30). Pero
estos cuadros tenían una actitud revolucionaria que podía no ser controlada. Por ello la
dirigencia y Víctor Raúl Haya de la Torre concretamente, se avinieron a la conspiración
para lograr que jefes militares dieran el golpe.
En Lima las fuerzas de choque debían actuar como en el Callao. Pero según Víctor
Villanueva, cronista de los hechos de armas apristas, la dirigencia partidaria comenzó a
desactivar el movimiento. La sublevación fracasa, la represión fue inmisericorde y la
Marina quedó muy golpeada por la conspiración de la tropa. La ruptura y
enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y el aprismo se hicieron insalvables y más
profundas, no se saldarían sino a fines de la década de los 70.
De la misma manera el magisterio es centro de acción del APRA aunque nunca llega,
como en la relación del SUTEP con el grupo "Patria Roja" de los 70, a monopolizarlo.
Los colegios secundarios más importantes de la región, el Vigil en Huanta y el San
Ramón en Ayacucho, funcionaron desde los años 30 hasta los 80 bajo fuerte influencia
aprista ejercida por algunos maestros militantes; estos colegios se convierten en centros
de formación de cuadros juveniles. La FAJ, punta de lanza del movimiento de 1934,
estaba compuesta por jóvenes estudiantes universitarios y secundarios.
La lucha política en 1934 era caracterizada por la sordidez de las acciones tanto del
bando conservador y militar que controlaba el poder, como las de las facciones
revolucionarias, del comunismo y del aprismo. Los comunistas no tuvieron una
presencia importante en la sierra sur central, salvo algunos atisbos en Huanta. Mientras,
en Ayacucho, la prédica aprista había prendido entre la juventud de las familias más
arraigadas. Los jóvenes ayacuchanos fueron reforzados por cuadros de envergadura y
mucha decisión que llegaron de Lima. Con esa base partidaria, el arraigo que tenían los
jóvenes más vinculados con el conjunto regional hizo lo restante para que, dada la
instructiva central de revolución, la chispa, que era de intención partidaria y nacional,
encendiera un movimiento mayor al partidario y de carácter regional.
La asonada comenzó en la madrugada, a las 3 de la mañana para ser más exactos. Los
puntos neurálgicos del ataque eran, la casa del prefecto departamental y el cuartel Santa
Catalina, donde funcionaba la comisaría. En Santa Catalina, quien comandó el ataque
fue un huaracino, cabo del cuerpo de seguridad, es decir, miembro del mismo cuartel
que se atacaba, llamado Teófilo Cueva Sánchez. Un clase militar, migrante de la sierra
norte, aprista convencido pero revolucionario profesional, era la cabeza visible, pero
quienes portaban las armas y llevaban la voz cantante eran los jóvenes de élite regional,
entre los cuales, el joven fajista Félix Jáuregui Oré. Chico de la élite regional, Jáuregui
cayó en el combate, junto con el guardia Manuel Matos, los mártires de ambos bandos.
El prefecto, señor Demetrio Vega, fue hecho prisionero, y en la tarde del mismo día los
combates seguían, con fuego a discreción desde las posiciones del orden y de los
rebeldes. Recién en la tarde cayó el cuartel y, para informar del éxito al comando
revolucionario, el propio Cueva marchó por la calle, cayendo mortalmente herido por
los resistentes policías que estaban acuartelados en el cuartel San Francisco de Paula.
Al día siguiente, luego del desconcierto general y con la situación política y militar
controlada, los apristas tomaron el local de la prefectura, izaron la bandera roja de la
revolución indoamericana y nombraron un comando revolucionario local, encabezado
por el verdadero líder aprista, don Arístides Guillén Valdivia quien asumió las
funciones de Prefecto y Jefe Militar del Departamento. Jóvenes armados de la FAJ
custodiaban los puestos claves y mantenían el orden. Mientras afuera, la juventud
ayacuchana entonaba alborozada la marsellesa aprista. El mismo rostro juvenil agitado
se notaba entre los muchos hombres armados que entraban y salían del local de la
comisaría, entre alborotados y realizados, obedeciendo los dictados de su comando
posesionado en la prefectura. El correo fue tomado por el hermano de Guillén, la
tesorería fiscal por Salvador Ivazeta. La comisaría quedó a cargo de Gliserio Añaños, de
la misma familia que poco antes había masacrado a los indios de La Mar, cabezas
visibles del poder local ayacuchano.
Todo fue ordenado, los cargos fueron asumidos con seriedad, el dinero, las armas, las
comunicaciones, el mando político, todo en manos del partido pero sobre todo, de los
jóvenes de élite local que daban el aspecto general de los comprometidos en la revuelta.
Se imprimieron unos afiches que se pegaron en las calles como boletín informativo,
señalando el éxito departamental, pero suponiéndolo nacional.
A pesar que El Pueblo pretendía que sólo había desconcierto por lo "anormal", lo cierto
es que lo que hubo fue un control revolucionario total, con hegemonía, y desde luego
temor por lo que venía. El mismo periódico recién pudo decir "se ha restablecido la
normalidad" el martes cuatro de diciembre, y sus ediciones no dejaron de salir en los
días de la revolución, como fue la del 28. Muy excitados, los cronistas de El Pueblo
daban cuenta de cómo la sola noticia de la llegada de los militares fue motivo de
desbande general de los revolucionarios. Tanto era el dominio de la situación por los
revolucionarios, que el periódico señalaba que de haber informado sobre los sucesos,
"hubiéramos tenido que vernos obligados a una información limitada calificando como
buenos todos los hechos realizados". Por ello, no se ocuparon de la situación, la vida de
Ayacucho en esos días no se detuvo, el gobierno era poder de los jóvenes
revolucionarios. Sin embargo, tan pronto se escuchó el ruido de los motores del ejército,
los pocos hombres armados del cuartel tomaron la alternativa de la fuga. Antes, los
jefes, los hijos de los hacendados, fugaron hacia sus propiedades en el campo. Según la
prensa oficial, de la tesorería fiscal salieron camiones con dinero que los
revolucionarios se llevaron.
Frente al antiaprismo que creció luego de la acción, otros, indigenistas connotados, más
bien hacían una labor de agitación y propaganda. Como el caso del diario El Pockra. Se
trataba de una publicación quincenal, Órgano de la Sociedad Pokcra amante del indio.
Víctor Navarro del Águila era su director. En sueltos de la primera y última página
vienen unos párrafos: "El A.P.R.A. es el único partido nacionalista que encarna las
aspiraciones del Perú". "El A.P.R.A. enuncia construcción, unidad, progreso de la
nacionalidad."
En el campo y los pueblos, la situación fue similar, los jueces, los policías y los curas,
siempre agrupados con los poderosos, se afiliaron a los hacendados, como ocurrió en La
Mar, donde los Añaños dominaron la situación. La noticia de la fiereza con la que
actuaron los apristas en Huancavelica, donde el saldo de muertos fue mucho mayor,
ayudaba a evitar que la gente que no estaba implicada pusiera resistencia al control
aprista. En Huancavelica, bajo la dirección de Cirilo Cornejo, asesinaron a policías y al
cura (cinco muertos), con ensañamiento. En Ayacucho un guardia civil murió por las
balas apristas. Cirilo Cornejo terminó sin embargo en el Senado en 1945. Fue detenido
antes, en 1938 por la guardia civil de Huanta, junto con Felix Dolorier Romani
Pero la llegada del ejército significó como dijimos el desbande general. Lo cierto es que
si bien la revolución regional fue un éxito, la asonada nacional o no se había producido
o había sido derrotada. Los únicos que tenían el control de la situación eran los apristas
de Ayacucho y Huancavelica. La situación de control regional no era suficiente, la
llegada del ejército, profesional y en el poder del estado, fue suficiente para que todos
los cuadros se desbandaran y la ciudad, silenciosa, aceptara la presencia de los nuevos
ordenadores. En Lima, el propio presidente Benavides informaba a la nación de los
sucesos, aceptando que la revolución había sido un hecho en la sierra sur central y que
de inmediato puso todo rigor en reprimirla. Los periódicos de Lima informaron en
primera plana sobre los hechos, día a día. Se tuvieron que quedar los militares un año en
la localidad, remplazando el poder local, reconstruyéndolo, reprimiendo a la manera en
que entonces se usaba, sin democracia alguna, pero conciliando con algunos sectores del
poder local, que habiendo participado de los hechos, no perdieron su situación
privilegiada dentro de la localidad.
Ese fue el antecedente revolucionario de la asonada del Callao del 3 de octubre de 1948.
La historia del partido Aprista, en su vínculo con las historias locales, está todavía por
hacerse.
ODRÍA EN EL PODER
El Frente Democrático duró apenas tres años en el poder y sucumbió ante el golpe de
Estado del Ministro de Gobierno Manuel A. Odría, en octubre de 1948. Esto fue la
consecuencia de un progresivo proceso de polarización social y política y de
incapacidad de los actores políticos de construir un consenso mínimo, que hubiera
permitido procesar democráticamente las innegables diferencias de objetivos de los
actores sociales que operaban. Esto propició choques entre los ministros de Bustamante
y el parlamento controlado por el APRA, pues los intentos de equilibrar el presupuesto a
través de una contracción de gastos públicos fueron rechazados por el APRA, que desde
el parlamento desarrolló una política de incremento de los salarios compensada
únicamente con la elevación de la tributación de los exportadores y el control de
cambios que de por sí eran insuficientes.
En un año los exportadores habían conseguido imponer sus intereses pero aún querían
más. Presionan por la reducción de los impuestos que pagaban y trataban de crear las
condiciones para asumir directamente el poder. Pero Odría no cede en ninguno de los
dos puntos.
El intento de formar una fuerza política que lleve al poder a un exportador en unas
elecciones en las que el APRA fuera excluida es frustrado con la negativa de Odría a
derogar la ley de seguridad interior y la deportación del estratega de la Alianza
Nacional, Eudocio Ravines, el 6 de abril de 1950.
Con el golpe militar de Odría terminaba una época de la historia inmediata del país. Las
políticas económicas de los nuevos actores políticos, junto con el APRA, procuraron
una reorientación de la economía hacia la industrialización y la redistribución del
ingreso. En medio de una gran agitación social y política, al inicio de la posguerra en el
mundo, el proyecto contribuyó al nacimiento de buena parte de la industria peruana de
hoy. La "revolución" restauró a la oligarquía en el control del país. Pero no sería por
mucho tiempo.
Para legitimarse, Odría debía dejar la presidencia, hacer lo que se conoció como la
"bajada al llano". En 1950 con el fin de lograr ese objetivo, Odría dejó
momentáneamente el mando del gobierno a su adicto Zenón Noriega. Renunciante
Odría sale ganador de las elecciones por ser el único candidato. El general Ernesto
Montagne, candidato opositor fue impedido de participar en las elecciones y luego
detenido por "causar disturbios" en Arequipa. Por el Art. 53 de la Constitución se puso
fuera de la ley al Partido Comunista y al APRA. El 28 de julio de 1950 Odría es ungido
presidente constitucional.
AREQUIPA 1950
Durante la época colonial, el espacio del sur peruano fue organizado por la influencia
del mercado de las minas de Potosí, pero esa presencia fue declinando, desde entonces,
la economía regional se articuló alrededor de la venta de lana, por todo el siglo XIX.
Durante la primera guerra mundial el comercio lanar aumentó, lo que dinamizó la
economía arequipeña, pero después se deprimieron las exportaciones. En la década del
40 se acentúa la caída de las exportaciones de lanas y cueros, convirtiéndose en
producto industrial de consumo local. Esto impactó los intereses económicos de
diversos grupos urbanos de Arequipa. Por otro lado, a nivel nacional por el desigual
dinamismo exportador, más intenso en el norte, y por la política vial y la tendencia a la
urbanización, se sentaron las bases en favor de la sustitución de las importaciones, que
arruinaron las producciones locales.
Junto con la bonanza económica que significó el ingreso de divisas por las
exportaciones de minerales, la tendencia populista del mandatario y las presiones por
modernizar la economía de diversos y nuevos agentes económicos, fueron factores que
hicieron del ochenio un periodo de abundantes medidas de política económica.
El gobierno que llevó adelante Odría en lo económico, con los lógicos cambios que una
legislación más amplia sobre los factores de la producción significó, terminó retornando
al espíritu del sistema productivo anterior, confiado en el sector exportador como el
mejor impulso del desarrollo. Para ello se redujo los impuestos que lo gravaban, se
devaluó la moneda nacional (de 6.50 soles el dólar a 19 soles en 1955), se liberó el
tráfico de divisas y se dictaron los nuevos códigos de minería (Decreto Ley No 113579)
y de petróleo en 1950 y 1952. El gobierno se retiró del control de yacimientos como el
de Marcona, que pasó a manos de una empresa norteamericana en 1952.
Del mismo modo las importaciones se desarrollaron con total libertad. Junio 8 de 1949,
el gobierno contrató al norteamericano Juluis Klein con una Misión Económica y
Financiera permaneciendo hasta 1955, presentando su primer informe el 5 de
noviembre, señalando que la inflación era la causa de los males económicos del país.
Julio 15, Decreto Ley Nº 11061 el estado entraba a poseer todas las tierras de la
República, mientras que aquellas que tenían dueño debían pagar al Estado un impuesto
anual que podría ser de diez a cincuenta soles por hectárea en tanto los terrenos se
mantuvieran eriazos. Los impuestos estaban destinados al Plan Nacional de Irrigación.
No se permitía a las tierras en estado eriazo permanecer sin el debido estudio de
irrigación, que se debía realizar antes que cumpliera el plazo de un año.
El apogeo económico de este gobierno se dio entre 1953 y 1955, la oposición usó el
lema "pan sin libertad" en contraste al de "libertad sin pan" del régimen de Bustamante.
En opinión de Rómulo Ferrero la política económica del general Odría, se resume en
tres factores básicos:
1. El retorno al régimen de libertad económica, que implicó la eliminación de los
controles de precios, de cambios y de importaciones y la supresión de los subsidios
a los artículos alimenticios;
2. El aumento y la diversificación de las exportaciones nacionales,
3. Las fuertes inversiones del exterior, atraídas por el clima de libertad económica y
estabilidad económica que reinaba en el país.
Respecto al crecimiento del PBI no fue uniforme en todos los sectores de la economía
pues fue más bien el resultado de desarrollos contradictorios entre sí. El aporte de la
industria manufacturera y de la minería superó por márgenes de cierta importancia el
crecimiento promedio del período, el de las actividades agrícolas y ganaderas estuvo por
debajo del mismo. La minería tuvo un resultado muy favorable en la producción, en
1952 se firmó un contrato con la Marcona Mining Co. subsidiaria de The Utah
Construction Company de los Estados Unidos, para la explotación del yacimiento de
mineral de hierro de Marcona. El petróleo llegó a una producción de 14.1 millones de
barriles en 1948 a 18.4 millones de barriles en 1956. La industria manufacturera alcanzó
importante resultado en los grupos de alimentos y bebidas, de textiles, de manufactura
de metales y de productos químicos, que incrementaron la producción y el ingreso.
La industria pesada estaba conformada por tres fábricas de cemento y varias plantas
dedicadas a la producción de ácido sulfúrico y otras sustancias químicas.
Odría se apoyaba firmemente en el capital extranjero, y la coyuntura internacional de
buenos precios de las materias primas, consecuencias de la intervención norteamericana
en la guerra de Corea, le es propicia. En el presupuesto de 1949 el gasto público crece
en un 45% con relación al año anterior y entre 1950 y 1955 su peso promedio al año es
del 13% del producto bruto anual.
Odría se vio obligado a negociar una salida política cuando su proyecto mostraba
evidentes signos de agotamiento. Convocó a una reunión de notables en el Convento de
Santo Domingo en 1955. De allí saldrá el acuerdo que permitirá la transferencia del
poder. Pero nuevamente se impone la necesidad de integrar al Apra a la negociación,
pues cualquier salida democrática que margine a la fuerza política más importante del
país carecerá de estabilidad. El candidato oficialista, Hernando de Lavalle, representante
de la alianza oligárquico - imperialista, ofrece a los apristas el retorno a la legalidad.
Manuel Prado Ugarteche, el representante de la fracción "nacional" de la oligarquía les
ofrece el cogobierno y es elegido con el 45% de votos surge así la alianza política
conocida como la "convivencia".
El talante conservador de la figura de Prado fue una de las características más saltantes
de la época. Ante la orientación de las fuerzas armadas continentales de propiciar un
"socialismo desde arriba" para prevenir el "socialismo desde abajo", la oligarquía por
intermedio de Prado buscaba conjurar las amenazas socialistas, viniera de donde
viniera. Es conocida la versión de que el presidente Prado se negó en un evento
internacional a siquiera pronunciar las palabras "revolución mexicana", porque según
decía, se podría interpretar que favorecía así una "revolución peruana".
La rebelión contra Bustamante comienza mucho antes del golpe de Odría, estaba
apoyada por Pedro Beltrán Espantoso, “barón” del algodón y director de la Prensa, los
Gildemeister, los Aspillaga, los Pardo grandes agroexportadores y los miembros de las
altas finanzas como los Prado. Estos grandes agroexportadores tenían con Bustamante
una gran oposición, al no haberles entregado el total de las divisas de sus exportaciones.
Financiando el golpe militar se formó una alianza entre lo que entonces era una
oligarquía con el poder militar.
Odría establece la Junta de Gobierno, consolidado el régimen, designó a Pedro Beltrán
presidente del Banco Central de Reserva, como presidente del Senado a Julio de la
Piedra, como presidente de la Cámara de Diputados a Juan Manuel Peña Prado. La
oligarquía tenía no sólo el poder económico sino también el político. Además, el nuevo
gobierno, expulsó y detuvo a dirigentes políticos apristas como comunistas, el caso de
Haya de la Torre, que permaneció 63 meses en la embajada Colombiana (3 de agosto de
1949 hasta el 5 de abril de 1954) llegó hasta la Corte Internacional de Justicia, al final
Odría accedió a deportarlo y despojarlo de la ciudadanía peruana.
Otra agrupación que surgió en ese contexto fue el Frente Nacional de Juventudes
Demócratas, creado en 1955 a iniciativa del abogado cajamarquino Javier Alva
Orlandini, su objetivo era “postular a un hombre joven desvinculado por completo de
los grupos tradicionales del poder político y que enarbolara las banderas de la
renovación”. Se exigió la derogatoria de la ley de expresión, la amnistía política y la
modificación de la ley electoral, en 1956 logró formar lista parlamentaria en 12
departamentos, siendo este partido el germen de Acción Popular que llevó a las
elecciones al arquitecto Fernando Belaúnde Terry.
Los antecedentes de la gran prensa fueron las revistas, como Vanguardia, de Eudocio
Ravines, la que tenía por nominativo sólo el año, 1947, 1948, 1950, que dirigía Genaro
Carnero Checa desde posiciones marxistas, opuestas a las de Ravines, ya anticomunista.
La revista de Carnero Checa abrió sus páginas a muy jóvenes colaboradores, que luego
serían de los más importantes hombres de la televisión y el espectáculo, como lo fueron
Pablo de Madalengoitia y Pepe Ludmir. Alfonso Tealdo que había sido director de Ya,
de propiedad de Augusto Belmont (también hombre de radio, quien sería continuado
por su hijo Ricardo Belmont en los años 70), sacaba Pan y luego Dedeté (contra todos
los parásitos). Fue un auge de lo que se llama prensa pequeña, surgida al impulso de las
libertades que trajo en la ciudad, luego de años de represión, el gobierno de Bustamante
y Rivero, hasta que la dictadura lo permitió. Pero el más importante de todos los
órganos de la prensa chica fue un periódico, Vanguardia, de línea liberal, dirigido por
Guillermo Hoyos Osores y donde se inició en la prensa Francisco Igartua, quien al poco
dirigiría Caretas y fundaría Oiga. Vanguardia fue clausurado en 1948 y en su
reaparición apoyó la candidatura de Ernesto Montagne. La Liga Nacional Democrática,
que se había fundado para apoyar la candidatura opositora, que cerrara el camino a la
"elección" que pretendía Odría luego de "bajar al llano", sesionaba en las oficinas de
Vanguardia, y ahí fue a dar la policía el 14 de junio de 1950, deteniendo a muchos,
encarcelando y deportando.
Hoyos era un político, formó un movimiento de resistencia cuando Odría reprimió a sus
adversarios para hacerse elegir en supuesta lid democrática. Sufrió destierro y luego
regresó a la política, no sin antes sufrir carcelería durante la dictadura de Odría, que no
sería la última dictadura que enfrentó, pues sufrió su último destierro durante el golpe
de Velasco, que lo hostigó y enjuició por mucho tiempo después, por su supuesta
participación en el escándalo del Acta de Talara.
De entonces data la Federación de Periodistas del Perú cuyo primer presidente fue
Genaro Carnero Checa. Fue en 1950, año en que también se fundó la revista Caretas,
cuando la principal forma de comunicación moderna resultaba todavía la radio, que no
transmitía sino hasta la media noche, presentando grandes artistas, que incluso venían
en gira a Lima, como las jóvenes Lola Flores y Sarita Montiel. Entre las luminarias
nacionales destacaba Lucy Smith, quien falleciera misteriosamente en el amanecer de
ese año, dejando luego un vals criollo que inmortalizó la congoja que causó el suceso.
Igartua había fundado Oiga en 1948, en medio de una dura represión, pretendiendo
denunciar las maniobras de los exportadores para conseguir el íntegro de las divisas
generadas por sus productos, oponiéndose al mandato del gobierno de Bustamante.
"Verdadero objetivo del civilismo: eliminación del control de cambios" rezaba el titular
de su primer número. Tres números alcanzó a publicar, hasta que fue clausurada y su
director hecho prisionero político. No vuelve a aparecer sino hasta 1962, pues Igartua
dirige Caretas desde su fundación con Doris Gibson.
La Prensa, que surgió a inicios de siglo ligada al Partido Demócrata, fue adquirida por
Pedro Beltrán Espantoso en 1948, quien la modernizó y le dio un tono empresarial,
anticomunista y pro norteamericano en la posguerra, durante la "guerra fría". Influyó
entre los empresarios, siendo la voz de los principales agroexportadores. Beltrán
modernizó el estilo periodístico, el contenido de los titulares, más dinámicos y
asequibles al público. Captó la mayor cantidad de avisos: en 1968, cuando se produjo el
golpe militar, tenía el 40% de los activos, mientras El Comercio sólo el 32% y
circulaban 135,000 ejemplares frente a 106,400 de su competidor. Cuando fueron
expropiados, su situación se había deteriorado y cuando Belaúnde en su segundo
gobierno devolvió los medios de prensa, el diario dejó de circular, los tiempos y las
ideas habían cambiado y la modernidad de Beltrán en los 50 se había quedado
anticuada.
Ultima Hora, vespertino fundado por Beltrán, a cuya cabeza estuvo Ismael Frías, tuvo
un inicio poco alentador, hasta que fue dirigida por Bernardo Ortiz de Zevallos y
redactada por uno de los renovadores de la comunicación escrita, Raúl Villarán el de los
titulares explosivos y dicharacheros, quien capturaba con sapiencia de motivador las
primeras planas introduciendo la replana. Villarán estuvo luego en la fundación de
Expreso y de Correo. Última Hora se convirtió en el ejemplo de nuevo lenguaje,
populachero, de noticias sensacionales y escandalosas, renovó el periodismo haciéndolo
menos formal y de más cercanía a lo cotidiano. Fue el diario de más tiraje. Se convirtió
en parte de la vida de los limeños, entraba en lo privado y lo ventilaba en público. En
ese periódico se hizo famoso en el mundo del "chisme" un periodista, Guido
Monteverde, quien desafiara la excomunión impuesta por el Cardenal Guevara al
convocar un concurso de mambo en la Plaza de Acho en 1951. Fundaron, entre
Monteverde y Villarán, una compañía de revistas, las "Bikini Girls" que se presentaban
en el Teatro Monumental ante cientos de espectadores, destacando tres mujeres que
fueron el símbolo sexual de la época: Betty di Roma, Mara y Anakaona. Las fotos de
esas legendarias mujeres y de muchas aspirantes a ser como ellas, comenzaron a llegar a
todas las páginas de Ultima Hora, devoradas por decenas de miles de lectores.
La Crónica, que fue fundada en 1912 por Clemente Palma, junto con su famosa revista
Variedades, pasó a manos de la familia Larco Herrera y luego, en 1947, a las de la
familia Prado, vinculada a las finanzas y la inmobiliaria. Ahí se inició en las letras
Mario Vargas Llosa, casi adolescente en 1952. En abril de 1953 se inauguró el edificio
del periódico en la avenida Tacna. Ese pequeño corredor de "rascacielos" del costado
del "damero de Pizarro", era el símbolo de una ciudad de aires cosmopolitas. Los
grandes terratenientes de la sierra invirtieron en ella, esperando tiempos de esplendor
urbano. Ahí se instaló La Crónica de Mariano Ignacio Prado Heudebert en un edificio
de ocho pisos, con gran biblioteca (que perteneció a Javier Prado Ugarteche) y sala de
exposiciones, donde se exhibieron en 1958 las famosas "Vargas girls", bocetos a lápiz
del peruano Alberto Vargas (hijo de uno de los primeros fotógrafos peruanos, el
arequipeño Max T. Vargas) que triunfaba con ellas en los EE. UU., la asistencia al salón
de La Crónica para esas muestras -que contó con la presencia del autor- fue el record de
la década. Entre otras de las actividades por las que el periódico marcó la década, fue la
celebración de los concursos de "Miss Perú", que coronaba alguna bella mujer para
concursar por el cetro mundial de la belleza, de acuerdo a los cánones norteamericanos
en los que Vargas destacaba como retratista eximio.
Para seguir con la historia de la gran prensa en el Perú, añadamos otras publicaciones de
importancia que tuvieron su auge posteriormente a esta década. Correo, fundado por
Luis Banchero, cuando era el "boom" de la pesca, a inicios de 1961. Fue muy
informado, moderno en sus recursos, sirvió de presión política para los intereses de su
dueño. Raúl Villarán fue quien puso a circular Ojo, una Ultima Hora de los años
sesenta, sin más que las noticias de su matutino y la inventiva de los redactores. El éxito
de este tipo de prensa resistió la masificación y los años, haciendo de Ojo el fenómeno
de tiraje de la prensa cuando ésta volvió a manos de sus dueños y entró en una nueva
época en los años 80.
Expreso, también un medio joven entre los grandes de la prensa, fundado igualmente
por un propietario terrateniente de la costa, Manuel Mujica Gallo a fines de 1960. Lo
dirigió muy liberalmente José Antonio Encinas, apoyando la candidatura de Belaúnde.
Cuando tuvo problemas, también creó su vespertino Extra. Fue adquirido por Manuel
Ullos, ligado al capital financiero internacional y hombre influyente en el poder.
Ello ocurrió cuando se produjo una crisis en Expreso. En los círculos periodísticos se
rumoreó acerca de la desaparición del diario. Por allí circuló el dato de que el diario que
dirigía José Antonio Encinas tenía deudas por 48 millones de soles y un déficit para el
año de 14 millones. El grupo de Ulloa, que era prominente miembro del gobierno y
representante de fuertes intereses económicos, vino a aprovechar la situación y hacerse
de un medio de prensa en 1965.
Con el golpe y las acusaciones judiciales que le abrieron a Ulloa, el periódico fue
expropiado y pasó a manos de sus trabajadores, que formaron un Frente Único en 1970.
Luego fue su director el combativo y famoso periodista Francisco Moncloa, que haría la
labor política más eficaz y cotidiana a favor de las reformas más radicales de la
revolución Velasquista.
En julio de 1974, por la nueva ley de prensa pasaron a lo que los ideólogos del régimen
llamaban "los sectores organizados de la sociedad". Tuvieron un año de efervescencia
política y de creatividad en manos de nuevos directores y redactores, hasta que fueron
lentamente "parametrados" a partir del golpe que inauguró la llamada "segunda fase" de
la revolución. la prensa monocorde y controlada, con honrosas excepciones, dejaba
abierta la puerta para la aparición de algún medio que satisfaciera las expectativas de
información libre y crítica, espacio que sólo ocupaba Caretas, muy moderadamente
desde que reabrió en 1977. Así apareció Marka, un fenómeno de comunicación, en
donde se cobijaron todos los intelectuales de izquierda.
EL SUFRAGIO FEMENINO.
La primera feminista peruana fue sin embargo María Jesús Alvarado Rivera. En 1911
había pedido el sufragio femenino, y sus luchas le granjearon su deportación del país
durante el Oncenio. A través de su organización Evolución Femenina, participó en el
activismo por la ciudadanía de las mujeres peruanas. En 1945, al poco de regresar de su
largo destierro en Argentina, que culminó en 1936, Alvarado logró que Evolución
Femenina obtuviera la participación de mujeres en las Juntas Transitorias Municipales.
Ella misma es nombrada en uno de los cargos.
Por iniciativa del propio Presidente Odría, el Ejecutivo propuso el voto femenino al
Congreso en octubre de 1954. Después de la segunda guerra mundial, el voto femenino
se hizo mayoritario en el mundo y fue incorporado como derecho en la Carta de las
Naciones Unidas. Los debates parlamentarios no ofrecieron un abanico muy amplio de
posiciones. Sin estorbos, salvo alguna intervención que pretendió hacer mayores
concesiones a las mujeres, y otras que todavía querían limitarlo a cierto grado de
instrucción primaria, el proyecto fue aprobado en noviembre de 1954.
En un estilo que sería peculiar durante la década siguiente, el diario Ultima Hora,
titulaba "se despunta el voto de gilas". El diario La Nación editorializaba acusando a La
Prensa de no informar nada acerca de la aprobación ni de los debates. La feminista
María Jesús Alvarado Rivera, notaba que El Comercio, que siempre acogía con
gentileza sus artículos, no lo hizo cuando se debatía el proyecto en Diputados,
guardando silencio al respecto del tema. Los grandes de la prensa silenciaron el asunto.
El 5 de setiembre de 1955, la Ley Nº 12391 concedió ciudadanía a las mujeres y le dio
derecho a voto. Los medios gubernamentales, más con fines de propaganda,
consideraban que un millón de votantes se incorporarían en los padrones de 1956. Pero
las mujeres eran mayoritariamente analfabetas, lo que las excluía del voto. Así, el
sufragio femenino de 1956 no tuvo un significado cuantificable, salvo por sus efectos
propagandísticos. En términos de la conciencia femenina, sin embargo, significaba un
logro, luego de varias décadas de prudente pero persistente demanda. El voto
significativo para las mujeres lo consiguen cabalmente recién en 1980.
LA GENERACIÓN DEL 50
El Patio de Letras, de la vieja casa de San Marcos, era el otro escenario de este grupo.
Punto de encuentro de la juventud intelectual, fue privilegiado lugar de intercambio de
ideas, publicaciones, discusiones. De ahí continuaban los grupos al bar "Palermo". Lima
era pequeña, todavía con aire de una aldea, conservadora, donde sólo llegaban algunos
vientos de las ciencias y las artes del mundo. Justamente, para romper ese aislamiento,
es que se formaron espacios de encuentro: la Peña Pancho Fierro, los bares,
especialmente el "Palermo", el Patio de Letras de la casona del Parque Universitario, y
publicaciones como la revista Letras Peruanas que dirigía Jorge Puccinelli y Literatura
que publicaban Mario Vargas Llosa, Luis Loayza y Abelardo Oquendo. La
preocupación por definir lo que era una literatura nacional, el recuerdo de la trayectoria
creadora de los antecesores y la apertura a la cultura europea de entonces, definen esta
publicación.
La bohemia además tenía su catedral en el "Grill" del Hotel Bolívar, inaugurado en los
años 20, pero que tuvo su auge en estos 50. La prolífica sala de "Entre Nous" se
encontraba al lado de la Bomba de Incendios. En la Plaza San Martín además estaba el
Club Nacional, centro de las tertulias del poder. La renovación de las diversiones tuvo
en los cines, el Metro y el Colón, su mejor escenario. Por eso, simbólicamente, la Plaza
fue el escenario privilegiado de los mítines políticos hasta ya entrada la década de los
80, los más famosos políticos se bautizaron en sus balcones.
La revista que publicara Emilio Adolfo Westhpalen, incluso con su propio peculio, Las
Moradas, merece especial mención. Westphalen es mayor que los miembros de este
grupo, pero su influencia fue determinante para algunos de ellos. Las Moradas traducían
al español la vanguardia de las artes europeas, reseñaba libros de difícil acceso y abría
sus páginas a los más importantes creadores de entonces. Sin la difusión de esas ideas
renovadoras que traía Las Moradas, y el estímulo que significaba para los jóvenes
comenzar a publicar, junto a los creadores más renombrados como Martín Adán y César
Moro, no se podría entender el despegue de creatividad del grupo de la Generación del
50.
Entre 1947 y 1949 Westphalen publicaba Las Moradas, como se señaló, el influjo más
novedoso en la renovación intelectual y estética de Lima. Luego Westphalen deja Lima
desde setiembre de 1949 hasta febrero de 1963. Finalmente, maduro, fino, en medio de
la febril discusión política de entonces en el país, vuelve a deleitar el medio artístico con
su revista Amaru que aparece entre 1967 y 1971.
El poeta y editor Westphalen contrajo matrimonio con Judith Ortiz Reyes. Ella
trabajaba en el colegio Pestalozzi y junto con otras pocas mujeres como Rosalía Avalos
y Blanca Varela eran estudiantes de educación en San Marcos. Sebastián Salazar Bondy
es quien introduce en la peña Pancho Fierro a Blanca Varela, entre 1947 y 1949; ahí
conoce a Emilio Westphalen y éste le publica poemas en Las Moradas. La peña era el
lugar de encuentro por excelencia, sus dueñas eran las hermanas Bustamante, Cecilia y
Celia que se casaría con José María Arguedas. Arguedas era el que cantaba en la peña y
llevaba a los artistas para que actuaran.
En la peña, se llevaba a los medios intelectuales la canción y el arte de los Andes. Las
Bustamante tenían una institución que se llamaba "Socorro rojo", llevando comida y
apoyo a los presos que sufrían carcelería por motivos políticos. Todo este grupo, que ya
giraba en torno al Patio de Letras de San Marcos, era conocido como el grupo de los
"rojos" por oposición a los apristas. Ahí participa incluso Fernando de Szyszlo, que en
1949 se casa con Blanca Varela, ambos muy amigos de Westphalen.
La trascendencia del numeroso grupo de creadores e intelectuales llamado la generación
del 50, se manifiesta en su protagonismo en la década, gracias a la existencia en Lima,
sobre todo, de tribunas de expresión. En 1953 se comienza a publicar el "Suplemento
Dominical" de El Comercio y el grupo editorial auspicia la revista Mar del Sur dirigida
por Aurelio Miró Quesada Sosa. La Prensa, bajo la conducción de Pedro Beltrán que en
su política renovadora del periodismo permite a los intelectuales publicar en sus
páginas. La International Petroleum Company publica la revista Fanal. El grupo Prado
editaba La Crónica y la revista Cultura Peruana donde publicaba reportajes Mario
Vargas Llosa, quien se inició en la prensa con el diario La Crónica. Aunque sin
renovarse, sigue saliendo puntual el viejo Mercurio Peruano. Es un momento donde las
tribunas de expresión aumentan en un medio tradicionalmente escaso en ese sentido.
Desde luego que se trataba de un mercado controlado por los grandes poderes
económicos, pero no era un grupo sin contradicciones y más bien, en su competencia
fomentaron la incursión ensayística de muchos escritores. Sobre todo, los escritores
tenían algunas posibilidades de escribir con remuneraciones y hasta dedicarse a escribir
y crear. La década fue la de la renovación de la prensa, como veremos.
La figura de Julio Ramón Ribeyro es una de las más interesantes de las de los miembros
de esta generación. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en
el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid,
llegando a España en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y luego de ganar un
concurso de cuento convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París con el
objeto de hacer una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de
nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos
eventuales, y alternando su estadía en Francia con breves temporadas en Alemania
(1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957). En 1958 regresó al Perú, y en setiembre del año
siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho para ocupar el cargo de profesor y director de
extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960
regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France
Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado
adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de
embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). Hacia 1993 se estableció
definitivamente en Lima. En su país fue distinguido con el Premio Nacional de
Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado
también con el Premio Juan Rulfo (1994).
Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional -en el mejor sentido del
término- por su afinidad con los modelos clásicos, ha buscado eludir las técnicas
experimentales de la novela moderna. Este hecho, unido al carácter retraído del escritor,
han conspirado para que su literatura solo en los últimos años haya alcanzado la
difusión que merecía por el grado de excelencia alcanzado en algunas de sus obras,
especialmente en sus cuentos, donde es considerado el mejor exponente de la literatura
peruana y uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. En sus cuentos abundan los
personajes frustrados, fracasados e incluso ridículos, en consonancia con su actitud
filosófica de descreimiento frente a las posibilidades que brinda la vida.
Como señalamos, fue en las páginas periodísticas donde se puede apreciar el cambio de
la ciudad y el país. Los grandes periódicos tenían sus ediciones vespertinas,
especialmente dedicadas a temas de "atracción" en los nuevos lectores: deportes,
farándula y casos policiales.
Fue en el terreno policial donde la ciudad vibró con personajes que desempeñaron el
papel de contra héroes urbanos. Luis D'Unián Dulanto, un hampón de aspecto
distinguido, con un toque de desfachatez y exageración, un "dandy criollo", cambiaba
de trajes con frecuencia y nunca se le veía sin alhajas exuberantes de oro, incluido un
diente que retrataban los diarios que daban amplio espacio a sus andanzas en sus
páginas. Otro conocido delincuente, Víctor Pizarro, "la samba" fue asesinado
cruelmente, quemado vivo. D'Unián, a quien se le conocía como "Tatán", fue acusado
del crimen, pero su abogado, quien luego sería connotado parlamentario aprista, Carlos
Enrique Melgar, como en otras oportunidades, logró eximirlo de cargos. Una y otra vez
robaba, delinquía, entraba en prisión y salía libre, o fugaba, hasta que un día fue
apuñalado por un competidor, que nunca tendría la fama inigualable de "Tatán", un
flaco trazán de la era del mambo y el desenfado de las ombliguistas, que llevaron al
cardenal a promulgar la excomunión a los bailarines fanáticos de "la foca" Dámaso
Pérez Prado. Ese era el pan de cada día de la prensa.
Fue así que Lima tuvo su primera ejecución judicial. La pena de muerte se aplicó con
deliberado afán ejemplificador. Un marginal delincuente de poca monta, Jorge
Villanueva, que moraba en una covacha de la quebrada de Armendáriz, en el límite de
Miraflores con Barranco, fue acusado de la violación y asesinato de un niño de menos
de cuatro años. El cadáver del menor fue hallado a poca distancia de la cueva de
Villanueva, lo que se constituyó en prueba de su culpabilidad. Nuevamente, el abogado
Melgar, tan famoso ya como sus causas y sus defendidos, logró retirar el cargo de
violación. Sin ese agravante, quedaba el cartel del homicidio, pero el móvil desaparecía.
Indetenibles, los diarios sin embargo daban primeras y vendedoras primeras planas al
"monstruo de Armendáriz" y pedían se le ejecutara bajo la pena de muerte. El 12 de
diciembre de 1957, luego de tres años de proceso, fue ejecutado en el Panóptico de
Lima. Afuera, una multitud aplaudía.
El tipo de educación que se quería obtener con el Plan debía ser "moral, peruanista,
intelectual, artística, técnica, pre-militar, física y de extensión cultural". Para el gobierno
de Odría, la educación cumplió una doble función, primero la de reproducir el orden
económico y viabilizar la industrialización, y segundo garantizar la estabilidad del orden
político a través de la producción de una ciudadanía votante y alfabeto.
En cuanto a la educación secundaria, el proyecto incluía la construcción de Institutos
Comerciales, Industriales y Agropecuarios en cada una de las Grandes Unidades
Escolares. Estas construcciones se realizaron sobre la base de impuestos y gravámenes
sobre diferentes artículos. La creación de institutos favoreció la formación técnica de los
alumnos al finalizar la secundaria, lo que les permitió encontrar más fácilmente trabajo.
En 1959 se elaboró un Plan de Reforma, que entraría en vigencia en el año 61. El Plan
contemplaba la obligatoriedad y gratuidad de la educación primaria, la supresión
progresiva de las escuelas alternas y la adopción de medidas para conseguir que las
empresas privadas sostengan las escuelas fiscalizadas.
Entre 1958 y 1968 la población escolar se incrementó en 78% para el nivel primario. La
demanda popular de servicios educativos fue intensa. Se creó el Ministerio de
Educación y se profesionalizó la carrera docente.
De alguna manera, la revuelta aprista de 1934 tiene su correlato en las élites que en la
década de 1940 y sobre todo a inicios de los 50 exigen con consenso creciente la
reapertura de la UNSCH. Incluso algunos de los que participaron como líderes en
aquella, aparecen nuevamente en los grupos impulsores de ésta.
En términos gruesos, veinte años transcurrieron desde la efervescencia de 1934 hasta las
primeras manifestaciones pro-reapertura. En el sentir de las élites regionales la
autopercepción era de "marginación y olvido"; a partir de este "sentimiento" habían
nacido las propuestas de regionalismo y búsqueda de elementos para la programación de
una identidad propia, en una región y una ciudad capital que se siente estancada y
crecientemente dependiente de otros espacios económicos, como Huancayo y el valle
del Mantaro.
El libro de Actas del Consejo Municipal muestra persistentemente esta queja por la falta
de recursos y la ausencia de interés de las autoridades nacionales por derivar fondos a
una ciudad carente de industrias, cuyos rescoldos de élite terrateniente viven encerrados
en sus deterioradas casonas.
Bajo el primer gobierno de Prado, siendo Alcalde Federico Ruiz de Castilla, se elabora
una lista de acciones prioritarias para la ciudad, que incluye:
1. Pavimentación de las calles de Ayacucho
2. Construcción del Mercado de Abastos
3. Construcción de un teatro
4. Local para la escuela nocturna
5. Nueva política para un mejor servicio de baja policía
6. Reorganización de la Biblioteca Municipal
7. Mejoramiento de la economía municipal aumentando el presupuesto
8. Mejoramiento del alumbrado público
En el gobierno de Bustamante, cuando el Apra no sólo goza de legalidad sino que actúa
desde el poder legislador que controla, se inicia el llamado a la movilización ciudadana
para obtener que se reabra San Cristóbal de Huamanga, que había sido clausurada a
fines del siglo pasado, por la crisis fiscal de la post-guerra con Chile.
En la primera Escuela, se dictaron tres cursillos y entre los expositores se contaban los
intelectuales ayacuchanos Pio Max Medina, Juan José del Pino, Fray Pedro Mañaricúa,
Alfredo Parra Carreño, Manuel Bustamante, Luis Milón Bendezu, Ramón Fajardo
Eyzaguirre.
Casi todos los nombres que hemos citado como miembros del flamante Instituto
Superior Departamental eran colaboradores de la principal publicación académica de la
ciudad, la Revista "Huamanga", que en edición extraordinaria editorializa sobre la labor
cumplida por la Escuela de Verano y sobre la creación del Instituto Superior
Departamental, derivándose como resultado de todo ello: "la vital necesidad de que
cuanto antes se reabra la Universidad de San Cristóbal como exponente digno de
recobrar su pretérita grandeza intelectual y ocupar el sitial de honor que le corresponde
entre las demás localidades del territorio patrio".
En Huamanga esta década marca otro período de expansión urbana, esta vez hacia la
Pampa del Arco: Hospital, Estadio, Unidad Escolar (una suerte de trilogía básica
odriista) remplazan los tunales y molles de Arcopampa e incorporan a la trama de la
ciudad un espacio que será ocupado por urbanizaciones en las décadas siguientes.
Casi dos décadas después del oncenio modernizador y fiel a su consigna de "hechos y
no palabras", el Odriismo autoritario construye sus colegios y hospitales, mientras los
hacendados continúan estableciéndose a Lima o tratando de conservar su imagen de
poderosos venidos a menos.
Por entonces, tal como vimos, el gran movimiento ciudadano en Huamanga gira
alrededor de la reapertura de la Universidad de San Cristóbal, fundada en 1677 y
clausurada, por crisis fiscal generalizada, durante el gobierno de Cáceres. En la década
de 1950 se activan diferentes Comités que pugnan por la reinstalación de la universidad,
partiendo del supuesto que allí se podrán formar los profesionales que impulsarán el
desarrollo regional.
Tal como apuntamos líneas arriba, tres fueron los momentos de movilización masiva
ciudadana en la ciudad de Huamanga hasta mediados de este siglo: el primero causado
por intenciones de ampliar la recaudación, el segundo por el intento aprista de controlar
el poder en 1934, y el tercero por la reapertura de la Universidad.
Por fin, en 1959, dando fin al movimiento ciudadano, se inicia el dictado regular de
clases en la UNSCH, luego que el Rector Fernando Romero pronuncia el discurso de
orden de la reapertura, teniendo como testigos al Ministro de Educación, el Presidente
del Senado, diputados y senadores de Ayacucho y prácticamente todas las autoridades
locales.
El hecho político-social más importante de entonces surge de una iniciativa del Comité
Central del Barrio de Maravillas, que propone la organización de la Federación de
Barrios de Ayacucho, que desde 1964 casi monopoliza el consenso ciudadano en
Huamanga, apoyando a la Universidad en su pedido de rentas al gobierno y a los
ocupantes de laderas en sus pedidos de titulación.
La ley de laderas Nº 15661 tiene la particularidad de ser una ley emitida sólo para
Ayacucho, como corolario de una larga historia del uso de las tierras periféricas del
casco urbano ubicado sobre los cerros circundantes. Luego de más de cuatro siglos el
Municipio pierde el derecho de propiedad de las laderas, que habían alimentado los
fondos de Cabildo y luego de la Municipalidad. El Estado se encarga se realizar los
trámites de compra-venta de las laderas a través de la Corporación Nacional de
Vivienda; las protestas y exigencias de los barrios derivan así del Municipio hacia esta
Corporación.
La universidad y las luchas populares y políticas urbanas no iban a estar separadas
desde entonces.
En 1956 volvió al poder Manuel Prado. Fruto de una nueva alianza pragmática del
Apra, el aristócrata ex presidente regresa al mando del país. Su gobierno continuó en
líneas generales con la línea económica de Odría, aunque mantuvo con menor énfasis el
aliento pro industrial de su primer gobierno. La implantación de una planta siderúrgica
en el puerto de Chimbote, una rama estratégica del desarrollo industrial, que otros
países como Brasil, Argentina y México ya habían transitado, fue una de las obras más
importantes de su periodo en cuanto al aparato industrial. Chimbote además era ya el
puerto pesquero más importante y su crecimiento explosivo uno de los fenómenos
sociales más saltantes del fin de la década.
Una carta que escribiera José María Arguedas da testimonio de ese crecimiento de los
puertos pesqueros. Refiriendose a Supe, relataba Arguedas cómo en 1943, cuando fue
por primera vez ahí, no existía ahí ni un solo bote a motor:
Al poco tiempo, a fines de la década que nos ocupa, se habían instalado 28 fábricas de
harina de pescado que convirtieron al puerto en "un inmenso surtidor de humo pestilente
y la playa en un fango cargado de gusanos nunca vistos". Arguedas fue testigo de:
Supe, Barranca, Huacho y otros puertos tuvieron destinos parecidos. Pero el prototipo
del nacimiento de este nuevo tipo de sociedad fue Chimbote, donde la presencia de la
siderúrgica contribuyó a hacer todavía más explosivo el crecimiento de ese polo de
crecimiento desordenado.
Mientras tanto, el sector minero estaba dominado por las empresas extranjeras de
petróleo, hierro y cobre, pero la oligarquía había consolidado su dominio en la
agricultura de exportación, con modernos latifundios azucareros y algodoneros. Hacia
1950 las exportaciones agrarias sobrepasaban el 50 por ciento del valor total de las
exportaciones peruanas. Un nuevo rubro de exportaciones apareció en la década de
1950 y fue la harina de pescado que salía de la costa limeña y de esos puertos que
hemos mencionado.
La demanda por reformar el agro crecía como las movilizaciones. Prado no llegó, sin
embargo, a proponer una ley, limitándose a la creación de un Instituto de Reforma
Agraria y Colonización, IRAC, con el "fin inmediato de estudiar, proponer y en lo
posible, poner en práctica las medidas necesarias para aumentar la superficie cultivada
colonizando la selva, difundiendo la pequeña y mediana propiedad y procurando
preferencialmente el establecimiento de granjas familiares". Por lo menos, los estudios
que el instituto generó fueron retomados por los gobiernos siguientes.
En 1959 se redactó el Plan Perú Vía por el Ing. Rizo Patrón. Este plan proponía el
desarrollo industrial regional evitando la masiva inmigración que se había desatado.
En 1960 se contrató en Estados Unidos una misión de la Arthur D. Littler Inc, la cual
elaboró un programa de Desarrollo Industrial y Regional para el Perú, divido en tres
partes, la primera dedicada a un programa de desarrollo industrial, la segunda plan Perú
- Vía y la tercera a las oportunidades industriales para el Perú. Plan que por motivos
desconocidos no se concretó. Sobrevivió sin embargo la iniciativa que dio lugar a la
Central Hidroeléctrica del Mantaro, financiando el consorcio italiano Grupo Gei
Impregilo.
Ante el cambio necesario de la economía política, Prado nombra a Pedro Beltrán cono
Ministro de Hacienda. El nuevo gabinete se comprometió desde el primer momento a
alcanzar a corto plazo la estabilidad monetaria, el equilibrio presupuestal y la
recuperación de divisas.
Las empresas agro mineras aprovechan las facilidades que el Estado les brinda para
realizar un procesamiento primario de su producción; el caso ejemplar es el de la pesca,
donde la producción de harina de pescado casi acaba con la anchoveta prosiguiéndose la
depredación después con otras especies marinas.
En realidad, la política económica fijada por Odría no fue revisada por sus sucesores. El
gobierno de Prado expide la ley de Desarrollo Industrial en 1959, que favorece que las
empresas extranjeras procesen su producción. El de Belaúnde les otorga generosas
exenciones tributarias en 1963 y 1964. La promesa de nacionalizar el petróleo de la
Brea y Pariñas en noventa días queda incumplida y termina en la confusa negociación
de agosto de 1968 y el escándalo de la desaparición de la "página once" del contrato
firmado con la Standard Oil de New Jersey, precipitando el golpe de Velasco Alvarado.