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La pretensión de universalidad en la ética de Immanuel Kant1

Oscar Nicasio Lagunes López2

Introducción

El presente artículo se desarrolla en tres puntos. Primero, se presenta una pequeña

introducción que contextualiza el pensamiento y la obra de Kant; segundo, se tematizan o

explicitan los elementos centrales implicados en su filosofía moral; y por último, se ofrece

una conclusión en donde se valoran los aspectos positivos y negativos de su reflexión

moral.

Pensamiento filosófico y obras fundamentales

Desde el Renacimiento, siglo XVI, da inició un humanismo que concibe al hombre como

un ser autónomo y racional. Después en plena modernidad, siglos XVI-XVIII, surge una

nueva etapa de la historia de la ética. Con ella fenece la ética medial totalmente teocéntrica

y emerge una ética antropocentrista, cuya pretensión es exaltar al hombre al grado de

colocarlo en el centro de toda manifestación cultural3.De aquí que el hombre moderno

tenga por normas supremas aquellas que provienen de la razón, porque para él únicamente

“el buen sentido es la cosa que mejor repartida está en el mundo […] La facultad de juzgar

bien y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen

1
Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en el Colegio de Sonora. Correo:
oscar_lagunes@hotmail.com
2
Artículo publicado en la Revista Philochristus, (2007), Núm. 3: 14-16.
3
Gustavo Escobar Valenzuela, Ética. Introducción a su problemática y su historia, México, 2004, 232.
sentido o razón, es por naturaleza igual en todos los hombres.”4 A través de estas palabras

la edad moderna, por boca de René Descartes, cimenta la moral en la razón.

Immanuel Kant [1724-1824]5 piensa que toda la filosofía consiste en dar respuesta a tres

interrogantes esenciales: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, y ¿qué debo esperar? A la

primera responde con la Crítica de la Razón pura [1781]6; a la segunda, con la Crítica de la

razón práctica; y a la tercera, con La religión dentro de los límites de la mera razón

[1793]7. Por último, sostiene que estas tres cuestiones quedan englobadas en una cuarta

pregunta: ¿qué es el hombre? Por tanto, la reflexión filosófica de Kant es antropológica.

Desde esta perspectiva antropológica, Kant responde a la tercera pregunta con su filosofía

ética. La ética de Kant está contenida de modo especial en Fundamentación para una

metafísica de las costumbres [1785]8, Crítica de la razón práctica [1788]9 y Metafísica de

las costumbres [1797]10.

La moral formal universal

Kant busca el principio o norma universal de la moral que determina la voluntad, es decir,

aquel que permite calificar a las acciones humanas como buenas o malas. Para él, la

universalidad de esta ley o norma, sólo puede provenir a priori, para que valga no sólo para

unos, lo cual daría lugar a una moral subjetiva e individual, sino para todos.11 Él sostiene

que este fundamento es el “deber” de la razón, el cual se le impone a la voluntad como un


4
René Descartes, Discurso del método, Madrid, 1995, I, 69. En el mismo párrafo de esta cita, Descartes
añade: “No basta, ciertamente, tener un buen entendimiento: lo principal es aplicarlo bien. Las almas más
grandes son capaces de los mayores vicios como de las mayores virtudes; y los que caminan lentamente
pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.”
5
Cf. Otfried Höffe, Immanuel Kant, Barcelona, 1986, 19-30; Ovejero, Pensadores, México, 2003, 450; y
Diccionario de filosofía (CD-ROM), Barcelona, 1991, voz: “Kant, Immanuel”.
6
Cf. Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, México, 2006.
7
Cf. I. Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón, Madrid, 1995.
8
Cf. I. Kant, Cimentación para la metafísica de las costumbres, Buenos Aires, 1964.
9
Cf. I. Kant, Crítica de la razón práctica, México, 1985.
10
Cf. I. Kant, La metafísica de las costumbres, Madrid, 1994.
11
Cf. I. Kant (1985), 35-36.
imperativo categórico, como su bien12, debido a que “la regla práctica es siempre un

producto de la razón.”13

Los filósofos anteriores a Kant fundaban la moral sobre la idea de bien. Para ellos, una

acción era buena o mala según se adecuara o no con la finalidad natural del hombre la cual

le dirige hacia el bien supremo. A este tipo de moral, Kant la llama moral empirista o

material, porque identifica el bien con el sentimiento de placer o de dolor que está fundado

en el amor propio. Por consiguiente, ninguna moral empirista o material puede ser

universal.14 Tampoco puede serlo la moral racional, puesto que ninguna moral que hace

consistir el bien en lo Absoluto trascendente puede proporcionar una regla de conducta

universal, ya que lo absoluto no puede entrar en la experiencia. Luego entonces, en el fondo

de esta moral subyace la idea de felicidad, originada por un sentimiento egoísta, porque

cada hombre busca naturalmente su propia felicidad y no la de todos.15

La moral kantiana no es una moral material, ni racional, sino formal, ya que hace derivar el

bien moral del seguimiento de la norma que la razón dicta como aplicable para todos los

hombres.16 Esto quiere decir que para Kant “la validez del acto moral no está en la acción

misma, sino en la voluntad que lo determina.”17 El filósofo de Königsberg formula el

imperativo categórico de la siguiente manera: 1. “Obra de tal modo, que la máxima de tu

12
Cf. I. Kant (1985), 99: “Bueno, en sentido práctico es aquello que mueve a la voluntad por medio de las
representaciones de la razón, por lo tanto, no a partir de causas subjetivas sino de modo objetivo, e. d., por
razones que son válidas para todo ser racional en cuanto tal.”; I. Kant (1985), 133-134: “La moralidad
consiste (…) en la relación de todo acto con la legislación por la que únicamente es posible un reino de los
fines.” Esta legislación debe, pues, encontrarse en cada ser racional mismo y poder surgir de su voluntad,
cuyo principio es: no realizar ninguna acción por ninguna otra máxima sino por aquella que pueda al mismo
tiempo ser una ley general”. Nota: Las negritas son mías.
13
I. Kant (1985), 34.
14
Cf. I. Kant (1985), 37, 38, 43.
15
Cf. I. Kant (1985), 42-43, 161.
16
Cf. I. Kant (1995), 20.
17
Gustavo Escobar (2004), 235; Cf. I. Kant (1985), 65-66; I. Kant (1995), 31-32, 60.
voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación

universal.”18

De este imperativo Kant da muchos ejemplos, entre los que se encuentra el siguiente caso:

Un hombre que, tras una sucesión de males que se han convertido en desesperanza, siente
fastidio hacia la vida, está aún en posesión de su razón mientras puede aun preguntarse si
no será un deber para consigo mismo el quitarse la vida. Ahora, tiene que probar si la
máxima de su acción puede llegar a ser una ley general de la naturaleza. Pero su máxima
es: convierto en principio acortarme la vida por amor a mí mismo cuando ésta, con su
mayor duración, amenaza más males que promete aceptabilidad. La pregunta que aún
queda por ser formulada es si este principio del amor propio puede llegar a ser una ley
general de la naturaleza. En seguida puede verse que una naturaleza cuya ley fuese
destruir la vida por medio del mismo sentimiento cuya finalidad es proporcionarle su
impulso, se contradeciría a sí misma y no podría prevalecer como naturaleza, por tanto
sería imposible que esa máxima pudiera tener lugar como ley general de la naturaleza y
por consiguiente, se opone al principio máximo del deber.19

Este imperativo tiene dos características fundamentales: la autonomía y la universalidad.20

La primera, porque dicho imperativo tiene su génesis en la voluntad libre del hombre y éste

debe respeto al deber en sí mismo; la segunda, hace referencia a la validez del imperativo

para todo ser racional por su carácter objetivo y a priori.21 Por medio de esta moral del

deber, desde la razón práctica, adquieren realidad objetiva los postulados metafísicos: Dios,

el alma y la libertad humana, imposibles desde el plano teórico.22 Y esto es así porque la

voluntad está determinada al bien supremo que le es dado a priori. Negarlo a priori “sería

tanto como si alguien quisiera demostrar por la razón que no hay razón.”23

18
I. Kant, Crítica de la razón práctica, México, 1985, 50.
19
I. Kant (1985), 113-114. Después de este ejemplo, Kant ofrece otros más.
20
Cf. I. Kant (1995), 33-34, 54.
21
Cf. I. Kant (1995), 21.
22
Cf. I. Kant (1985) 12-15.
23
I. Kant (1985), 21.
Consecuencias y observaciones críticas

Consecuencias: 1. Voluntarismo: si el imperativo categórico es a priori y no a posteriori,

entonces éste es el único modelo de norma universal que ha de regir la conducta humana.

¡Según esto ni Cristo es santo, santo sólo el deber!24 Aquí hay un cambio de la moral del

amor por la moral del deber. 2. Fideísmo: la razón humana, ciega para conocer a Dios,

requiere de la voluntad humana para afirmar su existencia, aunque sea por medio de una fe

práctica. 3. Pragmatismo: una idea que rebase la experiencia, en cualquier área del saber,

sólo puede ser comprobada por su éxito o resultados prácticos. 4. Formalismo: la moralidad

consiste en la intención de la voluntad por adecuarse al deber universal que dicta la razón.

No necesita de ningún fundamento metafísico para cimentarse: nada que esté sobre el

hombre, sino dentro de él.

Crítica: lo positivo de esta moral es el reconocimiento de la dignidad de la persona humana,

siempre un fin en sí misma y nunca un medio; lo negativo es que pierde el fundamento de

la ley natural y hace consistir la moral en una ley de la razón formal. Pero en esta ley, Kant

“presupone ya el valor objetivo de lo moral.”25 Lo anterior, pone de manifiesto una

contradicción en el fundamento de la ética kantiana, que ha sido su talón de Aquiles y

fuente de muchas críticas: si por una parte, la razón teórica sólo puede conocer el númenon;

y por el otro, la razón práctica sólo los fenómenos, entonces nunca se podría determinar el

obrar práctico a priori. La moral así entendida, se convierte en una forma de fe práctica

ciega de la cual no se puede derivar el conocimiento de lo que es bueno desde un plano

teórico26.

24
Cf. I. Kant (1995), 68.
25
Walter Brugger, Diccionario de Filosofía, Barcelona, 1995, voz: “Moralidad”, 376.
26
Cf. Emerich Coreth y Harald Schöndorf, La filosofía de los siglos XVII y XVIII, Barcelona, 1987, 179-180.

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