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Tema 2:
 
1. Problematice la inserción de las clases subalternas en la Revolución mexicana de
1910, teniendo en cuenta:
a) Las consecuencias del proceso de modernización capitalista;
b) Las formas de organización de estos sectores;
c) La articulación de sus demandas.
 
2. ¿Cuáles son las principales fuentes con las que trabaja Azcuy Ameghino en su
texto "Artigas y la revolución rioplatense..." y que le permiten deducir? ¿llegaría
al mismo resultado si no utilizara todas las fuentes que utiliza? ¿Por qué?
 
3. Establezca y desarrolle la característica de los conflictos obreros durante el
peronismo y la situación en las distintas ramas de la industria según los autores.
Tenga en cuenta las ideas de “ofensiva obrera” y “poder sindical” presentes
tanto en el trabajo de Louise Doyón como en el de Marcos Schiavi
respectivamente.  
 
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1) La clase obrera en época de Cárdenas fue partícipe de hechos importantes: en primer
lugar se produjo una alianza entre el movimiento obrero y el Estado que, en el
momento, contribuyó a mejorar las condiciones de los obreros y a consolidar al Estado
en reestructuración. A su vez se consolidaron las principales expresiones orgánicas de la
clase obrera mexicana: ferrocarrileros, minero-metalúrgicos, petroleros.

a) El proceso de la revolución mexicana (1910) debe ser entendido, a partir de de dos


cuestiones centrales en el siglo XIX: Por un lado, la conformación del Estado fue un
proceso que atravesó varias décadas; cuyo elemento central es el detentado por las
reformas liberales dadas en la década del 50 con el Plan de Ayutla. Dicho Plan, propone
la necesidad de implantar un Estado moderno y en paralelo, una serie de ideas en
función de incorporar a México como tal, dentro de la División Internacional de
Trabajo.

El principal artífice de esta situación va a ser Benito Juárez, quien junto con Lerdo de
Tejado y Porfirio Diaz, se enfrenta a los dos principales obstáculos de la época: a) la
Iglesia Católica; b) las propias comunidades indígenas (disputa en la inserción del
Estado moderno y la lógica capitalista; necesitaba recursos como las tierras generando
dichas disputas). Las leyes de la Reforma apuntaba a la separación del Estado con la
Iglesia, a tal punto que el Estado va a s sumar una serie de atribuciones que va a quedar
plasmada en la primera Constitución mexicana (1857), cuyo dos principales ejes: a) la
defensa de la propiedad privada y b) la separación de los poderes de Estado. En este
sentido, lo que se buscaba era que el Estado se haga cargo de los distintos atributos
regiones y estatales que la Iglesia tenia mucho peso local, y tratar de evitar el proceso de
separatismo que se había producido en mexico en la década del 30 y 40; en la época de
Santana, se había perdido gran parte del territorio mexicano en el norte a manos de los
Estados Unidos, como parte de un elemento centrifugo teniendo muchos estados en la
región, lo mismo que en el Sur donde parte de los Estados del dominio mexicano se fue
para conformar las futuras republicas de centroamerica.

Este proceso va a ser exitoso para la conformación del Estado moderno bajo la hacienda
capitalista, que bajo el gobierno de Porfirio Diaz, va a tener un peso extraordinario.

El gobierno de Benito Juarez va a encarar fuertemente esta clave de lucha como también
de tratar de reordenar la hacienda y el cobro de impuesto para su posterior
consolidación. Se enfrenta así, con distintos sectores conservadores, sectores de la
Iglesia y distintas comunidades de pueblos originario, quienes defienden sus derechos y
resisten el proceso de expropiación de los medios de producción capital.

En este proceso de doble pelea, el poder de la Iglesia y de las comunidades, va a


aparecer un tercer elemento que es la intervención de potencias extranjeras (Sobretodo
con la invasión francesa a través de Napoleon III con el fin de imponer a Maximiliano
como gobierno paralelo al de Juarez, este gobierno va a dar poder a los sectores
conservadores porque intentaban defender sus derechos en el propio mexico ). Juarez va
a enfrentar esta situación y a levantarse en armas valiéndose en distintos pueblos que va
a dirigirse con la promesa de recompensas posteriores. Maximiliano va a ser derrocado
en 1867, Juarez vuelve al gobierno como vencedor de la guerra; tras su fallecimiento, se
va a dar una serie de disputas en torno a su sucesión: primero, lo sucede Lerdo de
Tejada, y finalmente, se va a imponer uno de los generales victoriosos en la lucha contra
la presencia francesa (Porfirio Diaz).

El gobierno de Porfirio Diaz (1877 -1911), posee elementos determinantes para


comprender los antecedentes de la Revolucion de 1910, al ser este período, la
consolidación de Mexico como Estado capitalista en torno tres grandes áreas: 1) la
exportación de materias primas; 2) la exportación de materias primas no minerales; 3)
Desarrollo del mercado interno (fortalecido con la construcción del ferrocarril, que
traslada los recursos hacia el mercado mundial y permite obtener importantes lazos con
EEUU convirtiéndose en uno de los principales inversores)

Por otro lado, el capitalismo mexicano que se va a transformar va a tener un sosten


ideológico por parte de un grupo de intelectuales que se la denominó como la “ideología
de los científicos”, es la expresión máxima del positivismo (similar a la generación del
80 en Argentina) que van a justificar la revolución, el orden, el progreso y la autoridad.
Es una ideología que va a sostener a este régimen con practicas oligarcas, un régimen
que va a tener un fuerte presidencialismo y una reelección permanente. Durante muchos
años, Diaz va a ser el único candidato y afianza estas practicas.

Uno de los elementos importantes para la integración del mercado mundial es la


hacienda: es una imagen donde se puede observar los distintos grupos sociales que van
a convivir (conviviendo también distintas normas jurídicas respecto a las comunidades
originarias que van a ser absorbidas por esta institución y por las normas jurídicas
impuesta por el Estado burgues con el derecho positivo). En esa combinación, se va a
expresar la situación que atraviesa la propia hacienda donde se encuentra distintos tipos
de trabajadores: asalariados, peones encasillados, trabajadores a parceros.

Uno de los elementos principales para sostenerse en el régimen es el papel del ejercito
federal, que se va a convertir claramente en el sosten represivo del Estado mexicano; es
un papel de primer orden para defender los intereses de la propiedad privada tanto de la
hacienda como los centros mineros. Cuando hubo protestas en esos años, ya sea en los
centros mineros o la hacienda, el ejercito federal es el que va a garantizar la represión en
esos lugares defendiendo los intereses de los capitalistas. Finalmente, este Estado
capitalista con Diaz va a entrar en una serie contradicciones, que van a expresarse
incluso con quejas de distintos de la clase dominante por la imposibilidad de participar y
encontrarse beneficiado dentro de ese desarrollo y no tener una participación en
términos democráticos.

En este sentido, la expresión de todo esto va a ser el papel de Francisco Madero


levantándose contra este presidencialismo permanente como también se va a encontrar
otra expresión importante: los anarquistas (que se expresan por medio de los periódicos
planteando una serie de reivindicaciones propias del siglo XX, donde planteaba la lucha
con la elección como también en la lucha de determinadas conquistas sociales vinculado
con la clase obrera que vivian en condiciones de explotación). Por último, la corriente
campesina que vivía de la opresión de los hacendados y querían la tierra, y el reparto
equitativo, y un régimen “democrático”. Todos estos elementos es lo que va a sintetizar
el levantamiento de Francisco Maderodando comienzo el inicio de la Revolucion
propiamente dicha.

Los años 1850-1876 estuvieron marcados, en el plano mundial, por el estallido de las
crisis internacionales de 1846-1849, 1857, 1866 y 1873. La primera de éstas dio paso a
las revoluciones europeas (1848) y a la invasión norteamericana a México, mientras las
dos últimas están ligadas con la guerra franco-prusiana y la Comuna de París. En esos
años, en los grandes países capitalistas, se generalizan las vías férreas, la navegación a
vapor, la metalurgia pesada y los modernos sistemas bancarios.

En los Estados Unidos, la Guerra de Secesión (1861-1865) desató una baja en la


producción de algodón y la elevación de sus precios, así como su producción en otras
regiones del globo (Egipto, India). La Guerra de Crimea (Francia contra Rusia), desató
una serie de invasiones europeas a países débiles de Asia, África y América Latina. El
alza de los precios de las manufacturas, las recurrentes sequías y desastres naturales que
causaban hambrunas y las crisis industriales con desocupación provocaron multitud de
motines, revoluciones y migraciones. Fue el período de los primeros pasos de las
asociaciones proletarias.

La quiebra de la exportación algodonera de Texas, durante la Guerra de Secesión,


propició el surgimiento de la región lagunera (Durango y Coahuila) y la integración
entre industria y materias primas locales. Además, esto promovió la implantación de
vías férreas y empresas textiles nuevas (como la fábrica “La Estrella”, fundada en Parras
en 1870, en la hacienda algodonera “Rosario”, por Evaristo Madero, padre de Francisco
I. Madero). El efecto más significativo fue el impulso a la expansión de la producción
de plata en México.

En el período 1850-1870 se registraron profundas transformaciones que culminaron en


la dominación del modo de producción capitalista, integrado al mercado mundial en un
momento en que la capacidad nacional para crear industrias era incipiente, pese a que a
nivel mundial, el capitalismo maquino facturero se había implantado ya férreamente.
Por eso, en la división mundial del trabajo, México quedó inscrito como país dominante
y dominado.

Hasta 1850 la persistencia de la alianza entre la burguesía comercial y usuraria, el clero,


y los terratenientes, con las fuerzas político-militares conservadoras, frenaba la
transición hacía el capitalismo. De 1850 en adelante, en medio de una etapa de
reanimación del comercio mundial, la burguesía encuentra mejores condiciones de
expansión.
Se trata de destruir el control eclesiástico sobre la renta absoluta de la tierra, la
especulación usuraria urbana, así como los brazos y las conciencias de las masas. Había
que movilizar dichos recursos y concentrarlos como capital productivo en manos del
sector más dinámico de la burguesía y proletarizar a los trabajadores, con todo lo cual se
dotaba al nuevo poder político de una base irreversible: el capitalismo.

De ese modo mediante la expropiación violenta, el juarismo creaba grandes intereses a


su alrededor, Las guerras de Reforma y contra la Intervención fueron la forma que
adquirió la revolución burguesa. En ese lapso (1854-1870) culminó el proceso de
acumulación primitiva interna, se instauró el modo de producción capitalista dominante
y se consolidó el Estado nacional moderno.

Entre 1850 y 1870 México creció a ritmo lento. La población pasó de poco más de siete
millones a ocho millones de habitantes, de los cuales en la primera fecha había unos tres
millones de blancos y mestizos y poco más de cuatro millones de indios, proporción que
se mantiene casi inalterada veinte años después.

Entre 1850 y 1870 la expansión de la industria no fue espectacular, pero sí logró una
mayor profundidad de la división del trabajo y el aumento del número de
establecimientos pequeños y medianos. En este lapso, se desarrollaron las manufacturas
concentradas de azúcar y aguardiente, de papel, hilados y tejidos de lana, de íxtle, seda
y henequén, así como las imprentas, las fábricas de muebles y de carruajes, curtidurías,
herrerías, platerías, fábricas de calzado, vidrio, aceites, jabón, etc. Alrededor de un
tercio de todas las industrias se localizaban en el Valle de México. Esta ubicación
geográfica respondía básicamente a la integración de las fuentes de materias primas con
el mercado de consumo más importante.
Durante estos veinte años, debido a la generalización de la economía mercantil y la
expansión del capitalismo como modo de producción dominante, el antiguo sistema
monetario vigente Durante la época de la Reforma y de la lucha contra la Intervención
se desplegaron al máximo la unificación cultural y social, así como la identidad
histórica de la nación mexicana. Merced a la encarnizada guerra civil y la emergencia
nacional frente a potencias extranjeras, fue posible consolidar una unidad de voluntad
en torno a una lengua, una aspiración nacional, conciencia

La guerra popular de liberación, el imperio de Maximiliano y la coyuntura


mundial:
El 31 de mayo Juárez marcho rumbo a San Luis Potosí, investido por el Congreso con
facultades extraordinarias para dirigir la lucha por la soberanía nacional. Por su parte,
los franceses ocuparon la capital el 7 de junio, desconociendo el gobierno de Juárez,
pero aceptando las Leyes de Reforma. Eso representaba un rudo golpe para los
conservadores, quienes se vieron obligados a aceptar por decreto del general invasor
Forey, el 10 de julio, un régimen monárquico moderado, hereditario y católico.

Los ejércitos liberales, organizados en cinco divisiones ubicadas en otras tantas regiones
geopolíticas, permitieron ese movimiento del enemigo para contraatacarlo ya disperso.
Mientras tanto, lentamente, la población civil se unía a la guerra nacional liberadora.
Maximiliano integró su gobierno con liberales moderados, respetó las leyes liberales, se
dedicó a organizar una suntuosa corte y desatendió la guerra y la economía de un país
destrozado. Esto lo distanció ae los conservadores y lo enemistó con los invasores,
porque —faltos de recursos económicos— no podían aplastar la resistencia popular.
Para lograr este objetivo desataron una guerra de exterminio.
La guerra de invasión se prolongaba sin que ningún bando consolidase sus posiciones.
Mientras, en Europa, Napoleón III se debilitaba en el interior de Francia por el
surgimiento de la poderosa Prusia. Al terminar la Guerra de Secesión, los Estados
Unidos presionaron a Napoleón para que retirara su ejército de México. Ante la
contraofensiva mexicana que amenazaba el prestigio francés y las presiones europeas y
norteamericanas, en julio de 1866 las tropas francesas comenzaron a replegarse rumbo a
Veracruz.
De diciembre de 1865 a julio de 1866 las fuerzas armadas populares que se batían en
guerrillas lograron algunos éxitos parciales. En este lapso completaron su organización
y obtuvieron un amplio consenso nacional, que les permitió pasar a la ofensiva en el
último trimestre de 1866. Desde enero de 1867 las tropas liberales obtenían triunfos y
respiraban un ambiente de victoria. En marzo de ese año comenzó el sitio de Querétaro,
que duró dos meses. Durante ese lapso los conservadores obtuvieron algunas brillantes
victorias tácticas, pero sin perspectivas.

La sentencia se cumplió en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867. Con esto


concluyó una etapa crucial de la vida de México. El poder clerical reaccionario y los
intentos colonialistas extranjeros habían sido terminantemente aplastados. Con la
victoria de Querétaro, la burguesía liberal conquistó en definitiva el poder, implantó
históricamente su soberanía de clase sobre un territorio.
Tan pronto se instaló en la capital, Juárez procedió a consolidar el nuevo Estado.
Para ello ordenó equilibrar la hacienda pública mediante una política fiscal adecuada, un
gasto público selectivo y la reducción del ejército federal a 30 mil hombres bien
disciplinados y con mandos de confianza. Asimismo se propuso regularizar la situación
del gobierno, puesto que —como se recuerda— sólo por decreto de emergencia
nacional continuaba al frente del Ejecutivo. Con todo esto se produjeron varias
rebeliones militares. Ante la necesidad histórica de consolidar el nuevo Estado, Juárez
sentó un funesto precedente infringiendo la legitimidad constitucional. Se daba así un
paso importante en la consolidación del presidencialismo despótico que ha prevalecido
desde Porfirio Díaz hasta la fecha. El partido liberal se dividió en tres grupos; juaris-
tas, lerdistas y porfiristas, y los movimientos anarquicos/sublevados, fueron aplastados,
Juárez decretó estado de emergencia nacional.
Hacia 1868 la Reforma había expropiado a la Iglesia cuantiosas riquezas, para
después transferirlas a la burguesía. Pero simultáneamente despojó a cientos de
comunidades campesinas e indígenas que vivían como arrendatarios en las tierras del
clero. Los terratenientes liberales (muchos de ellos comerciantes, usureros y altos
empleados) expulsaban violentamente a los arrendatarios o les imponían pesadas
exacciones y una explotación estrujante. Mientras Juárez derrotaba a sus opositores,
realizaba una intensa obra económica y legislativa. Fomentó el desarrollo de los
ferrocarriles (el tramo Veracruz-Puebla fue inaugurado el 16 de septiembre de 1869),
saneó la hacienda pública reduciendo el déficit crónico, generalizó la escuela laica
primaria y la nacional preparatoria y promulgó importantes leyes (Amparo, Código
Civil, Instrucción Pública, Distrito y Territorios Federales).
Las rebeliones indígenas fueron una respuesta espontánea y desesperada de los
campesinos frente al atropello y la violencia de la oleada de acumulación primitiva.
Indefectiblemente fueron derrotadas y aniquiladas con saña por los caudillos liberales,
que legitimaron su acción sosteniendo que los indígenas y comuneros eran manejados
por el clero y que por ello sus levantamientos eran reaccionarios y se oponían al
progreso, a la libertad y a la preciada consolidación del orden social y del Estado. La
agitación campesina coincidió con el descontento de muchos caciques liberales contra la
imposición de Juárez en las elecciones de 1867 y con la parálisis del comercio exterior
merced a la crisis mundial de 1869-1872.

Desde el momento del triunfo del capitalismo quedaba ya esbozada la contradicción


histórica irreconciliable entre los nuevos explotados y explotadores. . Los campesinos,
víctimas auténticas de la Reforma, sufrieron la más desenfrenada explotación en el
proceso de ser convertidos en proletarios del campo.
Al llegar 1871 se efectuó otra lucha electoral, en la que Juárez participó para
reelegirse. Como ninguno de los candidatos obtuviera mayoría absoluta, el Congreso —
leal a Juárez— lo declaró reelecto para el período 1871-1875. El descontento se
generalizó y estallaron nueve rebeliones militares que Juárez, por medio del general
Sostenes Rocha, aplastó implacablemente, ordenando fusilar sin discriminación a jefes y
oficiales. La rebelión más connotada fue la iniciada por el general Porfirio Díaz (Plan de
la Noria, Oaxaca) el 8 de noviembre de 1871, siendo desarticulada hacia mayo de 1872.
El ascenso de Juárez a la presidencia de la República pone en evidencia la
profundidad de las transformaciones sociales y psicológicas, producto de la Revolución
de Independencia. Fueron este acontecimiento y la turbulencia política del siglo XIX los
hechos que permitieron que Juárez dejara de ser un hombre anónimo. Sin embargo, sin
su tenacidad, fuerza de voluntad, convicción férrea en el triunfo y fe ciega en sus
ideales, el país mismo habría sido otro, pues difícilmente se puede concebir el triunfo
liberal reformista y nacional antintervencionista sin la personalidad de Juárez. Ejerció el
poder en horas de emergencia nacional, encarnando la legalidad y la moralidad. Su
principal tarea fue consolidar el poder estatal nacional burgués, para lo cual desplegó
energía y habilidades sin par. Por eso mismo fue implacable y despótico, inaugurando
formas de acción gubernamental presidencialistas. Sin embargo, su honradez
republicana, su patriotismo y su obra como fundador del Estado.
Lerdo creyó superar la división entre los liberales, imponiendo autoridades locales
incondicionales y gobernando con métodos despóticos. Propició una decidida
intervención del Estado en la economía para acelerar el desarrollo en sentido
nacionalista, impulsó la expansión de las vías férreas Interiores y negó concesiones a los
Estados Unidos. Volvió a la política de desamortización de los bienes eclesiásticos con
un tinte anticlerical, provocando varias rebeliones cristeras. Apoyó a los intelectuales,
pero se ganó la antipatía popular por su estilo soberbio.
Arnaldo Córdova. La revolución y el Estado en México
II. México: revolución burguesa y política de masas
 En la historia política de América Latina, el Estado mexicano del siglo XX ocupa un
lugar de primerísima importancia, no sólo porque es el Estado que rige a la mayor
sociedad nacional de la región, después de Brasil, y la mayor nación de habla hispana en
el mundo México ofrece el único caso en todo el continente al sur del Río Bravo de un
régimen político bien construido, estable y con una tendencia natural a la permanencia de
las instituciones políticas. Es el único país latinoamericano que no ha padecido un golpe
de Estado. Las tres únicas rebeliones militares que ha experimentado (la llamada
“delahuertista” de 1923, la “escobarista” de 1929 y la “cedillista" de 1938) encontraron
un gobierno lo suficientemente fuerte y con la necesaria solvencia social como para
conjurarlas sin que el régimen político debiera modificar en algo su propia estructura; el
Estado mexicano salió de esas pruebas más fortalecido y con mayor ascendiente entre
aquellos que gobernaba.
 El Estado mexicano contemporáneo muestra un gran punto a su favor frente a otros
Estados de América Latina, o sea: su gran capacidad para absorber el impacto que
produjo, en todo el continente, el ingreso de las masas en la política y, también, para
convertir la política de masas en un instrumento del fortalecimiento de su propia
estructura y de su propio ascendiente en el seno de la sociedad.
 Como es bien sabido, la política de masas es obra de la expansión del capitalismo, y no
sólo en América Latina; también en Europa y Estados Unidos, o para ser más exactos:
sobre todo en Europa y en Estados Unidos. Por ella y en razón de ella el “interlocutor
social” y, al mismo tiempo, el beneficiario exclusivo del Estado, dejaron de serlo las
élites tradicionales y el Estado mismo pasó a considerarse, efectivamente, como el
representante de la sociedad en su conjunto.
En Europa y los Estados Unidos, esta conversión del Estado se operó a partir del
momento en que los movimientos socialesemergentes conquistaron el sufragio
universal, a fines del siglo XIX, e impusieron en el terreno de la lucha electoral la
presencia de la moderna lucha de clases; como escribió Georges Burdeau, de la política
del “ciudadano”, abstracto, se pasó a la política del hombre situado, con su posición de
clase y con sus intereses de clase como programa político. En América Latina,la
insurgencia de las masas en la política nacional representa un capítulo amargo en la
historia de los diferentes países de la región y por todas partes vino a significar la
decadencia y la crisis del Estado oligárquico tradicional y en varios casos la quiebra
irremediable del sistema económico, generalmente agroexportador o minero-
exportadorsobre el que se asentaba y al que regía. En varios de estos países la
insurgencia de las masas no fue capaz de proporcionar

Arnaldo Córdova. La revolución y el Estadoen México


II. México: revolución burguesa y política de masas
 En la historia política de América Latina,el Estado mexicano del siglo XX ocupa un
lugar de primerísima importancia, no sólo porque es el Estado que rige a la mayor
sociedad nacional de la región, después de Brasil, y la mayor nación de habla hispana en
el mundo México ofrece el único caso en todo el continente al sur del Río Bravo de un
régimen político bien construido, estable y con una tendencia natural a la permanencia de
las instituciones políticas. Es el único país latinoamericano que no ha padecido un golpe
de Estado. Las tres únicas rebeliones militares que ha experimentado (la llamada
“delahuertista” de 1923, la “escobarista” de 1929 y la “cedillista" de 1938) encontraron
un gobierno lo suficientemente fuerte y con la necesaria solvencia social como para
conjurarlas sin que el régimen político debiera modificar en algo su propia estructura; el
Estado mexicano salió de esas pruebas más fortalecido y con mayor ascendiente entre
aquellos que gobernaba.
 El Estado mexicano contemporáneo muestra un gran punto a su favor frente a otros
Estados de América Latina, o sea: su gran capacidad para absorber el impacto que
produjo, en todo el continente, el ingreso de las masas en la política y, también, para
convertir la política de masas en un instrumento del fortalecimiento de su propia
estructura y de su propio ascendiente en el seno de la sociedad.
 Como es bien sabido, la política de masas es obra de la expansión del capitalismo, y no
sólo en América Latina; también en Europa y Estados Unidos, o para ser más exactos:
sobre todo en Europa y en Estados Unidos. Por ella y en razón de ella el “interlocutor
social” y, al mismo tiempo, el beneficiario exclusivo del Estado, dejaron de serlo las
élites tradicionales y el Estado mismo pasó a considerarse, efectivamente, como el
representante de la sociedad en su conjunto.
 En Europa y los Estados Unidos, esta conversión del Estado se operó a partir del
momento en que los movimientos socialesemergentes conquistaron el sufragio universal,
a fines del siglo XIX, e impusieron en el terreno de la lucha electoral la presencia de la
moderna lucha de clases; como escribió Georges Burdeau, de la política del “ciudadano”,
abstracto, se pasó a la política del hombre situado, con su posición de clase y con sus
intereses de clase como programa político. En América Latina,la insurgencia de las
masas en la política nacional representa un capítulo amargo en la historia de los
diferentes países de la región y por todas partes vino a significar la decadencia y la crisis
del Estado oligárquico tradicional y en varios casos la quiebra irremediable del sistema
económico, generalmente agroexportador o minero-exportadorsobre el que se asentaba y
al que regía. En varios de estos países la insurgencia de las masas no fue capaz de
proporcionar instituciones duraderas y estables, produciendo en cambio auténticos vados
de poder que culminaron, sobre todo en Brasil y Argentina, dos de las mayores naciones
latinoamericanas, con soluciones de tipo militar que significaron, a la vez, la anulación
de las formas políticas de organización de la vida social.
 En su gran mayoría, los países latinoamericanos siguen sin reponerse, material y
espiritualmente, del impacto que este fenómeno produjo hace ya más de medio siglo en
sus estructuras y en sus instituciones sociales. Son sociedades con economías
dependientes y conflictivas, desgarradas por antagonismos irreconciliables,
desintegradas nacionalmente, sometidas a regímenes brutales, en los que la violencia
generalizada constituye el verdadero órgano del control social y del poder político, sólo
puede explicarse, a su vez, por el hecho de ser sociedades de masas en las que no existe
una política de masas, o para decirlo de otra manera, en las que los conflictos sociales que
genera la expansión de la sociedad moderna, capitalista, no se han institucionalizado,
operando de tal suerte como elementos promotores de la inestabilidad y la desintegración
de las sociedades nacionales.
 En México, por el contrario, la irrupción de las masas trabajadoras en la política
nacional, a través de la Revolución de 1910 a 1917, aparte de que trajo aparejada, como
en ninguna otra parte del continente, la más completa destrucción del antiguo Estado
oligárquico y de su sistema económico, provocando con ello la mayor conmoción social
experimentada por América Latina desde las guerras de Independencia, constituyó
además el móvil, la causa y la plataforma sobre la que se levantó un Estado cuyo poderío
sobre la sociedad y cuya estabilidad siempre han sido reconocidos como sus
características más notables.
 En efecto, Méxicofue el único país latinoamericano en el que, en la era de la crisis
general del Estado oligárquico, las masas se convirtieron en un auténtico factor de poder
como el disolvente de la vieja sociedad oligárquica y como la verdadera fuerza
propulsora del proceso de creación y consolidación de las instituciones políticas
modernas del México del siglo XX.
 Las masas trabajadoras mexicanas, con su insurgencia, determinaron la destrucción del
antiguo régimen, pero carecieron siempre de los elementos materiales y espirituales para
decidir el rumbo que México había de seguir en el futuro.
 Sin duda alguna en México, como en el resto de América Latina, la sociedad de
masas es el producto natural de la evolución del capitalismo en las condiciones del
sistema mundial del imperialismo, y ella misma revela una reorganización de las
relaciones sociales, clasistas, de acuerdo con las necesidades y las condiciones de la
economía dependiente. La expansión del capitalismoproduce la sociedad de masas, pero
la sociedad de masas aparece desde su nacimiento como una sociedad violentamente
contradictoria en cuyo seno se escenifica un conflicto permanente entre los nuevos
sectores sociales (las masas asalariadas) y las estructuras económicas de las sociedades
nacionales.
 En esas condiciones, se vuelve indispensable un Estado capaz de regular las tensiones
sociales, controlar y dirigir el ascenso de las masas y, al mismo tiempo, proteger el
aparato productivo de la sociedad y las relaciones de propiedad que se condensan en
torno a él. El Estado oligárquico, por su estructura autocràtica y por su representatividad
social limitada, está completamente negado. Sin embargo, la manera como surge la
sociedad de masas y se construye el nuevo Estado, en cierto sentido, está condicionada
por la obra anterior del Estado oligárquico y por el mayor o menor antagonismo con que
se han desarrollado las relaciones económicas y sociales bajo su régimen. El Estado
porfirista es ejemplar desde este punto de vista.
 El Estado oligárquico tiene algunas virtudes que por lo general no se le reconocen. El
mismo fue una necesidad postulada por las sociedades desintegradas e invertebradas del
siglo XIX que necesitaban urgentemente su unificación nacional y que buscaban un
desarrollo económico moderno, fundado en el mercado. Las dictaduras oligárquicas,
con su programa de unificación nacional y su política de hierro y fuego, se presentaron
por todas partes como los instrumentos más eficaces de esas exigencias. El porfirismo
concluyó la formación de un sistema nacional de relaciones de propiedad que habían
comenzado a tomar forma con los regímenes de la Reforma de Juárez y Lerdo, en el que
la gran propiedad territorial, latifundista, constituía el elemento básico y dio inicio a una
política de crecimiento económico nacional fundada en la promoción de la inversión
extranjera que a muy corto plazo convirtió a México en un país capitalista dependiente
exportador de materias primas.
 Desde este punto de vista, el México porfiriano confirma un hecho que es recurrente en
todos los regímenes oligárquicos, o sea, que su conversión en sistemas agroexportadores
o minero-exportadores es un proceso en el que el capitalismo extranjero tiene una
presencia prominente, siendo como lo son, los suyos, países demasiado pobres y
demasiado atrasados para emprender, dirigir y financiar con sus propios recursos la
explotación masiva de sus riquezas naturales y humanas.
 Raymond Vernon ha observado, con acierto, que el porfirismo constituyó el primer
gobierno en la historia de México con una estrategia encaminada a promover el
desarrollo económico y que, como tal, buscó en todo momento y con la mayor coherencia
la creación de todas aquellas condiciones que permitieran la inversión del capital
extranjero y el fortalecimiento de los propietarios mexicanos. La clase dominante,
integrada por capitalistas y propietarios nacionales y extranjeros, se desarrolló sobre la
base de un auténtico régimen político de privilegios en el que toda la autoridad y todos
los medios a disposición del Estado, financieros y militares o policiacos, se pusieron al
servicio exclusivo de la promoción de los intereses privados, con el más total abandono y,
antes bien, directamente en contra de los intereses y las aspiraciones de las demás clases
sociales.
 Lo significativo en el Estado oligárquico es que no hace política para la sociedad, sino
que somete a la sociedad al servicio de unos cuantos privilegiados. El carácter
conservador y autoritario que asume el régimen oligárquico se deriva de la composición
de la misma clase dominante: por un lado, inversionistas extranjeros cuyo interés
fundamental consiste en aprovechar y explotar con el máximo beneficio las riquezas
naturales y humanas del país dependiente, y por otro lado, propietarios nativos a los que
el poco o muy limitado desarrollo capitalista del país dicta la regla de invertir sobre todo
en bienes raíces, mediando una política de rapiña y despojo que el mismo gobierno
amparaba y promovía.
 Los excesos a que se llegó durante la dictadura porfirista en el sometimiento de las
masas trabajadoras y en el despojo de los más débiles, sobre todo en el campo, estuvieron
directamente en el origen de la insurgencia de las masas y de la Revolución. De modo
muy especial, la concentración de la propiedad de la tierra alcanzó extremos históricos.
La ideología oficial del porfirismo, por supuesto, expresaba sin medios términos la
decisión del régimen oligárquico de promover y proteger la concentración de la riqueza
en unas cuantas manos como el medio que habría de fundar el futuro desarrollo material
de México.
 La unificación nacional bajo la dictadura creó las condiciones políticas y sociales para
la expansión del capitalismo dependiente y ésta, a su vez, produjo la ampliación y la
consolidación en la historia de México de la sociedad nacional. La economía se convirtió
en un sistema nacional y aunque en ella predominaban las actividades agrícolas y
extractivas, lo que fue también por mucho tiempo una característica del México
posrevolucionario, el país contó desde entonces con un mercado interno ligado, al
mismotiempo, al mercado internacional.
 La economía nacional de mercado comenzó a disolver aceleradamente las formas
aldeanas y localistas de la vida social, redefiniendo, en función del sistema económico
nacional, capitalista, todas las unidades locales o aisladas de la producción. Esto provocó
también la rápida condensación de los grupos sociales en verdaderas clases sociales
nacionales y, aunque no se puede decir que las clases sociales quedaron bien
conformadas en las condiciones del Estado oligárquico, es un hecho que el proceso quedó
ya definido en sus elementos esenciales desde esa época y que esto constituyó, por lo
demás, uno de los requisitos históricos de la Revolución.
 El proletariado industrial apareció por entonces y, en pocos años, sobre todo con el
régimen de la Revolución, se convirtió en la principal clase popular del país, si no por su
número sí por el papel motor estratégico que ha llegado a jugar en la vida nacional. El
desarrollo de la civilización urbana dio lugar a un crecimiento extraordinario de los
sectores medios (intelectuales, empleados en los servicios, pequeños comerciantes y
pequeños productores). La movilización de la riqueza fue general en el país y ella vino
acompañada, como es natural, de una extraordinaria movilidad social.
 Aun bajo la más férrea dictadura, todos estos sectores, sometidos por la fuerza al
proyecto porfirista de desarrollo y excluidos de sus beneficios, comenzaron a desatar
conflictos sociales cuya magnitud y frecuencia acabaron por abrumar al Estado
oligárquico. Importantes núcleos de trabajadores industriales empezaron a organizarse en
torno a sus reivindicaciones de clase (las huelgas de Cananea en 1906 y de Río Blanco
en 1907 fueron sólo las mayores de toda una serie de pequeños movimientos aislados que
aquí y allá fueron imponiendo en México la presencia del proletariado); los sectores
medios urbanos, principalmente intelectuales, fueron creando, en especial a través del
periodismo independiente, un movimiento de oposición a la dictadura que se fue
ampliando a todas las ciudades y queen muy pocos años se convirtió en un foro nacional
para todos los sectores sociales excluidos de los círculos oligárquicos.
 Los sectores medios reivindicaban los valores de la ideología liberal decimonónica,
particularmente el establecimiento en México de un régimen democrático, un sistema de
libertades públicas, la defensa del principio de la propiedad privada individual y una
sociedad abierta, de libre competencia.La primera etapa de la Revolución, de 1910 a
1913, bajo la dirección de Madero, se llevó a cabo bajo estas banderas de corte liberal
Pero la Revolución no habría de ser una reedición de las luchas liberales del siglo XIX, y
en ello la presencia de las masas fue determinante.
 De hecho,el liberalismo de las clases medias mexicanas resultaba incompatible con la
movilización que las masas trabajadoras estaban llevando a cabo, y ni como ideología ni
como dirección política fue capaz de ofrecer una solución adecuada (opor lo menos
confiable) a los problemas de los trabajadores.
 En este cuadro general es que debe entenderse el significado político que la revuelta de
los trabajadores rurales empezó a tener en la historia nacional como la mayor fuerza
revolucionaria, o para ser más exactos, como la mayor fuerza material del cambio político
y social del país. Todo mundo concuerda en que ésa fue la causa directa y principal de
la Revolución. Los trabajadores rurales mexicanos, además, habían sido desde siempre
un sector social en permanente revuelta, si no nacionalmente por lo menos sí localmente,
incluso ya desde la época colonial; ningún campesinado ni ningún proletariado agrícola
tenía en América Latina una tradición de insurgencia como los mexicanos.
 Y ello, no obstante, ni su condición material eternamente deprimida, ni su carácter
subversivo, ni su gran número habrían desempeñado el papel motor que jugaron en la
Revolución si las clases medias urbanas y en especial los intelectuales liberales no
hubiesen logrado organizar como lo hicieron una verdadera oposición nacional a la
dictadura. Los campesinos muchas veces proporcionan el material humano, las masas con
que se libran tas luchas revolucionarias, pero jamás son capaces de proporcionar ni el
programa, ni la ideología ni la dirección política de ninguna revolución; eso fue
exactamente lo que pasó en el caso de la Revolución Mexicana.
 Y la razón no puede ser más que una: el carácter estrechamente localista y regionalista
de sus intereses como grupo social, de su cultura y de sus aspiraciones políticas, incluso
cuando se trata de una masa disponible para la movilización política o militar en gran
escala, como sucedió con los trabajadores rurales del norte de México; desde luego, el
localismo no impide que los campesinos participen en la lucha política ni que se convier-
tan en agentesde la Revolución, como fue el caso de los zapatistas, cuya presencia en el
centro del país, casi a las puertas de la ciudad de México, fue determinante para el curso
que siguió la Revolución; pero el localismo, en cambio, los incapacita para luchar por sí
mismos y con un programa propio por el poder político nacional. Por ello los campesinos
acaban siempre convirtiéndose en una fuerza política al servició de otros grupos sociales
o, en todo caso, en un sector fácilmente pacificable y hasta conservador cuando se
resuelven sus reivindicaciones más inmediatas.
 Desde nuestro punto de vista, precisamente, el caso más notable de la Revolución
Mexicana fue la relativa rapidez con que los grupos de clase media que se oponían a la
dictadura lograron asimilar en sus programas políticos y en su ideología las
reivindicaciones de los campesinos y, al mismo tiempo, ponerse a la cabeza del propio
movimiento campesino, sea para destruir el aparato político porfirista, sea para desbaratar
toda oposición radical proveniente del movimiento campesino mismo.
 Ello ocurrió sobre todo después de la caída de Madero en febrero de 1913; pero ya
desde antes el problema venía planteándose con cierta urgencia y tomando como punto
de partida la misma experiencia de la ortodoxia liberal maderista. En diciembre de
1912, poco antes de la caída de Madero, Luis Cabrera apuntaba los peligros que para el
régimen de la Revolución implicaba el retardar por más tiempo la resolución del
problema de la tierra. La revuelta en el campo, para Cabrera, la producía desde luego el
hecho de que los campesinos habían sido despojados de sus tierras, pero también la falta
de trabajo y la desocupación forzada que ese mismo hecho provocaba. Cabrera proponía
que se dieran ejidos a los campesinos como medio para evitar la subversión: En estas
consideraciones Cabrera resume muy bien lo que habría de constituir el toque distintivo
de la política mexicana del siglo XX, esto es, el reformismo social, en el cual se
compendian el programa y los móviles reales de la política de masas como política
dirigida a conquistar el poder.
 Durante mucho tiempo se ha considerado, dentro y fuera de México, que el reformismo
social fue el fenómeno más importante de la Revolución, lo que le dio sus verdaderas
características, lo que constituye su elemento más progresista, su aspecto
verdaderamente revolucionario. El reformismocubrió varios campos, pero los más
importantes fueron los siguientes:
1) Transformación de las relaciones de propiedad, poniéndolas, por un lado, bajo el
control absoluto del Estado y llevando a cabo, por otro lado, una redistribución de la
riqueza, principalmente de la tierra;
2) Reivindicación para el Estado de la propiedad originaria del subsuelo y, en general,
de los recursos naturales;
3) La organización de un sistema jurídico-político de conciliación entre las distintas
clases sociales bajo la dirección del Estado;
4) La elevación a la categoría de garantías constitucionales de los derechos de los
trabajadores, y
5) Con vistas a la realización de estos objetivos, la organización de un Estado de
gobierno fuerte con poderes extraordinarios permanentes.
 En México, y éste parece ser el primer caso en la historia latinoamericana, las reformas
sociales se presentan siempre como reformas que se siguen ante todo para satisfacer las
necesidades de las propias masas, es decir, de los campesinos y de los trabajadores
asalariados; en ello, el reformismo social de la Revolución se diferencia ante todo
delreformismo liberal del siglo XIX en México, que hablaba en nombre deentidades
abstractas como lanación o los ciudadanos o el pueblo. Con laRevolución elmismo
concepto depueblose transforma pasando, de la entidad abstracta que era, a ser el pueblo
de trabajadores, obreros y campesinos del que las clases privilegiadas (terratenientes,
industriales, banqueros, comerciantes, etc.) son excluidos por sistema.
 Con posterioridad a la Revolución se volvería a la idea del Estado que “gobierna para
todos” los súbditos de la nación. Pero se mantuvo firme elprincipio reformista de que el
Estado de la Revolución es antes que nada el Estado de los obreros y los campesinos (con
posterioridad se agregó queera también el Estado de las clases medias).
 Pero hay algo que es necesario señalar como una de las características históricas
fundamentales del reformismo social de laRevolución Mexicana y que es lo siguiente: el
reformismo aparece no como un conjunto de reivindicaciones que se pretende imponer a
un Estado preexistente, o del cual se exige reconocimiento, como sucedió por ej como en
la mayoría de los países europeos; en México, las reformas sociales se enarbolan en
contra de los movimientos independientes de las masas, particularmente contra los
ejércitos campesinos de Zapata y de Villa, en una lucha por ganarse el consenso de las
masas trabajadoras y evitar que éstas siguieran por el camino de la subversión.
 Como dijera Cabrera en 1912, con las reformas se trataba de evitarquelos trabajadores
tomaran losrifles y se volvieran zapatistas. La luchaque libraron los herederos de Madero
que despues de su muerte comenzaron a llamarse “constitucionalistas”, en contra de los
villistas y los zapatistas entre 1914 y 1915, se caracteriza precisamente por este uso
contrarrevolucional de las reformas sociales. Los “constitucionalistas”, comandados por
Venustiano Carranza, desde el momento mismo en que rompieron con los dirigentes de
los ejércitos campesinos, comenzaron una serie de leyes y decretos en los que permitían
dar la tierra a los campesinos, proteger los derechos de los trabajadores asalariados y
rescatar para el país las riquezas que estaban en ,anos de los extranjeros. De esas leyes, la
principal fue la Ley Agraria del 6 de enero de 1915 que, como recordaba Luis Cabrera
más de quince años después, fue promulgada con el objetivo preciso de quitar de las
manos al zapatismo la bandera de agrarismo.
 Por otra parte, en el curso mismo de la lucha, los constitucionalistas prometieron
elaborar una nueva Constitución en cuyo texto se inscribirían las reformas sociales.
Este hecho a la postre estuvo cargado de significados y determinó el tipo de Estado que
surgió de la guerra civil. En esa Constitución,se volverían ley los principios de la lucha
política que durante la Revolución habían tenido por objeto ganarse el control y la
manipulación de las masas mediante el manejo de sus reivindicaciones. Desde luego, los
ejércitos campesinos fueron rápidamente derrotados, militar y políticamente, incapaces de
oponer una resistencia eficaz a este moderno modo de hacer política.
 Como se ve, la “nación” quería la reforma agraria, y aunque nunca se supo con certeza
qué o quiénes constituían la “nación”, esto era un signo de que las ideas de la
Revolución eran ahora las ideas domina en México Para evitar que los trabajadores
hicieran por su cuenta lareforma agraria, la Constitución declara que el representante
único de la "nación" es el Estado y, dentro del Estado el Poder Ejecutivo, es decir, la
Presidencia de la República, a quien encomienda que realice la reforma de la
propiedad en el campo. Para ello, lo que no podía ser de otra manera,la nación le confiere
el poder absoluto de intervenir en las relaciones de propiedad y, a su nombre, reorganizar
todo el sistema de propiedad en el país. Muchos presidentes, desde Juárez por lo menos,
gobernado con las facultades extraordinarias, sirviéndose siempre de algorra ley de
excepciónque, como tal, resultaba siempre arbitraria.
 La Constitución de 1917 resolvió el dilema del gobierno fuerte, que antes había sido
posible sólo a base de violar la Constitución, otorgándole de una vez y para siempre los
poderes de excepción que necesitaba para gobernar y mantener bajo control a todo el
país.El poder extraordinario que se ponía en manos de la Presidencia de República
para llevar a cabo la reforma agraria se utilizó cambien para convertir alEstado en rector
de la política general de desarrollo del país. En efecto, el artículo 27 declaraba que, como
dueña originaría de su territorio, la “nación” era también propietaria de todos los
recursos que albergaba el subsuelo y encomendaba al Estado, como representante único
de la nación, que los rescatara de manos de los propietarios privados, nacionales o
extranjeros, que los poseyeran en ese momento para erradicarlos a la promoción del
desarrollo económico nacional. Dotado con tales poderes sobre la propiedad y en general
sobre los bienes de la nación al Estado quedaba firmemente garantizada su autonomía
respecto de todo grupos y clases sociales, principalmente respecto a la clase dominante
que, de esta manera, se veía obligada a aceptar la dirección inapelable del Estado.
 Pero el cuadro del nuevo sistema de dominación social no está fundado únicamente en
el control de la propiedad por parte del Estado. Talcuadro de dominación se completa
con el artículo 123, que regula las relaciones laborales y que otorga al Estado el poder de
decidir de quémanera y dentro de qué límites se deben desarrollar los conflictos
económicos en las dos clases fonda me niales de la sociedad, la burguesía y el
proletariado, y la forma en que tales conflictos deben resolverse.
 El Estado se constituye en árbitro inapelable de las clases sociales y éstas se ven
obligadas a convivir en un sistema de conciliación de intereses que regula estrictamente
lo que corresponde a cada una. La Constitución señala cuales son las demandas básicas
de los trabajadores y les concede el derecho de huelga para su defensa; pero el Estado
se reserva el derecho inapelable de decidir, a través de sus órganos y consagrara los
derechos de la clase trabajadora representó un avance indiscutible en el proceso de su
formación como clase social, aunque esto, como se ha podido ver después, la ligó
definitivamente al Estado a costa de su independencia.
 Hemos hablado de los trabajadores asalariados urbanos, de los campesinos y de los que
genéricamente se pueden llamar “sectores medios”. ¿Qué fue de la antigua clase
dominante? Esta estaba constituida, por un lado, por inversionistas extranjeros que
operaban sobre todo en los renglones de la industria extractiva y de comunicaciones,
principalmente en los ferrocarriles (norteamericanos e ingleses), de la industria (en la que
destacaban los franceses) y en el comercio (franceses, alemanes y otros).Por otro lado,
por mexicanos que, como anota Rosenzweig, invertían preferentemente en bienes raíces,
sobre todo rurales. Hay suficientes elementos como para determinar que durante la lucha
armada fueron por principio los sectores mexicanos rurales los que se vieron afectados
por los cambios revolucionarios, y ello sólo en una mínima parte (todos los que de alguna
manera estuvieron envueltos en la defensa y el sostenimiento de la dictadura porfirista o
de la usurpación huertista).
 Un caso notable, desde luego, lo fue el tipo de hacendados que representaban los
Terrazas. Todos sus bienes fueron incautados por los poderes revolucionarios en cuanto
éstos se establecieron en las comarcas que antes ellos dominaban. Los demás sectores de
la antigua dase dominante casi no fueron tocados y cabe advertir que grupos enteros de la
misma, como por ejemplo los inversionistas extranjeros y los banqueros mexicanos,
pasaron a formar parte íntegra de la nueva dase dominante posrevolucionaria.
 Muchos inversionistas extranjeros abandonaron el país durante los años de la lucha
armada. Otros más perecieron en la contienda. Pero puede afirmarse, a ciencia cierta, que
la antigua clase dominante, nacional y extranjera, siguió siendo la misma después de la
Revolución. Sobre todo, durante los años del gobierno de Obregón (1920-1924), buena
parte de los capitalistas que escaparon del país durante los años de la tormenta re-
volucionaria volvieron a México y siguieron invirtiendo en sus antiguos negocios.
 Todavía hoy podemos encontrar, entre los nombres más prominentes de la nueva clase
dominante, muchos de los buenos apellidos de la antigua, y hasta razones sociales que
no han cambiado en absoluto en las denominaciones de las actuales grandes empresas
capitalistas de México. El grupo patronal de Monterrey, el más poderoso consorcio
monopolista de la actualidad, se organizó durante el auge económico de la dictadura
porfirista; el segundo gran consorcio bancario de nuestros días, el Banco Nacional de
México, nació cuando la dictadura aún no cumplía sus diez años de vida.
 Todos los grupos capitalistas del porfirismo tuvieron oportunidad y tiempo de
acostumbrarse a la nueva época revolucionaria, incluso ya durante los años de la lucha
armada. Los banqueros, por ej., cosa bien sabida, fueron acreedores de todos los bandos
revolucionarios que se disputaban el poder político y, como la ciudad de México, cam-
biaron de bandera cuantas veces lo sugirieron los acontecimientos de la lucha
revolucionaria. Cuando Carranza se hizo dueño del país, después de la derrota del
villismo, uno de los grandes problemas que tuyo que enfrentar fue el de sanear su deuda
interna que tenía como acreedores, principalmente, a los grandes consorcios bancarios
que habían operado durante la época porfirista.
 La Revolución, por otra parte, no pudo impedir que en México se consolidara el
dominio de los antiguos inversionistas extranjeros, norteamericanos e ingleses, que se
habían dirigido, ante todo, a la explotación de nuestros recursos naturales, ya desde la
época del porfirismo. En los últimos años de la segunda década del siglo,el "boom" del
petróleo permitió a los capitalistas angloamericanos expandir sus áreas de dominación,
hegemónicos como eran desde antes de la Revolución en la industria minera.
 Los grupos financieros extranjeros que durante los años del porfirismo se habían
dedicado sobre todo a la industria y al comercio (franceses, alemanes y españoles,
principalmente), después de la tormenta revolucionaria o se nacionalizaron (como
sucedió con los franceses y los españoles) o desaparecieron de la escena nacional,
convirtiéndose cada vez más en grupos absolutamente insignificantes para el desarrollo
económico del país.
 Pero fue el destino que cupo a los grandes propietarios de tierras y la recomposición de
la propiedad terrateniente lo que constituyó la verdadera piedra de toque del régimen
político que surgió de la Revolución Mexicana. Buena parte de las antiguas
propiedades rurales porfiristas fueron afectadas por la Revolución. Muy pocas de ellas,
sin embargo, siguieron el camino de la reforma agraria. En su mayoría fueron a parar a
manos de los generales y políticos revolucionarios que se impusieron después de 1916 y
que constituyeron las primeras generaciones de gobernantes del México
posrevolucionario.
 Contando con este hecho, típico de la Revolución Mexicana, es posible afirmar, sobre
los datos que arroja el censo de 1930, que en lo esencial la vieja clase terrateniente,
núcleo hegemónico de la antigua clase dominante, siguió siendo la misma de la época
porfirista. El régimen cardenista disolvió muchos de los grupos de la vieja clase terra-
teniente que mayor poder habían acumulado; pero es un hecho que ha durado hasta
nuestros días que en su gran mayoría los miembros de la antigua clase propietaria de la
tierra pudieron sobrevivir, bien a través de las divisiones simuladas de las viejas
propiedades, bien obteniendo las facilidades necesarias para reinvertir sus riquezas en
otros renglones de la economía. Gran parte de esas riquezas hoy se acumulan en el
mayor consorcio bancario de México ¿Cómo caracterizar a una revolución como ésta?
Los propios revolucionarios mexicanos la definieron siempre como una revolución
“socialista” y cuando andaban modestos simplemente la llamaron revolución “popular
¿Por qué fue “pequeñoburguesa” y, además, “bonapartista” la Revolución Mexicana?
No parece caber la menor duda. Porque, según estas definiciones, la Revolución la hizo la
“pequeña burguesía” mexicana o, por lo menos, ella fue su beneficiaría directa. Fueron
sus exponentes los que tomaron el poder y ellos también los que dotaron al nuevo Estado
de todo el baraje ideológico que hasta hoy le ha servido para imponer su dominación
sobre la sociedad mexicana. Que la Revolución la dirigieron exponen tes de los sectores
medios urbanos y pequeños propietarios rurales, es un hecho indiscutible que ellos,
además, le dieron, al calor de la lucha política en su forma de lucha armada, en contacto
con las masas trabajadoras del campo y de la ciudad, el ideario político sobre el que se
construyó el Estado de la Revolución es asimismo incuestionable. La pregunta que se
impone es la siguiente: ¿estos elementos son suficientes para caracterizar una revolución
como pequeña burguesa?
 Si así fuere, en realidad, no habría habido jamás revoluciones “burguesas” y podríamos
afirmar, incluso, que tampoco Habría habido jamás revoluciones socialistas o
“proletarias”, pues el personal dirigente en todos los casos, desde la Gran Revolución
burguesa e «rancia, lo han proporcionado siempre los sectores medios de la Sociedad.
Todos ellos cabrían en el esquema del pequeñoburgués tan difundido en la ideología de la
izquierda marxista,sin embargo, no nos atreveríamos, ni por asomo, a calificar los
grandes movimientos revolucionarios que ellos encabezaron como revoluciones
“pequeñoburguesas”. Generalmente,las clases sociales que tienen un gran papel que jugar
en la historiano producen sus propios intelectuales ni sus propios dirigentes políticos:
éstos se los proporciona ese pantano de la sociedad que, a falta de mejor nombre, es
llamado, genéricamente, “clases medias” o, como dicen nuestros marxistas, “pequeña
burguesía”.
 La “pequeña burguesía” no es capaz en ningún momento de la historia de producir algo
que pudiera llamarse una “ideología pequeñoburguesa”. Llamamos “ideología pe-
queñoburguesa” a los temores, las actitudes serviles frente a los poderosos, los prejuicios
individualistas y los complejos que son típicos de los intelectuales en la sociedad
burguesa. Pero todo eso no merece el nombre de ideología. La ideología es un sistema
colectivo de ideas, creencias y valores. La ideología ofrece, a nombre de una clase, todo
un programa de organización social, política y económica para la sociedad. Los prejuicios
y los complejos de los intelectuales mexicanos jamás han sido un programa para la
sociedad mexicana. Aunque muchos piensen lo contrario.
 La Revolución Mexicana fue una revolución burguesa dirigida política y militarmente
por elementos venidos de los sectores medios de la sociedad a la que estos propios
sectores dieron, además, su ideología como clase global y no para éste o aquel sector o
fracción de la clase.
 La burguesía como tal, en sus diferentes fracciones de clase, es incapaz de producir una
ideología que resuma y represente los intereses de todas las fracciones. Sólo los sectores
medios de la sociedad están en aptitud de elaborar un programa ideológico común para la
totalidad de la clase burguesa y, lo que, es más, sólo ellos pueden proporcionar el
personal político que hace la revolución a su nombre y construye el Estado que le dará
unidad de clase e impondrá su dominio a toda la sociedad.
 En la Revolución Mexicana,se cumplieron todas aquellas que podríamos llamar las
leyes de la revolución burguesa. Aparte de las banderas de libertad e igualdad, la lucha
política revolucionaria estuvo siempre bien fundada en los principios de la libre
competencia y la libre propiedad privada; todos ellos principios burgueses y no
“pequeñoburgueses” corno muchos imaginan. Además, lo que en nuestro concepto
constituye el principio básico de toda revolución burguesa, se postuló en todo momento
la construcción de un Estado colocado, por encima de todos los grupos y clases de la
sociedad.Lo notable en el caso de la Revolución Mexicana fue precisamente su política
de masas.
 La burguesía mexicana, como tal, no era capaz, no lo ha sido en ninguna época de la
historia, de dar una ideología y una política burguesas para toda la clase; menos aún lo
era de proporcionar una línea política de masas que condujera el huracán revolucionario
hacia el establecimiento de un nuevo orden burgués. Para ambas cosas, eran precisos el
idealismo y al mismo tiempo el oportunismo político de los sectores medios de la
sociedad o, al menos, de sus exponentes más esclarecidos. La lucha de las masas
trabajadoras y su irrupción en la política nacional produjo el populismo y su línea de
masas; la lucha contra el antiguo régimen de privilegios produjo el programa burgués de
reorganización de la sociedad.
 . Son los sectoresmedios los que encabezan y dirigen la revolución burguesa y ello
ocurre por el simple hecho de que son, esencialmente, sectores desclasados pero
móviles;con las puertas siempre abiertas para su participación en la política, pero sin nada
que se parezca a un programa ideológico y político propio. Actuando en política no tienen
más remedio que adoptar los puntos de vista, la ideología y las posiciones de otros
sectores sociales cuya situación es, por el contrario, paradigmática para la sociedad. Y en
una sociedad como la mexicana de principios de siglo, con un proletariado muy poco
desarrollado, no podían por menos de hacer propio y desarrollar como programa para
toda la sociedad el paradigma de la clase burguesa.
 Pero ahora vayamos al tema del “bonapartismo”. Si por “bonapartismo” se entendiera la
tendencia general del Estado a separarse y colocarse por encima, en primer término, de
todos los grupos o fracciones de la clase dominante y, en segundo término, de todas las
clases sociales a fin de darse una adecuada representatividad social y poder así ejercer el
dominio de la sociedad en su conjunto, el concepto sería aceptable. En realidad, esta
tendencia puede ser definida como la principal ley del desarrollo del Estado capitalista.
 En pocas palabras, lo que pretendía ser una “particularidad” de la experiencia francesa
del Estado bonapartista se revelaba, cada vez con mayor claridad, como una característica
general del Estado capitalista, y esto mismo se hizo todavía más evidente cuando
irrumpieron en la historia la moderna sociedad de masas y su fruto más eminente, la
política de masas.
 El caso del Estado mexicano, por su parte, no ofrece particularidad alguna que sea tan
singular que nos obligue a pensar que estamos fuera del universo y que el Estado
mexicano no tiene par en el mundo. Como observara don Jesús Silva Herzog, la
“originalidad originalísima” de la Revolución Mexicana es una patraña.
 Pues bien, lo que pretenden los sostenedores de la tesis del “bonapartismo” en México
es demostrar que la Revolución Mexicana y el Estado que surgió de ella son una
excepción a las leyes generales del desarrollo de la política en el capitalismo. El régimen
político mexicano no es burgués ni proletario: ésa es la tesis que se trata de demostrar.
 Por lo demás, que el Estado se coloque por encima de las diferentes fracciones de la
clase dominante y de todas las clases sociales, porque sólo así puede dirigirlas a todas y
sólo así puede ejercer su dominio sobre el conjunto de la sociedad, no autoriza en modo
alguno a afirmar que el Estado sea “neutral” frente a las clases sociales mismas (“ni
burgués ni proletario”). Ésta es una de las mayores falacias que encierra la tesis del
“bonapartismo”. Todo Estado es un Estado de clases por muy grande que sea su
autonomía con respecto a los grupos sociales. Por lo demás, la autonomía del Estado (que
muchos insisten en llamar “relativa”, como si hubiera algo en este mundo que no fuera
“relativo”) es un instrumento político que le permite (al Estado) unificar a la clase
dominante bajo su mando y darse la representatividad que lo legitime ante la sociedad.
Esto es así aquí y en cualquier otra parte del mundo.
 El reformismo social de la Revolución permitió a los grupos revolucionarios el dominio
de toda la sociedad mexicana y fue la palanca que les sirvió para construir un nuevo
Estado.
 Ante todo, proporcionó al propio Estado la imagen, para consumo de la sociedad, de un
Estado que no se debía a ningún grupo social en especial. De esta manera, en las
condiciones particulares de nuestro país, resolvió el mayor problema que enfrenta todo
sistema capitalista nacional: el de contar con un Estado que le dé unidad y dirección. No
fue una excepción al carácter burgués de la Revolución Mexicana, sino, en las
condiciones de una sociedad explosiva y permanentemente conflictiva, la confirmación
del dominio histórico de la burguesía en el modo y el sistema de vida de la sociedad
mexicana.
 Es un hecho que, desde su fundación, el Estado mexicano ha podido mantener su poder
indiscutible sobre la sociedad. Nadie puede afirmar seriamente que se trate de un Estado
democrático. Pero nadie puede negar que, siendo más bien un Estado autoritario, su poder
deriva del control que ha sabido imponer sobre las más amplias masas de la sociedad. No
hayparadoja en ello. En la política las formas de gobierno no siempre lo deciden todo por
sí mismas. El Estado, en última instancia, se sostiene si cuenta con el consenso y el
apoyo de la población a la que gobierna, y quien desee contenderle el poder es allí, en la
lucha por el consenso social, donde tiene que darle la batalla. Esto, en el siglo XX, sólo
tiene un nombre: política de masas.

EL PROYECTO POLÍTICO DEL ZAPATISMO. Arturo Warman


 Este ensayo quiere ser una provocación. Su intención es otra, al mismo tiempo más
modesta y ambiciosa: proponer algunos temas para debatir la perspectiva con que con
frecuencia se analiza la propuesta política del zapatismo, y por extensión, de los
movimientos campesinos en México.
 En los últimos años, en los que tanto ha avanzado el conocimiento sobre los
movimientos campesinos mexicanos, también se ha extendido la visión analítica que
destaca sus limitaciones, deficiencias e imposibilidades. Exagerando un poco:
estudiamos a las demás clases de la sociedad desde la perspectiva de su potencialidad
como agentes transformadores de la sociedad, mientras que al campesino lo analizamos
por su limitación.
 Todavía en el terreno de la exageración: un pronunciamiento burgués en 1780 es
visionario del futuro, es precursora una huelga derrotada en los primeros diez años de este
siglo, mientras que el zapatismo es el epígono del pasado, como también lo son las
rebeliones indígenas coloniales y lo siguen siendo las reivindicaciones campesinas en la
actualidad. Las derrotas de otros movimientos sociales se explican por la brutal
desproporción con las fuerzas enemigas, mientras que las de los campesinos se deben a
su debilidad intrínseca. La exageración nunca describe, solamente ilustra.
 De forma poco clara y persistente se ha infiltrado la idea, casi el dogma, de que los
grupos campesinos, o más estrictamente la clase campesina, no pueden generar un
proyecto global para la transformación de la sociedad compleja. Los orígenes de este
prejuicio pueden rastrearse con precisión hasta los modelos evolucionistas
decimonónicos, aunque se, encuentran antecedentes previos. En estos paradigmas, el
campesino fue concebido como elremanente de una etapa evolutiva previa, sin otro
destino histórico posible que la extinción.
 La aparición del fenómeno urbano-industrial, en crecimiento acelerado en los países
hegemónicos, se supuso y proyectó como universal y total. La suposición de la
desaparición fatal del campesino, derivada de su arraigo en el pasado del que eran una
supervivencia, influyó, e influye todavía, en el análisis que se hace de este grupo y de su
acción. Al movimiento de Emiliano Zapata, sus contemporáneos urbanos y conservadores
lo llamaron “bárbaro” y nombraron “tribus y hordas” a sus tropas. Contradictoriamente,
también los llamaban “socialistas y comunistas.
 En este ensayo, se pretende mostrar, de manera previa e incompleta, que el zapatismo
generó un proyecto político radical y coherente para la transformación global de la
sociedad compleja desde una posición de clase.
EL ZAPATISMO COMO TEMA
 El movimiento revolucionario del Sur, encabezado por Emiliano Zapata entre 1910 y
1919, es notable en muchos sentidos. Es de sobra conocida su radical intransigencia en la
cuestión del reparto de la tierra, que tanta influencia ejerció en el desarrollo posterior
del país. Es posible afirmar que la influencia ideológica del zapatismo rebasó su
capacidad militar y se extendió más amplia y profundamente que su acción directa.
 Este hecho, que no puede entenderse mecánicamente sino como un proceso
prolongado y contradictorio, sirve de punto de partida para privilegiar la necesidad de
conocer a fondo el origen, la formación y transformación del proyecto ideológico del
zapatismo.
 Hoy es posible, y hasta resulta redundante, mostrar que la propuesta política de la
revolución del Sur, que se articula alrededor de la cuestión agraria, no se limita a ese
problema, sino que abarca, de manera explícita, múltiples aspectos de la realidad
económica, social y política. Propuestas sobre las garantías individuales, libertades
municipales, gobierno de los estados y nacional, relaciones laborales, entre otras,
además de las referentes a la propiedad agraria y de los medios de producción, fueron
hechas en las proclamas y documentos zapatistas.
 Junto con los programas explícitos, la acción política del zapatismo propuso, de
manera clara o implícita, los métodos para la implantación e implementación de los
cambios radicales. La ideología zapatista fue una práctica revolucionaria que se expresó
en hechos y procesos que agregan a sus proclamas una nueva dimensión política y
analítica. Parece justo afirmar que el zapatismo hizo más de lo que dijo para transformar
la sociedad.
 La suma de las propuestas programáticas formales con las prácticas políticas
concretas integra un proyecto complejo y coherente para la transformación radical del
conjunto de la sociedad y de su aparato estatal, aunque este proyecto no esté codificado ni
formalizado en un conjunto ordenado de propuestas legislativas.
 La formulación de un proyecto revolucionario para la transformación de la sociedad
nunca cuenta con este tipo de instrumentos como punto de partida. Todas las revolucio-
nes políticas han partido de una formulación básica elemental, que puede estar mejor o
peor expresada formalmente, que sólo se convierte en un proyecto verbal, global y
coherente, después del triunfo y como una consecuencia de la lucha. La formulación del
proyecto de una nueva sociedad no es un acto visionario sino el resultado de un complejo
y contradictorio proceso social.
 El zapatismo no triunfó. Las comparaciones formales entre su proyecto y los proyectos
organizados de los movimientos triunfantes no es pertinente y resulta irrelevante. Este
tipo de comparaciones no puede aducirse para sostener que el zapatismo carecía de un
programa o que éste era simplemente defensivo. Es la codificación del proyecto zapatista
la que no existe, pero es cada vez más claro que están presentes sus elementos. Res-
catarlos y ordenarlos ya no es trabajo de los combatientes sino de los historiadores.
 El zapatismo es también notable por haber producido una documentación abundante.
Este hecho, que contrasta con otros movimientos campesinos, es un resultado de la
magnitud, duración y complejidad del movimiento. También tiene que ver el hecho de
que fue el movimiento campesino que estuvo más cerca de la toma del poder, no del
gobierno, y que ejerció el gobierno sobre un territorio por periodos prolongados.
 El ejército del Sur creó en su cuartel general un aparato administrativo, que reclutó y
ocupó a un grupo limitado de “intelectuales urbanos”, los secretarios —como
acertadamente los llama Womack—, que jugaron un papel importante en la expresión y
documentación del movimiento. Aunque los acervos documentales generados por el
zapatismo se destruyeron, dispersaron o perdieron después de la derrota militar, los
documentos que se conservaron parecen lo suficientemente ricos y numerosos para
proporcionar una buena aproximación al desarrollo ideológico del movimiento
revolucionario.
 Además de los documentos producidos por el zapatismo, se dispone de un conjunto de
testimonios de los participantes, resultado del trabajo de campo posterior, que enriquecen
y complementan los documentos originales y que permiten, con limitaciones, el estudio
de la ideología de las bases armadas y civiles del movimiento.
 Por otra parte, vale la pena recordar que mucha tinta se gastó del otro lado. El impacto
del zapatismo en el conjunto de la sociedad fue grande. Pocos movimientos fueron tan
encarnizadamente combatidos en la esfera militar y en la ideológica, lo que también
generó una riqueza documental. La incomprensión, terror e indignación que provocó el
levantamiento del Sur constituye información directa y contextual para la comprensión de
los alcances políticos de las propuestas zapatistas.
 Como casi siempre sucede cuando se trata de movimientos campesinos, también en el
caso de la revolución del Sur la documentación elaborada por los enemigos políticos y
militares supera en cantidad y accesibilidad a la producida por los rebeldes. Este acervo
no ha sido realmente explotado en su posibilidad de develar los antagonismos de clase
planteados por el zapatismo. Con más frecuencia se le compara con la revolución
bolchevique, implícita o explícitamente, para destacar sus limitaciones y deficiencias,
pero casi nunca se les opone a los planteamientos concretos de sus grupos antagónicos
reales.
 Archivos dispersos se han incorporado al acervo público y constantemente se publican
documentos desconocidos. La idea de que la documentación para el estudio del zapatismo
era pobre y restringida hoy parece difícil de sustentar. La aparente paradoja se relaciona
con otro aspecto en que el zapatismo destaca: el haber sido objeto preferente del trabajo
de investigación de los historiadores.
 La amplia historiografía respecto al zapatismo es evidentemente irregular y
heterogénea. Forzando una agrupación, podríamos distinguir dos grandes momentos en
su desarrollo. En un primer periodo, el objetivo principal de los historiadores es el de
ubicar al zapatismo en el marco nacional para establecerlo como una corriente fundadora
e integrante de la “revolución mexicana” triunfante. El segundo momento se inaugura
con la publicación de la excepcional obra de Womack, con el antecedente del trabajo de
Sotelo Inclán, y su objetivo se fija en conocer y entender al zapatismo a partir de las
condiciones de su surgimiento y desarrollo. En la primera se privilegiaron las relaciones
externas del movimiento, tratando de legitimarlo, mientras que en la segunda se intentó
explicarlo.
 Pese a los distintos esfuerzos, todavía no disponemos de una idea clara sobre el
proyecto ideológico del zapatismo, sobre su propuesta de un modelo para la
transformación de la sociedad. Probablemente esto tiene que ver directamente con los
temas a que se hace referencia en la introducción. Incluso la obra de Womack, que me
parece la más completa y penetrante en el área de la ideología, no logra cubrir
plenamente el hueco.
 Para su mala suerte, su frase genial de que “es un libro acerca de unos campesinos que
no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución”, ha sido con
frecuencia incomprendida y mal usada para mostrar un signo conservador y retrógrado en
el zapatismo. Me imagino que este modesto esfuerzo por cambiar las cosas coincide con
el verdadero sentido de la frase que inicia el libro y una época en la historiografía de los
movimientos campesinos.
 Las propuestas públicas del zapatismo para la reforma de la sociedad están contenidas
en planes, manifiestos, leyes y decretos y algunas cartas públicas. Aunque no disponemos
de una recopilación completa de este tipo de documentos, los que han sido publicados
pueden proporcionar una idea sobre la evolución y alcances de las proposiciones
zapatistas. Para ello recurro a abstracciones y generalizaciones que simplifican el
complejo proceso de definición y aprobación de cada uno de estos documentos.
 En primer lugar, debe señalarse que el objetivo primordial de este tipo de documentos,
dirigidos al exterior, a la nación mexicana, era el de propaganda. Con ellos se trataba de
explicar las posiciones tomadas previamente en la práctica de la lucha revolucionaria, de
rebatir prejuicios, mentiras y calumnias, de abrir espacios para propiciar alianzas y
conseguir apoyos.
 En el caso del zapatismo, estos documentos no servían para fijar la línea de acción sino
para justificar hechos consumados y proponerlos como modelo al conjunto nacional.
Tampoco fueron documentos que rigieran actos de gobierno, de poder, sino propuestas
para la ampliación, generalización y profundización de procesos que ya se habían
iniciado en la práctica. No constituían simples declaraciones de intención que podrían no
cumplirse, como las propuestas agrarias del Plan de San Luis de Francisco I. Madero,
sino instrumentos de propaganda para procesos ya iniciados y a veces consumados.
 Los documentos públicos eran la consecuencia de la experiencia revolucionaria más
que su prefiguración. Esto establece una clara distinción con otros programas
revolucionarios, a veces más coherentes en su formulación y hasta más radicales, como
el programa del Partido Liberal, que nunca adquirieron expresión social como
movimientos revolucionarios.
 También se distinguen de los documentos que sólo prometían, declaraban intenciones
con el objeto de conseguir apoyo para la captura del gobierno nacional, pero que no
correspondían a la experiencia y objetivos de los movimientos armados ni de su base
social. En los documentos públicos del zapatismo, y pese al tono exaltado y
grandilocuente del discurso, casi no hay demagogia sino propaganda en su sentido más
estricto.
 El Plan de Ayala, el documento fundador del zapatismo, fue promulgado en noviembre
de 1911, casi un año después del levantamiento armado y como resultado del fracaso en
las negociaciones para implementar de inmediato y radicalmente las promesas agrarias
del Plan de San Luis.
 Varios autores y sobrevivientes dan testimonio de que Zapata justificó la elaboración
del documento como una respuesta indignada a las acusaciones de que los rebeldes del
Sur carecían de bandera, de programa, que eran simplemente bandas de robavacas. La
discusión del documento por los jefes militares fue prolongada y detallada, hasta la
obtención del consenso, como sucederíacon otros documentos importantes. La claridad e
intransigencia respecto a la demanda agraria, expresada como acción política concreta,
fue anterior a la formulación del Plan, y éste tuvo en gran medida, aunque no exclusiva-
mente, una intención de propaganda.
 El mismo rezago temporal entre la acción revolucionaria y su expresión pública se
percibe en las propuestas legislativas. La Ley Agraria del zapatismo se expidió el 28 de
octubre de 1915, casi seis meses después de que en el estado de Morelos se había
terminado con éxito el reparto íntegro de la tierra entre cien pueblos, y casi cuatro años
después de las primeras acciones agrarias ordenadas por el Ejército Libertador del
Sur.
 Otra vez puede establecerse el contraste con documentos formalmente similares, como
la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, expedida por Venustiano Carranza, que tenía por
objeto reglamentar por anticipado una acción futura, que en la práctica sería reprimida y
confinada a un nivel simbólico y subordinada al pragmatismo del ejercicio y
consolidación del poder gubernamental.
 Casi todas las leyes expedidas por el zapatismo no pudieron aplicarse (aunque tuvieran
antecedentes de implementación previos) después de su expedición, que tuvo lugar
cuando el ejército ya había perdido su control sobre el territorio y sus instituciones de
gobierno. Esto hace más claro, como lo señaló Womack, el propósito propagandístico, de
extensión ideológica y agitación política, del esfuerzo legislativo del zapatismo.
 Por lo que sabemos y por lo que se percibe en los mismos documentos públicos, su
elaboración estuvo a cargo de los intelectuales radicales que se incorporaron al
movimiento del Sur. Este grupo, poco numeroso, por cierto, cumplió las funciones de
secretaría, especialmente a cargo de las relaciones externas.
 A ellos se debe la retórica, más exaltada pero no muy diferente a las de todas las
proclamas de la época, la argumentación y acaso la introducción de algunos conceptos
específicos. Pero el contenido general, la línea, política, siempre fue sometida a la
aprobación de los jefes militares. Así,podemos concluir que los documentos públicos
concuerdan con los pronunciamientos ideológicos del zapatismo, aunque no los
expresen, conceptual y verbalmente, con fidelidad absoluta.
 Alrededor de la presencia de los intelectuales urbanos en el zapatismo y su influencia,
se debate hasta qué punto la ideología del zapatismo es su resultado. Desde mi punto de
vista, ése es un falso problema que emerge de una concepción elitista y personalista de
la historia, que no es capaz de distinguir la división del trabajoen los procesos sociales,
las revoluciones entre ellos. La importancia de los intelectuales debe ser ubicada en un
proceso colectivo, de masas, que genera un modelo y una propuesta para el cambio de
la sociedad.
 Las propuestas públicas del zapatismo no fueron estáticas y se transformaron a lo
largo de la lucha. Sin embargo, estos cambios se dieron a partirde un planteamiento
político básico que permaneció inalterado desde su primera formulación en el Plan de
Ayala.Los cambios se dieron en la dirección de otorgar mayor precisión a las propuestas
esenciales, de ampliarlas a problemas o aspectos no previstos, de ajustarlas a las
coyunturas políticas.
 Este proceso de perfeccionamiento, de ajuste, se tradujo a veces en un mayor
radicalismo, en intransigencia. La coherencia y continuidad de los pronunciamientos
públicos zapatistas respecto a las propuestas esenciales, aunque existan contradicciones
puntuales, permite intentar un resumen intemporal de algunos de los planteamientos. Este
resumen no puede considerarse como una descripción sino como una abstracción con
propósitos expositivos, y evidentemente no será completa ni detallada sino esquemática.
 La propuesta pública zapatista parte del problema agrario como el eje para la
reorganización de la sociedad y de la comunidad agraria como la unidad social básica.
Se propone cambiar la estructura agraria por medio de la restitución de la propiedad
histórica de las comunidades, a las que se otorga plena autonomía para definir y
establecer las formas de organización de la producción que convengan a sus recursos y
tradiciones.
 A la restitución se agrega un sistema de dotación individual de la tierra, que será
inajenable, aunque podría organizarse su explotación de manera cooperativa. Para
satisfacer la demanda de tierra, una vez ejecutadas las restituciones, se procedería a la
expropiación total de la tierra que excediera los límites de la pequeña propiedad
estrictamente definida. Los límites de la pequeña propiedad son rigurosos y menores a
los establecidos en el artículo 27 de la constitución de 1917, a la que las proclamas
zapatistas anteceden y prefiguran.
 Se establecía la indemnización para los propietarios afectados conforme al valor
catastral de 1914. Adicionalmente se establecía la confiscación de los bienes de los
enemigos de la revolución, definidos con amplitud tal que de hecho incluía a todos los
grandes hacendados del país y a una gran proporción de la clase propietaria. La
confiscación incluía no sólo la propiedad rural sino al capital como conjunto de
intereses. El producto de las confiscaciones se usaría para el pago de la deuda agraria.
 Esta propuesta radical pero aún convencional adquiere otro carácter si se agrega la
propuesta de procedimiento contenida en el Plan de Ayala: la toma inmediata de
posesión de las tierras por la vía armada como primer paso del proceso agrario.
Correspondería a los propietarios iniciar la reclamación y demostrar la legitimidad de sus
títulos ante tribunales emanados de la revolución. Así,se vuelve una propuesta
revolucionaria que pretende transformar de inmediato la estructura de la propiedad
agraria del país.
 La comunidad agraria, democráticamente organizada, se concibe no sólo como la
corporación propietaria de la tierra sino también como la unidad política básica, por lo
que la propuesta zapatista enfatizaba al municipio libre, dotado de autonomía y recursos
propios, como la entidad política central.
 Losgobiernos estatales y federal se conciben como unidades de servicio, de coor-
dinación, por lo que serían dotados con una pobre base material, la que se radicaría en los
municipios. Se proponía el establecimiento del sistema parlamentario por voto directo.
Otra vez, el radicalismo convencionaladquiere otra dimensión cuando se establece que el
nombramiento de los gobernadores y del presidente se haría por las juntas de jefes
revolucionarios.
 En el aspecto de las relaciones laborales , se reconocía el derecho a la organización
sindical y a sus armas de lucha, la huelga y el boicot, así como la necesidad de reformar
toda la legislación laboral. Se establecía la necesidad de promulgar leyes para lograr la
igualdad femenina y humanizar el divorcio. Se reconocía la urgencia de reformar el
poder judicial, fortaleciendo su autonomía.
 También habría que reformar la legislación fiscal, estableciendo una participación
para la nación en los ingresos brutos de las concesiones extranjeras que explotaban los
recursos del subsuelo. Estas y otras reformas político-sociales no se precisaron con
detalle y quedaron pendientes para ser implementadas hasta después del triunfo de la
revolución.
LA DOCUMENTACIÓN INTERNA
 La documentación interna del zapatismo, generada por los cuarteles generales de
Zapata y sus generales, está dispersa e incompleta. De ella, se utilizaron especialmente
las circulares, las órdenes generales que emitía el general Zapata, así como algunas cartas
de los generales referentes a la aplicación de las reformas.
 En las circulares la retórica está ausente. El lenguaje es claro y el ordenamiento estricto.
En este caso no se trata de formas de propaganda sino de instrumentos de trabajo, que
dan respuesta a los problemas concretos de la lucha y el gobierno. La expresión
ideológica no es básicamente conceptual sino concreta, referida a hechos y problemas
presentes. Las circulares constituyen el puente entre el modelo deseado y la acción
posible. A través de ellas se intenta preservar y profundizar el carácter revolucionario en
las acciones de guerra, de abasto, de gobierno. Aunque puede presumirse que la
redacción de muchas circulares fue obra de los “secretarios”, en este caso el dato es
secundario. A través de las circulares se expresa la jefatura militar e ideológica del
zapatismo.
 Las cartas y comunicaciones personales contienen de todo: órdenes, regaños, peticiones,
nombramientos, agradecimientos, etcétera. Sus redactores son de todo tipo. A veces,se
elaboran con formalidad y con cuidado; otras con apresuramiento.Son una fuente rica
pero incompleta, ya que la mayoría de ellas no contienen respuestas ni continuidad.
Sirven más como indicio que como muestra de procesos ideológicos. Tal vez eso se deba
a que las he trabajado poco.
 En las circulares destaca una preocupación casi obsesiva por regular el
comportamiento del ejército rebelde frente a la población civil, como una expresión
concreta del programa político-ideológico del movimiento. Las circulares no sólo
enfatizan la necesidad de una disciplina rigurosa y de un comportamiento respetuoso,
sino que demandan una relación activa entre el ejército y las autoridades civilespara
llevar adelante el programa revolucionario en sus aspectos agrarios y políticos.
 El zapatismo militarnunca pretendió eliminar a las autoridades civiles, incluso durante
los periodos más duros de la lucha armada, sino reconstruirlas a través del ejercicio
democrático de los pueblos. Las autoridades civiles no se percibían como ajenas al movi-
miento revolucionario sino como sus partes esenciales. El relevo de las viejas
autoridades impuestas desde fuera, por grupos revolucionarios elegidos libremente por las
comunidades, fue una constante de la acción zapatista. El zapatismo no sólo demanda el
respeto para las autoridades revolucionarias, sino que subordina a ellas al ejército en las
cuestiones de gobierno.
 La relación entre población civil y el ejército del Sur no era abstracta, sino que, por el
contrario, estaba conformada por una identidad de clase. Las circulares en que se
establecía el orden de prioridad en la confiscación de ganado: primero el de los
hacendados, después el de los ricos y sólo en caso de extrema necesidad el de los
campesinos pobres, pero con prohibición absoluta de matar vacas para garantizar los
medios de producción para el futuro, ilustran esta conciencia de clase.
 El término “capitalista” aparece identificado con los de hacendado, propietario y
comerciante, cuando se hace referencia al pago de contribuciones de guerra. El concepto
de enemigo de la causa no tiene para el zapatismo sólo una significación política o
partidaria, sino una definición social objetiva.
 En su relación con la sociedad civil , el zapatismo fue mucho más allá que cualquier otro
de los movimientos armados de su época, al fundar y tratar de establecer un partido
político. El partido zapatistadebería ser el que se encargara, a través de células locales, de
promover, profundizar y vigilar la transformación de la sociedad. El Centro de Consulta
para la Propaganda y la Unificación Revolucionaria y sus asociaciones locales,
establecidos en 1916, y que ciertamente tienen un largo nombre para un partido político,
intentó devolver a los pueblos el papel primordial como motor de la lucha
revolucionaria, aun a costa del ejército.
 En 1917, se dictaron leyes para complementar ese esfuerzo y que perseguían dotar a las
autoridades revolucionarias de una autonomía aún más amplia respecto a los jefes
militares. Este llamado para la organización partidaria de las masas, para que retomaran
la vanguardia del movimiento revolucionario, sucedía en un territorio devastado. No sólo
los enclaves modernos de las haciendas, sino también las comunidades tradicionales,
estaban derruidas, desarticuladas, incompletas. Los viejos protagonistas de la lucha
habían desaparecido, por lo que debería ser un partido en que se aseguraba la formación
de una nueva sociedad.
 El zapatismo, en su esfuerzo por crear este partido civil de masas, reaccionaba de la
manera más “moderna” frente a las consecuencias de su propia acción. La vieja sociedad
había desaparecido por la represión y la lucha. La nueva sociedad requería de otros
organismos, como el partido, para poder implementar el modelo revolucionario.
 El énfasis de los documentos internos respecto a la relación entre el ejército y los
pueblos, que es un término más justo que el de civiles, también ilustra sobre el carácter
del ejército y su jefatura. El Ejército Libertador del Sur no fue un ejército profesional,
sino una milicia popular voluntaria. Aunque las necesidades militares requirieron de
cuerpos permanentes y de tiempo completo, éstos no llegaron a profesionalizarse, a
convertir el ejercicio de las armas en su medio de vida. Acaso la mejor ilustración del
carácter miliciano nos la den las circulares emitidas para mejorar la disciplina de las
tropas.
 En ellas se trata de regular la facultad de los soldados para escoger a los jefes bajo
quienes querían servir, estableciéndose que deberían solicitar permiso para cambiar de
unidad. Más excepcional es la cláusula en que se establece que la deserción se castigaría
con el desarme inmediato y sumario del culpable. De manera eventual y poco
frecuente, los soldados y oficiales recibían una “ayuda”, con más propiedad también se
usan los términos de un “auxilio” o “socorro”, de sus jefes directos o del cuartel general.
 La paga de los soldados y prácticamente todo el financiamiento procedía de las
contribuciones de guerra que se imponían a los hacendados y a los ricos. Las cartas
muestran cómo los soldados zapatistas recibían un peso de socorro, y dos los oficiales,
después de dos o tres semanas de campaña, suma que era equivalente a dos y cuatro días
de salario en las haciendas hasta 1913. Por eso,muchos combatientes eran peones
durante el día y soldados durantelas noches y los domingos. Después de 1914, cuando las
haciendas fueron definitivamente abandonadas, los recursos fueron todavía más escasos.
El ejército del Sur no sólo era de los pobres, sino que era él mismo muy pobre.
 Los altos jefes militaresteman privilegios sobre el resto de las tropas y sin duda hubo
excesos, como se percibe a través de la correspondencia. Pero bien porque no existiera la
oportunidad o porque el control fue muy efectivo, los privilegios de los jefes zapatistas
nunca se transformaron en riqueza permanente, en capital. Además, en los tiempos de
derrota, los jefes compartieron la miseria y el hambre con su tropa.
 La distancia entre jefes y tropa nunca se transformó en un abismo de clase. Para explicar
esa situación tiene importancia el celo fanático por parte de Zapata para evitar y reprimir
todo exceso sobre la población civil, sobre los pueblos, la única fuente de riqueza para el
ejército.
 El ejército zapatista nunca tuvo una fuente externa de abasto de pertrechos militares o
de alimentos. El enemigo constituyó su principal arsenal,que se complementa con
modestas adquisiciones y la fabricación local de parque. El primer gobierno de la
Convenciónle negó armamentos al zapatismo y Villa no pudo cumplir sus ofertas del
pacto de Xochimilco. La convergencia ideológica entre los grandes ejércitos campesinos
nunca se materializó como alianza político-militar. El zapatismo siempre estuvo
militarmente aislado y sustentado en sus recursos propios.
 La alimentación del ejército siempre fue asumida por los pueblos. Las circulares
establecen los mecanismos para repartir equitativamente esa carga y evitar los excesos.
La duración de la lucha y la asombrosa capacidad de resurgimiento del ejército del Sur,
incluso después del trágico año de 1918, establece firmemente que la identidad entre la
tropa y los pueblos nunca se rompió. El ejército zapatista terna la capacidad de disolverse
entre los pueblos de los que formaba parte.
 En esas condiciones, las unidades militares teman un alto grado de autonomía respecto
del cuartel general o los otros cuerpos del ejército. La notable cohesión entre los altos
jefes zapatistas, nunca libre de conflictos, que persistió incluso después de la muerte de
Zapata, no fue el resultado de una dependencia económico-militar ni de una estructura
autoritaria. Los factores ideológicos, el proyecto compartido, son un elemento central en
la cohesión del zapatismo, lo mismo como fuerza armada que como movimiento político.
 El carácter del Ejército Libertador del Sur como milicia armada, liga armada entre los
pueblos la llamó Womack, que nunca llegó a constituirse como un grupo diferenciado de
la sociedad, es una consecuencia objetiva de su origen, formación y condiciones de lucha
y persistencia. Pero el zapatismo nunca trató de cambiar este carácter, sino que por el
contrario lo asumió como parte de su ideología, del modelo para una sociedad futura.
 Planteó y trató de impíementar una situación en que el poder armado fuera parte de la
soberanía de los pueblos. En diversas ociasiones, las circulares destacaron la necesidad
y hasta la obligación de los pueblos de armarse, en ejercicio de un derecho esencial. En
varias ocasiones, el cuartel general llamó a los pueblos para que ejercieran ese derecho
revolucionario para evitar las amenazas inmediatas o potencíales de los enemigos o de
sus propiasfuerzas.
 La visión de un ejército popular, arraigado en los pueblos a través de los trabajadores
campesinos, organizado libre y democráticamente, es parte integrante de la ideología
zapatista. Puede hablarse de un antimilitarismo en el zapatismo, oposición que se
extiende a todas las castas profesionales privilegiadas: burócratas, cuerpos eclesiásticos o
políticos profesionales, que son vistos como usurpadores de los poderes de los pueblos,
de los portadores de la revolución.
 A través de la documentación interna, seconforma más claramente la idea de soberanía
popular, que los documentos públicos declaman con conceptos muy parecidos a los de
otros movimientos participantes en la revolución mexicana. Para el zapatismo, la
soberanía popular no se traduce en una democracia formal y representativa, en que la
soberanía se ejerce electoralmente, sino en una democracia directa, radicada
permanentemente en las unidades sociales que controlan la tierra, poseen autonomía para
organizar la producción, tienen funciones políticas y de gobierno y poder armado.
Enesta concepción, la idea de pueblo o comunidad agraria no es la de una localidad
geográfica sino la de una unidad social de clase que asume una organización partidaria.
LA ACCIÓN O PRÁCTICA REVOLUCIONARIA
 La correspondencia entre los pronunciamientos públicos o internos y la acción
revolucionariadel zapatismo es un campo en el que falta mucho por conocer. Sin
embargo, puede enunciarse una hipótesis que, otra vez, contrasta con lo que sabemos de
los otros movimientos contemporáneos. Esta sería que la acción política concreta fue más
allá de los pronunciamientos y debe ser considerada como parte integrante de la ideología
de la revolución del Sur y de su estudio.En la práctica revolucionaria del zapatismo,
especialmente durante 1915 cuando gobernaron el estado de Morelos, aparece
delineado el modelo de la sociedad a que se aspiraba, con todas las complejidades y
contradicciones que implica el paso de la aspiración a la realización.
 En la cuestión agraria, eje del proyecto ideológico, se procedió a la expropiación de la
totalidad del territorio de propiedad privada en el estado de Morelos. Los hacendados,
como beligerantes frente al zapatismo, habían abandonado sus propiedades y éstas fueron
objeto de reparto en su totalidad. Nunca se planteó expropiar sólo una tercera parte, como
enunciaba el Plan de Ayala, ni en preservar una porción como pequeña propiedad, como
después los establecería la Ley Agraria del Consejo Ejecutivo de la Convención.
 Si se pensara en términos legalistas, lo que se ejerció fue la confiscación a los enemigos
de la revolución. Dudo que se haya expresado alguna vez en estos términos. El proceso
revolucionario, la lucha armada, hizo natural el tratamiento de la totalidad de las tierras
de las haciendas como territorio conquistado por la revolución, ganada al enemigo por las
armas.
 Los pueblos fueron el único sujeto del reparto agrario zapatista. Hasta donde
sabemos, ni siquiera se planteó la dotación individual que enunciaba el Plan de Ayala.
La lucha también había cambiado la definición de pueblo, de la comunidad agraria, de tal
forma que se amplió para acoger en ella a los combatientes probados, aunque no fueran
comuneros por origen, y al mismo tiempo se redujo al excluir a quienes habían tomado
posiciones contrarias al zapatismo. Puede decirse que la totalidad de los habitantes
delmedio rural y buena parte de los moradores de las semiabandonadas ciudades, se
habían incorporado a los pueblos o se habían ido. No quedaba espacio para la neutralidad.
 La prolongada guerra había tenido un severo efecto en la composición de los pueblos, al
borrar o atenuar las diferencias socioeconómicas. Muchos riquillos se fueron y otros
dejaron de serlo al perder su ganado, almacenamiento de grano o sus ahorros. La rígida,
aunque limitada, estratificación salarial impuesta por la hacienda cañera dejó de operar al
suspenderse la producción de azúcar. La población que permaneció en el estado de
More- los se empobreció duramente, pero también se emparejó y adquirió intereses
similares en el corto plazo. Este era, otra vez, un resultado objetivo de la guerra y de la
lucha, pero el zapatismo lo asumió ideológicamente y en la práctica concibió y trató a la
comunidad agraria como una unidad de clase, como expresión de los trabajadores
campesinos, y actuó con congruencia.
 La tierra se entregó a los pueblos con plena soberanía para decidir sobre su uso y
manejo. El interés del cuartel general por reestablecer el cultivo de la caña, como la
única posibilidad de contar con efectivo para la compra de armas, lo llevó a promover su
cultivo entre los pueblos dotados con la tierra y el agua. Casi todos resistieron, incluso
después de visitas personales de Emiliano Zapata con el objeto de convencerlos. Para los
comuneros, conforme a su experiencia, el cultivo de la caña se traducía en beneficio
exclusivo de los propietarios del ingenio. La decisión de los pueblos fue respetada y llevó
a replantear, en la práctica, el papel de la agroindustria, o en términos más amplios, de la
relación entre campo y capital.
 Los ingenios fueron separados de las tierras de cultivo que se entregaron a los pueblos
y quedaron bajo la administración de los altos jefes militares; hoy diríamos que fueron
nacionalizados. Las plantas industriales administradas por los jefes se concibieron como
unidades de servicio a los productores agrícolas, que molían, transformaban y
comercializaban la caña por cuenta de los campesinos.
 Las unidades industriales no debían percibir una ganancia por sus servicios sino apenas
recuperar los costos, por lo que las utilidades debían quedar en manos de los productores
campesinos. Otra vez en términos modernos, la acumulación y reproducción del capital
se trasladó de los procesos de transformación y de comercialización a los procesos de pr
oducción primaria; de industriales, comerciantes y financieros a los campesinos.
 Esta concepción del modelo de acumulaciónse llevó más adelante al fundarse un banco
agrícola para proporcionar semillas e instrumentos de labranza a los pueblos sin ningún
interés. Se pensó que el banco debería transformarse en una institución de servicio
múltiple para financiar, otorgar apoyo técnico y administrar los ingenios y otras
instalaciones industriales, sin obtener ganancias. El gobierno del estado se incorporó a
esta concepción de servicio a las comunidades autónomas, a las que debía apoyar en
suprestación de servicios. Entre estos servicios se incluían no sólo los tradicionales, como
limpieza y vigilancia, sino también las obras de infraestructura y la educación básica,
que deberían ser administradas por los municipios con autonomía.
 Las comunidades y sus gobiernos, generalmente elegidos por sus posiciones
revolucionarias, mantuvieron su acceso al cuartel general y éste medió frecuentemente
en las disputas con el gobierno estatal y los jefes militares, así como con otros pueblos.
La capacidad para resolver estos conflictos se fundamentaba en el respeto a la autonomía
de las comunidades, correspondida por un enorme respeto de éstas hacia el general
Zapata. Con frecuencia, el arbitraje de Zapata favoreció a los pueblos frente a los jefes.
Así,se reconoció a las comunidades como el sujeto central de la revolución.
 La idea de revolución sustentada por el zapatismo requiere de atención. Parece claro
que para Emiliano Zapata había una clara distinción entre la toma del gobierno y la
toma del poder. La transcripción de la plática entre Zapata y Villa en Xochimilco ilustra
con claridad el punto.
 El gobierno era concebido como un instrumento de opresión por su centralismo, por su
control por una casta profesional desarraigada del pueblo, por su naturaleza represiva y
expropiatoria. El gobierno se concebía como una camisa de fuerza para la revolución; la
condenaba a repetir prácticas opresivas en virtud de que todo el aparato gubernamental
estaba orientado en esa dirección. El problema de la revolución no era la captura del
gobierno sino su disolución, para proceder a una reformulación del Estado. La
revolución era concebida como un proceso y no como un acto de toma de control.
 El proceso revolucionariodebía desarrollarse en la base de la sociedad y no en la
cúspide. El cambio en la existencia, establecido y defendido con las armas, debía
preceder al cambio en el Estado. Sólo así sería definitivo, irreversible. Primerodebía
entregarse la tierra, el poder militar y la autonomía política a las unidades constitutivas de
la sociedad, para rehacer al Estado como una unidad colectiva de servicio. El poder del
viejo régimendebía disolverse, repartirse en la base de la sociedad, para dar paso a una
nueva organización estatal. El nuevo Estado emanaría de las comunidades, confe-
derándolas, pero sin avasallarlas.
 En términos actuales, que a veces más confunden que aclaran, el cambio en la base de la
sociedad implicaba la relocalización y la redistribución del excedente social, que quedaría
bajo el control de los productores primarios. Se ofrecía un nuevo modelo de
acumulación, que pasaría de los puntos de concentración a la dispersa base de la
sociedad civil. Allí,se acumularía y reproduciría el capital. Allí radicaría el poder y no en
los aparatos centralizados del capitalismo. Poder popular estrictamente entendido, sin
mediaciones.
 La configuración del zapatismo como un proyecto político de clase ejerció una
influencia decisiva en su política de alianzas. La pobreza y el aislamiento geográfico,
que se traducían en debilidad militar, fueron reconocidos como una limitación muy
severa que sólo podría superarse a través de la alianza político-militar con otros
movimientos. Para el zapatismo, la alianza se convirtió en una condición obligatoria de
sobrevivencia para seguir desarrollando una revolución desde las bases de la sociedad.
 Por ello, la alianza tenía que garantizar un mínimo de condiciones de movilización para
no convertirse en una tregua, que los campesinos no podían usar para pertrecharse y
fortalecerse, como lo harían sus enemigos. Por eso,el reclamo del zapatismo de que
cualquier alianza se basara en la aceptación incondicional del Plan de Ayala. La toma o
entrega inmediata de la tierra que el documento consagraba, constituía la garantía de
continuidad y profundización del movimiento revolucionario en la base campesina, lo
que significaba la sobrevivencia para la revolución del Sur.
 Dentro de esos límites, el zapatismo buscó las alianzas con desesperación y urgencia.
En esa desesperada búsqueda cometió errores y varias veces tuvo que retractarse de sus
pronunciamientos unilaterales y no pactados en que reconocía a un jefe de la revolución.
Pese a su creciente influencia político-ideológica, el movimiento del Sin nunca consiguió
una alianza efectiva con los otros grupos armados. Ninguna otra clase logró formular un
proyecto político ni construir un movimiento popular.
 Los otros movimientos de base campesi na, como el villismo, tampoco se configuraron
plenamente como movimientos de clase y no pudieron pasar de la simpatía y confluencia
a la alianza alrededor de un proyecto común. El zapatismo quedó solo como movimien-
to-clase con un proyecto para la reestructuración de la sociedad. Como tal fue derrotado.
3) Establezca y desarrolle la característica de los conflictos obreros durante el
peronismo y la situación en las distintas ramas de la industria según los autores. Tenga
en cuenta las ideas de “ofensiva obrera” y “poder sindical” presentes tanto en el trabajo
de Louise Doyón como en el de Marcos Schiavi respectivamente.

Durante el peronismo en Argentina, (1946-1955), los conflictos obreros se articulan


entre sí, bajo la organización del movimiento sindical, en diferentes fases y
dimensiones. Si consideramos el planteo de Doyon, en su trabajo Conflictos obreros
durante el regimen peronista (1946 – 1955), su enfoque revela el grado de penetración
alcanzado por las organizaciones laborales en el mercado de trabajo y las determinantes
estructurales del importante papel económico y político que desempeñaron.

El análisis que propone sobre las huelgas, implica su abordaje sobre la base del número
de trabajadores involucrados, de acuerdo con los diversos sectores industriales o
servicios afectados, a fin de reflejar con exactitud, su extensión sectorial y lograr un
mejor enfoque de las condiciones estructurales específicas que provocaron los
conflictos.

No obstante, debemos tener en consideración la discusión entre esta autora, con la


postura de Gino Germani, respecto a la idea de ruptura o continuidad, y la “vieja
guardia sindical”.

Los enfoques giran casi exclusivamente alrededor de aquellas huelgas que involucraban
elementos ideológicamente contrarios a Perón, como fue el caso de los bancarios (1948,
1950), de los gráficos (1949), de los ferroviarios (1950) y de los portuarios (1950). El
enfoque de estos estudios sugiere que los conflictos obreros son significativos dado que
expresan tensiones y oposición en el nivel político. Además, Doyon busca demostrar
que la existencia de huelgas no debe ser interpretada apresuradamente como testimonio
de un rechazo del régimen populista por parte de los trabajadores. Al contrario, son una
parte muy dinámica de la sociedad, ya que operan como una válvula de escape para
distender las tensiones generadas por las inflexibilidades de la economía y como un
instrumento para resolver los desacuerdos existentes en el seno del sistema de las
relaciones de trabajo. Es por esta razón que el estado, puede continuar funcionando
cuando hay huelgas sin que vea amenazado necesariamente su orden político. Por lo
tanto, durante el período peronista; aun en aquellos conflictos dirigidos por elementos
ideológicamente opuestos al régimen, la masa continua apoyándose en él . En general,
los trabajadores no dirigieron sus protestas contra Perón sino contra los funcionarios del
gobierno y contra la patronal. En segundo lugar, el limitado enfoque político de la
mayoría de los estudios, les hace negar papel activo en el establecimiento de
importantes reformas socioeconómicas que beneficiaron a la clase trabajadora. En su
lugar, optan por destacar el papel predominante jugado por un estado "populista-
autoritario". Nos preguntamos aquí si las numerosas huelgas que tuvieron lugar durante
esos tres años no podrían ser interpretadas como una tentativa de los trabajadores de
transferir su victoria política en las elecciones presidenciales de 1946 al área de las
relaciones de trabajo y que, mediante esos conflictos los trabajadores aseguraran la
implementación total de las reformas sociales decretadas por el Estado y que, en
algunos casos, expandieron y transformaron esas reformas más allá de la estructura
impuesta por el Estado.

De este modo, el régimen militar inició una política "autoritario-populista", basada en


un modelo de integración social gradual y limitada en el cual el Estado mantenía el
control completo sobre la selección de aquellas áreas donde se efectuaran dichas
reformas, así como también sobre las medidas que debieran ser adoptadas para
implementarlas. Los motivos que incitan a los militares a tomar el poder en junio de
1943, responden a un contexto explosivo generado por la rápida expansión del
proletariado industrial política y socialmente marginado y una urgencia por estimular el
crecimiento del mercado consumidor interno, a fin de garantizar la continuidad del
desarrollo del sector industrial del país. Inicialmente la aplicación de esta política de
integración social fue factible gracias a que apenas un 20 % de la mano de obra urbana
se hallaba organizado en 1943 y la mayoría de los sindícalos, cuya principal base de
poder se restringía a los trabajadores empleados en el sector terciario, no pasaba de
organizaciones reducidas y fragmentadas, a excepción de los sindicatos de
transportistas. El sector organizado del movimiento obrero estaba además debilitado
debido a su división en cuatro confederaciones sindicales.

La viabilidad de esta política se favorece por la desorientación transitoria del


movimiento obrero debido a las severas medidas represivas tomadas por el régimen,
tales como la disolución de la CGT número 2, potencialmente la más combativa (julio
de 1943) ; la intervención a los sindicatos más poderosos: Unión Ferroviaria y La
Fraternidad (Agosto de 1943) Por otro lado, se dejaron fuera de la ley a los sindicatos
controlados por los comunistas (concentrados entre los trabajadores industriales) y
finalmente, se encarcelan algunos dirigentes sindicales

Las medidas directas para una integración social limitada de la clase obrera fueron
iniciados por Perón en octubre de 1943 e incluían: 1) la modernización del aparato
estatal para facilitar la reglamentación de las relaciones de trabajo mediante la
Secretaría de Trabajo y Previsión Social; 2) una ampliación de la limitada política de
bienestar social del Estado mediante un gran plan publicitario destinado o los sectores
de bajos ingresos y a la construcción de hospitales; 3) la iniciación de una política
limitada de redistribución de ingresos por medio de la concesión de aumentos salariales
que favoreciesen especialmente a aquellos sectores de la clase obrera ya organizados; 4)
humanización de condiciones de trabajo mediante la exigencia de aplicar la legislación
laboral vigente; por último, 5) asistencia del Estado para la organización de los
trabajadores industriales bajo la dirección de líderes que simpatizasen con la política
social del régimen, facilitando de esta manera la reglamentación de los conflictos
laborales y suministrando una base de sustentación política al régimen. El Estado
intervino en la organización del movimiento obrero a través del reconocimiento legal
que dio a aquellos sindicatos fundados por dirigentes no comunistas y proporcionando
ayuda legal y técnica. Estas tentativas, sin embargo, simplemente sentaron las bases
para la afiliación masiva que se produjo después de 1945. La limitada expansión
numérica de afiliados se debió en parte al bajo nivel de movilización obrera durante ese
período y también como consecuencia del limitado poder del régimen para vencer la
obstinada oposición de los empleadores.

Durante este período el Estado ejerció el control sobre el contenido de su política social,
amenazando intervenir a cualquier sindicato que se opusiese al régimen y al mismo
tiempo condicionando la concesión de favores a aquellos que renunciasen al derecho de
huelga.

Entretanto, después de abril de 1945, la Secretaría de Trabajo se vio obligada a


modificar su política social y comenzó a movilizar a los trabajadores como respuesta a
la creciente oposición de los partidos políticos qué deseaban la separación de Perón de
su Secretaría Las líneas de conflicto quedaron más netamente delineadas debido a una
agresiva denuncia de la oposición con respecto a las concesiones sociales dictadas por el
régimen. El catalizador para la acción fue la destitución de Perón el 9 de octubre de
1945 y las subsiguientes represalias contra los trabajadores industriales.

Una concentración prácticamente espontánea y masiva de los trabajadores en la Plaza de


Mayo el 17 de octubre, significó la vuelta de Perón al poder y también modificó
profundamente los vínculos entre la clase trabajadora y el Estado. Por otro lado, este
hecho hizo conscientes a los trabajadores, tanto de su potencial y su bajo nivel de
organización; y a su vez, la ausencia de una ideología concreta, los obligó a continuar
su relación con la elite militar centralizada en la Secretaría de Trabajo. Así pues la
relación se transformó a partir de una dominación relativa en una alianza de apoyo
mutuo en la cual cada integrante era consciente de la necesidad de apoyo del otro para
lograr sus objetivos.

La gran frecuencia de huelgas durante los tres años posteriores a los hechos de octubre
de 1945, fueron encabezadas por grupos que se identificaron con el régimen, pero
tuvieron dificultades para resolver su situación pese a la intervención favorable del
gobierno o bien, por el contrario, fueron activamente combatidos por el régimen.

Las huelgas que se han estudiado fueron seleccionadas sobre la base del número de
trabajadores involucrados, de acuerdo con los diversos sectores industriales o servicios
afectados, a fin de reflejar más exactamente la extensión sectorial de las huelgas y
lograr un mejor enfoque de las condiciones estructurales específicas que provocaron los
conflictos. Se tuvo el cuidado de tomar en cuenta huelgas en las que participaron
trabajadores con diferentes grados de experiencia organizativa y se prestó debida
atención también a aquellos huelgas que ocurrieron fuera de la región del Gran Buenos
Aires, para mostrar de esta manera la extensión geográfica de los conflictos (acá el autor
hace un análisis detallado de las huelgas que se hicieron durante la época peronista,
mostrando la tensión latente).

A_ INDUSTRIA ALIMENTARIA.

En la industria de la alimentación, se encuentra el número más elevado de huelgas


importantes, especialmente en los frigoríficos, la industria azucarera y la panificación.
Los factores responsables de la alta incidencia de huelgas en estos sectores son: En
primer lugar, las dificultades económicas por las que pasaron varias de estas industrias,
que tuvieron que soportar el peso de la política de industrialización del gobierno. Luego,
la vieja oposición entre el trabajador y el empresario, quien durante varias décadas
reprimió con éxito las demandas obreras; 3) las restricciones político-económicas que
pesaban sobre el Estado, limitando su capacidad de resolver estos conflictos.

1. Frigoríficos

Los frigoríficos son los que presentan los conflictos más violentos durante estos tres
años, además de su duración e importancia.

a) Huelga del 1 de marzo de 1946 (por pago de aguinaldo y aumentos salariales,


reincorporación de otros trabajadores despedidos y la designación inmediata de
representantes patronales a la comisión paritaria)

b) La huelga del 1 de octubre al 20 de noviembre de 1946 (por aumentos salariales)

2. Industria azucarera

La industria azucarera, una de las más antiguas del país, contaba con la explotación
estacional de una mano de obra barata, sobre la que pudo mantener un control casi total
durante varias décadas.

Los trabajadores de esta industria juntamente con los de los frigoríficos eran dos de los
sectores con más elevado nivel de combatividad entre 1945 y 1950; compartían una
larga historia de esfuerzos reprimidos por organizarse. La Federación Obrera Tucumana
de la Industria Azucarera (FOT1A) fue fundada en 1944 y apoyó persistentemente a
Perón desde aquella época, mantuvo un cierto grado de autonomía en la formulación de
sus reivindicaciones económicas y políticas.

Las características especiales de las huelgas dispuestas en la industria del azúcar durante
los tres primeros años del régimen peronista se debieron al elevado grado de
intervención gubernamental en este sector y a la pérdida de la estructura federal. A
principios de 1945 el régimen percibió el elevado grado de descontento en este sector,
que amenaza la estabilidad de las estructuras socioeconómicas del norte del país. En
consecuencia, el gobierno decidió limitar la posibilidad de conflictos prolongados,
decretando una serie de reformas que incluían aumentos salariales, la explicitación de
los límites de diversos tipos de trabajo (escalafón) y la garantía de un número mínimo
de días de trabajo al mes. El principal tipo de huelga que se realizó en este período fue
de corta duración, individual, declarada durante el periodo de la cosecha, con el objeto
de presionar al gobierno y patrones a implantar la nueva legislación social.

De hecho, el recurso de utilizar la huelga general en la industria azucarera se inició en


los primeros días de setiembre de 1948, después que la FOTIA logró consolidar su
control sobre los sindicatos locales y en el mismo momento en que la oposición do los
fábricas de dar mayores concesiones era fortalecida por la resistencia del gobierno a
otorgar financiación adicional. El gobierno ya no podía conceder los costosos subsidios
que venía otorgando a la industria desde 1945 para ayudarla financieramente a absorber
los aumentos salariales decretados por el régimen. Esta huelga general fue declarada el
6 de setiembre de 1949: los trabajadores exigían salarios iguales a los que se pagaban en
las demás industrias de la provincia. Cinco días después el sindicato dio por terminada
la huelga, siempre que el gobierno prometiera acelerar las negociaciones salariales.
Después de cinco meses el gobierno concedió la mitad del salario exigido por la
FOTIA, permitiendo así a los trabajadores de este sector no quedar tan rezagados con
respecto a obreros de otras industrias.

3. Panificación

También en este sector se puede detectar un número significativo de huelgas


prolongadas ocurridas en el Gran Buenos Aires y en el interior del país. Entre las más
importantes podemos citar la de Mar del Plata, Tucumán, Salta. Sin embargo, las
huelgas más importantes de este sector fueron las del Gran Buenos Aires y la huelga
nacional de 1948. La confrontación decisiva de este sector se produjo en diciembre de
1948. La Unión del Personal de Panaderías del Gran Buenos Aires declaró la huelga
general para el 1° de diciembre:, después que la patronal se había rehusado
obstinadamente a conceder un nuevo aumento salarial a menos que los obreros
accediesen a retornar al trabajo nocturno. Una semana más tarde la Secretaría de
Trabajo declaró ilegal la huelga y retiró al sindicato la personería gremial. Después que
muchos de sus dirigentes fueron presos y cerrados los locales de la asociación, el
sindicato ordenó a sus afiliados volver al trabajo el 21 de diciembre. Esta confrontación
se repitió en el interior del país cuando la Federación Argentina Unión del Personal de
Panaderías y Afines declaró la huelga general el 15 de diciembre de 1948. La huelga fue
decretada como protesta contra el creciente incumplimiento de la prohibición legal del
trabajo nocturno y como instrumento para obtener un aumento salarial. Ese mismo día
la huelga fue declarada ilegal y los 84 centros sindicales fueron cerrados. Nueve días
más tarde la Federación era intervenida.

Los trabajadores de este sector tenían una larga experiencia organizativa que se
remontaba a fines del siglo XIX, pero no pudieron desarrollar una organización nacional
coherente lo cual se debió en parte al predominio de los líderes anarquistas. En 1944 los
trabajadores croaron una organización paralela, la Unión del Personal de Panaderías y
Afines, porque su predecesora, que acababa de ser controlada por los comunistas, se
rehusaba a apoyar al gobierno después que Perón fuera electo presidente. El gobierno
declaró la producción y distribución del pan como servicio público en agosto de 1946 e
impuso un riguroso control de su precio, al cual tenía que subsidiar.

B_ Industrias extractivas y de transformación.

Comparado con la industria de la alimentación encontramos en este sector un modelo


diferente de conflictos obreros; hay aquí básicamente una reducción del número de
huelgas importantes en periodos pequeños. Los principales factores en este esquema son
dos: esas industrias eran muy dependientes de la política oficial de industrialización y
favorecidas por esta, ya sea en términos de protección arancelaria y acceso a los créditos
del gobierno o bien en términos de permisos de importación y divisas. Más aún, por
parte de los empleadores había mucha menor resistencia a reconocer las
reivindicaciones obreras que gozaban de la aprobación del gobierno. Por otra parte, este
tenía como objetivo prioritario la rápida industrialización del país, cosa que ejerció una
enorme influencia en el establecimiento de relaciones amistosas con este sector. Su
experiencia en cuanto a organización era bastante reciente y limitada a una minoría de
empleados, pero el nivel relativamente bajo de conflictos no puede ser atribuido a la
falta de conciencia en relación con sus intereses económicos y profesionales, ya que
estaba al alcance de ellos obtener por medios pacíficos los mismos beneficios (en
algunos casos superiores) que los ganados por obreros empicados en otros sectores de la
economía.

1. Industria textil

Los conflictos más importantes en este sector fueron: 1) tres semanas de paralización
progresiva en la rama lana por aumentos salariales (1946) 2) la huelga de quince días de
la rama medias y circulares (setiembre de 1947); 3) la huelga de 24 días de la rama lana
por aumentos salariales, que fue ganada el 30 de setiembre de 1948, y por último la
violento huelga de la rama algodón en octubre de 1947. E1 autor se limitará a analizar
este último conflicto, no sólo porque es el más importante en términos del número de
obreros involucrados, sino también porque se produjo en aquel sector de la industria
textil más crucial para el desarrollo económico del país. La causa fue la insatisfacción
de los empleados con el acuerdo colectivo recientemente firmado junto a un despido de
gran cantidad de empleados.

2. Industria Metalúrgica

Los conflictos más importantes de este sector fueron: 1) la huelga de 45 días en la


ciudad de Córdoba a mediados de 1946, con la que se consiguió un sustancial aumento
de salario; 2) la huelga de un mes en Rosario, que terminó en mayo de 1948 después
que la patronal aceptara las condiciones de los obreros basadas en el acuerdo colectivo
nacional; 3) la huelga de tres semanas en la ciudad de Tucumán, que terminó en abril de
1947 después de una huelga general de dos días que obligó al gobierno a imponer que la
patronal aceptara el laudo sobre salarios y las condiciones de trabajo; finalmente 4) la
huelga de noviembre de 1947 en Buenos Aires.

Como en el caso de los trabajadores textiles, los metalúrgicos comenzaron a organizarse


bajo el liderazgo de militantes socialistas y comunistas desde 1935 en adelante. Hacia
1943, el Sindicato de la Industria Metalúrgica tenía aproximadamente 4.000 afiliados.
La UOM, fundada en abril de 1943 por militantes que se desilusionaron con el liderazgo
comunista en la huelga metalúrgica de 1942.

3. Industria Petrolera

3.1 sector privado

Este sector de la industria petrolera pasó por dos conflictos serios que repercutieron en
toda la economía.

 Huelga del 30 de abril al 10 de mayo de 1947


 Huelga de brazos caídos del 22 de enero al 4 de febrero de 1948
3.2 sector público

En este sector se produjo una sola huelga declarada por el Sindicato Único Petrolero del
Estado (SUPE), "minoritario", representante de toda la roma industrial, a excepción
hecha del personal empicado en la extracción del petróleo Esta huelga luchó por
imponer el escalafón único para los trabajadores. El mismo día en que fue lanzada, el
gobierno inmediatamente la declaró ilegal (27 de julio de 1948). También se ordenó a
todos los dirigentes de YPF que echasen mano a cualquier sanción que considerasen
necesaria para garantizar la normalización de las actividades. Al día siguiente el
gobierno retiró la personería gremial al sindicato, arrestando a todo el comité de huelga.
Sin embargo, el 4 de agosto se vio obligado a ceder a las reivindicaciones de los
trabajadores debido al elevado déficit del combustible en el Gran Buenos Aires.

4. Industria de la construcción

En este sector se produjeron huelgas importantes y de gran extensión en el interior del


país durante el período en estudio. Las siguientes ciudades fueron afectadas: 1)
Córdoba, Io al 15 de abril de 1946: esta huelga fue decretada en apoyo (le las demandas
salariales que no habían sido atendidas después de declararse ilegal el movimiento; 1° al
20 de noviembre de 1946: con esta huelga los trabajadores obtuvieron sus
reivindicaciones salariales; 2) Rosarlo, 16 de junio al 18 de julio de 1946: huelga
declarada para presionar a la administración a pagar el aguinaldo de 1945; 3) San Juan,
20 de noviembre al 6 de diciembre de 1946: exigencia de aumentos de salario y mejores
condiciones de trabajo; 4) Santa Fe, 5 de febrero al 21 de marzo de 1947; obligó al
gobierno a poner en vigor el laudo que la patronal se rehusaba a aceptar.

El hecho de que en Buenos Aires no se produjeran huelgas importantes no debe ser


interpretado como una falta de resistencia por parte de la patronal a las reivindicaciones
de los obreros de la construcción, sino más bien como testimonio de una cautela
extrema de los dirigentes de la Unión Obrera de la Construcción de la República
Argentina (UOCRA).

C_ Sectores de transporte y de servicios

En los sectores de transporte y de servicios es donde se encuentra la menor incidencia


de conflictos importantes. En estos sectores las huelgas se limitaron al transporte
urbano, a los portuarios, a los trabajadores municipales y a los bancarios.

1. Transporte urbano

En este sector las huelgas mayores se produjeron fuera del Gran Buenos Aires y en las
siguientes ciudades: I) Córdoba, 11 al 24 de enero de 1946: en procura de obtener el
pago del aguinaldo de 1945; 30 de setiembre al 8 de noviembre de 1946: en apoyo a
mejores salarios y condiciones de trabajo; fue declarada ilegal el 30 de octubre, pero
una vez que los obreros accedieron a normalizar sus actividades, el Estado apoyó sus
exigencias después de intervenir la empresa privada de transportes; 2) La Plata, 10 de
febrero al 17 de marzo de 1946: una huelga de brazos caídos muy bien organizada, que
trató de conseguir el aguinaldo de 1945 y que el Estado tuvo que subsidiar después de
intervenir la empresa privada de transportes; 29 de junio al 11 de julio de 1947: una
huelga de brazos caídos muy bien organizada que exigía un aumento salarial; 3) Mar del
Plata, 11 de noviembre al 19 de diciembre de 1946: en apoyo de un aumento salarial. El
gobierno la declaró ilegal el 23 de noviembre, pero después de una huelga general de
cinco días en toda la ciudad, se vio forzado a conceder el aumento.

La ausencia de conflictos de cierta escala en el Gran Buenos Aires durante todo el


período 1945-1955 puede explicarse en buena medida por la particular sensibilidad del
gobierno a las demandas de este sector, resultado de una violenta huelga de tres
semanas en setiembre de 1945 y que fue utilizada por los opositores políticos de Perón
en su campaña para destruirlo. Por otro lado, esta inusitada huelga que conmocionó
violentamente a la Unión de Tranviarios Automotor, dividiéndola, hizo que sus
dirigentes tuvieren que recurrir a la huelga para lograr apoyo para sus demandas.

2. Servicios portuarios
La huelga más importante de este sector se produjo en Buenos Aires, lugar en el que se
concentraban los servicios portuarios. Después de la Segunda Guerra Mundial la
Argentina sufrió un gran aumento de sus exportaciones de carne y cereales a Europa y
las divisas acumuladas durante ese tiempo le permitieron importar grandes cantidades
de materia prima y de maquinaria industrial entre 1946 y 1948. Los portuarios ocupaban
una posición estratégica de control sobre el movimiento comercial con el extranjero, así
como también sobre el rápido desarrollo del sector industrial.

Los portuarios estuvieron involucrados en diversas y prolongadas huelgas en 1946,


huelgas cuyo objetivo era el de reforzar la implementación de reformas laborales del
gobierno. Las huelgas más serias, sin embargo, se produjeron en febrero de 1947 y
enero de 1948.

3. Servicios municipales

En este sector se produjo un número significativo de conflictos, tanto en Buenos Aires


como en las capitales provinciales. Las huelgas más importantes del interior se
registraron en la provincia de Santa Fe. La primera, del 10 al 16 de setiembre de 1946,
fue en apoyo a la renuncia del intendente; esta huelga terminó con la intervención a la
municipalidad y al sindicato. Otro conflicto, entre 12 al 18 de agosto de 1947, se desató
por la demora en la implementación del escalafón, la demanda fue satisfecha dos
semanas después de concluida la huelga. Entre el 15 y el 26 de setiembre de 1947 hubo
otro movimiento en protesta por la demora en las negociaciones del nuevo contrato
colectivo; del 12 al 31 de octubre de 1940 se registró un nuevo conflicto en protesta por
la negligencia de la municipalidad para implementar el escalafón, el cual fue resuelto
después que el sindicato fuera intervenido. En Mendoza los trabajadores paralizaron su
labor entre el 25 al 30 de setiembre do 1945, en demanda de aumento salarial, el quo fue
satisfecho una vez que normalizaron sus actividades.

La huelga más importante de este sector se produjo en mayo de 1947 en Buenos Aires.

4. Sector Bancario

Los bancarios también tuvieron que recurrir a una violenta huelga en marzo de 1948,
dado que su sindicato fue incapaz de responder a las demandas del gran número de
empicados en este sector. La Asociación Bancaria, fundada en 1924 por militantes
socialistas, se esforzó por mantener una línea apolítica durante el gobierno peronista,
pero sus dirigentes fueron desplazados por un grupo de militantes que insistía en la
necesidad de mantener una estrecha cooperación con el régimen. Los bancarios gozaban
de sueldos relativamente altos y de buenas condiciones de trabajo antes del ascenso de
Perón al poder e insistieron en mantener estas prerrogativas en relación al resto del
movimiento obrero después de 1945. La nueva dirección que asumió el control de la
Asociación Bancaria en 1947, intentó responder a estas aspiraciones, pero insistía en
que la reforma del escalafón y los aumentos salariales debían lograrse mediante
negociaciones pacíficas con el gobierno. Sin embargo, como esta dirección fracasó
varias veces en sus intentos por obtener dichas concesiones, despertó el descontento
entre los bancarios. El 30 de marzo declararon una viólenla huelga que abarcó todo el
Gran Buenos Aires, encabezada por los dirigentes depuestos por los sindicalistas
peronistas.

***

El Estado jugó un rol importante en el procese de reformas sociales iniciadas en la


Argentina al final de la Segunda Guerra Mundial, porque redefinió los parámetros
legales que regulaban las relaciones entre empleados y empleadores. A fines de 1945
fue introducida la Ley de Asociaciones Profesionales, que garantizaba el derecho a las
negociaciones a todo sindicato que hubiese sido reconocido por la Secretaría de Trabajo
e, implícitamente, hacía obligatorias dichas negociaciones. También sancionó la ley
33.302, que protegía al trabajador de los despidos arbitrarios y garantizaba un salario
anual complementario, a la vez que respaldaba totalmente la legislación laboral previa a
1943, la que había sido ignorada por completo por los gobiernos anteriores.

Hasta aquí estamos de acuerdo en que el Estado fue el gran artífice del proceso de
reforma social, siempre y cuando la clase obrera limitase sus demandas, reconociendo
aquellos derechos sancionados por el Estado y confiando pasivamente en el gobierno
para la implementación de sus reivindicaciones. No obstante, el análisis de las huelgas
de 1946 a 1948 modifica sustancialmente esta interpretación del rol de los trabajadores
y demuestra claramente su participación activa en procura de asegurarse la
implementación completa de dichas reformas. No permanecieron de brazos cruzados
esperando que el Estado intercediese en su favor, sino que se lanzaron a una serie de
huelgas con el objeto de obligar a la patronal a aceptar las reformas introducidas por el
régimen. Más importante aún: tampoco limitaron su actividad a poner en vigencia la
legislación laboral existente, sino que trataron de expandirla y transformar su contenido
en varias áreas. Este rol creativo se hace más evidente en los convenios colectivos que
siguieron a los conflictos. Por un lado, los acuerdos obtenidos entre 1943 y 1945 eran
contratos elementales que aseguraban aumentos salariales limitados. Por otro, los
acuerdos de 1947 y 1948 eran en cambio documentos más amplios, que introducían una
elaborada definición del escalafón, que imponían un rígido control sobre las condiciones
de trabajo y que difundían la estructura sindical a nivel de empresa, con la creación de
las comisiones internas. Esta última innovación fue tal vez una de las reformas más
importantes establecidas durante este período y fortaleció enormemente el poder de las
organizaciones obreras. Mediante estos comités de delegados los sindicatos se
aseguraban la implementación plena de los acuerdos colectivos y de las leyes laborales
en cada empresa. Estos organismos proporcionaron además la conexión necesaria entre
una rápida expansión de los sindicatos y la masa trabajadora, estableciendo un
mecanismo a través del cual ésta podía canalizar sus preocupaciones inmediatas.
Las demandas de los trabajadores, expresadas durante las huelgas y en las
negociaciones subsiguientes, no se limitaron al aumento de salarios, sino que
comprendían también el reconocimiento del trabajador como productor y su
participación en los procesos de decisión a nivel de empresa. La alta incidencia de
demandas relacionadas con la clase obrera y la obstinada insistencia en que se
implementaran atestiguan claramente la existencia de una base obrera importante que
apoyaba al régimen peronista.

El movimiento obrero argentino ha sido criticado muchas veces porque la mayoría de


sus demandas se centraron casi exclusivamente en los intereses ocupacionales y nunca
en una tentativa de redefinir la estructura social general de acuerdo con lineamientos
socialistas. El limitado alcance de sus demandas entre 1946 y 1948 se ha interpretado
como testimonio de inmadurez ideológica de la clase obrera y sus luchas en este período
han sido consideradas como desviacionistas con respecto a la línea de acción correcta de
la clase. Esta interpretación crítica constituye una falacia porque sobreestima las
opciones políticas existentes para la clase obrera en la Argentina de aquel momento. A
pesar de la elevada movilización de los trabajadores durante los tres primeros años del
régimen peronista, éstos todavía no disponían de organizaciones consolidadas a nivel
nacional que pudiesen conducir un esfuerzo coherente y unificado con vistas a una
transformación de la sociedad. Tomando en cuenta la frágil organización del
movimiento obrero, lo que los trabajadores podían capitalizar mejor para su nuevo
poder político era concentrar sus esfuerzos a nivel de empresas e industrias. Además, la
experiencia histórica real ha demostrado que el desarrollo de un proyecto revolucionario
por parte de la clase obrera no es, en general, sólo el producto de una forma elemental
del conflicto de clase sino que, para su formulación, también es necesaria una oposición
concreta de la burguesía y la presencia de agitadores políticos que en la mayoría do los
casos se originan fuera del proletariado. Estas dos fuerzas catalizadoras se hallaban
ausentes del escenario político argentino en aquel momento.

Este tipo de crítica tiende también a disminuir el grado real de cambios que se
produjeron como consecuencia, por un lado, de los luchas independientes de los
trabajadores y por el otro, de los conflictos conducidos en colaboración con el Estado.
Estos cambios implicaban una sustancial redistribución económica y el reconocimiento
de derechos económicos y políticos de los trabajadores a través del establecimiento de
amplios acuerdos colectivos, el reconocimiento legal de los sindicatos y la consulta con
ellos sobre medidas de política general. Asimismo, estos cambios implicaron, de hecho,
un significativo re-ordenamiento de la estructura social global, al producirse la
integración social de la clase obrera argentina.

El presente estudio demuestra con claridad que son precisamente aquellos sectores más
identificados con la Secretaría de Trabajo durante el período 1943- 45, y que
inicialmente más se beneficiaron con la protección de dicho organismo, los que se
mostraron más insistentes en ver cumplidas sus demandas después de 1945. Si bien es
cierto que estas organizaciones apoyaron firmemente al régimen, por otra parte es tam-
bién cierto que presionaron en el sentido d« ver atendidos sus reclamos. Tampoco
visualizaron esta posición como internamente contradictoria, ya que en realidad fue el
régimen quien proporcionó el encuadre político básico que les ofreció la posibilidad de
articular sus necesidades. Es en aquel sector que encontramos una mayor incidencia de
huelgas entre 1946 y 1948; esto demuestra el elevado nivel de demandas no satisfechas
y es indicativo de que el centro de liderazgo c iniciativa ha pagado de sectores de
transportes y servicios a la fracción industrial del movimiento obrero.

A pesar de que en la mayoría de los casos los sindicatos peronistas contaron con el
apoyo inicial del gobierno, dicho apoyo no siempre estuvo garantizado, ya que el Estado
poseía recursos financieros y políticos limitados que restringían su capacidad de
resolver estos conflictos. Más aún, su capacidad estaba condicionada por su propio plan
de rápida industrialización del vais, que requería una centralización de las decisiones
económicas en manos del Estado. El régimen lanzaba inmediatamente una campaña de
propaganda cuyo objetivo era desacreditar a los dirigentes de la huelga y, hacia fines de
1947, esos ataques verbales se reforzaron con la frecuente intervención a los sindicatos
y declarando ilegales las huelgas a nivel de empresa. Esta política alcanzó su expresión
plena durante los dos años siguientes. Los movimientos huelguísticos eran identificados
por el régimen como formando parte de un complot comunista para sabotear la política
económica del gobierno, pero ello tuvo poca relación con los hechos reales y sólo fue
utilizado como táctica propagandística para marginar n los dirigentes obreros más
combativos. No debe olvidarse que los comunistas estaban bastante desacreditados
debido a sus actitudes conciliatorias con la política laboral desde 1939 hasta 1943 y
además —lo cual es más importante aún— por su participación en la Unión
Democrática, frente opositor al peronismo antes y durante las elecciones presidenciales
de febrero de 1946.

Se pueden señalar algunos factores que determinaron la brusca disminución de huelgas


después de 1948. La causa básica parece haber sido la satisfacción de las principales
demandas económicas y profesionales de la mayoría de los trabajadores. Sin embargo,
el aumento de los sindicatos y el desplazamiento de gran número de los dirigentes más
combativos, la mayor capacidad del Estado de reglamentar y resolver los conflictos
laborales, sumado a una mayor represión de las huelgas, son todos factores que sin duda
jugaron un papel importante en el sentido de evitar el desencadenamiento de éstas.

A fines de 1948 los dirigentes sindicales lograron extender las actividades gremiales
organizadas n la mayor parte del país y los sindicatos fueron reconocidos como
representantes legítimos de los trabajadores por los empleadores, cosa que facilitó sobre
todo la institucionalización de las relaciones entre los obreros y la patronal. Estos
cambios aumentaron sustancialmente la capacidad negociadora de los sindicatos,
además de facilitarles el ejercicio de un gran control sobre loa litigios regionales y
locales. La sustitución de algunos dirigentes combativos por otros que aceptaron la línea
oficial en la consolidación de los sindicatos también ayudó a disminuir la posibilidad de
conflictos de gran envergadura.
Otro factor que merece ser considerado es el desarrollo y consolidación de los
mecanismos mediadores del Estado. La Secretaría de Trabajo y Previsión Social no
estaba adecuadamente equipada para enfrentar las violentas demandas de los
trabajadores que se extendían a otros sectores de la economía después de 1946.

Apenas iniciado el año 1948 la Secretaría de Trabajo cambia, no sólo porque


institucionaliza sus funciones y eleva el nivel de capacitación de su personal, sino
fundamentalmente porque Eva Perón pasa a integrar sus cuadros y a actuar en la
solución de los conflictos laborales. Su participación se dio en parte como resultado de
las severas críticas que recibió la Secretaría de Trabajo durante la convención de
delegados de la CGT en 1947. Gracias a su influencia como esposa del presidente y a su
personalidad dinámica, fue capaz de coordinar el poder de algunos ministerios ligados a
la solución de conflictos laborales.

III

Los importantes conflictos obreros que se produjeron en los frigoríficos, en la industria


azucarera, en los gremios gráfico, ferroviario y bancario entre 1949 y 1951 han sido
interpretados hasta ahora como una lucha política entre una minoría de sindicatos
“concientizados” que se debatían por mantener su independencia y un Estado cada vez
más autoritario. Sin embargo, estas luchas también pueden considerarse los primeros
síntomas de ruptura de la alianza que se había gestado en 1946 entre el movimiento
obrero y el Estado.

El elevado grado de movilización de los trabajadores durante los primeros tres años y
medio fue propicio para que grandes sectores de la clase obrera obtuvieran importantes
concesiones, que redujeron muchas de las desigualdades existentes. Con todo, en
algunos casos, la homogeneización del salario y de las condiciones de trabajo fueron
artificiales, es decir que se trataba más bien de una respuesta al poder político de los
trabajadores que a la capacidad económica de las industrias.

La política laboral del Estado después de 1948 estuvo imbuida por la determinación
oficial de establecer un control sobre las demandas formuladas por el movimiento
obrero, con vistas a acelerar la producción industrial del país. El régimen ganó una base
de apoyo formada por la gran mayoría de los trabajadores y creía que la amplia
implementación de reformas durante los tres primeros años era más que suficiente para
permitir un esfuerzo colectivo en pro del aumento de la producción. En 1949 el
gobierno 110 deseaba ya tolerar el desborde de los conflictos obreros,
independientemente de sus orígenes o causas, y disponía ahora del poder suficiente para
imponer su nueva política.

Los dos sectores que debieron soportar el impacto de este ataque fueron los obreros de
la industria azucarera y de los frigoríficos.

1. Industria azucarera
Las dificultades económicas por las que pasó la industria azucarera, exacerbadas por
una serie de magras cosechas, llegó a su culminación en 1949 y desembocó en dos
prolongadas huelgas, con la concomitante destrucción de la FOTIA como organización
combativa.

a) Huelga del 10 al 24 de marzo de 1949

b) Huelga del 14 de octubre al 28 de noviembre de 1949

2. Frigoríficos

Aquí el panorama era parecido. Los frigoríficos privados, ante la disminución de las
exportaciones y el alza de los impuestos, iniciaron a principios de 1949 una campaña de
presión contra el gobierno para abolir todos los derechos de los sindicatos relacionados
con la dirección de la industria. Ellos argumentaban que una medida de esa índole era
esencial para posibilitar una disminución de personal y eliminar las áreas de conflicto de
autoridad, pues éstas habían sido fuente de numerosas paralizaciones del trabajo a nivel
de empresa. El gobierno aceptó el punto de vista patronal y publicó en setiembre de
1949 una resolución que apoyaba sus demandas.

Casi en seguida los frigoríficos pusieron en práctica esta resolución, acelerando el


despido de trabajadores que se había iniciado el año anterior y que en setiembre de
1949 alcanzaba a 2.000 personas. La Federación Gremial de Trabajadores de la
Industria de la Carne dirigió un movimiento general de paros desde el 19 de octubre al
14 de noviembre, que terminó con la amenaza de una intervención y la promesa del
gobierno de reconsiderar los términos de la resolución de setiembre. La solución de
compromiso disminuyó sustancialmente el poder de los sindicatos de participar en la
dirección de la empresa y el gobierno ordenó que los futuros planes de despidos
masivos fuesen sometidos primero a la consideración del Ministerio de Trabajo. Sin
embarco, el ministro se negó a tomar cualquier medida para remediar los despidos
producidos antes del 14 de noviembre.

La confrontación decisiva tuvo lugar poco después de que cerrara el frigorífico más
importante, causando el despido de otros 3.000 trabajadores. Ante el progresivo
deterioro de sus conquistas, el sindicato volvió a su actitud anterior y declaró una huelga
general el 5 de mayo de 1950. Sin embargo, una vez que el gobierno dictaminó que la
huelga era ilegal, que varios dirigentes sindícales fueron encarcelados y que asumió se
la experiencia de los cañeros y gráficos, los obreros de la carne normalizaron sus
actividades el 12 de mayo. Poco después el sindicato fue intervenido y colocado bajo la
égida de un grupo rival, que consintió la gradual liquidación de los restantes derechos
políticos a nivel de empresa.

***
El segundo conjunto de huelgas que se produjeron en este lapso de dos años puede
también ser considerado como una faceta adicional de la crisis parcial de la alianza
nacional-populista, pese a que estas huelgas fueron lideradas por personas
ideológicamente contrarias al régimen. Los ferroviarios, ban- carios y gráficos, cabeza
de lo que podría considerarse como aristocracia de la clase obrera antes de la llegada de
Perón al poder, consiguieron salarios y condiciones de trabajo superiores a la gran
mayoría de los trabajadores, si bien no lograron mantener estas ventajas bajo el régimen
peronista. Una de las causas de esta declinación fue la aparición, después de 1947, de un
grupo sumiso de dirigentes, que consideraba más importante el mantenimiento del
beneplácito oficial que la satisfacción de las demandas de buena parte de la masa.

La falta de eco a las demandas de la masa obligó a los trabajadores a recurrir a violentas
huelgas y paros antes de 1950; los bancarios realizaron una huelga no autorizada en
1948 y los ferroviarios organizaron paros periódicos entre 1946 y 1949 sin el apoyo de
las autoridades sindícales. En 1950 no sólo no habían logrado mantener sus ventajas
socioeconómicas con relación al resto de la clase obrera, sino que junto con otros
sectores fueron colocados por debajo de ciertos grupos como los metalúrgicos, los
trabajadores del sector energía y de la construcción. La apelación a huelgas violentas
debe visualizarse como una última tentativa de impedir un rápido deterioro de la situa-
ción: su derrota sellaba definitivamente la pérdida de su posición a la cabeza del
movimiento obrero.

3. La huelga de los ferroviarios

La extensa e intensa huelga de los ferroviarios se originó, en una demanda de aumentos


salariales, pero no sólo se debió a este objetivo o a la oposición ideológica de los
dirigentes ad hoc, sino también a la pésima gestión del gobierno y de las autoridades
oficiales de la Unión Ferroviaria. El Estado se hizo cargo de una fuerte carga financiera
cuando adquirió el sistema nacional de ferrocarriles en 1947, porque se encontró con un
sistema ferroviario obsoleto, tecnológicamente superado y en lamentable estado de
conservación. Frente a la necesidad de modernizar este servicio, el Estado no podía
seguir manteniendo los salarios de este sector en pie de igualdad con aquellos en rápida
expansión, en el ámbito industrial. La historia de las negociaciones salariales entre 1947
y 1950 presenta constantes tácticas dilatorias por parte del Estado.

IV

La inflación galopante de fines de 1951 y comienzos de 1952 redujo drásticamente los


salarios reales de los trabajadores. Sin embargo, el régimen tenía todavía capacidad
suficiente para postergar estallidos en el campo laboral, ya que había consolidado su
control sobre el movimiento obrero y también porque adoptó en marzo de 1952 una
serie de medidas que mitigaron en parte las pérdidas sufridas por los trabajadores. Esta
nueva situación de austeridad no estaba exenta de tensiones, precisamente porque el
gobierno seguía dependiendo del apoyo de la clase trabajadora. Este alto grado de
tensión se ve claramente en la reacción hipersensible del gobierno y de la CGT (ahora
subordinada al Estado en su totalidad) a una convocatoria de la Federación de
Trabajadores de Luz y Fuerza para un congreso sobre el costo de la vida en marzo de
1953. El objetivo de este encuentro era el de permitir al movimiento obrero la
elaboración de un proyecto propio tendiente a combatir la recurrente inflación que
amenazaba repetir el ciclo de 1951. El gobierno sintió que este propósito era muy
peligroso, porque coincidía con los renovados esfuerzos de los partidos de oposición
que querían formar un frente único. La Comisión Directiva de la CGT inmediatamente
tildó esta tentativa de los trabajadores de ser parte de un complot comunista.

El 8 de abril Perón denunció públicamente el propósito de los trabajadores como


formando parte de un complot para desacreditar al gobierno.

Sin embargo, el análisis del misino Perón con respecto a la situación parece haber sido
cuestión de táctica política, porque pocos días antes había admitido públicamente la
legitimidad del descontento de los trabajadores.

El régimen estaba capacitado para mantener el control sobre el movimiento obrero


durante los tres primeros años de la década del 50, pero la presión de los trabajadores
para resarcirse de sus pérdidas económicas cuando la economía comenzó a recuperarse
en 1954 también fue fuerte. Prueba de ello es el resurgimiento de conflictos laborales
entre abril y julio, centrados en la renovación de los convenios colectivos. La
importancia de este movimiento ha sido subestimada en general, debido a sus
características particulares, esto es, debido a la sincronía y generalización de huelgas de
brazos caídos.

La forma de protesta más común durante el período fue el trabajo a reglamento.

A comienzos de marzo de 1954 el gobierno percibió el descontento de la masa


trabajadora así como también una obstinada oposición anti oficial de los empleadores y
propuso un acuerdo salarial favorable a los obreros. En forma cautelosa se marginó de
la participación directa en las negociaciones salariales, permitiendo la libre expresión de
las fuerzas opuestas.

No sólo se abstuvo el gobierno de imponer un aumento general de salarios sino que


oficialmente hizo la vista gorda a los conflictos laborales que siguieron.

Un nuevo estallido de conflictos marca claramente el comienzo del desmoronamiento


total de la alianza establecido en 1946. Si bien los que se produjeron entre 1949 y 1951
eran indicativos de crisis sectorialmente limitadas que podían ser resueltas mediante
subsidios estatales, esta nueva avalancha de conflictos apuntaba a una extensión de la
crisis a todo el parque industrial. Sin embargo, no se puede dramatizar demasiado el
significado de Lis luchas obreras que tuvieron lugar en 1954. No significaron una
ruptura definitiva entre el régimen y el movimiento obrero, porque la mayoría de los
trabajadores acudía a canales muy moderados para demostrar su insatisfacción y no
dirigía su protesta contra el gobierno. Además, como lo demostraron las elecciones de
diputados de 1954, la clase obrera argentina afirmó en ellas que no creía en otra
alternativa política distinta del peronismo.
Gran parte de los investigadores están de acuerdo en que hubo una elevada
burocratización de los sindicatos después de 1949 y que éstos se transformaron en
vehículos de movilización política de los trabajadores en apoyo al régimen. Se
considera a los dirigentes obreros como meros funcionarios del gobierno enteramente
libres de responsabilidad frente a la masa. Los conflictos que se produjeron en 1954
parecerían indicar la necesidad de modificar tal caracterización. En la mayoría de los
casas las medidas adoptadas por los trabajadores para obtener sus reivindicaciones
incluía la huelga, decisión que no se tomaba al margen de los sindicatos, pero que era
oficialmente aceptada por los dirigentes de las organizaciones nacionales. Aunque es
cierto que los dirigentes obreros eran plenamente conscientes de que no permanecerían
en sus posiciones sin el consentimiento del régimen, tenían también la certera de no
poder sobrevivir en sus respectivos sindicatos sin un mínimo de consenso de la masa.
Una prueba más de la relativa burocratización de estas instituciones es el resurgimiento
de la participación en las asambleas de los sindicatos después do 1952.

Conclusiones

En su reciente reevaluación del rol de la clase obrera en el surgimiento del peronismo,


Gino Germani sostiene que la mayoría de los beneficios obtenidos por los trabajadores
con Perón se lograron entre 1944 y 1945, ofreciendo como única prueba el hecho de que
un enorme número de acuerdos colectivos fueron firmados durante esos dos años. Dado
que estas concesiones se obtuvieron cuando la mayoría de los trabajadores no estaban
organizados y el número de huelgas fue el más bajo desde 1907, Germani argumenta
que las conclusiones sobre la clase obrera sólo podrían ser las siguientes: "Los
sindicatos peronistas, o bien los que colaboraban (con el gobierno), sólo fueron instru-
mentos de este proceso y proporcionaron el marco administrativo y legal para los
convenios colectivos" Luego el autor extiende esta descripción acerca de la función de
los sindicatos a toda la década que siguió a la elección de Perón como presidente y
adelanta una vez más la interpretación tradicional de que los sindicatos peronistas sólo
eran dóciles instrumentos creados y manipulados por el Estado.

Para arribar a esta conclusión, Germani sobreestima la extensión de los beneficios


obtenidos durante 1944-1945. En realidad, las concesiones más importantes, tanto
económicas como profesionales, las obtuvieron precisamente aquellos sectores que ya
estaban organizados, corno por ejemplo los ferroviarios, portuarios, bancarios,
empicados de comercio y gráficos. Por otra parte, los sectores no organizados se
beneficiaron con acuerdos colectivos que incluían sólo un número limitado de
trabajadores y los beneficios más elementales, concediendo en la mayoría de los casos
algunos aumentos salariales. Estas eran conquistas bastante magras y se asemejan poco
a los acuerdos firmados después de 1945.

Los acuerdos firmados después de la elección de Perón como presidente representan una
de las más importantes conquistas del período peronista y beneficiaron a la totalidad de
la mano de obra urbana. Eran documentos extensos que reglamentaban rigurosamente
las condiciones de trabajo e incluían otros temas como evaluación de tareas, seguro de
vida y oirás medidas de bienestar social, al mismo tiempo que aseguraban al sindicato
un papel importante a nivel de empresa. Estos acuerdos también representaron aumentos
significativos de salarios durante los primeros cuatro años del régimen, además de que,
como hemos tratado de demostrarlo en el presente trabajo son justamente dichas
conquistas, en proporciones significativas, producto de los conflictos laborales
ocurridos entre 1946 y 1948, en los cuales participaron activamente grandes
contingentes de la clase obrera. Si bien se podría cuestionar que estas huelgas no
presentan el minino grado de heroísmo que las del comienzo del movimiento obrero
argentino, cabe destacar que exigieron un elevado grado de coraje entre los trabajadores
implicados. En síntesis: estas luchas no constituyeron meros símbolos de protesta cuya
victoria ya estaba asegurada de antemano.

Además, la caracterización de los sindicatos como simples organismos administrativos


operacionalizadores de beneficios otorgados por el Estado, puede refutarse igualmente
mediante un estudio de las huelgas. Se comprueba así que los sindicatos estaban en la
línea del frente de lucha para concretar, a nivel de empresas, aquellos beneficios que el
Estado planteara como posibilidades en los dos años anteriores. El papel crucial
desempeñado por las organizaciones obreras queda a la vista por el hecho de que las
mayores huelgas fueron declaradas y conducidas por los dirigentes sindicales. En la
mayoría de los casos, no había actores marginales a la cabeza de estas organizaciones
con los cuales el Estado podía concluir acuerdos simplemente para seguir adelante y
limitar las genuinas aspiraciones de los trabajadores, sino que en realidad ellas desem-
peñaron un rol clave haciéndose cargo de aquellas demandas y uniendo a los
trabajadores en un frente único.

Esta conclusión se relaciona también con el hecho de que precisamente durante este
período les sindicatos estaban más capacitados para organizar a la mayoría de los
trabajadores y de que las asambleas sindicales alcanzaron su más alto nivel. Estas
pruebas hacen imposible que se cuestione la legitimidad de los dirigentes sindicales de
1946-1943 o incluso la legitimidad de los sindicatos como intermediarios
fundamentales entre la masa trabajadora y el régimen, en defensa de sus intereses
profesionales y económicos.

Después de 1950, es donde encontramos más acertada la descripción de Germani sobre


la acción de los sindicatos como instituciones administrativas. Este cambio del rol de
los sindicatos fue resultado, en parte, de la combatividad de estas organizaciones
durante los tres primeros años del régimen, que permitió al gobierno neutralizar a los
dirigentes más agresivos después de haber satisfecho las demandas obreras. La
expansión exitosa de estas instituciones, convertidas en enormes y prósperas
organizaciones, se debe en parte también a la-militancia anterior, pero limitó las
aspiraciones de los dirigentes obreros de desafiar al régimen, ya que esto podía
desembocar en la destrucción de los sindicatos.

La legitimidad de los sindicatos como verdaderos exponentes de los intereses


profesionales y económicos de los trabajadores sobrevivió al período de severo control
del gobierno aunque, a veces, con ciertas alteraciones. Vimos que cuando los
trabajadores entreveían la oportunidad de resarcirse de sus pérdidas económicas
renovaban su participación en las asambleas sindicales. Vimos también que recurrían a
los sindicatos porque los consideraban los canales más aptos para sus reivindicaciones.
Recordemos que la mayoría de los conflictos registrados en 1954 fueron encabezados
por las organizaciones obreras. Sin embargo, hay que admitir que al final los
trabajadores se enfrentaron con sus organizaciones, que perdieron el espíritu combativo
que caracterizó al período anterior. No obstante, también se debe admitir que de todas
las organizaciones creadas entre 1946 y 1955 las únicas que lograron mantener su
legitimidad durante dicho período fueron los sindicatos y fueron también las únicas
organizaciones que sobrevivieron n la derrota del régimen peronista.

Siguiendo el planteo propuesto por Schiavi, A partir de 1952 el gobierno peronista


replantea su política económica, ya que buscaba solucionar la crisis desatada desde
1940. Junto con medidas favorables al sector agropecuario y normas más laxas para el
ingreso y egreso de capitales del exterior, el gobierno dio forma a una campaña en pos
de racionalizar la actividad industrial cuyo objetivo central era alcanzar mayores niveles
de productividad.
El eje central del problema giraba en torno a las relaciones de fuerza existentes en los
lugares de trabajo. Allí las comisiones internas y los cuerpos de delegados fabriles
poseían un relativo control sobre gran cantidad de decisiones relacionadas con la
producción. Para modificar ese status quo en los lugares de trabajo el gobierno debía
disciplinar a su principal base de sustentación política: el movimiento obrero. Al fin y al
cabo, este cambio de rumbo socavaba uno de los pilares donde se asentaba la relación
entre el gobierno y la clase obrera: el bienestar social. Y, por sobre todo, estos cambios
apuntaban a cuestionar los elementos centrales que componían la alianza
gubernamental.
A partir de esta problemática, en este texto nos proponemos analizar un momento de lo
que consideramos una resistencia obrera a la reconversión económica del segundo
gobierno peronista; especialmente a los planes en pos de alcanzar una mayor
productividad en los lugares de trabajo: la ola huelguística de 1954; enfatizando en la
huelga metalúrgica.

Clase obrera y gobierno peronista: viejo nuevo debate


I
El objetivo de la autora es el de reposicionar la discusión acerca de la conflictividad
obrera durante 1946-1955, dentro del campo historiográfico buscando superar el fetiche
de los orígenes, cuestión preponderante en los estudios que tratan la relación entre el
gobierno peronista y la clase obrera. Además, la autora pretende profundizar el análisis
de dos cuestiones centrales: la burocratización sindical peronista y las condiciones de
trabajo vigentes en esos años.

II
Existe en la literatura sobre el tema cierto consenso sobre el papel relevante del
movimiento obrero durante los primeros dos gobiernos peronistas. Donde se ha
presentado un debate importante ha sido en las valoraciones diferentes que se le dieron a
esta relación entre trabajadores y gobierno, sobre todo en los primeros años de la misma
(1943-1946). En lo referente a esta discusión se han desarrollado en los estudios
sociales distintas miradas a partir del binomio ruptura-continuidad en el movimiento
obrero. Entre aquellos que resaltan las discontinuidades, los análisis más influyentes han
sido los efectuados por el sociólogo italiano Gino Germani. La tesis central de sus
investigaciones sostiene la falta de autonomía de los trabajadores en su relación con el
gobierno peronista, ausencia que tiene su base de sustentación en los orígenes mismos
del vínculo.
Juan Carlos Pontantiero y Miguel Murmis, por su parte, son los mayores exponentes de
la vertiente que valoriza las continuidades frente a las rupturas. Estos aseveraron, en
oposición al intelectual italiano, que no había una división interna dentro de la clase
obrera, sino que el proceso de acumulación sin distribución de los años treinta la había
homogeneizado. Además en el surgimiento del peronismo había habido una intensa
participación de organizaciones y dirigentes del sector de obreros viejos lo que
reafirmaba la continuidad del proceso, una continuidad programática. De esto se
desprendía la negación de la caracterización germaniana de la participación obrera
pasiva y heterónoma.
Nuestra mirada se entronca con esta segunda línea interpretativa aunque no
compartimos la afirmación de que la autonomía obrera se disuelve luego del fracaso de
la experiencia del Partido Laborista y de la salida de Luis Gay de la Confederación
General del Trabajo (CGT). En este punto nuestro planteo es semejante al que realiza
Louise Doyon: luego de estos hechos los trabajadores, más allá de su identificación
política, continuaron manteniendo autonomía relativa que se expresaba en las
comisiones internas y en los cuerpos de delegados, formas organizacionales que fueron
protagonistas de los tres picos de conflictividad ocurridos en esta etapa: 1946-1947,
1949-1951 y 1954.
También compartimos con L. Doyon la afirmación de que la relación de estas
organizaciones de base con sus dirigentes fue tensa a lo largo de este período. Frente a
las reivindicaciones de los trabajadores en sus puestos de trabajo, la dirigencia de los
distintos sindicatos y de la CGT debieron mantener posiciones ambivalentes. Estas eran
conscientes de que dependían de decisiones gubernamentales para continuar en sus
posiciones pero también sabían que no podían no tener consenso en las bases.

III
Es en relación a estos últimos puntos que intentamos repensar las tan firmes
aseveraciones realizadas por ciertos autores en relación a la existencia de una cerrada
burocratización en los últimos años peronistas. Los hechos de 1954 muestran un estado
de efervescencia sindical que no se condice con esa afirmación. Valentín Golzman,
miembro del Comité de Huelga Metalúrgica de 1954en una entrevista comentó que
existía a nivel de comisiones internas bastante libertad de activación tanto dentro como
fuera de las fábricas; una comisión interna metalúrgica podía visitar en el horario
laboral a otras comisiones en pos de coordinar medidas de fuerza sin autorización y sin
notificar a la seccional Capital de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
No buscamos aquí negar la impronta verticalista y burocratizada del sindicalismo
peronista. Simplemente nos planteamos en este punto observar cual era la situación en
los lugares de trabajo y que rol jugaba la organización sindical allí.
En lo que respecta a las condiciones de trabajo dentro de los establecimientos laborales,
nuestra hipótesis tentativa es que fue allí donde se dio una de las transformaciones más
relevantes y perdurables de los gobiernos peronistas (1946-1955), donde los
trabajadores alcanzaron un poder y una libertad hasta entonces desconocidos y contra
los cuales insistentemente los industriales lucharon, tanto antes como después de
1955.Libertad y poder que se buscó defender en 1954 y que fue uno de los puntos
centrales de los conflictos obreros del período.

1954: Convenios colectivos y productividad

Luego del congelamiento de sueldos estipulado en 1952, la apertura de las


negociaciones dos años después se avizoraba como conflictiva. Más aun teniendo en
cuenta que, luego de meses de crisis, la situación económica mostraba mejorías
importantes, lo que redundaba en una mejor posición negociadora de los trabajadores.
Lo cierto es que a raíz de las discusiones por la renovación de los convenios colectivos,
que debían firmarse a fines de febrero de 1954, se desarrollaron durante el primer
semestre del año distintos conflictos a lo largo de todo el abanico industrial urbano.
La posición patronal buscaba atar los aumentos salariales a la productividad obrera y,
como ya lo adelantamos, para lograr un incremento de esta última, transformar las
relaciones de poder y los ritmos de trabajo en cada fábrica o establecimiento. Esto hacía
que cualquier reclamo salarial se relacionara directamente con la discusión acerca de las
condiciones laborales.
Los trabajadores se negaron a renunciar a los derechos ganados a lo largo de casi una
década incluso a sabiendas de la crisis por la que atravesaba el gobierno. En este sentido
es importante considerar que para 1954 la relación del gobierno peronista con distintos
actores sociales se encontraba en una situación muy problemática. Sus apoyos se habían
ido reduciendo con el correr de los años.
En este contexto las reivindicaciones que los trabajadores buscaron imponer en 1954
fueron básicamente dos: vigencia de las condiciones de trabajo precedentes y aumento
sustancial de los salarios. Ambas contradecían los intereses empresariales y del
gobierno. Allí residió el nudo del problema en 1954.
La huelga metalúrgica no fue un hecho aislado. Formó parte de un movimiento más
amplio de huelgas y enfrentamientos obreros.
Nuestras hipótesis en relación a la huelga metalúrgica en particular son las siguientes:
La huelga se realizó en demanda de aumentos salariales y en defensa de las condiciones
de trabajo vigentes: a partir de la posición patronal y gubernamental de atar uno a otra
(implementación de salarios por rendimiento) era imposible que las demandas obreras
no incluyeran la defensa de las condiciones de trabajo.
El carácter de la huelga fue tanto económico como político: es en este caso imposible
separar un factor de otro pues la imposición de las reivindicaciones de naturaleza
económica necesariamente ponía en jaque la política del gobierno.
El resultado de la huelga no fue negativo para los trabajadores; aunque el aumento
conseguido alcanzó sólo el 50% de lo solicitado inicialmente se impidió que la
burguesía industrial impusiera en el convenio cláusulas que posibilitaran el incremento
de la productividad en los lugares de trabajo.
La presión de las bases obreras organizadas en comisiones internas y cuerpos de
delegados fue la que motorizó la lucha.
La dirigencia de la UOM, a partir de la presión de los trabajadores, acompañó el
proceso brindando un apoyo relativo.
El papel de los militantes comunistas fue importante durante el conflicto aunque no
llegaron a liderarlo; la huelga fue realizada por los trabajadores identificados con el
peronismo.

La huelga metalúrgica de 1954


I
La posición de Perón, en un comienzo, en relación a la firma de los convenios por
primera vez desde que era presidente fue de prescindencia. La misma ya había sido
adelantada en noviembre de 1953. Sin embargo esta prescindencia del gobierno dejaba
entrever sus intenciones de atar los futuros aumentos salariales a la productividad.
Los obreros de la industria metalúrgica protagonizaron hasta abril algunos conflictos
aislados. Para mediados de ese mes los pedidos de aumento salarial ya eran
acompañados por medidas de fuerza. En Caige y Camea se trabajaba a desgano. En
Merlini ocurrían paros parciales progresivos comenzados el 10 de abril con diez
minutos de detención de actividades. Estas medidas de fuerza se fueron acentuando en
la ciudad de Buenos Aires a partir del congreso de delegados del 22 de abril. Allí los
delegados que hablaron plantearon la necesidad de emplazar a que en 48 horas la
patronal aceptara su propuesta, en caso contrario se iría al paro.Mientras tanto, y ante la
evidencia de las dificultades en que se encontraba la firma de los acuerdos, desde el
gobierno se iba relativizando la posición inicial. El 22 de marzo de 1954 Perón habló a
los dirigentes de la CGT y de la CGE.
Aunque seguía atando el aumento salarial al de la productividad se observa aquí un
reconocimiento de la necesidad de una mejora en los ingresos obreros. La propuesta del
gobierno era alcanzar un salario de 900 pesos para los sumergidos y un aumento elástico
medio del 20% para los emergidos.
Durante los últimos días de abril continuaron las jornadas de trabajo a desgano en las
empresas metalúrgicas de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores
Esto se fue desarrollando hasta convertirse para la primera semana de mayo en lo que
Nueva Palabra denominó un “movimiento arrollador” con paros parciales y progresivos
en toda la industria sin excepción. Estas medidas eran nacionales y respondían a
directivas de la UOM central.
La situación era preocupante para el gobierno. Por eso ese día estuvieron reunidos
durante cuatro horas en el despacho presidencial Juan Perón, su equipo económico y
representantes de la CGT y la Confederación General Económica (CGE) con el objetivo
de acelerar la firma de los convenios. Un día después se efectuó otra reunión, según
señaló “Nuestra Palabra”. En ella el secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich se
reunió con algunos dirigentes gremiales en la CGT y les transmitió la orden de
normalizar las labores levantando los paros y el trabajo a desgano.
La primera oleada de paros que se intentaba frenar a mediados de mayo y que tanto
había preocupado al secretario general de la CGT era esperable que continuara
desarrollándose en los días siguientes. La tregua gremial que había impuesto el gobierno
peronista junto con la central obrera no podía durar. Las reivindicaciones de las bases
obreras en defensa del salario y de las condiciones de trabajo no habían sido cumplidas;
ni siquiera se les había ofrecido un “placebo”.

II
El 12 de mayo 2000 delegados de empresas metalúrgicas de la Capital Federal habían
sido convocados al sindicato donde se les informó de la orden trasmitida por Vuletich.
En un comienzo se los atendió de a grupos pero la determinación de los delegados llevó
a que se efectuara una asamblea en la calle. En esta se solicitó que se llame a una
reunión mayor para los próximos días con el fin de discutir los pasos a seguir.
Ignorando las órdenes recibidas y ya sin el apoyo de la UOM nacional durante el mismo
miércoles y jueves se realizaron asambleas en las distintas fábricas.La presión de las
bases parecía llevar indefectiblemente a la huelga.
Al congreso de delegados de la seccional porteña de la UOM realizado en la calle
Castro Barros 75 asistieron más de 3000 delegados que proclamaron la huelga.La
ejecución de esta resolución quedó en manos del consejo directivo que se reuniría el 20.
Una vez reunidos los representantes de cada seccional, el jueves 20 el consejo directivo
resolvió ir a la huelga general la cual comenzó el viernes 21 a las 12 horas en todo el
país. Las presiones ejercidas por las empresas, que habían amenazado con despidos y
con no pagar las jornadas de trabajo a desgano y paro; por los dirigentes sindicales,
quienes “sugerían” y amenazaban a los delegados; por la policía y los funcionarios del
Ministerio de Trabajo, que recorrían las empresas, no habían logrado frenar lo que se
presentaba como inexorable.
Entretanto la huelga metalúrgica se extendía pese al silencio periodístico. La prensa
comunista comentaba acerca de los constantes piquetes de huelguistas en las puertas de
las fábricas y talleres quienes se turnaban día y noche. También aseguraba que los
dirigentes sindicales jugaban al fracaso de la misma para “convertirla en una
experiencia de derrota y desilusión”. Por eso no realizaban asambleas de huelga ni
comités de solidaridad. Además el nivel de violencia comenzaba a incrementarse.
Finalmente el 2 de junio, luego de más de diez días de huelga metalúrgica, los diarios
informaron que se había firmado el nuevo convenio que beneficiaba a 165.000
trabajadores.. Iniciadas las tratativas el lunes, finalmente el martes 1° de junio se había
cerrado el acuerdo con la presencia de Alejandro Giavarini ( Ministro de Trabajo),
funcionarios de la CGT y CGE y representantes de la UOM y de la Cámara Gremial e
Industrial Metalúrgica. La UOM daba por terminado un paro que no había surgido
desde la dirigencia. Ésta se había tenido que sumar pues era un proceso que amenazaba
con superarla.
Un primer e importantísimo punto a resaltar es que el convenio se circunscribe casi por
completo a la cuestión salarial. No hay alusión directa alguna a métodos de incremento
de la productividad y ni a la modificación de los ritmos de trabajo. Hay apenas
comentarios indirectos (artículos 4 y 10) y una mención para las posibles sanciones
patronales. Luego todo es notificación y delimitación salarial. Las condiciones de las
comisiones internas y sus normativas continuarían rigiéndose por el estatuto gremial y
lo acordado tres años antes.
Basado en lo previamente analizado en lo referido a los reclamos empresarios, podemos
suponer que sería muy difícil para la patronal metalúrgica imponer un alza de la
productividad a partir del nuevo convenio. En este sentido la firma del mismo fue un
éxito parcial para los trabajadores y un fracaso para la política económica de la patronal
y propuesta por el gobierno pues hacía inviable cualquier imposición de nuevas
reglamentaciones de producción.
Sin embargo, pese a no inmiscuirse en las condiciones de trabajo, el acuerdo no era
tampoco satisfactorio para los trabajadores. El aumento salarial no cubría las
expectativas obreras. Una vez conocida la firma del mismo las fracturas que se venían
observando dentro del gremio se profundizaron.

III
En Tucumán se regresó a trabajar el mismo 2 de junio. En Rosario, después de alginas
idas y vueltas, también se volvió a la actividad sin problemas. En Buenos Aires el
camino a la normalización no sería fácil.
El mismo día en que se había firmado el convenio metalúrgico se había convocado a un
congreso de delegados en Buenos Aires en el que se esperaba resolver el tema. Al
rechazar este congreso el convenio y resolver la continuidad de la huelga los dirigentes
habían decidido pasar la reunión a cuarto intermedio hasta el día siguiente en donde
tampoco tuvieron éxito pese al intento de violentar a los delegados.
El viernes 4 de junio una masiva presencia de obreros que buscaban transformar la
reunión en asamblea general complicó los planes iniciales que consistían en una rápida
aprobación de lo ya firmado. El resultado fue un enfrentamiento entre sectores dentro y
fuera del local donde se desarrollaba la reunión. Allí, además, se decidió la continuación
de las medidas de lucha, convocar a una asamblea general para el sábado 5 por la
mañana en las puertas del sindicato y designar una comisión. La huelga continuaba
ahora sin la dirigencia de la UOM.
Dividido el gremio, la dirigencia oficial había determinado la vuelta al trabajo para el
lunes 7. El comité, elegido finalmente en la asamblea del día 5, se había propuesto
impedirlo.
Ese mismo lunes el comité de huelga central de los trabajadores metalúrgicos hizo
pública una carta abierta.
A lo largo de la carta, mientras se describen los hechos sucedidos hasta el sábado 5 de
junio, se van dibujando claramente dos enemigos de la huelga y del gremio: la patronal
y los dirigentes de la UOM. Estos últimos eran acusados de ser los responsables de la
balacera del viernes 4 realizada con armas proporcionadas por las grandes empresas.
Quién es mencionado exclusivamente en una ocasión es el gobierno peronista. Sólo se
comenta que su silencio junto con la complicidad de la UOM y la CGT fortalecían la
intransigencia patronal.
Dos posibles razones hay para esta postura de no colocarse en la vereda opuesta al
gobierno. Una puede ser que los potenciales lectores de este texto fuesen receptivos a
los ataques a la dirigencia pero no así aún a aquellos dirigidos a Perón y su gobierno. La
segunda es que, más allá del peso comunista, el comité de huelga tuviese una cantidad
importante, posiblemente mayoritaria, de obreros peronistas lo que impediría que se
pronunciasen en su contra.
Nótese que, al igual que en los sucesos posteriores a la reunión de la Federación de Box,
la movilización hacia la Plaza de Mayo y el deseo de comunicarse con Perón permite
hipotetizar la presencia de obreros peronistas entre aquellos que continuaban con la
huelga más allá de lo decidido por la cúpula sindical. Perón continuaba siendo un
interlocutor válido, aquel al que había que mostrarle directamente la injusticia que se
estaba perpetrando a su espalda. El modus operandi era entablar una comunicación
directa que rompiera el cerco impuesto entre el líder y el pueblo.
Para ese mismo martes estaba programada una nueva asamblea. A diferencia de la
realizada el día anterior donde había habido cierta permisividad policial, la represión en
esta fue más fuerte. En los medios ya no se habló de un conflicto interno a la UOM. Se
pasó a resaltar la línea de un complot comunista mientras se comenzaban a producir las
detenciones. A los estudiantes miembros del centro de estudiantes de ingeniería “La
Línea Recta” y de la FUBA detenidos la noche anterior por unirse a la manifestación en
la Plaza de Mayo se comenzaron a sumar otros detenidos.
La presencia policial no sólo se hizo sentir en las calles y manifestaciones.. Las fábricas
se encontraban bajo garantía policial lo cual golpeó fuertemente a la huelga.
Lo sucedido en la primera semana de junio de 1954 en la UOM es una muestra de que
las bases no habían acatado el final de huelga, una huelga que había sido impuesta
nuevamente por ellas. Sólo gracias a una muy fuerte represión pudo el gobierno frenar
un movimiento que había sobrepasado a la dirigencia sindical Este desenlace no sería
gratuito para estos últimos.

IV
La campaña mediática consistía en describir este movimiento huelguístico únicamente
como comunista. Se buscaba llamar la atención incluso a aquellos trabajadores
peronistas que continuaban con la medida pues era necesario que tomaran conciencia de
que estaban siendo utilizados para maquiavélicas instrucciones que los comunistas
habían planeado con anterioridad.
En paralelo a esto, una vez iniciada la represión, la huelga metalúrgica había perdido
fuerza rápidamente.
La infiltración era la responsable de los hechos producidos en los últimos días. Sin
embargo resulta importante reconocer que la preponderancia de los infiltrados según el
discurso oficial va unida a fallas en la dirigencia y que es precisamente allí donde se
busca atacar. Si la dirigencia cumpliera correctamente con sus objetivos no habría
posibilidad de intromisión de elementos extraños, la fisura interna, la duda, era el error
por donde penetraba el adversario.
Por su parte, luego del traumático desarrollo y desenlace que había tenido la huelga
metalúrgica, los dirigentes del gremio habían quedado altamente desprestigiados tanto
en las bases como a niveles gubernamentales y cegetistas. El difícil lugar que ocupaban
se ponía de total manifiesto en situaciones de alta conflictividad; los hacían ineficaces
para ambos polos, para los primeros se convertían en traidores y para los segundos
quedaban quemados.

Conclusiones
Consideramos que la huelga metalúrgica, la que junto con los demás conflictos obreros
marcó el curso político del primer semestre de 1954, fue una lucha por mejoras
salariales y por la defensa de las condiciones de trabajo. Si tomamos en cuenta que la
posición patronal y del gobierno era atar los aumentos salariales a los nuevos niveles de
productividad, es inevitable observar en las demandas obreras por mayor salario
también reivindicaciones contra las políticas de racionalización industrial y en defensa
del poder ganado puertas adentro de las fábricas.
A su vez, el hecho de que estos reclamos fuesen básicamente económicos y que durante
los conflictos no se hayan producido alusiones directas al gobierno peronista no debe
llevar a pensar que el carácter de los conflictos fuese únicamente económico. Es
improcedente separar a éste del factor político.
Es por estos dos puntos que podemos concluir que estos conflictos, con la huelga
metalúrgica a la cabeza, fueron un momento dentro de una resistencia mayor de los
trabajadores - en su mayoría identificados con el peronismo- a los planes
racionalizadores y productivistas que había hecho propios el gobierno.
Este proceso, que había comenzado algunos años antes, luego del pico de 1954,
encontrará un nuevo hito en el Congreso de la Productividad en el cual los empresarios
sólo pudieron obtener de la CGT unas pocas promesas que resultaban ser irrealizables.

.
2) 1. Introducción a propósito de Artigas y los fuegos del siglo XXI
 Cuando un historiador ha dedicado muchos años de su vida al estudio de un período del
pasado y ha podido expresar los resultados y conclusiones fundamentales mediante la
publicación de una obra que las sintetiza y cristaliza.A retomar luego de una década
aquellos temas y problemas constituye sin duda mi complejo desafío.
 Muchas cosas han pasado desde entonces, incluida la continuidad de las investigaciones
académicas sobre la economía, la sociedad y la política del período abierto por el
pronunciamiento revolucionario de 1810, con nuevos aportes asociados al replanteo de
las preguntas y a la puesta a foco de objetos de estudio ¿recortados y determinados a
partir de las preocupaciones (y despreocupaciones) estimuladas por los humores
intelectuales del fin del siglo XX y sus formas Ida manifestación en el plano
historiográfico.
 Si bien eventualmente aludiremos a algunos de los trabajos más recientes, la agenda
para estas notas se focaliza en revisitar algunos problemas, estrechamente asociados a la
imagen y la interpretación del significado del artiguismo en la historia rioplatense2,
que no han sido objeto de mayores debates ni replanteos durante los últimos veinte
años, salvo algunas pocas excepciones. Insisto, me refiero a algunos, no a todos los
problemas. Especialmente a aquellos que por diversas razones han sido en diferentes
medidas excluidos, sino del interés de los jóvenes estudiantes, al menos de los
programas, bibliografícas e investigaciones, a lo que sin duda no resulta ajeno cierto
rechazo, no necesariamente razonado, de los formadores de carreras académicas,
jerarquizadores de temas y líneas de investigación, que han ocupado el centro de los
espacios historiográficosrioplatenses desde comienzos de los años 1980.
 En este caso nos referiremos puntualmente al contenido y los sentidos contradictorios
de las políticas de tierras y arreglo de la campaña formuladas en 1815, a las relaciones
de Artigas con la elite montevideana, y al que he denominado el ciclo social de Artigas,
expresión del itinerario político-ideológico que probablemente lo condujo desde su cuna
terrateniente al campo de batalla final, campesino y popular.
 Colateralmente, haremos también mención a la definición práctico-doctrinaria de
Artigas frente a la organización política de los pueblos y provincias emergentes del
dislocamiento del orden colonial, enfatizando el sentido de “historia argentina" que
también revisten; aludiendo, por último, al punto que, siempre mediante escasas y
escuetas alusiones, ha seguido siendo, uno de los más controvertidos del accionar de
Artigas: su intransigencia ideológica expresada en una supuesta falta de “flexibilidad”
política en los momentos más apurados de la invasión portuguesa a la Banda Oriental
y en sus relaciones con Francisco Ramírez luego de la firma del Tratado del Pilar.
 La selección de estos puntos-problemas se liga directamente con los que denominamos,
en esta coyuntura, los fuegos del siglo xxi, esencialmente concentrados en los efectos
negativos de la globalización económica, política, ideológica, cultural y teórica que se
ha impuesto, o se pretende imponer, desde los centros hegemónicos del quehacer
humano a escala mundial. Y también, por qué no, con los contrafuegos necesarios.
 En general, los hombres comprometidos -o en alguna medida inclinados a estarlo– con
una solución de cambio y transformación frente a los problemas históricos que afligen a
las grandes mayorías sociales de la humanidad, suelen describir en el pasado los que
Chesneaux denominó “fondeaderos para las luchas de hoy”, sintetizando seguramente
un amplio y heterogéneo repertorio de sucesos unificados por la común condición de
referencias positivas respecto de las rebeldías y preocupaciones del presente.
 Esta es la clave, la palabra que ordena y jerarquiza: el presente. ¿Cómo no encontrar en
el pasado, hechos, personas e ideas que expresen —simbólica, analógica o
aproximadamente— lo que una parte de la sociedad (siempre es una parcialidad) actúa,
personaliza y fundamenta en sus prácticas políticas cotidianas?
 Claro que hay presentes y presentes. Los vientos del 69 no son los fuegos del 2003.
Correlación de fuerzas es la clave explicativa. La acción de los golpes de Estado
represivos y fascistas, como no se conocían hasta entonces en Latinoamérica, impuso
el cierre violento del ciclo de rebeldía política y lucha social abierto en los sesenta (y
de las correspondientes preocupaciones historiográficas, ideológicas, teóricas).
 Estos efectos reaccionarios, inmediatos y mediatos, que condicionaron fuertemente las
calidades y posibilidades de las posteriores transiciones democráticas, se articularon con
la derrota de experiencias revolucionarias que involucraban a cientos de millones de
personas, cuyo hito culminante fue la restauración del capitalismo en China en 1976.
 Luego, la caída del muro de Berlín y el triunfo de las fuerzas del capitalismo ode
mercado por sobre las del capitalismo de Estado, facilitaron la unificación del mercado
mundial y la creación de un nuevo e inédito momento en las relaciones entre las grandes
potencias, entre el Norte y el Sur y entre las diversas clases sociales.En este contexto
surgieron distintas teorías y discursos apologéticos para dar cuenta del nuevo estado de
cosas: el “pensamiento único”, el “fin de la historia”, el “fin de las ideologías” y, la más
exitosa, la “globalización”.
 Correlación de fuerzas es la clave explicativa. También en relación con los problemas
del trabajo historiográfico; porque si bien resulta académicamente razonable —y
valorado— el esfuerzo por actualizar las agendas de investigación, replanteando
problemas, interpretaciones y preguntas, no debería pasarse por alto la necesidad de
realizar un implacable ejercicio intelectual orientado a comprender cómo el presente
nos determina profesionalmente (o sea ideológica, política y teóricamente) como
historiadores, al igual que como estudiantes, lectores y comentaristas, y de qué manera
condiciona la “renovación” de las preguntas.
 No se trata de problemas sencillos, ni que tomen agradable a quien los suscita,
lamentablemente. El Che señalaba que “si se respetan las leyes del juego se consiguen
todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es
no tratar de escapar de la jaula invisible”. De todos modos,el problema es tan antiguo
como las clases sociales, y no prestarle atención —dar “por superado” se dice a veces en
nuestra disciplina respecto de los temas y problemas fuera de moda, incómodos— no
garantiza de ninguna manera que ellos se hayan resuelto, o sí, pero no del modo y con el
sentido que una parte de nosotros desea continuar expresando. Los revolucionarios
orientales tenían razón en aceptar la lucha en dos frentes, porque la derrota prenunciada
era el único camino para la victoria futura. ¿Relaciones activas entre el pasado y el pre-
sente, pensadas desde una perspectiva antiglobalizadora, por no decir otras cosas?
 O sea que, al volver sobre la figura de Artigas y su significado en la historia
rioplatense, mi primera reflexión es para el lugar y las circunstancias que entornan el
ejercicio. Es decir, el mundo del siglo XXI: el de la invasión imperialista en Irak, la
masacre del pueblo checheno, el calvario palestino... El de la América latina de la
deuda externa y la vida bajo la línea de pobreza. El del ALCA , el neoliberalismo y la
“tercera vía” del usurpador de Malvinas.
 Según datos del Banco Mundial, la mitad de la humanidad vive con menos de dos
dólares diarios; el ingreso promedio en los veinte países más ricos es 37 veces mayor
que en las 20 naciones más pobres; 1.200 millones de personas subsisten con menos de
un dólar diario; en los países pobres un 50% de los niños sufren de desnutrición y una
quinta parte muere antes de los cinco años.
 Mientras tanto, algunos historiadores dan por “superados” problemas tales como
feudalismo-capitalismo, formas históricas de transición entre regímenes sociales y
políticos, el Estado como clave de la dominación de los dominadores, la macro-historia
y los grandes relatos, el papel de los revolucionarios en cualquier época, las
explicaciones totalizantes, las determinaciones estructurales, las luchas de clases, en fin,
por alguna razón todos los problemas que se superan dibujan una trayectoria que va de
izquierda a derecha
 .El reglamento de tierras y las relaciones de Artigas con la elite oriental
 Si Artigas sólo hubiera sido el jefe del proyecto político más avanzado, que
concentrara las tareas anticoloniales en la región, y el principal mentor del federalismo
democrático rioplatense, su papel histórico sería sobradamente digno del recuerdo, aun
cuando permanecería incompleta la caracterización de su actuación pública. Artigas,
actua como gestor de reformas radicales en las viejas estructuras coloniales. En este
sentido, la innovación más eficaz introducida por su aporte tal vez haya sido el ejercicio
práctico de un punto de vista novedoso, expresado en la perspectiva democratizadora, con
que abordó los problemas políticos y socioeconómicos trascendentales: En principio, su
actitud hacia los indios : “Yo deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí,
para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así experimentarán la
felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la
desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho y que sería una
degradación vergonzosa para nosotros mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy
han padecido por ser indianos”.5
 La “doctrina” artiguista se construyó a través del repertorio de respuestas que a partir de
aquellos .Artigas produjo frente a los problemas y vicisitudes inherentes a la lucha por su
consecución, acumulados durante una década de controvertido liderazgo político-militar.
 Dentro de esta línea interpretativa, el “Reglamento provisorio de la Provincia
Orientalpara el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados” reviste sin
duda una especial significación.La historiografía que se ha ocupado de su estudio,
remisa en los últimos años a profundizar en el tema, produjo diversas interpretaciones
sobre sus objetivos y características. Al respecto, a modo de un muestreo doblemente
parcial, por limitado y recortado según nuestra estrategia de exposición, nos referiremos a
tres líneas de abordaje de la política agraria artiguista que proporcionan un arco
amplio de posibilidades analíticas.
 Al realizar su valoración de la ley agraria de 1815, BarranyNahum señalaron: “El
reglamento tenía un primer objetivo político-social; crear una clase media de
propietarios rurales comprometida con el resultado de la revolución. A él se vinculaba la
necesidad de destruir en sus intereses al enemigo político (el gran latifundista 'mal
europeo y peor americano’). Poseía un segundo objetivo económico-social: proporcionar
seguridad al hacendado y sedentarizar al gaucho, elementos ambos que coadyuvaban
a restaurar la producción.Estos autores plantean asimismo que la relación del reglamento
con los grandes hacendados patriotas era ambivalente, ya que si bien los protegía —al
igual que a sus bienes—, también los intranquilizaba pues el ataque al derecho de propie-
dad, aunque fuera el de los “enemigos”, abría interrogantes de difícil respuesta.
 Historiograficamente, se ha dado la valoración del Reglamento, con un excesivo
contenido apologético, dado especialmente por la asociación con el “camino americano”
del desarrollo del capitalismo en el agro, toda vez que existen profundas diferencias
entre ambas experiencias históricas.
 Una sociedad atrasadamente precapitalista, se ofrecían unas 8.000 hectáreas (3 leguas
cuadradas), en medio de un tembladeral político militar que acortaría a unos pocos meses
la aplicación efectiva del Reglamento.
 Un juicio más reciente, sumamente crítico respecto de la valoración histórica del
papel de Artigas, es el aportado por Vázquez Franco, que ha señalado que el
Reglamento de tierras, sería como un cebo para recuperar una buena proporción de ese
activo intangible que era la confianza que los grandes y medianos hacendados habían
depositados en él cuando lo convocó en Mercedes.
 Como puede observarse, según la óptica de Vázquez, la política agraria de Artigas no se
alejaría del horizonte ideológico ni de los intereses rurales de la elite hacendada, con lo
cual sus relaciones se habían efectivamente deteriorado desde fines de 1813. Sin
embargo, aun cuando existen evidencias para asociar a los terratenientes patriotas con la
ley agraria, estas tendrían una eficacia más discursiva que efectiva, toda vez que el
proceso real de la política oriental —y el caos rural, producto de la historia anterior, la
revolución y las guerras— se hallaba fuera del control de la elite y de Artigas.
 En este sentido, una diferencia no menor entre ellos sería la absoluta disfuncionalidad
de dicha situación con el interés de los primeros, mientras que Artigas encuentra en parte
de los actores sociales del desborde y el “desorden" social a muy firmes sostenedores de
su poder e influencia política.Si bien oportunamente hemos expuesto una perspectiva
definida sobre el papel del Reglamento, una revisión de algunos aspectos de su gestación
y de las circunstancias a partir dejas que fue concebido puede contribuir a esclarecer
algunas de las líneas de controversia que han quedado planteadas.

 Partiendo de que su fecha de promulgación fue el 10 de septiembre de 1815, una corta


retrospectiva permite establecer que el 4 de agosto, a través de una carta enviada al
cabildo de Montevideo —que de hecho controlaba la política urbana—, Artigas exponía
con claridad las medidas que creía apropiadas para comenzar a reorganizarla situación
rural.
 El contenido de la propuesta artiguista, se hallaba claramente delineado antes de la
promulgación formal del reglamento provisorio, al fijar estrictas obligaciones a los
hacendados, enfatizando que en , caso de no cumplirlas “sus terrenos serán depositados
en brazos útiles", resultaba en buena medida ajeno al espíritu predominante en la elite
latifundista oriental. En este sentido, tanto las coincidencias como las profundas
discrepancias de perspectivas existentes pudieron observarse en la reunión que, el 11
de agosto de 1815, congregó en el cabildo de Montevideo a los miembros del cuerpo de
hacendados con el fin de analizar el estado de la campaña y sugerir las medidas que el
alcalde provincial debería proponer en la comisión que se le encomendaba ante
Artigas“para hacerle presente el desarreglo en la campaña”, según indican las actas de la
sesión.
 El análisis de la composición social de los participantes permite afirmar que “los
propietarios allí representados eran el tronco del gran latifundio del partido patriota;
sus propiedades iban desde las 25 leguas hasta las que sobrepasaban holgadamente las
20o”.Ellos eran los que el cabildo esperaba que “reuniendo sus conocimientos formen el
plan de arreglo de la campaña, el que í verificado pasará al gobierno para recibir el
sello de su aprobación”.22
 Entre los testimonios de mayor interés, uno de los hacendados presentes en la junta —
Fructuoso Rivera, futuro presidente del Uruguay—señaló “que era del parecer que ante
todas las cosas se pusiese remedio a los continuos abusos que públicamente se
observaban en los comandantes y tropa que guarnecen los pueblos y partidos de la
campaña; que ellos, por sí, u ordenando a lafuerza a los vecinos, hacían extraer de las
estancias partidas de ganado, y que con la misma arbitrariedad las faenaban y recogían
su producto; que estos robos eran, precisamente, unos motivos que arruinaban a todo
hacendado”.3
 Si bien reordenar y revitalizar las fuentes de la producción ganadera de la provincia
era un objetivo que se asociaba estrechamente a la necesidad de obtener los recursos que
sostuvieran económicamente el proceso político en curso, no deja de llamar la atención
que, al cargar la responsabilidad por los destrozos sobre la estructura militar
instalada en la campaña, Rivera cuestionaba de hecho el accionar de los principales
resortes –comandantes y tropa del poderde Artigas. Afirmación que, al no ser
acompañada por una crítica y/o autocríticasevera sobre la actitud de los grandes
hacendados y sus modalidades tradicionales de explotación económica de la riqueza
ganadera, no podía ocultar el sesgo sectorial que la condicionaba.
 Precisando su razonamiento, Rivera señalaba que “aun cuando dicho ganado lo
extrajesen de algunas estancias que hay abandonadas, era un perjuicio que se infería a
la provincia, como legítima dueña de ellas, por ser pertenencias europeas”, lo cual en
algún punto impugnaba, de hecho, los mecanismos mediante los que Artigas obtenía los
cueros que hadan a la caja básica de su gobierno, de los que aquellos militares
cuestionados eran, en parte, agentes decisivos.
 O sea que enfrentando un problema que, para cada sector a su modo, les resultaba
común, la primera opción de Artigas —como se desprende de los textos citados— hace
recaer el peso de la solución sobre un cambio de actitud de los hacendados, mientras que
el ocasional mentor de éstos elegía enfatizar que ningún vecino podía contarse seguro,
por hallarse indefenso contra tanto malévolo, pues si alguno intentase oponérsele, sería al
momento víctima, y últimamente, que ningunamedida sería adoptiva ínterin no se
cortasen estos abusos .
 En esta línea, la junta de hacendados resolvió “el pronto acudimiento de tan
escandaloso desarreglo, como base fundamental de todos los demás males (...)
disponiendo se reuniesen al cuartel general, o a otro punto que se determinase, todos los
destacamentos, quedando los pueblos guarnecidos de la milicia que en cada uno debería
formarse, y que aquellos a quienes se les encomendaba, fuesen bien prevenidos del
cumplimiento de su deber, bajo las más severaspenas”.24
 Lo que no se consideró en el curso de las deliberaciones, o al menos no se incluyó en las
actas escritas, fue el hecho de que por lo menos dos meses antes de “acordar” el texto
del Reglamento con los representantes del cabildo, Artigas ya había comenzado a poner
en práctica en la región de Maldonado el que sería su componente más radical. Allí, el
19 de junio de 1815, Otorgués se había dirigido al cabildo y comandante militar.23
 El 12 de agosto, mientras todavía resonaban los ecos de la junta de hacendados del día
anterior, el cabildo se dirigió a Artigas alarmado porque la reestructuración agraria
comenzaba a ponerse en movimiento con independencia de las deliberaciones de la elite
terrateniente montevideanaQué otra cosa podían significar estas líneas sino recordarle a
Artigasel virtual cogobierno que ejercía la elite montevideana, incluida la veladísima
amenaza de los males que acaso sobrevendrían de su secundarización en asuntos tan
sensibles a sus intereses como el destino de las tierras orientales.
 La respuesta de Artigas del 18 de agosto refleja con claridad dos de sus convicciones
básicas de entonces: 1) la necesidad de mantener la unidad con los terratenientes y
mercaderes orientales que formalmente se acomodaban a su dirección, y 2) la urgencia de
avanzar con independencia de criterios y decisiones en la solución del marasmo agrario.
Nótese cómo en la relación Artigas-elite, el general tiene la prelación, en base a la
correlación de fuerzas militares, a su favor, a partir desu relación directa con las masas
armadas dirigidas, lo cual explica la fórmula “recibir instrucciones de VE.”; al mismo
tiempo, y al igual que en Buenos Aires, la prioridad terrateniente apuntaba hacia una
solución policial del desorden rural dirigida centralmente contra el pobrerío de la
campaña.
 Evidentemente al escribir la nota anterior el cabildo todavía ignoraba la ratificación
hecha por Artigas de lo actuado por Otorgues, ya que sólo el 26 deagosto se notifica de
las órdenes que éste recibiera “para entablar el orden de lacampaña y el fomento de las
estancias, e igualmente de la condicional con que deben expedirse los seguros hasta el
arreglo general de la Provincia, como también de laintervención del cabildo en la
distribución de terrenos”. Dicho esto, los capitulares informan a Artigas que “para el
efecto, y dar principio a las medidas que deben obrar esta interesante organización, se
ha acordado la publicación de un Bando en que se invitará a los hacendados a poblar
sus respectivasó estancias halagándolos con la protección que dispensará el gobierno al
logro de sus afanes”.30Invitar, halagar, conceptos distintos y distantes del imperioso 5
obligar que se ordenaba desde Purificación.
- El 28 de agosto Artigas manifestaba que el alcalde provincial “aún no ha llegado a este
destino según VS. me anuncia. Luego que llegue le daré las instrucciones convenientes.
Entretanto coopere VS. a que los hacendados pongan ene. planta sus estancias, de lo
contrario poco habremos adelantado en el entable de nuestra felicidad”.3'El 4 de
septiembre volvía a reiterar que “110 había llegado el Alcalde Provincial para ajustar
las medidas precisas para el arreglo y fomento de la campaña. Entretanto celebro de que
V.S. penetrado de la importancia de este objeto proclame a los hacendados y propenda a
su fomento”.33
- Teniendo en cuenta la lecha anterior, las deliberaciones de Artigas con los re-
presentantes del cabildo y la junta de hacendados no fueron demasiado prolongadas, ya
que el 10 de septiembre el caudillo informaba al cuerpo capitular que el alcalde
provincial y su asociado marchaban de regreso a Montevideo: “El resultado de su misión
son las instrucciones que presentará a V.S. para el fomento de la campaña y
tranquilidad de sus vecinos, de su ejecución depende la felicidad ulterior. Espero que
V.S. propenderá a que tengan exacto cumplimiento”.33
 El reglamento provisorio era una realidad.34Sus artículos recogían buena parte de las
preocupaciones de los terratenientes orientales, y en ese sentidoevidentemente apuntaba,
ni tiene sentido pensar que ésa haya sido la intención primaria de Artigas, a agudizar las
fisuras que se venían observando entre éste y la elite montevideana.35 Sin embargo, las
disputas entre ellos no quedaron al margen del Reglamento, que al decir de un testigo “el
cabildo miró siempre con fría y afectada aprobación”,36 sino que éste, de hecho, las
estimuló, articulándose con otros problemas conflictivos que venían procesándose con
anterioridad.37
 Un buen ejemplo son las diferencias acerca de quienes debían considerarse “malos
europeos y peores americanos” (a quienes la ley agraria ordenaba expropiar y repartir sus
tierras), toda vez que los integrantes del cabildo gobernador y su entorno más
inmediato formaban parte de redes sociales, económicas y familiaresque en más de un
caso los ligaban con hacendados y mercaderes españoles de importante figuración
durante el régimen colonial.
 El problema se agravaba porque, como señaló Larrañaga —calificado observador de los
acontecimientos—más allá de que se reconocía formalmente la responsabilidad del
alcalde provincial en confiscaciones y mercedes, “lo adverso de este proyecto consiste
en que casi se deja a discreción de los comandantes o alcaldes principales de cantón el
repartimiento de las tierras, privando de sus antiguas posesiones a los propietarios sin
ser oídos y por la sola cualidad de españoles o españolados”.38
 Estas circunstancias deben ser especialmente tenidas en cuenta pues remiten a una
problemática única y más general, consistente en explicar qué significaba para los
distintos actores políticos la revolución oriental, cuáles eran sus enemigos, cuáles las
medidas adecuadas para eliminarlos o neutralizarlos; y cuáles los límites o
condicionamientos que la naturaleza socioeconómica de las diferentes clases, fracciones y
grupos sociales imponían al accionar de los dirigentes que en última instancia las iban
expresando.
 Junto a la puesta en práctica del Reglamento, otro hecho que se tornaría clave para el
futuro de las relaciones de Artigas con la elite mercantil-terrateniente oriental fue su
determinación de que los enemigos del sistema radicados en Montevideo fueran enviados
al campamento de Purificación (sede del cuartel general de Artigas), para que allí,
exentos de peligrosidad, se reeducaran a través del trabajo.
 Este tipo de iniciativas contribuyó a incrementar las contradicciones v la cada vez más
inocultable tensión que caracterizaba la relación entre los dos centros de poder
principales que coexistían en la provincia, señalando la dicotomía irreductible del mundo
rural insurreccionado bajo la conducción de Artigas —y otros caudillos y referentes de la
campaña— y el centro político, administrativo y comercial montevideano, con sus
tradicionales representantes, donde todavía conservaban influencia los antiguos
integrantes del partido tea- lista. En estas condiciones, la prelación de Artigas, su jefatura,
debe entenderse y como un estricto problema de correlación de fuerzas, especialmente
militares, al que la elite social oriental debió acomodarse por cierto que a disgusto.
 En este contexto, el conflicto, aun cuando se procuraba por ambas partes mantenerlo en
un segundo plano, resultaba inevitable, ya que las conexiones entre los
contrarrevolucionarios que resultaban expropiados por el Reglamentó de tierras y los
españoles —y españolistas— enemigos del sistema cuya internación en Purificación que
se reclamaba, eran en numerosos casos sumamente estrechas-,tanto como sus vínculos
con muchos de los hombres que controlaban el gobierno montevideano.
 Al respecto hay que recordar que entre 1811 y 1814,la capital oriental se mantuvo bajo
dominio español, y luego hasta febrero de 1815 fue ocupada por fuerzas directoriales de
Buenos Aires, habiéndose elegido recién en marzo el primer cabildo autonómico,39 emer-
gente directo de “la parte principal y más sana del vecindario” aun cuando es verdad que
los electos formaban parte de la fracción que, en general, se hallaba más dispuesta a
asociar sus intereses con el éxito de un proyecto político independiente, propuesto desde
la Banda Oriental al conjunto de pueblos y provincias del viejo virreinato.
 Es la eficacia de dichas conexiones la que puede explicar plenamente, por ej., el
contenido de la carta dirigida por el cabildo a Artigas en agosto de 1815, en la que luego
de señalar los logros alcanzados hasta poco antes —que atribuyen lisonjeramente al
caudillo como “genio libertador de la banda oriental”—, pasan a lamentarse de quesea
que la suerte haya querido arrebatarnos este lauro, o que en verdad nuestros conatos no
merezcan la aprobación de VE., ellos (dichos logros) han sufrido un golpe capaz de
anonadarlos con el extrañamiento de 32 europeos y americanos cuya marcha hacia esos
destinos está fijada. El cabildo gobernador ha rendido a VE. en este paso el mayor
homenaje de respeto y obediencia que pueda exigirse aun magistrado en que se reúnen
el carácter de magistrado con el de jefe, y las fundones de padre con las de juez. Él ha
violado la fe de su palabra, ha convertido contra sí mismo las armas que usó para
restablecer la confianza pública y el decoro de las autoridades; pero VE. queda
obedecido, y esto basta. Verdad es ' que la emigración, el llanto y la zozobra del
vecindario convertirán otra vez este suelo envidiable en un desierto edificado. Verdad es
que el temor de nuevas expulsiones arrojará a las costas de la potencia limítrofe los
restos de nuestra población. Verdad es que la Provincia rival sacará partido de nuestra
consternación protegiendo los tránsfugos. Verdad también que nuestros corazones pal-
pitan al contemplarlo [...] No se crea que el representar a VE. nuestro dolor tiene otro
fin que ilustrarle sobre la entidad de unas consecuencias que pudieran. disminuirse en la
distancia.40
 A las presiones del cabildo para que se atemperaran las medidas contra los partidarios
del régimen colonial, respondía Artigas transparentando la distancia política que
separaba las posiciones en pugna:Es de necesidad salgan de esa plaza y sus extramuros
todos aquellos europeos que en tiempo de nuestros afanes manifestaron dentro de ella su
obstinada resistencia [...] no debe guardarse consideración alguna con aquellos que por
su influjo y poder conservan cierto predominio en el pueblo. Absuelvan más bien de esta
pena a los infelices artesanos y labradores que puedan fomentar el país y perjudicarnos
muy poco. Igualmente remítame cualquier americano que por su comportaciónse haya
hecho indigno de nuestra causa (que) acaso entonces más condolidos no amargaran
nuestra época.41
 Los malos europeos y peores americanos, blancos de la revolución oriental y del
Reglamento provisorio, seguían sin aparecer, mientras el cabildo salvaba las apariencias
persiguiendo sospechosos de ninguna peligrosidad, situación que no hacía más que
estimular y radicalizar las exigencias de Artigas: No sé por qué fatal principio, siempre
veo frustradas mis providencias sobre la seguridad de los españoles; ellos desaparecen
de en medio de los pueblos i en los momentos que debían ser aprehendidos por los
patriotas. No sé si será desmayo en los ejecutores, condescendencias en los pueblos o
inacción en los magistrados. Sea cual fuere el principio los resultados no son favorables.
 En noviembre de 1815, meses después de dictados el Reglamento y la orden de
confinamiento en Purificación, y en medio de la pulseada política por su efectivización,
Artigas escribía a Rivera, entonces comandante de armas de Montevideo:Dígame por
Dios en qué consiste que los europeos no salen de ese pueblo y que hay tanta inacción en
él que no advierto un sólo rasgo que me inspire confianza. El gobierno me muele con
representaciones pretextando mil inconvenientes, los particulares lo mismo; de modo
que me hacen creer que entrando en esa plaza todos se contaminan. De aquí nace la
falta de uniformidad en la opinión, unos acriminan a los otros con sarracenismos y
porteñismos, todo se entorpece y es la causa la que padece [...] Si no veo un pronto y
eficaz remedio aguárdeme el día menos pensado en esa. Pienso ir sin ser sentido y verá
Ud. si me arreo por delante al gobierno, a los sarracenos, a los porteños y a tanto ma-
landrínque no sirve más que para entorpecer los negocios.43
 Nótese que estamos analizando testimonios de las relaciones entre los dos principales
poderes de la provincia, que cogobernaban bajo la dirección en última instancia de
Artigas.De modo que los documentos citados no por conocidos dejan de mostrar en toda
su dimensión el distanciamiento creciente, sólo matizado por los influjos unitarios
determinados por las necesidades que permanecían comunes, que ceñía las relaciones
entre la aristocracia montevideana y el líder político-militar de la revolución.
 El modo como Artigas iba conceptualizando los resultados de la experiencia práctica y
cotidiana de la actividad política orientada a mantener unido el frente que compartía con
la élite oriental, base de su proyecto estratégico,44no deja lugar a equívocos sobre las
características de la coyuntura en la que se venía a insertar la nueva política de tierras:Yo
bien advierto que el resultado es el mismo poniendo el gobierno en uno que en muchos
—escribía Artigas a fines de diciembre de 1815—, pero siempre sería más difícil la
complotación y como no es mayor la confianza que hasta dpresente nos han inspirado,
tampoco me atrevo a depositar la confianza en uno que al fin pudiera dejamos
desagradados... Sobre todo creo más fácil simplificar el gobierno en el mismo cabildo
para los actos judiciales y de recursos, dejando aquí los de última apelación,antes que
reducirel gobierno a uno siendoelecto por ellos mismos [...] Quitar de un sólo golpe las
pasiones de esos hombres es lo más difícil, nunca fueron virtuosos, y por lo mismo
costará mucho el hacerlo.45
 Respecto del breve período durante el cual el Reglamento pudo ser aplicado sin otro
contraste que la oposición interna que suscitaba, antes de que el centro de la política de
Artigas en la órbita provincial debiera trasladarse a la lucha contra la invasión
colonialista lanzada por el gobierno de Portugal en 1816, es necesario señalar que se
trató de un proceso sumamente complejo y disputado, con fuerzas que aquí y allá se
manifestaron en direcciones y sentidos encontrados, acelerando, neutralizando o
distorsionando el despliegue de las expropiaciones de campos y distribución de
estancias.
 Así, los tiempos reales de aplicación del reglamento resultaron la síntesis de diversos
factores concurrentes que le dieron características especificas en cada región de la Banda
Oriental, pudiendo aceptarse que hada fines de octubre de 1815 todos los niveles
institucionales de poder tenían un conocimiento acabado de sus contenidos esenciales.
 En este sencido,conviene también matizar la idea de un proceso de reparto de tierras
visualizable en todos los casos bajo un mismo aspecto, ya que resultaría inevitable
quelas diversas extracciones sociales de los “sujetos dignos de esta gracia” —como
califica el reglamento a sus potenciales beneficiarios— determinaran tipo, grado y
modalidad del acceso a las donaciones.
 Quizá podría señalarse como hipótesis organizadora de lo ocurrido, y como prospecto
de futuras revisiones del tema, que se desplegaron al menos tres escenarios
concurrentes y contradictorios en proporciones inciertas:
a) Aquel en el que la acción de los cabildos —no sólo pero especialmente el de
Montevideo— facilitó la solicitud de distintas personas vinculadas con las
élitesdominantes, al darles conocimiento rápido de la ley y el favor de sus influencias
con las autoridades de aplicación, comenzando por el alcalde provincial.46 También
pueden incluirse aquí diversas situaciones en las que el reglamento fue utilizado para
dirimirantiguos litigios por tierras —e incluso para la atención de denuncias no sólo
de estancias sino también de chacras, donde a las formas coloniales tradicionales se les
superponía el nuevo instrumento legal—, como el protagonizado por Juan Uriarte
(cabildante de Maldonado) y algunos vecinos encabezados por Leonardo
Álvarez(rematador ele los diezmos de San Carlos) que se arrastraba desde los tiempos
del virrey Aviles.47
b) El proceso más apegado al texto y al espíritu del reglamento, bajo la dirección y
control de las autoridades que él establecía,*6que concentra presumiblemente la mayor
cantidad de donaciones y muestra una relativa heterogeneidad en cuanto a las
características socioeconómicas de los agraciados. A diferencia del anterior, aquí suele
resultar menor el peso del cabildo gobernador en la gestión del embargo y reparto,44 en
muchos casos por las distancias yen otros por la presencia activa de otros factores de
poder, como los comandantes militares al frente de porciones del “pueblo reunido y
armado”, además de la mayor cercanía—en ocasiones más política que geográfica—
del propio Artigas. Esta modalidad posee fuertes zonas grises en sus solapamientos
con lasotras dos que presentamos, relativamente volcadas hacia extremos opuestos.
c) Las confiscaciones y repartos en los cuales jugaron un papel relevante las partidas
armadas compuestas por diversascategorías de campesinos —los más infelices entre
“los infelices” a los que aludía el reglamento— acaudillados generalmente por
hacendados más o menos pequeños o caudillajes locales, que solían revestir diversos
grados de comandancia militar. Estos hechos, que incluyenpoblamientosespontáneos,
generalmente de antiguos arrendatarios y agregados, en algunas estancias embargadas y
en realengos, se produjeron relativamente fuera del encuadre institucional general,
cabiéndoles la imagen de un cierto desborde social; fueron enfrentados por el cabildo
gobernadory en algunos casos sostenidos por Artigas a quien recurrían, como lo
ejemplifica elcaso de Encarnación Benítez,51 en busca de la legalidad que no obtendrían
por las vías institucionales más formales.
 Un buen ejemplo de cómo se cruzan algunas de las perspectivas e intereses en juego son
los campos de la familia de Francisco Albín.51 Presentado fragmentadamente, el asunto
podría comenzar con la orden del cabildo gobernador —4 de noviembre de 1815— para
que el alcalde de San Salvador impida lasfaenas que se efectuaban “escandalosamente en
las estancias del Sr. Regidor Don Antolín Reyna, de los herederos de Albín, de (Miguel)
Azcuénagay otros sujetos”. Dado que se trata de fundos de malos europeos como Albín y
peoresamericanos como Azcuénaga, se podría suponer que el objetivo es preservarlos
ganados de la provincia en campos que seguramente han sido embargados sin ser todavía
repartidos.
 Pues no, el problema era evitar “la usurpación de las haciendas de los vecinos” y hacer
cesar “toda tropa que no fuere hecha por losrespectivos dueños de las haciendas,
decomisando los cueros que se hallaren faenados y entregándolos a sus verdaderos
dueños”. Posteriormente, el 14 de noviembre, el cabildo vuelvea dirigirse al mencionado
alcalde ordenándole que entregue las estancias de Albín a la persona comisionada por sus
hijos, ya que por las demoras habidas “han sufrido y sufren los interesados irreparables
daños y perjuicios”. El 27 de noviembre el alcalde responde que se halla paralizado
porórdenes contradictorias, pues según se le indica desdeColonia por orden de otro de
los hijos de Albín se ha nombrado un comisionado diferente pata recibirse de las
estancias en cuestión. El 9 de diciembre los capitulares montevideanos reiteran la orden
original, puntualizando que “si se presentaron dos órdenes inconciliables debió
cumplirse la que emanaba de superior autoridad”.52
 Ahora bien, ¿cómo continuó esta historia? En un documento fechado el 3 de febrero de
1816, Artigas se dirige al cabildo gobernador mostrando una realidad que —aplicación
radical del reglamento provisorio mediante— aparece bien diferente, y muy a tono con la
volatilidad que suele afectar las situaciones, a las personas y las cosas en épocas
revolucionarias, cuando todo equilibrio se hace apenas relativo:Otros que hubieran sido
menos declarados en contra del sistema que Albín y sus hijos, serían ciertamente más
acreedores a nuestra benevolencia y respeto. Pero V.S. no ignora que ellos hicieron su
mérito dentro de Montevideo y escandalosamente llaman propias sus haciendas de
campo después que con su influjo activaron la guerra que es el principio de nuestra
ruina y la de los infelices vecinos. Por lo mismo he creído más justo acceder al clamor
de éstos y ordenar como ordeno al Sr, alcalde provincial que aquellas estancias entren
en el orden de las más agradables.53
 En suma, aunque asimétricamente, componentes de los tres escenarios presentados se
muestran tanto en su especificidad como en su solapamiento e interrelación; ratificando
que dada la situación y el instrumento —el reglamento provisorio— sólo la acción social,
incluida la forma política principal, iría dirimiendo el sentido orientador del
movimiento, en tanto producto y productor de una determinada correlación de fuerzas.
 Retomando el planteo con que iniciamos nuestro análisis, unos pocos ejemplos más,
focalizados en el papel específico de Artigas en la gestión de aplicar el Reglamento,
entregan algunos elementos de juicio complementarios para su valoración.
 Así, en relación con los contenidos confiscatorios de la norma, la posición no dejó lugar
a dudas:Adjunto a V.S. decretada la representación de Doña Martina Saravia. El señor
alcalde provincial le hará poblar su estancia con las restricciones consiguientes al
ningún servicio que tiene hecho a la patria toda su familia.51
 Por diversas razones, entre ellas haber sido objeto de detallados estudios sobre su
funcionamiento en tiempos coloniales, la estancia de Las Vacas o de las Huérfanas,
puede ser elegida como otro caso ejemplificado de la aplicación del reglamento. Este
inmenso latifundio, que había pertenecido a los jesuitas y luego a la Hermandad de la
Caridad y Congregación de Niñas Huérfanas de Buenos Aires, fue distribuido entre
por lo menos 21 agraciados en virtud de la orden dirigida por Artigas al alcalde de
Vívoras el .12 de febrero de 1816:igualmente, y no obstante el decreto del ministro de
hacienda de Montevideo (?), oficiará Ud. al Sr. alcalde provincial comisionado para el
reparto de terrenos a fin de que según las inmicciones que tiene proceda al
repartimiento de la estancia de las Huérfanas en el modo y forma en ellas indicadas.
 Si bien el Reglamento introdujo por sí mismo un nuevo espacio de fricciones,
evidencia las dificultades de una relación política que desde fines de 1813 había
comenzado a resquebrajarse. De este modo, y al igual que en el caso del confinamiento
de estos en Purificación, aplicar o no —o de qué modo hacerlo— el Reglamento,
polarizó aún más las posiciones, como se observa en una nota firmada por Artigas el 9 de
marzo de 1816:. Así será más fácil concebir si se anhela por el fomento de la población
de la campaña”.
 Por último, quiero señalar que la valoración del reglamento no debería soslayar la
introducción de una perspectiva comparativa, en especial con lo que ocurría en la banda
occidental del Río de la Plata, la que puede contribuir a que el análisis dependa menos
de la impronta ideológica del investigador, focalizándose en lo que efectivamente ocurría
y podía ocurrir dentro del rango máximo de posibilidades reales, y no imaginarias,
que ofrecía la situación del momento.
 Sin perder de vista que se trata de una alusión al problema más que de un análisis que
requeriría otros medios y esfuerzos, vale recordar que el 30 de agosto de 1815 el gobierno
de Buenos Aíres decretó mediante un bando que “todo individuo de la campaña que no
tenga propiedad legítima de que subsistir será reputado de la clase de sirviente”;62 por
esas casualidades de la historia, esto ocurría apenas diez días antes que Artigas dictara su
reglamento para el arreglo de la campaña oriental,63 cuyo núcleo duro ordenaba la
expropiación de los campos pertenecientes a los terratenientes españoliscas, porteños y
orientales asociados a unos y otros .
 Como puede observarse, sin necesidad de ocultar que el reglamento mantenía la
vigencia de mecanismos compulsivos sobre parte de la población rural (artículo 27), y sin
necesidad de estirar su contenido al extremo de imaginar 77, que el “camino americano"
se habría paso en el país, el aspecto principal, dominante, de las dos normas citadas es
diametralmente opuesto; tanto como lo fueron las perspectivas sociales directoriales y
artiguistas.61 Y 110 porque las elites terrateniente-mercantiles de Buenos Aires y
Montevideo difirieran en esencia en su carácter socioeconómico y sus aspiraciones de
acumulación de poder y riqueza, sino porque Artigas va introduciendo una perspectiva
diferenciadora con respecto a ese horizonte mezquino. A esto se refería seguramente
Real de Azúa cuando señalaba que proviniendo originalmente Artigas de los sectores
propietarios y patricios, se caracterizaba sin embargo por ser quien “toma una
coyuntura histórica —en su caso el levantamiento estanciero— y le da un contenido
mucho más vasto, más profundo”.55
 El interés supremo de la Provincia, tal como lo iba expresando la doctrina artiguista,
aparecía desvinculado de todo compromiso sectorial condicionante, siendo presentado
como una tarea común y colectiva, a la que, sin embargo, unos estuvieron más
dispuestos que otros y difíciles como resistir la invasión portuguesa o rechazar el
hegemonismo directorial. En este caso, los hombres y mujeres que no tenían demasiado
que perder, fueron los que tendieron a pagar históricamente los altos precios que
rehusaron los ricos y poderosos.
 Por eso, de haber dispuesto de una correlación de fuerzas más favorable al interior del
frente que por un período formaron junto a Artigas, es muy probable que la elite oriental
autonomista (para no decir artiguista), el cabildo de Montevideo, hubiera impuesto un
reglamento para la campaña mucho más parecido al bonaerense, orientado a la pura
solución policial, latifundista, para el desarreglo social y productivo del medio rural.
 Estos problemas, clave del artiguismo, y del período del gobierno autónomo, son
fundamentales, pues las relaciones del líder y el patriciado encierran toda la complejidad
de un todo, donde coexistían la unidad y la contradicción, como desde el propio inicio de
la insurrección oriental. La unidad y la coincidencia se fueron haciendo más formales y
ocasionales, y las contradicciones más profundas y al fin definitivas.
Conocida la historia de la que Artigas resultara un protagonista relevante, aquellos qué
la han escrito de diferentes modos y con variadas interpretaciones, no han podido evitar
realizar dos señalamientos puntuales —fuertemente sostenidos por las fuentes
documentales disponibles—, y sin conexión aparente entre sí, que aquí reuniremos para
su análisis conceptualizado como el problema del itinerario social de Artigas.
 Ellos son su condición de nieto de fundadores de Montevideo, surgido del seno de los
sectores propietarios y convertido a comienzos de 1811 en la esperanza de los
hacendados y terratenientesrebelados contra el poder español; y su estrecha relación con
los más miserables y desheredados habitantes del medio rural, graficada durante los úl-
timos combates contra los portugueses, contra Ramírez y en la marcha hacia el refugio
paraguayo.

 La pregunta a responder, la historia a reescribir, el problema en fin, es en qué medida


Artigas fue protagonista de un proceso de desclasamiento respecto de la elite oriental, en
qué sentido se podría afirmar que la traicionó, y, simultáneamente, determinar hasta
donde se puede afirmar su identificación con los campesinos (en toda su abigarrada
heterogeneidad regional, racial y productiva) y las castas oprimidas en el marco de las
formas de economía y sociedad heredadas de la colonia.
 En las escasas aproximaciones que se han realizado a este problema, y que a nuestro
juicio mantiene plena vigencia, Real de Azúa consideró apropiada la caracterización de
“desclasado económicamente”, que podría caberle a Artigas como resultado de
compararsus medios, sus servicios y sus sueldos con las entradas y los méritos de los pu-
dientes montevideanos. ¿Debe sumarse a esto la extrema y cabal experiencia de unos
modos de vida radicalmente ajenos al ámbito de la ciudad? Todo debe quedar en
hipótesis pero lo que no es hipotético es el antagonismo entre Artigas y la urbe patricia.
[...] Tampoco cuesta mucho colegir que, desde 1816, todos sus planes estratégicos daban
por descontada la actitud derrotista, o redondamente traidora, de aquellos.66
 Retomando algunos apuntes anteriores, y haciéndonos cargo de la polifonía de
nuestro discurso, que ha tomado aquí y allá observaciones que nutren el análisis
propuesto, es posible afirmar que desde su Juventud Artigas mostraba algunos rasgos y
actitudes que pueden asociarse, anticipar, o descubrirse funcionales, con aspectos de su
trayectoria posterior: sus años de “Pepe” Artigas, contrabandista y rebelde a las pautas
del orden colonial; su intimidad con el gaucho y los pobres de la campaña —que no se
interrumpiría en los tiempos de blandengue—; su posición social subestimada por el
patriciado oriental, como se encargó de señalarlo oportunamente Viana; y también,
ciertos rasgos de su carácter, evidenciados en la firmeza inclaudicable con que defendió
—incluso más allá de aciertos y errores— los objetivos que se trazó durante la década
de su actuación revolucionaria.
 Si resulta posible aceptar un ciclo social tal, fue sin duda esta última cualidad la que
resultaría la llave maestra de su tránsito desde una perspectiva terrateniente a otra más
próxima a los sectores campesinos. Este cambio no fue, desde ningún punto de vista,
algo premeditado, ni planificado, ni posiblemente siquiera imaginado por el Artigas de
Las Piedras o, incluso, por el del Congreso de Abril, aun cuando probablemente ya
comenzara a percibir quiénes serían los soldados y patriotas más dispuestos a
acompañarlo hasta el final.
 No sé si en pocas palabras lograré llamar suficientemente la atención sobre un proceso
que detrás de su complejidad y densidad histórica parecería dotado de una simpleza tan
extraordinaria como eficaz en términos explicativos: la apariencia de que Artigas cambió
encubre la esencia de su inmovilidad doctrinaria—fijada quizás en las Instrucciones del
año XIII—, y el movimiento de los diversos actores políticos y sociales confrontados
con el saldo de pérdidas y ganancias que les acarreaba la adhesión a la causa —
anticolonialismo, soberanía particular de los pueblos y liga ofensiva y defensiva—
sostenida a rajatabla por el líder oriental.
 Identificar los momentos esenciales, los quiebres y repliegues de esta historia, exige
explorar simultáneamente los cambios que se van produciendo en la unidad original de la
clase terrateniente oriental articulados con los capítulos más relevantes de la evolución
política del frente único patriota que se plasmó a partir del Grito de Asencio.
 Durante los primeros cuatro años de revolución y guerras, desde el comienzo de la
insurrección agraria de 1811 contra el poder español hasta la entrada de las tropas de
Artigas en Montevideo en 1815, la elite de mercaderes, saladeristas, terratenientes y
grandes hacendados, orientales, fue objeto de fuertes estremecimientos y cambios tanto
en el plano más estructural de lo socioeconómico —incluidas las situaciones
patrimoniales— como en el altamente volátil de las definiciones y adscripciones
políticas, originados en los vaivenes de la lucha anticolonial, las intervenciones
militares portuguesa y porteña, y los conflictos internos de la dirigencia oriental
autonomista.
 El pronunciamiento antiespañol en el Uruguay, motorizado por una rebelión agraria y
bajo la forma de marcha del campo a la ciudad, que luego de la victoria patriota en la
batalla de Las Piedras derivó en el asedio de Montevideo, generó un fuerte clivaje, una
primera gran división que afectó especialmente a la cúpula terrateniente, ya que una parte
considerable de los más grandes propietarios "ausentistas”, al igual que el grueso del gran
comercio, se plegaron a las fuerzas de la reacción realista, siendo muchos de ellos
españoles de nacimiento.
 Esta fracción, varios de cuyos componentes eran también saladeristas,barraqueros y
mercaderes intermediarios, perdió el control de sus vastas posesiones rurales, al tiempo
que no formó parte del frente patriota, que de esta forma pudo evitar la influencia
directa del grupo más retrógrado de los terratenientes latifundistas.Posteriormente, los
hacendados que se plegaron inicialmente al movimiento revolucionario,
hegemonizándolo, sufrieron una nueva fractura político-ideológica, de gran magnitud, al
bifurcarse las posturas pro porteñas de las que optaron por la reafirmación de la soberanía
particular de los pueblos orientales.
 Este proceso comenzó en forma larvada apenas el grupo encabezado por Artigas
comenzó a manifestar que su conducta política no se conformaría conel rol que se le
había reservado al ser nombrado teniente coronel a las órdenes del gobierno de Buenos
Aires.67 Posteriormente, luego de la firma delTratado de Pacificación mediante el cual
el Triunvirato negoció la retirada de las tropas portuguesas del Uruguay a cambio de
reconocer al gobierno español de Montevideo, en una significativa carta a la Junta del
Paraguay del 7 de diciembre de 1811, Artigas manifestó que “ello ocurrió a pesar de
que los jefes orientales habían solicitado que no se procediese a la conclusión de los
tratados sin anuencia de los orientales, cuya suerte era la que se iba a decidir”.
 Me quiero detener un momento en este documento, para señalar que allí, al dar cuenta
de sus ideas y sentimientos frente a las consecuencias del levantamiento del sitio de
Montevideo, quedó retratado el momento inicial del quiebre político de Artigas, de su
desengaño respecto de lo que podía esperar de las autoridades de Buenos Aires: Yo
entonces reconociendo la fuerza de su expresión y conciliando mi opinión política sobre
el particular con mis deberes, respeté las decisiones de la superioridad sin olvidar el
carácter de ciudadano; y sin desconocer el imperio de la subordinación recordé cuanto
debía a mis compaisanos.68

 En estas circunstancias se produjeron las dos primeras asambleas de los patriotas


orientales, una en la Panadería de Vidal y la siguiente en la quinta La Paraguaya,9
donde Artigas fue elegido en cabeza militar por los vecinos y asistentes al evento, poco
después, ante la retirada de las fuerzas porteñas, se gestaría ese gran torbellino
desestructuradorde buena parte de las relaciones sociales tradicionales que fue el forzado
éxodo de los habitantes de la campaña rebelada mediante el cual se evitó quedar
nuevamente bajo el dominio español.
 Con estos antecedentes, el primer capítulo de la división —ya con cierto grado de
formalización— de la dirigencia oriental en aporteñados y autonomistas se puede asociar
con el resultado de la actividad divisionista de Sarratea en J8I2, ° cuando logró la
defección de notorios dirigentes orientalesofreciéndoles oro, charreteras y galones, que
Artigas no podía darles; y como no todos los hombres tienen la virtud suficiente para
conformarse con la miseria y las privaciones, don Eusebia Baldenegro, don Ventura
Vázquez, Balear Bargas, Viera y otros, se dejaron seducir, y enseguida los pidió
Sarratea con los cuerpos que cada uno mandaba para formar como contingente de la
Provincia Orienta] en el ejército nacional. Artigas los entregó sin decir una palabra,
mas quedó resentido por la conducta de unos hombres en quienes había depositado su
mayor confianza, y desde entonces, quizá, tuvo cierta predilección por los gauchos, pues,
le he oído decir, que había encontrado más virtud o constancia en ellos, que entre los
hombres de educación.7
 A fines de 1813, un nuevo suceso contribuyó a la formación del clivaje que
analizamos; el Congreso de Capilla Maciel, reunido inicialmente con acuerdo de Artigas,
se transformó, a instancias de la política directorial operada porRondeau en una maniobra
destinadarevisar la orientación y las resolucióndel Congreso de Abril, formalizadas en
las instrucciones que se les dieran a los diputados a la Asamblea del año XIII.
 Durante el curso de las deliberaciones,una parte significativa de la dirigencia provincial,
estimulada, además de por la presión militar de las fuerzas porteñas, por la promesa de
algunas dádivas económicas desconoció la conducción de Artigas y revisó la
orientación política que éste continuaba sosteniendo. De acuerdo con la crónica de los
sucesos realizada por uno de los participantes queresistió sus conclusiones, “el objeto
que principalmente se proponían el presidente como algunos de los vocales que dirimían
séquito en el Congreso, no era el bien de esta provincia sino el que ciegamente
obedeciese y quedase sujeta al supremo gobierno”.73
 La crónica de Castellanos enfatiza que los representantes presentes carecían “de la
libertad necesaria para tales cosas, y que sólo enmudecían de terror y espanto”. Sin
embargo, a pesar de las fuertes presiones que efectivamente existieron, es innegable que
en Capilla Maciel se manifestó una perspectiva política que expresaba las profundas
diferencias que tempranamente comenzaban a dividir las opiniones de la elite oriental.
En este contexto deben entenderse las afirmaciones de uno de los electores, que
expresando el pensamiento del grupo más aporteñado señaló: “¿Quién es don José
Artigas para dar leyes y prescribir reglas a los representantes de los pueblos de esta
Banda?”.74
 Sin duda, estos sucesos y la retirada posterior de Artigas del sitio a Montevideo —
seguido por la mayoría de las tropas orientales—, abrieron un abismo entre los sectores
de la elite-mercantil-terrateniente que decidían asociar su suerte y fortunas al éxito de
lapolítica directorial y los que prefirieron apostar a las posibilidades que podría abrir la
conquista de la autonomía —e incluso, para algunos, la independencia— por la que se
acababa de jugar Artigas.
 Después de los sucesos ocurridos durante la emigración y en Capilla Maciel, el tercer
hito de la ruptura del frente patriota oriental se produjo luego de la rendición de las
fuerzas españolas sitiadas en Montevideo, cuando las tropas de Buenos Aires al mando de
Alvear instalaron allí el primer gobierno criollo. En estas circunstancias, y pese a su
composición porteña, el nuevo poder fue apoyado por la fracción principal del gran
comercio, buena parte del sector latifundista y otros dirigentes políticos referenciados en
los anteriores, que compartiendo con Buenos Aires la orientación anti-españolade la
hora, la hallaron más funcional —y sobre todo más concreta e inmediata— a la defensa
de sus intereses económicos y comerciales que la línea de confrontación y soberanía
particular que proponía Artigas.
 Estas variaciones en el panorama políticoexplican la apariencia de mayor radicalización
que van adoptando las posturas artiguitas(en realidad se trata de principios que
permanecen inalterados frente a un entorno cambiante que les proyecta otras
tonalidades),75 así como la tendencia a apoyarse cada vez más en el campesinado de
paisanos pobres, incluidos gauchos, indios y negros libertos, que comenzaban a sentirse
representados, y aunque quiera en pequeña medida el hecho no dejaba de ser
extraordinario, por un Artigas que continuaba expresando centralmente los intereses de
los hacendados que se mantenían enemigos de España y Portugal, mientras
simultáneamente resistían la dominación bonaerense-directorial.
 Luego de la derrota de las tropas invasoras bonaerenses en la batalla de Guayabos
(enero de 1815), y de la posterior evacuación directorial de la Banda Oriental, la
instalación de un gobierno capitular autónomo en Montevideo mostró el fenómeno
político de la reunificación a nivel de la elite socioeconómica, de los sectores más
autonomistas con una parte de los aporteñados—excluida la fracción extrema que se
replegó hacia Buenos Aires—, rápidamente reconvertidos al “artiguismo” luego de la
retirada de Alvear.
 En este contexto, como se ha señalado en el apartado anterior, entre marzo de 1815 y
julio de 1816 se produjo la coexistencia de una suerte de doble poder político
(Montevideo-Purificación), solapado con la dirección militar y la influencia de masas
que daba prelación al grupo de Artigas, durante el cual la unidad y la lucha entre ambos
tiñeron sus relaciones políticas, crispando socialmente el frente de clases, fracciones y
grupos que sostenían el autonomism0 oriental.
 Esta situación sería violentamente alterada por la invasión portuguesa de agosto de
1816, que impuso la tercera y definitiva gran división de los hacendados y comerciantes
que permanecían dentro del cauce artiguista, concretada cuando la elite montevideana
adoptó una posición conciliadora y colaboracionista con el invasor extranjero.

 El relato de Larrañaga sobre la caída, en 1817, de Montevideo en poder lusitano es


elocuente al respecto: “entró en esta plaza solemnemente el general en jefe Barón de la
Laguna, en medio de la municipalidad y bajo palio, dirigiéndose a la plaza mayor, y a la
santa iglesia matriz, donde se cantó misa de gracias, finalizándose la función con un Te
Deum en medio de las aclamaciones v universal regocijo”.7®Esta descripción se
corresponde con los dichos del síndico del cabildo cuando, ya instalados los portugueses
en la capital oriental, afirmó que “sólo la violencia había sido el motivo de obedecer y
tolerar a Artigas”, lo cual entrañaba el reconocimiento formal de las profundas
diferencias económicas, políticas, ideológicas y diplomáticas a partir de las cuales el
líder rural había ido construyendo una identidad oriental diferenciada cada vez más ajena
a las necesidades de la cúpula mercantil-terrateniente regional.
 Tan diferenciada, que la ajenitud discursiva se hace absoluta, por ej., en las
declaraciones favorables al colonialismo portugués —cualesquiera fueran las razones que
las motorizan— que realiza el cabildo montevideano en 1817: “Atento a haber
desaparecido el tiempo en que la representación del cabildo estaba ultrajada, sus votos
despreciados, y estrechados a obrar de la manera que la fuerza armada disponía;
vejados aun de la misma soldadesca, y precisados a dar algunos pasos que en otras
circunstancias hubieran excusado, debían desplegar los verdaderos sentimientos de que
estaban animados, pidiendo y admitiendo la protección de las armas de S.M.F. que
marchaban hacia la Plaza”.77
 A partir de estos sucesos, la ruptura del frente social y políticoque lideraba Artigas se
profundizaría, debilitándolo cada vez más, con las defecciones de muchos de los jefes que
habían contribuido a sostener el “sistema de los pueblos libres”. Algunos, comandantes
militares como Rufino Bauza, BonifacioHRamos, Manuel Oribe, etc., abandonaron la
lucha a fines de 1817 y se refugiaron en Buenos Aires; mientras que otros dirigentes
artiguistas, de la primera línea, traicionaron abiertamente su patria y se sumaron a los
invasores, contándose entre ellos Juan José Duran, García de Zuñiga y Fructuoso Rivera.
 Para todos éstos, como antes para los mercaderes y latifundistas montevideanos, el
futuro, si es que lo había, aparecía más asociado al Directorio o al Barón de la Laguna
que a la hueste cada vez más tumultuaria, popular y, por qué no, revolucionaria, que
sostenía todavía al poder artiguista, empeñado en desarrollar la guerra de guerrillas
contra la invasión portuguesa y en capitalizar la fuerte influencia que ejercía en los
pueblos de Corrientes, Misiones, Entre Ríos y Santa Fe, expresada en las alianzas —
algunas extremadamente inestables— concertadas con los grupos y caudillos dirigentes
en esas regiones.
 La otra cara de esta probable historia del tránsito social de Artigas, la opuesta al
abismo que se fue construyendo entre los contenidos de su línea política y las
necesidades más inmediatas de mercaderes y terratenientes, fue el puente que se fue
tendiendo con las masas armadas que acaudilló desde el comienzo de la insurrección,
respecto de las cuales había afirmado —y no hemos hallado ningún testimonio que lo
desmienta— que "ninguno de mis soldados és forzado, todos son voluntarios y decididos
por sostener su libertad y derechos”.78
 Todo fue fruto de la experiencia práctica, con conclusiones que difirieron según la
modulación política que la leyera. De esta manera, el itinerario social que analizamos
parece estar estrechamente asociado con las lecciones que Artigas fue extrayendo del
balance de lo cotidiano, es decir de los vaivenes que el estado de guerra permanente, las
durísimas condiciones de vida y las escasas oportunidades de conservar los patrimonios
rurales (de los que eran propietarios de tierras y/o ganados), imponían en las conductas y
actitudes de los diferentes integrantes del frente artiguista.
 Aunque apenas ilustrados en este trabajo, los resultados estaban a la vista, por lo que
resulta lógico suponer que son ellos los que explican que Artigas fuera "separando de sí
a muchos hombres decentes, de quienes había tocado el poco interés en arrostrar una
guerra sin recursos”79 Y también que dirigiéndose a uno de sus colaboradores más
cercanos —Miguel Barreño,primo, secretario e integrante calificado de la dirección
artiguista— ventilara sus sentimientos más íntimos, al reconocer: “Yo siento muy buenos
los paisanos y este es mi mayor consuelo”.8
 Refiriéndose a la relación de Artigas tanto con la cúpula como con la base social del
movimiento patriota —y a los niveles inferiores de liderazgo emergentes de ella—, un
testigo de los sucesos señaló quequizá Artigas ignoraba muchas cosas de las que
hicieron éstos, y tal vez los toleraba por necesidad, pues precisaba de hombres que le
habían dado tantas pruebas de adhesión, y que tenían algún partido entre el gauchaje
del país. Muchas veces lo oí lamentarse de que pocos hijos de familias distinguidas del
país quisiesen militar bajo sus órdenes, tal vez por 110 pasar trabajos y sufrir algunas
privaciones; que esto le obligaba a valerse de los gauclios, en quienes encontraba más
resignación, más constancia v consecuencia [...] Hablaba de este asunto muchas veces
en presencia de extranjeros respetables, enviados de Norteamérica, etc.8
 El mismo memorialista ilustra sus comentarios anteriores —al tiempo que nos llama la
atención sobre otro espacio de conflictividad— relatando que en alguna oportunidad
Francisco Javier de Viana, integrante del patriciado oriental que se había pasado al bando
directorial, le preguntó a su padre: “¿Cómo se figura que un Viana habría de aceptar las
órdenes de un Artigas?”.
 Otra referencia consistente con las anteriores es el testimonio que Cáceres atribuye a
Monterroso,82 que probablemente sintetice la opinión de los dirigentes artiguistas del
último período, signado por la invasión portuguesa, cuando las contradicciones políticas
y sociales habían alcanzado la máxima tensión:Desengáñense ustedes, en esta época se
encuentra más virtud en la ignorancia que en la ilustración, echen una ojeada a los
pueblos de Misiones y verán que aunque son los más ignorantes, son los que tienen
verdadero amor al sistema, que han ido a Corrientes, a Entre Ríos, e irán donde quiera
que los llame la necesidad de salvar a la patria.
 Por último, quisiera cerrar esta pequeña serie de testimonios que presentamos en calidad
de elementos de juicio esenciales para pensar el itinerario social de Artigas,
transcribiendo el texto de una carta que le enviara en junio de 1815 al gobernador de
Corrientes: “En tiempo que defendemos la justicia es preciso que ella resplandezca en
todas sus atribuciones. El pobre no está excluido de ella y me es muy sensible verlos
caminar inmensa distancia por una cortedad. Eso mismo manifiesta la justicia que
expone Juan Ovelar contra el alcalde Cabral por no haber sido oído, ni menos a los
testigos que acreditaban su propiedad. Esto no es regular, ni decente, ni justo. Oigale V.
en caridad y practíquese esta conducta con todos los infelices. Borremos esa manía o
bárbara costumbre de respetar la grandeza más que la justicia. Los jefes deben dar el
ejemplo”.
4. Epílogo prolongado para una experiencia histórica revulsiva
– Que vaya cayendo el crédito de ese demonio, pues co- mo Ud. sabe, la mayor fuerza de
este enemigo es la opinión, y ésta es la que debe minársele por codas parres.S ARRATEA
a Ramírez, julio de 1820
 Una de las principales conclusiones que se extraen luego de estudiar críticamente lo que
suele denominarse “el artiguismo”, es que en una época en la cual los actuales países de
Sudamérica distaban todavía de existir como tales, y los pueblos y las provincias que
habían permanecido subyugados por el colonialismo español comenzaban tortuosamente
su organización política e institucional, Artigas fue el dirigente que mejor expresó la
que podríamos denominar la corriente más democrática, anticolonial y moderadamente
reformista del viejo orden socio-ecómico rioplatense, producto del pronunciamiento
revolucionario de mayo de 1810.
 Esta relación es uno de los problemas más interesantes, y más ocultos, de la
interpretación del papel del artiguismo en la historia rioplatense, probablemente debido
a las dificultades que existen para reconocer el carácter comúny compartido de este
tramo de la historia de argentinos y uruguayos.
 Al respecto, se comprende que para las clases dirigentes de ambas bandas y sus
respectivas historias oficiales resulte inconveniente otorgar centralidad a un proceso que,
entre otros efectos, en un caso señala críticamente los aspectos más oscuros de los
gobiernos instalados en Buenos Aires, y en el otro obstruye la construcción de la
mitología nacional que sustenta el discurso dominante. Menos claras, sin embargo, están
las razones por las que las corrientes políticas e intelectuales opositoras y críticas de
los rumbos tradicionales no han profundizado en la imbricación de los significados
revolucionarios de dirigentes como Moreno, Castelli y Artigas, especialmente pensando
en aquellos “fondeaderos” que mencionamos al comienzo de estas notas.
 Esta hipótesis es exactamente la opuesta a la formulada por los fundadores de la
historia, tradicionalmente oficial de la Argentina: “los dos, usted y yo —escribió
Bartolomé Mitre a Vicente Fidel López—, hemos tenido la misma predilección por las
grandes figuras y las mismas repulsiones por los bárbaros desorganizadores como
Artigas, a quien hemos enterrado históricamente”. Esta condena se asocia estrechamente
a lo actuado por la elite gobernante porteña de la década revolucionaria que, dada la
intimidad entre las posturas de Artigas y las propuestas de unidad confederai de las
provincias, relegó “la palabra federalismo al ámbito de lo demoníaco y, vinculándola a
la también furiosa demonización de la figura del caudillo oriental, asoció federalismo
con anarquía, desterrándola así, con transitorias excepciones, del escenario político
bonaerense durante la mayor parte de la primera década revolucionaria".85
 Y sin embargo, ese “bárbaro” fue, como hemos visto, tal vez el mayor reformador
social que formó parte de la dirigencia criolla independentista entre 1810 y 1820, y
también, seguramente, el principal promotor del federalismo revolucionario como forma
de unir e integrar en y para la lucha a los pueblos del estallado virreinato. ¿Interesan estas
cualidades, y la posibilidad de explorar en ellas, a la historiografía de la época de la
globalización?
 En los últimos años, en la Argentina se han reactivado los estudios sobre el tema del
origen de la nación argentina, el federalismo, los derechos de los pueblos, las formas de
representación, etc.;86 en los cuales es de esperar que Artigas vaya ocupando un lugar
cada vez más central, queno debe quedar reservado exclusivamente a los historiadores
uruguayos, en tanto siempre será más enriquecedor articular estos aportes con los
provenientes de una perspectiva analítica “argentina” del asunto.
 Al respecto, es sabido que la doctrina artiguista en materia de organización política e
institucional de los pueblos emergentes de la revolución anticolonial se asentó en unos
pocos conceptos medulares: soberanía particular de los pueblos, vida política, gobierno
inmediato, y liga ofensivo-defensiva, en la perspectiva de organizar el “sistema de la
confederación para el pacto recíproco con las provincias que formen nuestro Estado”,
como lo señala el artículo 2 de las Instrucciones del año XIII. Dichos principios
organizativos se plasmaron en deferentes momentos y medidas, con matices y asimetrías,
en las experiencias de los pueblos y provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos,
Misiones, Córdoba y la Banda Oriental, generalmente en conflicto con las orientaciones
centralistas emanadas de los gobiernos de Buenos Aires.
 El "sistema” de organización institucional, o mejor dicho, las vías concretas de
aproximación hacia ese objetivo que estableció el artiguismo, fueron, a diferencia de las
dos modulaciones más habituales en la época –sesgadas respectivamente hacia el
separatismo defensivo o la delegación centralizadora–, un instrumento que mantuvo hasta
el final habilitados dos filos conceptuales y políticos, los dos núcleos de la propuesta
organizativa: unidad y autonomía.
 Esto explica que Artigas y los directorios que se sucedieron no sólo confrontaran
cuando se reclamaba el ejercicio autonómico de la soberanía particular de los pueblos,
sino también cada vez que, confundiéndose en cuanto a sus aspiraciones, la aristocracia
porteña, flaqueando en su ilusión de someterlo, le ofrecía -sorprendentemente sin éxito-
la independencia absoluta de la Banda Oriental.
 En este sentido, la línea de Artigas, que podía reconocer un origen ventano al esquema
de lucha de puertos por el dominio de vastos hinterhads, productivos y comerciales,
perduró mucho más allá de la disponibilidad de esos puertos y de la adhesión de sus
principales operadores y beneficiarios, las élites tendero-pastoriles uruguayas, que
prefirieron los negocios seguros a los grandes negocios, el continuismo a bajo costo y
riesgos acotados a la inseguridad de construir renovados escenarios socioeconómicos.
 Para el artiguismo,los pueblos forman la provincia y ella se constituye en un estado a
partir de cuya existencia se plantea la unidad confederal; estos estados-provincias son los
sujetos, tal como se planteó en las resoluciones del Congreso de Abril de 1813, que
debían conformar las provincias unidas. En este sentido las ambigüedades y la influencia
de lo que Vilaraludiera como “la precocidad del patriotismo lingüístico”, no hacen más
que marcar las impotencias e imposibilidades inmediatas. Y sin embargo, aunque las
provincias unidas no existían como tales en la materialidad estructural de las realidades
políticas y jurídicas de algún modo se hallan presentes en las ideas -por ej. de Artigas-
que determinaban y condicionaban acciones colectivas realmente existentes y de
comprobada eficacia práctica más allá del signo de sus resultados inmediatos.
 En este sentido, como señaló Chiaramonte, “si existían factores de unión entre los
pueblos rioplatenses que emergieron del desplome del imperio español, también es cierto
que ellos no alcanzaban a conformar el fenómeno de una nación”; afirmación válida
siempre que se acompañe del reconocimiento de que la revolución anticolonial significó
el inicio de su construcción, hipótesis a partir de la cual se pueden interpretar
cabalmente algunos episodios característicos del proceso artiguista en sus relaciones con
el poder central.
 Apenas como una pequeña enunciación de ejemplos, dirigidos por otra parte a tomar
distancia de las visiones economicistas de la formación de la nación, quiero recordar que
en 1813, al fundamentar su propuesta acerca de que los orientales reconocieran a la
Asamblea Constituyente por pacto y no por obediencia, Artigas señaló que “esto, ni por
asomos, se acerca a una separación nacional:garantir las consecuencias del
reconocimiento no es negar el reconocimiento”.
 Una segunda muestra del contenido del pensamiento de Artigas acerca de cómo
concebía la organización política de los pueblos y provincias rebelados contra España,
son las expresiones vertidas durante el desligendamiento de la misión encomendada en
1814 por el Directorio a sus negociadores fray Mariano Amaro y Francisco Candioü, con
el objetivo de alcanzar un entendimiento con el líder oriental.
 En el texto del tratado o plan consensuado con Artigas para el restablecimiento de “la
buena armonía”, luego de reconocerse la independencia de los pueblos orientales y
entrerrianos, en el artículo 4 se aclaraba expresamente:"Esta independencia no es una
independencia nacional,por consecuencia ella no debe considerarse como bastante a
separar de la gran masa a unos ni a otros pueblos, ni a mezclar diferencia alguna en los
intereses generales de la revolución”.2 Este acuerdo fue finalmente rechazado por
Posadas que, estimulado por la toma de Montevideo por Alvear el 20 de junio, afirmó
que la Banda Oriental debía “reconocer la unidad del gobierno de las demás, para lograr
de su influencia lo que no puede por sí sola”.
 La última referencia que deseo presentar alude a otro intento directorial denegociación
con Artigas, estimulado por la necesidad de ganar tiempo luego de la caída de Alvear,
tramitado mediante el envío —en junio de 18x5— de la misión Pico-Rivarola. Durante
las negociaciones aparecerían claramente expresadas las ideas-fuerza principales del
artiguismo, en especial la ratificación de que no debía confundirse soberanía particular
con independencia absoluta, tal como surge del punto 1° de la propuesta de Tratado
efectuada por Artigas: “La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el
Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata. Su pacto con las demás
provincias es el deuna alianza ofensiva y defensiva. Toda provincia tiene igual dignidad,
e iguales privilegios y derechos; y cada una renuciará al proyecto de subyugar a otra. 94
La Banda Oriental del Uruguay está en el pleno goce de su libertad y derechos; pero
queda sujeta desde ahora a la constitución que organice el Congreso General del Estado
legalmente reunido, teniendo por base la libertad”.
 La distancia entre las dos posiciones, tanto como la incomprensión y/u oposición
porteña de la verdadera naturaleza del reclamo artiguista, al que calificaban de
“exótico”,queda patentizada al contrastar la propuesta anterior con el primer punto del
borrador directorial: “Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del
Uruguay, renunciando a los derechos que por el antiguo régimen le pertenecían”.97
 Como puede observarse, y sin perjuicio de las necesarias revisiones del tema a la luz de
nuevas preguntas y preocupaciones, la elaboración artiguista sobre las pautas más
apropiadas para orientar la organización política y jurídica de los pueblos y provincias no
deja lugar a dudas acerca de sus contenidos esenciales, inmodificados a pesar de
formularse tanto en condiciones apuradas como las de 1814 o más favorables como las
del año siguiente.
 En este sentido, siempre será de utilidad guiar las nuevas investigaciones por la
hipótesis formulada en su momento por Sala, De la Torre y Rodríguez, lefrendada luego
por Ansaldi, con respecto a que en 1820, con la derrota del artiguismo,“muere el
carácterrevolucionario del federalismo y concluye la fase revolucionaria’’8
 Para finalizar nuestra revisión de algunos aspectos del artiguismo, quisiera entrar
brevemente de lleno en el campo de las polémicas y las críticas más asociadas al
escepticismo y el posibilismo disparados por los fuegos posmodernos y globalizantes,
emergentes de los cambios en las relaciones de fuerzas internacionales y regionales que
se han producido desde mediados de los setenta. En especial aquellas donde se han
focalizado las impugnaciones recientes de la actuación histórica de Artigas, apuntadas a
cuestionar su supuesta intransigencia dogmática y, de fondo, a afirmar la inviabilidad
del proyecto político que acaudillo.
 Si bien se contabilizan observacionescríticas puntuales que comienzan en la
resistencia de Artigas a las resoluciones revocatorias adoptadas por el congreso
aporteñado de Capilla Maciel en 1813, las más punzantes corresponden a hechos
correspondientes al período final, cuando los efectos de la pinza político-militar
corporizada en la invasión portuguesa y las hostilidades directoriales activando la
guerra civil en el flanco oriental de los Pueblos Libres— exigían los máximos sacrificios
y las mayores audacias políticas.
 Mencionaré sólo dos: 1)la misión de los representantes orientales en diciembre de 1816
ante el director supremo de Buenos Aires y 2) la ruptura con Ramírez.
 La primera observación, , es que los delegados eran integrantes de la eliteoriental
afincada en Montevideo y expresada políticamente mediante el cabildo de la ciudad;
hombres de negocios que, a esa altura de los acontecimientos podían subordinarse a
Buenos Aires o eventualmente, como terminaron haciéndolo, a los portugueses, antes que
afrontar el peso de una nueva guerra anticolonial —tan legítima y necesaria como la
antiespañola—, resistiendo las pretensiones hegemónicas de la ex capital virreinal y bajo
las órdenes de Artigas. Era demasiado para su perspectiva y posibilidades de clase.
 Por eso, como producto de su misión diplomática que debía concentrarse en lograr
apoyo para enfrentar la invasión extranjera, los diputados firmaron un tratado donde
se estipuló: “El territorio de la Banda Oriental del Río de la Plata jurará obediencia al
Soberano Congreso y al Supremo Director del Estado en la misma forma que las demás
provincias, en consecuencia de esta estipulación el gobierno supremo por su parte queda
en facilitarle todos los auxilios que le sean dables y necesite para su defensa’’.
 ¿Qué podía decir Artigas al enterarse de este pacto? Supongo que no otra cosa que la
filípica que dirigió a los negociadores al dar por concluida su misión:Es preciso o
suponer a V.S. extranjero en la historia de nuestros sucesos, o creerlo menos interesado
en conservar lo sagrado de nuestros derechos, para sucribirse a unos pactos que
envilecen el naérito de nuestra justicia, y cubren de ignominia la sangre de sus
defensores... El jefe de los orientales ha manifestado en todos los tiempos que ama
demasiado a su patria para sacrificar este rico patrimonio de los orientales al bajo
precio de la necesidad.00
 Por otra parte,las críticas a la “obstinación” e “intransigencia” de Artigas no son
nuevas, ya que buena parte de la historiografía tradicional argentina, y no sólo en sus
modulaciones asociadas al pensamiento de la derecha ideológica, habían planteado que la
política de Artigas en favor de la unidad confederal y la defensa de la soberanía
particularde los pueblos contribuyó a dividir la unidad patriota contra el enemigo
español. Pero, ¿y el colonialismo portugués?, ¿y la guerra civil desatada por Buenos
Aires el día que decidió que sus tropas no serían auxiliadoras de los pueblos sino ejército
principal en operaciones al que aquéllos deberían subordinarse? ¿Quién dividió?
 Daría la sensación, cuestión entendibleen los tiempos que corren, que lo que para
algunos resulta francamente inaceptable es que Artigas reafirmara, frente a todos los
contrastes y peligros, la línea con que había convocado a los pueblos orientales a la
lucha. ¿Será que hoy al no doblegarse ante las dificultades extremas se lo considera
tomar una actitud soberbia e inviable? ¿Qué sólo se trata de lo posible y no de lo
necesario, que debe ser hecho posible?
 El desencuentro con Francisco Ramírez es patéticamente sencillo y elo cuente con
respecto al tipo de problema que estamos considerando: marcha sobre el gobierno
directorial al frente de un ejército federal, autoproclamado arti- guista, con la misión de
derrotarlo para imponer la declaración de guerra a Portugal y comenzar a organizar la
confederación. Luego del triunfo, desconoce ambos mandatos, acuerda con Buenos Aires
—de donde recibe cierta cantidad de armas— el pacto de Pilar, por el cual Artigas acaba
transformado en “el capitán general de la Banda Oriental”, al que se le informará lo
acordado por si quiere suscribirlo. Qué podía decir Artigas, más que señalar que los fines
del Tratado celebrado “por V.S. sin mi autorización ni conocimiento no han sido otros
que confabularse con los enemigos de los pueblos libres...”.
 Tal vez en este debate postrero entre el jefe oriental y su más inmediato aliado en el
litoral argentino se encuentre la esencia de aquella acritud que señalamos al comienzo, al
sugerir que la clave de la aparente radicalización del accionar de Artigas se hallaba en
la persistencia de los objetivos consagradosen abril de 1813, a pesar de la variación de
las circunstancias.
 De aquí surge la falta de flexibilidad política que, a mi juicio equivocadamente, se
atribuye a Artigas, al confundirse las tácticas —siempre movibles, de acuerdo con dichas
circunstancias— con los principios, que en este y otros casos resultaron inamovibles. Eso
es, por fin, lo que se explícita, cuando sin ningún lugar a réplica, el jefe oriental devela
ante Ramírez la lógica que explica buena parte del ciclo artiguista: “Mi interés no es otro
que el de la causa; si es injusta en sus principios no debió usted haberla adoptado”.10
 En este contexto, la inviabilidad histórica del artiguismo postulada por algunas voces
dentro y fuera del ámbito académico, no resulta demasiado diferente de la atribuida a la
posibilidad de transformar el mundo, eliminar el imperialismo, o construir una sociedad
socialista.
 Un puro recurso en las luchas políticas e ideológicas contemporáneas, una expresión
de deseos, y una simple contingencia momentánea, producto de una correlación de
fuerzas adversa. Afortunadamente, las derrotas no significan más que el resultado de
batallas puntuales dentro de una guerra que, con nuevos y renovados protagonistas, a
todas luces continúa y continuará.

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