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Tema 2:
1. Problematice la inserción de las clases subalternas en la Revolución mexicana de
1910, teniendo en cuenta:
a) Las consecuencias del proceso de modernización capitalista;
b) Las formas de organización de estos sectores;
c) La articulación de sus demandas.
2. ¿Cuáles son las principales fuentes con las que trabaja Azcuy Ameghino en su
texto "Artigas y la revolución rioplatense..." y que le permiten deducir? ¿llegaría
al mismo resultado si no utilizara todas las fuentes que utiliza? ¿Por qué?
3. Establezca y desarrolle la característica de los conflictos obreros durante el
peronismo y la situación en las distintas ramas de la industria según los autores.
Tenga en cuenta las ideas de “ofensiva obrera” y “poder sindical” presentes
tanto en el trabajo de Louise Doyón como en el de Marcos Schiavi
respectivamente.
Extensión máxima: 6 carillas en A4 (carátula y bibliografía aparte).
Agregar encabezado o carátula con: Nombre y apellido, DNI, mail de contacto.
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10 de junio de 2020 hasta las 23.59. Mail: americaiiiuba@gmail.com.
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electrónico, solo por el campus. Tampoco se aceptarán parciales en el campus, solo por
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Se pondrá especial atención en la evaluación a la capacidad de análisis,
problematización y lectura crítica de los textos y autores antes que a la transcripción
fáctica de sus contenidos. El parcial podrá tener una extensión máxima de 6 carillas en
total, tamaño A4, letra cuerpo 12 a espacio y medio. Carátula, notas y bibliografía,
aparte.
1) La clase obrera en época de Cárdenas fue partícipe de hechos importantes: en primer
lugar se produjo una alianza entre el movimiento obrero y el Estado que, en el
momento, contribuyó a mejorar las condiciones de los obreros y a consolidar al Estado
en reestructuración. A su vez se consolidaron las principales expresiones orgánicas de la
clase obrera mexicana: ferrocarrileros, minero-metalúrgicos, petroleros.
El principal artífice de esta situación va a ser Benito Juárez, quien junto con Lerdo de
Tejado y Porfirio Diaz, se enfrenta a los dos principales obstáculos de la época: a) la
Iglesia Católica; b) las propias comunidades indígenas (disputa en la inserción del
Estado moderno y la lógica capitalista; necesitaba recursos como las tierras generando
dichas disputas). Las leyes de la Reforma apuntaba a la separación del Estado con la
Iglesia, a tal punto que el Estado va a s sumar una serie de atribuciones que va a quedar
plasmada en la primera Constitución mexicana (1857), cuyo dos principales ejes: a) la
defensa de la propiedad privada y b) la separación de los poderes de Estado. En este
sentido, lo que se buscaba era que el Estado se haga cargo de los distintos atributos
regiones y estatales que la Iglesia tenia mucho peso local, y tratar de evitar el proceso de
separatismo que se había producido en mexico en la década del 30 y 40; en la época de
Santana, se había perdido gran parte del territorio mexicano en el norte a manos de los
Estados Unidos, como parte de un elemento centrifugo teniendo muchos estados en la
región, lo mismo que en el Sur donde parte de los Estados del dominio mexicano se fue
para conformar las futuras republicas de centroamerica.
Este proceso va a ser exitoso para la conformación del Estado moderno bajo la hacienda
capitalista, que bajo el gobierno de Porfirio Diaz, va a tener un peso extraordinario.
El gobierno de Benito Juarez va a encarar fuertemente esta clave de lucha como también
de tratar de reordenar la hacienda y el cobro de impuesto para su posterior
consolidación. Se enfrenta así, con distintos sectores conservadores, sectores de la
Iglesia y distintas comunidades de pueblos originario, quienes defienden sus derechos y
resisten el proceso de expropiación de los medios de producción capital.
Uno de los elementos principales para sostenerse en el régimen es el papel del ejercito
federal, que se va a convertir claramente en el sosten represivo del Estado mexicano; es
un papel de primer orden para defender los intereses de la propiedad privada tanto de la
hacienda como los centros mineros. Cuando hubo protestas en esos años, ya sea en los
centros mineros o la hacienda, el ejercito federal es el que va a garantizar la represión en
esos lugares defendiendo los intereses de los capitalistas. Finalmente, este Estado
capitalista con Diaz va a entrar en una serie contradicciones, que van a expresarse
incluso con quejas de distintos de la clase dominante por la imposibilidad de participar y
encontrarse beneficiado dentro de ese desarrollo y no tener una participación en
términos democráticos.
Los años 1850-1876 estuvieron marcados, en el plano mundial, por el estallido de las
crisis internacionales de 1846-1849, 1857, 1866 y 1873. La primera de éstas dio paso a
las revoluciones europeas (1848) y a la invasión norteamericana a México, mientras las
dos últimas están ligadas con la guerra franco-prusiana y la Comuna de París. En esos
años, en los grandes países capitalistas, se generalizan las vías férreas, la navegación a
vapor, la metalurgia pesada y los modernos sistemas bancarios.
Entre 1850 y 1870 México creció a ritmo lento. La población pasó de poco más de siete
millones a ocho millones de habitantes, de los cuales en la primera fecha había unos tres
millones de blancos y mestizos y poco más de cuatro millones de indios, proporción que
se mantiene casi inalterada veinte años después.
Entre 1850 y 1870 la expansión de la industria no fue espectacular, pero sí logró una
mayor profundidad de la división del trabajo y el aumento del número de
establecimientos pequeños y medianos. En este lapso, se desarrollaron las manufacturas
concentradas de azúcar y aguardiente, de papel, hilados y tejidos de lana, de íxtle, seda
y henequén, así como las imprentas, las fábricas de muebles y de carruajes, curtidurías,
herrerías, platerías, fábricas de calzado, vidrio, aceites, jabón, etc. Alrededor de un
tercio de todas las industrias se localizaban en el Valle de México. Esta ubicación
geográfica respondía básicamente a la integración de las fuentes de materias primas con
el mercado de consumo más importante.
Durante estos veinte años, debido a la generalización de la economía mercantil y la
expansión del capitalismo como modo de producción dominante, el antiguo sistema
monetario vigente Durante la época de la Reforma y de la lucha contra la Intervención
se desplegaron al máximo la unificación cultural y social, así como la identidad
histórica de la nación mexicana. Merced a la encarnizada guerra civil y la emergencia
nacional frente a potencias extranjeras, fue posible consolidar una unidad de voluntad
en torno a una lengua, una aspiración nacional, conciencia
Los ejércitos liberales, organizados en cinco divisiones ubicadas en otras tantas regiones
geopolíticas, permitieron ese movimiento del enemigo para contraatacarlo ya disperso.
Mientras tanto, lentamente, la población civil se unía a la guerra nacional liberadora.
Maximiliano integró su gobierno con liberales moderados, respetó las leyes liberales, se
dedicó a organizar una suntuosa corte y desatendió la guerra y la economía de un país
destrozado. Esto lo distanció ae los conservadores y lo enemistó con los invasores,
porque —faltos de recursos económicos— no podían aplastar la resistencia popular.
Para lograr este objetivo desataron una guerra de exterminio.
La guerra de invasión se prolongaba sin que ningún bando consolidase sus posiciones.
Mientras, en Europa, Napoleón III se debilitaba en el interior de Francia por el
surgimiento de la poderosa Prusia. Al terminar la Guerra de Secesión, los Estados
Unidos presionaron a Napoleón para que retirara su ejército de México. Ante la
contraofensiva mexicana que amenazaba el prestigio francés y las presiones europeas y
norteamericanas, en julio de 1866 las tropas francesas comenzaron a replegarse rumbo a
Veracruz.
De diciembre de 1865 a julio de 1866 las fuerzas armadas populares que se batían en
guerrillas lograron algunos éxitos parciales. En este lapso completaron su organización
y obtuvieron un amplio consenso nacional, que les permitió pasar a la ofensiva en el
último trimestre de 1866. Desde enero de 1867 las tropas liberales obtenían triunfos y
respiraban un ambiente de victoria. En marzo de ese año comenzó el sitio de Querétaro,
que duró dos meses. Durante ese lapso los conservadores obtuvieron algunas brillantes
victorias tácticas, pero sin perspectivas.
El análisis que propone sobre las huelgas, implica su abordaje sobre la base del número
de trabajadores involucrados, de acuerdo con los diversos sectores industriales o
servicios afectados, a fin de reflejar con exactitud, su extensión sectorial y lograr un
mejor enfoque de las condiciones estructurales específicas que provocaron los
conflictos.
Los enfoques giran casi exclusivamente alrededor de aquellas huelgas que involucraban
elementos ideológicamente contrarios a Perón, como fue el caso de los bancarios (1948,
1950), de los gráficos (1949), de los ferroviarios (1950) y de los portuarios (1950). El
enfoque de estos estudios sugiere que los conflictos obreros son significativos dado que
expresan tensiones y oposición en el nivel político. Además, Doyon busca demostrar
que la existencia de huelgas no debe ser interpretada apresuradamente como testimonio
de un rechazo del régimen populista por parte de los trabajadores. Al contrario, son una
parte muy dinámica de la sociedad, ya que operan como una válvula de escape para
distender las tensiones generadas por las inflexibilidades de la economía y como un
instrumento para resolver los desacuerdos existentes en el seno del sistema de las
relaciones de trabajo. Es por esta razón que el estado, puede continuar funcionando
cuando hay huelgas sin que vea amenazado necesariamente su orden político. Por lo
tanto, durante el período peronista; aun en aquellos conflictos dirigidos por elementos
ideológicamente opuestos al régimen, la masa continua apoyándose en él . En general,
los trabajadores no dirigieron sus protestas contra Perón sino contra los funcionarios del
gobierno y contra la patronal. En segundo lugar, el limitado enfoque político de la
mayoría de los estudios, les hace negar papel activo en el establecimiento de
importantes reformas socioeconómicas que beneficiaron a la clase trabajadora. En su
lugar, optan por destacar el papel predominante jugado por un estado "populista-
autoritario". Nos preguntamos aquí si las numerosas huelgas que tuvieron lugar durante
esos tres años no podrían ser interpretadas como una tentativa de los trabajadores de
transferir su victoria política en las elecciones presidenciales de 1946 al área de las
relaciones de trabajo y que, mediante esos conflictos los trabajadores aseguraran la
implementación total de las reformas sociales decretadas por el Estado y que, en
algunos casos, expandieron y transformaron esas reformas más allá de la estructura
impuesta por el Estado.
Las medidas directas para una integración social limitada de la clase obrera fueron
iniciados por Perón en octubre de 1943 e incluían: 1) la modernización del aparato
estatal para facilitar la reglamentación de las relaciones de trabajo mediante la
Secretaría de Trabajo y Previsión Social; 2) una ampliación de la limitada política de
bienestar social del Estado mediante un gran plan publicitario destinado o los sectores
de bajos ingresos y a la construcción de hospitales; 3) la iniciación de una política
limitada de redistribución de ingresos por medio de la concesión de aumentos salariales
que favoreciesen especialmente a aquellos sectores de la clase obrera ya organizados; 4)
humanización de condiciones de trabajo mediante la exigencia de aplicar la legislación
laboral vigente; por último, 5) asistencia del Estado para la organización de los
trabajadores industriales bajo la dirección de líderes que simpatizasen con la política
social del régimen, facilitando de esta manera la reglamentación de los conflictos
laborales y suministrando una base de sustentación política al régimen. El Estado
intervino en la organización del movimiento obrero a través del reconocimiento legal
que dio a aquellos sindicatos fundados por dirigentes no comunistas y proporcionando
ayuda legal y técnica. Estas tentativas, sin embargo, simplemente sentaron las bases
para la afiliación masiva que se produjo después de 1945. La limitada expansión
numérica de afiliados se debió en parte al bajo nivel de movilización obrera durante ese
período y también como consecuencia del limitado poder del régimen para vencer la
obstinada oposición de los empleadores.
Durante este período el Estado ejerció el control sobre el contenido de su política social,
amenazando intervenir a cualquier sindicato que se opusiese al régimen y al mismo
tiempo condicionando la concesión de favores a aquellos que renunciasen al derecho de
huelga.
La gran frecuencia de huelgas durante los tres años posteriores a los hechos de octubre
de 1945, fueron encabezadas por grupos que se identificaron con el régimen, pero
tuvieron dificultades para resolver su situación pese a la intervención favorable del
gobierno o bien, por el contrario, fueron activamente combatidos por el régimen.
Las huelgas que se han estudiado fueron seleccionadas sobre la base del número de
trabajadores involucrados, de acuerdo con los diversos sectores industriales o servicios
afectados, a fin de reflejar más exactamente la extensión sectorial de las huelgas y
lograr un mejor enfoque de las condiciones estructurales específicas que provocaron los
conflictos. Se tuvo el cuidado de tomar en cuenta huelgas en las que participaron
trabajadores con diferentes grados de experiencia organizativa y se prestó debida
atención también a aquellos huelgas que ocurrieron fuera de la región del Gran Buenos
Aires, para mostrar de esta manera la extensión geográfica de los conflictos (acá el autor
hace un análisis detallado de las huelgas que se hicieron durante la época peronista,
mostrando la tensión latente).
A_ INDUSTRIA ALIMENTARIA.
1. Frigoríficos
Los frigoríficos son los que presentan los conflictos más violentos durante estos tres
años, además de su duración e importancia.
2. Industria azucarera
La industria azucarera, una de las más antiguas del país, contaba con la explotación
estacional de una mano de obra barata, sobre la que pudo mantener un control casi total
durante varias décadas.
Los trabajadores de esta industria juntamente con los de los frigoríficos eran dos de los
sectores con más elevado nivel de combatividad entre 1945 y 1950; compartían una
larga historia de esfuerzos reprimidos por organizarse. La Federación Obrera Tucumana
de la Industria Azucarera (FOT1A) fue fundada en 1944 y apoyó persistentemente a
Perón desde aquella época, mantuvo un cierto grado de autonomía en la formulación de
sus reivindicaciones económicas y políticas.
Las características especiales de las huelgas dispuestas en la industria del azúcar durante
los tres primeros años del régimen peronista se debieron al elevado grado de
intervención gubernamental en este sector y a la pérdida de la estructura federal. A
principios de 1945 el régimen percibió el elevado grado de descontento en este sector,
que amenaza la estabilidad de las estructuras socioeconómicas del norte del país. En
consecuencia, el gobierno decidió limitar la posibilidad de conflictos prolongados,
decretando una serie de reformas que incluían aumentos salariales, la explicitación de
los límites de diversos tipos de trabajo (escalafón) y la garantía de un número mínimo
de días de trabajo al mes. El principal tipo de huelga que se realizó en este período fue
de corta duración, individual, declarada durante el periodo de la cosecha, con el objeto
de presionar al gobierno y patrones a implantar la nueva legislación social.
3. Panificación
Los trabajadores de este sector tenían una larga experiencia organizativa que se
remontaba a fines del siglo XIX, pero no pudieron desarrollar una organización nacional
coherente lo cual se debió en parte al predominio de los líderes anarquistas. En 1944 los
trabajadores croaron una organización paralela, la Unión del Personal de Panaderías y
Afines, porque su predecesora, que acababa de ser controlada por los comunistas, se
rehusaba a apoyar al gobierno después que Perón fuera electo presidente. El gobierno
declaró la producción y distribución del pan como servicio público en agosto de 1946 e
impuso un riguroso control de su precio, al cual tenía que subsidiar.
1. Industria textil
Los conflictos más importantes en este sector fueron: 1) tres semanas de paralización
progresiva en la rama lana por aumentos salariales (1946) 2) la huelga de quince días de
la rama medias y circulares (setiembre de 1947); 3) la huelga de 24 días de la rama lana
por aumentos salariales, que fue ganada el 30 de setiembre de 1948, y por último la
violento huelga de la rama algodón en octubre de 1947. E1 autor se limitará a analizar
este último conflicto, no sólo porque es el más importante en términos del número de
obreros involucrados, sino también porque se produjo en aquel sector de la industria
textil más crucial para el desarrollo económico del país. La causa fue la insatisfacción
de los empleados con el acuerdo colectivo recientemente firmado junto a un despido de
gran cantidad de empleados.
2. Industria Metalúrgica
3. Industria Petrolera
Este sector de la industria petrolera pasó por dos conflictos serios que repercutieron en
toda la economía.
En este sector se produjo una sola huelga declarada por el Sindicato Único Petrolero del
Estado (SUPE), "minoritario", representante de toda la roma industrial, a excepción
hecha del personal empicado en la extracción del petróleo Esta huelga luchó por
imponer el escalafón único para los trabajadores. El mismo día en que fue lanzada, el
gobierno inmediatamente la declaró ilegal (27 de julio de 1948). También se ordenó a
todos los dirigentes de YPF que echasen mano a cualquier sanción que considerasen
necesaria para garantizar la normalización de las actividades. Al día siguiente el
gobierno retiró la personería gremial al sindicato, arrestando a todo el comité de huelga.
Sin embargo, el 4 de agosto se vio obligado a ceder a las reivindicaciones de los
trabajadores debido al elevado déficit del combustible en el Gran Buenos Aires.
4. Industria de la construcción
1. Transporte urbano
En este sector las huelgas mayores se produjeron fuera del Gran Buenos Aires y en las
siguientes ciudades: I) Córdoba, 11 al 24 de enero de 1946: en procura de obtener el
pago del aguinaldo de 1945; 30 de setiembre al 8 de noviembre de 1946: en apoyo a
mejores salarios y condiciones de trabajo; fue declarada ilegal el 30 de octubre, pero
una vez que los obreros accedieron a normalizar sus actividades, el Estado apoyó sus
exigencias después de intervenir la empresa privada de transportes; 2) La Plata, 10 de
febrero al 17 de marzo de 1946: una huelga de brazos caídos muy bien organizada, que
trató de conseguir el aguinaldo de 1945 y que el Estado tuvo que subsidiar después de
intervenir la empresa privada de transportes; 29 de junio al 11 de julio de 1947: una
huelga de brazos caídos muy bien organizada que exigía un aumento salarial; 3) Mar del
Plata, 11 de noviembre al 19 de diciembre de 1946: en apoyo de un aumento salarial. El
gobierno la declaró ilegal el 23 de noviembre, pero después de una huelga general de
cinco días en toda la ciudad, se vio forzado a conceder el aumento.
2. Servicios portuarios
La huelga más importante de este sector se produjo en Buenos Aires, lugar en el que se
concentraban los servicios portuarios. Después de la Segunda Guerra Mundial la
Argentina sufrió un gran aumento de sus exportaciones de carne y cereales a Europa y
las divisas acumuladas durante ese tiempo le permitieron importar grandes cantidades
de materia prima y de maquinaria industrial entre 1946 y 1948. Los portuarios ocupaban
una posición estratégica de control sobre el movimiento comercial con el extranjero, así
como también sobre el rápido desarrollo del sector industrial.
3. Servicios municipales
La huelga más importante de este sector se produjo en mayo de 1947 en Buenos Aires.
4. Sector Bancario
Los bancarios también tuvieron que recurrir a una violenta huelga en marzo de 1948,
dado que su sindicato fue incapaz de responder a las demandas del gran número de
empicados en este sector. La Asociación Bancaria, fundada en 1924 por militantes
socialistas, se esforzó por mantener una línea apolítica durante el gobierno peronista,
pero sus dirigentes fueron desplazados por un grupo de militantes que insistía en la
necesidad de mantener una estrecha cooperación con el régimen. Los bancarios gozaban
de sueldos relativamente altos y de buenas condiciones de trabajo antes del ascenso de
Perón al poder e insistieron en mantener estas prerrogativas en relación al resto del
movimiento obrero después de 1945. La nueva dirección que asumió el control de la
Asociación Bancaria en 1947, intentó responder a estas aspiraciones, pero insistía en
que la reforma del escalafón y los aumentos salariales debían lograrse mediante
negociaciones pacíficas con el gobierno. Sin embargo, como esta dirección fracasó
varias veces en sus intentos por obtener dichas concesiones, despertó el descontento
entre los bancarios. El 30 de marzo declararon una viólenla huelga que abarcó todo el
Gran Buenos Aires, encabezada por los dirigentes depuestos por los sindicalistas
peronistas.
***
Hasta aquí estamos de acuerdo en que el Estado fue el gran artífice del proceso de
reforma social, siempre y cuando la clase obrera limitase sus demandas, reconociendo
aquellos derechos sancionados por el Estado y confiando pasivamente en el gobierno
para la implementación de sus reivindicaciones. No obstante, el análisis de las huelgas
de 1946 a 1948 modifica sustancialmente esta interpretación del rol de los trabajadores
y demuestra claramente su participación activa en procura de asegurarse la
implementación completa de dichas reformas. No permanecieron de brazos cruzados
esperando que el Estado intercediese en su favor, sino que se lanzaron a una serie de
huelgas con el objeto de obligar a la patronal a aceptar las reformas introducidas por el
régimen. Más importante aún: tampoco limitaron su actividad a poner en vigencia la
legislación laboral existente, sino que trataron de expandirla y transformar su contenido
en varias áreas. Este rol creativo se hace más evidente en los convenios colectivos que
siguieron a los conflictos. Por un lado, los acuerdos obtenidos entre 1943 y 1945 eran
contratos elementales que aseguraban aumentos salariales limitados. Por otro, los
acuerdos de 1947 y 1948 eran en cambio documentos más amplios, que introducían una
elaborada definición del escalafón, que imponían un rígido control sobre las condiciones
de trabajo y que difundían la estructura sindical a nivel de empresa, con la creación de
las comisiones internas. Esta última innovación fue tal vez una de las reformas más
importantes establecidas durante este período y fortaleció enormemente el poder de las
organizaciones obreras. Mediante estos comités de delegados los sindicatos se
aseguraban la implementación plena de los acuerdos colectivos y de las leyes laborales
en cada empresa. Estos organismos proporcionaron además la conexión necesaria entre
una rápida expansión de los sindicatos y la masa trabajadora, estableciendo un
mecanismo a través del cual ésta podía canalizar sus preocupaciones inmediatas.
Las demandas de los trabajadores, expresadas durante las huelgas y en las
negociaciones subsiguientes, no se limitaron al aumento de salarios, sino que
comprendían también el reconocimiento del trabajador como productor y su
participación en los procesos de decisión a nivel de empresa. La alta incidencia de
demandas relacionadas con la clase obrera y la obstinada insistencia en que se
implementaran atestiguan claramente la existencia de una base obrera importante que
apoyaba al régimen peronista.
Este tipo de crítica tiende también a disminuir el grado real de cambios que se
produjeron como consecuencia, por un lado, de los luchas independientes de los
trabajadores y por el otro, de los conflictos conducidos en colaboración con el Estado.
Estos cambios implicaban una sustancial redistribución económica y el reconocimiento
de derechos económicos y políticos de los trabajadores a través del establecimiento de
amplios acuerdos colectivos, el reconocimiento legal de los sindicatos y la consulta con
ellos sobre medidas de política general. Asimismo, estos cambios implicaron, de hecho,
un significativo re-ordenamiento de la estructura social global, al producirse la
integración social de la clase obrera argentina.
El presente estudio demuestra con claridad que son precisamente aquellos sectores más
identificados con la Secretaría de Trabajo durante el período 1943- 45, y que
inicialmente más se beneficiaron con la protección de dicho organismo, los que se
mostraron más insistentes en ver cumplidas sus demandas después de 1945. Si bien es
cierto que estas organizaciones apoyaron firmemente al régimen, por otra parte es tam-
bién cierto que presionaron en el sentido d« ver atendidos sus reclamos. Tampoco
visualizaron esta posición como internamente contradictoria, ya que en realidad fue el
régimen quien proporcionó el encuadre político básico que les ofreció la posibilidad de
articular sus necesidades. Es en aquel sector que encontramos una mayor incidencia de
huelgas entre 1946 y 1948; esto demuestra el elevado nivel de demandas no satisfechas
y es indicativo de que el centro de liderazgo c iniciativa ha pagado de sectores de
transportes y servicios a la fracción industrial del movimiento obrero.
A pesar de que en la mayoría de los casos los sindicatos peronistas contaron con el
apoyo inicial del gobierno, dicho apoyo no siempre estuvo garantizado, ya que el Estado
poseía recursos financieros y políticos limitados que restringían su capacidad de
resolver estos conflictos. Más aún, su capacidad estaba condicionada por su propio plan
de rápida industrialización del vais, que requería una centralización de las decisiones
económicas en manos del Estado. El régimen lanzaba inmediatamente una campaña de
propaganda cuyo objetivo era desacreditar a los dirigentes de la huelga y, hacia fines de
1947, esos ataques verbales se reforzaron con la frecuente intervención a los sindicatos
y declarando ilegales las huelgas a nivel de empresa. Esta política alcanzó su expresión
plena durante los dos años siguientes. Los movimientos huelguísticos eran identificados
por el régimen como formando parte de un complot comunista para sabotear la política
económica del gobierno, pero ello tuvo poca relación con los hechos reales y sólo fue
utilizado como táctica propagandística para marginar n los dirigentes obreros más
combativos. No debe olvidarse que los comunistas estaban bastante desacreditados
debido a sus actitudes conciliatorias con la política laboral desde 1939 hasta 1943 y
además —lo cual es más importante aún— por su participación en la Unión
Democrática, frente opositor al peronismo antes y durante las elecciones presidenciales
de febrero de 1946.
A fines de 1948 los dirigentes sindicales lograron extender las actividades gremiales
organizadas n la mayor parte del país y los sindicatos fueron reconocidos como
representantes legítimos de los trabajadores por los empleadores, cosa que facilitó sobre
todo la institucionalización de las relaciones entre los obreros y la patronal. Estos
cambios aumentaron sustancialmente la capacidad negociadora de los sindicatos,
además de facilitarles el ejercicio de un gran control sobre loa litigios regionales y
locales. La sustitución de algunos dirigentes combativos por otros que aceptaron la línea
oficial en la consolidación de los sindicatos también ayudó a disminuir la posibilidad de
conflictos de gran envergadura.
Otro factor que merece ser considerado es el desarrollo y consolidación de los
mecanismos mediadores del Estado. La Secretaría de Trabajo y Previsión Social no
estaba adecuadamente equipada para enfrentar las violentas demandas de los
trabajadores que se extendían a otros sectores de la economía después de 1946.
III
El elevado grado de movilización de los trabajadores durante los primeros tres años y
medio fue propicio para que grandes sectores de la clase obrera obtuvieran importantes
concesiones, que redujeron muchas de las desigualdades existentes. Con todo, en
algunos casos, la homogeneización del salario y de las condiciones de trabajo fueron
artificiales, es decir que se trataba más bien de una respuesta al poder político de los
trabajadores que a la capacidad económica de las industrias.
La política laboral del Estado después de 1948 estuvo imbuida por la determinación
oficial de establecer un control sobre las demandas formuladas por el movimiento
obrero, con vistas a acelerar la producción industrial del país. El régimen ganó una base
de apoyo formada por la gran mayoría de los trabajadores y creía que la amplia
implementación de reformas durante los tres primeros años era más que suficiente para
permitir un esfuerzo colectivo en pro del aumento de la producción. En 1949 el
gobierno 110 deseaba ya tolerar el desborde de los conflictos obreros,
independientemente de sus orígenes o causas, y disponía ahora del poder suficiente para
imponer su nueva política.
Los dos sectores que debieron soportar el impacto de este ataque fueron los obreros de
la industria azucarera y de los frigoríficos.
1. Industria azucarera
Las dificultades económicas por las que pasó la industria azucarera, exacerbadas por
una serie de magras cosechas, llegó a su culminación en 1949 y desembocó en dos
prolongadas huelgas, con la concomitante destrucción de la FOTIA como organización
combativa.
2. Frigoríficos
Aquí el panorama era parecido. Los frigoríficos privados, ante la disminución de las
exportaciones y el alza de los impuestos, iniciaron a principios de 1949 una campaña de
presión contra el gobierno para abolir todos los derechos de los sindicatos relacionados
con la dirección de la industria. Ellos argumentaban que una medida de esa índole era
esencial para posibilitar una disminución de personal y eliminar las áreas de conflicto de
autoridad, pues éstas habían sido fuente de numerosas paralizaciones del trabajo a nivel
de empresa. El gobierno aceptó el punto de vista patronal y publicó en setiembre de
1949 una resolución que apoyaba sus demandas.
La confrontación decisiva tuvo lugar poco después de que cerrara el frigorífico más
importante, causando el despido de otros 3.000 trabajadores. Ante el progresivo
deterioro de sus conquistas, el sindicato volvió a su actitud anterior y declaró una huelga
general el 5 de mayo de 1950. Sin embargo, una vez que el gobierno dictaminó que la
huelga era ilegal, que varios dirigentes sindícales fueron encarcelados y que asumió se
la experiencia de los cañeros y gráficos, los obreros de la carne normalizaron sus
actividades el 12 de mayo. Poco después el sindicato fue intervenido y colocado bajo la
égida de un grupo rival, que consintió la gradual liquidación de los restantes derechos
políticos a nivel de empresa.
***
El segundo conjunto de huelgas que se produjeron en este lapso de dos años puede
también ser considerado como una faceta adicional de la crisis parcial de la alianza
nacional-populista, pese a que estas huelgas fueron lideradas por personas
ideológicamente contrarias al régimen. Los ferroviarios, ban- carios y gráficos, cabeza
de lo que podría considerarse como aristocracia de la clase obrera antes de la llegada de
Perón al poder, consiguieron salarios y condiciones de trabajo superiores a la gran
mayoría de los trabajadores, si bien no lograron mantener estas ventajas bajo el régimen
peronista. Una de las causas de esta declinación fue la aparición, después de 1947, de un
grupo sumiso de dirigentes, que consideraba más importante el mantenimiento del
beneplácito oficial que la satisfacción de las demandas de buena parte de la masa.
La falta de eco a las demandas de la masa obligó a los trabajadores a recurrir a violentas
huelgas y paros antes de 1950; los bancarios realizaron una huelga no autorizada en
1948 y los ferroviarios organizaron paros periódicos entre 1946 y 1949 sin el apoyo de
las autoridades sindícales. En 1950 no sólo no habían logrado mantener sus ventajas
socioeconómicas con relación al resto de la clase obrera, sino que junto con otros
sectores fueron colocados por debajo de ciertos grupos como los metalúrgicos, los
trabajadores del sector energía y de la construcción. La apelación a huelgas violentas
debe visualizarse como una última tentativa de impedir un rápido deterioro de la situa-
ción: su derrota sellaba definitivamente la pérdida de su posición a la cabeza del
movimiento obrero.
IV
Sin embargo, el análisis del misino Perón con respecto a la situación parece haber sido
cuestión de táctica política, porque pocos días antes había admitido públicamente la
legitimidad del descontento de los trabajadores.
Conclusiones
Los acuerdos firmados después de la elección de Perón como presidente representan una
de las más importantes conquistas del período peronista y beneficiaron a la totalidad de
la mano de obra urbana. Eran documentos extensos que reglamentaban rigurosamente
las condiciones de trabajo e incluían otros temas como evaluación de tareas, seguro de
vida y oirás medidas de bienestar social, al mismo tiempo que aseguraban al sindicato
un papel importante a nivel de empresa. Estos acuerdos también representaron aumentos
significativos de salarios durante los primeros cuatro años del régimen, además de que,
como hemos tratado de demostrarlo en el presente trabajo son justamente dichas
conquistas, en proporciones significativas, producto de los conflictos laborales
ocurridos entre 1946 y 1948, en los cuales participaron activamente grandes
contingentes de la clase obrera. Si bien se podría cuestionar que estas huelgas no
presentan el minino grado de heroísmo que las del comienzo del movimiento obrero
argentino, cabe destacar que exigieron un elevado grado de coraje entre los trabajadores
implicados. En síntesis: estas luchas no constituyeron meros símbolos de protesta cuya
victoria ya estaba asegurada de antemano.
Esta conclusión se relaciona también con el hecho de que precisamente durante este
período les sindicatos estaban más capacitados para organizar a la mayoría de los
trabajadores y de que las asambleas sindicales alcanzaron su más alto nivel. Estas
pruebas hacen imposible que se cuestione la legitimidad de los dirigentes sindicales de
1946-1943 o incluso la legitimidad de los sindicatos como intermediarios
fundamentales entre la masa trabajadora y el régimen, en defensa de sus intereses
profesionales y económicos.
II
Existe en la literatura sobre el tema cierto consenso sobre el papel relevante del
movimiento obrero durante los primeros dos gobiernos peronistas. Donde se ha
presentado un debate importante ha sido en las valoraciones diferentes que se le dieron a
esta relación entre trabajadores y gobierno, sobre todo en los primeros años de la misma
(1943-1946). En lo referente a esta discusión se han desarrollado en los estudios
sociales distintas miradas a partir del binomio ruptura-continuidad en el movimiento
obrero. Entre aquellos que resaltan las discontinuidades, los análisis más influyentes han
sido los efectuados por el sociólogo italiano Gino Germani. La tesis central de sus
investigaciones sostiene la falta de autonomía de los trabajadores en su relación con el
gobierno peronista, ausencia que tiene su base de sustentación en los orígenes mismos
del vínculo.
Juan Carlos Pontantiero y Miguel Murmis, por su parte, son los mayores exponentes de
la vertiente que valoriza las continuidades frente a las rupturas. Estos aseveraron, en
oposición al intelectual italiano, que no había una división interna dentro de la clase
obrera, sino que el proceso de acumulación sin distribución de los años treinta la había
homogeneizado. Además en el surgimiento del peronismo había habido una intensa
participación de organizaciones y dirigentes del sector de obreros viejos lo que
reafirmaba la continuidad del proceso, una continuidad programática. De esto se
desprendía la negación de la caracterización germaniana de la participación obrera
pasiva y heterónoma.
Nuestra mirada se entronca con esta segunda línea interpretativa aunque no
compartimos la afirmación de que la autonomía obrera se disuelve luego del fracaso de
la experiencia del Partido Laborista y de la salida de Luis Gay de la Confederación
General del Trabajo (CGT). En este punto nuestro planteo es semejante al que realiza
Louise Doyon: luego de estos hechos los trabajadores, más allá de su identificación
política, continuaron manteniendo autonomía relativa que se expresaba en las
comisiones internas y en los cuerpos de delegados, formas organizacionales que fueron
protagonistas de los tres picos de conflictividad ocurridos en esta etapa: 1946-1947,
1949-1951 y 1954.
También compartimos con L. Doyon la afirmación de que la relación de estas
organizaciones de base con sus dirigentes fue tensa a lo largo de este período. Frente a
las reivindicaciones de los trabajadores en sus puestos de trabajo, la dirigencia de los
distintos sindicatos y de la CGT debieron mantener posiciones ambivalentes. Estas eran
conscientes de que dependían de decisiones gubernamentales para continuar en sus
posiciones pero también sabían que no podían no tener consenso en las bases.
III
Es en relación a estos últimos puntos que intentamos repensar las tan firmes
aseveraciones realizadas por ciertos autores en relación a la existencia de una cerrada
burocratización en los últimos años peronistas. Los hechos de 1954 muestran un estado
de efervescencia sindical que no se condice con esa afirmación. Valentín Golzman,
miembro del Comité de Huelga Metalúrgica de 1954en una entrevista comentó que
existía a nivel de comisiones internas bastante libertad de activación tanto dentro como
fuera de las fábricas; una comisión interna metalúrgica podía visitar en el horario
laboral a otras comisiones en pos de coordinar medidas de fuerza sin autorización y sin
notificar a la seccional Capital de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
No buscamos aquí negar la impronta verticalista y burocratizada del sindicalismo
peronista. Simplemente nos planteamos en este punto observar cual era la situación en
los lugares de trabajo y que rol jugaba la organización sindical allí.
En lo que respecta a las condiciones de trabajo dentro de los establecimientos laborales,
nuestra hipótesis tentativa es que fue allí donde se dio una de las transformaciones más
relevantes y perdurables de los gobiernos peronistas (1946-1955), donde los
trabajadores alcanzaron un poder y una libertad hasta entonces desconocidos y contra
los cuales insistentemente los industriales lucharon, tanto antes como después de
1955.Libertad y poder que se buscó defender en 1954 y que fue uno de los puntos
centrales de los conflictos obreros del período.
II
El 12 de mayo 2000 delegados de empresas metalúrgicas de la Capital Federal habían
sido convocados al sindicato donde se les informó de la orden trasmitida por Vuletich.
En un comienzo se los atendió de a grupos pero la determinación de los delegados llevó
a que se efectuara una asamblea en la calle. En esta se solicitó que se llame a una
reunión mayor para los próximos días con el fin de discutir los pasos a seguir.
Ignorando las órdenes recibidas y ya sin el apoyo de la UOM nacional durante el mismo
miércoles y jueves se realizaron asambleas en las distintas fábricas.La presión de las
bases parecía llevar indefectiblemente a la huelga.
Al congreso de delegados de la seccional porteña de la UOM realizado en la calle
Castro Barros 75 asistieron más de 3000 delegados que proclamaron la huelga.La
ejecución de esta resolución quedó en manos del consejo directivo que se reuniría el 20.
Una vez reunidos los representantes de cada seccional, el jueves 20 el consejo directivo
resolvió ir a la huelga general la cual comenzó el viernes 21 a las 12 horas en todo el
país. Las presiones ejercidas por las empresas, que habían amenazado con despidos y
con no pagar las jornadas de trabajo a desgano y paro; por los dirigentes sindicales,
quienes “sugerían” y amenazaban a los delegados; por la policía y los funcionarios del
Ministerio de Trabajo, que recorrían las empresas, no habían logrado frenar lo que se
presentaba como inexorable.
Entretanto la huelga metalúrgica se extendía pese al silencio periodístico. La prensa
comunista comentaba acerca de los constantes piquetes de huelguistas en las puertas de
las fábricas y talleres quienes se turnaban día y noche. También aseguraba que los
dirigentes sindicales jugaban al fracaso de la misma para “convertirla en una
experiencia de derrota y desilusión”. Por eso no realizaban asambleas de huelga ni
comités de solidaridad. Además el nivel de violencia comenzaba a incrementarse.
Finalmente el 2 de junio, luego de más de diez días de huelga metalúrgica, los diarios
informaron que se había firmado el nuevo convenio que beneficiaba a 165.000
trabajadores.. Iniciadas las tratativas el lunes, finalmente el martes 1° de junio se había
cerrado el acuerdo con la presencia de Alejandro Giavarini ( Ministro de Trabajo),
funcionarios de la CGT y CGE y representantes de la UOM y de la Cámara Gremial e
Industrial Metalúrgica. La UOM daba por terminado un paro que no había surgido
desde la dirigencia. Ésta se había tenido que sumar pues era un proceso que amenazaba
con superarla.
Un primer e importantísimo punto a resaltar es que el convenio se circunscribe casi por
completo a la cuestión salarial. No hay alusión directa alguna a métodos de incremento
de la productividad y ni a la modificación de los ritmos de trabajo. Hay apenas
comentarios indirectos (artículos 4 y 10) y una mención para las posibles sanciones
patronales. Luego todo es notificación y delimitación salarial. Las condiciones de las
comisiones internas y sus normativas continuarían rigiéndose por el estatuto gremial y
lo acordado tres años antes.
Basado en lo previamente analizado en lo referido a los reclamos empresarios, podemos
suponer que sería muy difícil para la patronal metalúrgica imponer un alza de la
productividad a partir del nuevo convenio. En este sentido la firma del mismo fue un
éxito parcial para los trabajadores y un fracaso para la política económica de la patronal
y propuesta por el gobierno pues hacía inviable cualquier imposición de nuevas
reglamentaciones de producción.
Sin embargo, pese a no inmiscuirse en las condiciones de trabajo, el acuerdo no era
tampoco satisfactorio para los trabajadores. El aumento salarial no cubría las
expectativas obreras. Una vez conocida la firma del mismo las fracturas que se venían
observando dentro del gremio se profundizaron.
III
En Tucumán se regresó a trabajar el mismo 2 de junio. En Rosario, después de alginas
idas y vueltas, también se volvió a la actividad sin problemas. En Buenos Aires el
camino a la normalización no sería fácil.
El mismo día en que se había firmado el convenio metalúrgico se había convocado a un
congreso de delegados en Buenos Aires en el que se esperaba resolver el tema. Al
rechazar este congreso el convenio y resolver la continuidad de la huelga los dirigentes
habían decidido pasar la reunión a cuarto intermedio hasta el día siguiente en donde
tampoco tuvieron éxito pese al intento de violentar a los delegados.
El viernes 4 de junio una masiva presencia de obreros que buscaban transformar la
reunión en asamblea general complicó los planes iniciales que consistían en una rápida
aprobación de lo ya firmado. El resultado fue un enfrentamiento entre sectores dentro y
fuera del local donde se desarrollaba la reunión. Allí, además, se decidió la continuación
de las medidas de lucha, convocar a una asamblea general para el sábado 5 por la
mañana en las puertas del sindicato y designar una comisión. La huelga continuaba
ahora sin la dirigencia de la UOM.
Dividido el gremio, la dirigencia oficial había determinado la vuelta al trabajo para el
lunes 7. El comité, elegido finalmente en la asamblea del día 5, se había propuesto
impedirlo.
Ese mismo lunes el comité de huelga central de los trabajadores metalúrgicos hizo
pública una carta abierta.
A lo largo de la carta, mientras se describen los hechos sucedidos hasta el sábado 5 de
junio, se van dibujando claramente dos enemigos de la huelga y del gremio: la patronal
y los dirigentes de la UOM. Estos últimos eran acusados de ser los responsables de la
balacera del viernes 4 realizada con armas proporcionadas por las grandes empresas.
Quién es mencionado exclusivamente en una ocasión es el gobierno peronista. Sólo se
comenta que su silencio junto con la complicidad de la UOM y la CGT fortalecían la
intransigencia patronal.
Dos posibles razones hay para esta postura de no colocarse en la vereda opuesta al
gobierno. Una puede ser que los potenciales lectores de este texto fuesen receptivos a
los ataques a la dirigencia pero no así aún a aquellos dirigidos a Perón y su gobierno. La
segunda es que, más allá del peso comunista, el comité de huelga tuviese una cantidad
importante, posiblemente mayoritaria, de obreros peronistas lo que impediría que se
pronunciasen en su contra.
Nótese que, al igual que en los sucesos posteriores a la reunión de la Federación de Box,
la movilización hacia la Plaza de Mayo y el deseo de comunicarse con Perón permite
hipotetizar la presencia de obreros peronistas entre aquellos que continuaban con la
huelga más allá de lo decidido por la cúpula sindical. Perón continuaba siendo un
interlocutor válido, aquel al que había que mostrarle directamente la injusticia que se
estaba perpetrando a su espalda. El modus operandi era entablar una comunicación
directa que rompiera el cerco impuesto entre el líder y el pueblo.
Para ese mismo martes estaba programada una nueva asamblea. A diferencia de la
realizada el día anterior donde había habido cierta permisividad policial, la represión en
esta fue más fuerte. En los medios ya no se habló de un conflicto interno a la UOM. Se
pasó a resaltar la línea de un complot comunista mientras se comenzaban a producir las
detenciones. A los estudiantes miembros del centro de estudiantes de ingeniería “La
Línea Recta” y de la FUBA detenidos la noche anterior por unirse a la manifestación en
la Plaza de Mayo se comenzaron a sumar otros detenidos.
La presencia policial no sólo se hizo sentir en las calles y manifestaciones.. Las fábricas
se encontraban bajo garantía policial lo cual golpeó fuertemente a la huelga.
Lo sucedido en la primera semana de junio de 1954 en la UOM es una muestra de que
las bases no habían acatado el final de huelga, una huelga que había sido impuesta
nuevamente por ellas. Sólo gracias a una muy fuerte represión pudo el gobierno frenar
un movimiento que había sobrepasado a la dirigencia sindical Este desenlace no sería
gratuito para estos últimos.
IV
La campaña mediática consistía en describir este movimiento huelguístico únicamente
como comunista. Se buscaba llamar la atención incluso a aquellos trabajadores
peronistas que continuaban con la medida pues era necesario que tomaran conciencia de
que estaban siendo utilizados para maquiavélicas instrucciones que los comunistas
habían planeado con anterioridad.
En paralelo a esto, una vez iniciada la represión, la huelga metalúrgica había perdido
fuerza rápidamente.
La infiltración era la responsable de los hechos producidos en los últimos días. Sin
embargo resulta importante reconocer que la preponderancia de los infiltrados según el
discurso oficial va unida a fallas en la dirigencia y que es precisamente allí donde se
busca atacar. Si la dirigencia cumpliera correctamente con sus objetivos no habría
posibilidad de intromisión de elementos extraños, la fisura interna, la duda, era el error
por donde penetraba el adversario.
Por su parte, luego del traumático desarrollo y desenlace que había tenido la huelga
metalúrgica, los dirigentes del gremio habían quedado altamente desprestigiados tanto
en las bases como a niveles gubernamentales y cegetistas. El difícil lugar que ocupaban
se ponía de total manifiesto en situaciones de alta conflictividad; los hacían ineficaces
para ambos polos, para los primeros se convertían en traidores y para los segundos
quedaban quemados.
Conclusiones
Consideramos que la huelga metalúrgica, la que junto con los demás conflictos obreros
marcó el curso político del primer semestre de 1954, fue una lucha por mejoras
salariales y por la defensa de las condiciones de trabajo. Si tomamos en cuenta que la
posición patronal y del gobierno era atar los aumentos salariales a los nuevos niveles de
productividad, es inevitable observar en las demandas obreras por mayor salario
también reivindicaciones contra las políticas de racionalización industrial y en defensa
del poder ganado puertas adentro de las fábricas.
A su vez, el hecho de que estos reclamos fuesen básicamente económicos y que durante
los conflictos no se hayan producido alusiones directas al gobierno peronista no debe
llevar a pensar que el carácter de los conflictos fuese únicamente económico. Es
improcedente separar a éste del factor político.
Es por estos dos puntos que podemos concluir que estos conflictos, con la huelga
metalúrgica a la cabeza, fueron un momento dentro de una resistencia mayor de los
trabajadores - en su mayoría identificados con el peronismo- a los planes
racionalizadores y productivistas que había hecho propios el gobierno.
Este proceso, que había comenzado algunos años antes, luego del pico de 1954,
encontrará un nuevo hito en el Congreso de la Productividad en el cual los empresarios
sólo pudieron obtener de la CGT unas pocas promesas que resultaban ser irrealizables.
.
2) 1. Introducción a propósito de Artigas y los fuegos del siglo XXI
Cuando un historiador ha dedicado muchos años de su vida al estudio de un período del
pasado y ha podido expresar los resultados y conclusiones fundamentales mediante la
publicación de una obra que las sintetiza y cristaliza.A retomar luego de una década
aquellos temas y problemas constituye sin duda mi complejo desafío.
Muchas cosas han pasado desde entonces, incluida la continuidad de las investigaciones
académicas sobre la economía, la sociedad y la política del período abierto por el
pronunciamiento revolucionario de 1810, con nuevos aportes asociados al replanteo de
las preguntas y a la puesta a foco de objetos de estudio ¿recortados y determinados a
partir de las preocupaciones (y despreocupaciones) estimuladas por los humores
intelectuales del fin del siglo XX y sus formas Ida manifestación en el plano
historiográfico.
Si bien eventualmente aludiremos a algunos de los trabajos más recientes, la agenda
para estas notas se focaliza en revisitar algunos problemas, estrechamente asociados a la
imagen y la interpretación del significado del artiguismo en la historia rioplatense2,
que no han sido objeto de mayores debates ni replanteos durante los últimos veinte
años, salvo algunas pocas excepciones. Insisto, me refiero a algunos, no a todos los
problemas. Especialmente a aquellos que por diversas razones han sido en diferentes
medidas excluidos, sino del interés de los jóvenes estudiantes, al menos de los
programas, bibliografícas e investigaciones, a lo que sin duda no resulta ajeno cierto
rechazo, no necesariamente razonado, de los formadores de carreras académicas,
jerarquizadores de temas y líneas de investigación, que han ocupado el centro de los
espacios historiográficosrioplatenses desde comienzos de los años 1980.
En este caso nos referiremos puntualmente al contenido y los sentidos contradictorios
de las políticas de tierras y arreglo de la campaña formuladas en 1815, a las relaciones
de Artigas con la elite montevideana, y al que he denominado el ciclo social de Artigas,
expresión del itinerario político-ideológico que probablemente lo condujo desde su cuna
terrateniente al campo de batalla final, campesino y popular.
Colateralmente, haremos también mención a la definición práctico-doctrinaria de
Artigas frente a la organización política de los pueblos y provincias emergentes del
dislocamiento del orden colonial, enfatizando el sentido de “historia argentina" que
también revisten; aludiendo, por último, al punto que, siempre mediante escasas y
escuetas alusiones, ha seguido siendo, uno de los más controvertidos del accionar de
Artigas: su intransigencia ideológica expresada en una supuesta falta de “flexibilidad”
política en los momentos más apurados de la invasión portuguesa a la Banda Oriental
y en sus relaciones con Francisco Ramírez luego de la firma del Tratado del Pilar.
La selección de estos puntos-problemas se liga directamente con los que denominamos,
en esta coyuntura, los fuegos del siglo xxi, esencialmente concentrados en los efectos
negativos de la globalización económica, política, ideológica, cultural y teórica que se
ha impuesto, o se pretende imponer, desde los centros hegemónicos del quehacer
humano a escala mundial. Y también, por qué no, con los contrafuegos necesarios.
En general, los hombres comprometidos -o en alguna medida inclinados a estarlo– con
una solución de cambio y transformación frente a los problemas históricos que afligen a
las grandes mayorías sociales de la humanidad, suelen describir en el pasado los que
Chesneaux denominó “fondeaderos para las luchas de hoy”, sintetizando seguramente
un amplio y heterogéneo repertorio de sucesos unificados por la común condición de
referencias positivas respecto de las rebeldías y preocupaciones del presente.
Esta es la clave, la palabra que ordena y jerarquiza: el presente. ¿Cómo no encontrar en
el pasado, hechos, personas e ideas que expresen —simbólica, analógica o
aproximadamente— lo que una parte de la sociedad (siempre es una parcialidad) actúa,
personaliza y fundamenta en sus prácticas políticas cotidianas?
Claro que hay presentes y presentes. Los vientos del 69 no son los fuegos del 2003.
Correlación de fuerzas es la clave explicativa. La acción de los golpes de Estado
represivos y fascistas, como no se conocían hasta entonces en Latinoamérica, impuso
el cierre violento del ciclo de rebeldía política y lucha social abierto en los sesenta (y
de las correspondientes preocupaciones historiográficas, ideológicas, teóricas).
Estos efectos reaccionarios, inmediatos y mediatos, que condicionaron fuertemente las
calidades y posibilidades de las posteriores transiciones democráticas, se articularon con
la derrota de experiencias revolucionarias que involucraban a cientos de millones de
personas, cuyo hito culminante fue la restauración del capitalismo en China en 1976.
Luego, la caída del muro de Berlín y el triunfo de las fuerzas del capitalismo ode
mercado por sobre las del capitalismo de Estado, facilitaron la unificación del mercado
mundial y la creación de un nuevo e inédito momento en las relaciones entre las grandes
potencias, entre el Norte y el Sur y entre las diversas clases sociales.En este contexto
surgieron distintas teorías y discursos apologéticos para dar cuenta del nuevo estado de
cosas: el “pensamiento único”, el “fin de la historia”, el “fin de las ideologías” y, la más
exitosa, la “globalización”.
Correlación de fuerzas es la clave explicativa. También en relación con los problemas
del trabajo historiográfico; porque si bien resulta académicamente razonable —y
valorado— el esfuerzo por actualizar las agendas de investigación, replanteando
problemas, interpretaciones y preguntas, no debería pasarse por alto la necesidad de
realizar un implacable ejercicio intelectual orientado a comprender cómo el presente
nos determina profesionalmente (o sea ideológica, política y teóricamente) como
historiadores, al igual que como estudiantes, lectores y comentaristas, y de qué manera
condiciona la “renovación” de las preguntas.
No se trata de problemas sencillos, ni que tomen agradable a quien los suscita,
lamentablemente. El Che señalaba que “si se respetan las leyes del juego se consiguen
todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es
no tratar de escapar de la jaula invisible”. De todos modos,el problema es tan antiguo
como las clases sociales, y no prestarle atención —dar “por superado” se dice a veces en
nuestra disciplina respecto de los temas y problemas fuera de moda, incómodos— no
garantiza de ninguna manera que ellos se hayan resuelto, o sí, pero no del modo y con el
sentido que una parte de nosotros desea continuar expresando. Los revolucionarios
orientales tenían razón en aceptar la lucha en dos frentes, porque la derrota prenunciada
era el único camino para la victoria futura. ¿Relaciones activas entre el pasado y el pre-
sente, pensadas desde una perspectiva antiglobalizadora, por no decir otras cosas?
O sea que, al volver sobre la figura de Artigas y su significado en la historia
rioplatense, mi primera reflexión es para el lugar y las circunstancias que entornan el
ejercicio. Es decir, el mundo del siglo XXI: el de la invasión imperialista en Irak, la
masacre del pueblo checheno, el calvario palestino... El de la América latina de la
deuda externa y la vida bajo la línea de pobreza. El del ALCA , el neoliberalismo y la
“tercera vía” del usurpador de Malvinas.
Según datos del Banco Mundial, la mitad de la humanidad vive con menos de dos
dólares diarios; el ingreso promedio en los veinte países más ricos es 37 veces mayor
que en las 20 naciones más pobres; 1.200 millones de personas subsisten con menos de
un dólar diario; en los países pobres un 50% de los niños sufren de desnutrición y una
quinta parte muere antes de los cinco años.
Mientras tanto, algunos historiadores dan por “superados” problemas tales como
feudalismo-capitalismo, formas históricas de transición entre regímenes sociales y
políticos, el Estado como clave de la dominación de los dominadores, la macro-historia
y los grandes relatos, el papel de los revolucionarios en cualquier época, las
explicaciones totalizantes, las determinaciones estructurales, las luchas de clases, en fin,
por alguna razón todos los problemas que se superan dibujan una trayectoria que va de
izquierda a derecha
.El reglamento de tierras y las relaciones de Artigas con la elite oriental
Si Artigas sólo hubiera sido el jefe del proyecto político más avanzado, que
concentrara las tareas anticoloniales en la región, y el principal mentor del federalismo
democrático rioplatense, su papel histórico sería sobradamente digno del recuerdo, aun
cuando permanecería incompleta la caracterización de su actuación pública. Artigas,
actua como gestor de reformas radicales en las viejas estructuras coloniales. En este
sentido, la innovación más eficaz introducida por su aporte tal vez haya sido el ejercicio
práctico de un punto de vista novedoso, expresado en la perspectiva democratizadora, con
que abordó los problemas políticos y socioeconómicos trascendentales: En principio, su
actitud hacia los indios : “Yo deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí,
para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así experimentarán la
felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la
desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho y que sería una
degradación vergonzosa para nosotros mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy
han padecido por ser indianos”.5
La “doctrina” artiguista se construyó a través del repertorio de respuestas que a partir de
aquellos .Artigas produjo frente a los problemas y vicisitudes inherentes a la lucha por su
consecución, acumulados durante una década de controvertido liderazgo político-militar.
Dentro de esta línea interpretativa, el “Reglamento provisorio de la Provincia
Orientalpara el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados” reviste sin
duda una especial significación.La historiografía que se ha ocupado de su estudio,
remisa en los últimos años a profundizar en el tema, produjo diversas interpretaciones
sobre sus objetivos y características. Al respecto, a modo de un muestreo doblemente
parcial, por limitado y recortado según nuestra estrategia de exposición, nos referiremos a
tres líneas de abordaje de la política agraria artiguista que proporcionan un arco
amplio de posibilidades analíticas.
Al realizar su valoración de la ley agraria de 1815, BarranyNahum señalaron: “El
reglamento tenía un primer objetivo político-social; crear una clase media de
propietarios rurales comprometida con el resultado de la revolución. A él se vinculaba la
necesidad de destruir en sus intereses al enemigo político (el gran latifundista 'mal
europeo y peor americano’). Poseía un segundo objetivo económico-social: proporcionar
seguridad al hacendado y sedentarizar al gaucho, elementos ambos que coadyuvaban
a restaurar la producción.Estos autores plantean asimismo que la relación del reglamento
con los grandes hacendados patriotas era ambivalente, ya que si bien los protegía —al
igual que a sus bienes—, también los intranquilizaba pues el ataque al derecho de propie-
dad, aunque fuera el de los “enemigos”, abría interrogantes de difícil respuesta.
Historiograficamente, se ha dado la valoración del Reglamento, con un excesivo
contenido apologético, dado especialmente por la asociación con el “camino americano”
del desarrollo del capitalismo en el agro, toda vez que existen profundas diferencias
entre ambas experiencias históricas.
Una sociedad atrasadamente precapitalista, se ofrecían unas 8.000 hectáreas (3 leguas
cuadradas), en medio de un tembladeral político militar que acortaría a unos pocos meses
la aplicación efectiva del Reglamento.
Un juicio más reciente, sumamente crítico respecto de la valoración histórica del
papel de Artigas, es el aportado por Vázquez Franco, que ha señalado que el
Reglamento de tierras, sería como un cebo para recuperar una buena proporción de ese
activo intangible que era la confianza que los grandes y medianos hacendados habían
depositados en él cuando lo convocó en Mercedes.
Como puede observarse, según la óptica de Vázquez, la política agraria de Artigas no se
alejaría del horizonte ideológico ni de los intereses rurales de la elite hacendada, con lo
cual sus relaciones se habían efectivamente deteriorado desde fines de 1813. Sin
embargo, aun cuando existen evidencias para asociar a los terratenientes patriotas con la
ley agraria, estas tendrían una eficacia más discursiva que efectiva, toda vez que el
proceso real de la política oriental —y el caos rural, producto de la historia anterior, la
revolución y las guerras— se hallaba fuera del control de la elite y de Artigas.
En este sentido, una diferencia no menor entre ellos sería la absoluta disfuncionalidad
de dicha situación con el interés de los primeros, mientras que Artigas encuentra en parte
de los actores sociales del desborde y el “desorden" social a muy firmes sostenedores de
su poder e influencia política.Si bien oportunamente hemos expuesto una perspectiva
definida sobre el papel del Reglamento, una revisión de algunos aspectos de su gestación
y de las circunstancias a partir dejas que fue concebido puede contribuir a esclarecer
algunas de las líneas de controversia que han quedado planteadas.