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segunda instancia, pues se estimó que no había razones para ello. BALLESTEROS,
ob. cit., t. II, Nº 1722.
175 MIRANDA, ob. cit., Nº 50, AGUILERA DE PAZ y RIVES MARTÍ, ob. cit., p. 147;
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Nº 1005.
180 C HIOVENDA, ob. cit., t. I, p. 441.
181 C HIOVENDA, ob. cit., t. I, p. 605.
182 G LASSON, TISSIER et MOREL, ob. cit., t. 1, Nº 262.
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183 Corte Talca, Gaceta, 1922, t. I, Nº 173, p. 676. Revista, t. LXXXI (1984),
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pero de diversas disposiciones suyas se desprende claramente: art. 410, que con-
sidera al liquidador “mandatario de la sociedad”, 413, Nº 6, etc. La Ley Nº 18.046,
sobre sociedades anónimas, lo declara expresamente (art. 109) y califica de man-
datarios a los liquidadores (arts. 113 y 114).
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C., arts. 410 y 411); si son varios, les son aplicables las reglas que
rigen a los administradores en tal caso, y las discordias que ocurran
entre ellos deben someterse a la resolución de los socios, o en
ausencia u otro impedimento de la mayoría de éstos, a la del juzga-
do de comercio (C. de C., art. 412). Por último, lo que es más
importante, estos liquidadores no tienen poder alguno para resol-
ver las dificultades que se produzcan entre los socios con motivo de
la liquidación; dichas dificultades, salvo estipulación contraria de la
escritura social, deben resolverse precisamente por árbitros (C. de C.,
arts. 352 Nº 10 y 415; COT, art. 227 Nº 4). Claro está que los socios
pueden conceder en forma legal al propio liquidador la facultad
de solucionar las dificultades que se promuevan en la liquidación,
agregándole así la calidad de árbitro a la de mandatario de la
sociedad; en este evento, la persona designada deberá sujetarse, en
el desempeño de sus distintas funciones, a las normas especiales
que gobiernan a cada una de ellas.
No siempre nuestros tribunales han reconocido estos princi-
pios;186 pero hay varias sentencias que los aplican con acierto.187
Nº 84, p. 386.
188 Gaceta, 1878, Nº 4565; Gaceta, 1901, Nº 3021, p. 1168; Revista, t. XV, sec.
2ª, p. 1.
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Nº 98, p. 90, da a entender que la partición por acto entre vivos debe hacerse
por escritura pública. Marcos S ILVA BASCUÑÁN (La Partición de Bienes, 3ª edición,
Santiago, 1948, Nº 28, p. 27) y Manuel S OMARRIVA (Indivisión y Partición, Santia-
go, 1950, t. II, p. 80) opinan que puede hacerse en cualquier forma posible de
autenticarse.
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196 Este inciso fue agregado por el artículo 1° N° 107 de la Ley N° 19.585, de
26 de octubre de 1998.
197 C. Talca, Gaceta, 1916, t. II, Nº 323, p. 1060.
198 C. Talca, Gaceta, 1914, Nº 521, p. 1415; C. Suprema, Revista, t. IV, sec. 1ª,
p. 37.
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p. 53.
214 Revista, t. LXIV, sec. 2ª, p. 40.
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72. Cuarto caso. Las diferencias que ocurran entre socios de de-
terminadas sociedades, en los casos de los arts. 415 del C. de C. y
4º Nº 10 de la Ley Nº 18.046. Carácter y alcance.
Éstos no son casos de arbitrajes absolutamente obligatorios.
El art. 352 del C. de C. prescribe que en las sociedades colecti-
vas mercantiles la escritura social debe expresar: “10. Si las diferen-
cias que les ocurran (a los socios) durante la sociedad deberán ser
o no sometidas a la resolución de arbitradores, y en el primer caso,
216 Véanse los artículos 171 y 324 inciso 2° del Código Procesal Penal.
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217 Comparten esta opinión los profesores S ANDOVAL LÓPEZ , Ricardo: Ma-
cia arbitral ha dicho que “es evidente que la disolución de la sociedad constituye
una decisión que sólo puede decretar el Árbitro designado en el contrato de
sociedad, por tratarse de un hecho consubstancial con su existencia como tal…”
“…a mayor abundamiento, la propia Ley de Sociedades Anónimas regula el
arbitraje y la liquidación de una sociedad anónima, que lógicamente deberá
quedar sometida a los árbitros designados en sus estatutos y no en un pacto de
accionistas, por tratarse, en general, de normas de derecho público que los
accionistas no pueden modificar”. Sentencias Arbitrales, CAM, t. III, laudo de 12
de septiembre de 2002, rol 289, p. 346.
219 La Corte Suprema falló que “el arbitraje que establece la Ley de Socieda-
des Anónimas es aquel supletorio para el caso que las partes nada dispongan en
la escritura social, respecto del cual es posible substraerse para entregar el cono-
cimiento del conflicto a los tribunales ordinarios de justicia, situación que no es
la de autos, toda vez que el arbitraje fue expresamente pactado y reglamentado
en la escritura social, de modo que en este caso no procede la opción a que
alude el inciso segundo del art. 125 de la Ley Nº 18.046”. Revista de Derecho y
Jurisprudencia, t. LXXXIX, sec. 2ª, p. 127. En comentario y adhesión a esta
sentencia, el profesor Sergio ROSSEL señala que el fundamento de esta doctrina
estaría en el artículo 1545 del Código Civil, al establecer que todo contrato
legalmente celebrado es una ley para las partes contratantes, de tal manera que
no podría unilateralmente un accionista acudir a la judicatura ordinaria, pues
estaría desconociendo la cláusula compromisoria válidamente pactada.
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229 Gaceta, 1887, Nº 2030. Citada por Ballesteros, ob. cit., t. II, Nº 1648.
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230 El artículo 645 del Código de Procedimiento Civil fue suprimido por el
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fallo del Directorio “todas las cuestiones que se susciten entre los accionistas,
sobre derechos o repartición de aguas”. Esta redacción dio lugar a dificultades y
mereció fundadas críticas; mal puede atribuirse la resolución de conflictos sobre
derechos de aguas a la Asociación de Canalistas que supone la previa determina-
ción de los derechos de los asociados y que se forma, no para fijar esos derechos,
sino para captar las aguas comunes de la corriente matriz, repartirlas entre los
accionistas y conservar y mejorar los acueductos. De aquí que la C. Suprema
resolviera, a pesar del texto referido, que “el Directorio puede acordar con el
carácter de árbitro arbitrador la manera de ejercitar los derechos de aguas u
otros derechos de los accionistas que no se discuten, pero no puede declarar la
existencia o inexistencia de esos mismos derechos cuando se forma cuestión
sobre ellos” (Revista, t. XLIII, sec. 1ª, p. 308). El Código de Aguas ha aclarado en
este mismo sentido la cuestión.
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sobre quórum del Directorio en sus actuaciones como árbitro ni sobre mayoría
legal para adoptar resoluciones. En su silencio, la C. Suprema resolvió, aplican-
do la regla del art. 641 del CPC, que “cuando en el Directorio de la Asociación
actúa en carácter de árbitro arbitrador, debe constituirse en tribunal con su
personal completo” y, en consecuencia, incurre en vicio de incompetencia el
fallo dictado por tres votos contra dos y en ausencia de otros dos (Revista, t. XLV,
sec. 1ª, p. 359).
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86. Séptimo caso. Los demás casos que determinen las leyes. Avería
común, seguros y comercio marítimo. Como tuvimos ocasión de
ver al tratar los diversos casos de arbitrajes especiales que existen
en la legislación chilena, la mayoría de ellos establece el arbitraje
forzoso en la resolución de las controversias que se pudieren pro-
ducir respecto de la aplicación de sus normas. Así por ejemplo, el
artículo 3º letra i) del DFL Nº 251, de 1931, prescribe que la Super-
intendencia de Valores y Seguros debe resolver, en casos a su juicio
calificados y en calidad de árbitro arbitrador, las controversias que
se susciten entre compañía y compañía, entre éstas y sus interme-
diarios o entre éstas y el asegurado o beneficiario.
Lo mismo ocurre en los juicios para declarar o impugnar una
avería común, en que el artículo 1107 del Código de Comercio
señala que cuando el capitán o armador de la nave afectada no
hubiere declarado una avería común, cualquier interesado en ella,
podrá solicitar al juez competente del puerto donde termina la
descarga que nombre a un árbitro, el que deberá pronunciarse
sobre la existencia de la avería común. Sin perjuicio de lo anterior,
las partes podrán iniciar directamente un procedimiento arbitral.
Formulada la impugnación por algún interesado, el tribunal
citará a las partes a un comparendo para designar un árbitro a fin
de que conozca del juicio de impugnación.
El artículo 1108 del mismo Código dispone expresamente que
respecto de los juicios para declarar o impugnar la legitimidad de
una avería común “…conocerá el árbitro en única instancia, y
estará también investido de las facultades que se indican en el
artículo 1206 de este Libro”. Salvo acuerdo en contrario de las
partes, el procedimiento ante el tribunal arbitral se substanciará
conforme a las reglas del procedimiento sumario establecidas en
el Código de Procedimiento Civil. Todas las demandas que se
hayan deducido para declarar o impugnar la avería común, se
acumularán al juicio seguido por el árbitro designado.
Otro caso de arbitraje forzoso lo encontramos en el procedi-
miento relativo al comercio marítimo. El artículo 1203 del Código
de Comercio señala que “el conocimiento de toda controversia
que derive de hechos, actos o contratos a que dé lugar el comer-
cio marítimo o la navegación, incluidos los seguros marítimos de
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88. Valor del arbitraje constituido en violación del art. 228. Pue-
de ocurrir que se constituya un arbitraje en calidad de forzoso no
siéndolo. Dos situaciones son posibles: a) producida una contro-
versia, creyendo las partes que es de las que deben resolverse por
árbitros, la comprometen por sí mismas sin intervención judicial;
y b) producida la contienda, una de las partes solicita a la justicia
ordinaria que cite a la otra a comparendo para nombrar árbitro
que la resuelva, y el tribunal, estimando erróneamente que el
litigio es de arbitraje obligatorio, accede a la petición. ¿Qué valor
tiene el arbitraje constituido en estas circunstancias y la sentencia
que en tal caso dicte el árbitro?
En el primer evento, creemos que el arbitraje es plenamente
válido y que, en consecuencia, lo son las resoluciones que en él se
pronuncien. En efecto, se ha otorgado un compromiso en virtud
del cual las partes se sustrajeron a las jurisdicciones ordinarias y
quedaron sometidas a la jurisdicción arbitral. El error de derecho
en que incurrieron al considerar materia de arbitraje forzoso la
que no lo era, no vicia el consentimiento (CC, art. 1452) y el
contrato produce todos sus efectos.
Otro tanto cabe decir del caso en que citada una parte ante la
justicia para nombrar árbitro que resuelva el litigio, concurre al
comparendo y no formula oposición. Se produce entonces un
compromiso libremente consentido y válido.
No ocurre lo mismo cuando, deducida oposición al nombra-
miento de árbitro, el juez resuelve que debe designársele, decla-
rando de compromiso forzoso un asunto que no lo es. Tal resolu-
ción es violatoria del art. 228 del COT, ya que obliga a una perso-
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