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341 - 392
ISSN 0717 - 2877
Universidad de Talca - Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Algunas consideraciones sobre el precario y la naturaleza jurídica del precarista
Arturo Selman Nahum
Resumen
La acción de precario, regulada en el inciso 2° del artículo 2195 del Código Civil, hace
décadas que viene utilizándose de forma sistemática en nuestros tribunales de justicia en
contra de aquellos individuos que detentan una cosa ajena, por ignorancia o mera tolerancia
del dueño. Debido a su escueta regulación normativa, ha sido la doctrina, y especialmente la
jurisprudencia la encargada de establecer sus principales objetivos, límites y requisitos. Pese
a lo anterior, y en razón de la interpretación que impera hoy en día en nuestros tribunales
de justicia respecto del sentido o alcance del inciso 2° del artículo 2195 del Código Civil,
resulta interesante analizar la naturaleza jurídica del precario y el precarista bajo dicha
interpretación, a efectos de determinar si este último es un mero tenedor en los términos del
artículo 714 del Código Civil, o una figura distinta que se aleja de la denominada trilogía
jurídica que reconoce nuestro Código Civil.
Abstract
The action of precarious regulated in paragraph 2 of article 2195 of the Civil Code, for
decades it has been used systematically in our courts of justice against those individuals who
hold an alien thing, through ignorance or mere tolerance of the owner. Due to its bare legal
regulation has been the doctrine and jurisprudence especially responsible for establishing
its main objectives, limits and requirements. Despite this, and because of the interpretation
that prevails today in our courts regarding the meaning or scope of paragraph 2 of article
2195 of the Civil Code, it is interesting to analyze the legal nature of precarious and squatter
under this interpretation, in order to determine whether the latter is a mere holder under the
terms of article 714 of the Civil Code, or different figure that departs from the so-called legal
trilogy recognizes our Civil Code.
Palabras clave
Precario, precarista, mero tenedor
Key words
Precarious, squatter, mere holder
*
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Diego Portales. Abogado. Magíster en
Tributación, Universidad de Chile. Asociado Senior en Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría. Di-
rección postal: Av. El Golf 40, Piso 20, Las Condes, Santiago de Chile. Correo electrónico: HYPERLINK
“mailto:arturo.selman@gmail.com” \t “_blank” arturo.selman@gmail.com.
1. Introducción
La acción de precario a lo largo de los últimos años ha sido objeto de una
abundante creación jurisprudencial, siendo hoy en día, una de las pocas mate-
rias en que se puede afirmar con seguridad que la jurisprudencia dispone, sin
lugar a dudas, los principales ejes de su funcionamiento. Es importante tener
presente que dicha acción nace como defensa a las múltiples falencias que
presenta nuestro sistema de protección al dominio, en que la acción reivin-
dicatoria y las demás acciones que contempla nuestro ordenamiento jurídico
muchas veces resultan ineficaces1 a la hora de recuperar un bien corporal que
se encuentra fuera de la tenencia material de su legítimo dueño.
Debido a su escasa regulación normativa (inciso 2° del art. 2195 CC), ha
sido la doctrina, y especialmente la jurisprudencia, la llamada a solucionar
las múltiples interrogantes que se han planteado a su respecto, encontrándose
hoy en día reglada casi en su totalidad, existiendo unanimidad en la mayoría
de los temas que la convocan, con la sola excepción de aquellos casos en que
el sujeto pasivo de la acción se defiende exhibiendo un título que lo habilita
a utilizar la cosa emanado de un tercero distinto al dueño, en cuyo caso aún
se discute si dicho título es oponible al propietario que demanda la acción
de precario2.
Debido a la importancia práctica que juega la acción de precario en nuestro
ordenamiento jurídico, no es de extrañar que la doctrina y la jurisprudencia se
hayan abocado preferentemente a su estudio como acción, dejando de lado
la determinación –en específico– de la naturaleza jurídica del precarista3.
En efecto, aún existen dudas acerca de su naturaleza jurídica, y, en especial,
de si esta particular situación de hecho se aleja o no de la figura del mero
1
En directa relación con lo anterior y con la clara intención de fortalecer la protección al dominio,
la jurisprudencia –haciéndose eco del art. 915 CC– ha creado la denominada acción contra el injusto
detentador. Véase: Barrientos (2005), pp. 221-249; Peñailillo, (2006) pp. 536-537; Selman (2011),
pp. 57-80; Pérez (2014), pp. 387-421; Larroucau (2015), pp. 109-160, y Tapia (2015), pp. 405-422.
2
Existen pronunciamiento en ambos sentidos. Dos fallos ejemplares pueden encontrarse en Lathrop
(2011), pp. 6-8.
3
Lo anterior no obsta que existan pronunciamientos sobre la naturaleza jurídica del precario (situación
de hecho v/s contrato), cuestión que tampoco ha sido objeto de un análisis acabado por parte de la
doctrina. Por lo demás, a primera vista podría pensarse que al fijarse la naturaleza jurídica del precario
se fija también la del precarista, ejercicio que no puede efectuarse de forma automática, a raíz de la
forma en que se ha interpretado por nuestros tribunales de justicia el inciso 2° del art. 2195 CC. En
efecto, si se califica al precario como un contrato de comodato precario o una situación de hecho
asimilable a él, claramente el precarista sería un mero tenedor en los términos del art. 714 CC, en
cambio, si se concibe al precario como una situación de hecho ajena al comodato precario, en razón
de los supuestos que contempla el art. 714 CC para ser calificado como mero tenedor, no queda claro
que el precarista sea sin más, y en cualquier hipótesis, un mero tenedor.
5
No se tiene absoluta claridad si los clientes eran enemigos vencidos no esclavizados, proletarios o
inmigrantes que solicitaban protección.
Castillejo (2004), p. 56.
6
8
Petit (2007) p. 426.
9
Moreno (1951), p. 24.
10
Bonfante (1944), p. 89.
11
Bonfante (1944), p. 89.
12
Existen dos doctrinas referidas al origen de la gens, la primera, sustentada en un texto de Dionisio
de Halicarnaso que se refiere a la división de las curias en diez decenas, mientras que la segunda,
la asimila a las familias descendientes de un tronco común. Bonfante considera que la gens es “el
núcleo político precedente de la civitas, una aglomeración de familias que, según las circunstancias o
la fortuna de una determinada gens, puede constituir con los propios sujetos y esclavos una gran casa
o burgo, un municipio”. Véase Bonfante (1944), pp. 85-86. En este sentido, para Bonfante, la gens
pasa a tener clases sociales, en que estarán los gentiles de pleno derecho y los miembros dependientes
o clientes, situación última que dice relación con el precario, en el entendido que ésta se desarrolló
bajo la estructura de la gens.
13
Bonfante (1944), p. 91.
14
Bonfante (1944), p. 91.
15
Bonfante (1944), p. 91.
16
Las tierras públicas eran poseídas por los patronos, previo pago de un censo, y éstas a su vez, podían
ser entregadas gratuitamente a los clientes. Como puede apreciarse, el precario en sus orígenes suponía
la concesión de alguien que no era dueño de las tierras que entregaba en posesión precaria.
17
Moreno (1951), pp. 26-27.
18
Véanse los comentarios del Jurisconsulto Ulpiano respecto de este interdicto especial: (i) D. 43, 26,
2 pr.: “Dice el Pretor: «Le restituirás á uno lo que de él tienes en precario, ó hiciste con dolo malo que
dejaras de tenerlo, y por cuya cosa se reclama”. (ii) D. 43, 26, 2,2: “Y contiene en si equidad natural;
porque le compete al que quiere revocar el precario. Porque es equitativo por naturaleza que uno use de
mi liberalidad en tanto que yo quiera, y que yo pueda revocarla cuando hubiere cambiado de voluntad.
Y así, cuando se rogó alguna cosa en precario, podemos usar no solamente de este interdicto, sino
también de la acción de las palabras prescritas (praescriptis verbis actione), que nace de la buena fe”.
Asimismo, llama la atención el carácter perpetuo que los autores han atribuido a este interdicto, con
base en lo señalado por Ulpiano en el Digesto: “Escribe Labeon, que este interdicto compete también
después del año, y este derecho observamos; porque concediéndose algunas veces el precario por
largo tiempo, es absurdo decir que el interdicto no tiene lugar después del año” (véase: D. 43, 26, 8,7),
circunstancia que separaría este interdicto de los estrictamente posesorios.
19
Guzmán (1996), p. 521.
20
“En fin, en el último estado del Derecho, el precario ocupó un puesto entre los contratos innominados,
y el concedente tiene, para hacerse restituir la cosa, la acción praescriptis verbis”. Véase: Petit (2007)
p. 426. En este mismo sentido Morineau e Iglesias, al tratar el precario, lo circunscriben dentro de
la categoría de contratos innominados, que, en sus palabras “aparecieron con el reconocimiento de
determinadas convenciones que no figuraban en la lista tradicional de los contratos. Son figuras que se
apartan de los contratos típicos del derecho clásico (…)”. Véase: Morineau y Iglesias (1998), pp. 192-193.
De igual forma lo desarrolla Arguello, quien señaló sobre el particular que “la convención por la que
una persona concedía gratuitamente a otra el uso de una cosa corporal o incorporal, propia o ajena,
que se obligaba a restituir o a cesar en el uso de ella a petición del concedente, configuró el contrato
innominado de precario”. Con todo, el referido autor aclara que esta institución entró en la categoría
de contratos innominados en el Derecho Justiniano. Véase: Argüello (1998), p. 336. Samper por su
parte, al tratar los contratos innominados, también incorpora al precario en su listado, pero señala a
dicho respecto que “(…) en el derecho clásico no es contrato, sino un vicio de la posesión, simple
situación de tenencia, ajena al campo de las obligaciones, y protegida por interdictos posesorios”.
Véase: Samper (2007), p. 342.
21
Si bien durante este período, al igual que en el Derecho Romano primitivo y el Derecho
Romano pretorio, se continúa sosteniendo por la mayoría de los autores (Moreno Mocholi, Sohm
y Bonfante) que el precario mantiene sus características más antiguas, la definición de Ulpiano
comprendida en el Digesto siembra algunas dudas al definirlo con un aire convencional: “Es
precario lo que al que lo pide con ruegos se le concede para que lo use en tanto que lo consiente
el que se lo concedió” (véase: D. 43, 26, 1 pr.). En apoyo a la postura mayoritaria, Petit señala
que, pese a que “ciertos textos otorgan la acción praescriptis verbis al precarista desde la época
clásica […] parece cierto que estos textos han sido interpolados, ya en el bajo imperio (Cf. Paulo,
S., V. 6., §10) ya bajo Justiniano; y que el precario no ha sido tratado como contrato innominado
por los jurisconsultos clásicos”. Véase: Petit (2007) p. 426. Con todo, ya en el período postclásico
y Justiniano, no existen mayores disidencias en cuanto a la destaturalizacion del precario, y su
paso a una figura innominada contractual.
22
Época en la cual se concede al que dio una cosa en precario, ya no sólo el interdicto de precario,
sino además la condictio incerti (véase: D. 43, 26, 19,2) y la acción prescriptis verbis (véase: D. 43, 26,
2,2), acción que se utilizó por regla general para dar fuerza de contrato a las convenciones que carecían
de acción, y que, complementando la condictio incerti que únicamente buscaba volver las cosas a
su estado primitivo, imponía además la ejecución de lo convenido. Véase: Moreno (1951), p. 214.
23
Moreno (1951), p. 36.
24
Es importante clarificar que en el Derecho romano se distinguió entre la posesión natural, símil a
la mera tenencia, que no encuentra protección jurídica a través de los interdictos, y la posesión civil,
que es la que ejerce como dueño -aunque no lo fuera-, y faculta la adquisición del dominio. Con todo,
también se protegió la posesión ad interdicta, entendida como la que se ejerce sobre una cosa que se
encuentra protegida por los interdictos (distinta de la posesión civil y natural), cual sería el caso del
precarista, el que, para efectos prácticos, se consideró como un verdadero poseedor, el cual podía
defenderse en contra de la perturbación de terceros mediante el interdicto Uti possidetis, teniendo
como único límite ejercer este interdicto contra el precario dans. En virtud de esta protección especial,
se generaba una situación bastante peculiar por cuanto no solo poseía el precario dans, sino también
el precarista. De allí que algunos Jurisconsultos como Trebacio, sobre la base de esta peculiaridad,
haya señalado “que uno podía poseer justamente, y otro injustamente; pero que dos no podían poseer
injustamente ó justamente” (D. 41, 2, 3,5). Respecto del reconocimiento del precario como posesión
en el Derecho romano, véanse los siguientes pasajes del Digesto: (i) D. 43, 26, 4,1: “Mas debemos
tener presente que el que tiene en precario también posee”; (ii) D. 43, 26, 15,4: “No es dudoso que
adquiere la posesión el que hubiere rogado en precario que le sea licito poseer. Se dudó si también
poseerá aquel á quien se le hubiera rogado; mas está determinado, que el esclavo, que hubiese sido
dado en precario, esté en poder de uno y de otro, en poder del que lo hubiese rogado, porque lo posee
corporalmente, y en poder del dueño, porque no se separé de la posesión con el ánimo”; (iii) D. 43,
26, 16: “Si yo hubiere adoptado al que hubiere rogado en precario, yo también poseeré en precario”.
(iv) D. 43, 26, 17: “El que en precario posee un fundo puede usar del interdicto Uti possidetis contra
todos, excepto contra aquel a quien le rogó”. Esta peculiar situación es reconocida por Guzmán, quien
señala que el precarista era considerado un poseedor pretorio con valor relativo, por cuanto frente
a terceros se encontraba protegido con los interdictos uti possidetis y utrubi, mientras que frente al
precario dans, su tenencia era considerada una possessio iniusta o vitiosa. Véase: Guzmán (1996), p. 777.
“De esta manera el precarium aparece como el último grado de tenencia de una cosa, el más inestable
25
de todos, después de la posesión civil del dueño, de la del no-dueño y de la posesión natural”. Véase:
Guzmán (1996), p. 779.
Con todo, y sin perjuicio de las características singularísimas de esta institución, “en principio
26
nadie ha discutido y todos los tratadistas están de acuerdo en que al precarista se le reconoció como
verdadero poseedor, dado que la expresión de los textos no puede ser más unánime y clara”. Véase:
Moreno (1951) p. 124. En efecto, en sus orígenes el precario se asimilaba a la posesión, y por muchos
autores es tratada como un vicio de la posesión.
Moreno (1951), pp. 238-239. Con todo, existen otros cuerpos legales de la época, como las Partidas,
27
en que primó el sistema posesorio romano por sobre el germano, lo que en demuestra la persistencia
histórica del Derecho romano.
Moreno (1951), pp. 249-252. Misma postura defiende Cano (1999) en las conclusiones de su obra.
30
32
Planiol y Ripert (1997), pp. 395-396. Énfasis agregado.
33
Artículo 2266 del Código Civil de Francia: “Quienes poseen por otro no prescriben nunca durante el
tiempo que sea. Así, el arrendatario, el depositario, el usufructuario y todos los demás que poseyeren
precariamente la cosa o el derecho del propietario no pueden prescribirla” (énfasis agregado) (traducción
libre) [incorpora modificación introducida por la Ley Nº 2008-561 de 17 de junio de 2008 - art. 2].
Artículo 2269 del Código Civil de Francia: “Quienes hubieren transmitido la cosa o el derecho
34
a los arrendatarios, depositarios y otros poseedores precarios por un título traslativo de propiedad,
pueden prescribirla” (énfasis agregado) (traducción libre) [incorpora modificación introducida por la
Ley Nº 2008-561 de 17 de junio de 2008 - art. 2].
Artículo 1750 del Código Civil de España: “Si no se pactó la duración del comodato ni el uso a
35
que había de destinarse la cosa prestada, y éste no resulta determinado por la costumbre de la tierra,
puede el comodante reclamarla a su voluntad. En caso de duda, incumbe la prueba al comodatario”.
36
Artículo 1810 del Código Civil de Italia: “Si no se acordó un plazo o el uso de la cosa que se iba
a utilizar, el comodatario estará obligado a devolverla tan pronto como el comodante lo solicite”
(traducción libre).
37
Artículo 1137 del Código Civil de Portugal: “Si los contratantes no acordaron un plazo cierto para la
restitución de la cosa, pero ésta fue prestada para un uso determinado, el comodatario deberá restituirla
al comodante tan pronto como el uso termine, sin cuestionamiento” (traducción libre).
§604, 3° del Código Civil de Alemania (BGB): “Si no se ha especificado la duración del préstamo, ni
38
puede inferirse del propósito del préstamo, el comodante puede exigir la cosa de vuelta en cualquier
momento” (traducción libre).
Artículo 2511 del Código Civil Federal de México: “Si no se ha determinado el uso o el plazo del
39
préstamo, el comodante podrá exigir la cosa cuando le pareciere. en este caso, la prueba de haber
convenido uso o plazo, incumbe al comodatario”.
40
Artículo 2285 del antiguo Código Civil de Argentina: “Si el préstamo fuese precario, es decir si no
se pacta la duración del comodato ni el uso de la cosa, y éste no resulta determinado por la costumbre
del pueblo, puede el comodante pedir la restitución de la cosa cuando quisiere. En caso de duda,
incumbe la prueba al comodatario” (se hace presente al lector que este artículo pertenece al antiguo
Código Civil de 1869, y no al Código Civil y Comercial de la Nación Argentina en actual vigor).
Artículo 2220 del Código Civil de Colombia: “Se entiende precario cuando no se presta la cosa para
41
A primera vista se denota que la fuente utilizada por Bello no hace más que
referirse a la figura contractual del comodato precario. Ahora bien, pareciera
ser que esta nota explicativa únicamente circunscribe a su respecto el inciso
1° del art. 2195 CC44, más no su inciso 2°. Esta postura ha sido planteada por
Domínguez, quien sostuvo sobre la referida nota explicativa lo siguiente: “(…)
No siempre se usa el argumento histórico y las notas de Bello con la exactitud
requerida. En efecto, es verdad que una nota de Bello al Proyecto Inédito dice
C. Báv. libro IV, c. 2, art. 11, pero el Código bávaro no hace referencia a la si-
tuación de hecho prevista en el inc. 2° de nuestro art. 2195 (…)”45. Más adelante
agrega que: “Esta hipótesis es de antigua data y era conocida por el Derecho
Romano: “Precarium est, quod précibus petendi utendum concéditur tamdiu,
quamdiu is qui concessit pátitur” (Ulpiano, Dig. 48.26.1). Así, lo que distingue
al comodatum propiamente tal del precarium es la posibilidad del prestador
de pedir la cosa en cualquier tiempo”46. Para Domínguez, la situación descrita
en el inciso 2° del art. 2195 CC, si bien tiene sus orígenes en el Derecho ro-
mano, e incluso se asemeja en su regulación al Código prusiano (en razón de
que dicho Código circunscribe la regulación del precario dentro del contexto
de un contrato), termina concluyendo que su creación como tal es propia del
ingenio de Bello, y, por lo mismo, su sentido o alcance debe interpretarse de
acuerdo con el texto de la ley47.
En este sentido, Domínguez dispuso: “Mas es lo cierto que esa situación
de hecho, cuya naturaleza es discutible, aparece asimilada en el art. 2195 inc.
2º a la situación contractual del contrato de comodato precario, desde que el
inc. 1º señala que “Se entiende precario cuando no se presta la cosa para un
servicio particular ni se fija tiempo para su restitución”. Este contrato de pre-
cario, cuyos orígenes romanos hemos referido, es un acuerdo de voluntades
y que se separa del comodato porque éste tiene un plazo para la restitución,
sea fijado en la convención, sea determinado por el uso de la cosa. Pero si esa
determinación expresa o tácita no existe, el contrato es de comodato precario.
El inciso 2 agrega que “Constituye también precario” la situación de hecho a la
que se refiere, es decir, también se rige por las mismas reglas y, por lo mismo,
se asimila a una situación contractual. No deberá olvidarse que siendo Bello
un eximio gramático y conocedor de nuestro idioma castellano, no pudo sino
44
Sin perjuicio de lo anterior, y suponiendo que la nota explicativa se refiera al art. 2195 CC en su
integridad, significaría que Bello entendió la situación contenida en el inciso 2° como un tipo o especie
de comodato precario.
Domínguez (1995), p. 194.
45
tener presente que el uso del adverbio “también” implicaba esa asimilación,
pues “se usa para afirmar la igualdad, semejanza, conformidad o relación de una
cosa con otra ya nombrada”, concepto que aunque es el del actual Diccionario
de la Real Academia no podía sino ser el mismo en 1855”48.
Se comparte la postura planteada por Domínguez, toda vez que el adverbio
“también” sin lugar a dudas entrelaza el inciso 2° del art. 2195 CC con su inciso
1°, y, por lo mismo, es dable sostener que lo asimila a la figura contractual del
comodato precario. Francamente, resulta difícil creer que Bello, con la agude-
za e ingenio que lo caracterizaba, haya pretendido regular en un solo inciso
la institución del precario en los términos concebidos en el Derecho romano
antiguo. En razón de su sucinta regulación y a su ubicación en el Código Civil
(Libro IV, Título XXX del comodato o préstamo de uso), resulta razonable sostener
que esta situación de hecho descrita en el inciso 2° del art. 2195 CC se asimila
a la figura contractual del comodato precario, con las variantes evidentes que
la propia norma contempla.
En esta misma línea, Atria señala que “(…) el uso de la palabra “también” en
esa regla: “constituye también [es decir, también comodato] precario la tenen-
cia de una cosa ajena, sin previo contrato, y por ignorancia o mera tolerancia
del dueño”. Pero una atenta lectura de los dos artículos en cuestión muestra
que no hay contradicción: en virtud del contrato de comodato el comodante
debe respetar el uso que el comodatario hace de su cosa, salvo que se reserve
la facultad de pedir la restitución en cualquier tiempo. En este último caso el
contrato “toma el título de precario” (art. 2194 cc). El artículo 2195 contiene
dos reglas: una (la del inciso primero) que pretende interpretar la voluntad de
las partes y otra que califica como precario lo que de acuerdo a su naturaleza
no lo es (inciso segundo)” 49.
Una opinión similar sostuvo Claro Solar, quien, al referirse a la institución
del precario dispuso lo siguiente: “El precarium no es desconocido en nuestro
Código; pero no en el sentido en que el Código francés lo aplica a la posesión.
“El comodato, dice el art. 2194, toma el título de precario si el comodante se
reserva la facultad de pedir la restitución de la cosa en cualquier tiempo”. El art.
2195 añade: “Se entiende precario cuando no se presta la cosa para un servicio
particular, ni se fija tiempo para su restitución. Constituye también precario la
tenencia de una cosa ajena, sin previo contrato y por ignorancia o mera toleran-
cia del dueño”. Es la misma institución romana, pero, simplemente, una forma
especial del contrato de comodato o préstamo de uso, contrato de beneficencia
48
Domínguez (2005), pp. 343-344. Énfasis agregado.
49
Atria (2005), pp. 30-31.
como el precarium romano, contrato real, porque “no se perfecciona sino por
la tradición de la cosa”, según el art. 2174, es decir, por la entrega de la cosa,
pues “el comodante conserva sobre la cosa prestada todos los derechos que antes
tenía, pero no su ejercicio en cuanto fuere incompatible con el uso concedido al
comodatario” (art. 2176), uso que en el precario se refiere a todos los servicios
de que la cosa es susceptible. Mas, obligado el comodatario a restituir la mis-
ma cosa prestada, es, mientras dura el comodato, simple tenedor de ella y no
adquiere la posesión en conformidad al art. 714 que considera mero tenedor
al que tiene una cosa reconociendo dominio ajeno (…)”50.
Es del caso destacar que esta interpretación es compartida por el jurista
español Moreno Mocholi, quien en su obra “El Precario”, al referirse al dere-
cho comparado, en particular a la regulación del precario en Chile, señala:
“(…) Si por el lugar en que se trata la institución y el que en definitiva otorga
al comodato, como si fuera la figura normal o principal, no llega a la solución
conforme a la naturaleza estricta del precario; se aproxima bastante, al reconocer
su verdadera relación que no amplía, sino al extenderlo aparentemente lo que
hace es describir su propia esencia, si bien no la trate en puridad como tal,
sino como un aspecto más, frente a aquél otro cual el contractual, puramente
accidental y secundario”51.
Es dable sostener, entonces, que el alcance que Bello quiso plasmar en el
inciso 2° del art. 2195 CC es asimilable al comodato precario. En efecto, y aun-
que resulta evidente que el referido inciso alude a una situación fáctica especial,
ello no es óbice alguno para asimilarlo a la figura contractual del comodato
precario, con las consecuencias que ello supone.
Entonces, no resulta aventurado sostener que Bello nunca pretendió dife-
renciar, en su esencia y efectos, el contrato de comodato precario con la figura
comprendida en el inciso 2° del art. 2195 CC52. Ahora bien, aquí no se pretende
efectuar una crítica histórica al sentido o alcance que la jurisprudencia ha atri-
buido al precario, sino más bien reflejar que esta figura –como se conoce hoy
52
Un interesante contrapunto en Barrientos (2016), pp. 944-945. Con todo, y resultando imposible
determinar sin duda alguna cuál fue el verdadero sentido que Bello quiso otorgar a tan controversial
inciso, a juicio de quien escribe, el inciso 2° del art. 2195 CC debe leerse en armonía con la estructura
del dominio, posesión y mera tenencia que consagra nuestro Código Civil, y por lo mismo, es aconsejable
darle una lectura que no solo cuenta con argumentos de texto de peso, sino que, además, se adecua a
la trilogía jurídica que consagra el Código Civil. En efecto, concebir al precario de acuerdo al Derecho
romano más antiguo supone reconocerle al precarista una calidad especial en la tenencia del bien,
que desconoce nuestro Código Civil, además de las protecciones propias que a dicha figura se le
reconocían en el Derecho romano, no contempladas en el Código de Bello, por razones evidentes.
En efecto, si para Bello la situación descrita en el inciso 2° del art. 2195 CC era asimilable al
53
comodato precario, todo aquel que se encontrase en la hipótesis de dicho inciso forzosamente sería
un mero tenedor.
54
Calificándolo como una mera situación o cuestión de hecho. En la nota al pie de página Nº 68 se
citan un conjunto de sentencias que demuestran la posición predominante de la jurisprudencia de
nuestros Tribunales Superiores de justicia a dicho respecto.
55
La que ha diferenciado tajantemente la situación que contempla el inciso 2° del art. 2195 CC,
respecto del contrato de comodato precario, calificándolo como una mera situación o cuestión de hecho.
se asimila al mero tenedor con el precarista, olvidando que por regla general
no se puede ser mero tenedor sin un título o contrato que habilite la utilización
de la cosa56.
56
Si bien el autor postula la posibilidad de ser mero tenedor sin un título o contrato, ello podrá ser
posible únicamente en los casos en que el detentador de la cosa reconozca dominio ajeno (inciso
2° del art. 714 CC). La doctrina tradicional, por el contrario, asimila la mera tenencia a un título no
traslaticio de dominio cuyo fundamento sea un derecho real o personal. Bajo esa perspectiva, ¿cómo
podría ser el precarista un mero tenedor?
Con todo, existen contadas sentencias que hacen alusión al precarista, y que se mencionan en la
57
Barcia (2007), p. 157, citando a Vega (2002), pp. 19-20. Es del caso hacer presente que, si bien existen
60
múltiples trabajos referidos al precario como institución que se revisaron para la preparación de este
artículo, y que se encuentran debidamente citados en la bibliografía, ellos en general (con excepción
de los citados en el cuerpo de la investigación) no analizan directamente la naturaleza jurídica del
precario, como tampoco la del precarista.
61
Larroucau y Rostion (2013), p. 42.
Corte Suprema, rol Nº 23118-2014, de 1 de julio de 2015. Considerando Décimo Sexto. Énfasis
62
agregado.
63
En efecto, de haberse querido otorgar a esta institución la importancia y efectos que tuvo en el Derecho
romano tradicional, lo más lógico hubiera sido regularla en el título de la posesión. Al encontrarse
regulada como un tipo o especie del contrato de comodato precario, se demuestra que Bello nunca
quiso separar esta particular situación de hecho de la figura de la mera tenencia. Se concuerda con
Peñailillo, en el sentido que la acción de precario “por su ubicación y parquedad no parece haberse
creado con tal transcendental destino”. Véase: Peñailillo (2006), p. 536.
64
Selman (2011), p. 69. La referencia citada alude a la singularidad del precario como un estado del
individuo sobre una cosa distinto a la mera tenencia y la posesión, siguiendo la posición mayoritaria de
la jurisprudencia respecto al sentido o alcance del inciso 2° del art. 2195 CC. En el presente trabajo, si
bien la conclusión es similar considerando los requisitos que se deben cumplir para adquirir la posesión
de bienes raíces sujetos a inscripción registral, se precisa el alcance del mismo, dependiendo de la
interpretación que se siga respecto de la situación fáctica regulada en el inciso 2° del art. 2195 CC.
Segundo.
Corte Suprema, rol 12089, 21 de diciembre de 1976, disponible en Fallos del Mes, 1976, Nº 217,
66
p. 299.
Corte Suprema, rol Nº 2297-2006, de 8 de agosto de 2007. Considerando Primero de Sentencia de
67
68
Corte Suprema, rol Nº 5068-2011, de 9 de enero de 2013. Considerando Cuarto. Énfasis agregado. A
efectos de demostrar la posición predominante de nuestra jurisprudencia a este respecto, a continuación,
se detallan un conjunto de sentencias de nuestros Tribunales superiores del país que sostienen que el
precario constituye una mera situación o cuestión de hecho. A saber: (i) Corte Suprema, rol 35215-
2016, de 6 de julio de 2017; (ii) Corte Suprema, rol 5450-2017, de 30 de junio de 2017; (iii) Corte
Suprema, rol 10227-2017, de 29 de junio de 2017; (iv) Corte Suprema, rol 65385-2016, de 29 de
junio de 2017; (v) Corte Suprema, rol 10336-2017, de 28 de junio de 2017; (vi) Corte Suprema, rol
10261-2017, de 20 de junio de 2017; (vii) Corte Suprema, rol 300-2017, de 16 de junio de 2017;
(viii) Corte de Apelaciones de Santiago, rol 13968-2016, de 13 de abril de 2017; (ix) Corte Suprema,
rol 17686-2016, de 11 de abril de 2017; (x) Corte Suprema, rol 13798-2016, de 10 de abril de 2017;
(xi) Corte Suprema, rol 14998-2016, de 4 de abril de 2017; (xii) Corte Suprema, rol 92845-2016, de 30
de enero de 2017; (xiii) Corte Suprema, rol 18856-2015, de 19 de enero de 2017; (xiv) Corte Suprema,
rol 27191-2015, de 3 de enero de 2017; (xv) Corte de Apelaciones de Santiago, rol 6228-2016, de
26 de octubre de 2016; (xvi) Corte Suprema, rol 59030-2016, de 19 de octubre de 2016; (xvii) Corte
Suprema, rol 55152-2016, de 17 de octubre de 2016; (xviii) Corte Suprema, rol 47543-2016, de 7
de septiembre de 2016; (xix) Corte Suprema, rol 10652-2015, de 18 de agosto de 2016; (xx) Corte
Suprema, rol 7686-2015, de 8 de agosto de 2016; (xxi) Corte Suprema, rol 8233-2015, de 20 de
julio de 2016; (xxii) Corte Suprema, rol 22244-2016, de 22 de junio de 2016; (xxiii) Corte Suprema,
rol 4408-2015, de 30 de mayo de 2016; (xxiv) Corte Suprema, rol 17548-2016, de 18 de mayo de
2016; (xxv) Corte Suprema, rol 18315-2016, de 18 de mayo de 2016; (xxvi) Corte de Apelaciones
de Santiago, rol 2745-2016, de 17 de mayo de 2016; (xxvii) Corte de Apelaciones de Santiago, rol
564-2016, de 26 de abril de 2016; (xxviii) Corte Suprema, rol 37641-2015, de 30 de marzo de 2016;
(xxix) Corte Suprema, rol 3276-2015, de 29 de marzo de 2016; (xxx) Corte Suprema, rol 34203-2015,
de 8 de marzo de 2016; (xxxi) Corte de Apelaciones de Iquique, rol 819-2015, de 22 de febrero
de 2016; (xxxii) Corte de Apelaciones de Copiapó, rol 417-2014, de 18 de diciembre de 2015;
(xxxiii) Corte Suprema, rol 29095-2014, de 10 de diciembre de 2015; (xxxiv) Corte Suprema, rol 31349-
2014, de 20 de noviembre de 2015; (xxxv) Corte Suprema, rol 8433-2015, de 16 de noviembre de 2015;
(xxxvi) Corte de Apelaciones de Talca, rol 1539-2015, de 30 de octubre de 2015; (xxxvii) Corte Suprema,
rol 27168-2014, de 29 de octubre de 2015; (xxxviii) Corte de Apelaciones de Santiago, rol 9156-2015,
de 16 de octubre de 2015; (xxxix) Corte Suprema, rol 24411-2014, de 22 de septiembre de 2015;
(xl) Corte de Apelaciones de Concepción, rol 908-2015, de 4 de agosto de 2015; (xli) Corte de
Apelaciones de San Miguel, rol 941-2015, de 31 de julio de 2015; (xlii) Corte de Apelaciones de
Valparaíso, rol 692-2015, de 23 de junio de 2015; (xliii) Corte de Apelaciones de Santiago, rol
2572-2015, de 29 de mayo de 2015; (xliv) Corte Suprema, rol 3529-2015, de 27 de mayo de 2015;
(xlv) Corte Suprema, rol 2631-2014, de 2 de octubre de 2014; (xlvi) Corte Suprema, rol 12906-
2013, de 30 de septiembre de 2014; (xlvii) Corte Suprema, rol 8489-2013, de 4 de junio de 2014;
(xlviii) Corte de Apelaciones de Iquique, rol 8-2014, de 6 de mayo de 2014; (xlix) Corte Suprema,
rol 4018-2012, de 4 de julio de 2013; (l) Corte Suprema, rol 2357-2011, de 4 de diciembre de 2012;
(li) Corte Suprema, rol 8507-2009, de 7 de abril de 2011; (lii) Corte Suprema, rol 2351-2009, de 19 de
octubre de 2010; (liii) Corte Suprema, rol 5907-2008, de 12 de noviembre de 2009; (liv) Corte Suprema,
rol 6510-2007, de 24 de noviembre de 2008; (lv) Corte Suprema, rol 5604-2006, de 12 de noviembre
de 2007; (lvi) Corte Suprema, rol 3142-2004, de 22 de mayo de 2006; (lvii) Corte Suprema, rol 4754-
2003, de 14 de diciembre de 2004; (lviii) Corte de Apelaciones de Puerto Montt, rol 10565-2002, de
15 de abril de 2002; (lix) Corte de Apelaciones de Santiago, rol 1743-2000, de 22 de enero de 2002;
(lx) Corte Suprema, 31 de julio de 1986, disponible en Gaceta Jurídica Nº 73, y citada en Barrientos
(2016) pp. 940-941; (IxI) Corte de Apelaciones San Miguel, rol 530-1986, 27 de noviembre de 1986,
disponible en Thomson Reuters – WestLaw Cita Online: CL/JUR/268/1986.
Halabí y Saffirio (1996), p. 11.
69
Ramos (1986), p. 8; quien a su vez hace referencia a Ramos (1982), p. 2.
70
71
Tapia (2015), p. 417. Énfasis agregado.
con ánimo de señor o dueño75, sin un título justificativo, por ignorancia o mera
tolerancia del dueño76.
Dicha hipótesis presupone separar completamente la situación de hecho del inciso 2° del art. 2195
75
CC de aquella descrita en el inciso 1°, ya que, a contrario sensu, la referida situación fáctica sería
asimilable al contrato de comodato precario, en el cual se reconoce dominio ajeno, y por ende el
precarista sería un mero tenedor en los términos del art. 714 CC.
76
El art. 590 CC, señala que “Son bienes del Estado todas las tierras que, estando situadas dentro de
los límites territoriales, carecen de otro dueño”. En este entendido, y en la hipótesis de utilizar un bien
raíz con ánimo de señor o dueño, estaríamos frente a un poseedor irregular o un detentador con rasgos
posesorios (ver nota al pie de página Nº 77), ya que el inmueble, o bien pertenece a otra persona, o
bien al Estado de Chile, no hay otra posibilidad.
77
Respecto a la posibilidad de ser poseedor irregular sin título alguno se ha señalado lo siguiente:
“De esto se sigue que el poseedor irregular puede no tener título alguno que invocar, mala fe, porque
tiene conciencia de que ha recibido la cosa de quien no es legítimo dueño o lo ha hecho de quien
no tenía facultad para enajenar o con fraude o vicios; o, finalmente, no se le ha hecho tradición de la
cosa a pesar de tener título traslaticio de dominio. ¿Qué tiene entonces, necesariamente el poseedor
irregular? La tenencia material de la cosa. Este es el único requisito objetivo que debe concurrir. Pero,
además, debe concurrir un requisito negativo. No puede invocar un título de mera tenencia porque,
salvo el caso de la regla tercera del artículo 2510 del Código Civil, este título le impediría adquirir
por prescripción (ninguna importancia tiene que se le presuma mala fe). En el fondo, el poseedor
irregular no tiene más que la cosa, la detenta sin derecho alguno y con la conciencia de no ser dueño.
En definitiva, el animus domini se presume, aun cuando la ley no lo diga expresamente”. Véase:
Rodríguez (1994), pp. 28-29. Siguiendo esta postura, la redacción del art. 708 CC señala que la posesión
irregular es aquella a la que le falta “uno o más” de los requisitos de la posesión regular. Asimismo, la
1ª regla del art. 2510 CC señala que para la prescripción extraordinaria no es necesario título alguno.
Incluso más, en el art. 703 CC la ocupación es calificada como título, y en ese sentido sería posible
sostener que la simple ocupación hace las veces de título, aunque se considere injusto. Al tratarse la
ocupación como título en el art 703 CC, se podría argumentar –no sin discusión–, que aun cuando el
art. 606 CC señala que solo se puede adquirir por ocupación bienes que no pertenecen a nadie, ello
se encuentra circunscrito en el tratamiento de la ocupación como modo de adquirir el dominio y no
como título que habilite esgrimir la prescripción adquisitiva extraordinaria. Una interesante reflexión
de lo expuesto precedentemente en Peñailillo (2006), p. 421 (véase nota al pie de página Nº 631 de
su obra). Lo anterior, además, supondría adherir a la teoría que postula la posibilidad de adquirir la
posesión irregular de inmuebles adscritos al sistema registral, aun cuando no se realice la competente
inscripción (Véase: Álvarez (1926), pp. 15-25), ello sin perder de vista que los títulos constitutivos de
dominio no requieren inscripción. Ahora bien, la situación se vuelve más compleja aún en los casos de
aquellos “precaristas” que tienen un título, pero este proviene de un tercero distinto al dueño. Como
se mencionó al inicio de este trabajo, parte de la jurisprudencia considera como precaristas a quienes
justifican su ocupación en un título emanado de un tercero distinto al dueño. En dicha hipótesis, y
siempre que se considere que es posible adquirir la posesión irregular sin la competente inscripción
como lo ha señalado alguna jurisprudencia más o menos reciente (véase: Corte Suprema, rol 3918-
2011, de 4 de abril de 2012), se hace más patente todavía la dualidad que puede presentar el precarista.
Por el contrario, en caso de adherir a la postura (mayoritaria) que sostiene que toda posesión, sea regular
o irregular, requiere de un título, justo o injusto según corresponda, y descartando que la ocupación
pueda subsanar la ausencia de título, de acuerdo a lo planteado en estas páginas, y a la forma en que
se ha interpretado por nuestros tribunales de justicia el inciso 2° del art. 2195 CC, estaríamos frente a
un detentador material que no es mero tenedor, ya que tiene la cosa con ánimo de señor o dueño, pero
que tampoco alcanza a ser poseedor irregular, aunque ostente los elementos de corpus y animus del
art. 700 CC. Con todo, no se debe perder de vista que todo aquel que detente un inmueble ajeno con
ánimo de señor o dueño, aunque carezca de título, es un potencial peligro para el dueño de la cosa.
78
Si bien podría darse un supuesto hipotético en que el detentador material no reconozca dominio
ajeno, y a la vez no tenga la cosa con ánimo de señor o dueño, lo más probable es que, o bien reconozca
dominio ajeno, o bien no lo reconozca aludiendo ánimo de señor o dueño.
Sin perjuicio de lo que se señalará en el capítulo 7.- a este respecto, debido a que varios de los
79
argumentos que se expondrán a continuación razonan sobre la inscripción registral, se adelanta que en
Chile existen dos teorías sobre los alcances probatorios de la inscripción registral en los bienes raíces,
Énfasis agregado.
81
Ello, claro está, dependiendo de la postura que se adopte respecto al valor de la inscripción registral
y de las características que se consideren aplicables para ser considerado un poseedor irregular (ver
nota al pie de página Nº 77). En efecto, de estimarse que la inscripción registral en la única prueba
de la posesión de los bienes raíces adscritos al sistema registral, aquella persona que tenga una cosa
ajena con ánimo de señor o dueño se circunscribiría en los supuestos de aplicación del inciso 2° del
art. 2195 CC de acuerdo a lo señalado por la jurisprudencia, y podría considerarse un precarista ya
que nunca podría obtener la posesión del bien, entendiendo que ella se obtiene únicamente con la
debida inscripción en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces respectivo. Por el
contrario, de restarse valor a la inscripción, y siguiendo la postura que justifica la posibilidad de ser
poseedor irregular sin título, estaríamos frente a un poseedor irregular. Para mayores detalles véase el
capítulo 7.- del presente artículo.
Belmar (2010), p. 583. Énfasis agregado.
82
83
Peñailillo (2006), p. 361 (véase nota al pie de página Nº 523 de su obra).
84
Orrego (2015), pp. 211-212.
Por lo demás, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 19 CC, “cuando el sentido de la ley es claro,
85
86
Peñailillo (2006), p. 531. Sin perjuicio que esta teoría se enfoca en la fase material de la posesión,
sin hacer mayor referencia al animus del ocupante, podría darse la situación que el demandado de
reivindicación bajo dicho presupuesto, además detente la cosa con ánimo de señor o dueño. En otras
palabras, la jurisprudencia ya ha distinguido al mero tenedor del “poseedor material”, tomando como
punto de referencia la fase material que comprende la posesión, por lo que, si añadimos el animus
del individuo, dicha situación se alejará aún más de la mera tenencia. Lo anterior viene a demostrar
que la extensión del concepto de mera tenencia a situaciones en que no existe reconocimiento de
dominio ajeno, se contrapone abiertamente a otras construcciones jurisprudenciales, en que incluso
por el solo hecho de detentar una cosa ajena una persona puede considerase “poseedor material” –y
no mero tenedor–, pudiendo aplicarse en su contra la acción reivindicatoria.
5.5. La mera tolerancia del dueño y sus posibles efectos en la dualidad del
precarista
Ahora bien, resulta de suma relevancia referirse a aquellos casos en que el
precarista lo es por mera tolerancia del dueño. En efecto, en los casos en que
exista ignorancia del dueño no hay mayor dificultad a su respecto. Distinto es
el caso de la mera tolerancia, concepto cuyo real significado no es unánime en
la doctrina y jurisprudencia. Por ejemplo, Alessandri y Somarriva plantearon al
respecto que: “Los actos de mera tolerancia no están definidos por la ley. Pero
87
Haciendo la salvedad que en los casos en que exista mera tolerancia de parte del dueño de la cosa,
difícilmente el precarista podrá acreditar su ánimo de dueño. Es del caso señalar que el ánimo de
señor o dueño debe ser real, cuestión que deberá acreditarse durante el término probatorio del juicio.
Véase nota al pie de página Nº 77.
88
Ídem.
89
puede decirse, desde el punto de vista del que los tolera, que son aquellos que
para él entrañan el ejercicio de un derecho, como es permitirlos o no, y a cuya
ejecución no se opone por benevolencia y considerando que no atentan contra
la integridad del contenido de su derecho. Desde el punto de vista del tercero,
son actos de mera tolerancia los que él realiza sin la intención de ejercitar un
derecho propio, sino basándose en la condescendencia del titular del derecho
ejercitado”90. Más adelante los autores agregan que: “Para calificar un acto como
de mera tolerancia o no, es preciso atender al ánimo o voluntad de las dos partes.
Habrá un acto de esa naturaleza si el agente, o sea, el que lo ejecuta lo hace
sin ánimo de realizar un acto posesorio o de ejercicio de un derecho propio,
y si, por su lado, el que soporta el acto lo hace por pura condescendencia”91.
Bajo esta perspectiva, el precarista que lo sea por mera tolerancia del dueño,
jamás podría detentar la cosa con ánimo de señor, ya que la mera tolerancia
atiende al ánimo o voluntad de ambas partes, lo que necesariamente significa
reconocer dominio ajeno, transformándolo irremediablemente en un mero
tenedor en los términos del art. 714 CC.
Ahora bien, como se adelantó precedentemente, la jurisprudencia no ha sido
unánime a la hora de determinar el sentido o alcance de la mera tolerancia. A
modo ejemplar, la Corte de Apelaciones de la Serena mediante sentencia de
fecha 17 de enero de 2011, dispuso al respecto: “(…) En cuanto al requisito de
que la ocupación o tenencia de la cosa se haya producido por mera tolerancia,
debe estimarse que se alega que una situación ha acontecido y en atención a ello
por tanto debe ser acreditada, siendo la carga de la prueba de la demandante
que la alega. Frente a esto surge una interrogante, como es, si la mera tolerancia
en la ocupación debe presentarse al momento de interponerse la demanda, o
si ella hubo de existir en otro momento. Para dilucidar esto primeramente debe
tenerse en cuenta cuál es el significado que a la palabra “tolerancia” concede
el diccionario, constatando que es aquél de “Acción y efecto de tolerar”, y por
tolerar se entiende “Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo ex-
presamente” (Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española.
Edic. 19ª. 1970). En esta situación se estima entonces, que de concluirse que
esta tolerancia, o mera tolerancia, o soportar una ocupación que no se estima
ajustada a derecho, ha de presentarse al momento de deducirse la demanda,
tal requisito quedaría librado al criterio del actor, quien de un momento ante-
rior en que estimara la ocupación lícita y la admitiera de buen grado, pasara a
otro momento en que cambiara de modo de pensar estimándola ilícita y que se
con ocupar la cosa con ánimo de señor, ejerce actos posesorios, sería discutible
la aplicación del art. 2499 CC, ya que, aunque exista inscripción registral en
su contra, ella sólo es una garantía, pero no prueba absoluta de la posesión. En
efecto, si se privilegian los actos posesorios, el art. 2499 CC no debiera tener
mayor beneficio sobre quien tiene inscrito un bien raíz a su nombre sin ejercer
actos posesorios sobre el mismo. En este caso, se considerará poseedor del in-
mueble al que pruebe serlo en los términos de los artículos 700 y 925 CC. C).
De lo anterior se desprende que, si bien los actos de omisión de mera facultad
no confieren posesión, ello no impide prima facie que un individuo ocupe la
cosa sin reconocer dominio ajeno, e incluso bajo la premisa del Decreto Ley
Nº 2.695 o de conformidad con lo dispuesto en el art. 700 CC93, logre obtener
la posesión, de esgrimir ánimo de señor o dueño. D) Finalmente, pareciera ser
que el sentido de la norma, más que impedir que otro entre en posesión de la
cosa, es establecer que la omisión de actos de mera facultad por sí solos no
confieren posesión respecto de otra persona.
iii. Una tercera norma que genera dificulta la aplicación de la dualidad del
precarista, es el inciso 2° del art. 728 CC, que al respecto dispone lo siguiente:
“Mientras subsista la inscripción, el que se apodera de la cosa a que se refiere el
título inscrito, no adquiere posesión de ella ni pone fin a la posesión existente”.
Sin perjuicio de que lo expuesto en este artículo prácticamente impide adquirir
la posesión de un bien adscrito al sistema registral sin la competente inscripción,
ello no obsta que quien detente una cosa ajena no reconozca dominio ajeno,
o manifieste ánimo de señor o dueño. En efecto, cuando se alude al ánimo de
señor o dueño no se pretende equipararlo a la figura de la posesión inscrita y
a los beneficios ello puede implicar. Principalmente porque la posesión sobre
inmuebles inscritos se aleja de los elementos del corpus y animus, relegando su
prueba a la mera inscripción registral. Dicho de otra forma, aunque la posesión
se defina como la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o
dueño, se debe recordar que, en los inmuebles adscritos al sistema registral, la
posesión se prueba de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 724 y 728 CC,
relegando a segundo plano los elementos del corpus y animus. Así, el inciso
2° del art. 728 CC impide que el ocupante de un inmueble inscrito gane la
posesión en los términos del art. 724 CC, pero no impide que dicha tenencia
se haga sin reconocer dominio ajeno, o incluso con ánimo de señor o dueño.
Por ello, es perfectamente compatible detentar un inmueble (ajeno) adscrito al
sistema registral, sin reconocer dominio ajeno, o bien con ánimo de señor o
Bajo el alero de la teoría inscripción-garantía y de la doctrina que apoya la posesión irregular sin título.
93
dueño, sin perjuicio de que esta última hipótesis no lo hará poseedor94 en los
términos del art. 724 CC.
iv. Un cuarto escollo, relacionado directamente con la norma antes señalada,
es un pasaje del mensaje (§21) del Código Civil, que en lo pertinente señala:
“la inscripción es la que da la posesión real, efectiva; y mientras ella no se ha
cancelado, el que no ha inscrito su título no posee: es un mero tenedor”95. Es
decir, para Bello, mientras no se disponga de una inscripción, quien detente
un inmueble -adscrito al sistema registral- no será más que un mero tenedor,
aunque posea un título a su favor. Bajo esta perspectiva, a falta de título, menos
aún se podría detentar materialmente un inmueble y adquirir su posesión. De
acuerdo con el mensaje, el solo hecho de carecer de inscripción automática-
mente trasforma al detentador material en un mero tenedor, y si este último se
entiende según lo dispuesto en el art. 714 CC, el animus del precarista entraría
en conflicto con la regla de inmutabilidad que establece el art. 716 CC.
Respecto a lo anterior resulta interesante destacar lo siguiente: A) En primer
término, pareciera ser que el mensaje contraviene lo dispuesto en el art. 714 CC,
norma que regula la mera tenencia estableciendo como elemento característico
el reconocimiento de dominio ajeno. B) El mensaje de Bello sobre el particular
se encuentra circunscrito en un contexto en que el autor, más que tratar de
efectuar una regla de destacarte, explicaba la importancia que tendría la inscrip-
ción registral, y su idea de que, en un futuro no muy lejano, la inscripción fuera
sinónimo de posesión y propiedad. C) Si bien el mensaje es bastante claro, su
texto no solo dificulta la dualidad del precarista, sino que entra en conflicto con
la aplicación del Decreto Ley Nº 2.695 y en general contra cualquier persona
que pretenda adquirir el dominio de un bien raíz adscrito al sistema registral,
sin inscripción a su nombre, aunque eventualmente pudiera tener el legítimo
derecho a ello. D) Por otra parte, en los capítulos anteriores se concluyó que
la figura del inciso 2° del art. 2195 CC es asimilable al comodato precario, en
cuyo supuesto, el precarista necesariamente sería un mero tenedor. E) Entonces,
el mensaje difícilmente podría cubrir la situación contemplada en el inciso
2° del art. 2195 CC en la forma que se ha interpretado por la jurisprudencia
94
Con excepción de lo dispuesto en el Decreto Ley Nº 2.695. Asimismo, si se aboga por la teoría de la
inscripción-garantía, quien ocupe un inmueble con ánimo de señor o dueño, aunque no se encuentre
inscrito a su nombre, incluso podría considerarse poseedor irregular y, en su mérito, llegar a adquirir
el dominio mediante las reglas de la prescripción adquisitiva extraordinaria, ello, claro está, siguiendo
la doctrina que sostiene la posibilidad de ser poseedor irregular sin título.
95
Misma idea se encuentra recogida en el art. 696 CC: “Los títulos cuya inscripción se prescribe en
los artículos anteriores, no darán o transferirán la posesión efectiva del respectivo derecho, mientras la
inscripción no se efectúe de la manera que en dichos artículos se ordena; pero esta disposición no regirá
sino respecto de los títulos que se confieran después del término señalado en el reglamento antedicho”.
96
Ahora bien, nada obsta que el precarista bajo una hipótesis como la planteada en estas páginas,
pudiere intentar una demanda reconvencional de prescripción adquisitiva extraordinaria, aduciendo
que es poseedor irregular y que se cumplen los requisitos de procedencia de la prescripción, lo que
claramente dificultará el éxito de la acción de precario deducida en procedimiento sumario. Es más,
con esa sola defensa eventualmente podría enervarse la acción de precario, por considerar el Juez
que, al existir controversia sobre el dominio del inmueble, correspondía accionar bajo procedimiento
ordinario de lato conocimiento.
Importante es determinar que dicha posesión, de ser considerada como tal (ver nota al pie de página
97
Nº 77), sería irregular. Asimismo, la línea que separa dicha posesión de una clandestina es bastante
tenue, sin perjuicio de que para que se verifique esta última no basta detentar una cosa ajena, sino que,
además, ocultar dicha ocupación del verdadero dueño, cuestión que habría que determinar caso a caso,
más allá de que parte de la doctrina señala que la clandestinidad difícilmente se podría dar en bienes
raíces. Con todo, e incluso en aquellos casos en que la tenencia precaria se haya ejercido ocultándola
del verdadero dueño, a lo menos desde el momento en que este último ejerza alguna acción ante los
Tribunales Ordinarios de Justicia con el objeto de obtener la restitución del inmueble, como podría ser
una demanda de precario o la acción del art. 915 CC, dicha posesión dejaría de ser clandestina, y el
demandado podría defenderse en juicio, con mayor o menor éxito, como poseedor irregular.
Véase: Trucco (1910), pp. 131 y ss.; Lira (1927) y Lagos (1926), pp. 117 y ss.
98
encuentra fuera de las figuras clásicas del dominio, posesión y mera tenencia100,
configurándose un nuevo estado del individuo sobre la cosa. En efecto, bajo
tales presupuestos, en la hipótesis de tenencia sin reconocimiento de dominio
ajeno (pero sin esgrimir ánimo de señor o dueño), el precarista se aleja de las
hipótesis de dominio, posesión y mera tenencia, mientras que en la hipótesis
en que se utiliza la cosa con ánimo de señor o dueño, estamos frente a una
situación de hecho que, si bien comparte los elementos de la posesión (animus
et corpus), se aleja del cumplimiento de los requisitos para obtener la posesión
de bienes adscritos al sistema registral en razón de lo dispuesto en los artículos
724 y 728 CC. En caso de que se conciba al precarista en los términos antes
descritos, si bien no genera per se consecuencias directas a favor o en contra
del precarista, no se debe perder de vista que todo precarista que se encuentre
en una situación que no signifique la mera tenencia101 del bien raíz, en los
términos del art. 714 CC, supone un potencial peligro para el legítimo dueño
de la cosa. En efecto, y sin perjuicio de que en la actualidad prima una postura
que privilegia la inscripción registral, siempre existe la contingencia de que en
un juicio se termine adoptando una postura que favorezca la tenencia material
del bien por sobre la inscripción registral.
100
La Corte Suprema, en los autos rol 30038-2014, en sentencia de fecha 10 de diciembre de 2015,
señaló respecto al precarista, lo siguiente: “8°. La institución especial que define el inciso segundo del
artículo 2195 del código de Bello, adquiere sentido en el derecho chileno y en el contexto normativo de
esa compilación, en la medida que se trata de una situación puramente fáctica, que no puede asociarse
a ninguna clase de fuente de derecho en la que el precarista pueda ampararse; simplemente él está
en lo ajeno, careciendo de la condición de dueño, de poseedor, incluso de tenedor y mero tenedor”
(énfasis agregado). La sentencia antes señalada, si bien mantiene la postura predominante respecto
a la naturaleza jurídica del precario, innova y se refiere al precarista, señalando que éste, no detenta
la calidad de dueño, poseedor, tenedor o mero tenedor. Si bien, en esta sentencia se concuerda con
el postulado de estas páginas respecto de que el precarista vendría a constituir un nuevo estado del
individuo frente a una cosa, el fundamento para llegar a dicha conclusión no es el mismo. En efecto,
la sentencia reconoce al precarista como una figura distinta, siguiendo probablemente su concepción
del Derecho romano primitivo, sin interesar si el precarista reconoce o no dominio ajeno o bien
suponiendo que dicha calidad supone el reconocimiento de dominio ajeno. Mismo criterio adoptó
la Corte Suprema, en los autos rol 37705-2015, en sentencia de fecha 31 de enero de 2017. Es del
caso destacar que las sentencias recién citadas se alejan de la trilogía jurídica que reconoce nuestro
Código Civil, y con base en su postulado, es posible concluir que se reconoce que una persona frente
a una cosa puede revestir las calidades de dueño, poseedor, mero tenedor y precarista. A lo anterior,
se puede agregar el denominado “poseedor material” –de entenderse como un presupuesto fáctico
distinto al descrito en el inciso 2° del art. 2195 CC– que menciona alguna jurisprudencia, y todas
aquellas situaciones intermedias que no terminan de cuadrar en la posesión y mera tenencia, como
podría ser el injusto detentador.
101
En el entendido de que la regla 3ª del art. 2510 CC no tiene una aplicación real en la actualidad,
siempre que se acuerde que dicha norma es una regla excepcional que permite al mero tenedor adquirir
por prescripción adquisitiva extraordinaria, y no como una regla que muta la mera tenencia en posesión.
8. Conclusiones
Mediante el presente artículo, se ha intentado dejar en evidencia que la
institución del precario, pese a contar con un desarrollo importante desde el
punto de vista doctrinario y jurisprudencial, arremolina a su respecto una serie
de interrogantes que son de difícil solución, especialmente porque la situación
de hecho descrita en el inciso 2° del art. 2195 CC no se considera asimilable al
contrato de comodato precario, otorgándole una naturaleza especial que, en los
términos desarrollados por la jurisprudencia actual, y dependiendo del animus
que esgrima el precarista, se aleja del dominio, posesión y mera tenencia.
En efecto, de una interpretación armónica de los incisos 1° y 2° del art. 2195
CC se llega a la conclusión de que el inciso 2°, pese a regular una situación fác-
tica especial, debe asimilarse a la figura del comodato precario. En este sentido,
la naturaleza jurídica del precario sería la de una situación de hecho especial
asimilable al contrato de comodato precario, hipótesis en la cual la naturaleza
jurídica del precarista correspondería a la de un mero tenedor en los términos
del art. 714 CC, sin necesidad de forzar su aplicación recurriendo a una regla
de descarte cuya aplicación es a lo menos discutible, en razón de la exigencia
de reconocimiento de dominio ajeno que supone la mera tenencia.
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Ídem.
107
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