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EL JUICIO ARBITRAL

Como en los arbitrajes no existe la notificación por el estado


diario, es costumbre que las partes acuerden que las resoluciones
se les notifiquen por carta certificada que les remita el actuario o
el propio árbitro, entendiéndose practicada la notificación al se-
gundo o tercer día siguiente al envío de la carta. Esta es una de
las estipulaciones de rutina en el primer comparendo de todo
arbitraje.
Pero tal forma de notificación, o cualquiera otra análoga desti-
nada a hacer más expedita la tramitación del juicio arbitral, debe
ser acordada por la unanimidad de los interesados. Producida algu-
na de las dificultades que se previeron en el compromiso, es muy
posible que alguna de las partes no esté en ánimo de facilitar el
arbitraje, sino de obstaculizarlo. Le bastará con no otorgar su con-
sentimiento sobre una forma distinta de notificación para que to-
das las resoluciones del arbitraje deban notificarse personalmente
o por cédula, con los consiguientes gastos y demoras.
Siendo así, resulta de manifiesta conveniencia incluir en el
compromiso una cláusula acordando la forma de notificación de
las resoluciones arbitrales.

237. j) Otras cláusulas accidentales. También pueden las partes


en el compromiso, mediante estipulaciones especiales, indicar la
fecha y el lugar en que lo celebran, someter el arbitraje a condi-
ción u otra modalidad, renunciar a ciertos trámites del procedi-
miento aun ante árbitros de derecho, disponer que alguna de
ellas podrá excusarse de cumplir el compromiso mediante el pago
de una indemnización penal y convenir cualesquiera otras cláusu-
las que la ley no prohíba.

§ 4º. Efectos

238. Principio general. El compromiso produce fundamentalmen-


te, entre las partes que lo celebran, un importante efecto proce-
sal; deroga respecto de ellas la jurisdicción de los tribunales
ordinarios y las somete a la jurisdicción del tribunal arbitral desig-
nado.631 Es un efecto muy semejante al que causa el pacto de
prórroga de la competencia, pero más vasto y trascendente.

631 MATTIROLO , ob. cit., t. I, Nº 728; GARSONNET et C ÉZAR-BRU, ob. cit.,

t. VIII, Nº 248; BERNARD, ob. cit., Nº 106.

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CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

Todos los demás que corrientemente se señalan son sólo con-


secuencias de este efecto fundamental, que tiene un doble aspec-
to, negativo y positivo.

239. Primero. Aspecto negativo: deroga las jurisdicciones ordina-


rias. Consecuencias. En virtud del compromiso, los tribunales or-
dinarios pierden su jurisdicción para conocer de los asuntos
sometidos a arbitraje y quedan radicalmente privados de todo
poder para juzgarlos;632 en este sentido debe interpretarse la ex-
presión corriente, aunque inexacta, de que los tribunales ordina-
rios son incompetentes para avocarse litigios comprometidos.633
En realidad, en estos casos los tribunales comunes no sólo son
incompetentes, sino que carecen en absoluto de jurisdicción res-
pecto de las materias y partes comprendidas en el compromiso.
Esta falta de jurisdicción no es, sin embargo, de orden públi-
co; no puede ser declarada de oficio por el juez634 y puede ser
renunciada en cualquier momento por las partes de común acuer-
do,635 ya que tiene su fundamento en una convención y todo
acuerdo entre partes puede ser invalidado por el consentimiento
mutuo (CC, arts. 1545 y 1567); en esto difiere de la que sufre la
justicia ordinaria en los casos de arbitraje forzoso establecidos por
la ley. Opera tácitamente esa renuncia si ambas partes llevan a
jueces comunes el asunto comprometido (COT, art. 240 Nº 1),
pero si el compromiso comprende diversos objetos, la renuncia
no puede extenderse a otros que a aquéllos respecto de los cuales
se produce.
Entre otras consecuencias de este efecto, el compromiso da a
las partes una excepción destinada a evitar que se promueva jui-
cio ante tribunales permanentes sobre materias sometidas a arbi-

632 La C. de Valparaíso ha declarado “que si bien en principio los tribunales

ordinarios comunes son competentes para conocer de todos los asuntos judicia-
les contenciosos que se promuevan en el orden temporal dentro del territorio
de la República, cualquiera que sea su naturaleza y la calidad de las personas
que en ellos intervengan; esto no obstante, pueden perder su competencia cuan-
do las partes interesadas en asunto controvertido acuerdan someterlo al fallo de
jueces particulares nombrados por ellas mismas o por la autoridad judicial en
subsidio, siempre que el asunto litigioso no sea de aquellos que la ley prohíbe
someter a arbitraje”, Gaceta, 1939, t. I, Nº 78, p. 351.
633 B ERNARD, ob. cit., Nº 107.
634 G LASSON, TISSIER et MOREL, ob. cit., t. V, Nº 1816.
635 B ERNARD, ob. cit., Nº 108; ROBERT , ob. cit., Nº 90.

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EL JUICIO ARBITRAL

traje, paraliza el litigio ya incoado ante la justicia ordinaria e


interrumpe el plazo de abandono de la instancia que pueda estar
corriendo en este caso.

240. a) Excepción de compromiso o de falta de jurisdicción de


los tribunales ordinarios. Si una de las partes compromitentes
pretende someter a cualquier tribunal distinto del arbitral un
asunto comprometido, la otra puede impedir el examen del fon-
do mediante la excepción de compromiso, que –según las expre-
siones de Chiovenda– “no es ni de incompetencia ni de litis
pendencia, sino de renuncia al conocimiento de la controversia
por la autoridad judicial”.636
Es una excepción impeditiva que da al arbitraje su nota de
obligatoriedad.637 Tiene carácter dilatorio, ya que no afecta al
fondo de la acción deducida, sino que se propone tan sólo corre-
gir el procedimiento (CPC, art. 303), subsanando el defecto inhe-
rente a la falta de jurisdicción del tribunal.
Como la ley ni siquiera enuncia esta excepción, en la práctica se
emplea en su lugar la de incompetencia, que nuestros tribunales aco-
gen sin vacilaciones.638 Nos parece preferible que se llame a las cosas
por su verdadero nombre y se oponga en estos casos la excepción de
compromiso o de falta de jurisdicción de los jueces comunes, que es
lo que realmente hay; nada exige estar ocurriendo a una situación
diversa, como es la incompetencia, pues las excepciones dilatorias no
están señaladas taxativamente por la ley, sino que son todas las que
reúnan en sí los caracteres que indica el Nº 6 del art. 303 del CPC
La excepción de compromiso, por su naturaleza dilatoria y su
origen convencional, debe proponerse en el juicio ordinario den-
tro del término fatal que prescribe el art. 305 del CPC y, en todo
caso, antes de hacer cualquiera gestión que importe reconocer
jurisdicción a los tribunales ordinarios; de otro modo se entiende
renunciada y su oposición posterior carece de eficacia (COT,
art. 240, Nº 1).639 Se diferencia en esto de la falta de jurisdicción

636 CHIOVENDA , ob. cit., t. I, p. 127.


637 GOLDSCHMIDT, ob. cit., pp. 497 y 499.
638 C. Santiago, Gaceta, 1916, t. I, Nº 188, p. 586; C. Valparaíso, Gaceta, 1939,

t. I, Nº 78, p. 351; C. Santiago, Revista, t. LXXVII, sec. 2ª, p. 64.


639 BERNARD, ob. cit., Nº 108. En igual sentido, la C. Valparaíso ha fallado

que “si deducida demanda ante juez ordinario, se presenta el demandado ante
él, haciendo cualquiera gestión antes de reclamar de la incompetencia, se en-
tiende prorrogada la jurisdicción” (Gaceta, 1915, t. II, Nº 299, p. 339).

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CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

de los jueces permanentes en los casos de arbitraje obligatorio


dispuesto por la ley, que por su carácter de orden público puede
formularse eficazmente en cualquier instante, hasta que quede
ejecutoriada la sentencia definitiva.

241. b) Paralización del juicio pendiente ante tribunales comunes.


Si el asunto que se compromete es materia de un pleito ya incoado
ante jueces ordinarios, éste debe paralizarse en el estado en que se
halla al tiempo del compromiso. Habiendo sido privado de su juris-
dicción, por la convención de arbitraje, todos los tribunales que no
sean el juez compromisario designado, ninguno puede seguir prac-
ticando ni recibiendo actuaciones en el litigio sobre que versa el
compromiso.
Todo acto de prosecución del juicio ante el tribunal en que
estaba radicado y la sentencia definitiva que éste pueda dictar
adolecen de nulidad procesal. Pero la parte que ha sido válida-
mente notificada de estas actuaciones debe reclamar de ellas opor-
tunamente, formulando los incidentes o interponiendo los recur-
sos que procedan y, si no lo hace, pierde el derecho de impugnar-
las después. De este modo, por el consentimiento de todas las
partes, que importa renuncia tácita de la excepción de compro-
miso, se sanea la falta de jurisdicción de tribunal.
La paralización del juicio trabado no afecta al valor de las ac-
tuaciones verificadas hasta el momento del compromiso, ya que
éste no opera retroactivamente. El compromiso no importa el de-
sistimiento de las acciones entabladas, ni de los recursos pendien-
tes, ni termina el pleito ya incoado; sólo lo muda de jurisdicción,
sacándolo del conocimiento de la justicia ordinaria para llevarlo al
del compromisario designado.640 Si la jurisdicción del juez árbitro
expira sin que el litigio haya sido resuelto, recupera la suya el
tribunal competente ante quien el asunto se hallada radicado y las
partes conservan el derecho de reanudar el procedimiento.641

640
C. Talca, Gaceta, 1926, t. II, Nº 116, p. 520.
641
En Francia, el artículo 1464 del CPC dispone que el proceso arbitral
terminará, entre otras causas, por la expiración del plazo del arbitraje.
La C. de Talca hace igual cosa en el fallo citado en la nota anterior. En la
especie se comprometió un litigio durante el curso de la apelación y se pidió al
tribunal de alzada que diera por terminada la tramitación del pleito y ordenara
que los autos fueran remitidos al arbitrador nombrado. Acogida esta petición,
expiró el término del arbitraje sin que el compromisario hiciere nada para
cumplir su encargo. En esta circunstancia, una de las partes pidió el cumpli-

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EL JUICIO ARBITRAL

Dos situaciones son posibles. Pueden las partes comprometer


el asunto con prescindencia del juicio pendiente, caso en el cual
el litigio se plantea de nuevo ante el tribunal arbitral. Pueden
también las partes comprometer la controversia en el estado en
que se encuentra, de modo que continúe el mismo juicio con sólo
cambiar de jurisdicción. Determinar cuándo ocurre lo uno y cuán-
do lo otro, es cuestión de interpretación del compromiso, cosa
que corresponde hacer en cada oportunidad a los tribunales de
fondo. A falta de datos que permitan averiguar la voluntad de las
partes al respecto, nos parece lógico resolver, por regla general,
que el tribunal de árbitros debe tomar el juicio en el estado en
que se halla, porque esto es lo más conforme con el espíritu del
arbitraje, que persigue la decisión rápida del litigio. No hay ra-
zón, en efecto, para que el pleito se reponga al estado de iniciarse
nuevamente, perdiéndose todas las actuaciones practicadas hasta
el momento y corriéndose el riesgo de que se produzcan altera-
ciones y dificultades en su nuevo planteamiento, cosas que, natu-
ralmente, pueden suponerse contrarias al fin buscado por las par-
tes en el compromiso.
En el caso de que se haya iniciado nuevamente el pleito en
virtud del compromiso, el fin de la jurisdicción arbitral ocurrido
antes del fallo del asunto coloca al tribunal competente ante quien
estaba radicado en aptitud de seguir adelante el juicio desde el
estado en que se hallaba en el momento en que el compromiso lo
paralizó.
Distinta es la situación cuando el arbitraje se ha limitado a
continuar el juicio. Si expira en este caso la jurisdicción arbitral
sin que se haya decidido totalmente el litigio, el tribunal ordina-
rio competente puede proseguirlo desde el estado que lo dejó al
momento del compromiso o desde el estado a que progresó en el
curso del juicio arbitral. Si el árbitro ha sido de derecho, no

miento de la sentencia pronunciada en primera instancia por el juez ordinario y


la otra se opuso, alegando que procedía nombrar un nuevo arbitrador para
decidir el juicio. La Corte resolvió que no podía cumplirse esa sentencia, porque
no estaba ejecutoriada, ya que por el compromiso no se habían desistido las
partes de la apelación, sino que sólo habían llevado la cuestión al conocimiento
de otro juez; pero que tampoco correspondía designar un nuevo arbitrador,
porque la convención de arbitraje se había celebrado en atención a la persona
del anterior. La Corte dejó, así, como único camino judicial abierto a las partes,
el de continuar el juicio pendiente en el estado en que se hallaba al momento
del compromiso (Redacción de don Agustín Parada Benavente; con un voto en
contra. Gaceta, 1926, t. II, Nº 116, p. 520).

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CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

vemos inconveniente para que las actuaciones por él y ante él


realizadas las aproveche el juez ordinario; pero si ha sido amiga-
ble componedor o árbitro mixto, parece que de este modo podría
quedar defectuoso el procedimiento.

242. c) Interrumpe el abandono del procedimiento.642 Los tratadis-


tas franceses enseñan que el compromiso produce la interrupción
del plazo de la peremption, cuando interviene en el curso de una
instancia abandonada, pero que ese plazo empieza nuevamente a
correr si el compromiso fracasa y los árbitros no dictan su fallo al
vencimiento del término fijado por las partes o por la ley.643
Esta no es sino otra consecuencia de la falta de jurisdicción de
los tribunales comunes. Por el compromiso, las partes sacan el
asunto del conocimiento del juez ante quien estaba radicado y lo
encargan a un compromisario, con lo cual, por una parte, efec-
túan un acto de prosecución del juicio que interrumpe el plazo
de abandono del procedimiento que pudiera estar corriendo (CPC,
art. 152) y, por otra, impiden que ese término comience nueva-
mente a correr ante dicho tribunal.
Pero expirada la jurisdicción arbitral sin que se haya decidido
la controversia y reanudada de este modo la competencia del
tribunal que la conocía anteriormente, puede, desde ese mismo
instante, empezar a correr el plazo de seis meses del abandono,
contados desde la fecha de la última resolución recaída en alguna
gestión útil para dar curso progresivo a los autos. Todo lo cual se
entiende sin perjuicio del abandono del procedimiento que pue-
de producirse ante el compromisario, en el propio arbitraje.

243. Segundo. Aspecto positivo: somete a las partes a la jurisdic-


ción del árbitro nombrado. Desde el momento mismo del compro-
miso, las partes quedan sometidas a la jurisdicción privativa del
árbitro por ellas designado. No obsta a esto el hecho de que el
compromisario no haya aceptado aún el encargo; lo cierto es que
ese árbitro es el único juez con poder suficiente para conocer del
litigio y, salvo acuerdo en contrario, mientras el compromiso esté
vigente, ninguna de las partes puede llevar el asunto a otro tribunal.

642 Con anterioridad a la Ley N° 18.705, de 24 de mayo de 1988, el CPC

utilizaba la expresión “abandono de la instancia”.


643 G ARSONNET et CÉZAR-BRU, ob. cit., t. VIII, Nº 248; B ERNARD, ob. cit.,

Nº 111; ROBERT, ob. cit., Nº 90.

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EL JUICIO ARBITRAL

244. El compromiso no importa la iniciación del juicio arbitral.


Por el compromiso no queda trabada la litis ante el árbitro nom-
brado; sólo se determina la competencia exclusiva de éste para
conocerla. El rol del compromiso no es el de las actuaciones que
crean la relación procesal, sino el de las disposiciones que delimi-
tan la esfera de atribuciones del tribunal.
El juicio arbitral sólo puede iniciarse una vez que se instala el
tribunal designado y, como todo litigio, se traba por las actuacio-
nes pertinentes de las partes. Cuando el árbitro es de derecho,
esto aparece claramente en la ley, ya que por mandato suyo el
juicio debe promoverse en la misma forma que ante los jueces
ordinarios, según la naturaleza de la acción deducida. Si el juicio
es ordinario, por ejemplo, sólo podrá iniciarse por demanda del
actor o por solicitud de medidas prejudiciales (CPC, art. 253). El
compromiso es únicamente la carta fundamental que rige el arbi-
traje.

245. El compromiso no produce litis pendencia; sólo la causa el


juicio arbitral. Se suele enseñar que uno de los efectos que produ-
ce el compromiso es la litis pendencia.644 Es este un error que
Bernard corrige, muy exactamente, haciendo notar que para que
el compromiso cause litis pendencia, es preciso que la instancia se
haya promovido ante los árbitros por una citación o por la compa-
recencia de las partes.645 Lo que determina la litis pendencia, como
el nombre lo dice, es el hecho de existir un litigio pendiente, lo
cual sólo ocurre en el caso del arbitraje desde que se traba el juicio
ante los árbitros y no desde el momento del compromiso.

246. El compromiso no constituye interrupción civil de la pres-


cripción. La prescripción, tanto adquisitiva como extintiva, se in-
terrumpe civilmente por demanda judicial, en la forma prevenida
por los arts. 2503 y 2518 del CC. No siendo el compromiso una
demanda, es lógico resolver que no produce la interrupción civil
de la prescripción, efecto que, en cambio, causa la iniciación del
juicio arbitral a virtud del compromiso.646 La prescripción se inte-

644 G ARSONNET et CÉZAR-BRU, ob. cit., t. VIII, Nº 248, nota Q; MONGALVY, ob.

cit., t. II, Nº 328; ROBERT, ob. cit., Nº 90.


645 B ERNARD, ob. cit., Nº 110.
646 BERNARD , ob. cit., Nº 113. Cita en el mismo sentido a LAURENT y a

BOURBEAU.

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rrumpe civilmente desde que se notifica en forma válida la de-


manda intentada ante el juez arbitral.

247. El compromiso da carácter de controvertidos a los asuntos


que son materia de él. El objeto del compromiso es siempre un
asunto litigioso, una controversia, que puede ser actual o presen-
te y futura o eventual. El compromiso supone, por consiguiente,
la existencia o eventualidad de un litigio. De aquí que el someti-
miento de un asunto actual o presente a compromiso, le dé en el
acto el carácter de controvertido, ya que hace evidente que hay
en torno a él una discusión o disputa. Si el asunto es futuro o
eventual, en cambio, el compromiso no lo convierte necesaria-
mente en materia controvertida, porque su sometimiento a arbi-
traje no prueba la existencia de un litigio, sino tan sólo la
posibilidad de que se produzca.
La Corte Suprema ha fallado que la existencia de ciertos crédi-
tos, establecida en escrituras públicas de convenio, pasó a tener la
condición de controvertida desde el momento en que las partes
sometieron a compromiso todos los asuntos, dificultades y obliga-
ciones pendientes entre ellas y que, en consecuencia, no puede
estimarse que una de ellas debe a la otra una cantidad determinada
de plazo vencido, y que esta situación no se modifica por el hecho
de haber fenecido el compromiso por el término que la ley conce-
de al árbitro para evacuar el encargo, toda vez que los créditos
mantienen para las partes la condición de controvertidos mientras
la contienda pendiente no sea resuelta, bien por un árbitro desig-
nado por los interesados, bien por los tribunales de fuero común.647
Todo lo cual debe entenderse, en nuestra opinión, sin perjui-
cio de los actos o acuerdos de las partes que revelen otra cosa.
Lo dicho en este número no se aplica al caso de la cesión de
derechos, ya que para los efectos de ésta se entiende litigioso un
derecho desde que se notifica judicialmente la demanda (CC,
art. 1911 ). No basta en este caso el solo compromiso, sino que es
necesaria la notificación de la demanda entablada ante los árbi-
tros para que el derecho pase a ser litigioso.

248. El compromiso puede constituir interrupción natural de la


prescripción. Al suponer la existencia de una controversia y un

647 Revista, t. XXXI, sec. 1ª, p. 414.

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EL JUICIO ARBITRAL

acuerdo de las partes para discutir la cuestión, el compromiso pue-


de importar un principio de reconocimiento, o cuando menos un
reconocimiento eventual de su obligación por el deudor, caso en el
cual interrumpe naturalmente la prescripción de la deuda (CC,
art. 2518). No creemos, sin embargo, que sea posible establecer al
respecto una regla absoluta; en cada caso deben los tribunales re-
solver la cuestión interpretando el tenor del compromiso.

249. Extensión de los efectos del compromiso. Todo acto jurídi-


co produce sus efectos únicamente entre las partes que lo cele-
bran, pero no respecto de terceros. Este principio fundamental
del derecho debe entenderse, sin embargo, con dos limitaciones:
En primer término, todo acto que se perfecciona válidamente
existe y vale respecto de todo el mundo en cuanto se ha celebra-
do entre las partes que concurrieron a él. Así, el compromiso
concertado entre A y B sólo produce sus efectos entre estas dos
personas: pero el hecho de su existencia no puede ser desconoci-
do por nadie y todo individuo es afectado por él en cuanto tiene
que admitirlo como tal hecho, especialmente si se halla en rela-
ciones jurídicas de cualquier especie con alguna de las partes. Un
acreedor, por ejemplo, no es obligado por el compromiso que
celebra su deudor con otra persona, pero no puede impedirlo ni
sustraerse a sus resultados; si en el arbitraje se reconocen nuevas
deudas de su deudor, tendrá que soportar el perjuicio que esto le
significa, a menos que haya dolo o fraude, en cuyo caso podrá
impugnar el compromiso conforme a las reglas generales (acción
pauliana).
En segundo lugar, las trasmisiones y trasferencias de derechos
originan una especie de extensión de la personalidad de las par-
tes a ciertos terceros que los suceden en su situación jurídica; hay
una identidad de derecho entre el causante y el causahabiente
respecto del objeto de la traslación. En virtud de esto, el acto
afecta a los sucesores de las partes del mismo modo que las afecta-
ba a ellas. Como principio, esto no ofrece dudas. Sin embargo, su
aplicación práctica suscita serios problemas que derivan principal-
mente de la dificultad que existe para determinar el vínculo que
une al acto jurídico celebrado por el causante con el bien que es
objeto de la traslación.

250. Sucesores a título universal. Respecto de los sucesores a títu-


lo universal, no caben vacilaciones. Los herederos no suceden en

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CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

bienes determinados, sino en la universalidad del patrimonio del


causante o una cuota de él; por esto ha podido decir la ley que
“representan a la persona del difunto para sucederlo en todos sus
derechos y obligaciones trasmisibles” (CC, art. 1097). En el caso
del compromiso, el COT ha dispuesto expresamente que “no cesa
por la muerte de una o más de las partes y el juicio seguirá su
marcha con citación e intervención de los herederos del difunto”
(art. 242), acatando en esta forma, según tuvieron presente los
autores del precepto, “el bien conocido principio de que el que
contrata lo hace para sí y para sus herederos”.648

251. Sucesores a título singular. El problema es mucho más ar-


duo cuando se trata de los sucesores a título singular. Es ésta una
de las cuestiones que más discusión ha promovido entre los juris-
tas y como, por su dificultad y amplitud, es por sí sola tema sufi-
ciente para un extenso trabajo, no nos proponemos dilucidarla
aquí sino para los efectos de insinuar una posible solución.
En nuestro concepto no es posible establecer, respecto de los
sucesores a título singular, una regla general absoluta, sino que
deben tomarse en cuenta, en los distintos casos, las circunstancias
que le son propias.
Dos principios fundamentales de derecho actúan en la mate-
ria: el principio de que el sucesor adquiere las cosas en el estado
en que se hallan y no recibe más derechos sobre ellas que los que
tenía su causante, y el principio de protección a la buena fe de los
terceros.
En el caso del legatario de especie, la conjunción de estos prin-
cipios y las reglas propias que rigen esta manera de suceder indu-
cen a pensar que el compromiso celebrado por el testador respecto
del bien legado y el juicio arbitral consiguiente lo afectan siempre.
El legatario de especie, en efecto, adquiere en virtud de la desapari-
ción de un sujeto jurídico, y como lo hace directamente del difun-
to, por sucesión por causa de muerte, y no al través de los herede-
ros, las personas que se hallaban en relación jurídica con aquél,
respecto a la cosa legada, no pueden continuar su vínculo sino con
el legatario; si éste pudiera desentenderse de ese vínculo causaría a
dichas personas el perjuicio enorme de no tener un sujeto contra
quien ejercer sus derechos, perjuicio mucho mayor que el que el

648 BALLESTEROS, ob. cit., t. II, Nº 1748.

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EL JUICIO ARBITRAL

propio legatario puede sufrir al hacérsele efectivos tales derechos,


ya que él recibe su asignación a título gratuito. Nuestra ley estable-
ce expresamente esta solución, puesto que si bien prescribe que el
legatario no representa a la persona del difunto ni tiene más dere-
chos ni cargas que los que expresamente se le confieran o impon-
gan (CC, art. 1104), ello es sin perjuicio de los derechos y cargas
referentes a la especie legada,649 los cuales lo afectan siempre, se-
gún el claro mandato de los arts. 1125 y 1135 del CC. El tenor
explícito de estas disposiciones demuestra que al hablar de “cargas
reales” no se han referido sólo a los “derechos reales”, sino a toda
carga inherente o relativa a la especie legada.650
En los casos en que la sucesión a título singular se efectúa por
acto entre vivos, sin que desaparezca el causante como sujeto
jurídico, los terceros que se hallaban en relación de derecho con
éste tienen siempre en su mano la posibilidad de dirigirse en su
contra, negándose a soportar los efectos de un acto que les es
inoponible; la situación, por consiguiente, es para los sucesores
entre vivos muy distinta de la del legatario.
Por la circunstancia anotada creemos razonable aplicar en estos
casos al compromiso y al juicio arbitral consiguiente, la doctrina
que enseña en su clase el profesor don Fernando Alessandri,651 al
tratar de los efectos de la cosa juzgada respecto de los sucesores a
título singular cuando el acto de traslación se efectúa durante el
curso del juicio. Para el profesor Alessandri la existencia de un
litigio importa una especie de condición resolutoria del derecho de
las partes. Si una de éstas enajena la cosa litigiosa y luego pierde el
juicio, la resolución de sus derechos que este fallo implica afecta a
los terceros adquirentes según las reglas de los arts. 1490 y 1491 del
CC, vale decir, en general, que les empece siempre cuando adqui-
rieron de mala fe, esto es, conociendo la existencia del litigio, lo
que se presume tratándose de inmuebles cuando el juicio estaba
inscrito, y que al contrario, no da acción contra los terceros de
buena fe, que ignoraban la controversia judicial.
En estricto rigor, el juicio pendiente constituye algo peor que
una condición, puesto que ésta supone un derecho sujeto al even-
to de desaparecer, mientras que aquél implica la posibilidad de

649 CLARO S OLAR, ob. cit., t. XV, Nº 984.


650 CLARO SOLAR, ob. cit., t. XV, Nos 1049, 1088 y 1138; Ricci, Derecho Teórico y
Práctico, t. VIII, Nº 400, p. 595.
651 Esta doctrina no aparece expuesta en los textos impresos de apuntes de

clase, y debemos su conocimiento a una explicación privada del señor Alessandri.

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CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

que el derecho no exista en absoluto para la persona que apare-


cía gozándolo. Con todo, la situación es harto semejante y bien
pueden extenderse al caso, por analogía, las disposiciones de los
artículos 1490 y 1491 indicados, que expresan el espíritu de nues-
tra ley en la materia. El principio de que el sucesor adquiere las
cosas en la misma condición jurídica en que las tenía su causante
está limitado por el de protección a la buena fe de los terceros; la
ley pone a cubierto al adquirente de los perjuicios que le pueden
sobrevenir en razón de hechos que ignoraba y que no pudo cono-
cer. Los derechos de la contraparte del causante pueden siempre
hacerse efectivos contra éste, a lo menos por medio de la acción
de perjuicios y, en el caso del litigio, el contendiente está resguar-
dado, además, por la facultad que la ley le confiere de impetrar la
medida precautoria de prohibición de gravar y enajenar.
Al compromiso y al juicio arbitral puede aplicárseles perfecta-
mente la misma doctrina. El compromiso en sí mismo, considerado
independientemente de todo juicio, importa también una especie
de condición a que se sujeta el derecho de las partes sobre los
bienes que son objeto de él; es lícito aplicarle, en consecuencia,
idénticos principios. Y si el juicio arbitral está ya iniciado al tiempo
de la traslación y conforme a lo dicho debe afectar al sucesor, éste
no puede rechazarlo o desconocerlo fundándose en la calidad es-
pecial del tribunal, porque el asunto está ya radicado ante los jue-
ces árbitros, que son los únicos competentes, y esta competencia no
se altera por causa sobreviniente (COT, art. 109).
Consideramos útil hacer una aplicación práctica de estos prin-
cipios a los dos tipos más importantes y frecuentes de sucesores a
título singular por acto entre vivos; el cesionario de un crédito y
el comprador de una cosa corporal.
Si se cede un crédito nominativo civil que está sujeto a com-
promiso o respecto del cual hay juicio arbitral pendiente, el com-
promiso o el juicio no afecta por regla general al cesionario, a
menos que concurra alguna de las siguientes circunstancias: a)
que el compromiso conste del propio título, porque en tal caso el
cesionario debe conocerlo; b) que el deudor cedido, al tiempo de
notificársele la cesión o de aceptarla, haga expresa reserva de sus
derechos contra el cedente,652 y c) que se pruebe que el cesiona-
rio conocía la existencia del compromiso o del juicio arbitral.

652 La regla del art. 1659 del CC, relativa a la compensación, señala el espíritu

de nuestra ley en la materia y debe aplicarse por analogía al caso en estudio.

295
EL JUICIO ARBITRAL

Tratándose de créditos nominativos mercantiles, el art. 163


del C. de C. reglamenta expresamente los efectos de su cesión de
acuerdo, en general, con este mismo criterio. Es así como el inc.
2º dispone que “las excepciones que aparezcan a la vista del docu-
mento o que nazcan del contrato, podrán oponerse contra el
cesionario en la misma forma que habrían podido oponerse con-
tra el cedente” y respecto de las otras, el inc. 1º prescribe que “el
deudor a quien se notifique la cesión y que tenga que oponer
excepciones que no resulten del título cedido deberá hacerlas
presente en el acto de la notificación o dentro de tercero día a
más tardar, so pena de que más adelante no serán admitidas”.
Respecto de los créditos a la orden, cuya cesión se hace por el
endoso, y de los créditos al portador que se transfieren por la
simple entrega material, rigen en la materia las reglas propias de
esta clase de cesiones.
En el caso de la compraventa de un bien que está sujeto a
compromiso o respecto del cual existe arbitraje pendiente, el com-
promiso y el juicio afectan al comprador que al tiempo de adqui-
rir tuvo conocimiento de ellos, y ese conocimiento se presume,
tratándose de bienes inmuebles, cuando el litigio o el compromi-
so estaban inscritos en el registro respectivo del Conservador de
Bienes Raíces que corresponda. Al efecto, nos parece que el com-
promiso es uno de aquellos títulos que pueden inscribirse, con-
forme al Nº 3 del art. 53 del Reglamento de 1857.

252. Casos de solidaridad. Cuando hay solidaridad entre acreedores


o entre deudores, el compromiso celebrado entre uno de los acree-
dores con el deudor o entre uno de los deudores con el acreedor
respecto del crédito u obligación solidaria, afecta a todos los demás
acreedores, o a todos los demás deudores, respectivamente.
Es éste otro caso en que el compromiso extiende sus efectos
más allá de las partes y obliga a ciertos terceros que no concurrie-
ron a él. Tal extensión no se funda, sin embargo, en el hecho de
que entre los coacreedores o codeudores solidarios medie la rela-
ción de causantes a causahabientes, ni tampoco en que unos se
representen a otros legítimamente; se funda tan sólo en la natura-
leza de la obligación, que no obstante la pluralidad de vínculos
jurídicos entre las partes, supone unidad en la prestación, de
manera que cada uno de los acreedores solidarios se reputa acree-
dor del todo y cada uno de los deudores solidarios, deudor único
y exclusivo de toda la deuda.

296
CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

Nuestra ley sigue estos principios de manera rigurosa y no deja


lugar a dudas al respecto.653 No obstante, la Corte de Santiago ha
resuelto que el compromiso celebrado entre el acreedor y uno de los
codeudores solidarios no liga al otro y le es inoponible.654 La Corte
Suprema ha fallado, en cambio, que la prórroga de competencia que
se produce respecto de uno de los codeudores solidarios se entiende
respecto de los demás.655 Dada la analogía extraordinaria que existe
entre el compromiso y el pacto de prórroga de la competencia,
creemos lógico aplicar a ambas convenciones el mismo principio, y
nos parece que la buena doctrina es la del Tribunal Supremo.

253. Otros casos. Obligaciones indivisibles. Fianzas. Lo dicho en


cuanto a la solidaridad no es aplicable en los casos de indivisibili-
dad. En ésta, si bien el pago sólo puede hacerse de una vez, a uno
de los acreedores o por uno de los deudores, cada acreedor no lo
es nada más que de su cuota, aun frente al deudor, y cada deudor
de la suya, aun respecto del acreedor, por lo cual el compromiso
celebrado por uno no afecta a los otros.
Los efectos del compromiso tampoco obligan a los fiadores, a
menos que éstos hayan consentido en él.656
Es indudable, conforme a lo que dijimos en el Nº 249, que el
fiador no puede desconocer el compromiso celebrado entre deu-
dor principal y acreedor ni la eficacia del arbitraje consiguiente;
así, si por sentencia arbitral se declara la validez de la obligación,
el fiador no podrá proponer nuevamente ese asunto a pretexto
de que no consintió en el arbitraje, porque se lo impide el efecto
de la cosa juzgada.
Pero si el fiador no se ha sometido por su parte a arbitraje, el
acreedor no podrá arrastrarlo ante los jueces árbitros a que él y el
deudor principal se habían sujetado, porque este vínculo es del
todo extraño al fiador, quien está ligado por una relación jurídica

653 CLARO SOLAR, ob. cit., t. X, N os 409 y ss., 436, 454, 455 y 456; SOMARRIVA,

Apuntes sobre Cauciones (Clase de Derecho Civil), Comparado y Profundizado (1940),


pp. 28 y siguientes. Véase también en su Tratado de las cauciones, Editorial Nasci-
mento, Santiago, 1943.
654 Gaceta, 1899, Nº 403, p. 337.
655 Revista, t. XIX, sec. 1ª, p. 171.
656 Según el art. 2347 del CC, la fianza no se presume ni debe extenderse a

más que el tenor de lo expreso. Cierto es que este precepto agrega que la fianza
se supone comprender todos los accesorios de la deuda, pero no lo es menos
que el compromiso no tiene tal carácter.

297
EL JUICIO ARBITRAL

independiente y propia. Así lo ha dispuesto el COT respecto del


pacto de prórroga de la competencia (art. 185), y la regla que
para ese caso prescribe es simple aplicación de los principios que
rigen la fianza y, por consiguiente, de carácter general.

254. Terminación del compromiso.657 El compromiso termina:


1º) Por el acuerdo de las partes para dejarlo sin efecto, confor-
me a los principios generales que rigen las convenciones (CC,
art. 1567). En el compromiso este modo se manifiesta y toma la
forma de una revocación que las partes hacen, de común acuerdo,
de la jurisdicción otorgada al compromisario, revocación que pue-
de ser expresa o tácita; lo primero, cuando se efectúa en términos
explícitos (COT, art. 241); lo segundo, cuando las partes ocurren
de común acuerdo a la justicia ordinaria o a otros árbitros solicitan-
do la resolución del negocio (COT, art. 240 Nº 1).658
2º) Por la dictación de la sentencia arbitral respecto de todos
los asuntos comprometidos. Si éstos son varios, el fallo que resuel-
va algunos extingue el compromiso respecto de ellos y lo deja
subsistente en lo que se refiere a los demás.659
3º) Por la transacción de los asuntos comprometidos. Si sólo
se transigen algunos de éstos, el compromiso subsiste en cuanto a
los otros.
4º) Por la discordia entre los árbitros en el pronunciamiento
de una resolución inapelable, en el caso de que no se hubiere
nombrado uno o más terceros ni estuvieren autorizados los árbi-
tros para hacer esa designación.660 Si el compromiso comprende
diversas materias, la discordia lo termina sólo respecto de aquéllas
a que se refiere.
5º) Por la expiración del término conferido al árbitro para
desempeñar sus funciones, respecto del asunto a cuyo conoci-
miento se ha abocado constituyéndose el arbitraje correspondien-
te. Si el litigio comprometido es uno solo, la expiración de dicho
plazo extingue totalmente el compromiso; si el compromiso com-

657 Véase Nº 291.


658 Se ha fallado que la revocación unilateral de un mandato no pone
término al compromiso convenido en él, porque éste es un convenio bilateral
que no puede ser dejado sin efecto sino de común acuerdo. C. Suprema, Revista,
t. LXVII, sec. 1ª, p. 305.
659 Véase Nº 376.
660 Véase Nº 402.

298
CONSTITUCIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL

prende más de una controversia, el vencimiento del plazo del


árbitro para cumplir su cometido respecto de las que ha empeza-
do a conocer, no extingue su jurisdicción respecto de las otras.661
6º) Por la negativa de una o más de las personas designadas
para aceptar el cargo de compromisario.662
7º) Por la renuncia de uno o más de los árbitros en los casos
en que la ley lo permite (COT, art. 240 ).663
8º) Por la recusación de uno o más de los árbitros, a menos
que las partes convengan en designarles un reemplazante.664
9º) Por la muerte de uno o más de los árbitros.
10) Por la incapacidad sobreviniente de uno o más de los
árbitros.
11) Por la falta de objeto sobreviniente, como, por ejemplo,
cuando perece por caso fortuito la cosa controvertida.665
12) Por la declaración de la nulidad del compromiso,666 y
13) Por la declaración de la quiebra de una de las partes,
respecto de los juicios que se susciten contra el fallido, si al mo-
mento de la declaratoria no se han incoado aún (Ley de Quie-
bras, art. 70).

661 Corte Santiago, Revista, t. LXXVII, sec. 2ª, p. 64. Véase Nº 214.
662 Véase Nº 323.
663 Véase Nº 328. La Corte Suprema ha fallado que si las partes designan

tres árbitros con facultades de arbitradores para que hagan una partición proce-
diendo conjuntamente y uno de ellos renuncia, sólo las partes pueden designar
su reemplazante. Si no lo hacen, queda implícitamente terminado el compromi-
so y la justicia ordinaria sólo puede designar un árbitro de derecho para que
haga la partición (Revista, t. LXIV, sec. 1ª, p. 103).
664 Véanse Nos 388, 389 y 390.
665 MATTIROLO, ob. cit., t. I, Nº 851.
666 Se ha fallado que “mientras no se declare la nulidad del compromiso el

árbitro tiene jurisdicción para actuar, es eficaz la relación procesal constituida


entre las partes y el fallo arbitral dictado por él surte los efectos que reconoce la
ley a las sentencias definitivas ejecutoriadas” (C. Santiago, Revista, t. XLII, sec. 2ª,
p. 24).

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