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Laurie M. Johnson-Bagby.

El uso y abuso de Tucídides en las relaciones internacionales.


Los estudiosos de relaciones internacionales suelen afirmar que el antiguo historiador de la Guerra del Peloponeso,
Tucídides, es un realista de algún u otro tipo.
Keohane sostiene que Tucídides estuvo entre los primeros en exponer estos tres supuestos básicos del realismo político
clásico:
(1) Los Estados (o las ciudades-Estado) son las unidades clave de acción; (2) ellos buscan poder, ya sea como un fin
en sí mismo o como un medio para otros fines; y (3) ellos se comportan de formas que son, en gran parte,
racionales y por lo tanto inteligibles para los observadores externos en términos racionales.
Las observaciones sobre la naturaleza humana formaron la base filosófica del realismo clásico. Dentro del marco
neorrealista, el analista no necesita considerar la naturaleza individual o la naturaleza de regímenes particulares, dado
que se espera que la influencia de la anarquía internacional ejerza un efecto homogeneizador sobre los
comportamientos de los Estados.
Si bien se producen solapamientos parciales entre el realismo clásico y la perspectiva tucidideana (especialmente en la
postura pesimista del realismo clásico con respecto a la naturaleza humana, su consideración del rol de la calidad del
estadista, y su reconocimiento de la tragedia moral de la política internacional), Tucídides estaría en desacuerdo con los
realistas clásicos en cuanto a los supuestos básicos enumerados por Keohane.
Él tampoco puede ser identificado completamente con el neorrealismo. Tucídides no sigue el método neorrealista de
desconsiderar la diferenciación entre los Estados dentro del sistema. Tucídides piensa que una comprensión de las
diferencias políticas y culturales entre las ciudades-Estado antes y durante la Guerra del Peloponeso es crucial para
entender su comportamiento.
La perspectiva tucidideana puede ser útil para explicar el cambio y la innovación que la estructura por sí sola no puede
explicar. Puede ser útil como una guía para “ensamblar” diferentes teorías y perspectivas a fin de obtener un cuadro
más completo.
Sugeriré que Tucídides se aparta de la posición realista tanto en apariencia como en método debido a su metodología de
(1) poner énfasis en la importancia de lo que podríamos denominar el “carácter nacional”, (2) sobresaltar la influencia
del carácter moral e intelectual de líderes individuales, (3) mostrar la importancia de la retórica para la acción política y
tratar a lo que llamamos “realismo” como un argumento más en la retórica política, y no como una teoría que describe
la verdad completa sobre las cuestiones políticas, y (4) mostrar que para él los juicios morales conforman una parte
integral del análisis político.
Tucídides en el estudio de las relaciones internacionales.
Keohane ha identificado a Tucídides con tres supuestos clave del realismo político: que los Estados deben ser
considerados como los actores primarios, constantes buscadores de poder y actores racionales. Actuar racionalmente
parece significar actuar para maximizar la auto-preservación y la seguridad por medio de la búsqueda de poder.
Keohane ve que los espartanos estaban actuando racionalmente para autoprotegerse cuando le declararon la guerra a
Atenas, tal como tanto los realistas como los neorrealistas lo hubieran predicho. Los espartanos no reaccionaron a la
construcción del poder ateniense en una forma que hubiera sido predicha por los supuestos realistas o neorrealistas. De
hecho, el rearme ateniense fue posibilitado por la lánguida y tímida respuesta espartana al mismo, y los espartanos
eventualmente reaccionaron sólo con la incitación desesperada de sus aliados.
Para Gilpin, la lección de Tucídides es que la distribución de poder en el sistema internacional determina mayormente
las acciones de los Estados dentro de ese sistema. Esparta respondió en una forma racional al crecimiento del poder
ateniense y fue forzada a desafiar a Atenas por la hegemonía. El crecimiento del poder ateniense causó la decisión de
Esparta de ir a la guerra.
Pero Gilpin sí reconoce que Tucídides no encaja prolijamente en el modelo del neorrealismo. Admite que Tucídides
retiene un énfasis más clásicamente realista en la naturaleza humana y advierte que en ocasiones Tucídides da
importancia a la influencia que ejercen los muy disímiles caracteres nacionales de Atenas y Esparta sobre sus respectivas
acciones durante la guerra. Aun así Gilpin no encuentra que estas desviaciones de la norma neorrealista en Tucídides
sean los suficientemente notorias como para modificar su evaluación general sobre la decisión teórica del historiador
griego.
La influencia de la distribución de poder no es ni la fuente principal de explicación de Tucídides ni su observación más
original.
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La lectura que realiza Garst de Tucídides es que las acciones de los Estaos deben ser entendidas como arraigadas en las
decisiones de individuos. Garst sostiene que los neorrealistas ignoran los discursos de los personajes que habitan la
historia de Tucídides viéndoles como meras justificaciones para decisiones elaboradas sobre la base de cálculos de
poder.
Los personajes de Tucídides, en especial sus personajes atenienses, son los responsables de los dichos más fuertes y
deterministas sobre la naturaleza humana y los efectos de los cálculos de poder en ellos mismos y en otros actores de la
guerra. Los atenienses lanzan aseveraciones más convincentes que podrían ser consideradas realistas o neorrealistas.
La retórica ateniense durante la guerra estaba llena de frases de tinte realistas. Los atenienses les dicen a los espartanos
que han retenido su imperio porque aquéllos a los que ahora dominan son hostiles a ellos y por tanto peligrosos para
dejar en libertad. También los atenienses temen que si flexibilizan su control sobre su imperio, las resentidas ciudades-
Estado pasarán al bando espartano. Los atenienses están utilizando esta aseveración como medio tanto para justificar su
imperialismo como para atemorizar a los espartanos.
La tesis ateniense es repetida aún con mayor dureza más tarde con el fin de asustar a la pequeña ciudad isleña de Melos,
forzándola a convertirse en un aliado contribuyente al tesoro de Atenas. “En cuanto a los hombres, bien sabemos que
naturalmente por necesidad, el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor, y esta ley no la hicimos nosotros, ni
fuimos los primeros que usaron de ella. Si vosotros y los otros todos tuvieseis el mismo poder y facultad que nosotros,
haríais lo mismo”.
Aun cuando los atenienses suenen muy realistas, debemos recordar que son ellos quienes hablan en estas líneas tan
crudas, y no Tucídides.
El punto de vista de Tucídides.
Numerosos factores son importantes para Tucídides e la explicación de los sucesos de la Guerra del Peloponeso,
incluyendo el carácter nacional, las personalidades de los distintos actores individuales, el rol de la retórica política y
cuestiones de moralidad.
Como ya he advertido, los realistas clásicos tratan de explicar las acciones de los Estados al menos en parte a través de
una teoría de la naturaleza humana. El hombre está caracterizado por el egoísmo y un animus dominandi (codicia de
poder).
La primera prueba de que Tucídides no suscribe a semejante visión de la naturaleza humana y de la política de equilibrio
de poder es que el historiador griego otorga mucha importancia a la diferencia, y no a la similutd, de carácter nacional
entre las dos grandes “superpotencia” de la guerra, Esparta y Atenas.
Carácter nacional.
Waltz ha sostenido que Tucídides es representativo de la visión de que en última instancia las diferencias en el carácter
nacional no deben ser consideradas para los propósitos de la teoría neorrealista; sólo importa el “posicionamiento” de
un Estado en el sistema internacional. A lo largo de la Historia, los atenienses reflejan el mismo supuesto teórico al
aseverar que los seres humanos reaccionarán de la misma manera cuando se trate de cuestiones de poder y dominio,
prescindiendo del origen o cultura nacional. Tucídides muestra que los atenienses y sus opositores revelan una
complejidad de carácter que no puede ser captada por explicaciones únicas de lo que motiva a los seres humanos o a los
Estados, y que con frecuencia tiene un gran (cuando no determinante) impacto sobre las decisiones y los resultados.
Tucídides describe a los espartanos antes de la guerra como algunas veces ociosamente preocupados con respecto al
progreso de Atenas, otras veces ignorando los informes de sus aliados sobre el imperialismo ateniense y siempre
tolerando la política dilatoria del líder ateniense Temistocles. Esparta estaba al tanto del creciente poderío militar
ateniense y eligió esconder su cabeza en la arena hasta que sus aliados se tornaron abusivamente insistentes en que
Esparta se defendiese a sí misma y los defendiese a ellos.
Los corintios afirman que los atenienses son valientes y creativamente arriesgados, dicen que los atenienses actúan
antes de tener que hacerlo, mientras que los espartanos actúan sólo cuando están absolutamente obligados por el
temor a hacerlo. Pero Tucídides nos muestra que el crecimiento del poder ateniense, que fue la causa del eventual
temor hacia Atenas que condujo a la guerra, fue en sí mismo causado por dos factores: la reticencia e introspección
espartanas, y el atrevimiento e interés por la gloria de parte de Atenas.
Carácter individual.
Así como el carácter nacional desempeña un rol en la determinación de la política estatal, también lo hacen las
personalidades, la inteligencia y el carácter moral de los líderes individuales. Fue un “conflicto de personalidad” el que
condujo a la decisión espartana de abandonar su liderazgo de la alianza conformada tras las Guerras Médicas a favor de
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Atenas, dejando abiertas las puertas para el ascenso del poderío ateniense. La decisión de Esparta estuvo originada en la
personalidad raspante de su comandante en jefe, Pausanias, cuyo estilo imperial volvió impopular a Esparta entre los
aliados, aumentando el nivel de apoyo para Atenas. Líderes atenienses como Temistocles y Pericles fueron cruciales en
la conformación de la actitud ateniense hacia la construcción del imperio y a la conducción de la guerra . Atenas, Esparta
y otras ciudades-Estado no son vistas como “cajas negras” no diferenciadas en este proceso.
El poder de Pericles estaba originado en la creencia de la gente en que Pericles era un hombre que estaba interesado en
el bien común. Él fue capaz de convencer a su pueblo de ir a la guerra y de conducir esa guerra en forma más bien
conservadora con fines limitados. Pero después de Pericles la competencia entre rivales muchas veces arruinó la política
ateniense. Las personalidades y caracteres de los líderes fueron instrumentales en las posibilidades de Atenas de ganar o
perder la guerra.
Los sucesores de Pericles son descritos como ambiciosos y egoístas, mientras que Pericles había sido patriótico y
altruista. Fue la diferencia en el carácter entre Pericles y estos líderes posteriores la que, según Tucídides, causó la
declinación y eventual derrota atenienses.
Tucídides obviamente creía que la capacidad de gobernar o la carencia de la misma podían cambiar la historia. No todos
estaban igualmente motivados que las chances de una victoria ateniente disminuyeron después de la muerte de
Pericles. Los recursos militares y económicos de Atenas eran tan vastos que incluso a pesar de todo el conflicto causado
por políticos ambiciosos, Atenas resistió durante un tiempo asombrosamente largo. Al final, no fueron las capacidades
atenienses o la falta de las mismas las culpables de su fracaso, sino su liderazgo.
Tucídides no explica el inicio y la conducción de la guerra como procesos causados por la distribución de poder entre
Atenas y Esparta, sino más bien por las diferencias en el carácter nacional y en las personalidades individuales.
El uso de Tucídides de la retórica política.
Pouncey sostiene que esto es provocado deliberadamente para mostrar que la calidad y por tanto la importancia del
discurso político disminuyeron a medida que la guerra socavó la unidad política de muchas comunidades. El discurso se
convirtió cada vez más en una herramienta de interés personal y partidista, y por tanto, menos importante a los ojos de
Tucídides para comprender el desarrollo de la guerra.
El cambio en el uso que hace Tucídides de los discursos indica que él no piensa que el discurso político sea siempre una
mera justificación de acciones llevadas a cabo por razones más realistas. Incluso cuando es un mero disfraz, todavía es
importante en la medida en que las acciones políticas deben ser efectivamente instigadas a través de un discurso
convincente.
Otra lección que nos enseña Tucídides en la Historia es que la teoría misma puede ser una herramienta de la retórica en
lugar de una recapitulación de la realidad. Tucídides utiliza el discurso de Diodoto en Mitilene en este contexto. Ene l
debate con Diodoto, el demagogo ateniense Cleon solicita la pena de muerte para el pueblo entero de Mitilene porque
sus oligarcas habían liderado una revuelta contra el control ateniense. Cleon afirma que aún si es injusto matar a todos
los mitilenos, también es conveniente. Si los atenienses no castigan a los mitilenos con severidad, otras ciudades se
rebelarán.
Utilizando la ya familiar tesis ateniense, Diodoto, afirma que los mitilenos fueron forzados a rebelarse dado que es
naturalmente humano el intentar obtener tanto poder como sea posible y el esperar siempre el éxito. Por lo tanto,
sentenciar a los mitilenos a la muerte no disuadirá a nadie. Diodoto recomienda una sentencia moderada para los
mitilenos, por la cual sólo líderes oligarcas sean sometidos a la muerte.
Diodoto utiliza la tesis ateniense retóricamente, esta vez no para atemorizar a un enemigo o para aplacar a un pequeño
Estado sino para convencer a sus compatriotas atenienses de las ventajas de un curso de acción más moderado y justo.
De acuerdo con la tesis, sólo la constante represión violenta, y no el liderazgo respetuoso, prevendrá el alzamiento de
los Estados. Pero fue el liderazgo respetuoso el que originalmente cosechó para Atenas la lealtad y el respto de sus
aliados, y fue la degradación de este liderazgo en represión imperialista el que motivó a los aliados a resentirse de
Atenas y a rebelarse en números cada vez más grandes mientras continuaba la guerra.
La Historia de Tucídides enseña que cuando los atenienses terminaron creyendo en su teoría de la naturaleza humana y
la acción estatal, y comenzaron a actuar en base a la misma, su legitimidad entre sus aliados y su imperio declinó y su
orden político doméstico devino corrupto y desintegrado entre políticos que perseguían cada uno de ellos, su propio
interés. Tucídides encuentra a la tesis útil para describir un modo de pensar particularmente popular. Los seres humanos
pueden crear su propio mundo en lugar de ser creados por el mismo. En este sentido él ve a la tesis bajo una luz muy

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diferente de la gran parte de los estudiosos modernos de las relaciones internacionales, para quienes la tesis es más
como una ley de naturaleza determinante y no una ideología.
La enseñanza moral de Tucídides.
La preocupación de Tucídides por la justicia en la revolución corcirense. Tucídides escribe que durante este tiempo los
hombres violaban “las leyes, en las cuales todos deben esperar su salvación, sin reservarse otro medio para ayudarse en
los peligros”. En el proceso de criticar este deterioro moral, Tucídides debe asumir que estas creencias, actitudes y
comportamiento no son la norma para los seres humanos sino que, por el contrario, son mensurables contra la norma.
Incluso en la guerra, esa tosca maestra, Tucídides espera que los seres humanos sean capaces de mejorar, no de ser
conducidos por sus pasiones, sino capaces de auto-control.
Tucídides es muy perspicaz para mostrar que algunos Estados operan de acuerdo con códigos morales distintos. Su
atención a los episodios relacionados con los pequeños Estados de Platea y Melos demuestra que él no piensa que la
resistencia a un poder avasallante sea tan fútil y carente de sentido como para no merecer una mención.
En el primer caso, los plateos se rebelaron contra el poderío abrumador de Esparta en alianza con los tebanos. Los
tebanos sostienen que los plateos deben ser destruidos por haberse aliado con Atenas. Los plateos argumentan que no
han hecho daño alguno a los espartanos y que siempre se han comportado con virtud.
Tucídides piensa que: (1) entender su carácter particular es crucial para comprender el resultado del enfrentamiento, y
(2) quien esté moralmente en lo correcto o equivocado debe importarle al analista o al historiador cualquiera sea el
resultado final.
Tucídides enfatiza el coraje y la inteligencia de los plateos al resistir el sitio esparttano. Ellos mantienen su heroísmo
contra enormes desventuras. Los plateos se encuentran claramente del lado de la justicia, aún cuando no prevalecen.
La descripción de Tucídides del sitio, el juicio y la ejecución de los plateos puede ser interpretada como una ilustración
clásica de la política de poder y una prueba de la insensatez de apelar a nociones de justifica en las relaciones entre
Estados. De acuerdo con esta visión, el destino de los plateos proporciona la prueba para la tesis plantea por vez primera
por los atenienses en la conferencia de guerra espartana. La tesis asume que la justicia en sí misma no existe si no es
como producto de las relaciones de poder, y entonces sólo cuando el poder de ambos bandos es equivalente. Pero si
Tucídides simpatiza con la noción de justicia de los plateos, entonces debe pensar que la justicia y la injusticia son más
que meros derivados de las relaciones de poder, y su visión de la justicia debe diferir notoriamente de la de los
atenienses.
Lo que Tucídides tanto admira no es ni la piedad tradicional ni el mero respeto de los acuerdos. Los plateos son descritos
como verdaderamente patrióticos y leales a Atenas.
Los tebanos son descritos como estando más interesados en la lealtad partidaria (la ideología del conflicto actual) que
en ser sinceros para con sí mismos. Los tebanos obviamente están usando a Esparta para hacer posible la revancha tan
largamente esperada.
En el caso de Melos, los atenienses enfrentan una pequeña nación que desea permanecer neutral en la guerra. Los
atenienses tratan de convencer a los melianos de que sólo deben preocuparse de su seguridad, no de la justicia o el
orgullo. Rechazan renunciar a su independencia a pesar de la amenaza de destrucción por parte de Atenas. Al final los
atenienses sitian a Melos hasta que ésta se rinde.
Los atenienses insisten en que todos los adornos tradicionales de la oratoria griega sean puestos a un lado, que ellos no
tienen nada que ver con los “verdaderos pensamientos” de los seres humanos, y que los verdaderos pensamientos de
los seres humanos no lidian con la justicia, la virtud pasada o los hechos sino con la seguridad y el poder presentes. Los
atenienses comprenden que la retórica política relacionada con la justicia es fundamentalmente opuesta y presenta una
alternativa a su propia tesis. El propósito de destruir a Melos ería el de diseminar el terror por todas las ciudades aliadas,
disuadiéndoles de si quiera pensar en rebelarse.
La búsqueda del honor tanto como de la justicia sólo es razonable entre iguales; postura que torna al honor y a la justicia
dependientes de las relaciones de poder.
Tucídides no elogia abiertamente la valentía de los melianos de enfrentarse a la muerte antes de renunciar a su
independencia. En el contexto de la Historia en su conjunto, las muertas de los melianos ilustran el fracaso de la tesis
ateniense cuando la misma es implementada hasta sus últimas consecuencias.
El estudioso tucidideano.
La perspectiva tucidideana no considera siempre a los Estados como los actores primarios en las relaciones
internacionales, ya que los líderes individuales y los agrupamientos políticos también son señalados como actores
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clave. No enseña que los Estados busquen sistemáticamente la maximización de su poder : u actor mayor, Esparta, es
mostrada permitiendo, por su propia timidez, el ascenso de Atenas a la grandeza, y sólo reticentemente entrando en la
guerra. También muestra a actores menores como Platea y Melos actuando en pos de principios diferentes a la
maximización de poder y la seguridad. En la visión de Tucídides, por tanto, los Estados no siempre actúan
racionalmente, si por “racionalmente” entendemos la forma en la que se maximiza la auto-preservación. Tucídides no
se basa en el énfasis neorrealista en la distribución de poder para explicar las acciones de los Estados, sino que va más
allá de la distribución de poder hacia explicaciones que involucran el carácter individual y nacional, la retórica política
y las distinciones morales.
Líderes grandiosos o infames algunas veces ejercen un impacto determinante sobre el comportamiento estatal.
Richard Ashley ha criticado al neorrealismo sobre la base de que no es una teoría científica pasiva sino un programa
ideológico activo que “considera al orden dado como el orden natural, limita antes de expandir el discurso político, niega
o trivializa el significado de la variedad a través del tiempo y el espacio, subordina toda práctica a un interés en
controlar, reverencia la idea de un poder social más allá de toda responsabilidad, y de esta forma priva a la interacción
política de aquellas capacidades prácticas que hacen posible el aprendizaje social. Lo que emerge es una ideología que
anticipa, legitima y orienta un proyecto totalitario de proporciones globales: la racionalización de la política global.
Gilbert ve al realismo no tanto como una teoría objetiva sino más bien como una herramienta retórica para apuntalar la
legitimada del Estado y de sus esfuerzos en materia de seguridad nacional.
Doyle: “las fuerzas e instituciones que impulsan y moldean al imperialismo no son ni primariamente económicas ni
primariamente militares: son tanto económicas como militares, y también políticas, sociales y culturales. Él discute la
visión de los realistas y neorrealistas de que la distribución de poder en el sistema internacional anárquico es lo que
determina que un Estado busque un imperio. Doyle encuentra tres deficiencias principales en lo que él llama la teoría
sistémica para explicar la emergencia, crecimiento y declinación de los imperios: (1) su concepción de los motivos que
animan las relaciones externas de los Estados es demasiado estrecha, (2) es demasiado general y por lo tanto no puede
explicar las circunstancias particulares que conducen a cualquier caso único de imperialismo; y (3) atribuir el
imperialismo a un disparidad de poder no responde a las preguntas de cuánta disparidad es necesaria y de qué causó la
disparidad en primera instancia.

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