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Judaismo y Strauss
La crisis de Occidente, de la modernidad y de la democracia liberal se encontraba
ejemplificada de la manera mas clara, segun Strauss, en el problema
judio, el cual concebia como "el simbolo mas patente del problema
humano, en la medida en que es un problema politico o social".8 El problema
judio revela, en primer lugar, las limitaciones del liberalismo: la sociedad
liberal, fundada en una moral universal y no en la religion (a la que considera
privada), parece ofrecer a los judios una participacion igualitaria;
pero, precisamente porque reconoce una esfera privada, tambien reconoce
el antisemitismo y la consiguiente desigualdad social, y no puede ofrecer
garantia alguna contra ellos. Y mas importante aun, al poner la asimilacion
como el modelo, la sociedad liberal priva a los judios de la dignidad derivada
de la fidelidad a su propia tradicion heroica, mientras que con mucha
frecuencia solo ofrece a cambio una satisfaccion y una participacion superficiales
en una sociedad humana universal inexistente. Sin embargo, pese a
todos sus inconvenientes, esta dudosa solucion es a todas luces superior
El problema teológico-político:
Teologia política, Los doce de Blok, leer el final. Los dos cuerpos del rey, el
debate entre Walter Benjamin y Carl Schmitt sobre el tema de la teología
política y la soberanía…las respuestas al abismo de la falta de fundamentos de
lo político.
Altini:
“Aquí nos interesa señalar la diferencia radical entre
teología política y problema teológico-político. Por teología
política entendemos un modelo teórico en el que la justificación
del poder político opera a partir de un fundamento teológico
revelado, que funda la suprema autoridad soberana, y en
el que se expresa una substancial identidad religiosa y cultural
del cuerpo político, si bien secularizado. En cambio, el problema
teológico-político remite a un modelo teórico en el que
la justificación del poder político, aún asumiendo la cuestión
de la dimensión religiosa, opera a partir de una base mundana
y en el que se subraya, aunque implícitamente, el papel
desempeñado por el conflicto teológico-político, que se vuelve
un conflicto eminentemente político (y sólo secundariamente
teológico). En este segundo caso, a pesar de que no se evita la
confrontación con el problema de la pluralidad de las diferentes
fuentes autoritativas –problema vinculado al reconocimiento
de los “dioses de la ciudad”–, no se expresa fe o preferencia
teológico-confesional alguna: los conflictos entre las diversas
autoridades políticas son conflictos entre las diversas
autoridades “divinas”, vale decir, entre los diversos mitos,
creencias o valores fundadores de la sociedad política que,
por su naturaleza, son intrínsecamente arbitrarios, por cuanto
son justificables en el plano histórico o ético (se debe tener
en cuenta que los “mitos fundadores” no pertenecen sólo a la
historia pasada de las sociedades humanas, ya que pueden
considerarse también los “mitos” actuales –la democracia, el
socialismo, etc.). En consecuencia, tales conflictos no son tanto
controversias teológicas, como conflictos entre sistemas
ético-políticos que compiten entre sí y que implican diferentes
y antagónicas concepciones de la justicia. Dado que la esfera
de la política no se agota en el ámbito de la fuerza, y puesto
que para cada autoridad política existe el problema de la propia
justificación, las distintas “divinidades” son las garantes
y las sostenedoras de lo que es justo en las diversas asociaciones
políticas. 16, 17
Parecería, por tanto, que el rechazo del derecho natural debe acarrear
forzosamente consecuencias desastrosas, y es obvio que determinadas
consecuencias consideradas desastrosas por muchos hombres e incluso por
algunos de los más acérrimos adversarios del derecho natural derivan
precisamente del actual rechazo del derecho natural. Es posible que la ciencia
social nos proporcione gran sabiduría e inteligencia por lo que se refiere a los
medios para conseguir cualquier fin que nos propongamos, pero se declara
incapaz de ayudarnos a distinguir entre fines legítimos e ilegítimos, justos e
injustos. Se trata de una ciencia única y exclusivamente instrumental, nacida
para ponerse al servicio de determinados poderes o intereses, cualesquiera
que éstos sean. Trasladado al día de hoy, el pragmatismo de Maquiavelo
podría entenderse como algo propio de la ciencia social, de no preferir ésta -
sólo Dios sabrá por qué- el liberalismo generoso a la coherencia, que la
obligaría a brindar consejo con igual esmero y celeridad a tiranos y hombres
libres.
I 34
“De acuerdo con la ciencia social, podemos alcanzar las más elevadas cotas
de sabiduría en todas las materias de segundo orden, pero debemos
resignarnos a vivir en la más completa ignorancia por lo que se refiere a lo más
importante: no podemos aspirar a tener conocimiento alguno acerca de los
principios fundamentales que rigen nuestras elecciones ni decidir si son o no
razonables. Nuestros principios fundamentales no cuentan con más apoyo que
nuestras preferencias arbitrarias y, por tanto, ciegas. Nos comportamos, pues,
como seres sanos y sensatos ante las cosas más triviales, pero nos la jugamos
como locos con los temas más serios: sensatez al detalle, locura al por mayor.
Si nuestros principios no cuentan con más apoyo que nuestras ciegas
preferencias, será admisible todo lo que un hombre se atreva a hacer. El actual
rechazo del derecho natural conduce al nihilismo. Negación y nihilismo son una
y la misma cosa. 34 y 35
Pensamiento posfundacional
Foucault y Carl Schmitt
Nietzsche la genealogía y la historia
Carl Schmitt, Walter Benjamin…teología política y acontecimiento