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La interseccionalidad no es estanca, sino más bien dinámica y

circunstancial. Unx puede hallarse como sujeto de privilegio en determinado


contexto e inmediatamente después ocupar un rol de resistencia en otro
contexto. Así opera el régimen heteropatriarcal a decir de Monique Wittig.
Porque ser sujeto de privilegio también supone revalidar esa condición ante
sus pares de forma continua por fuerza del mandamiento de masculinidad,
de lo contrario uno pasa a integrar otro grupo de opresión (que a su vez
seguirá siendo de privilegio ante otrxs). En una sociedad falogocéntrica la
portación de pene ya constituye un "hecho" de privilegio. 

Ahora sí, un ejemplo personal que por su innata violencia


"privada/doméstica" es más general que singular:

La dicotomía entre pastillas anticonceptivas y preservativos, dos tecnología


de género (De Laurentis). No son pocas las mujeres que sufren la
presión/violación de su voluntad al verse presionadas/obligadas a consumir
pastillas anticonceptivas por pedido de su pareja (bajo hipócritas
argumentos de falta de placer en el uso de preservativo y razones
económicas), cargando éstas con la responsabilidad de las prácticas
sexuales y la violencia psicológica detrás de ello.

 Hace unos años, cuando pude comprenderlo, decidí asumir que mi pareja
no debía consumir más pastillas anticonceptivas, porque era un dispositivo
de dominación patriarcal muy brutal (1) y eficiente, puesto que parece
inofensivo, pero que supone un envenenamiento permanente propio de lo
que Paul B. Preciado denomina regimen pornofarmacológico, de la cual ya
es parte mi generación (fines de los '80). Además había un motivo racional,
casi aritmético: si una mujer puede quedar embarazada como máximo dos
veces en un lapso de 12 meses, pero el hombre puede embarazar
diáriamente, por qué era ella quien debía "cuidarse" consumiendo pastillas
a diario?. Independiente de que la píldora haya sido revolucionaria y
liberadora en los años '60, hoy ya no debe ser un argumento válido. 

En ese entonces, en mi comodidad de no precisar "cuidarme", gozaba de un


pleno privilegio masculino y patriarcal, performando correctamente mi rol.
Pero ese rol se veía trastocado cuando ésto lo hablada con otros "pares".
Asumir actos de este tipo suelen ser vistos como claudicantes, como un acto
de auto emasculación. Es entonces cuando la interseccionalidad gira y lo
coloca a uno en una situación asimétrica diferente.

Deconstruirse es un acto a perpetuidad, sin fin, como el mito de Sísifo. En


ese andar, mayor fue mi sorpresa al buscar información y asesoramiento
para practicarme una vasectomía, acto levemente invasivo y que es,
aunque haya controversias, reversible. Muy escasa información, y bastante
poca voluntad de asesoramiento por el cuerpo médico en general (2). Esos
casos comprendí el modus operandi que adopta la fratría masculina. Cuando
un sujeto de privilegio, como yo, decide renunciar a algunos de ellos (hay de
los cuales por más que quiera no podré) hay un intento de retención, una
búsqueda de sujeción, como si fuera una cofradía. Y quienes logran librarse
deben pagar cara su traición. Nadie sabe esto mejor que el colectivo
LGTBIQ+ en sus variadas manifestaciones de "desvío" y "traición".
Bajo un régimen heteropatriarcal, nosotros, los sujetos de privilegio,
constituimos el Homo Sum (Plubio), y lxs sujetxs feminizados el Homo Sacer
(Agamben), víctimas permanentes de la Ley fálica de la interdicción
(Segato). Si la moral burguesa condenó al sexo a sagrada privacidad, como
afirmaba Foucault, hablar de él es un acto de resistencia. 

De sexo se habla.

(1) Claro que exceptúo los casos de uso médicos por otro tipo de razones,
sean éstas hormonales, por dolores, etc.

(2) Soy de Mar del Plata, esto que relato fue allá. En Santa Fe hay un avance
cualitativo en estos temas, como en la IVE.

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