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Canto
Junto a Ti, al caer de la tarde, y cansados de nuestra labor, te
ofrecemos con todos los hombres el trabajo, el descanso y el amor.
Con la noche las sombras nos cercan, y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos, Oh Padre, y tu amor nuestro nido será.
ORACIÓN AL SEÑOR
Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a ti. Quizá
no se nos ocurran muchas cosas, pero queremos estar, queremos sentir
tu amor, como cuando nos acercamos a una hoguera, queremos
amarte, queremos aprender a amar. Lo importante es estar abiertos a tu
presencia. Y agradecer, alabar, suplicar. Y callar, escuchar, no decir
nada, simplemente estar.
Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus palabras, aprender
de ti, seguirte siempre. Acógenos como amigos. Y haz de nosotros
también tus testigos, testigos del amor.
Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón, danos tu gracia,
sálvanos, llénanos de la vida que sólo tú puedes dar. Noche santa ésta
de Jueves Santo. Jesús se da por mí, y, también por ti, por cada uno,
sufre hasta el punto de derramar gotas de sangre. Horas decisivas de
nuestra Redención. Por eso no queremos dejarle solo. En esta historia
de amor, junto a Jesús, el actor principal, estamos también cada uno de
nosotros. Penetremos en este amor hasta abismarnos en él,
contemplemos el rostro de Cristo y adentrémonos en el misterio de
abandono y lucha interior que culmina en una entrega confiada y pura
fe a la voluntad del Padre. Acojamos su don, su ofrenda, su
despojamiento y acompañémosle en silencio, uniéndonos a su sacrificio
redentor y dejándonos quemar por el fuego de su Corazón en amor al
Padre y a los hombres.
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Lectura Rom. 8,28‐39
Hermanos, sabemos que a los que aman a Dios les sirve para el bien, a
los que ha llamado confirma a su designio. A los que había escogido,
Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que Él fuera el
primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó, a los
que llamó, los justificó, los glorificó. ¿Cabe decir más? Si Dios está con
nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo
con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica?
¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y
está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Uno en el tabernáculo
Momento de intimidad, de confidencias, de consejos, del don de Sí
mismo, de la promesa del Espíritu Santo. El Corazón de Cristo goza con
los suyos.
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Institución de la Eucaristía
Momento de silencio
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Gracias, Señor, porque podemos celebrar la Eucaristía todos los días.
Gracias, Señor, porque cada día puede volver a empezar y continuar con
tu ayuda, mi camino de fraternidad con mis hermanos y mi camino de
transformación en Tí.
Momento de silencio
ORACIÓN
¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos aquí en tu adorable
presencia. Venimos a bendecirte y alabarte en unión de los ángeles que
invisiblemente rodean esa Hostia Divina.
Venimos a consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en
tu acatamiento, a gustar de tu compañía y a conversar contigo, que
tienes palabras de vida eterna.
Sí, Dios nuestro. Quisiéramos contemplarte a través de esa Hostia Santa
con el tiernísimo afecto con que os miraba tu Madre: con aquella
devoción con que os seguían tus discípulos, y muy singularmente el
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Discípulo Amado, cuando la noche de la Cena reclinó su cabeza sobre tu
ardiente Corazón.
Nos sentimos felices de hallarnos junto a Ti, y queremos aprovechar
todos los momentos de esta Hora Santa para hacerte compañía, que tu
presencia nos hace tan agradable. Concédenos, oh Jesús, no dormirnos,
como se durmieron tus apóstoles la noche tristísima de tu agonía en el
Huerto de los Olivos.
Míranos, Señor; somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis
alimentado con tu mismo Cuerpo y Sangre.
¡Señor! Vuelve hacia nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros
pensamientos una ráfaga de la luz de tu Rostro, y en nuestros corazones
una centellita siquiera del fuego que abrasa tu dulcísimo Corazón.
Concédenos, oh Jesús, sentir hondamente la verdad de aquellas
palabras del Real Profeta: "es mejor una hora en tu Casa, que mil años
en compañía de los pecadores".
Canción
Getsemaní
“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”
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Getsemaní es cita obligada para el que quiere el encuentro en
profundidad con Cristo. Getsemaní es la oración de “nuestras horas
bajas”. Orar en Getsemaní es humillarse ante Dios y solamente repetir
con Jesús. “Abba”. Getsemaní significa “lagar” lugar de trituración. Aquí
Jesús se dejó triturar, pisotear, para convertirse en aceite derramado
que cura las heridas, en vino dulce que alegra el corazón del hombre.
Llega con los suyos. Llega hecho pan partido y sangre derramada.
Acaba de darles todo. Y, sin embargo, ellos están cansados y se quedan
dormidos. Su alma se muere de tristeza. Ahora su misión llega al final.
Hoy se presiente en el Corazón de Cristo sabor a amargura, a fracaso, a
abandono. ¿Dónde están mis amigos? “Busqué quien se consolara y no
lo hallé”
Y Jesús ora. Repite una y otra vez su oración al Padre. ¿Qué pasaría en
aquellos momentos por el Corazón de Cristo? ¡Qué misterio de amor
para ser contemplado, para ser rezado! No se entiende, pero se adora.
Dios mendigo, Dios acusado, Dios pobre pidiendo, Dios corazón
deprimido, Dios‐Hombre necesitado de cariño. En silencio escucha lo
que te dice en esa noche Santa, late al unísono con su Corazón amante
y dale una respuesta de amor.
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nosotros”. Jesús se abajó, pasó en Getsemaní como un esclavo, esclavo
de nuestros pecados.
Únete a la Pasión del corazón de Cristo que sufre por ti, por cada uno de
nosotros. Él ama hasta dar la vida a cambio, y ve cuántos le volverán la
espalda, cuántos no agradecerán su sangre derramada, cuántas almas
le abandonarán después de conocerle íntimamente, cuántos querrán
salvarse a sí mismos sin aceptar con amor la cruz preparada por Dios
desde siempre. Y Jesús sufre.
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Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los
sufrimientos de su vida parque se manifiesten en ellos los frutos
de tu salvación.
Padre nuestro…
Oración final
Señor Dios Todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los
hombres constituiste a Cristo sumo y eterno sacerdote, concede al
pueblo cristiano, adquirido para Ti por la sangre preciosa de Tu Hijo,
recibir en la Eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la pasión y
resurrección de Cristo. Él, que vive y reina contigo por los siglos de los
siglos. Amén.
Canción final
¡Oh Buen Jesús! Yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu cuerpo y sangre juntamente
Al ama fiel en celestial manjar. (bis)
Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la Santa Comunión.
Jesús, que ves mi nada y mi pecado
prepara Tú mi pobre corazón. (bis)