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Nihilismo y

postmodernidad
DR. LUIS SÁNCHEZ DE MOVELLÁN DE LA RIVADomingo, 27
mayo 2007, 02:43

El nihilismo contemporáneo presenta dos facetas fundamentales.


Por un lado, desde una perspectiva más existencial, el nihilismo
se concreta en una crisis de sentido: muchos hombres no saben
cual es el significado último de la existencia humana. Por otro
lado, desde un punto de vista más teórico, el nihilismo se
concreta en una especie de escepticismo radical del hombre
frente a la posibilidad de conocer la verdad.

El núcleo más profundo del nihilismo es el teórico, es decir la


imposibilidad de conocer la verdad. Nihilismo y muerte de la
metafísica se identifican. Si el nihilismo para Nietzsche es la
desaparición de la finalidad, del sentido, la ausencia de una
respuesta a la pregunta sobre el porqué, esta actitud también
gnoseológica lleva a la toma de conciencia del fin de la noción de
verdad como adecuación con la realidad. El nihilismo
contemporáneo se extiende incluso al ámbito del conocimiento
científico, que durante el siglo XIX era considerado como el
reducto inexpugnable de las certezas. La falibilidad de las
ciencias es la manifestación del pensamiento débil contra el neo-
positivismo, heredero del cientificismo decimonónico.
En 1979, Jean-François Lyotard publicó un libro intitulado La
condición postmoderna, el cual consagró el término
postmoderno, que anteriormente había servido para designar
distintos procesos de ruptura respecto a la Modernidad. Aunque
hay antecedentes del uso del término desde finales del siglo XIX,
aquí nos interesa el contenido semántico que comenzó a darse a
partir de los años sesenta del pasado siglo. En esa época, lo
postmoderno se identificaba con el arte pop, con los conciertos
de rock, con la cultura hippie; lo postmoderno se condensaba en
la frase: «sexo, drogas y rock and roll». Son los años en los que
se intenta borrar la distinción entre arte de élite y arte popular,
entre crítico y aficionado. En este ambiente irrumpe la cultura
de masas y se crea una 'nueva sensibilidad'.

En torno a la revolución estudiantil de Mayo del 68 se declaran


diversas muertes: la muerte del racionalismo, del humanismo, de
la moral burgueso-victoriana, de los valores
tradicionales...Sentados estos antecedentes, podemos decir que
lo postmoderno es una actitud intelectual, con implicaciones
políticas, sociales, éticas y estéticas, que se erige contra los
discursos y prácticas de la Modernidad, considerados agotados,
opresores, reaccionarios y falsarios. Todas las corrientes
postmodernas, influidas por la crítica nietzscheana, intentan
superar la Modernidad, entendida como un proyecto acabado y
fracasado. Los postmodernos se rebelan contra los grandes
mitos modernos: la razón, el progreso, las grandes narraciones
de sentido (holismos propios de las ideologías, de las filosofías
totalizantes o de las cosmovisiones religiosas) Si en el proyecto
moderno se intentó conceptualizarlo todo, los postmodernos
presentan un escepticismo radical frente a estos intentos
racionalizadores: se prefiere hablar de pensamiento débil
(Vattimo), pensamiento cansado (Bataille), deconstrucción
(Derrida), juegos lingüísticos (Lyotard)...
Ante las tentativas unificadoras racionalistas y cientificistas, los
postmodernos presentan no lo que unifica sino la diferencia, lo
que es irreductible, lo indeterminado, lo diseminado. Con la
postmodernidad entramos, por lo tanto, en un período
postmetafísico, donde se abandonan las explicaciones globales o
de fundamento, para quedarnos en lo contingente, particular,
aleatorio y único: en una palabra, en la diferencia irreductible.
Los postmodernos acusan a la filosofía moderna de ser una
metafísica no neutral, que privilegia uno de los términos de las
oposiciones binarias características de Occidente: entre sujeto y
objeto, realidad y apariencia, voz y escritura, razón y naturaleza,
se excluyen o devalúan los segundos términos, a favor de los
primeros. Según Derrida, hace falta 'deconstruir' la metafísica
binaria que ha privilegiado la realidad y no la apariencia, el
hablar y no el escribir, la razón y no la naturaleza, el hombre y
no la mujer.

Desde esta perspectiva se explica uno de los slogan más


característicos de la revolución de Mayo del 68 en París: 'La
imaginación al poder'. El movimiento estudiantil criticaba la
enseñanza universitaria institucional, por considerarla
burocratizada, jerarquizante, burguesa, cómplice del poder,
racionalista, alejada de la existencia. Y de este mismo ambiente
de inconformismo y rebelión contra lo establecido por las
instituciones y prácticas de la Modernidad, surgen las críticas a
las políticas globalizantes -marxismo incluido-, y algunos
intelectuales se abocan a micropolíticas donde se acentúa lo
diferente e inconformista: movimientos feministas, ecologistas,
homosexuales...

Las distintas corrientes postmodernas afirman que no hay


verdad, sino sólo interpretaciones de textos, de símbolos, de
signos, determinados por el contexto histórico. La metafísica
como conocimiento de la verdad del ser es calificada de
arrogante: la relación cognoscitiva con el ser es el paradigma de
la violencia. Para Vattimo, por ejemplo, la multiplicidad de las
interpretaciones llega a la «disolución de la idea misma de
realidad». La configuración babélica del mundo hace precipitar
la ontología en el sinsentido.

Esta debilitación del intelecto llega con estas corrientes a uno de


los puntos más bajos de la historia: para algunos postmodernos,
el hombre es una invención de finales del siglo XVIII, pero
después del nihilismo y de la devaluación de todos los valores,
está por llegar el fin del hombre: «A todos los que quieran
todavía hablar del hombre, de su reino, y de su liberación
-escribe Foucault-, a todos los que se preguntan todavía sobre
qué es el hombre en su esencia, a todos los que quieren
apoyarse en él para acceder a la verdad..., a todas estas formas
de reflexión deformes y alteradas, no podemos más que
contraponer una risa filosófica, es decir, en parte silenciosa».

El resultado tan radical del nihilismo contemporáneo se puede


explicar a partir de la atmósfera cultural creada por los llamados
«filósofos de la sospecha». Efectivamente, Marx, Nietzsche y
Freud conciben al sujeto humano no como algo originario y real,
sino como una derivación necesaria de fuerzas irracionales que
se encuentran detrás de toda manifestación humana. Frente a
todo fenómeno hay que descubrir «lo que hay detrás».

Como observa el prof. Buttiglione, en La crisis de la moral, para


estos pensadores «el sujeto y la conciencia no son en absoluto
fenómenos originarios. Son más bien un efecto de un conjunto
de fenómenos económico-sociales (Marx), pulsionales (Freud) y
en sentido lato del resentimiento (Nietzsche) El hombre, en
otras palabras, no es un punto de partida originario sino fruto
del devenir». En consecuencia, la pérdida de la consistencia real
del sujeto es la conclusión paradójica de la pretendida atribución
de autonomía absoluta a la criatura humana. Lo postmoderno es
una actitud intelectual, con implicaciones políticas, sociales,
éticas y estéticas, que se erige contra los discursos de la
Modernidad, considerados agotados y opresores

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