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En torno a la producción literaria infantil existen dos posiciones críticas, una que
niega su existencia, su posibilidad y su status literario y otra que lo afirma.
Los críticos que niegan la existencia de la literatura escrita por niños son, en su
mayoría, los mismos que han estudiado, valorizado y analizado la literatura infantil oficial,
es decir, la producida por un emisor adulto para un niño receptor. Así Dora, Pastoriza de
Etchebarne (1962) considera que hay dos tipos de literatura infantil la producida por los
adultos para los niños y la producida por los mismos niños. Sin embargo, considera que
esta última “reviste sólo interés para lingüistas y psicólogos” (P.3). Niega esta autora su
importancia literaria y que esta literatura pudiera interesar a literatos o críticos literarios.
Por su parte Fryda Shultz de Mantovani (1974, p. 153) la concibe como un “oscuro
disparadero o muestra de habilidades graciosas que sólo pueden pasmar a sus
progenitores”. Esta autora o está hablando de frases sueltas espontáneamente emitidas por
el niño o de frases sueltas escritas por él en sus papeles o cuadernos sin ninguna intención
de realizar un texto literario, lo cual evidentemente no es literatura. Sin embargo, no se
detiene a analizar textos producidos por el niño con la aspiración de hacer literatura, tales
como un cuento o una poesía, ya que los que importa para decidir si el niño puede o no
puede escribir literatura es leer críticamente textos en donde el niño haya manifestado esa
intención. Otros autores que escriben sobre la literatura infantil producida por el adulto no
mencionan ni hablan de la producción literaria del niño. Lo que sí es común a todos los
críticos de la literatura infantil es que como ésta va dirigida al niño, tiene la misión de
representar su mundo, su espíritu, y hasta su estética con mucha fidelidad o verosimilitud.
En tal sentido, Dora Pastoriza de Etchebarne (1962) sostiene que el que escribe para
niños debe permanecer alerta y “no olvidar nunca cómo es ese mundo al cual intenta
incorporarse por el camino del arte” y recordar cuáles son los intereses del niño”.
Por otra parte, Fryda Shultz de Mantovani (1974, p. 26) expresa que el autor de
ficciones infantiles tiene “una calidad del espíritu que lo vuelve semejante al niño”.
Para Jesualdo (1973) la literatura infantil escrita por el adulto revela en el niño
intereses adormecidos “que esperan esa especie de varita mágica para despertar aspectos de
la experiencia que está viviendo y que actúa sobre los poderes del intelecto, imaginación o
sentido estético “que necesitan el empuje de corrientes exteriores para adquirir el
desenvolvimiento en su evolución síquica”.
A su vez, Monteiro Lobato –Citado por Vánia María Resende (1982)- afirma que la
literatura infantil ideal sería la escrita por los mismos niños, pero que, sin embargo, esto es
imposible.
Estos autores, que niegan que el niño pueda escribir literatura, no parten de una
evaluación de los textos escritos por niños con una intención literaria. Esta es la única
manera seria de dar juicios de valor sobre esta literatura o sobre cualquier literatura.
La crítica sobre la literatura infantil oficial espera que ésta active emocional y
estéticamente al niño, pero no esperan o no creen que el niño sea capaz de producir un texto
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con rasgos estéticos y emocionales ¿Cómo medir o evaluar los poderes del intelecto del
niño si se considera sólo un consumidor de literatura?, ¿o es que se mide acaso el poder
creador del intelecto a través de su capacidad para comprender un texto literario? ¿Acaso
no tiene el niño poder de representar en sus escritos lo que él es, o acaso requiere que otro,
con su tiempo de niño ya ido, lo represente?
Si se revisan los programas de lengua y literatura todas las modalidades del Sistema
Educativo Venezolano, se observa que éstos están dirigidos a la lectura y comprensión de
textos literarios y al análisis de algunos fenómenos y términos técnicos de los mismos
(verso, rima, narración, descripción, secuencia de hechos, etc.), pero no enfatizan la
producción literaria.
Por ello, la crítica en torno a la literatura escrita por niños proviene de comentarios
sobre textos enviados a concursos literarios o sobre textos enviados a concursos literarios o
sobre experiencias escolares en donde se presta atención a la literatura que el niño escribe, a
los problemas del niño al hacer literatura y a la manera en que el niño construye mundos de
ficción.
Vânia María Resende (1982) reflexiona en torno a una serie de trabajos de niños
entre 9 y 10 años enviados a un concurso de literatura infantil-juvenil en los géneros de
poesía, canto y crónica en honor al poeta Vinicio de Moraes. Parte, en su crítica, de las
palabras ya citadas de Monteiro Lobato de que la literatura infantil ideal sería la hecha por
los propios niños, pero que ello es imposible. De allí la autora cuestiona el punto de vista
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del adulto que hace literatura para niños. Para ella, por más que un adulto intente
aproximarse a la realidad infantil para identificarse con ella, no logra expresar esa realidad
con naturalidad. Ya que, cuando la visión adulta regresa a la infancia o adolescencia con un
enfoque “desde dentro” o “con”, para vivir en un presente que lo narra, y para plantear
problemas del niño o del joven, lo hace artificialmente y con las interferencias de la vida
adulta:
De allí, afirma la autora que en la narrativa hecha para el niño haya una
manipulación del foco narrativo en forma omnisciente, participadota y a veces moralizante
y así, el narrador, pretendiendo ser un niño o parecérsele, no lo logra, pues su punto de vista
interfiere en el tratamiento de las situaciones, problemas y conflictos.
Opina que muchas poesías destinadas a niños no pueden llamarse poesía, por no ser
productos de una sensibilidad y tangible a cualquier edad.
Para ella, la literatura producida por el mismo niño sería la ideal, pues la expresión
fluiría sin intermediarios y con intérpretes naturales. Cree que lo imposible de una literatura
realizada por el niño para el niño estaría en la falta de preparación y dominio de recursos
lingüísticos para escribir artísticamente.
Según esta autora, el niño tiene facultades que le conceden una expresión poética
peculiar y original, tales como una percepción para la revelación poética y una sensibilidad
e imaginación más aguda que surge sin el freno del pensamiento racional. Afirma que el
lenguaje poético va más allá de lo real establecido, es decir, de lo que la razón capta y
formula lógicamente, para romper con la barrera de lo convencional y habitual. El niño está
naturalmente, por ello, más predispuesto a impulsos poéticos:
Considera al niño un poeta nato, que dice libremente y sin bloqueos ni restricciones
lo que
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Capta y elabora en profundidad.
En un breve comentario sobre los poemas y cuentos del concurso, destaca los
siguientes rasgos característicos de la literatura infantil producida por los niños:
A. Síntesis poética.
B. Comparaciones profundas.
C. Revelación de la afinidad que existe entre la pureza de su mundo y el de la
naturaleza.
D. Los niños pasan de un plano concreto a un plano imaginario, para luego unir
los dos planos.
E. La repetición y uso de puntos suspensivos para visualizar y enfatizar.
F. El animal como motivo en la creación del niño se describe sin preconceptos,
con familiaridad y afectividad.
G. Angustia por su realidad social oprimida y por depredación de la naturaleza
que el hombre destruye, lo cual lo lleva a una visión crítica y participante de
la realidad.
H. Identificación con la naturaleza.
I. Simplicidad de la expresión
J. Ritmo interno y coherente en los textos.
K. Emisión de imágenes auténticas, creadas e intuidas espontáneamente.
L. Percepción aguda para captar detalles del mundo físico y natural.
M. Perspicacia para alcanzar las funciones de un poeta.
N. No dan soluciones alienantes a los problemas sociales y humanos. Se
muestran atentos al “aquí” y al “ahora”.
Mía Gallegos (1979), de Costa Rica, hace sus reflexiones en torno al niño como
creador de literatura a partir de su experiencia como jurado de un concurso de literatura
infantil. Habla de los temas principales que trataron los niños:
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C. Mundos “ilógicos” relacionados con su propia problemática y en relación a
su medio familiar. Dice que el mundo del niño está centrado en la propia
persona. Para ella el medio social influye de manera nociva pues “lo saca de
su mundo mágico y lo lleva a plantearse problemas de la realidad que él
todavía no está en capacidad de aprender” (sic) (p.2). Destaca que los niños
abordaron problemas como el abandono de los padres, expectación de la
tragedia, miedo al hambre, alcoholismo y desintegración familiar. Es
constante que la madre esté presente y que el papel del padre sea secundario
o que no aparezca. Los niños plantean el problema de la violación de sus
derechos por parte de los adultos.
En cada narración cada uno emprende una verdadera odisea. Son los niños, los
hombres del futuro los que irán a la luna, los que viajarán a otros planetas, los que
empuñarán un fusil y los que serán presidentes en el futuro (p. 5).
Mía gallegos arriba a la conclusión de que los niños no tienen creatividad: “Son
excepcionales los niños que logran crear”. Une el problema de la falta de creatividad a la
pésima ortografía, un vocabulario escaso y pobre, y una ignorancia terrible en cuanto al uso
de las formas gramaticales”. (p. 5).
Sin embargo, Mía Gallegos no sustenta sus apreciaciones a base de una muestra de
los textos. Tampoco mide la producción de los niños en función de elementos que
determinen la especificidad literaria de los mismos. Sus puntos de vista son criticables en
relación con su afirmación de que el niño no está en la capacidad de comprender la realidad
social. Como se demostrará en este trabajo el niño metaforiza a través de referentes
tomados de su realidad cultural. También parte de su realidad sociocultural para crear sus
mundos textuales. No expresa esta autora qué entiende por creatividad. ¿Se mide ésta por la
originalidad? ¿Por la capacidad para fundir lo que se conoce?
Sostienen Joy Moss y Sherri Oden (1983) que los niños que son capaces de hacer
inferencias acerca de sus sentimientos y motivos personales, de ver el mundo a través de los
ojos del otro y de anticipar consecuencias de conductas, están bien equipados para entender
las relaciones sociales en su propio mundo y en el mundo de una historia creada.
De allí se proponen que el diseño de una unidad de lenguaje artístico con el objetivo
de crear un puente entre el mundo del niño y el mundo de una historia y ayudar a los niños
a desarrollar una comprensión de las relaciones sociales y de las habilidades de la lectura.
En esta investigación se parte de que en la competencia narrativa de niños muy pequeños
subyacen estructuras cognitivas en desarrollo. Se enfatiza así un modelo de comprensión
que envuelve el concepto de esquema de una historia o estructura mental que influye en la
comprensión. Los autores asumen que una historia tiene una estructura profunda gramatical
en base a categorías y a la relación lógica entre ellas. Expresan que Stein y Glenn (1979)
demostraron que el niño usa su conocimiento implícito sobre la gramática de una historia
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en la comprensión y producción de textos narrativos. Ese esquema de la historia lo adquiere
el niño oyendo o leyendo narraciones de diversos tipos. El conocimiento que el niño tiene
de las relaciones sociales juega un papel preponderante para el desarrollo del sentido de las
relaciones lógicas entre los eventos en su contexto de estructura narrativa.
Afirman Moss y Oden que Stein y Goldman demostraron que para comprender una
historia se requiere un conocimiento de cómo se resuelven problemas en las situaciones
sociales. El niño puede inferir del contexto informaciones no explícitas en un texto en base
a su conocimiento de las relaciones sociales. A partir de estos hechos, estos autores diseñan
una unidad de amistad (“Friendship unit”) para ayudar a los niños a la adquisición del
esquema subyacente en una historia y ayudarlos en la interacción social a través de historias
cuyo tema sea la amistad y las relaciones entre sus compañeros.
Este artículo reviste importancia para el presente trabajo por varia razones.
Mía Gallegos afirma que los niños no están en capacidad de comprender los
problemas de su mundo social. De la exposición de Moss y Oden se deduce que ellos,
justamente, demuestran lo contrario.
Anne Haas Dyson (1989) expresa que a menudo los mundos imaginarios son
pensados como mundos diferentes y apartes de los mundos de la vida real. Considera que
cuando los niños escriben cuentos, al igual que cuando juegan, reflexionan profundamente
sobre la naturaleza del mundo en que viven. Por ello, al igual que un escritor adulto, al
crear un mundo de ficción deben interactuar en múltiples mundos.
Authors create imagined worlds by leaning upon their experienced worlds and, at the same
time , reaching out to connect with others –their readers- in a ongoins social worlds (p.
331).
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subyace para ella el meollo del acto creativo. Dice que se ha estudiado (Perera, 1984) la
escritura de los niños como una habilidad creciente para crear tramas cohesivas en un
lenguaje coherente. Sin embargo, la esencia del acto creativo, que consiste en resolver
tensiones entre mundos reales e imaginarios, entre el narrador y los otros, entre sonidos,
imágenes y palabras, aún no ha sido explorado (p. 331).
Expresa esta autora que para desarrollarse como escritores, entonces, los jóvenes
deben aprender a negociar entre esos mundos:
And because they are young, inexperienced, and somewhat awkward, children’s text worlds
can indeed lack cohesion and coherence. Their texts can be quite unstable (p. 331).
Afirma la autora que grabó a niños de preescolar mientras narraban sus historias y al
mismo tiempo las ilustraban. Luego, hizo un seguimiento a algunos niños desde el
preescolar hasta el segundo grado de primaria, cuando ya ellos podían escribir sus propias
historias. Analizó los escritos de ocho niños conjuntamente con las notas que hacían, y
observó que esas notas representaban cambios de tiempo y de puntos de vista.
Posteriormente, dice, los niños reflejan las tensiones que pueden existir cuando se
mueven entre los mundos simbólicos y sus mundos experienciales, pues ahora les toca
transformar sus sentimientos y sus experiencias pasadas en unos mundos imaginarios, los
cuales existen en una pasado a partir del cual se debe interactuar con los lectores.
Por ello –expresa- cuando el niño acompaña sus escritos con el dibujo, la pintura se
hace en secuencia. Esto posibilita que el movimiento sea captado.
Concluye en que los niños oscilan entre un pasado, un presente y un futuro; entre un
autor y un comentador, entre un personaje y un observador, entre el mundo de ficción y el
real. Esta oscilación es para Anne Haas Dyson signo de inestabilidad, pero esa inestabilidad
la considera un progreso.
Se tratará de demostrar en este trabajo cómo los niños crean mundos de ficción a
partir de referentes culturales tomados de su propio mundo experiencial y, además, cómo su
escritura es un esfuerzo para imponerse en el mundo del lector. La “inestabilidad” de que
habla esta autora se considerará aquí como parte de ese proceso escritural que
necesariamente implica una maduración, un crecimiento, un ensayo de técnicas, procesos
estos que se enriquecerán con la vida y la literatura misma. Pues en la medida en que el
niño crezca y viva con mayor profundidad, lea otras literaturas y sea capaz de convertirse
en crítico de sí mismo y de los otros, hará literatura, si tiene condiciones, como un escritor
adulto.
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Gloria Pampillo (1983) expresa que la aceptación como literatura de la literatura
escrita por los adultos para los niños fue facilitada primero por el hecho de que la escuela
constató que los niños no leían, y luego, cuando se constató que sí leían, pero cuando se les
dejaba escoger libremente sus lecturas. Además, ese reconocimiento se produjo cuando se
consideró literatura a esa literatura por ellos preferida, a la cual se denominó literatura
infantil. Esto trajo como consecuencia que los críticos literarios determinaran cuál era la
especificidad literaria de ese nuevo género. Sin embargo, plantea la autora, hay otro tipo de
literatura infantil que “no” alcanza el reconocimiento social que merece: la escrita por la
infancia y la adolescencia “…la negación a aceptar que estos textos puedan ser literarios ha
originado prácticas que impiden verdaderamente la producción de la literatura que la
infancia escribe” (p. 11).
Afirma que el más grande impedimento que tiene esta literatura es, que al niño no
se le propone como tal. En la escuela difícilmente se le pide al niño que escriba un cuento,
una leyenda o un poema. La práctica de la literatura se restringe a composiciones y
descripciones y su objetivo es evaluar ortografía, léxico o gramática. También se le pide
que haga ejercicios de diálogos, descripciones y narraciones, pero desligadas de un género
particular:
estas formas de narración no alcanzan casi nunca el fin que las justificaría: su inclusión
dentro del marco de un relato. Por otra parte, así desgajadas, del género que les justifica,
pierden su función, es decir, su razón de ser. Un relato “necesita” el diálogo para
representar la palabra dicha (p. 12).
La temática de las prácticas escolares, por otra parte, se limita a registros de hechos
o realidades cotidianas. Son temas que para Gloria Pampillo impiden el “mentir un poco”,
“el inventar propio de la literatura”.
Dice que, tras la inaceptación de la literatura escrita por los niños, se esconde la
vieja concepción romántica del escritor como un “ser privilegiado, dotado de un talento
innato, que en un rapto de inspiración concibe en su interioridad una obra que luego vierte
en palabras”. Se niega, así, el trabajo que el escritor realiza con su lengua.
Propone de esta manera Gloria Pampillo juegos para los niños –a la manera de
Gianni Rodari en su libro La gramática de la fantasía- que desencadenan el proceso de
escribir literatura. Algunos de estos juegos son ensaladas de cuentos (mezcla de varios
cuentos conocidos) para que los niños construyan historias combinando personajes,
secuencias de hechos, ubicación temporal, etc.
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formas narrativas aisladas o como instrumento para medir ortografía, gramática y
vocabulario.
Rachel Desrosiers (1978) estudia la creatividad verbal de los niños en textos libres.
Considera que en la figura retórica de la personificación, que lleva al niño desde la
fabulación hasta la metáfora antropológica, está la clave de la creación infantil. La lógica y
sintaxis surgen de fenómenos de coordinación que ocasionan lo imprevisible que motiva la
fantasía verbal. Comparte con Combet (1961) la idea de que la espontaneidad del arte
infantil “no es más que esa especie de conexión formulada en el fondo del inconsciente y a
la que el niño no opone ninguna barrera o crítica” (p. 8). Afirma Desrosiers que el
pensamiento infantil, cuando no es frenado, se caracteriza por la espontaneidad, la
imprevisibilidad y el poder analógico. El juego combinatorio del niño es más producto del
azar que voluntario y deriva de la analogía de los niños, además, sin ningún conocimiento
de la retórica recurren al juego de la figura:
La conclusión a que se ha llegado luego de un primer estudio es que, sin conocer ningún
procedimiento retórico, los niños recurren espontáneamente al juego de las figuras, cuando
menos los que han comprendido que un texto puede ser un medio de expresión del mundo y
de su ser. La desviación que favorece el proceso de creación verbal, ¿sería natural en el
niño? Las palabras le fascinan, juega con ellas. Inventa formas nuevas, arreglos
desconocidos, recurre a toda una retórica que es quizás la verdadera semántica del lenguaje
infantil (p. 8).
Afirma que los niños que carecen de aptitud para expresarse a través de la escritura,
no poseen el instinto de las figuras, y por ello no se sienten a gusto con la función poética
del lenguaje, centrada en el mensaje. Los que sí tienen aptitud para expresarse a través del
lenguaje, relegan a un segundo plano el fin práctico y le confieren a sus textos “un valor en
sí mismos”.
Dice la autora que el hecho de que la creatividad verbal esté ligada a la retórica es
una hipótesis subyacente a muchos estudios; pero que todavía nadie lo ha aclarado.
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La estructura creadora de los textos infantiles se fundamenta en un juego de figuras. La
distancia que separa al texto creativo del texto no creativo se define por el uso o no de
figuras en el plano lingüístico y morfológico (p. 10).
Considera la norma una regla o como un texto acorde con las reglas. Para ella, la lengua de
un texto neutro, centrado en la función referencial de la comunicación, es normativa. Cuando se
centra en la función poética y emotiva de la comunicación, se aleja de la norma.
Acepta el concepto de figura de Du Marsais: “Los modos de hablar que expresan no sólo
pensamientos sino incluso pensamientos enunciados de una manera particular que les confiere
carácter propio” (p. 11). Estos modos de hablar pertenecen al plano del habla. Según ella, un
estudio sobre la creatividad no puede ignorar el habla o aspecto individual del lenguaje.
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Esta autora toma la “descripción” como el factor discriminante del lenguaje
figurado. Cuando un texto puede describirse, hay opacidad; su ausencia es transparencia:
“Entre su significante y su significado, no hay espacio alguno que delimite una forma, un
perfil, una figura que pueda ser comentada o descrita” (p. 21).
Así, al lado del texto transparente, se sitúa el opaco cuya “significación está oculta”
y requiere ser descrita. El texto opaco tiene densidad y espesor: “Se hace, pues, necesaria la
descripción para descubrir el sentido que se esconde tras las figuras, para extraer los
mensajes que no están verbalizados, para atravesar el espesor de la escritura” (p. 22).
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establecer relaciones entre los seres. El niño se rige por una “visión sincrética., animista e
instintiva de lo real” (p. 142). De allí que para los niños la personificación sea un recurso
normal para presentar su visión de mundo. La personificación corresponde a “la relación
egocéntrica y mágica que el niño mantiene con las cosas” (p. 142). El niño entre 8 y 11
años supuestamente ha superado el animismo. La autora dice que el uso de este recurso a
esta edad posiblemente se hace consciente y representa el esfuerzo del niño “por penetrar
en el misterio de las cosas, un intento de salirse de un procedimiento regulado por la lógica
y un medio de desterrar lo real” (p. 143).
Además, Van Dijk, no considera la retórica como un nivel de análisis, sino, al igual
que el estilo, como una dimensión. La dimensión retórica afecta al lenguaje en todos sus
niveles.
La retórica clásica se ocupa de todo tipo de discurso. O bien, todo tipo de discurso
es afectado por una dimensión retórica, en el sentido de apuntar a una finalidad. Por ello se
interesa en los procesos de producción textuales que abarcan desde la consideración de la
cosa, la res (quae significantur) y las “verba” (quae significant) hasta su materialización en
la opus, texto o discurso.
Las partes de ese proceso las establece la retórica clásica: inventio, dispositio,
elocutio, memoria y pronuntiatio, para un tipo de discurso que debía ser pronunciado: El
texto escrito abarca tres partes. Primero, inventio, encontrar qué decir. Segundo, dispositio,
disponer, organizar y luego elocutio, verter en palabras.
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En la argumentación subyace para Aristóteles el centro de la retórica. La
argumentación es una forma de razonamiento en el que establecidas de antemano unas
premisas, otras distintas de ellas se concluyen. Aristóteles considera tres formas distintas de
argumentación según se parta de algunos de los elementos del proceso de comunicación:
emisor, receptor o texto.
De los argumentos procurados por el razonamiento hay tres clases: unos que radican en el
carácter del que habla, otros en situar al oyente en cierto tipo de ánimo, otros en fin, en el
mismo discurso, por lo que parece significar (Aristóteles, Ret., I, 2, p. 119).
Los argumentos que parten del emisor son llamados argumentos por ethos. Los que
intentan promover en el receptor una moción de pasiones o efectos, son llamados
argumentos por pathos. Los argumentos que se basan en el mismo discurso son argumentos
por logos. En estos importa la lógica del discurso y persuaden por la capacidad de
razonamiento lógico emanada del texto, se manifiesta en ellos el juego de la manipulación
de premisas, cuáles se resaltan, cuáles se ocultan en función de la finalidad pragmática del
texto.
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El punto clave, lo que define a la retórica es la persuasión, y el punto clave de la
persuasión es la prueba, el argumento. Las figuras retóricas se convierten así en un medio
para crear argumentos a través de la nueva asociación de palabras, apartadas del uso
común. Las figuras son así sólo una parte de la elocutio, la tercera parte de la retórica, pero
no abarca toda la retórica. Reducir un componente retórico al uso de las figuras es perder lo
esencial de la vieja disciplina y condenarla nuevamente a ser un viejo catálogo de fórmulas
muertas.
Por ello se asume aquí la idea de Van Dijk de que la retórica no es un nivel de
análisis, sino una dimensión que afecta a todos los niveles del discurso. La dimensión
retórica se “superpone” como una estructura adicional.
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II. BASES PSICOLÓGICAS DE LA CREACIÓN INFANTIL
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Escritores, críticos literarios, psicólogos, psicoanalistas, sociólogos y lingüistas de
diversas épocas y tendencias han asociado al poeta con el niño.
Por su parte Huizinga (1987) ve la poiesis como una función lúdica. Es el juego del
espíritu. Cree que para comprender la poesía “hay que ser capaces de aniñarse el alma, de
investirse el alma del niño como una camisa mágica y de preferir su sabiduría a la del
adulto” (p. 144). La poesía nace del juego y con el juego. Asigna (p. 157) las siguientes
características comunes a la poesía y el juego: (a) son acciones desarrolladas “dentro de
ciertos límites de tiempo, espacio y sentido, en un orden visible”. (b) Operan “con reglas
libremente aceptadas y fuera de la esfera de la utilidad o de la necesidad materiales”. (c) El
estado de ánimo es “el arrebato y entusiasmo”. (d) La acción se acompaña de sentimiento
de elevación y de tensión y conduce a la alegría y al abandono.
La única interpretación con la que nosotros, ya no del todo salvajes, podemos hacernos una
idea aproximada de su estado de ánimo, nos sugiere que para el salvaje, la esfera espiritual
del juego, lo mismo que observamos en el niño, abarca todo su ser desde los sentimientos
más altos hasta la diversión infantil (p. 168).
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De esta manera Huizinga cree que la tendencia a producir un efecto sorprendente, la
tendencia a la exageración y a confundir las relaciones lógicas se encuentra en “creaciones
fantásticas puramente literarias o infantiles” (p. 170).
En Practical Criticism, I.A. Richard (1971) expresa que la poesía es una forma de
palabras que libera u organiza nuestros impulsos y actitudes. Considera que el completo uso
de una creencia intelectual consiste en poner nuestras ideas en un sistema lo más perfecto y
ordenado posible, y en el cual las ideas ni se creen ni no se creen, ni se ponen en duda ni se
cuestionan. Afirma que las ideas del niño, de los primitivos y de la poesía permanecen en
esa condición feliz:
Apart from these logical connections, the idea is neither believed nor desbelieved, nor
doubted nor questioned: it is just present. Most of the ideas of the child, of primitive man,
of the peasant, of the nonintellectual world and of most poetry are in this happy condition
of real intellectual disconnection (p. 853).
Expresa Bachelard (1958) que niños y poetas utilizan objetos comunes para la
ensoñación:
Las nubes son una materia de imaginación para un amasador perezoso. Se las sueña como
una leve guata que se trabaja ella misma. La ensoñación –como hace con frecuencia el
niño- gobierna el fenómeno mudable dándole una orden, ya ejecutada o en vías de
ejecución: “Gran elefante, alarga la trompa”, dice el niño a la nube que se estira y la nube
obedece (p. 231).
En The world as Hill and idea, Arthur Shopenhauer (1976) expresa que el poeta
lírico en su momento de excitación emocional no separa entre el mundo subjetivo y el
mundo objetivo como sucede en la vida normal. Este estado del poeta lo compara
Shopenhauer con el del niño y aun con el del joven. Luego ejemplifica esta creencia con lo
expresado por el poeta Byron:
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In the course of life these two subjects, or in popular language, head and Herat, are ever
becoming further apart; men are always separating more between their subjective feeling
and their objective knowledge. In the child the two are –still blended together; it scarcely
knows how to distinguish itself from its surroundings, it is at one with them. In the young
man all perception chiefly affects feeling and mood, and even mingles with it, as Byron
beautifully expresses.
A child on ocasión creates its own language, as does the poet. The “bright sayings” of
children are often fresh metaphor (…) since nearly all children have a gift for it, and so
many peasants in Ireland, Armenia, and other countries often speak like poets, a capacity
for strinking metaphors is not as uncommon as is generally supposed (p. 230).
En “El poeta y la fantasía” S. Freíd supone que las primeras huellas de la actividad
del poeta y hay que buscarlas en el niño. La ocupación favorita y más intensa del niño es el
juego y, al jugar, se conduce como el poeta. Crea un mundo propio o acomoda las cosas del
mundo en un orden nuevo. A ese mundo creado, el niño lo asume con la mayor seriedad y
le dedica grandes efectos. Para Freíd, la antítesis del juego no es la gravedad sino la
realidad, pues el niño distingue y separa bien el juego de la realidad, a pesar de cargarlo y
saturarlo de afecto: “el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo
fantástico y lo toma muy en serio, esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin
dejar de diferenciarlo resueltamente de la realidad” (p. 965).
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literatura es la que mejor cumple con ese papel. Expresa que para que una historia
mantenga la atención del niño debe divertirle, pero para enriquecerle su vida “ha de
estimular su imaginación, ayudarle a desarrollar su intelecto y a clarificar sus emociones:
ha de estar de acuerdo con sus ansiedades y aspiraciones: hacerle reconocer plenamente sus
dificultades, al mismo tiempo que le sugiere soluciones a los problemas que le inquietan”
(p. 11).
Según este autor en la “literatura infantil” nada enriquece y satisface tanto al niño
como los cuentos populares de hadas, ya que le permite aprender mucho sobre los
problemas internos de los seres humanos y sobre sus soluciones: “…estas historias hablan a
su pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo, mientras que, al mismo tiempo,
liberan al preconsciente y al inconsciente de sus pulsiones”. (p. 13).
Este autor considera que algunos padres tienen la idea de que los niños sólo deben
conocer la realidad consciente, o imágenes agradables que satisfagan sus deseos. Para él,
esto nutre la mente unilateralmente, “pues la vida real no siempre es agradable”. Los
cuentos de hadas enfrentan al niño con conflictos humanos básicos, plantean conflictos
existenciales, ejemplifican situaciones, tienen personajes definidos y las figuras son típicas,
el mal y el bien están omnipresentes en ellos:
La mente de los niños especialmente creativos y normales puede abrirse a una apreciación
de las cosas más elevadas de la vida, gracias a los cuentos de hadas, a partir de los cuales
puede pasar a disfrutar de las mayores obras de arte y literatura (p. 35).
Las regencias anteriores muestran que existe un vínculo entre niño y poeta. Este
vínculo ha sido explicado por razones de carácter psicológico, lingüístico, lúdico y, en
especial, por el modo como ambos perciben y expresan el mundo y la realidad que los
rodea, determinado por el predominio de la imaginación y la fantasía.
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Esto determina que el niño pueda comprender algunos textos literarios y encontrar
en ellos sentidos ocultos relacionados con lo que sucede en su vida cotidiana, de manera
consciente o inconsciente y, a la vez, producir algún tipo de texto con rasgos literarios.
Es posible que algunos niños tengan más facultades para la creación escrita que
otros, o que hayan sido incitados a escribir textos, pero todos tienen esa percepción
fantástica del mundo que los rodea y de su ubicación en ese mundo que ellos forjan. La
mayoría de las veces, los niños que escriben dan a sus textos la misma importancia que al
juego; y sus escritos, al igual que el juego, están signados por la transitoriedad, en el
sentido de que le interesan sólo momentáneamente y de que no se preocupan por su destino
final. La recopilación de esos materiales sería una labor que compete a sus padres y
maestros.
Piaget considera que el lenguaje depende del aprendizaje de otros medios para su
desarrollo. El aprendizaje hace referencia tanto a la interacción entre el niño y el ambiente
como a los resultados de esa interacción mediante la cual el niño llega a una representación
de sí mismo, del mundo y de la relación entre ambos. Para Piaget el comportamiento
humano refleja una organización subyacente. Así, estudia en las etapas evolutivas del
desarrollo, la importancia que la madurez tiene para muchos aspectos del funcionamiento
psicológico y los cambios cualitativos que se dan en las transformaciones mentales de la
persona entre el nacimiento y la madurez.
21
(Piaget. 1965. p.321). Lleva al niño a la construcción de un sistema de esquemas que
anuncian los conceptos y las reacciones lógicas. Al final de esta etapa, el niño es apto para
reagrupamientos espontáneos e internos equivalentes a la deducción.
La etapa preoperativa abarca desde los dos años hasta los siete aproximadamente y
se subdivide en dos períodos de pensamiento: el simbólico y el intuitivo. En el simbólico
aparece la función semiótica o simbólica mediante la cual el niño puede representar algo
por medio de un significante diferenciado: lenguaje, imagen mental, juego simbólico o de
ficción, y el niño comienza a aparentar. Existe la imitación diferida, iniciada en ausencia de
un modelo, y comienza la representación. A partir del lenguaje, el pensamiento se socializa.
Esto se manifiesta “por la elaboración de los conceptos, de las relaciones y por la
constitución de las reglas” (Piaget, 1985, p. 324). El niño busca la verdad e intenta alcanzar
juicios de constatación.
Desde los seis o siete años hasta los once y doce, el niño comienza la etapa
operacional. Algunos niños la alcanzan a los cinco años y su madurez y equilibrio
comienza a partir de los nueve años. En esta etapa el niño descubre las nociones de
reversibilidad y de conservación. Aparece el pensamiento inductivo, comenzando por
objetos concretos, el cual permite al niño elaborar generalizaciones.
Piaget (1975) estudia, por otra parte, las representaciones del mundo, los planos de
la realidad sobre los cuales se mueve el niño, y si distingue entre el mundo real y el de su
imaginación, el mundo exterior y su yo. Indaga sobre estas nociones en el niño desde los 5
hasta los 12 años y encuentra una evolución en sus creencias acorde con su propia
estructura mental, que lo llevan a una representación del mundo muy diferente a la del
22
adulto. Atribuye así diversos rasgos al pensamiento del niño. Entre estos cabe destacar: el
realismo, la participación, la magia, el artificialismo y el animismo.
El niño es realista –considera Piaget- por creer que el pensamiento está ligado a su
objeto. Un niño de cinco a seis años cree que se piensa con la boca. Hacia los siete y ocho
años aprende que se piensa con la cabeza, pero le da materialidad al pensamiento, éste es
aire. De los nueve a los doce años desmaterializa ese pensamiento y adquiere la noción de
que las palabras son diferentes a las cosas en que se piensa. El niño también es realista por
creer que los nombres están ligados a las cosas nombradas y que los sueños son exteriores.
El realismo es “una tendencia espontánea e inmediata a confundir el signo y lo significado,
lo interno y lo externo, así como lo psíquico y lo físico” (Piaget, 1975, p. 114). El espíritu
realista no utiliza un razonamiento lógico ni causal, deduce por esquemas sincréticos y por
transducción.
El niño es animista por considerar vivos y conscientes cuerpos que son inertes a
causa de no diferenciar el mundo físico y del psíquico y no establecer límites entre su yo y
el mundo exterior. A causa de esto, para un niño de seis años, todo lo que se mueve es
consciente, considera la actividad como algo intencional. A los siete, la consciencia se
reserva a cuerpos en movimiento (el sol o una bicicleta), hacia los ocho o nueve años
distingue entre movimiento propio y movimiento recibido del exterior, y hacia los diez un
once años sólo se atribuye consciencia a los animales. Igualmente para el niño, todo lo que
tiene una actividad o función está vivo, luego define la vida por el movimiento y,
finalmente, se la atribuye a plantas y animales.
23
A través del animismo explica el niño lo fortuito y la regularidad de las cosas. Para
Piaget (1975) explicar lo fortuito es suprimirlo y someter todo a reglas. Estas son de índole
moral y social: “los seres naturales conscientes en la medida en que tienen una función que
cumplir en la economía de las cosas” (p. 193). La consciencia se atribuye a las cosas para
que cumplan una función y para explicar una jerarquía y obediencia, se le otorga una moral.
La voluntad de las cosas está sujeta a una ley moral, “cuyo principio consiste en hacerlo
todo para el mayor bien de los hombres” (p. 195). También empieza a aparecer hacia los
siete años la noción de un determinismo físico, el cual se sistematiza hacia los once o doce
años para reemplazar la idea de reglas morales.
El niño anima las cosas por ignorar su psiquismo y renuncia a ello cuando descubre
que es un ser pensante. Una de las causas del animismo es el egocentrismo infantil, el cual
impide tener una visión impersonal de las cosas, distinguir el punto de vista propio del
objetivo.
El artificialismo lleva al niño a concebir los astros como fabricados por los padres,
por los hombres o por Dios –a causa de enseñanzas religiosas que alimentan el
artificialismo del niño- hasta que reemplaza la concepción artificialista por explicaciones
naturales más adaptadas a la realidad física. Al respecto afirma Piaget:
Así como en una casa, todo está dispuesto de acuerdo con un plan (…) también la razón de
ser de cada cosa, en el universo físico, es función de una especie de orden del mundo, orden
a la vez material y moral, del que el niño es el centro. Los adultos están “para cuidarnos”,
los animales para prestarnos servicio, los astros para calentarnos e iluminarnos, las plantas
para nutrirnos, la lluvia para hacer crecer los jardines, las nubes “para hacer la noche”, las
montañas para treparlas, los lagos para los botes, etc. Aún más, a este artificialismo más o
menos explícito y coherente corresponde a un animismo latente que atribuye a cada cosa la
voluntad de desempeñar su papel, la fuerza y la conciencia justa necesarias para actuar
regularmente (1965, p.339).
24
Piaget, permite explicar la asimilación que hace el niño por acciones repetidas hacia los
objetos con los cuales inteactúa en su medio cultural, de algunos rasgos de esos objetos
como sería el caso de los cuentos de ficción.
25
III. APROXIMACIÓN A LA NARRATIVA INFANTIL ESCRITA
POR LOS NIÑOS
26
Una vez que han sido esbozados algunos de los fundamentos psicológicos que
podrían explicar una aptitud en el niño para la creación de mundos de ficción, se procederá
al análisis del corpus. Se va a tratar, en lo posible, de descubrir la lógica discursiva de los
cuentos en relación con elementos sintácticos, semánticos, pragmáticos, estilísticos y
retóricos; que den cuenta de su praxis generativa y, en especial de rasgos literarios que
permitan una valoración de la literatura escrita por niños y de los procesos retóricos o
psicológicos implicados en su producción, aunque en capítulos siguientes los elementos
estructurales, semánticos y retóricos se estudien con más detalle y en una forma más global.
0. EL CORPUS
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Descubrieron que el viento lo causaba Cancerbero, el carcelero del demonio.
No había más que un hombre valeroso y fuerte que podía ganar 20 carreras
seguidas.
Increíblemente se atrevió a derrotar a la Marimonda en una guerra que duró 10.000 noches
y peleando murió la Marimonda, estaba acabada ante ese hombre tan fuerte que fue quien
destruyó por primera vez a la Bestia. Ese hombre era Hércules.
(Daniel Prunes).
Había una vez un perrito que vivía en Caracas y con la broma de la inflación y con
lo caro de la comida que ni el pellejo se lo tiran a los perros porque hasta eso lo venden, se
quiso mudar al llano y se mudó. Ahí cazaba conejos y se los comía. De ahí se fue a “El
Coco y se puso a dormir en la casa de “El Coco” que el dueño se llamaba Piñero y los
perros con que dormía, el dueño era Ratia; y cuando fue al río a tomar agua, arriba de un
árbol estaba un tigre; con el reflejo del agua lo vio. Y dijo el perro: ¡este es mi fin! pero un
momento: “ese tigre que me comí anoche si estaba salao, y el tigre dice: -es un perro! se va
corriendo por los árboles y dice a los demás tigres: -¿ Ustedes han visto a un perro
comiendo tigre?- ¡jamás!; pues yo sí. –llévanos allá dijeron los tigres y cuando los tigres
vieron al perro, dijo el perro: -este sí es mi fin; pero se le ocurrió una idea: -Pero bueno
tigre, esta no es hora de traerme mi cena, -hace dos horas que me la tenías que traer. Y los
tigres salieron piraos.
(Antonio Lares).
28
Erase una vez un payaso que en una obra montando un caballo, se quedó soñando
despierto y perdió la felicidad. Y el se fue a buscarla y le preguntó al atardecer, a la luna, a
la lluvia, al sol, al trueno y no lo encontró.
Pero un día él se puso su chaqueta que tenía el día de la obra y… ¿a que no saben
qué…?
¡Tenía la felicidad en los bolsillos!
(Grimsel B. Molina).
1. EL NIÑO Y LA MITOLOGIA
El cuento comienza con una referencia temporal, “Hace 2.000 lunas”, equivalente a
la frase proemial “había una vez” o hace mucho tiempo”. En este caso, el niño trata de dar a
la temporalidad una precisión numérica y para ello asocia tiempo con cifra, con número,
aunque la cantidad asumida es tan grande que el tiempo continúa siendo impreciso. El
tiempo remoto pareciera requerir precisión. El número se hace metáfora para medir lo
inconmensurable y la luna, indicio para el niño de la llegada o culminación de un tiempo,
de una hora, por metonimia se convierte en la expresión del mismo.
En este sentido todo el texto se mueve dentro del enigma. Esto ocasiona que el
verbo “buscar” se convierta en verbo isotópico por expresar el motivo de las acciones del
29
relato que, como muchos otros de la gran literatura universal, se reduce a una búsqueda.
Además, el verbo “buscar” en sus distintas formas: (“buscaron”, “buscando”, “siguieron
buscando”) traduce la vieja anagnórisis, transición de la ignorancia al reconocimiento, que
Aristóteles en su Poética asigna como parte fundamental de la trama dramática. De tal
suerte, la historia se basa en un proceso de descubrimiento.
El enigma lo revela el narrador quien anticipa a la culpable: “no sabían que era obra
de la Marimonda”. El narrador pone de manifiesto su omnisciencia, en oposición a la
ignorancia de los personajes. Es la primera vez que se menciona a la Marimonda, cuya
leyenda dice que ella castiga a los depredadores de la naturaleza. Pero en este cuento ella
aparece como la culpable de su destrucción, el mito se invierte. De la misma manera, para
un lector que conozca la leyenda, al enigma planteado, buscar al culpable, se añade otro,
pues se preguntaría si acaso el hombre de barro ha destruido algo en la naturaleza y el
miedo estaría representado por la visión de la Marimonda. O bien, tal como el cuento lo
plantea, ella destruye la naturaleza y esa destrucción constituye el miedo.
30
La ambigüedad característica de los relatos fantásticos prosigue: “Siguieron
buscando y también oyeron aullidos”. El aullido es la voz lastimera de un animal, la cual,
en cuentos de aparecidos, se atribuye a fantasmas y espectros. Esta atribución se explica por
sentimientos de participación establecidos por el salvaje entre el hombre y el animal,
sentimientos que Piaget relaciona con el niño. La inclusión del aullido como indicio
significativo, aunque sea a nivel inconsciente por parte del narrador niño, incrementa la
atmósfera fantástica. Sin embargo, los aullidos como indicios concuerdan con el nuevo
personaje que se integra a la historia: “Descubrieron que el viento lo causaba Cancerbero,
el carcelero del demonio”.
Ante una atmósfera enigmática y misteriosa, el niño busca una solución inesperada
que “aparentemente” no concuerda con la lógica del relato, aunque sí con la visión
mitológica expresada en el cuento. La Marimonda es un personaje de misterio, que inspira
miedo y temor, igual que lo inspiran otros sospechosos: Plutón, Cancerbero, Dioses
infernales. La solución no está en que ellos se enfrenten entre sí, porque todos están
marcados por una característica común provocar temor, espanto. Pertenecen a una misma
categoría.
31
La vieja figura retórica de la antítesis se aprecia, entonces, sólo a nivel profundo, y
resiste a ser identificada, catalogada a nivel de palabra; no es un mero adorno.
Por lo tanto, el niño parte retroactivamente de un pasado literario y explora,
cataloga, clasifica e hipotetiza. Ubica en un mismo grupo de personajes que comparten
rasgos semánticos comunes. Une por sincretismo a estos personajes de distintos tiempos y
culturas, los funde en un todo y abarca lo esencial y universal de ellos. Aplicando un
razonamiento transductivo, pone a coexistir a personajes de distintas categorías y
procedencias culturales que pertenecen a distintos mundos de ficción, y crea otro mundo
fantástico en el cual se unifica la diversidad; de allí su hipótesis para la construcción de su
propio mundo de ficción. La metáfora, la metonimia, la hipérbole y la antítesis emanan de
otros procesos más profundos de pensamiento.
“El perrito cobero” escrito por el niño José Leonardo Adames, de 8 años de edad, se
inscribe dentro de la tipología narrativa de fábulas y cuentos populares cuyos personajes
son animales con atributos humanos. Se inserta, además, dentro de los relatos del débil que
vence al fuerte por astucia, relatos bastante tipificados dentro de la literatura de tradición
oral.
Se inicia el relato con la fórmula “había una vez”, fórmula ritualizada y aprendida
para introducir relatos ficticios y que cumple según Eco (1981) tres funciones dentro de los
mismos: (a) Los acontecimientos no pertenecen a una época históricamente definida. (b)
No deben interpretarse como reales. (c) El emisor cuenta una historia imaginaria para
entretener.
Además, el “había una vez” es una fórmula retórica, suerte de “presentador” con el
poder de crear la realidad de la narración, un mundo posible en el cual se ubica al lector en
otros niveles de realidad y que especifica una situación comunicativa mediante la cual el
narrador asumirá el rol de contar un cuento. Es típico de los niños comenzar sus cuentos
aprendidos o inventados con la frase “había una vez”; es como si ésta fuera la primera
marca que le permitiera al niño distinguir entre el relato experiencial y el relato imaginario,
pues aunque sus cuentos no tengan un desarrollo coherente, sin embargo comienzan con
“había una vez” o una fórmula equivalente.
32
Después de la frase ritual, se señala al personaje principal y se indica su ubicación
espacio-temporal: “…un perrito que vivía en Caracas”. A esta ciudad se le atribuye una
serie de características expresadas a través de signos que hablan de una crisis. Estos signos
aparecen enfatizados en el texto a través de diferentes recursos: repetición de la conjunción
“y”, repetición de sintagmas prepositivos, frases ponderativas, deícticos: “y con la broma
de la inflación y con lo caro de la comida que ni el pellejo se lo tiran a los perros porque
hasta eso lo venden”.
Hay en el fragmento citado palabras testigos que ubican al cuento dentro del
contexto de la Venezuela actual. La palabra “inflación” es complemento de la archilexía
“broma” y crea en el texto una indefinición que puede interpretarse como que el niño
narrador no tiene muy claro lo que el término “inflación” significa, lo que es posible por ser
un concepto del sociolecto económico bancario. No obstante, ha sido ampliamente
difundido por los medios de comunicación. “Broma” también puede tener un matiz
despectivo, de rechazo, sinónimo de “vaina”, por verse de alguna manera el niño tocado por
la crisis. En ese sentido la expone, reacciona en contra. Esta se convierte así en una voz de
protesta por parte del narrador niño, lo cual pudiera estar motivado por su contexto familiar.
En el llano el perro vive en una hacienda llamada “El Coco”, encuentra comida,
casa, compañeros, y perros con dueños. Se establece por lo tanto una oposición entre
Caracas y el Llano. La vida en Caracas aparece degrada, la del llano magnificada. El héroe
penetra a una fuente de poder.
Caracas El Llano
33
Inflación + -
Carestía + -
Escasez + -
Abundancia - +
Comida - +
Este paralelismo tiene gran importancia dentro de la significación global del cuento.
Pone de manifiesto que el narrador niño evalúa la crisis, cuyos atributos o semas distintivos
se atribuyen a Caracas, equivalente a crisis. El Llano aparece mitificado como una tierra de
gracia, de salvación.
Sin embargo, cuando el perro va al río, ve a un tigre:”…y cuando fue al río a tomar
agua, arriba de un árbol estaba un tigre: con el reflejo del agua lo vio”.
Mutatis mutandis, las relaciones de los personajes se configuran dentro del texto a
partir de un sujeto héroe cuyo primer adversario es la ciudad de Caracas, sumida en la
escasez de alimentos. Al mudarse al llano el predicado “escasez” se neutraliza. El perro
encuentra alimentos con facilidad. No obstante al perro se le va a presentar un oponente
nuevo, el tigre, con quien tiene que enfrentarse. De lo contrario moriría comido. Por lo
tanto, dentro de la lógica narrativa, el problema del perro consistirá en subsistir y la única
manera de lograrlo es combatiendo al tigre, pues él representa una amenaza. Como la
fuerza del perro es menor, lo combate con su astucia: “… y dijo el perro: -¡éste es mi fin!
pero un momento: “ese tigre que me comí anoche sí estaba salao…”
34
La coba del perro: “ese tigre que me comí anoche sí estaba salao”, aparece
enfatizada por el deíctico “ese” y por la superlatividad marcada por el “sí”. Todo el
enunciado es hiperbólico.
El tigre no sólo le cree, sino que dice que él mismo vio a un perro comiendo tigre.
“…Y le dice a los demás tigres: -¿Ustedes han visto a un perro comiendo tigre?-
¡jamás! –pues yo sí-, llévanos allá, dijeron los tigres…”.
El tigre ahora traspasa las barreras del mundo animal y se ubica en el mundo de la
fábula donde los animales hablan, cuentan, dicen. En la afirmación del tigre se está creando
otra “coba”, pues él no ha visto al perro comiendo tigre, sino que lo ha escuchado decir. La
palabra vale por el hecho. Por ello, cuando los otros tigres quieren certificar lo expresado
por el tigre, aparece la segunda coba o estrategia del perro; “Pero bueno tigre, esta no es
hora de traerme mi cena, hace dos horas que me la tenías que traer”.
“Caro de la comida”
“ni el pellejo se lo tiran a los perros”
“comía conejos”
“ese tigre que me comí”
“un perro comiendo tigres”
“traerme mi cena”
Por lo dicho, se puede deducir que todo el cuento funciona como reflejo de la crisis
actual de Venezuela, una de cuyas manifestaciones es la preocupación por el alimento, por
la comida. Es una crisis que ya forma parte del “inconsciente colectivo” de nuestros niños,
pues la oyen en las conversaciones de adultos, la ven en la televisión (noticias, programas
políticos, etc.), además en programas cómicos en donde se caricaturiza y ¿cuántos niños no
habrán sentido realmente a la hora de comer? Una crisis que ya ha sido literaturizada,
fuerza creadora, productora de símbolos que son imágenes de un contenido, “comida”, que
transciende a la consciencia infantil.
35
Sin embargo, llama poderosamente la atención, dentro de un contexto de inflación,
que el perro triunfe a través de la “coba”. ¿Acaso propone el texto una lectura en la cual, en
el contexto de la crisis, el cobero triunfa? En este caso todo el cuento funciona, aunque el
niño no se lo proponga, como una parodia de la Venezuela actual en donde el cobero
triunfa, consigue alimento, somete, domina, manda y gobierna.
Cuento y poema a los que pueden aplicarse las palabras Halliday (1980, p.10) en su
reflexión sobre los aspectos fundamentales de la realidad social codificada por el lenguaje.
Pues, parafraseando a Lévi-Strauss, dice que esa realidad es tanto “buena para pensar”
como “buena para comer”. El lenguaje es un medio para reflexionar sobre las cosas y es un
medio de acción sobre las cosas. El lenguaje, se puede añadir, es un medio para literaturizar
sobre las cosas y permite al niño vivir una fantasía en la cual su mundo real y su mundo
imaginario coexisten, se funden en uno, para vivir su realidad más intensamente, y también
para, catárticamente, a través de la palabra, liberarse de esa realidad que lo pone blando,
pues implica en el niño moverse dentro de una estética de lo feo.
Mía Gallegos (1979) expresa que el medio social influye de manera nociva en el
niño, “pues lo saca de su mundo mágico y lo lleva a plantearse problemas de la realidad que
él todavía no está en capacidad de comprender” (p. 2). Sin embargo, esa realidad existe, el
niño la ve, lee sobre ella, oye hablar de ella y la siente. De alguna manera él tiene que
procesarla y, quizás la escritura, la fábula, le permitan al niño asimilar y comprender su
realidad con más claridad y entender que, así como la literatura permite formular soluciones
ideales o mágicas para superar una crisis, él también puede, asumiendo una actitud crítica
frente a un orden social no deseado, postular un nuevo orden, construir un ideal y así el
mundo mágico persiste, aunque sea en la forma de una utopía.
El autor de este cuento, José Leonardo Adames, tiene 8 años y está ingresando a una
etapa de desarrollo de sus facultades mentales llamadas por Piaget de operaciones
36
concretas. El niño en esta etapa tiene un pensamiento de carácter inductivo mediante el cual
elabora generalizaciones a partir de ejemplos específicos. El gemelo retórico del
pensamiento inductivo es el exemplum que permite ir de lo particular a lo general por
observación de casos particulares. Las inferencias se hacen a partir de fenómenos
observables y de allí se extraen argumentos.
Así, “El perrito cobero” deja evidenciar sus orígenes pues a nivel profundo sigue
funcionando como el antiguo exemplum: de él se derivan modelos de conductas a seguir y
está implícita una valoración de esa conducta, pues propone dos estrategias válidas para
salir de una crisis: la primera es: si se vive en un sitio donde no hay comida, irse a donde si
hay, es decir, mudarse; la segunda, meter una coba para salvar la vida. Además, la
correspondencia entre “El perrito cobero” y su prototipo literario muestra, nuevamente, la
hipótesis de Frye de que la literatura se hace con literatura y de que sus referentes están en
ella misma. Podría decirse que el niño hace literatura en base a los modelos que su cultura
le propone, aunque no esté consciente de ellos.
37
El estrato socioeconómico de la procedencia del autor se manifiesta en este cuento.
Plantea problemas típicos de clase media y media baja venezolana, la cual debe sobrevivir a
la inflación, a la escasez de alimentos y también al miedo de ser aniquilado, comido por la
voracidad de otro más fuerte.
3. EL NIÑO Y EL MITO
“El nacimiento del hombrecito de hidrógeno”, escrito por el niño Antonio Lares, de
10 años de edad, es un mito. Su referente literario se podría ubicar en Las metamorfosis de
Ovidio, narraciones mitológicas que se proponen cantar las transformaciones mágicas de
las cosas. Entran en juego dentro del cuento signos evocadores de mundos diferentes: a) el
mundo del mito y el sueño, en el cual es posible la existencia de nuevos seres; b) el mundo
experiencial y familiar del niño en el que no tener hermanos es causa de tristeza y en el cual
puede existir un padre agresor que maltrata a la madre; y c) el mundo de las ciencias
químicas que estudia las transformaciones de la materia y de la energía . En el cuento se da
vida, se anima una ecuación, H20, en el plano de la ficción.
El narrador juega con el valor referencial de los signos y el valor que adquieren al
ser objetos de materia de ficción, lo que implica un uso metafórico de los mismos. Ya el
título del cuento evoca una realidad distinta, mítica y metafórica par excellence. La
presencia de imágenes simbólicas obliga a una lectura mítica del mismo.
38
perfectamente en la fantasía. En ese sentido, el pensamiento de niño es similar al del
mitólogo: “anima sus muñecas y sus juguetes en general, y en niños dotados de fantasía no
es difícil observar que viven en un mundo maravilloso” (p. 46).
El pensamiento del niño es análogo al sueño. Ignora las conexiones reales de las
cosas y suplanta lo imposible por la realidad. El sueño gira “atrás, hacia las materias primas
del recuerdo” y vuelve a la infancia. La vida psíquica del niño es arcaica para Jung, como
también lo es el pensamiento ontológico y el sueño: “el pensamiento infantil en la vida
psíquica del niño, así como en el sueño, no sería más que una repetición de anteriores
etapas del desarrollo” (p. 48). Por ello, el mito es visto como “fragmento de la superada
vida anímica infantil del pueblo”. La cultura que crea los mitos piensa de la manera en que
piensa el sueño. Se encuentran en los niños “rudimentos de mitos en formación, fantasías
consideradas como reales de donde se desprende a veces un aroma histórico” (p. 49). Sin
embargo, para Jung, el mito no es una fantasía infantil. Es más bien un “requisito de la vida
primitiva”. El niño puede ignorar los contenidos de los mitos, pero tiene necesidad de una
mitología y es inherente a ellos la capacidad de crearla. El niño piensa como el hombre
primitivo que crea mitos, pero el hombre moderno piensa como el niño y el hombre
primitivo cuando abandona el pensamiento dirigido. La fantasía obra así, “ a modo de
compensación” (p. 51). En la infancia, “habla el pensamiento y sentimiento arcaico”, el
cual coexiste posteriormente en el sueño y la fantasía:
Así como nuestro cuerpo conserva en muchos órganos residuos de antiguas funciones y
estados, así también nuestro espíritu, aun cuando en apariencia ha superado aquellas
arcaicas tendencias instintivas, lleva siempre las huellas de la evolución recorrida y revive,
por lo menos en los sueños y las fantasías, las épocas más distantes(p. 53).
Por lo tanto, concluye Jung, la psique tiene su propia historia genética y el mito se
emparenta con productos de lo inconsciente. Joseph Campbell (1980) expresa que
los símbolos de la mitología no se fabrican, inventan o suprimen, sino que “son
productos espontáneos de la psique y cada uno lleva dentro de sí mismo, intacta, la
frase germinal de su fuente” (p. 223).
Para este autor, el mito sobrevive en los héroes modernos. Así, mitos del hijo contra
el padre, por su apego a la madre, se explican por ser el hombre el ser más dependiente de
la madre durante un largo tiempo. Ella es su única defensa contra el peligro. Por lo tanto,
después de su nacimiento, persiste esa unión psicológica prístina. El padre es su primer
intruso, lo cual lleva al complejo de Edipo.
39
todos los logros y ayudantes secretos de nuestra primera infancia están allí: toda la magia
de la niñez: y lo que es más importante, todas las potencialidades vitales que nunca
pudimos traer a la realización de adultos; esas otras porciones de nuestro ser están allí,
porque esas semillas de oro no mueren. Si sólo una porción de esa totalidad perdida pudiera
ser sacada a la luz del día, experimentaríamos una maravillosa expansión de nuestras
fuerzas, una vívida renovación de la vida (p. 23-24).
De allí que la primera misión del héroe consista en retirarse de la escena del mundo
a las zonas donde existen las dificultades para aclararlas y borrarlas y “llegar hacia la
experiencia y asimilación no distorsionada de las que C. Jung ha llamado “imágenes
arquetípicas” (p. 24). Las imágenes arquetípicas son aquellas que han coexistido en toda la
cultura humana a través de ritos, sueños y la mitología. Por ello, el héroe muere como
hombre moderno; sin embargo, como “hombre eterno-perfecto, no específico, universal- ha
vuelto a nacer” (p. 26).
Así, desde el mundo real, el héroe inicia su aventura hacia mundos de prodigios.
Allí enfrenta fuerzas opositoras y triunfa. Regresa y vuelve a nacer, “engrandecido, y lleno
de fuerza creadora, hasta que es aceptado unánimemente por la especie humana” (p. 40).
Esa aventura, para Campbell, no es un camino de adquisición sino de readquisición, de
redescubrimiento, pues lo buscado está dentro del héroe.
40
de ánimo: “por eso estaba triste”. Se establecen así tres proposiciones dentro del cuento:
a) El hombrecito de hidrógeno nace en una nebulosa; b) No tiene hermanos; c) Está
triste.
Para Campbell (1980) “el error puede significar un destino que se abre” (p. 54).
Así, lo que se ha llamado camitema “la llamada de la aventura”. Éste se manifiesta en
las proposiciones llamadas “condiciones preparatorias”. No se expresan en el texto sino
a través de la lectura paradigmática que evocan los signos en cuestión, i.e:
41
Los signos en relación enfatizan el valor mítico del relato y el carácter animista
del pensamiento del niño. En este sentido se actualizan otros mitemas.
“La libido incestuosa y la destrudo parricida son reflejados en contra del individuo y de
su sociedad en forma que sugieren tratamientos de violencia y peligros complicados
placeres: no sólo como ogros sino como sirenas de belleza misteriosamente seductora y
nostálgica” (p. 78).
La libido para Jung, se expresa en metáforas “de sol, luz, fuego, sexualidad,
fertilidad y crecimiento” (op. cit., p. 233). En el texto aparece “el fuego” y el oxígeno”. El
fuego puede interpretarse como un símbolo de destrucción y el oxígeno como un símbolo
de sexualidad y fertilidad que a la vez connota vida (oxígeno) y muerte (fuego).
Al año de estar en la tierra se aburrió y se consiguió a una mujercita de oxígeno que tenía
un novio de fuego que la maltrataba mucho y él no la defendía por miedo a explotar y a la
vez también tenía miedo de ella ya que él no quería convertirse en agua, pero…
Aparece en el texto una nueva orientación temporal, “al año de estar en la tierra”
que indica una nueva etapa del héroe. Este período en su vida está marcado por el verbo
aburrirse; “se aburrió”, que encaja dentro del mitema “La negativa al llamado”.
42
No obstante, a pesar de su negativa, decide enfrentar a sus oponentes: “Se consiguió
a una mujercita de oxígeno que tenía un novio de fuego que la maltrataba mucho”. Se
entrecruzan de nuevo en el texto los contextos familiares, míticos y químicos; se conforman
una suerte de triángulo amoroso.
Fuego Oxígeno
Hidrógeno
El héroe, ya sea dios o diosa, hombre o mujer, la figura en el mito o la persona que sueña,
descubre y asimila su opuesto (su propio ser insospechado) ya sea tragándoselo o siendo
tragado por él. Una por una va rompiendo las resistencias. El héroe de hacer a un lado el
orgullo, la virtud , la belleza y la vida e inclinarse, someterse a lo absolutamente intolerable.
Entonces descubre que él y su opuesto no son diferentes especies, sino una sola carne (p.
103).
Y se consiguió…
Y él no la defendía…
Y a la vez también…
43
catalizar, esta situación. Es el hombrecito de hidrógeno, quien sin embargo, teme el
peligro.
44
En “El nacimiento del hombrecito de hidrógeno”, si se asume el conflicto en
términos edípicos, el fuego es el padre, el oxígeno es la madre y el hombrecito es el
hijo, locual refiere a una trinidad, factor mítico per se.
Juan Eduardo Cirlot afirma que entre los chinos el fuego aparece asociado a
la idea de vida y salud, y por ende, a la de superioridad y mando. Para Heráclito el
fuego es “agente de transformación porque todo nace del fuego y vuelve a él, y se
asocia tanto a la libido como a la fecundidad”. Para la mayoría de pueblos
primitivos el fuego es un demiurgo procedente del sol. También es visto como
elemento de purificación. Es igual a la vida, pues para subsistir necesita consumir
vidas ajenas. Realiza el bien y el mal, calor vital y destrucción.
“pero era tanto su cariño hacia ella que la tocó y se convirtió en agua y entre los dos
apagaron el fuego y permanecieron unidos en uno solo”.
Ella es el modelo de todos los modelos de belleza, la réplica de todo deseo, la meta que
otorga la dicha a la búsqueda terrena y no terrena de todos los héroes. Es madre, hermana,
amante, esposa (…) ella es la encarnación de la promesa de la perfección, la seguridad que
tiene el alma de que al final de su exilio en un mundo de inadecuaciones organizadas, la
felicidad que una vez se conoció será conocida de nuevo: la madre confortante, nutridota, la
“buena madre”, joven y bella, que nos fue conocida y que probamos en el pasado más
remoto. El tiempo la hizo desaparecer y sin embargo existe, como quien duerme en la
eternidad. (Campbell, op. cit., p. 105).
La mujer representa para este autor la totalidad de lo que puede conocerse. Ella
atrae e incita a romper obstáculos y representa la prueba final de la inteligencia del héroe.
Así el hombrecito de hidrógeno, por su amor, es capaz de tocarla a ella, el oxígeno, aunque
ya sea consciente de su destino, de su transformación y transfiguración “y se convirtió en
agua”, que equivale a un nuevo nacimiento. Renace maduro para enfrentar la vida y sus
obstáculos: “y entre los dos apagaron el fuego”. Ha renacido con una nueva energía, no ya
de uno, sino de dos, es la armonía de los contrarios, en el mundo de los elementos, en el
mundo del mito, en el mundo familiar y en el mundo del cuento “y permanecieron unidos
en uno solo”- que equivale en los cuentos de hadas a “y vivieron felices para siempre”-.
45
“… la tocó y se… y entre los dos… y permanecieron”
Y por la sinonimia “unidos en uno solo”
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y serán los dos
uno solo. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Por eso, lo que Dios unió que el
hombre no lo separe (la Biblia, Marcos, 10).
46
mitos de transformación. También hay una analogía entre el mundo de las relaciones
químicas, específicamente entre hidrógeno y oxígeno, y el mundo de las relaciones
humanas de parentesco. Los primeros se metaforizan a través del recurso de la
personificación, se le atribuyen rasgos humanos, sexo, etc. La nueva categoría de seres
creados también se metaforiza, ya no son como los humanos, siguen manteniendo la
posibilidad de transformación y transfiguración de los elementos químicos de los cuales
ellos se modelan. En este mundo de relaciones “humanas” creadas se siente soledad, miedo
y amor, y se incluye un contexto familiar degradado que refleja, por una parte, conflictos
humanos básicos que se traducen en contenidos simbólicos e inconscientes y, por otra,
conflictos humanos reales que podrían pertenecer al mundo experimental del emisor y
ubicarían el texto dentro de un contexto socioeconómico y cultural. De esta manera los
signos en juego refieren a una multiplicidad de realidades y, gracias a la metáfora, crean ese
efecto de “extrañamiento” propio del discurso literario.
47
IV. EL NARRADOR NIÑO: JUEZ PROBLEMÁTICO
48
El autor de una obra de ficción es su “artífice material, diferente al narrador, la voz
que cuenta, una abstracción presente dentro del relato. El narrador es una función mimética,
detrás de la cual se oculta el autor”. El autor es quien asume la autoría del relato pero su
superioridad ‘mata la ilusión dramática’ expresa Tacca (1973). El debe quedar atrás, quien
cuenta es esa abstracción llamada narrador: “…y si el narrador siempre acierta cuando
habla y cuando calla, el autor siempre acierta cuando calla” (Ibid., p. 37).
El narrador sabe algo y debe saber cómo decirlo. En el cómo decirlo y hacerlo
creíble subyace gran parte de su arte, de su técnica. Esta técnica se podría llamar retórica,
pues mediante ella, el narrador impone al lector un mundo de ficción que ordena desde una
perspectiva. Existe dentro de ese mundo una relación entre narrador y personajes en
función del conocimiento o información a transmitir. De allí que se hable de un narrador
omnisciente, el que sabe más que sus personajes, equisciente, el que sabe igual que ellos, o
deficiente, cuando el narrador sabe menos que los personajes.
La voz del narrador es para Tacca la única realidad del relato. Su función específica
es contar. A través de un narrador omnisciente se perciben los acontecimientos o acciones,
y el lector puede apreciar al mismo tiempo esos acontecimientos como la visión que de
ellos tiene el narrador. Todorov (1974) expresa que la visión refleja la relación entre “un él
(sujeto del enunciado) y un yo (sujeto de la enunciación) entre el personaje y el narrador”
(p. 99).
49
De esta manera, en una obra, el autor material debe desaparecer, su lugar y su
función de contar la asume el narrador. Pero a su vez, ese narrador, sujeto del proceso de
enunciación, debe dejar pocas huellas de su intervención. Por otra parte, el mundo de una
obra es el producto del esfuerzo creador de un autor, con nombre y apellido, quien debe
crear un mundo, esa es una de sus misiones, pero a la vez debe distanciarse del mismo. El
autor material vive en un contexto socioeconómico determinado, tiene un mundo
experiencial específico, el cual difiere del mundo imaginario de la obra literaria.
Por ello, en una obra literaria, el escritor debe enfrentar diversos problemas: ¿Cómo
armonizar el tiempo de la escritura con el tiempo de la historia? ¿Cómo crear un mundo y
al mismo tiempo separarse de él? ¿Cómo separar su mundo experiencial del mundo
simbólico?
Para los efectos de este trabajo se hablará de un narrador niño. Se quiere significar
con ese término una categoría narrativa, la voz que habla en el relato escrito por el niño.
Esta voz narrativa esconde un sujeto con una competencia comunicativa y lingüística
diferentes a las del adulto, competencia que está en un proceso de evolución y desarrollo.
También está en relación esa voz narrativa con los conocimientos y los mundos
experienciales del niño y con su desarrollo cognitivo que determinan su manera de
organizar un mundo, de hipotetizarlo. Detrás de esa voz está el mundo afectivo y emocional
del niño, están una sensibilidad y un talento, una intuición; pero no hay conocimiento de
técnicas.
El estudio del narrador abarca así diversos problemas, entre ellos puede destacarse:
b) El narrador debe conocer las reglas de uso del lenguaje que operan en un
contexto narrativo.
e) El mundo de ficción es hipotético, sus leyes difieren de las del mundo real, por lo
tanto, la lógica para validar ese mundo debe estar sometida a una regla de
verosimilitud.
f) El mundo creado debe ser comunicado a un lector. Este debe ser activo
emocionalmente. Por lo tanto se requiere el dominio de una competencia que
podría llamarse retórica.
Todos estos problemas no pueden ser abordados en este trabajo, sin embargo, se
tratará de dar respuesta a algunos de ellos, o plantearlos para investigaciones posteriores.
50
Las reglas mediante las cuales opera el narrador niño, al igual que el adulto, se
definen en primera instancia por el género elegido. La opción de hacer un cuento de
ficción, escribirlo, lo lleva a adoptar la realidad en términos diferentes. Debe asumir una
representación mimética de la misma.
En los textos analizados el narrador niño opta por una narración omnisciente en
tercera persona del singular. Ellos no dicen “yo vi la Marimonda” o a un hombrecito de
hidrógeno. Al contrario, su omnisciencia es rigurosa y aparece, algunas veces, representada
en el texto o usada como un recurso tensional dentro del relato. En el hombre de barro, la
voz del narrador niño dice: “no sabían que era obra de la Marimonda”. Opone su saber, su
conocimiento, al de los personajes.
El “había una vez y sus variantes pueden interpretarse como marco, i.e.
“estructura conceptual que representa el conocimiento convencional de los usuarios de una
lengua” (Van Dijk, 1980, p. 33-34). El marco define lo que se espera ocurra en el
transcurso de eventos posibles, normales o necesarios. En este caso alude a un
conocimiento ritual convencional en que alguien va a echar un cuento que es inventado,
que pertenece al pasado y que hablará de un mundo regido por unas leyes y por una lógica
diferente a la que determina el mundo real.
“Había una vez un perrito que vivía… Se quiso mudar al llano y se mudó...”
Es un tiempo pasado, tiempo mítico, illo tempore. Así como el niño en la frase ritual
“había una vez” trata de retratar “la situación de relatar un cuento”, con el uso del pasado
pareciera intuir el precepto de un género, el del cuento, cuya temporalidad propia es un
pasado activo:
51
El cuento se da en un tiempo propio caracterizado por el dominio del suceso como hecho
sucedido. El signo de esta temporalidad específica del cuento es, pues, el pasado, bajo cuyo
imperio tiene lugar la explicitación de tal suceso o sea, el relato propiamente dicho. (Mario
Lancelotti, 1968, p. 47).
La emisión de la frase ritual “Había una vez” sólo implica una redistribución de las
frases iniciales del cuento. En este sentido el relato se inicia directamente con el nombre del
personaje principal o con la presentación directa del suceso principal:
Los niños en los cuentos usan diminutivos para referirse al personaje principal,
objeto de la narración: El payasín… El perrito… El hombrecito…
“El hombrecito de hidrógeno nació en una nebulosa, él no tenía hermanos y por eso estaba
triste…”
“Había una vez un perrito que vivía en Caracas y con la broma de la inflación y lo caro de
la comida, que ni el pellejo se lo tiran a los perros, se quiso mudar al llano y se mudó…”
“Erase una vez un payaso que, en una obra montando un caballo, se quedó soñando
despierto y perdió la felicidad”.
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Para Torodov (1974), la imagen del narrador se deja palpar mejor en el nivel
apreciativo, ya que la descripción de cada parte de la historia lleva consigo su apreciación
moral: “Para adivinar el nivel apreciativo recurrimos a un código de principios y de
reacciones psicológicas que el narrador supone común al lector y a sí mismo” (p. 110).
Igualmente se apoya en una escala evaluativo de cualidades psíquicas.
La selección del espacio “nebulosa” como lugar del nacimiento del hombrecito de
hidrógeno ubica en un espacio difuso, de contornos imprecisos. La palabra nebulosa per se
crear una imagen espacial abierta a lo poético. Imagen cuyo sentido de imprecisión no
basta, por sí solo, para crear una complicación de acción. Por ello, se añade un nuevo
elemento, más real y tangible, para conformar la complicación y justificar una crisis en el
hábitat del personaje “él no tenía hermanos y por eso estaba triste”. El adjetivo triste, para
calificar el estado anímico del personaje al comienzo del relato, constituye una valoración,
pero sin matiz descriptivo, sino causal, indicador de una carencia afectiva que tiende a crear
un pathos. El uso del conector por eso denota una búsqueda de argumentos para proponer y
atestiguar su causa, su quid narrativo que depende en gran parte de su habilidad narrativa y
de su habilidad para conmover a través de un objeto que capte la atención del público.
53
El proemitum es el comienzo de un discurso. La retórica clásica estudia una serie de
fórmulas proemiales cuyo objeto era captar la atención, docilidad y benevolencia del
público “judicem, benevolum, docile, attentum, parare”. La captación del público dependía
en parte del grado de defendibilidad de la causa y de la manera como el orador se impusiera
en su público, a través de una conmoción de los sentimientos, del intelecto, o del placer.
Mutatis mutandis, se puede afirmar que en las frases proemiales o iniciales de los
cuentos infantiles analizados, el narrador niño trata de imponerse a sus lectores a través de
un pathos. El afecto es presentado en la forma de una carencia que universaliza el relato a
través de constantes que pueden ser sentidas por el hombre de todos los tiempos y que, en
voces de niños, traducen la necesidad básica del ser humano de comida y afecto. Pero ese
sentimiento se impone a través de una argumentación:
El nivel apreciativo deja entrever la imagen del narrador, dice Todorov. Puede
decirse que en los cuentos infantiles el narrador se erige como un juez problemático no sólo
en aras del armazón lógica del relato que exige la disposición de ciertas premisas
argumentales, sino en aras de hacer creíble un mundo de ficción. Ese juez problemático
debe enfrentar el problema de la comunicación. Hará uso para ello de expresiones con
“ese”, “¿A que no saben qué?”, las cuales llevan a plantear el problema de los deícticos en
el discurso. Los deícticos son los elementos lingüísticos que incluyen el proceso de la
enunciación en el enunciado. Se interpretan sólo en relación con un contexto. Los deícticos
54
codifican los roles comunicativos del hablante y del oyente, el lugar y el tiempo de la
enunciación. Para Lyons (1980) existen diversos tipos de deixis: la personal (codifica roles
comunicativos), la espacial (relación entre el enunciado y el lugar de la enunciación), y la
temporal (relación entre el enunciado y el tiempo de la enunciación), y la deixis discursiva
(refiere al discurso mismo, o una porción de discurso ya transcurrida). Según Lyons los
pronombres y adverbios demostrativos ubican espacialmente a los interlocutores.
Se señaló anteriormente que cuando el narrador optaba por “había una vez” ubicada
el tiempo pasado de la narración. De allí que todos los verbos del relato estén en un pasado
(imperfecto o perfecto). Este tiempo puede mantenerse desde el comienzo hasta el final del
relato. Sin embargo, en un discurso es posible explicitar marcas lingüísticas que aluden
directamente al proceso de enunciación. En las expresiones conclusivas de los relatos
infantiles se alude al proceso de enunciación, aparece la relación entre un yo y un tú. Un yo
emisor y un tú destinatario. La marca de ese proceso se determina o por un cambio de
persona o tiempo del verbo o por la presencia de deícticos:
El “¿A que no saben qué? Se inserta casi al final del cuento “El payasín que un día
perdió la felicidad” para luego explicitar el final del conflicto. La pregunta funciona como
una interpretación clara al lector. El deíctico “ese” en “ese” es el cuento del perrito cobero”
permite ubicar al lector o destinatario del cuento. En esos dos ejemplos ocurre un cambio
en la temporalidad. Del tiempo de la historia se pasa al tiempo del discurso que es un
presente. El “ese” en “Ese hombre era Hércules” aparece al final del cuento. No ocurre
cambio de temporalidad, pero sí anuncia el final de las palabras del narrador, de su voz que
se dirige a un lector. La oración final de “El nacimiento del hombrecito de hidrógeno”
anuncia el final del cuento y es equivalente a “y fueron felices para siempre”, lo cual
también anuncia que el narrador ha concluido su relato.
Aristóteles afirma que, de su persona, el poeta no debe decir sino muy pocas cosas,
pues no es en esto en lo que es imitador. Es decir, su arte no radica en hablar de sí mismo.
Los hechos deben ser suficiente para crear un mundo de ficción coherente:
When the writer adresses the reader, he underscores his presence. The event did not happen
by itsef, as events happen in life. Somebody stagemaneged the affair, it is a puppet show…
(surmelian, 1969, p. 42).
55
En efecto, al apelar al receptor, el escritor subraya su presencia. La habilidad de un
escritor maduro subyace en parte en distanciarse del relato, de sus personajes, en hacer que
ellos tengan su vida propia. Esto requiere control, el cual se adquiere cuando ya existe una
visión clara del tiempo, del espacio, del yo; nociones éstas que se adquieren tardíamente y
que tienen que ver con la conformación de una visión de mundo en el niño.
56
V. LA METAFORA:
SEMANTICA DE LA NARRACION INFANTIL
57
a la crítica literaria como una actividad que implica diversos niveles de análisis. El símbolo
deriva su significación de acuerdo con el nivel de análisis que se asuma.
Wellek y Warren (1962) afirman que “el arte impone una especie de estructura que
saca el contenido de la obra del mundo de la realidad” (p. 29). Ven la naturaleza de la
literatura en la representación “que remite a un mundo de fantasía, de ficción. Lo
manifestado no es cierto, no son proposiciones lógicas” (p. 30)
En tal sentido dice Segre (1981, p. 34) que la mera representación no es la finalidad
del escritor. La representación es crítica pues “privilegiada solamente ciertos aspectos de la
realidad enfatizándolos en relación a su visión personal del mundo”. Otras veces, dice
Segre, la representación es polémica por prefigurar o deformar de modo caricaturesco: “el
escritor representa la realidad a través de escorzos idiosincrásicos, o socava sus cimientos o
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bien dirige su mirada más allí, hacia el futuro, al que se aguarda con esperanza o con
horror”.
Eco (1981) afirma que el texto demanda una actividad cooperativa por parte del
lector, quien debe realizar operaciones de tipo extensional. El lector debe realizar
inferencias sobre el mundo externo al texto en base a una experiencia previa compartida por
autor y lector, o sobre la base de textos previos. El lector aplica a la manifestación lineal del
texto, o superficie lexemática, un código o conjunto de códigos para transformarla en
contenidos. Dice Eco que el emisor debe prever un “Lector Modelo” que coopere en la
actualización textual y que se mueva interpretativamente así como él se ha movido
generativamente. Para ello elige una lengua común, un mismo tipo de enciclopedia y
determinado patrimonio léxico y estilístico.
En el mismo sentido, expresa Frye (op. cit.) que el significado en literatura depende
del nivel de análisis que se asuma. El estudio de las imágenes peculiares de una obra
literaria la conecta en su fase formal con su forma característica y con las formas similares
a ella misma. De allí los estudios del género y la convención:
La poesía sólo puede hacerse con otros poemas; la novela con otras novelas. La literatura se
conforma a sí misma y no es conformada desde fuera: las formas de la literatura no pueden
existir fuera de la literatura, del mismo modo en que las formas de la sonata, de la fuga y
del rondó no pueden existir fuera de la música (p. 132).
Igualmente en una fase que Frye llama mítica, el símbolo funciona como arquetipo.
El poema se estudia como parte de la poesía y la poesía “como parte de la total imitación
humana de la naturaleza que llamamos civilización” (p. 143). Entiende por civilización el
“proceso de constituir una forma humana total a partir de la naturaleza” (ibid.). Importa
aquí el estudio de acciones genéricas, recurrentes y universales análogas a las de ritos,
bodas, iniciaciones:
Los arquetipos son conjuntos asociativos y se diferencian de los signos en ser variables
complejas.
Dentro del complejo se da a menudo gran cantidad de asociaciones cultas específicas que
son comunicables por el hecho de que gran cantidad de personas, dentro de una
determinada cultura, están familiarizadas con ellas. Cuando hablamos de “simbolismo” en
la vida ordinaria pensamos usualmente en arquetipos culturales cultos… (p. 139).
Para Eco (1981) el lector decodifica los contenidos del texto en base a una
enciclopedia hipercodificada retórica y estilísticamente. Una regla de hipercodificación
dice, por ejemplo, que el título de un capítulo anuncia el contenido del mismo. Otra regla
hipercodificada para Eco es el “había una vez…” de los cuentos infantiles. También el
lector decodifica o hace inferencias en base a los cuadros comunes o frames, “estructura de
datos que sirve para representar una situación estereotipada” (p. 114). Los frames son
elementos de conocimiento cognitivo, representaciones sobre el mundo que permiten al
lector realizar actos cognitivos.
A diferencia del sistema actancial de una obra, para Eco las estructuras ideológicas
se presentan como un código propiamente dicho, como un sistema de correlaciones:
59
Una estructura ideológica se manifiesta cuando ciertas connotaciones axiológicas se asocian
con determinados papeles actanciales inscritos en el texto. Cuando un andamiaje actancial
se carga con determinados juicios de valor y los papeles transmiten oposiciones axiológicas
como Bueno vs. Malo, Verdadero vs. Falso (…) entonces el texto exhibe su ideología (p.
249).
Eco expresa que las propiedades semánticas del semema deben ser consideradas
para determinar cuáles son actualizadas en el texto y cuales son “anestesiadas”. También
hay que considerar el Tepic, instrumento pragmático que orienta la actualización de los
rasgos semánticos del semema: “reconocer el topic significa proponer una hipótesis sobre
determinada regularidad de comportamiento textual” (p. 128). El topic es la hipótesis de
contenido del lector. Se puede establecer a partir de un análisis de los sememas o partir de
la reiteración de palabras claves, etc. En base al topic se establecen isotopías para alcanzar
un nivel de coherencia interpretativa. La isotopía la define Greimas (1970), p. 188) como
“un conjunto de categorías semánticas redundantes que permiten la lectura uniforme de una
historia”.
Se afirma que Frye considera el símbolo, en la fase mítica, como un mito. En una
fase que él llama angógica, “la literatura imita el sueño total del hombre y, de este modo,
imita el pensamiento de una mente humana que se encuentra en la circunferencia y no en el
centro de la realidad” (1977, p. 159).
60
Para él las artes son imitativas, miméticas. La palabra mimesis es sinónimo de
reproducción, representación, imitación, recreación y creación. El mitos, entramado de los
hechos, debe imitar una acción completa y total, una estructura de acción. Su hacer no está
en imitar las cosas realmente como son. A la poesía no le interesa lo particular sino lo
universal con referencia a lo real. El arte imita en la naturaleza su capacidad de producción.
La realidad es una referencia, pero no un límite. El límite es que lo real, en el sentido de lo
imaginado, se debe presentar en acto, en movimiento, en acción. Mimesis, ¿imitación o
creación?
Para Aristóteles, la realidad es ultima ratio y para conocerla hay que conocer su fin.
Las cosas son producidas por la naturaleza, por el arte y por el azar. Naturaleza y arte
tienen un mismo poder, una naturaleza que es común a los dos, la causa productora. Los
productos de la naturaleza provienen de una forma igual, de una naturaleza igual a los seres
producidos. El hombre nace del hombre, la planta nace de la planta, las producciones del
arte. “Son aquellas cuyas formas están en el espíritu; y por forma entiendo la esencia de
cada cosa, sus sustancia primera” (Metafísica, VIII, 7).
La forma está en el espíritu del creador. Allí está su verdad, verdad que en literatura
debe ser pintada con palabras, su causa material: “Si se critica una falta de verdad, quizás se
pueda responder que el poeta ha pintado las cosas tal como piensa que deberían ser”
(poética XXV).
Es propio del arte buscar la esencia de las cosas y pintarlas en acto. Para Aristóteles,
poner las cosas en acción es igual a sensibilizarlas: “Llamo sensibilizar las cosas o ponerlas
ante los ojos a significar las cosas en acción”. Esto se logra para él a través de la metáfora.
Alaba a Homero por “hacer obrar a lo inanimado por medio de la metáfora”. La metáfora
por analogía “hace que todas las cosas se muevan y vivan, y la acción es movimiento”
(Retórica, III, 2).
61
analizados se observa que ellos tienden a lo fantástico, no a lo real; buscan la trasgresión
categorial. A los niños les interesa también la dramatización. Ésta se manifiesta en la forma
de un conflicto, un choque de fuerzas que arriba a una solución mágica, inesperada. Las
acciones del cuento están motivada por una pena, un sufrimiento, un dolor (miedo, hambre,
soledad). En el transcurso de las acciones estos elementos patéticos deben ser neutralizados,
liberados. Los cuentos se inician así con un pathos, a partir del cual se genera el conflicto
básico y culminan con un placer, felicidad. El dolor, en sus distintas variantes, y el placer
son dos fuerzas que actúan en ellos. Estos le confieren una unidad de acción, derivada de
una coherencia semántica.
Animado humano
El perrito + +
El Hidrógeno + +
La Marimonda + +
Todos los personajes dentro de los cuentos analizados tienen la misma propiedad.
Es decir, si en uno de ellos aparece otro animal, éste debe tener los rasgos “+ humano” y “+
animado”. Y si aparece otro elemento, v.g. el oxígeno, éste debe compartir los mismos
rasgos. Se establece así un nivel de coherencia. Se conforma un mundo en el cual los
objetos, personas, dioses, fantasmas, o animales están a un mismo nivel de humanidad.
Ellos adquieren una estructura precisa en esa realidad creada. Se asegura la trasgresión
categorial.
Tigre + + + -
Perro + + + +
62
contexto de crisis, en donde él no tiene comida, es un perro con hambre. Es como si la
persuasión a través de un pathos prevaleciera en los cuentos infantiles, además, todo acto
de comunicación lingüística efectivo supone una persuasión, un convencer, lo cual es
requisito sine qua non de la comunicación.
En el caso de “El perrito cobero”, hay dos pathos, uno el hambre, que lleva al lector
a la conmiseración, otro el miedo, que lleva al lector a congraciarse con el personaje en la
medida en que lo supera a través de una salida jocosa.
El valor de la metáfora está, para Aristóteles, en poner las cosas en acción, en darles
vida. El referente “inflación”, se afirmó, induce a la búsqueda de nuevas estrategias de vida.
La primera estrategia del perro consiste en mudarse. La segunda en mantener la vida
misma. Para ello se actualizan dentro de la dinámica textual los rasgos “hablar” y “mentir”.
El niño toma de su enciclopedia de lecturas, oídas y/ o leídas o vistas en los comics el
paradigma “fuerza vs.astucia”, el cual, considerado como topic, operador que actualiza los
rasgos semánticos del texto, va a estar encarnado en el perro y el tigre. Al perro, en el título,
se le había atribuido el epíteto de cobero. Esta propiedad hasta ahora “anestesiada”, se
convierte en la segunda estrategia del perro. La astucia del perro para vencer al tigre, en la
forma de mentira, aparece dos veces en el texto:
2. “Pero bueno, tigre, esta no es hora de traerme mi cena, hace dos horas que me la
tenías que traer”.
63
organizados en torno a contextos culturales diferentes: el contexto proveniente del mundo
de la química (oxígeno-hidrógeno-fuego-agua), y el contexto de las relaciones humanas de
parentesco (madre, padre, hijo, hermano).
El primer contexto aparece claramente lexematizado en el cuento, en el sentido de
mencionarse sus nombres técnicos. A nivel de inventio se construye en base al recurso de la
personificación. El segundo contexto se construye a partir del primero mediante una
transferencia de predicados de parentesco que determinan la base metafórica y artística del
cuento. Además, en la transferencia de predicados hay un componente mítico simbólico que
permite una lectura arquetípica del cuento. Para ello se tomará el complejo de Edipo como
estructura arquetipal subyacente.
Fuego + + + - -
Oxígeno + - - + -
Hidrógeno + + - - +
“Mujercita de Oxígeno”
“Novio de Fuego”
“Hombrecito de Hidrógeno”
En una lectura primera de este cuento se podría afirmar que aquí se presenta un
conflicto amoroso en la forma de un triángulo. Dos rivales (fuego e hidrógeno) pelean por
una misma mujer. Vence el más amoroso y también el más violento, el Hidrógeno. Pero
sobre esta estructura se superpone el paradigma dolor-placer asociado con “nacimiento”, lo
cual motiva o induce a otro nivel de lectura al penetrar en el significado oculto de la trama
y de las relaciones entre estos personajes.
Dentro de este cuento hay signos que permiten ser leídos dentro de este contexto. El
primero es la palabra “nacimiento” en el título y en el verbo de la oración inicial del cuento:
“El hombrecito de hidrógeno nació en una nebulosa”.
64
La palabra “nebulosa” relacionada con una circunstancia de lugar de nacimiento,
traduce un espacio. El espacio en un contexto de nacimiento evoca al “Utero materno”:
La tierra ha sido vista en todas las culturas como un símbolo de la madre, la madre
arquetipo, símbolo de todas las madres, la nutridota y protectora, igual a la tierra que da
calor y protección. Decir entonces que se va a la tierra, puede leerse como “sale en busca de
la madre”:
Se fue a la tierra pero se asustaba mucho con los autos y tenía que andar huyéndoles al
fuego y al Oxígeno; más que todo al Oxígeno ya que si lo tocaba se convertía en agua.
Llega el Hombrecito a las zonas críticas en donde se revelan los signos con mayor
fuerza. El fuego, elemento primigenio, es un signo dual. Hay un fuego procreador, el de
Prometeo, y un fuego devorador, destructor. Igualmente hay un agua creadora y un agua
destructora (Diluvio Universal). El fuego revela una imago patris y el agua una imago
matris. En el párrafo citado el agua se revela como imagen de la madre. El agua es
elemento de transformación, del nuevo renacer, del nacimiento verdadero anunciado en el
título del cuento. Es un renacer que se inhibe a causa del miedo. No obstante, el deseo
insatisfecho no persiste:
Al año de estar en la tierra se aburrió y se consiguió a una mujercita de Oxígeno que tenía
un novio de fuego que la maltrataba mucho y él no la defendía por miedo a explotar y a la
vez también tenía miedo de ella ya que él no quería convertirse en agua…
Pero era tanto su cariño hacia ella que la tocó y se convirtió en agua y entre los dos
apagaron el fuego.
65
La libido, atracción sexual, se materializa, “la tocó”. Se unen y apagan el fuego. Se
destruye al rival, al padre fuego y se da el regreso al útero, la conversión en los dos
mundos, en el químico, donde el hidrógeno unido al oxígeno se convierten en agua, y en el
mundo mítico:
La significación materna del agua figura entre las más claras interpretaciones de símbolos
en el terreno de la mitología. Para los antiguos el mar era el símbolo de la génesis. Del agua
surge la vida.
Todo lo viviente surge del agua, como el Sol, y en ella vuelve a sumergirse el atardecer.
Nacido de las fuentes, ríos y mares, al morir llega el hombre a las aguas estigias para iniciar
el “viaje nocturno por mar”. Esas oscuras aguas de la muerte son aguas de vida; la muerte
con su frío abrazo es el seno materno… (Jung, pp. 230-231).
Las tendencias artísticas modernas, en las que se vuelve a encontrar tantos rasgos
primitivos, no serían así otra cosa que la última manifestación de esta orientación
(psicológica) del arte, que busca reproducir conscientemente, sirviéndose, en la medida de
lo posible, de formas embrionarias…
…toda forma puede relacionarse con la primitiva del recipiente materno, que el arte, en una
gran medida, ha transformado en un contenido, idealizándola, sublimándola… (1981, pp.
146-147).
El cuento del niño Daniel Prunes (6 años) se fundamenta en una serie de referentes
tomados del mundo de ficción. De éstos el niño extrae personajes con sus nombres propios
y atributos característicos en aras de crear un cuento de suspenso.
66
cómo el niño a partir de referentes culturales, construye hipótesis de significado a través de
la atribución de predicados a sujetos, “aparentemente” ya estereotipados por la tradición,
pero siempre abiertos a una nueva sintaxis, a una nueva reorganización, y especialmente, a
un nuevo goce estético. Pues, si se analiza con más detalle este cuento, se ve que el niño
parte de dos conjuntos. En uno están una serie de personajes cuyo rasgo característico es
infundir miedo, temor, tales como Plutón, Cancerbero y dioses infernales. El otro conjunto
está formado por un solo personaje, Hércules, definido por su valor y valentía. El cuento,
así, en su estructura profunda, hace uso de una estrategia retórica que toma como base la
hipérbole, y magnifica los predicados de los personajes. La Marimonda, con el miedo, es
capaz de destruir a toda una especie y dejar un mundo poblado de misterio. Y, el valor de
Hércules también se magnifica siendo capaz de destruir el miedo y el misterio, para llegar
el niño a un final feliz, función de cierre que caracteriza sus relatos.
Los tres cuentos analizados tienen en común que el niño parte de sentimientos o
afectos básicos del ser humano: hambre, miedo, abandono. Esto es índice de que el niño sí
puede literaturizar sus propios afectos en función de referentes culturales que de una u otra
manera lo tocan. La literatura y el arte revelan al niño como una voz, una voz que pinta y
que critica, una voz que cuestiona, una vox clamantis, una voz que pide ser oída y que
busca con propiedad arribar a la poiesis.
67
VI. LA DISPOSITIO
68
Los estudios sobre el discurso narrativo tienen sus antecedentes en las poéticas
clásicas. Entre ellos destaca el de Aristóteles quien, al analizar el discurso de la tragedia,
considera la fábula (mitos), entramado de los hechos, como el alma del discurso trágico. La
fábula aristotélica coincide con el llamado nivel de la historia de la crítica estructuralista.
En la poética están presentes los siguientes rasgos característicos de la trama, los cuales
siguen aún con vigencia:
En el siglo XX, con los trabajos del formalismo ruso, especialmente los del Círculo
Lingüístico de Moscú, el Grupo O.P.O.I.A.Z. de San Petersburgo, se empieza a analizar el
problema de las estructuras literarias.
1. MICRONIVEL: LA FÁBULA
A. FUNCIÓN INICIAL.
69
La función inicial de la fábula, en los relatos de niños, presenta al personaje en un
estado de crisis, no en crisis con otros personajes sino en crisis consigo mismo o con su
medio ambiente, el cual no le proporciona formas de vida adecuadas para satisfacer
necesidades básicas de comida, afecto o felicidad:
“El hombrecito de hidrógeno nació en una nebulosa, él no tenía hermanos y por eso estaba
triste”.
Estas funciones iniciales expresan una carencia que motivará anagnórisis del
personaje, un darse cuenta de la situación, lo cual determinará su desplazamiento a otros
espacios para satisfacer la carencia, para encontrar lo perdido o bien para vencer a un
culpable. Este desplazamiento equivale a una peripecia o giro de los acontecimientos, lo
cual origina una nueva función.
Estos objetos son per se suscitadotes de pathos. Concuerdan con el viejo precepto
aristotélico de que las fábulas deben imitar acciones que muevan al temor y a la compasión.
Se podría afirmar que la función inicial de cuentos infantiles se organiza en torno a un
argumento por pathos.
B. BÚSQUEDA
70
C. INICIACIÓN
“De ahí se fue a “El coco” y se puso a dormir en la casa de “El coco” que el dueño se
llamaba Piñero y los perros con que dormía, el dueño era Ratia…”
… pero se asustaba mucho con los autos y tenía que andar huyéndole al fuego y al oxígeno
más que todo al oxígeno, ya que si lo tocaba, se convertía en agua.
c.1. Interrogatorio
D. COMPLICACIÓN
“Y cuando fue al río a tomar agua, arriba de un árbol estaba un tigre; con el reflejo del agua
lo vio…”
“Y se consiguió una mujercita de oxígeno que tenía un novio de fuego, que la maltrataba
mucho y él no la defendía por miedo a explotar, y a la vez también tenía miedo de ella…”
71
darse una respuesta explícita a la pregunta, se presenta un nuevo elemento tensional, que
introduce una nueva búsqueda: “siguieron buscando y también oyeron aullidos”.
Inmediatamente se explicita la causa del viento, presentándose así una enumeración de
posibles implicados: Dios, Plutón, Dioses subterráneos, Marimonda, Cancerbero.
E. TAREA DIFÍCIL
Se llama a esta función “tarea difícil” porque coincide con el triunfo del personaje
sobre las fuerzas agresoras y conlleva a la resolución final del conflicto. El perrito cobero
tiene que enfrentar al tigre y para ello se vale de una mentira cuando ya se cree perdido.
Para luego, cuando vienen muchos tigres, exagerar su mentira.
Pero era tanto su cariño hacia ella que la tocó y se convirtió en agua y entre los dos
apagaron el fuego…
F. FUNCIÓN CIERRE
A nivel fábula, los cuentos infantiles se desarrollan en torno a una secuencia única,
generalmente de carencia, conformada por pocas funciones que tienden a satisfacer la
carencia y a resolver positivamente el conflicto. La secuencia constituye un todo coherente
por organizarse en base a un objetivo común, tiene peripecia y anagnórisis y crea un
suspenso. Sus acciones involucran sentimientos que tienden a crear un pathos en el lector.
2. MACRONIVEL: LA SUPERESTRUCTURA
72
resumen es un elemento opcional de la estructura de la narración. Pretende resumir
brevemente la historia a contar. La orientación ubica los hechos en un tiempo y en un
espacio y da información sobre los participantes de los sucesos. La complicación de la
acción refiere al entramado de hechos narrados en función de obstáculos y enredos que
crean una tensión dentro del relato. Los medios de que se vale el emisor para hacer más
interesante su historia forman la evaluación. La coda es una categoría de cierre mediante la
cual se anuncia en el texto que la historia ha llegado a su final.
En relación con el tiempo, además del expresado a través del “había una vez…” se
puede decir que éste generalmente se omite. Los cuentos que hablan de un tiempo medible
cronológicamente son “El nacimiento del hombrecito de hidrógeno y “El hombre de barro”.
El primero expresa que el personaje al cumplir los cinco años se fue a la tierra, y que al año
de estar en la tierra se aburrió, pero posteriormente, el cuento cae en un tiempo mítico “y
permanecieron unidos en uno solo”. En “El hombre de barro” se expresa un tiempo
hiperbolizado. En los otros dos cuentos, más que un tiempo, lo que se precisan son instantes
y momentos estelares, que expresan una complicación de acción:
73
“y cuando los tigres vieron al perro”
“pero un día él se puso su chaqueta…”
De allí que, en relación con la orientación temporal espacial en los cuentos literarios
escritos por niños, se pueda afirmar que esta categoría aparece unida a la trama del relato.
La categoría de orientación también da información sobre los participantes en los sucesos.
Los niños no dan detalles sobre su forma y apariencia física. Lo que sí es común a todos
ellos es que son personajes pequeños, chiquitos, lo cual se expresa a través del diminutivo y
no a través de adjetivos u otro tipo de expansiones: El perrito, El hombrecito, El payasín.
Al niño interesan más las acciones del personaje en aras de la conformación de la trama.
e) La evaluación refiere a los recursos que utiliza el narrador para hacer su historia
más interesante. El recurso básico que define la literatura infantil producida por niños en la
muestra analizada es la ponderación
f) La coda es una categoría de cierre del relato en la que el narrador anuncia el final
de los hechos narrados. En la narración literaria infantil es una categoría que puede ser
explicitada directamente en el cuento:
Otras veces se anuncia el final del cuento y la resolución del conflicto a través de
una pregunta retórica:
“¿A que no saben qué…?
74
Y otras veces, la coda se anuncia y coincide con la resolución del conflicto.
75
VII. EL ESTILO: BREVEDAD ENFÁTICA
76
El estilo es definido por Van Dijk (1980) como la manera en que algo se dice o se
hace. Refiere a la selección de variantes lingüísticas en función de lo que la persona es o
hace en un momento determinado. Considera este autor que las variantes funcionales del
estilo se definen por la función del enunciado dentro del texto, por las diferencias de
contexto y por el tipo de texto.
El individuo crece y el lenguaje crece con él. Cambia con el tiempo. Cambia con la
edad. Cambia con la vida. Se enriquece con experiencias, con cambios de maduración
psicológica e intelectual, con la lectura y con la escritura.
En relación con el estilo del niño, se estudia el uso especial que hace en sus cuentos
escritos de algunas partes del discurso como el verbo, el adjetivo y el sustantivo. Además se
aludirá al énfasis como rasgo que pareciera caracterizar y definir el discurso narrativo
infantil.
1. EL ÉNFASIS
Los niños usan en sus cuentos deícticos demostrativos para destacar o enfatizar. El
deíctico, a causa del rasgo “proximidad” que lo caracteriza, ubica en un primer plano la
información y así logra destacarla.
La palabra deixis viene del griego deiknumí. Significa “hacer ver”, “mostrar”,
“indicar” “señalar”. Énfasis viene del griego emfaíno y significa "hacer ver", "aparecer",
"mostrar". En sus orígenes estas dos palabras son sinónimas. Es como si la deixis fuera una
forma especial de énfasis.
Con los deícticos los niños enfatizan, muestran. Y, en especial, lo utilizan al final de
sus cuentos para indicar su conclusión:
77
"Este es el cuento del perrito cobero"
Los niños también enfatizan a través del uso de la subordinada relativa. Ubican
dentro de ella los argumentos más significativos para magnificar al personaje, para
focalizar acciones estelares del cuento o para presentar conflictos o agentes que marcan una
tensión dentro del relato. A través de ella, remarcan, resaltan un contenido:
"No había más que un hombre valeroso y fuerte que podía ganar 20 carreras seguidas".
"Se atrevió a derrotar a la Marimonda en una guerra que duró 10000 noches seguidas".
"…estaba acabada ante ese hombre tan fuerte que fue quien destruyó por primera vez a la
bestia".
"…y se consiguió a una mujercita de oxígeno que tenía un novio de fuego que la
maltrataba mucho".
Otra de las marcas del énfasis en el discurso narrativo del niño es la superlatividad.
Los niños expresan oposiciones en base a rasgos semánticos de cantidad y grado para
magnificar o destacar la superioridad, la inferioridad o la preferencia.
El valor enfático del adverbio se define por su reiteración. En el relato se marca así
el significado de "sólo": sólo había quedado una sola cosa y sólo había un culpable.
78
"más que todo al oxígeno"
"pero era tanto su cariño"
En este cuento, el énfasis, motivado por el rasgo cantidad, se incrementa al final del
mismo a través de la frase:
2. EL DIMINUTIVO
Estos usos se pueden explicar por el apego del niño a un género. Aunque el niño no
conozca teóricamente cuáles son las reglas del género cuento, él las intuye, las deriva a
partir de los cuentos oídos o leídos en muchos cuentos destinados a niños, el personaje
principal se identifica a través del diminutivo: "Caperucita…", Ricitos de oro", etc. Este
recurso también ha sido estereotipado por la retórica de la propaganda dirigida a niños
"Mimosín", "Los arruchaditos", "Los chiquiticos", etc.
3. EL SUSTANTIVO
79
en "El hombre de barro" el sustantivo "miedo" es el elemento clave para la organización del
sentido del relato en función del pathos que se va a promover. En el cuento "El payasín…"
el uso del sustantivo abstracto "felicidad", se convierte en el germen de la trama. En "El
perrito cobero" el término "inflación", sinónimo de "hambre" es un elemento clave para la
organización de las estructuras significativas del texto.
4. EL SUSTANTIVO
80
5. EL ADJETIVO
En los cuentos de estos niños hay un uso bastante restringido de adjetivos. En "El
perrito cobero" se encuentra un adjetivo epíteto "cobero" que identifica al personaje, y dos
en función predicativa:
El adjetivo "salao" es usado en la primera coba del perro, tiene un valor funcional,
no es ornamental, por otra parte, el adjetivo "piraos" es utilizado al final del cuento y marca
el desenlace del mismo.
El niño, en general, hace uso restringido pero eficaz de adjetivos. Estos tienen un
valor tensional. El uso restringido de adjetivos podría ser indicio de una adquisición tardía
de esta categoría lingüística.
6. EL VERBO
En los cuentos analizados, se observa el uso de los tiempos del mundo narrado.
Harold Weinrich (1974) diferencias entre tiempos del mundo narrado y tiempos del mundo
comentado. De éste, el tiempo base es el presente. Los tiempos base del mundo narrado son
el pretérito perfecto y el pretérito imperfecto. Los tiempos del mundo narrado, afirma
Weinrich, informan al oyente que se trata de un relato. Para este autor, estos tiempos no
tienen significación temporal sino espacial, "nos alejan de lo que miramos", indican que el
narrador es diferente al personaje.
81
inmanente o trama básica del relato. El imperfecto traduce una descripción de estados
reales o hipotéticos.
Imperfecto Perfecto
(1) nació
(2) tenía
(3) estaba
(4) cumplió
(5) se fue
(6) se asustaba
(7) tenía que
(8) tocaba
(9) convertía
(10) se aburrió
(11) se consiguió
(12) tenía
(13) maltrataba
(14) defendía
(15) tenía
(16) quería
(17) era
(18) tocó
(19) convirtió
(20) apagaron
(21) permanecieron
El pretérito imperfecto describe estados. Dentro de esos, unos indican una condición
o una posibilidad "ya que si la tocaba se convertía en fuego". El pretérito perfecto describe
acciones acabadas.
En este cuento, los verbos "tocar" y "convertir" están en los dos tiempos
mencionados. En imperfecto expresan una posibilidad. En perfecto, se actualiza la
posibilidad. Se genera tiempo del verbo: Imperfecto; es decir, los posible vs. Lo real.
En "El perrito cobero" el verbo funciona de la misma manera. Sin embargo, dada la
existencia de una estructura dialógica dentro de este cuento, explicitada a través de verbos
de decir (verba dicendi) y de los verbos de sentir (verba sentiendi) se observa una
transferencia del pretérito perfecto al presente que reproduce esas estructuras de diálogo:
82
Y dijo el perro: ¡Este es mi fin! Pero un momento: ese tigre que me comí anoche si estaba
salao, y el tigre dice a los demás tigres: ¿Ustedes han visto a un perro comiendo tigres? ¡Jamás!;
pues yo sí. Llévanos allá, dijeron los tigres y cuando los tigres vieron al perro dijo el perro.
El verbo "decir" aparece explicitado cinco veces en el párrafo citado: dijo, dice,
dijeron, dice. Si se relaciona esta repetición no sólo con la reproducción de diálogo sino
con el contenido del cuento, "El perrito cobero", se palpa que el significado "cobero", está
metaforizado. Se pinta en vivo un atributo: "cobero", palabra que significa la conversación
que se mantiene con alguien para engañarlo. La coba es la mentira criolla que no daña. Está
cerca la mentira, pero no lo es completamente. No es ofensiva. Es como si la coba
requiriera distintas instancias de habla en diferentes tiempos, y, en cada tiempo, el verbum
se afirma y se niega al mismo tiempo. Y, en el tiempo del niño, promueve la risa, el
chiste.
En "El hombre de barro, también hay una estructura de diálogo implícita. Proliferan
verbos que tienen como complemento una proposición sustantiva precedida del que
anunciativo: "descubrieron", "dudaron". Alternan aquí los tiempos en pretérito perfecto y
en pretérito imperfecto con la misma funcionalidad asignada en los otros cuentos. Los
tiempos perfectos explicitan las acciones del relato:
Los recursos del estilo que prevalecen parecen ser el énfasis y el uso preciso y
concreto de las partes del discurso. Dentro de éstos se destacan el verbo, el sustantivo y el
adjetivo. En efecto, estas categorías lingüísticas son usadas por los niños en los cuentos
83
analizados para la construcción del relato con un sentido de equilibrio, naturalidad y
concisión mediante las cuales parecieran recuperar su esencia, la funcionalidad
característica de su hacer dentro del propio discurso. Las palabras no sobran y apuntan a
una síntesis poética. Así, el adjetivo, parcamente usado, no adorna, aporta el ingrediente
emotivo del texto. El sustantivo concreto expresa la existencia de sujetos y objetos reales,
seres que experimentan el "drama" y objetos que lo causan. Los sustantivos abstractos dan
materialidad animan el sentimiento del texto, y el verbo se hace metáfora del cuento.
84
VIII. CONCLUSIONES
85
En capítulos anteriores se ha demostrado que el niño, a partir de los datos literarios
del medio, es capaz de producir cuentos escritos con algunas de las marcas del texto
literario. En efecto, los textos seleccionados muestran una densidad que admite diversos
niveles de lectura, requieren de una análisis para precisar su significación global y pueden
ser estudiados a partir de diferentes enfoques metodológicos.
Los argumentos por ethos reflejan el carácter y la manera de ser del emisor; los
argumentos por pathos en cambio, juegan con las emociones del receptor, apelar a sus
sentimientos. Los argumentos por logos persuaden por la coherencia lógica del discurso por
su razonamiento.
Estos tres tipos de argumentos se reflejan en los relatos analizados. Hay en ellos un
logos expresados por la armazón lógica de las funciones que forman la trama, se mantiene
un orden lógico. Hay un pathos en la producción de argumentos que buscan activar el
sentimiento del lector. Su compasión, para llamar su atención. El ethos se esconde detrás de
un narrador omnisciente, pero se manifiesta en su forma característica de razonar, de
valorar, de juzgar y en rasgos lingüísticos específicos. A partir de los argumentos por ethos
ha sido posible determinar no sólo la etapa de la evolución del pensamiento de los niños
autores de estos cuentos, (diferente en los tres casos), sino también los tipos de pensamiento
que Piaget atribuye a cada etapa. Los argumentos por ethos han permitido, además, mostrar
el estrato sociocultural de cada uno de los autores.
86
Definir la competencia retórica desde una perspectiva argumental, permite apreciar
su relación con procesos internos de pensamiento y de la adquisición del lenguaje.
Las figuras retóricas, algunas de las cuales forman parte del estilo, constituyen una
expresión material de esos procesos de la retórica. Entre las figuras retóricas, consideradas
ya como mecanismos funcionales, se van a comentar cuatro: La personificación, la
hipérbole, la antítesis y la metáfora. Estas dan cuenta de los principales procesos retóricos
del niño para la construcción de cuentos de ficción.
La hipérbole es un recurso que el niño utiliza para otorgar a sus textos una
coherencia pragmática. Permite la producción de signos que tienen un impacto en la
conducta del receptor. Además, es una regla de uso del lenguaje dentro del contexto de la
comunicación literaria que el lector participe del texto, lo viva emocional o
intelectualmente. El niño tiende a lo emocional.
Para que la antítesis funcione, el niño debe trabajar con campos semánticos o
elementos opuestos. Al haber oposición, se genera una tensión entre contrarios. Esta
tensión define la propia dialéctica del relato. De allí proviene el conflicto básico del mismo.
Sin embargo, esta tensión debe resolverse por la preponderancia de uno de los términos
opuestos..
87
Pero el texto se construye en función de otros textos o referentes del mundo
sociocultural o experiencial del emisor, incluyendo a los referentes literarios. El texto
precisa que los signos traídos de fuera adquieran otro perfil, otra manera de ser, sin perder
completamente su naturaleza de origen. Esto se logra a través de la metáfora, o más bien a
través de un proceso de metaforización basado en relaciones de analogía o semejanza.
En el estilo, en la palabra del niño, todo apunta a un sentido, a una coherencia, a una
simetría, a un orden. Aquí están ya los gérmenes del texto literario adulto, y aquí está la
propia literatura producida por el niño. El es capaz de crear una estructura autónoma de
lenguaje, una hipótesis de significado, un mundo y, sobre todo, transmitirlo a un lector,
conmoverlo.
88
BIBLIOGRAFIA
89
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93
INDICE GENERAL
94
AGRADECIMIENTO…………………………………………………………………………………………7
PRÓLOGO……………………………………………………………………………………………………11
INTRODUCCION……………………………………………………………………………………………..15
0. EL CORPUS……………………………………………………………………..66
1. El niño y la mitología……………………………………………………………….68
3. El niño y el mito……………………………………………………………………..81
IV. LA METAFORA:
SEMANTICA DE LA NARRACIÓN INFANTIL…………………………………………………111
VI. LA DISPOSITIO……………………………………………………………………………………129
1. Micronivel: La fábula………………………………………………………………...134
a. Función Inicial……………………………………………………………………….134
b. Búsqueda……………………………………………………………………………..135
c. Iniciación……………………………………………………………………………..135
95
d. Complicación…………………………………………………………………………136
e. Tarea difícil…………………………………………………………………………..137
f. Función cierre…………………………………………………………………………137
2. Macronivel: La superestructura………………………………………………………138
1. El énfasis………………………………………………………………………………145
2. El diminutivo………………………………………………………………………….148
3. El sustantivo…………………………………………………………………………...148
4. El adjetivo……………………………………………………………………………..149
5. El verbo………………………………………………………………………………..150
BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………………………………..161
96
97
98